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DERECHOS ASERTIVOS

La asertividad es una de las claves de un buen funcionamiento psicológico y, más


específicamente, de un buen funcionamiento social. Se trata de la capacidad de
expresar nuestros deseos a otras personas de manera adecuada y directa,
haciéndonos respetar al tiempo que respetamos a los demás.

En otras palabras, la asertividad consiste en un equilibrio entre expresar lo que


queremos, actuando en consecuencia, y respetar a la otra persona siendo educados y
respetuosos con ella. Muchas veces fallamos en este equilibrio yéndonos a cualquiera
de los dos extremos: el pasivo (renunciar a nuestros derechos o no manifestar
nuestros deseos) o el agresivo (imponer nuestro punto de vista, avasallar o enfadarnos
con la otra persona).

Algunos de los beneficios de la asertividad son la mejora de nuestras relaciones


sociales (porque se reducen los conflictos), un aumento de nuestra autoestima
(porque sentimos que nos hacemos respetar sin perder los papeles), una mejora de
nuestra calidad de vida (porque conseguimos que se tenga en cuenta nuestra opinión
y se respete nuestra forma de hacer las cosas), un mayor ajuste emocional (porque se
reducen sentimientos de culpa, resentimiento, enfado…), entre otros.

Una de las mejores formas de empezar a poner en práctica la asertividad es conocer y


tener muy presentes una serie de derechos asertivos que, precisamente por ser tan
básicos, muchas veces pasamos por alto. Aquí te proponemos un listado de tus
derechos asertivos:

1. Tienes derecho a tener tus propias necesidades y a que esas necesidades sean tan
importantes como las de los demás.

2. Tienes derecho a expresar tus sentimientos, siempre y cuando lo hagas de forma


adecuada y asumas que tus sentimientos son tuyos y no son responsabilidad de la otra
persona. Expresar nuestras emociones ayuda a que los demás nos conozcan y a evitar
sentimientos de frustración.

3. Tienes derecho a ser tratado con respeto y dignidad, y a ignorar y no dar credibilidad a
aquellos mensajes que te descalifiquen.
4. Tienes derecho a tomar tus propias decisiones. Los criterios para valorar el mundo no
son únicos y universales, por lo que tienes derecho a establecer tus propias prioridades
y a decidir cómo encauzar tu vida, asumiendo las consecuencias que conlleven tus
decisiones.

5. Tienes derecho a cambiar de opinión y a que las opiniones que has expresado en un
momento dado no te definan para siempre. A lo largo de la vida evolucionamos y
aprendemos, por lo que cambiar de opinión en ciertos momentos es natural y sabio.

6. Tienes derecho a cometer errores. Recuerda que todos cometemos errores y que
forman parte de nuestro proceso de aprendizaje.

7. Tienes derecho a no ser perfecto ni rendir al máximo de tus posibilidades en todo


momento.

8. Tienes derecho a pedir ayuda, sabiendo que los demás tienen derecho a
proporcionártela y a no hacerlo.

9. Tienes derecho a rechazar peticiones y a decir que no sin sentirte culpable ni egoísta.

10. Tienes derecho a tener tus propias opiniones y a no estar de acuerdo con otros.

11. Tienes derecho a pensar antes de actuar y a no sentirte presionado aunque los demás
te reclamen una respuesta inmediata.

12. Tienes derecho a descansar y a la soledad. No tienes la obligación de estar


continuamente ocupado con tareas o planes sociales; también tienes derecho a no
hacer nada. Recuerda que los momentos de descanso y tranquilidad son importantes
para tu salud física y psicológica y que saber disfrutar de la soledad es tan importante
como saber disfrutar de los momentos compartidos.

13. Tienes derecho a decidir qué hacer con tu cuerpo y con tu sexualidad.

14. Tienes derecho a decidir qué hacer con tu propiedad y con tu tiempo.

15. Tienes derecho a sentirte a gusto contigo mismo.

16. Tienes derecho a superarte a ti mismo y a sobresalir en algunas habilidades. No


permitas que una humildad mal entendida limite tu crecimiento personal.

17. Tienes derecho a comportarte de manera habilidosa y asertiva, aunque las otras
personas puedan sentirse molestas, siempre y cuando respetes sus derechos.

