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Mapa de la mente

En general, mi punto de vista es el de que Parménides, entre otras cosas, ofrece el primer
Mapa de la mente; en concreto, establece un criterio de demarcación entre lo que es materia
de opinión y lo que es objeto de razón pura: una cosa es hacer frente al Mundo tal como se
nos presenta, lleno de seres que nacen y mueren, o que cambian de lugar, etc.; una cosa es
juzgarlos y entenderlos por separado y otra muy distinta es pensar en la pura acción de ser, o
mejor, de estar siendo1, acción que se puede atribuir a todo (a todo lo que es; porque, como
veremos, de lo que no es, no se puede predicar nada).

Una dualidad queda expresada en el Poema en el hecho de que haya, de entrada, dos tipos de
caminos: los caminos por los que discurren los demás mortales, y el que dirige al mundo de la
Luz, donde Parménides aprenderá el camino de la verdad. Un camino alejado, retirado del
resto. Pero no hay dos realidades, sino dos modos de tratar lo mismo.

H. Arendt defiende que el pensamiento, que la acción de pensar, conlleva una retirada, un
alejamiento; el que piensa se distancia del mundo inmediato, se abstrae, se distrae y deja de
atender a la vida que no deja de transcurrir mientras piensa; de ahí que pensar sea la más
pasiva de nuestras acciones, pensar exige dejar de actuar en la vida por un rato. Es la única
forma de poder encarar la meta: alcanzar una visión de conjunto; más que un conocimiento
concreto más acerca de un aspecto de la realidad, se trata de comprender la realidad misma.

Parménides es el primer pensador en el que la figura de la Filosofía queda claramente


dibujada: la Filosofía habla en nombre de la Verdad y acerca de todo. O, al menos, esa es la
misión: no transmitir una visión de las cosas –la jonica, la itálica, sino esforzarse en captar lo
que es cada cosa por encima de las opiniones particulares; “por encima”, “por detrás”… da
igual la expresión que utilicemos: la verdad, entendida como “a-letheia”, es des-cubrimiento,
des-velamiento de lo que está oculto y pasa desapercibido a la mayoría

Heráclito ya apuntaba en esa dirección, “a la Naturaleza le gusta ocultarse”; pero no diseñó un


método para des-cubrirla; Parménides sí, “camino” en griego es “òdos”, de donde procede
“meth-odos”; Parménides enseña a detectar los signos del ser para no perderse, para no
desviarse del camino, y lo hace aplicando, por primera vez, el principio de identidad (A=A), el
de no contradicción (no es posible que A y no-A y el de tercio excluso (A o no A); es decir, las

1
La expresión griega que utiliza Parménides –tó èón- es difícil de traducir porque contiene la forma del
participio presente del verbo ser, la cual está en desuso en español. Se aprecia esa forma en adjetivos
terminados en “ante” o “ente”, como “integrante”, “concursante”, “presidente”…. lo que está
integrando, lo que está concursando; así, tó èón significaría lo que está siendo; propongo lo estante. Lo
importante es recordar que se trata de un verbo, aunque se le esté tratando como un sujeto del que
cabría predicar algo; es un verbo en forma de participio, lo cual permite usarlo como adjetivo. Del
concursante podemos decir que es rubio; ¿qué podemos decir de lo que está siendo? ¿Cómo podríamos
acabar la frase ”lo que está siendo es……”?. Aquí viene lo bueno; Parménides borra el espacio en blanco
y dice: “lo que está siendo es”. Es como si nos frenara, como si nos dijera: “Eh, no corráis, antes de
hablar de algo en concreto, pensemos en qué significa que algo sea, que se esté siendo, que haya ser en
lugar de nada”.
leyes de la razón, diríamos hoy, pero que Parménides interpreta también como leyes del ser;
por tanto, nos hallamos ante una onto-logía.

