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La época de Villamaria

A propósito de los recuerdos de navidad, serían muchos y muy placenteros, pues a pesar de
nuestras posibilidades económicas, en mi memoria están grabadas solo cosas muy lindas :
recuerdo por ejemplo aquellas navidades, que cuando mamá estuvo tullida y papá en la otra
cama con tifo, ambos alojados donde nuestra tìa Margot en su casa y a nosotros nos
repartieron donde las demás tias y tíos, pues a mí me correspondió vivir en Villamaría, donde
Lucila, yo creo que tendría apenas cinco añitos allí compartí tiempos muy inolvidables, como
por ejemplo, la manera que se tenía para hacer levantar a Luz Marina de la cama, era yo “tan
obediente” que le obedecía a mi tía a que cogiera una de las gallinas y se la llevara hasta la
cama donde Marina se encontraba dormida, ella le tenía pánico a estos inocentes animalitos y
saltaba de un solo golpe de su cama, logicamente que nada felíz conmigo. También recuerdo
las postreras de la leche recién ordeñada que me daba Don Antonio, el esposo de
Memita, ,quienes eran los dueños de la casa donde vivia la familia Castaño Alvarez y que me
querían como si fuera su nieto, pues hasta a su finca me llevaron varias veces, donde yo en
mis travesuras, viendo comer el plátano maduro con cáscara a las vacas, también lo comí y
hasta me supo bueno (esto lógicamente lo hacía al escondido), siempre fui muy curioso por
las actividades de los adultos y principalmente en los trabajos del campo, como el ordeñar,
montar a caballo o cuando ibamos pa` la finca, me gustaba viajar más al lado del chofer, para
observar como se manejaba el Jeep Willis, pues yo pensaba que tenía que manejar algún día
uno de esos (lo que no sabía era lo que me iba a pasar muchos años después en uno de esos
Jeeps).
Viene a mi mente otra historia memorable que se desarrolla en un diciembre de aquellos en
casa de nuestra querida tía Lucila y en donde el Niño Dios no podía faltar con sus regalitos,
trayéndome a mí una volquetica de madera (que mucho después supe que las hacía nuestro tío
Bertulfo) y a las muchachas las muñecas de moda o al alcance “económico” del “Niño Dios”.
Ocurrió que a Melba le trajo de regalo una muñeca dormidora -que seguramente con mucho
esfuerzo compró Robertico con su famoso puestico de flores en la Galeria de Manizales-, y
como yo me cansé de jugar solo con mi volquetica, además en medio de solo mujeres,
terminaba jugando con Melba al papá y a la mamá. Creamos toda una historia con nuestro
juego en el cual teníamos una hija pequeña que era Maria Luisa; además acababa de nacer
otra -la muñeca dormidora- quien no alcanzó a ser bautizada, pues enfermó y murió
rápidamente, ella “cerró los ojos”. Lógicamente a los muertos había que enterrarlos, de tal
forma que yo le propuse a Melba que le hiciéramos un funeral a la muñeca y asi sucedió. Para
tal efecto conseguimos una caja metálica de galletas surtidas La Rosa, hicimos un hueco en el
huerto de la casa y la enterramos; acto seguido le pusimos flores y una cruz como si fuera el
cementerio; la ceremonia culminó y como a los muertos no se les saca de la tumba, allí la
dejamos. Todo sucedió un poco después de la llegada del “Niño Dios”. Días más tarde como a
eso de las 6 P.M. llega Roberto bien cansado de su trabajo y le pregunta a Melba por la
muñeca, ella ingenuamente responde que la muñeca se murió, Roberto no puede creer lo que
está oyendo y pregunta de nuevo, Melba le reconfirma y añade que hace algunos días
Aldemar le propuso jugar al papá y a la mamá y que debido a una enfermedad la muñeca
moría y era necesario enterrarla. Roberto se levantó furioso preguntándome por qué había
hecho eso, yo salí corriendo asustado y me escondí detrás de Lucila por lo que no me alcanzó
a pegar con los ramales del machete. La muñeca entonces fue desenterrada por Roberto toda
sucia y manchada por la tierra.
