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l. Introducción
El objeto de este trabajo es discutir algunas modalidades de evolu-
ción del movimiento campesino e indígena en Ecuador y los posibles impac-
tos que sobre dicha evolución tiene la crisis económica abierta en 198 l.
Planteamos fundamentalmente que desde mediados de la década de
los setenta viene ocurriendo un importante proceso de descentralización del
movimiento campesino e indígena o , a la inversa, de centralización flexible,
mediante el cual se refuerzan y autonomizan organizaciones regionales que
representan a sectores campesinos e indígenas más homogéneos en ténninos
de inserción en el proceso de diferenciación social, de modalidades de articu-
lación con el mercado y la acción estatal y de características étnico-culturales
(*) Trabajo preparado por el proyecto "Movimientos Sociales ante la crisis en América
Latina", en el marco del programa DAL ("Las Pers ectivas de América Latina")
1
que coordina el Profesor Pablo Gonzalo Casanova, de ISUNAM (Instituto de Inves-
tigaciones Sociales de la Universidad Nacional de México)) y que para Sudamérica
ha sido ausficiado mediante un convenio entre la Universidad de Naciones Unidas
(UNU) y e Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Fernando
Calderón coordinó el Proyecto Sudamericano y Luis Verdesoto en el Ecuador.
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la UNOCAVB
La Unión de Organizaciones Campesinas se constituye el aiio de 1974.
en base a siete organizaciones cooperativas localizadas en los cantones de
Vinces y Baba , de la Provincia de Los Ríos. Su origen se encuentra en la im-
portante movilización campesina que se desarrolla en la costa a raíz de la ex-
pedición en 1970 del Decreto 100 I sobre Reforma Agraria en Predios Arro-
ceros, que declaraba de expropiación inmediata aquellos trabajados en base
d e relaciones de renta. Ello generó un movimiento de fuerte envergadura re-
gional. en el que participan, entre otras, la Federación Nacional de Organiza-
ciones Campesinas, filial campesina de la Central Ecuatoriana de Organizacio-
nes Clasistas, CEDOC, de tendencia para la época cristiana . El impulso politi-
zador realizado tanto por los militantes sindicales como por promotores vin-
culados a la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas. CESA, institución
privada de filiación cristiana, desencadena un importante proceso de acción
directa de los campesinos, en que una multiplicidad de haciendas son toma-
das por éstos. En la zona de Daule , Samborondón , Vinces y Baba. se toman
más de 130 predios, que dan lugar a la constitución de igual número de orga-
nizaciones campesinas.
La FENOC para entonces se caracteriza por una I ínea de agrarismo
refonnista radical , centrada fundamentalníente en la lucha por la Reforma
Agraria, el mejoramiento de los sistemas de comercialización y una democra-
tización de la política estatal. Mantiene fuertes lazos con el Partido Demócra-
ta Cristiano, en donde militan algunos de sus dirigentes y promotores. El año
de 1975 se produce, sin embargo, una fuerte ruptura en su interior, a raíz de
la cual el sector vinculado con la lucha campesina rompe los lazos anteriores,
se radicaliza ideológicamente y acepta una línea socialista.
La UNOCA VB , organizada pocos meses antes de la ruptura por ele-
mentos vinculados a la posición más radical. postula como ejes centrales de
su acción la lucha por la tierra y por un mayor control de los procesos de co-
mercialización. A partir de su constitución formal, la U NOCA VB va a cen-
trarse en impulsar dichos objetivos, para lo que organiza un sistema de asis-
tencia legal, realiza una amplia campaña de capacitación socio-política en
base de una línea socialista que impulsa los contenidos clasistas de la acción
campesina. Mantiene para ello una estrecha vinculación con la FENOC y los
militantes políticos que trabajan en ella.
Para inicios de los años 80 agrupa a 26 organizaciones afiliadas y ha
La UROCAL
Situada en una zona de larga experiencia de lucha por la tierra, la
Unión Regional de Organizaciones Campesinas del Litoral tiene múltiples
semejanzas con los campesinos de Vinces y Baba , con los que mantiene flui-
das relaciones. La UROCAL tiene su ámbito de acción en la zona donde con-
fluyen tres provincias : Guayas, El Oro y Azuay , situación que en no pocas
ocasiones le permitió defenderse provocando conflictos de competencia ad-
ministrativa.
La zona tiene una larga trayectoria de lucha , que se inicia a mediados
de los ai'ios 50. La mayor parte de tierras donde ahora viven los campesinos,
pertenecían a la United Fruit Company , que constituyó allí un enclave bana-
nero en 1936. La entrada de migrantes azuayos que ocupaban paulatinamen-
te tierras del enclave en la zona de Zhumiral, desencadenó la primera expe-
riencia de lucha. Al intentar la Compai'i ía expulsarlos , establecen contactos
con la Federación de Trabajadores del Guayas, afiliada a la CTE , de la que
reciben apoyo legal, cursos de capacitación , etc . El éxito obtenido inicial-
mente , al que se sumó poco después la salida del país de la United , consolidó
las relaciones con los trabajadores de la hacienda.
Sin embargo, los años 60 son escenario de una fuerte represión y de
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la Federación Shuar
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Introducción
Durante la última década, el conocimiento sobre las comunidades
campesinas en los Andes se ha visto enriquecido desde diversas perspectivas.
Han contribuido a ello antropólogos, historiadores, economistas y agróno-
mos, tanto desde investigaciones individuales como a partir de esfuerzos in-
terdisciplinarios que han producido ricas experiencias.
Además del caudal de datos acerca de la realidad campesina , las in-
vestigaciones han producido la necesidad de repensar los conceptos teóricos
utilizados hasta el momento para explicar la realidad de la organización cam-
pesina en los Andes. Esta necesidad , convertida ya en exigencia , no surge de
intentos "culturalistas"; por el contrario, surge desde posiciones que integran
al campesino andino en el conjunto económico, social, cultural y político del
país , considerándolo como uno de los más importantes actores del proceso
nacional en todos los aspectos mencionados.
(*) Este artículo forma parte de una investigación mayor que , sobre comunidades cam-
pesinas, la autora viene desarrollando en el Instituto de Estudios Peruanos.
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sólo mercancía. Esto es así porque, en la mayoría de los casos, quienes lo rea-
lizan no están "libres" para ofrecerlo y quienes lo necesitan tampoco lo están
para adquirirlo.
De lo que hemos explicado en el acá pite anterior se deduce que el tra-
bajo está "dentro" de una serie de instituciones y que para obtenerlo y ofre-
cerlo hay que participar en ellas. El derecho a la participación se adquiere a
través del parentesco , que otorga acceso no sólo al bien productivo , sino tam-
bién a parientes y lo que éstos significan en los Andes: una red de relaciones
sociales que conllevan derechos y obligaciones, uno de cuyos vehículos de
"cumplimiento" es el trabajo. Así, en las comunidades andinas, el acceso a
recursos productivos arrastra acceso a mano de obra. Igualmente, los límites
de las relaciones de trabajo de una familia están señalados por las institucio-
nes a las cuales pertenece. Las más importantes son la comunidad y el grupo
de parientes en sus distintas manifestaciones: grupos de pastoreo de ganado,
grupos de ayuda para labores agrícolas, etc. Todos éstos se forman tomando
en cuenta las características demográficas de las familias que los componen y
las características de la demanda de mano de obra de los recursos que dichas
familias poseen.
Dentro de estos grupos, la valoración del trabajo tiene características
cualitativas, de las cuales quizá la más importante sea el compromiso de retri-
buir cualquier prestación recibida(4). Esto está garantizado por el hecho de
que las interacciones laborales se llevan a cabo dentro de una estructura de
parientes que sanciona los deberes y los derechos.
El hecho de interactuar en instituciones otorga derechos que no pue-
den reemplazarse a plenitud solamente con dinero , sino que , en el caso de
que este último sea usado como medio para obtener trabajo, debe estar
acompañado de una serie de actividades cuasi rituales: los "peones" se consi-
guen "rogándoles" o rodeándoles de favores ; en el momento mismo del tra-
bajo se debe ofrecer coca, servir buena comida y hasta hay labores agrícolas
en las que se sirven platos señalados por la costumbre. Finalmente, entre "co-
nocidos" la relación no concluye cuando se acaba la tarea y se " paga" la can-
tidad de dinero convenida: por el trabajo recibido se ha contraído una obli-
gación. Entre "iguales", ésta consiste en estar dispuesto a devolver el trabajo ,
quizá también a cambio de dinero , cuando le sea solicitado. Entre quienes
tienen posiciones económicas distintas, la obligación , de parte de quien tiene
mejor economía , consistirá, por ejemplo , en apadrinar al hijo de quien le da
su trabajo , en prestarle dinero o insumos cuando lo necesite, etc. Por su par-
te, el peón deberá estar dispuesto a realizar prestaciones laborales cada vez
que sea requerido , si no quiere deteriorar la relación.
Lo anterior, sin embargo, no niega el desarrollo del proceso de estra-
tificación dentro de las comunidades y entre ellas. Uno de los rasgos que hace
evidente la existencia de estratos económicos entre los agricultores de lasco-
munidades andinas es la diferencia que existe con respecto a la mercantiliza-
ción de sus cultivos y ganado . Esto último tiene importantes repercusiones
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mos de insumos o el permiso para cultivar una chacra. permiten contar con el
trabajo necesario para la producción oportuna de bienes.
Los flujos "asimétricos" de trabajo , sin embargo. no dan lugar en to-
dos los casos a procesos de diferenciación( 15) . Las circunstancias en que hay
posibilidades de generar excedentes acumulables son poco frecuentes en estas
comunidades y generalmente surgen en condiciones excepcionales de alta
productividad. donde las tasas de renta diferencial dan lugar a la existencia ele
comuneros privilegiados. q uc acumulan invirtiendo en el comercio los e xce-
dentes de la agricultura o ganadería( 16). El origen de estas comunidades no
está vinculado a haciendas. aunque pueden haber tenido problemas con éstas.
sobre todo por el control de pastizales. Los terrenos de estas comunidades
necesitan fuertes inversiones de mano de obra debido a las dificultades de
mecanización del trabajo , ya que por lo general se trata de parcelas con pen-
dientes pronunciadas. en valles estrechos. Las comunidades de la sierra de
Lima y las llamadas comunidades "intermedias" del valle del Mantaro son
altamente representativas de este tipo de aldeas.
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A manera de co11clusio11es
NOTAS:
(6) En este sentido es bastante ilustrativo el caso de Muquiyauyo descrito por Grondin
(1978).
(7) Esto no quiere decir que estos campesinos no vendan sus productos para obtener di-
nero . Sí los venden , pero el trabajo no forma parte del cálculo de sus costos de pro-
du cció n frente al mercado ; por otro lado , la perte nencia a instituciones no es una
"estrategia de abaratamiento de costos", como ocurre co n los productores "mercan-
tilizados".
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(8) En las comunidades productoras de papa del distrito de Comas (Concepción, Junín),
todas las familias con las que hemos trabajado recientemente (agosto, 1984) mani-
festaron su preferencia por entregar o recibir productos, trabajo o insumos indus-
triales a cambio de las prestaciones laborales. Para quienes retribuían con produc-
tos, es una forma de abaratar costos de producción, de conseguir mano de obra rápi-
damente y de comprometerla (más eficazmente que adelantando dinero) para próxi-
mos trabajos. Para los "jornaleros" es una forma de protegerse contra la inflación :
"con cinco mil soles que te dan sólo compras dos kilos de fideos ... Si recibes papa,
siquiera llevas tres arrobitas ... Eso dura más ... " . (Notas de campo, agosto, 1984).
(9) Los esfuerzos de inversión tecnológica como los de Huayopampa (Fuenzalida et al.
1968) son excepciones.
(I O) Así, los clubes de residentes no sirven sólo para adaptarse a las nuevas formas de
vida en minas o ciudades, sino que también son una forma de mantener vigentes sus
derechos de participación en las bases económicas agropecuarias de sus lugares de
origen y de cumplir las obligaciones que posibiliten el ejercicio de derechos.
(11) En la comunidad de Culluchaca (Huanta, Ayacucho) ocurrió un problema que pue-
de ilustrar lo que decimos. En los terrenos comunales de este lugar se cultiva papa
amarga y otros tubérculos y cereales de altura. También se crían ovejas. La venta de
ovejas provee de dinero, en tanto que los tubérculos y cereales son la fuente de ali-
mentos.
La comunidad está dividida en varios "pagos" ubicados en distintas zonas altitudi-
nales, unos para el pastoreo, otros para la agricultura. Los comuneros tienen acceso
a la producción en todos los pagos, en tanto que la residencia está circunscrita a uno
de ellos. Ocurrió que cuando los habitantes de uno de los pagos ganaderos decidie-
ron separarse de la comunidad para así beneficiarse del recurso más productivo , las
autoridades centrales les dieron "amplia libertad" para hacerlo, a cambio de prohi-
birles el acceso a las zonas agrícolas que continuaban bajo la administración de Cu-
lluchaca. Ante esto, los "rupturistas" respondieron : "No nos podemos separar, tan-
to arriba como abajo de igual comemos, trabajamos ... "(Vergara, Arguedas y Zaga
1981: 70).
(12) En la comunidad de Pin·chimuro, en la provincia de Quispicanchis,Cusco :
"El Ararihua es el responsable de la protección de las chacras, haciendo ofrendas a
la tierra a lo largo del año a otros dioses relacionados también con las chacras. Esto
implica fuertes gastos de tiempo y dinero. El Qollana y el Kayhua son los conducto-
res de las faenas comunales y responsables de las ofrendas que se hacen en el Carna-
val al Apu Malmay, divinidad local estrechamente vinculada a la tierra, que tiene el
poder de controlar el destino de la papa ( .. . ). Los carguyoq son funcionarios que
proveen de alimentos, bebidas y coca ... " (Gow y Condori 1976).
( 13) Las comunidades de las alturas de la zona del Valle Sagrado, en el Cusco, en su re-
glamento de sanciones exceptúan del pago de multas por inasistencia a faenas a
aquellos comuneros que se encuentran trabajando temporalmente en la selva (Notas
de campo, diciembre 1984).
(14) Los abonos químicos no rompen necesariamente esta técnica de cultivo. Por un
lado, los fertilizantes artificiales pueden combinarse exitosamente con la técnica de
cultivo de las moyas ; por otro lado, la acción nociva de los abonos químicos ya se
está haciendo presente con mucha fuerza en la agricultura campesina, la que por ello
vuelve a los llamados "métodos tradicionales" . Si a esto le sumamos el alza crecien-
te del precio de los insumos y la disminución de los precios para los productos agrí-
colas, confirmaremos las evidencias del retorno al sistema tradicional de rotación en
los terrenos "secarrones". Por otra parte, es un error pensar que el sustrato tecnoló-
gico comunal se mantiene debido a la naturaleza no mercantil de los productos que
allí se cultiva. Nos sorprendió la evidencia hallada en Comas (Junín), una comuni-
dad donde la papa es el cultivo comercial por excelencia, que ha "invadido" todas
las zonas productivas: no sólo los campesinos debían mantener el rol de rotación,
que por supuesto involucraba terrenos extensísimos, sino que hasta las comunida-
des vecinas que tenían problemas de linderos con Comas, debían someterse a los re-
glamentos para el cultivo de estos sectores (Notas de campo, agosto 1984 ). Por su-
puesto que también existen comunidades donde este sistema está en proceso de ex-
tinción o ya ha desaparecido, definitiva o momentáneamente. Sin embargo, no cree-
mos que se trate de un efecto del mercado que a secas privatiza la· tierra y rompe
con los esquemas comunales de producción. Este efecto también tiene que ver con
la presión demográfica dentro de las comunidades, que modifica el sistema de repar-
to de terrenos de secano y en algunos casos lo hace desaparecer. En algunas comuni-
dades de las alturas del distrito de Pisac (Cusco), los turnos se han reducido de 8 a 4
sectores o de 6 a 3, etc. para posibilitar el acceso de nuevos comuneros a esas tierras.
En otras comunidades, después de haber desaparecido, el sistema de rotación comu-
nal ha sido reactivado . Lo curioso es que en todos los casos las decisiones sobre las
modificaciones en el manejo de los terrenos de secano se tomaron en asamblea co-
munal (Notas de campo, diciembre 1984).
(l 5) Poniendo como ejemplo una situación extrema, puede ocurrir que una viuda ceda
terrenos en aparcería a sus nietos porque son la única fuerza de trabajo con que
cuenta y para ella ceder tierras es la forma más fácil de retribuir. Puede suceder
también que un campesino ganadero, dueño de doscientas ovejas, sea parte de una
estancia que se beneficia del trabajo de un pariente pobre. En ninguno de estos dos
casos, a pesar de haber flujos asimétricos de mano de obra, se está frente a una rela-
ción de diferenciación entre campesinos, porque ni la viuda ni el ganadero están en
condiciones de generar excedentes acumulables.
(17) Cuando la comunidad es también capital de distrito, las tareas municipales se con-
funden con las comunales. En muchos casos la comunidad,como institución, desa-
parece para ceder su lugar a la municipalidad, que entonces se ocupa de convocar a
faenas de limpieza de carreteras, construcción de escuelas, etc.
( 18) Existen instancias diversas de asociaciones cooperativas, pero están destinadas a -.:on-
seguir metas individuales que consisten en obtener beneficios "comerciales". Las
redes de familias extensas son algo así como "cooperativas familiares", donde el
principio básico es el trabajo común de todos los miembros para la obtención de
mayores ganancias monetarias individuales. Alderson Smith (l 979) se refiere a estas
cooperativas familiares como "confederaciones" de familias y Pilar Campaña (l 981)
las llama "empresas multifamiliares". Estos estudios se refieren al valle del Mantaro,
pero creemos que sus rasgos son compartidos por familias campesinas de otras zonas.
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conflicto (lzko 1985). Somos concientes, sin embargo, de que allí donde la
reproducción de cada núcleo doméstico y de cada familia no depende ya de
¡) Jguna manera de la instancia propiamente comunitaria, la comunidad corre
el riesgo de disolverse, a no ser que se convierta en un mero "flatus vocis" ,
vaciada de todo contenido.
Hubiera sido útil. dada la complejidad y, a la vez , la especificidad
relativa de los componentes esenciales de la realidad comunitaria, considerar
separadamente cada uno de ellos: la estructura económica, la organización
socio-poi ítica, la dimensión mágico-religiosa . En una investigación que veni-
mos realizando durante los últimos años analizamos todos esos niveles. Por
razones de tiempo y espacio, sin embargo , nos concentraremos aquí en el
análisis de la estructura socio-económica de las comunidades andinas, aunque
haremos también algunas referencias a la organización política y a la dimen-
sión mágico-religiosa, entretejidas con algunas consideraciones sobre ideolo-
gía y simbolismo (2).
mente las tierras de valle . Algunos las han perdido en épocas recientes, como
los Sikuya de la puna en el Norte de Potosí (lzko 1986a) o los Sakaka en re-
lación a las zonas más bajas de su antiguo territorio (lzko 1986b ). En el pri-
mer caso, los Sikuyas del valle, interrumpidos sus vínculos con el ayllu de
puna a raíz de la Reforma Agraria, han reconstituido el modelo de control
vertical dentro del ecosistema de valle.
