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La conquista española

La expedición de Hernán Cortés

Las expediciones realizadas a la costa mesoamericana, sobre todo la última,


confirmaron al gobernador de Cuba la existencia de grandes riquezas en dichas
tierras, pero también era evidente que la conquista de aquellos pueblos no iba a
ser fácil, debido a su carácter guerrero.

Por ello, Velázquez decidió que el capitán de la nueva expedición debía ser hábil,
audaz, experimentado, y a la vez fiel y leal a la Corona. El elegido fue Hernán
Cortés, quien se había desatacado en la conquista de Cuba, y así fue que el 18 de
febrero de 1519 partió la expedición con 11 navíos. Al llegar a Catoche (cabo en la
punta noreste de la península de Yucatán), la gente de Cortés recogió a Jerónimo
de Aguilar, quien le relató la forma en que habían vivido entre los indígenas. Así
como el hecho de que su compañero Gonzalo Guerrero adoptó la vida y cultura de
los mayas y prefirió permanecer entre ellos. Cortés y sus soldados siguieron el
recorrido de Hernández de Córdoba y Grijalva, y llegaron a la desembocadura del
río que este último había bautizado con su nombre, y que era la tierra de un
cacique cuyo nombre fue castellanizado como Tabasco. En ese lugar ocurrieron
varios enfrentamientos con los indígenas, donde los españoles lograron triunfar.
Los caciques derrotados se presentaron ante Cortés para concertar la paz
ofreciéndole alimentos y regalos, así como un grupo de mujeres que entregaron
como esclavas. Entre ellas se encontraba una india llamada Malinatzin, bautizada
después con el nombre de Marina. Esta mujer fue, junto con Aguilar, de gran
ayuda para Cortés, quien al servirse de ellos como intérpretes pudo dialogar con
los grupos indígenas que fue encontrando a su paso.

El 21 de abril, la expedición de Cortés llegó a una isla frente a las costas de la


región totonaca, a la cual bautizó como San Juan de Ulúa. Ahí se presentó ante
Cortés un grupo de mexicas integrantes de una embajada enviada por
Moctezuma, incluyendo a los pintores encargados de reproducir los rasgos
característicos de los seres humanos de cuya llegada había tenido noticia desde
hacía dos años.

Al advertir la actitud de sorpresa de los indígenas frente a los objetos y armas que
utilizaban, la gente de Cortés hizo un teatral despliegue de fuerzas ante los
asombrados enviados de Moctezuma, que con esto creyeron confirmar la
procedencia divina de los extranjeros, cuya llegada coincidía con la profecía hecha
por Quetzalcóatl, en la que afirmaba que regresaría para recuperar el trono del
que había sido despojado en Tula.
Sin embargo, algunos miembros de la expedición de Cortés deseaban volver a
Cuba, de acuerdo con las órdenes del gobernador; entonces Cortés decidió
desligarse de Velázquez, y logró convencer a la mayoría de sus soldados
ofreciéndoles premiar sus esfuerzos en la lucha por la Conquista. Enseguida,
Cortés y sus partidarios instalaron un Ayuntamiento, para justificar su decisión de
poblar aquella tierra y fundar la Villa Rica de la Vera Cruz.

A partir de entonces, el nuevo Capitán General emprendió el camino a Cempoala,


donde presenció los abusos de los recolectores del tributo, y empezó a darse
cuenta de las profundas divisiones internas del Imperio mexica, sobre todo
después de que el cacique de Cempoala les ofreció apoyo a cambio de obtener su
alianza para liberarse del yugo mexica. Los españoles supieron aprovechar la
mezcla de temor y odio que profesaban los totonacas a las huestes de Moctezuma
y, además de constituirse en informantes, los nuevos aliados de Cortés le sirvieron
como cargadores, guías y guerreros en el camino hacia el centro de México.

