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Crisis económica

y movimiento campesino e indígena en Ecuador (*)


Manuel Chiriboga

l. Introducción
El objeto de este trabajo es discutir algunas modalidades de evolu-
ción del movimiento campesino e indígena en Ecuador y los posibles impac-
tos que sobre dicha evolución tiene la crisis económica abierta en 198 l.
Planteamos fundamentalmente que desde mediados de la década de
los setenta viene ocurriendo un importante proceso de descentralización del
movimiento campesino e indígena o , a la inversa, de centralización flexible,
mediante el cual se refuerzan y autonomizan organizaciones regionales que
representan a sectores campesinos e indígenas más homogéneos en ténninos
de inserción en el proceso de diferenciación social, de modalidades de articu-
lación con el mercado y la acción estatal y de características étnico-culturales

(*) Trabajo preparado por el proyecto "Movimientos Sociales ante la crisis en América
Latina", en el marco del programa DAL ("Las Pers ectivas de América Latina")
1
que coordina el Profesor Pablo Gonzalo Casanova, de ISUNAM (Instituto de Inves-
tigaciones Sociales de la Universidad Nacional de México)) y que para Sudamérica
ha sido ausficiado mediante un convenio entre la Universidad de Naciones Unidas
(UNU) y e Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Fernando
Calderón coordinó el Proyecto Sudamericano y Luis Verdesoto en el Ecuador.

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Estudios y Debates - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

y. por lo tanto , que adelantan reivindicaciones específicas al Estado . Si bien


algunas de estas organizaciones campesinas regionales forman parte de Fede-
raciones Nacionales, mantienen con éstas vínculos débiles. Las Federaciones
Campesinas Nacionales (FENOC, FEI, FETAL, ECUARUNARI), surgidas en
el período de lucha por la tierra, llevan adelante reivindicaciones de tipo na-
cional: tierra principalmente, aseguran la relación con el movimiento sindical
urbano y son depositarias de los símbolos e historia del movimiento, pero de-
jan un gran espacio de autonomía a las organizaciones regionales para expre-
sar demandas concretas, presionar sobre los organismos públicos especializa-
dos, decidir su inserción política y llevar adelante movimientos de reivindica-
ción específicos. Aún más, en la década de los setenta surgieron varias organi-
zaciones campesinas regionales sin inserción sindical nacional. Este movimien-
to expresa las modalidades de transforn1ación del campesinado como fruto
del desarrollo capitalista, así como el tipo de acción estatal y las modalidades
de evolución de la cuestión étnico-cultural. Tiene como finalidad la redefini-
ción del lugar ocupado por los campesinos e indígenas en la estructura econó-
mica y social ecuatoriana.
Esta proposición central parte de la constatación de que el movimien-
to campesino e indígena ha transitado de una situación de centralización,
tanto en términos de reivindicaciones, de liderazgo, como de estructura orgá-
nica, a una flexible. que expresa la heterogeneidad actual de los campesinos e
indígenas del país. Esta evolución se explica tanto por las características del
desarrollo del capitalismo en el agro y el tipo de intervención estatal como
por el proceso de democratización abierto en el país en 1979.
Desde inicios de los años sesenta hasta mediados de la década de los
setenta, la problemática de la Reforma Agraria organizó los conflictos en el
sector rural. En los años sesenta , el problema huasipunguero - trabajadores
vinculados a la .hacienda donde laboraban a cambio del acceso a una porción
reducida de tierra y que luchaban por la propiedad de la tierra que trabaja-
ban- expresaba el tipo de conflictos agrarios en la sierra ecuatoriana . La lu-
cha de los asalariados agrícolas en las plantaciones propiedad de compañías
extranjeras constituía el eje del conflicto agrario en la costa ecuatoriana.
Sobre la base de estos conflictos fue paulatinamente levantándose una estruc-
tura orgánica, que reagrupaba a sectores importantes del campesinado.
Esta estructura orgánica estuvo vinculada desde el momento de su
origen con partidos urbanos, particularmente el Partido Comunista del Ecua-
dor (PCE). Este definió la ideología y contenido del movimiento, constituyó
una organización centralizada, formó a los principales líderes, asesoró gran
parte de los conflictos que se plantearon y organizó grandes demostraciones
de fuerza, como la marcha de miles de huasipungueros a Quito para exigir la
promulgación de la Ley de Reforma Agraria. Pero, indudablemente, esta es-
tructura se montaba sobre la existencia de un amplio descontento campesi-
no y un "reguero" de conflictos (Saad 1976; Guerrero 1983; Albornoz 1971;
lbarra 1979).

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Si bien autores como Fernando Velasco han puesto en duda la fuerza


y aún existencia del movimiento campesino en dichos años al afirmar que
"no es posible hablar de la existencia de movimiento campesino , esto es de la
acción colectiva de los campesinos como sector social. encaminados a modifi-
car alguno o algunos aspecto de la estructura de dicha sociedad" (Velasco
1983 : 129). dicha afirmación me parece discutible. Por un lado, !barra
( 1979) ha demostrado la importancia y extensión de los conflictos en la
sierra y su alta centralización; por otro lado, Uggen ha demostrado similares
características para los conflictos agrarios de la costa ecuatoriana. La organi-
zación campesina lleva adelante más de treinta conflictos en las solas provin-
cias de Guayas y Los Ríos entre 1960 y 1963 y todos fueron inspirados por
el PCE y la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral (Uggen 1975 :
180). Finalmente, los dos ejes de la lucha "antifeudal y antiimperialista"
incidieron en aspectos importantes de la estmctura social ecuatoriana al de-
cretarse la Reforma Agraria en 1964 y la salida de los monopolios extranje-
ros en esos mismos años.
La argumentación de Velasco estaba más dirigida a juzgar la adecua-
ción de las tesis comunistas, que a valorar la importancia del movimiento
campesino. Es obvio , como lo ha demostrado Andrés Guerrero ( 1983) , que
la canalización de fuerzas en la coyuntura 60-64 fue paulatinamente tornán-
dose desfavorable a los campesinos y favorable a los terratenientes. quienes
finalmente ganaron tiempo para imponer un proyecto agrario beneficioso .
Pero éste fue un resultado del paralelograma de fuerzas y no la mera habili-
dad de la iniciativa terrateniente. como ha querido demostrar Osvaldo Barsky
( 1984 ). El movimiento campesino , a pesar de su carácter centralizador, las
relaciones clientelares que mantenía con agentes urbanos y su legalismo , fue
portador de un proyecto de transformación agraria en el que se definían los
alcances del cambio deseado , se definieron los enemigos, se plantearon en el
terreno estatal las soluciones al conflicto y pesaron duramente en la coyuntu-
ra y en la salida al conflicto.
Si bien a partir de 1965 y al menos hasta 1968 la represión ejercida
sobre los campesinos desorganizó considerablemente las estructuras orgánicas
levantadas en el período anterior, la ejecución de la Reforma Agraria, limita-
da a la abolición del huasipungo. a la entrega de parcelas de tierra a los cam-
pesinos y a la salida de las compañías extranjeras, modificó considerablemen-
te el contorno de los conflictos agrarios. Desde 1968, un nuevo impulso acti-
va el movimiento campesino, impulso que parte en gran medida de nuevos
sectores campesinos, puestos de lado por la Reforma de 1964. Por un lado ,
los finqueros , sembradores y arrendatarios de las haciendas costeñas, particu-
larmente las arroceras, presionan crecientemente por la entrega en propiedad
de los predios donde laboran. Por otro, los arrimados, las comunidades indí-
genas serranas y los trabajadores de haciendas serranas no afectadas se movi-
lizan crecientemente por la profundización de la Reforma Agraria. Un nuevo
período de malestar agrario sacude el campo ecuatoriano.

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Este período se caracterizó por el surgimiento de nuevas estructuras


orgánicas, constituidas por elementos urbanos, en gran parte de filiación cris-
tiana . FENOC y ECUARUNARI animan una parte importante de los nuevos
conflictos agrarios, realizan grandes movilizaciones nacionales a favor de la
Reforma Agraria, hacen una amplia difusión de su programa de contenido
clasista y presionan sobre el Estado por la ampliación de la acción redistribu-
tiva . En ciertas zonas de la costa llegan a plantearse de manera casi simultá-
nea más de cien conflictos en predios diversos.
Michael Redclift ( 1981 ). que ha analizado el movimiento campesino
durante este período , señala que las organizaciones pasan por tres momentos:
un primero en que los campesinos luchan fundamentalmente por acceder a la
tierra ; un segundo en que su objetivo es acceder a capital en condiciones fa-
vorables y un tercero en que opera un proceso de diferenciación importante
y los objetivos son fundamentalmente empresariales. Esta transición describe
bien las características de la movilización campesina y los problemas plantea-
dos por la acción distributiva para los propios portadores del movimiento.
que se transforman socialmente en el proceso .
La expedición de las leyes sobre abolición del trabajo presionó en la
agricultura, y la nueva Reforma Agraria de 1974, a pesar de sus limitaciones
redistributivas, constituye la última coyuntura en que el problema de la Re-
forma Agraria definía la contradicción principal con el sector rural. Constitu-
yó un momento importante en el acceso campesino a la tierra.
A partir de entonces, el eje de la acción estatal cambió radicalmente .
La renta petrolera en manos del Estado abrió paulatinamente una amplia
oferta de servicios agrotécnicos, crédito y proyectos sociales cuyo objetivo
fundamental era el aumento de la productividad y la redefinición de los cam-
pesinos como productores de alimentos. Esta nueva acción del Estado pro-
motor del desarrollo planteó , a nuestro juicio , dos problemas centrales al
movimiento campesino y dos ejes de lucha . Por un lado , al redefinir la cues-
tión agraria en términos de productividad y de acciones encaminadas a elevar-
la. el Estado abrió una oferta dirigida a los campesinos y un amplio campo de
negociación con ellos. Ello generó un espacio de interlocución, clientelaje y
de movilización de las organizaciones campesinas, que difícilmente era solu-
cionable por una dirección centralizada, particularmente si tenemos en cuen-
ta el proceso de diferenciación y heterogeneización campesina. Demandas di-
versas de los campesinos en función de sus características sociales y de sus
modalidades de articulación con el mercado, así como una política estatal
definida por áreas geográficas limitadas. presionaron al movimiento campesi-
no autonomizando a las uniones campesinas de segundo grado, ancladas a
nivel provincial o cantonal respecto a las Federaciones Nacionales de Campe-
sinos.
Por otro lado , la oferta estatal desde los años 60 perseguía la homo-
geneidad étnica. Como lo ha destacado Norman E. Whitten.

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" el esfuerzo nacionalizador del Ecuador, igual que el de sus naciones


hermanas, peleando al interior la dependencia euro-norte americana ,
tiene un claro enfoque ideológico hacia la homogeneización étnica.
El producto previsto de la homogeneización está siendo llamado 'el
hombre ecuatoriano'. Pero esta promesa de foclusión' como hombre
ecuatoriano viene negada por el enfoque contradictorio de la supre-
macía blanca" (1981 :14).
Este esfuerzo nacionalizadcr trae como consecuencia racional la resis-
tencia, directamente "a través de la protesta , e indirectamente por medio del
estatuto ceremonial y el simbolismo" (idem , pág. 15).
La resistencia opuesta por la población indígena a la aculturación for-
zada generó un despliegue de movimientos de identidad étnica y cultural.
tanto en la población de la Amazonía como en aquella de la sierra y la costa.
Estas constituyen paulatinamente fuerzas orgánicas, elaborarán el espectro
de reivindicaciones, reivindicaron su historia , sus conocimientos, su simbolo-
gía y aun su utopía de organización social. Su liderazgo , contrariam ente al
campesino de los 60, reflejaba estructuras tradicionales de elección y perte-
nencia a la población local. El carácter plurinacional de origen , sin embargo,
generó estructuras regionales y sólo recientemente se constituyeron organiza-
ciones pluriétnicas para reivindicar globalmente sus demandas ante el Estado.
Tanto las nuevas organizaciones campesinas regionales constituidas
desde mediados de los 70 como las indias tienen rasgos en común: un lideraz-
go surgido desde la base, estructuras más participativas, menos dependencia
de organizaciones urbanas, ideologías más vinculadas a la población , una rei-
vindicación de su pasado y de su cultura, etc. Aún más, muchas organizacio-
nes indígenas comparten varias de las demandas de democratización de la
acción pública de sus similares campesinas.
Las diferencias, sin embargo , son obvias. Los campesinos enfrentan
en muchos casos agudos procesos de diferenciación que en no pocas oportu-
nidades han desbaratado el tejido de sus organizaciones y han debilitado sus
luchas y acciones colectivas. Por otro lado , tienden , como se demostrará, a
no localizar un terreno nacional para sus demandas colectivas y la lucha se
vuelve localista. Los indígenas enfrentan la diferenciación con mayor cohe-
sión étnica, plantean sus reivindicaciones en el plano nacional. Tienden , sin
embargo , a encontrar con dificultad un terreno de acuerdo con los otros sec-
tores populares, ante quienes igualmente plantean su diferencia nacional.
En todo caso , las organizaciones campesinas e indias regionales repre-
sentan a sectores más homogéneos de población rural, definida en términos
clasistas, étnicos o una combinación de ambos. Las Federaciones Campesinas
Nacionales, surgidas en el período de la lucha por la tierra, son , por el contra-
rio, confluencia de estas organizaciones regionales heterogéneas y autónomas.
Su capacidad de expresión está dada por lo que pueden hacer las regionales.
Ello implicó que muchas luchas de los campesinos, como en el caso de Cu-
lluctus que analizamos posteriormente, se realizaran al margen de ellas.

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Las Federaciones Campesinas Nacionales se centran paulatinamente


en reivindicaciones de tipo nacional y general: tierra, principalmente , y , en
menor medida, crédito. Su relación con las organizaciones regionales se redu-
ce a la provisión de ciertos servicios (legales, capacitación general, a realizar
actividades de coordinación, a mantener la vigilancia de los símbolos de la
unidad y de la historia de la organización y , finalmente. a asegurar la figura-
ción de la organización campesina a nivel nacional a través de su vinculación
con el movimiento sindical y los partidos políticos de izquierda (Rojas 1983).
Ello contrasta claramente con el papel de las uniones regionales, que
hacen prevalecer su autonomía para definir sus programas de reivindicación,
generalmente particulares. sus progran1as de gestión. en la que crecientemcn-
te se involucran: crédito. comercialización. asistencia técnica. servicios, etc ..
y los contenidos de sus programas de capacitación. Ai'iádase finalmente que
dichas organizaciones definen en el marco de los lineamientos generales de
las Federaciones Nacionales sus mecanismos concretos de participación polí-
tica y sindical, lo que en gran parte se define a nivel local.
Un tercer eje de acción del movimiento campesino e indígena fue
abierto con el proceso de democratización. La constitución que rigió este
proceso consagró la ciudadanía a los campesinos e indios, al dictaminar que
todo ecuatoriano mayor de 18 afios debía votar, independientemente de su
condición de alfabetismo. Si bien ello se debió fundamentalmente a la acción
de partidos urbanos, tuvo como consecuencia un creciente involucramiento
de los campesinos e indígenas en la acción política nacional.
Esto se expresó fundamentalmente en tres campos de desigual desa-
rrollo. En primer lugar, existió una importante movilización para democrati-
zar la vida local, particularmente a través de la presión por la elección local
de autoridades,. tradicionalmente elegidas por el Ejecutivo, como en el caso
de la Provincia del Azuay y entre los pueblos indígenas de la Amazon ía. En
segundo lugar, las organizaciones armaron frentes locales para la participación
electoral, al menos a nivel seccional, y en algunos casos eligieron represen-
tantes ante los organismos municipales, como en Cotacachi , Santa Isabel y
Baba. En tercer lugar, se involucraron en movimientos de reivindicación re-
gional ante el Estado, realizaron movilizaciones ante el Parlamento, presiona-
ron por reformas legales, etc.
Este involucramiento creciente en el quehacer poi ítico se ha realiza-
do en gran parte desde los ámbitos locales y regionales, donde se encuentran
localizadas las organizaciones campesinas. No conduce, sin embargo, a una
expresión de tipo nacional de los campesinos e indígenas, aun cuando puede
suponerse que la acción simultánea de esas varias iniciativas está remodelan-
do la situación campesina e indígena a nivel nacional. El movimiento campe-
sino e indígena, expresado como un conjunto de luchas organizadas, pero re-
lativamente autónomas unas de otras, parece incidir en una redefinición del
papel y lugar campesinos en la economía y sociedad nacionales.

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Lo seiialado hasta el momento parece mostrar tres ámbitos y ejes de


los movimientos campesinos e indígenas: la reivindicación de contenido cla-
sista, la de carácter étnico-cultural y la dimensión nacional. definidas en tér-
minos de lo analizado por Calderón y Dandler en un trabajo reciente ( 1984:
17-28). Su modalidad de expresión es. sin embargo , la constitución de orga-
nizaciones regionales descentralizadas y relativamente autónomas.
Cabe preguntarse entonces por los efectos que la crisis económica
actual tiene sobre esta particular evolución del movimiento campesino. La
crisis parece caracterizarse en el campo por un conjunto de efectos contra-
dictorios: menores posibilidades de empleo fuera de la parcela. variaciones
fu ertes de los precios al productor con tendencia a su incremento , aumento
de los precios de los insumos agropecuarios y de los bienes de consumo cam-
pesino no producidos, problemas fiscales en los programas de acción estatal.
aumento del interés en los créditos. etc. Obviamente. éstos topan diferencial-
mente a los campesinos en función de su posición en el proceso de diferen-
ciación y del nivel de articulación al mercado.
Podría pensarse entonces que la crisis ha profundizado el proceso de
descentralización sei'íalado al afectar diferencialmente al campesino y generar
demandas heterogéneas y una mayor presión sobre los organismos estatales
que trabajan con el campesino; al tiempo que las federaciones campesinas na-
cionales fortaleci eron sus vínculos con las centrales sindicales. constituyeron
un organismo de coordinación entre ellas. asegurando su figuración en el
ámbito urbano.
El trabajo se divide en cuatro partes. En la segunda analizaremos el
comportamiento de cuatro organizaciones campesinas regionales y una orga-
nización campesina local , que señalan un espectro amplio de situaciones cam-
pesinas y de respuestas a la crisis económica. En una tercera parte discutimos
brevemente la acción de una Federación Campesina Nacional.
En la cuarta parte señalamos algunas conclusiones sobre el efecto de
la crisis sobre el movimiento campesino a la luz de la evolución reciente de la
economía campesina . de la acción estatal y de la evolución del movimiento
campesino. Obviamente, este trabajo no puede constituir sino uno preliminar
que se centra en establecer un conjunto de hipótesis de trabajo. las mismas
qu e requerirán un largo trabajo adicional.

11. Organización campesina regional y crisis


En este capítulo analizamos cuatro casos regionales de organización
campesina y uno de lucha local no vinculado a una organización campesina
mayor, representativos del amplio espectro de situaciones campesinas en el
país. Para cada una de estas organizaciones discutimos su origen , la evolución
hacia la gestión, las relaciones con el Estado , el efecto de la crisis económica
y la participación política y sindical.
Tomamos dos casos en la costa: la Unión de Organizaciones Campesi-

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nas Agropecuarias de Vinces y Baba (U NOCA VB) y la Unión Regional de


Organizaciones Campesinas del Litoral (UROCAL). Representan claramente
al campesinado mestizo. Luego analizamos dos casos de organizaciones cam-
pesinas indígenas de la sierra: la Federación de Comunas de Cotacachi y una
organización local , la Comunidad de Culluctus. Finalmente analizaremos a la
Federación Shuar. localizada en la Amazonía.

la UNOCAVB
La Unión de Organizaciones Campesinas se constituye el aiio de 1974.
en base a siete organizaciones cooperativas localizadas en los cantones de
Vinces y Baba , de la Provincia de Los Ríos. Su origen se encuentra en la im-
portante movilización campesina que se desarrolla en la costa a raíz de la ex-
pedición en 1970 del Decreto 100 I sobre Reforma Agraria en Predios Arro-
ceros, que declaraba de expropiación inmediata aquellos trabajados en base
d e relaciones de renta. Ello generó un movimiento de fuerte envergadura re-
gional. en el que participan, entre otras, la Federación Nacional de Organiza-
ciones Campesinas, filial campesina de la Central Ecuatoriana de Organizacio-
nes Clasistas, CEDOC, de tendencia para la época cristiana . El impulso politi-
zador realizado tanto por los militantes sindicales como por promotores vin-
culados a la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas. CESA, institución
privada de filiación cristiana, desencadena un importante proceso de acción
directa de los campesinos, en que una multiplicidad de haciendas son toma-
das por éstos. En la zona de Daule , Samborondón , Vinces y Baba. se toman
más de 130 predios, que dan lugar a la constitución de igual número de orga-
nizaciones campesinas.
La FENOC para entonces se caracteriza por una I ínea de agrarismo
refonnista radical , centrada fundamentalníente en la lucha por la Reforma
Agraria, el mejoramiento de los sistemas de comercialización y una democra-
tización de la política estatal. Mantiene fuertes lazos con el Partido Demócra-
ta Cristiano, en donde militan algunos de sus dirigentes y promotores. El año
de 1975 se produce, sin embargo, una fuerte ruptura en su interior, a raíz de
la cual el sector vinculado con la lucha campesina rompe los lazos anteriores,
se radicaliza ideológicamente y acepta una línea socialista.
La UNOCA VB , organizada pocos meses antes de la ruptura por ele-
mentos vinculados a la posición más radical. postula como ejes centrales de
su acción la lucha por la tierra y por un mayor control de los procesos de co-
mercialización. A partir de su constitución formal, la U NOCA VB va a cen-
trarse en impulsar dichos objetivos, para lo que organiza un sistema de asis-
tencia legal, realiza una amplia campaña de capacitación socio-política en
base de una línea socialista que impulsa los contenidos clasistas de la acción
campesina. Mantiene para ello una estrecha vinculación con la FENOC y los
militantes políticos que trabajan en ella.
Para inicios de los años 80 agrupa a 26 organizaciones afiliadas y ha

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expandido considerablemente su espectro de acción. Tanto a través de su vin-


culación con CESA y FEPP ( organización no gubernamental especializada en
crédito) como mediante un conjunto de presiones ejercidas sobre ciertas ins-
tituciones estatales especializadas: FODERUMA. ENAC. etc., inicia una serie
de programas de apoyo a sus miembros. Los más importantes son : un pro-
grama de comercialización conjunta de arroz y uno más pequeño de cacao,
establece una tienda comunal , mantiene un programa de crédito a sus afilia-
dos, etc.
El acceso campesino a la tierra generó. por otro lado, una nueva situa-
ción para el campesinado, al depender éste crecientemente del mercado para
su subsistencia y reproducción. El grueso de la producción se destina al mer-
cado, en donde se proveen de la mayor parte de sus bienes de consumo. Si
bien hay diferencias entre cooperativas en cuanto a acceso a la tierra, un sec-
tor importante dispone de cantidades adecuadas para, con el apoyo externo
suficiente, asegurar no solamente la subsistencia. sino un mejoramiento en el
nivel de vida y pequeiios procesos de capitalización. Las actividades de ges-
tión emprendidas por la Unión están dirigidas a responder a este tipo ele de-
mandas.
Esta particular evolución ele la gestión ele la UNOCA VB implicó una
creciente autonomía respecto a la FENOC. Si bien mantiene activa su parti-
cipación en los eventos nacionales decididos por la matriz, los programas que
comenzó a llevar adelante respondieron crecientemente a sus demandas loca-
les. Aún más, los líderes campesinos paulatinamente fueron adquiriendo des-
treza para realizar peticiones y demandas a los organismos privados y estata-
les, con la finalidad de conseguir recursos para llevar adelante sus programas.
Dependieron para ello cada vez menos del apoyo ele la Federación Nacional
·y sus promotores.
Entre 1982 y 1983. la zona es afectada por el fuerte invierno , que
destruye el 630/0 ele los cultivos ele arroz. el 430/0 de los de maíz duro y el
230/0 de los cultivos permanentes. Los campesinos tienen , asimismo , serias
dificultades para conseguir ingresos adicionales por la extensión de los da11os
y por el efecto de la crisis sobre la demanda de empleo, tanto urbana como
rural.
En ese contexto, la U NOCA VB presentó una solicitud de apoyo a
varios organismos privados, la misma que contemplaba tres aspectos: aten-
ción sanitaria , alimentación y rehabilitación agrícola. En pocos días consi-
guieron el apoyo solicitado, que les permitió, entre otras cosas, formar ca-
torce Comités de Salud con los que atendieron a 10 ,000 enfermos; organizar
un sistema de entrega de alimentos que llegó a 5,300 familias pertenecientes
a 218 organizaciones: 95 cooperativas y 120 comités integrados por campe-
sinos y jornaleros no organizados; y establecer un programa de rehabilita-
ción en base a créditos entregados en semilla, fertilizantes y agroquímicos.
Para mediados de 1983, la UN OCA VB aumentó su afiliación a alre-
dedor de 100 cooperativas, con las cuales inició un fuerte programa de capa-

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citación política. En dichos eventos continuamente se destacó la eficacia de


la gestión de la UNOCAVB respecto a lo que habían realizado los organismos
estatales, que fueron caracterizados como ineficientes, corruptos, incapaces
y desconocedores de los problemas campesinos.
Para las elecciones de 1984, la UNOCA VB organizó los Comités Can-
tonales del F ADL presentó como candidatos a sus dirigentes y ganó dos pues-
tos en el Consejo Cantonal de Baba. mientras que en Vinces consiguió el res-
paldo electoral campesino , pero no el urbano mayoritario . Su programa elec-
toral rcivinJicó la participación de los campesinos en la gestión local, propa-
gando su eficiencia como organismo de gestión . Si bien la UNOCA VB ha par-
ticipado activamente en los eventos convocados por la FENOC (huelgas na-
cionales, Primero de Mayo , etc .), crecientemente se involucra en actividades
reivindicativas a nivel cantonal. Su oposición a la instalación de un ingenio
azucarero. decidida por el Gobierno en los ai'ios de 1981-1982 , estaba dirigi-
da a impedir la instalación de una empresa que con seguridad hubiese adqui-
rido las tierras de los campesinos. La movilización que generó recibió un fuer-
te apoyo campesino, aun cuando generó problemas con la población urbana ,
que veía en ello oportunidades de empleo para la zona que no dispone.
Así, su eficiencia como organismo de gestión para resolver demandas
campesinas, como su defensa reivindicativa de los intereses de los campesinos
frent e a la expansión empresarial , aumenta crecientemente su afiliación regio-
nal. Ello , sin embargo , se ha hecho al precio de una mayor autonomía respec-
to a su matriz nacional.

La UROCAL
Situada en una zona de larga experiencia de lucha por la tierra, la
Unión Regional de Organizaciones Campesinas del Litoral tiene múltiples
semejanzas con los campesinos de Vinces y Baba , con los que mantiene flui-
das relaciones. La UROCAL tiene su ámbito de acción en la zona donde con-
fluyen tres provincias : Guayas, El Oro y Azuay , situación que en no pocas
ocasiones le permitió defenderse provocando conflictos de competencia ad-
ministrativa.
La zona tiene una larga trayectoria de lucha , que se inicia a mediados
de los ai'ios 50. La mayor parte de tierras donde ahora viven los campesinos,
pertenecían a la United Fruit Company , que constituyó allí un enclave bana-
nero en 1936. La entrada de migrantes azuayos que ocupaban paulatinamen-
te tierras del enclave en la zona de Zhumiral, desencadenó la primera expe-
riencia de lucha. Al intentar la Compai'i ía expulsarlos , establecen contactos
con la Federación de Trabajadores del Guayas, afiliada a la CTE , de la que
reciben apoyo legal, cursos de capacitación , etc . El éxito obtenido inicial-
mente , al que se sumó poco después la salida del país de la United , consolidó
las relaciones con los trabajadores de la hacienda.
Sin embargo, los años 60 son escenario de una fuerte represión y de

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intervención estatal , la que es efectiva en destruir la organización gremial de


los antiguos trabajadores. Los dirigentes de Zhumiral son perseguidos . Sola-
mente a inicios de los 70 pasa esa etapa dura. con el nuevo impulso a la Re-
forma Agraria en todo el Litoral. Ello coincide con la llegada de un equipo
pastoral de la Iglesia, que inicia un trabajo de promoción e impulso a la Re-
forma Agraria en la zona . El equipo mantiene fuertes relaciones con la
FENOC y sus instituciones vinculadas, como CESA. a las cuales la UROCAL
se afilia.
Varias haciendas son tomadas por los campesinos a inicios de los 70
y en otras se realizan huelgas por el cumplimiento del Código de Trabajo .
Dicho proceso desembocó en la organización de la UROCAL en setiembre de
197 5. Sus objetivos son : la consecución de crédito y el no pago de las deudas
contraídas por la tierra. Concurren a la fundación quince organizaciones.
entre colonias, cooperativas y asociaciones. Sus I íderes son aquéllos de las
luchas de los ai'los 60.
Para inicios de los aflos 80 afilia a alrededor de 40 organizaciones. de
campesinos que disponen entre 5 y 20 has. , especializados en la producción
de cacao. La zona está íntegramente rodeada por grandes haciendas, a las que
los campesinos más pobres van a trabajar. constituyendo una suerte de bol-
són campesino en una zona de fuerte expansión empresarial.
A semejanza de la UNOCA VB. el grupo promotor, si bien más fuerte-
mente vinculado a la Iglesia, apoya la ruptura socialista e imprime un conte-
nido clasista a su acción promotora. Igualmente, de manera paulatina inicia
una serie de acciones de gestión, en las que compromete el apoyo de CESA,
FEPP. etc. , así como de FODERUMA. Organiza con ese apoyo un programa
de crédito, pensado para limitar los procesos de diferenciación , e instala una
secadora de cacao y comercializa directamente el producto. Adicionalmente,
desarrolla programas de talleres artesanales, guarderías infantiles y, más re-
cientemente, viviendas. Rodeada de haciendas y de cuarteles militares que
organizan periódicamente actos de amedrentamiento , la organización se man-
tiene sólidamente unida .
El invierno de 1982-83 destruyó buena parte de los cacahuales. mien-
tras que los campesinos tuvieron dificultades en conseguir empleo en las ha-
ciendas y en las ciudades. Unos pocos inician la explotación de yacimientos
mineros cercanos de bajo rendimiento. para sobrepasar la crisis.
Frente a esta situación de crisis, la UROCAL comenzó una serie de
presiones sobre los organismos estatales y particulares,ante el Comité Espe-
cial del Estado "Unidos Somos Más". Ello permitió canalizar ayuda alimenta-
ria , de salud y de rehabilitación , como en el caso de la UNOCA VB. Tal vez la
diferencia más importante con el caso de Los Ríos fue el intento de vincular
su acción con actividades de auto gestión: construcción de caminos, puentes,
red de tiendas comunales organizadas por la UROCAL, así como un ambicio-
so plan de siembra de cultivos de subsistencia en huertos comunales.

No. 1, Julio 1986 17


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

La crisis reveló a la UROCAL la fuerte dependencia de los campesi-


nos del cacao y la poca capacidad de autosubsistencia, por lo que decidió
impulsar los huertos.
En las elecciones de 1984. la UROCAL pudo poner a uno de sus di-
rioentes como Concejal del Cantón Santa Isabel del Azuay. lo cual muestra
e:a creciente demanda de los campesinos por una participación en los organis-
mos locales del Estado. El contenido electoral de su participación fue emi-
nentemente clasista; se privilegió las demandas de los campesinos en el ámbi-
to local.
En el plano gremial. la UROCAL es la organización de mayor peso en
la costa sur ecuatoriana y ha cumplido un papel esencial en la ampliación del
número ele organizaciones campesinas en la zona. Para ello participa en los
eventos sindicales nacionales y desarrolla actividades de promoción en toda
la zona. Pero, en tanto depositaria ele una representación específica, se invo-
lucra crecientemente en movimientos tendentes a responder a los problemas
que afectan a sus afiliados. Su participación activa en el paro de cacaoteros
en 1981 , en el que participan el conjunto ele productores de la pepa para
conseguir cambios en la política estatal , es revelativa de esa tendencia. En
efecto. la política estatal había generado una creciente sujeción de la produc-
ción cacaotera a la industria de elaborados de cacao, que implicó, entre otras
cosas, una estructura ele precios bajos para los productores. Ello generó una
creciente presión para la modificación ele dicha política, movimiento que fue
liderado por los medianos y grandes productores y los exportadores, que bus-
caban liberar el mercado controlado por los industriales. Frente a la situación
creada, la UROCAL decidió participar activamente en el movimiento contra
el monopolio industrial, organizó un paro de la producción, bloqueó los ca-
minos, presentó demandas y proyectos al Congreso y al Estado. Si bien en
última instancia el movimiento fue exitoso. en su resolución concreta. sin
embargo. la UROCAL tuvo poca participación. Reveló, sin embargo, un nue-
vo eje ele reivindicaciones campesinas en que debió asociarse con un espectro
pluriclasista amplio, en el que participaron algunos de sus enemigos tradicio-
nales: los terratenientes regionales.

la Federación de Comunas de Cotacachi


La Federación ele Comunas de Cotacachi se organiza en el afio ele
1977. Confluyen a su organización trece comunidades de las treinta que exis-
tían en el Cantón. La actividad inicial surge por la acción de un grupo de mi-
litantes sindicales en la zona, así como por el papel de su principal dirigente.
Alberto Andrango , campesino indígena de la zona y profesor primario vincu-
lado a un grupo de intelectuales indígenas del vecino Cantón Otavalo.
Si bien los comuneros indígenas de Cotacachi disponen ele muy redu-
cidas parcelas de tierra (alrededor de una hectárea por familia en promedio)
y deben concurrir a laborar en las haciendas vecinas que controlan las mejo-

18 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Chiriboga: Movimiento campesino

res tierras, el antecedente más inmediato para la organización de la Federa-


ción no parece haber sido la lucha por la tierra. Como sefiala Alberto Andran-
go,
"hace dos afios algunos dirigentes empezamos a cambiar ideas para ir
haciendo un solo pensamiento, una sola acción que nos permita en-
frentar y combatir el abuso y la explotación que venimos sufriendo.
De ahí nació la necesidad de hacernos uno solo, de hacer una organi-
zación grande: así fue que formamos la Federación de Comunas de
Cotacachi" (FENOC 1979: 40).
El sentimiento de explotación económica tanto en el mercado como
en el trabajo como jornaleros se mezcló en los orígenes de la Federación con
la necesidad de enfrentar la opresión que sufren en tanto indígenas. El prin-
cipal conflicto que apuntala la cohesión interna de la Federación es la fuerte
movilización que realizan para exigir el castigo a un policía (un misho) mes-
tizo que asesinó a un dirigente indígena durante una pelea en una cantina del
centro urbano. De allí que se exhiba como uno de los logros significativos de
la Federación que se haya conseguido respeto para los indígenas. Su acción
en este campo le permitió a la Federación aumentar su afiliación : pertene-
cían a ella 22 comunidades en 1980 y para 1984 eran ya 36.
La vinculación con la FENOC, en la cual sigue participando activa-
mente hasta la actualidad , significó un paulatino cambio en el contenido de
las reivindicaciones, hacia posiciones más clasistas. La solución a los proble-
mas de pobreza y de opresión a los que están sometidos los campesinos indí-
genas está "en la lucha por los intereses de los explotados del campo y la ciu-
dad". Su vinculación a la FENOC adicionalmente produjo un creciente inte-
rés por los problemas de la tierra. Para 1982, la Federación había iniciado ya
un importante conflicto para conseguir la expropiación de la hacienda Tome-
bamba .
La consecución de la tierra, impulsada a raíz de la relación con la
FENOC, fue, sin embargo, vista también en ténninos de reivindicación étni-
ca:
"La pobreza hace que por obligación se amestice el indígena; con su-
ficiente tierra se podría elevar también el nivel económico y social
de vida, que también ayuda a conservar lo cultural" (Nueva: 51 ).
Conciencia creciente de la vinculación entre la reivindicación de la
tierra y la preservación de las características étnicas, en una zona donde alre-
dedor del 600/0 de los hombres en capacidad de trabajar salen a laborar afue-
ra. Dicha migración atenta contra la cohesión comunal, pues los migrantes
"ya no quieren participar".
La creciente actividad del Estado en la zona a través del Programa Na-
cional de Alfabetización y el Programa de Salud Rural y la oferta de un acuer-
do para su operación, llevó a la Federación a participar crecientemente como
contraparte para dichos programas. Varios dirigentes de la organización reci-

No. 1, Julio 1986 19


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

bieron entrenamiento como alfabetizadores o como promotores de salud y se


encargaron de llevar adelante dichos programas en la zona. Si bien su activi-
dad impidió que funcionarios estatales se relacionaran directamente con las
bases de la organización y realizaran proselitismo, crecientemente la Federa-
ción tuvo que realizar actividades de programación y gestión para atender
sus nuevas obligaciones. Si bien inicialmente este tipo de acción se limitó a
estos programas estatales y a la construcción de casas comunales con el apo-
yo de una institución privada, fue entrenando a la dirigencia en las relaciones
con los organismos públicos.
La crisis económica abierta en 1981 significó para los campesinos de
la zona menores posibilidades de empleo en las haciendas vecinas o en las ciu-
dades. Su agricultura de pequeña escala, dirigida fundamentalmente al auto-
consumo (básicamente maíz y frejol) , difícilmente podía reemplazar los in-
gresos monetarios conseguidos por los salarios sin una dotación importante
de infraestructura y de apoyo estatal. Los campesinos comenzaron a depen-
der crecientemente de su propia producción y de los pocos salarios que con
mayor dificultad se conseguían. La Federación en ese contexto aumentó sus
presiones para conseguir que se ejecutase en la zona un programa especial del
Fondo de Desarrollo Rural Marginal. Si bien solicitudes habían sido presen-
tadas con anterioridad, parece que la presión sobre FODERUMA aumentó en
esa época. El proyecto contemplaba crédito agrícola y ganadero, asistencia
técnica y otras de infraestructura social. El proyecto fue aprobado, pero su
ejecución no se ha iniciado hasta la actualidad.
La Federación , por otro lado, comenzó a integrarse crecicntemente
en los organismos seccionales En las elecciones de 1980. 1982 y 1984 pre-
sentó candidatos a concejales. Hoy en día, tanto Andrango como el actual
Presidente de la Federación, Luis Alberto Lima , son concejales del Cantón.
La participación se realizó en el marco del FADI. del cual controlan su
Comité Cantonal. La utilización de la lista izquierdista por parte de la Fede-
ración de Comunas no ha significado mayor ingerencia de los partidos que la
constituyen, a igual que en UROCAL y UNOCAVB. La dirigencia se mantie-
ne independiente. Sin embargo, la participación electoral ha generado peque-
ños conflictos, en la medida de la competencia que los partidos urbanos na-
cionales realizan para contar con el apoyo de la organización. La participa-
ción como concejales de los dirigentes, por otro lado , ha pennitido una cre-
ciente acción municipal en las áreas rurales.
La creciente participación de la Federación en programas de gestión ,
para los cuales establece contactos con el Gobierno, y el involucramiento en
los organismos seccionales parecen constituir parte de la respuesta de la Fe-
deración a la crisis económica. Ello ha significado una creciente necesidad de
la Federación de realizar su propia programación, establecer sus contactos,
realizar movilizaciones y luchas. En esa medida ha significado una mayor
autonomía respecto a la FENOC. Pero al mismo tiempo , la creciente partici-
pación en la lucha por la tierra y contra el costo de vida ha significado rea-

20 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C h i r i b o g a : Movimiento campesino

firmar su pertenencia y participar en los eventos sindicales. La FENOC le


provee para ello del asesoramiento legal. de la relación con el mundo sindical
urbano. etc .

Los campesinos de Culluctus

Contrariamente a los casos presentados en páginas anteriores, Culluc-


tus, una Comuna situada en la Provincia de Chimborazo, revela la acción
campesina indígena aislada que busca establecer relaciones con organizacio-
nes sindicales nacionales para apoyar una toma de tierra . Revela, asimismo ,
una modalidad de lucha propiamente indígena , en la que la influencia de su-
jetos externos es débil( 1 ).
Los campesinos indígenas de Culluctus recibieron en los aiios 70 sus
antiguos huasipungos, pero por la insuficiencia de rec ursos y una estructura
de relaciones paternalistás con el dueiio de la hacienda. siguieron laborando
en ella. un predio tradicional d e propiedad de un terrateniente pueblerino .
Las relaciones que vinculaban a los peones de la hacienda con el patrono
cubrían no solamente el pago de un salario. sino derechos de usufructo en los
páramos de la hacienda. adelantos del patrono. etc. Diversas fiestas rituales
reafirmaban anualmente las mutuas obligaciones.
Sin embargo. ' al cabo de una generación, la presión demográfica
aumentó la necesidad de tierras y los pedidos de los indígenas para una ma-
yor entrega de éstas. sea por venta o por cesión. Si bien a inicios de los aiios
80 algunos jóvenes se involucran en el programa ele alfabetización bilingüe y
al menos uno como profesor, los contactos urbanos con sindicatos y partidos
políticos eran prácticamente inexistentes. La creciente presión campesina. el
asedio diario sobre los recursos. llevaron al hacendado a desconocer sus obli-
gaciones. a romper sus relaciones laborales con la comunidad. traer trabaja-
dores ele otras zonas y aun a intentar un débil proceso de modernización .
Ello precipitó el conflicto. Los campesinos buscaron contactos sindicales y
jurídicos para presionar la afectación del predio. Los consiguieron en la ciu-
dad de Riobamba , en la Federación de Trabajadores Libres de Chimborazo
(FETLICH). organización provincial filial ele la CEOSL una de las principa-
les organizaciones sindicales del país. La FETLICH les puso en contacto con
un abogado e iniciaron un juicio por la afectación. el que se presentó en el
IERAC poco tiempo despu és. Iniciado el juicio, éste entró en el largo proce-
so burocrático. Mientras tanto , fruto de la débil experiencia urbana, los in-
tentos de emplearse y buscar ingresos adicionales fracasaron . Era ya un mo-
mento de creciente restricción en el mercado laboral. En este contexto. las
presiones sobre el predio continuaron, hasta tem1inar en la toma del mismo.
La situación desencadenant e ocurrió cuando el hacendado intentó obligar
por la fuerza a los comuneros a desistir de su reivindicación. utilizando los
contactos que tenía con la policía local. El intento provocó la muerte de dos
indígenas. un baiio de agua helada en acequias del predio a algunos policías

No . 1, Julio 1986 21
Estudios y Debates - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

locales(2). la muerte de los perros del dueiio y el sitiaje a la casa de hacienda .


Los indígenas recurrieron a prácticas tradicionales de rebelión. Obviamente.
ésta terminó con la llegada de un contingente mayor de policías. el abogado
de los campesinos y la toma del predio . al que se impidió regresar al hacen-
dado. Los abogados iniciaron posteriormente juicios penales contra el hacen-
dado. La muerte de los campesinos y la actuación de la policía local provoca-
ron la intervención del Ministro de Gobierno. en gran parte por la serie de
denuncias que presentaron organismos de derechos humanos y pastoraks de
la provincia.
En la actualidad. el predio sigue en manos de los indígenas. El caso.
sin embargo. es representativo de un conjunto de tomas de predios tradicio-
nales desencad enadas en el país en parte por la crisis y las menores posibilida-
des de empleo agrícola . Generalmente. como en el caso de Culluctus. las Fe-
deraciones Campesinas Nacionales han tenido una débil participación en di-
chos conflictos. La iniciativa parte de los propios campesinos. quienes esta-
blecen sus propios contactos y modalidades de lucha. Las Federaciones Na-
cionales parecen no poder expandirse más allá ck las zonas donde tienen una
influencia lograda en el período de auge de la lucha por la tierra : 1970-1975.
Al mismo tiempo. esas zonas de influencia están ocupadas por Fede-
raciones Provinciales y Cantonales. qu e determinan el espectro y contenido
de sus luchas.

la Federación Shuar

Un estudio de la Federación Shuar rebasa extensamente los límites


de este trabajo. Existe. por lo demás. una amplia literatura sobre el tema. que
seiiala la riqueza del caso. Aquí nos limitaremos a analizar ciertas manifesta-
ciones de una organización que se propone. y en gran parte lo ha logrado. su
reconocimiento como una cultura distinta que reafirma permanentemente su
etnicidad y el logro de una autosuficiencia económica en base de un impor-
tante proceso de modernización económica. que sirve de sustento a esa rea-
firmación. en un contexto nacional hostil y nacionalizador (Whitten 1981 y
Salazar 1981 ).
La Federación Shuar fue organizada a inicios de los aiios 60 por los
salesianos. con el objetivo de defender a la población del avance colonizador
y mantener su influencia. Sin embargo. cambios en la visión sobre la activi-
dad misionera llevaron crecientemente a acciones dirigidas a salvaguardar los
valores étnicos.
Adicionalmente. los misioneros. a través de un agresivo sistema de
educación. formaron un conjunto de dirigentes e intelectuales indígenas. que
adquirieron una creciente importancia en la gestión de la Federación. La re-
lación con los misioneros abrió a los Shuar la posibilidad de conseguir recur-
sos externos, que fueron empleados en un conjunto de programas económi-
cos y sociales (ganadería. educación. salud. transporte aéreo. etc.) e impulsa-

22 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __,.,hiriboga: Movimiento campesino

ron un fuerte cambio en los patrones económicos Shuar y un creciente invo-


lucramiento en el mercado, al tiempo que a través de la educación reafirma-
ban su etnicidad.
Las relaciones con el Estado han variado entre el enfrentamiento con
las fuerzas militares y los proyectos de colonización hasta la colaboración
para la ejecución de programas concretos. En estos últimos. la Federación ha
podido anteponer su experiencia para asegurar su control sobre la programa-
ción y la ejecución de sus acciones. Uno de los casos más ejemplarizadores
sobre la relación con el Estado es su actitud frente a la colonización: por un
lado. han desarrollado una muy fuerte oposición a ella más allá de un 1ímite
geográfico aceptado; por otro. obligaron al JERAC a entregar títulos colecti-
vos a los centros Shuar. impidiendo de esa manera posibles ventas individua-
les a colonos. Es así que se constituyeron paulatinamente en una territoriali-
dad reconocida por el Estado e infranqueable a través del mercado.
En la actualidad. la Federación agrupa a alrededor de 35 mil Shuar
sobre 40 mil existentes en el país. Ha jugado. además. un papel dinamizador
en la organización indígena de la Amazonía. no solamente de nuevas Federa-
ciones y organizaciones inter-étnicas particulares. sino impulsando la Confe-
deración de Nacionalidades Indígenas de la Arnazonía Ecuatoriana. Esta
actualmente se centra en el cuestionamiento de las políticas de colonización.
particularmente por parte de grandes empresas agroindustriales. el control de
la penetración de sectores religiosos y el paulatino reconocimiento de las
organizaciones como representativas de los pueblos indígenas.
Resulta difícil evaluar el efecto de la crisis económica sobre el pueblo
indígena de la Amazonia. Tal vez algunas de las manifestaciones de la crisis
son la creciente apertura de la zona a los proyectos agroindustriales que ame-
nazan las tierras indígenas. el encarecimiento de los bienes adquiridos en el
mercado nacional y un cambio en la actitud estatal en la interlocución con
las organizaciones indígenas. En todo caso, la presente coyuntura parece ge-
nerar un acercamiento de las Federaciones lnd ígenas con las Centrales Sindi-
cales y el FUT. cuyas relaciones en el pasado fueron teiiidas de dificultad .
Basta recordar que un grupo de dirigentes Shuar que se afiliaron a la FENOC
a mediados de los 70 fueron expulsados de la Federación. Este acercamiento
no deja, sin embargo , de estar acompaiiado de una reivindicación de recono-
cimiento a su individualidad étnica.
La acción de la Federación Shuar y de otras organizaciones indígenas
estuvo dirigida a modificar la política de un Estado "nacionalizador". a de-
mandar una acción diferenciada , al reconocimiento de sus organizaciones
como interlocutores de la acción estatal y a modificar en general la actitud
de la población blanco-mestiza hacia sí. En gran parte es responsable del
cambio de la política estatal, de la creación de una oferta estatal a lo étnico.
La profundidad de la nueva relación ha dependido. sin embargo , de las carac-
terísticas del grupo indígena, de su contexto , etc. La respuesta de la organi-
zación indígena ha dependido de esos factores y en 111 uchos casos ha presio-

No. 1, Julio 1986 23


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

nado hacia un cambio de objetivos: la reivindicación por un Estado pluriétni-


co y multinacional.

fil. Las Federaciones Campesinas Nacionales: El caso de la FENOC

La Federación Nacional de Organizaciones Campesinas se constituye


el año de 1968, como filial de la Central Ecuatoriana de Organizaciones Cla-
sistas. de filiación cristiana. Su objetivo es la afiliación de organizaciones
campesinas. En su desarrollo y fortalecimiento contará con el apoyo de una
serie de instituciones, CESA e INEDES principalmente. que canalizaron fon-
dos. personal y aun los contenidos políticos centrales de la acción sindical.
Aún más. CESA había sido la institución encargada de llevar adelante la Re-
forma Agraria en los predios de la Iglesia , por lo que contaba ya con una
serie de contactos y relaciones en el campo.
En base a ese apoyo, la FENOC expandirá su influencia en todo el
país. recogiendo la creciente presión de los campesinos por la tierra. particu-
larmente en ciertas zonas de fuerte conflictividad agraria.
En poco tiempo se constituye en la organización campesina más gran-
de del país y principalmente en la costa ecuatoriana. Cabe señal.ar que este
extraordinario crecimiento fue el resultado de un largo proceso de agitación
llevado adelante por militantes urbanos ligados a la Federación o a las institu-
ciones vinculadas a ella; dichos militantes en general no eran afiliados a parti-
do político alguno, pero se reclamaban de una ideología cristiana radical. Por
ello, en gran parte dicho movimiento campesino dependía estrechamente de
las directivas urbanas. a las que se encdntraban asociados un pequeño grupo
de dirigentes campesinos en relación con dichos n(1cleos.
En el año de 1973, la FENOC se vincula con otras organizaciones
campesinas nacionales o regionales de importancia: ACAL, FETAL y la FEI
y constituyen el Frente Unitario por la Reforma Agraria (FURA) . Su objeti-
vo central era canalizar la presión centralizada del campesinado por una nue-
va Ley de Reforma Agraria, cuya posibilidad había sido anunciada por el
Gobierno. Realizan grandes concentraciones campesinas en Cañar (15 ,000
participantes), Quito (5.000) y Guayaquil (50.000). Obviamente que dicha
movilización era indicativa del grado de generalización de la presión campesi-
na en el país. Pero , al mismo tiempo, estuvo estrechamente vinculada a una
coyuntura nacional que abrió posibilidades para dicho movimiento: crisis en
las élites dominantes, expansión de la importancia del Estado, redefinición
del modelo de desarrollo, golpe militar nacionalista, etc. El problema central
para el movimiento campesino era cómo presionar en dicha coyuntura una
salida favorable a sus posiciones. Si bien dicha coyuntura terminaría por la
expedición de una Ley tibia, que recogía fundamentalmente los planteamien-
tos de la anterior y que apuntaló el congelamiento paulatino de la Reforma
Agraria desde 197 5; todo el período de debate nacional fue uno de gran
avance . Muchos predios fueron tomados, se constituyen organizaciones y se

24 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Chiriboga: Movimiento campesino

debilitó en general el poder de las estructuras tradicionales de dominación en


el campo.
El FURA se debilitó con el inicio del congelamiento del proceso de
Reforma Agraria desde 1975. En 1976 se intentó constituir un nuevo frente,
el Frente Unico de Lucha Campesina, pero éste tiene poca vida efectiva . Su
acción se centra en la ex igencia de aplicación de la Reforma Agraria. ladero-
gación de varias ley es (Fomento Agropecuario , Seguridad Nacional) y la san-
ción a varios responsables de matanzas de campesinos. Durante el período d e
1974-1980. la FENOC, liberada del tutelaje de vertiente cristiana y definida
por una posición socialista, va a centrarse en la consolidación de las organiza-
ciones constituidas en el período previo . Ello lo hace principalmente a través
de una fuerte campaiia de formación socio-política centrada en los líderes
campesinos. Consigue para ello financiamiento autónomo que le permite
llevar adelante su programa.
Pero, obviamente. la base sobre la que trabajaba, en su mayor parte
beneficiaria de la Reforma Agraria. enfrentaba nuevos problemas, vinculados
a su mayor relación con el mercado, a los procesos de diferenciación social y
a la creciente oferta de servicios estatales de diverso tipo , por lo que la nueva
dirigencia campesina regional fue generando nu evas demandas. que la Federa-
ción Nacional no podía cubrir. Este proceso fu e particularmente evidente du-
rante el período democrático 1979-1984. De allí que paulatinamente la
FENOC tendió a limitar su acción a presiones sobre puntos básicos de cober-
tura nacional : la tierra, el crédito, el ámbito legal. Su acción de capacitación
se centró en dicha esfera , cuya demanda , siendo importante para las Federa-
ciones, era una más en un abanico de reivindicaciones que eran asumidas por
los propios dirigentes o militantes cercanos: curas, abogados, promotores,
etc. Muchas veces se generó aun cierta contradicción entre la política de las
Federaciones Nacionales y la de las Regionales.
En el caso, por ejemplo , de los proyectos DRI, dond e
"las Federaciones Campesinas han hecho una oposición verbal al DRI ,
mientras , por lo bajo , los grupos campesinos se vinculan a estos pro-
gramas" ()barra 1984: 16) .
Es el caso, igualmente, de los precios que se pagan por los productos.
respecto a los cuales existe descontento de los campesinos y Federaciones
Regionales y presión por el alza , mientras que las Federaciones Nacionales no
se pronuncian en función de su relación sindical urbana.
Las Federaciones Nacionales cumplen un papel importante en la rela-
ción del movimiento campesino con las Centrales Sindicales Nacionales. Si
bien existe una creciente presión desde las Federaciones Regionales, y aun de
las Nacionales, para que los planteamientos de los campesinos se incorporen
en las plataformas de lucha, la relación ha asegurado una fuerte participación
campesina en las grandes luchas sindicales. En general , las de huelgas naciona-
les convocadas por el FUT, previa la inclusión de un punto de la platafonna

No. 1, Julio 1986 25


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

campesina -Reforma Agraria y crédito generalmente - . concitan una fuerte


participación de las Federaciones Regionales más cohesionadas: interrupción
de caminos, enfrentamiento con la fuerza pública. etc. Dicha participación
generó en los campesinos una creciente conciencia sobre la crisis. la alianza
con el movimiento obrero y una visión del mundo político y sus posibles
fuerzas. Pero esa conciencia parece leerse desde sus propias reivindicaciones
y problemas.
La crisis económica y el nuevo Gobierno han generado un proceso
de unidad en las Federaciones Campesinas Nacionales: FENOC. FEL ECUA-
RUNARI y algunas de las grandes Federaciones Regionales: ACAE. UPO-
CAM. CONACNIE. La Coordinadora Campesina Indígena busca como obje-
tivos centrales: el impulso a la Reforma Agraria. el respaldo a los derechos
humanos en el campo. programas de crédito para el campesinado. etc. Obvia-
menté, son los postulados históricos del movimiento campesino. Adicional-
mente. parece constituir un mecanismo que permite fortalecer su relación
con las Centrales Sindicales.
El problema central que se plantea para la FENOC es. obviamente.
cómo imprimir una política nacional que salvaguarde su unidad. Su respues-
ta ha sido la de la centralización flexible. donde las Federaciones Regionales
tengan importantes márgenes ele autonomía. Cabe preguntarse si una coyun-
tura derivada de la crisis y del nuevo Gobierno. que limite la oferta estatal
hacia el campesinado y genere procesos de pauperización creciente. por pre-
cios o por dificultades de trabajo. no coadyuve a una nueva centralización.
Por el momento la crisis. al menos en el período 1981-1984. parece haber
aumentado la autonomía. como es el caso de UROCAL. UNOCA VB y la
Federación de Cotacachi. Pero ello se dio en la medida de la continuación de
la oferta estatal.

IV. A manera de conclusión


Creo que claramente ha surgido de lo anterior el creciente proceso de
descentralización del movimiento campesino. entendido como una creciente
autonomización de las Federaciones Regionales. representativas de grupos
social y étnicamente diferenciados, respecto de las Federaciones Nacionales,
crecientemente limitadas a las reivindicaciones históricas del campesinado y
a la relación con el movimiento obrero sindicalizado.
Este proceso obedece a las modalidades de transformación del cam-
pesinado, que ha provocado una creciente heterogeneización en función de
procesos de diferenciación. inserción particularizada en el mercado de pro-
ductos o laboral. etc. Al mismo tiempo. la acción estatal diversificada en fun-
ción ele grupos campesinos diferenciados ha impulsado aún más dicho pro-
ceso. Demandas diferenciadas y ofertas particulares han generado una cre-
ciente presión para que las organizaciones campesinas se autonomicen. defi-
nan sus propias líneas de acción , sus alianzas locales. etc. Finalmente. la

26 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Chiriboga: Movimiento campesino

constitución como sujetos políticos abierta por la democracia ha generado


un creciente proceso de involucramiento en la gestión secciona!.
Frente a esa evolución, la clara conciencia del enemigo, la clase terra-
teniente, parece haberse diluido. Obviamente, en buena parte es una respues-
ta al cierre del proceso de Reforma Agraria en el país. Ello, en general. es ma-
nifiesto en casos como el de Culluctus, pero no constituye un problema in-
mediato para los campesinos beneficiados por la Reforma Agraria. Para éstos.
el enemigo parece estar centrado en la pequefia burguesía comercial puebleri-
na y, en general, en los intermediarios, usureros, etc. El Gobierno es también
el enemigo, aun cuando ello requiere alguna precisión, en la medida que pare-
ce darse una disociación entre el organismo que provee de servicios y el Go-
bierno como responsable de grandes políticas que afectan al campesino o de
la ineficiencia estatal.
La crisis económica no parece haber modificado esta estructura de
identificación y tal vez la ha agudizado más. Un caso especial, quizás, es el
indígena y sus organizaciones, para quienes el enemigo es crecientemente el
Estado blanco-mestizo responsable de la colonización, la imposición naciona-
lizadora, etc. Pero aquí también existe una disociación con las "buenas"
instituciones gubernamentales.
En cuanto a la representación de sí mismo del movimiento campesi-
no. podría pensarse que se ha evolucionado hacia una creciente particulariza-
ción. en función de grupos homogéneos. Sin embargo , la relación con las Fe-
deraciones Nacionales y las Centrales Sindicales ha asegurado también una
creciente conciencia de pertenencia de clase subalterna. El movimiento cam-
pesino parece moverse entre esas dos esferas.

No. 1, Julio 1986 27


NOTAS

( 1) La Plataforma de Lucha de la Federación, decidida en su Congreso de itbril de 1984,


señala como puntos fundamentales : la terminación de las obras de infraestructura,
sostener la lu cha por la tierra, ampliar los programas de educación y organizar mar-
chas de protesta contra el alto costo de la vida. Esta amplia gama de objetivos seña-
la los mutuos involucramientos de la FEDERACION .

(2) Sistema ritual que anuncia la muerte.

28 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Chiriboga : Movimiento campesino

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30 Revista Andina, año 4


Cooperación y mercado
en la organización comunal andina (*)
Marisol de la Cadena

Introducción
Durante la última década, el conocimiento sobre las comunidades
campesinas en los Andes se ha visto enriquecido desde diversas perspectivas.
Han contribuido a ello antropólogos, historiadores, economistas y agróno-
mos, tanto desde investigaciones individuales como a partir de esfuerzos in-
terdisciplinarios que han producido ricas experiencias.
Además del caudal de datos acerca de la realidad campesina , las in-
vestigaciones han producido la necesidad de repensar los conceptos teóricos
utilizados hasta el momento para explicar la realidad de la organización cam-
pesina en los Andes. Esta necesidad , convertida ya en exigencia , no surge de
intentos "culturalistas"; por el contrario, surge desde posiciones que integran
al campesino andino en el conjunto económico, social, cultural y político del
país , considerándolo como uno de los más importantes actores del proceso
nacional en todos los aspectos mencionados.

(*) Este artículo forma parte de una investigación mayor que , sobre comunidades cam-
pesinas, la autora viene desarrollando en el Instituto de Estudios Peruanos.

No. 1, Julio 1986 31


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Este trabajo se inscribe en la búsqueda de exp licaciones para esa "rea-


lidad sin teoría" sobre la que un economista ( Figueroa 1981) hablara hace
unos años y pretende ser un pequeño esfuerzo tanto de sistematización del
conocimiento empírico acumulado como un aporte para la reformulación de
los conceptos con los que se ha venido explicando la realidad campesina.
El planteamiento alrededor del cual se estructura el presente artículo
señala que en la organización comunal andina contemporánea, junto a la in-
dudable existencia de características propias, está presente el mercado mone-
tarizado . Este último no sólo altera y transforma a las primeras, sino que. al
hacerlo, se adhiere a dichas características y las oculta o se oculta en ellas.
Creemos que para aportar al conocimiento de la organización econó-
mica y social del campesino comunero, es necesario descubrir detrás de los
efectos producidos por el mercado monetarizado el sustento "andino" y .
viceversa, detrás de lo "andino" hurgar elementos mercantiles.
Creemos que la "entrada" más certera para lograr esta difícil tarea es
conocer la organización social de los Andes. Esta no es sólo un conjunto de
reglas de parentesco , sino que supone el orden reproductivo en todos sus pla-
nos : ideológico , político, económico y biológico . Estos se presentan total-
mente imbricados en la realidad andina, por lo que la comprensión de aspec-
tos económicos es incompleta , y por ello muchas veces errada , sin explicacio-
nes ideológicas y /o poi íticas . .
Aún no estamos en condiciones de dar cuenta total de esta imbrica-
ción, y ésta es una de nuestras limitaciones. Sin embargo , incluso una intui-
ción parcial de cómo esta imbricación ocurre nos pennitirá hacer algunos
planteamientos acerca de las transformaciones que el mercado introduce al
adherirse a las estructuras reproductivas andinas. La segunda limitación im-
portante es que el énfasis que hacemos en la explicación de lo "andino" es
mayor que aquel que aportamos para la comprensión .d e los elementos que
surgen del mercado. Esta es una postura momentánea por la que se ha opta-
do en el afán de conocer la realidad ordenadamente.
Desarrollamos nuestras ideas en tres partes. En la primera retomamos
el t ema de la cooperación, trabajado por varios estudiosos (Mayer y Alb erti
1974 ; Golte 1980; Gonzales de Olarte 1984 , etc.) . Planteamos que la necesi-
dad de organización colectiva del trabajo se institucionaliza en la organiza-
ción social, que recoge las normas sociales y técnicas necesarias para llevar a
cabo el proceso de trabajo.
En la segunda parte, nuestro tema es el trabajo mismo. Siguiendo con
el razonamiento anterior, se señala que en Jo~ Andes el acceso a recursos pro-
ductivos se logra por la pertenencia a instituciones. Esto implica, simultánea-
mente , acceso a la fuerza de trabajo necesaria para la producción. Vemos así
cómo esta situación se ha visto afectada por la presencia del mercado, que ha
alterado la naturaleza de las instituciones sociales andinas, las que , sin embar-
go. no han desaparecido .
· En la tercera parte incorporamos una variable : la presencia del con-

32 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - D e la Cadena :Organización comunal andina

flicto en la organización comunal andina. Para ello desarrollamos el siguiente


planteamiento: si bien la cooperación es el pivote del proceso de trabajo de
las economías campesinas, el mercado también ha incorporado su lógica. La
relación entre ambos elementos da por resultado una dinámica de conflicto
entre los aspectos colectivos, base de la cooperación para la producción , y los
aspectos individuales, que se manifiestan sobre todo en la posibilidad de ad-
ministrar libremente los productos del trabajo. Como las características del
conflicto dependen del contexto comunal en que se relacionen la coopera-
ción y el mercado , en este acápite describimos tres situaciones "típicas" que
ilustran el problema.

La institucionalización de la cooperación: ideología y tecnología


Las características reguladoras de la reproducción en el mundo andi-
no - esquemáticamente presentadas en la división territorial y social en Ha-
nan y Hurin, en prescripciones matrimoniales y en la organización vertical
del acceso a los recursos productivos (Rostworowski 1978; Murra 1975)-
han ordenado la reproducción de vastísimos territorios, a través de una ins-
tancia política: la etnía. En la actualidad, esa instancia política ha perdido vi-
gencia, sin que por ello las características nombradas desaparezcan totalmen-
. te. Lo que ha ocurrido es que su "ámbito de acción" se ha segmentado. La
imposición de otras reglas de juego, las del mercado monetario, ha reducido
estas características a expresiones de organización local. Si bien no las ha des-
plazado totalmente , al eliminar la instancia poi ítica que coordinaba su apli-
cación en una "macro-administración", las ha eliminado formalmente.
Sin embargo, si se observa con cuidado, es posible ver cómo las carac-
terísticas de la organización social andina cobran vigencia en cada ciclo agrí-
cola, ya que prescindiendo de ellas es muy difícil para el campesino andino
satisfacer las exigencias de su reproducción.
Por ejemplo , en la región del Mantaro - lugar común de los científi-
cos sociales para explicar el desarrollo del capitalismo agrario en el país-
ocurren todos los años "contactos" entre tierras calientes y punas, los mis-
mos que articulan desde la vertiente occidental de los Andes, las cumbres del
Pariacaca , hasta el hábitat selvático del "Sonomoro" , ahora la zona de colo-
nización del Satipo. Esto se puede observar desde distintos ángulos: carava-
nas de llameros que en julio se desplazan cargando papas para cambiarlas por
maíz; un circuito de ferias que articula el valle con las punas y a las que con-
curren los ganaderos para vender su lana y comprar trigo, cebada y otros gra-
nos; fiestas, ahora para la celebración de santos patronos, pero que nos sugie-
ren la existencia previa de micro-etn ías; la coordinación del trabajo de fami-
lias extensas para producir papas y trigo en la sierra y café, yuca y plátanos
en la selva, etc .
Estas y otras evidencias sugieren que una de las características andi-
nas que , a pesar de haber perdido su anterior dimensión, aún tiene vigencia es

No. 1, Julio 1986 33


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

el control vertical de recursos productivos. Esta característica, comprendida


por Murra (1956) a partir de las lecturas de cronistas. ha sido después obser-
vada en sucesivos trabajos de campo (Mayer 1979) y en análisis de datos esta-
dísticos (Figueroa 198 l : Caballero 198 l ; Gonzales l 984 ). Una de las trans-
formaciones más importantes de esta forma de apropiarse del territorio es
que , si antes de la invasión espafiola la autoridad central regulaba el acceso a
vastos territorios. ahora el ámbito de vigencia de esta característica andina se
ha reducido de la etnía a las organizaciones menores que ella.
La vigencia de esta forma de acceso a recursos requiere de ciertas con-
diciones para su explotación. de las cuales la más evidente es la necesidad de
cooperación para ll evar a cabo el proceso ele producción (Golte 1980).
La cooperación en los Andes no sólo debe comprenderse por razones
inherentes 6 la ideología andina, sino que tiene explicaciones económicas
concretas: es una solución frente al problema de la producción tanto por la
dispersión parcelaria como porque la mecanización tiene serias y concretas
limitaciones tecnológicas para la explotación del territorio andino. La coope-
ración es una de las soluciones tecnológicas que reemplaza a la mecanización
ele la producción en los Andes. Debido a que se organiza alrededor de una re-
lación entre factores productivos donde la mano de obra actúa como elemen-
to central. totalmente "personalizada" y vinculada al objeto ele trabajo , la
cooperación resulta reglamentada dentro ele instituciones , en las que las nor-
mas sociales son también reglas técnicas de producción, propuestas por las
condiciones que ofrece la naturaleza andina para su explotación. De esta ma-
nera, la tecnología andina es recogida por la organización social en las diver-
sas manifestaciones institucionales a través de las que se realiza el proceso de
trabajo: una ceremonia de "safa-casa" es tanto un conjunto de reglas sociales
qu e delimitan la participación de parientes como un conjunto de técnicas
acerca de cómo debe construirse una casa. Muchas veces, las normas clinami-
zacloras ele la organización social que rigen los distintos niveles de coopera-
ción, tiene n manifestaciones rituales: el compadrazgo entre dos individuos,
ceremonias colectivas festivas con ocasión de limpiezas de acequias, "herran-
zas'' o "santiagos" que agrupan a la parentela que participa del trabajo en
una estancia de la puna , etc .
Las consideraciones espacio-temporales también tienen un rol en la
determinación de las reglas técnico-sociales ele la producción, tomándose en
cuenta la ubicación ele los terrenos, el ciclo vegetativo de las plantas, las ca-
racterísticas ele las herramientas, las de composición de la mano de obra y las
ele tocios los demás recursos productivos.
Debido a la complejidad de los elementos que la componen, la tecno-
logía andina de ninguna manera debe entenderse como un conjunto de cono-
cimientos ni de herramientas. Su comprensión debe ubicarse en la dinámica
de la organización social( 1), ya que las instituciones sociales que existen en
los Andes son también instancias coordinadoras de las exigencias técnicas ele

34 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ De la Cadena: Organización comunal andina

la producción. De éstas, la comunidad. el grupo de parientes y la familia co-


nnmera son las principales.
A nivel comunal , existen normas que ordenan simultáneamente la \í'
organización social y la cooperación. Estas se pueden observar en el manejo
técnico de cada zona de producción. En los terrenos irrigados, los "cargos"
para llevar a cabo la limpieza de acequias son un sistema que expresa el orden
administrativo de esta zona de producción. Asimismo. la obligación de cum-
plir con el trabajo de limpieza de acequias pertenece al conjunto normativo
comunal. Finalmente. también el ritual de limpieza de acequias contiene nor-
mas técnicas para el manejo del sistema de riego( 2 ).
En la zona de tierras de secano. la participación de las familias comu-
neras en el sistema de laymi o mulluy también conlleva una serie de normas
técnicas de rotación que parecieran tener relación con el problema de la ferti-
lidad de los terrenos de secano. Además. las reglas que ordenan el acceso a di-
chos terrenos est.ín en estrecha relación con las redes de parentesco que sur-
can la comunidad.
También en la gestión comunal de los pastos naturales hay normas
técnicas: sistemas de rotación de canchas que son sistemas de fertilización y
preservación y que están vinculados a la organización social en la medida en
que las canchas están articuladas. entre sí y dentro de ellas. por redes de pa-
rentesco que. a su vez. norman la cooperación en el proceso de trabajo. Con
respecto a este último, existen momentos en los que se observa muy fácil-
mente la acción comunal en la "administración" de esta zona productiva, y
que incluye. además ele los pastos. el manejo ele los reba11os. Por ejemplo, la
dosificación y el baño del ganado son dos momentos del proceso de trabajo
ganadero que se han resuelto en la tecnología de cooperación comunal. Lo
mismo ocurre con los empadres y pariciones que. si bien son trabajos asumi-
dos en cada una de las estancias, están coordinados con las épocas de lluvia y
de "verano" igual que el sistema de rotación comunal de pastoreo, por lo que
técnicamente deben resolverse simultáneamente.
En la organización del grupo de parientes también existen normas
técnicas que regulan la cooperación en el proceso de trabajo. Las más eviden-
tes tienen que ver con la coordinación de tareas en el tiempo y en el espacio,
según la ubicación de los terrenos y el ciclo vegetativo de las plantas( 3 ). Se
agruparán para trabajar aquellas personas cuyas chacras colindan: esto ahorra
trabajo y tiempo y, además. permite el rastrojo grupal, puesto que las chacras
colindantes. que son cosechadas en la misma fecha, pueden juntarse en una
sola gestión para el pastoreo, ampliando así simultáneamente la ex tensión y
utilidad de la chacra unifamiliar. que de otro modo resultaría muy peque11a
para ser ofrecida ventajosamente al pastoreo. Por otro lado, el rastrojo grupal
permite ahorrar trabajo en el pastoreo de los animales : no hay necesidad de
que cada propietario vigile sus animales. se soluciona el asunto mucho mejor
asignando turnos para cumplir estas tareas entre quienes forman el grupo de
vecinos.

No . 1, Julio 1986 35
Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Generalmente. por razones de herencia , las personas cuyas chacras co-


lindan son parientes entre sí, por lo que resulta que la cooperación propuesta
como solución técnica al proceso productivo, se ordena mediante reglas de
parentesco . Cuando se trata de terrenos comunales de secano . que no están
sometidos a las leyes de herencia , como el parentesco regula y garantiza la
cooperación . los hermanos, primos, compadres. etc. solicitarán anualm ent e
t errenos colindantes en la zona de laymis comunales .
Así. en las comunidades campesinas la transferencia generacional de
terrenos y otros recursos. no obstante llevarse a cabo al margen de las leyes
nacionales. conlleva leyes propias que pueden ser soluciones t ecnológicas
para la producción.
Las reglas de herencia en los Andes no son unívocas y ello se debe
precisamente ¡¡ que son respuestas t ecnológico-sociales a las condiciones de
producción peculiares en cada caso . Por ejemplo , en comunidad es fruticulto-
ras la tend encia será a que la herencia concentre la propiedad familiar en el
piso ecológico apropiado para el cultivo de frutas ; esto quiere decir que en
vez de entregar a los hijos de una familia los terrenos que les corresponden .
éstos tendrán derecho a trabajar en ellos y al producto de este trabajo . pero
no a decisiones de producción ind ependientes del grupo familiar dentro del
cual reproducen su economía. Esta estrategia permitirá maximizar la produc-
tividad del trabajo y, en consecuencia. los ingresos. Puede ocurrir también el
caso de que una misma unidad familiar que lleva a cabo su proceso de trabajo
en la sierra y en la selva , adopte en la sierra reglas de herencia que propongan
la disp ersión de las parcelas en varias zonas de producción y en la selva aque-
llas que tiendan a la concentración de tierras productivas. Estas formas de he-
rencia también condicionarán la organización del trabajo y aunque en cual-
quiera de los dos casos el patrón de base puede ser la cooperación en el grupo
parental , la dinámica del proceso productivo será técnica y socialmente dis-
tinta.
Así , en una comunidad donde los campesinos acced en a varias zonas
ecológicas, para llevar a cabo su producción la familia debe ser miembro de
distintos grupos de trabajo . Debe pertenecer a una "vaquería" y por lo tanto
participar del conocimiento técnico necesario para cumplir las obligaciones
de trabajo que su membrecía implica y que le permite que su ganado paste
durant e todo el año sin que su presencia sea necesaria. También deberá ser
miembro de una "estancia" de la puna , lo que supone igualmente conoci-
mientos y participación tecnológico-social; finalmente , debe participar en el
sistema de intercambio recíproco de trabajo agrícola hasta donde se lo exijan
las necesidades de producción de sus chacras. Por el contrario. la organiza-
ción técnico-social del trabajo en una comunidad que tiende a la concentra-
ción de los terrenos productivos en las zonas ecológicas com ercialmente más
rentables. inclinará a la famili a a la participación en un solo grupo de parien-
tes que coordinará sus labores en mucho menos ciclos produdivos que en el
caso ant erior.

36 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - D e la Cadena : Organización comunal andina

Finalmente , debemos c;lecir que las soluciones técnicas a la organiza-


ción del trabajo no sólo están determinadas por la herencia , sino también por
alianzas matrimoniales, aunque esto suene obsoleto en el momento actual.
La exogamia es también una respuesta técnico-social para resolver el proble-
ma de producción en aquellas comunidades cuyos territorios resultan dema-
siado estrechos para satisfacer necesidades de consumo y/o venta de produc-
tos agropecuarios. A través de matrimonios se puede acceder a tierras de
maíz. al ingreso monetario producto del salario en enclaves mercantiles (mi-
nas, ciudades), se puede ingresar a estancias de la puna, se puede también
tener acceso a terrenos en la montafia, etc .
La exogamia comunal. como estrategia de ampliación de recursos,
también supone pautas para la organización del proceso de trabajo de todo el
grupo familiar involucrado en una misma meta reproductiva. Esto implica
tomar en cuenta las características de cada una de las zonas productivas a las
cuales tienen acceso los miembros del grupo .
Es decir que existirán coordinaciones y contactos de los integrantes de
familias extensas, quienes viven y producen o trabajan en lugares distintos,
desde donde son convocados según la demanda u oferta de mano de obra , di-
nero , productos o festejos impuestos por la reproducción del conjunto fami-
liar. Los familiares que viven en las ciudades serranas o en minas aportarán di-
nero para las épocas de siembra y , a su vez. recibirán productos después de
las cosechas ; regresarán a sus comunidades para las épocas de mayor demanda
de trabajo. Aquellos que viven en zonas productoras de maíz recibirán a sus
parientes de las zonas altas en épocas ya fijadas en las que el producto abun-
da; las familias que tuvieran chacras en la selva también incluirán las caracte-
rísticas de la producción de esta zona en el ciclo productivo total moviendo
productos, dinero o mano de obra de la sierra a la selva y¿ viceversa. Finalmen-
te , todos se reunirán por lo menos una vez al año en un festejo familiar o co-
munal , que se celebrará con los aportes en dinero o productos proporciona-
dos por todos los integrantes del grupo familiar. Así, pues, dentro de las insti-
tuciones que organizan la cooperación necesaria para llevar a cabo el proceso
productivo, los flujos de trabajo , dinero y producto atraviesan a las generacio-
nes en forma horizontal y vertical, y son organizados por redes de parentesco
de distinto nivel de convocatoria mediante matrimonios y herencias . ·
Detrás de esta argumentación que trata de recoger lo específicamente
andino , se insinúan las relaciones y transformaciones generadas por el merca-
do monetario; sin embargo, es un tema que no se ha desarrollado en este acá-
pite. Tampoco se ha abordado un factor crucial de la producción : el trabajo.
Por la relación directa entre ambos, serán tratados en forma conjunta en la
siguiente parte del artículo.

El trabajo y la producción para el mercado

En las comunidades campesinas andinas, el trabajo productivo no es

No . 1, Julio 1986 37
Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

sólo mercancía. Esto es así porque, en la mayoría de los casos, quienes lo rea-
lizan no están "libres" para ofrecerlo y quienes lo necesitan tampoco lo están
para adquirirlo.
De lo que hemos explicado en el acá pite anterior se deduce que el tra-
bajo está "dentro" de una serie de instituciones y que para obtenerlo y ofre-
cerlo hay que participar en ellas. El derecho a la participación se adquiere a
través del parentesco , que otorga acceso no sólo al bien productivo , sino tam-
bién a parientes y lo que éstos significan en los Andes: una red de relaciones
sociales que conllevan derechos y obligaciones, uno de cuyos vehículos de
"cumplimiento" es el trabajo. Así, en las comunidades andinas, el acceso a
recursos productivos arrastra acceso a mano de obra. Igualmente, los límites
de las relaciones de trabajo de una familia están señalados por las institucio-
nes a las cuales pertenece. Las más importantes son la comunidad y el grupo
de parientes en sus distintas manifestaciones: grupos de pastoreo de ganado,
grupos de ayuda para labores agrícolas, etc. Todos éstos se forman tomando
en cuenta las características demográficas de las familias que los componen y
las características de la demanda de mano de obra de los recursos que dichas
familias poseen.
Dentro de estos grupos, la valoración del trabajo tiene características
cualitativas, de las cuales quizá la más importante sea el compromiso de retri-
buir cualquier prestación recibida(4). Esto está garantizado por el hecho de
que las interacciones laborales se llevan a cabo dentro de una estructura de
parientes que sanciona los deberes y los derechos.
El hecho de interactuar en instituciones otorga derechos que no pue-
den reemplazarse a plenitud solamente con dinero , sino que , en el caso de
que este último sea usado como medio para obtener trabajo, debe estar
acompañado de una serie de actividades cuasi rituales: los "peones" se consi-
guen "rogándoles" o rodeándoles de favores ; en el momento mismo del tra-
bajo se debe ofrecer coca, servir buena comida y hasta hay labores agrícolas
en las que se sirven platos señalados por la costumbre. Finalmente, entre "co-
nocidos" la relación no concluye cuando se acaba la tarea y se " paga" la can-
tidad de dinero convenida: por el trabajo recibido se ha contraído una obli-
gación. Entre "iguales", ésta consiste en estar dispuesto a devolver el trabajo ,
quizá también a cambio de dinero , cuando le sea solicitado. Entre quienes
tienen posiciones económicas distintas, la obligación , de parte de quien tiene
mejor economía , consistirá, por ejemplo , en apadrinar al hijo de quien le da
su trabajo , en prestarle dinero o insumos cuando lo necesite, etc. Por su par-
te, el peón deberá estar dispuesto a realizar prestaciones laborales cada vez
que sea requerido , si no quiere deteriorar la relación.
Lo anterior, sin embargo, no niega el desarrollo del proceso de estra-
tificación dentro de las comunidades y entre ellas. Uno de los rasgos que hace
evidente la existencia de estratos económicos entre los agricultores de lasco-
munidades andinas es la diferencia que existe con respecto a la mercantiliza-
ción de sus cultivos y ganado . Esto último tiene importantes repercusiones

38 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ De la Cadena: Organización comunal andina

en la organización del proceso de producción a nivel comunal. La organiza-


ción del trabajo en la comunidad supone la distribución igualitaria de los re-
cursos disponibles y /o del producto del trabajo común ; además. este último
debe ser asumido en partes iguales por todos los miembros de la comunidad.
Bajo este principio, el rol de la comunidad debe ser el d e distribuir el produc-
to del trabajo entre todos sus miembros por igual y administrar racionalmen-
te los recursos escasos para be neficio de todos sus miembros .
La estratificación en la posesión o propiedad de los recursos entre co-
muneros no ha afectado directame1lte el principio de contribución equitativa
del trabajo(S ). pero sí ha modificado la distribución de los resultados del
mismo. Los campesinos acomodados no sólo se benefician en mayor medida
que los demás de la propiedad colectiva , sino que cuando hay excedentes de
trabajo y tierra , éstos redundan en su beneficio(6). Esto ocurre también en
las demás instituciones : las tierras de cofradía se alquilan a quien pueda pagar
mejores precios; en las faenas de las Asociaciones de Padres de Familia de las
escuelas sólo trabajan los más pobres, puesto que "el que puede" hace una
donación de dinero; en los grupos de trabajo confortnados por parientes, el
más pobre deberá ser el pastor de la estancia o el peón disponible para cual-
quier trabajo agrícola , etc.
Sucede, entonces, que a la valoración andina del trabajo , que conlle-
va las reglas de organización social correspondientes, se yuxtaponen aspectos
cuantitativos mercantiles que tornan ambivalentes los roles de las institucio-
nes sociales a través de las cuales se desarrolla el proceso productivo en los
Andes. El énfasis en una u otra característica de la valoración del trabajo va-
ría entre productores. Aunque lo que sigue no debe ser tomado como ley
inexorable, la tendencia es a que cuanto más inserto en el mercado está .el
productor, mayor será el cálculo cuantitativo mercantil de sus costos de pro-
ducción. La ambivalencia en la conceptualización del trabajo le permitirá
usufructuar "gratuitamente" el trabajo que le corresponde por ser miembro
de distintas instituciones andinas donde la valoración del trabajo parte de as-
pectos cualitativos. Desde el punto de vista de su relación con el mercado
monetario. esto redundará en ia disminución de los gastos en dinero necesa-
rios para llevar adelante su producción y, por lo tanto, en mayor "ganancia".
Por otra parte, desde la perspectiva de los campesinos más alejados de
la producción comercial. se privilegiarán los aspectos cualitativos del trabajo,
consolidándose redes de parentesco a través de prestaciones laborales recí-
procas que se llevan a cabo en ciclos agrícolas sucesivos y que se refuerzan
festivamente a lo largo del proceso de producción(?).
Dentro de esta discusión , ¿cuál es el significado del dinero pagado a
cambio de trabajo? , ¿se trata de salario? En la mayoría de situaciones, el di-
nero aparece como un elemento integrado en el universo social del proceso
de producción campesina que, en momentos de escasez de "peones", puede
ser un factor que hace más fácil conseguir mano de obra . Sin embargo , el di-
nero pagado por trabajo no tiene una sola acepción ; por el contrario , tiene

No. 1, Julio 1986 39


Estudios y Debates

comportamientos diversos. Hay situaciones . en las que la remunerac1on de


una prestación laboral con dinero conlleva una relación de apropiación del
trabajo ajeno y otras en las que no. Que ocurra lo uno o lo otro, puede de-
pender, entre otras razones, de las condiciones de alta o baja productividad,
respectivamente. Pero, ¿es suficiente que exista apropiación del trabajo ajeno
en la remuneración monetaria para que se trate de una relación salarial? Nos
parece que no , y ello se debe fundamentalmente a que , aun en el caso de rela-
ciones monetarias ventajosas para el contratante , siguen estando presentes las
connotaciones cualitativas de las que el trabajo es portador por estar inmerso
en instituciones sociales y adherido a la tierra, al ganado y a la forma de pro-
ducir. Es más, la relación monetaria de corto plazo es posible por relaciones
de larga duración , que son las que garantizan la oportunidad y calidad del
trabajo y, al 'Ínismo tiempo , son portadoras de compromisos y obligaciones
de diversa índole que debe cumplir quien recibió el trabajo.
Es importante anotar también que la monetarización de las retribu-
ciones a las prestaciones laborales no es irreversible. En situaciones de infla-
ción o en aquellas oportunidades cuando los precios de los insumos industria-
les usados por los campesinos son mayores que los precios de venta de sus
productos, los agricultores deben disminuir la proporción de sus gastos mone-
tarios en relación a su ingreso total. Para lograrlo , además de reducir la com-
pra de productos alimenticios industriales, los campesinos deben reducir tam-
bién los costos monetarios de la producción . El factor de producción que
más significativamente se usa con este fin es el trabajo. Los datos de nuestros
últimos trabajos de campo demuestran el abandono masivo del pago del tra-
bajo en dinero y la preferencia por el pago en productos o por el intercambio
de trabajo(8). Esta es una razón más que nos inclina a desechar la idea de que
en las comunidades campesinas el pago en dinero significa automáticamente
y en todos los casos relación salarial.
Todo Jo anterior nos acerca al tema de la diferenciación campesina.
En las comunidades campesinas, igual que el salario y el trabajo , la diferencia-
ción es un proceso que asume características peculiares. Antes de pasar a enu-
merar las más evidentes, debemos señalar que consideramos que el proceso
de diferenciación es un proceso iniciado dentro de las comunidades campesi-
nas del país, pero de ninguna manera homogéneo y mucho menos acabado .
Creemos también que ni siquiera en los lugares donde el proceso de diferen-
ciación se encuentra más desarrollado , se puede hablar de la existencia polari-
zada de "burguesía agraria" y "proletariado rural". Más aún , quizás la dife-
renciación andina no se dirija en esa dirección , evolucionando sin dar lugar a
que podamos hablar de "burguesías rurales" o de "proletariados agrícolas"
surgidos de bases comunales andinas, sin pecar de imprecisión teórica.
Hecha esta aclaración, señalaremos algunos rasgos con los cuales se
manifiesta la diferenciación campesina en los Andes: 1) La diferenciación an-
dina no se deriva exclusivamente de la propiedad privada familiar, ni en cuan-
to al tamaño de la misma, ni por las relaciones que genera. Hemos señalado

40 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ De la Cadena: Organización comunal andina

que hay formas de acceso a recursos productivos que se derivan de la perte-


nencia a instituciones viabilizadas por lazos de parentesco. A través de ellas se
puede hacer uso de grandes extensiones de pastos y, en algunos casos, de te-
rrenos de cultivo. 2) La diferenciación andina no pasa exclusiva, ni necesaria-
mente, por relaciones salariales. Las relaciones de parentesco pueden dar lugar
a casos de subordinación de mano de obra que redunden directamente en la
apropiación del trabajo ajeno, dentro de un proceso de acumulación. Esto es
muy obvio en las comunidades alpaqueras de los departamentos de Junín ,
Huancavelica y Puno, donde los parientes pobres cuidan las estancias de cam-
pesinos propietarios de ricos rebaños a cambio de alguna cría, del derecho de
pastorear su propio ganado y de la alimentación. En las comunidades agríco-
las, las relaciones de aparcería entre parientes, compadres, amigos o vecinos,
son relaciones de frecuente apropiación de trabajo ajeno. Serían entonces re-
laciones de renta (en producto y /o trabajo) y no relaciones salariales las que
estarían en la base del proceso de diferenciación andina. 3) También es im-
portante llamar la atención sobre la constatación de que las condiciones de
producción en las que se lleva a cabo el proceso de acumulación en la econo-
mía campesina andina, son bastante inseguras. Es evidente que no existen in-
versiones tecnológicas que protejan la producción de condiciones climáticas
adversas. Las sequías, inundaciones y plagas son elementos siempre presentes
cuando los campesinos toman decisiones de producción. Esto se torna evi-
dente cuando , a preguntas del investigador sobre cuánto producirá tal o cual
chacra, el campesino, sea acomodado o pobre , responde invariablemente: "eso
depende del tiempo". Las condiciones naturales son una constante Espada de
Damocles en la producción campesina andina. Un "mal año" puede echar a
perder ahorros y hasta procesos de acumulación ya iniciados. La inversión
tecnológica en la agricultura campesina andina se restringe a compra de tie-
rras, abonos y, en algunos casos, con el esfuerzo comunal , se llega a la cons-
trucción de canales rústicos, la mayoría de veces para irrigación temporal(9).
Esto es así no sólo porque los excedentes logrados, una vez realizados los gas-
tos de reproducción, no alcanzan para inversiones mayores, sino porque así
lo proponen las condiciones naturales de los terrenos a las que han sido rele-
gadas las comunidades campesinas. Dadas estas condiciones de producción, la
"inversión" de los ahorros fuera de la agricultura o ganadería es mucho más
productiva. La educación de los hijos, el comercio o el transporte, la artesa-
nía turística, etc., son los rubros en que con más frecuente éxito se invierte ,
llegándose en algunos casos a la descampesinización o a relegar la agricultura
a un segundo plano en la meta hacia la reproducción económica. 4) Finalmen-
te, es importante destacar el rol que juegan en el proceso de diferenciación
las fuentes no agropecuarias de ingreso monetario, ubicadas fuera del ámbito
rural. De estas, las más destacadas han sido las minas y las ciudades serranas.
La venta de fuerza de trabajo en las minas acentúa, por un lado, la es-
tratificación en las comunidades y, por otro , no conduce necesariamente a la
proletarización final. Es más bien una actividad durante un periodo del ciclo

No. 1, Julio 1986 41


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

vital de la familia: a) durante el cual el ingreso salarial es un ingrediente más


del ingreso total de la familia; y b) del cual el minero-campesino puede "re-
gresar" a la situación de campesino. Sobre la migración a las ciudades serra-
nas y el ingreso procedente de oficios urbanos, todavía se sabe poco. Intui-
mos que juegan un rol distinto al del salario minero, asemejándosele, sin em-
bargo, en tanto en la mayoría de los casos tampoco significan ruptura con las
bases agropecuarias ni con las instituciones que las sostienen( I 0).