Otros grupos étnicos perdieron mucho antes, por motivos diversos, el
acceso a los recursos del valle. Confederaciones étnicas como los Qaranqa o
los Killaka/ Asanaqi del Altiplano de Oruro tenían acceso directo a la costa
del Pacífico (Qaranqa), a los "yungas" productores de coca de Pocona-
Cochabamba y al maíz y ají de Tomina/Sucre (Qaranqa) y de los valles nor-
teposinos (Espinosa Soriano 1981; Riviere 1982: 19 y ss.; cf. Harris 1985).
Todavía a principios de siglo controlaban tierras en los valles de Sucre. A par-
tir de 1890, sin embargo, las Mesas revisitadoras comenzaron a distribuir tí-
tulos individuales a los comunarios para que pudieran enajenar sus tierras,
conforme a las leyes de Ex vinculación (1874 ), que perseguían la disolución
del régimen comunitario (cf. Platt 1982b). Así. los ayllus de Oruro y de
otras áreas limítrofes (Yampara de Chuquisaca, Tinquipaya de Potosí) fue-
ron perdiendo el acceso a sus tierras de valle a través de mecanismos diversos :
" interés" de la oligarquía sucrense por los valles más feraces para convertirlos
en Jugar de recreo . presión de la decadente minería de la plata que buscaba
reinvertir en la tierra, enajenación obligada de tierras para la cancelación de
deudas, venta "voluntaria" de las tierras remanentes por ser insuficientes
para garantizar la subsistencia, etc. En algunos casos se llegó a la disolución
de todo el grupo étnico , privado de sus tierras más fértiles, y en otros los ex
comunarios pasaron a ser colonos de sus antiguas tierras de ayllu , convertidas
en hacienda (Langer 1984 : 90 y ss., 101-103, 108). Algunas unidades domés-
ticas de Killakas y Pampa Aullagas (Oruro ), sin embargo, parecen conservar
todavía tierras en los valles de Sucre ( Riviere 1982 ).
De cualquier manera , el ideal andino de controlar un máximo de pi-
sos ecológicos ha pervivido , adaptado a las características del microespacio .
Preston (1973 : 117 y ss.) ha llamado la atención , por ejemplo , sobre la exis-
tencia de microclimas en el aparentemente uniforme altiplano orureño , lle-
gando a distinguir hasta ocho microniveles en algunas comunidades de la re-
gión, como sucede en Escara . Riviere ( 1982: 241) afirma que el patrón ocu-
pacional del espacio en los ayllus de Sabaya (Oruro) prevé , allí donde es posi-
b1e, que todas las estancias posean un sector de pampa y otro de ladera. Un
modelo semejante es sugerido también por Molina Rivero (s/f) a propósito
de los ayllus de Pampa Aullagas (Oruro). Albó (1972 : 802), por su parte,
confirma también la existencia de un patrón similar en relación a la mayor
parte de las comunidades y neo-comunidades de Jesús de Machaka , quepo-
seen enclaves o, con mayor frecuencia , terrenos de forma transversal alargada
en los dos microniveles ecológicos de la zona (laderas de cerro/pampa).
Al deseo de controlar directamente la más amplia gama posible de
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de los ayllus Kanasa y, sobre todo, Qullana (Sabaya) tienen acceso a pastos
naturales irrigados y semi-pantanosos (bofedales). lo que pennite una cría
extensiva de camélidos. A medida que se desciende hacia el sur, sin embargo,
las praderas de t'ula y paja brava se vuelven predominantes, alternando con
arenales y pampas saladas que hacen difícil o imposible la cría de ganado
(Riviere 1982: 275; 1983a: 57-58). En otras circunstancias. como sucede en
Pampa Aullagas. la extrema aridez de las tierras de pastoreo de una determi-
nada estancia obliga a algunas familias a recurrir coyunturalmente al présta-
mo de pastizales ; otras no utilizan los pastizales comunales por carecer de
rebaños (Molina Rivero s/f).
Además de la propiedad de un número mayor o menor de animales,
la densidad poblacional de cada segmento es también un elemento importan-
te que distorsiona y hace altamente diferencial el acceso a la tierra. El factor
demográfico va unido a veces a otros factores relacionados con la discrimina-
ción interétnica, aun dentro de la común etnicidad andina .
Por otra parte, en algunas sociedades básicamente agrarias, como
lrpa Chico o el ayllu Sakha (Sakaka). la escasez de tierras individuales, debi-
do a la presión demográfica y al deterioro del suelo, se ha traducido en el
fraccionamiento progresivo y la asignación individual de fas tierras comuna-
les, teóricamente "sobrantes" , aunque utilizadas de hecho hasta entonces
como campos de pastoreo comunal. En el caso de lrpa Chico, sin embargo.
los mejores pastizales eran ya de propiedad individual (Carter y Mamani
1982: 25). al contrario del ayllu Sakha, donqe la distribución de los pastos
comuna les ha causado problemas a la ganadería (Mamani 1978: 89).
Existe , además, una segunda categoría de tierras, denominadas aynu-
qas (La Paz) o mantas (Oruro , Norte de Potosí, Cochabamba), sobre las que
pesa una instancia colectiva , aunque son usufructuadas individualmente por
cada unidad productiva. que suele poseer en cada aynuqa o manta una o va-
rias parcelas llamadas qallpa (6).
La propiedad de las aynuqas o mantas es todavía colectiva en muchos
lugares. aunque otras veces cada campesino posee título de propiedad indivi-
dual para el conjunto de sus qallpa (Preston 1974; cf. Harris 1982: 74 ). De
todas maneras, la comunidad decide. por razones "técnicas", cuándo sembrar
(con qué producto a veces), qué ciclo de rotación se debe establecer en cada
mallfa o aynuqa , conforme a la secuencia cultivo-pastoreo-barbecho , y qué
período mínimo de descanso debe tener cada manta. de acuerdo a su locali-
zación y a la calidad de la tierra.
El número y la calidad de las mantas suele variar ele una estancia a
otra; pero en algunos ayllus, el Jukumani (Norte de Potosí), por ejemplo.
todas las estancias tienen acceso al mismo número de mantas (siete) , aunque
el tamaño de las mantas parece aumentar con la altura. en relación probable
con la menor calidad de las tierras; y en cada una de las siete mantas existe
una qallpa wmunitaria, para uso exclusivo de las principales autoridades
anuales del ayllu (Segunda Mayor y Jilanqu ), en función de su servicio a la
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que los Chipaya tuvieron que reaccionar frente a un medio hostil. Como
otros sub-grupos urus, todavía sobrevivientes aun a costa de haber perdido
gran parte de su antigua identidad , a medida que el lago Coipasa fue retirán-
dose y sus territorios acuáticos iniciales se secaron, fueron asumiendo gra-
dualment e la agricultura (quinua) y la ganadería (chanchos, ovinos y caméli-
dos) para compensar la pérdida de su anterior ecosistema, obligados además
por las pesadas cargas tributarias a producir más de lo necesario para su sub-
sistencia, aunque mantuvieron de diversas maneras la caza, la pesca y la reco-
lección . La práctica de irrigar los terrenos, concretamente, parece remontarse
al siglo XVII: ya en 1667 los Chipayas manifiestan utilizar el agua del río
Lauca "para regar las pampas" , aunque no con la finalidad de desalinizar las
tierras para cultivar la quinua, sino para que se criaran en ellas peces y raí-
ces comestibles; es decir, en función de una economía basada todavía en la
pesca y la recolección. Convertidos por necesidad en "hombres de tierra fir-
me", no por eso han olvidado su antigua "cultura de agua", sino que la han
adaptado admirablemente a las nuevas circunstancias, conservando al mismo
tiempo su identidad diferencial, aunque Wachtel (1981 : 199) augure la pro-
gresiva conversión de los Chipaya en "campesinos" relativamente indiferen-
ciados de los demás campesinos (cf. Pauwels 1983 : 277 , nota 2 ; 283 , 341 y
SS.).
Las normas existentes sobre transferencia de recursos, por otra parte,
están estrechamente ligadas al acceso a los mismos y son un buen indicador
de la mayor o menor vigencia de lo comunitario.
Desde un punto de vista jurídico, como reconoce la Ley de Reforma
Agraria de 1953 , "las comunidades originarias son propietarias privadas de
las tierras que poseen en conjunto", sancionando al mismo tiempo la práctica
de que cada familia posea en "propiedad privada familiar" las asignaciones
hechas por las Revisitas o reconocidas por la costumbre (Tit. 11 , cap . XI , art.
57) (cf. Urquidi 1982 : 129-30; Platt 1982b : 148 y ss. ). En los hechos, la ma-
yoría de los ayllus conservan todavía un control suficiente, en términos de
propiedad comunitaria. sobre el acceso a los recursos, en principio inaliena-
bles sin el co nsentimiento de la comunidad , aun donde las posesiones familia-
res han sido ya asignadas en propiedad privada por el Consejo Nacional de
Reforma Agraria. En muchas ocasiones, los campesinos perciben su situación
jurídica de forma diversa y siguen considerándose, como en el pasado, usu-
fructuarios de terrenos que creen todavía de propiedad estatal.
De todas maneras, la comunidad sigue poseyendo un control radical
sobre la tierra, particularmente vivo en el Norte de Potosí. Dicho control
puede manifestarse bajo la forma de expulsión del ayllu y confiscación de las
tierras, cuando un campesino se niega a desempeñar el cargo de jilakata , obli-
gatorio para todos los que tienen acceso directo a la tierra (cf. Albó 1982 :
25).
En otros lugares, dichas prácticas están más atenuadas o han desapa-
recido. En los ayllus de Turco, por ejemplo, la Brigada Móvil del Consejo Na-
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cional de Reforma Agraria, con la intención de fijar los I ímites de los diferen-
tes ayllus en relación a sus habitantes, cometió el error de considerar como
únicos propietarios a los habitantes locales. Se elaboraron los planos de cada
parcialidad y se confeccionó la lista de los propietarios de cada una de ellas;
pero no se tuvo en cuenta la disposición espacial de los diferentes ayllus en
relación al acceso a los diversos microclimas, traducido a veces en la fragmen-
tación territorial de un mismo ayllu. Así, en lugar de reconocer a todos los
miembros de un determinado ayllu o segmento de ayllu como propietarios
conjuntos de todo el territorio común, se registró solamente a los habitantes
locales como propietarios del segmento correspondiente, adjudicándose a
veces pequefios territorios a solamente un par de comunarios. Esta medida.
aunque no provocó la desintegración del ayllu , facilitó una mayor "cantoni-
zación" y una segmentación interna , que es invocada a veces para no prestar
servicios comUJ1ales a cambio de la posesión del terreno (Pauwels 1982: 406-
407).
Por lo que se refiere a las modalidades más usuales de transferencia
de recursos, la herencia se ha convertido con el tiempo en el mecanismo "tra-
dicional" por excelencia, particularmente en relación a la tierra. desaparecida
o solamente residual su redistribución periódica. En el acceso a la tierra rigen
todavía, como sefialábamos antes, los modelos patrilineales y la asignación de
tierras a los hijos varones, aunque el nivel de tenencia de las hijas mujeres
tiende a homologarse crecientemente al de los hombres en muchos lugares.
En los animales y en los demás bienes tienden a prevalecer, en cambio, mode-
los bilaterales. La mayor o menor vigencia de uno u otro modelo condiciona.
sin embargo, el tipo de estrategias matrimoniales y la dinamización de uno u
otro mecanismo de circulación de productos o de acceso a recursos económi-
cos complementarios. aunque carecemos de estudios que evalúen de manera
suficiente este conjunto de factores, teniendo en cuenta sobre todo el progre-
sivo deterioro y fragmentación de la tierra y la creciente importancia de
otros recursos no-tradicionales. La manera usual como un campesino de ayllu
accede a los recursos de otro ayllu o comunidad distinto del suyo, por otra
parte. es a través del matrimonio exógamo con una campesina dotada de tie-
rras. Ello sucede también en ex haciendas localizadas en zona de ayllus (cf.
lzko 1986a).
En este breve recorrido a través de las diversas modalidades de acceso
a los recursos naturales puede intuirse ya la actuación de una instancia comu-
nitaria que garantiza y regula, bajo ciertas condiciones, su utilización . Hemos
podido intuir también, sin embargo, la existencia de espacios no controlados
por la comunidad, donde la interacción de diversos factores (lo individual y
lo colectivo, lo intracomunitario y lo extracomunitario , los recursos tradicio-
nales y los no tradicionales) replantea la pregunta acerca de la función y los
límites de lo comunitario. Retomemos, pues, el hilo conductor de la comuni-
dad e intentemos analizar de manera más precisa su dinámica y su funciona-
miento.
otros grupos situados fuera de su entorno más inmediato (cf. Goetz 1971 :
6-9; Godelier 1978: 55, 136, 244).
Como hemos postulado en referencia al Norte de Potosí, la noción de
territorio, necesaria en nuestro caso para la constitución del espacio político
"aylluno", habría surgido en relación al crecimiento del grupo patrilocal, pa-
ralelo a la ampliación del número de alianzas con otros grupos patrilocales, y
a la consiguiente necesidad de delimitar el espacio compartido, asegurando el
común acceso a pastos y cultivos, instituyendo un sistema de autoridad
supra-familiar y organizando la defensa del territorio frente a las intrusiones
de un real o potencial enemigo. La dimensión ritual, articulada parcialmente
sobre la existencia de antepasados míticos comunes, localizados "líticamen-
te" en el territorio, y otros signos de identidad compartidos (lengua y vestido
en particular) refuerzan ulteriormente la cohesión del grupo. Poco a poco, el
territorio va extendiéndose acumulativamente y van generándose las primeras
divisiones del espacio político (lzko s/f; cf. Bouysse-Cassagne 1978, 1980;
Rasnake s/f; Platt s/f a y b ).
La organización actual de los grandes ayllus refleja, en todo caso, la
constitución del espacio político a partir del espacio económico y del sistema
de parentesco. La unidad inicial de organización del espacio, la comunidad
de tipo aldea o "cabildo t', como es designada en el Norte de Potosí, presupo-
ne la conjunción de varios grupos patrilocales con sus tierras. A veces, sin em-
bargo, no existe una nucleación en forma de pequeña aldea, sino una serie de
"ranchos" o "estancias" dispersas, que corresponden, sin embargo, a uno o
varios grupos patrilocales y son homologables a pequeñas comunidades de
tipo aldea en el caso de Oruro. En la base de cada grupo patrilocal encontra-
mos, a su vez, un número variable de unidades domésticas.
El cabildo o la estancia no viven aislados en su territorio más inme-
diato, sino que mantienen lazos diversos con otras estancias o cabildos situa-
dos en los alrededores e incluso en zonas ecológicas complementarias. En
este sentido, la inserción de cada cabildo o estancia en el microespacio señala
al mismo tiempo su incorporación a la totalidad del territorio poblado por
un mismo grupo étnico . Existen, sin embargo, algunas estructuras mediado-
ras de esta inserción . Platt (1978) sugiere, por ejemplo, ~l nombre de ayllu
menor , en referencia al ayllu Macha (Norte de Potosí), para nombrar la agru-
pación de un número variable de cabildos o ayllus mínimos , en una termino- ·
logía que intenta aclimatar la ya elaborada por Evans Pritchard a propósito
de los segmentos de linaje de los Nuer ( 1940). Un conjunto variable de ayllus
menores conforma, a su vez, un ayl/u mayor o mitad (saya): aransaya o alax-
saya (mitad de arriba) y urinsaya o ma"saya (mitad de abajo). Ambas mitades
conforman, finalmente, el ayllu máximo, o la totalidad del grupo étnico
(11 ) .
De cualquier manera, las actividades propiamente económicas se con-
centran en los niveles iniciales de la organización del espacio (núcleo domés-
tico y grupo patrilocal, estancia o cabildo, ayllu menor en ocasiones); pero
18 %del total producido , mientras que más de la mitad (53 %) de las unidades
domésticas encuestadas, la mayoría no productoras de maíz, declararon no
vender nada de su producción (Platt 1982a: 29, 58-61 ). El dinero obtenido
con la venta de los productos suele ser destinado a bienes de consumo y, en
lugares como Ravelo, a la compra de insumos no producidos por la economía
doméstica (ib.: 6 7, nota 34 ); el mercado asume, entonces, una función repro-
ductiva en relación a la unidad de producción, aunque en otros casos (el 53 %
que declara no vender nada) la economía campesina no parece depender del
mercado para su reproducción. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que
la escasez de tierra o la falta de animales pueden obligar al campesino a incre-
mentar el ritmo de la migración estacional a los centros mineros o a las plan-
taciones de azúcar de Santa Cruz, en los meses de inactividad agrícola, para
asegurar el acceso a una serie de artículos no producidos por la unidad do-
méstica, aumentando el grado de subordinación al mercado. El 51.6 % de
las unidades domésticas expulsaban fuerza de trabajo estacional, con un pro-
medio de tres meses de ausencia. En conjunto, la situación del entorno rural
minero no se adecúa tanto a la existencia de un "ejército de reserva" de
mano de obra, cuyas dimensiones serían resultado exclusivo de las fluctua-
ciones de la demanda, cuanto a una suerte de "estructura de suplencia"
afianzada en la vigencia de los mecanismos locales de distribución y acceso a
la tierra, que se traduce en una utilización coyuntural , por parte del mercado
de trabajo, del "desempleo estacional" del campesino (Platt 1982a: 46) (13 ).
Los niveles de consumo y venta, por otra parte, guardan una cierta
proporción con los de producción, como sucede en otros ayllus nortepoto-
sinos; es decir, a mayor capacidad productiva, mayor capacidad de consumo
y de venta. La cantidad producida es de 135 arrobas promedio en los princi-
pales rubros productivos (papa, oca, maíz, trigo , cebada): 195 en Payruma-
ni (comunidad de ex hacienda perteneciente en tiempos a un ayllu origina-
rio), 112 en Jatun Jila (ayllu Qhana) y 99 en Sikuya (comunidad originaria
desvinculada de su ayllu de puna). La cantidad consumida representa el
68.2 %del total producido, mientras que las ventas cubren solamente el 13.4 %
(21.2 %en Payrumani, 4.3 %en Jatun Jila y 3.8 %en Sikuya). El 18.4 %restan-
te es destinado a semilla y, en menor grado , al trueque o a la cancelación de
deudas en especies (14.5 %en Payrumani, 21.5 %en Jatun Jila y 23.8 %en Si-
kuya) . Por lo que se refiere a los animales, la diferencia entre unidades
domésticas y comunidades no es tan acentuada. Los bajos niveles de consu-
mo (tres animales promedio al año) y de venta (0.6) se explican teniendo
en cuenta que la mayoría de ellos son utilizados para abonar las parcelas.