18. Tienes derecho a no comportarte de manera asertiva en todo momento.


Cuando ejerzas estos derechos asertivos, recuerda que los demás también tienen los
mismos derechos. Por ello, si realizas una petición, la otra persona tiene derecho a
decirte que no, si expresas una opinión el otro puede discrepar, etc. Y viceversa. Aun
así, ejercer nuestros derechos asertivos es valioso incluso aunque no siempre
consigamos que la otra persona reaccione como nos gustaría (aunque lo hace más
probable). En muchos casos, la estrategia más eficaz es la negociación para alcanzar un
acuerdo que tenga en cuenta las necesidades y deseos de ambas partes.

Cuando no estamos acostumbrados, ejercer estos derechos puede resultar difícil e


incómodo, pues nos preocupan las reacciones de las otras personas o no somos
suficientemente hábiles expresándonos de forma asertiva. En ocasiones es posible que
los demás, acostumbrados a que actuemos de otro modo, reaccionen con sorpresa e
incluso enfado en un primer momento. Sin embargo, la mayor parte de las veces
comprobarás que los demás poco a poco se van ajustando a tu nueva forma de
funcionar y siendo más respetuosos contigo. Y sobre todo, cada vez irás teniendo más
habilidad para expresarte y reaccionar de manera asertiva, con lo que se volverá algo
natural y sencillo para ti.

Empieza hoy a ejercer activamente estos derechos. Nuestra propuesta: aplica todos
los días al menos uno de estos derechos a alguna situación concreta de tu vida.
Mejor aún: anótalos en un papel para que puedas comprobar lo que vas consiguiendo
y los beneficios que se derivan de ello. Comprobarás que cada vez te resulta más fácil y
natural. 

DERECHOS ASERTIVOS EN LA CAMA

¿Cuáles son las bases de una buena relación sexual?

Si hiciéramos esta pregunta a personas aleatorias probablemente obtendríamos todo


tipo de respuestas, pero seguramente nos responderían cosas tales como el tener
experiencia o una buena técnica en la cama, probar diversas posturas o diversidad de
prácticas sexuales, durar más o menos tiempo, esforzarnos por complacer al otro,
alcanzar el orgasmo, tener altos niveles de pasión y excitación durante toda la relación,
etc.
Derribemos ahora todas estas ideas de un plumazo, pues lejos de acercarnos a una
mejor sexualidad, nos alejan de ella y son las responsables de muchas de las
disfunciones sexuales más frecuentes. Entonces, ¿qué caracteriza a una vida sexual
satisfactoria? Podemos resumirlo en una serie de ideas:

 Consentida: En primer lugar, e innegociable, la relación sexual debe ser consentida y


consensuada entre ambas (o todas las) partes. Cualquier práctica sexual que se aleje o
vaya más allá de lo que uno de los implicados desea solo estropea la relación (y es
delito).

 Segura: La relación debe darse en unas condiciones de seguridad en la que sepa que
mi integridad física, mi intimidad, etc. están a salvo. Esto implica anticipar posibles
riesgos y evitar prácticas potencialmente peligrosas que se nos pueden ir de las manos.
Pero sobre todo implica tener la seguridad de que podemos confiar en la otra persona.

 Sana: Cuidar de nuestro cuerpo y del de la otra persona también es una necesidad
para sentar las bases de una relación sexual satisfactoria. Esto incluye protegernos de
embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual y, por supuesto,
evitar poner en riesgo la salud y el bienestar de mi pareja sexual.

 Respeto, confianza y comunicación: Probablemente podamos garantizar en gran


medida todo lo anterior si cuidamos estos tres componentes. Respetar en la medida
en que nos interesamos por el bienestar del otro, escuchamos atentamente lo que nos
intenta transmitir y estamos atentos a señales de que algo no va bien. Confianza para
construir entre ambos un espacio seguro en el que sabemos que hay un cuidado
mutuo tanto físico como emocional (y esto es válido también para relaciones sexuales
esporádicas). Y comunicación para ser capaces de transmitir tanto nuestros deseos
como lo que no nos gusta, para poder hacer peticiones concretas y también para
preguntar a nuestro compañero si vamos por buen camino y asegurarnos de que
ambos estamos en la misma página.