Cooperación y conflicto: Producción campesina y mercado


Si bien no lo hemos mencionado explícitamente, en las páginas prece-
dentes se ha sugerido con insistencia la presencia de dos instancias necesarias
para la repro,ducción del conjunto de familias de la comunidad: una es la ins-
tancia individual y la otra la colectiva (Ansión, Gálvez y Degregori 1981 ). La
existencia de ambas es previa al mercado, pero la relación que ahora se obser-
va entre ellas es producto de las transformaciones generadas por éste.
Cuando el productor andino no incursionaba en el mercado moneta-
rio, la base individual de la organización andina servía para ejecutar las tareas
productivas necesarias para la alimentación del grupo familiar, en tanto que
los excedentes producidos eran administrados colectivamente (María Rost-
worowski: Comunicación personal). Además de esto, se realizaban trabajos
colectivos para crear y /o mantener la infraestructura productiva.
Es decir, en tanto que lo individual sólo actuaba en el dominio de la
producción, lo colectivo lo hacía también en el de la distribución, adminis-
trando el trabajo y su producto excedente. Con la incursión del productor
andino en el mercado se alteran los patrones de organización de la reproduc-
ción y, como consecuencia, se transforma la relación entre lo individual y lo
colectivo: la base colectiva se restringe a la esfera productiva, en tanto que el
aspecto individual amplía su ámbito de gestión para incursionar en la admi-
nistración del producto del trabajo. El resultado es una dinámica de conflic-
to entre los elementos individuales y colectivos de las instituciones andinas,
distinta de cualquier contradicción que existiese previamente. En la base de
la generación de estos conflictos no sólo está la posibilidad de producir exce-
dentes individualmente, sino, fundamentalmente, la posibilidad de adminis-
trarlos para beneficio individual.
En las actuales comunidades campesinas, el conflicto surge cuando
existen flujos "asimétricos" de bienes o trabajo, generados por relaciones
aparentemente recíprocas que tienen lugar entre familias "desiguales".
Pero el conflicto se hace presente también en situaciones de apropia-
ción individual y desigual de objetos de propiedad comunal (agua y /o tierra)
o productos del trabajo colectivo.
Como veremos, en ninguno de los dos casos el conflicto significa ne-
cesariamente la desaparición de la comunidad.
En los estudios sobre comunidades ha habido una tendencia maniquea

42 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ De la Cadena : Organización comunal andina

y llena de nostalgia pasadista a calificar positivamente la existencia de rasgos


de organización "colectiva" y negativamente el predominio de aspectos "indi-
viduales". Ante datos de campo que evidenciaban la organización de tareas
colectivas que no ofrecían el mismo beneficio para todos los comuneros, mu-
chas monografías han negado la presencia de "lo comunal" o han afirmado el
proceso ele "desestructuración" de la comunidad. La equivocación que sub-
yace a estos análisis tiene que ver con el excesivo énfasis en la "propiedad pri-
vada familiar", en el sentido que una vez advertida su presencia, se comienzan
a plantear tocios aquellos desarrollos que corresponden al proceso clásico de
privatización de la tierra : desaparición de la comunidad , diferenciación cam-
pesina, etc. De otro lado, la comprensión errada del rol de la "propiedad pri-
vada familiar" ha dado lugar a sobreenfatizar el papel de la familia nuclear
como "unidad social básica de producción" en la economía campesina en los
Andes. Se tiene que tener en cuenta que la familia nuclear es sólo una instan-
cia portadora de tierra, ganado y trabajo entre otras instancias que también
lo son. Tomándola como unidad de producción principal se corre el riesgo ele
enfatizar erróneamente el aspecto individual, obviando las interacciones entre
la familia y niveles colectivos de acceso a tierra y trabajo , que no son la comu-
nidad y que son tan importantes como la familia y como la comunidad para
la reproducción del conjunto comunal.
Hechas estas aclaraciones, queremos hacer algunas propuestas sobre el
tratamiento que daremos a las categorías mencionadas:
1.- Lo familiar no se opone mecanicistamente a lo comunal , ni significa
necesariamente organización productiva individual. Es conocido que
a lo largo de su ciclo vital, la familia recurre a diversas instancias co-
lectivas para producir y reproducirse. Por otro lado, lo comunal no
debe traducirse directamente como apropiación colectiva e igualita-
ria . Por el contrario , el resultado de interacciones comunales es sus-
ceptible de ser apropiado por los grupos de comuneros en forma des-
igual.
Lo que hay que entender es que en las condiciones productivas de las
actuales comunidades campesinas, la existencia y desarrollo de aspec-
tos individuales son posibles sólo bajo el paraguas de la acción colec-
tiva -una de cuyas instancias es la comunidad - y que el mayor desa-
rrollo del primero de los aspectos no implica necesariamente la desa-
parición del segundo , si éste es técnica y socialmente necesario.
2.- Creemos que la interacción entre lo individual y lo colectivo es mu-
cho más compleja que "lo bueno y lo malo" y que no puede argüirse
la inexistencia de la comunidad o la tendencia a su desaparición a
partir de la presencia en su seno de elementos conflictivos, como pue-
de ser el hecho de que el trabajo colectivo beneficie desigualmente a
los ejecutores del mismo . Esto último debe entenderse como un ele-
mento frecuente en la comunidad andina que la caracteriza funda-
mentalmente y que de ninguna manera significa su desestructuración

No . 1, Julio 1986 43
Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

o desaparición. Como veremos. para que la organización colectiva co-


munal desaparezca. debe existir una base productiva que haga posible
que la ejecución de la totalidad del proceso de trabajo se lleve a cabo
en niveles organizativos menores que la comunidad. Quizá aun en es-
tos casos la presencia de lo comunal. fuera de la esfera productiva.
será necesaria.
3. - La cooperación es una forma de trabajar que puede relacionar a indi-
viduos o familias en distintos niveles de convocatoria. que pueden
existir independientemente de la vigencia local de la comunidad y
más allá del territorio físico de la misma. Siendo un rasgo fundamen-
tal del proceso productivo en los Andes. generalmente esta fonna de
trabajo se encuentra presente también en el nivel comunal de organi-
zación.
La relación entre la necesidad de organización colectiva para la pro-
ducción y la posibilidad de ventajas individuales frente al mercado.
no es igual en todas las comunidades. Las diferencias que existen en
esta relación se verán reflejadas en la forma en que el conflicto entre
lo individual y lo colectivo se manifieste y se desarrolle. Muchas veces
el conflicto puede pennanecer latente sin llegar a manifestarse. Esto,
sin embargo , no quiere decir que no exista.
A continuación describiremos tres situaciones en las que el conflicto
es incorporado en la dinámica comunal de diversa manera. No pretendemos
ngotar la descripción de situaciones de conflicto en comunidades andinas. ni
describir etapas sucesivas por las que atraviesan todas las comunidades en los
Andes. Por el contrario , los casos que presentamos a continuación hacen re-
ferencia a tres contextos contemporáneos que , a pesar de compartir el proce-
so histórico del país y sus avatares políticos, ideológicos y económicos. son
muy distintos entre sí.

1. - Situaciones en las que el conflicto es resuelto en lo comunal:


Esto tiene lugar en las comunidades donde la organización colectiva
es la base del proceso técnico de producción, en tanto que las tareas que im-
plica el proceso de trabajo para la producción individual se sostienen en rela-
ciones de cooperación . Estas se ven viabilizadas por redes de parentesco que
generalmente son también los límites dentro de los cuales tiene lugar la apro-
piación del producto del trabajo.
En estas comunidades. los campesinos dedican el grueso de su tiempo
ele trabajo a la producción para el consumo directo. Las tierras son extrema-
damente pobres y la productividad muy baja : con gran esfuerzo y casi siem-
pre en terrenos de secano, se produce lo necesario para la "troja", que se re-
duce a papa y , con suerte . a algún cereal o leguminosa. Como es de suponer.
la generación de surplus es casi nula. por lo que la tendencia a la apropiación
individual de excedentes colectivos está poco desarrollada. Por el contrario.

44 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - D e la Cadena : Organización comunal andina

se mantienen vigentes todos aquellos mecanismos que liman asperezas, eficaz-


mente en caso de enfrentamientos entre intereses colectivos e intereses indivi-
duales. Generalmente. éstos ocurren por desacuerdos en torno a la apropia-
ción del territorio comunal y de sus recursos más productivos. Como es de
prever. el conflicto pu ede surgir e ntre quienes , al modificarse la administra-
ción territorial. estarían en condiciones de generar algún excedente y qui e-
nes, manteniéndola, apenas cubren las necesidades de su reproducción. El
conflicto de intereses se pued e resolver en lo comunal. pues dadas las condi-
ciones de extrema pobreza. el lucro individual de terrenos (que es el único
bien comunal en estas situaciones) atentaría contra la reproducción del con-
junto de habitantes de estos territorios en los que sólo la coordinación comu-
nal puede ordenar el acceso, relativamente poco estratificado, a recursos es-
casos( 1 1 ).
En semejante contex to. contando sólo con los recursos comunales,
no hay diferenciación posible . La jerarquización de los individuos ocurre a
través del sistema de cargos. que es uno de los principales elementos de cohe-
sión colectiva y en el que se imbrican las bases tecnológicas y los roles socia-
les de la estructura comunal. Esto quiere decir que los funcionarios comuna-
les cumplen tareas como dirigir limpiezas de acequia o verificar el sistema de
muyuy y, al mismo tiempo, están ordenados dentro de un sistema que jerar-
quiza a los comuneros en funciones de prestigio, cuyo cumplimiento exige el
gasto de fuertes sumas de dinero( 12).
La dedicación a actividades de subsistencia no quiere decir que estas
comunidades "rechacen" el mercado . Lo que sucede es que . dada la pobreza
y marginalidad de los terrenos, la venta de los productos agrícolas resultaría
insuficiente para cubrir las necesidades de reproducción de los comuneros,
quienes optan por vender lo más rentable: generalmente se trata de ganado
ovino y /o camélidos y de la propia fuerza de trabajo en algún centro de asala-
riamiento que se adecúe a la organización estacional del trabajo agropecuario
en la comunidad.
Se puede vender fuerza de trabajo en la ciudad más cercana , en algu-
na mina y, desde los "booms" (del café, del caucho , del petróleo , etc .), en la
selva. La necesidad de ingreso de dinero da origen a la modificación estacio-
nal o definitiva de la estructura demográfica de la comunidad y también in-
corpora en la organización comunal las características fundamentales de estas
modificaciones( 13 ).
Generalmente el origen de la situación de estas comunidades está liga-
do a la existencia de haciendas que se apropiaron de tierras y trabajo comuna-
les, arrinconando a la población a recursos marginales de muy baja productivi-
dad . Antes del debilitamiento y posterior desaparición del sistema de hacien-
da, la reproducción de los habitantes de estas comunidades estuvo garantizada
por el latifundio tradicional que , a cambio de prestaciones laborales, cedía a
los trabajadores la tierra necesaria para complementar su "troja" , siendo en-
tonces el dinero completamente marginal a las necesidades de consumo en

No. 1, Julio 1986 45


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

este tipo de comunidades.

2. - Situación de conflicto permanente


Estas situaciones ocurren en comunidades que tienen zonas producti-
vas de diferente rentabilidad y donde sólo un grupo de campesinos ha acapa-
rado el espacio más productivo y lucha por mantenerlo bajo control. Por lo
general, en estas comunidades las zonas de producción son tres: la primera.
de mayor a menor altura. está constituida por pastos naturales comunales, la
segunda es la de terrenos de secano de baja productividad agrícola, donde la
norma es cultivar para el consumo directo , en tanto que la tercera la compo-
nen terrenos irrigados aptos para la agricultura comercial:
El proceso productivo se basa en el uso de tecnología que tiene bases
que involucr~n en distinta medida la acción colectiva , según la zona producti-
va de que se trate. De menor a mayor altura:
a) en la primera de las tres zonas, el sustrato comuna! estaría dado por
la administración de la infraestructura de riego. cuyo origen y mante-
nimiento es producto del trabajo de los miembros de la comunidad;
b) en la segunda zona de producción , la necesidad de coordinación co-
munal es mayor : existen laymi o moyas, turnos o aynocas. Como se
sabe, según este sistema de cultivo, las familias comuneras tienen te-
rrenos en cada uno de los sectores de cultivo en los que se divide esta
zona. El cultivo en cada uno de ellos cambia de afio a afio según un
ciclo de rotación que varía de acuerdo a las condiciones ecológicas
locales y que en la mayoría de casos dura de cinco a siete afios. Las
familias comuneras d eben observar las reglas de rotación, además de
ceiiirse a las fechas de siembra y cosecha seiialadas por la comunidad ,
lo que , como hemos visto , también es una estrategia técnica de la
producción(l 4 ): y
c) por último. además de ser propiedad comunal. en los pastos naturales
la acción comunal tiene lugar al momento de las dosificaciones y va-
cunaciones anuales del ganado, en la construcción y mantenimiento
de la infraestructura necesaria para ello. y en la reglamentación de
uso y acceso a terrenos de pastoreo .
. En tanto que en los terrenos de secano se cultivan los productos nece-
sarios para la alimentación local. es en los terrenos agrícolas irrigados y en los
pastos naturales dond e se producen bienes para el mercado. El acceso a cha-
cras en estas dos zonas de producción es más estratificado que en los terrenos
de secano y lo es también la apropiación del trabajo colectivo , que supuesta-
mente debería de beneficiar a todos por igual. Esto da lugar a una continua
situación de. conflicto latente, que se manifiesta abiertamente en momentos
críticos que ponen en peligro la reproducción d el conjunto ele comuneros.
En las zonas agrícolas bajo riego . donde las parcelas son propiedad in-
cl iviclual ele las familias comuneras. el conflicto surge por el desigual aprove-

46 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ De la Cadena: Organización comunal andina

chamiento del agua de riego, cuyo mantenimiento es posible sólo gracias a la


acción colectiva y cuya administración, ejercida por tumos. debiera velar por
la distribución equitativa y oportuna del agua entre todos los comuneros. Sin
embargo, esto no siempre ocurre. Por ejemplo, en Ocros, comunidad alfalfe-
ra ubicada en las alturas de la ex hacienda Paramonga, en Ancash. el ser auto-
ridad de riego significa un año de bonanza económica, ya que no sólo se ob-
tendrá los mejores y más oportunos tumos de riego, sino que también se de-
sarrollarán redes clientelísticas. bajo el compromiso de otorgar "mitas" de
agua a cambio de favores en dinero, productos o trabajo. En estas condicio-
nes se desarrollan grupos de poder local que organizan su acceso rotativo a la
administración del riego, para de esta manera aprovechar el privilegio por pe-
ríodos de diez o más años. Si bien esta situación se presta a constantes quejas
en asambleas comunales. el conflicto sólo llegó a mayores durante la sequía
que sufrió la zona en 1980. cuando las autoridades de riego fueron apresadas
por acción comunal. como castigo por los abusos cometidos en un contexto
en el que atentaban directamente contra la seguridad de la economía del con-
junto de los comuneros (Notas de Campo , noviembre 1984 ).
En los pastizales comunales, el conflicto latente se deriva del desigual
acceso a terreno: quienes más ganado tienen. más zonas de pastoreo usan. El
conflicto se manifiesta cuando esta situación se desarrolla hasta tal grado que
deja fuera a un gran número de comuneros. Puede ocurrir entonces un enfren-
tamiento entre quienes defienden sus derechos de ingreso en estos terrenos y
quienes pugnan por mantener su situación privilegiada. En 1977, en la comu-
nidad de Tupe (Yauyos). frente a los intentos de los ganaderos ricos de conti-
nuar monopolizando el uso de estos terrenos y hasta de separar este territorio
del control comunal , los comuneros excluidos del acceso a los pastos amena-
zaron en asambleas comunales con expulsar de la comunidad a todos aquellos
comuneros ganaderos que no acatasen las órdenes de reducir su hato de ovi-
nos a un número máximo de 400 cabezas por comunero . Ante tal situación ,
los ganaderos redujeron el número de ovinos en cada una de las estancias.
Esto posibilitó que se desocupasen algunas canchas que fueron distribuidas
entre unos pocos comuneros jóvenes. Los ganaderos ricos, no obstante, conti-
nuaron gozando de una situación privilegiada , y si bien el problema se resol-
vió momentáneamente , el conflicto continuó y sigue latente (De la Cadena
1980).
La distribución estratificada de recursos entre comuneros y la posibi-
lidad de administrar individualmente la venta de los productos agropecuarios
dan lugar a la desigual apropiación de recursos colectivos. A raíz de esto, se
producen conflictos de distinta magnitud. Sin embargo, la continuidad de la
comunidad está "garantizada" por el hecho de que dadas las condiciones lo-
cales de producción, quienes concentran más recursos productivos no pueden
individualizar completamente su proceso productivo. En el caso de que el
conflicto surja por el control del agua para riego de los terrenos de cultivo,
los límites para la individualización se derivan de la mayor eficacia de los es-

No . 1, Julio 1986 47
Estudios y Debates - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

fuerzos colectivos para mantener y administrar la infraestructura de irriga-


ción. En el caso de que la razón del conflicto sea el control de pastos, el en-
trampe radica en que se trata de tierras de propiedad comunal a las cuales
tienen derecho todos los miembros de la comunidad.
Un elemento que también interviene en la forma en que se desarrolla
el conflicto, es el hecho de que el grueso del ingreso de los campesinos acomo-
dados procede de la producción local, que se realiza a lo largo y ancho de to-
das las zonas productivas de la comunidad. Esta condición supone, por ejem-
plo, que a pesar del alto índice de ventas de sus productos, no puedan dejar
de producir cultivos de subsistencia sin poner en peligro la reproducción de
su fuerza de trabajo. Estas características sitúan a los campesinos acomodados
en igualdad de condiciones frente al resto de comuneros y debilitan la situa-
ción de fuerza en que se encuentran por contar con altos ingresos monetarios.
Con éstos pueden subordinar fuerza de trabajo , pero no pueden controlar de-
cisiones que pongan en peligro la reproducción del conjunto de comuneros.
Estos últimos tienen la capacidad potencial de someter los afanes de lucro in-
dividual del grupo de campesinos acomodados a los intereses y necesidades
reproductivas de la mayoría de las familias de la comunidad.
En estas situaciones, la institución comunal juega un rol que aparece-
ría como ambivalente, pues se ocupa tanto de la distribución igualitaria de
recursos como de liderar actividades que favorecen en mayor medida al grupo
de campesinos acomodados. quienes están en constante conflicto con la asam-
blea comunal para mantener el control del recurso del que obtienen mejores
rendimientos.
En estas comunidades. la desigual distribución de recursos no conlle-
va la separación entre objeto de trabajo y la mano de obra necesaria para su
producción, por lo que las instituciones sociales siguen desempeñando su rol
de coordinadoras del proceso productivo y, por lo tanto , las relaciones de pa-
rentesco son la vía fundamental para conseguir mano de obra, tierra. insumos
y otros factores de la producción.
Lo dicho, sin embargo, no niega la existencia de flujos "asimétricos"
de trabajo . Para el pastoreo de ganado en las estancias de puna. por ejemplo,
el reclutamiento de la mano de obra y el acceso a pastos recaen en grupos fa-
miliares. compuestos por varias familias extensas. Entre ellas, una pareja de
parientes pobres se encargará del trabajo y se le retribuirá en dinero y pro-
ductos (vestidos. alimentos manufacturados. crías). Es obvio que remuneran-
do así un ganadero "rico" obtiene indudables ventajas de esta tarea que im-
plica atención durante las 24 horas del día. En las zonas de cultivo, las labo-
res agrícolas también se organizan reclutando trabajadores entre los miem-
bros de la familia extensa, cuyo concurso resulta imprescindible cuando se
trata de tareas duras como la roturación de tierras, la siembra o la cosecha.
Para estas tareas es necesario contar con tres jornales masculinos como m íni-
mo. frente a lo que casi cualquier familia nuclear resulta deficitaria. Sólo los
lazos de parentesco. a veces "refrendados" con adelantos de dinero , présta-

48 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - D e l a Cadena: Organización comunal andina

mos de insumos o el permiso para cultivar una chacra. permiten contar con el
trabajo necesario para la producción oportuna de bienes.
Los flujos "asimétricos" de trabajo , sin embargo. no dan lugar en to-
dos los casos a procesos de diferenciación( 15) . Las circunstancias en que hay
posibilidades de generar excedentes acumulables son poco frecuentes en estas
comunidades y generalmente surgen en condiciones excepcionales de alta
productividad. donde las tasas de renta diferencial dan lugar a la existencia ele
comuneros privilegiados. q uc acumulan invirtiendo en el comercio los e xce-
dentes de la agricultura o ganadería( 16). El origen de estas comunidades no
está vinculado a haciendas. aunque pueden haber tenido problemas con éstas.
sobre todo por el control de pastizales. Los terrenos de estas comunidades
necesitan fuertes inversiones de mano de obra debido a las dificultades de
mecanización del trabajo , ya que por lo general se trata de parcelas con pen-
dientes pronunciadas. en valles estrechos. Las comunidades de la sierra de
Lima y las llamadas comunidades "intermedias" del valle del Mantaro son
altamente representativas de este tipo de aldeas.

3.- La comunidad en contextos de desarrollo de aspectos individuales:


Las situaciones en las que el proceso de producción se individualiza
se hacen presentes en comunidades donde una de las zonas ele producción tie-
ne una rentabilidad excepcionalmente alta en términos mercantiles, rentabi-
lidad que es posible alcanzar con los recursos con los que cuenta un pequefio
productor. Deben también existir condiciones para que la producción pueda
desarrollarse sin recurrir al esfuerzo colectivo en lo que a aspectos técnicos se
refiere.
Las situaciones que proponemos llegan a su máxima expresión en
aldeas de agricultura de riego, donde hasta la organización para el manteni-
miento de la irrigación se ha individualizado en gran medida. La ciclicidad de
la producción agrícola es asumida "individualmente", puesto que las posibili-
dades ofrecidas por el riego rompen con la necesidad de coordinar fechas de
siembra y de cosecha. La alta productividad de la zona irrigada impulsa la
tendencia a abandonar el trabajo en las zonas menos productivas, privilegián-
dose los cultivos mercantiles en las zonas más rentables en términos de la in-
versión de dinero y de trabajo. Cada agricultor decidirá qué cultivar y cuándo
sembrar. si usará o no fertilizantes o si hará descansar sus chacras. La comu-
nidad. en cambio. se ocupa de la administración, creación y mantenimiento
de servicios : transportes, tiendas comunales. escuelas. carreteras, etc.(17).
que benefician más a quienes tienen mejor posición económica. sin que esto
sea fuente de conflicto en el manejo de la institución comunal. Es más, en la
dinámica comunal se ha incorporado el hecho ele que quienes más tienen.
manejan el poder comunal y canalizan los excedentes comunales a su favor.
Las condiciones que permiten la individualización del proceso técni-
co de producción favorecen una gestión comunal del tipo que describimos.

No . 1, Julio 1986 49
Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

en la que los grupos de poder no dependen del consenso colectivo en ninguna


etapa de su proceso productivo y, por el contrario , están en condiciones de
someter la voluntad y los intereses de la mayoría. que depende de la minoría
para conseguir dinero, productos. tierras, insumos y. en general, todo tipo de
"favores". Es este contexto comunal en el que con más frecuencia se observa
el desarrollo del proceso de diferenciación. favorecido por una productividad
del trabajo relativamente alta y por condiciones agroecológicas que permiten
la "modernización" de la tecnología productiva . Los tractores. abonos qu í-
micos. semillas mejoradas. controles fitosanitarios reemplazan. muchas veces
irracionalmente. a la tecnología de la cooperación y sus instituciones( 18).
Las instituciones sociales. los cargos rituales. las fiestas. etc., ya no
son más recipientes de normas técnicas de producción. salvo ocasiones excep-
cionales que generalmente no tienen que ver con la producción directamente.
sino con algún otro aspecto de la reproducción social. A pesar de esto. el pa-
rentesco continúa siendo la vía más frecuente para obtener mano de obra y
tierras. Es común observar en estas comunidades la presencia de peones-pa-
rientes subordinados, a veces asalariados. de comuneros acomodados que am-
plían su economía mediante inversiones que también pueden efectivizarse en
ramas no agropecuarias: zapatería. aserraderos, transporte , panadería. con-
fección de ropa. etc. En muchos casos estas inversiones se realizan no sólo
fuera del ámbito de la comunidad. sino fuera del ámbito rural mismo. siendo
las ciudades provinciales los lugares donde los excedentes de la agricultura se
convierten en negocios de "inmigrantes" peculiares que siguen manteniendo
cotidianamente lazos con el campo.
Dada la tendencia a la producción de bienes para el mercado. se han
desarrollado facilidades para la comercialización. Esto se manifiesta en la
existencia de carreteras y en la presencia local de intermediarios que compran
anticipadamente, o en la cosecha, casi la totalidad de la producción del agri-
cultor.
La venta de productos agrícolas se realiza principalmente en el mo-
mento de las cosechas. a diferencia de los productores de las comunidades a
las que hicimos referencia en páginas anteriores. quienes tienden a vender sus
productos por "arrobitas" a medida que se lo exigen sus necesidades de con-
seguir dinero en efectivo.
Por otro lado , las carreteras facilitan el contacto con las ciudades. he-
cho que se convierte muchas veces en cotidiano; esto "urbaniza" las necesi-
dades locales, modificando la infraestructura del poblado e induciendo a
cambiar las costumbres. que también se "urbanizan". Muchas veces estas co-
munidades se convierten en lugares de residencia de asalariados y trabajado-
res independientes de ciudades serranas importantes.
Finalmente, debemos sei'talar que los productores de este tipo de co-
munidades. cuyo origen se remonta a situaciones de privilegio al momento de
la invasión espai'tola. tal como ocurrió en el valle del Mantaro. gozan ele un
alto grado de educación. que en rnuch ísimos casos llega a la profesionaliza-

50 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - ~ - D e la Cadena: Organización comunal andina

ción. Esta puede culminar en la descampesinización luego de algunas genera-


cion es.

A manera de co11clusio11es

Entre las instituciones andinas y las qu e se derivan del mercado no


e xiste una dicotomía necesariamente excluyent e ; por e l contrario. en muchos
casos interdepend en y en esta relación las manifestaciones son diversas . Por
ejemplo . la importancia de la agricultura para la subsist e ncia varía de región
en región . de comunidad e n comunidad. pero no desaparece. Lo mismo ocu-
rre con el parentesco como forma de reclutamie nto d e mano d e obra. con el
intercambio directo de bi e nes para conseguir aquello qu e no se produce . etc.
Sin embargo . la relación e ntre las instituciones andinas y el mercado
es contradictoria . y las manifestacion es concretas de las int eraccion es qu e
surgen de esta re lación son muchas veces conflictivas. Estos conflictos siguen
derroteros distintos , casi sie111pre incorporados en la organización comunal
andina . que. en su heterogen e idad . camina sellada por el mercado .
Para comprender la dinámica d el desarrollo de la comunidad y de lo
"andino'' reiteramos la necesidad de la reformulación ele conceptos. tanto de
aquellos que surgieron del análisis histórico de la sociedad andina co1110 de
aquellos que se importaron de desarrollos clásicos .
Entre los prim eros podría considerarse el d e l " control vertical d e re-
cursos". Como hemos seiialado al iniciar el artículo. este concepto reveló
para el caso andino la existencia de archipiélagos étnicos distribuidos en zo-
nas ele producción d e distintas aptitudes. desde las cuales la administración
central de la e tnía se abast ecía y abastecía a la población. Si bien e n la actua-
lidad no existe tal centralización d e la producción. sí ocurre n contactos entre
productores que int erca111bian bien es producidos en zonas cálidas y frías.
cuyas equivalencias se establece n 111uchas veces al marge n del m ecanis1110 de
fijación d e precios nacional es o regionales. Otras veces se incorporan en las
transaccion es los precios del m ercado. pero entonces se puede prescindir de
la intermediación mercantil representada por el dinero y por los com ercian-
te s. Por último . muchas veces. cuando aparece n los com e rciantes. estün incor-
porados en un circuito de ferias y fiestas re ligiosas qu e contactan a lo s pro-
du c tores el e lanas de las punas con los fruticultores d e las yungas y los maic e-
ros de los vall es. El control ve rti cal d e recursos se ha transfor111 ado en su con-
tacto con el mercado. pero no ha d esaparecido. Podría d ecirse qu e a111bos se
han "contagiado" de sus caract erísticas hasta tal punto que e n los And es no
se ent e ndería la pe netración m e rcantil e n la economía comunal. si no se tien e
e n cuenta su expresión "ve rtical ' '. Esta ya no consistiría . co mo a ntes. e n
acced e r a la producción directa el e zonas ecológica s distintas , ca ract e rística
qu e ti end e a disminuir. sino qu e pu ed e manifest a rse a trav és d e m eca nism os
tant o d e tru equ e como d e compra-ve nta .
E ntre los conc e pto s tom ado s del an á li sis hi stórico ele d esa rrollos cl ü-

No. 1, Julio 1986 51


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

sicos. el de diferenciación campesina es el que con mayor frecuencia ha con-


ducido a errores de comprensión de las comunidades andinas. Uno de los
principales errores ha consistido en negar la existencia de la comunidad al
percibir la existencia de elementos como propiedad privada y estratificación
entre comuneros y la presencia ele conflictos entre intereses individuales y
exigencias colectivas. Hemos visto cómo la existencia ele conflictos no impli-
ca "desestructuración" ni "desaparición" de la comunidad. Por el contrario.
en las comunidades donde el proceso ele diferenciación andina está más desa-
rrollado , la relación entre la institución comunal. representada por la clirigen-
cia acomoclacla, y sus bases se desenvuelve sin ciar lugar a la manifestación ele
conflictos por el control ele recursos comunales. El conflicto ha desaparecido
para dejar el sitio a la contradicción ele intereses entre agricultores acomoda-
dos y sus peones en un proceso ele trabajo que recurre muy poco a la acción
colectiva. En cambio. en las comunidades donde la diferenciación andina es
incipiente (y tiene límites mayores para su desarrollo). el conflicto por con-
trolar los mejores recursos comunales es parte ele la vida comunal andina.
En tocia esta discusión queda irresuelta la pregunta sobre la forma-
ción ele clases en las comunidades campesinas. Para responder esta pregunta y
otras es necesario ya no repetir los estudios sobre comunidad y economías
campesinas. sino plantear nuevos temas y nuevas metodologías . Un tema so-
bre el que se sabe poco. por ejemplo. es el de la herencia. Su estudio daría lu-
ces sobre los usos contemporáneos del control vertical ele recursos. sobre los
límites y vigencia de la propiedad privada. sobre las relaciones de trabajo en
las comunidades campesinas; en suma. sobre la organización social andina y
sus instituciones tal y como ocurren en la actualidad. en una situación de re-
lación con el mercado.

52 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - D e la Cadena: Organización comunal andina

NOTAS:

(1) No proponemos que el estudio de la organización social se reduzca a "explicaciones


técnicas" de producción; por el contrario, al explicar éstas a través del análisis de la
organización social, queremos ampliar el concepto de tecnología para integrarlo en
la totalidad del complejo reproductivo andino, que articula, a través de la organiza-
ción social, ideología y economía, por decirlo rápidamente.

(2) El estudio sobre el sistema de riego en la comunidad de Andamarca (Ayacucho) rea-


lizado por Juan Ossio nos ofrece un ejemplo del contenido tecnológico del ritual.
Dice este investigador:
"El hecho de ofrendarse primero en la región de Viseas y luego en Orgo pare-
ciera estar vinculado a la secuencia en la distribución de las aguas de riego: la
técnica utilizada es regar de abajo hacia arriba y de norte a sur ( .. . ). La se-
cuencia en el orden de los riegos pareciera estar vinculada a la secuencia del
ciclo de cultivos" (J . Ossio s/f: 13) .
(3) En la organización del trabajo en este nivel también se considera la ciclicidad del
precio de los productos en el mercado. Por ejemplo, de dos terrenos con las mismas
características para la producción, en los que se cultiva un producto de corto perío-
do de maduración y alto nivel de mercantilización (hortalizas, por ejemplo), se pro-
gramará que una de las dos cosechas que pueden efectuarse al año se lleve a cabo en
el período de mejores precios. El grupo de cooperantes coordinará sus tareas recí-
procas anuales incorporando este criterio en la coordinación del trabajo grupal.
(4) Estas y otras características se incorporan en las nuevas instituciones, las que al tras-
ladarse fuera de la comunidad llevan consigo sus rasgos originarios, que se transfor-
man según el nuevo contexto social en que se ubiquen.
(5) Indirectamente sí, puesto que el que puede paga un "peón" para que lo reemplace
en la faena comunal. Mu chas veces el dinero que debiera destinarse a este fin, se
emplea en otros gastos comunales y el trabajo del supuesto peón se recarga a quie-
nes asisten a las faenas (ver Montoya 1979: 83).

(6) En este sentido es bastante ilustrativo el caso de Muquiyauyo descrito por Grondin
(1978).

(7) Esto no quiere decir que estos campesinos no vendan sus productos para obtener di-
nero . Sí los venden , pero el trabajo no forma parte del cálculo de sus costos de pro-
du cció n frente al mercado ; por otro lado , la perte nencia a instituciones no es una
"estrategia de abaratamiento de costos", como ocurre co n los productores "mercan-
tilizados".

No . 1, Julio 1986 53
(8) En las comunidades productoras de papa del distrito de Comas (Concepción, Junín),
todas las familias con las que hemos trabajado recientemente (agosto, 1984) mani-
festaron su preferencia por entregar o recibir productos, trabajo o insumos indus-
triales a cambio de las prestaciones laborales. Para quienes retribuían con produc-
tos, es una forma de abaratar costos de producción, de conseguir mano de obra rápi-
damente y de comprometerla (más eficazmente que adelantando dinero) para próxi-
mos trabajos. Para los "jornaleros" es una forma de protegerse contra la inflación :
"con cinco mil soles que te dan sólo compras dos kilos de fideos ... Si recibes papa,
siquiera llevas tres arrobitas ... Eso dura más ... " . (Notas de campo, agosto, 1984).
(9) Los esfuerzos de inversión tecnológica como los de Huayopampa (Fuenzalida et al.
1968) son excepciones.
(I O) Así, los clubes de residentes no sirven sólo para adaptarse a las nuevas formas de
vida en minas o ciudades, sino que también son una forma de mantener vigentes sus
derechos de participación en las bases económicas agropecuarias de sus lugares de
origen y de cumplir las obligaciones que posibiliten el ejercicio de derechos.
(11) En la comunidad de Culluchaca (Huanta, Ayacucho) ocurrió un problema que pue-
de ilustrar lo que decimos. En los terrenos comunales de este lugar se cultiva papa
amarga y otros tubérculos y cereales de altura. También se crían ovejas. La venta de
ovejas provee de dinero, en tanto que los tubérculos y cereales son la fuente de ali-
mentos.
La comunidad está dividida en varios "pagos" ubicados en distintas zonas altitudi-
nales, unos para el pastoreo, otros para la agricultura. Los comuneros tienen acceso
a la producción en todos los pagos, en tanto que la residencia está circunscrita a uno
de ellos. Ocurrió que cuando los habitantes de uno de los pagos ganaderos decidie-
ron separarse de la comunidad para así beneficiarse del recurso más productivo , las
autoridades centrales les dieron "amplia libertad" para hacerlo, a cambio de prohi-
birles el acceso a las zonas agrícolas que continuaban bajo la administración de Cu-
lluchaca. Ante esto, los "rupturistas" respondieron : "No nos podemos separar, tan-
to arriba como abajo de igual comemos, trabajamos ... "(Vergara, Arguedas y Zaga
1981: 70).
(12) En la comunidad de Pin·chimuro, en la provincia de Quispicanchis,Cusco :
"El Ararihua es el responsable de la protección de las chacras, haciendo ofrendas a
la tierra a lo largo del año a otros dioses relacionados también con las chacras. Esto
implica fuertes gastos de tiempo y dinero. El Qollana y el Kayhua son los conducto-
res de las faenas comunales y responsables de las ofrendas que se hacen en el Carna-
val al Apu Malmay, divinidad local estrechamente vinculada a la tierra, que tiene el
poder de controlar el destino de la papa ( .. . ). Los carguyoq son funcionarios que
proveen de alimentos, bebidas y coca ... " (Gow y Condori 1976).

( 13) Las comunidades de las alturas de la zona del Valle Sagrado, en el Cusco, en su re-
glamento de sanciones exceptúan del pago de multas por inasistencia a faenas a
aquellos comuneros que se encuentran trabajando temporalmente en la selva (Notas
de campo, diciembre 1984).

(14) Los abonos químicos no rompen necesariamente esta técnica de cultivo. Por un
lado, los fertilizantes artificiales pueden combinarse exitosamente con la técnica de
cultivo de las moyas ; por otro lado, la acción nociva de los abonos químicos ya se
está haciendo presente con mucha fuerza en la agricultura campesina, la que por ello
vuelve a los llamados "métodos tradicionales" . Si a esto le sumamos el alza crecien-

54 Revista Andina, año 4


___________________ De la Cadena: Organización comunal andina

te del precio de los insumos y la disminución de los precios para los productos agrí-
colas, confirmaremos las evidencias del retorno al sistema tradicional de rotación en
los terrenos "secarrones". Por otra parte, es un error pensar que el sustrato tecnoló-
gico comunal se mantiene debido a la naturaleza no mercantil de los productos que
allí se cultiva. Nos sorprendió la evidencia hallada en Comas (Junín), una comuni-
dad donde la papa es el cultivo comercial por excelencia, que ha "invadido" todas
las zonas productivas: no sólo los campesinos debían mantener el rol de rotación,
que por supuesto involucraba terrenos extensísimos, sino que hasta las comunida-
des vecinas que tenían problemas de linderos con Comas, debían someterse a los re-
glamentos para el cultivo de estos sectores (Notas de campo, agosto 1984 ). Por su-
puesto que también existen comunidades donde este sistema está en proceso de ex-
tinción o ya ha desaparecido, definitiva o momentáneamente. Sin embargo, no cree-
mos que se trate de un efecto del mercado que a secas privatiza la· tierra y rompe
con los esquemas comunales de producción. Este efecto también tiene que ver con
la presión demográfica dentro de las comunidades, que modifica el sistema de repar-
to de terrenos de secano y en algunos casos lo hace desaparecer. En algunas comuni-
dades de las alturas del distrito de Pisac (Cusco), los turnos se han reducido de 8 a 4
sectores o de 6 a 3, etc. para posibilitar el acceso de nuevos comuneros a esas tierras.
En otras comunidades, después de haber desaparecido, el sistema de rotación comu-
nal ha sido reactivado . Lo curioso es que en todos los casos las decisiones sobre las
modificaciones en el manejo de los terrenos de secano se tomaron en asamblea co-
munal (Notas de campo, diciembre 1984).

(l 5) Poniendo como ejemplo una situación extrema, puede ocurrir que una viuda ceda
terrenos en aparcería a sus nietos porque son la única fuerza de trabajo con que
cuenta y para ella ceder tierras es la forma más fácil de retribuir. Puede suceder
también que un campesino ganadero, dueño de doscientas ovejas, sea parte de una
estancia que se beneficia del trabajo de un pariente pobre. En ninguno de estos dos
casos, a pesar de haber flujos asimétricos de mano de obra, se está frente a una rela-
ción de diferenciación entre campesinos, porque ni la viuda ni el ganadero están en
condiciones de generar excedentes acumulables.

(16) Como en Huayopampa, Putinza, comunidades fruticultoras, o como en Cachi o


Tupe, comunidades donde se crían alpacas (Fuenzalida: op. cit. y Notas de campo
1977-1984 ).

(17) Cuando la comunidad es también capital de distrito, las tareas municipales se con-
funden con las comunales. En muchos casos la comunidad,como institución, desa-
parece para ceder su lugar a la municipalidad, que entonces se ocupa de convocar a
faenas de limpieza de carreteras, construcción de escuelas, etc.
( 18) Existen instancias diversas de asociaciones cooperativas, pero están destinadas a -.:on-
seguir metas individuales que consisten en obtener beneficios "comerciales". Las
redes de familias extensas son algo así como "cooperativas familiares", donde el
principio básico es el trabajo común de todos los miembros para la obtención de
mayores ganancias monetarias individuales. Alderson Smith (l 979) se refiere a estas
cooperativas familiares como "confederaciones" de familias y Pilar Campaña (l 981)
las llama "empresas multifamiliares". Estos estudios se refieren al valle del Mantaro,
pero creemos que sus rasgos son compartidos por familias campesinas de otras zonas.

No . 1, Jul io 1986 55
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58 Revista Andina, año 4


Comunidad andina: Persistencia y cambio
Xavier lzko
El propósito central ele nuestro estudio es hacer una reflexión crítica.
a la luz ele la literatura antropológica y ele la propia experiencia ele campo.
sobre la situación actual de las comunidades indígena-campesinas de los An-
des bolivianos. Nos centrare mos sobre todo en las llamadas "comunidades
originarias" o de ayllus. qu e formalment e no pasaron por el régimen de ha-
cienda y que aún predominan en muchas zonas campesinas bolivianas (ver
mapa).
Nuestro enfoque está lejos el e cualquier esque ma que entienda el
cambio cultural como un "continuum" de estadios sucesivos que van de lo
" tracl icional" a lo "moderno".
Las limitaciones ele est e dualismo redu ctor y ahistórico han sido
puestas d e manifiesto ce rt eram ente por Riv era Barrios ( 1982: 72-76) y Ri-
vera Cusicanqui ( 1981: 84-85) e n referencia a la situación boliviana. Conce-
bidos co mo e lementos distintos. pero a la vez in separables. resultado Je un
proc eso histórico común ( Rivera Barrios: 74 ). la persistencia y el cambio se
in sc rib e n en un contexto má s amplio que remite en última instancia a la
totalidad c ultural definida a partir d e una ser ie de "esca la s" soc iales ínter-
a ct uante s que va n desd e e l nú cleo doméstico y la familia exte nsa a la co mu-
nidad . y d e la comunidad a la soc ieda d ma yo r. co n la que se relacionan
diversa 111 e n te .

No . 1, Julio 1986 59
Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

¿A quién o a qué nos referimos exactamente cuando hablamos del


cambio y de la persistencia? Ya hemos enunciado el sujeto en el título de
nuestro artículo: la comunidad andina. Para comenzar presentaremos nues-
tra percepción de la misma.
Lo andino es identificado a veces con lo precolonial. Todo lo que
no es expresión del pasado precolombino (la "persistencia") sería expre-
sión del "cambio". A una concepción semejante. arcaizante y estática, de
Jo andino, debe oponerse una concepción dinámica que considere, junto a
la persistencia de elementos precolombinos, la presencia de otros elemen-
tos procedentes de horizontes culturales diversos (cf. Urbano 1982).
En nuestro análisis sobre la "identidad diferencial" del indio-
campesino boliviano (lzko 1985 ), subrayamos los I ímites de la concepción
substantivista de lo andino, que sigue la pista solamente a la tradición "inal-
terada" del grupo. Esta debe ir acompa11ada por una concepción relacional
que amplíe la idea de Jo andino "en sí" para concebirlo simultáneamente
como el producto de un encuentro social (cf. Lavaud 1984: 48). Nos atreve-
ríamos a decir incluso que no es tan importante para la definición de lo andi-
no tomar en cuenta de manera exclusiva la presencia de elementos culturales
de raíz prehispánica, cuanto considerar la organización propia de los elemen-
tos prehispánicos y de los urbano-occidentales desde una peculiar conciencia
socio-histórica de la propia identidad diferencial.
El término comunidad, a su vez, tiene la ventaja de permitir nombrar
situaciones diversas. pero a costa de perder a veces su valor gnoseológico
( Riviere 1983a : 42 ). En otras palabras, al pretender caracterizar situaciones
sociales tan heterogéneas, las vacía de su contenido específico y puede llevar
al olvido de la originalidad y la complejidad de una organización social que
incluye a veces varios subconjuntos comunitarios, sugiriendo además la idea
de una estructura social coherente, sin divisiones internas (Fioravanti 1978:
1183)(1 ).
En términos generales, la comunidad puede ser considerada corno el
resultado de la interacción de una lógica familiar y de una lógica comunal
(Plaza y Francke 1980) que posee a veces múltiples niveles y que está, a su
vez, diversamente relacionada con otras lógicas supracomunitarias. La articu-
lación de las diversas lógicas puede poseer características distintas según los
casos. En general, no nos adscribimos necesariamente al "a priori" de un mo-
delo igualitario ideal de la comunidad, que lleva a identificar "diferenciación
interna" con "desintegración comunitaria" (Proboste 1983: 44 ). La com uni-
dad puede revestir también la forma de participación en la creación de un
bien colectivo, aunque los mecanismos tradicionales de acceso a los recursos
económicos estén completamente individualizados y existan diferencias
socio-económicas acusadas ( Lehmann 1982: 25 ). Puede suceder también que
las mismas instancias que contribuyeron a la disolución de la comunidad tra-
dicional en un primer momento, susciten en un segundo momento, paradóji-
camente, una nueva comunidad de carácter neo-étnico, forjada a través del

60 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _lzko: Comunidad andina

conflicto (lzko 1985). Somos concientes, sin embargo, de que allí donde la
reproducción de cada núcleo doméstico y de cada familia no depende ya de
¡) Jguna manera de la instancia propiamente comunitaria, la comunidad corre
el riesgo de disolverse, a no ser que se convierta en un mero "flatus vocis" ,
vaciada de todo contenido.
Hubiera sido útil. dada la complejidad y, a la vez , la especificidad
relativa de los componentes esenciales de la realidad comunitaria, considerar
separadamente cada uno de ellos: la estructura económica, la organización
socio-poi ítica, la dimensión mágico-religiosa . En una investigación que veni-
mos realizando durante los últimos años analizamos todos esos niveles. Por
razones de tiempo y espacio, sin embargo , nos concentraremos aquí en el
análisis de la estructura socio-económica de las comunidades andinas, aunque
haremos también algunas referencias a la organización política y a la dimen-
sión mágico-religiosa, entretejidas con algunas consideraciones sobre ideolo-
gía y simbolismo (2).

Ecología y acceso a los recursos económicos

El área de los Andes bolivianos donde se localizán las comunidades


originarias (ver mapa). concentra en sus dos grandes eco-sistemas (el de puna
y el de valle) una enorme variedad de microclimas que cobijan , a su vez, una
amplia gama de especies y variedades vegetales (3 ).
En el contexto de esta gran diversidad de microclimas y de especies
vegetales, el modelo del "control vertical de un máximo de niveles ecológi-
cos" disefiado por Murra ( 1972; 1975; 1978) constituye todavía un ideal y, a
veces, también una práctica diversamente adaptada a las circunstancias cam-
biantes por las que las sociedades andinas han atravesado.
En áreas como el Norte de Potosí, diversos ayllus locales continúan
manteniendo el control directo de los recursos de puna y valle (cf. Harris
1978a, I 982a, 1985; Platt 1982a; Godoy 1983a y b ). Algunos de los grupos
étnicos más numerosos (Macha, Pukwata, Chayanta , Sakaka), que pueden lle-
gar a contar con 25 mil miembros o más, se extienden de manera continua
entre la puna y el valle (cf. Harris 1985 : 312 y ss. )( 4 ). Otros grupos, aunque
discontinuos territorialmente, se distribuyen también entre ambos ecosiste-
mas: el núcleo más consistente en la puna y diversas "islas" o enclaves terri-
toriales en el valle , a manera de "archipiélago". En uno y otro caso, sin em-
bargo, no todos los miembros del grupo tienen acceso directo a los recursos
de puna y valle, ni existen campesinos que controlen toda la gama de micro-
climas existentes, siendo frecuente que muchas unidades domésticas posean
una serie de parcelas distribuidas entre niveles ecológicos discontinuos, sepa-
radas a veces por más de un centenar de kilómetros o por varios días de cami-
no (Platt 1982a: 34-35 ).
Muchos grupos étnicos, en cambio, han ido extraviando a lo largo del
tiempo su original "base de recursos múltiples" (Thomas 1972), particular-

No. 1, Julio 1986 61


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

mente las tierras de valle . Algunos las han perdido en épocas recientes, como
los Sikuya de la puna en el Norte de Potosí (lzko 1986a) o los Sakaka en re-
lación a las zonas más bajas de su antiguo territorio (lzko 1986b ). En el pri-
mer caso, los Sikuyas del valle, interrumpidos sus vínculos con el ayllu de
puna a raíz de la Reforma Agraria, han reconstituido el modelo de control
vertical dentro del ecosistema de valle.
Otros grupos étnicos perdieron mucho antes, por motivos diversos, el
acceso a los recursos del valle. Confederaciones étnicas como los Qaranqa o
los Killaka/ Asanaqi del Altiplano de Oruro tenían acceso directo a la costa
del Pacífico (Qaranqa), a los "yungas" productores de coca de Pocona-
Cochabamba y al maíz y ají de Tomina/Sucre (Qaranqa) y de los valles nor-
teposinos (Espinosa Soriano 1981; Riviere 1982: 19 y ss.; cf. Harris 1985).
Todavía a principios de siglo controlaban tierras en los valles de Sucre. A par-
tir de 1890, sin embargo, las Mesas revisitadoras comenzaron a distribuir tí-
tulos individuales a los comunarios para que pudieran enajenar sus tierras,
conforme a las leyes de Ex vinculación (1874 ), que perseguían la disolución
del régimen comunitario (cf. Platt 1982b). Así. los ayllus de Oruro y de
otras áreas limítrofes (Yampara de Chuquisaca, Tinquipaya de Potosí) fue-
ron perdiendo el acceso a sus tierras de valle a través de mecanismos diversos :
" interés" de la oligarquía sucrense por los valles más feraces para convertirlos
en Jugar de recreo . presión de la decadente minería de la plata que buscaba
reinvertir en la tierra, enajenación obligada de tierras para la cancelación de
deudas, venta "voluntaria" de las tierras remanentes por ser insuficientes
para garantizar la subsistencia, etc. En algunos casos se llegó a la disolución
de todo el grupo étnico , privado de sus tierras más fértiles, y en otros los ex
comunarios pasaron a ser colonos de sus antiguas tierras de ayllu , convertidas
en hacienda (Langer 1984 : 90 y ss., 101-103, 108). Algunas unidades domés-
ticas de Killakas y Pampa Aullagas (Oruro ), sin embargo, parecen conservar
todavía tierras en los valles de Sucre ( Riviere 1982 ).
De cualquier manera , el ideal andino de controlar un máximo de pi-
sos ecológicos ha pervivido , adaptado a las características del microespacio .
Preston (1973 : 117 y ss.) ha llamado la atención , por ejemplo , sobre la exis-
tencia de microclimas en el aparentemente uniforme altiplano orureño , lle-
gando a distinguir hasta ocho microniveles en algunas comunidades de la re-
gión, como sucede en Escara . Riviere ( 1982: 241) afirma que el patrón ocu-
pacional del espacio en los ayllus de Sabaya (Oruro) prevé , allí donde es posi-
b1e, que todas las estancias posean un sector de pampa y otro de ladera. Un
modelo semejante es sugerido también por Molina Rivero (s/f) a propósito
de los ayllus de Pampa Aullagas (Oruro). Albó (1972 : 802), por su parte,
confirma también la existencia de un patrón similar en relación a la mayor
parte de las comunidades y neo-comunidades de Jesús de Machaka , quepo-
seen enclaves o, con mayor frecuencia , terrenos de forma transversal alargada
en los dos microniveles ecológicos de la zona (laderas de cerro/pampa).
Al deseo de controlar directamente la más amplia gama posible de

62 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _.lzko: Comunidad andina

productos se unen también a veces otros factores que condicionan poderosa-


mente el acceso vertical a las diversas microzonas. Así, la inestabilidad climá-
tica de las regiones altoandinas ha obligado al campesino a dispersar sus culti-
vos, y aun un mismo cultivo, en varias parcelas considerablemente alejadas
a veces las unas de las otras (5). Contribuye también a localizar discontinua-
mente las parcelas la necesidad de establecer ciclos de descanso y rotación de
cultivos. Es evidente, en este sentido, que cada campesino deberá disponer
de un área considerablemente mayor que la necesaria para un solo cultivo , de
acuerdo a las necesidades de cada ciclo (Platt 1982a: 30 y ss.). ·
En general, puede decirse que el principio de "verticalidad" estructu-
ra el acceso a las zonas ecológicas fundamentales; y allí donde el modelo del
"control directo" se realiza, aun adaptado a las características del microes-
pacio , la dualidad puna/valle, cerro/pampa representa ya, por sí misma, una
primera racionalización de la diversidad y fragmentación del espacio.
El acceso a los recursos naturales tiende a articularse sobre la prece-
dente organización espacial. Allí donde el control directo de los productos
de los niveles ecológicos fundamentales ha quedado interrumpido y no ha
podido ser adaptado suficientemente a las nuevas circunstancias, el campesi-
no ha recurrido, en cambio, a otras estrategias -previstas muchas de ellas por
la racionalidad tradicional- para poder acceder indirectamente a ellos.
En términos generales, las modalidades básicas de tenencia están es-
trechamente relacionadas con las características "socio-ecológicas" del recur-
so mismo utilizado , la tierra (cf. Carter y Albó, s/f). Existen áreas de uso co-
lectivo, que corresponden nonnalmente a las zonas de pastoreo, pero que in-
cluyen también eventualmente bosques, totorales y tierras no aptas para la
agricultura o el pastoreo. El acceso a las tierras comunales está mediado sim-
plemente por la pertenencia a la comunidad, aunque en ocasiones las mismas
tierras son compartidas por varias comunidades. La calidad de las tierras de
dominio colectivo y el grado e intensidad de su uso varían enormemente , sin
embargo, según los casos. En las comunidades "residuales" del Altiplano
Norte , las reducidas dimensiones del grupo condicionan un uso relativamen-
te "común" de las áreas colectivas por parte de todos los comunarios (Cartei-
Y Albó s/f), aunque diferenciado a la vez en función del tamaño de los reba-
ños. En los grupos étnicos mayores, en cambio, las tierras comunales tienden
a ser asignadas no a todo el grupo étnico, sino a las unidades organizativas
más pequeñas, conformadas por un número variable de familias extensas o
por varias comunidades de tipo aldea. En otras palabras, cada segmento po-
see sus propias tierras comunales, que no suelen ser compartidas con los de-
más segmentos.
Las diferencias en el acceso a tierras comunales son particularmente
significativas en el caso de sociedades de economía mixta (agrícola-pastoril)
o predominantemente pastoril, como la mayoría de los ayllus de Oruro, don-
de las tierras de pastoreo, teóricamente comunes la mayor parte de ellas,
abarcan a veces gran parte del territorio del grupo étnico. Así, las estancias

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Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de los ayllus Kanasa y, sobre todo, Qullana (Sabaya) tienen acceso a pastos
naturales irrigados y semi-pantanosos (bofedales). lo que pennite una cría
extensiva de camélidos. A medida que se desciende hacia el sur, sin embargo,
las praderas de t'ula y paja brava se vuelven predominantes, alternando con
arenales y pampas saladas que hacen difícil o imposible la cría de ganado
(Riviere 1982: 275; 1983a: 57-58). En otras circunstancias. como sucede en
Pampa Aullagas. la extrema aridez de las tierras de pastoreo de una determi-
nada estancia obliga a algunas familias a recurrir coyunturalmente al présta-
mo de pastizales ; otras no utilizan los pastizales comunales por carecer de
rebaños (Molina Rivero s/f).
Además de la propiedad de un número mayor o menor de animales,
la densidad poblacional de cada segmento es también un elemento importan-
te que distorsiona y hace altamente diferencial el acceso a la tierra. El factor
demográfico va unido a veces a otros factores relacionados con la discrimina-
ción interétnica, aun dentro de la común etnicidad andina .
Por otra parte, en algunas sociedades básicamente agrarias, como
lrpa Chico o el ayllu Sakha (Sakaka). la escasez de tierras individuales, debi-
do a la presión demográfica y al deterioro del suelo, se ha traducido en el
fraccionamiento progresivo y la asignación individual de fas tierras comuna-
les, teóricamente "sobrantes" , aunque utilizadas de hecho hasta entonces
como campos de pastoreo comunal. En el caso de lrpa Chico, sin embargo.
los mejores pastizales eran ya de propiedad individual (Carter y Mamani
1982: 25). al contrario del ayllu Sakha, donqe la distribución de los pastos
comuna les ha causado problemas a la ganadería (Mamani 1978: 89).
Existe , además, una segunda categoría de tierras, denominadas aynu-
qas (La Paz) o mantas (Oruro , Norte de Potosí, Cochabamba), sobre las que
pesa una instancia colectiva , aunque son usufructuadas individualmente por
cada unidad productiva. que suele poseer en cada aynuqa o manta una o va-
rias parcelas llamadas qallpa (6).
La propiedad de las aynuqas o mantas es todavía colectiva en muchos
lugares. aunque otras veces cada campesino posee título de propiedad indivi-
dual para el conjunto de sus qallpa (Preston 1974; cf. Harris 1982: 74 ). De
todas maneras, la comunidad decide. por razones "técnicas", cuándo sembrar
(con qué producto a veces), qué ciclo de rotación se debe establecer en cada
mallfa o aynuqa , conforme a la secuencia cultivo-pastoreo-barbecho , y qué
período mínimo de descanso debe tener cada manta. de acuerdo a su locali-
zación y a la calidad de la tierra.
El número y la calidad de las mantas suele variar ele una estancia a
otra; pero en algunos ayllus, el Jukumani (Norte de Potosí), por ejemplo.
todas las estancias tienen acceso al mismo número de mantas (siete) , aunque
el tamaño de las mantas parece aumentar con la altura. en relación probable
con la menor calidad de las tierras; y en cada una de las siete mantas existe
una qallpa wmunitaria, para uso exclusivo de las principales autoridades
anuales del ayllu (Segunda Mayor y Jilanqu ), en función de su servicio a la

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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ lzko: Comunidad andina

comunidad (Godoy 1983b).


En algunas zonas. la instancia comunitaria es reforzada por la exis-
tencia de prácticas de redistribución anual de las parcelas entre todos los co-
munarios. Girault ( 1972) alude todavía a ella. en referencia a la región del
Lago Titikaka. para la época inmediatamente posterior a la Refor111a Agrari:1.
y Albó ( 1972: 785-86)confirma su prúctica en una de las cuatro ex haciendas
de Jesús de Machaka. donde los mie111bros de la comunidad no sabían con
certeza si les tocarían o no en el reparto (/aki) las 111ismas qallpas que el aíio
anterior. En otras comunidades del Altiplano Norte. diversas fuentes de in-
formación atestiguan la existencia de redistribución anual de tierras en el pa-
sado. de acuerdo a las necesidades y el número de 111iembros de cada familia
(Carter y Mamani 1982: 26): pero desde la Reforma Agraria. por influjo pro-
bable de la asignación definitiva de tierras a cada ex colono de hacienda. di-
cha práctica ha tendido a desaparecer. y las parcelas de cada aynuqa han sido
asignadas definitivamente en usufructo o propiedad individual. transferible
por vía patrilineal con la herencia. Donde existe. el reparto anual tiene sim-
plemente la función de verificación de los lí111ites de cada qallpa para evitar
litigios (Girault 1972: Platt 1982a : 45 ). o es puramente si111bólica (Albó
1972 : 785) .
Entre los Chipaya (uno de los últimos sub-grupos de la vieja etnía
Uru) se practica todavía . sin embargo. una auténtica redistribución anual de
la tierra (Watchel 1976 : 95-98). Todos los aíios. en setiembre (inicio del ciclo
agrícola). una vez que las tierras han sido desalinizadas. cada uno de los hom-
bres que participan regularmente en los trabajos colectivos (el único mecanis-
mo que legitima el acceso a la tierra. ya se trate de jóvenes solteros o de jefes
de familia) recibe el mismo número de lotes (tsvis). independientemente del
número de mie111bros de cada unidad productiva. de acuerdo a una lista ela-
borada e n base a un orden preestablecido. Los lotes van siendo asignados de
111anera discontinua. distribuidos por todo el terreno cultivable . Una vez que
todos han recibido su lote correspondiente. comienza una nueva "vuelta" .
hasta que el terreno disponible es agotado. En conjunto, cada comunario
recibe un promedio ck 6 a I O tsvis ( 1 a 1.6 has. ). según los aíios. aunque los
"guardianes'' de los terrenos (kamayus ). encargados ade111ús de asegurar los
ritos agrícolas. tienen el derecho de cultivar las "sobras", beneficiándose así
de 4 a 6 tsvis suplementarios. Los tsvis. iguales de anchura , difieren. sin em-
bargo. en longitud y calidad: pero los resultados del reparto nunca son pues-
tos en cuestión (dependen de la "buena o mala suerte"). ya que teóricamente
existen las mismas posibilidades para todos los miembros del ayllu. El repar-
to de los tsvis obedece. además, a una secuencia semejante a la ele las mantas.
de manera que cada aíio quede liberada una parte de la tierra cultivable. mien-
tras que la otra es inundada para que se desalinice.
En algunas comunidades del Altiplano Central (Oruro) persisten tam-
bién prácticas de redistribución periódica de la tierra. Se trata normal111ente
de las tierras más fértiles. conservadas en propiedad colectiva y repartidas por

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Estudios 'v D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

períodos de tres o cuatro años entre todos los miembros de la comunidad .


Cuando la tierra está en barbecho, vuelve a convertirse en propiedad comu-
nal. Sin embargo, como consecuencia de un lento proceso de "moderniza-
ción" y contactos permanentes con las ciudades, la mentalidad del campesi-
no de la zona está transformándose, y el reparto definitivo y la apropiación
individual de la tierra tienden a prevalecer frente a la redistribución periódica
y el control colectivo, como sucede en las comunidades del Altiplano Norte
(Preston 1973: 116, 126).
Desde otro punto de vista, el usufructo o propiedad individual de las
qa/lpas atenúa el control comunitario sobre el ciclo productivo de cada man-
ta , aun allí donde existen prácticas de redistribución . Además de la decisión
sobre el destino final de los productos, que está en buena medida en manos
de cada unidad productiva, suele existir un margen para la iniciativa indivi-
dual. Cada jefe de familia puede decidir, por ejemplo, qué especie cultivar
(siempre que pueda cultivarse más de una), dónde hacer pastar el rebaño o,
en algunos Jugares, cuándo conviene dejar descansar algunas parcelas por un
período más prolongado de tiempo. En este sentido , las diferencias existen-
tes entre campesinos que necesitan acortar los períodos de descanso , debido
a una mayor presión demográfica y a un nivel más precario de tenencia , y los
campesinos que tienden más bien a prolongarlos porque poseen más tierras
y una presión demográfica menor, plantean el problema de la creciente dis-
funcionalidad de las mantas respecto a la situación actual , ya que , aunque
permiten racionalizar todavía la utilización de la tierra, fueron diseñadas
inicialmente en el contexto de una sociedad "redistributiva".
Existe, finalmente, una tercera categoría de tierras, denominadas sa-
yañas, tasa qallpas, uyus o "platos", según los Jugares, asignadas en posesión
individual a cada unidad productiva. Se trata en realidad de pequeñas parce-
las, distribuidas tenencialmente en todos los microclimas, que forman en
conjunto una sola unidad en términos de contribución fiscal , como sucede
con el conjunto de qa/lpas de cada aynuqa o manta. Su importancia difiere,
sin embargo, de un Jugar a otro. Así, lassayañas de lrpa Chico y las tasas del
ayllu Macha (Norte de Potosí) constituyen la base de la subsistencia y de la
división de la tierra, aunque con algunas diferencias entre ambos contextos
(Carter y Mamani 1982: 27; Platt 1982a). Los uyus de algunos ayllus de
Oruro y de los Laymi (Norte de Potosí) poseen , en cambio , una significación
menor para la economía comunitaria, tendiendo a prevalecer el sistema de
mantas (Preston 1974: 276; Harris 1982: 75). Lo mismo sucede con las tasa
qa/lpa de los Jukumani (Godoy 1983a) y con los "platos" de algunas co¡nu-
nidades del ayllu Sakaka (Mamani 1978: 89). Finalmente, en otros ayllus
(Kirkyawi , Cochabamba ; algunos ayllus de Oruro) río existen parcelas indi-
viduales, sino mantas, como recordábamos más arriba (7).
La distribución y el usufructo individual de las qa/lpas (aynuqas o
mantas) y de las sayañas están mediados por la adscripción a una u otra
categoría tributaria, que legitima al mismo tiempo el acceso a la tierra. La

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evolución de las categorías tributarias, además de ser compleja y alternante,


nos es todavía parcialmente desconocida, aunque la tasa personal para todos
los hombres entre los 18 y los 60 años ("Tributarios") se convirtió poco a
poco en tasa "agrícola", vinculada a la unidad productiva, y acabó por ser
asociada a los derechos sobre la tierra , como recuerda Rasnake (1982 : 87).
Las últimas reasignaciones de tierras ("Revisitas"), practicadas durante el
siglo pasado con la finalidad de revisar y confirmar los derechos del campe-
sino sobre la tierra, nos hablan de la existencia de tres categorías fundamen-
tales : "originarios", "agregados" y "forasteros", subdivididos a su vez en
"forasteros con tierras" (equiparados normalmente a los "agregados") y
" forasteros sin tierras" , más conocidos en algunos lugares como kantu runas
(quechua) o witu jaqi (aymara), lit. "hombres del margen" (cf. Platt 1982a :
38; J982b: 36 y SS.).
En el momento presente, sin embargo, la categorización varía de un
lugar a otro. Así, en los ayllus de Turco (Oruro) asistimos a un curioso pro-
ceso histórico de "igualación" categorial, que se consuma durante las prime-
ras décadas del presente siglo con el ascenso global de los grupos Urus, secu-
larmente discriminados por aymaras y criollos, a la categoría de "origina-
rios", como un mecanismo de defensa frente al rechazo social (antes pagaban
una cantidad menor como indios "inferiores") (Pauwels 1983: 270-273; cf.
Wachtel 1976 : 1143). En los ayllus de Sabaya existe también una única cate-
goría· tributaria ("contribuyentes") , como sucede en general en muchas
otras áreas de Oruro (Riviere 1982 : 268) . En el ayllu Yura (Potosí) , las tres
categorías tradicionales han desaparecido , pero han dado lugar a cuatro nue-
vas categorías (iskay chunkapi, chunkapi, tercio y medio tercio), más adecua-
das a las alternancias del acceso a la tierra, de manera que es posible ascender
o descender de un año a otro en la escala categorial, de acuerdo al incremen-
to o disminución del nivel de tenencia ( Rasnake 1982: 89 y ss. ).
En el Norte de Potosí y en Cochabamba (ayllu Kirkyawi) puede re-
conocerse todavía, en cambio, la existencia de las tres categorías tradiciona-
les (cf. Platt 1982a: 36-43: Godoy 1983c). La primera , correspondiente a los
"originarios" (urjinas) , es la más privilegiada y agrupa a campesinos supuesta-
mente descendientes de los primeros tasados en la época de la colonia , qu e
recibieron confirmación de sus títulos después de haber cumplido sus obliga-
ciones con el ayllu y con el Estado. También otros campesinos, sin embargo ,
podían inscribirse en la categoría de originario. previo consentimiento de los
demás originarios y tras haber cancelado la cuota correspondiente . En ayllus
como el Macha solían tener acceso a tierras de puna y de valle (Platt 1982a:
37).
En una segunda categoría se inscriben los "agregados" al ayllu para
cultivar sus tierras vacantes y ayudarle a cumplir sus obligaciones con el Esta-
do. Hoy en día, sin embargo , muchos agregados son simplemente desce ndien-
tes de los originarios (lzko 1986b ).
Los dos grupos, originarios y agregados, son conocidos conjuntamen-

No. 1, Julio 1986 67


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

te como "taseros" (los que cancelan la "tasa"), en relación a su acceso direc-


to al usufructo de la tierra , y en algunos lugares han sido olvidadas las dife-
rencias en cuanto a su origen. pudiendo un individuo poseer a la vez un t ítu-
lo de originario y otro de agregado (Godoy 1983c: 11 ; Harris 1982 : 74). En
este sentido. ninguna de las dos categorías puede ser considerada ley de ma-
nera rígida y absoluta; constituyen más bien estadios en el ciclo de desarrollo
del grupo patrilocal, como afirma Platt (1982a: 67 , nota 36) en referencia a
los originarios.
En un tercer grupo figuran los witu jaqi- o kantu runas , también lla-
mados puchu nmas ("sobrantes"; ayllu Qhana) o "entrantes" (Sakaka). Es la
categoría más precaria, y quienes están adscritos a ella no cancelan la tasa de
la tributación ni poseen, correlativamente , derechos directos sobre la tierra ,
sino solamente el usufructo de los márgenes de las parcelas de originarios o
agregados, en calidad de "préstamo", debiendo a cambio un par de días de
trabajo al afio (Harris 1978a: 56) o un día durante cada etapa del ciclo agrí-
cola. además de colaborar en otros servicios (fiestas, acarrero de agua y lefia ,
etc .). Un kantu runa no puede ten er varios "taseros" a la vez , y cuando la
tenencia de la tierra de un tasero aumenta, otros kantu runas pueden solici-
tar acceso a ella; pero un tasero no puede expulsar a su kantu runa de la tie-
rra que usufructúa ni obligarle a realizar tareas distintas de las acostumbra-
das. aunque pueden surgir tensiones que obliguen al kantu runa a abandonar
la tasa de su originario o agregado y buscarse otra nueva (Godoy 1983c : 14-
15 ). En la actualidad, muchos campesinos se consideran a sí mismos kantu
runas , y es cada vez más frecuente que los hijos de un originario o agregado
cultiven los márgenes de las tierras de su propio padre (8 ).
La cancelación de la "tasa", que designa a la vez el monto de la tribu-
tación y el objeto mismo de tributación , la tierra, tien e la función de reafir-
mar el derec ho del tasero a la tierra, garantizando a la vez , indirectamente , el
acceso del kantu runa. Su valor, sin embargo , es puramente simbólico en la
actualidad, dada su escasa cuantía ( en el siglo pasado equivalía a una pareja
de bueyes; Harris 1978: 54) , si bien se anuncian planes tendentes a elevar el
monto de la tributación a 12 y 8 millones (6 y 4 dólares, aproximadamente)
para los originarios y agregados, respectivamente.
Los vínculos de parentesco están estrechamente relacionados con el
acceso a la tierra y , más en general, a los recursos naturales. Platt ( 1982a:
41 ). por ejemplo, afirma que un campesino en precaria situación de tenencia
posee un derecho residual a la tierra usufructuada por los descendientes del
antepasado común; pero son sobre todo las estrategias matrimoniales las que
permiten regular y, a la vez, crear nuevas posibilidades de acceso a los recur-
sos naturales.
En términos generales, el tabú del incesto y la regla de la exogamia
que lo acompafia. se traducen, combinados con la herencia patrilineal de la
ti erra, en la "expulsión" de las mujeres hacia otros grupos patrilocales, donde
se casarán virilocalmente. En ausencia de herederos masculinos, sin embargo ,

68 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ fzko: Comunidad andina

las mujeres constituyen "un buen partido", y el matrimonio será normalmen-


te uroxilocal (Platt 1982a : 4 2), aunque sólo "ceteris paribus"; es decir. si el
marido no posee a su vez mayores recursos que la mujer. En contextos como
el ayllu Qhana (ayllu menor Chiru, de economía agro-pastoril), la igualdad o
la complementariedad de recursos (tierra/ganado) entre el hombre y la mu-
jer llevan, por ejemplo. a un tipo de residencia duolocal (lzko s/f; 1986a).
En uno y otro caso parece un hecho , no obstante , la tendencia a la comple-
mentación económica entre núcleos domésticos que poseen tierras en niveles
ecológicos distintos (puna/valles) o, más en general, recursos de naturaleza
diversa, aunque dicha tendencia sólo se realiza plenamente en algunos
casos: el 25 % de los núcleos domésticos del entorno minero del Norte de
Potosí poseían tierras en puna y valle (Platt 1982a: 43 ). Por otra parte , la
asignación exclusiva o mayoritaria del recurso tierra (el más importante) a
los hijos varones hace que las estrategias matrimoniales no puedan progra-
marse exclusivamente en función de la complementación de patrimonios
distintos, aunque tiende a realizarse en economías agro-pastoriles y en comu-
nidades donde existe una asignación creciente de tierras a las hijas mujeres.
Cuando la mujer no recibe tierra como herencia, se valora también la canti-
dad de otros bienes a los que ha tenido acceso; una campesina con algunos
recursos tenderá también a buscar un campesino que posea bienes suficien-
tes (lzko s/f; 1986a).
Las modalidades concretas de acceso a otros recursos naturales distin-
tos de la tierra (pastos y ganado, sobre todo en sociedades pastoriles, agua y
sal) nos son todavía , en este contexto, parcialmente desconocidas y carece-
mos de datos suficientemente precisos y comparables.
Hemos hecho ya referencia a algunas modalidades básicas de acceso
a los pastizales, individuales y comunes, en relación a la agricultura y en fun-
ción de la calidad y localización de los terrenos. Ignoramos, sin embargo, la
precisa racionalidad "técnica" y social que regula la distribución y utilización
de cada diferente tipo de pasto, desde los naturales (t 'u/a, ichu, qawchi,
ch 'iki, liwi-liwi , cebadilla , bofedal , etc.) hasta los cultivados (cebada-berza,
avena, alfalfa, vicia, etc.). Sabemos, no obstante, que la tenencia de ganado.
posibilitada por la herencia a través de modelos bilaterales, está estrechamen-
te ligada a los pastizales disponibles . El acceso a uno u otro tipo de pastizal,
en otras palabras, condiciona poderosamente el número y la calidad de los
rebaños y, consiguientemente, los procesos de diferenciación socio-económi-
ca , particularmente en sociedades pastoriles, como hemos señalado anterior-
mente (cf. Riviere 1982, 1983 ; Pauwels 1983 ). La posesión de un núm ero
mayor o menor de animales implica , a su vez, un uso ta mbién diferencial de
los pastos comunales (cf. Caro y Palacios 1980 ).
En general, la función del ganado no es tanto la de constituir una
fuente de alimentación en términos de carne para la unidad familiar, cuanto
la de proveer una serie de productos (leche, lana , queso , cueros, guano, etc.)
útiles a la economía doméstica, pero sobre todo solicitados en el mercado.

No . 1, Julio 1986 69
Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Constituye. en este sentido, una inversión permanente y una suerte de "reser-


va en dinero", susceptible de aumentar constantemente con el tiempo (cf.
Carter y Mamani 1982: 112 y ss. ).
En una sociedad agrícola, sin embargo, la función del ganado es com-
plementar los recursos agrarios, mientras que en una sociedad pastoril consti-
tuye el eje de la economía doméstica; sus posibilidades de uso y sus mismas
funciones son, en este sentido, mayores y a la vez diversas. Así, en los ayllus
de Pampa Aullagas (Oruro), que perdieron hace tiempo el acceso directo a
los salares de Uyuni y a las tierras de valles, las llamas constituyen a la vez un
medio de intercambio, convertible también en dinero (particularmente sus
productos). que complementado con la venta estacional de fuerza de trabajo,
permite acceder a la sal.
Por lo que se refiere a la sal, distamos todavía de conocer en detalle
las modalidades concretas de acceso y distribución. así corno su importancia
específica en la economía de las comunidades extractoras. De hecho. son las
comunidades situadas en las inmediaciones de los salares las que se benefician
en mayor grado del acceso inmediato al recurso . La sal es acumulada cerca de
los caminos de acceso al salar y vendida luego al propietario de un camión o
a un llamero, previo acuerdo sobre el precio y la cantidad.
En lo que se refiere al agua, sólo Wachtel ( 1976; cf. 1978) nos pro-
porciona una idea suficiente de la extrema importancia de los recursos hídri-
cos y de la compleja organización social a que su utilización da lugar. "obli-
gado" sin duda por la peculiar estructura de una sociedad impensable sin el
agua (cf. Metraux 1932; Prestan 1973 : 119-120). La subsistencia de los Uru-
Chipaya, "hombres de agua" (Jas-shoni, Kot'suns), depende en buena medi-
da de la irrigación, que condiciona la agricultura y el pastoreo , aunque exis-
ten también posibilidades autónomas de acceder a pastizales para ovejas y
llamas (Prestan 1973 : 119 ). Los Chipaya han ideado un sistema de irrigación
extremadamente complejo, basado en el control de los brazos del río Lauca,
que atraviesan su territorio, con una tecnología relativamente rudimentaria .
El conocimiento y la utilización de los menores declives en un relieve casi
plano han permitido la construcción de diques, divididos en ekkas (la parte
confiada a cada familia), que posibilitan la regulación del flujo de las aguas.
de manera que una parte del territorio quede inundada durante seis meses
para que el agua desalinice la tierra, mientras otra parte está abierta al culti-
vo. En las tierras inundadas, de enero a junio, germinan además diversas plan-
tas acuáticas (tchunka, skari, sk 'a), cuyo tallo sobresale 30 cm. por encima
del agua. Su rizoma (urwa) produce a partir de mayo un tubérculo (kiwi)
que constituye un excelente alimento para los hombres y para los chanchos.
Estos últimos habitan el terreno desde julio hasta setiembre. después de ha-
ber sido evacuada el agua, y desenterrarán el kiwi y las malas hierbas, remo-
viendo la tierra y abonándola con su estiércol.
En realidad , un sistema así sólo se explica a partir de la peculiaridad
del hábitat y la ecología chipa ya y, sobre todo, de la enorme creatividad con

70 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ ~ l z k o : Comunidad andina

que los Chipaya tuvieron que reaccionar frente a un medio hostil. Como
otros sub-grupos urus, todavía sobrevivientes aun a costa de haber perdido
gran parte de su antigua identidad , a medida que el lago Coipasa fue retirán-
dose y sus territorios acuáticos iniciales se secaron, fueron asumiendo gra-
dualment e la agricultura (quinua) y la ganadería (chanchos, ovinos y caméli-
dos) para compensar la pérdida de su anterior ecosistema, obligados además
por las pesadas cargas tributarias a producir más de lo necesario para su sub-
sistencia, aunque mantuvieron de diversas maneras la caza, la pesca y la reco-
lección . La práctica de irrigar los terrenos, concretamente, parece remontarse
al siglo XVII: ya en 1667 los Chipayas manifiestan utilizar el agua del río
Lauca "para regar las pampas" , aunque no con la finalidad de desalinizar las
tierras para cultivar la quinua, sino para que se criaran en ellas peces y raí-
ces comestibles; es decir, en función de una economía basada todavía en la
pesca y la recolección. Convertidos por necesidad en "hombres de tierra fir-
me", no por eso han olvidado su antigua "cultura de agua", sino que la han
adaptado admirablemente a las nuevas circunstancias, conservando al mismo
tiempo su identidad diferencial, aunque Wachtel (1981 : 199) augure la pro-
gresiva conversión de los Chipaya en "campesinos" relativamente indiferen-
ciados de los demás campesinos (cf. Pauwels 1983 : 277 , nota 2 ; 283 , 341 y
SS.).
Las normas existentes sobre transferencia de recursos, por otra parte,
están estrechamente ligadas al acceso a los mismos y son un buen indicador
de la mayor o menor vigencia de lo comunitario.
Desde un punto de vista jurídico, como reconoce la Ley de Reforma
Agraria de 1953 , "las comunidades originarias son propietarias privadas de
las tierras que poseen en conjunto", sancionando al mismo tiempo la práctica
de que cada familia posea en "propiedad privada familiar" las asignaciones
hechas por las Revisitas o reconocidas por la costumbre (Tit. 11 , cap . XI , art.
57) (cf. Urquidi 1982 : 129-30; Platt 1982b : 148 y ss. ). En los hechos, la ma-
yoría de los ayllus conservan todavía un control suficiente, en términos de
propiedad comunitaria. sobre el acceso a los recursos, en principio inaliena-
bles sin el co nsentimiento de la comunidad , aun donde las posesiones familia-
res han sido ya asignadas en propiedad privada por el Consejo Nacional de
Reforma Agraria. En muchas ocasiones, los campesinos perciben su situación
jurídica de forma diversa y siguen considerándose, como en el pasado, usu-
fructuarios de terrenos que creen todavía de propiedad estatal.
De todas maneras, la comunidad sigue poseyendo un control radical
sobre la tierra, particularmente vivo en el Norte de Potosí. Dicho control
puede manifestarse bajo la forma de expulsión del ayllu y confiscación de las
tierras, cuando un campesino se niega a desempeñar el cargo de jilakata , obli-
gatorio para todos los que tienen acceso directo a la tierra (cf. Albó 1982 :
25).
En otros lugares, dichas prácticas están más atenuadas o han desapa-
recido. En los ayllus de Turco, por ejemplo, la Brigada Móvil del Consejo Na-

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Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

cional de Reforma Agraria, con la intención de fijar los I ímites de los diferen-
tes ayllus en relación a sus habitantes, cometió el error de considerar como
únicos propietarios a los habitantes locales. Se elaboraron los planos de cada
parcialidad y se confeccionó la lista de los propietarios de cada una de ellas;
pero no se tuvo en cuenta la disposición espacial de los diferentes ayllus en
relación al acceso a los diversos microclimas, traducido a veces en la fragmen-
tación territorial de un mismo ayllu. Así, en lugar de reconocer a todos los
miembros de un determinado ayllu o segmento de ayllu como propietarios
conjuntos de todo el territorio común, se registró solamente a los habitantes
locales como propietarios del segmento correspondiente, adjudicándose a
veces pequefios territorios a solamente un par de comunarios. Esta medida.
aunque no provocó la desintegración del ayllu , facilitó una mayor "cantoni-
zación" y una segmentación interna , que es invocada a veces para no prestar
servicios comUJ1ales a cambio de la posesión del terreno (Pauwels 1982: 406-
407).
Por lo que se refiere a las modalidades más usuales de transferencia
de recursos, la herencia se ha convertido con el tiempo en el mecanismo "tra-
dicional" por excelencia, particularmente en relación a la tierra. desaparecida
o solamente residual su redistribución periódica. En el acceso a la tierra rigen
todavía, como sefialábamos antes, los modelos patrilineales y la asignación de
tierras a los hijos varones, aunque el nivel de tenencia de las hijas mujeres
tiende a homologarse crecientemente al de los hombres en muchos lugares.
En los animales y en los demás bienes tienden a prevalecer, en cambio, mode-
los bilaterales. La mayor o menor vigencia de uno u otro modelo condiciona.
sin embargo, el tipo de estrategias matrimoniales y la dinamización de uno u
otro mecanismo de circulación de productos o de acceso a recursos económi-
cos complementarios. aunque carecemos de estudios que evalúen de manera
suficiente este conjunto de factores, teniendo en cuenta sobre todo el progre-
sivo deterioro y fragmentación de la tierra y la creciente importancia de
otros recursos no-tradicionales. La manera usual como un campesino de ayllu
accede a los recursos de otro ayllu o comunidad distinto del suyo, por otra
parte. es a través del matrimonio exógamo con una campesina dotada de tie-
rras. Ello sucede también en ex haciendas localizadas en zona de ayllus (cf.
lzko 1986a).
En este breve recorrido a través de las diversas modalidades de acceso
a los recursos naturales puede intuirse ya la actuación de una instancia comu-
nitaria que garantiza y regula, bajo ciertas condiciones, su utilización . Hemos
podido intuir también, sin embargo, la existencia de espacios no controlados
por la comunidad, donde la interacción de diversos factores (lo individual y
lo colectivo, lo intracomunitario y lo extracomunitario , los recursos tradicio-
nales y los no tradicionales) replantea la pregunta acerca de la función y los
límites de lo comunitario. Retomemos, pues, el hilo conductor de la comuni-
dad e intentemos analizar de manera más precisa su dinámica y su funciona-
miento.