El propio Parménides no era consciente de nuestro concepto de ontología, ni tenía idea de lo


que es la Lógica; sencillamente aplicó la razón, y sólo la razón, para entender el ser –todo lo
que está siendo, lo estante- tal como lo habían sospechado o barruntado los filósofos
anteriores: como una unidad eterna. Desde Tales, ésta era la consigna: buscar la unidad,
resolver lo múltiple en un solo principio. Parménides cumple con la consigna, pero se desvía
radicalmente del camino –especialmente del seguido por los milesios y los pitagóricos;
Heráclito está en una senda casi paralela a la suya 2. Parménides se desvía porque propone
pensar esa unidad como algo carente de todos los atributos que asignamos erróneamente a la
Physis, al Cosmos3. Hasta entonces se han propuesto principios explicativos imaginables (el
agua, la lucha entre opuestos, los números y las figuras geométricas, el Fuego de Heráclito); lo
que propone Parménides no alude a un ámbito del cual la imaginación pueda hacerse una
idea. Se acabaron las ideas y figuras poéticas, simbólicas. De la verdad no hay otra forma de
hablar que aquella que sigue estrictamente los signos del ser (la Lógica diríamos hoy).
Mientras sigamos usando imágenes, no hay identidad entre pensar y ser y sólo podemos decir
cosas aproximadas, verosímiles, probables, opiniones, un saber que no va acompañado de la
plena persuasión; la identidad se produce cuando la mente emite no una mera opinión más
acerca de aquello que está siendo, sino que ve lo que está siendo tal cual, desnudo de las
cualificaciones que recibe en cuanto es tratado desde la óptica del sentido común. A esto lo
llamamos hoy realismo epistemológico: la mente humana puede conocer lo que son las cosas
por sí mismas, no sólo lo que son para nosotros. No se trata de un realismo ingenuo –el que
consiste en creer que las cosas son como decimos por costumbre que son, las percibimos, el
realismo del sentido común-; el realismo filosófico presupone una metafísica, una ontología
desde la cual no se puede afirmar ni mucho menos que las cosas sean como la costumbre
arrastra a decir. Las cosas son como las pensamos, cuando las pensamos adecuadamente, sin
salirnos del camino, sin divagar, y sin tener en cuenta la fuerza de la costumbre.

Ya comentés que a esta forma de pensar la podemos llamar idealista y racionalista. Pero,
como acabamos de ver, no se trata de un pensamiento que defienda que sólo las ideas son, o
de que se pueda deducir lo que es real usando sólo la razón. La realidad no es ideal, pero es
como la razón dice, no como dicen los dioses , ni las costumbres humanas. En el decir queda
dicho el ser, pero no siempre, es necesario descubrir-lo con la razón. Lo que existe es lo que
vemos, no hay más; pero hay que aprender a verlo, o mejor, a pensarlo; una diosa anónima
nos lo enseña en el Poema de Parménides. Como veremos, no se trata de una mera
transmisión, como si la diosa, propietaria de la Verdad, tuviera la deferencia de enseñársela a
Parménides, a un mortal. La diosa no es realmente propietaria, sino portadora de la Verdad,

2
No hay certeza de que Parménides y Heráclito tuvieran conocimiento el uno del otro. Lo más seguro es
que no; pero no nos afecta, podemos comparar sus pensamientos y suponer que Parménides se habría
reconocido en Heráclito.
3
Se ha considerado que el pensamiento de Parménides es acosmista. El cosmos aparece en la tercera
parte del Poema, lo cual quiere decir que el sentido común sólo puede entender el todo como un
conjunto ordenado de cuerpos celestes, terrestres, etc. O dicho de otra manera: hay dos modos de
hablar de lo mismo, la del sentido común y la del pensamiento; a la primera, la Realidad le resulta
siempre un Cosmos; a la segunda, se le aparece como unidad radical de todo lo que está siendo, da
igual si lo que está siendo es un planeta o un árbol.
ella misma le dirá a Parménides que debe juzgar por sí mismo, aplicando su razón, si lo que ella
le enseña es correcto.
En general, mi punto de vista es el de que Parménides, entre otras cosas, ofrece el primer
Mapa de la mente; en concreto, establece un criterio de demarcación entre lo que es materia
de opinión y lo que es objeto de razón pura: una cosa es hacer frente al Mundo tal como se
nos presenta, lleno de seres que nacen y mueren, o que cambian de lugar, etc.; una cosa es
juzgarlos y entenderlos por separado y otra muy distinta es pensar en la pura acción de ser, o
mejor, de estar siendo4, acción que se puede atribuir a todo (a todo lo que es; porque, como
veremos, de lo que no es, no se puede predicar nada).