A nivel agrícola, las diferencias se explican en gran medida debido a la pri-
vilegiada situación de Payrumani. Localizada en el límite superior del eco-
sistema de valle, en una fértil hoyada que concentra una relativa variedad de
microclimas, la tenencia de la tierra corresponde prácticamente al patrón de
cultivo bizonal (puna-valle), lo que permite obtener mayores niveles de pro-
ducción (14 ). El mayor porcentaje dedicado a la venta se debe en parte a
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viene tener en cuenta, sin embargo, que los altos niveles de autoconsumo
adquieren una significación distinta si son debidos a una involución de la pro-
ducción agrícola, destinada básicamente al consumo familiar, y al incremento
paralelo de las actividades no agrarias, que permiten obtener el dinero sufi-
ciente para cubrir las necesidades domésticas y reproducir incluso a veces· la
economía agraria , como sucede en otros lugares de los Andes (cf. Dandler
s/f).
En este sentido, no es infrecuente en el Altiplano Norte encontrar fa-
milias que mantienen el acceso a la tierra, pero obtienen la mayor parte de
sus ingresos de actividades no agrarias, como el comercio y la pequefia inter-
mediación , el contrabando (sobre todo en áreas fronterizas), las artesanías y
otras actividades "en propio", aunque en el caso de las artesanías, fácilmente
convertibles en dinero , los precios que pagan los intermediarios tienden a ser
menores que los costos de producción.
La circulación de bienes y dinero tiene, en cambio , características
diversas en una sociedad de pastores, donde los productos agrícolas suelen
ser destinados íntegramente al autoconsumo, mientras que los derivados del
ganado (camélidos y ovinos) vinculan estrechamente la economía doméstica
con el mercado. En Pampa Aullagas (Oruro ), por ejemplo, los productos ga-
naderos son orientados hacia el mercado regional; el dinero procedente de la
v.enta, combinado con el obtenido a través de la migración estacional a Santa
Cruz y centros urbanos o mineros, será destinado a la compra de diversos
productos manufacturados y, sobre todo , de la sal , el principal medio de in-
tercambio interecológico de cara a la complementación de la dieta familiar.
En otros lugares de Oruro , como los ayllus de Sabaya, más cercanos a
la frontera con Chile, la venta de un rebafio o el comercio de la sal pueden
proporcionar un capital de partida para insertarse en los circuitos comercia-
les, particularmente el contrabando, aun manteniendo el acceso a la tierra
(normalmente abandonada) y, sobre todo , a los rebafios, convertidos en una
suerte de capital de reserva. De esta manera , es posible acumular dinero sufi-
ciente para comprar uno o varios camiones (en Sabaya, con menos de 2,000
habitantes, hay más de 140) y una ca~a con una tienda en Oruro o La Paz
(Riviere 1983a: 58).
A menudo, sin embargo, la circulación de los objetos no puede ser
entendida sin una consideración paralela de la circulación del trabajo, que
cumple también a veces la función de asegurar la circulación de los produc-
tos.
Las relaciones de trabajo pueden revestir múltiples modalidades y
desempefiar muy diversas funciones. Carter y Albó (s/f) y Albó (1985: 14-
24, 31-38) distinguen entre "instituciones de trabajo colectivo", cuyo sujeto
y beneficiario a la vez es el conjunto de la comunidad, e "instituciones de
reciprocidad", caracterizadas por una circularidad restringida al ámbito inter-
familiar o interindividual.
Entre las primeras, son nombradas la jayma, faena o phayna (trabajo
suele recurrirse, más bien , a mano de obra asalariada (Prestan 1973 : 121,
123 ). Tampoco parece existir el ayni en el ayllu Totora (Potosí) , aunque
existen otras figuras de reciprocidad parcialmente semejantes, como el maki-
pura (Karen Naase, com. personal).
La mink'a consiste en intercambio de fuerza de trabajo por produc-
tos ("salario en especies") y no suele estar librada al azar, sino que presupone
la existencia de redes de relaciones previamente establecidas, que tienden a
transmitirse a veces de padres a hijos, aunque no han sido todavía suficiente-
mente estudiadas. De todos modos, suelen existir tiempos y lugares acorda-
dos de antemano , adonde los que solicitan una mink 'a acuden sin necesidad
de ser llamados. Por otra parte, resulta difícil eh la práctica que un campesi-
no necesitado de equilibrar su producción y su consumo no posea entre su
parentela o entre su red de relaciones a alguien en disponibilidad de "alqui-
lar" mano de obra a cambio de productos (lzko 1986a). Queda por explicar,
sin embargo, la racionalidad inscrita en el hecho de que quienes recurren a la
mink 'a acceden a niveles de consumo comparables a los del propietario de la
parcela (cf. Platt 1982a: 58-59) , aunque ello implique vender su fuerza de
trabajo. Los altos niveles de equivalencia entre fuerza de trabajo y producto ,
excesivos y absurdos desde una racionalidad capitalista , impiden pensar, sin
embargo , en cualquier extracción de "plusvalor" , y la "diferenciación em-
brionaria" a la que alude Platt debe ser referida, en todo caso , al conjunto de
elementos estructurales que hacen posible la existencia de campesinos "ri-
cos" y "pobres" (ver más abajo), pero no a la relación misma entre el pro-
ductor de maíz y el no productor, mediada por la mink 'a. En realidad, la
mink 'a es algo más que un simple intercambio de fuerza de trabajo por pro-
ductos; y ese "plus" hay que buscarlo precisamente en su función social, que
es la de permitir la redistribución del producto y la práctica igualación del
nivel de consumo, como el mismo Platt admite. Una racionalidad semejante
parece subyacer en la práctica del jalsaku (lit. "llamado") en los ayllus de
Pampa Aullagas , que implica el cuidado de los rebaños y de los cultivos por
un período prolongado de tiempo (varios meses o un año) , siendo retribuido
con la mitad de los productos agrícolas y de las crías reproducidas por los
rebaños (Malina Rivera s/f) .
El chuqu , finalmente, es una suerte del "grupo festivo de trabajo"
(Harris) en el que el beneficiario provee de comida y bebida a cambio del
trabajo realizado. Se realiza sobre todo con ocasión de las actividades agrí-
colas , particularmente la siembra y la cosecha, y sólo los campesinos más
pudientes pueden auspiciarlo. De todos modos, aunque el chuqu es a la vez
una "institución de trabajo colectivo" (Albó) y un "trabajo sin directo re-
torno" , pero sólo en relación a la inexistencia de un cálculo preciso de deu-
das y créditos (Harris), existe un cierto retorno programado (comida y be-
bida por trabajo) e incluso una reciprocidad "sui generis" inscrita en la mis-
ma práctica del chuqu , qu e funciona a veces como participación en el gasto .
Ello aparece claro, por ejemplo , en algunos lugares del ay llu Qhana , cuando
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Estudios y Debates _ _ _ __
NOTAS
(11) Este esquema es aplicable a otros ayllus nortepotosinos, e incluso del Centro de Po-
tosí (Yura) y de Cochabamba (Kirkyawi), aunque con algunas excepciones. Así,
en el ayllu Jukumani la división en mitades o sayas se aplica a cada uno de sus cua-
tro ayllus menores, estando ausente el nivel de ayllu mayor (Godoy 1983c : 6). En
algunos casos (ayllu Qhiina, algunos ayllus menores de Macha), el ayllu mínimo o
cabildo y el ayllu menor tienden a coincidir, mientras que en otros (Qhiina, Laymi ,
Yura, Kirkyawi) está ausente o prácticamente disuelto el nivel de mitad (Aransaya/
Urinsaya). En Sakaka, cada ayllu menor está dividido en "cuerpos" (mayor o me-
nor), evocando en parte la estructura somática de los ayllus de Jesús de Machaka,
aunque algunos ayllus conservan un solo "cuerpo" o varios "cuerpos mayores",
mientras que otros (el ayllu Chaykina) mantienen una división dual en mitades
(Aransaya/Urinsaya). En los ayllus de Oruro, el equivalente del ayllu máximo se
identifica con la "comunidad", referida a una ex reducción y su territorio circun-
dante, que preside la dinámica organizativa del ayllu. No existen tampoco ayllus
menores, cuyo equivalente aproximado es la estancia, como sucede en algunos
ayllus nortepotosinos. En Chipaya, mitades y ayllus son equivalentes, y en otras
zonas de Oruro han desaparecido las mitades (cf. Ayma 1977). En San Andrés de
Machaka, cada parcialidad (arriba/abajo-derecha/izquierda) se divide en comunida-
des o ayllus y cada comunidad, en estancias (Albó 1972 : 78). En otras "comunida-
des residuales" del Altiplano Norte, perdida hace tiempo su identidad macroterrito-
rial, ha desaparecido una organización semejante, incluidas las autoridades étnicas, y
las nuevas racionalidades han substituido o incorporado a las antiguas (Carter y Ma-
mani 1982 : 272 ; cf. Barnes 1970: 61 ; Buechler y Buechler 1971: 51 y ss. ; Albó
1985: 81-88).
(12) Diversos informes señalan que durante las últimas décadas asistimos a una suerte de
"despegue productivo" en algunos rubros de la economía agraria, debido aparente-
mente a cambios en las técnicas de producción y a la incorporación de nuevas tierras
al cultivo, combinado con el crecimiento poblacional, aunque la capacidad produc-
tiva de la economía agraria diste mucho de haber sido potenciada suficientemente .
El incremento de los niveles de autoconsumo y, a la vez, de venta de excedentes ha
sido normalmente proporcional al incremento productivo, aunque en diversos luga-
res el deterioro y fragmentación de la tierra, combinados con la expansión de las
actividades no-agrarias, se han traducido en una involución de la venta mercantil y
en el destino de la mayor parte de la producción al consumo familiar (cf. CEPAL
1982; Wennergen y Whitaker 1975). Pero, aunque puede intuirse el impacto de los
cambios en la economía campesina, seguimos sin conocer muchas veces la dinámica
concreta de los mismos.
Buena parte de los datos cuantitativos disponibles, aunque en gran medida insufi-
cientes para determinar las características estructurales de la economía campesina,
se refieren a la zona de ex haciendas. Ver Heyduck (197 4) para una pequeña sínte-
sis evaluativa del sistema de hacienda y la Reforma Agraria en las tierras altas boli-
vianas.
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(13) En otros contextos nortepotosinos, como el de las tres comunidades de valle estu-
diadas por nosotros (Izko 1986a), la racionalidad en la utilización de la tierra pone
de manifiesto , en primera instancia, una desproporción entre el nivel de producción
y el de tenencia, que refleja , además de diferencias en cuanto a la calidad de los te-
rrenos y el mayor o menor recurso a abono orgánico y /o fertilizantes, una tendencia
a la maximización de la capacidad productiva en los núcleos domésticos que poseen
nivel es bajos e intermedios de tenencia, cuya composición demográfica es simultá-
neamente ligeramente superior a la del resto. La misma tendencia se refleja en los
ritmos de descanso de las parcelas: en igualdad de condiciones demográficas, los que
tienen más parcelas tie nden a prolongar los períodos de descanso; los que poseen un
número menor, al contrario, so n más reacios a dejar descansar un mayor número de
parcelas por un período más prolongado de tiempo .
(15) Sabemos, por ejemplo, que la provincia de Chayanta (Norte de Potosí) era una de
las mayores productoras de trigo de Bolivia y que estaba fuertemente vinculada con
el mercado republicano a través de los mecanismos estatales de extracción de plus-
trabajo campesino, articulado sobre la venta mercantil de excedentes agrícolas y de
fuerza de trabajo para hacer frente a las obligaciones impositivas (Platt 1982b ; cf.
Grieshaber 1979). La vinculación con el mercado, sin embargo, era en gran medida
impuesta, aunque utilizada por las economías étnicas a través del kuraka, y respon-
día a una necesidad artificial de producir trigo y maíz excedentarios para hacer
frente al tributo. La ruina del mercantilismo local afectó sobre todo, por tanto, al
excede nte destinado a la cancelación del tributo, a raíz de la liberalización delco-
mercio y la substitución parcial del tributo. En todo caso, la vinculación del campe-
sino nortepotosino con el mercado no puede ser utilizada para afirmar que la repro-
ducción de la economía campesina dependía del mercado. Entonces, como ahora,
los ayllus locales poseían en su economía étnica las bases para la reproducción del
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COMENTARIOS
ción de la realidad nacional. En efecto, tras dual y lo colectivo están en el centro del
la abundancia de trabajos sobre la comuni- debate, mas no para contraponerlos me-
dad andina en el Perú, los investigadores cánicamente como se ha hecho a menu-
sienten cada vez más la necesidad de revisar do. De hecho, los dos son necesarios pa-
los conceptos teóricos que permitan redefi- ra la reproducción de la estructura fami-
nir la comunidad campesina, actualmente liar, si bien el contacto con el mercado
reconocida como un actor importante en el capitalista produce alteraciones que ge-
desarrollo nacional. neran conflictos.
Estos dos autores, De la Cadena e Izko, Es indudable que aquí De la Cadena co-
tratan de demostrar que a las característi- loca una piedra interesante en el edificio
cas endógenas de la comunidad se aúnan que toda una corriente de la antropología
elementos externos que la transforman sin se esfuerza por construir para tratar de de-
por tanto hacerla desaparecer. Así, pues, finir la comunidad andina hoy en día: en
hay que descubrir lo "andino" detrás de los primer lugar, reafirmando la necesidad de
efectos producidos por el mercado y, vice- redefinir los conceptos a la luz de las evo-
versa, revelar- los elementos mercantiles es- luciones conocidas y sin lamentarse por la
condidos en lo "andino". pérdida de una identidad mítica. No se tra-
Los dos artículos difieren en cuanto a ta de oponer sistemáticamente el "mundo
los temas escogidos por los autores para andino tradicional" al "mundo capitalista"
argumentar sus teorías. En efecto, Marisol para determinar cuál de los dos se impondrá
de la Cadena piensa, y nos parece que con sobre el otro. La autora deja entrever sobre
mucha razón, que la comprensión de sólo todo que cada uno de estos dos mundos ha
los aspectos económicos no es suficiente y debido transformarse y adaptarse al tener
que, de hecho, debe considerarse toda la contacto el uno con el otro, sabiendo muy
organización social, ya que ésta engloba la bien que este encuentro es también fuente
totalidad del orden reproductivo: ideología de conflictos.
política , economía y biología. Al contra- Por cierto, les queda mucho por hacer
rio, Xavier Izko decide centrar su análisis a todos aquellos que deberían estar intere-
sobre el aspecto socio-económico, por falta sados en el devenir de la comunidad campe-
de tiempo y espacio para abordar los otros sina (y no sólo a los antropólogos), al igual
aspectos de la estructura andina. Reconoce- que sobre el plano etnográfico, conceptual
mos que esto es muy lamentable, pues así y temático. Por ejemplo, nos parece impor-
¡el análisis aparece un poco truncado! tante examinar con atención las consecuen-
De la Cadena escoge tres puntos centra- cias que ya tiene el masivo éxodo rural so-
les de estudio para llevar a cabo su análisis: bre el futuro de la comunidad andina . Esta
La cooperación, que ella nos muestra cuestión, a la que la autora presta poca
como una tradición propiamente andi- atención finalmente, puede que no sólo sea
na, pero también como una solución un tema de moda.
perfectamente adaptada a las exigencias De su lado, Xavier Izko trata de la per-
del mercado capitalista. sistencia y cambio en las comunidades cam-
El trabajo y la producción para el mer- pesinas de Bolivia. El autor parte de varias
cado: aquí , asimismo , encontramos los premisas que lo han de llevar a analizar este
elementos verna culares también fuerte- fenómeno:
mente presentes y ligados al funciona- Según Izko, la persistencia y el cambio
miento de toda una serie de institucio- se inscriben dentro de un contexto que
nes comunales. Pero aun aquí la incesan- hace referencia a la totalidad cultural; es
te penetración del mercado capitalista decir que parten del núcleo doméstico
ha introducido componentes que a veces para llegar a la comunidad y luego a la
modifican seriamente el espíritu que ani- sociedad nacional; todas estas instancias,
ma el funcionamiento de estas institu- actuando unas sobre otras, van creando
ciones, aunque sin hacer que éstas ad- diversos tipos de relaciones.
quieran un carácter puramente capita- Hay que tener en cuenta todos los tipos
lista. de cambio, sean éstos endógenos, exóge-
La cooperación y el conflicto : lo indivi- nos o el resultado de estos dos mecanis-
que pone en circulación conceptos como pues todo tiene que ver con todo. Y lo que
" valores de uso", "modo de produ cción decía al comienzo : hay ya los materiales
mercantil simple" , "acumulación originaria suficientes como para que los que saben,
permanente", "modo de producción impro- puedan echarse un polvete teórico, de cu-
ductivo", "sobre determinación de la eco- yos lodos, con el tiempo y las lluvias, como
nomía en última instancia", etc. De la ana- en el caso de la verticalidad, podamos dis-
logía pasar a la anagogía (donde Jo elevado , frutar y hacer correr tinta, no sólo los que,
por supuesto , es Jo occidental) y de ahí cansados de novelas, hemos hecho de la li-
arribar a la mistagogía , religiosa o laica, de teratura etnológica un nuevo Festín de
izquierdas o derechas, es sólo cuestión de Esopo, sino sobre todo los indios, que con
inercia. estos conceptos tienen que volver a ligar los
En esta distinción entre don e intercam- descoyuntados miembros del Inka.
bio se basa la posibilidad de pensar otro ti-
po de desarrollo político y económico ; un (1) El gran objetivo del surrealismo fue ha-
desarrollo que, dado que en los Andes no cer tabla rasa con los valores de la civili-
hubo el genocidio de otros lugares, no es zación racionalista y cristiana de Occi-
sino el desbloqueo de Jo que ha quedado dente; luchó porqu e " la vida y la muer-
anastesiado, entumecido, por el "encuen- te, Jo real y lo ima~inario, Jo pasado y Jo
futuro, Jo comunicable y Jo incomuni-
tro" , como pronto, con ocasión del V Cen- cable, lo alto y Jo bajo , deJaran de ser
tenario , empezaremos a decir incluso los percioidos contradictorios' (Segundo
izquierdistas criollos civilizados. Pues los Manifiesto) . Si bien el surrealismo se es-
sujetos del sistema de la reciprocidad y la trelló contra un muro : el de la Tercera
redistribución existen y son la mayoría de Internacional, su fracaso es en realidad
este país; son también los benditos culpa- el de la tentativa revolucionaria: la res-
bles de que no funcione el capitalismo ; los puesta al tiempo rectilíneo . Si ahora vi-
que se niegan a ver el mundo como un con- vimos un nuevo tiempo axial y el tiem-
po de la Revuelta , ¿no sería surrealista
junto de cosas buenas y malas, unas henchi- desear que en los Andes se plasme el vie-
das del ser divino y otras roídas por la jo Sueño? (Cf. mi epílogo: "Pensar la
nada : he ahí su anti-cristianismo ; los que Revuelta" , a La dialéctica del don, vide
rehúsan ver la realidad como un conglome- infra).
