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Abogado:

Mario Augusto Peraza Nolasco


Clase:
Derecho Administrativo I
Alumna

Tema:
El presidencialismo

Campus UTH S.P.S Cortés 25 de mayo, 2019

Modelos o sistemas de gobierno

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Los países, que coexisten en el planeta, presentan diversidades múltiples,
desde una evolución histórica y política muy variada hasta culturas y
concepciones existenciales, incluidas las religiosas, con aspectos distintivos; lo
mismo puede asegurarse respecto a los sistemas de gobierno.
El sistema de gobierno resulta exitoso en un país determinado si respeta y
sabe adaptarse a las características políticas, sociales, jurídicas, históricas y
culturales del mismo. En el parlamentario se encuentra principalmente el
modelo inglés, en el presidencial el norteamericano, en el semipresidencial el
francés de 1958, aunque este último no es el más antiguo de esa familia, pero
sí es el más emblemático y el que mayor influencia ha ejercido.
Origen
Separar los poderes del Estado fue una idea que nació con la Constitución de
los Estados Unidos de América en 1878 en el momento en que se creó el
Congreso y el cargo de presidente. Inglaterra y Escocia fueron los primeros
países que decidieron adoptar esta forma de gobierno. Su fundamento teórico
es que existe desconfianza ante cualquier tipo de poder por lo que se decidió
dividirlo de forma contundente.
El presidencialismo norteamericano fue un modelo a seguir para los países
de Iberoamérica donde sin embargo también existen influjos parlamentarios
como en Chile; en Europa el presidencialismo sólo tuvo existencia temporal,
como por ejemplo en la Constitución francesa de 1848, que supuso un intento
de adaptar el sistema de Estados Unidos a través de la obra “La democracia en
América de A. de Tocqueville”, o la Constitución española de 1931.
El sistema parlamentario aparece en los siglos XIII y XIV y su lugar de origen,
históricamente hablando, es Inglaterra. Posteriormente, se expandió por casi
toda Europa Occidental. 
El presidencialismo y parlamentarismo
Es indispensable dilucidar cuáles son realmente las diferencias entre el sistema
presidencial y el parlamentario. En el primero la legitimidad siempre tiene un
carácter dual, toda vez que el Presidente y el Congreso asumen el poder
mediante la elección directa, es decir, su poder emana del pueblo, en cambio
en el sistema parlamentario la legitimidad se encuentra en el parlamento.
En el sistema presidencialista, el proceso político está determinado por los
periodos fijos establecidos para cada una de las funciones del Estado, con lo
que adquiere rigidez y, para algunos autores, estabilidad. El ejercicio de
gobierno en el presidencialismo se realiza a través de la determinación de las
facultades de cada poder, sin que ello signifique que no existen mecanismos de
coordinación.

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El sistema parlamentario depende de la composición de alianzas
parlamentarias que expresan los cambios que ocurren en la sociedad. El
ejercicio de gobierno en el sistema parlamentario tiende a favorecer un proceso
político basado en el acuerdo, en la búsqueda de consensos.
El presidencialismo de define como una forma de gobierno, es decir, una forma
de organizar el poder público para gobernar una comunidad considerada desde
el punto de vista jurídico. Mainwaring y Shugart (2002) definen al
presidencialismo como una forma de gobierno en la que el presidente es
siempre jefe del ejecutivo, se le elije de forma popular directa o indirectamente
y tanto su período como el de la legislatura es fijo. El sistema presidencialista
ha sido denominado por Giraud “El régimen del nuevo mundo”, desde que fue
creado por los Estados Unidos ha sido prácticamente adoptado por todos los
países latinoamericanos, si bien asumiendo en la generalidad de estos rasgos
propios que lo diferencian del modo original. Los sistemas parlamentarios
deben su nombre al principio fundador de que el Parlamento es el asiento
principal de la soberanía. Por tanto, no permiten una separación orgánica o
rígida del poder entre el gobierno y el Parlamento.
De este modo podemos decir que “Del mismo modo que el régimen
parlamentario no ha hecho en América sino furtivas apariciones, el sistema
presidencialista no estuvo jamás sólidamente implantado en Europa”.
El presidencialismo en América Latina
Al respecto, la mayoría de la literatura que analiza la intensidad de los
presidencialismos en América Latina parte de la idea de que las variaciones
entre los distintos países están dadas por la estructura de mutuos controles
peso y contrapeso entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Lo dicho implica
asumir que, a medida que los presidentes gozan de mayores facultades
formales respecto a sus contrapartes legislativa y judicial, la intensidad del
presidencialismo va en aumento. De allí se concluye que existe un
presidencialismo más intenso en aquellos contextos en los que los jefes del
Ejecutivo han ampliado de forma considerable su esfera de influencia política
formal respecto a los otros poderes del Estado (Nino, 1992; Penfold, 2010;
Negretto, 2009, 2010).
Una crítica muy habitual al presidencialismo es que alimenta liderazgos
robustos, en gran medida debido a esa legitimidad autónoma que vimos
precedentemente.
Tipologías
Las características del presidencialismo no se presentan con la misma
intensidad en todos los países de América Latina, ya que en cada país hay
divergencias, pero no solo desde el punto de vista jurídico, sino también desde