Una dualidad queda expresada en el Poema en el hecho de que haya, de entrada, dos tipos de
caminos: los caminos por los que discurren los demás mortales, y el que dirige al mundo de la
Luz, donde Parménides aprenderá el camino de la verdad. Un camino alejado, retirado del
resto. Pero no hay dos realidades, sino dos modos de tratar lo mismo.

H. Arendt defiende que el pensamiento, que la acción de pensar, conlleva una retirada, un
alejamiento; el que piensa se distancia del mundo inmediato, se abstrae, se distrae y deja de
atender a la vida que no deja de transcurrir mientras piensa; de ahí que pensar sea la más
pasiva de nuestras acciones, pensar exige dejar de actuar en la vida por un rato. Es la única
forma de poder encarar la meta: alcanzar una visión de conjunto; más que un conocimiento
concreto más acerca de un aspecto de la realidad, se trata de comprender la realidad misma.

Parménides es el primer pensador en el que la figura de la Filosofía queda claramente


dibujada: la Filosofía habla en nombre de la Verdad y acerca de todo. O, al menos, esa es la
misión: no transmitir una visión de las cosas –la jonica, la itálica, sino esforzarse en captar lo
que es cada cosa por encima de las opiniones particulares; “por encima”, “por detrás”… da
igual la expresión que utilicemos: la verdad, entendida como “a-letheia”, es des-cubrimiento,
des-velamiento de lo que está oculto y pasa desapercibido a la mayoría

Heráclito ya apuntaba en esa dirección, “a la Naturaleza le gusta ocultarse”; pero no diseñó un


método para des-cubrirla; Parménides sí, “camino” en griego es “òdos”, de donde procede
“meth-odos”; Parménides enseña a detectar los signos del ser para no perderse, para no
desviarse del camino, y lo hace aplicando, por primera vez, el principio de identidad (A=A), el
de no contradicción (no es posible que A y no-A y el de tercio excluso (A o no A); es decir, las
leyes de la razón, diríamos hoy, pero que Parménides interpreta también como leyes del ser;
por tanto, nos hallamos ante una onto-logía.

El propio Parménides no era consciente de nuestro concepto de ontología, ni tenía idea de lo


que es la Lógica; sencillamente aplicó la razón, y sólo la razón, para entender el ser –todo lo
que está siendo, lo estante- tal como lo habían sospechado o barruntado los filósofos
4
La expresión griega que utiliza Parménides –tó èón- es difícil de traducir porque contiene la forma del
participio presente del verbo ser, la cual está en desuso en español. Se aprecia esa forma en adjetivos
terminados en “ante” o “ente”, como “integrante”, “concursante”, “presidente”…. lo que está
integrando, lo que está concursando; así, tó èón significaría lo que está siendo; propongo lo estante. Lo
importante es recordar que se trata de un verbo, aunque se le esté tratando como un sujeto del que
cabría predicar algo; es un verbo en forma de participio, lo cual permite usarlo como adjetivo. Del
concursante podemos decir que es rubio; ¿qué podemos decir de lo que está siendo? ¿Cómo podríamos
acabar la frase ”lo que está siendo es……”?. Aquí viene lo bueno; Parménides borra el espacio en blanco
y dice: “lo que está siendo es”. Es como si nos frenara, como si nos dijera: “Eh, no corráis, antes de
hablar de algo en concreto, pensemos en qué significa que algo sea, que se esté siendo, que haya ser en
lugar de nada”.
anteriores: como una unidad eterna. Desde Tales, ésta era la consigna: buscar la unidad,
resolver lo múltiple en un solo principio. Parménides cumple con la consigna, pero se desvía
radicalmente del camino –especialmente del seguido por los milesios y los pitagóricos;
Heráclito está en una senda casi paralela a la suya 5. Parménides se desvía porque propone
pensar esa unidad como algo carente de todos los atributos que asignamos erróneamente a la
Physis, al Cosmos6. Hasta entonces se han propuesto principios explicativos imaginables (el
agua, la lucha entre opuestos, los números y las figuras geométricas, el Fuego de Heráclito); lo
que propone Parménides no alude a un ámbito del cual la imaginación pueda hacerse una
idea. Se acabaron las ideas y figuras poéticas, simbólicas. De la verdad no hay otra forma de
hablar que aquella que sigue estrictamente los signos del ser (la Lógica diríamos hoy).
Mientras sigamos usando imágenes, no hay identidad entre pensar y ser y sólo podemos decir
cosas aproximadas, verosímiles, probables, opiniones, un saber que no va acompañado de la
plena persuasión; la identidad se produce cuando la mente emite no una mera opinión más
acerca de aquello que está siendo, sino que ve lo que está siendo tal cual, desnudo de las
cualificaciones que recibe en cuanto es tratado desde la óptica del sentido común. A esto lo
llamamos hoy realismo epistemológico: la mente humana puede conocer lo que son las cosas
por sí mismas, no sólo lo que son para nosotros. No se trata de un realismo ingenuo –el que
consiste en creer que las cosas son como decimos por costumbre que son, las percibimos, el
realismo del sentido común-; el realismo filosófico presupone una metafísica, una ontología
desde la cual no se puede afirmar ni mucho menos que las cosas sean como la costumbre
arrastra a decir. Las cosas son como las pensamos, cuando las pensamos adecuadamente, sin
salirnos del camino, sin divagar, y sin tener en cuenta la fuerza de la costumbre.