rado de cosas útiles o nocivas: he ahí su
anti-capitalismo ; los que no se permiten, (2) Dialéctica del don, Ensayo sobre la eco-
sabiamente , ver el mundo como un objeto nomía de los pueblos indígenas, Hisbol,
o un grupo de objetos desnudos de todo La Pazi 1986 ; Contribuciones al etno-
valor, desprendido del espectador, pues desarro lo, s/f.
nunca es posible ver el objeto en sí ; siem-
pre está iluminado por el ojo que mira ,
siempre está moldeado por la mano que
acaricia , lo oprime o Jo empuña . El mundo Alexis Pérez Tarrico
no es un horizonte de utensilios, sino un Instituto Nacional de
campo magnético . Todo está vivo ; todo ha- Historia y Literatura
bla; todo emite signos. Casilla de correo 7846
"Esta reflexión crítica, a la luz de la lite- La Paz, · Bolivia
ratura antropológica" , que lleva a cabo
Izko, muestra una suerte de efervescencia
polisémica , de ebullición de significantes En el proceso de desarrollo de los pue-
en busca de macho que las preñe; atisbos, blos de América Latina , proceso conflictivo
guiños que deben ser pensados hasta el fi- y contradictorio, son las sociedades agrarias
nal y también -por qué no decirlo- un las que acusan, sin duda , mayor atraso y
cierto culto académico por la empiria de marginalidad , adquiriendo matices verdade-
sabor inequívocamente sajón , que en la ramente dramáticos en el espacio andino .
medida que deviene culto empieza a trai- Es un proceso de gran complejidad, es-
cionar esa abstracción del hecho en sí que, pecialmente en lo qu e se refiere a la repro-
como ya todo el mundo sabe, no ex iste, du cción de la organización social, identidad
gros son notables. Su programa, sin embar- asimismo, a los interminables tópicos etno-
go, conlleva una contradicción aún no re- esencialistas sobre una improbable "esen-
suelta: su subordinación al programa del cia" cultural andina y nos hacen recordar
movimiento obrero. Esto se expresa, por muy oportunamente que, indígenas o no,
ejemplo, en las luchas por la mejora de los los campesinos andinos (como todos los de-
precios de ciertos productos agrícolas, más campesinos del mundo) no se libran de
prontamente neutralizadas por el programa la necesidad de negociar las características
de "control de precios de los artículos de de su reproducción sociocultural dentro del
primera necesidad" de la Central Obrera marco restringido de sus intercambios con
Boliviana. Debemos señalar, además, que una sociedad global que los estructura y a la
los objetivos de los campesinos e indios de que ellos tratan a su vez de estructurar. Mas
la zona andina (Bolivia, Perú , Ecuador) no estos intercambios no son solamente sim bó-
se encuentran subordinados simplemente a licos (como trataría de hacérnoslo creer
la lucha por el acceso al capital, sino que su una etnoantropología demasiado "cultura-
objetivo mayor es conquistar un espacio en lista" -por no decir "neofolklorista"-):
el poder. Por otra parte, en el caso ecuato- son sobre todo materiales (comerciales) y
riano, la implantación de la reforma agraria cívicos (políticos). Sorprendente descu bri-
y la intervención del Estado en programas miento para nuestros "indianistas" parisinos
de desarrollo, sobre todo en la costa, han ( o londinenses, berlineses, neoyorquinos
modificado sustancialmente los objetivos -da lo mismo-) en perjuicio del fundamen-
de los movimientos campesinos. Estos pa- talismo (siempre que sea exótico): los indí-
san por tres momentos: el acceso a la tierra, genas de los Andes son, asimismo y a su
el acceso al capital y un proceso de diferen- modo, ¡productores atentos a las oportuni-
ciación con objetivos empresariales. Otro dades del mercado y ciudadanos vigilantes
de los objetivos, que el autor pone de mani- de su relación con el Estado!
fiesto, es la persecución de reivindicaciones Naturalmente, no ignoro que esta última
étnico-culturales y su ubicación en el plano afirmación podrá ser tachada de uniformi-
nacional. Estas reivindicaciones crean difi- zante y reducidora por los mismos que pre-
cultades en la búsqueda de acuerdos entre tenden ignorar que, mucho antes de su con-
organizaciones, puesto que exhiben sus di- tacto con occidente, las civilizaciones cam-
ferencias. pesinas andinas habían producido Estados,
Finalmente, como señala el autor, los una de cuyas funciones principales era no
procesos de diferenciación se acentúan ante solamente justificar en términos ideológi-
nuevos fenómenos, como la crisis económi- cos un orden social y cósmico, sino consoli-
ca, y de acuerdo al grado de contacto con dar las condiciones de producción y de
el mercado y la participación estatal. En intercambio de estas civilizaciones; es decir,
consecuencia, la descentralización se acen- intervenir en las condiciones materiales de
túa aún más por el grado en que son afecta- la producción y en el intercambio de todos
dos los distintos sectores de la sociedad los excedentes situados más allá del umbral
agraria. de la autosubsistencia y la autorreproduc-
ción mismas: alimentarios, manufactura-
dos, militares, simbólicos, políticos.
A ellos en particular les recomiendo, por
tanto, que se informen sobre el estado ac-
Jean Piel tual de la cuestión en los artículos de Mari-
Université de Paris VII sol de la Cadena y de Manuel Chiriboga. En
2, Place Jussieu el primero verán con qué racionalidad, unas
75005, Paris veces astuta, otras "razonable", las comuni-
Francia dades campesinas del Perú conjugan los in-
tereses contradictorios ( colectivos, familia-
He aquí dos aproximaciones científicas res, individuales) que las dividen y confor-
serias a los problemas actuales del campesi- man a la vez, con las necesidades del merca-
nado del Ecuador y Perú. A partir de pro- do ( de productos, de fuerza de trabajo);
blemáticas distintas, nos permiten escapar, pero un mercado cuyas leyes no son exter-
RESPUESTAS
las características del desarrollo del capita-
Manuel Chiriboga lismo en la agricultura y sus efectos en la
Centro Andino de Acción Popular heterogeneización del campesinado, las mo-
Apartado 1 73-B dalidades de la intervención estatal especial-
Quito, Ecuador mente en relación a los campesinos, las es-
trategias de integración nacional de los pue-
Los comentarios vertidos a mi artículo blos indígenas en base a la búsqueda de la
constituyen, en general, un valioso aporte homogeneización cultural, los procesos de
a la discusión sobre la comunidad andina y retorno a los regímenes democráticos y la
los movimientos campesinos e indígenas en crisis económica reciente. Este conjunto de
nuestros países. En mi artículo quise abor- determinaciones, a nuestro juicio, están ex-
dar un tema en general poco abordado en plicando lo que conceptualmente hemos
los estudios recientes sobre esta problemá- definido como descentralización del movi-
tica, el relativo a los movimientos sociales miento campesino e indígena; es decir, el
contemporáneos llevados adelante por los proceso por el cual se constituyen identida-
campesinos y los campesinos indígenas en des sociales, políticas y culturales entre gru-
el área andina. En nuestro artículo hemos pos campesinos e indígenas relativamente
privilegiado el análisis de ciertas determina- homogéneos en términos de inserción en el
ciones que particularizan esos movimientos: proceso de acumulación, relaciones con el
Introducción
Articulación intraétnica
El primer caso que presentaremos es el de algunas familias originarias
de los valles altos ubicados al este de la quebrada de Humahuaca, a la altura
de la pequeña ciudad de Tilcara, denominadas por los quebradeños "gente
del valle". Un núcleo o más de estas familias permanece en el "valle", donde
cultivan papas y otros tubérculos y crían ovejas y cabras -esto último gracias
al control del escalón ecológico superior, "los cerros" , equivalente ecológica-
mente a la puna -. Otro u otros núcleos se establecen en la quebrada de Hu-
mahuaca, donde, mediante el arriendo o la compra de parcelas, pueden dedi-
carse al cultivo del maíz y, desde hace unos 25 años, al cultivo intensivo de
hortalizas y legumbres, que venden a los acopiadores para el mercado consu-
midor de la ciudad de Jujuy durante el verano , época durante la cual en las
restantes zonas hortícolas de la región la temperatura es demasiado elevada
como para permitir cosechas exitosas. Finalmente, algún otro miembro de la
familia extensa puede dedicarse a actividades remuneradas -albañilería, em-
pleos públicos, servicio doméstico- en una ciudad quebradeña o en San Sal-
vador de J ujuy y , eventualmente, a actividades jornalizadas, temporales, en la
zona agrícola del piedemonte andino oriental - zafra azucarera, monoculti-
vos hortícolas y de tabaco-.
Los miembros de la familia que han permanecido en el valle descien-
den periódicamente a la quebrada llevando carne y quesos cargados en bu-
rros : una parte se destina para la venta y el resto es para los familiares que
habitan en la misma. La carne que éstos reciben proviene preferentemente de
animales de su propiedad que han quedado bajo el cuidado de un familiar en
el valle, quien a cambio recibe la mitad de las crías que nacen anualmente. El
dinero obtenido por la venta se usa para la compra de mercaderías en la ciu-
dad , a la que se pueden agregar, eventualmente, obsequios de los hijos cuan-
do es la madre la que ha bajado del valle; a ello hay que agregar maíz , frutas,
verduras y legumbres cosechadas en las '\chacras" y "quintas" que poseen los
miembros de la familia asentados en la quebrada. También es corriente que
éstos suban periódicamente al valle , en parte con los mismos objetivos de in-
tercambio de bienes, pero también para ayudar a sus padres en determinadas
tareas agrícolas y constructivas.
De esta manera , un "archipiélago vertical" heterodoxo, donde se
combinan propiedad y arriendo minifundiarios con asentamientos urbanos.
permite a estas familias del valle el acceso a recursos materiales provenientes
de los valles altos, de los "cerros", de la quebrada, y al dinero y las mercade-
rías provenientes del núcleo sociocultural complejo ; conserva además las ven-
tajas de la reciprocidad en la prestación de ciertos servicios. Algo semejante
sucede con el flujo de información . Así, por ejemplo, los hijos de las distin-
tas familias nucleares tienen posibilidad de acceso a los diferentes ambientes.
en cada uno de los cuales adquieren sus pautas. valores, ideas y pericias técni-
cas dominantes -incluidas las del núcleo sociocultural, que reciben a través
de la educación formal y de los medios masivos de comunicación - .
Un caso análogo al anterior es el de familias originarias de las peque-
ñas quebradas transversales que desembocan por el oeste en la quebrada de
Humahuaca: Purmamarca, Huich airas. Ju ella. Yacoraite . En este caso, algu-
nos miembros de las familias poseen puestos en la parte más alta de·estas que-
bradas -ya en pleno ecosistema de puna -, en su parte media - ecológicamen-
te semejante a los "valles altos"- y en su porción inferior o en la propia que-
brada de Humahuaca; otros miembros desarrollan además trabajos asalaria-
dos permanentes o temporales. Hay en este caso dos rasgos que lo diferen-
cian del anterior. En primer lugar, los puestos de altura permiten el control
de campos de pastoreo en tierras "fiscales" -es decir, del Estado-. donde el
régimen de tenencia es convenido por común acuerdo con otros poseedores y
pobladores locales, lo cual agrega un componente comunitario al archipiélago
vertical familiar. En segundo lugar, es corriente la cría de vacunos, que se uti-
lizan para su venta, para elaborar quesos y como animal de tiro para arar los
terrenos familiares o ajenos -en este caso se alquilan - en la quebrada.
Un caso diferente de archipiélago familiar es el de familias originarias
de la puna argentina, principalmente de la cuenca de Salinas Grandes-laguna
de Guayatayoc, algunos de cuyos miembros compran terrenos para cultivar
en la quebrada de Humahuaca o en la parte baja de sus quebradas tributarias,
generalmente con dinero obtenido gracias al trabajo en las minas. En este
caso se produce un control semejante a los presentados antes. pero los lapsos
entre viaje y viaje se hacen mayores, dada la distancia. Los recursos caracte-
rísticos del escalón "valle alto" no están bajo control familiar directo; pero
en cambio hay un mayor acceso a recursos puneños, incluyendo dos produc-
tos típicos de este escalón - tejidos artesanales y sal-, lo que muchas veces
permite combinar el control intrafamiliar con el trueque por maíz , papas o
frutas o con la venta. Y en este caso , dado que en la puna argentina la casi to-
talidad de la tierra es legalmente propiedad del Estado, pero se reparte me-
diante arreglos tradicionales entre los habitantes de cada zona , la componen-
te comunitaria del archipiélago familiar es aún mayor.
Un caso de control intrafamiliar especialmente notable lo hemos en-
contrado en la zona de Hornaditas-Rodero , en las cabeceras de la quebrada
de Humahuaca, donde una familia extensa controla simultáneamente puestos
en tierras fiscales de puna para pastoreo . según la táctica trashumante ya des-
crita por varios autores ( Bilbao 1974; Forgione 1968; Merlino y Rabey 1978 ,
1983), así como varias parcelas distanciadas entre sí, en propiedad privada
- pero generalmente sin título - en la zona de cabeceras de quebrada , donde
Articulación interétnica
CUADRO No . 1
BIENES PRODUCIDOS POR LOS DISTINTOS ECOSISTEMAS ANDINOS,
UTILIZADOS EN INTERCAMBIOS
PUNA QUEBRADAS
Sal Maíz
Lana en vellón (llama y oveja) Papas
Cueros de llama y oveja Habas
Lana hilada Porotos
Queso verduras: cebolla, ajo, zanahorias, lechuga
Ch uño y otras
Carne fresca: "abiertos" Frutas (frescas o secas, "pasas"): manza-
Carne disecada: charqui y chalona nas, peras , uvas, membrillos, duraz-
Plantas medicinales: chachacoma, pupusa, nos, nueces y otras
ricarica, otras Cestos
Coipa (sal para lavar el cabello) Plantas medicinales : cola de caballo, men-
Pluma : parina, patos ta , otras
Tejidos:
Frazadas, mantas, barracanes y otros VALLES BAJOS
cortes (telar)
Medias y guantes (cinco agujas) Maíz
Pulloveres, chalecos (dos agujas) Frutas: especialmente cítricos
Sogas, "tulmas" (trenzadas) Ají
Chospas, chumpis (fajas en telar) Verduras
Grasas Miel y cera
Cuero "pila" para chipas o chiwas para el Pabilo para velas
transporte de frutas Calabacines
Yuyucho (desecado): alga de las vertientes Maderas : generalmente manufacturadas,
de altura por ej.: tablones, puertas, ventanas ,
Quinoa bateas, cucharas, platos
Leña: churqui, queñoa Cañas
Ollas y otros objetos de barro cocido Plantas medicinales : semillas de quina
Pieles de animales salvajes: zorros, hurones Tintóreas: corteza de nogal
Caña de azúcar
Pieles de animales salvajes: gatos del mon-
te, puma, corzuela
VALLES AL TOS VALLES CHILENOS
Papas y otros tubérculos Frutas secas (pasas) : manzanas, higos, uvas,
Habas etc.
Nueces
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Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __
ma y del río Loa. Troperos de llamas y burros de la puna argentina y del sur
boliviano realizan importantes viajes de trueque que , como señalamos arriba ,
se han intensificado en la Argentina durante 1984, luego de un temporal re-
troceso. Además, es habitual que "arrieros" chilenos penetren pocos kilóme-
tros en territorio argentino , hasta las localidades más fronterizas de la puna
- El Toro , Susques-, en las épocas de rodeos de burros, para intercambiarlos
por frutas frescas y "pasas" secas o por objetos electrónicos -fundamental-
mente radiograbadores- provenientes de los países de la costa oriental asiáti-
ca. Nuestros informantes coincidieron en señalar que, hasta 1983 , la gendar-
mería argentina solía reprimir estos viajes, que , legalmente, constituyen con-
trabando. Es importante señalar que estas transacciones muchas veces están
intermediadas por dinero : los " chilenos" venden radiograbadores a puneños
-generalmente asalariados o comerciantes-, recibiendo a cambio dinero
argentino , que usan para comprar burros a otros puneños, quienes, a su vez.
lo utilizan para comprar mercaderías de almacén o contratar peones para
ayudar en el cuidado del ganado. Pero junto a la compra-venta suele haber
muchas transacciones de trueque directo: pasas por burros ; pasas por maíz,
que,. a su vez, ha sido traído de la quebrada ; pasas por carne de llama o de
oveja ; radiograbadores por su equivalente en burros.
Entre la puna y los valles bajos existe también un importante número
de canales, algunos de los cuales han estado siendo reemplazados por víncu-
los comerciales en las últimas décadas. Muchos puneños realizan viajes a los
valles bajos y boscosos del este - por ejemplo , Isla de Cañas- para cambiar
sus productos por naranjas; este circuito, que implicaba viajes de hasta veinte
días de duración para las zonas más alejadas de la puna, parece haberse res-
tringido desde hace unos treinta años a las punas más próximas a los valles
orientales. Hasta la década del 60, los habitantes de las zonas II y III de la
puna bajaban a los valles bajos y templados donde se encuentran las ciudades
de Salta y Jujuy para cambiar tejidos, carne y sal por maíz blanco y amarillo ,
entrando a veces a las ciudades para vender tejidos - por ejemplo, guantes y
medias- . La interrupción del intercambio por este canal es adjudicada por
los puneños al incremento del tránsito automotor en las áreas urbanas y sus
alrededores, a lo que se suma la prohibición policial y municipal de circular
con animales por las rutas y ciudades. Por su parte, los habitantes de la zona
I -con excepción de los puneños de la cuenca de Pozuelos- todavía realizan
viajes al valle de Tarija, con el mismo fin.
Puede observarse que en casi todos los circuitos de intercambio inter-
étnico donde participan los puneños, éstos funcionan como los agentes móvi-
les de intercambio, siguiendo una regla aparentemente general en todo el
ámbito de los Andes Centrales (Flores Ochoa 1975 , Casaverde 1977 , Platt
1975 , Riviere 1979). Las únicas excepciones a esta regla ocurren en tres zo-
nas fronterizas argentinas, cada una de las cuales se ha especializado en el in-
tercambio con grupos y ecosistemas diferentes : valles altos del Pacífico para
las punas de Susques y El Toro; valles altos de Nor-Lípez para las punas del
río Grande de San Juan y quebradas de Sococha y Talina para las punas de
Pozuelos y otras aledañas. Los tres casos encierran una combinación de true-
que personal con comercio mercantil: en el primero , las mercaderías fluyen
de Chile (y, a través de este país, de la costa oriental asiática) hacia la puna
argentina; en los otros dos, un flujo de mercaderías industriales argentinas
llega a la región andina boliviana. De todos modos, el sentido principal de
este flujo es variable, de acuerdo con las oscilaciones de precios y con las co-
tizaciones de las monedas nacionales, así como con los cambios en los hábi-
tos de consumo. Es importante señalar dos rasgos de esta pauta de trueque-
comercio fronterizo: en primer l~gar, que en estos casos ya no son los pune-
ños los agentes móviles del intercambio, papel que cumplen aquí los otros
grupos involucrados -salvo en el caso de Susques-El Toro, donde ambos gru-
pos se mueven-; en segundo lugar, que la relación de "colegas" o "amigos",
una alianza más o menos permanente entre dos miembros de grupos distintos
que caracteriza al trueque personal (Karasik 1984 ), sigue vigente en este tipo
de intercambios.