 Disfrutada: Una vez garantizado todo lo demás llegamos a la razón de ser la


sexualidad, que no es otra sino el disfrute y el placer a través de nuestros sentidos y de
la conexión con la otra persona. Puede parecer obvio y sin embargo es muy frecuente
mantener relaciones sexuales “porque toca”, por obligación, para que no me dejen,
para sentirme deseada, para que no hablen mal de mí a otras personas, para no “ser
una estrecha”… Todos estos son malos motivos para mantener relaciones sexuales:
nuestro objetivo debería ser pasarlo bien y dedicar un rato a hacer lo que nos apetece.
 No lineal: Este punto se deduce del anterior, aunque no solemos tenerlo en cuenta. Se
nos vende una idea muy concreta y “lineal” de cómo deberían ser las relaciones
sexuales. Comienzan con unos preliminares, que casi se ven como un trámite con el
que “hay que cumplir”, para continuar “calentando motores” hasta llegar a lo
“verdaderamente importante”, que suele ser la penetración para acabar en un
orgasmo. Sin embargo esta es una forma muy limitada de entender la sexualidad y es
que el deseo y la excitación vienen y van, no siempre nos apetece hacer las mismas
cosas, la penetración es solo una práctica más y una relación puede ser muy disfrutada
con o sin orgasmo. Por tanto, dejarnos llevar y permitirnos hacer lo que “nos pida el
cuerpo” en cada momento en vez de encorsetarnos en una única forma de hacer las
cosas nos da mucha más libertad.
¿Cuáles son mis derechos asertivos en la cama?

1. Tienes derecho a no querer tener relaciones sexuales: Mantener relaciones sexuales


no es nunca una obligación, tengamos o no tengamos pareja. Es una decisión que debe
partir siempre del deseo de mantenerlas. La sexualidad que disfrutemos no tiene nada
que ver con nuestro valor como personas, igual que los juegos a los que jugamos
tampoco nos definen. Es cierto que cuando en pareja hay diferentes niveles de deseo
sexual pueden surgir dificultades, pero estas deben abordarse siempre desde el
respeto y la comunicación y, si lo deseáis, con ayuda profesional.

2. Tienes derecho a decir sí a una práctica sexual sin que eso implique decir que sí a
todo: Puede apetecerte besar o acariciar a alguien y nada más. O puede apetecerte
tener sexo oral pero no penetración, o al revés. Y cualquier otra combinación que se te
pueda ocurrir. Tienes derecho a aceptar únicamente un tipo concreto de contacto
sexual o a poner tus límites sobre prácticas que no quieres hacer, comportamientos
que no quieres que se tengan hacia ti (p. ej., que no te toquen o no te hablen de cierta
manera), partes del cuerpo que no quieres mostrar o que te toquen, etc. En resumen,
la sexualidad es un juego en el que ambos jugadores construyen y consensuan las
reglas desde el inicio y momento a momento: no hay nada escrito de antemano.

3. Tienes derecho a parar cuando quieras: Ya decíamos que la buena sexualidad no es


lineal, es decir, no hay una meta a la que llegar, lo importante es disfrutar del
itinerario, da igual a dónde nos lleve. Por tanto, como no hay ningún destino, puedes
parar cuando te apetezca y retomar de nuevo cuando y como quieras. Y basta con que
a uno de los dos le apetezca parar. No importa que si tu pareja está muy excitada y
quiere continuar, no hay un “punto de no retorno”: si a ti no te apetece no tiene
ningún sentido continuar. Además, saber que tienes el control para parar cuando te
apetezca puede ser un potente afrodisíaco.

4. No eres responsable del placer (ni del orgasmo) ajeno: En el sexo cada persona es
responsable de su propio disfrute. Eso no significa que nos desentendamos de la otra
persona: es difícil pasarlo bien cuando ese disfrute no es compartido. Lo que significa
es que cada uno tiene la responsabilidad de expresar lo que quiere, necesita o le
apetece, si bien para que podamos ejercer esa responsabilidad es esencial tener
delante a una persona que merezca nuestra confianza y que nos vaya a respetar. Esto
implica desterrar de nuestro vocabulario expresiones como “calientapollas”: no tienes
la obligación de satisfacer los deseos de la otra persona ni de llegar a “ningún sitio” con
ella.

5. No eres responsable de las expectativas de la otra persona: Es posible que la otra


persona se haya hecho ilusiones, haya planificado el encuentro sexual, te haya hecho
algún favor o ayuda en un intento de “preparar el camino” para el sexo… Todo eso da
completamente igual: no tenemos derecho a que otra persona tenga relaciones
sexuales con nosotros por mucho que nos apetezca o por muchas expectativas que
tuviéramos. Ser adulto implica, entre otras cosas, saber tolerar la frustración.