Ya comentés que a esta forma de pensar la podemos llamar idealista y racionalista. Pero,
como acabamos de ver, no se trata de un pensamiento que defienda que sólo las ideas son, o
de que se pueda deducir lo que es real usando sólo la razón. La realidad no es ideal, pero es
como la razón dice, no como dicen los dioses , ni las costumbres humanas. En el decir queda
dicho el ser, pero no siempre, es necesario descubrir-lo con la razón. Lo que existe es lo que
vemos, no hay más; pero hay que aprender a verlo, o mejor, a pensarlo; una diosa anónima
nos lo enseña en el Poema de Parménides. Como veremos, no se trata de una mera
transmisión, como si la diosa, propietaria de la Verdad, tuviera la deferencia de enseñársela a
Parménides, a un mortal. La diosa no es realmente propietaria, sino portadora de la Verdad,
ella misma le dirá a Parménides que debe juzgar por sí mismo, aplicando su razón, si lo que ella
le enseña es correcto.

5
No hay certeza de que Parménides y Heráclito tuvieran conocimiento el uno del otro. Lo más seguro es
que no; pero no nos afecta, podemos comparar sus pensamientos y suponer que Parménides se habría
reconocido en Heráclito.
6
Se ha considerado que el pensamiento de Parménides es acosmista. El cosmos aparece en la tercera
parte del Poema, lo cual quiere decir que el sentido común sólo puede entender el todo como un
conjunto ordenado de cuerpos celestes, terrestres, etc. O dicho de otra manera: hay dos modos de
hablar de lo mismo, la del sentido común y la del pensamiento; a la primera, la Realidad le resulta
siempre un Cosmos; a la segunda, se le aparece como unidad radical de todo lo que está siendo, da
igual si lo que está siendo es un planeta o un árbol.
Claves de interpretación del Poema

La estructura del texto es simétrica:

1. El Proemio describe el punto de partida de un Viaje; ese punto de partida es el mundo de


las opiniones, el mundo en el que la gente cree en dioses antropomórficos y en la tensión
permanente entre fuerzas o elementos opuestos –seco-húmedo, frío-calor…; el Proemio, el
viaje inicial, acaba al cruzar las puertas que separan la Noche y la Luz gracias a la ayuda de la
diosa Themis y Diké, personificaciones divinas del Derecho y la Justicia.

2. En el Mundo de la Luz es cierto que hay una diosa, la diosa que enseña a Parménides la vía
de la Verdad; pero el hecho de que Parménides le haya retirado todo rasgo personal (es
anónima) es muy significativo. También aparecen otras divinidades, todas relacionadas con el
concepto de necesidad (Ananké, la Justicia y las Moiras) 7. Ananké representaba una fuerza
superior incluso para la de los dioses, ni ellos son capaces de escapar a la fuerza del Destino. La
Justicia actúa atando, ob-ligando, establece vínculos indisolubles; las Moiras nos siguen, siguen
los hilos de nuestras vidas hasta que morimos, lo que indica que nuestra vida está ya trazada.

Las figuras míticas asociadas a la idea de necesidad ayudan a definir el terreno de juego, el
ámbito en el que transcurre la lección de la diosa: el de la necesidad; se trata de elaborar un
discurso en el que todo se siga necesariamente de la primera verdad.