De Cempoala se trasladaron a un lugar llamado Quiahuiztlán, donde Cortés


enfrentó un brote de rebeldía de los partidarios de Velázquez, quienes se habían
apoderado de un navío para escapar a Cuba; ante el temor de que volvieran a
repetirse actos de esa naturaleza, ordenó que los barcos fueran barrenados y
desmantelados. Después de esta drástica acción, que marcaba un punto de no
retorno para su expedición, Cortés buscó el apoyo oficial mediante una Carta de
Relación enviada al monarca español, Carlos I, donde solicitaba el nombramiento
oficial de Capitán General y Justicia Mayor de las tierras por conquistar. Cortés
además envió al rey “el quinto” (la quinta parte) de los obsequios entregados por
los grupos indígenas, con el propósito de demostrar ante el monarca el deseo de
actuar bajo su autoridad, y justificar además la empresa que estaba por llevar a
cabo.

Los españoles prosiguieron la expedición hacia el interior de México el 16 de


agosto de 1519, y lograron internarse en territorio tlaxcalteca. Este pueblo
aguerrido, celoso de su independencia frente al Imperio mexica, había sido
confinado por los continuos ataques de la Triple Alianza a un territorio de tierras
pobres en recursos naturales. En Tlaxcala los españoles encontraron la
resistencia más fuerte desde que pisaran tierra mesoamericana y tuvieron que
enfrentar muchas batallas en las que se hizo evidente la disparidad en la
tecnología bélica de ambas culturas. Debido a esta desigualdad, los españoles
vencieron y los jefes tlaxcaltecas decidieron someterse y aliarse con ellos.

Después de lograr esa alianza, los españoles marcharon a Cholula, importante


centro político y religioso densamente poblado. Los españoles fueron recibidos por
una comitiva de sacerdotes que les ofrecieron comida y alojamiento; sin embargo,
Cortés, que había sido prevenido sobre una supuesta emboscada ordenada por
Moctezuma, creyó observar preparativos que confirmaban aquellos informes y eso
bastó para que, sin comprobar esas sospechas, el conquistador y sus aliados
atacaran por sorpresa y realizaran una terrible matanza al tiempo que arrasaban la
ciudad. Este hecho, que la historia registra como la matanza de Cholula, causó
gran impacto en el ánimo de los habitantes de los pueblos vecinos, ya que
ninguno de ellos se atrevió a interponerse en su camino. El 1 de noviembre, los
españoles y sus aliados partieron de Cholula, hacia la capital del Imperio mexica.

La caída de Tenochtitlan

La entrada a Tenochtitlan tuvo lugar el 8 de noviembre de 1519; fueron inútiles los


intentos de Moctezuma por convencer a los españoles de regresar, pues en
repetidas ocasiones les advirtió sobre los peligros que afrontarían, y les informó
falsamente sobre la pobreza de México, llamándola “tierra estéril y sin
mantenimientos”.

Estos intentos parecen contradecir la imagen de fanático religioso que la historia


tradicional atribuye al soberano mexica, pues de haber considerado a los
españoles como dioses enviados por Quetzalcóatl, no tenían razón de ser las
amenazas ni el engaño sobre la pobreza de la ciudad. Además, los mexicas se
preciaban de ser los legítimos sucesores de los toltecas y nunca hubieran
aceptado considerarse usurpadores del trono de Quetzalcóatl, a quien rendían
culto; en todo caso, “la idea es sugerida en parte por los españoles, y es imposible
afirmar con certeza que Moctezuma haya creído en ella”.

El encuentro entre Cortés y el soberano mexica ocurrió cerca del recinto del
Templo Mayor, en un lugar situado en la actual calle de Pino Suárez. Presionado
por sus soldados, quienes estaban temerosos por encontrarse a merced de la
población mexica que en cualquier momento podría atacarlos y ofrecerlos en
sacrificio, Cortés aprehendió al soberano mexica.