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el punto de vista económico, político y social, así que la clasificación de los
sistemas presidencialistas generalmente es:
Presidencialismo puro: Se le llama puro porque se aproxima al modelo
norteamericano en gran parte: el Poder Ejecutivo es unitario; la designación del
presidente la realiza el pueblo, en elección directa o indirectamente y por un
periodo determinado; existen equilibrios, pesos y contrapesos entre los órganos
del poder; el presidente designa y remueve libremente a los ministros, quienes
son responsables ante el presidente; este posee facultad de veto respecto a los
proyectos de leyes; ni el presidente ni los ministros son políticamente
responsables ante el congreso, aunque pueden ser sujetos de un juicio de
responsabilidad política, que es un mecanismo diverso al de la responsabilidad
política en un sistema parlamentario, aunque posean algún elemento en
común.
También se le denomina puro a este tipo debido a que no posee matices
parlamentarios ni contiene elementos que alteren, en lo fundamental, el
sistema de controles mutuos del presidencialismo.
Presidencialismo mixto: Denominado sistema semipresidencial o mixto el
cual avanza en una dirección distinta de los sistemas presidencial y
parlamentario. En este sistema, la división de poderes tiene un grado mayor de
complejidad que en los anteriores, porque el Ejecutivo y el Legislativo están al
mismo tiempo, separados y unidos.
Se elige el poder ejecutivo y legislativo en elecciones independientes. El partido
ganador de las elecciones tiene a su cargo el poder legislativo y asimismo el
control del gobierno. El presidente del país es elegido independientemente a
las votaciones por el poder legislativo, tiene diversas facultades y está dotado
de poderes que le ayudan a ejercer un control sobre las formas de gobierno.
En este sistema el presidente es autónomo, pero comparte el poder con un
Primer Ministro; a su vez, el Primer Ministro procede del Parlamento y debe
conseguir su apoyo continuamente. El Poder Ejecutivo se divide entre un Jefe
de Estado el presidente de la República y un Jefe de Gobierno o Primer
Ministro- Cada uno tiene un origen distinto: mientras que el presidente de la
República surge directamente del voto popular, el jefe de gobierno es
designado por la mayoría parlamentaria.
El presidente de la República nombra a este último, en efecto, pero siempre
atendiendo al partido o a la coalición mayoritaria en el Parlamento. De este
modo, si bien en el origen del Jefe de Gobierno se encuentra la confianza
simultánea del Jefe de Estado y de la mayoría parlamentaria, en la práctica su
permanencia depende casi exclusivamente de esa mayoría. El Primer Ministro
está comprometido en la lucha política cotidiana, de la cual está exento el
presidente.

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En buena parte del siglo XIX un gran número de Constituciones diseñó el tipo
puro, el cual, poco a poco, fue transformándose. Hoy en día, los países que lo
consagran son los menos, entre los cuales se pueden mencionar a Brasil, con
una característica propia, y a México.
Presidencialismo atemperado: en este la Constitución diseña al Poder
Legislativo como el pivote del sistema constitucional, al cual le otorga las más
importantes atribuciones; generalmente el presidente no goza de la facultad de
veto y sus competencias legislativas se encuentran restringidas, y las del
congreso aumentadas. Aunque la Constitución señale que el presidente sí tiene
la facultad de veto, si este puede ser superado por simple mayoría de los
legisladores presentes, entonces realmente esa facultad no puede ser
considerada como veto ni como una función de control del órgano Ejecutivo
respecto al Legislativo.
Un ejemplo clásico lo tenemos en México con la Constitución de 1857, y en
buena parte, hasta las reformas de 1874: existía una sola cámara legislativa a
pesar de establecerse un sistema federal, y el presidente solo podía hacer
observaciones a los proyectos del congreso, las que se superaban por este con
una votación de mayoría simple de los legisladores presentes. Es decir, no
tenía el presidente facultad de veto. Esta carencia alteraba los pesos y
contrapesos en el sistema presidencial, en virtud de que la facultad de veto es
uno de los mecanismos más importantes, si no es que el número uno, que
posee el presidente de la República en las relaciones y controles mutuos
respecto al congreso.
Presidencialismo con parlamentario: es aquel en el cual los controles del
poder son aquellos propios del sistema presidencial, pero admite algunos
aspectos que se inspiran en el parlamentario, sin alterar realmente el sistema
de controles, tales como la existencia de un consejo de ministros con
facultades amplias, cuyos integrantes son removidos libremente por el
presidente, donde el congreso puede censurar a un ministro pero, para que la
censura proceda, indispensable es que la votación sea por mayoría calificada o
muy calificada, o aquellos casos en que la dimisión del ministro censurado es
facultad discrecional del presidente.
Lo que se persigue con esos matices parlamentarios fue y es añadir controles
al Poder Ejecutivo para alcanzar un adecuado sistema de pesos y contrapesos,
pero conservando en esencia el régimen presidencial; en otras palabras, al
analizar la Constitución resaltan las características que definen y circunscriben
al sistema presidencial, aunque se encuentran elementos adicionales que no lo
desvirtúan. Esta corriente tiene antecedentes antiguos en la región. Un buen
ejemplo es la Constitución de Perú de 1860, que contuvo algunos elementos
con matices parlamentarios.