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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ lzko : Comunidad andina

los niveles de lo comunitario

Cuando nos referimos a la organización socio-económica de los ayllus


o comunidades originarias, no podemos menos de hacer referencia al nivel o
niveles de lo comunitario donde se localiza la actividad económica propia-
mente tal. antes de analizar su dinámica y su función (9) .
Existen múltiples interpretaciones acerca de la naturaleza del ayllu
(cf. Rasnake 1982 : 54-56 ; Godoy 1983c: 3. 36-37). aunque no existe una
definición unívoca. válida para el conjunto de los Andes. En el Centro y Sur
del Altiplano peruano hace referencia a un grupo bilateral de parentesco , no
corporativo y egocéntrico, que articula una red de relaciones (Skarr 1979: c.
IV y V ; lsbell 1978: 13. 56, 105). En Bolivia. en cambio, tiende a designar
más bien una agrupación de naturaleza segmentaría y base territorial ("políti-
ca". en este sentido), estrechamente relacionada con el acceso a la tierra
(Platt 1978; Rasnake 1982: 56-57; Godoy 1983b: 3-4 ; Izko s/f) (1 O). En los
primeros niveles organizativos de los ayllus bolivianos puede encontrarse to-
davía. sin embargo, la conciencia de pertenecer a una parentela común (cf.
Harris 1978a: 23). si bien la palabra "ayllu" ha desaparecido ya hace tiempo
y ha sido reemplazada por "rancho". "estancia" . "comunidad" o "cabildo",
que constituyen normalmente grupos exógamos. En algunos ayllus (los de
Sabaya , por ejemplo). los diferentes linajes que componen la estancia se con-
sideran incluso descendientes de dos ancestros míticos, el mallku (masculino)
y la t 'al/a (femenino) , materializados y localizados. y este origen mítico co-
mún de naturaleza "ciánica" impide todo matrimonio dentro de la estancia
(Riviere 1983a: 45 ). Rasnake (1982: 58) nos dice, en cambio. que en el ayllu
Yura muy pocos campesinos recuerdan sus lazos de parentesco más allá de la
segunda o tercera generación. incluso a nivel colateral.
De cualquier manera , no debe perderse de vista que las relaciones de
parentesco son el punto de partida para la caracterización del espacio poi íti-
co . La sociedad política no es. sin embargo , una simple extensión de la fami-
lia. sino que está fundada en relaciones sociales diversas. Existe una transi-
ción entre las estructuras familiares y las poi íticas. y esta transición tiene su
fundamento en la naturaleza misma de la familia . La familia no es en cuanto
tal una relación política, pero postula relaciones políticas. Un núcleo domés-
tico no puede existir y reproducirse a través del tiempo independientemente
de otras familias. El tabú del incesto y la regla de la exogamia que lo acampa-
fía sefialan inequívocamente esta interdependencia . La estructura interna de
una familia supone, de este modo , la existencia de una serie de reglamenta-
ciones que definen las formas de matrimonio , de filiación y residencia , y que
constituyen relaciones como las de consanguinidad y afinidad (alianza) . Las
leyes que presiden el matrimonio y la exogamia , concretamente, al introducir
un elemento extrafio , una relación no consanguínea. destruyen el aislamiento
y la autarquía familiares. vinculando a la familia y el grupo patrilocal con

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Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

otros grupos situados fuera de su entorno más inmediato (cf. Goetz 1971 :
6-9; Godelier 1978: 55, 136, 244).
Como hemos postulado en referencia al Norte de Potosí, la noción de
territorio, necesaria en nuestro caso para la constitución del espacio político
"aylluno", habría surgido en relación al crecimiento del grupo patrilocal, pa-
ralelo a la ampliación del número de alianzas con otros grupos patrilocales, y
a la consiguiente necesidad de delimitar el espacio compartido, asegurando el
común acceso a pastos y cultivos, instituyendo un sistema de autoridad
supra-familiar y organizando la defensa del territorio frente a las intrusiones
de un real o potencial enemigo. La dimensión ritual, articulada parcialmente
sobre la existencia de antepasados míticos comunes, localizados "líticamen-
te" en el territorio, y otros signos de identidad compartidos (lengua y vestido
en particular) refuerzan ulteriormente la cohesión del grupo. Poco a poco, el
territorio va extendiéndose acumulativamente y van generándose las primeras
divisiones del espacio político (lzko s/f; cf. Bouysse-Cassagne 1978, 1980;
Rasnake s/f; Platt s/f a y b ).
La organización actual de los grandes ayllus refleja, en todo caso, la
constitución del espacio político a partir del espacio económico y del sistema
de parentesco. La unidad inicial de organización del espacio, la comunidad
de tipo aldea o "cabildo t', como es designada en el Norte de Potosí, presupo-
ne la conjunción de varios grupos patrilocales con sus tierras. A veces, sin em-
bargo, no existe una nucleación en forma de pequeña aldea, sino una serie de
"ranchos" o "estancias" dispersas, que corresponden, sin embargo, a uno o
varios grupos patrilocales y son homologables a pequeñas comunidades de
tipo aldea en el caso de Oruro. En la base de cada grupo patrilocal encontra-
mos, a su vez, un número variable de unidades domésticas.
El cabildo o la estancia no viven aislados en su territorio más inme-
diato, sino que mantienen lazos diversos con otras estancias o cabildos situa-
dos en los alrededores e incluso en zonas ecológicas complementarias. En
este sentido, la inserción de cada cabildo o estancia en el microespacio señala
al mismo tiempo su incorporación a la totalidad del territorio poblado por
un mismo grupo étnico . Existen, sin embargo, algunas estructuras mediado-
ras de esta inserción . Platt (1978) sugiere, por ejemplo, ~l nombre de ayllu
menor , en referencia al ayllu Macha (Norte de Potosí), para nombrar la agru-
pación de un número variable de cabildos o ayllus mínimos , en una termino- ·
logía que intenta aclimatar la ya elaborada por Evans Pritchard a propósito
de los segmentos de linaje de los Nuer ( 1940). Un conjunto variable de ayllus
menores conforma, a su vez, un ayl/u mayor o mitad (saya): aransaya o alax-
saya (mitad de arriba) y urinsaya o ma"saya (mitad de abajo). Ambas mitades
conforman, finalmente, el ayllu máximo, o la totalidad del grupo étnico
(11 ) .
De cualquier manera, las actividades propiamente económicas se con-
centran en los niveles iniciales de la organización del espacio (núcleo domés-
tico y grupo patrilocal, estancia o cabildo, ayllu menor en ocasiones); pero

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ni las mitades ni el ayllu máximo, así como el ayllu menor o su equivalente a


menudo, poseen funciones económicas específicas (lzko s/f; Riviere 1983a:
45; Rasnake 1982: 62). En otras palabras, el espacio propiamente político se
va instaurando progresivamente a partir del segmento mínimo de linaje (ayllu
mínimo), a medida que el grupo local exógamo crece y amplía el número de
alianzas, haciendo explícitas todas sus virtualidades sólo en relación a la tota-
lidad. A nivel de ayllu mayor (mitad), e incluso a nivel de ayllu menor, las
funciones económicas en relación al parentesco ya han sido prácticamente
agotadas por los niveles anteriores, contenidos por otra parte en el nuevo
nivel organizativo. De esta manera, los segmentos mayor y máximo (también
el menor, cuando no se identifica con el mínimo) representan los niveles pro-
piamente políticos de la organización del espacio. El ayllu máximo (también
las mitades en algunos casos) posee a la vez, sin embargo, una función similar
a la de los primeros niveles en relación al parentesco, referido en este caso a
la totalidad "parental" del grupo étnico , normalmente endógamo, en cuanto
contrapuesto a otros grupos étnicos. En este sentido, el ayllu máximo tiene
también una función político-económica eminente, que es la de organizar la
defensa del propio territorio frente a otros grupos étnicos vecinos, particular-
mente evidente en el caso nortepotosino.
De esta manera, aunque cada campesino de ayllu pertenece a varios
círculos concéntricos comunitarios (Albó 1985: 53 ), son los primeros niveles
los que organizan de manera directa la utilización de los recursos. En algunos
de los grupos étnicos más numerosos, es la totalidad interactuante del grupo,
sin embargo, la que garantiza el funcionamiento de cada uno de los círculos
más pequefí.os, particularmente en caso de conflictos territoriales con otros
ayllus o grupos étnicos. En el Altiplano Norte y en muchos lugares de Oruro ,
esta tarea ha sido transferida en parte al sindicato campesino (Albó 1985 :
96 ). En definitiva, la función de la comunidad así descrita es la defensa co-
lectiva del acceso "individual" a los recursos económicos tradicionales, asegu-
rando la reproducción del mínimo de condiciones para la producción agrope-
cuaria (cf. Platt 1982a: 44 ). Los límites que antes considerábamos a propó-
sito del acceso a los recursos se reflejan también , no obstante, en las demás
dimensiones de la dinámica comunitaria.

Circulación de los productos, relaciones de trabajo e inserción


en el mercado capitalista

Al intentar analizar las características fundamentales del circuito pro-


ductivo, nos encontramos ante la inexistencia de datos suficientemente com-
parables y, a la vez, localizados y precisos. A ello se unen la divergencia de
enfoques metodológicos, el predominio de las descripciones empíricas y, a
menudo, la ausencia de datos estadísticos, más acá de las típicas cifras globa-
les de los informes y de los estudios "socio-económicos" (cf. Molina Barrios
1982: 103-105). Y allí donde existen datos (cf. Carter y Mamani 1982: 423-

No. 1, Julio 1986 75


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

435 ), no son suficientemente desagregados y relevantes o no se relacionan


con los demás componentes de la estructura económica ( 12). Nuestra aproxi-
mación al tema será, por tanto, básicamente cualitativa.
El área para la que disponemos de datos más consistentes es tal vez el
Norte de Potosí. De acuerdo a los estudios de Malina y Platt ( 1979) y Platt
( 1982a), que resumen resultados de investigaciones realizadas sobre una
muestra de 500 unidades productivas, el factor que más incide sobre las ca-
racterísticas diferenciales de la estructura productiva de los ayllus nortepo-
tosinos es el acceso o no a las tierras de puna y valle. El control de ambos
ecosistemas no siempre se traduce , sin embargo. en un cultivo efectivo de las
tierras del valle; de hecho, de la muestra sólo el 38.5 %de las unidades domés-
ticas con tenencia dual (el 25 %) la practican. El acceso paralelo al maíz de
puna, la estructura demográfica familiar (mayor disponibilidad de miembros
varones en edad de trabajar). la utilización de fuerza de trabajo extra-familiar
o la posesión de bueyes, con la consiguiente reducción del tiempo de trabajo
familiar, y el acceso indirecto al maíz (el producto más codiciado de la zona
de valles) a través de parientes que lo cultivan , prueba indirecta de la impor-
tancia de las esferas no mercantiles en la reproducción de la economía do-
méstica, son las causas más relevantes (Platt 1982a: 49-53) , que certifican a
la vez la vigencia de una racionalidad productiva no siempre orientada hacia
la explotación intensiva de los recursos.
Harris plantea las relaciones entre puna y valle en términos de inter-
dependencia para mantener el acceso a los productos de ambas zonas ; y aun-
que sólo alrededor de un cuarto de la población cultiva simultáneamente
tierras en puna y valle, la tenencia bizonal no parece incidir sobre la diferen-
ciación campesina. En muchos casos es difícil distinguir, sin embargo, si se
trata de una sola unidad productiva que cultiva las dos zonas o de dos em-
presas familiares distintas que cooperan estrechamente entre sí . La sospecha
suele acompafiar, de todos modos, las relaciones entre los residentes en la
puna y los que residen en el valle; y a pesar de la complementariedad produc-
tiva entre ambas zonas, no es infrecuente que los vallunos acusen de "explo-
tación" a los de la puna , quienes subrayan, por su parte , el tiempo y la ener-
gía invertidos en los viajes al valle (Harris 1982: 75, 80 , 84 ).
Las unidades productivas que no tienen acceso directo a ambos nive-
les ecológicos recurren al trueque , la compra (sólo a veces y para el maíz) o
la dádiva de productos como medio de intercambio, esperando, en el último
caso , "provocar" la mayor generosidad de la otra parte (ib.: 79). En general,
el nivel de equivalencias en el intercambio de productos es más favorable si se
trata de campesinos del mismo ayllu que si tiene lugar con vecinos de los
pueblos. De cualquier manera, con "extrafios" al grupo étnico tienden a in-
tercambiarse solamente productos inasequibles dentro del ayllu (ají, quinua ,
sal , ollas de barro).
Si uno de los objetos o productos procede del mercado urbano, la
transacción puede ser realizada en términos monetarios, al contrario de lo

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_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ lzko: Comunidad andina

que sucede con el intercambio de valores de uso producidos directamente


por las dos partes; entonces las medidas de equivalencia se derivan de las cua-
lidades concretas de lo que se intercambia (un poncho u objetos de alfarería
por el ch 'uñu o grano que cabe dentro de ellos) (ib.: 76-77). Lo mismo suce-
de en algunas comunidades alfareras del ayllu Kirkyawi (alturas de Cocha-
bam ba). Esta vez, los campesinos viajan hasta los valles bajos llevando en sus
animales de carga tres clases de barro , obtenido uno de ellos a un día de ca-
mino de la comunidad . Una vez en el domicilio de uno de sus clientes fabri-
can el recipiente solicitado por el consumidor, recibiendo en pago el t11aíz
qu e cabe dentro de él , parte del cual podrá ser cambiado en el lugar de origen
por ch 'uñu o por una llama joven (notas de campo; cf. lzko 1986b ). En am-
bos casos, como tiende a suceder también en otros ay llus nortepotosinos,
particularmente en los más alejados de las minas (Qhana y Sakaka). resulta
imposible comprar con dinero productos del ayllu en las comunidades o in-
cluso en las ferias de los pueblos locales, debido en parte a la vigencia de va-
lores de uso, combinada con los elevados índices de inflación de la economía
boliviana .
En general, la "economía étnica" tiende todavía a prescindir del di-
nero como forma de equival encia dentro del grupo étnico en referencia a los
sistemas tradicionales de intercambio ; suele recurrirse. en cambio, a equiva-
lencias monetarias allí donde la autosuficiencia del grupo ha quedado inte-
rrumpida , de cara a la obtención de productos u objetos inasequibles en la
comunidad o en las ferias locales. También en la economía étnica se ha acli-
matado sectorialmente, sin embargo, el uso del dinero como medio de circu-
lación de mercancías, aunque desde otro punto de vista constituye a la vez
una utilización en función de los intereses del grupo étnico. Así debe ser in-
t erp retada la adquisición, por parte de los Laymi del suni (puna) , del maíz de
los Laymi del likina (valle) : la conveniencia de llevar dinero en vez de pro-
ductos a causa de la distancia y de la restringida circulación de moneda en los
leja nos valles, se une a una suerte de "liberalización" interna controlada del
uso del dinero, a fin d e evitar que los Laymi residentes en el extremo del
valle sigan desarticulando sus relaciones con la puna para conseguirlo en
otros lugares (Harris 1982 : 78-79 , 81-84).
Por lo que se refiere a los índices de producción, consumo, venta , dis-
ponemos sólo de algunos datos en perspectiva local. Así , en el entorno rural
de los centros mineros nortepotosinos los mayores niveles no sólo de produc-
ción y consumo , sino también de venta (contra la idea corriente de una ma-
yor autosuficiencia en cuanto al acceso al mercado) , se concentran en aque-
llas unidades productivas que cultivan tierras en puna y vall e sim ultáneamen-
t e. Ello es particularmente evidente en el caso de campesinos con acceso a
tierras de valles que producen maíz (el índice mayor de riqueza) , aunque el
recurso al trabajo extra-familiar pagado en especies permit e a los que no cul-
tivan maíz acceder a un consumo semejante al de los que lo producen . Los
productores de maíz (el 42 % de la muestra) introducen en el mercado un

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Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

18 %del total producido , mientras que más de la mitad (53 %) de las unidades
domésticas encuestadas, la mayoría no productoras de maíz, declararon no
vender nada de su producción (Platt 1982a: 29, 58-61 ). El dinero obtenido
con la venta de los productos suele ser destinado a bienes de consumo y, en
lugares como Ravelo, a la compra de insumos no producidos por la economía
doméstica (ib.: 6 7, nota 34 ); el mercado asume, entonces, una función repro-
ductiva en relación a la unidad de producción, aunque en otros casos (el 53 %
que declara no vender nada) la economía campesina no parece depender del
mercado para su reproducción. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que
la escasez de tierra o la falta de animales pueden obligar al campesino a incre-
mentar el ritmo de la migración estacional a los centros mineros o a las plan-
taciones de azúcar de Santa Cruz, en los meses de inactividad agrícola, para
asegurar el acceso a una serie de artículos no producidos por la unidad do-
méstica, aumentando el grado de subordinación al mercado. El 51.6 % de
las unidades domésticas expulsaban fuerza de trabajo estacional, con un pro-
medio de tres meses de ausencia. En conjunto, la situación del entorno rural
minero no se adecúa tanto a la existencia de un "ejército de reserva" de
mano de obra, cuyas dimensiones serían resultado exclusivo de las fluctua-
ciones de la demanda, cuanto a una suerte de "estructura de suplencia"
afianzada en la vigencia de los mecanismos locales de distribución y acceso a
la tierra, que se traduce en una utilización coyuntural , por parte del mercado
de trabajo, del "desempleo estacional" del campesino (Platt 1982a: 46) (13 ).
Los niveles de consumo y venta, por otra parte, guardan una cierta
proporción con los de producción, como sucede en otros ayllus nortepoto-
sinos; es decir, a mayor capacidad productiva, mayor capacidad de consumo
y de venta. La cantidad producida es de 135 arrobas promedio en los princi-
pales rubros productivos (papa, oca, maíz, trigo , cebada): 195 en Payruma-
ni (comunidad de ex hacienda perteneciente en tiempos a un ayllu origina-
rio), 112 en Jatun Jila (ayllu Qhana) y 99 en Sikuya (comunidad originaria
desvinculada de su ayllu de puna). La cantidad consumida representa el
68.2 %del total producido, mientras que las ventas cubren solamente el 13.4 %
(21.2 %en Payrumani, 4.3 %en Jatun Jila y 3.8 %en Sikuya). El 18.4 %restan-
te es destinado a semilla y, en menor grado , al trueque o a la cancelación de
deudas en especies (14.5 %en Payrumani, 21.5 %en Jatun Jila y 23.8 %en Si-
kuya) . Por lo que se refiere a los animales, la diferencia entre unidades
domésticas y comunidades no es tan acentuada. Los bajos niveles de consu-
mo (tres animales promedio al año) y de venta (0.6) se explican teniendo
en cuenta que la mayoría de ellos son utilizados para abonar las parcelas.
A nivel agrícola, las diferencias se explican en gran medida debido a la pri-
vilegiada situación de Payrumani. Localizada en el límite superior del eco-
sistema de valle, en una fértil hoyada que concentra una relativa variedad de
microclimas, la tenencia de la tierra corresponde prácticamente al patrón de
cultivo bizonal (puna-valle), lo que permite obtener mayores niveles de pro-
ducción (14 ). El mayor porcentaje dedicado a la venta se debe en parte a

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una mayor disponibilidad de excedentes, combinada con un más fácil acceso


a canales de comercialización. La menor cantidad destinada a semilla o true-
que se explica, a su vez, por la mayor cantidad de semilla mejorada utilizada ,
unida al menor intercambio existente en razón del acceso directo de la ma-
yoría de los campesinos a una diversidad de microclimas, lo que posibilita
un mayor nivel de autosuficiencia.
Los índices de migración estacional son más atenuados que en otros
lugares del Norte de Potosí : sólo un I 9 .5 %de las unidades domésticas expul-
saban fuerza de trabajo, con un promedio de I .8 meses de ausencia. El por-
centaje de unidades expulsoras de migrantes definitivos ( I I %) se acercaba
más al del contorno espacial de los centros mineros. De ellos, el 9 .8 %adujo
como motivo la escasez de tierras; pero debemos tener en cuenta que el por-
centaje más numeroso de quienes abandonan el núcleo doméstico por causa
de la escasez de tierras permanece en el ámbito rural. En general, el aisla-
miento de la zona, la posibilidad de concertar alianzas matrimoniales adecua-
das o de acudir a un pariente con tierras y el recurso a determinadas presta-
ciones de trabajo en el contexto de la reciprocidad (ver más abajo), contri-
buyen a mantener el porcentaje de migrantes en bajos niveles de frecuencia.
En este contexto , la venta de excedentes agrícolas de mano de obra
estacional o definitiva no cumple tanto la función de reproducir la economía
campesina, cuanto la de suplir carencias específicas. En el caso de Payruma-
ni, el destino parcial del dinero a la compra de semilla mejorada e insumos
agrícolas, parece implicar una mayor dependencia del mercado en términos
de reproducción de la economía campesina; pero no debe olvidarse que dicha
reproducción es, en todo caso, parcial, ya que la mayor parte de la economía
campesina "funciona" al margen del mercado capitalista, incluyendo la in-
gente utilización de semilla nativa y abono natural , y que la relación con el
mercado y la consiguiente dependencia no deben ser consideradas irreversi-
bles : una de las características de la economía campesina es precisamente
su capacidad para desarticular su relación con el mercado capitalista en co-
yunturas de crisis, intensificándola en situaciones favorables, en una suerte
de ida y vuelta del mercado a la economía doméstica, que funciona como
una suerte de "economía de repliegue".
Disponemos, además, de algunos datos globales para otras zonas de
ayllus, aunque incluyen también a comunidades de ex hacienda. Así , en el
Altiplano Norte el 43 %de la producción de papa en familias con tres perso-
nas o menos es destinado al autoconsumo; el porcentaje aumenta, en cam-
bio , a un 64 % en familias con más de nueve personas. En general, la mitad de
la producción total del campesino del Altiplano Norte está destinada al auto-
consumo. La proporción aumenta a un 70 %si se añade la cantidad reservada
para semilla; es decir, alrededor del 30 %de la producción global es comercia-
lizada a través de la venta o ca mbiada mediante el tru eque con otros produc-
tos (Uriostc 1977 : 17 , I 76-1 77) . El predominio del autoconsumo es afirmado
también por Albó (1972) para las comunidades de Jesús de Machaka. Con-

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viene tener en cuenta, sin embargo, que los altos niveles de autoconsumo
adquieren una significación distinta si son debidos a una involución de la pro-
ducción agrícola, destinada básicamente al consumo familiar, y al incremento
paralelo de las actividades no agrarias, que permiten obtener el dinero sufi-
ciente para cubrir las necesidades domésticas y reproducir incluso a veces· la
economía agraria , como sucede en otros lugares de los Andes (cf. Dandler
s/f).
En este sentido, no es infrecuente en el Altiplano Norte encontrar fa-
milias que mantienen el acceso a la tierra, pero obtienen la mayor parte de
sus ingresos de actividades no agrarias, como el comercio y la pequefia inter-
mediación , el contrabando (sobre todo en áreas fronterizas), las artesanías y
otras actividades "en propio", aunque en el caso de las artesanías, fácilmente
convertibles en dinero , los precios que pagan los intermediarios tienden a ser
menores que los costos de producción.
La circulación de bienes y dinero tiene, en cambio , características
diversas en una sociedad de pastores, donde los productos agrícolas suelen
ser destinados íntegramente al autoconsumo, mientras que los derivados del
ganado (camélidos y ovinos) vinculan estrechamente la economía doméstica
con el mercado. En Pampa Aullagas (Oruro ), por ejemplo, los productos ga-
naderos son orientados hacia el mercado regional; el dinero procedente de la
v.enta, combinado con el obtenido a través de la migración estacional a Santa
Cruz y centros urbanos o mineros, será destinado a la compra de diversos
productos manufacturados y, sobre todo , de la sal , el principal medio de in-
tercambio interecológico de cara a la complementación de la dieta familiar.
En otros lugares de Oruro , como los ayllus de Sabaya, más cercanos a
la frontera con Chile, la venta de un rebafio o el comercio de la sal pueden
proporcionar un capital de partida para insertarse en los circuitos comercia-
les, particularmente el contrabando, aun manteniendo el acceso a la tierra
(normalmente abandonada) y, sobre todo , a los rebafios, convertidos en una
suerte de capital de reserva. De esta manera , es posible acumular dinero sufi-
ciente para comprar uno o varios camiones (en Sabaya, con menos de 2,000
habitantes, hay más de 140) y una ca~a con una tienda en Oruro o La Paz
(Riviere 1983a: 58).
A menudo, sin embargo, la circulación de los objetos no puede ser
entendida sin una consideración paralela de la circulación del trabajo, que
cumple también a veces la función de asegurar la circulación de los produc-
tos.
Las relaciones de trabajo pueden revestir múltiples modalidades y
desempefiar muy diversas funciones. Carter y Albó (s/f) y Albó (1985: 14-
24, 31-38) distinguen entre "instituciones de trabajo colectivo", cuyo sujeto
y beneficiario a la vez es el conjunto de la comunidad, e "instituciones de
reciprocidad", caracterizadas por una circularidad restringida al ámbito inter-
familiar o interindividual.
Entre las primeras, son nombradas la jayma, faena o phayna (trabajo

80 Revista Andina, año 4


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colectivo por antonomasia), el chuqu (trabajo colectivo en favor de un indivi-


duo), la umaraqa ( trabajo colectivo agrícola rotativo) , la achuqalla ( techado
·de la casa), la wayka, etc. Entre las segundas, figuran layanapa (ayuda omní-
moda sin reciprocidad estricta), el ayni (intercambio de trabajo o bienes con
reciprocidad estricta), la mink 'a (trabajo ·pagado en especies), el chari (présta-
mo), la sataqa (intercambio de tierra por semilla y/o trabajo) , el chiki o qha-
tichi (préstamo de parcela a cambio de ayuda), el waki (intercambio de tierra
y semilla), la manqharuña (intercambio/ayuda entre pastores : el más pobre
da una cría muerta al más rico a cambio de una viva), el turki o trueque, la
ka/a (trueque de parcelas), etc. Desigualmente presentes en el mundo comu-
nitario, Albó considera, sin embargo , que la variedad y riqueza de las institu-
ciones de reciprocidad es sók) "un pálido reflejo" de la sociedad aymara
precolonial.
Harris (1982: 84-88) , por su parte, insiste más en el tipo de presta-
ción . y distingue entre "trabajo sin directo retorno" (yanapa, chuqu, cons-
trucción de una casa, preparación de una fiesta, etc.) y "trabajo con directo
retorno" (ayni y mink 'a). Fuera de la yanapa, llayni, la mink 'a y el chuqu o
sus equivalentes, ninguna de las restantes figuras nombradas más. arriba ha
sido contextualizada suficientemente en el conjunto de coordenadas que con-
figuran la estructura socio-económica de la comunidad campesina . Nos referi-
remos, pues, brevemente a las primeras.
La yanapa (lit. "ayuda") suele practicarse entre parientes próximos o
entre campesinos vinculados por lazos de parentesco ritual (compadres, pa-
drinos y ahijados). Entre los Laymi suele revestir la forma de préstamo de
animales (bueyes, asnos, mulas) o de· nifios en edad de colaborar en el pasto-
reo del rebafio (Harris 1982: 85 ). Pero, aunque el momento y el tipo de ayu-
da son a veces imprevisibles, se supone y espera siempre una disposición si-
milar para la ayuda. En la yanapa existe, en este sentido, una suerte de "reci-
procidad estructural" no programada. En otras palabras, si no implica un
"retorno directo" de la ayuda (Harris), es en el fondo porque se da tan por
supuesta que ni siquiera exige una reciprocidad estricta (Albó 1985: 32).
El ayni es una prestación recíproca de trabajo , productos o bienes en
general entre dos personas o unidades productivas. El ayni-prestación de tra-
bajo es practicado durante el ciclo anual en relación a las actividades agrope-
cuarias, mientras que las demás modalidades son usuales en los momentos
más importantes del ciclo vital (matrimonio y funerales , por ejemplo) o con
ocasión de una fiesta . La devolución de la prestación no es siempre, sin em-
bargo , necesariamente personal; un pariente u otra persona deudora del deu-
dor puede asumir a veces la devolución del ayni, que puede realizarse también
bajo una modalidad distinta , cuya equivalencia es convenida previamente
(lzko 1986a; cf. Harris 1982: 87, 95, nota 23 ). El ayni-prestación de trabajo
agrícola no es, en cambio, una práctica muy extendida en diversos lugares
de Oruro, en relación a la insuficiencia del recurso tierra,y al escaso interés
en acelerar la ejecución de las actividades agrícolas. En algunas comunidades

No. 1, Julio 1986 81


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

suele recurrirse, más bien , a mano de obra asalariada (Prestan 1973 : 121,
123 ). Tampoco parece existir el ayni en el ayllu Totora (Potosí) , aunque
existen otras figuras de reciprocidad parcialmente semejantes, como el maki-
pura (Karen Naase, com. personal).
La mink'a consiste en intercambio de fuerza de trabajo por produc-
tos ("salario en especies") y no suele estar librada al azar, sino que presupone
la existencia de redes de relaciones previamente establecidas, que tienden a
transmitirse a veces de padres a hijos, aunque no han sido todavía suficiente-
mente estudiadas. De todos modos, suelen existir tiempos y lugares acorda-
dos de antemano , adonde los que solicitan una mink 'a acuden sin necesidad
de ser llamados. Por otra parte, resulta difícil eh la práctica que un campesi-
no necesitado de equilibrar su producción y su consumo no posea entre su
parentela o entre su red de relaciones a alguien en disponibilidad de "alqui-
lar" mano de obra a cambio de productos (lzko 1986a). Queda por explicar,
sin embargo, la racionalidad inscrita en el hecho de que quienes recurren a la
mink 'a acceden a niveles de consumo comparables a los del propietario de la
parcela (cf. Platt 1982a: 58-59) , aunque ello implique vender su fuerza de
trabajo. Los altos niveles de equivalencia entre fuerza de trabajo y producto ,
excesivos y absurdos desde una racionalidad capitalista , impiden pensar, sin
embargo , en cualquier extracción de "plusvalor" , y la "diferenciación em-
brionaria" a la que alude Platt debe ser referida, en todo caso , al conjunto de
elementos estructurales que hacen posible la existencia de campesinos "ri-
cos" y "pobres" (ver más abajo), pero no a la relación misma entre el pro-
ductor de maíz y el no productor, mediada por la mink 'a. En realidad, la
mink 'a es algo más que un simple intercambio de fuerza de trabajo por pro-
ductos; y ese "plus" hay que buscarlo precisamente en su función social, que
es la de permitir la redistribución del producto y la práctica igualación del
nivel de consumo, como el mismo Platt admite. Una racionalidad semejante
parece subyacer en la práctica del jalsaku (lit. "llamado") en los ayllus de
Pampa Aullagas , que implica el cuidado de los rebaños y de los cultivos por
un período prolongado de tiempo (varios meses o un año) , siendo retribuido
con la mitad de los productos agrícolas y de las crías reproducidas por los
rebaños (Malina Rivera s/f) .
El chuqu , finalmente, es una suerte del "grupo festivo de trabajo"
(Harris) en el que el beneficiario provee de comida y bebida a cambio del
trabajo realizado. Se realiza sobre todo con ocasión de las actividades agrí-
colas , particularmente la siembra y la cosecha, y sólo los campesinos más
pudientes pueden auspiciarlo. De todos modos, aunque el chuqu es a la vez
una "institución de trabajo colectivo" (Albó) y un "trabajo sin directo re-
torno" , pero sólo en relación a la inexistencia de un cálculo preciso de deu-
das y créditos (Harris), existe un cierto retorno programado (comida y be-
bida por trabajo) e incluso una reciprocidad "sui generis" inscrita en la mis-
ma práctica del chuqu , qu e funciona a veces como participación en el gasto .
Ello aparece claro, por ejemplo , en algunos lugares del ay llu Qhana , cuando

82 Rev ista Andina, año 4


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el beneficiario pone la semilla, la comida y la bebida, y los integrantes del


grupo de trabajo las herramientas y el abono (lzko 1986a).
Harris (1978a: 59), siguiendo a Meillassoux, ha caracterizado este
tipo de economía como "una economía basada en un sistema de adelantos
y devoluciones a largo plazo", en la que el flujo de prestaciones se equilibra
a lo largo del tiempo y a nivel de toda la comunidad (inserción en otras
mink'as y chuqus, participación en fiestas y celebraciones rituales relaciona-
das con los ciclos anual y vital , etc.). Existen, sin embargo, asimetrías radi-
cales en la estructura misma de las relaciones de trabajo . La existencia de
campesinos que carecen de manera creciente de un acceso suficiente a la
tierra se traduce a veces; por ejemplo, en una marginación de determinadas
prácticas de reciprocidad, como el ayni-prestación de trabajo. En estos casos
se hace trágicamente patente la impotencia y, a la vez, el límite de los meca-
nismos tradicionales ante la inexistencia de un sistema de redistribución de
la base misma de la reciprocidad, la tierra.
En conjunto, la estructura socio-económica de las comunidades andi-
nas posee características diferenciales en función de la diversidad de elemen-
tos. que la configuran. Platt (1982a: 29, 64) concluye, por ejemplo, siguiendo
a Roger Bartra, que la inserción de la economía campesina en el proceso de
"acumulación primitiva permanente" consolidado a partir de 1952, favorece
el mantenimiento del modo de producción mercantil simple, que posibilita
la transferencia de valor desde la economía campesina sin llegar a la expro-
piación del campesino.
Por nuestra parte, hemos afirmado que la economía de vastos secto-
res de los ayllus nortepotosinos está orientada fundamentalmente hacia el
autoconsumo, si bien en el pasado las relaciones con el mercado han sido
más consistentes (15). En este contexto, nos parece legítimo hablar, si no de
un "modo de consumo" en sentido estricto (cf. Wolf 1982; Varese 1980),
sí de un análisis del modo de producción desde los "modos" de consumo y
desde esa peculiar "semántica étnica" (Varese) que la utilización de los obje-
tos supone, sin desligarla de las otras formas de circulación de los productos
y de las relaciones de producción. Por lo demás, la vinculación actual con el
mercado capitalista, aunque escasa, se traduce ciertamente en un flujo de
valor de la economía campesina hacia el mercado , posibilitado sobre todo
por la no objetivación en el precio de los productos de los costos de repro-
ducción del sistema productivo, aun teniendo en cuenta que la mayor parte
de los productos, cuando no son vendid9s directamente al consumidor, circu-
lan a través de una serie de formas subsidiarias de capitalismo que obtienen,
no obstante, una ganancia en la medida en que operan con el plusvalor de los
productos campesinos. La mayor parte de la economía de la zona está "pro-
tegida" , sin embargo, de esta expropiación de plusvalor por sustraerse en
buena medida a los circuitos comerciales capitalistas (un 86.6 %está destina-
do al consumo, a semilla o al trueque). La venta de fuerza de trabajo estacio-
nal , como la de excedentes agrícolas, por otra parte, cumple en la mayoría

No. 1, Julio 1986 83


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

de los casos no la función ele reproducir la economía campesina, sino la ele


suplir carencias específicas. como afirmábamos más arriba.
Por otro lado. no existe prácticamente en la zona un mercado ele tie-
rras; el enajenamiento de los medios ele producción no es, en este sentido ,
posible. aun suponiendo que dicha enajenación no interese al capital para po-
der seguir expropiando al campesino el plusvalor objetivado en el producto-
mercancía, evitando al mismo tiempo los costos de reproducción del sistema
productivo (cf. Amin y Vergopoulos 1974; Yergopoulos 1978). No existe
tampoco un proletariado rural ni un mercado de trabajo articulado sobre el
flujo unidireccional de mano de obra (del asalariado hacia el proletario). ya
que las prestaciones de trabajo y las reciprocidades suplen la existencia de
dicho mercado y aseguran todavía un flujo suficiente de mano de obra entre
los núcleos domésticos, haciendo posible que todos sean a la vez dadores y
receptores de fuerza de trabajo. Debemos constatar, por el resto, la existen-
cia de algunos mecanismos de control de las diferencias socio-económicas,
que permiten hablar de "una sociedad controlaclamente desigual" (Carter y
Albó s/f). Además de la función redistributiva de la mink 'a. ya sefialacla , la
comunidad tiende a hacer recaer sobre los campesinos con mayores recursos
la responsabilidad ele "pasar" las fiestas más importantes, las más onerosas,
y se espera ele ellos un gasto también mayor y una mayor participación en
los acontecimientos más importantes vinculados con los ciclos anual y vital.
En definitiva , puede ser afirmada la vigencia de una lógica económica que no
es en sí misma capitalista. aunque es utilizada diversamente por el capital.
En este sentido , la dependencia del mercado (necesidad de "ventas
previas" como condición para la reproducción de la economía agrícola),
exigida por Friedmann ( 1980) para poder hablar de pequefia producción
mercantil , no debe ser tipificada como una característica 011111 ímoda del ré-
gimen mercantil simple, sino como un rasgo presente sectorialmente en deter-
minadas formas de producción pequefio-mercantil. En este contexto , prefe-
rimos afirmar con Godelier (1978: 3 10-11) que el modo de producción mer-
cantil simple no es en sí mismo capitalista, aunque la obtención del dinero y
el tipo de mercancías mismo pueden implicar a veces una dependencia fun-
damental del mercado capitalista de cara a la reproducción de la economía
campesina.
En el Altiplano Norte y en muchos ayllus de Oruro , por otra parte ,
ha desaparecido o está en vías de desaparición una racionalidad como la que
afirmábamos más arriba, aunque las características peculiares de las socieda-
des pastoriles. en el caso de Oruro , invitan a pensar también en la existencia
de una racionalidad tradicional diversa en el punto de partida . De todos mo-
dos, la reproducción de la economía campesina depende del mercado ele
manera creciente; puede decirse incluso que han sido a veces las actividades
tradicionales las que han posibilitado el paso a una economía mercantil. ge-
nerando al mismo tiempo acusados procesos de diferenciación socio-
económica en el seno de la comunidad campesina. En estos casos, los nuevos

84 Revista Andina, año 4


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procesos de diferenciación producidos por la creciente vinculación con el


mercado tienden a articularse sobre las diferencias preexistentes en el seno
de la comunidad campesina en función del acceso desigual a los recursos. A
menudo destruyen o refuncionalizan , sin embargo, elementos importantes
de la antigua racionalidad. En diversos ayllus nortepotosinos, al contrario , la
diferenciación socio-económica se debe más bien a causas endógenas.
En los casos de Oruro y del Altiplano Norte a que nos referíamos
más arriba, el proceso d e diferenciación campesina ha asumido a veces, por
otra parte , las connotaciones de un proceso de descampesinización. Muchas
otras veces , sin embargo, la descampesinización se produce a causa de la des-
composición de la economía campesina , que obliga a migrar a la ciudad o
"recampesiniza" al migrante en caso de asentamiento en zonas de coloniza-
ción . A pesar de todo. prevalece todavía la tendencia a diversificar la econo-
mía mediante el recurso paralelo a actividades no-agrarias, generándose pro-
cesos de descampesinización relativa. En este sentido , la alternancia de activi-
dades agrarias y no agrarias, combinadas con formas de pequefia intermedia-
ción y migraciones estacionales, y la reversibilidad de las migraciones "defini-
tivas" , junto con el mantenimiento de lazos de diversa naturaleza con el Jugar
de origen , configuran una situación difícilmente definible en términos teóri-
cos (cf. Albó y Greaves 1981 , 1982 ). Sólo la perspectiva diacrónica (visuali-
zación del ciclo reproductivo de una familia a través de una o dos generacio-
nes) permitiría apreciar correctamente las tendencias de la economía campe-
sina.
De todos modos, el contacto con la ciudad puede revertir de diversas
maneras sobre la comunidad campesina. La inestabilidad laboral, la compe-
tencia y el oportunismo , el rechazo por parte de la cultura urbana, tienden a
desarticular a menudo la identidad indo-campesina. La movilidad social urba-
na impone muchas veces el dejar de ser "indio" o campesino para poder as-
cender en la escala social y lleva implícita frecuentemente la destrucción o la
refuncionalización de la comunidad campesina. Las redes de reciprocidad
tienden también a articularse en el sistema urbano, pero como un mecanismo
de sobre1ivencia en una sociedad hostil , participando de su sistema de valo-
res. Los contenidos y la actuación de las reciprocidades no están normados
ni dirigidos por la común cultura del grupo, que imponía límites y asignaba
a la reciprocidad una circularidad macrocomunitaria , restringida ahora a gru-
pos de individuos o familias extensas segmentadas y separadas unas de otras.
confrontadas incluso en la común hostilidad urbana (lzko 1985). Los proce-
sos urbanos tienden también a proyectarse a veces sobre los rurales, disol-
viendo determinadas formas de la racionalidad tradicional (cf. Lavaud 1984 ).
Otras veces, en cambio , el contexto urbano posibilita más bien la afir-
mación de la propia identidad, al cabo de una primera etapa de disolución
cultural a veces. y permite la recreación de algunos parámetros de la cultura
rural en clave "indianista", generando nuevos canales de comunicación entre
el campo y la ciudad y exigiendo la afirmación de nuevas formas de partici-

No . 1, Julio 1986 85
Estudios y Debates _ _ _ __

pación y representación colectivas (cf. Rivera Cusicanqui 1984 ). Empezamos


a conocer el indianismo desde el lado de la "ideología" y de la proyección de
lo urbano sobre lo rural , pero lo desconocemos todavía en gran medida desde
el lado de la "cultura" : si la ideología es una apropiación selectiva de la cul-
tura para legitimar una determinada praxis social , la del katarismo , la cultura
implica la existencia de una totalidad interrelacionada en la praxis del cultor
autóctono, cuyas vinculaciones precisas con la primera ignoramos todavía
(cf. Izko 1985). La base a menudo "culturalista" de la solidaridad indo-
urbana, por otra parte, hace más problemática en ocasiones la vinculación
socio-económica con la comunidad indo-campesina, sobre todo si tenemos
en cuenta la estructura interclasista de muchos movimientos indios (cf. Albó
1979).
En términos generales, la articulación de la comunidad campesina
con la sociedad mayor reviste características diferentes de acuerdo a los con-
textos. En algunos casos, la peculiar etnicidad del grupo no es concebible
como una serie de esferas yuxtapuestas (la económica, la socio-política, la
religioso-mágica) , sino como un continuum en el que cada uno de los elemen-
tos fundamentales de la dimensión económica tiene su correspondencia a
nivel ritual y simbólico, y en el que la interacción entre las prácticas socio-
económicas y las religiosas es normal y constante, en función de una apropia-
ción básicamente homogénea de la cultura común por parte de todos los in-
dividuos. Es sobre todo en este tipo de sociedades donde la etnicidad engloba
también los procesos de producción y reproducción económica. Existen , en
cambio , comunidades o grupos étnicos en los que es posible constatar la pre-
sencia de procesos relativamente acusados de diferenciación socio-económica,
en relación a los recursos fundamentales que pueden ser controlados , tanto
internos como externos en su mutua interacción . En este caso , y por lo que
se refiere al nivel intraétnico , tiende a generarse una cierta ruptura entre la
dimensión económica (normalmente funcional a la sociedad no campesina) y
las demás dimensiones de la etnicidad (organización socio-poi ítica, cosmovi-
sión mágico-religiosa), que se convierten en dimensiones de las "clases" so-
ciales ; no en el sentido de que cada "clase" posea su propia etnicidad , sino
en el de que cada "clase" se apropia de manera diversa ("ideológica") de
aquellas dimensiones de la etnicidad todavía comunes, para reforzar precisa-
mente su posición de "clase". Por otro lado, la diferenciación "clasista" a
nivel intraétnico plantea inevitablemente su articulación con el nivel inter-
étnico . La determinación exógena de las relaciones económicas intraétnicas
y la funcionalidad de la división "clasista" intraétnica a la sociedad no-
indígena ni campesina, pueden implicar concretamente la existencia de alian-
zas "clasistas" interétnicas ; es decir, posiciones "clasistas" similares pueden
ser compartidas por quienes poseen sobredeterminaciones étnicas distintas,
como puede suced er también con determinadas élites burocráticas ind íge-
nas, a la vez "socializadoras de la etnicidad" y "agentes de la dominación"
(lzko 1985 ; cf. Burguete 1982: 76 ).

86 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ /zko: Comunidad andina

La representación global de las economías campesinas en el seno ele


la COB (Central Obrera Boliviana) a través de la CSUTCB (Confederación
Sindical Unica de Trabajadores Campesinos ele Bolivia) plantea finalmente
una nueva serie ele problemas. que sólo podemos nombrar de manera sinté-
tica. Por un lacio , está en discusión la validez representativa del modelo sin-
dical , pensado desde los colonos de hacienda. para sociedades y grupos étni-
cos que poseen a veces sus propias instancias representativas, y que ha dado
lugar en algunos casos a síntesis creativas, mientras que en otros lo étnico y
lo sindical caminan yuxtapuestos o se han convertido incluso en antagóni-
cos (cf. Albó 1985 ). Pero, limitándonos a lo socio-económico. el campesino.
en cuanto expropiado del plusvalor objetivado en el producto, se acerca al
obrero y se opone al capital; en cuanto propietario de los medios de produc-
ción , en cambio. se acerca al capital y se opone al obrero , teniendo además
en cuenta que la dinámica de los precios tiende a expandirse , mientras que
la de los salarios busca la contracción de los precios para ampliar su poder
adquisitivo. El dilema parece resolverse en parte si tenemos en cuenta que
el bajo poder adquisitivo del salario está condicionado por la explotación
del capitalismo dependiente, que actúa simultáneamente , a través de una
serie de formas subsidiarias, sobre el precio de los productos. El modelo se
complica, no obstante , si tenemos en cuenta la existencia de diversos "tipos"
de campesinado y de una serie de elementos "culturales" que refuerzan la
especificidad estructural campesina frente al capital y al proletariado; una
especificidad que se define, en todo caso , a partir de su doble calidad de
propietario que busca garantizar el precio de sus productos y expropiado a
la vez del plusvalor en ellos objetivado.
Desde el círculo más pequeño, la unidad doméstica, nos hemos re-
montado hacia los más amplios y , quizás, también los más problemáticos.
La estructura socio-económica de la comunidad crece desde la unidad pro-
ductiva (acceso y uso primario de los recursos, unidad básica inicial de pro-
ducción y consumo , división de trabajo familiar, acceso al mercado). pero
se proyecta sobre los demás círculos de lo comunitario bajo la forma de re-
laciones de trabajo y circulación de los productos, incluyendo a veces formas
de control comunal sobre los recursos y reproducción étnica del acceso a los
mismos. A través del mercado se inserta problemáticamente en la sociedad
mayor, que la acosa o la "protege" , la disuelve o la ignora y la reproduce de
diversas maneras.
En esta aproximación a la realidad comunitaria , una realidad en gran
parte sin t eoría , como quiere Malina Barrios, hemos intentado evitar la fas-
cinación de los esquemas englobantes, que otorgan la apariencia de haberse
instalado en la totalidad del problema , y allí donde no hemos podido menos
de esbozarlos, lo hemos hecho más como culminación de una "dialéctica de
lo concreto" y como profundización de la pregunta .
La dinámica de la persistencia y del cambio pasa a veces por la vigen-
cia de una lógica económica que logra refuncionalizar todavía la lógica del

No. 1, Julio 1986 87


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

mercado capitalista , quien la utiliza parcialmente , pero es, a su vez, utilizado


en cierta medida, independientemente de que el capital lo "permita", por la
lógica comunitaria. Otras veces , el mercado capitalista ha ido penetrando de
manera progresiva las lógicas preexistent es, refuncionalizándolas en diversos
grados y de diversas maneras. La disolución parcial del anterior modelo co-
munitario puede dar paso , por otra parte, a nuevas formas de articulación de
intereses todavía comunes; para persistir, aunque de forma diversa, la comu-
nidad se adapta y asume el cambio. La articulación de '!as nuevas estrategias
económicas sobre las antiguas puede originar también , sin embargo , realida-
des y percepciones contrapuestas de lo comunitario , traducidas en una apro-
piación ideológica de instancias sólo formalmente compartidas; en este caso,
la comunidad puede convertirse en un conglomerado de lógicas contrapues-
tas que coexisten en el mismo espacio, pero que definen a la vez dos visio-
nes y dos experiencias inconciliables de lo comunitario. El cambio puede
ser a veces traumático para la comunidad , sobre todo cuando es un solo sec-
tor el que detenta su monopolio ; y , a la inversa, la persistencia puede impe-
dir en ocasiones la evolución creativa de la comunidad y obligar a un sector
a buscar nuevas alternativas.
En definitiva, el cambio y la persistencia pueden ser sucesivamente
redefinidos en función de la evolución concreta de cada realidad comunita-
ria. Su dinámica hace incluso que no sean a menudo sino dos caras de la mis-
ma moneda, acuñada en el intento de la comunidad de seguir articulando la
coexistencia de lógicas diversas en su seno, transferido esta vez a la dialécti-
ca entre una lógica nueva, que busca coexistir o que se superpone y despla-
za a la lógica preexistente, y una lógica antigua que posee también su propia
dinámica y que no siempre acepta la dinámica del cambio , pero que pugna
también a veces por adecuarse a las nuevas circunstancias.

88 Revista Andina, año 4


__________________________ lzko: Comunidad andina

NOTAS

( 1) La percepción actual de la realidad comunitaria comienza a estar ya un poco lejos


de lo que Adams (1962: 409) llamaba hace ya algunos años "el mito de la comuni-
dad": una agrupación natural de individuos y familias que comparten el mismo te-
rritorio y cuya unidad reside en el sistema de relaciones sociales reconducibles a lo
precolombino. La comunidad recubre a menudo realidades heterogéneas, llegando
a ser definida a veces no como un lugar o un grupo de gente que viven juntos, sino
como una institución de tenencia de la tierra (en referencia a las comunidades agrí-
colas) que regula el acceso de los individuos a los recursos económicos tradiciona-
les, independientemente de su lugar de residencia (Lehmann 1982: 22).
( 2) El objetivo de este artículo ha condicionado el que construyamos nuestro análisis
a partir de los estudios de caso existentes, con su riqueza y sus limitaciones, los
únicos que permiten acceder a las características de la comunidad andina en su
concreción. Las investigaciones temáticas que no poseían un anclaje preciso en la
geografía comunitaria, además de algunos estudios teóricos o sistemáticos, han
sido utilizados como contextualización de los anteriores. Aunque elaborado en
una perspectiva básicamente sincrónica, el enfoque de nuestro análisis (la persis-
tencia y el cambio) ha obligado a introducir además referencias puntuales a la his-
toria de las comunidades andinas. Finalmente, el análisis irá acompañado por una
indicación de los puntos más conflictivos y de los vacíos, geográficos o funciona-
les, que limitan o distorsionan la visión de la realidad comunitaria.
( 3) Por debajo de la línea de las nieves, a 4,500 m. aproximadamente, se sitúa el límite
superior de la vegetación, compuesta casi exclusivamente de ichu (paja brava), que
delimita una zona distinta de la puna (la eqhatera, como es denominada en algunos
lugares),hábil solamente para el pastoreo de camélidos.
En el ecosistema de puna, también llamado suni (4,200 - 3,500 m. circa), las altas
praderas, irrigadas a veces ("bofedales"), donde pastan rebaños de llamas y alpa-
cas, alternan con los desiertos de arena, la puna salada, la puna seca o xerofítica,
que alberga matorrales de t'ula (Lepidophillum Quadrangulare) y la puna normal
o húmeda (Troll 1966; 1980: 19 y ss.; Preston 197 3: 115 y ss. ). La agricultura co-
mienza con las variedades más resistentes a la sequía, las heladas y los cambios
bruscos de temperatura: la quinua (Chenopodium quinoa), algunas variedades de
papa, particularmente la variedad amarga (luk'i), válida solamente para ch 'uñu
(papa deshidratada), y algo de cebada, además de otros tubérculos (oca, isaña) , en
las partes menos expuestas a las heladas.

No. 1, Julio 1986 89


Entre la puna y el valle se localiza una zona intermedia llamada taypirana o chaw-
pirana, más protegida y feraz que la puna, donde germinan, además de los tubércu-
los andinos, cereales (cebada, algo de trigo), maíz enano, habas y árboles frutales .
Por debajo del límite inferior de crecimiento de la t'ula comienza el ecosistema de
valle (kishwa, likina), en realidad un sinfín de valles innumerables que se extienden
desde los 3,500 hasta los 2,000 metros aproximadamente, en el área controlada por
las comunidades originarias. A las fajas de páramo y a las formaciones mesofíticas
de arbustos y leñosas (Polylepi) va sucediendo la vegetación característica de las
áreas montaño bajas subtropicales, acompañada por nuevas especies y variedades
agrícolas, hasta llegar a los valles irrigados y calientes que producen maíz, ají, hor-
talizas, fruta, caña de azúcar y, en el pasado, algodón.

( 4) Por lo que se refiere a los Chayanta, la afirmación de continuidad territorial es váli-


da si consideramos el conjunto del grupo étnico, más cercano al concepto de micro-
confederación; pero no lo es si consideramos cada uno de sus seis ayllus, particular-
mente Laymis y Chayantakas, que funcionan de hecho como unidades autónomas
(cf. Harris 1978b: 1110-1112).

( 5) La Reforma Agraria ignoró este esquema tradicional de acceso a la tierra. En el


Altiplano Norte, por ejemplo, se otorgaron títulos solamente a campesinos cuyas
parcelas estuvieran localizadas en una misma área (predios integrados). Los nuevos
propietarios, sin embargo, volvieron a redistribuir los terrenos conforme a los anti-
guos patrones andinos (Urioste 1977). El ante-proyecto de Ley de Reforma Agraria
(1984) incurría en el mismo error de perspectiva.
( 6) El sistema de aynuqas ha sido descrito por Carter (1967) en referencia a Irpa Chico
(Altiplano Norte). Albó (1972), Godoy (1983b), Preston (1974) y Wachtel (1976)
han descrito un sistema semejante para la cuenca del Titicaca, el Norte de Potosí,
el Altiplano Central y los Uru-Chipaya del departamento de Oruro, respectivamen-
te, con modalidades muy peculiares en el último caso.
( 7) Deben ser incluidos también en la categoría de "posesión individual" los pastos indi-
viduales o semi-individuales de algunas comunidades de Oruro (Preston 197 3: 11 7;
1974 ), aunque en muchos otros casos la posesión individual de zonas de pastoreo
debe ser relacionada con la segunda fase del ciclo de rotación de las mantas, después
de haber sido sembradas durante uno o más años.
( 8) El caso extremo de la precariedad del campesino sin tierras está representado tal vez
por los utawawas (lit. "niños de la casa"), que describen Carter y Mamani (1982 :
36, 39) en referencia a la comunidad de Irpa Chico. Apenas pueden subsistir traba-
jando como "sirvientes sin sueldo" para otros comunarios propietarios de tierras, y
las tareas que deben realizar sobrepasan en mucho las obligaciones de los kantu
runas nortepotosinos. La precariedad de su situación llega a tal extremo, que a mu-
chos de ellos les está negada incluso la posibilidad de casarse y constituir una fami-
lia. Una precariedad semejante, aunque de raíces diversas, obligó en el pasado a
algunos sub-grupos uru, como los Coro, los Chillagua o Capillus y los Huacalluma,
originalmente cazadores, pescadores y recolectores, a ponerse al servicio de los
aymaras en calidad de yana ("siervos") y de utawawas, ante la insuficiencia de los
terrenos que les habían sido asignados para garantizar su subsistencia. Objeto de
disputa y de rechazo, alternativamente, por parte de aymaras y criollos, unos aca-
baron por "integrarse", otros migraron definitivamente a Chile o se fusionaron con
sub-grupos uru del lago Titicaca y hay algunos que sobrt'viven todavía, discriminados
y menospreciados, complementando su escasa producción agrícola con la caza de la
vicuña -como antaño - y con el tejido (Pauwels 1983: 270-73).

90 Revista Andina, año 4


__________________________ /zko: Comunidad andina

( 9) No pretendemos analizar aquí la organización política de los ayllus andino-


bolivianos, sino contextualizar tan sólo las actividades económicas en el conjunto
de coordenadas socio-organizativas en las que se inscriben.
(JO) La dinámica segmentaría de los ayllus andinos prevé, como en otros lugares, proce-
sos de fisión y de fusión, como ha sucedido en Sabaya (Riviére 1982: 121-22) y
entre los Chipaya (Wachtel 1974: 64-65). En todo caso, la estructura política de los
ayllus andinos no es de naturaleza estática , cristalizada de una vez por todas, sino
que evoluciona y cambia.

(11) Este esquema es aplicable a otros ayllus nortepotosinos, e incluso del Centro de Po-
tosí (Yura) y de Cochabamba (Kirkyawi), aunque con algunas excepciones. Así,
en el ayllu Jukumani la división en mitades o sayas se aplica a cada uno de sus cua-
tro ayllus menores, estando ausente el nivel de ayllu mayor (Godoy 1983c : 6). En
algunos casos (ayllu Qhiina, algunos ayllus menores de Macha), el ayllu mínimo o
cabildo y el ayllu menor tienden a coincidir, mientras que en otros (Qhiina, Laymi ,
Yura, Kirkyawi) está ausente o prácticamente disuelto el nivel de mitad (Aransaya/
Urinsaya). En Sakaka, cada ayllu menor está dividido en "cuerpos" (mayor o me-
nor), evocando en parte la estructura somática de los ayllus de Jesús de Machaka,
aunque algunos ayllus conservan un solo "cuerpo" o varios "cuerpos mayores",
mientras que otros (el ayllu Chaykina) mantienen una división dual en mitades
(Aransaya/Urinsaya). En los ayllus de Oruro, el equivalente del ayllu máximo se
identifica con la "comunidad", referida a una ex reducción y su territorio circun-
dante, que preside la dinámica organizativa del ayllu. No existen tampoco ayllus
menores, cuyo equivalente aproximado es la estancia, como sucede en algunos
ayllus nortepotosinos. En Chipaya, mitades y ayllus son equivalentes, y en otras
zonas de Oruro han desaparecido las mitades (cf. Ayma 1977). En San Andrés de
Machaka, cada parcialidad (arriba/abajo-derecha/izquierda) se divide en comunida-
des o ayllus y cada comunidad, en estancias (Albó 1972 : 78). En otras "comunida-
des residuales" del Altiplano Norte, perdida hace tiempo su identidad macroterrito-
rial, ha desaparecido una organización semejante, incluidas las autoridades étnicas, y
las nuevas racionalidades han substituido o incorporado a las antiguas (Carter y Ma-
mani 1982 : 272 ; cf. Barnes 1970: 61 ; Buechler y Buechler 1971: 51 y ss. ; Albó
1985: 81-88).
(12) Diversos informes señalan que durante las últimas décadas asistimos a una suerte de
"despegue productivo" en algunos rubros de la economía agraria, debido aparente-
mente a cambios en las técnicas de producción y a la incorporación de nuevas tierras
al cultivo, combinado con el crecimiento poblacional, aunque la capacidad produc-
tiva de la economía agraria diste mucho de haber sido potenciada suficientemente .
El incremento de los niveles de autoconsumo y, a la vez, de venta de excedentes ha
sido normalmente proporcional al incremento productivo, aunque en diversos luga-
res el deterioro y fragmentación de la tierra, combinados con la expansión de las
actividades no-agrarias, se han traducido en una involución de la venta mercantil y
en el destino de la mayor parte de la producción al consumo familiar (cf. CEPAL
1982; Wennergen y Whitaker 1975). Pero, aunque puede intuirse el impacto de los
cambios en la economía campesina, seguimos sin conocer muchas veces la dinámica
concreta de los mismos.
Buena parte de los datos cuantitativos disponibles, aunque en gran medida insufi-
cientes para determinar las características estructurales de la economía campesina,
se refieren a la zona de ex haciendas. Ver Heyduck (197 4) para una pequeña sínte-
sis evaluativa del sistema de hacienda y la Reforma Agraria en las tierras altas boli-
vianas.

No . 1, Julio 1986 91
(13) En otros contextos nortepotosinos, como el de las tres comunidades de valle estu-
diadas por nosotros (Izko 1986a), la racionalidad en la utilización de la tierra pone
de manifiesto , en primera instancia, una desproporción entre el nivel de producción
y el de tenencia, que refleja , además de diferencias en cuanto a la calidad de los te-
rrenos y el mayor o menor recurso a abono orgánico y /o fertilizantes, una tendencia
a la maximización de la capacidad productiva en los núcleos domésticos que poseen
nivel es bajos e intermedios de tenencia, cuya composición demográfica es simultá-
neamente ligeramente superior a la del resto. La misma tendencia se refleja en los
ritmos de descanso de las parcelas: en igualdad de condiciones demográficas, los que
tienen más parcelas tie nden a prolongar los períodos de descanso; los que poseen un
número menor, al contrario, so n más reacios a dejar descansar un mayor número de
parcelas por un período más prolongado de tiempo .

(14) En general, la estructura económica de Payrumani, como la de otras ex haciendas


enclavadas en zona de ayllus, posee características similares a las de las comunidad es
originarias. A raíz de la Reforma Agraria, sin embargo, el líder campesino que orga-
nizó el asesinato del patrón tradujo en términos económicos la plusvalía ideológica
acumulada durante la revolución, reteniendo parte de las tierras del antiguo patrón
y los títulos de propiedad de los comunarios. Ello se ha traducido en una diferencia-
ción socio-económica acusada, como ha sucedido también en Achacachi (La Paz).

(15) Sabemos, por ejemplo, que la provincia de Chayanta (Norte de Potosí) era una de
las mayores productoras de trigo de Bolivia y que estaba fuertemente vinculada con
el mercado republicano a través de los mecanismos estatales de extracción de plus-
trabajo campesino, articulado sobre la venta mercantil de excedentes agrícolas y de
fuerza de trabajo para hacer frente a las obligaciones impositivas (Platt 1982b ; cf.
Grieshaber 1979). La vinculación con el mercado, sin embargo, era en gran medida
impuesta, aunque utilizada por las economías étnicas a través del kuraka, y respon-
día a una necesidad artificial de producir trigo y maíz excedentarios para hacer
frente al tributo. La ruina del mercantilismo local afectó sobre todo, por tanto, al
excede nte destinado a la cancelación del tributo, a raíz de la liberalización delco-
mercio y la substitución parcial del tributo. En todo caso, la vinculación del campe-
sino nortepotosino con el mercado no puede ser utilizada para afirmar que la repro-
ducción de la economía campesina dependía del mercado. Entonces, como ahora,
los ayllus locales poseían en su economía étnica las bases para la reproducción del
sistema productivo.

92 Revista Andina, año 4


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COMENTARIOS

nes de arroceros de la costa ecuatoriana;


José Bengoa pasa revista a una comunidad organizada en
SUR, Centro de Estudios Sociales Chimborazo que se ha tomado unas tierras
y Educación hacendales y a la organización campesina-
Santiago, Chile indígena de Cotacachi en la sierra. Final-
mente reflexiona sobre la experiencia de la
Los últimos veinte años han sido de Federación Shuar en la amazonia ecuato-
riana . Este es uno de los ejemplos más inte-
cambios profundos en el campesinado lati- resantes y atractivos de este nuevo tipo de
noamericano. Quizá muchos campesinos e
indígenas continúen viviendo en la misma movimientos campesinos de los ochenta.
pequeña y empobrecida tierra y "comiendo
de su pobreza", pero su entorno y segura- a) Regionalización, descentralización y
mente su manera de ver la sociedad y el autonomización de los movimientos
mundo han cambiado. En 1965, hace vein- campesinos.
te años, el campesinado latinoamericano, Hace veinte años, el campesinado ecua-
- en casi todas partes y en casi todos los toriano comienza a plantearse la reforma
casos- se movilizaba bajo la consigna de agraria, al igual que en todos nuestros paí-
"tierra o muerte". Aníbal Quijano, en un ses. Se trataba de una lucha de los sectores
artículo señero, de amplia difusión y múlti- progresistas de la sociedad en conjunto con
ples ediciones, escrito hace 20 años, pasa los campesinos para exigir cambios en la si-
revista a los movimientos campesinos. Su tuación agraria. Lo fundamental era el eje
estudio está lleno de esperanza y confianza de alianzas sociales y políticas entre el "pro-
en las posibilidades de esos movimientos. gresismo urbano" (obreros, estudiantes, in-
Seguramente con razón. Si bien no se con- telectuales, clase media y, no pocas veces,
siguieron los programas máximos o utópi- la burguesía industriosa ; esto es, que quería
cos que animaban a los movimientos, nadie desarrollar la industria) y los campesinos.
puede dudar que el campesinado irrumpió La masa campesina se movilizaba como
con fuerza -y quizá para siempre- en fuerza de choque local, como masa de ma-
nuestras sociedades. En estos años, los cam- niobra para una pelea que generalmente se
pesinos se han ido convirtiendo en actores estaba. librando al nivel del aparato del Es-
sociales, y eso es importante, aunque no tado, en el poder central. De esas combina-
hayan cambiado demasiado sus condiciones ciones urbano-rurales surgieron las refor-
económicas. La crisis económica, la moder- mas agrarias, que beneficiaban -entre
nización y sus límites, la transnacionaliza- otros- a los campesinos.
ción de nuestras economías dependientes, En este esquema, la centralización de la
etc. han afectado sustantivamente sus con- movilización campesina era fundamental. A
diciones de vida y su conciencia ciudadana. mayor centralización, mayor presencia del
Este es el tema de fondo que trata el ar- campesinado en las negociaciones urbanas
tículo de Manuel Chiriboga, "Crisis econó- del poder. Una presencia fuerte de los cam-
mica y movimiento campesino indígena". pesinos en la ciudad permitiría -y de he-
La pregunta es acerca de los cambios ocu- cho o impidió o permitió- mayores bene-
rridos en estos movimientos, de los efectos ficios en la legislación ; esa presencia reque-
que la "crisis económica" (realidad ya per- ría ir acompañada de movilizaciones locales
manente por más de una década en la ma- que mostraran "el respaldo" con que con-
yor parte de nuestros países) ha provocado taban los dirigentes.
en las organizaciones campesinas e indíge- Las reformas agrarias se hicieron con
nas. Chiriboga nos relata la historia y nos mayor o menor intensidad ; de hecho, a las
cuenta lo qu e les suce de a dos organizacio- más "intensivas" y drásticas (peruana y chi-

100 Revista Andina, año 4


lena, por ejemplo) les siguió un período de mas. Las diferencias de intereses entre los
congelación o simplemente contra-reforma. campesinos cooperativistas del algodón piu-
A mediados de los setenta, el clima refor- rano y los pequeños campesinos pauperiza-
mista había dado lugar a un panorama dos del Cusca son muy grandes; sus deman-
abiertamente conservador. Los movimien- das se han diferenciado y, lógicamente, sus
tos campesinos cambiaron junto con el organizaciones se han regionalizado y des-
contexto agrícola; muchos de ellos fueron centralizado.
reprimidos, otros se dividieron y fraccio-
naron (Colombia, por ejemplo), pero, sin b) El tema productivo-corporativo.
duda, cambió el carácter tanto de sus repre- Entre los beneficiarios de procesos de
sentados como de sus representaciones. Ma- reforma agraria ha variado el contenido de
nuel Chiriboga constata que el principal la demanda campesina. Chiriboga nos mues-
cambio es la "regionalización" o "el cre- tra los casos de las uniones de arroceros del
ciente proceso de descentralización del mo- Guayas (UNOCA VB de Vinces y Baba y
vimiento campesino" en Ecuador. Podría- UROCAL del Guayas, el Oro y Azuay). En
mos agregar que el fenómeno es común a los años setenta hubo grandes movilizacio-
varios países, Chile incluido. Señala a conti- nes y tomas de tierras; la política de las
nuación "que este proceso obedece a las centrales expresaba el ímpetu que también
modalidades de transformación del campe- había en la base por reforma agraria. Hoy
sinado, que ha provocado una creciente he- día, sus temas son diferentes : la comerciali-
terogeneización en función de procesos de zación, el crédito, etc. Demandas de peque-
diferenciación, inserción particularizada en ños productores. Frente a un Estado imper-
el mercado de productos o laboral, etc . . . " meable o poco permeable a las demandas
Esta tesis tiene mucha importancia. En de desarrollo campesino, las organizaciones
Chile ocurre -en condiciones tan distintas se fortalecen buscando sus propios meca-
aparentemente- el mismo fenómeno. En nismos paralelos e independientes. Así, ve-
los cincuenta y sobre todo, en los sesenta , mos que un "Programa de comercialización
para estudiar el movimiento campesino ha- conjunta del arroz" es una de las activida-
bía que analizar las tres o cuatro grandes des centrales de la organización.
centrales nacionales. Hoy día el estudio hay La primera conclusión de este cambio
que hacerlo en el sur de los mapuches, que en la demanda campesina es la necesaria
poseen varias organizaciones, en la organi- transformación en la organización. Es más
zación de cooperativas de Chiloé, en los importante el organismo local o regional
Huilliches de Osorno, en las asociaciones de que maneja el programa, que el órgano su-
pequeños propietarios de la costa, en los perestructura! (ubicado en la capital) en-
sindicatos de la zona central, en las asocia- cargado de representarlo. Los recursos eco-
ciones de parceleros beneficiarios de la Re- nómicos y financieros están en la región,
forma Agraria, etc. Cada uno de ellos tiene los problemas de organización y adminis-
su autonomía, su dirigencia y su programa. tración también, etc.
La Central Campesina (Comisión Nacional Podríamos citar numerosos casos de
Campesina, CNC) agrupa sólo a una parte agrupaciones campesinas en Chile, por
y, tal como constata Chiriboga para Ecua- ejemplo, que llevan el mismo derrotero.
dor, representa sólo los intereses más gene- Las cooperativas, por citar un caso, al ser
rales y no siempre la riqueza y complejidad desconocidas por el Estado, han buscado
de las organizaciones, locales o regionales. circuitos financieros, crediticios, etc. para-
Tengo la impresión -sin un conocimiento lelos. La importancia de la Confederación
acabado- que en otros países del mundo Nacional de Cooperativas ha decrecido y
andino este fenómeno es similar; la hetero- sólo sirve de apoyo ( capacitación, por ejem-
geneidad campesina provocada por la refor- plo) y representación ante las autoridades
ma agraria peruana, por ejemplo, es muy en problemas generales y de principios. El
grande; aunque las centrales nacionales lugar más importante, donde se deciden las
agrupan a diversas y variadas organizacio- cosas que importan a la organización y el
nes regionales, el centro de poder y la dis- movimiento, está en las regiones.
cusión residen cada vez más en estas últi- En este contexto, Chiriboga nos explica

No . 1, Julio 1986 101


los cambios ocurridos en el nivel político: problema de tierras o de reforma agraria, es
se ha pasado de una posición política movi- la simple defensa de la identidad étnica, su
mientista a la participación política institu- valoración como etnia, pueblo, nación. Hay
cionalizada. Los dirigentes de esas asocia- casos en todos nuestros países, en estos úl-
ciones locales y regionales buscan su elec- timos diez años, de organizaciones que se
ción en municipios, consejerías, gobiernos levantan con semejantes propósitos: la de-
locales de todo tipo. Y es lógico. Es la posi- fensa de las tradiciones, cultura, lengua y
bilidad de dar espacio -a nivel local- a sus pueblo.
organismos y programas de acción empresa- Estas organizaciones, por lo general, se
rial independientes. Además, es la posibili- resisten a la centralización, a la mezcla, por
dad de expresar sus intereses corporativos. ejemplo, con organizaciones de campesinos
Pareciera ser una tendencia generalizada no indígenas, a la politización extrema si-
la participación corporativa a través de la guiendo los patrones de los partidos políti-
institucionalidad política. La movilización cos de la sociedad global, etc. En definitiva,
por tierras, podríamos afirmar como hipó- se han vuelto celosas de su autonomía e in-
tesis, se suele hacer -y se hizo- con tomas dependencia. El ejemplo de la Federación
de tierra, con acciones violentas y de hecho; Shuar en la Amazonía es interesante, ya que
la obtención de créditos, canales de comer- su demanda de autonomía no sólo se refie-
cialización e incluso fuentes de trabajo (en re a estos aspectos, sino también a la territo-
el caso de los asalariados rurales) pareciera rialidad, a la tecnología, al manejo de la sel-
requerir otro tipo de presiones; no basta va y la agricultura ; en fin, a todo lo que les
presionar desde fuera del aparato estatal o compete en su vida social y cotidiana.
de poder, es preciso ingresar a él, sofisticar La autogestión es el tema económico
la puntería, negociar y componer, de modo que pareciera corresponder a la autonomía
de lograr una parte de lo buscado. La políti- y d¡;scentralización en el terreno de lo polí-
ca se institucionaliza necesariamente como tico. Gobierno local y autogestión produc-
consecuencia de los cambios ocurridos. tiva forman una dualidad inseparable en es-
tas nuevas tendencias de los movimientos
e) Autonomía, autogestión y etnicidad. campesinos e indígenas.
Un elemento muy importante de la des- Este es un cambio sustantivo con refe-
centralización de los movimientos campesi- rencia al pasado reciente de las reformas
nos es la reaparición de la etnicidad y las agrarias, en que por lo general las dirigen-
organizaciones que se basan en su defensa. cías urbanas (técnicas) y campesinas brega-
En los sesenta, los movimientos indígenas ban por un tipo de economía agraria socia-
eran parte de los movimientos campesinos lizada, altamente planificada y estatalmen-
y tenían poca especificidad. Eso ha cambia- te centralizada. En Chile, la izquierda veía
do radicalmente tanto en Ecuador como en la nacionalización de la tierra y la cons-
en otros países, incluido también Chile. trucción de haciendas estatales el paso más
Pensamos que este cambio se debe a la avanzado hacia "la construcción del socia-
ofensiva de modernizaciones que en estos lismo en el campo". Hoy día no se pueden
veinte años se trató de imponer en el cam- sostener con igual énfasis esas mismas tesis.
po, y a su fracaso. Para los grupos étnicos, La valorización de la autonomía de las or-
esta ofensiva puso en peligro su vida social ganizaciones civiles con referencia al Esta-
y cultural como pueblo. Se trató de moder- do (sea cual sea su carácter) ha ido acompa-
nizarlos, acabando con sus características y ñada de la valorización de la autonomía en
negándolos como pueblos-naciones. Creo el terreno económico-productivo. Socializa-
que en esta ofensiva moderna y homogenei- ción de los medios de producción no es lo
zadora no estuvieron ausentes, tampoco, mismo, hoy día, que estatización de ellos.
las centrales campesinas, que, salvo conta- Esa experiencia no sólo es teórico-ideo-
dos casos, eran también agentes de la mo- lógica, sino práctica. Han apoyado este de-
dernización y el cambio agrícola y rural. sarrollo las múltiples y exitosas experien-
Chiriboga relata un caso -cerca de Ota- cias autogesttonarias, ligadas a la subsisten-
valo- en que la organización surge "para cia del desarrollo comunitario, la solidari-
que se respete a los indígenas" . Ya no es un dad entre los campesinos. Nuestra experien-

102 Revista Andina, año 4


cia organizativa en Chile está marcada por a cambiar el carácter de estas centrales; se-
estos elementos: programas de apoyo cam- rían la reunión de múltiples organizaciones
pesino de carácter democrático y solidario, autónomas de base local o regional; serían
pequeños proyectos de desarrollo gestiona- la reunión (y unificación) de complejos in-
dos por los propios campesinos, organiza- · tereses (e incluso contradictorios) de gru-
ciones de base, voluntarias y de hecho con pos y organizaciones campesinas : las de-
el fin de paliar las dificultades, ejercer la so- mandas empresariales de los pequeños pro-
lidaridad , subsistir económicamente y cre- ductores, las demandas de las empresas y
cer humanamente. Pensamos que esa expe- grupos productivos autogestionados, las de-
riencia de crisis económica y política (que mandas laborales de los asalariados agríco-
cada país latinoamericano ha vivido de for- las, las demandas étnicas de las organiza-
ma diferente y en diversos grados) ha cam- ciones indígenas, las demandas regionales
biado sustantivamente las bases y progra- de los grupos de zonas marginales y desfa-
mas de los movimientos campesinos, espe- vorecidas, las demandas propias (de género)
cialmente de los que tienen componentes de las asociaciones de mujeres campesinas,
indígenas. etc. La heterogeneidad de las demandas es
tan grande que sin duda es positiva la mul-
d) Centralización y autonomía. tiplicidad de organizaciones independien-
¿Es ésta una tendencia positiva, necesa- tes. La centralización juega un papel diver-
ria de fomentar o, por el contrario, en la so : ya no es la creación de una conciencia
autonomización el movimiento campesino campesina a lo largo y ancho del país, sino
pierde fuerza y se dispersa? Pregunta de di- la conjunción de las numerosas conciencias
fícil respuesta y, sin duda, no simple. La afectadas -y de sus reivindicaciones- en
constatación de que hay un evidente proce- un discurso unificador.
so de descentralización orgánica como con- La fórmula orgánica de congreso de or-
secuencia de una diferenciación campesina ganizaciones campesinas, como la Confede-
acelerada, no debiera conducir a su acepta- ración de Nacionalidades Indígenas de la
ción pura y simple. Pero es indudable que Amazonía Ecuatoriana, de que nos habla
hay que constatar una realidad y, por tan- Chiriboga, en la cual cada organización
to, redefinir a los actores en función de mantiene su personalidad , pareciera ser la
ello. A diferencia del período anterior, en fórmula orgánica de centralización en esta
que las centrales jugaban un papel orgánico nueva tendencia que se perfila en los movi-
principal, hoy día parecieran ser los orga- mientos campesinos e indígenas.
nismos regionales los que lo harán. Esto es
positivo; va en la línea, ya señalada, de una
mayor participación real de los campesinos
(no sólo como masa de maniobras o grupos
de choque y presión), de una mayor presen- Anne-Marie Brougere
cia de las organizaciones en las sociedades Instituto Francés de Estudios Andinos
locales y regionales (en la sociedad agraria Casilla 278
de cada país), de una mayor autonomía lima 18, Perú
económica, gestión democrática y creativi-
dad popular. Las centrales nacionales pier- Estos tres artículos tienen como deno-
den su papel organizativo directo y ganan minador común el mundo andino y dos de
en las posibilidades de convertirse en inter- ellos, más precisamente, la comunidad cam-
locutores frente a la sociedad del campesi- pesina. Trataremos un poco aparte el artícu-
nado como problema, como clase, como lo de Manuel Chiriboga, pues el tema que
cuestionamiento a las desigualdades, como aborda va mucho más allá del de la comuni-
conciencia ; en fin , en la posibilidad de ser dad, si bien no se aleja realmente.
el elemento de expresión de los "intereses En su introducción, nos parece que Ma-
permanentes" de los productores directos risol de la Cadena expresa muy justamente
de la agricultura. Este papel fundamental- el interés teórico de este tipo de artículo
mente ético-político o político-histórico (y hoy en día, no sólo para la antropología ,
no tanto reivindicativo directo) conduciría sino para todo lo que se refiere a la evolu-

No . 1, Julio 1986 103


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

ción de la realidad nacional. En efecto, tras dual y lo colectivo están en el centro del
la abundancia de trabajos sobre la comuni- debate, mas no para contraponerlos me-
dad andina en el Perú, los investigadores cánicamente como se ha hecho a menu-
sienten cada vez más la necesidad de revisar do. De hecho, los dos son necesarios pa-
los conceptos teóricos que permitan redefi- ra la reproducción de la estructura fami-
nir la comunidad campesina, actualmente liar, si bien el contacto con el mercado
reconocida como un actor importante en el capitalista produce alteraciones que ge-
desarrollo nacional. neran conflictos.
Estos dos autores, De la Cadena e Izko, Es indudable que aquí De la Cadena co-
tratan de demostrar que a las característi- loca una piedra interesante en el edificio
cas endógenas de la comunidad se aúnan que toda una corriente de la antropología
elementos externos que la transforman sin se esfuerza por construir para tratar de de-
por tanto hacerla desaparecer. Así, pues, finir la comunidad andina hoy en día: en
hay que descubrir lo "andino" detrás de los primer lugar, reafirmando la necesidad de
efectos producidos por el mercado y, vice- redefinir los conceptos a la luz de las evo-
versa, revelar- los elementos mercantiles es- luciones conocidas y sin lamentarse por la
condidos en lo "andino". pérdida de una identidad mítica. No se tra-
Los dos artículos difieren en cuanto a ta de oponer sistemáticamente el "mundo
los temas escogidos por los autores para andino tradicional" al "mundo capitalista"
argumentar sus teorías. En efecto, Marisol para determinar cuál de los dos se impondrá
de la Cadena piensa, y nos parece que con sobre el otro. La autora deja entrever sobre
mucha razón, que la comprensión de sólo todo que cada uno de estos dos mundos ha
los aspectos económicos no es suficiente y debido transformarse y adaptarse al tener
que, de hecho, debe considerarse toda la contacto el uno con el otro, sabiendo muy
organización social, ya que ésta engloba la bien que este encuentro es también fuente
totalidad del orden reproductivo: ideología de conflictos.
política , economía y biología. Al contra- Por cierto, les queda mucho por hacer
rio, Xavier Izko decide centrar su análisis a todos aquellos que deberían estar intere-
sobre el aspecto socio-económico, por falta sados en el devenir de la comunidad campe-
de tiempo y espacio para abordar los otros sina (y no sólo a los antropólogos), al igual
aspectos de la estructura andina. Reconoce- que sobre el plano etnográfico, conceptual
mos que esto es muy lamentable, pues así y temático. Por ejemplo, nos parece impor-
¡el análisis aparece un poco truncado! tante examinar con atención las consecuen-
De la Cadena escoge tres puntos centra- cias que ya tiene el masivo éxodo rural so-
les de estudio para llevar a cabo su análisis: bre el futuro de la comunidad andina . Esta
La cooperación, que ella nos muestra cuestión, a la que la autora presta poca
como una tradición propiamente andi- atención finalmente, puede que no sólo sea
na, pero también como una solución un tema de moda.
perfectamente adaptada a las exigencias De su lado, Xavier Izko trata de la per-
del mercado capitalista. sistencia y cambio en las comunidades cam-
El trabajo y la producción para el mer- pesinas de Bolivia. El autor parte de varias
cado: aquí , asimismo , encontramos los premisas que lo han de llevar a analizar este
elementos verna culares también fuerte- fenómeno:
mente presentes y ligados al funciona- Según Izko, la persistencia y el cambio
miento de toda una serie de institucio- se inscriben dentro de un contexto que
nes comunales. Pero aun aquí la incesan- hace referencia a la totalidad cultural; es
te penetración del mercado capitalista decir que parten del núcleo doméstico
ha introducido componentes que a veces para llegar a la comunidad y luego a la
modifican seriamente el espíritu que ani- sociedad nacional; todas estas instancias,
ma el funcionamiento de estas institu- actuando unas sobre otras, van creando
ciones, aunque sin hacer que éstas ad- diversos tipos de relaciones.
quieran un carácter puramente capita- Hay que tener en cuenta todos los tipos
lista. de cambio, sean éstos endógenos, exóge-
La cooperación y el conflicto : lo indivi- nos o el resultado de estos dos mecanis-