Curiosamente, Parménides usa figuras míticas para resaltar que la Verdad se muestra tal cual,
no en un contexto religioso; la figura de una diosa anónima sólo sirve para desterrar
definitivamente a los dioses antropomórficos del problema del conocimiento. La prueba de
esto es que la misma diosa que transmite la Verdad no aparece en ella, los dioses no son tema
de la Verdad. Resulta arriesgado atribuir a un griego de este período un ateísmo claro; pero, si
no atea, la Verdad es enteramente laica, un asunto al alcance de la razón humana y que no
debe ser monopolizado por los poetas por tratarse de un asunto divino. De eso nada, de la
Verdad se ocupa la razón. Además, como veremos más tarde, la diosa exige a Parménides que
someta él mismo a la razón, que juzgue por sí mismo, las enseñanzas que ella le está
transmitiendo.

7
Ananké era uno de los dioses primordiales, la personificación de la inevitabilidad, la necesidad, la
compulsión y la ineludibilidad. Ella es en esencia la fuerza del destino, de quien ningún hombre o dios
puede escapar. Diké, originariamente, significaba camino o senda, aunque pronto se usó para designar a
la diosa de la justicia. Los trabajos y los días de Hesíodo se abre con un largo discurso acerca de
la diké, vinculada a la imagen de la rueda. Allí, Diké es la hora, la estación que aporta prosperidad, y sus
hermanas son Eunimia (la observancia de la ley) y Eirene (la paz, que se representa llevando en bazos a
la niña Ploutos, la abundancia). Todas ellas son hijas de Zeus y Thémis. Pero, mientras Thémis regula la
vida en el seno de la familia, Diké regula la vida entre todos los hombres. En el poema
de Parménides son Diké y Thémis las que la acompañan en el camino hacia la diosa de la verdad. Lo
contrario al derecho y a lo justo era ὕβρις (hybris, desmesura, acción que sobrepasa los límites). En
la mitología griega, las Moiras (en griego antiguo, Μοῖραι Moîrai ‘repartidoras’) eran las personificaciones
del destino. Sus equivalentes en la mitología romana eran las Parcas o Fatae, las Laimas en la mitología
báltica y las Nornas en la nórdica. Vestidas con túnicas blancas y de semblante imperturbable, su número
terminó fijándose en tres.
La palabra griega moira (μοῖρα) significa indistintamente ‘destino', ‘parte', ‘lote' o ‘porción', en referencia a
su función de repartir a cada mortal la parte de existencia y de obras que le corresponden en el devenir
del cosmos. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser humano desde el nacimiento hasta la
muerte, y aún después en el Hades.
3. En la parte final, Parménides vuelve al mundo de las Opiniones (retorno al punto de partida,
final del Viaje) y expone una cosmología concordante con ese mundo; una cosmología que
recoge lo que vemos y en la que vuelven a aparecer los dioses, no de forma simbólica. Sin
embargo, todo ha cambiado respecto al momento en el que se inició el Viaje: de esa
Cosmología ahora sabremos, con total certeza, con plena persuasión o convicción, que no es
Verdadera. Parménides sitúa en el mismo nivel las Opiniones de los hombres y las creencias
religiosas. Y por eso reaparecen los dioses en la parte final. La religión no piensa, sólo imagina.

Creo que es muy importante esta estructura:

- La vía de la Verdad (2) se muestra libre de consideraciones míticas y distinta a las vías
por las que transitan los hombres; Parménides no menciona a nadie, pero todos los
comentaristas entienden que su discurso está dirigido no solo contra la religión
antropomórfica, sino también contra los filósofos anteriores, desde Tales hasta
Heráclito y Pitágoras.
- Antes (1) y después (3) el discurso tiene como referencia el mundo físico, un mundo en
el que no cabe establecer la verdad; sólo en (2) hay un genuino camino, el resto son
“desviaciones”.

Esquemáticamente tendríamos esta secuencia: (1) Opinión y mitología – (2) la Verdad – (3)
Opinión y mitología.

