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“No hay nada más hermoso que los azules montes

de mi caldense tierra florida de alegría,


No hay nada más glorioso que ver mis horizontes
Teñidos de oro y grana cuando se duerme el día.

Canción de los cinzontes en el cañar pomposo,


Donde la leve abeja fabrica sus panales,
Pan blanco que me ofrece temprano y abundoso,
La pródiga cosecha feraz de los maizales.

OH, sombra hospitalaria de guásimos amigos


Que abrigan cuidadosos los vastos cafetales,
Dulzura de las cañas y mieles de los higos,
Riqueza de oro vivo que dan mis naranjales.”

Fragmento de la novela Montañera de Arturo Suárez, ganadora de los


juegos florales de 1916.

Quise comenzar con este fragmento de la novela “ Montañera” para


hacer algo explícita mi postura acerca del tema en cuestión , el paisaje
cultural cafetero.
Generalmente tendemos a asociar lo patrimonial con edificios y
monumentos que representan algún valor artístico o un momento
histórico, o sea que el patrimonio a simple vista se nos presenta como
algo concreto y palpable, pero dejamos de lado aquello que es
intangible y que se nos muestra de una manera implícita.
En el paisaje cafetero, que es nuestro entorno rural y cultural más
inmediato vemos muchos elementos que a simple vista podemos
identificar y decir que son de carácter patrimonial : una vivienda
cafetera con un largo corredor enchambranado, un puente hecho en
guadua etc. Pero a veces no nos damos cuenta de que todos estos
elementos hacen parte de todo un entorno que las personas
automáticamente reconocen y asimilan según su manera de pensar,
un entorno que hace parte a la vez de un mundo de sensaciones, ya
que los paisajes ( no sólo el paisaje cafetero) son importantes para la
comunidad desde el punto de vista de los nombres, los mitos, los
rituales etc, el mundo de lo implícito. Es decir, el hecho de que un
atardecer sea comparado con el oro (ver fragmento inicial) es porque
quien hace la comparación hace evidente un referente nostálgico y
sabe que quien lee entiende de inmediato a que se refiere, esto es
porque todos poseemos una memoria colectiva.

Incluso la misma costumbre de utilizar dichos tan comunes en estas


tierras cafeteras como por ejemplo “arrieros somos y en el camino nos
encontramos”, o evocar mitos como el de la “patasola” o “la
madremonte”, son referentes evidentes de que todo este entorno se
encuentra instalado en la memoria de las personas; el patrimonio es el
entorno donde la gente vive.

Vemos entonces, que si ese paisaje, ese entorno vive dentro de la


memoria de las personas, podemos desde luego hablar de patrimonio,
ahora no sólo son los monumentos y cosas tangibles sino que también
hacen parte del patrimonio las cosas intangibles como una leyenda o
un atardecer sobre los cafetales o un simple dicho regional. Incluso
esto se evidencia cuando alguien dentro de este entorno le va a
colocar el nombre a un perro o un gato, el primer nombre que se le
vendrá a la mente será “pacho “ o “pepe”, todo porque este tipo de
nombres están inmersos en nuestra memoria colectiva.

Pero el patrimonio al igual que la identidad no es algo fijo, en los


ultimos años a estado ocurriendo un fenómeno de desplazamiento
forzado y por ende es común ver aquellos paisajes desoladores de
personas en “fila india” desarraigadas de sus lugares de origen, el
mismo que nos muestran implicito cuando los miramos.

Son el punto de unión entre lo próximo y lo lejano. Aquellos


espontáneos inmigrantes representan lo exótico y traen consigo toda
aquella simbología inmaterial que nuestra memoria colectiva identifica;
claro, con el solo hecho de mirar a sus pies podemos reconocer unas
botas de caucho, unas alpargatas desgastadas e incluso los pies
descalzos que inmediatamente nos traen a la mente todos aquellos
aspectos culturales propios del paisaje cafetero o de cualquier otro.

Esto quiere decir que la idea del paisaje cultural patrimonial (sea no
cafetero), esta sufriendo nuevas modificaciones pues las sensaciones
que nos producen últimamente están salpicadas por la desafortunada
realidad violenta y por lo tanto, también la memoria colectiva puede
estar en peligro.
Ya esas analogías románticas en las que se asociaba en paisaje
campestre, casi ha sido reemplazado por imágenes de masacres,
violencia, inseguridad y desplazamientos forzados y se instalan poco a
poco en nuestra memoria, y en ese caso, si el verdadero patrimonio es
el que esta en la memoria de las personas, pues entonces creo que el
paisaje cultural cafetero está condenado a una dura estigmatización y
a un posterior abandono.

Algo más o menos similar, en mi concepto, ocurre con la vivienda


tradicional tanto la rural como la urbana. De aquellas “casitas” (casitas
así es como están referidas en nuestra memoria), que se adaptan a
las esculpidas montañas de nuestros paisajes cafeteros, de blancas
paredes y grandes aleros que ofresían una vista pintoresca ya que
solo quedan recuerdos nostalgicos en nuestra memoria, recuerdos
que paulatinamente e inevitablemente están siendo remplazados por
imágenes en el mejor de los casos de grandes y modernas casas
llenas de antenas parabólicas y en el peor de los casos por escenas
sacadas de una película post-nuclear con casas desechas y sucias y
un caballo raquitico amarrado al corredor.

Quizás suene algo tosco pero desafortunadamente es una r4ealidad


que junto con el desplazamiento, la violencia, las plantaciones de
cocaina, la baja cafetera, la contaminación, la vida moderna, etc., está
creando una nueva memoria en todos nosotros.

Así mismo vemos como todas aquellas casas tradicionales de


ventanas apostigadas, de patio central ajardinado y un gran solar de
las que muchos tenemos algun recuerdo en la memoria, ahora están
siendo remplazadas “dizque de material”, y las que aun quedan estan
en malas condiciones habitadas por una o dos personas,
generalmente ansianos o terminan como inquilinatos de muy mala
calidad y entonces el subconsciente de las personas comiensa a hacer
asociaciones:

Inquilinato + casa tradicional = pobreza

Viejitos + casa tradicional = ¡que boleta¡


Lo cual repercute en la idea mental que las personas se hacen y como
no es algo grato se trata entonces de reemplazarlo con algo que si lo
es, por consiguiente es aquí donde perdemos nuestro legado, nuestro
patrimonio. Todo por esa equivocada idea de progreso y de la también
equivocada noción de belleza, fria y superficial, fomentada por esa
misma pérdida de nuestra memoria cultural que nos obliga a querer
imitar lo que está de moda.

En conclusión, para mi forma de ver las cosas el patrimonio cultural de


nuestra región, tangible e intangible corre cierto peligro debido a
muchos factores que van en detrimento de todas aquellas sensaciones
que nos proporciona nuestra cultura cafetera con la cual nos
maravillamos y disfrutamos en una época mejor.

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