104 Revista Andina, año 4


mos. de los dos anteriores, no está menos ligado
Más que definir objetivamente persisten- al tema campesino. En efecto, Chiriboga
cia y cambio, hay que tratar de com- trata un asunto que finalmente nos lleva al
prender cómo se perciben los individuos anterior, ampliando lo que, curiosamente,
y los grupos en relación con estas dos di- no ha sido o apenas ha sido abordado por
mensiones. De la Cadena e Izko: la reciente evolución
Izko piensa que no hay que confundir de los movimientos campesinos e indígenas
"diferenciación interna" con "desinte- y su contacto con la realidad nacional. Sólo
gración comunal", aunándose en esto a Izko hace una breve alusión al tema hacia
De la Cadena. el final de su artículo, mencionando la
De hecho, para Izko es sobre todo a par- "representación global de las economías
tir del momento en que la reproducción de campesinas en el seno de la COB, a través
cada familia ya no depende realmente de la de la Confederación Sindical Unica de Tra-
instancia comunal, cuando la comunidad bajadores Campesinos de Bolivia". La im-
corre el riesgo de disolverse o de perder su portancia que puedan tener estos movi-
significado. mientos, a corto o a largo plazo, sobre el
Para tratar el conjunto de estas afirma- futuro de las comunidades campesinas (o
ciones, Izko se limita al sector económico , indígenas) es, sin embargo, innegable. Esto
elección que ya hemos deplorado pues de es lo que Chiriboga demuestra en su artícu-
entrada hace que aparezcan , de hecho, las lo con el ejemplo del Ecuador.
relaciones entre los mundos comunal y ca- La descripción de la historia reciente de
pitalista como relaciones esencialmente los movimientos campesinos e indígenas, a
económicas. Habiendo hecho su elección, partir de la década del setenta, muestra cla-
el autor desarrolla su pensamiento alrede- ramente una evolución desde el centralismo
dor de tres temas: ecología y acceso a los (reivindicaciones, liderazgo, estructura orgá-
recursos económicos ; niveles de organiza- nica) para llegar a una mayor autonomía de
ción comunal; circulación de productos, re- las organizaciones locales y regionales que
laciones de trabajo e inserción en el merca- muestra mejor la heterogeneidad actual
do capitalista. Cada uno de estos subcapí- (composición, tipos de reivindicaciones, en-
tulos es a su vez argumentado por numero- tidades solicitadas, etc.).
sos e interesantes ejemplos etnográficos, lo Fuertemente ligado al comienzo a los
que permite una comprensión concreta y a partidos urbanos para las reivindicaciones
menudo detallada del razonamiento del de tipo nacional, el movimiento se encami-
autor. Lamentamos, sin embargo, no haber na, paso a paso, hacia una diversificación y
encontrado un análisis específico de los mayor independencia política, lo que per-
conceptos utilizados, ya que se hace cada mite a las etnias expresar sus especificida-
vez más evidente que toda reflexión sobre des y reivindicaciones frente a un capitalis-
la comunidad andina debe estar precedida mo agrario que experimenta grandes cam-
actualmente por este tipo de trabajo, a la bios durante todo este período. Ello no
luz de recientes evoluciones en las relacio- impide, sin embargo, los reagrupamientos
nes entre las dos entidades: la andina y la de carácter regional.
capitalista. Parece que, de hecho, Izko con- A partir de cuatro ejemplos de asocia-
sidera que sólo el mercado capitalista in- ciones campesinas e indígenas regionales
fluencia y modifica la comunidad andina, con características bien diferenciadas, el
transformándola así en una entidad única- autor ilustra su análisis y nos deja entrever
mente receptora, sin iniciativa. Al contra- algunas de las consecuencias de la reciente
rio, nosotros creemos, al igual que De la crisis económica sobre la evolución de estos
Cadena, que la comunidad deja asimismo movimientos.
su huella en la sociedad capitalista (al me- De hecho, a pesar del interés evidente
nos en los sectores con !'os que está en con- que estos ejemplos representan para com-
tacto más directo), lo cual genera una bue- prender una situación particular, nos pare-
na parte de los conflictos que, de otro lado, ce que lo más importante radica en el enun-
apenas son tratados por Izko. ciado de los problemas de fondo (centralis-
Si el último artículo se aparta un poco mo o no; relación con entidades específica-

No. 1, Julio 1986 105


mente urbanas como los partidos políticos por Izko sobre los diferentes aspectos de
o los sindicatos ; reconocimiento de una es- los campesinos indios de Bolivia, no queda
pecificidad étnica o regional, etc.) , los que claro en qué se distingue la lógica del cam-
muy bien podrían servir para analizar otros pesino en el mercado y la lógica comunita-
contextos nacionales. ria y cómo esta distinción puede ayudar a
En realidad, a través de esta investigación comprender analíticamente la actual situa-
el autor pone de manifiesto la necesidad de ción de los comuneros bolivianos. Quizás
este tipo de análisis para toda reflexión so- sería conveniente que Izko explicitara qué
bre la reciente evolución del mundo campe- entiende por lógica familiar, lógica comu-
sino e indígena. Y, así , volvemos a la comu- nal, lógicas supracomunitarias, lógica del
nidad campesina, cerrándose de esta mane- mercado capitalista.
ra el círculo. En cambio, De la Cadena utiliza el nue-
vo concepto, acuñado conjuntamente con
1'raducción : Sh e ila Campion J . Golte (1983), de " la codeterminación de
la organización social andina", como cen-
tral para comprender las relaciones entre
economía de subsistencia y economía mer-
Efrai'n Gonzales de O/arte cantil, y la evolución de las comunidades.
Instituto de Estudios Peruanos Esta entrada se presenta muy sugerente,
Horario Urteaga 694, Jesús Mana, aunque no nos termina de convencer por
Lima, Perú dos razones: 1) Por no estar completamen-
te elaborada desde el punto de vista econér
mico . 2) Porque las evidencias presentadas
Pese a que los tres artículos tratan sobre tienen un valor descriptivo, muy útil, pero
campesinos indígenas y sus organizaciones carecen de poder analítico. A este respecto
sociales particulares en Perú , Ecuador y Bo- tenemos dos preguntas: si la familia comu-
livia, no es fácil hacer un comentario com- nera es una unidad producción-consumo,
parativo, pues las ópticas y los problemas ¿cómo se explica que el consumo lo efec-
descritos y analizados son distintos. En túe la familia nuclear y la producción, la
consecuencia, trataré de encontrar tangen- familia ex tensa? Si algunos intercambios
cias en las cuales existe debate y controver- entre comuneros no estarían regidos por la
sia entre los tres auto res. ley de la oferta y la demanda, ¿qué hace
Previamente quiero comentar un asunto que uno esté dispuesto a perder para que
que por su carácter repetitivo ya preocupa. otro gane?
Se trata de la afirmación hecha por De la Un asunto importante que surge de los
Cadena e Izko en el sentido que campesi- trabajos de Chiriboga y De la Cadena es el
nos y comunidades serían realidades sin conflicto como elemento principal para en-
teoría. El autor de esta curiosa frase es G. tender las tendencias generales de las orga-
Roegen, quien en 1969 hizo tal afirmación ; nizaciones campesinas y las tendencias in-
en ese entonces aún no estaban difundidas ternas de las comunidades campesinas. Des-
las teorías de Chayanov de principio de si- afortunadamente, Chiriboga no ha abordado
glo ; además, durante los últimos 20 años se la relación que existe entre conflicto inter-
ha investigado y escrito tanto sobre los no dentro de las comunidades y los conflic-
campesinos, que hasta es posible distinguir tos externos que condujeron a la aplicación
dos escuelas teóricas: los de la moral cam- de la reforma agraria en el Ecuador. Por su
pesina (Scott 1976) y la de los racionalistas parte, De la Cadena no aborda los conflic-
(Popkin 1968; Lipton 1968). Probablemen- tos externos ; en consecuencia, poco se dice
te sin proponérselo, el trabajo de Izko po- sobre el impacto de la reforma agraria pe-
dría ser catalogado entre los primeros y De ruana sobre el conflicto entre lo individual
la Cadena oscilaría entre una y otra. y lo colectivo en las comunidades campe-
Con esto quiero introducir el problema sinas.
de la teoría que manejan los autores con Estas omisiones tienen sus efectos en las
respecto a las comunidades campesinas. conclusiones de Chiriboga y De la Cadena.
Pese a la amplia información presentada Mientras esta última concluye advirtiendo

106 Revista Andina, año 4


que la formación de clases en las comunida- nómenos sociales que ocurren en este esce-
des campesinas es una discusión irresoluta a nario Jo sean también .
partir de su análisis, pese a haber discutido Finalmente, un punto de tangencia en
algunos aspectos de la diferenciación cam- los tres artículos es el efecto que tiene la
pesina, Chiriboga concluye aceptando que actual crisis económica en la economía y
los campesinos tienen conciencia de perte- organización de los campesinos indígenas
necer a una "clase subalterna", pese a la di- de estos tres países. Mientras Chiriboga da
versificación de sus organizaciones. Una hi- argumentos macroeconómicos para expli-
pótesis que surge de Jo anterior es que la car la transformación de las organizaciones
comunidad campesina y sus organizaciones campesinas, De la Cadena y sobre todo
políticas no pueden comprenderse fuera de Izko nos presentan a los campesinos y sus
la evolución económica y política de cada comunidades a niveles muy microrregiona-
país y que sus formas productivas familia- les o regionales, Jo que indudablemente re-
res y comunales se transforman en función corta las posibilidades de entender a los
de sus relaciones con el exterior. Es decir, campesinos en el contexto nacional. Sin
me inclino a pensar que las contribuciones embargo, pese al aserto de Chiriboga , su
de E.P . Thompson sobre clases sociales ayu- artículo no prueba fehacientemente que la
darían a responder a las preguntas de por crisis tenga efectos diferenciales sobre el
qué los campesinos tienen dificultades en campesinado ecuatoriano; es decir, no es
convertirse en "clase" y de qué manera la convincente su evidencia empírica para
comunidad indígena es un escollo o, quizás, probar esta interesante hipótesis.
una condición para tal fin y de por qué los
campesinos están "condenados" a ser clase
subordinada de otras, tal como plantea
Hobsbawn (1973) .
Un aspecto que debe ser aclarado por César Gonzales Mires
Izko es el papel que juega el autoconsumo Ahuacpinta 6 J 5
en la articulación de la economía de los co- Cusco, Perú
muneros, pues la afirmación de que "la ma-
yor parte de la economía campesina 'fun-
ciona' al margen del mercado capitalista" El desarrollo capitalista en nuestras so-
es contradictoria con el párrafo siguiente: ciedades andinas ha ido creando al interior
"una de las características de la economía de las unidades socio-étnicas enlaces cada
campesina es ( ... ) su capacidad para des- vez más vinculados a las acciones del Esta-
articular su relación con el mercado capita- do, en relación directa a la creciente fuerza
lista". Aunque también De la Cadena debe- de penetración del mercado en el medio
ría aclararnos por qué la codeterminación rural, haciendo de la vida urbana y rural
de la organización andina es contradictoria una unidad a consecuencia del creciente
con el mercado, si al mismo tiempo afirma abandono del campo en su desarrollo agra-
que existe interdependencias entre las ins- rio. De ahí que el anhelo de una reforma
tituciones andinas y las que se derivan del agraria visualizada a primera instancia en el
mercado. reparto de la tierra sea el punto de genera-
Por otro lado, creo que los artículos no ción del conflicto central, a partir del cual
discuten suficientemente la vigencia de la va a procesarse la evolución de los movi-
cuestión del control vertical de recursos y mientos campesinos, así como las formas
pisos ecológicos. Hay una aceptación implí- de permanencia y los cambios en la vida
cita de la actual vigencia de este sistema comunal.
como uno de los principales asignadores de No es entonces la reforma agraria la que
recursos y mano de obra en las comunida- organiza los conflictos, como Jo sugiere
des campesinas, sin explicar si este mecanis- Manuel Chiriboga, sino que ésta los genera
mo ha sido transformado por la articulación antes y los transforma después, porque el
de los comuneros a la división nacional e reparto de la tierra, adelantado o retardado
internacional del trabajo. El hecho que los por determinados grupos políticos con de-
Andes sean perennes no significa que los fe- cisiones de poder, no satisface las necesida-

No. 1, Julio 1986 107


des campesinas, así como las expectativas que participar en ellas, sobre todo cuando
vinculadas a formas de reivindicación étni- las relaciones están orientadas a devolver el
ca orientadas a preservar y fortalecer la trabajo prestado.
vida comunal dentro de un Estado pluriét- De ahí que se diga con razón que la dife-
nico. renciación campesina, a pesar de su "dina-
Al incursionar en el análisis de la coope- micidad", es un proceso de características
ración en nuestras sociedades andinas, veri- peculiares, pues no se deriva exclusivamen-
ficamos su participación directa en la re- te de la propiedad privada familiar, ni pasa
producción material y al mismo tiempo su exclusiva ni necesariamente por relaciones
fuerte influencia en la reproducción social. salariales. Si se quiere, otras relaciones pue-
Es entonces el conjunto de estas dos con- den contribuir a la apropiación del trabajo
cepciones el que hace de la cooperación ajeno, como son las relaciones de renta por
una solución tecnológica que reemplaza a la aparcería, las de parentesco o las de pago
la mecanización de la producción en los en productos en proporción a las cosechas.
Andes. Por eso es que, aun en las explica- Estas últimas se sustentan en las condicio-
ciones económicas concretas, creemos que nes de buenos o malos años productivos ; es
no es conveniente dejar de lado el sustento decir, en una suerte de racionalidad "equi-
ideológico, ya que éste influencia la repro- tativa".
ducción social y obscurece la comprensión La cooperación y los conflictos en rela-
de la evolución que vienen sufriendo cier- ción a la producción campesina y el merca-
tas formas de cooperación (ayni, minka, do vuelven a dinamizar las dimensiones de
faena, etc.) mando, por ejemplo, éstas son lo familiar y de lo comunal, en donde ve-
utilizadas mayormente en beneficio de cier- mos que no es una condición generalizada,
tas personas o grupos de las comunidades, como lo sugiere el tema, al señalar que la
como es el caso específico del acceso des- base colectiva se restringe a la esfera pro-
igual al pastoreo en tierras comunales. ductiva, porque, por ejemplo, muchas co-
Como quiera que la comunidad abarca munidades andinas del Cusco, muy vincu-
las dimensiones de lo comunal y familiar ladas al mercado, tuvieron que afrontar los
en su relación con el Estado y el mercado, conflictos generados por la descomposición
se hace necesario desmenuzar los alcances de empresas cooperativas ; fortaleciendo
de la cooperación en ambos casos para es- previamente sus relaciones comunales, lo-
tablecer las relaciones materiales e ideológi- graron reivindicar tierras para dimensionar-
cas que la sustentan, porque no siempre las se territorialmente, dimensionamiento que
normas técnicas que regulan la cooperación les fue imposible por cientos de años vía la
en el proceso de trabajo del grupo de pa- hacienda. Lo cual implicaba crear y recrear
rientes, son las que rigen para la reproduc- relaciones más allá de la esfera productiva,
ción comunal. ya que ésta, a pesar de la creciente indivi-
Tanto en la reproducción familiar como dualización, requiere técnica y socialmente
en la comunal y en el proceso de produc- de la organización comunal.
ción para el mercado, Marisol de la Cadena En cuanto a los archipiélagos étnicos,
explica debidamente cómo es que el traba- creemos que a través del mercado van arti-
jo productivo no es sólo mercancía, porque culándose cada vez más en forma directa
no está al alcance del que lo "ofrece" ni del con la ciudad eje, al modo de una "araña",
que lo "toma". Lo que quiere decir que el en la que la articulación entre las "patas",
trabajo productivo no proletariza ni abur- representadas por las comunidades, va per-
guesa a la usanza urbana, ni a la manera de diendo cada vez más su razón de ser, pues-
otras realidades campesinas no andinas. to que la complementariedad se va hacien-
A pesar de que el trabajo se explique do más necesaria a partir de la ciudad eje ,
por la diferencia en el acceso a los medios en contra de la articulación entre comuni-
de producción y, con ello, por una diferen- dades. Este fenómeno resulta inversamente
cia en el acceso al poder, en las unidades proporcional al grado de integración rural-
socio-étnicas andinas, como se manifiesta, comunal, debido a que, además, el Estado
se halla inmerso dentro de una serie de ins- redistribuye la riqueza con preferencia a la
tituciones, y para obtenerlo u ofrecerlo hay ciudad.

108 Revista Andina, año 4


Esto determina que las unidades socio- bre el funcionamiento, evolución y porve-
étnicas rurales no puedan aislarse de los me- nir de las comunidades campesinas de los
dios urbanos de influencia, porque éstos, al Andes.
subordinarlas económica y políticamente, El primer mito consiste, para el estudio
van transformando la matriz productiva de la dinámica actual de las comunidades,
campesina, que por naturaleza es amplia- en contraponer características "específica-
mente diversificada a partir del ciclo mente andinas" con exigencias del merca-
agrario . do que les serían opuestas e introducirían
Los dos artículos constituyen un buen transformaciones en lo "andino". No se
aporte al esclarecimiento de nuestras socie- trata de negar que una mayor articulación
dades andinas. a los mercados introduce cambios en la
economía campesina y su organización so-
cial, pero percibir lo "andino" y el "merca-
do capitalista" como dos cosas separadas y
recientemente antagónicas, resulta exagera-
Bruno Kervyn do y se parece a esa forma de dualismo cul-
Centro Las Casas tural entre lo tradicional y lo moderno o
Apartado 477 entre lo "andino" y lo "mercantil", explí-
Cusco, Perú citamente rechazada por Izko. Las comuni-
dades están vinculadas a los mercados des-
Resulta difícil comentar conjuntamente de por lo menos el siglo XVII y los sistemas
tres artículos que abordan temas tan dife- de organización espacial y de cooperación
rentes como la evolución de los movimien- descritos en la primera parte del artículo no
tos campesinos en el Ecuador (Chiriboga), tienen nada de "específicamente andino" :
la organización del trabajo y la relación en- son comunes a la mayoría de las sociedades
tre lo individual y lo colectivo en las comu- rurales de baja productividad que subsisten
nidades de la sierra peruana (De la Cadena) en ámbitos de montaña, descritos bajo con-
y los modos de organización y control de ceptos como "Alpwirtschaft", "estrategias
los recursos en las comunidades "origina- de producción en montañas", etc. Final-
rias" de Bolivia (Izko). Prefiero, entonces, mente, ¿qué es "específicamente andino"?
no mencionar más el inteligente e interesan- Sin duda todos los elementos culturales,
te trabajo de Chiriboga pues no conozco técnicos u organizativos determinados por
mayormente el tema. Más bien centraré mis la historia andina, aunque esta misma sea
comentarios sobre el artículo de Marisol de muy heterogénea, como nos lo recuerda
la Cadena, con solamente algunas referen- Izko. Pero las características mencionadas
cias al texto de Xavier Izko, que aborda di- por De la Cadena como "andinas" me pa-
ferentes temas con una rapidez directamen- recen provenir más de condicionantes eco-
te proporcional a la dificultad de los mis- lógicos que de la historia.
mos, de tal suerte que no profundiza ningu- En lugar de analizar la oposición entre
no de los elementos interesantes que pre- lo "andino" (entendido como sistemas de
senta. producción precapitalista) y el mercado
Marisol de la Cadena sistematiza de ma- monetario, y luego la adecuación de lo pri-
nera bastante razonable una serie de obser- mero a lo segundo (tipo de análisis directa-
vaciones sobre el funcionamiento de comu- mente derivado de la teoría de la transi-
nidades andinas. De esta manera ilustra, por ción), sería tal vez más útil concebir el fun-
ejemplo, la imbricación entre lo económico cionamiento actual de las comunidades co-
y lo político-social, nos advierte en contra mo un producto del tipo de desarrollo capi-
de interpretaciones demasiado rápidas so- talista que ha conocido el Perú, desarrollo
bre el rol del dinero en las relaciones de tra- que tiende a marginar a una parte im-
bajo o en contra de una supuesta identidad portante de la población que, a pesar de
entre diferenciación y desintegración. Sin una estrecha vinculación con el mercado, es
embargo, el artículo es más interesante por cada vez menos funcional al proceso de de-
una serie de mitos que conlleva, mitos to- sarrollo económico. Así, las similitudes que
davía bastante frecuentes en el debate so- la autora constata entre formas rurales y

No. 1, Julio 1986 109


urbanas de organización socio-económica cir, en base a la desigualdad. Pero esta estra-
no provienen de una imitación de lo rural tificación es muy diferente de un proceso
por lo urbano, sino de la necesidad de adop- de diferenciación, que consiste en la progre-
tar estrategias similares de sobrevivencia siva separación entre una clase de capitalis-
por parte de sectores "su o-capitalistas"; es tas y una clase de proletarios; es decir que
decir, subsumidos formalmente y no real- es diferente de la penetración en el campo
mente al capitalismo. de relaciones de producción capitalistas y
Otra ilustración de la confusión que ge- no solamente de relaciones de circulación
nera lo "específicamente andino" es el tra- capitalistas. Creo que Marisol de la Cadena
tamiento dado por De la Cadena al concep- tiene mucha razón en dudar que este tipo
to de integración vertical. La autora señala de diferenciación se esté dando significati-
oportunamente que este concepto sufrió un vamente en las comunidades, pero habría
cam hio radical con la desaparición del Esta- que explicitar mejor los motivos de la per-
do inca : perdiendo su dimensión política y sistencia de la "producción mercantil sim-
su función de explotación de mano de obra, ple". Esta persistencia no se debe tanto a la
el control vertical pierde en realidad todo funcionalidad de las economías campesi-
contenido "andino" y se asimila a una estra- nas( 1), cuanto, como lo señala la autora, al
tegia indispensable en cualquier agricultura desarrollo tecnológico de la agricultura en
dependiente que enfrenta riesgos elevados los Andes, que no ha permitido -hasta aho-
y debe diversificar su producción . No hay ra- un incremento diferenciado significati-
que olvidar que el control de pisos ecológi- vo de la productividad de la mano de obra
cos distantes (donde todavía existe) inclu- en las condiciones ecológicas en que viven
ye controles de la población y relaciones de la mayoría de las comunidades. Pero allí
dependencia . Como lo señala Izko, éste es donde la ecología ha permitido este tipo de
uno de los factores que explica la progresi- desarrollo tecnológico, en muchos casos se
va desaparición de este sistema en Bolivia, han desarrollado relaciones capitalistas de
mientras que en el Perú el fraccionamiento producción y la comunidad se ha desinte-
de grandes comunidades que cu bren rangos grado, proceso ilustrado por la autora en la
importantes de altura en unidades más pe- última parte de su artículo. En otras pala-
queñas, obedece al mismo deseo de indé- bras, no es en general el "mercado" ( ¿qué
pendizarse de controles económicos y socio- significa?) el que induce la diferenciación
políticos. Luego, los intercambios entre di- en las comunidades andinas, sino la innova-
ferentes zonas ecológicas responden simple- ción tecnológica. Por otra parte, el sistema
mente a la necesidad de adquirir lo que uno comunal de cooperación y de organización
no produce. No entiendo el deseo de la social no es ninguna barrera contra la dife-
autora de buscar un supuesto principio de renciación, pero sí lo son la ecología andi-
control vertical de los recursos detrás de las na , que impide la mecanización, y el tipo
ferias, redes comerciales, etc. O en este caso de oferta tecnológica que se ha dado hasta
todo el comercio interregional e internacio- ahora. Si se pudiera aumentar mucho la
nal podría también ser descrito en función productividad de la mano de obra, no hay
de controles verticales u horizontales de los duda que tarde o temprano se daría un pro-
recursos. ceso de diferenciación , aunque este último
Un tercer mito se revela en la manera de no conduce necesariamente a la constitu-
tratar la diferenciación campesina. La auto- ción de un proletariado agrícola permanen-
ra deja entender que las comunidades basan te, sino que puede muy bien ser compatible
la organización de la producción sobre un con una agricultura familiar de mayor es-
principio de distribución igualitaria de los cala.
recursos y del trabajo común , principio que Ligada al proceso de diferenciación está
en alguna forma se ve afectado por la mer- la discusión sobre el rol del jornal en lasco-
cantilización de la economía campesina. En munidades. De nuevo la autora subraya con
realidad, la comunidad andina -como todas razón que el pago de un jornal no es sinóni-
las comunidades rurales en el mundo , salvo mo de relaciones salariales, pero no por las
algunas tribus primitivas- ha sido y es orga- razones que ella presenta (el jornal no sería
nizada en base a una estratificación ; es de- sino otra forma del ayni, pues sería una re-

110 Revista Andina, año 4


!ación de corto plazo posible sólo dentro de vierte en el factor relativamente escaso y el
relaciones no mercantiles de largo plazo). trabajo es abundante, estas relaciones socia-
Teóricamente, la remuneración del trabajo les y de parentesco, tantas veces descritas
en dinero no es una condición ni necesaria por los antropólogos, pierden buena parte
ni suficiente para la existencia de relaciones de su significación tanto para la obtención
de producción capitalistas, pues, de un lado, de mano de obra como para la distribución
el trabajo puede ser convertido en mercan- del producto. En este caso, el sistema de
cía sin ser retribuido en dinero y, del otro, herencia se vuelve fundamental. Esto es
las relaciones de producción capitalistas im- probablemente Jo que intuye De la Cadena
plican además que el objetivo de la produc- cuando concluye su artículo apelando a
ción sea la acumulación de capital y que se mayores estudios sobre los sistemas de he-
dé un aumento de la composición orgánica rencia . En otras palabras, el aumento de la
del capital (incremento de la productividad presión demográfica sobre la tierra en las
de la mano de obra). En gran parte de las comunidades ha provocado un cambio im-
comunidades el pagar o no jornales es mera- portante en la función económica de mu-
mente un asunto técnico que no tiene nada chas instituciones comunales que, muy pro-
que ver con relaciones capitalistas de pro- bablemente, no representan ya ningún prin-
ducción. Pero, por otro lado, los comune- cipio efectivo de organización social. La
ros no tienen en general ningún problema disponibilidad de recursos por familia es,
en vender su fuerza de trabajo (contra di- entonces, una variable clave para entender
nero o productos) a pequeños capitalistas la organización del trabajo en las comuni-
locales, sin que esto signifique "compromi- dades. Para ilustrar esto notamos que el
sos y obligaciones de diversa índole que quechua es extremadamente rico en voca-
deba cumplir el que recibe el trabajo". blos que designan relaciones de trabajo,
En el tratamiento que se da en el artícu- pero hoy en muchas comunidades sólo se
lo al tema de la cooperación y del trabajo usan tres o cuatro términos para designar
en las comunidades, creo percibir un cierto esas relaciones. Sospecho que el empobreci-
fetichismo sobre las relaciones de parentes- miento del vocabulario acompaña a la pér-
co o las redes de cooperación. Estas perte- dida de importancia de los mecanismos de
necen a lo superestructura!, a Jo ideológico. acceso a la mano de obra de la comunidad.
Sirven en general para encubrir relaciones Finalmente, el tratamiento dado a la re-
económicas y, por lo tanto, no pueden ser lación entre lo comunal y lo individual tie-
tomadas a priori como manifestación de un ne la virtud de ser desmitificador, pero no
principio real de organización social. En las lo es suficientemente a mi juicio. En primer
comunidades andinas es especialmente im- lugar, hay que recordar que ciertas activi-
portante distinguir el discurso (normalmen- dades colectivas son complementarias a las
te igualitario y justificatorio) de la realidad, actividades individuales : son aquellas que
y temo que si esto no es realizado cuidado- generan beneficios sociales más que indivi-
samente, el análisis de la imbricación entre duales. Este es el caso del mantenimiento
lo " ideológico, político, económico y bio- de ciertos recursos o infraestructuras, de la
lógico" nos conducirá sólo a más mitos, en representación política, etc. Otras activida-
lugar de darnos más luces sobre las comuni- des son conflictivas cuando hay contradic-
dades. Por ejemplo, cuando la tierra es un ciones entre objetivos privados y públicos
factor relativamente abundante, sus formas y son estas últimas las que reciben la aten-
de control individual son poco importantes, ción de la autora. En segundo Jugar, estas
pero el control sobre la mano de obra es contradicciones entre objetivos públicos y
fundamental. En este caso, el parentesco y privados son comunes a todas las socieda-
las relaciones sociales juegan un rol primor- des y a todos los sistemas de producción y
dial, y De la Cadena tiene mucha razón no dependen estrictamente de una mayor o
cuando nota que "el trabajo .:stá 'dentro ' de menor integración al mercado. Por ejem-
una serie de instituciones y que para obte- plo, cuando De la Cadena señala que lo co-
nerlo y ofrecerlo hay que participar en lectivo administraba tanto la producción
ellas". Pero cuando por razones de expan- como la distribución, mientras que ahora se
sión demográfica u otras la tierra se con- ha restringido a ciertas partes de la esfera

No. 1, Julio 1986 111


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

productiva, esto significa que bajo un siste-


ma político extremadamente desigual y Javier Medina
autoritario, el Estado tenía el poder de Bolivia
imponer un cierto modelo distributivo. En
el Perú actual , el rol distributivo del Estado
es mínimo y dentro de las comunidades Voy a ceder a la " fascinación de los es-
este rol es nulo, como lo es también su pa- quemas englobantes", ya que en no otra
pel en la organización de la producción. cosa puede incurrir quien no tiene el privi-
Esto implica que la organización comunal legio de ser un "dialéctico de lo concreto" ,
tiene que asumir estas funciones en la me- sino sólo un obsoleto diletante del "ser y la
dida en la cual son necesarias a su sobrevi- nada".
vencia y, por lo tanto, los conflictos se ex- Probablemente esté errado, pero -aquí
presarán a nivel comunal en lugar de expre- y ahora- lo digno de ser pensado , me pare-
sarse entre el ciudadano y el Estado . El ori- ce, es precisamente la persistencia y las
gen de las manifestaciones actuales de los transformaciones de la comunidad andina.
conflictos entre intereses individuales y co- ¿Adónde, en efecto, volver los ojos en un
lectivos no está, entonces, principalmente país de indios en el que el capitalismo no
en "la incursión del poblador andino en el funciona y el socialismo, si es el "realmente
mercado", sino en el hecho que el Estado existente", ha demostrado no ser sino un
ha "delegado" a la comunidad las tareas de atajo hacia lo mismo : Harrisburg y Cherno-
organización y distribución. Hay que no- byl? ¿Adónde, cuando la física moderna ha
tar, además, que algunas comunidades ad- hecho añicos los privilegios iluministas, y
ministran de manera bastante estricta los antes ju deo-cristianos, de la línea recta y la
excedentes de mano de obra y no se res- enternecedora ilusión de la finalidad de los
tringen a la esfera productiva. ¿Cuáles son , hombres de la Tierra del anochecer? Ante
entonces, los efectos de la monetarización un callejón sin salida, la meta sólo puede
de las economías campesinas sobre estos estar en el origen. Sé que tiendo al optimis-
conflictos? Creo que son dos: de un lado, mo de la voluntad en estos indigentes tiem-
el desarrollo del mercado de mano de obra pos post-modernos en los que todo atiza al
y de algunos bienes y servicios ofrece' ma- pesimismo de la inteligencia y, para colmo,
yores posibilidades de sobrevivencia indivi- en estos tiempos de Revuelta -la expresión
dual ; es decir que muchos comuneros mi- es de Octavio Paz- me siento anacrónica-
grantes son cada vez menos dependientes mente hermano de Rimbaud y los surrealis-
de la actividad agropecuaria y, por lo tanto , tas( 1). Que ellos disculpen entonces esta di-
de los aspectos colectivos de esta actividad. vagación , pues no todos hemos nacido para
Y de otro lado, la innovación técnica que el juego corto de la filigrana y una revista
aumenta la productividad de la mano de andina, supongo, exige la complementarie-
obra (donde la hay), puede aumentar más dad.
el costo de oportunidad del trabajo que el Pienso que los etno-historiadores ya han
beneficio de ciertas actividades colectivas. hecho los indispensables estudios concre-
Por lo demás, me parece difícil generalizar tos, como demuestra el texto de Izko, que
una "teoría del conflicto" (y'De la Cadena nos permitirían dar un paso más ; un paso,
señala que no pretende hacerlo), pues las digamos, como el que dio Murra o, un siglo
comunidades, como todo grupo humano, antes, un judío renano al prestidigitarnos el
dependen mucho en su organización de los concepto de plusvalía. Los andinistas nos
hombres que las componen. han regalado hermosas palabras: reciproci-
dad, complementariedad, redistribución,
(1) ¿Cómo pueden ser funcionales si sus comunidad ; para no meterme, ahora, con
costos unitarios de producción son casi esas no menos bellas y misteriosas: pacha ,
siempre mayores a los de la agricultura urko, urna, jaqui, chachawarmi, janantin,
capitalista (definitivamente, el costo de
oportunidad de la mano de obra campe- etc., que bien pudieran ser coaguladas en
sina no se aproxima a cero) y si ofrecen un par de conceptos que articulen un siste-
mano de obra barata sólo a sectores rela- ma que nos pudiera permitir ver los cerros
tivamente marginales de la economía? y, una vez vislumbrado el divorcio de las

112 Revista Andina, año 4


aguas, dejarlas que se licúen otra vez. colonial/criollo, que lo que menos le ha in-
Xavier Izko, en el corazón de su texto, teresado es garantizar la alimentación de los
el análisis de la estructura socio-económica sujetos de su formación social, quejándose
de las comunidades andino-bolivianas (una luego de falta de consenso; en la COB, en la
escritura prolija que revela las huellas de que perviven, travestidas de ropaje sindical,
una educación sentimental más cercana al viejas formas andinas de representación y
barroco de la Selva Negra, con algún que práctica política y que sólo dos espejismos
otro destello de Esprit de géométrie , que -uno, confundir a su cúpula con el movi-
al. estilo llano de los campus americanos), miento social y, dos, el reduccionismo leni-
roza una y otra vez con una conceptualiza- nista que no es capaz de ver, en los sindica-
ción posible de lo que podríamos llamar el tos mineros y agrarios sobre todo, al jilaka-
sistema económico andino , dentro del ta que se esconde detrás del dirigente sindi-
cual la verticalidad vendría a ser su colum- cal- han impedido e impiden que ella, la
na vertebral. COB, sea la clave para concretizar el ideal
En efecto, al generalizar, constata la vi- de un Estado andino ahora . Y, ¿qué pensar
gencia de otra racionalidad productiva; de de los carnavales de Oruro , la fiesta del
otras prácticas económicas que "provocan" Gran Poder, de Urkupiña?, ¿no muestran
la mayor generosidad de la otra parte; de elocuentemente que la Bolivia andina bulle
tipos de prestaciones de trabajo "sin direc- y que esta hoyada, día que pasa, crisis me-
to retorno" y "con directo retorno"; de diante, es más Chukiy~wu y menos La Paz?
"reciprocidades su i generis que funcionan ¿Cómo interpretar ese abigarrado renaci-
como participación en el gasto"; de que miento de los viejos ritos que ya no son vi-
"en realidad, la mink'a es algo más que un vidos como infracción a regla alguna? ¿Qué
simple intercambio de fuerza de trabajo pensar de ese todavía quedo y restringido
por productos" y que "ese plus hay que diálogo cristiano-indio, en el que ambas
buscarlo precisamente en su función so- partes discuten de igual a igual y buscan
cial" que es la que "permite la redistribu- ponerse de acuerdo en cómo hacer más hu-
ción del producto y la práctica igualación mana la tierra, esta tierra : la kaypacha, y
del nivel de consumo". Izko llega a hablar más terrenales los hombres? En fin, . ..
de una "economía étnica", contrapuesta a Ignoro si Izko conoce los textos de Do-
los "sistemas tradicionales del intercam- minique Temple(2) , pero me parece perti-
bio" , que se mueve "en el contexto de la nente la lectura que hace Temple de Marce!
reciprocidad". Es más, habla incluso de que Mauss y Marshall Sahlins. Así como Marx,
"las redes de reciprocidad tienden también valgan las distancias, leyendo a los econo-
a articularse en el sistema urbano, pero co- mistas clásicos, descubre "otro continente
mo mecanismos de sobrevivencia en una so- teórico", Temple, leyendo al autor del En-
ciedad hostil" y de que la "dinámica de la sayo sobre el don y al de Economía de la
persistencia y del cambio pasa a veces por la edad de piedra, concluye postulando la
vigencia de una lógica económica que logra existencia de dos sistemas simbólicos y eco-
refuncionalizar ( ... ) la lógica del mercado nómicos : al uno, el indígena, llama sistema
capitalista, quien la utiliza parcialmente, de la reciprocidad y redistribución; al otro,
pero es, a su vez, utilizada ( . . . ), indepen- al occidental, lo denomina sistema de inter-
dientemente de que el capital lo permita, cambio y acumulación. En todo esto, el de-
por la lógica comunaria". Si a esto añadimos talle estriba en que Temple distingue entre
que estas pulsiones andinas muestran su intercambio y don; diferencia que permite
máscara por doquier; verbi gratia : en la Ley pensar el don con un concepto brotado de
fundamental agraria de la CSUTCB: el de- su propio campo semántico, reciprocidad,
sarrollo de las autonomías comunarias; en y ya no con los conceptos del otro sistema,
Coraca, que, en el fondo , instintivamente, que sólo puede entenderlo, lógicamente,
plantea poner las bases de un Estado andi- como una forma arcaica del intercambio.
no , pues desde el siglo XVI en los Andes Otra yapa de esta visión etnocéntrica que
bolivianos no se ha tenido una experiencia piensa lo indígena con los conceptos de la
estatal real , sino sólo la del vértice coerciti- economía política occidental es el abuso de
vo, prebendalista, depredador de un Estado la analogía, sobre todo la de vena marxista,

No. 1, Julio 1986 113


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

que pone en circulación conceptos como pues todo tiene que ver con todo. Y lo que
" valores de uso", "modo de produ cción decía al comienzo : hay ya los materiales
mercantil simple" , "acumulación originaria suficientes como para que los que saben,
permanente", "modo de producción impro- puedan echarse un polvete teórico, de cu-
ductivo", "sobre determinación de la eco- yos lodos, con el tiempo y las lluvias, como
nomía en última instancia", etc. De la ana- en el caso de la verticalidad, podamos dis-
logía pasar a la anagogía (donde Jo elevado , frutar y hacer correr tinta, no sólo los que,
por supuesto , es Jo occidental) y de ahí cansados de novelas, hemos hecho de la li-
arribar a la mistagogía , religiosa o laica, de teratura etnológica un nuevo Festín de
izquierdas o derechas, es sólo cuestión de Esopo, sino sobre todo los indios, que con
inercia. estos conceptos tienen que volver a ligar los
En esta distinción entre don e intercam- descoyuntados miembros del Inka.
bio se basa la posibilidad de pensar otro ti-
po de desarrollo político y económico ; un (1) El gran objetivo del surrealismo fue ha-
desarrollo que, dado que en los Andes no cer tabla rasa con los valores de la civili-
hubo el genocidio de otros lugares, no es zación racionalista y cristiana de Occi-
sino el desbloqueo de Jo que ha quedado dente; luchó porqu e " la vida y la muer-
anastesiado, entumecido, por el "encuen- te, Jo real y lo ima~inario, Jo pasado y Jo
futuro, Jo comunicable y Jo incomuni-
tro" , como pronto, con ocasión del V Cen- cable, lo alto y Jo bajo , deJaran de ser
tenario , empezaremos a decir incluso los percioidos contradictorios' (Segundo
izquierdistas criollos civilizados. Pues los Manifiesto) . Si bien el surrealismo se es-
sujetos del sistema de la reciprocidad y la trelló contra un muro : el de la Tercera
redistribución existen y son la mayoría de Internacional, su fracaso es en realidad
este país; son también los benditos culpa- el de la tentativa revolucionaria: la res-
bles de que no funcione el capitalismo ; los puesta al tiempo rectilíneo . Si ahora vi-
que se niegan a ver el mundo como un con- vimos un nuevo tiempo axial y el tiem-
po de la Revuelta , ¿no sería surrealista
junto de cosas buenas y malas, unas henchi- desear que en los Andes se plasme el vie-
das del ser divino y otras roídas por la jo Sueño? (Cf. mi epílogo: "Pensar la
nada : he ahí su anti-cristianismo ; los que Revuelta" , a La dialéctica del don, vide
rehúsan ver la realidad como un conglome- infra).
rado de cosas útiles o nocivas: he ahí su
anti-capitalismo ; los que no se permiten, (2) Dialéctica del don, Ensayo sobre la eco-
sabiamente , ver el mundo como un objeto nomía de los pueblos indígenas, Hisbol,
o un grupo de objetos desnudos de todo La Pazi 1986 ; Contribuciones al etno-
valor, desprendido del espectador, pues desarro lo, s/f.
nunca es posible ver el objeto en sí ; siem-
pre está iluminado por el ojo que mira ,
siempre está moldeado por la mano que
acaricia , lo oprime o Jo empuña . El mundo Alexis Pérez Tarrico
no es un horizonte de utensilios, sino un Instituto Nacional de
campo magnético . Todo está vivo ; todo ha- Historia y Literatura
bla; todo emite signos. Casilla de correo 7846
"Esta reflexión crítica, a la luz de la lite- La Paz, · Bolivia
ratura antropológica" , que lleva a cabo
Izko, muestra una suerte de efervescencia
polisémica , de ebullición de significantes En el proceso de desarrollo de los pue-
en busca de macho que las preñe; atisbos, blos de América Latina , proceso conflictivo
guiños que deben ser pensados hasta el fi- y contradictorio, son las sociedades agrarias
nal y también -por qué no decirlo- un las que acusan, sin duda , mayor atraso y
cierto culto académico por la empiria de marginalidad , adquiriendo matices verdade-
sabor inequívocamente sajón , que en la ramente dramáticos en el espacio andino .
medida que deviene culto empieza a trai- Es un proceso de gran complejidad, es-
cionar esa abstracción del hecho en sí que, pecialmente en lo qu e se refiere a la repro-
como ya todo el mundo sabe, no ex iste, du cción de la organización social, identidad

114 Revista Andina, año 4


cultural y el "contacto" con otros sectores humanos, tecnología, etc.), que la enrique-
de la economía, principalmente el mercado. cen o la empobrecen.
En esta área de la investigación existe Marisol de la Cadena realiza, a mi juicio,
un proceso acumulativo, con diversos resul- un excelente trabajo de campo. Sin embar-
tados, tanto en la teoría como en el trabajo go, me preocupa no saber hacia dónde se
de campo. El trabajo de Marisol de la Cade- dirige. Tal vez a advertir a las instituciones
na compromete a su autora en la tarea de gubernamentales cuando traten de imple-
exponer el estado de desarrollo en que se mentar algún plan de desarrollo o tal vez se
encuentran las comunidades de un sector oriente a la preservación de las comunida-
del área andina peruana, así como los cam- des de lo extraño. Esta preocupación está
bios que sufren al contacto con la actividad motivada por el estado de atraso, margina-
mercantil. Pone en evidencia, por otra par- lidad y, en algunos casos, aculturación en el
te, la inexistencia de una comunidad homo- que viven las comunidades andinas. Y las
génea que exprese la organización colectiva. preguntas pueden multiplicarse. ¿Será ne-
El trabajo explica las relaciones en la cesario introducir cambios en la estructura
producción, organización del trabajo y ac- de las comunidades o se reforzarán los me-
ceso a la fuerza de trabajo, ya sea a través canismos, los métodos y las interrelaciones
del parentesco o de la familia misma. Expli- válidos en el tiempo y se desechará aquello
ca, de igual manera, la inserción de la co- que por obsoleto se ha convertido en una
munidad en varias zonas ecológicas a fin de traba para los nuevos cambios? ¿Quiénes
complementar sus recursos, modificando su dirigirán estos cambios?
modo de vida al contacto con el mercado. Estas preguntas son también pertinentes
Otro factor importante es el de la "dife- para el trabajo de Manuel Chiriboga, en el
renciación". La autora en su análisis advier- que se expone cuatro casos de movimientos
te su peculiaridad al ser un proceso hetero- en el área rural ecuatoriana. De los cuatro
géneo e inconcluso, que no presenta polari- casos, las organizaciones de la sierra son las
zación de fuerzas sociales. Al respecto seña- más débiles, no por su tradicionalidad, sino
la que "la diferenciación andina no se deri- por la pobreza de sus tierras y una produc-
va exclusivamente de la propiedad privada ción destinada a la autosubsistencia, depen-
familiar, como tampoco pasa únicamente diendo )os pobladores de ingresos adiciona-
ni necesariamente por relaciones salariales". les a través de la venta de su fuerza de tra-
Habría que marcar, sin embargo, que exis- bajo a las haciendas. En este sentido, el
ten otras instancias en la diferenciación, caso ecuatoriano difiere del boliviano, don-
como lo político (sindicato, comité, parti- de el latifundio en la zona altiplánica es
do) o los migrantes portadores de nuevos sólo un recuerdo; existe, sin embargo, esca-
valores. sa cooperación estatal, producción decre-
La autora señala, finalmente, los con- ciente y una paulatina migración a las ciu-
flictos que emergen al contacto con el mer- dades. · ·
cado, donde se transforman las relaciones Del trabajo de Chiriboga podemos desta-
entre lo individual y lo colectivo. Dentro car la presencia de un fenómeno nuevo en
de la comunidad, lo individual se movía en los movimientos campesinos: la "descentra-
la esfera de la producción y lo colectivo, en lización". Los movimientos regionales o lo-
la distribución. Ahora lo individual incur- cales, afiliados o no, se van autonomizando
siona en la administración del producto del con reivindicaciones propias. Esto nos
trabajo. Todo esto lleva, sin duda, a conflic- muestra las limitacion~s de los contenidos
tos, ya sea por la utilización de tierras de programáticos d~ los partidos "progresis-
mayor rentabilidad o por el aprovechamien- tas" y su falta de adecuación a los nuevos
to y distribución del agua, conflictos que problemas, conflictos y .contradicciones
originan, a su vez , subordinación de los que viven campesinos e indígenas. En este
"parientes pobres", clientelismo, etc. Por aspecto, el caso boliviano es también dis-
lo visto, no parece ser el mercado el único tinto : los movimientos campesinos en Bo-
factor para crear estos conflictos, sino las livia se encuentran fraccionados, pese a los
condiciones mismas en las que se halla in- esfuerzos de la Confederación Sindical Uni-
mersa la comunidad (recursos naturales y ca de Trabajadores Campesinos, cuyos lo-

No. 1, Julio 1986 115


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

gros son notables. Su programa, sin embar- asimismo, a los interminables tópicos etno-
go, conlleva una contradicción aún no re- esencialistas sobre una improbable "esen-
suelta: su subordinación al programa del cia" cultural andina y nos hacen recordar
movimiento obrero. Esto se expresa, por muy oportunamente que, indígenas o no,
ejemplo, en las luchas por la mejora de los los campesinos andinos (como todos los de-
precios de ciertos productos agrícolas, más campesinos del mundo) no se libran de
prontamente neutralizadas por el programa la necesidad de negociar las características
de "control de precios de los artículos de de su reproducción sociocultural dentro del
primera necesidad" de la Central Obrera marco restringido de sus intercambios con
Boliviana. Debemos señalar, además, que una sociedad global que los estructura y a la
los objetivos de los campesinos e indios de que ellos tratan a su vez de estructurar. Mas
la zona andina (Bolivia, Perú , Ecuador) no estos intercambios no son solamente sim bó-
se encuentran subordinados simplemente a licos (como trataría de hacérnoslo creer
la lucha por el acceso al capital, sino que su una etnoantropología demasiado "cultura-
objetivo mayor es conquistar un espacio en lista" -por no decir "neofolklorista"-):
el poder. Por otra parte, en el caso ecuato- son sobre todo materiales (comerciales) y
riano, la implantación de la reforma agraria cívicos (políticos). Sorprendente descu bri-
y la intervención del Estado en programas miento para nuestros "indianistas" parisinos
de desarrollo, sobre todo en la costa, han ( o londinenses, berlineses, neoyorquinos
modificado sustancialmente los objetivos -da lo mismo-) en perjuicio del fundamen-
de los movimientos campesinos. Estos pa- talismo (siempre que sea exótico): los indí-
san por tres momentos: el acceso a la tierra, genas de los Andes son, asimismo y a su
el acceso al capital y un proceso de diferen- modo, ¡productores atentos a las oportuni-
ciación con objetivos empresariales. Otro dades del mercado y ciudadanos vigilantes
de los objetivos, que el autor pone de mani- de su relación con el Estado!
fiesto, es la persecución de reivindicaciones Naturalmente, no ignoro que esta última
étnico-culturales y su ubicación en el plano afirmación podrá ser tachada de uniformi-
nacional. Estas reivindicaciones crean difi- zante y reducidora por los mismos que pre-
cultades en la búsqueda de acuerdos entre tenden ignorar que, mucho antes de su con-
organizaciones, puesto que exhiben sus di- tacto con occidente, las civilizaciones cam-
ferencias. pesinas andinas habían producido Estados,
Finalmente, como señala el autor, los una de cuyas funciones principales era no
procesos de diferenciación se acentúan ante solamente justificar en términos ideológi-
nuevos fenómenos, como la crisis económi- cos un orden social y cósmico, sino consoli-
ca, y de acuerdo al grado de contacto con dar las condiciones de producción y de
el mercado y la participación estatal. En intercambio de estas civilizaciones; es decir,
consecuencia, la descentralización se acen- intervenir en las condiciones materiales de
túa aún más por el grado en que son afecta- la producción y en el intercambio de todos
dos los distintos sectores de la sociedad los excedentes situados más allá del umbral
agraria. de la autosubsistencia y la autorreproduc-
ción mismas: alimentarios, manufactura-
dos, militares, simbólicos, políticos.
A ellos en particular les recomiendo, por
tanto, que se informen sobre el estado ac-
Jean Piel tual de la cuestión en los artículos de Mari-
Université de Paris VII sol de la Cadena y de Manuel Chiriboga. En
2, Place Jussieu el primero verán con qué racionalidad, unas
75005, Paris veces astuta, otras "razonable", las comuni-
Francia dades campesinas del Perú conjugan los in-
tereses contradictorios ( colectivos, familia-
He aquí dos aproximaciones científicas res, individuales) que las dividen y confor-
serias a los problemas actuales del campesi- man a la vez, con las necesidades del merca-
nado del Ecuador y Perú. A partir de pro- do ( de productos, de fuerza de trabajo);
blemáticas distintas, nos permiten escapar, pero un mercado cuyas leyes no son exter-

116 Revista Andina, año 4


nas a la comunidad ni a sus miembros, sino Chiriboga reside precisamente en tratar de
que, al contrario, están interiorizadas en las relacionar un conjunto más amplio de va-
reglas y estrategias de reproducción comu- riables, diferenciando cuatro dimensiones
nal, dentro de los límites compatibles con principales: a) tipo de desarrollo capitalis-
las reglas de producción. ta diferenciado; b) formas de la interven-
En el segundo artículo descubrirán cómo ción estatal; c) proceso de democratización
el campesinado ecuatoriano, largo tiempo desde 1981 ; y d) la crisis económica de ese
reducido al estado de masa indiferenciada y año, 1981.
pasiva (por sus explotadores latifundistas Teniendo en cuenta estos elementos,
tradicionales) o masa indiferenciada y acti- Chiriboga rechaza la tesis que sostiene que
va (en términos casi "de clase", por sus di- no habría un movimiento campesino autó-
rigentes no campesinos estacionados en la nomo en Ecuador debido a la instrumenta-
ciudad en función de intereses exclusiva- lización de la demanda campesina por los
mente nacionales y uniformizantes), está partidos urbanos. El autor sostiene que esto
en vías de recomponer el campo político a es parcialmente cierto en los orígenes del
su nivel (local, comunal, regional, étnico) movimiento campesino, principalmente en
dentro de una tensión conflictiva con el la etapa de lucha por la reforma agraria en
resto de la sociedad nacional ecuatoriana, la década del sesenta . Pero aun así, ya en
la misma que se ve obligada, entonces, a de- esa época era posible apreciar movimientos
finirse dentro de su diversidad contradicto- campesinos autónomos de carácter regional
ria, entre el riesgo del fraccionamiento des- y /o étnico. Esta diversificación del movi-
nacionalizador y el de la nacionalización miento campesino expresa, a su vez, las mo-
unificadora pero que desnaturaliza. dalidades heterogéneas del desarrollo capi-
Cada uno a su modo, estos dos artículos talista. Por lo mismo, muchos de los casos
son por tanto : de movimiento campesino que analiza Chi-
una buena actualización de los conoci- riboga, más que una reivindicación política
mientos sobre una "realidad concreta": (la lucha por la tierra), enarbolan demandas
la de los campesinados andinos en 1986; orientadas al logro del desarrollo rural y de
una buena lección de método : donde las la subsistencia básica frente a la crisis eco-
realidades del objeto estudiado prevale- nómica. La fuerza del movimiento se basó
cen sobre los a priori filosóficos e ideo- en los éxitos de sus demandas, las cuales,
lógicos. por otro lado, se adecuaban a los objetivos
Así, los artículos logran, pues, el objeti- de desarrollo rural del Estado y de su nece-
vo que sus autores se habían propuesto. sidad de encontrar apoyo para su propia
Naturalmente, es de desear otros trabajos fortaleza. Desde esa perspect iva, movimien-
de la misma calidad, en particular sobre el to campesino y Estado coincidieron y se
futuro previsible de estas estrategias campe- aliaron. Pero, al no estar presente ya la cla-
sinas andinas en sociedades en adelante ma- se terrateniente, las energías del movimien-
yoritariamente urbanizadas. to que había luchado por la tierra cambia-
ron su carácter de político a económico.
Esto provocó un cambio de orientación,
Traducción : Sheila Campion
que es producto tanto de los cambios en la
estructura de tenencia como también del
creciente proceso de diferenciación social y
económica y de intereses de los distintos
Rigoberto Rivera grupos y estratos sociales en el campe-
Grupo de Investigaciones Agrarias sinado.
Casilla 6122, correo 22 El proceso descrito por Chiriboga es
Santiago, Chile muy sugestivo en cuanto muestra el surgi-
miento de una nueva fase de desarrollo del
Los análisis de movimientos campesinos movimiento campesino post-reforma agra-
consisten, por lo general, en recuentos de ria, donde los objetivos que tradicionalmen-
hechos con un cierto encuadre regional y te orientaron su acción ya no están más. La
nacional. El mérito principal del trabajo de respuesta inmediata es la lucha por mejorar

No . 1, Julio 1986 117


las condiciones de vida. Esto, que no es ex- mundo andino . Sin embargo, basada en este
clusivo de Ecuador, evidencia el grado de supuesto, De la Cadena intenta "reformular
dependencia del campesinado, que no tiene conceptos". Este es un intento loable, ya
otra opción que la alianza con el Estado que hay un cierto nivel de agotamiento en
por cuanto éste es el que controla los recur- los marcos teóricos que tradicionalmente se
sos económicos para el desarrollo rural e, han utilizado en el análisis del mundo an-
incluso, para proveer de las condiciones de dino.
subsistencia básica en casos de emergencia. El modelo construido en este trabajo
El caso boliviano es también ilustrativo en trata de explicar las relaciones entre orga-
esta tendencia de aliarse con el Estado. Lo nización comunal, por un lado, y "merca-
mismo podría · decirse del campesinado do monetarizado" , por otro, diciendo que
mexicano y su alianza con el PRI. En esta hay conflicto entre las lógicas andinas y las
situación, la pregunta que nos queda por del mercado y que precisamente ese con-
hacer es ésta : ¿Existe la posibilidad de un flicto está en el origen de los problemas del
movimiento campesino con objetivos polí- campesinado hoy día. Este conflicto es el
ticos en ausencia del latifundio? Una posi- tema central. Sin embargo, en mi opinión,
ble excepción a esta tendencia son los mo- en el artículo se expresan diversas opinio-
vimientos étnicos, en este caso del grupo nes, pero no hay datos. Por ejemplo: ¿Qué
Shuar, pero éstos tampoco presentan una tan frecuentes son los intercambios familia-
demanda política en un sentido estricto, res? ¿Qué proporción del ingreso neto ge-
sino de reivindicación étnico-territorial- neran? Si en el trabajo se trata de probar
cultural. estas relaciones, mi pregunta es: ¿Cuánto?
En síntesis, pareciera que se estaría ini- Porque la "otra lógica" es que estas relacio-
ciando una nueva etapa del movimiento nes "familiares" podrían ser redes mercan-
campesino y su análisis podría ser muy in- tiles que usan los lazos familiares. Por lo
teresante para comprender las nuevas ten- menos así ocurre en otras situaciones cam-
dencias sociales y económicas existentes en pesinas fuera del área andina. ¿Qué tiene
el sector rural. Sin embargo, la manera co- de especial, me pregunto, el área andina
mo se enfrente su estudio será decisiva para para que aquí sea al revés? De la Cadena
comprender las demandas reales del campe- dice que " el derecho de participar se ad-
sinado, sin tratar de encontrar tipos de de- quiere a través del parentesco". ¿Acaso no
mandas y reivindicaciones que posiblemen- podría ser que el derecho de abuso de la
te estén ausentes del accionar cotidiano del mano de obra es más fácil cuando ésta es
campesinado. familiar? La autora avala una argumenta-
ción de este tipo por cuanto, a medida que
La primera observación que me gustaría se avanza en la lectura del texto, se hace
hacer al artículo de Marisol de la Cadena es más evidente que existen fuertes estructu-
que éste es un trabajo difícil de comentar, ras de diferenciación social , y el punto cen-
lo cual se debe a la tremenda amplitud del tral que aparece es que son los acomodados
tema y a la ambición de la autora de tratar los que se benefician de la propiedad colec-
de desarrollar sintéticamente un modelo ge- tiva y del uso de mecanismos de parentes-
neral del campesinado andino. Sin embargo, co. En este caso, ¿la propiedad común se
esta ambición, que de por sí tiene aspectos mantiene por un "ideal andino" o, al revés,
valiosos, también presenta algunos riesgos. porque los más fuertes encuentran ventajas
Me interesa referirme a los riesgos porque en este sistema dadas ciertas condiciones
estimo que, aparte del interés que me des- restrictivas del proceso de acumulación?
pierta el tema, todo intento por avanzar Además, el argumento que se desarrolla en
teóricamente es valioso y debe recibir un el texto presenta ciertas ambigüedades por-
buen comentario para mejorar la argumen- que se basa en el supuesto implícito de "la
tación. En primer lugar, deseo expresar que igualdad originaria". Si esto no fuera entera-
me parece discutible la opinión de la autora mente correcto, el argumento hipotético de-
que el mundo andino es una realidad sin ductivo en su totalidad sería débil. Esta am-
teoría ; al contrario, pienso que es difícil en- bigüedad lleva también a la autora a dejar
contrar una región con más teoría qu e el traslucir en el texto u na cierta valoración

118 Revista Andina, año 4


positiva por lo colectivo y negativa por lo latinoamericanas (Romero 1980; Platt
individual. Ahora bien, esto no es extraño, 1982; Gonzales 1984).
ya que toda la bibliografía sobre "lo andi- Los artículos en consideración serán co-
no" está llena de esta valoración. Sin ir más mentados desde la perspectiva que en Boli-
lejos, todo el argumento de Murra y sus se- via se conoce como planeamiento andino.
guidores está enmarcado en esta valoración. El trabajo que se aproxima y se inscribe en
Es interesante señalar en este respecto que esta nueva escuela es el de Marisol de la Ca-
hay varios casos estudiados, entre otros el dena. Por su parte, Manuel Chiriboga, a pe-
ejemplo clásico de Huayoparnpa, donde se sar de su trabajo en el Centro Andino de
describe cómo las oportunidades mercanti- Acción Popular en el Ecuador (Chiriboga
les enfatizan la apropiación individual de 1981 ), no logra aún abandonar el enfoque
los medios de producción, pero al mismo unilineal de los procesos de desarrollo his-
tiempo refuerzan la comunidad, y son justa- tórico presentes en el Ecuador y América
mente los "citadinos" los más interesados en general.
en esta mantención. Ahora bien, ¿por qué? El trabajo de De la Cadena representa
En mi opinión, porque la comunidad les un importante cambio en el enfoque predo-
permite controlar sus bienes "a distancia". minante en el Instituto de Estudios Perua-
¿Tiene que ver esto con lo andino? nos; sin embargo, se hace necesaria la prác-
Me ha gustado especialmente comentar tica de transformar la realidad estudiada.
este texto porque creo que el tema es muy Este trabajo plantea situaciones de conflic-
interesante y porque es muy importante to entre la cooperación, que sería caracte-
avanzar teóricamente en ámbitos todavía rística de las comunidades andinas, y lamo-
obscuros en el análisis del campesinado pe- netarización y circulación de mercancías
ruano. El artículo de De la Cadena es un se- del mercado. De otra parte, se postula que
rio intento en esta dirección, pero creo que estas situaciones se caracterizan por proce-
aún sigue prisionero de la tendencia a partir sos de imbricación entre lo "andino" y lo
de "lo andino". Creo que cuando alguien "mercantil", donde estos procesos se trans-
ponga esta cuestión en perspectiva y se con- forman mutuamente de un modo que apa-
centre más en lo campesino, los resultados rece todavía ambiguo para los científicos
serán muy interesantes y polémicos. sociales.
En esta oportunidad adelantamos algu-
nos comentarios iniciales con el propósito
de contribuir a la teoría y práctica del desa-
rrollo y planificación latinoamericanos. En
Hugo Romero Bedregal primer lugar, consideramos que tanto la or-
Casilla 3203 ganización comunal andina como la organi-
La Paz, Bolivia zación mercantil tienen un espacio produc-
tivo y otro mayor de reproducción. Es así
Desde hace muy pocos años, las comuni- que un espacio socio-económico o región es
dades andinas han irrumpido en los textos un espacio de reproducción que se realiza
sagrados de las Ciencias Sociales con su pro- a través de circuitos y flujos de bienes y ser-
pia personalidad y fuerza. Esta vez no como vicios, de población y de información.
fósiles ahistóricos u objetos atávicos, sino En se~ndo lugar, lo andino se maneja
como una realidad concreta que, al igual desde la perspectiva de la organización so-
que nuestra América Latina, no sólo está en cial y básicamente en sus aspectos de coo-
búsqueda de una teoría, sino de una prácti- peración y lo occidental, tal como se reali-
ca que transforme nuestra realidad. Es así za en el mercado. Sugerimos ampliar y com-
que de la lectura de los trabajos sobre el plementar este análisis con un tratamiento
mundo andino realizados hasta hoy, se hace cualitativo y cuantitativo de los procesos
evidente que es solamente a partir de la pre- de intercambio basados en la lógica de la
sente década que se publican los primeros acumulación de capital y la lógica basada
libros y artículos que abren un nuevo pe- en la reciprocidad , las cuales no se exclu-
ríodo no sólo en el tratamiento de la comu- yen, pero sí establecen situaciones de com-
nidad andina, sino de las Ciencias Sociales plementariedad, oposición y exclusión. Sos-

No . 1, Julio 1986 119


tenemos que es de las situaciones de com- da por los partidos políticos. De este modo,
plementariedad de donde surgen las alter- los movimientos sociales andinos son parte
nativas de desarrollo de América Latina. esencial de los procesos de desarrollo histó-
En tercer lugar, la cooperación no es ex- rico propio y están en permanente confron-
clusividad de lo andino y su definición debe tación con el proceso de desarrollo capita-
ir más allá de la simple consideración como lista.
"una forma de trabajar". La cooperación es En segundo lugar, desde esta perspecti-
un proceso social organizativo en el cual o va, las expresiones regionales como UNO-
a través del cual se consigue que los benefi- CAVB y UROCAL son parte de movimien-
cios mutuos sean mayores que las desventa- tos sociales de liberación nacional, pues na-
jas o el beneficio individual. De otra parte, cen y son partícipes del proceso de reforma
se aplica también a todas las sociedades que agraria, con el nuevo aditamento de la de-
tienen instituciones que conllevan y expre- mocracia y planteamientos sobre socialis-
san normas sociales y reglas técnicas, como mo provenientes de los partidos políticos
es el caso del trabajo y su disponibilidad a citadinos. La respuesta campesina es la frag-
la oferta y demanda del mercado de la fuer- mentación, diversificación y especialización
za de trabajo, como la restitución del traba- organizativa para captar la oferta estatal
jo en el intercambio de energía hu mana en con mayores posibilidades de éxito que
los intercambios de reciprocidad . cuando la reforma agraria. En Bolivia, este
En cuarto lugar, se debe enfatizar que en proceso se repite con menor intensidad,
el mundo andino se privilegia la organiza- pues la oferta estatal es más política que
ción como respuesta a las problemáticas de económica y el resurgimiento de la demo-
producción y reproducción de sus unidades cracia como objetivo y práctica política del
biológicas y sociales, mientras que el mun- pueblo llama a la reflexión y análisis desde
do occidental ha optado históricamente por la perspectiva del planeamiento andino.
la respuesta tecnológica . Por último, sugerimos que las experien-
Finalmente, se sugiere que el proceso de cias vivas de la Federación Shuar, la Fede-
diferenciación social y de conformación de ración Comunal Cotacachi y la de los cam-
clases sociales necesita ser tratado en el pesinos de Culluctus son parte integrante
contexto de la producción y reproducción de los movimientos sociales de liberación
en espacios mayores, como las microrregio- porque nacen a nivel local con la participa-
nes e incluso regiones. ción directa de los campesinos e indígenas
En cuanto se refiere al tratamiento del y manejan un discurso ideológico que es in-
movimiento campesino e indígena en el terpretado por terceros como etnicidad. Es-
Ecuador, se necesita superar las dimensio- te discurso expresa y contiene un proyecto
nes de análisis propuestas, como son clase, histórico, para cuya realización se está cons-
etnia y nación, pues están inscritas dentro truyendo una conciencia histórica conteni-
de un análisis unilineal y arrollador que da tanto en las tradiciones como en la orga-
pone énfasis precisamente en el mercado y, nización comunal, la tecnología, el idioma
como uno de sus productos principales, en y, sobre todo, en la organización y ocupa-
la diferenciación social. De esta manera, se ción del espacio. Para este fin hacen uso
considera que las respuestas y formas de eficaz y efectivo de la oferta estatal bajo
organización de los campesinos e indígenas una administración propia que les permita
corresponden al avance y desarrollo del mantener el espacio de reproducción nece-
mercado. sario para su propio desarrollo.
En primer lugar, sugerimos que estos ADDENDA
movimientos sean tratados como parte de
los movimientos sociales andinos (Romero El mérito principal del estudio "Comu-
1980), que comprenden los movimientos nidad andina: Persistencia y cambio". de
de liberación social y nacional. Esto signifi- Xavier Izko, es el manejo profesional de la
ca que se supera la dimensión étnico-cultu- mayor parte de la información sobre las co-
ral, la dimensión de clase social tiene su munidades andinas bolivianas con respecto
propio lugar y la nación se constituye en a sus tres directrices de análisis. Es así que
una alternativa aún por realizarse y sosteni- en su contenido trae tal variedad de situa-

120 Revista Andina, año 4


ciones que su análisis se hace extenso y mu- impuesto que genera el desarrollo hacia
chas veces complejo, de modo que la reali- afuera y el otro es el desarrollo propio que
dad no logra ser reducida a cabalidad en las genera la dinámica interna. Por último, del
directrices elegidas por Izko. choque de los anteriores resulta un tercer
Desde la perspectiva del Planeamiento proceso, que es otro proceso de desarrollo
Andino, el tratamiento de la persistencia y histórico o boliviano, que se expresa preci-
cambio de las comunidades ha sido supera- samente en las múltiples situaciones abor-
do y se propone un marco teórico a partir dadas desde la perspectiva del cambio y per-
de la posición epistemológica de que la rea- sistencia de las comunidades andinas boli-
lidad se conoce y comprende a través de ac- vianas.
ciones sucesivas de acción y teoría, al ritmo
del proceso del desarrollo de las comunida-
des bolivianas. En segundo lugar, se propo- REFERENCIAS:
ne un modelo que interrelaciona a la pobla- CHIRIBOGA, Manuel. Comunidad andina:
ción humana, el espacio físico-natural y las Alternativas políticas de desarrollo.
relaciones sociales, de modo que el espacio CAAP. Quito, J 981 .
físico-natural es transformado en espacios
socio-económicos por el quehacer diario de GONZALES DE OLARTE, Efraín. Econo-
los pueblos, proceso de transformación que mía de la comunidad campesina. IEP.
se conoce como desarrollo histórico. Es así Lima, 1984.
que las prácticas sociales se constituyen en
el fundamento del planeamiento andino. PLATT, Tristan. Estado andino y ayllu
Por otra parte, se propone como línea andino. IEP. Lima, 1982.
maestra de estudio y análisis del desarrollo
histórico boliviano que los procesos de de- ROMERO BEDREGAL, Hugo. Desarrollo
sarrollo histórico en el espacio boliviano histórico, Movimientos Sociales y Pla-
son por lo menos dos y cada uno tiene sus neamiento Andino. Editorial Camarlin-
propias leyes. Uno de ellos es el desarrollo ghi. La Paz, 1980.

RESPUESTAS
las características del desarrollo del capita-
Manuel Chiriboga lismo en la agricultura y sus efectos en la
Centro Andino de Acción Popular heterogeneización del campesinado, las mo-
Apartado 1 73-B dalidades de la intervención estatal especial-
Quito, Ecuador mente en relación a los campesinos, las es-
trategias de integración nacional de los pue-
Los comentarios vertidos a mi artículo blos indígenas en base a la búsqueda de la
constituyen, en general, un valioso aporte homogeneización cultural, los procesos de
a la discusión sobre la comunidad andina y retorno a los regímenes democráticos y la
los movimientos campesinos e indígenas en crisis económica reciente. Este conjunto de
nuestros países. En mi artículo quise abor- determinaciones, a nuestro juicio, están ex-
dar un tema en general poco abordado en plicando lo que conceptualmente hemos
los estudios recientes sobre esta problemá- definido como descentralización del movi-
tica, el relativo a los movimientos sociales miento campesino e indígena; es decir, el
contemporáneos llevados adelante por los proceso por el cual se constituyen identida-
campesinos y los campesinos indígenas en des sociales, políticas y culturales entre gru-
el área andina. En nuestro artículo hemos pos campesinos e indígenas relativamente
privilegiado el análisis de ciertas determina- homogéneos en términos de inserción en el
ciones que particularizan esos movimientos: proceso de acumulación, relaciones con el

No . 1, Julio 1986 121


Estado, historia de la constitución como relaciones, en la relación con la naturaleza,
actores sociales, individualidad étnica, nor- etc. Los trabajos de Marisol de la Cadena y
malmente asentados en microrregiones de- de Xavier Izko son un excelente ejemplo de
terminadas. Estas organizaciones establecen esos esfuerzos, si bien desde ángulos diver-
un campo de demandas específicas y si bien sos. Marisol de la Cadena analiza las relacio-
en algunos casos forman parte de organiza- nes entre lo andino y lo mercantil en las co-
ciones campesinas e indígenas mayores, munidades peruanas, privilegiando el estu-
guardan con ellas relaciones flexibles , sien- dio de la organización social para la produc-
do las organizaciones regionales las que es- ción . Izko, por su parte, analiza la continui-
tablecen los contenidos y formas de sus dad y el cambio en las comunidades bolivia-
movilizaciones. nas, particularmente en cuanto al acceso a
Los movimientos campesinos e indíge- recursos situados en diversos pisos ecológi-
nas contemporáneos y su importancia polí- cos, las relaciones familia-comunidad, etc.
tica han merecido ·en general escasa aten- Los estudios señalados. al igual que
ción, como bien lo plantean Bengoa y Rive- aquellos sobre economía campesina realiza-
ra en sus comentarios. Los excelentes estu- dos en nuestros países, han privilegiado las
dios de Quijano, de Huizer y de Wolf, para características de la reproducción material
citar los más conocidos, hacen en general y si bien introducen el análisis de los aspec-
referencia a las luchas de los campesinos en tos culturales y de la representación social,
los contextos de la quiebra del sistema tra- lo hacen en referencia a lo económico. Si
dicional de hacienda y cuando la Reforma bien este tipo de perspectiva analítica nos
Agraria se constituyó en el nudo de la con- permite mejorar conceptual y empírica-
flictividad agraria. Dichos estudios enfati- mente nuestra comprensión de la comuni-
zaron el papel de agentes urbanos en el alto dad, quisiera hacer referencia a ciertos lí-
nivel de centralización que tuvieron esos mites que ella tiene.
movimientos, el papel de las alianzas en la En primer lugar, me parece imprescin-
formación de coaliciones que impulsaban dible complejizar las relaciones entre eco-
los procesos redistributivos, etc. Estos es- nomía y cultura y economía y política,
fuerzos no han sido proseguidos con la mis- en la medida que en muchos casos los se-
ma consistencia a pesar de que existen evi- gundos sobredeterminan lo primero. En el
dencias de que estas características han su- caso de la Federación Shuar, analizada bre-
frido varias modificaciones. Los estudios re- vemente en mi trabajo, la fuerte articula-
cientes han privilegiado más bien los análi- ción con el mercado, los grandes cambios
sis sobre economía campesina, poniendo en los procesos productivos, que implica-
énfasis en lógicas de reproducción social , ron. una transición de una sociedad basada
procesos de diferenciación y de heteroge- en el barbecho largo, en la caza y en la re-
neización social, modalidades de articula- colección a una basada en la ganadería , se
ción con la economía, etc. , pero en pocos dieron de manera simultánea a un fortaleci-
casos han analizado los efectos de dichos miento de la identidad étnica y al fortaleci-
cambios sobre los movimientos sociales y la miento de los centros shuar, formas parti-
participación política. culares de comunidad. Esto último, a su
En esta línea, una vertiente de análisis vez, ha puesto límites a los posibles proce-
de gran importancia en los países andinos sos de desestructuración comunales. En el
ha sido el análisis de la comunidad, la mis- caso de las comunidades otavaleñas de la
ma cjue ha permitido sobrepasar los límites sierra ecuatoriana, la fuerte relación con el
de los estudios sobre las unidades domésti- mercado a través de la producción textil se
cas, especialmente si tenemos en cuenta que realiza en gran parte mediante las modali-
estas comunidades constituyen verdaderas dades tradicionales de organización social.
redes en las que están insertas dichas unida- En ambos casos, decisiones políticas y el
des, cuya reproducción no puede explicarse peso de sistemas culturales sobredetermi-
sin hacer referencia a este conjunto de rela- nan el impacto de lo económico.
ciones, a cierta gestión común de los recur- En segundo lugar. me parece que el pro-
sos y al peso de ciertas mentalidades de lar- blema de la representación social en las co-
ga duración en el establecimiento de esas munidades no siempre se reduce a la ex pre-

122 Revista Andina, año 4


sión en la dirigencia comunal de formas de nidos cambiantes, tanto en lo económico
organización social de la producción. Si como en lo político , lo cultural y la ideo-
bien en algunos casos efectivamente compi- logía.
ten por esa representación social grupos in- Refiriéndome a los comentarios realiza-
tracomunitarios con intereses diversos en dos, quisiera detenerme en algunos de ellos.
cuanto a la gestión de los recursos o que No ha sido mi intención sugerir, como lo
expresan diversas modalidades de articula- insinúa Romero Bedregal, que la economía ,
ción con el mercado, éstos no son los úni- el mercado, explican todo lo que pasa en
cos. En muchos casos, además de este tipo las comunidades y en los movimientos so-
de representación, existen otras, relaciona- ciales, en una perspectiva unidireccional.
das a necesidades de vinculación con el Es- Todo lo contrario ; enfatizo la tensión y la
tado para conseguir servicios o favores; a la dinámica existentes entre las lógicas de
demanda de grupos generacionales jóvenes constitución de los sujetos, respecto a lo
o a comuneros con mayores niveles de edu- cual en el caso de las comunidades tienen
cación ; en fin, a dirigentes reconocidos por importancia mentalidades de larga duración
su experiencia reivindicativa pasada y que y los procesos económicos, sociales y polí-
son apreciados por ello. En muchos casos, ticos. La creciente importancia de los movi-
estas diversas modalidades de constitución mientos indígenas en nuestros países no
de la representación social compiten por puede comprenderse exclusivamente desde
ello . Si bien esto, como lo ha señalado las lógicas étnicas, sino que requiere hacer
Efraín Gonzales de Olarte, no fue analiza- referencia a los procesos de modernización
do en mi artículo, me parece central para y a los de democratización recientes, inclu-
analizar la constitución de las comunidades yendo la participa.ción electoral. La organi-
campesinas como actores sociales y políti- zación indígena se sitúa más en el ámbito
cos. de la transformación política y secundaria-
En tercer lugar, los análisis sobre econo- mente en la tierra.
mía campesina y comunidades en general El comentario de José Bengoa plantea, a
olvidan los contextos internacionales, na- mi juicio, la pregunta central , que debe me-
cionales y regionales en que ellas se desen- recer una importante discusión : ¿ Cómo en-
vuelven. Políticas modernizantes de tipo re- tender los requerimientos de centralización
distributivo o no, la participación electoral, en un contexto de multiplicidad de organi-
los programas de alfabetización bilingüe, las zaciones expresivas de diversos intereses,
huelgas regionales o nacionales , tienen im- experiencias organizativas, etc.? En pocas
pacto en el mundo campesino e indígena. palabras, ¿qué modalidades de participa-
Las relaciones con el mercado, como lo se- ción política y social se dan en el contexto
ñala muy bien Bruno Kervyn, no son re- de esta heterogeneización social y organiza-
cientes para las comunidades, pueden retra- tiva? La respuesta no es fácil, pero parece
sarse al menos hasta el siglo XVII. Lo que importante destacar, como lo hace Bengoa,
ha variado es el contexto en que esas rela- fórmulas que combinen niveles de centrali-
ciones se inscriben, contexto que modifica zación y niveles de autonomía. Ello tam-
las implicaciones de esas relaciones para las bién plantea el problema de las relaciones
comunidades. En ese sentido, me parece entre campesinos y organizaciones obreras
imprescindible que este tipo de estudios urbanas y con los partidos políticos, las que
pongan más énfasis en el análisis de los con- parecen requerir fórmulas más horizontales
textos en que se desenvuelven las econo- y con un papel más importante de los cam-
mías campesinas y las comunidades , pues pesinos e indígenas. Rigoberto Rivera plan-
esto permitirá ana.lizar con mayor precisión tea una pregunta que guarda relación con la
la dinámica de persistencia y cambio recla- de Bengoa : ¿Existe la posibilidad de un
mada por Izko . La relación entre lo interno movimiento campesino con objetivos polí-
y lo ex terno, la codeterminación del merca- ticos en ausencia de latifundio? La respues-
do y de lo andino a las que hace referencia ta parece estar en el papel que dichos movi-
De la Cadena, no implican solamente rela- mientos vienen cumpliendo en relación a
ciones de tipo estructural , sino relaciones los procesos de democratización y de crea-
dinámicas entre aspectos que tienen conte- ción de la ciudadanía.