Parménides ofrece en su Poema un Mapa de Carreteras –la palabra camino aparece


mencionada muchas veces –el camino trillado de los hombres, el camino que conduce a la
puerta que separa el Día y la Noche, el camino de la Verdad…

El Proemio ofrece las claves para entender ese Mapa: hay dos zonas, una surcada por caminos
trillados por los que transitan los hombres, los mortales; no es tachada de irreal en absoluto,
sólo se nos dice que en ella se alcanza un saber 8 de rango inferior al que se obtiene en la otra
zona, la que está alejada. A la que está alejada, la región a la que sólo con ayuda de los dioses
se puede entrar, la llamaré región metafísica, y a la primera, la región del sentido común.
Parménides describe en el Proemio qué implica pensar: implica alejarse del Mundo del
sentido común, salirse de la senda común y entrar en la región metafísica.

Hay que rehacer todo esto

Conviene advertir que Parménides no ofrece directamente una ontología: describe dos zonas
de la mente, desde un punto de vista epistemológico, y con un criterio que llamaremos
disyuntivo: o se consigue conocimiento, o no se consigue. La tesis fuerte será la de que sólo
hay un camino para descubrir la Verdad; el uso del término opinión para referirse a la vía de la
Opininón no indica un grado inferior. No hay grado inferior al de conocimiento verdadero.
conocimiento que se pueden obtener en cada una de ellas; en tanto que la mente sólo puede
actuar sobre algo, pensar es pensar algo, y resulta que la mente piensa en dos géneros de
cosas (entes); por lo tanto, también se nos está ofreciendo una ontología. Ahora bien, ¿se está
8
No es coherente, pero sí necesario atribuir a la opinión un grado de conocimiento y tratarla como un
saber. Siendo estrictos, sólo es un disparo desviado y nuca dará en la diana, por lo que nunca ofrece
conocimiento, aunque lo pretenda y se instaura como tal gracias a la fuerza de la costumbre. Siempre
descrita como algo que nos arrastra, algo contra lo que hay que luchar
aceptando que hay dos tipos de realidad? Si la mente es capaz de pensar en dos géneros de
cosas, ¿será porque realmente hay dos tipos de realidad? No, sólo hay una, pero nuestra
mente suele transitar por caminos que la desvían de esa percepción unitaria y acaba
aceptando una multitud de seres. Habrá que recorrer no sólo el camino de la Verdad, sino
también el de la Opinión. Sólo conociendo la fuente del error podremos evitarlo.

Creo que la mejor manera de interpretar el Poema, en su conjunto, es en base a lo que queda
establecido en el Proemio. El tránsito de Parménides, su viaje desde el Mundo de la Noche al
Mundo de la Luz, simboliza la transición que puede efectuar el Espíritu humano: pasar de un
estado de conocimiento incierto (sin plena convicción, sin fe verdadera) de las cosas del
Mundo, a otro en que las cosas se nos acaban apareciendo tal como son.

Un conocimiento probable o incierto de las cosas es lo que corresponde a la vida en


comunidad (polis); mientras vivimos hemos de relacionarnos con las cosas y las personas que
nos rodean. Sabemos de las cosas y de las personas; y en base a este saber ajustamos nuestra
conducta. El saber necesario para vivir en comunidad no es muy exigente, no presupone
mucho esfuerzo; Parménides lo describe como un camino trillado. Un camino trillado es un
camino muy frecuentado. Esto se puede interpretar como si el sentido común (la capacidad
de juicio necesaria para convivir con los demás y para hacer frente a la vida) se encontrara con
la tarea bastante avanzada, pues desde que nacemos en el seno de una comunidad humana,
hay multitud de cosas ya definidas, ya pre-juzgadas. Eso es cómodo porque nos evita tener que
pensar otra vez lo que ya ha sido pensado y resuelto por otros desde hace mucho tiempo. No
tenemos que aprender a nombrar a los pájaros, o a las montañas, ya tienen nombre. Es
cómodo, pero se paga el precio de “no pensar”.

En cambio, cuando el Espíritu cruza la puerta que da acceso al Mundo de la Luz, contempla una
inmensa abertura. No hay nada definido: está aún todo por pensar.

La senda del sentido común está más próxima a la realidad en la que vivimos; actúa aquí el
entendimiento o la conciencia directa de lo que nos está pasando en cada momento, esto es,
la realidad de la experiencia sensible. La experiencia sensible es lo que el pensamiento obtiene
de observar el mundo. La experiencia sensible es algo mental, aquello que informa de lo que
pasa en el mundo. De la experiencia obtenemos nuestras creencias, nuestras opiniones.