También hay relaciones de trueque personal entre quebradeños y ha-
bitantes de los valles altos y valles bajos y de estos dos grupos entre sí. Las
relaciones entre estos grupos y los que habitan los valles chilenos, cuando
existen, no son directas, sino intermediadas por puneños; de todos modos,
son sumamente infrecuentes, exceptuando la que incluye a la quebrada de
Humahuaca, adonde llegan los puneños de la zona de Susques a buscar maíz ,
que a veces utilizan en sus intercambios con Chile .
La quebrada de Humahuaca sigue manteniendo relaciones de trueque
con los valles altos ubicados al este de la misma, aunque esta relación muchas
veces se mezcle con la articulación intrafamiliar en "archipiélago", que he-
mos comentado al principio de la sección anterior. En este caso , son los va-
llistos los agentes móviles, quienes a cambio de 'sus papas y ocas reciben no
sólo maíz, verduras y frutas de la quebrada , sino sal de la zona II de la puna
-donde se encuentran las Salinas Grandes-, que los quebradeños han obte-
nido, a su vez, por trueque o compra . La carne no entra habitualmente en es-
tos intercambios dado que los vallistos controlan territorios en "los cerros"
-escalón puna- que les permiten mantener majadas de ovejas y cabras y, a
veces, algunos vacunos, pero donde no hay sal. Si bien la quebrada de Huma-
huaca se ha convertido en un importante eje mercantil, la pequeña produc-
ción de tubérculos de esos valles de altura sigue canalizándose preferentemen-
te por esta vía tradicional.
No poseemos información sobre intercambios quebrada-valles de al-
tura en otras zonas. aunque suponemos que existen , al menos en las quebra-
das del sur boliviano .
En cuanto al trueque quebradas-valles bajos, conocemos dos casos. El
primero es el que vincula a las quebradas del borde oriental del altiplano ar-
gentino , en los departamentos saltei'ios de lruya y Santa Victoria -cuyos ha-
bitantes a veces controlan también territorios de valle alto -. con los valles
Por otro lado , la feria -junto con los flujos interétnicos de materia e
información- canaliza un importante flujo de materiales desde y hacia el nú-
cleo sociocultural complejo: compra en la feria de vestimenta, alimentos y
otros productos industrializados, a feriantes urbanos que suelen concurrir a
un gran número de ferias y mercados temporales ligados a fiestas religiosas ;
venta de cueros, lanas y ollas a acopiadores de La Quiaca, Abra Pampa e Itur-
be, quienes actúan en parte corno terminales de la red piramidal de acopio
con vértice en Buenos Aires. pero también como proveedores de lana de mu-
chos tejedores artesanales de la región. Un tercer rasgo de importancia para
definir el sistema articulatorio de las ferias , es la presencia de un importante
número de elementos étnicos andinos urbanos. tales como : vendedores de in-
sumos para rituales y medicina popular; vendedores de sandalias fabricadas
artesanalmente en Tupiza, Villazón y Tarija ; fabricantes artesanales de mue-
bles pequefios, puertas y ventanas; intermediarios de productos agrícolas de
las yungas, como ají y coca.
En la actualidad se realizan dieciocho ferias anuales. distribuidas en
los cuatro períodos climático-ecológicos que pueden distinguirse en el ciclo
anual de la región (Cuadro No. 2 ). Esta distribución temporal está vinculada
básicamente a las condiciones de la articulación interétnica. Mientras que en
los períodos I y 2 (la estación templado-húmeda y su transición a la estación
fría y seca) las ferias pemliten fundamentalmente el intercambio de produc-
tos frescos (carne y lana recién esquilada por choclos, verduras y frutas), en
los períodos 3 y 4 (estación fría y seca y su transición a la estación templa-
do-húmeda) , se intercambian productos desecados y elaborados (charqui y
tejidos, ollas, maíz) o pe fácil conservación, corno las papas. Con respecto al
ciclo temporal de las ferias pueden formularse, además, las siguientes obser-
vaciones: el período 2 es el de la cosecha agrícola en quebrada y valles altos
y el del fin de las pasturas abundantes, con mayor gordura y abundancia de
animales de rebaño , en las punas; en el período 3, las ferias se ubican antes de
los grandes fríos de julio-agosto, que dificultarían los viajes y el desarrollo
mismo de la feria; una de las ferias del 40 período , la Manca Fiesta , se espe-
cializa en la provisión de ollas (mankas, en quechua) , que son suministradas
en gran cantidad por los habitantes de las cercanas quebradas de Casira y Ca-
lahoyoc, a cambio de diversos productos agrícolas y pastoriles o de dinero
para comprar mercaderías; otra feria del 4° período es la de lruya, quebrada
oriental que, por su ubicación, permite el fácil acceso de los habitantes de los
valles bajos orientales que concurren exclusivamente a esta feria, aportando
especialmente naranjas y otros cítricos (ver Cuadro No . 1). Por último, seña-
laremos que las épocas de las ferias importantes se corresponden cerradarnen-
te con las épocas en que los pastores puneños realizan sus viajes personales.
En las ferias relevadas se han observado seis tipos de transacciones.
algunas de las cuales incluyen operaciones que se realizan fuera del ámbito
ferial propiamente dicho , y que hemos resumido en el Cuadro No. 3. El pri-
mer tipo de intercambio involucra productos que tradicionalmente han entra-
Cuadro No. 2
Ferias, ciclos ritual,de abundancia y escasez y climático-ecológico
(cf. Urbano 1976)
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CUADRO No. 3
TIPOS DE TRANSACCIONES EN LAS FERIAS
Ejemplos
1º pl X p2 carne x frutas
D
2º pl X p2 maíz x sandalias ("abarcas")
Herrán 1979 ; Rutledge 197 5 ; Whiteford 1977) : en los grandes ingenios del
piedemonte salto-jujeño o en las fincas azucareras medianas y pequeñas que
actúan como proveedoras de éstos, a la cual concurren campesinos bolivianos
y argentinos de casi toda la región; o bien en los ingenios de Santa Cruz de la
Sierra, adonde concurren sólo bolivianos. Esta actividad , que hasta hace unos
1O ó 15 años llegó a representar trabajo para unos 8000 braceros y sus fami-
lias solamente en Ledesma, el mayor de los cinco ingenios salto-jujeños, en la
actualidad ha reducido su capacidad de contratación a una cuarta parte debi-
do a la mecanización de muchas de las labores involucradas. Sin embargo , tal
disminución, mencionada también por Rutledge (197 5) y Whiteford (l 977),
parece haber comenzado antes de la mecanización, con la crisis azucarera de
1966 (Bisio y Forni 1976).
Otra fuente muy importante de trabajo asalariado está constituida
por la actividad minera, que se concentra principalmente en la puna jujeña,
donde hay un establecimiento grande -Mina Aguilar- y otro mediano
-Mina Pirquitas- y que cuenta además con muchas pequeñas empresas dis-
tribuidas por todo el escalón puna de la región. En este caso , el trabajo no es
estacional como con la caña de azúcar, sino permanente, pero de todos mo-
dos suele ser relativamente temporal sea porque las minas pequeñas funcio-
nan durante pocos años; sea porque muchos campesinos soportan poco tiem-
po trabajando en las minas; o porque al jubilarse o retirarse con una pensión
regresan al Jugar de origen ; o bien porque mientras trabajan retornan periódi-
camente a su lugar de procedencia y, si éste queda relativamente cerca de la
mina, lo hacen todos los fines de semana. Todas estas circunstancias impiden
que el trabajo en las minas se convierta, en esta región, en el núcleo de una
trama sociocultural diferenciada del campesinado, de una manera análoga a
lo que sucede en el norte de Potosí (Assadourian et al. 1980). Constituye
una fuente de dinero extra para los campesinos -y también una nueva fuente
de influencia urbana- , pero no necesariamente un mecanismo de su transfor-
mación en asalariados permanentes.
Una tercera fuente de trabajo asalariado es la constituida por los di-
versos empleos públicos que, del lado argentino, han aumentado vertiginosa-
mente durante los últimos 20 años, generando puestos en Correos, Registro
Civil, Policía, Municipios, Agua Potable, Energía Eléctrica, Juzgados de Paz y
otras agencias gubernamentales, puestos que, en su casi totalidad, han sido
cubiertos por gente originaria de la zona. Tal como sucede con el comercio y
con las otras formas de trabajo asalariado, el empleo público suele acompañar
y complementar, en distintas medidas según los casos individuales, a las fuen-
tes de recursos típicamente campesinos -incluidos la producción para el
autoconsumo, el control vertical intraétnico y el trueque interétnico-.
Finalmente, la circulación de dinero a través del comercio y el traba-
jo asalariado estatal y empresarial ha permitido la emergencia de un cuarto
tipo de empleo : el de peón rural. No nos referimos aquí a los peones que tra-
bajan en las haciendas de los Valles Calchaquíes, que ya hemos mencionado
Discusión y conclusiones
Agradecimientos
A Ana María Rosato, con quien discutimos ampliamente las definiciones de identidad
cultural; a Gabriela Karasik, que leyó el manuscrito completo y formuló importantes co-
mentarios; a Carlos Aschero_por su rica información sobre la zona de las cabeceras del Río
Grande de la Quebrada de Humahuaca. Todos ellos son responsables de posibles virtudes
de este trabajo,_ pero no de sus probables desaciertos.
Al ConseJo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina, CONI-
CET, por haber financiado en gran parte las investigaciones que sirvieron de base a este
artículo.
A Gabriela Kasarik, Mario Sánchez, Mariana Mancusi, Claudia Girola, María Esther
Nostro, José María Gerling, Jorge Staude, quienes prestaron valiosa colaboración en la
recolección de datos.
Y en forma especial a todos nuestros informantes, a quienes agradecemos su paciencia
y colaboración. _
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los antecedentes
En junio de 1977 , Bonilla presentó como tesis doctoral al Progra-
ma de Antropología de la Universidad de San Marcos un trabajo titulado
Crisis, campesinado y problema nacional en el Perú moderno , donde expo-
nía lo fundamental de las posiciones que desde entonces ha venido soste-
niendo. En este trabajo, buscando testar el grado en que se habían desarro-
llado las premisas para la constitución nacional del Perú y considerando
correctamente que el análisis de este tema no podía limitarse al examen de
la relación entre clase y nación , Bonilla se propuso como objetivo examinar
"la relación entre etnía y clase, entre conciencia étnica y conciencia de
clase" en el contexto de la guerra con Chile (1879-1884) (1977 : 24 ).
Lo esencial de la interpretación que Bonilla dio a este proceso pue-
de resumirse en su siguiente proposición:
"En el área andina se dieron, primero , el encapsulamiento de las
relaciones de clase al interior de las relaciones étnicas y la yuxta-
posición de ambas, después, y, finalmente , la inversión contempo-
ránea en que la relación de clase encapsula a su vez las debilitadas
pero existentes relaciones étnicas" (Bonilla 1977 : 21 ).
Las implicancias de tal conclusión para el análisis de lo que repre-
sentó la guerra para el pueblo peruano eran sugerentes : en el devenir del
conflicto , la solidaridad de tipo étnico en los sectores populares se habría
impuesto sobre las solidaridades nacional y de clase, provocando una frag-
mentación social que, en el contexto de la invasión de la sierra peruana
por el ejército chileno, habría culminado en una virtual "guerra de razas"
de los indios contra los blancos, que habría llevado a aquéllos a combatir
a éstos indiferentemente de que fueran peruanos o chilenos. A su vez, la
amenaza que representaba la movilización indígena antiblanca habría pro-
vocado, como una natural reacción defensiva, el paso de toda la población
no india a la colaboración con los chilenos (1977 : 87-88). Así, aunque
involuntariamente, los indígenas habrían contribuido decisivamente a la
derrota peruana.
La posición sustentada por H. Bonilla fue objetada por Florencia
Mallon y el que escribe en una polémica realizada en la Universidad de San
Cristóbal de Huamanga hacia noviembre de 1978. En una tesis presentada
en 1979, publicada como libro en 1981, dediqué algunas páginas a rebatir
su posición y un artículo de Henri Favre que constituía su principal apoyo
(2), oponiéndoles los resultados de mis propias investigaciones sobre el
tema (3 ). Bonilla ·no respondió a las objeciones formuladas , pero en las ver-
siones que posteriormente publicó de su trabajo borró toda alusión al "en-
capsulamiento de las relaciones de clase al interior de las relaciones étnicas" ,
así como a la preeminencia de la solidaridad étnica sobre las otras solidarida-
des en el comportamiento del campesinado indígena, posiciones que ante-
riormente defendía (4). Sólo en el reciente artículo cuyo contenido discutí-
"aterrorizó a los timoratos de esa ciudad , con los castigos que perpe-
traría la montonera en las personas, bienes y familia de los que estu-
viesen por la paz " (6).
En otras palabras, no fue que los indios combatiesen a los chilenos
por seguir a la clase propietaria a la que estaban subordinados, como lo cree
Bonilla, puesto que ésta estaba por la rendición. Fue más bien la no subordi-
nación de "sus indios" lo que impidió a los señores desertar, por el temor
que les inspiraban las represalias que los indígenas pudieran tomar contra
ellos.
Las Memorias de Duarte, en cuyo testimonio se basa el análisis prece-
dente , permiten aportar evidencias directas que ratifican algunas hipótesis
que planteé con anterioridad y que por entonces sólo podía sustentar indi-
rectamente. Tal es el caso del sentido de las tomas de tierras ejecutadas por
el movimiento guerrillero indígena, que para Bonilla constituyen la prueba
de una guerra antiblanca de los indios contra los terratenientes de la región y
que, de acuerdo a las evidencias de las que disponía, yo consideraba que no
se habían dirigido indistintamente contra todos los terratenientes, sino con-
tra aquéllos cuya conducta colaboracionista con el enemigo era conocida.
Por entonces, me basé en el análisis de la secuencia en que estas tomas se
produjeron para concluir que se respetó la propiedad de los terratenientes
que combatieron contra los chilenos (esto ha sido posteriormente abundan-
temente demostrado por los contratos de arrendamiento que luego tuve
oportunidad de revisar en el archivo del notario huancaíno Marino Lahura) ,
pero contra lo que hasta entonces yo creía, señalando como fecha del inicio
de las tomas de tierras el año 1883 , ya en junio de 1882 la hacienda Jngahua-
si fue tomada por los guerrilleros indígenas. La razón de la toma, sin embar-
go, es p¡ecisamente aquélla a la cual yo había llegado por medios indirectos.
Esto lo explica Duarte, el propietario del fundo, que fue capturado por los
guerrilleros en dicha acción:
eso lo que se hizo) . Allí están como fuent es auténticas. por ejemplo , los tes-
timonios del tradicionista Ricardo Palma, quien . enjuiciando la derrota de
San Juan . escribía, en una carta dirigida a Nicolás de Piérola, qu e
"la causa principal del gran desastre del 13 está en que la mayoría
del Perú la forma una raza abyecta y degradada( ... ). El indio no tie-
ne el sentimiento de la patria; es enemigo nato del blanco y, set1or
por sefior, tanto le da ser chileno como turco" (Manrique 1981 : 55 ).
El mismo Palma, cuando en abril de 1882 los indígenas iniciaron una
gran ofensiva guerrillera contra el ejército chileno de ocupación en el valle
del Mantaro , no pudo aceptar que ésta pudiera ser una iniciativa autónoma
(como efectivamente lo era) de aquéllos. "La indiada -escribió - ( .. . ) está
encabezada por los curas y por hacendados ricos" (ldem: 181 ). Naturalmen-
t e, Palma es hijo de su época; su racismo y sus prejuicios resultan por ello
perfectamente comprensibles. Es obvio, sin embargo , qu e una historiografía
crítica no puede tomar estos testimonios sin balance de inventario , sin preo-
cuparse por indagar si los juicios sobre los que se va a apoyar son fundados.
Anotemos, de pasada , que la convicción de que los campesinos indios son
impermeables a la idea nacional no es, pues. tan novedosa como podría, creer-
se .
Nelson Manrique
Calle Buenos Aires 220
Lima 18, Perú
NOTA8
( 4) BONILLA, H. "Toe War of the Pacific and the National and Colonial Problem in
Peru", Past and Present, 1978. Se publicó en castellano como "El problema nacio-
nal y colonial en el contexto de la Guerra del Pacifico", Histórica, 111, 2, Lima,
diciembre de '1979. El mismo artíc.ulo fue incluido en su libro Un siglo a la deriva.
Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la Guerra. Instituto de Estudios Peruanos. Lima,
1981.
( 5) "A nuestro juicio, ése es uno de los errores capitales del trabajo de Heraclio Bonilla
(. .. ) que, al enjuiciar la participación indígena en la guerra, no discrimina ésta ni
temporal ni geográficamente, tomando indistintamente no sólo las acciones de los
indios de Cajamarca, Huánuco, Junín o Ayacucho, sino también las realizadas en
distintos períodos de la guerra. Naturalmente, al despojar a éstos de las referencias
de tiempo y espacio, que daban sentido a sus acciones, se les convierte en meras
abstracciones ; en personajes sin historia" (Manrique 1981: 380-381 ).
( 6) DUARTE, Luis Milon. Exposición qu'! dirige el Coronel Duarte a íos hombres de
bien (con revelaciones importantísimas sobre la ocupación enemiga) (De 1879 a
1884). Cajamarca, 1981, p. 52. Este texto fundamental ha sido publicado por ini-
ciativa del Obispo José Dammert Bellido, a cuyas manos llegó el original.
A B
e D
29) Recuay,deD.JuandeAliaga . ... ... . ..... 2,221 3,018 ps. 169 p 6 t 10 g 115p 5t 6g
e 30) Huarochir(, de Da. Beatriz Marroquí .. . ..... 1,723 4,177 ps. 131 p 6 t 3g 160 p Ot 1 g
o 31) Huaylas o Atun-Huaylas, de D. Jerónimo de
~
"'
00
o
DISTRITO DE HUANUCO 5'ñ'
Repartimiento; encomendero A B e D e:
o
.vo
1) Allauca-Huamal (es, de Cipio Ferrara ..... ... . 51 11 ps. 3p7t 2g 3t 4g z
2) Huamali'es, de D. Jerónimo de Silva ........ . 298 537 ps. 22 p 6 t 3 g 20 p 4 t 8 g o
....
c.,
3) Caina, de D. Sebastián Núñez ............ . 73 72 ps. 5p 4t 8g 2p 6t V,
ps. 2p 3t <
4) Obas, del sobredicho . . ........ ... .... . . 37 62 2 p 6t 8g
oo
5) Mancha, del sobredicho ..... . .. . ....... . 188 357 ps. 14 p 3 t 13 p 5 t C')
6) Sihuas, de D. Josefe de la Serna ........... . 201 294 ps. 15 p 3 t 11 p 2 t e:
7) Pariargas, de la Real Corona ... . . . .... ... . 204 381 ps. 15p4t 9g 14 p 4 t 3
(1)
8) Huamal(es, de Da. Mar(a de las Nieves ...... . 153 286 ps. llp5t 6g 1O p 7t ....