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El presidencialismo con matices parlamentarios puede conformar los tres tipos
de presidencialismo desde la perspectiva de la realidad.
Presidencialismo parlamentarizado: se caracteriza porque el presidente es
nombrado directamente por el pueblo. La única excepción actual se encuentra
en Bolivia: cuando ninguno de los candidatos alcanza la mayoría absoluta de
sufragios, es elegido por el Congreso entre uno de los dos candidatos que haya
logrado la mayor votación; el presidente tiene un periodo fijo y nombra con
libertad a los ministros, pero se introducen controles propios del sistema
parlamentario que pueden llegar a alterar el sistema presidencial, tales como:
el gabinete y los ministros individualmente son responsables tanto ante el
presidente como ante el congreso; este último puede censurar a los ministros,
incluso excepcionalmente al propio presidente, quienes entonces deben
apartarse del cargo, con diversas modalidades; aun en contadas leyes
fundamentales, el presidente puede disolver al congreso y convocar a
elecciones, dándose incluso el caso de que, a pesar de la disolución del
congreso, el periodo fijo del presidente se respeta. En esta última situación, hay
que examinar si no estamos ante el tipo de presidencialismo predominante, en
virtud de que el control parlamentario sufre un fuerte desequilibrio a favor del
presidente.
Es importante determinar que el presidencialismo con matices parlamentarios
acepta aspectos parlamentarios pero el sistema continúa siendo
primordialmente presidencial, en virtud de que los controles entre los poderes
políticos son los propios de este sistema. En cambio, en el presidencialismo
parlamentarizado existe un régimen híbrido que acepta los controles de ambos
tipos y los hace suyos, en combinaciones varias.
Un ejemplo de presidencialismo parlamentarizado reciente es el caso de la
Constitución de Colombia de 1991 en su artículo 135, numeral 9, establece que
la moción de censura a los ministros debe ser propuesta, por lo menos, por la
décima parte de los miembros de la respectiva cámara. El ministro será
escuchado en audiencia, y si la moción es aprobada por la mayoría absoluta de
los integrantes de cada cámara legislativa, es separado del cargo. Si se
rechaza, no puede presentarse otro sobre idéntica materia, a menos que
ocurran hechos nuevos. Esta Constitución restringe las facultades del
presidente de la República y amplía las del congreso.
Lo delicado del caso estriba en que, si no existen las condiciones políticas para
que el sistema parlamentarizado sea exitoso, el sistema puede degenerar,
como en el caso del tipo con matices parlamentarios, en asambleísmo, con los
conocidos defectos que implica. El presidencialismo parlamentarizado es el
menos exitoso; la hibridación de los sistemas de gobierno ha resultado en
inestabilidad y rupturas políticas.
Neopresidencialismo

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Es un régimen de gobierno, en el cual el poder ejecutivo posee preeminencia
sobre el resto de los poderes, dentro del sistema de gobierno presidencial es
posible apreciar cada vez con más facilidad ciertas peculiaridades, por ejemplo,
el reforzamiento y por ende blindaje del presidente frente a otros poderes
detentados por el Estado, esto presume una degeneración del sistema de
gobierno en el que se fundamenta.
Karl Loewenstein sostiene que los regímenes neopresidencialistas son una
suerte de absolutismo disfrazado con los elementos propios de la democracia
(elecciones, contralores, etc.). Para él, estos elementos "democráticos" son
sólo una estrategia para evitar resaltar su condición absolutista.

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Bibliografía
1. Jorge Carpizo. (2014). Propuesta de una tipología del presidencialismo
latinoamericano. 21/05/2019, de Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Jurídicas Sitio web:
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3634/3.pdf

2. Basabe-Serrano, Santiago (2017). «Las distintas caras del


presidencialismo: debate conceptual y evidencia empírica en dieciocho
países de América Latina». Revista Española de Investigaciones
Sociológicas, 157: 3-22 (http://dx.doi.org/10.5477/cis/reis.157.3)

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