No. 1, Julio 1986 123


Respecto a los comentarios de Gonzales cia de teoría para el conocimiento de la
de Olarte, en general comparto las limita- realidad campesina andina. No quiero negar
ciones que encuentra en mi trabajo, parti- con esto las múltiples contribuciones he-
cularmente la referida al impacto de la cri- chas desde diversas disciplinas para la com-
sis económica reciente sobre el campesina- prensión del comportamiento campesino.
do andino, respecto a lo cual parece haber Sin embargo, es preciso aclarar que estas
una evidencia más bien contradictoria. Sin contribuciones se hacen desde estudios de
embargo, parece acertado postular que di- realidades empíricas concretas que no son
cha crisis afecta a los campesinos y a las co- las de los Andes ; el riesgo que se corre lue-
munidades de acuerdo a sus particularida- go es aplicar estos conceptos -tales y cua-
des en cuanto a relación con el mercado de les surgieron de otras realidades- para la
productos, laboral, de insumos, de bienes comprensión de la realidad andina, dejando
de subsistencia, etc. y que en términos ge- de lado el método científico utilizado en su
nerales la crisis ha fortalecido las estrategias elaboración. Me estoy refiriendo especial-
de reproducción en base a los propios re- mente a aquello que ocurrió en la década
cursos, como parece sugerir el caso de la pasada, cuando "imbuidos de marxismo-
UNOCA VB y de la UROCAL. En el caso leninismo", escribíamos acerca de diferen-
de Culluctus, esa respuesta a la crisis ha im- ciación campesina, burguesía agraria y de-
plicado una nueva presión por la tierra. Sin sestructuración comunal y con ello buscá-
embargo, una respuesta más acabada reque- bamos dar cuenta de lo que ocurría en el
rirá investigaciones con mayor evidencia campo andino. El peor de todos los riesgos
empírica. de este quehacer académico era la repercu-
sión que tenía en el quehacer político. Si
bien el conocimiento empírico sobre la rea-
lidad andina ha aumentado notablemente
en los últimos diez años, creo que sobre ella
Marisol de la Cadena aún no hay intentos teóricos serios, sin que
Instituto de Estudios Peruanos esto desmerezca el trabajo de muchos cien-
Horocio Urteaga 694, Jesús Maria tíficos sociales, incluidos obviamente los
Lima, Perú comentaristas de mi artículo.
Esto me lleva directamente a la discusión
Los comentarios de los lectores, en lí- central del artículo y que -no por gusto-
neas generales, se ubican en dos vertientes: es recogida en el título del mismo. Me estoy
a) aquellos que reclaman una explicación refiriendo a la primera de las dos vertientes
del campesinado y de las comunidades an- de comentarios al artículo, esto es, a la ma-
dinas como producto de un determinado nera en que se interpreta mi interpretación
tipo de desarrollo capitalista en el Perú y (valga la redundancia) de "lo andino". Con
ven en el artículo un énfasis erróneo en "lo respecto a esto creo que hay dos aspectos
andino" como opuesto y "distinto al mer- centrales sobre los cuales reflexionar:
cado"; y b) aquellos comentarios que ven a) "Lo andino" como "distinto" al merca-
en el artículo una nueva perspectiva que do: No es de ninguna manera el espíritu del
presenta al comunero andino como un ac- artículo oponer ambas esferas. Antes bien,
tor que juega con reglas que pertenecen al creo que lo andino contemporáneo es la sín-
mercado y con reglas previas a él, y en este tesis de instituciones e interacciones nomo-
juego hace una síntesis que permite su re- netarias con instancias e instituciones mone-
producción. tarias, dentro de una lógica que está sellada
No voy a referirme uno a uno a los co- por las imposiciones del mercado capitalista.
mentarios; tomaré las grandes líneas de sus El problema -y no se trata solamente
aportes e intentaré -a mi vez- incorporar de un problema de exposición, sino funda-
ideas y, sobre todo, preguntas que contri- mentalmente de comprensión- es que "lo
buyan al debate. andino contemporáneo" , y obviamente la
Quizá lo primero que deba ubicar en su comunidad campesina, es a la vez producto
lugar, para evitar malas interpretaciones, es del pasado y del presente y no sólo "pro-
mi afirmación con respecto a la inexisten- ducto del tipo de desarrollo capitalista que

124 Revista Andina, año 4


ha conocido el Perú ... " . Y es aquí cuando son superestructura, son también relaciones
es pertinente reclamar más teoría para esta económicas y en tanto tales están histórica-
realidad y también más historia. ¿Qué me mente determinadas. Desgraciadamente, la
dice de "lo andino" concebir el funciona- tarea comparativa aún no se ha realizado( 1).
miento actual de las comunidades como Esto ha llevado no sólo a "exclusivizar"
"producto del tipo de capitalismo que ha como "andino" el control vertical, cuando
conocido el Perú"? ¿Cuáles son las diferen- estrategias similares existen en sociedades
cias regionales entre comunidades de las rurales de montaña, sino también a la in-
que se puede dar cuenta bajo esta c'oncep- cuestionable afirmación de que "la familia
ción tan gruesa? ¿Cómo, pensando así el nuclear" o "la unidad doméstica" son uni-
desarrollo de comunidades, se puede dar dades de producción-consumo en cualquier
cuenta de las semejanzas entre comunidades sociedad campesina, y por supuesto tam-
ubicadas en ecologías y procesos históricos bién en las comunidades andinas. Investiga-
regionales diferentes, como las del Altipla- ciones recientes hechas en los Andes mues-
no boliviano y las de la Sierra Central pe- tran la existencia de agrupaciones de fami-
ruana? Responder que el desarrollo y la his- lias nucleares de tres generaciones que se
toria del capitalismo son los mismos -con organizan alrededor de una pareja de ori-
peculiaridades- para ambas regiones es ne- gen, y un grupo sibling masculino, en el que
gar la historia previa al mercado capitalista. cada uno de los hermanos es "jefe" de su
Las comunidades campesinas no son sólo respectiva familia nuclear. Si bien cada fa-
producto del capitalismo; lo andino con- milia nuclear es a su vez una unidad de resi-
temporáneo es producto de instituciones dencia y también es propietaria de tierras
previas a la invasión española, de las que de cultivo y de ganado, muchas de las deci-
ésta trae consigo y también de las que se siones de producción se toman dentro de
derivan del tipo de desarrollo capitalista este grupo extenso. Obviamente, este pa-
que atraviesan los países andinos. Estas ins- trón básico está suje_to a variaciones propias
tituciones coexisten en una estructura úni- del ciclo vital, no sólo de cada una de las
ca, cuya complejidad no es comprensible familias nucleares, sino del conjunto de per-
sólo desde la lógica del mercado monetario, sonas que conforman este grupo de parien-
aunque ésta sea la dominante. tes. Esto lleva a la formación de múltiples
b) "Lo andino" como organización peculiar formas de alianza entre familias nucleares
en una ecología de montaña: Debo recono- conforme se desenvuelven biológica y eco-
cer que el trabajo presentado no es un tra- nómicamente. Estas alianzas no pertenecen
bajo comparativo y que por ello muchas de sólo a la esfera del parentesco; tienen que
las características sobre manejo de recursos ver, por ejemplo, con la incorporación de
atribuidas a lo "específicamente andino" tecnología moderna, el acceso a crédito
pueden ser compartidas o no por otras so- bancario, la diversificación de ingresos a
ciedades rurales que se desarrollan en ecolo- través de migraciones permanentes o tem-
gías semejantes. Efectivamente, tanto en la porales, acceso a mayores niveles de consu-
Europa Alpina como en los Himalayas se mo, etc. Esto no quiere decir, como creen
puede encontrar, igual que en los Andes, sis- haber leído otros comentaristas, que las
temas de control comunal de pastos combi- alianzas parentales borren asimetrías y has-
nados con control familiar de terrenos de ta posibles "procesos de diferenciación".
cultivo e instituciones sociales que regulan Por el contrario, como señalo en el artícu-
el acceso a ambos tipos de zonas de produc- lo, es muy frecuente que, vía el parentesco,
ción. Sin embargo, lo "específico" a cada se subordine íntegramente la reproducción
una de estas sociedades son las instituciones no sólo de individuos, sino de familias y de
sociales que, además de ser superestructura, grupos de familias, y esto no sólo dentro de
son también medios de acceso a trabajo y a comunidades, sino en procesos de trabajo
recursos. Estas instituciones sociales son que articulen ex tensos territorios, desde la
producto de la historia particular de las so- Sierra hasta la Selva pasando por las ciuda-
ciedades rurales contemporáneas y aunque des.
su finalidad sea semejante, las reglas de fun- Finalmente, quiero responder hacia dón-
cionamiento difieren. Si bien estas reglas de va el artículo. En primer lugar, y quizá

No. 1,Julio 1986 125


por deformación profesional, hacia tratar nuestro estudio, alude, por ejemplo, a la di-
de entender Jo andino contemporáneo, su ficultad de "reducir a cabalidad" la reali-
versatilidad y posibilidades de moderniza- dad boliviana. A pesar de todo, creemos
ción. En segundo Jugar, a presentar de ma- haber evitado un peligro común en este
nera muy sucinta la heterogeneidad de las tipo de casos : el de acumular referencias
comunidades campesinas desde una pers- excesivamente globales y abstractas que
pectiva que deseche tanto la idea de la poco o nada dicen . Frente a ello, y cons-
"inevitable desestructuración" de la organi- cientes del relativo desconocimiento exis-
zación comunal como aquella óptica que tente sobre la realidad que pretendíamos
trata, maniqueamente , de preservarla. Re- analizar, hemos preferido seguir el camino
sumiendo : es un intento de entender los de la descripción densa y presentar la diná-
cambios dentro de las comunidades y de mica misma de los hechos, procesada y fil-
plantear que "lo andino" persiste redefi- trada -creemos- por el tamiz de la crítica,
niéndose constantemente, en tanto el mer- aunque ello se haya traducido en una "es-
cado capitalista se incrusta en las institucio- critura prolija" y en "un cierto culto acadé-
nes sociales campesinas de los Andes, las mico por la empiría" , como anota Medina
impregna de su lógica, pero no logra re- ( terrible peso, para un español de. orige!'l
emplazarlas. que aspira a ser cada día un poco mas andi-
no el sentirse considerado medio alemán y
m~dio sajón, con algo de francés . .. ).
I) Al respecto cabe destacar el artículo de Entrando en materia, en ningún momen-
David Grullet (Current Anthropology , to hemos pretendido afirmar de manera in-
Vol. 24 , No. 5, Dic. 1983) y los diversos temporal y a tópica que campesinos y comu-
artículos de la Revista Mountain Re- nidades en bloque son realidades sin teoría.
search & Development, particularmente
Vol. 5, No . 1, 1985. Creemos conocer algo de esas teorías, y al-
gunas realidades las poseen ya en buena
medida (los excelentes estudios de Gonza-
les de Olarte para el Perú son seguramente
parte de ellas) ; pero también creemos que
Xavier Jzko realidades como la boliviana (sólo a ella nos
CERES referíamos) siguen necesitando ser repensa-
Casilla 949 das en términos teóricos, además de investi-
Cochabamba, Bolivia gadas, y no sólo con los conceptos de la
economía política occidental, como recuer-
Escribir sobre una realidad compleja da Medina. En cuanto al tipo de teoría, las
como la organización socioeconómica de características mismas de la realidad anali-
los ayllus andino-bolivianos y hacerlo desde zada, además de un cierto énfasis en subra-
la necesaria mediación de la síntesis, impo- yar la irreducibilidad al capital de algunas
nía un inevitable grado de generalización. formaciones comunitarias, han condiciona-
En este sentido interpretamos la falta de do seguramente el que se nos considere
profundización a que alude Kervyn, aunque partidarios inconscientes de la economía
no compartimos del todo la afirmación de moral. No debe olvidarse, sin embargo, que
que "ninguno" de los "elementos intere- las teorías son funcionales a la realidad que
santes" propuestos haya sido suficiente- intentan explicar y que nuestro estudio,
mente profundizado, sobre todo si tenemos que incluye también (sobre todo) Jo qu_e
en cuenta la naturaleza de nuestro artículo. otros han investigado, pretende recu bnr
Además de la limitación inherente a mu- realidades tan distintas como la de algunos
chos de los materiales utilizados, suele su- ayllus pastoriles de Oruro y la de los ayllus
ceder también que lo que para unos resulta agrícolas nortepotosinos. No creo que a
excesivo es insuficiente para otros, de Scott (tampoco a Gonzales de Olarte , cier-
acuerdo a la menor o mayor familiaridad tamente) le guste ver incluidos a los camio-
con el problema abordado; Romero Bedre- neros-contrabandistas-pastores de Sabaya o
gal, que resume acertadamente en su breve de Turco entre los sujetos prioritarios de la
comentario los temas más importantes de moral campesina . ..

126 Revista Andina, año 4


Por otra parte , no entendemos muy bien pia consistencia en cuanto diferenciada de
qué quiere decir Gonzales de Olarte cuando la del mercado capitalista. La constante
afirma que "los artículos no discuten sufi- orientación de la mayor parte de la econo-
cientemente la vigencia del control vertical mía campesina hacia el autoconsumo, que
de recursos y pisos ecológicos". Creemos pasa a veces por una racionalidad producti-
habernos referido suficientemente al tema va articulada sobre el equilibrio entre traba-
en la primera parte de nuestro artículo, por jo y consumo; la escasa disponibilidad de
lo que nos remitimos a él. Allí han sido es- excedentes monetarizables, cuya función
pecificadas las modalidades, remanencias y no es en todo caso la de reproducir la eco-
funciones actuales de la verticalidad , com- nomía campesina, sino la de complementar-
plementadas en los parágrafos relativos a la la a nivel de consumo no-tradicional, pres-
articulación entre parentesco y acceso a los cindible en coyunturas de crisis ; la inexis-
recursos y en los dedicados a comentar las tencia de un mercado de tierras y de tra ba-
relaciones entre puna y valle y la circula- jo al interior de las comunidades (la mayor
ción de los productos. Nos hemos remitido parte de las unidades domésticas son dado-
además a algunos factores históricos que ras y receptoras de fuerza de trabajo dentro
explican los cambios en el control vertical del marco tradicional) y la actuación de al-
debidos a la articulación entre la economía gunos mecanismos de nivelación relativa del
" nacional" y la comunitaria, además de los gasto (erogaciones rituales, que pueden re-
acontecidos en el control de la población y presentar también una suerte de "inversión
en las relaciones de dependencia entre puna crediticia" en relaciones y ayuda por parte
y valle, como subraya acertadamente Ker- del comunario que gasta más) y de redistri-
vyn . Por lo demás, como sabe muy bien bución del producto (mink'a), configuran
Gonzales de Olarte, el control vertical de una "lógica comunal" distinta de la "lógica
los recursos es sólo una forma de acceso a del mercado capitalista", sin que ello pre-
los mismos, y los cambios o las pennanen- juzgue la existencia de desigualdades inter-
cias en su estructura han sido obviamente nas en cuanto al acceso diferencial a los re-
refuncionalizados allí donde la reproduc- cursos, el diverso crecimiento y composi-
ción de la economía campesina ha pasado ción demográfica familiar, la inserción dife-
a depender del mercado capitalista. rencial en las prácticas de la reciprocidad ,
En cuanto a la articulación de las diver- etc. Dicha lógica comunal posee, además,
sas "lógicas", creemos haber hecho referen- diversos niveles en el caso de los grandes
cia a ella a lo largo de nuestro artículo, aun- ayllus y se manifiesta en la función políti-
que no la hayamos teorizado de manera ex- co-económica del ayllu máximo de organi-
plícita. En términos generales, una realidad zar la defensa del territorio propio frente a
formalmente uniforme (los ayllus andinos) personas o grupos extraños, pudiendo ha-
encubre situaciones muy distintas e impone blarse en este sentido de una "reproducción
enfoques teóricos también diferenciados, étnica" de las economías familiares y co-
algo que quisiéramos recordar a Medina. En munales.
determinados contextos (algunos ayllus pas- A esta lógica comunal suprafamiliar, dife-
toriles de Oruro), las lógicas familiares fun- renciada de la otra gran lógica, también su-
cionan de manera dispersa y se articulan a prafamiliar, del mercado capitalista, se arti-
una lógica comunal que ha acabado por asu- culan, reforzándola, las diversas "lógicas fa-
mir la lógica del mercado capitalista como miliares" (el núcleo doméstico en su relación
condición de su reproducción, identificán- con la familia ex tensa), que dependen toda-
dose con ella en buena medida; a veces, sin vía de la lógica comunal para su reproduc-
embargo, no puede hablarse de una sola ló- ción, aunque poseen a la vez una autonomía
gica comunal, sino de varias lógicas (la de los relativa en cuanto al uso de los recursos y
pastores tradicionales y la de los camione- las decisiones sobre las instancias fundamen-
ros-pastores, por ejemplo), que coexisten de tales del circuito productivo. Así, el acceso
manera precaria en el mismo espacio comu- familiar a los recursos está mediado a veces
nitario. En otros casos, en cambio (algunos por diversas formas de control comunitario
ayllus agrícolas del Nor te de Potosí y de Co- sobre los mismos ten algunos ayllus de Ta-
cha bamba), la lógica comunal posee su pro- pakarí y Arque no existe incluso herencia

No. 1, Julio 1986 127


individual como mecanismo primario de comunidad campesina con la sociedad ma-
acceso a la tierra, que es asignada por la co- r.or, si bien reconocemos haberlo hecho
munidad a las nuevas familias). Por otra 'con una rapidez directamente proporcio-
parte, el contexto de la reproducción de la nal a la dificultad del tema" (Kervyn) . Exis-
fuerza de trabajo no está restringido al nú- ten diversos estudios teóricos sobre el nivel
cleo doméstico, sino que se amplía a toda "macro", aunque no han incorporado toda-
la comunidad y a veces a todo el ayllu a vía suficientemente la problemática de los
través de las relaciones de producción y de ayllus, y algunos estudios de caso se refieren
trabajo tradicionales; ello puede traducirse, también a él al nombrar los diversos mecaª
como recordamos en nuestro artículo, en el nismos de expropiación de excedentes; pero
hecho de que la demanda de mano de obra faltan aún estudios que relacionen de mane-
no condiciona necesariamente el tamaño de ra suficiente lo macro con lo micro, mos-
la familia o en la posibilidad de insertar a trando, por ejemplo, los efectos diferencia-
los hijos "excedentarios" en determinadas dos de la crisis sobre el campesinado, como
prácticas de reciprocidad. Finalmente, los pretende hacer Chiriboga. Un abordaje del
mecanismos anteriormente aludidos de re- problema político y organizativo en referen-
distribución y de igualación relativa del cia a la comunidad campesina hubiera per-
consumo representan también una forma mitido una aproximación mayor al tema ,
de mediación de la lógica comunal en la pero el ángulo de análisis escogido no nos
vinculación familiar "individual" con el ha permitido hacerlo.
mercado capitalista. La na tu raleza y articulación de las diver-
En este contexto, el hecho de que lama- sas lógicas deben ser obviamente profundi-
yor parte de la economía campesina funcio- zadas, teniendo en cuenta, sobre todo, que
ne al margen del mercado capitalista, no im- el creciente deterioro de la economía cam-
pide que la parte menor se articule o desar- pesina (fragmentación de las parcelas, acor-
ticule de él en coyunturas favorables o des- tamiento de los ciclos de rotación, erosión,
favorables, lo que, además de no ser contra- mal manejo de las praderas, degeneración
dictorio, subraya la no-dependencia de este genética de las variedades nativas, etc.) está
tipo de economías del mercado capitalista, acentuando los desequilibrios internos y
sobre todo de cara a su reproducción . No orientando gradualmente al campesino ha-
queremos mitificar con ello la independen- cia una diversificación económica y laboral,
cia del mercado capitalista como un deside- aumentando la dependencia del mercado
ratum proyectable hacia el futuro de las capitalista, cuando no generando procesos
economías étnicas. Probablemente cierto de descampesinización . Tiene razón Kervyn,
tipo de relación (la posibilitada, por ejem- en relación a este contexto, cuando subraya
plo, por un adecuado potenciamiento de la que las relaciones sociales tradicionales pue-
estructura productiva que permitiera gene- den perder gradualmente su significado has-
rar más excedentes) sería más beneficioso ta llegar a no representar ya ningún princi-
para la economía campesina. Por otra parte , pio efectivo de organización social; es lo
creo necesario subrayar que la pervivencia que está sucediendo en algunos ayllus nor-
de este tipo de organización económica re- tepotosinos en relación al ayni y otras prác-
mite simultáneamente a la racionalidad no ticas tradicionales, debido al deterioro de la
capitalista de la economía campesina y al base misma de la reciprocidad la tierra si
bajo desarrollo del capitalismo agrario, que bien el fenómeno no es mayo'ritario toda-
no ha hecho posible una inserción mayor vía. Y ello nos llevaría a un discurso de otra
del campesino de ayllus en las relaciones de naturaleza (el desarrollo y las alternativas
producción capitalistas. En relación a ello, posibles) que sería útil abordar algún día .
la localización de los problemas tratados en De cualquier manera, nadie ha pretendido
un marco regional y microrregional ha esta- aquí "echarse un polvete teórico", como
do condicionada por la perspectiva misma quiere Medina; él debería saber perfecta-
en que se colocan la mayoría de los estudios mente que nuestras inquietudes cotidianas
citados, aunque en la última parte de nues- están muy lejos del academicismo y que
tro trabajo evocamos brevemente algunas también los lodos y las lluvias nos corres-
de las articulaciones fundamentales de la ponden. Pero si nuestros conceptos son de-

128 Revista Andina, año 4


masiado cortos como para colaborar en la
sublime misión de "volver a ligar los desco-
yuntados miembros del Inka", qu e sirvan al
menos para la más humilde tarea de profun-
dizar la pregunta ; en todo caso, es ya hora
de reinsertar la actividad intelectual en esa
totalidad de lo humano-campesino, de cuya
existencia concreta la reflexión intelectual
se nutre y de la que ha cobrado demasiado
a menudo una excesiva distancia .

No . 1, Julio 1986 129


Trueque, articulación .económica y racionalidad
campesina en el sur de los Andes Centrales
Mario A. Rabey
Rodolfo J. Merlino
Daniel R. González

Introducción

Desde los comienzos de la década del 70 se produjo un importante


volumen de literatura dedicada a las formas tradicionales de articulación eco-
nómica en los Andes. Los trabajos de Murra (1964, 1972) estimularon la
investigación acerca del control vertical de diversos pisos ecológicos por parte
de unidades sociales que varían desde el rango de la comunidad campesina
(Fonseca Marte) 1972, Webster 1971) hasta el de reinos étnicos prehispáni-
cos (Murra 1975 ), pasando por enteros grupos étnicos contemporáneos (Platt
1976, Harris 1978). Otra forma de articulación tradicional, el trueque, fue
también el tema de un gran número de trabajos: por ejemplo, Custred 1974,
Flores Ochoa 1977 y Mayer 1971 para los Andes peruanos; Riviere 1979
para los Andes chileno-bolivianos; Bilbao 1974, Madraza 1981 y Cipolletti
1984 para los Andes argentinos. Recientemente, Fioravanti-Molinié ( 1981 )
ha propuesto una tipología que incluye ambos modelos y una gama de varie-
dades dentro de cada uno de ellos. Por último , algunos autores han sei'ialado
que el modelo de control vertical debe extenderse para incluir "nichos" con-
trolados por comunidades y familias andinas en ciudades como La Paz ( Albó
1973) o Arica (Platt 1975); una táctica semejante ha sido sei'ialada con res-

No . 1, Julio 1986 131


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

pecto a Cochabamba (Calderón y Rivera 1982) y a las zonas cocaleras de co-


lonización tropical en el Chapare ( Blanes 1983 ).
En el presente artículo presentaremos un modelo que integra ambos
patrones junto con un conjunto de tácticas de articulación en la sociedad
compleja, con evidencia empírica recogida en una regió n que abarca el nor-
oeste andino argentino, el sudoeste de Bolivia y la porción andina de Antofa-
gasta en Chile. a la cual denominamos "sur de los Andes Centrales''. Dicha
evidencia ha sido recogida en trabajos de campo rea lizados entre 1975 y
1984, en los sitios indicados en el mapa, a través de entrevistas con más de
200 informantes y de la participación en muchas de las actividades relevadas.
Un análisis de las formas de articulación regional requiere una defini-
ción previa de los entes que se articulan. Parece adecuado considerar dos ti-
pos de entidades: grupos étnicos e instituciones del núcleo de la sociedad
compleja. Para definir los grupos étnicos regionales hemos usado el criterio
de demarcación basado en la adscripción (Barth 1969). que hemos encontra-
do concordante con las distinciones cognitivas locales y con las diferencias
entre escalones ecológicos. Así. distinguiremos entre pobladores de punas.
quebradas, valles chilenos, valles altos orientales y valles bajos de la cuenca
del Paraná-Plata. Las relaciones entre estos grupos pueden ser definidas en-
tonces como interétnicas ; los distintos ámbitos de intercambio de materia e
información -tales como trueques directos y ferias - junto con aquellos don-
de se procesa primordialmente información -como las procesiones religio-
sas- , constituyen precisamente el contexto de intei;acción donde se manifies-
tan las diferencias (Barth 1969). Pero además de la articulación interétnica ,
las poblaciones andinas centro-meridionales se articulan con el núcleo de la
sociedad compleja (Merlino y Rabey 1981 ), integrado por un conjunto de
instituciones centrales a-étnicas y entrelazadas a nivel mundial: el E~tado en
sí y sus organismos, las empresas privadas, las iglesias (Carutti 1983 ).
La evidencia empírica que presentaremos a continuación está estruc-
turada de acuerdo a un modelo hipotético que postula un patrón andino de
articulación, que comprende tres grandes tipos de articulación, cada uno de
los cuales incluye flujos de energía-materia y de información : articulación
intraétnica, interétnica y con el núcleo de la sociedad compleja. La articula-
ción intraétnica abarca todos los casos en que miembros de un mismo grupo
controlan simultáneamente territorios ubicados en diversos pisos ecológicos;
este control puede ser ejercido individualmente por una familia extensa
- concepto usado aquí en su sentido de unidad social y no de unidad domés-
tica-, así como por una comunidad de familias. La articulación interétnica
incluye todos los casos en que individuos , familias o comunidades pertene-
cientes a distintos grupos étnicos, intercambian bienes y servicios materiales
e informáticos a través de viajes personales o de encuentros colectivos como
ferias y fiestas. La articulación con el núcleo de la sociedad compleja abarca
todos los casos en que actúa una institución propia de aquél. En muchos ca-
sos, las articulaciones intra e interétnicas se combinan con articulaciones con

132 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

el núcleo social complejo : en el modelo propuesto, la estrategia andina no


sólo incluye "control vertical" y "trueque", sino también las relaciones con
las instituciones centrales, relaciones indisolublemente ligadas a aquéllas. Lo
"tradicional" y lo "moderno" no constituyen dos sistemas separados y anta-
gónicos, sino dos aspectos de un mismo sistema adaptativo.

Articulación intraétnica
El primer caso que presentaremos es el de algunas familias originarias
de los valles altos ubicados al este de la quebrada de Humahuaca, a la altura
de la pequeña ciudad de Tilcara, denominadas por los quebradeños "gente
del valle". Un núcleo o más de estas familias permanece en el "valle", donde
cultivan papas y otros tubérculos y crían ovejas y cabras -esto último gracias
al control del escalón ecológico superior, "los cerros" , equivalente ecológica-
mente a la puna -. Otro u otros núcleos se establecen en la quebrada de Hu-
mahuaca, donde, mediante el arriendo o la compra de parcelas, pueden dedi-
carse al cultivo del maíz y, desde hace unos 25 años, al cultivo intensivo de
hortalizas y legumbres, que venden a los acopiadores para el mercado consu-
midor de la ciudad de Jujuy durante el verano , época durante la cual en las
restantes zonas hortícolas de la región la temperatura es demasiado elevada
como para permitir cosechas exitosas. Finalmente, algún otro miembro de la
familia extensa puede dedicarse a actividades remuneradas -albañilería, em-
pleos públicos, servicio doméstico- en una ciudad quebradeña o en San Sal-
vador de J ujuy y , eventualmente, a actividades jornalizadas, temporales, en la
zona agrícola del piedemonte andino oriental - zafra azucarera, monoculti-
vos hortícolas y de tabaco-.
Los miembros de la familia que han permanecido en el valle descien-
den periódicamente a la quebrada llevando carne y quesos cargados en bu-
rros : una parte se destina para la venta y el resto es para los familiares que
habitan en la misma. La carne que éstos reciben proviene preferentemente de
animales de su propiedad que han quedado bajo el cuidado de un familiar en
el valle, quien a cambio recibe la mitad de las crías que nacen anualmente. El
dinero obtenido por la venta se usa para la compra de mercaderías en la ciu-
dad , a la que se pueden agregar, eventualmente, obsequios de los hijos cuan-
do es la madre la que ha bajado del valle; a ello hay que agregar maíz , frutas,
verduras y legumbres cosechadas en las '\chacras" y "quintas" que poseen los
miembros de la familia asentados en la quebrada. También es corriente que
éstos suban periódicamente al valle , en parte con los mismos objetivos de in-
tercambio de bienes, pero también para ayudar a sus padres en determinadas
tareas agrícolas y constructivas.
De esta manera , un "archipiélago vertical" heterodoxo, donde se
combinan propiedad y arriendo minifundiarios con asentamientos urbanos.
permite a estas familias del valle el acceso a recursos materiales provenientes
de los valles altos, de los "cerros", de la quebrada, y al dinero y las mercade-

No . 1, Julio 1986 133


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

rías provenientes del núcleo sociocultural complejo ; conserva además las ven-
tajas de la reciprocidad en la prestación de ciertos servicios. Algo semejante
sucede con el flujo de información . Así, por ejemplo, los hijos de las distin-
tas familias nucleares tienen posibilidad de acceso a los diferentes ambientes.
en cada uno de los cuales adquieren sus pautas. valores, ideas y pericias técni-
cas dominantes -incluidas las del núcleo sociocultural, que reciben a través
de la educación formal y de los medios masivos de comunicación - .
Un caso análogo al anterior es el de familias originarias de las peque-
ñas quebradas transversales que desembocan por el oeste en la quebrada de
Humahuaca: Purmamarca, Huich airas. Ju ella. Yacoraite . En este caso, algu-
nos miembros de las familias poseen puestos en la parte más alta de·estas que-
bradas -ya en pleno ecosistema de puna -, en su parte media - ecológicamen-
te semejante a los "valles altos"- y en su porción inferior o en la propia que-
brada de Humahuaca; otros miembros desarrollan además trabajos asalaria-
dos permanentes o temporales. Hay en este caso dos rasgos que lo diferen-
cian del anterior. En primer lugar, los puestos de altura permiten el control
de campos de pastoreo en tierras "fiscales" -es decir, del Estado-. donde el
régimen de tenencia es convenido por común acuerdo con otros poseedores y
pobladores locales, lo cual agrega un componente comunitario al archipiélago
vertical familiar. En segundo lugar, es corriente la cría de vacunos, que se uti-
lizan para su venta, para elaborar quesos y como animal de tiro para arar los
terrenos familiares o ajenos -en este caso se alquilan - en la quebrada.
Un caso diferente de archipiélago familiar es el de familias originarias
de la puna argentina, principalmente de la cuenca de Salinas Grandes-laguna
de Guayatayoc, algunos de cuyos miembros compran terrenos para cultivar
en la quebrada de Humahuaca o en la parte baja de sus quebradas tributarias,
generalmente con dinero obtenido gracias al trabajo en las minas. En este
caso se produce un control semejante a los presentados antes. pero los lapsos
entre viaje y viaje se hacen mayores, dada la distancia. Los recursos caracte-
rísticos del escalón "valle alto" no están bajo control familiar directo; pero
en cambio hay un mayor acceso a recursos puneños, incluyendo dos produc-
tos típicos de este escalón - tejidos artesanales y sal-, lo que muchas veces
permite combinar el control intrafamiliar con el trueque por maíz , papas o
frutas o con la venta. Y en este caso , dado que en la puna argentina la casi to-
talidad de la tierra es legalmente propiedad del Estado, pero se reparte me-
diante arreglos tradicionales entre los habitantes de cada zona , la componen-
te comunitaria del archipiélago familiar es aún mayor.
Un caso de control intrafamiliar especialmente notable lo hemos en-
contrado en la zona de Hornaditas-Rodero , en las cabeceras de la quebrada
de Humahuaca, donde una familia extensa controla simultáneamente puestos
en tierras fiscales de puna para pastoreo . según la táctica trashumante ya des-
crita por varios autores ( Bilbao 1974; Forgione 1968; Merlino y Rabey 1978 ,
1983), así como varias parcelas distanciadas entre sí, en propiedad privada
- pero generalmente sin título - en la zona de cabeceras de quebrada , donde

134 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

aprovechando las variaciones m icroecológicas obtienen cosechas característi-


cas de valle alto (tubérculos. cebada. trigo) y de quebrada (maíz y verduras).
además de habas y forraje para los animales en estación seca; son due11os tam-
bién de una quinta de frutales en Huichairas. en la parte media de la quebra-
da de Humahuaca. cercana a Titeara: finalmente. tienen acceso a las zonas
aptas para el pastoreo de vacunos en los valles bajos de Orán. hacia el este.
mediante un contrato con un poblador de esta zona. Además. algunos miem-
bros de la familia realizan periódicamente trabajos asalariados en Mina Agui-
lar y otros centros urbanos. El caso descrito , si bien es muy especial por su
gran diversificación. ejemplifica una situación bastante común en la zona .
Otra zona donde hemos recogido evidencias acerca de control intra-
familiar es la localidad de San José del Aguilar. en los valles altos del departa-
mento ele Santa Victoria Oeste. provincia de Salta. en el borde oriental del
altiplano. Hay aquí varias familias que poseen puestos en zonas de puna para
pastoreo de estación seca. valle alto para pastoreo de estación húmeda y cul-
tivo de tubérculos, y quebrada para cultivo de maíz. trigo y habas.
Recogimos también evidencias - en este caso en Sacocha. una que-
brada del sur de Bolivia - de control simultáneo por parte de una familia en
ambientes de la quebrada y de los valles boscosos o yungas. El recurso al cual
se accede con el control del ambiente en el valle bajo es el cultivo de ca11a de
azúcar. qu e permite a su vez el acceso al dinero y, por lo tanto , a mercade-
rías. Debe hacerse resaltar que los socochenses son campesinos comuneros.
algunos de los cuales. d e esa manera , combinan la posesión de parcelas com u-
nitarias en la quebrada con la propiedad de minifundios en el valle.
En varios de los casos mencionados no se trata de una sola familia ex-
tensa. sino de varias de una misma zona o comunidad, que aprovechan simul-
táneamente dos o más escalones ecológicos. Así. pese a que en general no
existen instituciones comunitarias formales que se hagan cargo ele dicho con-
trol. es evidente que es toda una comunidad la que usufructúa del mismo.
Todos los casos que hemos considerado hasta aquí constituyen típi-
cos "archipiélagos verticales" de articulación intraétnica, ya sea familiar . ya
sea comunitaria . Siguiendo la distinción fonnulada por Fioravanti-Molinié
( 1981 ) entre control discontinuo o en archipiélago y control continuo. vere-
mos ahora dos ejemplos de control comunitario continuo .
El primero es el d e las comunidades ubicadas en la cuenca de Salinas
Grandes-laguna de Guayatayoc. con núcleos en la puna baja. a unos 3500 m.
de altura. En la zona nuclear o aldeana, los campesinos poseen parcelas bajo
riego destinadas al cultivo de pasturas. maíz altiplánico , habas. papas y horta-
lizas para el autoconsumo; en la zona monta11osa próxima. casi todas las fa-
milias poseen uno o más puestos destinados al pastoreo trashumante de ove-
jas. cabras y llamas (Merlino y Rabey 1978. 1983 ): eventualmente. y según la
zona. algunas familias pueden poseer derecho al pastoreo en las zonas nuís
bajas y llanas. que. generalmente. se destinan a los vacunos. El status jurídico
de es tas zonas es poco típico : a mediados del siglo pasado , las comunidades

No . 1, Julio 1986 135


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

desaparecieron como sujeto de derecho a la propiedad en la puna argentina


(Madraza 1982). quedando sus antiguas tierras en propiedad del Estado: sin
embargo. los pobladores siguieron manejando éstas como propias y con arre-
glo a sus sistemas tradicionales de distribución territorial. defendiéndose
- con mayor o menor éxito- de los intentos de apropiación privatista. Es por
eso que usamos el nombre de "comunidades". pese a su no existencia jurídi-
ca -desde el punto ele vista de las instituciones centrales- . Estas comunicla-
cles de la puna jujei'ta constituyen. por lo tanto . un caso de control vertical
continuo ele dos escalones -puna alta y puna baja-. al que hay que agregar.
como hemos visto. el control a distancia de parcelas en la quebrada de Huma-
huaca.
Un segundo y aún más peculiar caso de control comunitario continuo
es el constituido por Casira y Calahoyoc. Se trata ele dos pueblos ubicados en
las nacientes de las quebradas homónimas. del lado argentino ele la frontera
argentino-boliviana. Sus habitantes controlan una importante fuente de arci-
lla ele buena calidad. que emplean para la fabricación de objetos utilitarios ele
cerámica. principalmente ollas - una actividad que parece haberse desarrolla-
do allí desde hace muchos siglos (Raffino , com. pers.)-; estos objetos se des-
tinan tanto al trueque como a su venta a acopiadores de la cercana ciudad de
La Quiaca y a otros que llegan desde más al sur en busca de objetos con usos
decorativos para los grandes mercados urbanos - Buenos Aires, Córdoba , Tu-
cumán-. Simultáneamente, los habitantes de Casira y Calahoyoc poseen
zonas para pastorear ovejas y cabras en las colinas vecinas del lado argentino
y, lo que hace a este caso más interesante. tienen tierra para cultivo del otro
lado de la frontera internacional. en territorio boliviano. donde sus derechos
y obligaciones se estructuran de acuerdo con los arreglos tradicionales locales
y donde sí existe propiedad comunitaria reconocida por el Estado.

Articulación interétnica

Poseemos un cuerpo muy abundante de datos acerca de formas con-


temporáneas de articulación interétnica. incluyendo sus dos graneles ámbitos
de expresión : los viajes periódicos de intercambio personal y las ferias anua-
les. Dado que Karasik ( 1984) ha tratado especialmente este tipo de articula-
ción y tiene en preparación un artículo al respecto. haremos aquí una presen-
tación muy esquemática, poniendo especial énfasis sólo en los aspectos no
analizados en dichos trabajos.
En el mapa presentamos los principales canales de intercambio de
bienes y los sitios de ferias , aunque hay numerosas vías secundarias que no
están indicadas. Tampoco aparecen los canales de intercambio ubicados en la
zona entre los paralelos 24º 30' y 26º. en la cual no hemos realizado traba-
jos ele campo , pero sobre cuya existencia tenemos noticias muy generales.
Con respecto a las ferias . debe tenerse en cuenta que si bien algunas - como
Yavi y la Manca Fiesta en La Quiaca - registran bastante antigüedad. hay

136 Revista Andina, año 4


_______________Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

otras muy recientes. como la de Rinconada -iniciada en la década del 70 - y


las de Casira y Chagua ( Rojas Aspiazu. com. pers .) -en 1984- , Es probable.
entonces, que sigan apareciendo nuevas ferias en los próximos aiios y que la
lista presentada en el mapa quede pronto desactualizada. Los bienes materia-
les que son objeto de intercambio aparecen resumidos en el cuadro No. l.

CUADRO No . 1
BIENES PRODUCIDOS POR LOS DISTINTOS ECOSISTEMAS ANDINOS,
UTILIZADOS EN INTERCAMBIOS

PUNA QUEBRADAS

Sal Maíz
Lana en vellón (llama y oveja) Papas
Cueros de llama y oveja Habas
Lana hilada Porotos
Queso verduras: cebolla, ajo, zanahorias, lechuga
Ch uño y otras
Carne fresca: "abiertos" Frutas (frescas o secas, "pasas"): manza-
Carne disecada: charqui y chalona nas, peras , uvas, membrillos, duraz-
Plantas medicinales: chachacoma, pupusa, nos, nueces y otras
ricarica, otras Cestos
Coipa (sal para lavar el cabello) Plantas medicinales : cola de caballo, men-
Pluma : parina, patos ta , otras
Tejidos:
Frazadas, mantas, barracanes y otros VALLES BAJOS
cortes (telar)
Medias y guantes (cinco agujas) Maíz
Pulloveres, chalecos (dos agujas) Frutas: especialmente cítricos
Sogas, "tulmas" (trenzadas) Ají
Chospas, chumpis (fajas en telar) Verduras
Grasas Miel y cera
Cuero "pila" para chipas o chiwas para el Pabilo para velas
transporte de frutas Calabacines
Yuyucho (desecado): alga de las vertientes Maderas : generalmente manufacturadas,
de altura por ej.: tablones, puertas, ventanas ,
Quinoa bateas, cucharas, platos
Leña: churqui, queñoa Cañas
Ollas y otros objetos de barro cocido Plantas medicinales : semillas de quina
Pieles de animales salvajes: zorros, hurones Tintóreas: corteza de nogal
Caña de azúcar
Pieles de animales salvajes: gatos del mon-
te, puma, corzuela
VALLES AL TOS VALLES CHILENOS
Papas y otros tubérculos Frutas secas (pasas) : manzanas, higos, uvas,
Habas etc.
Nueces
Chañar

No. 1, Julio 1986 137


Artículos, Notas y Documentos, _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Los intercambios de información involucrados han sido ampliamente analiza-


dos por Karasik (1984 ).
En la mayoría de los casos, las vías de intercambio personal seflaladas
están en plena vigencia , pese a que existe una cierta variabilidad de intensi-
dad de flujo entre afio y afio. a causa de factores tales como: ciclos climáti-
cos ; modificación en los precios de bienes susceptibles de ser vendidos en el
mercado comercial -como la carne y la lana provenientes de la puna -; alza
de los precios o mayor demanda de productos agrícolas que puedan sustituir
a cultivos destinados tradicionalmente al trueque -como las hortalizas con
respecto al maíz en las quebradas-; fluctuaciones en el mercado de mano de
obra. Muy pocas de las vías de intercambio seflaladas en el mapa -como los
viajes a los valles de Jujuy y Salta y algunos a los valles del Pacífico- han de-
jado de usarse en los últimos 1O ó 15 años, quizás por razones relativamente
coyunturales, como la intensificación de los controles fronterizos en la zona
de frontera tripartita entre Bolivia, Chile y Argentina o el aumento del tránsi-
to automotor en las áreas urbanas y la sustitución del cultivo del maíz por ta-
baco en los valles. Dada la poca antigüedad del desuso, las hemos mantenido
en el mismo horizonte sincrónico que las restantes.
Por otra parte, es posible que se estén reactivando los viajes al Pacífi-
co. Informaciones recogidas en septiembre de 1984, en Susques, señalan un
activo intercambio en los primeros meses de dicho año. Esto parece estar vin-
culado a algunos cambios meramente coyunturales : la persistencia de la crisis
económica en ambos países, así como la distensión interna y fronteriza en la
Argentina, relacionada con la reimplantación en ésta del sistema democrático
y las perspectivas de culminación de las tratativas por el problema del Beagle
entre Argentina y Chile.
El mayor flujo de intercambio se produce entre los habitantes de las
punas, por un lado, y los de las quebradas, por el otro. Estas incluyen a Soco-
cha y Talina, en el sur de Bolivia, y a Humahuaca, en el norte de la Argenti-
na, así como la del Toro y los Valles Calchaquíes, un poco más al sur. Tam-
bién son importantes los intercambios de los puneños con los habitantes de
los valles altos del borde oriental de la región y con los de los valles chilenos.
Someros datos sobre los circuitos puna-quebrada y puna-valles altos han sido
presentados anteriormente por Sanguinetti y Mariscotti ( 1958-59), Forgione
(1968) y Bilbao (1974).
El intercambio donde intervienen los puneños se produce preferente-
mente entre zonas complementarias relativamente próximas. En general, en
el sur de los Andes Centrales pueden diferenciarse tres zonas de intercambio ,
pertenecientes a cuencas diferentes (ver mapa). Por el norte, la zona I incluye
las punas del sur de la cuenca de Uyuni, las de la cuenca del Paraná-Plata (ca-
beceras del río Grande de San Juan) y de la cuenca de Pozuelos. En el cen-
tro. la zona II abarca la cuenca de Salinas Grandes-laguna de Guayatayoc, así
como otras cuencas cerradas ubicadas al oeste de aquélla -salares de Caucha-
ri, Olaroz y otros- . Hacia el sur, quedan comprendidas en la zona 111 una

138 Revista Andina, año 4


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Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

serie de cuencas salinas.


Los puneños de la zona I intercambian con los habitantes de las que-
bradas de Sacocha y Talina; los de la zona II lo hacen con los de la quebrada
de Humahuaca. mientras que los de la zona 11 I se orientan hacia la quebrada
del Toro. los Valles Calchaquíes y los valles de Fiambalá y Belén . El inter-
cambio entre puna y valles altos posee también una definida orientación
zonal. Los puneños de la cuenca del río Grande de San Juan intercambian
con los pequeños valles altos del sur del salar de Uyuni y con los grandes va-
lles altos de los faldeos de la Cordillera Oriental pertenecientes a la subcuen-
ca del Pilcomayo - por ejemplo. lscayachi-; los puneiios de la cuenca de
Pozuelos - que también hemos incluido en la zona 1- no realizan viajes a los
valles altos. Los puneños de la zona II intercambian con los vallistos que ha- .
bitan en los faldeos de la Cordillera Oriental pertenecientes a la subcuenca
del Bermejo. al nordeste y este de la quebrada de Humahuaca: Nazareno,
Colanzulí. Caspalá. Santa Ana, entre otros. Con respecto a la zona 111 no po-
seemos datos.
En las zonas II y III de la puna , el intercambio con las quebradas está
exclusivamente a cargo de los pastores puneños. En cambio , en la zona I, sólo
los puneños de la subcuenca del río Grande de San Juan realizan viajes; los
de Pozuelos y de las punas más nororientales de la Argentina no lo hacen. En
este caso, son los habitantes de las quebradas bolivianas de Sacocha y Talina
quienes realizan frecuentes viajes para obtener recursos de las zonas comple-
mentarias. Aquí, además de los productos propios de la región, entran en el
intercambio mercaderías consistentes en productos alimenticios provenientes
del centro de la Argentina: especialmente harina industrial, grasa, fideos y
arroz. Téngase en cuenta que en el ámbito rural puneño las casas ubicadas
cerca de los caminos suelen funcionar como pequeños locales comerciales
- "almacenes"- donde se aprovisionan de mercaderías los campesinos más
apartados; es en estos almacenes donde los quebradeños del sur de Bolivia
adquieren mercaderías a cambio de sus productos agrícolas.
También el intercambio entre gente de las punas y de los valles altos
se produce , generalmente, a través de viajes de troperos puneños. La única
excepción que conocemos ocurre en el extremo noroeste de la Argentina
-las cabeceras del río Grande de San Juan-, donde el intercambio tiene co-
mo agentes principales a los habitantes de los valles altos del sudoeste boli-
viano -por ejemplo. el valle del río Grande de Lípez - . En los intercambios
en esta zona, la pauta básica consiste en papas por harina industrial o azúcar
-en este último caso, cuando la relación de precios favorece a los habitantes
bolivianos-, manifestándose también en pequei'ios comercios de la zona fron-
teriza que, como en la cuenca de Pozuelos, son propiedad de campesinos que
también realizan transacciones locales. cambiando mercadería por lana y cue-
ros a sus vecinos.
Con respecto a los valles altos de la vertiente del Pacífico, los viajes
de intercambio se polarizan en una única área: las cuencas del salar de Ataca-

140 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, Gonzá/ez: Racionalidad campesina

ma y del río Loa. Troperos de llamas y burros de la puna argentina y del sur
boliviano realizan importantes viajes de trueque que , como señalamos arriba ,
se han intensificado en la Argentina durante 1984, luego de un temporal re-
troceso. Además, es habitual que "arrieros" chilenos penetren pocos kilóme-
tros en territorio argentino , hasta las localidades más fronterizas de la puna
- El Toro , Susques-, en las épocas de rodeos de burros, para intercambiarlos
por frutas frescas y "pasas" secas o por objetos electrónicos -fundamental-
mente radiograbadores- provenientes de los países de la costa oriental asiáti-
ca. Nuestros informantes coincidieron en señalar que, hasta 1983 , la gendar-
mería argentina solía reprimir estos viajes, que , legalmente, constituyen con-
trabando. Es importante señalar que estas transacciones muchas veces están
intermediadas por dinero : los " chilenos" venden radiograbadores a puneños
-generalmente asalariados o comerciantes-, recibiendo a cambio dinero
argentino , que usan para comprar burros a otros puneños, quienes, a su vez.
lo utilizan para comprar mercaderías de almacén o contratar peones para
ayudar en el cuidado del ganado. Pero junto a la compra-venta suele haber
muchas transacciones de trueque directo: pasas por burros ; pasas por maíz,
que,. a su vez, ha sido traído de la quebrada ; pasas por carne de llama o de
oveja ; radiograbadores por su equivalente en burros.
Entre la puna y los valles bajos existe también un importante número
de canales, algunos de los cuales han estado siendo reemplazados por víncu-
los comerciales en las últimas décadas. Muchos puneños realizan viajes a los
valles bajos y boscosos del este - por ejemplo , Isla de Cañas- para cambiar
sus productos por naranjas; este circuito, que implicaba viajes de hasta veinte
días de duración para las zonas más alejadas de la puna, parece haberse res-
tringido desde hace unos treinta años a las punas más próximas a los valles
orientales. Hasta la década del 60, los habitantes de las zonas II y III de la
puna bajaban a los valles bajos y templados donde se encuentran las ciudades
de Salta y Jujuy para cambiar tejidos, carne y sal por maíz blanco y amarillo ,
entrando a veces a las ciudades para vender tejidos - por ejemplo, guantes y
medias- . La interrupción del intercambio por este canal es adjudicada por
los puneños al incremento del tránsito automotor en las áreas urbanas y sus
alrededores, a lo que se suma la prohibición policial y municipal de circular
con animales por las rutas y ciudades. Por su parte, los habitantes de la zona
I -con excepción de los puneños de la cuenca de Pozuelos- todavía realizan
viajes al valle de Tarija, con el mismo fin.
Puede observarse que en casi todos los circuitos de intercambio inter-
étnico donde participan los puneños, éstos funcionan como los agentes móvi-
les de intercambio, siguiendo una regla aparentemente general en todo el
ámbito de los Andes Centrales (Flores Ochoa 1975 , Casaverde 1977 , Platt
1975 , Riviere 1979). Las únicas excepciones a esta regla ocurren en tres zo-
nas fronterizas argentinas, cada una de las cuales se ha especializado en el in-
tercambio con grupos y ecosistemas diferentes : valles altos del Pacífico para
las punas de Susques y El Toro; valles altos de Nor-Lípez para las punas del

No. 1, Julio 1986 141


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

río Grande de San Juan y quebradas de Sococha y Talina para las punas de
Pozuelos y otras aledañas. Los tres casos encierran una combinación de true-
que personal con comercio mercantil: en el primero , las mercaderías fluyen
de Chile (y, a través de este país, de la costa oriental asiática) hacia la puna
argentina; en los otros dos, un flujo de mercaderías industriales argentinas
llega a la región andina boliviana. De todos modos, el sentido principal de
este flujo es variable, de acuerdo con las oscilaciones de precios y con las co-
tizaciones de las monedas nacionales, así como con los cambios en los hábi-
tos de consumo. Es importante señalar dos rasgos de esta pauta de trueque-
comercio fronterizo: en primer l~gar, que en estos casos ya no son los pune-
ños los agentes móviles del intercambio, papel que cumplen aquí los otros
grupos involucrados -salvo en el caso de Susques-El Toro, donde ambos gru-
pos se mueven-; en segundo lugar, que la relación de "colegas" o "amigos",
una alianza más o menos permanente entre dos miembros de grupos distintos
que caracteriza al trueque personal (Karasik 1984 ), sigue vigente en este tipo
de intercambios.
También hay relaciones de trueque personal entre quebradeños y ha-
bitantes de los valles altos y valles bajos y de estos dos grupos entre sí. Las
relaciones entre estos grupos y los que habitan los valles chilenos, cuando
existen, no son directas, sino intermediadas por puneños; de todos modos,
son sumamente infrecuentes, exceptuando la que incluye a la quebrada de
Humahuaca, adonde llegan los puneños de la zona de Susques a buscar maíz ,
que a veces utilizan en sus intercambios con Chile .
La quebrada de Humahuaca sigue manteniendo relaciones de trueque
con los valles altos ubicados al este de la misma, aunque esta relación muchas
veces se mezcle con la articulación intrafamiliar en "archipiélago", que he-
mos comentado al principio de la sección anterior. En este caso , son los va-
llistos los agentes móviles, quienes a cambio de 'sus papas y ocas reciben no
sólo maíz, verduras y frutas de la quebrada , sino sal de la zona II de la puna
-donde se encuentran las Salinas Grandes-, que los quebradeños han obte-
nido, a su vez, por trueque o compra . La carne no entra habitualmente en es-
tos intercambios dado que los vallistos controlan territorios en "los cerros"
-escalón puna- que les permiten mantener majadas de ovejas y cabras y, a
veces, algunos vacunos, pero donde no hay sal. Si bien la quebrada de Huma-
huaca se ha convertido en un importante eje mercantil, la pequeña produc-
ción de tubérculos de esos valles de altura sigue canalizándose preferentemen-
te por esta vía tradicional.
No poseemos información sobre intercambios quebrada-valles de al-
tura en otras zonas. aunque suponemos que existen , al menos en las quebra-
das del sur boliviano .
En cuanto al trueque quebradas-valles bajos, conocemos dos casos. El
primero es el que vincula a las quebradas del borde oriental del altiplano ar-
gentino , en los departamentos saltei'ios de lruya y Santa Victoria -cuyos ha-
bitantes a veces controlan también territorios de valle alto -. con los valles

142 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - -,Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

bajos y boscosos de Orán, intercambio mediante el cual los quebradefios ob-


tienen naranjas y verduras de invierno a cambio de su maíz y tubérculos. El
segundo caso es el de la quebrada de Sococha, que intercambia sus bienes con
el valle de Tarija , obteniendo así naranjas, ají, coca, madera, verduras de in-
vierno , a cambio de maíz , habas y verduras de verano ; este intercambio está
intennediado por el papel moneda, adquiriendo la forma de compra-venta
sucesivas, pero son casi siempre los mismos campesinos de Sococha los que se
ocupan del intercambio .
Una forma especial de articulación in terétnica es la constituida por
las ferias periódicas, donde se reúnen puneños, quebradefios y vallistos -aun-
que nunca gente de los valles chilenos-, a los que se agregan acopiadores de
lanas y cueros, distintos tipos dé comerciantes y, últimamente, en algunas fe-
rias más fácilmente accesibles, turistas. La casi totalidad de las ferias se con-
centra actualmente en la faja fronteriza argentino-boliviana ; hasta hace unas
dos o tres décadas había también dos ferias en pleno territorio argentino : la
de Purmamarca, el 30 de agosto, en la zona de la quebrada de Humahuaca, y
la de la Tablada, en Pascua, de gran importancia regional, en las orillas de la
ciudad de Jujuy. También existen actualmente algunas ferias en la zona neta-
mente boliviana del sur de los Andes Centrales (por ejemplo, Tupiza y Tari-
ja ), pero no poseemos información directa sobre ellas; además, son bien co-
nocidas algunas ferias bolivianas, externas pero próximas a este ámbito regio-
nal , como la de Otavi (24 de junio) y las de Ayuma y Vitichi (Corpus Chris-
ti) ; a estas dos últimas llegaba hasta hace unos 40 ó 50 años una gran canti-
dad de ganado mular proveniente del centro-noroeste argentino, destinado a
la venta para el acarreo de minerales en las minas de Oruro y Potosí, como ya
lo ha señalado anteriormente Cipolletti ( 1984 ).
Contrariamente a lo que sucede con el trueque personal , donde la
articulación interétnica es el núcleo organizador y generalmente -salvo en al-
gunas zonas fronterizas- casi excluyente de las transacciones, en las ferias , si
bien la articulación interétnica parece funcionar como · núcleo organizador
central, comparte este rol con Jo intraétnico y con la articulación en la socie-
dad compleja. .
Por un lado, la concurrencia a la feria se da en forma organizada, por
parte de muchos grupos familiares y aun comunidades enteras de cada esca-
lón ecológico, quienes suelen emprender el viaje en forma conjunta, situación
que se ha acentuado con el creciente uso del camión como medio de carga y
transporte personal, en sustitución de los burros y la caminata; además, la de-
cisión de concurrir a la feria o de no hacerlo, o de optar entre una u otra
-cuando esto es posible-, se implementa sobre la base de información grupal
y comunitariamente compartida, muchas veces consistente en la evaluación
conjunta de lo sucedido en años anteriores; finalmente , es una regla general
que cada grupo étnico se ubica, en el predio ferial , en una zona determinada
y diferenciada -aunque no separada por barreras físicas- de las de los res-
tantes grupos.

No. 1, Julio 1986 143


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Por otro lado , la feria -junto con los flujos interétnicos de materia e
información- canaliza un importante flujo de materiales desde y hacia el nú-
cleo sociocultural complejo: compra en la feria de vestimenta, alimentos y
otros productos industrializados, a feriantes urbanos que suelen concurrir a
un gran número de ferias y mercados temporales ligados a fiestas religiosas ;
venta de cueros, lanas y ollas a acopiadores de La Quiaca, Abra Pampa e Itur-
be, quienes actúan en parte corno terminales de la red piramidal de acopio
con vértice en Buenos Aires. pero también como proveedores de lana de mu-
chos tejedores artesanales de la región. Un tercer rasgo de importancia para
definir el sistema articulatorio de las ferias , es la presencia de un importante
número de elementos étnicos andinos urbanos. tales como : vendedores de in-
sumos para rituales y medicina popular; vendedores de sandalias fabricadas
artesanalmente en Tupiza, Villazón y Tarija ; fabricantes artesanales de mue-
bles pequefios, puertas y ventanas; intermediarios de productos agrícolas de
las yungas, como ají y coca.
En la actualidad se realizan dieciocho ferias anuales. distribuidas en
los cuatro períodos climático-ecológicos que pueden distinguirse en el ciclo
anual de la región (Cuadro No. 2 ). Esta distribución temporal está vinculada
básicamente a las condiciones de la articulación interétnica. Mientras que en
los períodos I y 2 (la estación templado-húmeda y su transición a la estación
fría y seca) las ferias pemliten fundamentalmente el intercambio de produc-
tos frescos (carne y lana recién esquilada por choclos, verduras y frutas), en
los períodos 3 y 4 (estación fría y seca y su transición a la estación templa-
do-húmeda) , se intercambian productos desecados y elaborados (charqui y
tejidos, ollas, maíz) o pe fácil conservación, corno las papas. Con respecto al
ciclo temporal de las ferias pueden formularse, además, las siguientes obser-
vaciones: el período 2 es el de la cosecha agrícola en quebrada y valles altos
y el del fin de las pasturas abundantes, con mayor gordura y abundancia de
animales de rebaño , en las punas; en el período 3, las ferias se ubican antes de
los grandes fríos de julio-agosto, que dificultarían los viajes y el desarrollo
mismo de la feria; una de las ferias del 40 período , la Manca Fiesta , se espe-
cializa en la provisión de ollas (mankas, en quechua) , que son suministradas
en gran cantidad por los habitantes de las cercanas quebradas de Casira y Ca-
lahoyoc, a cambio de diversos productos agrícolas y pastoriles o de dinero
para comprar mercaderías; otra feria del 4° período es la de lruya, quebrada
oriental que, por su ubicación, permite el fácil acceso de los habitantes de los
valles bajos orientales que concurren exclusivamente a esta feria, aportando
especialmente naranjas y otros cítricos (ver Cuadro No . 1). Por último, seña-
laremos que las épocas de las ferias importantes se corresponden cerradarnen-
te con las épocas en que los pastores puneños realizan sus viajes personales.
En las ferias relevadas se han observado seis tipos de transacciones.
algunas de las cuales incluyen operaciones que se realizan fuera del ámbito
ferial propiamente dicho , y que hemos resumido en el Cuadro No. 3. El pri-
mer tipo de intercambio involucra productos que tradicionalmente han entra-

144 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - R a b e y , Merlino, Gonzá/ez: Racionalidad campesina

Cuadro No. 2
Ferias, ciclos ritual,de abundancia y escasez y climático-ecológico
(cf. Urbano 1976)

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No . 1, Julio 1986 145


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

do en transacciones de trueque interétnico y que, por lo tanto, poseen equi-


valencias relativamente invariables; de todos modos, existe un cierto rango de
variabilidad que parece dependiente de la distancia que necesita recorrer cada
grupo para realizar los intercambios y de la oferta-demanda. El segundo tipo
incluye intercambios que no han sido objeto tradicional de relaciones inter-
étnicas y que, por lo tanto, no poseen equivalencias mutuas; entre ellos están
los trueques de productos étnicos rurales por mercaderías, por artesanías
urbanas o por productos de las yungas; las equivalencias entre productos y
mercaderías se acuerdan por la asignación de un valor en dinero a cada uno,
funcionando éste solamente como elemento de referencia, pero sin aparecer
en forma material. El tercer tipo se refiere a intercambios donde aparece un
producto intennediario <Po) que permite el acceso a otro producto (P2) cuyo
poseedor no tiene interés en P1. El intermediario, en lugar de ser un produc-
to, puede ser el dinero, caso que está representado por nuestro tipo No. 4.
El quinto y el sexto tipo representan situaciones donde ciertos miembros de
un grupo étnico -habitualmente puneños- pueden acceder a productos de
otros escalones ecológicos sin concurrir a la feria, gracias a la participación
intennediada de comerciantes que, partiendo de un capital monetario inicial,
obtienen una ganancia en dinero a cambio. Ya hemos mencionado, además,
las transacciones puramente mercantiles; es decir, operaciones de compra-
ventl\.

CUADRO No. 3
TIPOS DE TRANSACCIONES EN LAS FERIAS

Ejemplos
1º pl X p2 carne x frutas
D
2º pl X p2 maíz x sandalias ("abarcas")

3º pl x P0 ; Po x P2 carne x sal; sal x papas


4º pl X D ;D X p2 tejidos x dinero; dinero x miel

5° 0 X Pl ; Pl X p2 ; p2 X D dinero x grasa de llama; grasa x fruta; fruta


x dinero
dinero x ollas; ollas x dinero

Articulación en la sociedad compleja

En la articulación con el núcleo de la sociedad compleja pueden dis-


tinguirse claramente las interacciones que implican fundamentalmente flujo

146 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

de materia y energía de aquellas que involucran principalmente flujo de


información. Las primeras incluyen comercio de mercaderías, pago de servi-
cios y venta de mano de obra. Las segundas incluyen todos aquellos vínculos
que implican un control -o un intento de control- por parte del núcleo so-
ciocultural complejo sobre las comunidades locales andinas y sus estructuras
étnicas: educación "formal", religiones centralizadas, medios masivos de co-
municación, instituciones gubernamentales, incluido su aparato de coerción.
Las interacciones informáticas también incluyen controles e intentos de con-
trol de las estructuras étnicas andinas sobre el núcleo sociocultural: religión
popular, ciclos festivos andinos, medicina tradicional , con manifestaciones
tanto rurales como urbanas. En el presente artículo nos limitaremos a anali-
zar las articulaciones materio-energéticas. De todos modos, éstas también
canalizan un contenido informático: por ejemplo, la compra de alimentos,
vestimentas y materiales de construcción industriales por parte de los habi-
tantes de la región, encierra un claro contenido de subordinación cosmovisio-
nal al núcleo sociocultural. Esto se hace evidente en los múltiples casos en
que dichos productos no implican una mejora funcional con respecto a los
sustituidos de fabricación tradicional, como sucede en el caso de los techos
de chapa de cinc ("calamina") , que sustituyen , a los tradicionales de teja ,
paja o torta de barro.
Analizaremos en primer lugar el comercio de mercaderías. Este se en-
cuentra a cargo de pequeños o medianos comerciantes, en su mayoría perte-
necientes a familias con una vieja raigambre local, aun cuando en algunas pe-
queñas ciudades del sector argentino es corriente la presencia de cierto núme-
ro de comerciantes de origen sirio-libanés: los "turcos". Por otro lado, mu-
chos -quizás la mayoría- de los comerciantes mantienen simultáneamente
actividades productivas características del grupo étnico local; comerciantes
especializados sólo se encuentran en los poblados de cierta importancia , por
encima de los 2000 habitantes; en el resto de los pueblos y ámbitos rurales,
los comerciantes son siempre -con rarísimas excepciones- campesinos que
han ampliado así su base de recursos. Finalmente, la mayoría de los comer-
ciantes participan activamente en las festividades religiosas y los rituales ca-
racterísticos de la región, tanto en las de raíz indígena -ch 'allacos, señala-
das, carnavales- como en las de origen hispánico -procesiones religiosas y
otras fiestas-, en las cuales a veces gastan importantes sumas de dinero.
Para comprender mejor las características del rol articulador de estos
comerciantes, analizaremos brevemente cómo usan el dinero producido por
sus ventas y que se puede agrupar en cinco rubros principales. l) La compra
de mercaderías, que involucra, por supuesto, un flujo neto de utilidades cam-
po-ciudad. 2) La construcción y mejoramiento de locales y la compra y
mantenimiento de vehículos de transporte; son rarísimos los casos en que un
comerciante posee un automóvil para pasear. 3) El sostenimiento de la fami-
lia, generalmente limitado a sus necesidades básicas y sin superar el nivel me-
dio local. 4) Gastos de distintos tipos de fiestas: "alferados" de santos patro-

No . 1, Julio 1986 147


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

nos, convites, "fortines" de carnaval, ch 'allacos, señaladas y hasta comidas


colectivas en encuentros evangelistas. 5) La adquisición de una o dos vivien-
das -modestas y a veces construidas por el propio comerciante- en un sitio
más urbano , destinadas a alojarlo en sus trámites en la ciudad, que pueden
incluir la atención médica de él y su familia, y, eventualmente, a albergar a
alguno de sus hijos que estudia o trabaja en la ciudad.
Los dos primeros rubros implican un "fondo de reposición", en este
caso mercantil; el tercero, un "fondo de subsistencia" y el cuarto, un "fondo
de ceremonial", mientras que el flujo de beneficios campo-ciudad implica un
"fondo de renta", con lo cual los ingresos brutos de estos comerciantes apa-
recen distribuidos de acuerdo con una pauta típicamente campesina (Wolf
1966 ). El quinto rubro, por su parte, está claramente relacionado con una
organización socioeconómica ecológicamente vertical -es decir, la fonna
campesina andina-, incluyendo el control sobre nichos urbanos. Si bien este
control es básicamente familiar, se convierte también en comunitario cuando,
como sucede en muchas zonas rurales, este comerciante se hace cargo de las
gestiones de interés común ante las autoridades que residen en la ciudad : es-
tablecimiento de una escuela, de un puesto sanitario o de un puesto policial
con radio; obras de mejoramiento agropecuario como canales, defensas de
ríos o lavaderos de animales; mejoramiento de caminos, etc. Es corriente
-por lo menos del lado argentino- que este campesino con mayores recur-
sos sea designado por la comunidad en un cargo de interlocutor con las auto-
ridades -por ejemplo, Presidente del Centro Vecinal-, el mismo que lo obli-
ga a realizar un volumen de gastos mayor que el del común de los campesinos
del área, gastos que, precisamente, puede solventar gracias a sus ingresos co-
merciales extras.
Por otra parte, el comercio no es la única actividad capaz de reportar
ganancias monetarias a los campesinos de la región. Agricultores con más de
una hectárea .y pastores con más de 300 cabezas de ganado menor pueden
obtener, además de productos para la autosubsistencia y el trueque, una masa
variable de recursos para la venta. Se presenta aquí una amplia gama de situa-
ciones que va desde pastores y agricultores muy tradicionales que siguen em-
pleando la casi totalidad de su producción para el autoconsumo , el trueque y
las obligaciones de reciprocidad y redistribución , hasta verdaderos "ganade-
ros" de puna y horticultores de quebrada que producen fundamentalmente
para el mercado . Aun así, su inserción socioeconómica y cuJtural en el cam-
pesinado andino sigue siendo indudable. Un análisis semejante al que hemos
realizado con respecto a los comerciantes nos señala los siguientes rasgos: su
origen es casi exclusivamente regional y, por lo geoeral, de la zona donde
están instalados; conservan los mecanismos convencionales de articulación
intra e interétnica y el producto de su actividad laboral se distribuye entre
los cuatro "fondos" que ya hemos señalado. Puede decirse entonces que no
son pequeños empresarios rurales, sino campesinos andinos orientados hacia
el mercado .

14A Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

Los horticultores de quebrada venden sus productos a puesteros de


las ferias de las pequeñas poblaciones locales y, principalmente, a acopiado-
res urbanos con los cuales suelen mantener una relación de exclusividad , mu-
chas veces fortalecida por el compadrazgo. Los acopiadores, a su vez, suelen
asesorarlos en tecnología de horticultura intensiva, proporcionarles informa-
ción acerca de fluctuaciones del mercado , proveerlos de semillas, agroquími-
cos y diversas mercaderías de consumo y, finalmente, otorgarles crédito ,
todo lo cual refuerza la dependencia mutua. Como hemos visto antes, los
campesinos de la quebrada de Humahuaca y la zona ecológicamente semejan-
te que rodea al valle de Jujuy han pasado en pocas décadas de una condición
de productores agrícolas étnicamente orientados a la de proveedores hortíco-
las de la ciudad de San Salvador de Jujuy y otros grandes centros urbanos
próximos que han tenido un poderoso crecimiento poblacional. En otras zo-
nas ecológicamente semejantes, como los valles de lruya, Nazareno y Santa
Victoria en Argentina, las quebradas de Sococha y Talina y los valles meso-
térmicos de Tarija, esta transformación no se ha operado o lo ha hecho con
menor intensidad, mientras que en las quebradas más meridionales -los valles
Calchaquíes de Salta y Catamarca, Argentina- la penetración y persistencia
de la economía de hacienda generaron otras situaciones, ligadas a una econo-
mía señorial de aprovisionamiento a las grandes ciudades, que todavía persis-
te parcialmente.
Los pastores de puna se han ligado a mecanismos de articulación mer-
cantil solamente en las zonas donde se cumplen dos condiciones: la existen-
cia de tierras con pastos . abundantes relativamente continuas y la presencia
de poblaciones de cierta importancia a una distancia corta y cubierta por ca-
minos transitables por camiones. Ambas condiciones se cumplen solamente
en dos zonas, ubicadas en la puna jujeña : la cuenca de Pozuelos y la altipla-
nicie ubicada entre Abra Pampa y La Quiaca. Los pastores de ovejas y llamas
de estas zonas tienen una producción fuertemente orientada al mercado mo-
netario , a través de dos canales: la venta de carne fresca para el consumo de
dichas ciudades y la venta de lana y cueros a los acopiadores, también con-
centrados en las mismas y con los cuales, asimismo, suelen tener relaciones
de compadrazgo, además de ser éstos sus proveedores de mercaderías. Ambas
zonas han recibido desde hace más de l O años una importante asistencia téc-
nica por parte del Estado provincial jujeño, que incluye la siembra de pastu-
ras artificiales y la oferta de reproductores ovinos. También en dos zonas de
puna próximas a centros urbanos se produce un fenómeno semejante, aunque
de menor volumen, de provisión de carne y quesos : los "cerros" que rodean
a la quebrada de Humahuaca (Bilbao 1974) y la zona que rodea Mina El
Aguilar (Krapovickas et al. 1979; Sanguinetti y Mariscotti 1958-59).
Hay una tercera forma de articulación monetaria en la región: el tra-
bajo asalariado. En primer lugar, tenemos el trabajo temporal, pero que se
prolonga durante no menos de ocho meses, de abril a noviembre, como bra-
ceros en la cosecha de la caña de azúcar -zafra- (Hermitte y Herrán 1977;

No. 1,Julio 1986 149


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Herrán 1979 ; Rutledge 197 5 ; Whiteford 1977) : en los grandes ingenios del
piedemonte salto-jujeño o en las fincas azucareras medianas y pequeñas que
actúan como proveedoras de éstos, a la cual concurren campesinos bolivianos
y argentinos de casi toda la región; o bien en los ingenios de Santa Cruz de la
Sierra, adonde concurren sólo bolivianos. Esta actividad , que hasta hace unos
1O ó 15 años llegó a representar trabajo para unos 8000 braceros y sus fami-
lias solamente en Ledesma, el mayor de los cinco ingenios salto-jujeños, en la
actualidad ha reducido su capacidad de contratación a una cuarta parte debi-
do a la mecanización de muchas de las labores involucradas. Sin embargo , tal
disminución, mencionada también por Rutledge (197 5) y Whiteford (l 977),
parece haber comenzado antes de la mecanización, con la crisis azucarera de
1966 (Bisio y Forni 1976).
Otra fuente muy importante de trabajo asalariado está constituida
por la actividad minera, que se concentra principalmente en la puna jujeña,
donde hay un establecimiento grande -Mina Aguilar- y otro mediano
-Mina Pirquitas- y que cuenta además con muchas pequeñas empresas dis-
tribuidas por todo el escalón puna de la región. En este caso , el trabajo no es
estacional como con la caña de azúcar, sino permanente, pero de todos mo-
dos suele ser relativamente temporal sea porque las minas pequeñas funcio-
nan durante pocos años; sea porque muchos campesinos soportan poco tiem-
po trabajando en las minas; o porque al jubilarse o retirarse con una pensión
regresan al Jugar de origen ; o bien porque mientras trabajan retornan periódi-
camente a su lugar de procedencia y, si éste queda relativamente cerca de la
mina, lo hacen todos los fines de semana. Todas estas circunstancias impiden
que el trabajo en las minas se convierta, en esta región, en el núcleo de una
trama sociocultural diferenciada del campesinado, de una manera análoga a
lo que sucede en el norte de Potosí (Assadourian et al. 1980). Constituye
una fuente de dinero extra para los campesinos -y también una nueva fuente
de influencia urbana- , pero no necesariamente un mecanismo de su transfor-
mación en asalariados permanentes.
Una tercera fuente de trabajo asalariado es la constituida por los di-
versos empleos públicos que, del lado argentino, han aumentado vertiginosa-
mente durante los últimos 20 años, generando puestos en Correos, Registro
Civil, Policía, Municipios, Agua Potable, Energía Eléctrica, Juzgados de Paz y
otras agencias gubernamentales, puestos que, en su casi totalidad, han sido
cubiertos por gente originaria de la zona. Tal como sucede con el comercio y
con las otras formas de trabajo asalariado, el empleo público suele acompañar
y complementar, en distintas medidas según los casos individuales, a las fuen-
tes de recursos típicamente campesinos -incluidos la producción para el
autoconsumo, el control vertical intraétnico y el trueque interétnico-.
Finalmente, la circulación de dinero a través del comercio y el traba-
jo asalariado estatal y empresarial ha permitido la emergencia de un cuarto
tipo de empleo : el de peón rural. No nos referimos aquí a los peones que tra-
bajan en las haciendas de los Valles Calchaquíes, que ya hemos mencionado

150 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

y que constituyen un remanente de una estructura productiva ya en deca-


dencia hace décadas, sino a formas laborales relativamente recientes, emergi-
das en las áreas típicamente campesinas de la región. Si bien estas formas son
más comunes entre los productores orientados hacia el mercado, especial-
mente los horticultores -que precisan de una mano de obra muy concentra-
da desde octubre hasta abril-, el contrato de peones también es una práctica
corriente en una gran variedad de casos ligados en general a la imposibilidad
del contratante de · disponer de su propia fuerza laboral : la concurrencia al
ingenio azucarero o a otra actividad asalariada temporal, un viaje de trueque,
la condición de comerciante, empleado estatal o minero, son circunstancias
que obligan a los campesinos a contratar peones para reemplazarlos parcial-
mente en sus tareas agropastoriles u otras que requieren un cierto volumen
de mano de obra, como la construcción de la vivienda, especialmente cuando
no existe la posibilidad de acudir a un pariente que realice las tareas por reci-
procidad o por alguna otra contraprestación no monetaria.
La relación laboral así establecida posee un conjunto peculiar de ca-
racterísticas: 1) es una relación temporal, que dura mientras existe un exceso
de trabajo o mientras el contratante no puede hacerse cargo, por sí o a través
de un familiar; 2) la mano de obra contratada es frecuentemente local y mu-
chas veces los peones están emparentados con los contratantes; 3) las relacio-
nes de trabajo son generalmente "cordiales", con un alto grado de indepen-
dencia en el caso del pastoreo y un trabajo "mano a mano" de contratante y
contratado en el caso de la horticultura y la agricultura en general; 4) la re-
muneración incluye un jornal pequeño, la comida y especies -parte del pro-
ducto en el caso de la agricultura y toda la lana que se pueda hilar con el
huso manual, la "pushka", en el caso del pastoreo-; 5) el peón participa acti-
vamente en las acciones ceremoniales y festivas que acompañan al proceso
económico. Así definida, la relación de peonaje combina caracteres propios
de trabajo asalariado rural y de reciprocidad en el seno de la familia y de la
comunidad: de este modo, una estructura productiva campesina orientada
hacia el mercado ha generado una estructura laboral campesina orientada ha-
cia el salario.
Las diversas formas de articulación materia-energética que hemos se-
ñalado: comercio, producción orientada hacia el mercado y trabajo asalaria-
do -en ingenios azucareros, minas, puestos estatales y peonaje rural-, pue-
den ser interpretadas desde dos perspectivas diferentes. Vistas desde la óptica
de la sociedad compleja mayor, constituyen un abanico de tácticas para in-
corporar la población y los recursos andinos al mercado -de bienes y de tra-
bajo-: la monetarización creciente permite una colocación, también crecien-
te, de mercaderías; el aumento de las expectativas de consumo -reforzado
por factores puramente informáticos, como la educación escolarizada y los
medios masivos de comunicación- incrementa la disposición a vender la
fuerza de trabajo; ésta, por otra parte, ligada como está a una estructura que
conserva su carácter básicamente campesino , se mantiene como un "ejército

No. 1, Julio 1986 151


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

laboral de reserva" para la actividad empresarial en la región y fuera de ella.


Pero todas aquellas formas de articulación , vistas desde la perspectiva del
campesinado andino , constituyen una serie de tácticas que permiten adap-
tarse a la creciente presencia del núcleo socio-cultural característico de los
Estados-Nación y de la sociedad mercantil mundial contemporánea , sin per-
der su organicidad regional ni sus pautas básicas de identidad y , simultánea-
mente , aprovechando los nuevos recursos puestos a su disposición. Hermitte
y Herrán (1977) han señalado cómo la migración de los habitantes de Belén
a los grandes mercados nacionales de trabajo configura una táctica propia del
grupo doméstico campesino para ampliar su captación de recursos. Herrán
( 1979) mostró cómo los lazos de parentesco y de vecindad intervienen pre-
ponderantemente en la selección de destinos migratorios entre los campesi-
nos de Santa María , al sur de la región estudiada.
Desde este punto de vista, la articulación dentro de la sociedad com-
pleja por parte de las etnias campesinas del sur de los Andes Centrales puede
concebirse como un juego de confrontación y complementación de dos estra-
tegias : la del núcleo sociocultural complejo y la del campesinado . Un último
-y muy especial- caso de articulación a través del trabajo asalariado permi-
tirá comprender acabadamente esta situación dual.
Un importante número de campesinos de la región suele emigrar ha-
cia el sur, a las áreas industrializadas de la Argentina , en busca de trabajo.
Contrariamente a lo que aparece en la imagen corriente de la emigración
rural-urbana, los campesinos andinos no emigran necesariamente en forma
definitiva a las ciudades. La emigración se da más bien bajo la forma de una
gama de situaciones donde la emigración definitiva, con ruptura total de los
lazos materiales e informáticos con el campo, es excepcional. En julio de
1984, uno de nosotros realizó un trabajo de campo en Pacasi, comunidad
ubicada un poco más al norte del ámbito regional tratado en este artículo , al
sudeste de la ciudad de Potosí. En Pacasi, aproximadamente la mitad de los
varones adultos emigran periódicamente a la Argentina a trabajar en la cons-
trucción, desde Buenos Aires hacia el sur, habiendo llegado muchos de ellos a
ciudades de la Patagonia e, incluso, de Tierra del Fuego. Es corriente que,
mientras el varón viaja, el resto de la familia permanezca en Pacasi, cuidando
los cultivos. También es corriente que miembros de muchas familias extensas
residan durante años en Buenos Aires -y hasta se instalen allí-, facilitando
el desplazamiento de sus familiares. Esta situación es excepcional sólo desde
el punto de vista cuantitativo: por el porcentaje de trabajadores involucrados,
por las grandes distancias y por la estrecha y estructurada combinación de
formas campesinas y capitalistas. Pero en líneas generales es representativa
de un esquema laboral ampliamente difundido en todo el sur de Bolivia y el
noroeste argentino y que muestra hasta qué punto es elástico y creativo el
patrón andino de articulación .

152 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

Discusión y conclusiones

1) Frecuentemente se afirma que el trueque, junto con el control verti-


cal y otras pautas culturales andinas, se encuentran en retroceso. La eviden-
cia empírica que hemos presentado y analizado para el sur de los Andes Cen-
trales muestra, en cambio, que las pautas que permiten el acceso a los recur-
sos de diversos ecosistemas están en plena vigencia. No obstante, carecemos
de información cuantitativa acerca de su importancia actual y en distintos
momentos del pasado, lo cual impide formular comparaciones mínimamente
confiables. Sin embargo, parece claro que el reciente retroceso operado en el
trueque en ciertas zonas, como la frontera argentino-chilena y los valles bajos
de Salta y Jujuy, no se debe tanto a procesos socioeconómicos estructurales
como a fenómenos coyunturales: el incremento de la tensión fronteriza y la
coerción interna, en el primer caso, y un crecimiento urbano -con compo-
nentes culturales de un alto etnocentrismo "occidentalista" -, en el segundo.
Ninguno de los dos fenómenos puede ser considerado como definitivo, espe-
cialmente si atendemos a indicadores tales como la reactivación del trueque
argentino-chileno en 1984 y la reaparición simultánea de vendedores ambu-
lantes típicos de las urbes andinas en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Por otro lado, aun los autores que prefieren la hipótesis de la deca-
dencia de las formas tradicionales de articulación, no presentan a ésta como
un proceso continuo. Por ejemplo, Madrazo (1981) sugiere que el trueque
habría disminuido bruscamente durante la época colonial, para luego incre-
mentarse en el período republicano y comenzar a decaer nuevamente a partir
de 1930. Si esta última hipótesis fuera correcta, estaríamos ante un proceso
cíclico de incrementos y disminuciones en el volumen de intercambios y no
ante una necesaria decadencia y eventual desaparición final.
11) La evidencia empírica disponible incluye una amplia gama de situa-
ciones difundidas en toda la región que _abarca desde el control familiar en
muy pequeña escala hasta las grandes ferias periódicas y el acceso por parte
de comunidades íntegras a un abanico de interacciones con el núcleo de la
sociedad compleja. Una tipología de las formas de articulación en el sur de
los Andes Centrales es presentada en el Cuadro No. 4.
CUADRONo.4
TIPOLOGIA DE LAS FORMAS DE ARTICULA<;:ION

lntraétnica Interétnica Dentro de la


soc. compleja

Familiar ·"archipiélago" viajes trabajo asalariado


familiar personales y comercio

Comunitaria control ferias "colonización" comunit.


comunitario de nuevos nichos labor.

No. 1, Julio 1986 153


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Estas formas de articulación están constituidas por flujos de materia


y energía, pero simultáneamente canalizan flujos informáticos de importan-
cia diversa. Estas formas preponderantemente materiales de articulación, jun-
to con otras preponderantemente informáticas que no hemos tratado en este
artículo, como el ritual y las ceremonias civiles, permiten niveles de identi-
dad étnica local e identidad regional que no serían posibles de otra manera.
En particular, la articulación interétnica es el contexto en el que se expresan
las diferencias entre los distintos grupos étnicos andinos; mientras que la arti-
culación en la sociedad compleja es el contexto en el cual se expresan las di-
ferencias entre lo "andino" y otras grandes formaciones culturales y con el
núcleo sociocultural.
Puede hablarse entonces -y al no existir una estratificación interétni-
ca- de un sistema poliétnico andino no estratificado (Barth 1969) que, pre-
cisamente a causa de su articulación con otros sistemas poliétnicos -y tal vez
monoétnicos- y con un núcleo sociocultural, posee una identidad y puede
ser definido como macroetnia.
111) La intensidad actual del trueque en zonas vecinas de Bolivia y Argen-
tina, el uso de recursos complementarios por parte de comunidades ubicadas
a uno y otro lado de la frontera y el fácil acceso de toda la población regio-
nal a mercaderías y empleos controlados por el núcleo sociocultural, indican
que las fronteras internacionales no constituyen importantes obstáculos para
los fenómenos de articulación que estamos estudiando . Más aún , la concen-
tración de las ferias en la franja fronteriza -un fenómeno que ha sido señala-
do también para la zona fronteriza entre Perú , Chile y Bolivia (Castro Luéié
1982) y que recibe la promoción y el apoyo de las autoridades municipales
por las obvias ventajas que obtienen los pueblos sede de las mismas- balan-
cea los efectos desarticuladores de la frontera.
Desde este punto de vista, parece más adecuado concebir como socie-
dad compleja al sistema social planetario que a los estados individuales. Es-
tos, con su conjunto de instituciones propias, deben ser incluidos en el nú-
cleo sociocultural complejo, junto con otras instituciones "planetarias": em-
presas privadas, iglesias, asociaciones internacionales de científicos, etc.
IV) En el modelo que hemos presentado y fundamentado se combinan
las dos perspectivas bajo las cuales se ha encarado en los últimos años el pro-
blema de la "complementación vertical" andina: el control directo y el true-
que. Proponemos que ambas formas expresan la misma estrategia y que son,
en rigor, dos tipos ideales: en la realidad existe toda una gama de situaciones,
desde el control familiar de recursos en varios escalones ecológicos hasta el
intercambio entre entidades étnicas productivamente especializadas. Aun las
formas más extremas no son excluyentes: el control familiar de varias ecozo-
nas siempre encierra aspectos de intercambio y reciprocidad (involucrando
bienes y servicios personales), en tanto que el trueque también puede ser
considerado como una forma de control directo de recursos provenientes de
múltiples ecozonas, por parte de la macroetnia andina.

154 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

De ese modo, las dos perspectivas mencionadas -control e intercam-


bio- pueden ser concebidas como los dos aspectos básicos que presenta la
estrategia adaptativa andina. Si ésta es percibida como una estrategia macro-
étnica, resalta su aspecto de control; en tanto que si es percibida como mi-
croétnica, resalta el aspecto de intercambio.
V) Ahora bien , esta estrategia adaptativa no sólo se aplica a las relacio-
nes con la naturaleza y a las interétnicas andinas, sino que implica un estilo
de articulación en el interior de la sociedad compleja; es decir, incluye tácti-
cas específicas de relación con las instituciones del núcleo sociocultural. En
efecto , es evidente, por un lado, que estas instituciones establecen o intentan
establecer relaciones de dominio sobre los segmentos étnicos. Estos funcio-
nan como reservas de mano de obra para minas, ingenios, obras de infraes-
tructura y períodos de expansión de las industrias urbanas; también son per-
cibidos por las instituciones centrales como segmentos subordinados y atra-
sados a los cuales, en el mejor de los casos, es necesario hacer "progresar"
para que puedan ingresar en la sociedad de masas: participar en la educación
y medicina oficiales, cumplir el servicio militar, recibir a diario los mensajes
de los medios de comunicación.
Pero a su vez, los campesinos andinos usan como una táctica más
dentro de su estrategia adaptativa la articulación con las instituciones del nú-
cleo sociocultural. El traslado a minas e ingenios e, inclusive, a centros urba-
nos apartados de la región, no parece constituir generalmente un sistema de
emigración definitiva, sino un conjunto de tácticas para obtener dinero , mer-
cader.ías, una pertenencia objetiva y subjetiva a la sociedad mayor y aportes
informáticos, que son muy valiosos tanto por su contenido simbólico integra-
dor (hábitos, modos de comportamiento, estilos de vestir) como por su valor
para aumentar la capacidad de obtener bienes y servicios en la red institucio-
nal central: por ejemplo, el aprendizaje práctico de un oficio o la capacidad
para tratar con agentes estatales. No es un objetivo menor en este conjunto
de tácticas la obtención de un mejoramiento en el status del campesino en su
propia comunidad de origen.
VI) No poseemos información estadística adecuada acerca del grado de
permanencia de los emigrantes andinos en las ciudades, puesto que los datos
censales disponibles no indican los lugares de procedencia, ni la antigüedad
de los migrantes en la ciudad, ni tampoco -lo que es más importante- sus
movimientos periódicos campo-ciudad. Pero nuestra información recogida
en sitios rurales del sur de los Andes Centrales, incluido el sudoeste de Boli-
via, señala claramente que si bien muchos campesinos viajan a trabajar a las
ciudades del sur, pocos emigran definitivamente: los que lo hacen, en su gran
mayoría conservan importantes lazos sociales y económicos con su comuni-
dad de origen y también un notorio sentimiento de pertenencia étnica. Pode-
mos hablar entonces, también para este caso, de una verdadera trashumancia ,
que se agrega a las diferentes formas de trashumancia rural andina (Merlino
y Rabey 1978).

No. 1, Julio 1986 155


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

En trabajos anteriores, dos de nosotros (Merlino y Rabey 1978,


1983) hemos puesto énfasis en la trashumancia como factor clave en el siste-
ma adaptativo de los pastores del sur de los Andes Centrales. En este artículo
ponemos en evidencia que este esquema es fundamental para los campesinos
de todas las etnias regionales. De este modo, la trashumancia sirve para el
control tanto de los recursos productivamente relevantes de una ecozona
-como en el caso de los pastores de puna- como de varios escalones ecológi-
camente diferentes -que hemos descrito en este artículo como sistemas de
articulación intra e interétnica-, y finalmente, para el control de los recur-
sos proporcionados por las instituciones del núcleo sociocultural ~viajes pe-
riódicos para trabajar en minas y cosechas o en las ciudades, para comerciar,
para estudiar o para obtener servicios de las agencias gubernamentales-. Una
antigua táctica andina se amplía entonces para incorporar las posibilidades
ofrecidas por la inserción en las sociedades complejas contemporáneas.
VII) Hemos de concluir entonces que la racionalidad andina, que ha sido
concebida hasta ahora como una racionalidad organizadora interna, desde la
escala de la familia y de la comunidad hasta la del reino étnico y el imperio
macroétnico, se ha manifestado también -a partir de la conquista española-
como capaz de organizar la integración étnica andina dentro de la sociedad
compleja mundial. Desde este punto de vista, debemos considerarla como
orientada a garantizar no sólo la supervivencia de la cultura andina, sino la
_del sistema social humano en su conjunto, una supervivencia que sólo parece
posible (Rabey 1982) sobre la base de la conservación de la máxima diversi-
dad natural y cultural en el planeta.