::::i
o
9) Huariguancho, de Da. Catalina de Silva . ... . . . 205 358 ps. 15p5t 4g 13p 5t 9g V,
10) Mitmas Yachas, de Juan Sánchez Falcón ..... . 142 230 ps. 10p6t10g 8p 6t 6g
11) Allauca-Huánuco y A nas, de Diego de Tarazona 41 71 ps. 3 p ·1 t 2p 5t 9g
12) Yaros,deD.JuandeGaray ............. . 462 917 ps. 35 p 2 t 6 g 35 p 1t 3g
13) Chaupiguarangas, del sobredicho . ....... . . . 427 849 ps. 32 p 5 t 4 g 32 p 4t 4g
14) Yachas, de Juan Sánchez Falcón .... . ..... . 131 132 ps. lOpOt 3g 5p Ot 5g
l 5) Angas y Acas, de Cipio Ferrara . . ... . .. .. . . 351 527 ps. 26 p 6 t 8 g 20 p 1t 8g
16) Arancay, de Da. Catalina de Silva ..... . . ... . 57 69 ps. 4p3tlüg 2p 5t 2g
17) Chupachos, de D. Juan Arias Dávila .. . ..... . 616 1,068 ps. 47p0t10g 40 p 7t
18) lchoc-Huari, de la Real Corona (cuyos tributos
son para los chasquis) ..... . . . ......... . 659 1 372 ps. 50 p 3 t 2 g 52 p 4t
19) Yachas, de Da. Melchora de las Nieves ...... . 112 '155 ps. 8p4t 6g 5 p 7t
20) Guarotambo y Michibilla, de Luis de Rojas 321 407 ps. 24 p 4 t 5 g 15 p 4t
21) Marca, de Hernando de Torres .... . ..... . . . 750 943 ps . 57p2t10g 36 p
22) Huarás, del dicho Hernando de Torres .. . ... . 661 1 149 ps. 50 p 4 t 4 g 44 p
:o
(1)
23) Huacrachuco , de Juan de Larreynaga ....... . 317 '733 ps. 24 p 2 t 28 p 2t 3g
< 24) lchoc-Huánuco y Leguanca, de Pablo de Gama y
~ 1 1400 ps. 53 p 5 t
c., de Pablo de Gamboa ....... . ......... . . 633 48p3t 3g
>
::::i
25) Piscobamba, de D. Josefe de la Serna ....... . 476 826 ps. 36 p 3 t 2 g 31 p 5 t 3 g
o. 26) Chinchaycocha, de D. Fernando Tello de
::::i
c., Soto mayor . . . . . . . . . . . . . . .......... . 2,176 4 217 ps. 166 p 3 t 2g 161 p 5 t 2g
c., 27) Lampas, de D. Juan Francisco Blásquez . .... . 1,557 2'.699 ps. 119p0t 6g 103 p 3 t 8g
:::l!
o 28) Tarma, de D. Juan de la Cueva ...... .. ... . 991 1 976 ps. 75p6t 3g 75 p 5 t 11 g
.¡,. 29) Concuchos, del capitán Valentino Pardabé . . .. . 867 l 1960 ps. 66 p 2 t 4g 75 p 1 t 1g
'
z 30) Allauca-Huari, de la Real Corona .... .. . ... . 820 1,813 ps . 62 p 5t 8g 69 p 4t
~ 31) Conchucos, de Da. Catalina Mori ... . . . . . . . . 755 1,642 ps. 57 p 5t 1O g 62 p 7t 6g
(...
32) Yaramates , de Cipio Ferrara . . . . . . . .. . .... 132 241 ps. lüp Ot 8g 9p ltllg
e: 33) A llau ca-Pincos, de Pedro de Espinosa . . . . . . . . 517 971 ps. 39 p 4t 3g 37 p 1t 9g
5· 34) lchoc-Huánuco, de Rodrigo Tinoco o Da.
~
DISTRITO DE TRUJILLO
Repartimiento; encomendero A B e D
8) lllimo, de Juan Roldán de Avila .. . .. . ...... 409 800 ps. 31p2t 2g 30p 5t 4g o
3
9) Túcume , de Lorenzo de Zamudio . . . . .. . . . . 740 1,460 ps. 56 p 4 t 8 g 55 p 7t 9g (1)
::J
10) Chimo y Huanchaco , de D. Diego de Mora 318 607 ps . 24 p 2 t 6 g 23 p 2t 2g a.
(1)
11) Chérrepe, de Da. Graciana de Lazcano .. .. ... 136 237 ps. lOp 3t 2g
3p 3t 6g
9 p
3p
Ot
7t
8g
3g
o
12) Moche, de D. Alonso Gutiérrez ..... . . . . ... 45 102 ps. <"'
13) Pacora, de Da. Catalina Arias .... . . . . . .. . . 78 124 ps. 5p 7t 8g 4p 6t .....
(1)
14) Casma la Baja, del hijo de Juan Chacón .. .. .. . 55 102 ps. 4plt 8g 3p 7t 3g 'O
o.,
15) Guambacho, de Luis de Atienza .. ... . . .... 13 18 ps . 1p 5t 6g .........
16) Soschiman , de Alonso González . . . . . . . . . . .. 23 22 ps . 1p 6t 6t 9g 3'
¡:¡¡·
17) Collique, de Luis de Atienza . . ... .. . .. ... . 381 754 ps. 29 p 1 t 28 p 7 t 3g
CX) 18) Motu pe, de Juan Delgadi llo . . . . . . . . . . .. .. 317 690 ps. 24 p 2 t 26 p 3 t 8g ....
::J
o
"'
~
24) Cajamarca, de Da. Jordana Mejía .... .. ... . . 2,654 5 ,747 ps. 202 p 7 t 6 g 220 p 2t o
r+
Q)
25) Huambos, de D. Lorenzo de Ulloa .. . .. .. . .. 1,005 2,155 ps. 76 p 6 t 9 g 82 p 4t u,
26) Huamachuco, de D. Juan de Avendaño . ... .. . 1,987 3,620 ps. 151p7t 6g 138 p 6t -<
27) Mitmas de Cajamarca, de Juan Delgadillo ... . . 217 445 ps. 16p4tl0g 17p Ot 5g oo
C"l
28) Mitmas Chachapoyas, de D. Juan de Guevara . . . 15 25 ps. 1 p 1 t 3g 7t 8g e:
29) Cinto, de Pedro González Ayala ... .. .. . . . . 726 1 ,698 ps. 55 p 4 t 3 g 65 p O t 8g 3
Cl)
30) Casma la Alta y Moche, de D. García de Toledo 160 346 ps . 12p2t10g 13 p 2 t 1g :::,
r+
o
u,
1
DISTRITO DE CHACHAPOYAS
Repartimiento; encomendero A B e D
Q) 16) Cajamarquilla, de Inés Nieta .... . .. . . . . . . . 306 443 ps. 23 p 3 t 3 g 16p 7tl0g
:::,,
o 17) Corobamba, de Rodrigo de Torres . .... . .... 132 163 ps . lOpOt 9g 6p ltllg
.¡:. 18) Bagazán, de Da. Isabel Jaimes .... . . . .. .... 56 40 ps . 4p2t 4g 1p 4t 3g
z 19) Chupate, de D. Gómez de Chávez . . . . . . . . . . 51 59 ps. 3 p 7 t 3g 2p 2t lg
~
-
.
c...
e
20) Yamon, Conguia y Sazara, de Lorenzo Núñez
Tenorio (eran de Da. Ana de Noreña) . . . . . . . . 144 195 ps. 11 p 7p 3tl0g
21) Yambajalca, de Mari Pérez de Badajoz . . . . . . . 46 23 ps. 3p4t 2g 7t
o·
-
(O
(X)
22) Collay, de Antonio de Montenegro . . ... .. ...
23) Quitancho, de Agustín de Orduña . . . . . . . . . .
460
113
858
152
ps.
ps.
35 p 1 t 4 g
8p5t 2g
32 p 7 t 1 g
5p 6t 7g
O') 24) Choscón y Olto, del sobredicho . . . . . . . . . . . . 82 135 ps. 6p2t 2g 5plt5g
25) Jumbilla, del sobredicho . .............. .. 66 64 ps. 5p0t 5g 2p 3t 7g
26) Qui mal y Quinimal, de Francisco de Tejedo .... 82 91 ps. 6p2t 2g 3p 3tllg
27) Equipi, de Juan Bautista Nano . ........... 31 2p 3t
28) Chilchos, de Pedro de Bardales . . . . . . . . . . . . 122 134 ps. 9p2t 8g 5p lt lg
29) Timal, de Juan de Pinedo . ..... . .. . ...... 68 90 ps. 5plt 8g 3p 3t 7g
30) Suchan, de Cristóbal Quintero . . . . . . . . . . . . . 20 21 ps. 1 p 4 t 3g 6t 5g
31) Pomacocha, de Juan Gómez Freile .... . ..... 78 79 ps. 5p7t 9g 3p
32) Caere, de Diego de Rojas . . . . . . . . . . ...... 12 7t 5g
33) Atun-Luya, de Melchor Ruiz . ..... . . . . . . . . 127 132 ps. 9p5t 9g 5p0t6g
34) Tuamocho, de Francisco de Tejedo ... . ..... g3 165 ps. 7p0t10g 6p 2t 7g
35) Mitmas [?],dela Real Corona (cuyos tributos goza
la guardia de a pie) . . . . . . . ... . . . . . . . . . . 14 21 ps. 1 p Ot 6 g 6t 5g
36) Chasma!, de Pedro de Vergara . . . . . . . . . . . . . 198 175 ps. 15plt 2g 6p 5t 8g
37) Mitmas de Chasma!, del sobredicho . . . . . . . . . 3 6 ps. 1 t 1O g 1 t 10 g ~
38) Taulia, de Hernán Pantoja .... . .... . ..... 80 113 ps. 6p0t10g 4p 2t 8g
39) Yumpit, de Ana de León . . . . . . . . . . . . . . . . 90 141 ps. 6 p 7t 1g 5p 3t 3g ~
~
l
40) Susuya, de la sobredicha ... . . . . . . . . .....
41 Bagua, de Da. Isabel Jaimes . . . . . . . . .. ....
42 Cascayungas, de Mari Pérez . . . . . . . . . . . . . . .
24
38
82
39
56
132
ps.
ps.
ps.
1p 6t 9g
2p 7t 4g
6p2t 2g
1p 4t
2p 1 t 2g
5p0t6g
m
:i
(")
o
43) Chisgo, de Juan Gómez F reíle . . . . . . . . . . .. . 44 60 ps. 3p2tl1g 2p 2t 5g 3
(l)
:i
44) Cascayungas, de Leonardo Muñoz . . . . . . . . .. 126 196 ps. 9p 5t 7p4t2g c.
45) Honda, del dicho Leonardo Muñoz .. . . . ... . (l)
2. 2. Renta encomendero
Había gran disparidad en el monto de las rentas que proporcionaban
los vasallos en una u otra encomienda, lo cual dependía de la tasación de su
respectiva capacidad económica: mano de obra , recursos agropecuarios , mi-
neros, textiles , etc. No siempre la mayor cantidad de población implicaba
una cuota de tributo más elevada. En la jerarquía de los repartimientos que
ofrecían los beneficios más cuantiosos, figura en primer lugar la parcialidad
de Urin-Huanca (en Jauja) , perteneciente a la Corona, de la cual los oficiales
de Real Hacienda extraían anualmente la suma de 8,969 pesos; le seguían en
volumen monetario los repartimientos de Cajamarca, con 5,747 pesos; de
Ambar y Cajatambo , con 4,415 pesos; de Chinchaycocha, con 4,217 pesos;
de Huarochirí, con 4 ,177 pesos, v de Atun-Huaylas, con 4 , 101 pesos. Al otro
extremo de la lista ubicamos cuatro encomiendas que no alcanzaban a brin-
dar nigún sustento a sus poseedores, puesto que su renta se consumía en pa-
gar los salarios de curacas, doctrineros y protectores de naturales. Trátase de
los grupos indígenas de Supillán v Lurigancho , en el distrito de Lima , y de
Equipi y Caere, en Chachapovas.
Curiosamente, los mayores beneficiarios de renta encomendera -se-
gún el documento que estudiamos- eran tres mujeres. Doña Jordana Mei ía ,
viuda del capitán Melchor Verdugo (famoso protagonista en las guerras civi-
les del siglo XVI), embolsaba de la rica encomienda de Caiamarca un ingreso
anual de 5,747 pesos; después de enviudar de Verdugo, ella había contraído
matrimonio con don Alvaro de Mendoza Carbajal, un antiguo gobernador de
Popaván. Por su parte, doña Lucía de Montenegro, heredera del conquista-
dor Hernando de Montenegro, era titular de los repartimientos de Andajes y
Atavillos, que le suministraban un provecho de 4 ,584 pesos cada año. En si-
guiente término venía doña Beatriz Marroquí, quien poseía a los indios de
Huarochirí (con el grupo de mitmas pertenecientes a dicha comunidad que
estaban en el vall e de Jauja), los cuales le brindaban una utilidad de 4 ,571 pe-
sos. Doña Beatriz había llegado a la posesión de esa encomienda luego de
una serie de vicisitudes: por medio de su enlace con el secretario Sebastián
Sánchez de Merlo , quien a su vez la obtuvo en virtud de su anterior matri-
monio con Ana Suárez, la viuda del escribano Antonio Picado (secretario del
marqués Pizarro) , que fue el primer individuo en gozar aquel repartimi en-
to (6 ).
No era infrecuente que un mismo encomendero disfrutara las rentas
de varios grupos de trabajadores nativos. En el registro de 1601 contamos
por lo menos cuarenta vecinos que se hallaban en esa situación , poseyendo
dos o más comunidades que se habían otorgado en diferentes circunstancias
a lo largo del período de dominación española. A guisa de ejemplo , indicaré
el caso del hidalgo limeño don Sancho de Ribera, que heredó los bienes de
su padre, el conquistador Nicolás de Ribera el Mozo. Este recibió en 1534 ,
de manos de Pizarra, la encomienda de Guatca y Maranga; en 1543 obtuvo
los indios de Végueta, por concesión del gobernador Vaca de Castro; y en
1549 tomó en su poder el repartimiento de Canta, merced a una cédula del
presidente Gasea (Rostworowski 1978 : 15 2-15 3 ). Todos esos aborígenes, en
conjunto , abonaban a su hijo unos réditos de 2, 176 pesos.
De semejante forma , puede señalarse otros grupos de tributarios he-
redados de los primeros colonizadores, algunos de los cuales acompañaron
inclusive a Francisco Pizarra en su encuentro victorioso con el inca Atahual-
pa. El encomendero de Recuay , don Juan de Aliaga, era hijo del segoviano
Jerónimo de Aliaga, escribano mayor de la Nueva Castilla, que fundó un lina-
je de ilustre descendencia en la ciudad de los Reyes. El adinerado criollo Die-
go de Agüero , encomendero de Lunahuaná y regidor del Cabildo de Lima ,
fu e el único vástago que tuvo el conquistador extremeño del mismo nombre.
Hernando de Torres, encomendero de Marca y Huarás, recibió en herencia las
propiedades del capitán Sebastián de Torres, uno de los jinetes que participa-
ron en la toma de Cajamarca. La encomendera de Chilca y Mala, doña Catali-
na de Alconchel. era hija de otro de los integrantes de las huestes pizarristas,
el humilde trompeta Pedro de Alconchel. Y el mestizo limeño Martín de Am-
puero, poseedor del repartimiento de Chaclla, era el primogénito habido en
el enlace del soldado riojano Francisco de Ampuero con la iiusta doña Inés
Huaylas, una princesa de la estirpe incaica .. . ( Lockhart 1972 : 209-212 , 243-
246 , 258-263 , 370-372; Lohmann 1983 : 11 , 12-14 y 39-42; Varón 1980 : 48-
49).
Al comenzar la decimoséptima c~nturia se hallaba vigent e en territo-
rio peruano el régimen de sucesión por dos vidas, que fue señalado para las
encomiendas mediante real provisión de 15 3 7. Esta disposición fijaba el goce
de los tributos de los vasallos aborígenes hasta la muert e de un heredero -en-
tiéndase hijo o pariente cercano- del primer titular del repartimiento ; la su-
cesión se verificaba , de preferencia, por primogenitura en línea agnaticia .
Bastante conocida es la polémica en torno a la concesión perpetua de las en-
comiendas, que se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y
continuó aún hasta nuestra época , pues el mismo año de 1601 hubo un
procurador de los colonos peruleros, el dominico fray Salvador de Ribera.
que elevó ante la Corte un memorial en demanda de la ansiada perpetuidad
(Goldwert 1957-58 :232). Sin embargo,lo único que se logró al cabo de tan-
2. 3. Declinación de lo encomienda
CUADRO 11
NOTAS
(6) MAR TIN, Luis, Daughters of the conquistadores. Women of the viceroyalty of Perú
(Albuquerque: University of New Mexico Press, 1983), p. 48. En cuanto al señorío
étnico de Cajamarca, es conocida la cédula de encomienda que otorgó Pizarro el 5-
III-1535 , en Trujillo, a favor de Melchor Verdugo. Cf. URTEAGA , Horacio H .. "Al-
gunas provisiones de Pizarro sobre encomiendas". En: Revista del Archivo Nacional
del Perú, XV (Lima , 1942), p. 13.
(8) Una versión abreviada de la tasa general, relativa a las encomiendas de Lima, Huá-
nuco, Trujillo, Chachapoyas y Piura, se encuentra en LEVILLIER, Roberto, ed.,
Gobernantes del Perú; cartas y papeles, siglo XVI-XIX, (Madrid: Imp . de Juan Pue-
yo, 1925), p. 190-219. La versión íntegra de las tasas pertenecientes a los reparti-
mientos de Charcas, La Paz, Cusco, Arequipa y Huamanga está publicada en COOK,
Noble David, ed. , Tasa de la visita general de Francisco de Toledo (Lima: Universi-
dad Nacional Mayor de San Marcos, 1975), p. 15-284.
(9) AGI , Lima, 300. Véa~,· ,·n ,",le trabajo el cuadro I, supra .
(10) Ed. y estudio preliminar de B. Velasco Bayón, O. Carm . (Madrid : Ediciones Atlas,
1969), p. 455-474.