6. Tienes derecho a cambiar de opinión: Incluso aunque hubieras acordado previamente


que iba a haber sexo, o que hubieras propuesto hacer algo en concreto, si ahora no te
apetece no tienes por qué continuar. Si ya no te apetece, no lo hagas, puede que la
otra persona se frustre un poco pero siempre será eso mejor que obligarte a hacer
algo que no deseas. Incluso si estáis en “plena acción”, es perfectamente normal que
se te quiten las ganas de golpe y no quieras continuar o que prefieras hacer las cosas
de otra manera, y estás en tu pleno derecho.

7. Tienes derecho a usar protección: Protección contra los embarazos no deseados pero
también contra las enfermedades de transmisión sexual y para esto último lo mejor es
el condón. Y no, no hay excusas: si una de las partes desea utilizar preservativo hay
que usarlo sí o sí. Por supuesto, intentar engañar a la otra persona fingiendo que lo
hemos puesto o quitándolo en mitad de la relación es un acto delictivo que puede
tener consecuencias y secuelas muy graves. Recurrir al chantaje emocional o a la
presión para no tener que utilizarlo tampoco es aceptable: un poco más de placer o de
comodidad para una de las partes no se puede comparar con el riesgo para la salud y la
autonomía de la otra persona. Si deseas utilizar este método de protección lo mejor es
llevarlo siempre contigo y plantearlo abiertamente, no esperar a que sea el otro quien
lo lleve o lo utilice. Si la otra persona no acepta una petición tan básica, lo mejor es una
retirada a tiempo.

8. Tienes derecho a mantener relaciones sexuales sin llegar a la penetración o al


orgasmo: Ya hemos dicho que el sexo está para disfrutarlo y no para alcanzar ninguna
meta en concreto. Por desgracia, hemos dado un valor excesivo a la penetración como
práctica sexual, olvidando que no es sino una práctica más y que no es ni siquiera la
más placentera para muchas mujeres (sí lo es para otras tantas), pues nuestro órgano
sexual para el placer es el clítoris. Del mismo modo, a veces parece que valoramos una
relación sexual en función de si hemos alcanzado o no el orgasmo y dirigimos todos
nuestros esfuerzos a este fin, menospreciando por el camino otras cosas que
podríamos disfrutar mucho y a las que, despectivamente, hemos llamado preliminares.
Date permiso para disfrutar de tu sexualidad como a ti te apetezca sin imposiciones ni
metas.

9. Tienes derecho a que se respete tu intimidad: Hablábamos de confianza y es que


cuando mantenemos relaciones sexuales estamos exponiendo nuestra intimidad, no
solo física sino también emocional. Por ello, es tan importante que la sexualidad se dé
en un entorno de respeto en el que haya un cuidado mutuo, en el que no haya críticas
destructivas sobre el cuerpo o la forma de disfrutar la sexualidad del otro y en el que
sepamos que podemos expresarnos libremente sin miedo a que luego se nos juzgue
fuera de ese entorno seguro. Por ello, tienes derecho a que la otra persona no hable
públicamente sobre tu intimidad (sobre tu cuerpo, lo que te excita, tu forma de
mantener relaciones sexuales…) y esto es especialmente importante en la era de las
redes sociales. El sexting, o intercambiar imágenes sexuales con otra persona, puede
ser una práctica arriesgada si no lo hacemos con personas que respeten esta relación
de confianza, aunque debes saber que si otra persona difunde imágenes tuyas sin tu
consentimiento está incurriendo en un delito legal.

10. Tienes derecho a no tener sexo aunque te excites o aunque te apetezca: Esto puede
parecer contradictorio pero no lo es. Nuestro organismo tiene respuestas fisiológicas
automáticas como son la lubricación o la erección. También podemos tener otras
sensaciones ligadas al deseo o a la excitación. Y todo esto puede producirse
independientemente de que realmente queramos o no mantener relaciones sexuales
en ese momento y con esa persona, de hecho es posible experimentar excitación
sexual durante una violación. Por eso, frases como “Pero si en el fondo te apetece”, “Si
sabes que te va a gustar”… no valen.

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