Mario A. Rabey, Daniel R. González Rodolfo J. Merlino


Equipo de Investigación y Senador Morón 1312
Desarrollo Andino 1661 Bella Vista
e.e. Núm. 21 Prov. Buenos Aires
4624 Tilcapa -Jujuy Argentina
Argentina

Agradecimientos
A Ana María Rosato, con quien discutimos ampliamente las definiciones de identidad
cultural; a Gabriela Karasik, que leyó el manuscrito completo y formuló importantes co-
mentarios; a Carlos Aschero_por su rica información sobre la zona de las cabeceras del Río
Grande de la Quebrada de Humahuaca. Todos ellos son responsables de posibles virtudes
de este trabajo,_ pero no de sus probables desaciertos.
Al ConseJo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina, CONI-
CET, por haber financiado en gran parte las investigaciones que sirvieron de base a este
artículo.
A Gabriela Kasarik, Mario Sánchez, Mariana Mancusi, Claudia Girola, María Esther
Nostro, José María Gerling, Jorge Staude, quienes prestaron valiosa colaboración en la
recolección de datos.
Y en forma especial a todos nuestros informantes, a quienes agradecemos su paciencia
y colaboración. _

156 Revista Andina, año 4


_______________ Rabey, Merlino, González: Racionalidad campesina

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160 Revista Andina, año 4


Campesinado, guerra y conciencia nacional
Nelson Manrique
La relación entre el campesinado y la cuestión nacional es un tema
que tiene particular importancia en los países andinos, donde la condición
de campesino no se puede desligar de la de indio; es decir. donde la filiación
clasista va indisolublemente unida a la filiación étnica, creando una trama
social muy compleja en la que desentrañar el origen de las motivaciones de
las acciones de los protagonistas sociales plantea arduos problemas que ex-
ceden largamente las aproximaciones estrictamente clasistas o culturalistas.
La invasión de la sierra peruana entre 1881 y 1884 por fuerzas chilenas du-
rante la guerra del Pacífico y la porfiada resistencia que los campesinos in-
dígenas desplegaron en esa coyuntura, pusieron este problema en evidencia
con singular fuerza. Vamos hoy a retornar sobre esta cuestión .
Con un artículo publicado en la sección Debates de la revista Hisla
( 1 ), Heraclio Bonilla reabre una polémica que hace algunos años sostuviéra-
mos sobre la significación de la participación del campesinado indígena
durante la guerra con Chile. El eje de las discrepancias es mi afirmación de
que durante la guerra los indios campesinos de la sierra central desarrolla-
ron una conducta nacionalista, así como la existencia de un "nacionalismo
campesino". No siendo ésta la primera vez que estos temas provocan la
polémica entre H. Bonilla y el que escribe, conviene repasar el contenido de
la misma.

No . 1, Julio 1986 161


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

los antecedentes
En junio de 1977 , Bonilla presentó como tesis doctoral al Progra-
ma de Antropología de la Universidad de San Marcos un trabajo titulado
Crisis, campesinado y problema nacional en el Perú moderno , donde expo-
nía lo fundamental de las posiciones que desde entonces ha venido soste-
niendo. En este trabajo, buscando testar el grado en que se habían desarro-
llado las premisas para la constitución nacional del Perú y considerando
correctamente que el análisis de este tema no podía limitarse al examen de
la relación entre clase y nación , Bonilla se propuso como objetivo examinar
"la relación entre etnía y clase, entre conciencia étnica y conciencia de
clase" en el contexto de la guerra con Chile (1879-1884) (1977 : 24 ).
Lo esencial de la interpretación que Bonilla dio a este proceso pue-
de resumirse en su siguiente proposición:
"En el área andina se dieron, primero , el encapsulamiento de las
relaciones de clase al interior de las relaciones étnicas y la yuxta-
posición de ambas, después, y, finalmente , la inversión contempo-
ránea en que la relación de clase encapsula a su vez las debilitadas
pero existentes relaciones étnicas" (Bonilla 1977 : 21 ).
Las implicancias de tal conclusión para el análisis de lo que repre-
sentó la guerra para el pueblo peruano eran sugerentes : en el devenir del
conflicto , la solidaridad de tipo étnico en los sectores populares se habría
impuesto sobre las solidaridades nacional y de clase, provocando una frag-
mentación social que, en el contexto de la invasión de la sierra peruana
por el ejército chileno, habría culminado en una virtual "guerra de razas"
de los indios contra los blancos, que habría llevado a aquéllos a combatir
a éstos indiferentemente de que fueran peruanos o chilenos. A su vez, la
amenaza que representaba la movilización indígena antiblanca habría pro-
vocado, como una natural reacción defensiva, el paso de toda la población
no india a la colaboración con los chilenos (1977 : 87-88). Así, aunque
involuntariamente, los indígenas habrían contribuido decisivamente a la
derrota peruana.
La posición sustentada por H. Bonilla fue objetada por Florencia
Mallon y el que escribe en una polémica realizada en la Universidad de San
Cristóbal de Huamanga hacia noviembre de 1978. En una tesis presentada
en 1979, publicada como libro en 1981, dediqué algunas páginas a rebatir
su posición y un artículo de Henri Favre que constituía su principal apoyo
(2), oponiéndoles los resultados de mis propias investigaciones sobre el
tema (3 ). Bonilla ·no respondió a las objeciones formuladas , pero en las ver-
siones que posteriormente publicó de su trabajo borró toda alusión al "en-
capsulamiento de las relaciones de clase al interior de las relaciones étnicas" ,
así como a la preeminencia de la solidaridad étnica sobre las otras solidarida-
des en el comportamiento del campesinado indígena, posiciones que ante-
riormente defendía (4). Sólo en el reciente artículo cuyo contenido discutí-

162 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - M a n r i q u e : Campesinado y conciencia nacional

mos, vuelve a referirse a la existencia de "filiaciones étnicas segmentadas en


función de la adscripción a territorios o a unidades aisladas y operando bajo
la conducción de un poderoso local'' (Bonilla 1984: 137). Lamentablemente.
Bonilla no aporta ni una sola evidencia a la cual remitirse para sustentar la
visión que ahora nos entrega de la realidad de la sierra central durante el siglo
XIX, visión que difiere notablemente de la que se desprende de las evidencias
que hemos encontrado en nuestros trabajos.
El recuento realizado es útil para comprender una omisión notoria
en su más reciente texto , de otra manera inexplicable. En él, Bonilla cuestio-
na la posibilidad de la existencia de un "nacionalismo campesino" e incluso
la de una "conducta nacionalista" del campesinado, pero renuncia implícita-
mente al sustento teórico en que apoyaba anteriormente sus negaciones. El
vacío creado en su argumentación por el abandono de sus tesis originarias,
que cuestionaban la posibilidad de tal nacionalismo afirmando, primero, la
preeminencia de lo étnico sobre lo clasista y, Juego, que las contradicciones
étnicas entre blancos e indios liquidaban la posibilidad de una solidaridad
nacional entre ambos, no ha sido cubierto por ninguna explicación alternati-
va. Aún más, Bonilla no se decide siquiera a proponer una definición tentati-
va de aquel nacionalismo cuya existencia tan enfáticamente niega. De allí la
dificultad para proseguir el debate. Resulta complicado discutir una posición
construida de conclusiones cuyas premisas han sido discretamente repudiadas
por quien las sustenta.
Investigación empírica y teoría
Ante la ausencia de una posición propia con la cual contrastar aquella
que cuestiona, Bonilla propone ahora trasladar el debate al campo de la his-
toria comparada, como "el terreno apropiado para ponderar los impases de la
vinculación del campesinado con la cuestión nacional", confrontar mi texto
con la teoría, "que hasta aquí no hizo sino subrayar Jo contrario", y un vago
cuestionamiento a las evidencias históricas en las que me he apoyado, que le
parecen "no muy convincentes" (Bonilla 1984: 139).
Para empezar por lo último, habría que señalar que si Bonilla espera
que se le tome en serio debiera comenzar por hacer aquello que en los cuatro
años transcurridos desde la publicación de mi libro precisamente no ha he-
cho: plantear en concreto sus objeciones a las fuentes históricas en las que
me baso que fundamentan sus suspicacias o, mejor aún, oponer sus propias
evidencias para rebatir aquellas que al parecer cuestiona. Puedo reclamar este
tratamiento, pues es así como en su momento sustenté mis objeciones a sus
posiciones. No hay motivo que excuse tal trámite puesto que no existe en el
texto que publiqué una afirmación que no vaya apoyada en evidencias prove-
nientes de diversas fuentes documentales explícitamente señaladas. Obvia-
mente, sería ingenuo suponer que en un trabajo de cierta dimensión no se
deslizaran errores -más adelante señalaré algunos que he ubicado gracias a

No. 1, Julio 1986 163


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

investigaciones posteriores-. La cuestión está en demostrar que ellos invali-


dan las conclusiones esenciales sustentadas. Es de desear, pues, que Bonilla
no se tome demasiado tiempo más para respaldar sus dudas con algo mejor
que vagas afirmaciones sin mayor sustento.
Veamos ahora la segunda afirmación : que lo que habría de por me-
dio sería una disputa en el terreno de la teoría. Ello nos lleva a discutir tres
órdenes de problemas: la relación entre investigación empírica y elaboración
téorica, las condiciones bajo las cuales es posible generalizar las conclusiones
alcanzadas en el análisis de una realidad determinada a otras realidades y,
ciertamente no se trata de lo menos importante, la existencia misma de una
teoría de la vinculación del campesinado con la cuestión nacional.
El primer problema suele plantear en algunos casos arduas dificulta-
des para determinar cuánto sustento empírico debe exigirse a una teorización
para otorgarle algún grado de validez. No es éste el caso en el tema que nos
ocupa. Como apunté al ocuparme de las bases documentales sobre las cuales
Bonilla construyó su teorización, sus fuentes para el análisis del comporta-
miento del campesinado indígena durante la invasión chilena ~ la sierra pe-
ruana fueron el artículo de Favre ya citado, un cuento de Enrique López
Albújar (E/ hombre de la bandera) y una cita de las Memorias del mariscal
Andrés Avelino Cáceres. Aún más, dedique un amplio análisis al artículo ya
citado del doctor Favre cuestionando el manejo que realizaba de sus fuentes
(Manrique 198 l: 266-272) y demostré que las conclusiones que Bonilla ex-
traía del cuento y la cita aludidos eran unilaterales y tergiversaban el senti-
do global de ambos textos (ldem : 388). Es de señalar que ninguna de estas
observaciones ha sido hasta la fecha rebatida. Aceptemos, sin embargo, que
mis críticas fueran erradas, que las fuentes de Bonilla fueran buenas e impe-
cable su tratamiento. Aun en este caso, ¿puede construirse una teoría sobre
la relación entre el campesinado y la cuestión nacional a partir de evidencias
tan espartanas? Lo cual nos devuelve al interrogante de partida: ¿puede ha-
blarse seriamente en estas condiciones de la existencia de una disputa
teórica?
Otro problema a discutir es hasta dónde pueden generalizarse las
conclusiones alcanzadas. En el tema que nos ocupa vale la pena recordar que
estamos tratando de una coyuntura -importante, es cierto, pero una ,:oyun-
tura al fin- que comprometió a una fracción del campesinado peruano du-
rante algunos años, pero que no agota, ni mucho menos, su historia. Como
tal, estamos frente a un caso importante que puede dar luz sobre algunos as-
pectos de una problemática mayor (la relación del campesinado con la cues-
tión nacional), así como sobre otros temas, pero sería una pretensión excesi-
va tratar de construir sobre él toda una teoría. Ciertamente, el análisis de
este caso, aunado a otros estudios sobre el comportamiento del campesinado
andino peruano en otras regiones y otras circunstancias históricas, podría dar
invalorables aportes, pero pretender que él por sí solo nos entregue las res-
puestas que buscamos resulta excesivo. En el texto que comentamos, Bonilla

164 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Manrique: Campesinado y conciencia nacional

nos llama la atención sobre el hecho de que las movilizaciones campesinas


antichilenas sólo sucedieron en la sierra central (lo cual es parcialmente cier-
to; aún está por estudiarse la resistencia en el territorio comprendido entre
el Callejón de Huaylas. Huánuco y Cajamarca), por lo cual las conclusiones
alcanzadas no pueden generalizarse a todo el territorio nacional ( Bonilla
1984: 141 ). Naturalmente no puedo sino estar de acuerdo con él, ya que en
la presentación de mi estudio introduje esa advertencia (Manrique 1981 : 1 1-
12 ). "Ni lo 'peruano' ni lo 'indio', como conceptos genéricos, pudieron tener
vigencia en el contexto del Perú de la guerra con Chile", advierte Bonilla per-
tinentemente (1984: 137). Nuevamente estamos de acuerdo; precisamente
una de las objeciones centrales que planteé a su estudio fue el no tomarlo en
cuenta (5). El enunciado de esta verdad ha tornado, pues, aún más precarias
las bases sobre las cuales Bonilla construyó su análisis.
Con lo señalado puede comprenderse el escepticismo con que tomo
la pretensión de construir toda una teoría a partir del caso propuesto. Creo
que los objetivos a plantearse debieran ser, en este caso , más modestos. lo
cual no obvia fijarse otro orden de objetivos de mayor alcance en otros terre-
nos. El análisis de lo que la guerra significó para la sierra peruana aporta cier-
tamente elementos muy importantes para entender la naturaleza de la socie-
dad peniana de la pasada centuria.
La otra cuestión a plantearse es si existe la teoría de la vinculación
del campesinado con la cuestión nacional. Si fuera así, Bonilla haría un sig-
nificativo aporte al debate enunciándola. Salvo, claro está, que se refiera a
la cita de A. Pannekoek que ha incluido en su más reciente artículo (Bonilla
1984: 14 2 ), que al plantear las limitaciones del campesinado, derivadas de
"que no tienen participación alguna en la cultura nacional" (Otto Bauer),
introduce más problemas de los que soluciona, cuando está por discutirse si
en el Perú será posible la creación de tal cultura nacional si no se toma como
un pilar fundamental el aporte cultural del campesinado andino. Aun si tal
teoría existiera, es, sin embargo, evidente que ello no solucionaría de por sí
el problema de la explicación del comportamiento del campesinado indígena
peniano en esa coyuntura concreta. La investigación tendrá, pues, que conti-
nuar.
Finalmente, declaro mi escepticismo respecto a la validez de la afir-
mación de Bonilla de que la historia comparada es el terreno apropiado para
ponderar los impases surgidos en este debate. Cuando aún no hay siquiera
acuerdo sobre la validez de las fuentes sobre las cuales se han construido las
interpretaciones alternativas, cuando tampoco hay consenso sobre los hechos
materia de la investigación, cuando se tiende incluso a oscurecer el contenido
de lo que está en juego en la polémica, pretender que la comparación del
comportamiento del campesinado peruano durante la guerra con Chile con
el de los campesinos de la China y el Japón nos dé las respuestas que debiéra-
mos buscar en primer lugar en la investigación de nuestra propia realidad, es
invertir los términos de un fructífero programa de investigación. Bienvenidas

No. 1, Julio 1986 165


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

las ensefíanzas de la historia comparada, a condición de que no pretendamos


que ella nos ahorre el trabajo de investigación que nos corresponde realizar.

Campesinos, terratenientes, resistencia y colaboracionismo

Los aspectos que más provechosamente pueden debatirse son aqué-


llos en los que Bonilla arriesga interpretaciones personales sobre los hechos
materia de controversia. Quisiera discutir sus afinnaciones que me parecen
más relevantes.
En mi libro llamé la atención sobre un hecho que , en mi opinión ,
cuestionaba la imagen de una guerra de razas de los indios contra los blancos
que no discriminaba entre peruanos y chilenos: la subordinación voluntaria
de los indígenas al comando de los oficiales blancos -varios de ellos terrate-
nientes de la región- que estaban decididos a luchar contra el ejército chile-
no (Manrique 1981 : 178-180). Ahora, a Bonilla tal hecho ya no le llama la
atención. "Uno estaría tentado a decir que lo sorprendente serla justamente
lo contrario", afirma, porque , siempre según su argumentaci6n , los procesos
vividos durante ese período,

"no comprometieron los mecanismos a disposición de la clase propie-


taria para asegurarse la lealtad y disciplina de sus campesinos que les
estaban subordinados de manera directa e indirecta" (Bonilla 1984:
140).
Es probable que a Bonilla tal hecho no le pareciese tan normal si su-
piera que, contra lo que él supone , tales mecanismos de control y subordina-
ción estaban destruidos y que fue precisamente esto lo que hizo posible la
resistencia.
En abril de 1882 , durante la ocupación chilena, cuando las comuni-
dades del valle del Man taro combatían frontalmente contra los invasores,
Luis Milón Duarte, cabeza política de la más poderosa familia terrateniente
de la sierra central, en su condición de alcalde de la ciudad de Concepción,
presentó al Concejo Municipal una moción proponiendo buscar un arreglo
unilateral de paz con las fuerzas chilenas. Aceptada su propuesta por los no-
tables, se entrevistó con los jefes enemigos en la región y llegó incluso a via-
jar a Lima para conferenciar con el jefe supremo de las fuer21ts de ocupación.
A raíz de estas conversaciones, se allanó el camino para que los jefes chilenos
prometieran retirar sus tropas si Concepción se pronunciaba unilateralmente
por la paz (se esperaba que esta iniciativa sería seguida por varios municipios
más del país). Cuando esta decisión, que hubiera dtvidido aún más a los pe-
ruanos y debilitado decisivamente la resistencia, estaba por concretarse, va-
rios vecinos de Concepción , que inicialmente apoyaron estas gestiones, die-
ron marcha atrás frustrando su concretización . Según narra el propio Duarte ,
sucedió que el sector del municipio que se oponía a la claudicación

166 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - M a n r i q u e : Campesinado y conciencia nacional

"aterrorizó a los timoratos de esa ciudad , con los castigos que perpe-
traría la montonera en las personas, bienes y familia de los que estu-
viesen por la paz " (6).
En otras palabras, no fue que los indios combatiesen a los chilenos
por seguir a la clase propietaria a la que estaban subordinados, como lo cree
Bonilla, puesto que ésta estaba por la rendición. Fue más bien la no subordi-
nación de "sus indios" lo que impidió a los señores desertar, por el temor
que les inspiraban las represalias que los indígenas pudieran tomar contra
ellos.
Las Memorias de Duarte, en cuyo testimonio se basa el análisis prece-
dente , permiten aportar evidencias directas que ratifican algunas hipótesis
que planteé con anterioridad y que por entonces sólo podía sustentar indi-
rectamente. Tal es el caso del sentido de las tomas de tierras ejecutadas por
el movimiento guerrillero indígena, que para Bonilla constituyen la prueba
de una guerra antiblanca de los indios contra los terratenientes de la región y
que, de acuerdo a las evidencias de las que disponía, yo consideraba que no
se habían dirigido indistintamente contra todos los terratenientes, sino con-
tra aquéllos cuya conducta colaboracionista con el enemigo era conocida.
Por entonces, me basé en el análisis de la secuencia en que estas tomas se
produjeron para concluir que se respetó la propiedad de los terratenientes
que combatieron contra los chilenos (esto ha sido posteriormente abundan-
temente demostrado por los contratos de arrendamiento que luego tuve
oportunidad de revisar en el archivo del notario huancaíno Marino Lahura) ,
pero contra lo que hasta entonces yo creía, señalando como fecha del inicio
de las tomas de tierras el año 1883 , ya en junio de 1882 la hacienda Jngahua-
si fue tomada por los guerrilleros indígenas. La razón de la toma, sin embar-
go, es p¡ecisamente aquélla a la cual yo había llegado por medios indirectos.
Esto lo explica Duarte, el propietario del fundo, que fue capturado por los
guerrilleros en dicha acción:

"su jefe me intimó orden de prisión de parte de un pseudo Prefecto


de Huancavelica (. .. ) 'que mandaba se me capturase por que yó hacía
propaganda de paz' " (Duarte 1982 : 50, el subrayado es nuestro).

Que esta acción no estuvo motivada por la voluntad de los indios de


vengar "viejos agravios", como lo cree Bonilla (1984: 140), lo demuestra el
hecho de que los guerrilleros, pese a tener a Duarte a su merced, como. él mis-
mo lo señala en repetidas oportunidades, "no (le) tocaron un cabello", lirpi-
tándose a conducirlo hasta Ayacucho para entregarlo al general Cáceres,
quien lo liberó ... , viéndose obligado tres meses después a dictar una orden de
captura contra él, así como disponer el embargo de sus bienes , cuando Duar-
te estaba ya a salvo en Lima, trabajando abiertamente por el triunfo del ejér-
cito chileno (Manrique 1981 : 233 ).

No. 1, Julio 1986 167


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Al parecer, Bonilla considera que una digresión que introduje acerca


de la dificultad que tenían los guerrilleros para determinar quién no era co-
laboracionista cuando hacia fines de la campaña de la resistencia esta actitud
se generalizó entre la clase dominante regional , cuestiona mi afirmación de
que los guerrilleros castigaban la colaboración con el enemigo y no el hecho
de ser terrateniente (o blanco) (Bonilla 1984: 140). La dificultad señalada
no es la que Bonilla supone , puesto que todos los miembros de la clase domi-
nante que se quedaron en las principales ciudades de la sierra central colabo-
raban objetivamente con el enemigo (los que estaban por la resistencia ha-
bían marchado con Cáceres hacia Andahuaylas o estaban en el campo con
las guerrillas; los que se quedaron en las ciudades estaban por el desarme de
éstas). Lo difícil no era determinar quiénes eran colaboracionistas, sino
"quiénes colaboraban por propia elección y quiénes eran arrastrados, contra
su voluntad , por las circunstancias" (Manrique 1981: 348). El hecho de que
actuaran por convicción u obligados por la situación no modifica , ciertamen-
te, su papel colaboracionista. No veo de qué forma cuestiona eso mis conclu-
siones.

Los fundamentos implícitos


¿Cuál es el sustento implícito de las posiciones de H. Bonilla? He
planteado mi escepticismo con relación a la existencia de una teoría de la
relación entre el campesinado y la cuestión nacional; no creo pues que sea
éste. Naturalmente, puede sospecharse que se trate de las tesis contenidas
en el nunca mencionado El marxismo y el problema nacional de Stalin (7) ,
pero es dudoso que ése sea el origen de su desconfianza sobre las potenciali-
dades del campesinado para acceder a la idea nacional. Allí el fundamento
parece más ideológico que teórico: el "sentido común". Cuando se toma
como evidencia histórica un cuento de López Albújar y, sin confrontarlo
con otras fuentes, se asume sin más que en él "el realismo superaba a la ima-
ginación" (Bonilla 1984: 135) (8), puede asumirse que se considera su con-
tenido como asentado en el más firme sentido común . Conviene , sin embar-
go, recoger la oportuna observación de Gramsci: "el sentido común es un
producto y un devenir histórico". Tratemos, pues , de indagar por el origen
de las formulaciones del sentido común con relación a este tema.
Una indagación sobre la formación del sentido común histórico lle-
va necesariamente a preguntarse por la forma como una sociedad produce
su memoria histórica. En el caso de la guerra del Pacífico, resulta evidente
el papel que la historiografía oficial ha cumplido en el Perú en la generación
de una imagen histórica, luego difundida por la escuela, de un claro sesgo
ideológico, que, al tiempo que exculpaba a las clases dominantes de su res-
ponsabilidad en la catástrofe, transfería ésta a las clases populares. Esto no
significa necesariamente que se falsearan o inventaran las evidencias históri-
cas para construir esta imagen (aunque hubo casos en que fue precisamente

168 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Manrique: Campesinado y conciencia nacional

eso lo que se hizo) . Allí están como fuent es auténticas. por ejemplo , los tes-
timonios del tradicionista Ricardo Palma, quien . enjuiciando la derrota de
San Juan . escribía, en una carta dirigida a Nicolás de Piérola, qu e
"la causa principal del gran desastre del 13 está en que la mayoría
del Perú la forma una raza abyecta y degradada( ... ). El indio no tie-
ne el sentimiento de la patria; es enemigo nato del blanco y, set1or
por sefior, tanto le da ser chileno como turco" (Manrique 1981 : 55 ).
El mismo Palma, cuando en abril de 1882 los indígenas iniciaron una
gran ofensiva guerrillera contra el ejército chileno de ocupación en el valle
del Mantaro , no pudo aceptar que ésta pudiera ser una iniciativa autónoma
(como efectivamente lo era) de aquéllos. "La indiada -escribió - ( .. . ) está
encabezada por los curas y por hacendados ricos" (ldem: 181 ). Naturalmen-
t e, Palma es hijo de su época; su racismo y sus prejuicios resultan por ello
perfectamente comprensibles. Es obvio, sin embargo , qu e una historiografía
crítica no puede tomar estos testimonios sin balance de inventario , sin preo-
cuparse por indagar si los juicios sobre los que se va a apoyar son fundados.
Anotemos, de pasada , que la convicción de que los campesinos indios son
impermeables a la idea nacional no es, pues. tan novedosa como podría, creer-
se .

Nacionalismo campesino, pasado y presente

Un problema muy importante es el de la persistencia de los cambios


operados en el mundo ideológico del campesinado indígena luego de conclui-
da la guerra con. Chile. Una observación que formulé sobre la tendencia de
los guerrilleros indígenas de la sierra central a la fragmentación de sus luchas
luego de terminada la ocupación chilena, lleva a Bonilla a asumir que, si exis-
tió, su nacionalismo se disipó rápidamente ( 1984 : 141 ). Creo que la cuestión
es más compleja y exige distinguir niveles cuya indiferenciación lleva a confu-
sión . Si por tal nacionalismo se entiende la existencia de un "proyecto nacio-
nal" del campesinado. éste simplemente nunca existió .
"En ningún momento los indígenas reivindicaron su acceso a la socie-
dad política : simplemente, la posibilidad de exigir que se les reconociese ·
como ciudadanos estaba totalmente fuera de su horizonte ideológico . Más
que buscar su incorporación a la sociedad nacional (y ésta es una de las limi-
taciones fundamentales de su 'nacionalismo') accediendo a los derechos for-
males de la moderna sociedad burguesa, su acción parecía buscar consolidar·
la autarquía de las comunidades que, de acuerdo a la tradicional utopía cam-
pesina , debería garantizar su bienestar y prosperidad" (Manrique: 384-385) .
Esto no es óbice, sin embargo, para que las acciones de annas prota-
gonizadas contra los invasores sigan siendo hoy , después de un siglo , conme-
moradas afio a afio. aún desafiando la represión oficial (9 ). A expresiones

No. 1, Julio 1986 169


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

folklóricas como La Majtada, Los Avelinos, El Ejército de Cáceres , celebra-


das en el valle del Man taro, se suma la iconografía popular. plasmada en ma-
tes burilados, mantas bordadas, etc. y una riquísima tradición oral. Es nota-
ble, además. la copiosa producción de estudios de carácter local con que los
intelectuales populares buscan reivindicar el papel jugado por sus distritos,
comunidades, localidades, parcialidades, en la lucha contra los invasores. La
memoria de la resistencia antichilena es pues ya un componente fundamental
de la cultura popular de la sierra central. Creo que ésas son las fuentes donde
debiera buscarse las respuestas a las preguntas que H. Bonilla se formula so-
bre la significación de palabras como "patria", "país", "nación", dichas por
los campesinos. Salvo que se demuestre lo contrario , me parecen mejores que
los informes de los cónsules británicos y norteamericanos para indagar acer-
ca del contenido de la conciencia de las clases populares peruanas.
Para terminar. coincido con Bonilla en que la integración nacional del
campesinado en el Perú está aún por realizarse. Ni la resistencia abarcó al
conjunto del campesinado peruano, ni ella generó un proyecto nacional cam-
pesino (no conozco, por otra parte, ningún caso histórico que demuestre que
éste alguna vez haya existido). Ahora , si consideramos que la creación de una
nación no es únicamente la formulación de un proyecto ideológico , sino que
hay en ella además una dimensión de lucha, de movilización de fuerzas socia-
les capaces de imponer ese proyecto. tocará al campesinado. también . un rol
protagónico en su forja . De ser así. y si las clases populares tienen también
un papel que jugar en este proceso. la resistencia en la Guerra con Chile ten-
drá que reivindicarse como uno de sus hitos históricos fundamentales. Y ella
dejará de considerarse una simple reacción pavloviana frente a una agresión
(una de las tantas) sufrida por el campesinado andino .

Nelson Manrique
Calle Buenos Aires 220
Lima 18, Perú

170 Revista Andina, año 4


__________________ Manrique: Campesinado y conciencia nacional

NOTA8

( l) BONILLA, Heraclio. "El campesinado indígena y el Perú en el contexto de la gue-


rra con Chile", Revista Latinoamericana de Historia Económica y Social HISLA,
No. 4, 2do. semestre de 1984, Lima, pp. 135-144.
( 2) FA VRE , Henri. "Remarques sur la lutte de$ classes au Pérou pendant la guerre du
Pacifique".' En: Litterature et societé au Pérou du XIXeme siecle a nos jours. Uni-
versité des Langues et Letres de Grenobte. Grenoble, 197 5, pp. 55-81.
( 3) MANRIQUE, Nelson. Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra
con Chile. Coedición Centro de Investigación y Capacitación y Editora Ital Perú
S.A. Lima, 1981, pp. 385-388. Las objeciones al trabajo de Henri Favré están for-
muladas en las pp. 266-272.

( 4) BONILLA, H. "Toe War of the Pacific and the National and Colonial Problem in
Peru", Past and Present, 1978. Se publicó en castellano como "El problema nacio-
nal y colonial en el contexto de la Guerra del Pacifico", Histórica, 111, 2, Lima,
diciembre de '1979. El mismo artíc.ulo fue incluido en su libro Un siglo a la deriva.
Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la Guerra. Instituto de Estudios Peruanos. Lima,
1981.
( 5) "A nuestro juicio, ése es uno de los errores capitales del trabajo de Heraclio Bonilla
(. .. ) que, al enjuiciar la participación indígena en la guerra, no discrimina ésta ni
temporal ni geográficamente, tomando indistintamente no sólo las acciones de los
indios de Cajamarca, Huánuco, Junín o Ayacucho, sino también las realizadas en
distintos períodos de la guerra. Naturalmente, al despojar a éstos de las referencias
de tiempo y espacio, que daban sentido a sus acciones, se les convierte en meras
abstracciones ; en personajes sin historia" (Manrique 1981: 380-381 ).

( 6) DUARTE, Luis Milon. Exposición qu'! dirige el Coronel Duarte a íos hombres de
bien (con revelaciones importantísimas sobre la ocupación enemiga) (De 1879 a
1884). Cajamarca, 1981, p. 52. Este texto fundamental ha sido publicado por ini-
ciativa del Obispo José Dammert Bellido, a cuyas manos llegó el original.

No . 1, Julio 1986 171


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

( 7) Su presencia es particularmente evidente en un texto polémico anterior. Véase


BONILLA : "A propósito de la guerra con Chile", Histórica, III, l, Lima, julio de
1979.
( 8) José María Arguedas explicaba que una de las razones que lo llevaron a la literatura
fue que no reconocía al indio en la imagen que López Albújar ofrecía de él.

( 9) Con notable perspicacia, funcionarios estatales proscribieron la Majtada, donde los


indígenas desfilaban con fusiles rememorando a sus antepasados guerrilleros, por
considerarla subversiva. Los fusiles fueron entonces cambiados por enormes cucha-
rones de palo, que siguen utilizándose hasta el día de hoy.

172 Revista Andina, año 4


Sobre encomenderos y repartimientos
en la diócesis de Lima a principios del siglo XVII
Teodoro Hampe Martínez
Durante el período inicial de la colonización española, la encomienda
de indios constituyó en el Perú una institución de relevancia decisiva dentro
del ámbito socio-económico , pues significó el primer marco para la integra-
ción de elementos autóctonos e ibéricos. A través de los repartimientos otor-
gados a los conquistadores. acompañantes de Pizarra en la sojuzgación del
antiguo territorio incaico. se hizo posible la explotación de fuerza de trabajo
nativa. mientras que tales dueños de encomiendas venían a formar el núcleo
más pujante de la sociedad hispánica recién establecida . Luego del transcurso
de pocas décadas, sin embargo, la Corona desarrolló una serie de mecanismos
para limitar el omnímodo poder de los encomenderos. restringiendo sus pri-
vilegios. así como su capacidad de embolsar cuantiosas rentas ; pero. a pesar
de que surgieron entonces novedosas fuentes de ingresos en el espacio perua-
no, la encomienda se mantuvo como símbolo de prestigio social y como ins-
trumento para el control de la población tributaria .
En los párrafos siguientes me ocuparé de analizar la situación que
atravesaba la encomienda perulera a comienzos del siglo XVII, utilizando pa-
ra ello una valiosa relación concerniente a los repartimientos que existían en
1601 dentro de la jurisdicción de la diócesis lim~ña. que comprendía los dis-
tritos de Lima, Huánuco. Trujillo y Chachapoyas. Vamos a observar cómo.
en aquella época de madurez en el gobierno virreinal, se hallaba fijada la

No. 1, Julio 1986 173


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

distribución de los tributarios aborígenes y de sus respectivas aportaciones en


metálico. De otro lado. un examen del conjunto de beneficiarios de la renta
tributaria nos hará patente que aún mantenía un firme predominio el grupo
de los beneméritos o primeros colonizadores. cuyos descendientes habían lo-
grado colocarse en una posición importante de la estructura social. Si bien
experimentaron una declinación en cuanto a su rendimiento L'Conómico. se
aprecia que los repartimientos de indios conservaron un valor fundamental
como elemento de distinción en la sociedad hispana del Nuevo Mundo.

J. El Documento y sus circunstancias históricas.


Al comenzar la decimoséptima centuria. la provincia eclesiástica de
Lima abarcaba una superficie geográfica notablemente extensa. El prelado re-
sidente en la capital del virreinato peruano.-a la sazón Santo Toribio de Mo-
grovejo- contaba con nueve diócesis sufragáneas. repartidas a lo largo de la
América central y meridional. que eran Nicaragua. Panamá. Quito. Cusco,
Charcas. Santiago de Chile. La Imperial. Tucumán y Asunción . El territorio
propiamente sujeto a la jurisdicción del arzobispo limeiío albergaba los distri-
tos de Lima. Huánuco. Trujillo y Chachapoyas. ciudades espaiiolas fundadas
durante los primeros aiíos siguientes a la entrada de las huestes conquistado-
ras de Francisco Pizarra. Cabe advertir que el obispado trujillano se había
erigido ya a finales del siglo XVI , mediante bula de abril de 1577. pero esta
disposición permaneció sin efecto hasta varios lustros después (Armas Medi-
na 1965: 673 y 695).
No obstante la importancia de la sede metropolitana que nos ocupa.
la pequeña catedral que había entonces en Lima carecía de una prestancia
acorde con su lugar dentro de la organización eclesiástica de Indias. Práctica-
mente nada se había avanzado en la construcción del templo ideado por el
arquitecto extremeño Francisco Becerra; éste, que recibió en 1584 la desig-
nación de maestro mayor de la catedral. había efectuado la traza de un gran
edificio de cinco naves. en sobrio estilo renacentista. que debería levantarse
frente a la plaza mayor de la ciudad de los Reyes. Para que su proyecto em-
pezara a llevarse a cabo fue necesario ,aguardar la llegada de un gobernante
enérgico como el virrey don Luis de Velasco, marqués de Salinas, quien to-
mó posesión del mando en 1596. Entre sus primeras acciones gubernativas se
encontró el nombramiento de maestro mayor de la fábrica catedralicia otor-
gado a favor de Andrés de Espinosa. junto con la repartición de contribu-
ciones destinadas a solventar los gastos de dicha obra (Bernales Ballesteros
1969: 1O- 14 ).
Conforme lo establecían regulaciones metropolitanas , los costos de la
edificación de catedrales en el Perú habían de distribuirse -en partes igua-
les- entre la Real Hacienda. los tributarios indígenas y los encomenderos.
abriéndose la posibilidad de que los españoles que no poseían repartimientos
también brindasen una cuota de acuerdo a su capacidad monetaria. En esta
virtud , la Audiencia de Lima promulgó un auto el 8 de marzo de 1601, seña-

174 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Hampe: Encomenderos y repartimientos

!ando la nueva tasa de imposiciones para la fábrica de la iglesia mayor limen-


se. A partir de ese año, el fisco debería aportar una cuota de 6,000 pesos
anuales, mientras que tanto los indios como los encomenderos tendrían la
obligación de suministrar 5.000 pesos; de otro lado. la colectividad de penin-
sulares no dueños de encomienda quedaba sujeta al pago de 2,000 pesos.
Acorde con la mencionada norma. el marqués de Salinas ordenó al contador
Sebastián Cruzate que elaborase una lista detallando el monto exacto de di-
nero qlle correspondería entregar a cada uno de los encomenderos y grupos
aborígenes incluidos en los términos de Lima , Huánuco, Trujillo y Chacha-
poyas, que pertenecían a la jurisdicción del arzobispo Mogrovejo( 1).
La relación elaborada por el contador Cruzate, suscrita en la ciudad
de los Reyes el 17 de abril de 1601 , significa un documento de información
excepcional: presenta los 172 repartimientos que existían en el ámbito de la
diócesis limeña, con su respectivo número de tributarios, el valor de la renta
encomendera y las contribuciones asignadas a nativos y colonos en orden a la
erección de la nueva catedral (2). De este valioso testimonio nos serviremos
para analizar las características de la encomienda en el Perú a principios del
siglo XVII. Luego de recibir la indicada lista, don Luis de Velasco expidió un
mandamiento para que los corregidores de indios se encargaran de recaudar
en sus provincias los gravámenes nuevamente fijados. que deberían cobrarse
por mitades con ocasión de las fiestas de San Juan y Navidad.
Gracias a la repartición de c~rgas monetarias impuesta por el virrey
marqués de Salinas, lograron realizarse notables progresos en la construcción
del templo diseñado por Francisco Becerra. La primera etapa de la obra, que
comprendió desde la testera hasta el crucero del edificio, se inauguró con
una misa solemne celebrada en la festividad de la Purificación (2 de febrero)
de 1604. último año de permanencia en el gobierno perulero de don Luis de
Velasco. Tras la partida de este mandatario prosiguieron los trabajos de alba-
ñilería, hasta que la catedral entera quedó concluida en 1622. Debemos se-
ñalar que, pese a las múltiples restauraciones y mutilaciones emprendidas en
el curso de la historia. la iglesia mayor de Lima conserva aún en nuestros días
la traza originaria del siglo XVII (Bernales Ballesteros 1969: 16-17 y 23-24).
En la época que corresponde al manuscrito aquí examinado, se en-
contraban vigentes en el sistema de encomienda las pautas estatuidas durante
el virreinato de don Francisco de Toledo, que comprendió una minuciosa vi-
sita general en la década de 1570. A causa de las reformas toledanas, varió la
composición de los tributos indígenas. La mayor parte de éstos (alrededor
del 70 por ciento de su valor) se formaba de piezas metálicas. ya fueran de
plata u oro, mientras que la porción restante estaba compuesta de bienes
cultivados o manufacturados en las propias tierras de los tributarios: produc-
tos agrícolas, ganado. pescado, aves, ropa. Aunque ya a mediados de la cen-
turia quinientista se había vedado la inclusión de servicios personales (mano
de obra) en las tasas de renta encomendera, ubicamos todavía cédulas reales
fechadas en 1596 y 1601 que reiteran la citada prohibición. lo cual deja en-

No. 1, Julio 1986 175


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

tender que en nuestra coyuntura histórica aún subsistía la costumbre de que


los dueños de repartimientos exigieran a los nativos su fuerza laboral sin re-
muneración alguna ( Belaúnde Guinassi 1945: 209 ).
Otra de las medidas que introdujo el virrey Toledo . orientada direc-
tamente a limitar el poder económico de los encomenderos. es la incorpora-
ción de cargas salariales sobre el monto de los tributos. Dichas cargas se desti-
naban a cubrir los emolumentos correspondientes a los jueces defensores y
procuradores de naturales. a los sacerdotes doctrineros y a los curacas (seño-
res indígenas) y sus "segundas personas". En ciertas ocasiones. según se con-
templa en las tasas aplicadas a raíz de la visita general toledana , las deduc-
ciones referidas sobrepasaban inclusive la mitad de la renta proporcionada
por los vasallos aborígenes (Escobedo Mansilla 1979 : 209) . Y, más aún. la
lista de 1601 denota la existencia de repartimientos en que las obligaciones
salariales cubrían la totalidad del monto tributario. dejandq falto de ingresos
al poseedor de la encomienda.
El documento que es objeto de nuestra atención ha merecido ante-
riormente el interés de un historiador del arte , Jorge Bernales Ballesteros.
quien reproduce un fragmento como apéndice de sus notas sobre el desarro-
llo de la edificación de la catedral limeña. Bernales Ballesteros copia los nú-
meros de tributarios y las contribuciones de encomenderos e indios (no así la
renta de los titulares de encomienda) pertenecientes a cada uno de los repar-
timientos del distrito de Lima ; en cuanto a las jurisdicciones de Huánuco,
Trujillo y Chacha poyas. se limita a expresar tales datos sólo de manera global.
Aparte de este rasgo fragmentario. el citado investigador comete algunos
errores: confunde encomiendas con haciendas -grave equivocación, pues los
repartimientos no otorgaban derecho a la propiedad de tierras- . falla en la
transcripción de palabras y cifras. excluye en las cantidades monetarias la in-
dicación de granos, etc. (3 ). Son incorrecciones que he tratado de enmendar
en mi utilización de este sugestivo testimonio histórico.
En el cuadro I, se muestran los datos que ofrece la relación de enco-
menderos y repartimientos elaborada por el contador Sebastián Cruzate en
abril de 1601. La primera columna muestra la lista de grupos indígenas, con
sus respectivos poseedores en aquel entonces. En las demás columnas se da la
in formación siguiente:
A : número de indios tributarios
B : renta libre de cargas para el encomendero (en pesos)
C: contribución que debían ofrecer los indios para la fábrica de la
catedral ( en pesos, tomines. granos)
D : contribución que debía ofrecer el encomendero para la fábrica de
la catedral (en pesos , tomines, granos).
Tal como explica el propio autor de la relación, el monto de las apor-
taciones que debían brindar los nativos y los colonos resulta de una simple
operación divisoria. teniendo en cuenta el número total de indios tributarios
y el conjunto de la renta encomendera dentro del obispado de Lima . Así.

176 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Hampe: Encomenderos y repartimientos

cada vasallo aborigen contribuía a la edificación catedralicia con un prome-


dio de 7 .3 granos. en tanto que los dueños de repartimientos suministraban
una media de 3 ps. 6 ts. 8 g:s. por cada cien pesos de utilidad . Por añadidura.
debo expresar que en el cuadro he modernizado la ortografía del texto origi-
nal , tanto en los nombres de personas como en los topónimos, procurando a
la vez corregir algunas erratas evidentes en la redacción de Cruzate .
Es interesante complementar los datos existentes en el cuadro I con
las cifras que resultan de la acumulación de elementos pertenecientes a los
distritos de Lima (53 encomiendas). Huánuco (38 encomiendas). Trujillo ( 30
encomiendas) y Chachapoyas (51 encomiendas). De esta suerte. sobre un to-
tal de 172 gru¡..1os indígenas . el número de tributarios y el valor de la renta
encomendera se distribuyen del siguiente modo :

A B

Lima 29.381 (44 .940/0) 64.303 ps. (49.300 /0 )


Huánuco 16 .249 (24 .850/0) 30 ,293 ps. (23.220/0)
Trujillo 14 127 (21.61 o/o) 28,023 ps. (21.480 /0 )
Chachapoyas 5.626 (8.600/0) 7.824 ps. (6.00o/o)
Total 65 ,383 ( 100.00 º/o) 130,443 ps. (100.00 Ojo)

Según ya conocemos, las cifras globales relativas a la contribución de


indios y encomenderos han de respetar las proporciones porcentuales indica-
das en el esquema antecedente. La aportación monetaria que debían recau-
dar los corregidores en la diócesis de Lima es la que se aprecia en seguida:

e D

Lima 2.246 p 6 t 6g 2 ,464 p 6 t 10 g


Huánuco 1.242 p 4 t 1O g: 1.161 p lt 3g
Trujillo 1,080 p 2 t 8g 1,074 p 1t 2g
Chachapoyas 430 p 2 t 299 p 6 t 9g
Total 5.000 p 5,000 p

En resumen. la lista de los encomenderos y repartimientos de 1601


brinda abundante material para examinar la situación del régimen de enco-
mienda durante su fase de declinación . Haciendo un análisis circunstanciado
de las noticias incluidas en el manuscrito del contador Cruzate, podemos en-
riquecer nuestra comprensión soure diferentes aspectos económicos y socia-
les de dicho sistema al comienzo Je la segunda centuria de dominación hispá-
nica en el Perú.

No . 1, Julio 1986 177


-..J
CX) Cuadro 1 ~
r+
¡:;·
e
o
-"'
DISTRITO DE LIMA z
~
Q)

Repartimiento ; encomendero A B e D "'


-<
oo
1) Anan -lca, de D. Francisco de la Cueva . . .. ... 409 1,078 ps . 31 p 2 t 5 g 41 p 2 t 7g C"l
2) Urin-lca, de D. Juan Dávalos .... . .. . .. .. . . 380 1,112 ps. 29 p 2 t 8g 42 p 5 t e
3) Nazca, de D. Pedro Gut iérrez . . .... . . . . ... 425 1,206 ps. 32 p 4 t 46 p 1 t 3
Cl)

4) Coaillo y Calango, que eran de Antonio de Vera ;:l


o
Navarro ...... . . .. ... . . .. ........ . . 250 595 ps. 19 p 1 t 1g 22 p 6t 5g "'
5) Huacho, de Juan Bayón . .. .. . .... . ... ... 264 799 ps . 20 p 1 t 6g 30 p 5t
6) Pi sco , de Pedro de Zárate . . . . . . .. . .. . . . .. 188 556 ps. 14 p 3 t 5g 21 p 2t
7) Magd alena, de Da. Mariana de Ribera .. . . .. . . 117 275 ps. 8p7t 8g 10 p 4t 4g
8) Huarmey, de D. Luis de To rres .. . . . . .. .... 156 389 ps. 11 p 7 t 6g 14 p 7 t 3g
9) Végueta, de D. Sancho de Ribera .. ... . . . . . . 62 124 ps. 4 p 5 t 5g 4 p 6t
10) Chilca y Mala , de Da. Catalina de Al conchel ... . 125 283 ps. 9 p 4t 7g lOp 6t 9g
11) Surco , de Antonio Navarro .. . .... . .. ... .. 226 694 ps. 17 p 2 t 4g 26p 4t10g
12) Lunahuaná , de Diego de Agüero ... .. .. . .. . 474 1,294 ps. 36 p 2 t 2g 49 p 4t
13) Huara l, de D. Juan de Al iaga . . . . . . . . .. . ... 42 77 ps. 3plt 9g 2 p 7t
14) Chuquitanta y Sevillay, de D. Jerónimo de
Guevara . .. . . . . . . . .... . . . . . . . . . . . . . 20 9 ps. 1p 4 t 4g 2t
15) Latí, de Nuño Rodr(guez Barreto .. .... . . . . . 31 26 ps. 2p2t 8 g 7t
16) Guatca y Maranga, de D. Sancho de Ribera . . .. 99 306 ps. 7 p 1 t 5g 11 p 5 t
17) Supillán, de D. Alonso de Mendoza . . .. . . ... 6 3t 9g
:o 18) Pachacamac, de Da. In és Barba . . . . . . . .. ... 70 136 ps. 5p2tll g 5 p 1t
Cl)
< 19) Co mas y Carabayllo, de Hern án Carrillo .. .. . . 15 35 ps . 1 p 1 t 4g 1 p 2t
~ 20) Manchay, en Pachacamac, del sobredi cho .. . . . 12 6 ps . 7 t 4g 1t
Q)

:t> 21) Pocorucha , reducido en Lati, de Juan Bl ásque z .. 6 10 ps. 3 t 8g 3t 1g


::J 6 p 6 t
a. 22) Moro , Quizquiz y mitmas, de Gonzalo de Cáceres 305 179 ps. 23 p 2 t 9 g
::J 23) Barranca, de D. Anto nio Ordóñez .... .... . . 265 622 ps . 20 p 2 t 3g 23 p 6 t
-"'
Q)
24) Humay y Limanasca, de Nuño Rodri'guez Ba rreto 164 431 ps. 12 p 4 t 4 g 16 p 4 t
:JI 25) Supe, de Da. Luisa de Acuña . . ... .. . . ... . . 100 304 ps. 7 p 5 t 2g 11 p 5 t 7g
o
.¡::. 26) Guanchohuaylas , de D. Pedro Gutiérrez . . . . . . 17 15 ps . 1 p 2t 5g 4 t
z 27) Guancayo, de Gonzalo de Cáceres . . .... . ... 45 123 ps . 3p 3 t 6g 4 p 5t
~ 28) Chincha , de la Real Corona 383 871 ps . 29 p 2 t 5g 33 p 3t
-<-
~

29) Recuay,deD.JuandeAliaga . ... ... . ..... 2,221 3,018 ps. 169 p 6 t 10 g 115p 5t 6g
e 30) Huarochir(, de Da. Beatriz Marroquí .. . ..... 1,723 4,177 ps. 131 p 6 t 3g 160 p Ot 1 g
o 31) Huaylas o Atun-Huaylas, de D. Jerónimo de
~

(O Guevara . ..... . .. .. . . .. ... . . ...... . 2,346 4,101 ps. 179 p 3 t 4 g 157 p 1 t 8 g


(X)
CJ'l
32) Anan-Huanca, de la Real Corona (situados la
Universidad, lanzas y otros) .. . . . ......... 1,487 3,066 ps. 113p5t 8g 117p 4t
33) Checras, de D. Manuel de Cárdenas ....... . . 927 1,841 ps. 70 p 7 t 2g 70 p 4 t
34) Ambar y Cajatambo , del Capitán Juan F ernández
de Heredia ..... ... ..... .. . ... . . ... . . 1,762 4 ,415 ps. 134 p 6 t 2g 169 p 1 t 1 g
35) Andajes, de Da. Lucía de Montenegro . .. . .. . . 1,870 3,962 ps. 143 p O t 1 g 151 p 7 t
36) Canta, de D. Sancho de Ribera .. . . . . . ... . . 895 1,746ps. 68 p 3 t 7g 66 g 7 t 5 g
37) Mancos y Laraos, de la Real Corona y de D.
Florencia de Esquive! la mitad ... ....... .. 975 2,213 ps . 74 p 4 t 6g 84 p 6 t
38) Mama, de Da. Mariana de Ribera . .. . . . ... . . 703 1,629 ps . 53 p 6 t 2 g 62 p 3 t 6g
39) Chaclla, de Marti'n de Ampuero .. . . .. ...... 854 1,746 ps . 65 p 2 t 7g 66 p 7 t 5 g
40) Atun-Jauja, de Francisco Severino de Torres (con
2,000 pesos de situación al hospital) . .... ... . 1,112 2,606 ps . 85 p O t 4g 99 p 7t 2g
41) Ocros, de D. Fernando Niño . . .. . . .. . ..... 818 1,241 ps. 62 p 4 t 6g 47 p 4t 7g
42) Yecros y Huamantanga, de Rodrigo Pizarra .... 626 1,399 ps. 47 p 7 t 1g 53 p 5t a,
43) Anan-Piscas, de Da . Inés Barba ... .. .. . .. . . 418 992 ps. 31 p 7 t 9g 38 p Ot 2g :3
44) Urin-Piscas, de la hija de D. Juan de Villafuerte 244 435 ps. 18p5t 4g 16 p 5t 5g 'ti
~
45) Atavillos, de Da. Luda de Montenegro ..... . . 350 622 ps. 26 p 6 t 2g 23 p 6t 9g m
46) Mitmas de Choque-Recuay, de D. Juan de Aliaga 249 375 ps. 19p0t 4g 14 p 3t :::,
n
47) Mitmas de Chaclla, en Jauja, de Mart(n de o
Ampuero . . .... . .. . . . . ... .......... 199 ps . 6p0t 4g 7p 5t
3
79 CD
:::,
48) Mitmas de Huarochirí, en Jauja, de Da. Beatriz a.
CD
Marroquí ..... . ... ........ . . ..... . . 168 394 ps. 12p6t11g 15p Ot10g o
49) Mitmas de Mancos y Laraos, en Jauja, de la Real
<"'
Corona y de D. Florencia de Esquive! . . . . . . . . 56 141 ps . 4p2t 4g 5 p 3 t 3g ....
CD
50) Colpas, Chungamarcas y Atun-Yauyos, de la Real -o
Corona . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ... . .... 1,277 3,215 ps. 97 p 5 t 4 g 123 p 1 t 11 g ...
"'
....
51) Lurigancho, de la Real Corona .. . ......... 31 2p 3t 3'
52) Urin-Huanca, de Jauja, de la Real Corona .... . 3,356 8,969 ps. 256 p 5 t 1 g 343 p 6 t iD'
-.J
(O
53) Aucallama, de la Real Corona . .. . . . .. ..... 178 246 ps . 13p4t11g 9 p 3t ...o
:::,

"'
00
o
DISTRITO DE HUANUCO 5'ñ'
Repartimiento; encomendero A B e D e:
o
.vo
1) Allauca-Huamal (es, de Cipio Ferrara ..... ... . 51 11 ps. 3p7t 2g 3t 4g z
2) Huamali'es, de D. Jerónimo de Silva ........ . 298 537 ps. 22 p 6 t 3 g 20 p 4 t 8 g o
....
c.,
3) Caina, de D. Sebastián Núñez ............ . 73 72 ps. 5p 4t 8g 2p 6t V,

ps. 2p 3t <
4) Obas, del sobredicho . . ........ ... .... . . 37 62 2 p 6t 8g
oo
5) Mancha, del sobredicho ..... . .. . ....... . 188 357 ps. 14 p 3 t 13 p 5 t C')
6) Sihuas, de D. Josefe de la Serna ........... . 201 294 ps. 15 p 3 t 11 p 2 t e:
7) Pariargas, de la Real Corona ... . . . .... ... . 204 381 ps. 15p4t 9g 14 p 4 t 3
(1)

8) Huamal(es, de Da. Mar(a de las Nieves ...... . 153 286 ps. llp5t 6g 1O p 7t ....
::::i
o
9) Huariguancho, de Da. Catalina de Silva . ... . . . 205 358 ps. 15p5t 4g 13p 5t 9g V,

10) Mitmas Yachas, de Juan Sánchez Falcón ..... . 142 230 ps. 10p6t10g 8p 6t 6g
11) Allauca-Huánuco y A nas, de Diego de Tarazona 41 71 ps. 3 p ·1 t 2p 5t 9g
12) Yaros,deD.JuandeGaray ............. . 462 917 ps. 35 p 2 t 6 g 35 p 1t 3g
13) Chaupiguarangas, del sobredicho . ....... . . . 427 849 ps. 32 p 5 t 4 g 32 p 4t 4g
14) Yachas, de Juan Sánchez Falcón .... . ..... . 131 132 ps. lOpOt 3g 5p Ot 5g
l 5) Angas y Acas, de Cipio Ferrara . . ... . .. .. . . 351 527 ps. 26 p 6 t 8 g 20 p 1t 8g
16) Arancay, de Da. Catalina de Silva ..... . . ... . 57 69 ps. 4p3tlüg 2p 5t 2g
17) Chupachos, de D. Juan Arias Dávila .. . ..... . 616 1,068 ps. 47p0t10g 40 p 7t
18) lchoc-Huari, de la Real Corona (cuyos tributos
son para los chasquis) ..... . . . ......... . 659 1 372 ps. 50 p 3 t 2 g 52 p 4t
19) Yachas, de Da. Melchora de las Nieves ...... . 112 '155 ps. 8p4t 6g 5 p 7t
20) Guarotambo y Michibilla, de Luis de Rojas 321 407 ps. 24 p 4 t 5 g 15 p 4t
21) Marca, de Hernando de Torres .... . ..... . . . 750 943 ps . 57p2t10g 36 p
22) Huarás, del dicho Hernando de Torres .. . ... . 661 1 149 ps. 50 p 4 t 4 g 44 p
:o
(1)
23) Huacrachuco , de Juan de Larreynaga ....... . 317 '733 ps. 24 p 2 t 28 p 2t 3g
< 24) lchoc-Huánuco y Leguanca, de Pablo de Gama y
~ 1 1400 ps. 53 p 5 t
c., de Pablo de Gamboa ....... . ......... . . 633 48p3t 3g
>
::::i
25) Piscobamba, de D. Josefe de la Serna ....... . 476 826 ps. 36 p 3 t 2 g 31 p 5 t 3 g
o. 26) Chinchaycocha, de D. Fernando Tello de
::::i
c., Soto mayor . . . . . . . . . . . . . . .......... . 2,176 4 217 ps. 166 p 3 t 2g 161 p 5 t 2g
c., 27) Lampas, de D. Juan Francisco Blásquez . .... . 1,557 2'.699 ps. 119p0t 6g 103 p 3 t 8g
:::l!
o 28) Tarma, de D. Juan de la Cueva ...... .. ... . 991 1 976 ps. 75p6t 3g 75 p 5 t 11 g
.¡,. 29) Concuchos, del capitán Valentino Pardabé . . .. . 867 l 1960 ps. 66 p 2 t 4g 75 p 1 t 1g
'
z 30) Allauca-Huari, de la Real Corona .... .. . ... . 820 1,813 ps . 62 p 5t 8g 69 p 4t
~ 31) Conchucos, de Da. Catalina Mori ... . . . . . . . . 755 1,642 ps. 57 p 5t 1O g 62 p 7t 6g
(...
32) Yaramates , de Cipio Ferrara . . . . . . . .. . .... 132 241 ps. lüp Ot 8g 9p ltllg
e: 33) A llau ca-Pincos, de Pedro de Espinosa . . . . . . . . 517 971 ps. 39 p 4t 3g 37 p 1t 9g
5· 34) lchoc-Huánuco, de Rodrigo Tinoco o Da.
~

(O Petronila de Mendoza .. . . .. . . . . . . . . . . .. 194 272 ps. 14p6t 7g lOp 3t 5g


CX)
Ol 35) Aneyungas, de Da. Petronila de Mendoza . . .. . 74 174 ps. 5p5t 4g 6p 5t 4g
36) Aneyungas, de la Real Corona (cuyos tributos goza
Da. María de Solier) .. . . . . . . . . . . . . ... . . 166 301 ps. 12p5t 6g llp4t4g
37) lchoc-Pincos, de Gaspar de Espinosa .. . . .. .. . 365 664 ps. 27 p 7 t 4 g 25 p 3 t 7 g
38) Aneyungas, de Rodrigo Nieto .. . . . . . .... . . 69 152 ps. 5p2t 2g 5p 6t 7g

DISTRITO DE TRUJILLO

Repartimiento; encomendero A B e D

1) Chicama, de D. Diego de Mora . . . .... . .. .. 815 1,800 ps. 62 p 2 t 6 g 69 p


2) Jayanca, de Francisco Barbarán . . . . . . . . .. .. 438 673 ps . 33 p 4 t 25 p 6 t 4 g
3) Jequetepeque y San Pedro de Lloc, de la Real
Corona . . . . . . . .. . . . ..... .... ... . . .. 623 1,325 ps. 47 p 5 t 1 g 50 p 6t 4g ~
4) Lambayeque, de Juan Barbarán ... . . ... .... 907 1,422 ps. 69 p 2 t 10 g 54 p 4t 1g :3
'ti
5) Callanca, de Pedro de Olmos . . . . . . . . . . . .. . 375 553 ps. 28 p 5 t 4 g 21 p 1t 7g ~
6) F erreñafe, de Melchor Osorno .... ..... ... . 226 252 ps. 17p2t 3g 9p 5t 3g m
7) Reque, de María de Aguayo . ... .. . .. .. . . . 530 1,209 ps. 40p4t 3g 46 p 2t 9g n
::J

8) lllimo, de Juan Roldán de Avila .. . .. . ...... 409 800 ps. 31p2t 2g 30p 5t 4g o
3
9) Túcume , de Lorenzo de Zamudio . . . . .. . . . . 740 1,460 ps. 56 p 4 t 8 g 55 p 7t 9g (1)
::J
10) Chimo y Huanchaco , de D. Diego de Mora 318 607 ps . 24 p 2 t 6 g 23 p 2t 2g a.
(1)
11) Chérrepe, de Da. Graciana de Lazcano .. .. ... 136 237 ps. lOp 3t 2g
3p 3t 6g
9 p
3p
Ot
7t
8g
3g
o
12) Moche, de D. Alonso Gutiérrez ..... . . . . ... 45 102 ps. <"'
13) Pacora, de Da. Catalina Arias .... . . . . . .. . . 78 124 ps. 5p 7t 8g 4p 6t .....
(1)
14) Casma la Baja, del hijo de Juan Chacón .. .. .. . 55 102 ps. 4plt 8g 3p 7t 3g 'O
o.,
15) Guambacho, de Luis de Atienza .. ... . . .... 13 18 ps . 1p 5t 6g .........
16) Soschiman , de Alonso González . . . . . . . . . . .. 23 22 ps . 1p 6t 6t 9g 3'
¡:¡¡·
17) Collique, de Luis de Atienza . . ... .. . .. ... . 381 754 ps. 29 p 1 t 28 p 7 t 3g
CX) 18) Motu pe, de Juan Delgadi llo . . . . . . . . . . .. .. 317 690 ps. 24 p 2 t 26 p 3 t 8g ....
::J
o
"'
~

(X) 19) GuañapeyChao , deJuandeVergara . .. . .. .. 321 648 ps. 24 p 4 t 3 g 24 p 6t 8g ~


rv 20) Lecapa, de Cristóbal Martín Breña ... .. . . ... 350 747 ps. 26 p 6 t 28 p 5t r+
¡:;·
21) Moro, del hijo de Luis Chacón . .. .. . .. .. .. . 187 357 ps. 14p 2t 6g 13p 5t 5g e:
22) Chepén y Ticapa, de Diego de Galdo Arellano . . 56 47 ps. 4p2t 4g 1p 6t 4g o
23) Nepeña, de Da. Mar(a de Fuentes . . ... . ... . . 20 38 ps. 1 p 4 t 3g 1 p 3t -z
u,

24) Cajamarca, de Da. Jordana Mejía .... .. ... . . 2,654 5 ,747 ps. 202 p 7 t 6 g 220 p 2t o
r+
Q)
25) Huambos, de D. Lorenzo de Ulloa .. . .. .. . .. 1,005 2,155 ps. 76 p 6 t 9 g 82 p 4t u,

26) Huamachuco, de D. Juan de Avendaño . ... .. . 1,987 3,620 ps. 151p7t 6g 138 p 6t -<
27) Mitmas de Cajamarca, de Juan Delgadillo ... . . 217 445 ps. 16p4tl0g 17p Ot 5g oo
C"l
28) Mitmas Chachapoyas, de D. Juan de Guevara . . . 15 25 ps. 1 p 1 t 3g 7t 8g e:
29) Cinto, de Pedro González Ayala ... .. .. . . . . 726 1 ,698 ps. 55 p 4 t 3 g 65 p O t 8g 3
Cl)

30) Casma la Alta y Moche, de D. García de Toledo 160 346 ps . 12p2t10g 13 p 2 t 1g :::,
r+
o
u,
1
DISTRITO DE CHACHAPOYAS

Repartimiento; encomendero A B e D

1) Llapa, de Hernán Pantoja ... ... .. ... . . . . . 85 107 ps . 6p 4t 4p Ot 9g


2) Yambrasbamba, de Honorato Esteban . . . . ... 71 74 ps. 5p 3t 5g 2p 6t 8g
3) Sonche, del dicho Honorato Esteban .. .. .. .. 24 33 ps. 1p 6t 9g 1p 2t 1g
4) Buldibuyo y Pías, del dicho Honorato Esteban . . 131 239 ps. lOpOt 2g 9 p 1t 3g
5) Levanto , de Juan Gallegos o Juan de Alvarado . . 53 93 ps. 4p0t 5g 3p 4t 7g
6) Chibalta y Quitaya, de Luis Valera o Da. Francisca
Ramírez .. . .. . .. .. ... . . . . . . . . .. ... . 85 48 ps . 6p 4t 1p 6t 8g
7) Timaoamba, de Diego de Rojas .... ... ..... 146 171 ps . llplt 4g 6p 4 t 5g
8) Laxalla, de D. Gómez de Chávez .. ..... ... . 282 452 ps. 21 p 4 t 6 g 17p 2 t 8g
9) Colcamarca, de Juan de Pinedo .. . . . . .. . .. . 44 61 ps. 3p2t10g 2p 2t 8 g
:o
Cl)
10) Chocoyotanta , de D. Francisco de Ulloa . . . ... 135 211 ps. 10p2t 6g 8p Ot 8g
<
u,
11) Tea ta, de Alonso Vásquez ..... . . . . . . . ... 23 31 ps . 1p 6t 1p 1 t 6g
r+
Q) 12) Cumilape, de Inés Nieta . . ... . . .. .. ... . .. 104 187 ps. 7p7t 8g 7 p 1 t 3g
)> 13) Yambajalca, de Diego de Rojas .. . ..... . . .. 84 126 ps. 6p 3t 5 g 4p 6t 7g
:;¡
Q. 14) Oll eros, de Juan Bautista Nano . . . . . . . . . ... 146 120 ps. llplt 4g 4 p 4t
:::, 15) Leimebamba , de D. Juan de Guevara ... .... . 413 485 ps. 31p4t 8g 18p 4t 8g
-
Q)

Q) 16) Cajamarquilla, de Inés Nieta .... . .. . . . . . . . 306 443 ps. 23 p 3 t 3 g 16p 7tl0g
:::,,
o 17) Corobamba, de Rodrigo de Torres . .... . .... 132 163 ps . lOpOt 9g 6p ltllg
.¡:. 18) Bagazán, de Da. Isabel Jaimes .... . . . .. .... 56 40 ps . 4p2t 4g 1p 4t 3g
z 19) Chupate, de D. Gómez de Chávez . . . . . . . . . . 51 59 ps. 3 p 7 t 3g 2p 2t lg
~
-
.
c...
e
20) Yamon, Conguia y Sazara, de Lorenzo Núñez
Tenorio (eran de Da. Ana de Noreña) . . . . . . . . 144 195 ps. 11 p 7p 3tl0g
21) Yambajalca, de Mari Pérez de Badajoz . . . . . . . 46 23 ps. 3p4t 2g 7t

-
(O
(X)
22) Collay, de Antonio de Montenegro . . ... .. ...
23) Quitancho, de Agustín de Orduña . . . . . . . . . .
460
113
858
152
ps.
ps.
35 p 1 t 4 g
8p5t 2g
32 p 7 t 1 g
5p 6t 7g
O') 24) Choscón y Olto, del sobredicho . . . . . . . . . . . . 82 135 ps. 6p2t 2g 5plt5g
25) Jumbilla, del sobredicho . .............. .. 66 64 ps. 5p0t 5g 2p 3t 7g
26) Qui mal y Quinimal, de Francisco de Tejedo .... 82 91 ps. 6p2t 2g 3p 3tllg
27) Equipi, de Juan Bautista Nano . ........... 31 2p 3t
28) Chilchos, de Pedro de Bardales . . . . . . . . . . . . 122 134 ps. 9p2t 8g 5p lt lg
29) Timal, de Juan de Pinedo . ..... . .. . ...... 68 90 ps. 5plt 8g 3p 3t 7g
30) Suchan, de Cristóbal Quintero . . . . . . . . . . . . . 20 21 ps. 1 p 4 t 3g 6t 5g
31) Pomacocha, de Juan Gómez Freile .... . ..... 78 79 ps. 5p7t 9g 3p
32) Caere, de Diego de Rojas . . . . . . . . . . ...... 12 7t 5g
33) Atun-Luya, de Melchor Ruiz . ..... . . . . . . . . 127 132 ps. 9p5t 9g 5p0t6g
34) Tuamocho, de Francisco de Tejedo ... . ..... g3 165 ps. 7p0t10g 6p 2t 7g
35) Mitmas [?],dela Real Corona (cuyos tributos goza
la guardia de a pie) . . . . . . . ... . . . . . . . . . . 14 21 ps. 1 p Ot 6 g 6t 5g
36) Chasma!, de Pedro de Vergara . . . . . . . . . . . . . 198 175 ps. 15plt 2g 6p 5t 8g
37) Mitmas de Chasma!, del sobredicho . . . . . . . . . 3 6 ps. 1 t 1O g 1 t 10 g ~
38) Taulia, de Hernán Pantoja .... . .... . ..... 80 113 ps. 6p0t10g 4p 2t 8g
39) Yumpit, de Ana de León . . . . . . . . . . . . . . . . 90 141 ps. 6 p 7t 1g 5p 3t 3g ~
~

l
40) Susuya, de la sobredicha ... . . . . . . . . .....
41 Bagua, de Da. Isabel Jaimes . . . . . . . . .. ....
42 Cascayungas, de Mari Pérez . . . . . . . . . . . . . . .
24
38
82
39
56
132
ps.
ps.
ps.
1p 6t 9g
2p 7t 4g
6p2t 2g
1p 4t
2p 1 t 2g
5p0t6g
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o
43) Chisgo, de Juan Gómez F reíle . . . . . . . . . . .. . 44 60 ps. 3p2tl1g 2p 2t 5g 3
(l)
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44) Cascayungas, de Leonardo Muñoz . . . . . . . . .. 126 196 ps. 9p 5t 7p4t2g c.
45) Honda, del dicho Leonardo Muñoz .. . . . ... . (l)

46) Huancas, de D. Juan de Guevara . . . . . . . . . . .


59
52
84
93
ps.
ps.
4p4t 2g
3p7t 9g
3p 1 t 9g
3p4t7g
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V>

47) Sucus, Quima! y montañas, de Domingo de -<


....
(l)
Zarauz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342 380 ps. 26 p 1 t 2 g 14 p 4t "O
48) Honda, de Cristóbal Quintero ... . .. . . . . . . . 45 60 ps. 3p 3t 7g 2p 2t "'....
~

49) Comacocha, de Juan de Pinedo ...... .. .. . .


50) Chiliquín, de Hernán Pantojá . . . . . . . . . . . . .
160 294 ps. 12p1t10g 11 p 2t ~r
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301 621 ps. 23 p O t 2 g 23 p 6t 5g :i
(X)
w 51) Tiapollo y Changui, de Luis Valera . ...... . .. 53 71 ps. 4p0t 5g 2p 5t 9g ~
o
V>
Artículos, Notas y Documentos - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

2. Características del régimen de encomienda


Por su condición de marco legal para el encuentro de elementos pe-
ninsulares y andinos. la encomienda permite iluminar materias tocantes a la
vida de ambas "repúblicas" constitutivas de la sociedad colonial. De un lado.
nos fijaremos en las normas que regulaoan la distribución de gru~os indíge-
nas, observando la dimensión en que se respetaoa el gobierno tradicional de
los señoríos étnicos; por otra parte. atenderemos el modo en que se repartía
el beneficio tributario en manos españolas. ya fuese a favor de colonos par-
ticulares o de la propia Corona, con el objeto de determinar la posición so-
cio-económica de los dueños de repartimientos en el Perú. A través de una
comparación con datos extraídos de visitas u otras informaciones levantadas
durante los siglos XVI y XVII. será factible establecer algunas conclusiones ·
acerca del proceso de decadencia de la encomienda como instrumento de po-
der.

2.1. Tributarios ind,'genas


Hacia 1601 existía una relativa homogeneidad en el volumen de la
población tributaria inscrita en los repartimientos de Lima, Huánuco y Truji-
llo ; las encomiendas pertenecientes a la jurisdicción de Chacha poyas. en cam-
bio. demuestran ser menos pobladas y dotadas de recursos económicos infe-
riores. Por Jo tocante a los grupos que poseían mayor cantidad de tributarios.
la lista la encabeza la parcialidad de Urin-Huanca , en el valle c.ie Jauja (que
contaba con 3.356 indios), y Je siguen en importancia las encomiendas de Ca-
jamarca (2,654 indios), Atun-Huaylas (2,346 indios), Recuay (2.221 indios),
Chinchaycocha (2 , 176 indios) y Huamachuco (1,987 indios). En el extremo
opuesto. hallamos comunidades que apenas tenían una media docena de tri-
butarios, como la de Supillán - que no proporcionaba ninguna renta a su en-
comendero- y la de Pocorucha. cuyos habitantes vivían en la reducción o
pueblo indígena de Lati. A ello podemos agregar los tres mitmas dependien-
tes del señorío de Chasma!. en Chachapoyas, que figuran como una enco-
mienda aparte en nuestro documento .
¿,Quiénes formaban la categoría de tributarios? Según estaba fijado
en la legislación colonial, debían ofrecer su tributo todos los indios varones
comprendidos entre los 18 y 50 años de edad, salvo aquellos que padecían
impedimento físico: en respeto a su preeminencia social, también se hallaban
exentos de dicha obligación los caciques y sus hijos mayores (Villarán 1964:
93 ). Por consiguiente, permanecen fuera de las cifras expresadas en el manus-
crito todo el conjunto de mujeres, así como los muchachos menores de 18
aiios y los hombres (denominados "viejos") que excedían la edad para tribu-
tar. A fin de calcular el número entero de moradores autóctonos en la dióce-
sis de Lima por la época que nos interesa, debemos asumir en consideración
un factor multiplicador de 4 .75 a 5 habitantes por cada tributario. conforme
se desprende de otros testimonios coetáneos que incluyen todas las catego-
rías de población(4 ). En la primera década del siglo XVII. pues. debían de

184 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _,,,ampe: Encomenderos y repartimientos

residir en el área del obispado limeiio alrededor de 320 mil indios.


Uno de los rasgos más saltantes en la distribución de mano de obra
nativa es la existencia de grupos aborígenes que estaban repartidos en dos o
más encomiendas . Puede mencionarse el caso de los Aneyungas. presunta-
mente cultivadores de la codiciada planta de coca. que se distribuían en ma-
nos de tres poseedores: doña Petronila de Mendoza , Rodrigo Nieto y la Co-
rona (en el distrito de Huánuco) . Asimismo. cabe señalar la bipartición de
las comunidades de Moro, Huamalíes. Conchucos, Yachas, Honda, Yamba-
jalca. Quima! y Cascayungas. que cubrían una diversidad d e ámbitos ecoló-
gicos dentro del territorio qu e enfocamos. Muchas veces esta división de los
repartimientos se halló determinada por la necesidad de premiar al mayor
número posible de colonos ibéricos. pues éstos reclamaban incesantemente el
otorgamiento de mercedes en recompensa a sus servicios brindados en el
Nuevo Mundo.
Desde el punto de vista etnográfico. es más significativa otra clase de
bipartición de los señoríos autóctonos. que parece respetar la organización
dual característica de la vida en el mundo andino . Tal como es sabido. los po-
bladores oriundos de esta zona de América tendían a representar a sus dioses
y los objetos de la naturaleza como divididos en mitades, con atribuciones
opuestas y complementarias ; una mitad simbolizaba lo alto. lo masculino . lo
derecho , etc .. mientras que la otra asumía las cualidades de lo bajo, lo feme-
nino, lo izquierdo , etc. ( Rostworowski 1983 : 21-23 , I I 5-116 ). En concor-
dancia con este sistema dualista,observamos en la jurisdicción de Lima , los
términos divisorios de anan v urin. que se utilizan al desdoblar los reparti-
mientos de lea , Piscas v Huanca . En lo referente a la circunscripción huanu-
queña, encontramos un valor semejante en las denominaciones al/auca e
ichoc, que sirven para marcar la bipartición de las comunidades de Huánuco.
Pincos y Huari. Y en cuanto al distrito de Trujillo , hay que advertir la pecu-
liar situación del pueblo de Casma ( cerca de la orilla del Pacífico), que se
muestra dividido igualmente en dos parcialidades, la alta v la baja.
La subsistencia de tales categorías procedentes de la era precolombi-
na patentiza que las autoridades virreinales habían tomado conciencia de la
utilid ad de mantener ciertas instituciones tradicionales en la civilización abo-
rigen , con el propósito de lograr un aprovechamiento más efectivo de su
fuerza laboral y de sus recursos naturales. De igual modo , puedo señalar la
conservación del régimen de mitmas, o sea una especie de "colonos" o traba-
jadores que se enviaba a laborar en sitios más o menos distantes de su núcleo
étnico de origen , mayormente con el objeto de recoger productos agrícolas
que no podían cultivarse en sus lugares de procedencia (Wachtel 1971 :121.
128 ). Grari1s al elenco de repartimientos de 1601 , nos es dable ilustrar al-
gunas clases de empleo de los grupos de mitmas.
El fértil valle de Jauja representa una colonia multiétnica , e n la cual
confluían labradores provenientes de diversas encomiendas. Nuestro docu-
mento manifiesta la presencia allí de tributarios oriundos de Chaclla , Huaro-

No . 1, Julio 1986 185


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

chirí y de Mancos y Laraos, comunidades asentadas en la vertiente occidental


de los Andes. Además, es importante observar la situación de mitmas matura-
Ies de la serranía o ceja de montaña que se desplazan a los valles del litoral ,
conforme sucede con los indios originarios de Cajamarca y Chachapoyas que
encontramos clasificados junto con los repartimientos costeños subordinados
a la jurisdicción de Trujillo . En varias otras oportunidades, el manuscrito ex-
pone agrupaciones de mitmas que formaban una encomienda diferenciada de
su etnía de origen , aunque lo común era que el mismo encomendero tuviese
bajo su posesión a los indios del núcleo y a los demás tributarios dependien-
tes del propio señor étnico (5 ).

2. 2. Renta encomendero
Había gran disparidad en el monto de las rentas que proporcionaban
los vasallos en una u otra encomienda, lo cual dependía de la tasación de su
respectiva capacidad económica: mano de obra , recursos agropecuarios , mi-
neros, textiles , etc. No siempre la mayor cantidad de población implicaba
una cuota de tributo más elevada. En la jerarquía de los repartimientos que
ofrecían los beneficios más cuantiosos, figura en primer lugar la parcialidad
de Urin-Huanca (en Jauja) , perteneciente a la Corona, de la cual los oficiales
de Real Hacienda extraían anualmente la suma de 8,969 pesos; le seguían en
volumen monetario los repartimientos de Cajamarca, con 5,747 pesos; de
Ambar y Cajatambo , con 4,415 pesos; de Chinchaycocha, con 4,217 pesos;
de Huarochirí, con 4 ,177 pesos, v de Atun-Huaylas, con 4 , 101 pesos. Al otro
extremo de la lista ubicamos cuatro encomiendas que no alcanzaban a brin-
dar nigún sustento a sus poseedores, puesto que su renta se consumía en pa-
gar los salarios de curacas, doctrineros y protectores de naturales. Trátase de
los grupos indígenas de Supillán v Lurigancho , en el distrito de Lima , y de
Equipi y Caere, en Chachapovas.
Curiosamente, los mayores beneficiarios de renta encomendera -se-
gún el documento que estudiamos- eran tres mujeres. Doña Jordana Mei ía ,
viuda del capitán Melchor Verdugo (famoso protagonista en las guerras civi-
les del siglo XVI), embolsaba de la rica encomienda de Caiamarca un ingreso
anual de 5,747 pesos; después de enviudar de Verdugo, ella había contraído
matrimonio con don Alvaro de Mendoza Carbajal, un antiguo gobernador de
Popaván. Por su parte, doña Lucía de Montenegro, heredera del conquista-
dor Hernando de Montenegro, era titular de los repartimientos de Andajes y
Atavillos, que le suministraban un provecho de 4 ,584 pesos cada año. En si-
guiente término venía doña Beatriz Marroquí, quien poseía a los indios de
Huarochirí (con el grupo de mitmas pertenecientes a dicha comunidad que
estaban en el vall e de Jauja), los cuales le brindaban una utilidad de 4 ,571 pe-
sos. Doña Beatriz había llegado a la posesión de esa encomienda luego de
una serie de vicisitudes: por medio de su enlace con el secretario Sebastián
Sánchez de Merlo , quien a su vez la obtuvo en virtud de su anterior matri-
monio con Ana Suárez, la viuda del escribano Antonio Picado (secretario del

186 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Hampe: Encomenderos y repartimientos

marqués Pizarro) , que fue el primer individuo en gozar aquel repartimi en-
to (6 ).
No era infrecuente que un mismo encomendero disfrutara las rentas
de varios grupos de trabajadores nativos. En el registro de 1601 contamos
por lo menos cuarenta vecinos que se hallaban en esa situación , poseyendo
dos o más comunidades que se habían otorgado en diferentes circunstancias
a lo largo del período de dominación española. A guisa de ejemplo , indicaré
el caso del hidalgo limeño don Sancho de Ribera, que heredó los bienes de
su padre, el conquistador Nicolás de Ribera el Mozo. Este recibió en 1534 ,
de manos de Pizarra, la encomienda de Guatca y Maranga; en 1543 obtuvo
los indios de Végueta, por concesión del gobernador Vaca de Castro; y en
1549 tomó en su poder el repartimiento de Canta, merced a una cédula del
presidente Gasea (Rostworowski 1978 : 15 2-15 3 ). Todos esos aborígenes, en
conjunto , abonaban a su hijo unos réditos de 2, 176 pesos.
De semejante forma , puede señalarse otros grupos de tributarios he-
redados de los primeros colonizadores, algunos de los cuales acompañaron
inclusive a Francisco Pizarra en su encuentro victorioso con el inca Atahual-
pa. El encomendero de Recuay , don Juan de Aliaga, era hijo del segoviano
Jerónimo de Aliaga, escribano mayor de la Nueva Castilla, que fundó un lina-
je de ilustre descendencia en la ciudad de los Reyes. El adinerado criollo Die-
go de Agüero , encomendero de Lunahuaná y regidor del Cabildo de Lima ,
fu e el único vástago que tuvo el conquistador extremeño del mismo nombre.
Hernando de Torres, encomendero de Marca y Huarás, recibió en herencia las
propiedades del capitán Sebastián de Torres, uno de los jinetes que participa-
ron en la toma de Cajamarca. La encomendera de Chilca y Mala, doña Catali-
na de Alconchel. era hija de otro de los integrantes de las huestes pizarristas,
el humilde trompeta Pedro de Alconchel. Y el mestizo limeño Martín de Am-
puero, poseedor del repartimiento de Chaclla, era el primogénito habido en
el enlace del soldado riojano Francisco de Ampuero con la iiusta doña Inés
Huaylas, una princesa de la estirpe incaica .. . ( Lockhart 1972 : 209-212 , 243-
246 , 258-263 , 370-372; Lohmann 1983 : 11 , 12-14 y 39-42; Varón 1980 : 48-
49).
Al comenzar la decimoséptima c~nturia se hallaba vigent e en territo-
rio peruano el régimen de sucesión por dos vidas, que fue señalado para las
encomiendas mediante real provisión de 15 3 7. Esta disposición fijaba el goce
de los tributos de los vasallos aborígenes hasta la muert e de un heredero -en-
tiéndase hijo o pariente cercano- del primer titular del repartimiento ; la su-
cesión se verificaba , de preferencia, por primogenitura en línea agnaticia .
Bastante conocida es la polémica en torno a la concesión perpetua de las en-
comiendas, que se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y
continuó aún hasta nuestra época , pues el mismo año de 1601 hubo un
procurador de los colonos peruleros, el dominico fray Salvador de Ribera.
que elevó ante la Corte un memorial en demanda de la ansiada perpetuidad
(Goldwert 1957-58 :232). Sin embargo,lo único que se logró al cabo de tan-

No . 1,Julio 1986 187


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tas reclamaciones fue el otorgamiento de la tercera vida en el disfrute de los


beneficios tributarios , lo cual se autorizó en abril de 1629 (Zavala 1973:
136).
De acuerdo con la serie de .regulaciones legislativas emitidas en el
curso del proceso colonizador, se encontraban impedidos de poseer reparti-
mientos de indios los virreyes, gobernadores, oficiales de hacienda y justicia.
prelados, clérigos, conventos, hospitales, cofradías, así como los hijos de
oficiales reales y los extranjeros a los dominios de Castilla. Los encomende-
ros tenían formalmente la obligación de hacer doctrinar a los nativos, de
servir con sus armas en defensa de la Corona y de residir en la ciudad a la que
pertenecía su repartimiento y, además, se encontraban prohibidos de actuar
como corregidores de indios (Belaúnde Guinassi 1945: 234-238 ). Pero tales
indicaciones no merecieron cabal respeto. Baste con anotar que el vecino
limeño Gonzalo de Cáceres, encomendero de Guancayo, heredó este grupo
de indígenas de su padre, el contador Juan de Cáceres (uno de los primeros
funcionarios hacendísticos de la Nueva Castilla), y que don Juan Dávalos ,
usufructuario del repartimiento de Urin-lca, ejerció de corregidor en la pro-
vincia de Cañete (Riva-Agüero 1935: 37-38; Rostworowski 1977: 66-67).
Conviene observar que a principios del siglo XVII, según lo evidencia
la relación del contador Cruzate , todavía no estaba desarrollada la práctica
de otorgar encomiendas (o pensiones sobre ellas) a personajes de la aristocra-
cia espafi.ola residentes en la metrópoli. Salvo las comunidades autóctonas en-
tregadas al usufructo directo de la Corona - a las cuales me referiré poco más
abajo-, todos los indios de la diócesis limeña estaban en poder de colonos
habitantes en el Perú o de descendientes de beneméritos que moraban cir-
cunstancialmente en el exterior, vale decir. en manos de sujetos ligados estre-
chamente a la historia de la ocupación de este país por gente peninsular. Unas
treinta de las encomiendas de dicho recinto geográfico pertenecían a mujeres,
quienes llegaron a poseerlas por su calidad de hijas o viudas de los encomen-
deros primigenios.
En cuanto a las rentas tributarias destinadas a engrosar directamente
los fondos del tesoro público, hay que señalar que los repartimientos puestos
en la Corona constituían nada más que 7.56 por ciento del conjunto que exa,
minamos en el presente trabajo. La mayoría de dichas encomiendas integra-
ban los distritos de Lima y Huánuco; el volumen de su tributo era sumamen-
te dispar, dado que comprendían la parcialidad indígena con mayores recur-
sos (Urin-Huanca, ya antes mencionada), así como ciertos grupos que produ-
cían escasísimos o nulos ingresos. Sería incorrecto afirmar, entonces, que.la
política del Estado se orientaba a coger para su aprovechamiento las enco-
miendas de beneficio más jugoso en cada circunscripción, tal como fue suge-
rido ante los consejeros de Indias por el licenciado Pedro de la Gasea hacia la
mitad de la centuria precedente (Zavala 1978: 1, 16 ).
Asimismo, es significativo enfocar la existencia de pensiones o "situa-
ciones" impuestas sobre el tributo que aportaban los moradores aborígenes.