Moctezuma fue conducido al edificio en donde se había albergado a los


españoles, mientras que los mexicas mostraban su descontento y planeaban un
ataque para liberar a su señor y acabar con los invasores. La situación se tornó
aún más tensa cuando, en ausencia de Cortés, el capitán Pedro de Alvarado
ordenó un sangriento acto de represión al dar muerte a hombres, mujeres y niños
que celebraban un ritual religioso en el Templo Mayor; con esta acción, provocó el
levantamiento popular en contra de los españoles.

Ante la imposibilidad de aplacar la rebelión, Cortés exigió a Moctezuma que


calmara a la población, pero ésta no reconocía ya la autoridad de su soberano y
se negó a obedecerlo; en ese momento, una piedra lanzada contra los españoles
hirió gravemente a Moctezuma, quien murió días después. Su muerte no detuvo la
guerra, por el contrario, continuó con mayor fuerza bajo la dirección de Cuitláhuac
como nuevo emperador y obligó a Cortés a ordenar la retirada de la ciudad, lo cual
tuvo lugar la noche del 1 de julio de 1520 (la llamada Noche triste).

Después de esa desastrosa huida, en la que cientos de españoles y miles de sus


aliados indígenas fueron muertos o hechos prisioneros, los sobrevivientes se
dirigieron a Tlaxcala, donde permanecieron 20 días. Durante ese tiempo Cortés
planeó una estrategia de asedio tanto terrestre, como por el lago de Texcoco, para
conquistar Tenochtitlan.

La estrategia de Cortés se basó también en la realización de misiones


diplomáticas para aumentar el número de sus aliados indígenas, así como de
acciones militares, entre las cuales estuvo la construcción de 13 bergantines
destinados a atacar por agua a Tenochtitlan.

Los habitantes de la ciudad se dispusieron a defenderla, a pesar de haberlos


atacado una nueva desgracia, pues fueron víctimas de una epidemia de viruela,
propagada por los invasores; una de las víctimas fue Cuitláhuac, sucesor de
Moctezuma. A su muerte, fue designado emperador Cuauhtémoc.

El sitio de Tenochtitlan comenzó el 30 de mayo de 1521. A pesar de su desventaja


frente a los españoles, en varias ocasiones los mexicas pusieron a los
conquistadores en serias dificultades, obligándolos a retirarse. Durante las tres
semanas siguientes, Cortés se mantuvo a la defensiva para tomar nuevos bríos;
entonces se dispuso a arrasar la ciudad, derribando los edificios para rellenar los
canales con sus escombros.

De esta manera, Cortés logró penetrar el Templo Mayor, arrasando templos y


palacios, al tiempo que sus soldados aniquilaban a la población indígena que
trataba de impedirles el paso al recinto sagrado. A partir de ahí, la lucha se tornó a
favor de los españoles, y en varias ocasiones Cortés exhortó a los indígenas a
rendirse, pero siempre obtuvo la misma respuesta negativa. El 13 de agosto,
después de 75 días de sitio, Cuauhtémoc fue capturado y conducido ante Cortés.
En una de sus Cartas de Relación, el conquistador describió las palabras de
rendición del último tlatoani azteca, traducidas por Marina: “que ya él había hecho
todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos (...) que
ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía,
diciéndome que le diese puñaladas y lo matase. Y yo lo animé, y le dije que no
tuviese temor ninguno; y así, preso este señor, luego en ese punto cesó la guerra”.

La Conquista de México se había consumado. La esplendorosa México-


Tenochtitlan, ahora en ruinas, empezaba una nueva fase de su historia, ahora
como capital de la Nueva España, al tiempo que, sobre sus escombros, se
esculpía una nueva fisonomía urbana, acorde con la cultura de sus
conquistadores.

Bibliografía.-

Delgado de Cantú, Gloria M. Historia de México. Legado histórico y pasado


reciente. Tercera edición. Pearson Educación, México, 2015. Pp.13-19.

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