Otro recuerdo de esta época se remonta a cuando Maria Luisa era una bebecita y Lucila la
dejaba tomándose su teterito al cuidado mío. Fatal error pues a mí me gustaba todavía mucho
el tetero, Maria Luisa ya estaba profundamente dormida y satisfecha de lo que había tomado,
quedaba siempre una buena cantidad, de tal manera que sin la niña haber terminado de tomar
yo se lo quitaba, me lo tomaba y paso seguido le llevaba el frasco a Lucila diciéndole que la
niña ya se lo había terminado. Desafortunadamente este oficio no me tocaba todos los dias,
pues otras veces estaba en la casa vecina, donde los Ramírez. Allí jugaba con el triciclo de
Kiko, ya que ellos eran para la época, una familia acomodada y podían darse ese lujo: tener
triciclo. Con ellos también jugábamos mucho al papá y a la mamá y nos daban unos “algos” o
“meriendas” que nos dejaban más que satisfechos.
Otros recuerdos muy bonitos de estas remembranzas, eran las novenas de aguinaldo que
empezaban en la iglesia parroquial de Villamaria y seguían en las casas vecinas, donde le
daban a uno natilla con buñuelos y otros dulces muy sabrosos como las brebas en almibar. En
esa época tambien formé parte de la O.T.V. (Organización de Trabajos en Vacaciones)
impulsada por la casa cural. Yo participaba en compañía de la familia Ramírez, y fue con
ellos con quienes aprendí a jugar futbol, guerra libertadora, chucha, escondidijo, etc.
En este cúmulo de recuerdos viene a mi memoria la vez en que me demoré más de la hora
autorizada por Lucila. Roberto llegaba a las seis de la tarde, razón por la cual yo tenía que
estar en la casa a las cinco y media. Aquella tarde estábamos jugando escodidijo y yo me
escondí tan bien que nadie me encontraba, además yo no tenía reloj de tal forma que el tiempo
transcurrió sin que yo me percatara de ello, hasta que estando alli escondido escucho la voz de
Roberto que gritaba: Aldemar !! Aldemar!!; salgo yo raudo al viento, que no se me veían los
pies de la carrera, atravesé como pude la quebrada la Diana y seguí por otro camino diferente
al de Roberto, llegué en cinco minutos a la casa de Lucila, y a los diez minutos llegó Roberto
furioso, pero Lucila me salvó de la pela. Cuando no me pude salvar de la pela, fue cuando me
mandaron a darle maíz a las gallinas. En ese patio había una gallina muy peliona que quería
comer ella sola por lo que le daba picotazos a las otras; así que se me ocurrió una idea: agarrar
esta gallina peliona y quemarle la cola como castigo, a mi edad yo pensé que la cola se le
quemaba un poquito y listo, pero cual sería mi sorpresa cuando el fuego cogió fuerza y se me
salió de las manos, no sólo la gallina sino la forma de apagarla. La gallina corría y cacareaba
desesperada y adolorida, así que lo único que se me ocurrió fue volver a cogerla y tirarla al
agua. Salvada esta situación me tocó enfrentar el otro susto: cuando llegó Roberto y vió la
gallina en esas condiciones, a pesar de que Lucila ya me había regañado Roberto cogió los
ramales del machete y me alcanzó a dar unos juetazos muy merecidos por cierto.
Recuerdo también que donde Lucila hacían obleas con arequipe y que meses mas tarde yo
también les ayudaba a vender principalmente a la salida de la misa de 12 los dias domingos.
Este fue mi primer trabajo: vendedor de obleas con arequipe
Estos son recuerdos imborrables que a mi edad me vienen como hermosas nostalgias de
tiempos que no volverán.
Estas vivencias son las que nos daban vida y energía así como ese inmenso amor a nuestra
familia, primas, primos, tíos, tías y lógicamente a esos padres tan especiales que Dios nos dió
y luego nos los quitó.

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