188 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - Hampe: Encomenderos y repartimientos

Entre los favorecidos con estas remuneraciones aparecen en nuestro texto la


Universidad de Lima, la compafiía de lanzas y la guardia virreinal de a pie.
alguno de los hospitales limeños, el servicio de chasquis y la criolla doña Ma-
ría de Solier, tal vez pariente del conquistador Nicolás de Ribera el Viejo.
Gracias a dicho procedimiento , se trataba de extender los beneficios sociales
de la encomienda , conforme a la tendencia encaminada a recortar las prerro-
gativas que gozaron -e n exclusividad - los dueños de repartimientos en la
época más temprana del Perú colonial.

2. 3. Declinación de lo encomienda

Las noticias respecto a población tributaria y valor de la contribución


económica de los indios que hemos analizado hasta este lugar, adquieren más
profundo significado si las ubicamos dentro de un esquema diacrónico , capaz
de mostrar la evolución del régimen de encomienda durante una etapa impor-
tant e de los siglos XV l y XVI l. Con los datos que poseemos a la mano , puede
cubrirse un arco temporal que abarca desde comienzos de la década de 1560
hasta finales de los años de 1620. Utilizo la información producida por los
siguientes eventos o testimonios históricos:
- visita general de los repartimientos indígenas del Perú ordenada por el vi-
rrey marqués de Cañete . cuyos resultados se manifiestan en una relación
( debida probablemente al secretario Pedro de Avendaño) fechada en
1561(7):
- visita y tasación general de las encomiendas peruanas dispuesta por el vi-
rrey don Francisco de Toledo (que se llevó a término alrededor de 1575),
cuyas cifras se conocen a través de un testimonio elaborado por el secreta-
rio Cristóbal de Miranda(8);
- relación de los indios tributarios y monto de sus tasas en todas las provin-
cias del Perú , elaborada en 1591 por Luis de Morales Figueroa en obedeci-
miento a una orden del virrey don García de Mendoza (Torres Saldaman-
do 1967 : 47-60):
- lista de los encomenderos y repartimientos de los .distritos de Lima , Huá-
nuco, Trujillo y Chachapoyas, preparada por el contador Sebastián Cruza-
te en 1601 (acorde con las circunstancias históricas que se han expuesto
anteriormente )(9 );
- datos referentes a la cantidad de población indígena y distribución de la
renta tributaria en el Perú. que ofrece el carmelita P. Antonio Vázquez de
Espinosa en su Compendio y descripción de los Indias Occidentales( 1O),
empezado a imprimir originariamente en 1629.
Al comparar las cifras tocantes a los súbditos nativos y a su aporte
económico , conviene tener en cuenta que la pertenencia de los repartimien-
tos a un determinado término ciudadano solía variar, de acuerdo con Jas ges-
tiones que efectuara el encomendero para mudar su residencia de una ciudad
a otra. Por ejemplo. la encomienda de Huarmey , que en la visita toledana fue

No . 1, Julio 1986 189


Artículos, Notas y Documento s _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

incluida en la jurisdicción de Trujillo, figura en el registro de 160 l dentro de


los confines limeños. y los repartimientos de Marca y Huarás, que en nuestro
docum ento forman parte del distrito ele Huánuco, se hallaban en la época del
virrey Toledo sujetos a la autoridad de Lima. Por tanto. lo más aconsejable
será fijarse ante todo en los números consecuentes de la reunión de los cuatro
ámbitos municipales que integraban la diócesis lime11a durante el período
que aquí nos ocupa.
El cuadro II expone las magnitudes de indios tributarios y de renta
encomendera a lo largo del trecho comprendido entre 1561 y 1619, de acuer-
do con la información que suministran los testimonios históricos que arriba
hemos señalado. Se aprecia claramente una disminución -marcada en espe-
cial durante las primeras décadas de ese arco cronológico- de la población
aborigen, la cual forma al fin de dicho lapso una reducción demográfica del
orden de 46. 79 por ciento . Esta merma influye , desde luego. en una contrac-
ción de los réditos que cobraban los poseedores de grupos indígenas. contrac-
ción que se ve acentuada por la suma de cargas salariales que eran impuestas
sobre el tributo . Así. pues, las cifras manifiestan una evidente declinación en
la trascendencia económica y poderío socia l del régimen de encomienda.

CUADRO 11

l. NUMERO DE INDIOS TRIBUTARIOS

1561 1575 1591 1601 1629

Lima . . .. ... 25,577 39,156 30,708 29,381 26,916


Huánuco .... . 23,506 14,981 18,089 16 ,2 49 12,765
Trujillo . .. . . .42,000 22,447 17,597 14,127 14,087
Chachapoyas .. 1.6,309 10,699 7,045 5.626 3,376
Total . . . 107,392 87,283 73,439 65,383 57,144
(Proporción) (100) (81.28) (68.38) (60.88) (53.21)

2. VALOR DE LA RENTA ENCOMENDERA (en pesos)

1561 1575 1591 1601* 1629*

Lima .. . .... 55,600 95,963 64,303 50,555


Huánuco .... .,5.650 52,144 30,293 24.225
Trujillo . . ... h3,bü0 49,680 28 ,023 24 ,228
Chachapoyas . 27,600 17,103 7,824 4,501
Total ... . . . . 202,650 214,890 130,443 103,509

(*) Renta líquida. exenta de cargas, para el encomendero .

190 Revista Andina, año 4


Hampe : Encomenderos y repartimientos

No obstante ello . la identidad de muchos de los encomenderos rela-


cionados en el manuscrito de Sebastián Cruzatl' coincide con personajes que
en aquel tiempo desempei'íaban en el Perú importantes funciones públicas y
poseían caudalosos intereses en el área económica . El derecho a gozar un
repartimiento de indios significaba todavía un valioso elemento sociológico.
un símbolo demostrativo de adscripción al círculo d e linajes patricios ck la
sociedad colonial. Ya a principios del siglo XVII se delínean. l'n consecurn-
cia. algunas de las notas que ha establecido Fred Bronner ( 1977:657 J alana-
lizar la situación ele los encomenderos peruanos en 1630: pese a su decai-
miento como fuentes de remuneración . las encomiL·ndas mantuvieron rell·-
vancia bajo la forma de objetos de prestigio social. y entre los due11os Lk re-
partimientos se hicieron especialmente poderosos aquellos que establecieron
vinculación con burócratas peninsulares y fijaron su morada en el ambiente
cortesano de Lima. la capital del virreinato.

Teodoro Hampe Martínez


Tiziano 846
Lima, 41
Perú

No. 1, Julio 1986 191


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

NOTAS

(l) LISSON CHAVEZ, Emilio, ed., La Iglesia de España en el Perú, I, No . 4 (Sevilla:


Editorial Católica Española, 1943), p. 207-21 O. Dichas cantidades monetarias supo-
nen pesos de a 12,5 reales.
(2) Original en Archivo General de Indias (AGI), Lima, 300.
(3) BERNALES BALLESTEROS, op. cit., apénd. 3, p. 111-114. Hay que mencionar
también la puntual transcripción del documento hecha por BIRCKEL, M., " De
l'architecture a la démographie : a propos de la cathédrale de Lima". En : Bulletin
de l'lnstitut Fran~ais d'Etudes Andines, II, No. 2 (Lima, 1973), p. 61-70.
(4) Referencias exactas sobre las fuentes consultadas pueden verse más abajo(parágrafo
2. 3. ), en el texto ilustrativo del cuadro 11.
(5) Además de los casos que ya se han referido, podemos agregar, como ejemplo de di-
cha característica, la situación de las comunidades de Recuay (en Lima), Yachas (en
Huánuco) y Chasma! (en Chachapoyas), donde los mitmas y los habitantes del nú-
cleo étnico pertenecen al mismo encomendero.

(6) MAR TIN, Luis, Daughters of the conquistadores. Women of the viceroyalty of Perú
(Albuquerque: University of New Mexico Press, 1983), p. 48. En cuanto al señorío
étnico de Cajamarca, es conocida la cédula de encomienda que otorgó Pizarro el 5-
III-1535 , en Trujillo, a favor de Melchor Verdugo. Cf. URTEAGA , Horacio H .. "Al-
gunas provisiones de Pizarro sobre encomiendas". En: Revista del Archivo Nacional
del Perú, XV (Lima , 1942), p. 13.

(7) HAMPE MARTINEZ, Teodoro, "Relación de los encomenderos y repartimientos


del Perú en 1561". En : Historia y Cultura, No. 12 (Lima, 1979), p . 81-115. Esun
trabajo juvenil mío al que debería hacer ahora varias enmiendas.

(8) Una versión abreviada de la tasa general, relativa a las encomiendas de Lima, Huá-
nuco, Trujillo, Chachapoyas y Piura, se encuentra en LEVILLIER, Roberto, ed.,
Gobernantes del Perú; cartas y papeles, siglo XVI-XIX, (Madrid: Imp . de Juan Pue-
yo, 1925), p. 190-219. La versión íntegra de las tasas pertenecientes a los reparti-
mientos de Charcas, La Paz, Cusco, Arequipa y Huamanga está publicada en COOK,
Noble David, ed. , Tasa de la visita general de Francisco de Toledo (Lima: Universi-
dad Nacional Mayor de San Marcos, 1975), p. 15-284.
(9) AGI , Lima, 300. Véa~,· ,·n ,",le trabajo el cuadro I, supra .
(10) Ed. y estudio preliminar de B. Velasco Bayón, O. Carm . (Madrid : Ediciones Atlas,
1969), p. 455-474.

192 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - " " ' . " " " - - - - Hampe: Encomenderos y repartimientos

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194 Revista Andina, año 4


Consideraciones lingüísticas ·
en torno a libros escolares en quechua puneño (*)
Marie M. Büttner

l. Introducción
Durante los afios 60, muchos países en vía de desarrollo empiezan a
dedicar especial atención a su sistema educativo; esos esfuerzos se traducen
en un incremento notable de la matrícula en la Educación Primaria. En la
década siguiente, planes y programas educativos reflejan tendencias generales
nuevas: el énfasis se ha desplazado hacia un desarrollo cualitativo de la edu-
cación. Se nota una gran preocupación por la mayor relevancia de una educa-
ción que quiere ser a la vez auténtica y moderna, nutriéndose más de la reali-
dad lingüística y cultural de los educandos. Muchos países llegan así a estu-
diar la conveniencia de impartir una educación bilingüe ( 1).
Implementar una educación bilingüe y bicultural para niños vernácu-
lo-hablantes resulta dificultoso. Los obstáculos a su práctica exitosa son múl-
tiples: de orden histórico, político, lingüístico, pedagógico, socio-cultural o
económico, evidenciados en una gran penuria de material educativo en len-

(*) A partir de un artículo aparecido en OSNABRÜCKER BEITRXGE ZUR SPRACH-


THEORIE, No. 31, 1985, Universidad de Osnabrück, R.F.A.

No . 1, Julio 1986 195


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

gua vernácula, aun unos 30 años después de que la UNESCO señalara el pro-
blema por primera vez (2).
La elaboración de material educativo en una lengua que carece de tra-
dición escrita es un asunto complejo. Las dificultades que se encuentran no
suelen solucionarse con la mera aplicación de recetas técnicas clásicas, sino
que requieren soluciones originales, adaptadas a cada caso. En el presente ar-
tículo describimos unos trabajos y experiencias específicas, en torno a bases
lingüísticas que sirven de soporte a materiales educativos elaborados en que-
chua puneño. Nuestros comentarios giran alrededor de tres puntos lingüísti-
cos que se revelan problemáticos cada vez que una lengua vernácula, despres-
tigiada y empobrecida por su secular exclusión de las esferas oficiales, se
vuelve un instrumento oficial de enseñanza en el aula ; es decir : el alfabeto,
las normas ortográficas y la creación de términos científicos. Nos referimos
principalmente a experiencias adquiridas en la elaboración y la revisión de li-
bros de lectura y de lenguaje en quechua puneño para el Proyecto Experi-
mental de Educación Bilingüe de Puno (PEEB/P), que viene ofreciendo servi-
cios educativos en lengua vernácula (aimara y quechua) y en castellano a ni-
ños de las zonas rurales de Puno, con el objetivo de abarcar todo el nivel pri-
mario (3).

2. El alfabeto
Según indicaciones recientes de la UNESCO, "la mayoría de los 400
grupos indígenas de América Latipa todavía no poseen escritura y por lo tan-
to carecen de alfabeto" (4 ). En consecuencia , muchos países de América La-
tina que deciden impartir una educación bilingüe para poblaciones indígenas
inician programas educativos con investigaciones y decisiones lingüísticas en
torno a la lengua vernácula destinada a ser usada como lengua de enseñanza.

2.1. Criterios lingüísticos y otros


A nivel puramente lingüístico, dotar a una lengua ágrafa de un alfabe-
to parece relativamente sencillo : se establece el inventario completo de los
fonemas de la lengua y posteriormente una correspondencia unívoca de fone-
ma a grafema. Sin embargo, si bien de esa manera se asegura a la vez la con-
gruencia del alfabeto y la transparencia de la escritura a nivel de la comuni-
dad científica internacional , raramente se puede aplicar este principio ideal.
De hecho, cuando un alfabeto está destinado a un uso amplio, requiere la ad-
hesión de sus futuros usuarios, es decir de los vernáculo-hablantes; en este ca-
so, no siempre se pueden conciliar importantes criterios, como los siguientes:
- sociológicos: las lenguas vernáculas, relegadas y desprestigiadas, es-
tán generalmente en contacto con una lengua de alto prestigio social , como
puede ser la lengua oficial del país. Las personas bilingües, que por su articu-
lación social tienen a la vez peso en el grupo vernáculo-hablante y lazos con
la cultura de dominación , tenderán a medir las decisiones alfabéticas tan sólo

196 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

a la luz de la lengua de prestigio y a influir en ellas consecuentemente.


- pedagógicos: ciertas selecciones alfabéticas, justificadas a nivel lin-
güístico, pueden ocasionar dificultades inútiles en el aprendizaje de la lecto-
escritura, por un lado, y, por el otro, dificultar la adquisición de una segunda
lengua que se da en una fase posterior.
- tipográficos : el alfabeto seleccionado debe prescindir de símbolos
no reconocidos internacionalmente y recurrir a los símbolos gráficos que se
encuentran en el teclado de las máquinas de escribir usuales en el país.
Si la aplicación del último criterio es relativamente fácil , en cambio
ocurre con frecuencia que los demás entran en conflicto. La selección del al-
fabeto oficial quechua en el Perú enseña a qué decisiones puede conducir el
respeto de algunos de los criterios ya mencionados.

2.2. El peso de factores sociolingüísticos


Desde su primera descripción en el siglo XVI hasta su oficialización
en el Perú, el quechua es escrito mayormente por misioneros e investigado-
res, quienes recurren al alfabeto que consideran correcto, ya sea por convic-
ciones personales o por referencia a su propia lengua materna. De esa mane-
ra, la escritura del quechua llega a padecer de tal desorden que Xavier Albó
cuenta, en la bibliografía de Rivet (1956), hasta 83 maneras distintas de es-
cribir la sola palabra "quechua" (5).
Durante los trabajos previos a la selección de un alfabeto oficial que-
chua se ejercen ciertas presiones en lo que a la composición del cuadro vocá-
lico se refiere. Los estudios coinciden en señalar la presencia de tres fonemas
vocálicos en quechua: /a/, /i/, /u/; la "e" y la "o", que aparecen en la vecin-
dad de un fonema post-velar como variantes alofónicas, "no son unidades fo-
nológicas independientes, sino que forman parte de los fonemas /i/ y /u/"(6).
Sin embargo, ciertos grupos exigen para la lengua vernácula el mismo trata-
miento vocálico que para la lengua de prestigio, el castellano, que consta de
cinco elementos. Esas presiones llegan a ser tales que el alfabeto quechua ,
oficializado en 1975, no tiene tres, sino cinco elementos vocálicos.
De igual manera, aunque en un grado menor, se nota cierta oposición
al uso de la "k" y de las semi-vocales "w" e "y" (7). La oposición viene ne-
yormente de personas bilingües, pero alfabetizadas en castellaro ; sus prefe-
rencias suelen ir a selecciones alfabéticas que, aunque inconsistentes (por
ejemplo: "c" y "qu" vs. "k"), reflejan un tratamiento similar al castellano y,
además, corresponden a ciertos automatismos de lectura , adquiridos ya por
la persona bilingüe en castellano.
Todas esas presiones, que existen con las mismas características en
otros proyectos educativos en lengua vernácula (8), explican por qué ciertos
alfabetos relativamente recientes padecen de inconsistencias y quedan por
debajo de un nivel ideal de eficacia.

No. 1, Julio 1986 197


Artículos, Notas y Documentos - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

2.3. ¿Modificaciones alfabéticas o respeto a disposiciones legales?


La aplicación de un alfabeto puede revelarse en la práctica tan com-
pleja como determinar su composición. De hecho, cuando un alfabeto ya
oficializado presenta graves deficiencias debido a que, por referencia excesiva
a la lengua de prestigio, rompe inadecuadamente la relación fonema/grafema
o incluye elementos que no le son propios, parecería, a la luz de considera-
ciones lingüísticas y pedagógicas, urgente modificarlo; sin embargo, esa deci-
sión debe tomarse con cautela, después de un examen detenido de argumen-
tos ajenos a la lingüística y a la pedagogía.
El usar un alfabeto oficial sin denunciar las inconsistencias que puede
tener, responde posiblemente a preocupaciones a largo plazo: muchas veces
es, según el mismo texto de oficialización del alfabeto quechua, "un primer
paso para posibilitar la nivelación o unificación idiomática a través de la len-
gua escrita" (9). A corto plazo, el respeto de normas alfabéticas puede res-
ponder a exigencias diferentes: las dudas y la desconfianza que tienen gene-
ralmente los vernáculo-hablantes frente al uso escrito de su lengua, suelen li-
mitar el impacto que podrían tener decisiones oficiales en favor de ella. La
introducción de un alfabeto respaldado por la ley es una importante prueba
de confianza, percibida como un factor de reconocimiento por parte de los
hablantes de la lengua. En esas condiciones, al criticar el alfabeto oficial o
proponer de entrada modificaciones, se puede neutralizar el impacto positivo
de la oficialización. En muchos casos es de temer que resulte contraprodu-
cente. Hay que subrayar que, al principio de un programa de educación bi-
lingüe con una lengua vernácula, lo que se requiere no es tanto perfección y
purismo, sino producción y publicación, a fin de reforzar el efecto positivo
del reconocimiento oficial de la lengua y demostrar la funcionabilidad de
esa lengua en su forma escrita. Dado el desprestigio que sufren las lenguas
vernáculas, ésa es generalmente la tarea más urgente.
Sólo en la medida en que quede establecida para los vernáculo-ha-
blantes la relevancia de su lengua para funciones oficiales y sólo después de
que éstos se convenzan de los recursos de su lengua escrita, se puede inicia.r
con provecho debates sobre inconsistencias alfabéticas y proponer soluciones
adecuadas. Quisiéramos ilustrar este importante punto con las experiencias
del PEEB/P con referencia al alfabeto quechua oficial del Perú.

2. 4. Posición del PEEB/P


Inicialmente, el PEEB/P ve oportuno recurrir al alfabeto oficial que-
chua sin modificarlo. Por un lado, quiere con su firme adhesión contribuir a
la progresiva elaboración de una lengua quechua común, como lo estipula el
texto de oficialización del alfabeto. Por el otro, deja prevalecer diversas pre-
siones pedagógicas y sociológicas en detrimento de criterios lingüísticos. Los
maestros del programa, bilingües quechua/castellano, son , al inicio del pro-
grama, partidarios del alfabeto oficial. Abogan en especial por un cuadro vo-

198 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

cálico de cinco elementos, pues esperan facilitar así el aprendizaje posterior


del castellano, tan importante para sus alumnos y hasta la fecha tan insatis-
factorio. Piensan dar solución, en particular, a la tradicional confusión de sus
alumnos entre /i/-/e/ y entre /u/-/o/ y su respectiva representación gráfica
en castellano, a través de la enseñanza de las cinco vocales en quechua.
Era de temer que tales esperanzas se revelasen vanas: esa diferencia
fonémica puede ser relevante en otra lengua; sin embargo, un quechua mono-
lingüe difícilmente discriminará entre una vocal y su variante alofónica en su
lengua. El punto es importante: una confusión inicial entre dos "sonidos" en
quechua puede conducir a cierta falta de claridad en la posterior relación fo-
nema/grafema. Y puesto que lo que no se escucha y no se pronuncia en la
lengua materna tampoco es transferible a la segunda, la confusión bien po-
dría seguir en castellano.
A pesar de tales restricciones, el PEEB/P usa las cinco vocales en el
primer libro de lectura en quechua puneño, Haku kusiwan ( 1979), así como
en su primera versión revisada, Kusi ( 1982). Al principio del programa, de
hecho, los interrogantes y las ansiedades de los maestros frente a la novedad
de la educación bilingüe, y especialmente frente al uso escrito del quechua,
novedoso para ellos, son tan grandes que parece imperativo, en un primer
momento por lo menos, respetar las normas alfabéticas, uno de los pocos fac-
tores de garantía.
Sólo en la medida en que el debate sobre el cuadro vocálico quechua
va perdiendo acuidad y en que la implementación de la educación bilingüe va
afianzando a los maestros en el manejo escrito del quechua, el PEEB/P se
puede atrever a proponer modificaciones a ese nivel, sin temer actitudes emo-
cionales extremas de rechazo. Esa decisión corresponde a inquietudes de los
diversos grupos encargados de programas educativos en quechua en el Perú:
en 1983 se encuentran para armonizar ciertos cambios alfabéticos del que-
chua y del aimara, con miras a su posterior reconocimiento oficial ( l O), y, a
partir de esa fecha, el PEEB/P usa tres vocales en quechua.
Acabarnos de ver qué cuidado requiere la aplicación de cambios alfa-
béticos en una lengua vernácula; conviene recordar que exigen , además, una
planificación cuidadosa a nivel de producción de material educativo. Las di-
ficultades logísticas y pedagógicas que se le presentaron al PEEB/P a raíz de
los cambios alfabéticos del quechua lo ilustran bien: para que aquellos nifios
que iniciaron la lecto-escritura con cinco vocales en quechua la refuercen
adecuadamente hasta el 4to. Grado con materiales idóneos, es decir sin mo-
dificaciones a nivel de vocales, el PEEB/P elabora libros escolares que usan
las cinco vocales; paralelamente, sin embargo, el PEEB/P introduce el trivo-
calismo a partir del 1er. Grado; por eso, adapta, entre otros a nivel de alfabe-
to, los libros escolares ya elaborados, año tras año, para que esos niüos ten-
gan coherencia ortográfica en sus libros. Los cambios alfabéticos en quechua
tienen consecuencias no sólo para los libros de lectura, sino también para to-
do el material educativo: los libros de castellano como segunda lengua, en

No. 1, Julio 1986 199


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

especial, deben ser revisados, a fin de introducir, esta vez sistemáticamente,


la ''e" y la "o", puesto que los niños han dejado de usarlas en quechua. Así.
a las demás responsabilidades y actividades del PEEB/P se añaden problemas
específicos de formación docente y de distribución de material educativo.
Estas pocas indicaciones bastarán para poder entender el cuidado extremo
que debe tenerse con el asunto del alfabeto cuando se inicia un programa de
educación bilingüe con una lengua vernácula. ·

3. Reglas de ortografía
Sí bien las convenciones alfabéticas permiten leer y escribir una len-
gua, su mera aplicación no garantiza que así se resuelva todo interrogante or-
tográfico . Por esa razón, una lengua vernácula dotada de un alfabeto requiere
normas adecuadas para su escritura, especialmente si se prevé su uso como
vehículo lingüístico oficial en el aula, pues se considera que normar la lengua
de aprendizaje en la escuela es condición y base de la educación ( 11 ). Sin em-
bargo , no es siempre fácil que se cristalicen formas fijas, constantes , que lle-
guen a imponerse como standard en la escritura; ese fenómeno depende de
varios factores, como los sigui en tes.

3.1. Factores de discrepancia


Por lo general, los problemas a nivel de ortografía derivan de los fac-
tores siguientes:
- morfológicos: Consideraciones a ese nivel pueden llevar a romper
la relación fonema/grafema , relevante por lo demás en la escritura de la len-
gua. En quechua se escribe "m" delante de una oclusiva labial, como es la
/p/: se escribe "hampiy" (cast.: curar) para [hampiy], por ejemplo. Sin em-
bargo, se escribe "ñanpi" (cast. : en el camino) para [ ñampi], por razones
morfológicas: ñon (cast. : (el) camino) es la raíz y pi es un sufijo. Si bien la
escritura "ñanpi" es relevante a nivel morfológico y satisface a ciertos gru-
pos, constituye una verdadera trampa para quienes, por su breve tiempo de
escolaridad, no adquieren conocimientos morfológicos suficientes de su len-
gua.
- fonológicos: Dentro de la misma variante dialectal, a veces en el
mismo informante, se puede notar cierta inestabilidad en la realización de las
aspiradas, como ocurre por ejemplo con /ashkha/, /ashka/, formas ambas uti-
lizadas en el departamento de Puno. Ciertos reajustes en los libros escolares
del PEEB/P reflejan esa situación: las formas "hatun" (cast.: grande) y
"ashka" (cast.: mucho), por ejemplo, encontradas en Haku Kusiwan (1979),
se escriben respectivamente "hathun" y "ashkha" después de que averigua-
ciones in situ indicasen una distribución más amplia de esas últimas formas.
La pronta selección de una única forma escrita para tales palabras es una me-
dida importante, pero no siempre acertada.
- sociológicos: Como en el caso del alfabeto, hay, detrás de ciertas

200 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

preferencias ortográficas en una lengua vernácula, presiones dictadas por re-


ferencia a la lengua de prestigio en contacto.
En la búsqueda de una escritura standard, este último factor merece
especial atención, particularmente en lo que concierne al tratamiento de pa-
labras tomadas de la lengua de prestigio.

3.2. Los "préstamos" castellanos en quechua


Muy pocas son las etnías que no tienen contacto alguno con otras, y,
como consecuencia, la mayoría de las lenguas tienen en su vocabulario voca-
blos prestados de otra u otras lenguas. Es el caso también del quechua, que,
después de tener contactos seculares con el castellano, posee préstamos de
éste en su vocabulario. La densidad de esas palabras tomadas del castellano
puede variar en el discurso quechua; sin embargo, en la variante puneña sigue
siendo tan alta que son necesarias indicaciones exhaustivas para su tratamie'n-
to escrito.
En el Perú, las normas oficiales especifican lo siguiente al respecto:
"Las palabras tomadas del español y que no hayan sido asimiladas completa-
mente al quechua, deberán escribirse de la manera usual en español, v. gr.
Perú, revolución, huelga, etc." (12). Esas disposiciones no sorprenden, pues
la posición de algunos socio-lingüistas es muy cercana: así, subrayando el ac-
tual desnivel de prestigio entre el castellano y el quechua y las preferencias
de los vernáculo-hablantes y hablantes de una lengua de menor prestigio en
general por las características de una lengua de alto prestigio, X. Albó consi-
dera la posibilidad de mantener en los préstamos "la escritura standard caste-
llana de una manera análoga a lo que se hace en castellano con vocablos acep-
tados de otras lenguas, como 'output' " ( 13 ),
Esas propuestas son, por lo general, bien recibidas por los quechuas
bilingües, quienes, alfabetizados en castellano, son así capaces de descifrar un
texto en quechua, salpicado de palabras castellanas, sin tener que deletrear
los préstamos previamente. Pero la situación se complica si el texto se dirige
a quechuas monolingües, con fines de alfabetización en su lengua. De hecho,
uno se ve, en este caso, precisado a aprender a manejar dos sistemas alfabéti-
cos, alternativamente: el uno, basado en una mayor concordancia entre fone-
ma y grafema para palabras quechuas; el otro, con elementos nuevos (por
ejemplo la "z" o la "f') o elementos conocidos ya, pero con otra acepción;
así, por ejemplo, la fricativa global "h" del alfabeto quechua será muda en la
palabra castellana "huelga". Es de temer que esas disposiciones compliquen
mucho el proceso inicial de la lecto-escritura y acentúen la inseguridad del
grupo-meta frente al uso escrito de su lengua.
A pesar del peso innegable que ejerce la lengua de prestigio, parece
imprescindible, antes de elaborar y publicar textos escolares en una lengua
vernácula, preparar un ambiente lingüístico coherente y homogéneo, en es-
pecial asegurar la uniformidad ortográfica de los préstamos de la lengua de
prestigio.

No . 1,Julio 1986 201


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

3. 3. los préstamos castellanos en el material educativo en quechua


Desde el inicio, el PEEB/P descarta una actitud purista; a pesar de
reconocer la necesidad de desarrollar metódicamente el vocabulario quechua
y de crear términos específicos, evita usar una lengua artificial, donde todo
vocablo tomado del castellano sería reemplazado por un neologismo. Sin em-
bargo, decide limitar en lo posible el número de esos préstamos, por lo me-
nos al inicio: encontramos 12 palabras de origen castellano en Kusi entre un
total de 218 palabras quechuas nuevas. Además, controla, filtra ya la intro-
ducción de los préstamos que parecen indispensables.
En consecuencia, en el primer libro de lectura quechua se introducen
sólo palabras castellanas "completamente" asimiladas en quechua. Se supri-
men en cambio las que están "parcialmente" asimiladas, cuya refonemiza-
ción puede sorprender al maestro, como es el caso de "kuwarirnu" (del
cast. : cuaderno) o "yallu" (del cast.: gallo), y se pospone su uso hasta el
2do. Grado. Igualmente , se descartan las palabras de origen castellano que,
después de asimilaciones divergentes, presentan formas muy diferentes se-
gún las zonas; es el caso de /uwiha/, /ukya/, /usa/ , /usha/, /uha/ , (del cast.:
oveja), todas ellas empleadas en el departamento de Puno. Para un niño de
zona rural, la carga emocional de la oveja es fuertísima ; la oveja debería es-
tar presente desde el inicio del primer libro de lectura. Sin embargo , en la
última revisión de Haku Kusiwan se suprime esa palabra , puesto que sólo un
número reducido de alumnos se puede identificar espontáneamente con la
forma escogida por su amplia difusron , '. 'ukya".
A partir del 2do. Grado, los niños leen palabras castellanas parcial-
mente asimiladas en quechua. Pero, a fin de crear un ambiente lingüístico
coherente , el grupo de autores de material educativo decide escribir todos
los préstamos castellanos según una ortografización de acuerdo con el siste-
ma fonológico del quechua, tal como ocurre mayormente en el mismo caste-
llano (ver, por ejemplo, "suéter", del inglés "sweater", o "bistec", del inglés
"beefsteak", etc.)
Los maestros que forman parte del PEEB/P aceptan el tratamiento
de las palabras completamente asimiladas, quizás porque no siempre son
concientes de su origen castellano. Sin embargo, cuando , confrontados por
primera vez con palabras parcialmente asimiladas, se ven obligados a cierto
deletreo, muchos rechazan esas formas, que encuentran, según dicen, "ridí-
culas". Denuncian , además, el peligro que ven en la forma escrita de esas pa-
labras para el posterior aprendizaje del castellano; indican, por ejemplo, que
en un texto castellano los niños escriben "waka" en vez de "vaca".
El tiempo y varios factores permiten relativizar paulatinamente el de-
bate en torno a la escritura de los préstamos : el tratamiento asimilatorio da-
do generalmente por las lenguas a préstamos de otra lengua, que los maestros
aprenden a reconocer y apreciar en forma básica, el desarrollo de su memoria
visual para las palabras castellanas más usuales. así como consideraciones pe-

202 Revista Andina, año 4


- - - ~ - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

dagógicas sobre las ventajas de un claro deslinde entre dos sistemas lingüísti-
cos, donde la discriminación auditiva se refuerza con una diferencia visual, a
fin de limitar y, en lo posible, controlar el fenómeno de permanentes interfe-
rencias por parte de los alumnos.

3. 4 Relevancia de los debates ortográficos·


Se nos dirá posiblemente que los debates en torno a reglas de ortogra-
fía son un fenómeno lingüístico conocido, no específico de las lenguas verná-
culas. De hecho, aun las lenguas europeas han sufrido y siguen sufriendo pre-
siones a ese nivel. Así, en Francia, desde los tiempos de una escritura casi fo-
nética del siglo XII hasta el día de hoy, se vienen proponiendo regularmente
reformas ortográficas (l 4 ); en Alemahia, el último debate en torno a la sim-
plificación de la escritura, en especial en lo que al uso de las mayúsculas se
refiere, data de unos cuantos años; y en castellano quedan todavía ciertas in-
certidumbres ortográficas (ver, por ejemplo, las formas 'yas', o 'yax' para el
juego infantil).
Pero, si bien se sabe que toda escritura sufre modificaciones ortográ-
ficas a lo largo de los siglos, quisiéramos subrayar las diferencias de fondo
que existen al respecto entre las lenguas vernáculas y las lenguas de prestigio ,
lenguas con tradición escrita y conocidas mundialmente. Los debates lingüís-
ticos acerca del francés o del castellano no restringen la vitalidad de esas len-
guas; en cambio, al pasar de un uso limitado muchas veces a la sociedad cien-
tífica a un uso más amplio, las lenguas vernáculas sufren de incertidumbres
ortográficas. Salen debilitadas de confusiones ortográficas. La falta de reglas
o la indisciplina de los usuarios de.la lengua, que escriben a veces según sus
convicciones personales más que según las normas establecidas, no sólo atra-
san una posible nivelación de la lengua, sino que prosiguen la tradición de es-
critura caótica de la lengua, acrecentando así la latente inseguridad de los
vernáculo-hablantes frente al uso escrito de su lengua. Hay que añadir que las
publicaciones masivas en lengua vernácula, que darían autoridad creciente a
ciertas formas ortográficas controvertidas, son generalmente muy escasas pa-
ra poder cumplir ese importante papel.
Por esas razones, normar la lengua debe ser una de las mayores preo-
cupaciones del grupo de autores de material educativo en lengua vernácula
en un programa educativo, pues la forma normada es prerrequisito del presti-
gio que necesita una lengua vernácula para poder imponerse. En ciertos pun-
tos pueden quedar dudas: así, se acepta escribir "Pawlu" en quechua para
"Paulo" y "Qusqu" para Cusco, pero la práctica nos enseña que existe cierto
temor a refonemizar nombres propios como "Villa El Salvador", por ejem-
plo. Sin embargo, las normas de escritura deben ser coherentes y precisas pa-
ra que los usuarios de la lengua no tropiecen a cada rato con interrogantes or-
tográficos cuando la quieran escribir.

No. 1, Julio 1986 203


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

4. Creación de términos
Ese punto representa , junto con la selección del alfabeto y la norma-
ción ortográfica de una lengua vernácula, la tercera gran tarea lingüística para
asegurar un material educativo consistente, especialmente para grados supe-
riores.
En las últimas décadas ha sido necesario subrayar que no existen
lenguas demasiado "primitivas" para servir en el proceso de enseñanza-apren-
dizaje. Al contrario, cualquier lengua tiene recursos suficientes en su vocabu-
lario para permitir a sus hablantes expresarse de modo satisfactorio sobre te-
mas relevantes e importantes para ellos. La falta de vocabulario adecuado ,
utilizada muchas veces como pretexto para prohibir el uso de una lengua ver-
nácula en el aula, no se puede evitar: cuando se atribuyen nuevas funciones a
una lengua dada , ésta, en un primer momento , carece del vocabulario reque-
rido . De esa manera, una lengua vernácula empleada por primera vez en el
aula, necesita enriquecer su vocabulario para poder reemplazar eficazmente
a una lengua de prestigio utilizada hasta la fecha. Es una tarea que concierne
a cualquier lengua vernácula empleada de manera consistente en el aula; es
también una tarea difícil, a largo plazo, cuyos resultados no se pueden vis-
lumbrar rápidamente.

4.1. Para el desarrollo eficaz del vocabulario


Los métodos para enriquecer una lengua, para modernizarla y permi-
tirle expresar adecuadamente nuevos conceptos y avances tecnológicos, son
varios. Dentro de los que sugiere la UNESCO, citaremos especialmente "la
atribución de significados nuevos a términos antiguos" y "el empleo de ex-
presiones indígenas descriptivas" ( 15 ).
Los autores de material educativo en lengua vernácula recurren ma-
yormente a esos dos métodos; sin embargo, es de notar que la dificultad no
consiste tanto en la creación de términos nuevos, sino en su difusión e im-
plantación entre los usuarios de la lengua. De poco sirve elaborar, por ejem-
plo, una terminología gramatical básica si los destinatarios, en este caso los
maestros, no la conocen, no la entienden o, por razones diversas, la rechazan.
Para que un vocabulario nuevo, destinado a ser utilizado mayormente en el
aula, pueda eventualmente consolidarse, las medidas descritas a continuación
pueden revelarse provechosas:
- fomentar una toma de conciencia, aunque sea básica, de identidad
cultural y lingüística por parte de los maestros, a fin de que aprecien en lo
que vale la tarea y presten su concurso en la creación de términos específi-
cos. Preparar el abandono progresivo de los términos técnicos tomados de la
lengua de prestigio, a los cuales recurren por necesidad y también porque les
prestan cierta autoridad; e ir preparando el uso de vocablos vernáculos, me-
nos llamativos, pero más transparentes;
- recopilar la terminología requerida para la aplicación del programa,

204 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

por una parte , y, por otra, las formas vernáculas existentes adecuadas o que
puedan ser adaptadas. Establecer criterios generales que aseguren cierta uni-
formidad entre los términos de las diferentes áreas de trabajo, como son Len-
guaje, Matemáticas y Ciencias Naturales;
- seleccionar a un grupo de maestros y confiarles la tarea, bajo el ase-
soramiento de un lingüista y, según lo requiera el caso, de un especialista en
Lenguaje o Ciencias. En una fase posterior. proponer los nuevos términos a la
aprobación del conjunto de maestros que tendrán que usarlos;
- difundir los términos creados entre los futuros usuarios durante los
cursos de implementación y a través de la publi~ación de guías y folletos.

4.2. Creación de términos quechuas para el aula


Frente a la total carencia de una terminología quechua específica del
quehacer educativo. el PEEB/P viene creando vocablos , especialmente en las
áreas de Lenguaje y Matemáticas, intentando así sentar las bases de una pos-
terior normación de la lengua. Los primeros esfuerzos se dan en el área de
Lenguaje: se desarrolla una terminología gramatical básica quechua, con la
cual el maestro puede operar a partir del 2do. Grado (véase a continuación).

RUNASIMI PARLANAPAQ SIMIKUNA

l. rimay oración 8. rimana saphi raíz verbal


2. ruwaq sujeto 9. suti hunt'acheq sufijo nominal
3. rimasqa predicado 10. rimana hunt'acheq sufijo verbal
4. suti sustantivo 11. simi palabra
5. ruwasqa objeto directo 12. ch 'ullalla singular
6. rimana verbo 13. ashkha plural
7. suti saphi raíz nominal 14. suti tikracheq adjetivo
15. rimana tikracheq adverbio

QELQAYMANTAPARLANAPAQ KAMACHINAPAQ SIMIKUNA


SIMIKUNA

l. hatun qelqa mayúscula l. hunt'achiy completar


2. huch'uy qelqa minúscula 2. Hulla simi palabra falsa
3. samay ch'iku coma 3. cheqaq rimay oración correcta
4. qorpa ch'iku punto seguido 4. tapukuy pregunta
5. tukuy ch'iku punto final 5. lloq'e laropi las palabras del
6. tapuy siñal signo de simikuna lado izquierdo
interrogación 6. paña laropi las palabras del
simikuna lado derecho
7. qhaway siñal signo de 7.huñuy conjunto
admiración 8. kahun cajoncito

(lb)

No . 1, Julio 1986 205


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Esos vocablos fueron aceptados por los maestros. quienes propusieron


sólo unos cambios mínimos. Nos faltan. sin embargo. datos precisos sobre su
uso en el aula . El desarrollo metódico de vocablos específicos para el aula no
fue preocupación prim era del PEEB/P. A inicios del programa , no parecía
conveniente recargar demasiado el trabajo de los docentes que utilizaban por
prim era vez el quechua de manera oficial en el aula: además. el Currículum
permitía atrasar la introducción de esos términos. pues preveía el reconoci-
miento de los diferentes elementos de la oración a partir del 2do . Grado. Así.
la introducción Je nuevos vocablos quechuas en el área de Lenguaje es relati-
vamente reciente. Puesto que ciertos elementos de la escritura del quechua.
fuertemente rechazados o contestados, fueron aceptados poco a poco de ma-
nera tácita, es de esperar que los maestros, después de su inicial incomodidad
en el manejo de esos vocablos, los vayan utilizando en el aula. La mayor difi-
cul_tad podría originarse en la formación deficiente de ciertos maestros, para
quienes los elementos de la oración no están claramente definidos y, por
eso, no se atreverán a usarlos ni siquiera en quechua.

4. 3. Creación de términos quechuas para conceptos y avances cientí-


ficos y tecnológicos
La creación de términos específicos para describir avances tecnológi-
cos es más tardía aún; de hecho. el PEEB/P se ve ·paulatinamente confronta-
do con necesidades lingüísticas nuevas: por una parte, el material de Lengua-
je, que se limitaba a la familia de zona rural en el primer libro, se abre temá-
ticamente a la comunidad, luego a la región y la nación, describiendo realida-
des ajenas a las experiencias directas de los niños quechuas; por otra parte, el
PEEB/P, en un intento por echar raíces en la comunidad, elabora un material
de lectura post-escolar, especialmente obras de vulgarización sobre ternas de
medicina y tecnología adaptada (17). Para evitar textos quechuas sobrecarga-
dos de préstamos del castellano, los autores se ven obligados a forjar térmi-
nos quechuas que describen avances técnicos de la vida moderna.
Las dificultades, en este caso , son de otra naturaleza que en la crea-
ción de términos específicos para el aula. En el primer caso, los términos gra-
maticales se emplean dentro de textos teoréticos o en indicaciones breves ,
como la siguiente, dirigida a los maestros:
"Hunt'achiy simikunata huch'uy qelqatapis utaq hatun qelqatapis akllaspa"
(18): "Completa las palabras, escogiendo una letra minúscula o mayúscula".
En un texto de lectura, al contrario, la transparencia es la preocupación pri-
mordial. Por eso, aun cuando se trata de un texto muy técnico, conviene
controlar el número de vocablos de nueva creación , a fin de oo oscurecer el
texto, y dar a los que se consideran indispensables a la vez tanta evidencia
como para que se entiendan a la primera lectura y tanta originalidad como pa-
ra que el lector los vaya eventualmente memorizando. Él capítulo que descri-
be paso por paso la construcción de una bomba manual de agua, en quechua

206 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Büttner: Libros escolares en quechua

punefio, ( 19) ilustra bien las dificultades de tal tarea.


Todavía es demasiado pronto para recoger datos sobre la aceptación
de tales vocablos por parte de los comuneros quechuas, a quienes se dirigen
esos textos. Es de prever que. del cúmulo de palabras forjadas, sólo algu-
nas se implanten en el uso general, en una primera fase. Además. es bien co-
nocido de qué factores extralingüísticos depende la revalorización -y más
todavía: la revitalización- de cualquier lengua. En la actual situación de au-
sencia de indicios de cambios favorables en el estatuto socio-político de los
quechua-hablantes, es de temer que el enriquecimiento de la lengua quechua
sea un largo proceso. en el cual participen poco los usuarios por miedo a ser
víctimas de la mofa general.
Sin embargo, gracias a los trabajos del PEEB/P, se está constituyendo
una fuente de datos lingüísticos de referencia que podrían ser útiles para fu-
turas publicaciones. Además, cabe esperar que esos esfuerzos dejen huellas en
la presente generación de docentes rurales. quienes, por su articulación so-
cial, pueden actuar como elementos multiplicadores de los términos creados.

5. Conclusión
Muchas poblaciones vernáculo-hablantes carecen todavía de materia-
les educativos adaptados a su realidad cultural y lingüística. Esta situación es
mayormente imputable a la complejidad inherente al proceso de elaboración
de tales materiales, como lo ilustran nuestras reflexiones sobre los factores
lingüísticos que sirven de soporte a materiales educativos en lengua vernácu-
la.
Los problemas y trabajos descritos en el presente artículo nos llevan
a consideraciones generales sobre el papel que juegan diversas disciplinas
científicas en programas de educación bilingüe en poblaciones vernáculo-ha-
blantes.
Si en el pasado fueron pedagogos inquietos quienes contribuyeron
principalmente al avance de la educación bilingüe, se registra, en las últimas
décadas, un énfasis puesto en la lingüística para conducir programas educati-
vos en lengua vernácula. Si bien nadie discute la relevancia y la importancia
de la lingüística en la preparación de tales programas, es evidente que las ta-
reas que aparentemente le incumben de manera exclusiva, exceden claramen-
te su dominio: se trata muchas veces no sólo de transcribir una lengua. sino
de analizarla, normarla, enriquecerla, revalorizarla y de fomentar cierta auto-
dinamización entre sus hablantes. Es obvio que esas tareas no competen sólo
a la lingüística.
De manera repetida, las organizaciones internacionales, dentro de
ellas la UNESCO, piden a los especialistas que salgan de su torre de márfil pa-
ra llevar a cabo acciones concertadas. De hecho, los problemas específicos
que se encuentran en programas educativos en lengua vernácula requieren so-
luciones originales, que saldrán de equipos interdisciplinarios donde el lin-

No. 1, Julio 1986 207


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

güista, el pedagogo. el antropólogo y el sicólogo tengan voz y voto. La difícil


responsabilidad de cada miembro de tales equipos es aplicar los más recientes
avances de su disciplina. por un lado , y. por el otro, escuchar, respetar y posi-
blemente hacer suyas las contribuciones de sus colegas.
Sin embargo, los miembros de tales programas educativos deben ir
más allá de ese respeto y esa colaboración: deben poner su saber al servicio
del grupo-meta y dar paso a las preferencias de los vernáculo-hablantes cada
vez que sea necesario, aun cuando vayan en contra de su formación y de sus
conocimientos. Se trata, por fin, de saber poner la ciencia al servicio del
hombre y no al contrario.

Marie Büttner
La Verelle - L'Orbrie
F-85200 Fontenay-le-Comte
Francia

208 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - B ü t t n e r : Libros escolares en quechua

NOTAS Y REFERENCIAS

( 1) Según datos de la World Bank: Educación, Sector Policy Paper, Washington, 1980.
(2) Especialmente en: L 'emploi des langues vernaculaires dans /'enseignement, UNES-
CO, Paris, 1953.

(3) Según el Acuerdo Bilateral firmado en 1975 entre los Gobiernos del Perú y de la
R.F.A .. Iniciado en 1977, el Proyecto Experimental de Educación Bilingüe (PEEB/
P) tiene como principal objetivo "elaborar, experimentar y validar un modelo de
educación bilingüe, adecuado a la realidad socio-lingüística y educativa de las áreas
rurales del departamento de Puno" (Plan de Operaciones 1983, p. 21)

(4) UNESCO: Educación, Etnias y Descolonización en América Latina, Una guía para
la educación bilingüe intercultural. Vol. 1, México, 1983.
(5) ALBO, X.: Los mil rostros del quechua, IEP, Lima, 1974, p. 125.
(6) ESCOBAR, A. et al.: Perú, ¿pais bilingüe?, IEP, Lima, 1975, p. 129.
(7) Esas objeciones parecen tener tradición; así, en la crítica de un libro sobre Vilca
Apaza de los años veinte, se puede leer que "el quechua y el aimara ni siquiera tie-
nen ortografía, porque no tienen alfabeto. Literariamente, viven del alfabeto que
les presta el castellano y se roban dos letras del alfabeto inglés: la "k" y la " w" "(E.
Armaza, reproducido en el Libro de Oro, Puno, Tomo IX, p. 147).

(8) Esos problemas de ortografía se encuentran de manera casi idéntica en otras lenguas
vernáculas de América Latina en contacto con el castellano; ver, por ejemplo "(k) -
(g): las dificultades que surgen al escribir el nahuatl moderno;' de Sybille TOUMI,
en: Por una educación contra el etnocidio, Chantiers Amerindia, Sup. 2 al No . 9,
AEA, Paris, 1984.

No. 1, Julio 1986 209


Artículos, Notas y Documenros _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(9) "Alfabeto Básico General del Quechua" (R.M. 4023 - 75-ED), en Educación Bilin-
güe: marcos legales, Ministerio de Educación, Lima, 1978, p. 18.
(1 O) Jer. Taller de Escritura en Quechua y A imara, organizado en Lima por las Universi-
dades Nacionales Mayor de San Marcos y San Cristóbal de Huamanga en 1983.

(1 I) MACKEY, W.F.: Bilinguisme et contact des tangues, Klincksieck, Paris, 1976. Es-
pecialmente el Capítulo 8: Statut des Langues en contact, pp. 199-221.

(12) "Alfabeto Básico... ", id., p. 20


(13) ALBO, X.: Los mil rostros... , p. 131

(14) GREVISSE, M.: Le bon usage, Grammaire franraise, Paris, 1959, (especialmente
pp. 112-114). Conviene recordar, además, las experiencias educativas que viene rea-
lizando desde hace unos diez años un grupo de pedagogos y lingüistas, entre ellos
A. Martinet, con ALFONIC (" Alfabeto para el aprendizaje de la lectura del fran-
cés"): se comprueba, con niños en edad pre-escolar, que se puede escribir el francés,
prescindiendo de la ortografía. Consultar al respecto : Vers l'écrit avec Alfonic, de
MARTINET, A. et al, Hachette, 1983.

(15) UNESCO: L 'emploi. . . , p. 75.


(16) BÜTTNER, CHUQUIMAMANI, LOPEZ: Ñampi (cuaderno de trabajo para el segun-
do grado en quechua), Lima-Puno, 1981, p. 58.

(17) BÜTTNER, CHUQUIMAMANI: Yanamayu Ayl/u 1, 1984, y Yanamayu Ayllu 2


(en proceso de impresión).

(18) Ñampi, p. 4.
(19) En: Yanamayu Ayllu 2 (en proceso de impresión).

210 Revista Andina, año 4


Nota sobre
"Un documento quechua de Huarochirí -1607"(sic)*
Gerald Taylor

Es lamentable que, debido a mi descuido, varios errores -algunos im-


portantes- hayan podido introducirse en una edición de alta calidad del do-
cumento quechua incluido en el proceso de Avila. El error principal es evi-
dentemente el título. No se trata de un documento quechua de 1607, sino
de uno de 1608, como se ve muy claramente en la fecha indicada en el tex-
to. Hubo una confusión entre la fecha del pleito -1607 - y la de la retracta-
ción (el documento quechua), 1608. En último momento se cambió el título
original: "Un documento quechua inédito de Huarochirí" , ya que no podía
aplicarse más a un texto que había sido publicado anteriormente en la Revis-
ta de Indias, Madrid. En la edición madrileña se suprimió el título original.
Como no tengo la intención de seguir citando mi artículo como "Un docu-
mento quechua de Huarochirí - 1607" (sic), con esta nota y aclaración del
error indico el nuevo título ( ¡el cuarto!): "Un documento quechua de
Huarochirí - 1608".
Como se trata de un documento paleográfico , es importante que los
errores, aunque parezcan menores, sean indicados.

(*) El artículo que motiva la siguiente aclaración y fe de erratas fue publicado en Revis-
ta Andina, 3, 1 : 157-186 (Nota de R .).

No . 1, Julio 1986 211


Artículos, Notas y Documentos - - -- - - - - - - - - - - - - - - -

p . 167: Suprimir el octavo renglón y el noveno hasta : Avila .


p. 172. renglón 6(A): Entre "x(pist)o(bal)" y "pacoruc¡;i" falta la
mención <le "zulcaui fran(cis)co collqueriza x(pist)o(bal)".
p . 177: Ultima línea de Texto C: Falta una barra oblicua(/) antes de
"cha y-".

en vez de léase
p. 157 , renglón 16 1608 el mismo año de 1608
p. 157. renglón 17 un escaso año unos cinco meses
p. 172 , renglón 1 (A) yauricaxa yaoricaxa
p. 172. renglón 9 (8) ger(oni)mi ger(oni)mo
p . 174, renglón 17 (A) cascancaman cascancamam
p. 174. renglón 19 (A) aparca aparcan
p. 174, renglón 8 (B) no nos
p. 174, renglón 17 (B) pollos siempre pollos , siempre
p. 175 , renglón 18 (C) kasqankaman kasqankamam
p. 176, renglón 11 (B) y de vn Y< de )vn
p. 178, renglón 3 (A) maycatapas maycantapas
p. 180, renglón 7 (C) acordandonon acordando nos
p . 181. renglón 7 (C) de <de>
p. 181 , renglón 13 (C) muchakuyku muchaykuyku

212 Revista Andina, año 4


La tradición oral quechua
vista desde la perspectiva de la literatura
Margot Beyersdorff

"El hablar es esencia; la letra, contingencia. "


Alfonso Reyes

Los escritos citados en este ensayo, que versan sobre el conjunto de


antiguos ejemplos versificados y aquel material recién recopilado que represen-
ta, sin duda, una pequeña parte de las tradiciones poéticas actuales en proce-
so de recreación ( l ), nos permiten vislumbrar las artes orales de la etnía que-
chua de la tradición cusqueña. Puesto que tratamos con textos sin autoría y
que nos han llegado de "segunda mano", cabe establecer un interrogante:
¿De qué sector social provienen estas artes que nos sirven de material para el
producto literario? A continuación enumero cuatro postulados para entender
las etapas en la transformación de un texto oral en escrito literario:
l) La acción dinámica entre el "desempeño" y la "competencia" del
individuo dentro del depósito (reservorio) de la lengua. Propongo que dentro
de la etnía que nos concierne aquí opera una lengua común , es decir que los
miembros la hablan de alguna manera (desempeño). Segundo , cada persona
· puede lograr un manejo superior en su nivel de desempeño y , a nivel de la
sociedad , superior en relación a los demás hablantes (competencia) .

No. 1, Julio 1986 213


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

2) La elaboración del lenguaje . El material poético compuesto ver-


balmente (texto oral) surge de la fuerza organizadora del rito bajo el dominio
del mediador de conocimiento: por ejemplo, el versificador y proveedor d e
información de la antigüedad y el Alto misayuq y la Takiq mama de la socie-
dad indígena actual. Los géneros se plasman según las exigencias festivas ,
educativas o comunicativas; el texto oral creado o reformulado según los cá-
non es tradicionales de la poética quechua se compone en base a dichas exi-
gencias. Es a este nivel que el texto , al perder sus vínculos concretos con la
etnía, se consagra a los fines de difusión o comercialización dentro del am -
biente social mestizo ; es decir, que los textos van reformulándose con miras
a la venta de cancioneros. grabaciones, etc.
3) La conversión del texto oral en un "residuo escrito" (el texto es-
crito). El canto (o recitación) se transforma al consignarlo al formato impre-
so, donde todo aspecto de uso , función y actuación es depurado o descarta-
do por el literato o transcriptor.
4) La inserción del texto escrito en una "meta-literatura". El texto
escrito se incorpora a otro género literario, como la antología , la obra de
crítica literaria o histórica, el estudio antropológico y etnográfico y otras
formas de exégesis que sirven a otros propósitos epistemológicos, además de
la literatura per se: en fin. toda esa rama de material impreso a que nos refe-
riremos en esta crónica bibliográfica (2 ).
Para emprender un estudio de los escritos de las artes verbales que-
chuas es preciso plantea r un par de preguntas de pro·cedimiento metódico:
1) ¿qué instrumento de análisis utilizaremos para organizar estas formas de
arte oral?; y 2) ¿qué medios nos facilitarán una visión diacrónica de la tradi-
ción literaria nativa. como es el caso del quechua , que incluye textos escri-
tos en base a la tradición oral antigua, así como t ex tos de la transmisión oral
actual y. por lo tanto. no captados y transcritos.
Al iniciar nuestro estudio vale. corno en cualquier aproximación epis-
temológica, buscar los términos de materias y luego entender los componen-
tes del sistema terminológico/taxonómico propuesto para el material en cues-
tión . La tarea y la dificultad de identificar un texto estriban en el hecho de
que . entre la población de habla nativa, el texto no es conocido o reconocido
por un título: pues conocer es más bien el percatarse de su propósito o su
función social que lleva a la identificación y d efinición. (Los casos en que un
texto es rubricado se deben a las exigencias de publicarlo en panfleto -en
cancionero-·o de difundirlo por medio de la discografía o la radio). El deno-
minador común del léxico nativo resulta ser la calificación genérica. Sin em -
bargo , no es del todo viable el proce<limie nto de confiar en la homogeneidad
de texto y término genérico en el ámbito intra-regional. Es el caso que a tra-
vés de los d eslindes distritales y provinciales existe entre el campesinado gran
variedad de t érminos para el canto que se asocia. por ejemplo. a la tarea agrí-
cola (3) . Entonces. para acertar en la taxonomía de las artes verbales es pre-
ciso que el investigador recurra a las primeras. y ciertamente las más comple-

214 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Beyersdorff: Tradición oral quechua

tas, fuentes léxicas existentes de las lenguas aborígenes: el Lexicón o vocabu-


lario de la lengua general del Perú ( 1560) de fray Domingo de Santo Tomás
y el Arte y diccionario qquechua-espaiiol ( 1608) de fray Diego González
Holguín.
La lingüística formal quechua nace, es cierto, con la publicación <lel
primer vocabulario y la primera gramática por obra de Santo Tomás: no
obstante. su lexicón contiene únicamente los términos que requería la cate-
quización de entonces y sólo incluye, por tanto. términos con referencia a
los aspectos musicales y coreográficos del Qhashwa (baile en coro). Way11u
(baile de parejas) y Taki (canto de frases repetitivas o música y danza). De
los dos lexicógrafos mencionados, fue Holguín , sin duda , quien emprendió
la tarea de recoger y definir un gran número de términos de las artes verba-
les. En su diccionario , Holguín señala doce formas de versos y varios subgé-
neros, los cuales nos permiten abordar seguidamente una clasificación global
de las formas poéticas inkas en el presente.
En torno al sustantivo Harawi, por ejemplo ("canción a coplas a lo
humano y verdades de cuentos fabulosos"), Holguín se esfuerza en especifi-
car el tópico y el uso de cada variante, que son las siguientes: los Yuyayku-
kuna ( "cantos de recuerdo"). los Waynarikuna ( "cantares de hechos de otros
o memoria de los amados ausentes y de amor y afición"), el Wañupaq harawi
("canción <le endechas"). el Al/in harawi o Llu11paq harawikuy ( "canciones.
cantares buenos a los divinos nuevos"). Además del Qhashwa, Waynu y el
Taki, Holguín incluye el Waqapayapuni (endecha funeraria). el Waqaylli
(canto suplicatorio para la lluvia). el Haylli/Haycha (canto de victoria bélica
y/o canto de remate de labores agrícolas). el Aymuray (la cosecha del maíz)
y el Huqaripuni (narración histórica o didáctica).
Paralelamente a nuestra tarea de corroborar los términos con que se
designan los cantos nativos en los léxicos antiguos -como en el caso del
heurístico Holguín - cabe indagar su presencia en los escritos de cinco cro-
nistas, los cuales nos permiten entrever ejemplos de las artes verbales en
quechua . Estos escritores y sus correspondientes obras son: Cristóbal de
Molina, "el cusqueño", Ritos y fábulas de los inkas (¿1574?) ; Martín de
Murúa, Historia del origen y genealogía real de los reyes incas del Peru
( ¿ 1591 ?); Joan de Santacruz Pachakuti Yamki Sallkamaywa , Relaciones
de antigüedades deste rey no del Peru (l 613 ); el lnka Garcilaso de la Vega,
Comentarios reales: el origen de los inkas (1609); Felipe Waman Pwúa de
Ay ala, Nueva corónica y buen gobierno del Perú ( 1585-1615). Estas fuen-
tes primarias divulgan una gran variedad de textos poéticos que abarcan
varios géneros distintos; entre éstos, algunos son cantos completos; otros,
fragmentos o, a lo mejor , refranes o versos exclamatorios. El conjunto de
textos antiguos , sean las poesías. recitaciones o los versos refranescos, reco-
pilados por los cinco cronistas, se limita a 44 ejemplos. A menos que o hasta
que aparezca nuevo material poético, recurriremos a este corpus que nos
servirá de base para: 1) examinar las pautas poéticas de origen prehispánico;

No . 1, Julio 1986 215


Crónicas Bibliográficas, _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

2) formular una v1s10n diacrónica de la literatura inka y su contraparte , la


tradición oral quechua contemporánea.
Al examinar el material cronístico que comprende los 44 versos,
sólo es factible trazar una correspondencia entre la designación de seis textos
poéticos y los términos genéricos apropiados; éstos. que se hallan en el léxico
de Holguín. son: Harawi, Haylli, Aymuray, Waqaylli, Qhashwa y Taki . En las
obras cronísticas. no todos los textos conllevan identificación en el vernácu-
lo. Por ejemplo , las doce recitaciones sagradas de Cristóbal de Malina -el
grupo más grande y representativo de este género (Santa Cruz Pachakuti in-
cluye cinco ejemplos; Puma de Ay ala, tres y el Inka Garcilaso , sólo uno)-
llevan cada una el título español de "Oración .. . " (4 ). Pero el empleo que
Malina hace de la voz Wayllina, en otro contexto de su narración , sugiere que
él designó este género. que constaba de las súplicas a las divinidades principa-
les, con dicha voz. Ninguno de los lexicógrafos incluye el término Wayllina
ni da un sinónimo de esta voz en sus obras.
Cristóbal de Malina nos ha proporcionado la descripción más detalla-
da y amplia de las ceremonias y ritos principales a nivel oficial y estatal a lo
largo del calendario inkaico. Además de los que ya comprende el Wayllina ,
Malina señala dos géneros de cantos, el Taki y el Harawi (sin textos corres-
pondientes), relacionándolos con su función socio-cultural dentro del calen-
dario festivo y de trabajo. Varios Taki específicos se ejecutaban durante las
ceremonias respectivas : el lnti Raymi, Qoya Raymi (o Situa) y el Qhapaq
Raymi , y lo mismo durante las tareas agrícolas, como es el caso del Llaway-
ra, en el que los participantes pedían al Hacedor que hiciera producir "bien"
los sembrados. En cuanto al término Harawi , Malina lo utiliza sólo una vez
en su obra y sin especificar el subgénero a que debió pertenecer la ceremonia
descrita. Según Malina. este Harawi es un canto para cerrar el ciclo agrario,
cuando los cargadores trasladaban la cosecha de maíz de los terrenos dedica-
dos a las deidades y los Inkas difuntos. Ninguna de las cinco variantes de
Taki anotadas por Malina -por lo menos con el término que él las designa
(Wari, Llawayra, Alawi o Ayriwa situa, Koyo, Chapanwaylo )- han perdura-
do hasta el presente . Sin embargo , al igual que antes, el Taki, Harawi y el
Haylli , los géneros más mencionados por los cronistas, operan en la actuali-
dad como géneros centrales que dan lugar a una variedad de tipos de cantos.
Pero es difícil señalar en el léxico nativo un término identificador para
cada una de las variantes, pues no existe acuerdo entre los cantantes sobre el
término apropiado. Es cierto que las variedades antiguas de Taki, Harawi y
Haylli desaparecieron al perder su significado ceremonial con la desestructu-
ración del aparato socio-cultural inka . En cambio , el ímpetu y la acción de
crear versos para venerar y propiciar a los dioses tutelares pudieron continuar
en el contexto agrario , donde los métodos de labranza y de pronóstico y las
tradiciones rituales de origen prehispánico siguen vigentes hasta hoy.
La Corónica ... de Waman Puma de Ayala está repleta de referencias a
varios subgéneros de cantos y /o danzas. Por ejemplo , bajo las rúbricas Taki y

216 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Beyersdorff: Tradición oral quechua

Haylli están enumerados 21 tipos de cantos, los cuales, desafortunadamente ,


no están acompañados de textos ni asociados a ninguna fiesta nativa. En
cambio, en el capítulo que trata de los festivales de las poblaciones de las
cuatro regiones (Suyu) del antiguo Imperio, Puma de Ayala incluye 22 tex-
tos de cantos, los cuales representan por lo menos diez géneros qechuas y
cinco géneros aymaras. Además, la clasificación de Puma de Ayala es comple-
tada con la inclusión de dos ejemplos poéticos que no identifica con término
alguno en su obra, a saber: un canto para la cosecha de maíz (¿el Aymuray?)
y una súplica para la lluvia de riego ( ¿el Waqaylli?). Sugiere Puma de Ayala
al incluir en su dibujo los versos cantados durante la labor agrícola principal
del mes de agosto que se trata del Haylli, la siembra de maíz, y que el "can-
tor del inga'; que figuraba dentro del lnka Raymi, es el Wariqsa Harawi.
Los cantos que Waman Puma de Ayala transcribe en su descripción
de las cuatro divisiones políticas del antiguo Imperio, podrían remontarse al
período prehispánico, puesto que en sus días los grupos étnicos alejados y
diseminados en el viejo territorio, al acudir al Cusco para participar en las
festividades litúrgicas o conmemorativas, ejecutaban todavía sus danzas y
cantos específicos como seña de identidad étnica (5). Por otro lado, refi-
riéndose a la sociedad andina en proceso de amestizamiento, Waman Puma
de Ayala aglutina los 21 Taki y Haylli mencionados sin percatarse de sus
orígenes en el contexto funcional de la cultura autóctona. La escisión entre
el uso ritual y el evento festivo inka estaba desarrollándose a tal extremo
que, en el período en que Puma de Ayala escribía (entre 1585-1615), él mis-
mo pudo haber atestiguado en los santuarios la ejecución de los 21 cantos
durante las fiestas del calendario litúrgico.
Joan de Santa Cruz Pachakuti, por su parte, trata las ceremonias de
la Corte Real no según las etapas festivas de un calendario, sino de acuerdo
a un enfoque histórico de los acontecimientos en cada uno de los reinos de
la dinastía inka. En la obra de Pachakuti rige, pues, un desajuste entre ténni-
no y texto: ninguno de los catorce términos para cantos, oanzas y actuacio-
nes miméticas registra textos poéticos representativos, y los ejemplos que
Pachakuti incluye, que son cinco súplicas a la divinidad superior y una reci-
tación salutatoria entre caciques, no están identificados con ténnino que-
chua alguno.
En cuanto al Inka Garcilaso, él tampoco identifica los dos únicos y
muy citados textos en su obra, que son, al parecer, una súplica completa,
denominada "Fábula" por el autor, y una copla, posiblemente un fragmen-
to , de un canto de índole amatoria (¿Harawi?) .
Hasta el momento hemos considerado, en resumen, la recopilación
de textos del género lírico; de hecho, la mayor parte del corpus consta de
poesías de esa índole. La única excepción es el par de ejemplos en la obra
citada de Martín de Murúa, que podrían representar la tradición oral decla-
matoria o narrativa. Aunque estos dos textos no versan sobre acontecimien-
tos del período prehispánico, adelantamos la tesis de que la estructura de la

No . 1, Julio 1986 217


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

narrac1on puede indicarnos el procedimiento antiguo de versificar datos


históricos.
La recopilación de la tradición oral no data de antes del año 1574,
período en que Molina, "el cusqueño", iba recogiendo el verso sagrado.
Pudieron haber existido obras escritas en quechua, pero tenemos indicios de
muy pocas, y éstas, en todo caso, eran material didáctico o de adoctrina-
miento. La única referencia de que disponemos es un escrito muy tempra-
no, titulado Arte, vocabulario, sermones... en quechua , de fray Pedro Apa-
ricio . Paul Rivet y Georges de Crequi-Monfort dan inicio , con esta obra apa-
recida alrededor de 1540, al primer volumen (l 540-1600) de la Bibliogra-
phie des langues aymará. et kil:ua (l 9 51-56 ). Al recurrir a esta única fuente
bibliográfica, nos dam9,s cuenta que el saldo de publicaciones citadas del
siglo XVI es sumamente escaso. Hacia principios del siglo XVI había sólo
trece obras impresas con fecha conocida y otras once sin fecha cierta; en
total, unos 23 escritos en las dos lenguas principales aparecidos en un perío-
do de 60 años. '· ·
Al considerar el cuadro total de la historia de publicaciones de tex-
tos nativos en el Perú y Bolivia, esta cantidad es mínima en contraste con las
numerosas citas de escritos fechados a partir de 1875 , que ocupan los tres
tomos siguientes. (Por supuesto , el conjunto de 23 citas de la bibliografía de
Rivet no es un fiel indicio de la cantidad de escritos en los idiomas nativos
disponibles en el Virreinato del Perú en el período en que trabajaban los
cronistas. Esta cantidad pudo haber sido mayor porque muchas obras se per-
dieron o porque hubo manuscritos que no llegaron a publicarse.)
Otro elemento metodológico importante, ya que se trata de inquirir
una aproximación epistemológica, es la consideración de· los sujetos transmi-
sores de la información registrada por los cronistas. ¿Qué o quiénes servían
de fuentes informativas de nuestras principales fuentes coloniales? Los cinco
cronistas, Molina, Murúa, Santa Cruz Pachakuti, Waman Puma de Ayala y el
lnka Garcilaso , al recoger los versos quechuas a través de la transmisión oral,
no se apoyaron , al parecer, en escritos de españoles (6 ). Aunque ignoramos la
identidad de los "informantes", es decir de los autores strictu senso , se puede
constatar que el material recordado y transmitido en el período que va de
1574 a 1615 provenía de los antecesores -ya desplazados- de los que ocu-
paban cargos de rango superior en el sistema del poder en la sociedad inka.
Por lo tanto , las fuentes cronísticas, es decir la información, dependían de
los descendientes de la aristocracia "cusqueña ". Entre ellos están los lnkaru-
na , que tenían en la Corte los cargos del sacerdocio (Willaq uma), el guarda-
dor e intérprete de registros (Khipukamayuq) y los recitadores y versificado-
res de los géneros líricos (Harawikuq ). Entonces, el corpus de 44 textos co-
rresponde a una literatura nativa culta porque -además del hecho de que los
informantes elegidos eran de supuesta estirpe noble- los tres historiadores
(los dos indígenas, Santa Cruz Pachakuti y Waman Puma de Ayala, y el mes-
tizo. el lnka Garcilaso) descendían de los lnkaruna (se entiende que Molina

218 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B e y e r s d o r f f : Tradición oral quechua

y Murúa eran españoles).


La tarea de contemplar y dilucidar lo que reflejaba la tradición oral
en el período de la desestructuración inka se dificulta y se limita por la esca-
sez y casualidad de textos que nos han llegado de la antigüedad ; además, por
la intención de los cronistas que, al presentar sus textos poéticos, no se ocu-
pan de los cantos de los segmentos sociales de la plebe.
A mediados del siglo XVII terminó el período en que los historiado-
res ad hoc y los visitadores recorrían el territorio del antiguo Imperio inda-
gando sobre su pasado a través de sus informantes nativos. Desaparecidos
los últimos cronistas, fray Bemabé Cobo (1582-1657) y Fernando de Mon-
tesinos (?-1644 ), la perspectiva con que se contemplaban las costumbrl's
autóctonas se estrecha o desaparece completamente. La relación históri.;,a ,
ya en aquel tiempo, no goza de una posición destacada en las letras peruana::..
En cambio, es la producción literaria de índole didáctica la que llega a domi-
nar el ambiente intelectual. La Iglesia, por ejemplo, se apodera de las lenguas
nativas con el fin de adiestrar a los clérigos en el manejo de ellas y de sumi-
nistrar pautas para el adoctrinamiento de los indígenas. En vista de ello, a lo
largo del siglo XVII aumentan las publicaciones de una literatura eclesiástica
en los idiomas aborígenes que sobrepasa en volumen a todo lo producido en
el siglo anterior. Abierta esta iniciativa de la Iglesia , las obras de los clérigos
no se nutrían de la tradición oral; es decir, esa producción no considera las
poesías en vernáculo de los géneros nativos. La mayoría de estas obras -vo-
cabularios, gramáticas, catecismos, confesionarios, cánticos- fueron escritas
o traducidas al queéhua y ordenadas después basándose en textcs en español
que exis~ían previamente. (La explicación de esta ausencia se debe, al pare-
cer, a qu' se consideraba tales textos como profanos.)
EJ único texto original en quechua de los siglos XVI y XVII comple-
tamente basado en fuentes populares que se conoce hasta hoy , es el manus-
crito redactado bajo la dirección de fray Francisco de Avila y conocido por
su oración inicial : "Runa yndio niscaq machunkuna ... " (1598). (Este manus-
crito ha sido publicado últimamente por Jorge L. Urioste con un análisis lin-
güístico en Chay simire caymi: The Language of the Manuscript of Huarochi-
ri [ 1973] y en versión bilingüe: Hijos iJe Pariya Qaqa: la tradición oral de
Waru Chiri [1983]). Al leer esta narrativa mitológica se descubre en el texto
fragmentos intercalados de versos sagrados que se utilizaban durante los ritos
descritos por los informantes de Avila. Estos versos siguen las pautas de versi-
ficar de las "oraciones" de Molina y Puma de Ayala y, por lo tanto, pueden
ser incluidos en el género Wayllina.
A causa del movimiento nativista que se desarrolló durante el siglo
XVIII y que culminó en la gran sublevación campesina de 1780-1782 bajo el
liderazgo de Tupaq Amaru , se evidencia, en el sector social hispano , una con-
ciencia respecto a la presencia de los elementos culturales nativos. Pero, pos-
teriormente, a pesar de la política de supresión de estos elementos nativos
-que alcanzó a prohibir piezas teatrales indígenas de contenido histórico e

No.1, Julio 1986 219


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

incluso los instrumentos musicales que entraban en la ejecución de un cono-


cido Harawi , el "Manchay puytu" ("canto de temor")- existen documentos
históricos y periodísticos del mismo período que muestran la supervivencia
de cantos ele procedencia indígena , tales como el Yaraví y sus variaciones ,
el Triste y la Viclala, tocias ellas ya fonnas mestizas. (Estos géneros fueron
reconocidos o destacados por literatos debido, sin duda, a que formaban par-
te precisamente de la vida social de la capa mestiza .)
En aquel entonces, el antiguo Harawi ya se había diferenciado en las
tres formas que existen en el presente: el Harawi, limitado a las tareas del
campo del dominio quechua; el himno católico y el Yaraví, el cual guarda
todavía las características sefialadas por Holgu ín respecto al Harawi o Yu-
yaykukuna: "cantares de hechos de otros o memoria de los amados ausentes
y de amor y afición". Aunque hoy en día los versos del Yaraví se cantan en
espa110L sobrevivió, por lo menos hasta fines del siglo XV 111, un tipo de Ha-
rawi amatorio en versos quechuas ; esto se halla atestiguado por la existencia
del "Manchay puytu" y el ejemplo incluido en la pieza teatral del "Ollan-
tay".
El hecho de que a fines del siglo XVII una rama del género Harawi
se conocía ya como Yaraví se revela en un documento inédito (escrito entre
1682 y 1712): "Coplas hechas a la tonada del Changuitollai" (sic) (7). Lue-
go, una segunda referencia que constata de la vigencia del Yaraví aparece en
1791 , gracias a una polémica sostenida en el periódico el Mercurio Peruano
entre un periodista, bajo el seudónimo de Sicramio, y un crítico , conocido
por sus iniciales T. J . C. y P. (8) . A través de estos documentos, descubiertos
en 1936, se vio que la reformulación del Harawi en espafíol no fue invención
del poeta Mariano Melgar ( 1791-1815 ), como se atribuía anteriormente, sino
que el Yaraví gozaba de amplia difusión en el siglo XVIII, puesto que a fina-
les del siglo se cultivaba ya en los salones de la gente acomodada. Por los mis-
mos afios que los veintiocho yaravíes de Melgar se incorporaban a la tradi-
ción arequipefia de canto popular, el poeta altoperuano Juan Wallparimachi
Mayta (l 783~ 1814 ), campesino quechua de Potosí (Bolivia), escribía versos
exclusivamente en quechua. Pero sus poesías no fueron reconocidas como
Yaraví, aunque entraron como anónimas en varios repertorios líricos de la
comunidad e inclusive llegaron a ser cantadas en los salones.
Uno de los pocos textos poéticos de origen mestizo que se publicó
en el Coloniaje tardío (aparecido en el citado artículo de Sicramio) podría
ser un ejemplo ele Yaraví. Se trata de una poesía de doce cuartetas, llamada
"lqma" (" La viuda") , escrita en castellano. Aún no se verifica si se cantó
originalmente en español , pues el mismo texto aparece luego transcrito ( ¿tra-
ducido?), en quechua en las colecciones de José Dionisia Anchorena ( 1874 ),
quien id entifica el verso como Harawi y/o Yaraví. y Ernst W. Micldenclorf
(1891 ). que lo califica de "Elegía".
Después del Harawi/Yaraví. el otro género más conocido o clifuncliclo
o sobre el cual existen mayor número de elatos en obras críticas, es el Waynu .