BIBLIOGRAFIA
GOLDWERT. Marvin
1957-58 "La lucha por la perpetuidad de las encomiendas en el Perú vi-
rreinal, I SS~ 1600", Revista Histórica, XXIII . Lima.
LOCKHART, James
1972 The men of Cajamarca. A social and biographical study of the
first conquerors of Perú. University of Texas Press. Austin.
LOHMANN VILLENA , Guillermo
1983 Los regidores perpetuos del cabildo de Lima, 1535-1821. Cró-
nica y estudio de un grupo de gestión. Diputaci6n Provincial
de Sevilla. Sevilla.
RIV A-AGUERO Y OSMA, José de la
1935 El primer alcalde de Lima, Nicolás de Ribera el Viejo, y su pos-
teridad. Lib. e Imp. Gil. Lima.
WACHTEL, Nathan
1971 La vision des vaincus. Les indiens du Pérou devant la conquete
espagnole, 1 S30-1 S70. Editions Gallimard. París.
ZA V ALA, Silvio A.
1973 La encomienda indiana. 2a. edición. Editorial Porrúa. México
D.F.
1978 El servicio personal de los indios en el Perú. Tomo l. El Cole-
gio de México. México D.F.
l. Introducción
Durante los afios 60, muchos países en vía de desarrollo empiezan a
dedicar especial atención a su sistema educativo; esos esfuerzos se traducen
en un incremento notable de la matrícula en la Educación Primaria. En la
década siguiente, planes y programas educativos reflejan tendencias generales
nuevas: el énfasis se ha desplazado hacia un desarrollo cualitativo de la edu-
cación. Se nota una gran preocupación por la mayor relevancia de una educa-
ción que quiere ser a la vez auténtica y moderna, nutriéndose más de la reali-
dad lingüística y cultural de los educandos. Muchos países llegan así a estu-
diar la conveniencia de impartir una educación bilingüe ( 1).
Implementar una educación bilingüe y bicultural para niños vernácu-
lo-hablantes resulta dificultoso. Los obstáculos a su práctica exitosa son múl-
tiples: de orden histórico, político, lingüístico, pedagógico, socio-cultural o
económico, evidenciados en una gran penuria de material educativo en len-
gua vernácula, aun unos 30 años después de que la UNESCO señalara el pro-
blema por primera vez (2).
La elaboración de material educativo en una lengua que carece de tra-
dición escrita es un asunto complejo. Las dificultades que se encuentran no
suelen solucionarse con la mera aplicación de recetas técnicas clásicas, sino
que requieren soluciones originales, adaptadas a cada caso. En el presente ar-
tículo describimos unos trabajos y experiencias específicas, en torno a bases
lingüísticas que sirven de soporte a materiales educativos elaborados en que-
chua puneño. Nuestros comentarios giran alrededor de tres puntos lingüísti-
cos que se revelan problemáticos cada vez que una lengua vernácula, despres-
tigiada y empobrecida por su secular exclusión de las esferas oficiales, se
vuelve un instrumento oficial de enseñanza en el aula ; es decir : el alfabeto,
las normas ortográficas y la creación de términos científicos. Nos referimos
principalmente a experiencias adquiridas en la elaboración y la revisión de li-
bros de lectura y de lenguaje en quechua puneño para el Proyecto Experi-
mental de Educación Bilingüe de Puno (PEEB/P), que viene ofreciendo servi-
cios educativos en lengua vernácula (aimara y quechua) y en castellano a ni-
ños de las zonas rurales de Puno, con el objetivo de abarcar todo el nivel pri-
mario (3).
2. El alfabeto
Según indicaciones recientes de la UNESCO, "la mayoría de los 400
grupos indígenas de América Latipa todavía no poseen escritura y por lo tan-
to carecen de alfabeto" (4 ). En consecuencia , muchos países de América La-
tina que deciden impartir una educación bilingüe para poblaciones indígenas
inician programas educativos con investigaciones y decisiones lingüísticas en
torno a la lengua vernácula destinada a ser usada como lengua de enseñanza.
3. Reglas de ortografía
Sí bien las convenciones alfabéticas permiten leer y escribir una len-
gua, su mera aplicación no garantiza que así se resuelva todo interrogante or-
tográfico . Por esa razón, una lengua vernácula dotada de un alfabeto requiere
normas adecuadas para su escritura, especialmente si se prevé su uso como
vehículo lingüístico oficial en el aula, pues se considera que normar la lengua
de aprendizaje en la escuela es condición y base de la educación ( 11 ). Sin em-
bargo , no es siempre fácil que se cristalicen formas fijas, constantes , que lle-
guen a imponerse como standard en la escritura; ese fenómeno depende de
varios factores, como los sigui en tes.
dagógicas sobre las ventajas de un claro deslinde entre dos sistemas lingüísti-
cos, donde la discriminación auditiva se refuerza con una diferencia visual, a
fin de limitar y, en lo posible, controlar el fenómeno de permanentes interfe-
rencias por parte de los alumnos.
4. Creación de términos
Ese punto representa , junto con la selección del alfabeto y la norma-
ción ortográfica de una lengua vernácula, la tercera gran tarea lingüística para
asegurar un material educativo consistente, especialmente para grados supe-
riores.
En las últimas décadas ha sido necesario subrayar que no existen
lenguas demasiado "primitivas" para servir en el proceso de enseñanza-apren-
dizaje. Al contrario, cualquier lengua tiene recursos suficientes en su vocabu-
lario para permitir a sus hablantes expresarse de modo satisfactorio sobre te-
mas relevantes e importantes para ellos. La falta de vocabulario adecuado ,
utilizada muchas veces como pretexto para prohibir el uso de una lengua ver-
nácula en el aula, no se puede evitar: cuando se atribuyen nuevas funciones a
una lengua dada , ésta, en un primer momento , carece del vocabulario reque-
rido . De esa manera, una lengua vernácula empleada por primera vez en el
aula, necesita enriquecer su vocabulario para poder reemplazar eficazmente
a una lengua de prestigio utilizada hasta la fecha. Es una tarea que concierne
a cualquier lengua vernácula empleada de manera consistente en el aula; es
también una tarea difícil, a largo plazo, cuyos resultados no se pueden vis-
lumbrar rápidamente.
por una parte , y, por otra, las formas vernáculas existentes adecuadas o que
puedan ser adaptadas. Establecer criterios generales que aseguren cierta uni-
formidad entre los términos de las diferentes áreas de trabajo, como son Len-
guaje, Matemáticas y Ciencias Naturales;
- seleccionar a un grupo de maestros y confiarles la tarea, bajo el ase-
soramiento de un lingüista y, según lo requiera el caso, de un especialista en
Lenguaje o Ciencias. En una fase posterior. proponer los nuevos términos a la
aprobación del conjunto de maestros que tendrán que usarlos;
- difundir los términos creados entre los futuros usuarios durante los
cursos de implementación y a través de la publi~ación de guías y folletos.
(lb)
5. Conclusión
Muchas poblaciones vernáculo-hablantes carecen todavía de materia-
les educativos adaptados a su realidad cultural y lingüística. Esta situación es
mayormente imputable a la complejidad inherente al proceso de elaboración
de tales materiales, como lo ilustran nuestras reflexiones sobre los factores
lingüísticos que sirven de soporte a materiales educativos en lengua vernácu-
la.
Los problemas y trabajos descritos en el presente artículo nos llevan
a consideraciones generales sobre el papel que juegan diversas disciplinas
científicas en programas de educación bilingüe en poblaciones vernáculo-ha-
blantes.
Si en el pasado fueron pedagogos inquietos quienes contribuyeron
principalmente al avance de la educación bilingüe, se registra, en las últimas
décadas, un énfasis puesto en la lingüística para conducir programas educati-
vos en lengua vernácula. Si bien nadie discute la relevancia y la importancia
de la lingüística en la preparación de tales programas, es evidente que las ta-
reas que aparentemente le incumben de manera exclusiva, exceden claramen-
te su dominio: se trata muchas veces no sólo de transcribir una lengua. sino
de analizarla, normarla, enriquecerla, revalorizarla y de fomentar cierta auto-
dinamización entre sus hablantes. Es obvio que esas tareas no competen sólo
a la lingüística.
De manera repetida, las organizaciones internacionales, dentro de
ellas la UNESCO, piden a los especialistas que salgan de su torre de márfil pa-
ra llevar a cabo acciones concertadas. De hecho, los problemas específicos
que se encuentran en programas educativos en lengua vernácula requieren so-
luciones originales, que saldrán de equipos interdisciplinarios donde el lin-
Marie Büttner
La Verelle - L'Orbrie
F-85200 Fontenay-le-Comte
Francia
NOTAS Y REFERENCIAS
( 1) Según datos de la World Bank: Educación, Sector Policy Paper, Washington, 1980.
(2) Especialmente en: L 'emploi des langues vernaculaires dans /'enseignement, UNES-
CO, Paris, 1953.
(3) Según el Acuerdo Bilateral firmado en 1975 entre los Gobiernos del Perú y de la
R.F.A .. Iniciado en 1977, el Proyecto Experimental de Educación Bilingüe (PEEB/
P) tiene como principal objetivo "elaborar, experimentar y validar un modelo de
educación bilingüe, adecuado a la realidad socio-lingüística y educativa de las áreas
rurales del departamento de Puno" (Plan de Operaciones 1983, p. 21)
(4) UNESCO: Educación, Etnias y Descolonización en América Latina, Una guía para
la educación bilingüe intercultural. Vol. 1, México, 1983.
(5) ALBO, X.: Los mil rostros del quechua, IEP, Lima, 1974, p. 125.
(6) ESCOBAR, A. et al.: Perú, ¿pais bilingüe?, IEP, Lima, 1975, p. 129.
(7) Esas objeciones parecen tener tradición; así, en la crítica de un libro sobre Vilca
Apaza de los años veinte, se puede leer que "el quechua y el aimara ni siquiera tie-
nen ortografía, porque no tienen alfabeto. Literariamente, viven del alfabeto que
les presta el castellano y se roban dos letras del alfabeto inglés: la "k" y la " w" "(E.
Armaza, reproducido en el Libro de Oro, Puno, Tomo IX, p. 147).
(8) Esos problemas de ortografía se encuentran de manera casi idéntica en otras lenguas
vernáculas de América Latina en contacto con el castellano; ver, por ejemplo "(k) -
(g): las dificultades que surgen al escribir el nahuatl moderno;' de Sybille TOUMI,
en: Por una educación contra el etnocidio, Chantiers Amerindia, Sup. 2 al No . 9,
AEA, Paris, 1984.
(9) "Alfabeto Básico General del Quechua" (R.M. 4023 - 75-ED), en Educación Bilin-
güe: marcos legales, Ministerio de Educación, Lima, 1978, p. 18.
(1 O) Jer. Taller de Escritura en Quechua y A imara, organizado en Lima por las Universi-
dades Nacionales Mayor de San Marcos y San Cristóbal de Huamanga en 1983.
(1 I) MACKEY, W.F.: Bilinguisme et contact des tangues, Klincksieck, Paris, 1976. Es-
pecialmente el Capítulo 8: Statut des Langues en contact, pp. 199-221.
(14) GREVISSE, M.: Le bon usage, Grammaire franraise, Paris, 1959, (especialmente
pp. 112-114). Conviene recordar, además, las experiencias educativas que viene rea-
lizando desde hace unos diez años un grupo de pedagogos y lingüistas, entre ellos
A. Martinet, con ALFONIC (" Alfabeto para el aprendizaje de la lectura del fran-
cés"): se comprueba, con niños en edad pre-escolar, que se puede escribir el francés,
prescindiendo de la ortografía. Consultar al respecto : Vers l'écrit avec Alfonic, de
MARTINET, A. et al, Hachette, 1983.
(18) Ñampi, p. 4.
(19) En: Yanamayu Ayllu 2 (en proceso de impresión).
(*) El artículo que motiva la siguiente aclaración y fe de erratas fue publicado en Revis-
ta Andina, 3, 1 : 157-186 (Nota de R .).
en vez de léase
p. 157 , renglón 16 1608 el mismo año de 1608
p. 157. renglón 17 un escaso año unos cinco meses
p. 172 , renglón 1 (A) yauricaxa yaoricaxa
p. 172. renglón 9 (8) ger(oni)mi ger(oni)mo
p . 174, renglón 17 (A) cascancaman cascancamam
p. 174. renglón 19 (A) aparca aparcan
p. 174, renglón 8 (B) no nos
p. 174, renglón 17 (B) pollos siempre pollos , siempre
p. 175 , renglón 18 (C) kasqankaman kasqankamam
p. 176, renglón 11 (B) y de vn Y< de )vn
p. 178, renglón 3 (A) maycatapas maycantapas
p. 180, renglón 7 (C) acordandonon acordando nos
p . 181. renglón 7 (C) de <de>
p. 181 , renglón 13 (C) muchakuyku muchaykuyku
gión sur-andina pues se encuentra tanto en los centros urbanos como en los
pueblos o villorrios de provincia - . el Qhashwa y elHarawi muestran una lenta
o escasa incorporación de elementos nuevos a través del tiempo. Ello es natu-
ral, pues son tipos de canto más ligados a faenas agrícolas particulares y que,
por lo tanto , han tendido a quedar relegados a ambientes campesinos y a ser
única o principalmente cultivados por una sola clase social. Aun así, el
Qhashwa también ha sufrido en algunas partes cambios debido al proceso de
amestización. En 1793, el "Diario de Lima" publicó una descripción de la
vida social de la ciudad de Huánuco en la que se mencionan trece estilos de
bailar y cantar, entre los cuales figuran no sólo el Yaraví, sino también el
Qhashwa (9). Por consiguiente, al igual que el Waynu moderno y el Yaraví,
el Qhashwa, de ser un baile exclusivamente indígena, pasó a formar parte
del "folklore" de la capa mestiza.
A mediados del siglo XIX surgen los primeros indicios de que se va a
cerrar el hiatus de indocumentación sobre las artes verbales populares. En
1853 aparece la primera edición en quechua del 0/lantay, de von Tschudi.
Los únicos ejemplos de cantos populares (un Qhashwa y un Harawi) indica-
tivos del estado del repertorio nativo vigente en el siglo XVIII provienen de
esta obra , la única desde la crónica de Waman Puma de Ayala -hasta donde
se conoce- en que aparecen versos de tema laico cantados en quechua. Por
otra parte, varios viajeros y coleccionistas, peruanos y extranjeros, continúan
ahora las tareas de recolección que emprendieron los cronistas y lexicógrafos
de la Colonia (von Tschudi 1847, 1918; Middendorf 1891, 1959; Beltrán
1891; Vienrich 1905; Markham 1856). A esta lista hay que agregar a los si-
guientes gramáticos quechuas y traductores al castellano peruanos: José
Dionisia Anchorena (Gramática quechua, 1874), Gabino Pacheco Zegarra
(Alfabeto fonético de la lengua quechua, 1875) y José Fernández Nodal
(Elementos de gramática quechua, 1872). Nodal y Zegarra también publi-
caron traducciones del 0/lantay (1873 y 1886, respectivamente), basadas
en transcripciones de piezas teatrales populares procedentes de varios códi-
ces del siglo XVIII.
A fines del siglo XIX, la amplia tradición literaria de las grandes cul-
turas nativas -la quechua y aymara en el Perú y Bolivia- fue reconocida
por los literatos de inclinación sociológica y antropológica y considerada en
el marco de lo que se iba calificando como "folklore". Entre los escritores
mencionados arriba, tres de ellos se destacan por su copiosa y diversa colec-
ción de formas poéticas quechuas: Ernst W. Middendorf, José Dionisia An-
chorena y el padre Carlos Felipe Beltrán.
Ernst W. Middendorf,el conocido estudioso de las lenguas aboríge-
nes del Perú, reúne en su obra Dramatische und Lyrische Dichtungen del
Keshua-Sprache ( 1891) varias formas literarias en quechua. Del género dra-
mático, Middendorf presenta el texto completo del auto sacramental Uska
Pauqar... del Patrocinio de Maria, Señora Nuestra en Copacabana, de origen
anónimo. De tema religioso, Middendorf incluye los llamados "Romances
Lira (19 56) y Sergio Quijada Jara ( 195 7 ). La colección de poesías que pu bl i-
có Lira en Canto de Amor ( 1956) está ligada a la tradición cusqueña . Se com-
pone de cien t extos que no han sido sometidos a clasificación alguna. Sin
embargo. por su temática seis de los ejemplos podrían ser del género Waynu,
si se recurre a la clasificación que Roe) Pineda hace en su estudio ( 1959a ).
donde se encuentran seis textos qu e comparten el mismo estilo y contenido.
Sergio Quijada Jara, por su parte , en Canciones del ganado y pasto-
res ( 1957) establece cinco categorías para el corpus de versos - recogidos
en las cercanías de la ciudad de Huancayo- , el cual Je sirve para mostrar la
variedad de cantos que se ejecutan durante las fiestas ganaderas o "Santia-
go" (bendición y marcación del ganado). Quijada Jara no emplea identifica-
ción nominal para las categorías, sino que las señala por su contenido temá-
tico : "Animales", "Plantas" , "Del amor y del dolor" , "Al patrón" y de ca-
rácter vario. Por eso es difícil comprobar la concordancia de las categorías
con los ritos concretos que integran el conjunto de las festividades~ es decir,
los 200 textos se encuentran apartados en una antología y no intercalados
necesariamente con las etapas de las ceremonias. La verificación es particu-
larmente difícil en los casos de versos cuyos motivos son más bien propios de
la temática que caracteriza al Qhashwa y al Waynu, género. este último , que
abarca una gran variedad de temas. También el hecho de no consignar cuán-
do un canto es además baile (Quijada Jara proporciona sólo 27 partituras
para su colección) dificulta la identificación del carácter de la poesía citada .
El formato de colocar un canto o los versos específicos de un rito dentro de
la descripción del contexto social se logra de manera ejemplar en la edición
de Al/panchis Phuturinqa, Vol. lll, 1971 , dedicada a los ritos agrícolas y ga-
naderos. (Este procedimiento. por supuesto. facilita la identificación del
texto).
Otro caso referente a la problemática de la identificación del am-
biente social de un texto en las antologías es la voluminosa compilación
Huaynos del Cusco ( 1981 ), de Gabriel y Gloria Escobar. Estos autores
logran presentar una colección homogénea de Waynu en base a los rasgos
formales y la región de procedencia de los cantos. Sin embargo, no logran
del todo una recopilación de textos auténticos de la tradición oral puesto
que la mayoría de los ejemplos son textos reformulados o compuestos para
fines comerciales de la discografía.
Los intentos más recientes de reunir la poesía antigua y contemporá-
nea son : Poesía quechua de Mario Razzeto (1972), Las letras precolombinas
de Georges Baudot (1979) , Literatura quechua de Edmundo Bendezú Aybar
(1980), literaturas de Anahuac y del incario de Miguel León-Portilla (1982),
Poesía Peruana, antología general: poesía aborigen y tradicional popular de
Alejandro Romualdo ( 1984) y Literatura quechua clásica de Francisco Carri-
llo (1986). Estas publicaciones (salvo la de Bendezú Aybar) se caracterizan
por su mayor difusión y porque demuestran en mayor o menor grado la vi-
gencia de los impedimentos tradicionales a un estudio acertado de la litera-
qamaywa" ( 1977 ).