Fuera de la senda del sentido común, en la región metafísica, una diosa sin nombre ni rostro
ofrece otro Mapa, con dos caminos transitables: el que conduce a la Verdad y el que se
mantiene en la Opinión. QR comenta que la Verdad aparece por primera vez en la Historia de
la Filosofía con el poder de auto-imponerse, de mostrarse autoritariamente, como fuente de lo
que se ha de saber. No mandan los dioses –no está en ellos el arché; aunque Parménides se
haya permitido la desfachatez de poner su propio pensamiento en boca de una divinidad, no
hay nada de religiosidad en el Poema, al contrario: a las Musas, ni caso; sólo hay que hacer
caso a una cosa; ¿a qué?: a la Verdad. Y aquí viene lo bueno, para quien quisiera competir: la
Verdad de la que hablamos es Universal, Necesaria, Eterna, Estable o Inmutable, Completa
(perfecta). La religión no puede competir contra estas exigencias si, como recordamos, resulta
que las Musas a veces mienten.

Pensemos un momento en el comentario de QR: la Verdad se auto-impone.


Para el hombre de la calle de la Elea en la que vivió Parménides –y creo que para la mayoría de
la gente aún hoy-, la verdad estaba asociada en cada caso a las pautas que rigen en cada caso;
si es la salud, el que sabe es el médico, o la verdad la sabe el médico; si se trata de llegar a
puerto, la verdad la sabe el capitán. Nadie entendería que alguien sabe la Verdad, sin más
especificación. Como en otros casos – physis, logos…-, la Filosofía coge un concepto del sentido
común y lo desquicia. Parménides no dice que la Verdad de la Medicina sea la que deba
imperar porque la salud sea muy importante o algo parecido; dice la Verdad sin más, no es un
conocimiento asociado a algo en particular porque no se trata de saber lo que es la salud, o la
navegación…. De lo que se trata no es establecer “lo que es X”, sino “lo que es ser”, “lo que es
estar siendo”. Lo que se inició con Tales como una búsqueda de un terreno neutral desde el
que fijar las bases del arché-cetro-de-mando, desemboca en una región alejada de la physis, en
la que no domina nada en concreto (ni el agua, ni los opuestos, ni el aire, ni los números…); no
hay dominio (de un algo sobre otro algo), sino en el que simplemente se constata un hecho,
que hay ser, el más abstracto de todos los verbos; tan abstracto que casi no dice nada, y es
prescindible en muchas ocasiones. Ejemplo: “Esta es mi esposa”, “Aquí, mi esposa”. De hecho,
hay lenguas que no disponen del verbo ser, aunque sí disponen de mecanismos que cumplen
la función copulativa.

Debía resultar muy chocante que alguien propusiera (1) que el ser (sin decir cuál) es, está
siendo, y (2) que la Verdad a secas –sin especificar qué tipo de verdad, si la del médico, la del
arquitecto…-se impone por sí sola a partir de (1). Pero, aún hoy, 2500 años después, sigue
generando interés e interpretaciones nuevas.

En definitiva, el Poema de Parménides es el primer texto en el que se nos ofrece un mapa del
Pensamiento; es el primer texto en el que se abre la región metafísica, la inmensa abertura, un
área de la mente alejada de la realidad directamente perceptible. En ese mapa se distinguen
dos zonas mentales:

- la que está en la superficie en contacto con el mundo extra-mental; ella almacena


conocimiento, experiencia; experiencia y saber de lo físico.
- la que se aparta, zona retirada, refugio interior en el que el propósito es reflexionar
sobre lo que sabemos; un área meta-física.

Y es la primera vez en que se oye la voz de la razón pura ordenando, imponiendo su ley,
sometiendo todo a la Verdad y la Razón. Para QR este es el auténtico nacimiento de la
Filosofía; hasta Parménides, lo que encontramos son “atisbos, antecedentes, elementos que
anteceden a la definición del programa de la Filosofía”, con Parménides el programa queda
formulado, tal como leemos al final del Proemio, en estos términos: “Es preciso que te
aprendas todo”, dice la diosa; la Filosofía aspira a comprenderlo todo; a comprenderlo todo
por su cuenta. El pensamiento humano llega a la mayoría de edad, ya es autónomo, no
necesita guía externa (los dioses), puede seguir el camino correcto, si se ciñe a lo que la propia
razón exige.

Pasemos a leer y comentar el texto.

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