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1. Tienes derecho a tener tus propias necesidades y a que esas necesidades sean tan
importantes como las de los demás.
3. Tienes derecho a ser tratado con respeto y dignidad, y a ignorar y no dar credibilidad a
aquellos mensajes que te descalifiquen.
4. Tienes derecho a tomar tus propias decisiones. Los criterios para valorar el mundo no
son únicos y universales, por lo que tienes derecho a establecer tus propias prioridades
y a decidir cómo encauzar tu vida, asumiendo las consecuencias que conlleven tus
decisiones.
5. Tienes derecho a cambiar de opinión y a que las opiniones que has expresado en un
momento dado no te definan para siempre. A lo largo de la vida evolucionamos y
aprendemos, por lo que cambiar de opinión en ciertos momentos es natural y sabio.
6. Tienes derecho a cometer errores. Recuerda que todos cometemos errores y que
forman parte de nuestro proceso de aprendizaje.
8. Tienes derecho a pedir ayuda, sabiendo que los demás tienen derecho a
proporcionártela y a no hacerlo.
9. Tienes derecho a rechazar peticiones y a decir que no sin sentirte culpable ni egoísta.
10. Tienes derecho a tener tus propias opiniones y a no estar de acuerdo con otros.
11. Tienes derecho a pensar antes de actuar y a no sentirte presionado aunque los demás
te reclamen una respuesta inmediata.
13. Tienes derecho a decidir qué hacer con tu cuerpo y con tu sexualidad.
14. Tienes derecho a decidir qué hacer con tu propiedad y con tu tiempo.
17. Tienes derecho a comportarte de manera habilidosa y asertiva, aunque las otras
personas puedan sentirse molestas, siempre y cuando respetes sus derechos.
Empieza hoy a ejercer activamente estos derechos. Nuestra propuesta: aplica todos
los días al menos uno de estos derechos a alguna situación concreta de tu vida.
Mejor aún: anótalos en un papel para que puedas comprobar lo que vas consiguiendo
y los beneficios que se derivan de ello. Comprobarás que cada vez te resulta más fácil y
natural.
Segura: La relación debe darse en unas condiciones de seguridad en la que sepa que
mi integridad física, mi intimidad, etc. están a salvo. Esto implica anticipar posibles
riesgos y evitar prácticas potencialmente peligrosas que se nos pueden ir de las manos.
Pero sobre todo implica tener la seguridad de que podemos confiar en la otra persona.
Sana: Cuidar de nuestro cuerpo y del de la otra persona también es una necesidad
para sentar las bases de una relación sexual satisfactoria. Esto incluye protegernos de
embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual y, por supuesto,
evitar poner en riesgo la salud y el bienestar de mi pareja sexual.
2. Tienes derecho a decir sí a una práctica sexual sin que eso implique decir que sí a
todo: Puede apetecerte besar o acariciar a alguien y nada más. O puede apetecerte
tener sexo oral pero no penetración, o al revés. Y cualquier otra combinación que se te
pueda ocurrir. Tienes derecho a aceptar únicamente un tipo concreto de contacto
sexual o a poner tus límites sobre prácticas que no quieres hacer, comportamientos
que no quieres que se tengan hacia ti (p. ej., que no te toquen o no te hablen de cierta
manera), partes del cuerpo que no quieres mostrar o que te toquen, etc. En resumen,
la sexualidad es un juego en el que ambos jugadores construyen y consensuan las
reglas desde el inicio y momento a momento: no hay nada escrito de antemano.
4. No eres responsable del placer (ni del orgasmo) ajeno: En el sexo cada persona es
responsable de su propio disfrute. Eso no significa que nos desentendamos de la otra
persona: es difícil pasarlo bien cuando ese disfrute no es compartido. Lo que significa
es que cada uno tiene la responsabilidad de expresar lo que quiere, necesita o le
apetece, si bien para que podamos ejercer esa responsabilidad es esencial tener
delante a una persona que merezca nuestra confianza y que nos vaya a respetar. Esto
implica desterrar de nuestro vocabulario expresiones como “calientapollas”: no tienes
la obligación de satisfacer los deseos de la otra persona ni de llegar a “ningún sitio” con
ella.
7. Tienes derecho a usar protección: Protección contra los embarazos no deseados pero
también contra las enfermedades de transmisión sexual y para esto último lo mejor es
el condón. Y no, no hay excusas: si una de las partes desea utilizar preservativo hay
que usarlo sí o sí. Por supuesto, intentar engañar a la otra persona fingiendo que lo
hemos puesto o quitándolo en mitad de la relación es un acto delictivo que puede
tener consecuencias y secuelas muy graves. Recurrir al chantaje emocional o a la
presión para no tener que utilizarlo tampoco es aceptable: un poco más de placer o de
comodidad para una de las partes no se puede comparar con el riesgo para la salud y la
autonomía de la otra persona. Si deseas utilizar este método de protección lo mejor es
llevarlo siempre contigo y plantearlo abiertamente, no esperar a que sea el otro quien
lo lleve o lo utilice. Si la otra persona no acepta una petición tan básica, lo mejor es una
retirada a tiempo.
10. Tienes derecho a no tener sexo aunque te excites o aunque te apetezca: Esto puede
parecer contradictorio pero no lo es. Nuestro organismo tiene respuestas fisiológicas
automáticas como son la lubricación o la erección. También podemos tener otras
sensaciones ligadas al deseo o a la excitación. Y todo esto puede producirse
independientemente de que realmente queramos o no mantener relaciones sexuales
en ese momento y con esa persona, de hecho es posible experimentar excitación
sexual durante una violación. Por eso, frases como “Pero si en el fondo te apetece”, “Si
sabes que te va a gustar”… no valen.