La obra de Husson es la más definitiva y coherente exégesis de los
escritos en quechua de Waman Puma de Ayala que se ha hecho hasta el mo-
mento . Previo un análisis fonológico , Husson logra cinco objetivos: 1) defi-
nir la variante del quechua a que se aferran los textos "etnográficos" , cate-
goría de enfoque de su estudio que comprende el material lírico en la obra
de Waman Puma de Ayala; 2) una nueva transcripción de textos que refleja
las características fonológicas de las variantes del habla quechua; 3) el análi-
sis lingüístico (la morfología y la sintaxis que se hacen patentes en la poéti-
ca de Puma de Ayala) que luego le permite a Husson exponer las implicacio-
nes semánticas del texto; 4) comprueba en el léxico quechua clásico un "re-
gistro" específico y distinto al "registro" cotidiano al que recurrieron los
versificadores para lograr concientemente un quehacer poético; y 5) comen-
tarios con el fin de explicar o relacionar los rasgos estilísticos con el valor
funcional del género y texto. su interés etnográfico y las impli-:aciones refe-
rentes al conocimiento de la vida y pensamiento de Puma de Ayala.
El éxito y valor del estudio de Husson radica en que procura trazar
los lazos temáticos entre varios géneros y sus textos representativos de distin-
tas categorías para hacer resaltar o hacernos vislumbrar la coherencia de ele-
mentos que debieron de haber unido la tradición literaria andina. La metodo-
logía analítica de Husson salva la distancia ideológica entre diversos textos,
escritos y pictóricos, por ejemplo el "Harawi Imperial" y el 01/antay , textos
a los que la epistemología literaria, hasta ahora, ha acostumbrado separar.
Como se ha señalado al principio , aquella dimensión y cohesión de las artes
verbales nativas en la antigüedad sólo las podemos capturar a medias en el
presente. Sin embargo, la tarea de Husson de elucidar varios aspectos de la
poética de Puma de Ayala llena muchas lagunas y , por cierto , sustenta el pro-
pósito de este artículo : el d e considerar la lírica quechua por medio de la
literatura.
La poesía lírica no es la única rama de la literatura quechua que ha
sufrido trastrueques injustos e innecesarios. La obra de Mario Florián La épi-
ca inkaika ( 1981) merece especial mención por ser la más reciente y, tal vez,
la única recopilación de textos en español de la narrativa histórica de raigam-
bre aborigen. Florián presenta 18 relatos sobre las hazañas de la dinastía de
los inkas que , según él, constituyen la poesía épica . Pero el autor no cita la
fuente en las crónicas de estos textos - al parecer, originales- que presenta
como ejemplos del "Jarawi". La única excepción es la designación acertada
que hace él del sexto ejemplo de Santacruz Pachakuti como "Canto ceremo-
nial del saludo". Sin embargo , en referencia al resto de los pasajes, la obra no
contribuye a la distinción de modos de narrar o versificar. Florián divide los
relatos en tres ramas : "Jarawis o grandes cantos narrativos histórico-
legendarios" , "Jarawis o grand es cantos narrativos mítico-cosmogónicos" y
"Jarawi o canto de triunfo o victoria" . Este derrotero , el de designar Harawi ,
o canto, a la narrativa prehispánica y también Harawi a cantos de triunfo
( 4) Para una reconstrucción y nueva traducción del corpus de Molina, con comentarios
sobre los doce textos, véase el trabajo de John H. Rowe: "Once oraciones inca del
ritual del Zithuwa", en Wayka (Programa Académico de Antropología, Universidad
Nacional del Cusco. Cusco, 1970). Este trabajo fue publicado originalmente en el
Krober Anthropological Society Papers (Berkeley, 1953) bajo el título "Eleven Inca
Prayers frorn the Zithuwa Ritual". Ver también : Teodoro L. Meneses "En pos de
una nueva traducción de los himnos quechuas del cronista Cristóbal de Molina, el
cusqueño", Sphinx, No. 15. Lima, 1962.
( 5) Cf. Carlos A. Romero, "Festividades del tiempo heroico del Cusco", Inca, Lima,
1923, Vol. 1-2 , abril-junio. Este artículo incluye citas tornadas de Relación de fies-
tas (Francisco del Canto . Lima, 161 O). Los datos que recoge Romero tratan de
descripciones de las funciones festivas solamente; el autor anónimo original no men-
ciona los nombres de los diferentes cantos y fo danzas indígenas.
( 7) Guillermo Lohmann Villena, Historia del Arte Dramático en Lima durante el Virrei-
nato. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la Universidad de Sevilla. Madrid,
1945, p. 320.
( 8) Citado en "El Yaraví" por Consuelo Pagaza Galdo, Revista del Instituto Americano
de Arte, año XI, No. 11, 1963, Cusco, Perú. Sicramio (J. M. Tirado) publicó el artí-
culo titulado "Rasgo remitido por la sociedad poética sobre la música en general, y
particularmente de los Yaravís" en el No. 101 del año 1791 en el Mercurio Peruano
(Lima) y fue contestado por el crítico que firma con las iniciales T. J. C. y P. en los
números 117-118 del mismo periódico en 1792.
( 9) Op. cit., p. 98 . Esta cita de Pagaza Galdo es tornada de José Varallanos, "Descrip-
ción topográfica de la muy noble y leal ciudad del León de Huánuco" (Diario de
Lima, 27 de junio, 1793).
(1 O) Es el caso, por ejemplo, de los estudios de Sherzer y Sherzer sobre los indios Cuna
de San Bias (Panamá) y de Gossen sobre los Charnula (México). Cf. Joel F. Sherzer,
"Cuna Ikala: Literature in San Bias" y Gary H. Gossen, "Charnula Genres of Verbal
Behavior", en Verbal Art as Performance, por Richard Bauman (Rowley, Massa-
chusetts: Newbury House Publishers, Inc., 1977).
(11) Jesús Armando Cavero Carrasco, "El Qarawi y su función social" en Allpanchis, No.
25, año XV, Vol. XXI, Cusco, 1985. Además, hay que mencionar la valiosa colec-
ción de monografías inéditas (depositadas en el Archivo Departamental Cusco) es-
critas entre 1942 y 1963 por los alumnos de Jruge Cornejo Buroncle ~n el curso:
Geografía Humana General del Perú (Universidad Nacional San Antonio Abad,
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del Ecuador. Las guías no tienen una estructura similar y se diferencian entre
sí. Pueden contener en su interior un verdadero diccionario biográfico, como
en El libro de la ciudad de San Francisco de Quito (CEGAN 1951) o ser na-
da más que un listado alfabético de comerciantes y terratenientes con alguna
información complementaria (lzurieta 193 2 ). Su utilidad será destacada a
través del análisis que más adelante hacemos de la guía de 1909.
2. EL USO DE FUENTES
critas cantón por cantón, con sus respectivas parroquias. La información que
se provee es uniform e en su estructuración para cada unidad político-
administrativa y casi siempre se describe: a) personal con cargos políticos y
judiciales; b) comerciantes con su capital en giro; c) artesanos por profesio-
nes; d) avisos publicitarios de empresas. comerciantes individuales y hacenda-
dos.
La guía de 1909 ha sido utilizada sólo en los últimos años como
fuente de historia social. Andrés Guerrero. Manuel Chiriboga y Rafael Quin-
tero son. entre los autores nacionales. quienes han procesado esta fuente ,
dado que es más consistente para la región costeña . Pero , paradójicamente ,
los autores mencionados han llegado a distintas conclusiones en lo relativo a
la constitución de una burguesía agroexportadora regional , lo cual muestra
que esta guía es susceptible de múltiples interpretaciones.
Los avisos publicitarios de manufacturas , comercios y haciendas. son
el grueso de la guía. Así, los avisos de haciendas e ingenios indican el propie-
tario. el número de árboles de cacao. de cabezas de ganado. la extensión de
los cultivos de caña de azúcar, etc. En el caso de las haciendas cacaoteras, el
criterio más importante de valor es el número de árboles de cacao. Frecuen-
temente, y sobre todo para las haciendas costeñas. hay una fotografía de la
hacienda con sus propietarios o administradores y los trabajadores. Propor-
cionalmente. los avisos de haciendas serranas son bastante menores. Recal-
quemos que la sección correspondiente a Guayaquil y a la provincia del Gua-
yas es la más importante de la guía.
Ahora bien. el valor de las descripciones monográficas de provincias
es desigual. Eventualmente se indica la producción dominante . así como la
que se comercializa hacia afuera o la que viene ele otras áreas. En ciertas oca-
siones se indican los lugares de cada provincia donde se halla concentrada la
producción agrícola o artesanal más importante. Entre las provincias que
constan en la Guía , las que menor información tienen son Tungurahua. la
Región Oriental y el Archipiélago de Colón .
Como se ve, esta guía puede ser considerada un compendio de mono-
grafías de provincias y un testimonio fotográfico de bastante calidad de una
época en la que el país atravesaba por una situación económica boyante debi-
do al impacto de la producción cacaotera. La forma como se estructuró esta
guía influyó, a nuestro parecer, en la práctica posterior de hacer monografías
de provincia que incluyen una sección especializada de publicidad ; mencio-
nemos de pasada, en este sentido , a Castillo (s/f) , Montalvo (1928) y Quinta-
na y Palacios (1937).
fías y guías, van desde la estructura económica y las estructuras agrarias has-
ta la estructura de las clases superiores, rebeliones campesinas y conflictos
rurales, etc. Damos por sentado que son fuentes indispensables para un estu-
dio contemporáneo de historia local de alguna área que coincida con la co-
bertura de alguna de estas monografías.
a) Mentalidades
Una primera consideración es la mentalidad de los mismos autores de
monografías. Para la región de la sierra central y norte, es posible encontrar
que los grupos indígenas ingresan en la historia desde la colonia , pero progre-
sivamente pierden lugar en la época republicana. Algunos autores practicarán
un indigenismo poco radical. Pero , en términos generales, va a imperar una
visión racial de origen colonial , privilegiando la presencia de los grupos
blanco-mestizos.
Algunos autores son sensibles a la presencia de tradiciones indígenas
expresadas en fiestas. Sus descripciones de fiestas indígenas resultan de inte-
rés, tal el caso de Tamayo ( 1972) y Moreno ( 1966 ). En lo relativo a la reli-
giosidad popular, son sensibles mayormente los sacerdotes, sea que encuen-
tren un paso de la idolatría a la cristiandad o una persistencia de cultos reli-
giosos "paganos'', como expresan Yánez (s/f), Herrera (1909) y Coba Roba-
lino (1929) .
b) Estructura económica
Este aspecto casi siempre es tratado, pero en unos casos con mayor o
menor amplitud y, en otros, demasiado superficialmente. Aparte de las guías,
cuya identidad en este sentido es importante , deben destacarse los trabajos
de Armendaris (1943 ), Castillo (s/f), Herrera (1909), Montalvo (1928), Mora
(1930) y Zumárraga (I 949). Ciertamente, no debe pedirse demasiado en este
aspecto , pero la información es de mayor valía para el momento en que se
redacta la monografía y eventualmente para épocas pasadas.
c) Estructuras agrarias
Como gran parte de las monografías siempre describen zonas rurales,
se mencionan las estructuras agrarias. La estructura de la propiedad se esta-
blece diciendo si existen o no grandes propietarios. Algunos autores van des-
cribiendo hacienda por hacienda , con sus propietarios y la producción, inclu-
yendo en ocasiones información cuantitativa; esto puede verse en Reyes
( 1920) y Armendaris ( 1943 ). Desde el punto de vista del origen histórico de
las estructuras de la propiedad , las monografías son muy vagas, pero se en-
cuentran ciertas indicaciones en Quintana y Palacios (1937), Toro Ruiz
(1963) y Ponce (1955). El aspecto más descuidado en las monografías son
d) Sectores laborales
f) Rebeliones campesinas
Existe una tendencia a guardar silencio sobre este tema, y sólo pocos
autores prestan una pequeña atención al asunto . En Maldonado y Basabé
(1930) y Castillo (s/f), por ejemplo, se mencionan sublevaciones indígenas
desde el período colonial hasta 1920 aproximadamente , en la provincia de
Chimborazo , indicando el año y el lugar e identificando eventualmente las
causas de dichas sublevaciones. Toro R uiz ( 1963) menciona alguna suble-
vación en la provincia de Tungurahua , pero encuentra con más claridad una
tendencia a litigar legalmente . De una excepcional riqueza descriptiva es el
relato de Coba Robalino ( 1929) acerca de una sublevación indígena en Pílla-
ro a fines del siglo XIX . Entre otras, es con este tipo de fuentes con las que
construyó su cronología de luchas indígenas Osvaldo Albornoz (6 ).
g) Poderes locales
5. A MANERA DE CONCLUSION
El análisis realizado hasta aquí se inscribe en la tarea de evaluar las
fuentes impresas para objetivos de investigación histórica. Entre varias eva-
luaciones, mencionamos a Juan Maiguashca, quien realizó una primera se-
lección bibliográfica temática para historia económica y social del Ecuador
(7 ). Por su parte, Michael Hamerly efectuó un estudio de los Informes Mi-
nisteriales y periódicos oficiales del siglo XIX como fuentes cuantitativas
(8 ). Para una temática conexa a la que hemos tratado nosotros, Emmanuel
Fauroux llama la atención sobre las monografías como fuentes para estudios
regionales, incluyendo un exhaustivo inventario de fuentes impresas para la
provincia de Loja (9 ).
La cobertura de guías comerciales y monográficas que hemos logra-
do no puede considerarse completa , pero sí representativa de un tipo de
fuente impresa propia del siglo XX. Ciertamente que este género se prefigura
en el siglo XIX, pero nuestra búsqueda todavía no nos permite acercanos con
más precisión a textos de este siglo , lo cual esperamos hacerlo en el futuro .
De alguna manera estos estudios locales representan los intentos de
hacer historia de unidades poi ítico-administrativas, relevando su conexión
con la historia nacional. Ciertamente, los autores se hallan imbuidos del
"espíritu del progreso", ideología que se va desarrollando desde fines del
siglo XIX y que toma fuerza definitiva en el siglo XX. En el fondo , se trata-
ría del surgimiento de localismos y regionalismos, una de cuyas expresiones
es este tipo de monografías. Por eso , aunque se intente insertar la vida local
en un tiempo histórico ''nacional", existe marcadamente un tiempo local que
marcha bajo pautas menos modernas y más ligadas a la temporalidad de so-
ciedades rurales. Desde el punto de vista de lo que representan los autores, se
Hernán lbarra
Instituto de Estudios Ecuatorianos
Carrión 555 by Juan León Mera
Casilla No. 14 7, Suc. 12 de Octubre
Quito, Ecuador
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45-46, Dic. 1963, Quito, pp. 189-281. Una edición reciente puede obtenerse en
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fía Agraria, incluimos algunas monografías en el tema monografías y estudios loca-
les ; véase Hernán lbarra, Bibliografía analítica agraria 1900-1982, CIESE-ILDIS ,
Quito, 198 2.
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1983, pp. 64-68 .
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siglo XIX y las primeras décadas del presente siglo", (manuscrito), Quito , 1979 .
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Gazettes of Ecuador", LARR, XII, 2: 138-156, 1978 .
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len y son fuentes valiosas, pero por cuestiones de espacio y la ignorancia lin-
güística del autor los dejaremos de lado. En segundo lugar, el enfoque par-
tirá de los escritos publicados desde 1978 , más o menos. Para los artículos y
libros anteriores, sobre todo los textos de la década del setenta , se puede
hacer referencia a la resefia de Harry Vanden en Latin American Research
Report. No. 3 de 1979. Dentro de estos límites, hay textos a los cuales no
hemos tenido acceso o , simplemente, no conocemos. Para compilar las obras
rescfiadas. la bibliografía incluida en el libro de Eugenio Chang Rodríguez,
Poética e Ideología en José Carlos Mariátegui, ha sido muy útil.
La vida de Mariátegui ha intentado ser dividida por muchos escritores
en pre-Europa, Europa. y post-Europa , a veces con una subdivisión alrededor
de la ruptura con Haya de la Torre en 1928. Por un lado, creemos que esta
separación ha dificultado en muchos casos la comprensión del desarrollo vital
de Mariát egui: los cambios dentro de estos períodos no son pormenorizados.
Mariátegui no era el mismo al llegar de Europa en 1923 y al fundar el Partido
Socialista Peruano en 1928 . por ejemplo. Por otro lado , esta división ha con-
ducido a que algunos autores hayan limitado su análisis a una sola etapa. Para
comprender el "marxismo heterogéneo" de Mariátegui , sus intereses y activi-
dades en Lima antes de partir a Europa son ilustrativos. En otras palabras ,
muchas de las obras que se asemejan a biografías no emplean un análisis sufi-
cientemente detallado dentro de estos períodos o no vinculan las distintas
etapas. Este ensayo utilizará una estructuración algo artificial al resefiar la
bibliografía : la etapa previa al viaje a Europa, sus experiencias en el Vi ejo
MundQ y, en la e tapa post-Europa, la clasificación será hecha por temas : sus
relaciones con el APRA, el P.C. y la Internacional; sus planteamientos teóri-
cos ; su interpretación del Perú; su visión de la literatura y sus experiencias
como periodista . Reconocemos la arbitrariedad de tal organización - divisio-
nes que criticamos cuando son hechas por otros-, pero recordamos que el
papel del presente trabajo es mostrar las tendencias en el análisis de Mariáte-
gui.
En un artículo de la revista Análisis (No. 12), Francis Guibal reseña
con perspicacia cuatro obras sobre Mariátegui que considera centrales: las de
José Aricó , Alberto Flores Galindo (la Agonía ... ), César Germaná (La Polé-
mica ... ) y Aníbal Quijano (Reencuentro y Debate ... ). Los cuatro son, en
efecto. serios estudios que aportan hipótesis originales e importantes sobre
las relaciones de Mariátegui con el APRA y con el Partido Comunista. su con-
cepción del marxismo, su visión del Perú y otros temas. Concordamos con
Guibal en que son indispensables en cualquier estudio sobre la vida y obra de
Mariátegui.
El estudio de Germaná se puede entender como una respuesta a los
esfuerzos de mostrar las semejanzas entre Haya y Mariátegui que reclaman a
Mariátegui como aprista . Germaná muestra enfáticamente la inmensa brecha
entre ellos ya que , para él, Haya representa(ba) a la pequefia burguesía y su
proyecto de modernización , mientras que Mariátegui representa(ba) una al-
256 Re vi st a Andina, añ o 4
- - - - - - - - - - - - - - - - - - W a / k e r : Bibliografía sobre Mariátegui
Conclusión
Charles Walker
810 E 58th, 3-N
Chicago, lllinois
60637, EE.UU.
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