220 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Beyersdorff: Tradición oral quechua

No está probado que el origen de la modalidad lírica del Waynu remonte al


lnkario. pues no se cita como canto en documentos históricos antiguos. Tam-
poco es seguro que su aparición pueda localizarse en el Coloniaje, como ocu-
rre con la separación del Yaraví respecto al Harawi . Hay, sin embargo, estu-
diosos que sostienen la existencia del Waynu en el "Ollantay". Pero el texto
de esta pieza dramática no ilustra tal género de canto. a menos que en tiem-
pos pasados el Waynu, como música y baile , compartiera con el cmto de los
Harawi una misma situación folklórica. sirviendo de remate tal como sucede
hoy en algunas ejecuciones. donde el Waynu funciona como una especie de
fuga.
El hecho de que Holguín y Santo Tomás no proporcionen datos so-
bre el Waynu fuera ele su coreografía - frente a las explicaciones sobre el
contexto en que se utilizaban el Qhashwa y el Haylli- debe tener una l'.Xpli-
cación. Estos cantos formaban parte del componente ritual agrícola de la
sociedad inkaica: en cambio. el Waynu no estuvo regido, al parecer. por el
calendario de las labores correspondientes a cada temporada del afio. Tampo-
co formaba parte el Waynu de las actividades relacionadas con las tres fiestas
mayores del afio. si nos atenemos al relato de Malina y a otras crónicas en las
cuales no se hace mención alguna del Waynu.
Aunque no podemos asegurar cómo y cuándo se desarrolló la moda-
lidad lírica del Waynu. contamos con dos estudios del etno-musicólogo Jose-
phat Roel Pineda que nos proporcionan un interesante repertorio de Waynu
tradicionales. transcritos en quechua a partir ele 1915. En el primer artículo.
"Hacia la determinación de los caracteres típicos del Waynu cusquefio"
(1959). que es un resumen ele una publicación más amplia del mismo afio.
"El Waynu del Cusca" , Roel Pineda sostiene el parentesco musical del Way-
nu y Yaraví y lo demuestra con la letra y las partituras de ocho ejemplos.
Estos estudios sobre el Waynu -los más completos hasta la fecha- tienen su
contraparte en el artículo "El Yarav í" , de Consuelo Pagaza Galdo ( 1963 ). La
autora sustenta una clasificación de 50 textos hecha a base del criterio del
ritmo y de la fraseología de los ejemplos. En base a la semejanza de los rasgos
musicales de seis Harawi con textos en quechua (dos del Ollantay y cuatro
de tipo "religioso-incl ígena ") y los yaravíes ele su colección. Pagaza Galdo
intenta probar la procedencia aborigen del Yaraví.
En suma, el Waynu, al no estar asociado a una tarea específica u
otros requerimientos de carácter comunal. fue la única forma de corte indí-
gena tomada y reformulada por la población mestiza. Esta aparente libertad
del Waynu respecto a condicionamientos sociales y ceremoniales tradiciona-
les ha facilitado. a través del tiempo. su proceso de adaptación a contextos
diversos y la asimilación por parte del baile ele elementos poéticos y conteni-
do temático de otros géneros. El Waynu. que era sólo un baile indígena. hoy
día se encuentra en ambientes en gran parte mestizos gracias a que ha incor-
porado rasgos ele tradición hispana .
A diferencia del Waynu -que es la canción más difundida en la re-

No . 1, Julio 1986 221


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

gión sur-andina pues se encuentra tanto en los centros urbanos como en los
pueblos o villorrios de provincia - . el Qhashwa y elHarawi muestran una lenta
o escasa incorporación de elementos nuevos a través del tiempo. Ello es natu-
ral, pues son tipos de canto más ligados a faenas agrícolas particulares y que,
por lo tanto , han tendido a quedar relegados a ambientes campesinos y a ser
única o principalmente cultivados por una sola clase social. Aun así, el
Qhashwa también ha sufrido en algunas partes cambios debido al proceso de
amestización. En 1793, el "Diario de Lima" publicó una descripción de la
vida social de la ciudad de Huánuco en la que se mencionan trece estilos de
bailar y cantar, entre los cuales figuran no sólo el Yaraví, sino también el
Qhashwa (9). Por consiguiente, al igual que el Waynu moderno y el Yaraví,
el Qhashwa, de ser un baile exclusivamente indígena, pasó a formar parte
del "folklore" de la capa mestiza.
A mediados del siglo XIX surgen los primeros indicios de que se va a
cerrar el hiatus de indocumentación sobre las artes verbales populares. En
1853 aparece la primera edición en quechua del 0/lantay, de von Tschudi.
Los únicos ejemplos de cantos populares (un Qhashwa y un Harawi) indica-
tivos del estado del repertorio nativo vigente en el siglo XVIII provienen de
esta obra , la única desde la crónica de Waman Puma de Ayala -hasta donde
se conoce- en que aparecen versos de tema laico cantados en quechua. Por
otra parte, varios viajeros y coleccionistas, peruanos y extranjeros, continúan
ahora las tareas de recolección que emprendieron los cronistas y lexicógrafos
de la Colonia (von Tschudi 1847, 1918; Middendorf 1891, 1959; Beltrán
1891; Vienrich 1905; Markham 1856). A esta lista hay que agregar a los si-
guientes gramáticos quechuas y traductores al castellano peruanos: José
Dionisia Anchorena (Gramática quechua, 1874), Gabino Pacheco Zegarra
(Alfabeto fonético de la lengua quechua, 1875) y José Fernández Nodal
(Elementos de gramática quechua, 1872). Nodal y Zegarra también publi-
caron traducciones del 0/lantay (1873 y 1886, respectivamente), basadas
en transcripciones de piezas teatrales populares procedentes de varios códi-
ces del siglo XVIII.
A fines del siglo XIX, la amplia tradición literaria de las grandes cul-
turas nativas -la quechua y aymara en el Perú y Bolivia- fue reconocida
por los literatos de inclinación sociológica y antropológica y considerada en
el marco de lo que se iba calificando como "folklore". Entre los escritores
mencionados arriba, tres de ellos se destacan por su copiosa y diversa colec-
ción de formas poéticas quechuas: Ernst W. Middendorf, José Dionisia An-
chorena y el padre Carlos Felipe Beltrán.
Ernst W. Middendorf,el conocido estudioso de las lenguas aboríge-
nes del Perú, reúne en su obra Dramatische und Lyrische Dichtungen del
Keshua-Sprache ( 1891) varias formas literarias en quechua. Del género dra-
mático, Middendorf presenta el texto completo del auto sacramental Uska
Pauqar... del Patrocinio de Maria, Señora Nuestra en Copacabana, de origen
anónimo. De tema religioso, Middendorf incluye los llamados "Romances

222 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B e y e r s d o r f f: Tradición oral quechua

de la pas10n de nuestro Señor Jesu Cristo" , del Directorio espiritual en la


lengua española y quichua, general del inca (Lima , 1641 ), compuestos o
recopilados por el padre Pablo de Prado , y otro conjunto de poesías religio-
sas de la Antología sagrada en español, quechua y aimara (Oruro , 1889) de
Beltrán. Además. en la .rnisma obra Middendorf incluye una colección de
36 "Yaravíes" (o "Harawi"). tres "cuentos" y ocho poesías de género incier-
to (Middendorf las denomina "Elegías"). Las únicas poesías que Middendorf
recoge del ámbito popular son los yaravíes y los tres "cuentos". En cambio.
de las ocho poesías que él agrupa bajo el género de "Elegía", por lo menos
dos, el "Manchay Puytu" y "lqma", eran ya poemas conocidos (como ya se
señaló, el primero es una leyenda en verso cantada como Harawi que había
circulado en la serranía del sur del Perú y en Bolivia desde el siglo XV 11 y el
segundo salió a la luz en una edición del Mercurio Peruano a fines del siglo
XVIII) . El gran número de yaravíes (traducidos al alemán) que publica
Middendorf constituye un material único e importante que podría servir de
base al estudio que la singularidad de ese género reclama.
El criterio utilizado por el padre Carlos Felipe Beltrán en su Antolo-
gla quichua dividida en dos partes; profana y sagrada (Oruro , 1891) para la
'clasificación de la poesía no religiosa de origen inka y de la tradición boli-
viana de su época, se basa en la medida métrica. Los únicos textos antiguos
incluidos son los que Beltrán denomina "Oda" y un ejemplo del "género
erótico" , que son , ostensiblemente , la "Fábula" y el Harawi del Inka Garci-
laso de la Vega. De los quince textos profanos, Beltrán sólo identifica dos
de las poesías octosilábicas como Waynu . El criterio formalista que emplea
Beltrán no es apropiado para determinar el género , puesto que: 1) es la frase
musical la que determina el contenido métrico del verso; y 2) las exigencias
de representar en forma impresa el texto cantado pueden distorsionar o
cambiar la forma en que se lo suele ejecutar; así, el redactor hace ciertos
ajustes al verso para que esté conforme a un formato poético gráfico , por
ejemplo , el uso de estrofas, el sangrado del primero o último verso o el arre-
glo de los versos en renglón seguido sin la introducción de las pausas exis-
tentes en la partitura . El propósito principal de Beltrán al hacer hincapié en
la métrica estriba, al parecer, en su afán de probar si el quechua como medio
expresivo era apto para versificar en la misma forma que lo eran las lenguas
clásicas occidentales.
El gramático José Dionisia Anchorena reúne en su obra Gramática
quechua (1874) trece poesías de posible procedencia antigua, si es que acep-
tamos los géneros que el autor utiliza para encasillar los ejemplos. Los géne-
ros que Anchorena emplea son Waynu, Yaraví (o Harawi). Haylli, Waqaylli,
Wayllia (o Waylli) , Aya taki y Waqa taki. Desgraciadamente, el conjunto de
poesías no puede ser indicativo del estado de las tradiciones orales en el
ámbito contemporáneo del autor por las siguientes razones : 1) es posible
que hubieran aparecido en publicaciones anteriores, y 2) algunos ejemplos
llevan la firma de un autor ( ¿o recopilador?) . A pesar del origen o la anti-

No . 1, Julio 1986 223


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

güedad dudosa de la colección de Anchorena , ésta , junto con los ejemplos


del "Ollantay" y algunas poesías ejemplares de Middendorf. son -según mis
investigaciones- los únicos cantos disponibles de los siglos XVIII y XIX que
indican la presencia continua de los géneros antes mencionados en las cróni-
cas. (En el caso de Beltrán, la dudosa procedencia de su colección dificulta
la tarea de identificar los tipos de verso y trazar sus hitos dentro de un esque-
ma diacrónico.)
Los tres coleccionistas mencionados anteriormente -Middendorf.
Anchorena y Beltrán - fueron . desde Waman Puma de Ayala . los primeros
autores que reanudaron la tarea de recopilar y de sistematizar el material de
la tradición oral de su época . Emplearon una nueva forma de exégesis: la an-
tología comentada o anotada, la cual servirá eventualmente de modelo para
los coleccionistas del siglo XX .
Al estudiar la poesía peruana desde el lnkario hasta el presente, los
historiadores literarios del siglo XX, después de unos capítulos iniciales que
tratan de los versos prehispánicos, suelen prescindir de toda la gama genérica
posterior relacionada con la tradición autóctona , a pesar de su continua vi-
gencia (Finot 1943 ; Diez Medina 1959; Sánchez 1928. 1950 , 1965). Esta
omisión por parte de los críticos literarios no es del todo fortuita, según
hemos venido viendo , puesto que la recolección de material histórico y poé-
tico indígena terminó a mediados del siglo XVII. En este período, la crónica
fue perdiendo su viabilidad frente a otros géneros literarios que formaban
parte de la tradición hispana en el Perú. En otras palabras, los géneros de
verso indígena y toda la materia mítica y legendaria , que los contemporá-
neos de fray Bernabé Cobo, por ejemplo , consideraban de poco valor,
siguieron existiendo como una corriente subterránea ignorada intencional-
mente por la sociedad dominante. La llamada "literatura peruana" estudia-
da por estos críticos se constituye así de tradiciones literarias hispanas o, en
el mejor de los casos, mestizas y excluye el material nativo proveniente de
las culturas andina y selváticas del Perú.
Por regla general, los editores de antologías de la lírica quechua pre-
sentan los textos en traducciones al español. Tal es el caso de las publicacio-
nes de Jorge Basadre (1938) -salvo la sección que éste dedica a los textos
antiguos de Molina, Waman Puma de Ayala y el lnka Garcilaso , que apare-
cen en el idioma original- , José María Arguedas (1938 , 194,9 , 1965, 1969),
Javier Sologuren ( 1964 ), Sebastián Salazar Bond y ( 1978 ), Mario Razzeto
(1972), Edmundo Bendezú Aybar (1980), Georges Baudot (1979), Miguel
León Portilla (1982) y Francisco Carrillo (1986).
La antología de Jorge Basadre La literatura Inca ( 1938) sería la
primera que contuvo , quizás, traducciones al español de los textos poéti-
cos reconstruidos del quechua del códice de Waman Puma de Ayala. (Las
obras completas de los cinco cronistas que figuran en este estudio fueron
publicadas en letra de molde en las fechas indicadas : Molina, 1873
[Markham]; Santacruz Pachakuti. 1873 [Markham]; Murúa , 1922-25

224 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - Beyersdorff: Tradición oral quechua

[Colección Urteaga-Romero]; Waman Puma de Ay ala , 1944 [Posnansky];


la primera edición de la obra del Inka Garcilaso se publicó al terminarla
el autor en 1609. Las ediciones en español de Malina y Santacruz Pacha-
kuti salieron en 1913 y 1927, respectivamente.)
El primer escritor que aprovechó la mayor disponibilidad de los
textos antiguos a partir de los años cuarenta fue el boliviano Jesús Lara.
Dos de sus obras, la poesía quechua (194 7, 1979) y la literatura de los
quechuas ( 1960), por ser de formato bilingüe quechua-español, siguen
siendo las de mayor renombre, acogidas como autoridad y fuentes im-
prescindibles. Lara continúa la tarea de clasificación de textos emprendi-
da por Anchorena al prestarse de las fuentes coloniales cinco categorías
de poesías : Haylli, Harawi, Taki, Waynu y Qhashwa , a las que añade
otras tres: Aranway, Wanka y Wawaki y tres subgéneros de Haylli, los
cuales como términos para formas versificadas no se encuentran en el
léxico de Holguín y, tal como Lara los define, no se reconocen tampoco
en el actual ámbito cusqueño . Por eso, como fuentes principales de la
literatura quechua, las obras de Lara no son del todo dignas de confianza.
Además, al comparar los textos de las fuentes eran ísticas con sus supues-
tas contrapartes en las obras citadas, se descubre cierta cantidad de omi-
siones o añadiduras de versos y tergiversaciones de género. Sobre todo , a
causa de la intervención de Lara -y también en el caso de Basadre-,
cuatro textos de Puma de Ayala, el Hatun taki, Qhashwa, Waqaylli y el
Wariqsa harawi, han sufrido alteraciones que ofuscan sus identidades y hacen
dudosos sus géneros. Sebastián Salazar Bondy (1978), de igual manera. con-
funde dos textos traducidos al espafiol de Puma de Ayala (el Wariqsa harawi
y un Harawi) y, aún más, los une como si fueran una sola poesía bajo el títu-
lo, no acertado, de "Ahaylli".
En los casos en que el español es el único medio en que aparece una
selección de poesías de origen quechua, los textos sólo recogen de la tradi-
ción andina los aspectos temáticos, como en las publicaciones de Jesús Lara.
Desgraciadamente, los coleccionistas no se preocupan en absoluto de los ras-
gos formiles o campos semánticos propios de las distintas formas poéticas.
Además, dos editores, Arguedas (1965) y Razzeto (1972 ), se apartan de su
intento de presentar la poesía quechua de raigambre antigua y anónima al
incluir una categoría distinta: unas poesías traducidas al español de la escue-
la contemporánea de poetas de renombre que escriben en quechua. Estos
autores, entonces, tratan con dos parámetros distintos, los cuales no se debe
confundir: la tradición oral compuesta de textos variables y de creación anó-
nima y, por otro lado, la creación literaria erudita, que es con autoría y, ade-
más , rebuscada y fija; es decir, la reedición es la única manera de variar un
texto.
Otra dificultad evidente en las antologías actuales es la carencia de
identificación de géneros y de datos referidos al contexto social que le es
propio al verso en ambientes indígenas. Tal es el caso en las obras de Jorge A.

No. 1, Julio 1986 225


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Lira (19 56) y Sergio Quijada Jara ( 195 7 ). La colección de poesías que pu bl i-
có Lira en Canto de Amor ( 1956) está ligada a la tradición cusqueña . Se com-
pone de cien t extos que no han sido sometidos a clasificación alguna. Sin
embargo. por su temática seis de los ejemplos podrían ser del género Waynu,
si se recurre a la clasificación que Roe) Pineda hace en su estudio ( 1959a ).
donde se encuentran seis textos qu e comparten el mismo estilo y contenido.
Sergio Quijada Jara, por su parte , en Canciones del ganado y pasto-
res ( 1957) establece cinco categorías para el corpus de versos - recogidos
en las cercanías de la ciudad de Huancayo- , el cual Je sirve para mostrar la
variedad de cantos que se ejecutan durante las fiestas ganaderas o "Santia-
go" (bendición y marcación del ganado). Quijada Jara no emplea identifica-
ción nominal para las categorías, sino que las señala por su contenido temá-
tico : "Animales", "Plantas" , "Del amor y del dolor" , "Al patrón" y de ca-
rácter vario. Por eso es difícil comprobar la concordancia de las categorías
con los ritos concretos que integran el conjunto de las festividades~ es decir,
los 200 textos se encuentran apartados en una antología y no intercalados
necesariamente con las etapas de las ceremonias. La verificación es particu-
larmente difícil en los casos de versos cuyos motivos son más bien propios de
la temática que caracteriza al Qhashwa y al Waynu, género. este último , que
abarca una gran variedad de temas. También el hecho de no consignar cuán-
do un canto es además baile (Quijada Jara proporciona sólo 27 partituras
para su colección) dificulta la identificación del carácter de la poesía citada .
El formato de colocar un canto o los versos específicos de un rito dentro de
la descripción del contexto social se logra de manera ejemplar en la edición
de Al/panchis Phuturinqa, Vol. lll, 1971 , dedicada a los ritos agrícolas y ga-
naderos. (Este procedimiento. por supuesto. facilita la identificación del
texto).
Otro caso referente a la problemática de la identificación del am-
biente social de un texto en las antologías es la voluminosa compilación
Huaynos del Cusco ( 1981 ), de Gabriel y Gloria Escobar. Estos autores
logran presentar una colección homogénea de Waynu en base a los rasgos
formales y la región de procedencia de los cantos. Sin embargo, no logran
del todo una recopilación de textos auténticos de la tradición oral puesto
que la mayoría de los ejemplos son textos reformulados o compuestos para
fines comerciales de la discografía.
Los intentos más recientes de reunir la poesía antigua y contemporá-
nea son : Poesía quechua de Mario Razzeto (1972), Las letras precolombinas
de Georges Baudot (1979) , Literatura quechua de Edmundo Bendezú Aybar
(1980), literaturas de Anahuac y del incario de Miguel León-Portilla (1982),
Poesía Peruana, antología general: poesía aborigen y tradicional popular de
Alejandro Romualdo ( 1984) y Literatura quechua clásica de Francisco Carri-
llo (1986). Estas publicaciones (salvo la de Bendezú Aybar) se caracterizan
por su mayor difusión y porque demuestran en mayor o menor grado la vi-
gencia de los impedimentos tradicionales a un estudio acertado de la litera-

226 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Beyersdorff: Tradición oral quechua

tura quechua: la invención de categorías poéticas, la omisión de información


pertinente a la selección de textos y la dependencia de las obras maestras de
Jesús Lara, sin ejercer el criterio crítico en cuanto a las fuentes de este autor.
Por su parte, el florilegio de Romualdo presenta serias desventajas en la re-
dacción que pueden confundir y despistar al estudiante principiante; por
ejemplo, la carencia total de referencias a las fuentes antiguas y la duplica-
ción de textos; es decir, se incluyen en la obra dos categorías históricas en
que se repiten las mismas poesías de Waman Puma de Ayala.
La obra Literatura quechua ( 1980) de Edmundo Bendezú Ay bar
merece un comentario aparte. Bendezú Aybar reúne 39 textos del corpus
antiguo, además de textos de las dos colecciones bolivianas llamadas Mén-
dez y Vásquez. La colección Méndez contiene dos Haylle, los que serían
muy valiosos si no fuera porque provienen de las publicaciones de Lara
( 1960, 1978); es decir que no se conoce los textos fuera de las obras de
Lara (y éste no menciona su paradero, lo que dificulta verificar su existen-
cia y autenticidad). Bendezú Aybar se apoya en las traducciones al español
de Molina, el lnka Garcilaso, Jerónimo de Oré y de los coleccionistas con-
temporáneos: Lara, Arguedas, Teodoro Meneses, José María Benigno Far-
fán y del autor mismo. Aunque la utilidad de esta antología es reducida por
no ser edición bilingüe y carecer de la identificación nativa de los textos, el
material recogido es fielmente anotado en cuanto al traductor y la fuente
originaria.
Para redactar su Literatura quechua clásica (1986), primer tomo de
lo que será la Enciclopedia Histórica de la Literatura Peruana, Francisco
Carrillo ha recurrido a 25 traducciones de varios editores, sobre todo a las
de Bendezú Aybar y Lara. Aunque el propósito de Carrillo es legítimo
-plantea enfáticamente que "la primera literatura peruana que logra ampli-
tud, desarrollo y coherencia es la literatura quechua" - nos preguntamos
hasta dónde ha sido o será factible tratar la poesía quechua antigua por me-
dio de la antología. Puesto que los textos antiguos han constituido ya un
corpus, o sea un grupo limitado y definido, desde que se publicó Waman
Puma de Ayala por vez primera en 1936 -y no se ha descubierto nuevos
textos desde entonces- sería bueno, por el momento, no volver a editar
siempre los mismos textos, creando así un "círculo vicioso" de traducciones
que nos alejan más y más de las fuentes originales.
Cabe mencionar en esta coyuntura tres estudios de la poesía clásica
cuyo proceder metodológico permite salir del "campo cerrado" de la antolo-
gía. La nueva pista que ofrece el análisis textual es ejemplificada especial-
mente por la obra maestra de Jean-Phillipe Husson, La Poésie Quechua dans
la Chronique de Felipe Waman Puma de Aya/a (1985). Siguen en importan-
cia el artículo "L'art poétique quechua dans la chronique de Felipe Waman
Puma de Ayala" (1984 ), también de Husson, sobre el "Harawi imperial" ,
que será ampliado e incorporado en un capítulo aparte en la obra citada, y
el estudio de Bendezú Aybar "El mito de Wiraqocha en un himno de Sall-

No. 1, Julio 1986 227


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

qamaywa" ( 1977 ).
La obra de Husson es la más definitiva y coherente exégesis de los
escritos en quechua de Waman Puma de Ayala que se ha hecho hasta el mo-
mento . Previo un análisis fonológico , Husson logra cinco objetivos: 1) defi-
nir la variante del quechua a que se aferran los textos "etnográficos" , cate-
goría de enfoque de su estudio que comprende el material lírico en la obra
de Waman Puma de Ayala; 2) una nueva transcripción de textos que refleja
las características fonológicas de las variantes del habla quechua; 3) el análi-
sis lingüístico (la morfología y la sintaxis que se hacen patentes en la poéti-
ca de Puma de Ayala) que luego le permite a Husson exponer las implicacio-
nes semánticas del texto; 4) comprueba en el léxico quechua clásico un "re-
gistro" específico y distinto al "registro" cotidiano al que recurrieron los
versificadores para lograr concientemente un quehacer poético; y 5) comen-
tarios con el fin de explicar o relacionar los rasgos estilísticos con el valor
funcional del género y texto. su interés etnográfico y las impli-:aciones refe-
rentes al conocimiento de la vida y pensamiento de Puma de Ayala.
El éxito y valor del estudio de Husson radica en que procura trazar
los lazos temáticos entre varios géneros y sus textos representativos de distin-
tas categorías para hacer resaltar o hacernos vislumbrar la coherencia de ele-
mentos que debieron de haber unido la tradición literaria andina. La metodo-
logía analítica de Husson salva la distancia ideológica entre diversos textos,
escritos y pictóricos, por ejemplo el "Harawi Imperial" y el 01/antay , textos
a los que la epistemología literaria, hasta ahora, ha acostumbrado separar.
Como se ha señalado al principio , aquella dimensión y cohesión de las artes
verbales nativas en la antigüedad sólo las podemos capturar a medias en el
presente. Sin embargo, la tarea de Husson de elucidar varios aspectos de la
poética de Puma de Ayala llena muchas lagunas y , por cierto , sustenta el pro-
pósito de este artículo : el d e considerar la lírica quechua por medio de la
literatura.
La poesía lírica no es la única rama de la literatura quechua que ha
sufrido trastrueques injustos e innecesarios. La obra de Mario Florián La épi-
ca inkaika ( 1981) merece especial mención por ser la más reciente y, tal vez,
la única recopilación de textos en español de la narrativa histórica de raigam-
bre aborigen. Florián presenta 18 relatos sobre las hazañas de la dinastía de
los inkas que , según él, constituyen la poesía épica . Pero el autor no cita la
fuente en las crónicas de estos textos - al parecer, originales- que presenta
como ejemplos del "Jarawi". La única excepción es la designación acertada
que hace él del sexto ejemplo de Santacruz Pachakuti como "Canto ceremo-
nial del saludo". Sin embargo , en referencia al resto de los pasajes, la obra no
contribuye a la distinción de modos de narrar o versificar. Florián divide los
relatos en tres ramas : "Jarawis o grandes cantos narrativos histórico-
legendarios" , "Jarawis o grand es cantos narrativos mítico-cosmogónicos" y
"Jarawi o canto de triunfo o victoria" . Este derrotero , el de designar Harawi ,
o canto, a la narrativa prehispánica y también Harawi a cantos de triunfo

228 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - B e y e r s d o r f f : Tradición oral quechua

bélico. no ha aclarado la confusión que reina en la tipificación de géneros.


(Holguín utiliza los términos Huqaripuni y Hawarikuykuna para la narrativa
histórica y ficticia, respectivamente, y Haylli para el canto de victoria en gue-
rra.) Este proceder podría alejarnos del establecimiento de un deslinde apro-
piado entre las formas líricas y narrativas inkaicas. Aún más, la evidente re-
formulación del material histórico en base a las crónicas propia de Florián en
la primera parte de su obra. no debería conducir a una nueva designación de
género para la narrativa aborigen antigua.
En nuestra aproximación a la tradición oral por medio del "residuo
escrito" hemos sefialado los siguientes aspectos relacionados con la carencia
de autenticidad del material y la inestabilidad genérica, por ejemplo. musical
y literaria, de la tradición actual:

1) La existencia fortuita de textos y la escasez ele ejemplos quepo-


drían demostrarnos la envergadura social de las artes verbales prehispánicas.

2) El perjuicio y la distorsión del material poético y la designación


errónea o alterada de las rúbricas clasificatorias en las fuentes primarias.
fenómeno actual que se expresa al aparecer las primeras ediciones en espa-
fiol.

3) La situación actual en el campo, donde existe una aparente fu-


sión y confusión de estructuras poéticas y musicales de los cantos tradiciona-
les. Además, entre los actores campesinos puede operar la variabilidad y ter-
giversación de términos.

A raíz de la problemática sefialada arriba, cabe apuntar que las varias


clasificaciones de los escritores tratados aquí están organizadas en base a cri-
terios provenientes de una perspectiva "exterior"; es decir que los estudios
anteriores estuvieron limitados o informados según las rúbricas aceptadas
por la clase social no-incl ígena y los pocos textos disponibles. Sería preciso
y factible ubicar, en estudios futuros, las artes verbales recogidas en una in-
vestigación de campo dentro ele una matriz clasificadora basada en un siste-
ma de categorías nativas para la etnopoesía. El propósito sería definir la for-
ma y clasificación del texto en el marco de una matriz genérica que sería
forzosamente ideada principalmente a base de un punto de vista émico ( 10).
Tal propósito exige el estudio monográfico de las artes orales a nivel de la
etnía o del distrito. o sea ele un área cultural lingüísticamente homogénea.
Es decir, que el investigador se obliga a desenvolverse dentro del parámetro
de la etapa segunda. "la elaboración del lenguaje" , sefialada al principio de
esta crónica. Existen ya escritos ejemplares para trabajos ele esta índole , por
ejemplo, las obras de Adolfo Vienrich ( 1905, Tarma) , José María Benigno
Farfán ( 1945. Cusco; 1952 , Ayacucho. Huancayo, Huancavelica, Junín.
Ancash). Sergio Quijada Jara ( 19 57. Huancayo ), Gabriel y Gloria Escobar

No. 1, Julio 1986 229


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

( 4) Para una reconstrucción y nueva traducción del corpus de Molina, con comentarios
sobre los doce textos, véase el trabajo de John H. Rowe: "Once oraciones inca del
ritual del Zithuwa", en Wayka (Programa Académico de Antropología, Universidad
Nacional del Cusco. Cusco, 1970). Este trabajo fue publicado originalmente en el
Krober Anthropological Society Papers (Berkeley, 1953) bajo el título "Eleven Inca
Prayers frorn the Zithuwa Ritual". Ver también : Teodoro L. Meneses "En pos de
una nueva traducción de los himnos quechuas del cronista Cristóbal de Molina, el
cusqueño", Sphinx, No. 15. Lima, 1962.
( 5) Cf. Carlos A. Romero, "Festividades del tiempo heroico del Cusco", Inca, Lima,
1923, Vol. 1-2 , abril-junio. Este artículo incluye citas tornadas de Relación de fies-
tas (Francisco del Canto . Lima, 161 O). Los datos que recoge Romero tratan de
descripciones de las funciones festivas solamente; el autor anónimo original no men-
ciona los nombres de los diferentes cantos y fo danzas indígenas.

( 6) La excepción es el Inka Garcilaso, quien recogió uno de sus textos, la "Fábula", de


los papeles del padre Bias Valera.

( 7) Guillermo Lohmann Villena, Historia del Arte Dramático en Lima durante el Virrei-
nato. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la Universidad de Sevilla. Madrid,
1945, p. 320.
( 8) Citado en "El Yaraví" por Consuelo Pagaza Galdo, Revista del Instituto Americano
de Arte, año XI, No. 11, 1963, Cusco, Perú. Sicramio (J. M. Tirado) publicó el artí-
culo titulado "Rasgo remitido por la sociedad poética sobre la música en general, y
particularmente de los Yaravís" en el No. 101 del año 1791 en el Mercurio Peruano
(Lima) y fue contestado por el crítico que firma con las iniciales T. J. C. y P. en los
números 117-118 del mismo periódico en 1792.
( 9) Op. cit., p. 98 . Esta cita de Pagaza Galdo es tornada de José Varallanos, "Descrip-
ción topográfica de la muy noble y leal ciudad del León de Huánuco" (Diario de
Lima, 27 de junio, 1793).

(1 O) Es el caso, por ejemplo, de los estudios de Sherzer y Sherzer sobre los indios Cuna
de San Bias (Panamá) y de Gossen sobre los Charnula (México). Cf. Joel F. Sherzer,
"Cuna Ikala: Literature in San Bias" y Gary H. Gossen, "Charnula Genres of Verbal
Behavior", en Verbal Art as Performance, por Richard Bauman (Rowley, Massa-
chusetts: Newbury House Publishers, Inc., 1977).

(11) Jesús Armando Cavero Carrasco, "El Qarawi y su función social" en Allpanchis, No.
25, año XV, Vol. XXI, Cusco, 1985. Además, hay que mencionar la valiosa colec-
ción de monografías inéditas (depositadas en el Archivo Departamental Cusco) es-
critas entre 1942 y 1963 por los alumnos de Jruge Cornejo Buroncle ~n el curso:
Geografía Humana General del Perú (Universidad Nacional San Antonio Abad,
Cusco).

232 Revista Andina, año 4


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1951-56 Bibliographie des Langues Aymará et Kicua. Institut d'Ethno-
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No . 1, Julio 1986 235


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1978 Poesía Kechwa . Ed. Arco. Montevideo.

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1927 Relaciones de Antigüedades deste reyno del Peru . Sanmarti y
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1951 Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú. Lima.
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1847 Travels in Peru, 1838-1842 . Wiley & Putnam. New York.
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1905 Tarmap Pacha-Huaray, Azucenas quechuas . Imprenta La
Aurora de Tarma. Tarma.

236 Revista Andina, año 4


Monografías y guías comerciales
como fuentes de historia social y local (*)
Hernán lbarra C.

Esta es una primera evaluación tentativa de monografías y guías co-


merciales como fuentes para historia social. Originalmente sólo habíamos
pretendido establecer la utilidad de estas fuentes secundarias para la historia
agraria , pero al avanzar en el análisis de los textos, me di cuenta que iba a
restringir demasiado el campo de observación, en tanto existen algunas mo-
nografías de escasa utilidad para historia agraria, o en otras el tema es tocado
sólo tangencialmente, mientras que pueden ser relevantes para otros aspec-
tos históricos. Al hablar de historia social y local, lo hacemos al margen de
las controversias que existen en delimitar su ámbito como especializaciones
del trabajo histórico . Por eso , utilizaremos una noción de historia social más
bien amplia.
Las monografías de parroquias, cantones y provincias , son un tipo
de textos que tienen por objeto realizar descripciones y análisis de situacio-
nes locales* . Deben ser vistas distintamente de los estudios que realizan insti-

( *) Nuestra lista de monografías y guías llegó a 61 y creo que la cobertura es significa-


tiva. Con posterioridad a la elaboración de este artículo consultamos otros trabajos
del género, pero no se incluyen en esta oportunidad . Debo agradecer los comenta-
rios del Prof. Magnus Morner y de Manuel Chiriboga a una primera versión de este
corto ensayo.

No. 1, Julio 1986 237


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - ~ - - - - - - - - - - -

tuciones estatales o de desarrollo en localidades y zonas restringidas o de


aquellos realizados por autores individuales vinculados a alguna disciplina
de ciencias sociales, pues el género monográfico del que nos ocupamos res-
ponde a características distintas. En primer lugar, los autores son personas
de la misma región o que han residido en el área bastante tiempo. En segun-
do lugar, los autores de estos estudios monográficos en una proporción im-
portante son maestros, sacerdotes o periodistas de provincia , sin ser raros
los casos de historiadores regionales. Eventualmente , intelectuales de origen
provinciano que luego de un reconocimiento nacional incursionaron en el
género monográfico; éste es el caso de Pfo Jaramillo Alvarado , uno de los
más influyentes indigenistas del Ecuador, que escribe tardíamente una histo-
ria de Laja (Jaramillo 1955).
Desde el punto de vista de la fecha de edición, debe decirse que es un
género del siglo XX, aunque hay algunas monografías escritas en el siglo XIX
que han sido editadas en repetidas ocasiones , como la de Andrés Baleato
sobre Guayaquil (1 ). En la Guía Bibliográfica de Norris, bajo los temas de
"Historia Regional y Provincial" e "Historia Municipal y Local", se han in-
cluido crónicas y documentos publicados sobre siglos anteriores, que no son
propiamente el tipo de monografías locales que aquí estamos analizando ,
aunque Norris incorporó un número considerable de monografías en su com-
pilación (2) . De hecho , la mayor cantidad de monografías fueron realizadas
y publicadas entre 1920 y 1960 , notándose que ha decaído su publicación
en las dos últimas décadas. Pero es un género persistente y su menor presen-
cia actual debe atribuirse al desarrollo de las ciencias sociales, que han des-
plazado a este tipo de estudios tradicionales. Por ejemplo, un Concejo Muni-
cipal podía en el pasado llamar a un concurso con la temática de la historia
del cantón respectivo y quizá publicar luego la monografía triunfadora;
mientras que en la actualidad un Concejo Municipal contrata con una Con-
sultora la realización de un estudio , digamos de ordenamiento urbano , con el
propósito de obtener recursos del gobierno central , quien demanda la realiza-
ción de este tipo de estudios para justificar el financiamiento de obras públi-
cas.
Un organismo secciona] como el Concejo Provincial de Pichincha aus-
pició recientemente la realización y publicación de una monografía (3), pero
ésta no entra en nuestro análisis en tanto, aunque formalmente pertenece al
género , fue realizada por especialistas en ciencias sociales; además, siendo
valiosa por otros aspectos, necesariamente requería de otra clase de evalua-
ción. También en 1983, la Casa de la Cultura efectuó un concurso de historia
local. sin que los resultados de éste hayan sido publicados todavía .
Respecto a las guías comerciales, debe decirse que en cierto sentido
son el antecedente de las actuales guías telefónicas, pues se financiaban con
avisos comerciales y los editores eran compañías que convertían la edición en
una inversión rentable . En nuestro listado hemos registrado cinco, siendo la
más importante por muchas razones la guía de 1909 de la Compañía Guía

238 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ !barra: Monografías y guías comerciales

del Ecuador. Las guías no tienen una estructura similar y se diferencian entre
sí. Pueden contener en su interior un verdadero diccionario biográfico, como
en El libro de la ciudad de San Francisco de Quito (CEGAN 1951) o ser na-
da más que un listado alfabético de comerciantes y terratenientes con alguna
información complementaria (lzurieta 193 2 ). Su utilidad será destacada a
través del análisis que más adelante hacemos de la guía de 1909.

l. ESTRUCTURA GENERAL DE LAS MONOGRAFIAS

En términos generales, las monografías, sean éstas de provincias,


parroquias o cantones, tienden a insertar la vida local en la historia nacional.
Corresponden a la manera en que los intelectuales provincianos han interio-
rizado la historia del país, ubicándola en un ámbito administrativo local. De
este modo, por ejemplo, la historia de una parroquia es vista a través del
tiempo desde la época precolonial hasta la era republicana, momento al que
se le presta generalmente más atención. Se indican las ''personalidades" que
se han destacado en las distintas épocas históricas, los momentos de forma-
ción de parroquias y cantones, las rivalidades entre pueblos vecinos. En las
zonas con importante presencia indígena, los autores hacen una referencia
obligada a los indígenas, mientras que en otras , donde lo "étnico" es menos
significante , el autor se detendrá a explicar las razones del mestizaje. Con
mayor o menor detalle, se analiza la estructura económica, usándose frecuen-
temente el término "industria'' en una acepción amplia para referirse a múl-
tiples actividades económicas; así, el comercio y la arriería pueden estar cla-
sificados como ''industrias" de la localidad. Un capítulo obligado es el rela-
tivo a la población , sea para destacar errores de observadores extern.os, distri-
buir la población en categorías étnicas, reafirmar informaciones de otras
fuentes o para incluir informaciones basadas en estimaciones propias.
Algunas monografías, como la de Castillo sobre Chimborazo (Castillo
s/f) o la de Montalvo sobre Tungurahua (Montalvo 1928), reúnen aspectos
también presentes en las guías comerciales: numerosos avisos y propaganda
comercial que nos indican el modo de financiamiento de la edición, la impor-
tancia y jerarquía del capital comercial.
Podría decirse que las monografías expresan un sentimiento local de
rescate de sus valores, búsqueda de obras públicas consideradas necesarias,
exaltación cívica pueblerina que reafirma la identidad local con su propio
santoral católico o laico . La motivación general que parece inspirar a los
autores es la búsqueda del progreso como una etapa de llegada que viene de
un atraso anterior. Un progreso que está indicado en carreteras, parques pú-
blicos, calles empedradas o asfaltadas, circulación mercantil , etc. En todo
caso , salvando excepciones, existe una marcada tendencia a poner en primer
plano a los sectores dominantes locales.

No . 1, Julio 1986 239


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

2. EL USO DE FUENTES

Los autores de las monografías son personas con instrucción formal,


y la información histórica más general está fundada en las historias de Gonza-
les Suárez, Juan de Velasco y Pedro Fermín Cevallos. Para la ubicación geo-
gráfica , se sustentan en la Geografía y geología del Ecuador , de Teodoro
Wolf. y en la Geografía de la República del Ecuador, de Manuel de Villavi-
cencio. obra editada originalmente en Nueva York en 1858, que provee una
información económica cualitativa para mediados del siglo XIX . Algunos se
encuentran al tanto de trabajos arqueológicos realizados en sus zonas. lo cual
les sirve para fundamentar sus observaciones históricas precoloniales. Como
una gran parte de monografías fueron realizadas antes de que ex istan censos
de población y vivienda o agrícolas. se manejan las informaciones estad ísti-
cas oficiales sobre población que suministró en determinados momentos el
registro civil o resúmenes de catastros de tierras publicados eventualmente.
Para las regiones más vinculadas al mercado internacional , existe sensibilidad
de parte de los autores para cifras de comercio de importación y exporta-
ción .
La mayor parte de autores recurre a fuentes documentales directas,
publicadas o inéditas, preferentemente encontradas en archivos locales. Fre-
cuentemente se publican estas fuentes dentro de la monografía . El tipo de
documentación que más se registra son las actas d e cantonización. descripcio-
nes coloniales de la zona , informes sobre la región originados en alguna de-
pendencia pública, etc . Los libros parroquiales. de la Iglesia son más utiliza-
dos como fuente por sacerdotes: por ejenJplo,en la Historia cuatrisecu/ar de
San Andrés (Yánez Quirda s/f) , se presenta resultados parciales de tabula-
ción de población en distintas épocas con sus categorías étnicas.
- Finalmente, una fuente muy importante es la información oral que
lo s autores recuperan para la época contemporánea . Cuando la situación lo
exige, realizan viajes para recopilar información en puntos distantes de las
cabeceras parroquiales o cantonales; por eso , en algunos casos, en ciertas
descripciones se tiene la sensación de estar ante relatos de viajeros.

3. UNA NOTA SOBRE LA GUIA AGRICOLA Y COMERCIAL


DE 1909

La Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República (Compañía


Guía del Ecuador 1909) es una valiosa fuente de historia socia l; por eso opta-
mos por dedicarle una nota especial. La guía de 1909 no es la primera que se
editó en el país, pues existe una sobre Quito publicada en 1894 (Jiménez
1894) y otra sobre Guayaquil para 1904 (ANON s/f).
Está constituida por una parte geográfica general , a la que le siguen
secciones monográficas y directorios por provincias. Las provincias son des-

240 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ !barra: Monografías y guías comerciales

critas cantón por cantón, con sus respectivas parroquias. La información que
se provee es uniform e en su estructuración para cada unidad político-
administrativa y casi siempre se describe: a) personal con cargos políticos y
judiciales; b) comerciantes con su capital en giro; c) artesanos por profesio-
nes; d) avisos publicitarios de empresas. comerciantes individuales y hacenda-
dos.
La guía de 1909 ha sido utilizada sólo en los últimos años como
fuente de historia social. Andrés Guerrero. Manuel Chiriboga y Rafael Quin-
tero son. entre los autores nacionales. quienes han procesado esta fuente ,
dado que es más consistente para la región costeña . Pero , paradójicamente ,
los autores mencionados han llegado a distintas conclusiones en lo relativo a
la constitución de una burguesía agroexportadora regional , lo cual muestra
que esta guía es susceptible de múltiples interpretaciones.
Los avisos publicitarios de manufacturas , comercios y haciendas. son
el grueso de la guía. Así, los avisos de haciendas e ingenios indican el propie-
tario. el número de árboles de cacao. de cabezas de ganado. la extensión de
los cultivos de caña de azúcar, etc. En el caso de las haciendas cacaoteras, el
criterio más importante de valor es el número de árboles de cacao. Frecuen-
temente, y sobre todo para las haciendas costeñas. hay una fotografía de la
hacienda con sus propietarios o administradores y los trabajadores. Propor-
cionalmente. los avisos de haciendas serranas son bastante menores. Recal-
quemos que la sección correspondiente a Guayaquil y a la provincia del Gua-
yas es la más importante de la guía.
Ahora bien. el valor de las descripciones monográficas de provincias
es desigual. Eventualmente se indica la producción dominante . así como la
que se comercializa hacia afuera o la que viene ele otras áreas. En ciertas oca-
siones se indican los lugares de cada provincia donde se halla concentrada la
producción agrícola o artesanal más importante. Entre las provincias que
constan en la Guía , las que menor información tienen son Tungurahua. la
Región Oriental y el Archipiélago de Colón .
Como se ve, esta guía puede ser considerada un compendio de mono-
grafías de provincias y un testimonio fotográfico de bastante calidad de una
época en la que el país atravesaba por una situación económica boyante debi-
do al impacto de la producción cacaotera. La forma como se estructuró esta
guía influyó, a nuestro parecer, en la práctica posterior de hacer monografías
de provincia que incluyen una sección especializada de publicidad ; mencio-
nemos de pasada, en este sentido , a Castillo (s/f) , Montalvo (1928) y Quinta-
na y Palacios (1937).

4. ASPECTOS DE HISTORIA SOCIAL EN LAS MONOGRAFIAS


Y GUIAS

Los aspectos de historia social que es posible encontrar en monogra-

No . 1, Julio 1986 241


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

fías y guías, van desde la estructura económica y las estructuras agrarias has-
ta la estructura de las clases superiores, rebeliones campesinas y conflictos
rurales, etc. Damos por sentado que son fuentes indispensables para un estu-
dio contemporáneo de historia local de alguna área que coincida con la co-
bertura de alguna de estas monografías.

a) Mentalidades
Una primera consideración es la mentalidad de los mismos autores de
monografías. Para la región de la sierra central y norte, es posible encontrar
que los grupos indígenas ingresan en la historia desde la colonia , pero progre-
sivamente pierden lugar en la época republicana. Algunos autores practicarán
un indigenismo poco radical. Pero , en términos generales, va a imperar una
visión racial de origen colonial , privilegiando la presencia de los grupos
blanco-mestizos.
Algunos autores son sensibles a la presencia de tradiciones indígenas
expresadas en fiestas. Sus descripciones de fiestas indígenas resultan de inte-
rés, tal el caso de Tamayo ( 1972) y Moreno ( 1966 ). En lo relativo a la reli-
giosidad popular, son sensibles mayormente los sacerdotes, sea que encuen-
tren un paso de la idolatría a la cristiandad o una persistencia de cultos reli-
giosos "paganos'', como expresan Yánez (s/f), Herrera (1909) y Coba Roba-
lino (1929) .

b) Estructura económica
Este aspecto casi siempre es tratado, pero en unos casos con mayor o
menor amplitud y, en otros, demasiado superficialmente. Aparte de las guías,
cuya identidad en este sentido es importante , deben destacarse los trabajos
de Armendaris (1943 ), Castillo (s/f), Herrera (1909), Montalvo (1928), Mora
(1930) y Zumárraga (I 949). Ciertamente, no debe pedirse demasiado en este
aspecto , pero la información es de mayor valía para el momento en que se
redacta la monografía y eventualmente para épocas pasadas.

c) Estructuras agrarias
Como gran parte de las monografías siempre describen zonas rurales,
se mencionan las estructuras agrarias. La estructura de la propiedad se esta-
blece diciendo si existen o no grandes propietarios. Algunos autores van des-
cribiendo hacienda por hacienda , con sus propietarios y la producción, inclu-
yendo en ocasiones información cuantitativa; esto puede verse en Reyes
( 1920) y Armendaris ( 1943 ). Desde el punto de vista del origen histórico de
las estructuras de la propiedad , las monografías son muy vagas, pero se en-
cuentran ciertas indicaciones en Quintana y Palacios (1937), Toro Ruiz
(1963) y Ponce (1955). El aspecto más descuidado en las monografías son

242 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ /barra: Monografías y guías comerciales

las relaciones laborales en el agro; las excepciones a la regla son Quintana y


Palacios ( 1937) y Clodoveo Jaramillo Alvarado ( 1920), quien ofrece una
visión de los cambios en las relaciones laborales rurales en Loja después de
la abolición del apremio personal y del debate sobre el concertaje . Algunos
autores más bien tenderán a ver estas relaciones de un modo idílico. Otros ni
siquiera las van a mencionar, porque les parecen irrelevantes o carentes de
interés.

d) Sectores laborales

Algunas monografías suministran información sobre la población que


es obrera y artesana. Se menciona su condición social , formación de gremios
y sindicatos. En este aspecto son importantes Armendaris ( 1943 ), Pon ce
(1955) y Zumárraga (1949). La mayoría de las guías, desde la de Jiménez
( 1894 ), que provee información sobre oficios artesanales para fines del siglo
XIX en Quito . contienen información sobre actividades artesanales. Algo
excepcional es un conjunto de microbiografías de dirigentes laborales regis-
tradas en el Libro de la ciudad de San Francisco de Quito (CEGAN 1951 ),
que permiten establecer cierta lógica en el acceso a la dirigencia de organiza-
ciones laborales.

e) Estructura de las clases superiores

Las guías comerciales y las monografías que suministran información


económica o sobre la propiedad rural son útiles para establecer el entrelaza-
miento entre actividades económicas. Por ejemplo. con el ya mencionado
Libro de la ciudad de San Francisco de Quito. Andrés Guerrero estableció la
multiplicidad de actividades de individuos que tienen como característica ser
terratenientes (4). Con el auxilio de otros instrumentos. tales como dicciona-
rios biográficos y genealogías, se puede establecer las redes de parentesco en-
tre las clases superiores , siguiendo el estudio pionero de Jorge Trujillo sobre
la clase terrateniente de la Sierra Norte (5).

f) Rebeliones campesinas

Existe una tendencia a guardar silencio sobre este tema, y sólo pocos
autores prestan una pequeña atención al asunto . En Maldonado y Basabé
(1930) y Castillo (s/f), por ejemplo, se mencionan sublevaciones indígenas
desde el período colonial hasta 1920 aproximadamente , en la provincia de
Chimborazo , indicando el año y el lugar e identificando eventualmente las
causas de dichas sublevaciones. Toro R uiz ( 1963) menciona alguna suble-
vación en la provincia de Tungurahua , pero encuentra con más claridad una
tendencia a litigar legalmente . De una excepcional riqueza descriptiva es el
relato de Coba Robalino ( 1929) acerca de una sublevación indígena en Pílla-

No . 1,Julio 1986 243


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ro a fines del siglo XIX . Entre otras, es con este tipo de fuentes con las que
construyó su cronología de luchas indígenas Osvaldo Albornoz (6 ).

g) Poderes locales

Desde luego que intencionalmente 9asi nunca los autores de mono-


grafías se propusieron deveiar las estructuras de poder local, aunque en las
reseñas de los hombres 'notables', comerciantes, hacendados, autoridades, y
en las de conflictos por la división político-administrativa, elementos recu-
rrentes de las monografías, se encuentran informaciones que permiten acer-
carse al proceso de formación y desarrollo de los poderes locales. La mayo-
ría de las monografías contienen información útil en este sentido, aunque
no es posible basarse exclusivamente en estas fuentes . pues en el estudio de
los poderes locales se necesita conocer detalladamente las estructuras agra-
rias y el capital comercial. aspectos que deben indagarse con otro tipo de
fuentes.

5. A MANERA DE CONCLUSION
El análisis realizado hasta aquí se inscribe en la tarea de evaluar las
fuentes impresas para objetivos de investigación histórica. Entre varias eva-
luaciones, mencionamos a Juan Maiguashca, quien realizó una primera se-
lección bibliográfica temática para historia económica y social del Ecuador
(7 ). Por su parte, Michael Hamerly efectuó un estudio de los Informes Mi-
nisteriales y periódicos oficiales del siglo XIX como fuentes cuantitativas
(8 ). Para una temática conexa a la que hemos tratado nosotros, Emmanuel
Fauroux llama la atención sobre las monografías como fuentes para estudios
regionales, incluyendo un exhaustivo inventario de fuentes impresas para la
provincia de Loja (9 ).
La cobertura de guías comerciales y monográficas que hemos logra-
do no puede considerarse completa , pero sí representativa de un tipo de
fuente impresa propia del siglo XX. Ciertamente que este género se prefigura
en el siglo XIX, pero nuestra búsqueda todavía no nos permite acercanos con
más precisión a textos de este siglo , lo cual esperamos hacerlo en el futuro .
De alguna manera estos estudios locales representan los intentos de
hacer historia de unidades poi ítico-administrativas, relevando su conexión
con la historia nacional. Ciertamente, los autores se hallan imbuidos del
"espíritu del progreso", ideología que se va desarrollando desde fines del
siglo XIX y que toma fuerza definitiva en el siglo XX. En el fondo , se trata-
ría del surgimiento de localismos y regionalismos, una de cuyas expresiones
es este tipo de monografías. Por eso , aunque se intente insertar la vida local
en un tiempo histórico ''nacional", existe marcadamente un tiempo local que
marcha bajo pautas menos modernas y más ligadas a la temporalidad de so-
ciedades rurales. Desde el punto de vista de lo que representan los autores, se

244 Revista Andina, año 4


- - - - - - - - - - - - - - - - - - ! b a r r a : Monografías y guías comerciales

trata de la formación de una intelectualidad provinciana que quiere contri-


buir a una toma de conciencia del solar natal, creando una me moria histórica
más bien cercana a los poderes locales.
Hemos relevado el valor de guías y monografías como fuentes, pero
indicamos también sus limitaciones. Sobre todo , su utilidad se destaca para
trabajo s históricos regionales y locales que se ubiquen temporalm ent e en los
siglos XIX y XX. La eva luación tentativa realizad a por nosotro s deberá conti-
nuarse con otras fu entes impresas, tales como dic cionarios biográficos, la lite-
ratura regional y los periódicos d e provincia. De este modo se tendrán mayo-
res luces para observar aquella historia "municipal y espesa" , tal cual dij era
con sorna un poeta de comienzos de siglo .

Hernán lbarra
Instituto de Estudios Ecuatorianos
Carrión 555 by Juan León Mera
Casilla No. 14 7, Suc. 12 de Octubre
Quito, Ecuador

No. 1, Julfo l986 245


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

NOTAS
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45-46, Dic. 1963, Quito, pp. 189-281. Una edición reciente puede obtenerse en
Manuel Miño (Comp.), La Economía Colonial. Relaciones Socio-económicas de la
Real Audiencia de Quito, Corporación Editora Nacional, Quito, 1984, pp. 246-322.
(2) Robert Norris, Guía Bibliográfica para el estudio de la historia ecuatoriana, Insti-
tute of Latín American Studies, Austin-Texas, 1978. También en nuestra Bibliogra-
fía Agraria, incluimos algunas monografías en el tema monografías y estudios loca-
les ; véase Hernán lbarra, Bibliografía analítica agraria 1900-1982, CIESE-ILDIS ,
Quito, 198 2.
(3) Segundo Moreno (comp.), Pichincha, Monografía de la región nuclear ecuatoriana,
Conc. Prov. de Pichincha, Quito, 1981.
(4) Andrés Guerrero, Haciendas, capital y lucha de clases andina, Ed . El Conejo, Quito,
1983, pp. 64-68 .
(5) Jorge Trujillo, "El sistema de hacienda y la clase terrateniente serrana a fines del
siglo XIX y las primeras décadas del presente siglo", (manuscrito), Quito , 1979 .

(6) Osvaldo Albornoz, Las luchas indígenas en el Ecuador, Ed . Claridad , Guayaquil,


1971.
(7) Juan Maiguashca, "Breves apuntes sobre la situación de la historia económica en
el Ecuador'', Ciencias Sociales, 1, 2: 96-105, 1977 .

(8) Michael Hamerly, "Quantifying the nineteenth century; The Ministry Reports and
Gazettes of Ecuador", LARR, XII, 2: 138-156, 1978 .

(9) Emmanuel Fauroux, "Las fuentes impresas para el estudio histórico , político, eco-
nómico y social de la provincia de Loja",Cultura, 15: 371-435, 1983.

246 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ /barra: Monografías y guías comerciales

LISTA DE MONOGRAFIAS Y GUIAS CONSULTADAS

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Cuenca.
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va. Quito.
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1946 Una Monografía de la provincia de Pichincha. Tall. Gráf. Nac.,
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1952 La desconocida región de Oyacachi. U. Central. Quito.

ANON
s/f Guía de Guayaquil y almanaque de la Nación para 1904. Ed.
La Nación. Guayaquil.
1970 Monografía de la provincia de Guayas. Ed. CIMA. Guayaquil.

ARMENDARIS, Luis
1943 Monografía del cantón Rumiñahui. Imp. Ecuador. Quito.

BARRIGA LOPEZ, Franklin


197 4 Monografía de la provincia de Cotopaxi. l O T., Ed. Primicias.
Ambato.
BUSTAMANTE, Marco y MADRID, Víctor Manuel
19 52 Monografía de la provincia de Pichincha. Tall. Gráf. de Sumi-
nistros del Estado. Quito.

No. 1, Julio 1986 247


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CABE ZAS JARAMILLO, Luis Gustavo


1962 Monografía del cantón Calvas. Ed. Universitaria. Loja.

CAICEDO, Emiliano
1902 Apuntes históricos, geográficos, bibliográficos y estadísticos
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COMPAÑIA GUIA DEL ECUADOR (ed.)


1909 Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República . Tall.
Artes Gráf. de E. Rodenas. Guayaquil.

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cifras más importantes. Tall. Gráf. Nac., Quito.
ENRIQUEZ, Alcides
1922 Manifiesto sinóptico comparativo de Quito en 1822 y Quito en
1922. Imp. Municipal. Quito.

ESPINOZA Y ESTRADA, Fray Bcrtrán


1937 Santiago de Bolívar: Monografía Sintética, 1837-1937. Tip. La
Exactitud. Ambato.
FLORES, Carlos Alberto
1938 Panoramas y otros tópicos,4 vols. , Imp. Talleres Municipales.
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1953 Pueblos y paisajes del Guayas y el Morro y su comarca Guaya-
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250 Revista Andina , año 4


Bibliografía reciente sobre José Carlos Mariátegui
Charles Walker

En 1978, José Aricó publicó una compilación de estudios sobre José


Carlos Mariátegui organizada en torno a tres temas: Mariátegui frente al
aprismo , al comunismo/populismo y su marxismo. El libro incorporó clási-
cos y polémicos ensayos sobre Mariátegui y algunos nuevos aportes. Demos-
tró la división , o tal vez fijación. del análisis alrededor de los tres enfoques
mencionados. Haciendo una generalización , se puede afirmar que una gran
parte de los trabajos se dedican a argumentar o disputar a que grupo político
pertenece la herencia de Mariátegui. Desde aquella publicación aproximada-
mente , el renacimiento del interés por Mariátegui ha significado la profundi-
zación de tales debates, a la vez que una ampliación de temas : se ha publica-
do un amplio y surtido conjunto de investigaciones que no se detienen úni-
camente en la discusión sobre si Mariátegui fue un aprista "errado", un "co-
munista" o un "marxista legítimo". Este ensayo intentará delinear los nue-
vos enfoques y así proveer una guía para el interesado.
Ninguna reseña bibliográfica sobre un tema y un período tan amplios
puede . ser exhaustiva, por lo que conviene aclarar los límites del ensayo. El
análisis se limita, en primer lugar, a textos en castellano e inglés en revistas
y textos "académicos". Reconocemos que los estudios en otros idiomas, co-
mo el de Antonio Melis en italiano y el de Robert París en francés , sobresa-

No. 1, Julio 1986 253


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

len y son fuentes valiosas, pero por cuestiones de espacio y la ignorancia lin-
güística del autor los dejaremos de lado. En segundo lugar, el enfoque par-
tirá de los escritos publicados desde 1978 , más o menos. Para los artículos y
libros anteriores, sobre todo los textos de la década del setenta , se puede
hacer referencia a la resefia de Harry Vanden en Latin American Research
Report. No. 3 de 1979. Dentro de estos límites, hay textos a los cuales no
hemos tenido acceso o , simplemente, no conocemos. Para compilar las obras
rescfiadas. la bibliografía incluida en el libro de Eugenio Chang Rodríguez,
Poética e Ideología en José Carlos Mariátegui, ha sido muy útil.
La vida de Mariátegui ha intentado ser dividida por muchos escritores
en pre-Europa, Europa. y post-Europa , a veces con una subdivisión alrededor
de la ruptura con Haya de la Torre en 1928. Por un lado, creemos que esta
separación ha dificultado en muchos casos la comprensión del desarrollo vital
de Mariát egui: los cambios dentro de estos períodos no son pormenorizados.
Mariátegui no era el mismo al llegar de Europa en 1923 y al fundar el Partido
Socialista Peruano en 1928 . por ejemplo. Por otro lado , esta división ha con-
ducido a que algunos autores hayan limitado su análisis a una sola etapa. Para
comprender el "marxismo heterogéneo" de Mariátegui , sus intereses y activi-
dades en Lima antes de partir a Europa son ilustrativos. En otras palabras ,
muchas de las obras que se asemejan a biografías no emplean un análisis sufi-
cientemente detallado dentro de estos períodos o no vinculan las distintas
etapas. Este ensayo utilizará una estructuración algo artificial al resefiar la
bibliografía : la etapa previa al viaje a Europa, sus experiencias en el Vi ejo
MundQ y, en la e tapa post-Europa, la clasificación será hecha por temas : sus
relaciones con el APRA, el P.C. y la Internacional; sus planteamientos teóri-
cos ; su interpretación del Perú; su visión de la literatura y sus experiencias
como periodista . Reconocemos la arbitrariedad de tal organización - divisio-
nes que criticamos cuando son hechas por otros-, pero recordamos que el
papel del presente trabajo es mostrar las tendencias en el análisis de Mariáte-
gui.
En un artículo de la revista Análisis (No. 12), Francis Guibal reseña
con perspicacia cuatro obras sobre Mariátegui que considera centrales: las de
José Aricó , Alberto Flores Galindo (la Agonía ... ), César Germaná (La Polé-
mica ... ) y Aníbal Quijano (Reencuentro y Debate ... ). Los cuatro son, en
efecto. serios estudios que aportan hipótesis originales e importantes sobre
las relaciones de Mariátegui con el APRA y con el Partido Comunista. su con-
cepción del marxismo, su visión del Perú y otros temas. Concordamos con
Guibal en que son indispensables en cualquier estudio sobre la vida y obra de
Mariátegui.
El estudio de Germaná se puede entender como una respuesta a los
esfuerzos de mostrar las semejanzas entre Haya y Mariátegui que reclaman a
Mariátegui como aprista . Germaná muestra enfáticamente la inmensa brecha
entre ellos ya que , para él, Haya representa(ba) a la pequefia burguesía y su
proyecto de modernización , mientras que Mariátegui representa(ba) una al-

254 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Walker: Bibliografía sobre Mariátegui

ternativa socialista. Para fortalecer tal conclusión, contrasta los planteamien-


tos frente al imperialismo (Haya: primera fase del capitalismo en el Perú;
Mariátegui: un fenómeno con dimensiones mundiales que conecta distintos
sistemas dentro del Perú) y cómo ambos visualizaban el papel de las clases so-
ciales en este país. El trabajo de Germaná, que se mantiene en un nivel de
comparación teórica y considera poco a los hombres dentro de su época, es
imprescindible para comprender las relaciones Haya-Mariátegui.
Como es costumbre. el libro de Aníbal Quijano es polémico, profun-
do y útil. El Reencuentro presenta a Mariátegui como "puente" entre la so-
ciedad colonial y la actual. Así, Quijano , con un enfoque algo "dependentis-
ta ", utiliza a Mariátegui para comprender el desarrollo del capitalismo en el
Perú: los nuevos modos de producción relacionados con la creciente hegemo-
nía del imperialismo norteamericano. Además, realiza lo inverso : desde la di-
námica de la época, analiza a Mariátegui. Nos parece que conjuntamente con
su extensa introducción a la edición venezolana de los 7 Ensayos , de difícil
acceso en el Perú, ilumina la situación del país hacia fines del siglo XIX hasta
1930 y los "rostros del mito" o, mejor dicho , las escuelas de interpretación
de las obras y vida de Mariátegui y sus fines político-ideológicos. Además, el
análisis del marxismo de Mariátegui, sus características y problemas, es
excepcional y cumple el propósito de desmitificar el pensamiento y abrir
nuevos debates.
El mencionado compendio de José Aricó incluye una introducción
de este editor en donde muestra su profundo conocimiento del marxismo ,
que utiliza para comprender a Mariátegui. Aricó sitúa a Mariátegui dentro de
las corrientes marxistas de la época, insistiendo como París y otros en la rele-
vancia de Sorel en su pensamiento. Intenta, como otros, bosquejar cómo el
Perú produjo en los años veinte un pensador tan original. recalcando la im-
portancia de los indigenistas y los intelectuales de la década . En otro artículo
("Mariátegui y la formación ...") desarrolla las ideas de Mariátegui sobre la
organización y consolidación del partido, con un análisis detallado del na-
ciente P.S.P. Los textos de Aricó han recibido fuertes críticas -es enfático y
franco en cuestiones tan polémicas como las diferencias entre Mariátegui y la
lll Internacional y Mariátegui frente al APRA-, pero la erudición de Aricó
hace que sus escritos (y sus esfuerzos como compilador) contribuyan al
debate .
En los numerosos trabajos de Alberto Flores Galindo corren ciertos
temas o preocupaciones : cómo surgió un Mariátegui en la década del 20;
cómo se resuelve la tensión entre una teoría europea y la especificidad del
Perú; por qué el movimiento obrero perdió su hegemonía después de un
origen algo inestable pero al fin fuerte. La Agonía de Mariátegui utiliza la
polémica entre Mariátegui , líder del P.S.P .. y la lll lnternacional ("el comu-
nismo oficial" , para usar un término poco feliz) para enfocar estos y otros te-
mas.
A través de documentos no utilizados previamente, entrevistas y car-

No . 1, Julio 1986 255


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - ~ - - - - - - - - - - - -

tas, Flores Galindo presenta la historia pormenorizada de las relaciones entre


Mariátegui y la III Internacional. Narra el contexto "agónico" de Mariátegui :
su creencia en el comunismo y la necesidad de adherirse a la Internacional en
conflicto con su terca insistencia en la particularidad de "la realidad perua-
na". En comparación con el dogmatismo de algunos delegados al Congreso
Suramericano de la Internacional , donde la polémica tuvo lugar, Flores Ga-
lindo ve la actitud de los delegados peruanos como un ejemplo de praxis. En
el siguiente capítulo, analiza la visión y relación de Mariátegui con el mundo
andino para así entender su reformulación del marxismo en el contexto pe-
ruano. También incorpora la separación con Haya que , en conjunto, retrata a
un Mariátegui relativamente abandonado, pero fiel a sus ideales hasta morir.
El libro, como anota López Soria, suscitó críticas muy variadas que revitali-
zaron los debates en torno a Mariátegui. Además, esta obra es una rigurosa
investigación de los últimos años de Mariátegui por uno de los intelectuales
que más ha repensado al hombre y su tiempo.
Existen otros estudios que no encajan muy bien en la categorización,
pero que aportan valiosas perspectivas. El ya "clásico" libro de Julio Cotler
(Gases, Estado y nación) "ubica" a Mariátegui dentro de un Perú creciente-
mente dependiente bajo la hegemonía de Estados Unidos. La amplitud del
tema del libro (la historia peruana desde la Conquista hasta 1968) sólo per-
mite bosquejar la dinámica histórica y no profundizar en ella ; sin embargo ,
este libro de Cotler, con una visión gramsciana, es uno de los textos más rele-
vantes sobre esta y otras épocas. El libro de Jesús Chavarría, en inglés, enfoca
el tema del partido, pero, como otros, Chavarría encontró vacíos en la biblio-
grafía sobre Mariátegui , así que una gran parte del texto narra la vida y visión
política del Amauta. Se encuentra en el libro un Mariátegui político "ínte-
gro": el desarrollo de sus ideas. Jorge Basadre escribió una corta introduc-
ción a la traducción al inglés de los 7 Ensayos , cuya versión en castellano se
encuentra en 7 Ensayos: 50 Años en la Historia . Aunque la limitación de es-
pacio impidió un análisis detallado, el conocido talento de Basadre como
biógrafo aseguró un texto meritorio .
El libro de Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (Apogeo y Cri-
sis ... ) estudia la transformación del Perú -campo y ciudad - entre 1895 y
1931 bajo el Estado oligárquico. Examina el Oncenio y los nuevos movimien-
tos políticos (APRA ; P.C.P.) y , por supuesto , Mariátegui se encuentra en el
centro de estos cambios. Este libro de dos eminentes historiadores es fund a-
mental para comprender la época y a una de sus máximas figuras.
Los libros de Antonio Melis (Correspondencia) y Guillermo Rouillón
(La Creación Heroica) han sido largamente esperados . Melis, con la colabora-
ción de muchos, ha compilado una gran parte de las cartas de Mariátegui
(muchas se han perdido o su uso ha sido negado por sus " dueños") en un a
publicación de la editorial Amauta pulcra y relativamente económica . Los
dos tomos contribuyen no sólo al estudio de Mari átegui , sino también a la
historia social, poi ítica e intelectual del Perú en el siglo XX. La introducció n

256 Re vi st a Andina, añ o 4
- - - - - - - - - - - - - - - - - - W a / k e r : Bibliografía sobre Mariátegui

de Melis es una excelente biografía relacionada a las cartas. El libro de Roui-


llón , publicado por sus parientes ya que el autor no llegó a terminarlo com-
pletamente. es la segunda parte de una biografía escrita por un estudioso obs-
tinado. Este volumen supera el pseudo-freudianismo del primero (La Edad de
Piedra) y es la narración más completa sobre "la edad revolucionaria", 1919-
1929. No todos estarán de acuerdo con todo el contenido del libro . que a
veces asume un tono algo melodramático, pero es una fuente informativa
frente a la ausencia (tal vez positiva) de una biografía definitiva.
La etapa pre-europea de Mariátegui (su "edad de piedra") es una épo-
ca que en años recientes ha probado ser una materia compleja pero válida pa-
ra comprender sus ideas y acciones en períodos posteriores. La negligencia
previa en estudiar estos años se debe en parte . como comentan Flores Galin-
do y otro autores. a la ambivalencia del mismo Mariátegui sobre tal época .
En una ocasión aclaró haberla superado. mientras que en otra dudó haber
cambiado . Distintos autores han examinado los escritos y actitudes del
Amauta desde su ingreso a La Prensa en 191 1 hasta su viaje a Europa e n
1919 para comprender su desarrollo: sus intereses literarios y sociales. su cre-
ciente rechazo de la sociedad oligárquica. Osear Terán demuestra que se pue-
de dividir "Juan Croniqueur" (el pseudónimo preferido de Mariátegui) en
dos períodos: en 1918-1919 se dedicó a temas poi íticos y nacionales. mien-
tras que antes predominó su interés por lo literario. social e histórico . Terán
reconoce un disgusto todavía no enfocado al mundo burgués y describe su
politización antes de viajar a Europa . El artículo incluye un anexo con obras
del joven Mariátegui.
En su característico esfuerzo por ubicar la figura en su época, Flores
Galindo. en "Juan Croniqueur, 1914-1918" , retrata el ambiente intelectual
de la República Aristocrática. Vemos el interés de Mariátegui por la vida coti-
diana: las procesiones. el hipódromo , las tertulias en el Palais Concert dentro
del asfixiante control oligárquico. En tal contexto, la literatura de Colónida,
donde participó, los escándalos de la joven generación y otros signos de· un
creciente anti-conformismo son comprendidos como los primeros pasos del
rechazo al orden imperante. El artículo proporciona un vívido retrato de la
época y logra explicar al "Mariátegui político" a través de esta época juvenil
limeña.
Elizabeth Garrels concluyó en 1974 una tesis doctoral sobre los escri-
tos del joven (pre-Europa) Mariátegui, que ella criticaría después por haber
empleado "un método demasiado estrechamente académico". Su artículo de
1976, "Mariátegui, la Edad de Piedra" analiza las relaciones de Mariátegui
con diversos grupos literarios y la visión de este autor sobre la literatura y el
nacionalismo. A través de la revisión de los textos de la "edad de piedra",
Garrels estudia los esfuerzos de Mariátegui para comprender la producción
literaria como un fenómeno generacional y describe las tensiones no sólo
entre los grupos (futuristas y Colónida), sino entre sus mismos miembros.
Esta contribución a la historia literaria y social demuestra la utilidad de los

No . 1, Julio 1986 257


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

textos de Juan Croniqueur, hasta ahora no publicados.


La Acción Escrita (segunda edición), de Carnero Checa, es una bio-
grafía valiosa de esta etapa de la vida del Amauta. Escrita con un estilo de
agradable lectura y la pasión de un admirador, detalla la carrera de Mariáte-
gui como periodista. El libro de Juan Gargurevich es una novela histórica
-género poco común en el Perú- acerca de los ocho meses que Mariátegui
trabajó para El Tiempo y La Razón. Política e Ideología , de Eugenio Chang-
Rodríguez, cubre varios temas poi íticos y estéticos : el indigenismo y la lite-
ratura nacional , entre otros. Aunque utiliza una amplia gama de obras (ya
mencionamos la bibliografía) y estudia cuidadosamente las de Mariátegui, no
estamos de acuerdo con algunas hipótesis del libro . El autor propone la reli-
gión y el marxismo como opuestos, por lo que el mostrar lo religioso en la
vida y obras de Mariátegui implicaría supuestamente afirmar que no fue mar-
xista . Sin embargo, Chang-Rodríguez es un estudioso meticuloso , interesado
en fenómenos no suficientemente estudiados en cuanto a Mariátegui. Para el
tema de Mariátegui y la religión, la sección del libro de J effrey Klaiber tam-
bién resulta útil.
Existen dos derroteros interrelacionados dentro de los estudios de
" Mariátegui y Europa" : .sus experiencias en el sentido biográfico y sus rela-
ciones con los diferentes movimientos políticos e intelectuales. El libro de
Estuardo Núñez (La Experiencia .. . ), junto con el de Rouillon, son historias
breves pero informativas sobre Mariátegui en Italia, Francia y Alemania. Los
conocimientos de Núñez sobre los movimientos artísticos europeos, su capa-
cidad como escritor y su respeto por Mariátegui aseguran un texto importan-
te y agradable. El artículo de Tamayo Vargas, un poco general y difuso, estu-
dia la relación entre Mariátegui y los movimientos estéticos europeos. "Ma-
riátegui como Estudioso de .. ." , de Anatoly Shulgovsky , replica la acusación
de "europeizante", mostrando que Mariátegui aprovechó su tiempo en Euro-
pa para dedicarse a "repensar" el Perú. En referencia a las obras de Mariáte-
gui sobre Europa, el autor concluye :"Atraen la atención por su profundidad
y originalidad de análisis y por su humanismo revolucionario".
Mariátegui en Italia es el título de una colección de estudios sobre la
decisiva influencia del país en el que la estadía del Amauta fue más prolonga-
da. "La Formación de un Revolucionario", de Malcolm Sylvers, combina un
profundo conocimiento de la vida intelectual y política de Italia con una
inteligente lectura de Mariátegui para mostrar, primero, cómo asimiló su mar-
xismo a través del contacto con los intelectuales y movimientos italianos y,
segundo, para analizar cómo tal "escuela" influyó en su pensamiento. "La
Influencia Italiana" (cuya versión en inglés es más accesible en el Perú) bos-
queja la influencia de Gobetti y otros pensadores italianos en el marxismo de
Mariátegui. El artículo de Antonio Melis en el mismo libro intenta superar las
limitaciones que conlleva el análisis de las influencias directas y reflexionar
sobre " la constelación de autores qu e presentan algunas afinidades significati-
vas ". Así, Melis discute a Mariátegui en términos de Walter Benjamín , Mao

258 Revista And ina , año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Walker: Bibliografía sobre Mariátegui

Tse-Tung, Antonio Gramsci, Che Guevara, César Vallejo y otros ; un artículo


definitivamente provocador. En una sección de El Espejo de Próspero , libro
desgraciadamente poco difundido en el Perú, Richard Morse resume cómo
los años en Europa le "permitieron" a Mariátegui producir una "historia
indoamericanizada". El análisis de la influencia de los movimientos artísticos
europeos y la comparación con pensadores rusos (Chernishevski) sobresalen
en el libro de Morse.
Como anotamos , las interpretaciones sobre Mariátegui han girado en
gran parte alrededor de los esfuerzos para reconocerlo "como suyo", una po-
lémica que mitificaba más que estudiaba a Mariátegui y demostraba los inte-
reses políticos de los autores más que un serio análisis del hombre. No quere-
mos sugerir que se debe olvidar tal enfoque, sobre todo ahora que el APRA
y la izquierda son los dos movimientos nacionales mayoritarios en el Perú y
así sus relaciones cobran una nueva importancia, pero requiere una visión
crítica renovada. Las obras de Cotler, Germaná, Flores Galindo han supera-
do la simplificación de la polémica ; en cambio, los trabajos sobre Mariátegui
escritos por apristas siguen mostrándolo como un intelectual europeizan-
te. poco práctico , que sólo tuvo algunas discrepancias leves con el APRA.
Los fines de García Salvatecci en Sorel y Mariátegui son claros desde el pró-
logo de Luis Alberto Sánchez : "Mariátegui no alcanzó el papel de un líder"
... "débil y refinado amigo de Haya" .. . "tampoco creo ahora en la autentici-
dad y firmeza del marxismo .. .atribuido a Mariátegui" son ejemplos de la
continuidad en la interpretación aprista. García Salvatecci sigue esta línea
(depende de los recuerdos de Luis Alberto Sánchez sobre la época) y su libro
aporta poco sobre un tema tan importante como Sorel y Mariátegui.
El libro de Barba Caballero retrata a un Mariátegui débil, "atracado"
en el Viejo Mundo , contrastado con un Haya dinámico y nacionalista. Su
"análisis" sobre el marxismo cíe Mariátegui carece de profundidad , originali-
dad y citas. Luis Alberto Sánchez escribió un artículo sobre la revista Amau-
ta , que, aunque muestra más seriedad que estos dos libros , corresponde al
esfuerzo de "retomar" la figura de Mariátegui. El ambiente alrededor de la
revista es presentado como aprista y Mariátegui como un intelectual poco
eficaz.
En diversos artículos y libros , Carlos Franco ha estudiado a Mariáte-
gui y Haya desde la perspectiva del surgimiento de nuevas propuestas y movi-
mientos sociales de su época, llegando a enfatizar las semejanzas entre ellos.
Aunque sus escritos son a veces un poco densos, con una tendencia a utilizar
mucha terminología socio-científica, Franco es un lector meticuloso de Ma-
riátegui (y de otros) y su producción es siempre provocativa e informativa.
Este autor tiende a presentar categorías o definiciones muy amplias para así
vincular a Haya y Mariátegui. Por ejemplo , en su obra Del marxismo euro-
céntrico ... plantea que la conciencia del carácter original de América Latina
es una prueba o prerrequisito para ser considerado marxista . Límites de espa-
cio imposibilitan un análisis más detallado; sin embargo , a pesar de ciertas

No . 1, Julio 1986 259


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

diferencias nuestras, los trabajos de Carlos Franco deben ser tomados en


cuenta no sólo en cuanto a este debate, sino a la época en general.
Aunque deja de lado los pormenores de las discrepancias entre Haya
y Mariátegui, Flores Galindo, en "Un Viejo Debate", reseña el curso· del "de-
bate" (inconcluso), resaltando las tendencias paternalistas y autoritarias de
Haya frente al marxismo voluntarista de Mariátegui. Flores Galindo recalca
también la importancia del tema, ya que las d,)s visiones y sus corrientes
políticas siguen siendo centrales en el Perú. El artículo incluye siete cartas
inéditas ele Haya a Eudocio Ravines y una a la célula aprista en París.
Otro tema central ha sido Mariátegui y el comunismo, entendido co-
mo sus relaciones con la Internacional y su papel como fundador del P.C.P.
la Agonía sacudió el debate ya que recibió diversas críticas. Ricardo Luna
Vegas respondió a este libro y a algunos escritos de José Aricó con ataques
personales: llegó a acusar a Flores Galindo de anticomunista y de socialcris-
tiano. Interpreta estos trabajos como una difamación de Mariátegui, pero no
encontramos un insistente "contra argumento", sino constantes referencias
a incidentes y personas. Luna Vegas, sin embargo , es un "mariateguista" fe-
cundo ya que ha escrito numerosos libros y editado un compendio . Jorge del
Prado, quien advierte de su posición crítica frente a los que critican al P.C.P.
o a la III Internacional, publicó una serie de anécdotas cuya meta era mostrar
a un Mariátegui "no agónico" y minimizar las divergencias y tensiones pre-
sentadas por Flores Galindo. Si dejamos de lado estas intenciones algo forza-
das, el libro contiene valiosa información e interesa al estudioso de la época.
La serie de documentos compilados por Wilfredo Kapsoli sobre Mariátegui
y los congresos obreros es otra fuente informativa. El artículo de Antonio
Rengifo es un serio esfuerzo por refutar la definición de Mariátegui como
"populista", idea o estigma que tuvo eco durante décadas. Rengifo define el
populismo ruso y muestra las incongruencias de tal acusación.
Aunque los trabajos "biográficos" predominan en los últimos años,
en gran parte debido a la ignorancia sobre ciertos aspectos de la vida de Ma-
riátegui y la preeminencia de los trabajos de París (Melis. Meseguer y otros).
también sobresalen varias investigaciones eruditas de jóvenes peruanos sobre
el pensamiento y teoría de Mariátegui. Revolución y Utopía. de Alfonso lbá-
ñez. analiza el papel de los factores "idealistas" (la psicología, la religión. el
mito. etc.) dentro del pensamiento de Mariátegui, mostrando su "supera-
ción" de algunas posturas de la III Internacional. Explora su marxismo desde
diferentes ángulos , vinculándolo con los debates de la época y algunos aspec-
tos del contexto peruano. El libro no ha sido suficientemente leído , debido
en parte a su escasa circulación . merece una segunda edición .
En un texto hasta ahora no publicado, Guillermo Nugent estudia tres
tensiones dentro de los escritos de Mariátegui, lo que lo lleva a concebir muy
bien el desarrollo ele sus ideas. Un ejemplo de la originalidad del trabajo es su
anotación de que Mariátegui no tomó suficientemente en cuenta a las clases
populares urbanas ; esto no es una ''difamación" a Mariátegui. sino una adver-

260 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Wa/ker: Bibliografía sobre Mariátegui

tencia a sus lectores y seguidores. El Marxismo de Mariátegui , de Raimundo


Prado R., es un resumen del tema. pero no proporciona nuevas perspectivas o
información . Roberto París "compara" a Mariátegui y Antonio Gramsci, un
tema iluminador debido a las semejanzas entre ambos y al creciente interés
por ellos . París demuestra otra vez su erudición, pero el texto no es de fácil
lectura para alguien no muy embebido en las teorías sociales del presente
siglo.
El tema "Mariátegui y la nación" ha sido objeto de diversos estudios.
algunos con el propósito de refutar la acusación de que Mariátegui fue un
intelectual demasiado influido por Europa, mientras otros lo e mplean como
una clave para comprender su vida y obras. Para Alberto Flores Galindo la
manera en que Mariátegui replanteó el marxismo a través del estudio del Pe rú
es la esencia de sus contribuciones y contradicciones. Varios de sus artículos
("Mariátegui. Marxismo y .. . ": ''Los intelectuales ... "; "Utopía Andina") anali-
zan la relación de Mariátegui y su generación con el Perú, cómo se creó un
marxismo (y otros movimientos) original en el Pe rú en la década de los 10.
Muchos comentaristas ven una exageración en la importancia de la cuestión
nacional en las obras de Flores Galindo (él mismo reconoce un cierto sobre-
énfasis). por lo que sus escritos están e n el centro del debate.
Osear Terán investiga el desarrollo de los planteamientos de Mariáte-
gui sobre el nacionalismo y el socialismo para así comprender su originalidad,
sobre todo en referencia a sus diverge ncias con la lll Internacional. Aunque
encontramos algunos de sus argumentos un poco difusos , es un tema impor-
tante estudiado por un lector intelige nte de Mariátegui. En Mariátegui y
Argentina... , Elizabeth Garrels es tudia los textos de Mariátegui sobre dicho
país para investigar la influencia del liberalismo y un "prejuicio racial/cultu-
ral" en sus planteamientos. Aunque reconocemos la calidad analítica de la
autora y concordamos con ella en que Mariátegui simplificó la situación de
Argentina como un ejemplo del "progreso burgués", Garrels no vincula sufi-
cientemente esta "visión eurocéntrica" de Mariátegui con el ambiente inte-
lectual de la época. Para tal análisis, se necesita entender el papel del libera-
lismo en las primeras décadas del siglo XX. sobre todo en el contexto perua-
no .
En la compilación de estudios 7 Ensayos: 50 años en la Historia , se
encuentra diferentes estudios de las ideas de Mariátegui sobre el campesinado
peruano: su situación y papel tanto en el pasado como en el futuro. En "La
Vigencia de ... ", Manuel Burga investiga cómo el estudio del campesinado in-
fluyó en los planteamientos del Amauta sobre la historia peruana: su énfasis
en los cambias estructurales en vez de los poi íticos. Burga subraya cómo
Mariátegui recalca la articulación entre la población andina que tenía condi-
ciones d e vida feudales y el mercado capitalista: las relaciones , disculpando
un cierto reduccionismo, entre la sierra y la costa. La importancia del tema y
la capacidad de Burga para comprender la dinámica campo/ciudad aseguran
un trabajo relevante . El artículo de César Germaná presenta las divergencias

No . 1, Julio 1986 261


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

entre Mariátegui y Haya en cuanto a sus planteamientos en referencia al cam-


po. El artículo de César Lévano bosqueja los vínculos entre Mariátegui y el
campesinado, pero debe ser considerado una especie de homenaje y no un
estudio detallado. En el mismo libro, Humberto Rodríguez analiza el desa-
rrollo de las haciendas costeñas. con algunas referencias a Mariátegui. En un
artículo en Allpanchis. José Tamayo Herrera describe las relaciones entre Ma-
riátl'gui y los movimientos indigenistas en el sur andino. Lo notable es la su-
peración de la interpretación de los movimientos provincianos como homo-
géneos ya que presenta las diferencias y antagonismos entre ellos. William
Stein resume las imágenes del campesinado en las obras de Mariátegui en un
trabajo a lgo general. pero útil para el lector inglés. También en inglés. Harry
Vanden. en "Peasants as .. . ". sitúa a Mariátegui dentro del desarrollo de los
debates marxistas sobre el papel del campesinado . Los trabajos de Burga,
Germaná. Lévano. Rodríguez . Tamayo Herrera. Stein y Vanden parten del
análisis de Mariátegui para investigar el Pcní. un esfuerzo muy mariateguista .
Muchos autores han comentado que , aunque Mariátegui dedicó gran
parte de sus escritos a la literatura ( como productor y crítico), la investiga-
ción de su vida y obras políticas ha predominado. En los años que abarca
este ensayo: entonces. se ha visto un creciente número de trabajos sobre
Mariátegui y la Literatura (título ele una de las ediciones Amauta publicada
en 1981 ). La mayoría de los trabajos, sin embargo. enfocan estrechamente a
Mariátegui y una escuela o un escritor, limitando así su relevancia.
Dentro de sus múltiples trabajos, Antonio Cornejo Polar destaca "el
espacio privilegiado" de Mariátegui en la discusión de la literatura peruana.
En un artículo publicado en el libro mencionado, ubica a Mariátegui en el
centro del debate debido a su presentación ele una periodización de las ten-
dencias literarias que sacudió el análisis tradicional. También en sus investiga-
ciones sobre el indigenismo Cornejo Polar recalca la importancia de Mariáte-
gui y lo ubica en el centro del esfuerzo por vincular los movimientos rurales
con los urbanos. Aunque reconocemos que Cornejo Polar es uno de los inte-
lectuales más atareados y productivos en el Perú, una investigación detallada
suya sería de gran interés. En cuanto a Mariátegui y la literatura, habría que
mencionar nuevamente las obras ele Chang-Rodríguez y E. Garrels.
Como dijimos , la mayoría de artículos tienen como tema la relación
de Mariátegui con una tendencia estética o una figura. Se pueden encontrar
artículos , de diferentes estilos y calidades por supuesto, sobre Mariátegui y
Ortega y Gasset (Earles), James George Frazer (Melis) , el realismo (Díaz Ca-
ballero). el realismo mágico (Pages Larraya). la estética marxista (Goloboff),
su periodización e indigenismo (Escajaclillo), la literatura europea (Tamayo
Vargas), y se ha empleado un análisis "metadiscursivo" (Foster). Aunque
aquí hay investigaciones importantes que vinculan a Mariátegui y su época,
aún queda mucho que trabajar sobre su visión de la literatura y el papel que
ésta tuvo en su vida y obras.
Mariátegui y el periodismo es el tema de varios estudios. un campo

262 Revista Andina, año 4


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Walker: Bibl iograHa sobre Mariátegu i

facilitado con las ediciones facsimilares de Amauta y labor por la editora


Amauta. Las numerosas obras de César Falcón , algunas dedicadas a Amauta,
son fuente de información . En general , hablan más sobre Falcón que sobre
Mariátegui. David Wise escribió su tesis doctoral sobre Amauta, pero su análi-
sis se limita a delinear ciertas "contradicciones" de Mariátegui y su papel
como precursor de la vida intelectual peruana. El libro , cuya publicación
parece inminente, contiene bastante información sobre la revista y sus cola-
boradores. El artículo de Giovanni Cassetta en Mariátegui en Italia sobre
labor cuenta la historia de la publicación dentro del contexto de la década.
En un artículo ya mencionado . Luis Alberto Sánchez describe el ambiente
de la época y la revista Amauta.

Conclusión

Dentro de la categorización (algo arbitraria) que hemos empleado


aquí, habría que añadir los "homenajes". Con ocasión del cincuentenario ele
su fallecimiento, se publicó numerosos artículos que manifiestan lo heroico,
innovador y pionero de Mariátegui. Sobresalen las obras de Manfred Kossok
y Edgar Montiel sobre el papel de Mariátegui en las ciencias sociales en Amé-
ria Latina . Otros no contienen un enfoque analítico tan crítico e informativo
como éstos. Obviamente. Mariátegui "merece" estos honores, pero se corre
el peligro de convertirlo en una reliquia del pasado , una pieza de museo (to-
davía no construido) en vez de un pensador y activista crítico y criticado.
Esto está relacionado con otro peligro, ya demasiado común en la poi ítica
cotidiana: el uso de sus citas y nombre para justificar cualquier acción parti-
daria. Para evitar que Mariátegui sea convertido en un mero símbolo de dis-
tintas facciones o , peor, en un héroe nacional (un paso hacia la esterilización)
aprovechado por el "oficialismo", hay qu e seguir investigando sus obras, su
comportamiento y su época con una visión crítica.
Esta reseña ha intentado delinear los avances en el estudio de Mariá-
tegui. No hemos podido mencionar todas las obras por falta de espacio . Ade-
más, no hemos tomado una posición muy crítica ya que el propósito es rese-
ñar las corrientes ele análisis y no juzgar rigurosamente los méritos de cada
investigador. Pero se ha visto que se ha comenzado a superar algunos obstá-
culos en la investigación de Mariátegui: el desinterés, el dogmatismo partida-
rio o individual y la mitificación . Los homenajes han servido, diríamos muy
bien, para centrar la atención en Mariátegui y demostrar su importancia na-
cional e internacional. El debate también ha salido de una cierta fijación o
estancamiento en las cuestiones alrededor de Mariátegui y el APRA y Mariá-
tegui y el P.C. Se han escrito trabajos muy importantes sobre este tema que
renuevan la polémica , al mismo tiempo que se han enfocado otros campos
no directamente relacionados con aspectos partidarios.
Hay otros derroteros para seguir en el estudio de Mariátegui. Insisti-
mos en la necesidad de una verdadera colección de obras completas. Autores

No. 1, Julio 1986 263


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

como Terán, Garrels. Chang-Rodríguez y Flores Galindo han mostrado la


importancia de la "edad de piedra". pero el estudio de dicha época (tal vez
actitud) se dificulta por la inaccesibilidad de muchas de las obras. El argu-
mento de Guillermo Nugent sobre la poca importancia que Mariátegui dio a
las clases populares urbanas, la previa inexistencia de un análisis de tal cues-
tión y la poca profundidad de muchas de las categorías bosquejadas aquí de-
muestran los innumerables temas que quedan por estudiar. Aunque se ha
escrito mucho en los últimos años sobre Mariátegui. el tema está lejos de es-
tar saturado. Siempre faltarán investigaciones detalladas y críticas .

Charles Walker
810 E 58th, 3-N
Chicago, lllinois
60637, EE.UU.

264 Revista Andina, año 4


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