Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Déficit Inhibitorio: Esta teoría sostiene que el envejecimiento debilita los procesos
inhibitorios que regulan la atención sobre los contenidos de la memoria operativa. Ello afecta
a una amplia gama de actuaciones cognitivas entre las cuales se incluyen la comprensión y
producción del lenguaje. La memoria, según esta teoría, no solo debe activar y procesar
ciertas unidades de información, sino también debe filtrar los contenidos no pertinentes para
que no se produzca interferencia o confusión. Para ello deben operar simultáneamente dos
funciones: una función de acceso, que restringe el ingreso de información irrelevante a la
memoria operativa y una función de supresión, que elimina la información que ha dejado de
ser útil o que estuvo en estado de latencia y finalmente no fue utilizada. En conjunto, ambas
contribuyen a que las representaciones mentales que alcanzan el umbral de activación sean
coherentes y se articulen con las metas que guían el procesamiento. Si estos mecanismos
inhibitorios de la atención se debilitan, puede suceder que mientras se está procesando la
información surjan pensamientos intrusivos o se hagan asociaciones no relevantes,
elementos que, al competir por recursos de procesamiento, reducen la capacidad
funcional de la memoria de trabajo afectando la comprensión.
Déficit de transmisión: La teoría del déficit de transmisión (Burke, MacKay & James, 2000)
se basa en un modelo conexionista localista que concibe el lenguaje como una vasta red de
conexiones entre unidades organizadas en un subsistema fonológico y un subsistema
semántico. Se postula que muchos de los cambios cognitivos asociados al envejecimiento
podrían deberse al debilitamiento de las conexiones entre las representaciones en la
memoria. Cuando la fuerza de esas conexiones se debilita, se reduce también la transmisión
de la excitación que las prepara para la activación, un fenómeno que los especialistas llaman
priming. La transmisión de la excitación puede ser tan reducida que resulte insuficiente para
que las representaciones conectadas se activen, proceso necesario para gatillar la
recuperación de la información codificada en esas representaciones.
Suele ocurrir, en efecto, que los sujetos, confiando erradamente en su capacidad, tomen
decisiones no adecuadas en la asignación de recursos, esto es, decisiones no concordantes con
las exigencias de la tarea o con los objetivos planteados. Puede suceder también que se
llegue a una pérdida del control de los procesos a partir de una percepción que subestima
las verdaderas capacidades dando lugar a cuadros afectivos de ansiedad y otros que
impactan negativamente en el desempeño.
Teoría de la Mente: El concepto Teoría de la Mente (ToM) fue utilizado por primera vez
por Premack y Woodruf (1978) quienes lo definieron como la habilidad de atribuir estados
mentales como intenciones, conocimientos o creencias, para así comprender y predecir la
conducta de otros. La ToM permite a las personas explicar el comportamiento de los demás
en base a sus estados mentales (Premack y Woodruff, 1978). Esta habilidad es uno de los
componentes principales de la cognición social, la cual se define como la capacidad de
interpretar y predecir el comportamiento de los demás y de interactuar en entornos y
relaciones sociales complejas (Baron-Cohen, 2000). Además, la ToM tiene consecuencias muy
relevantes para la vida social a lo largo de todo el ciclo vital, permitiendo tanto la interacción
social cotidiana, como el desarrollo de la competencia y la inteligencia social (Bailey et al.,
2008).
Además del papel mediador de diversas habilidades cognitivas, la influencia del nivel
educativo en la ToM ha sido otro de los aspectos recientemente estudiados. Stern (2002)
propuso la llamada Hipótesis del Efecto Protector de la Reserva Cognitiva, según la cual
poseer niveles más elevados de inteligencia y mayores logros educativos y ocupacionales
contribuye a mitigar los efectos negativos del envejecimiento cerebral.
La teoría del curso de vida: Aún es debatible si la propuesta del curso de vida, (Dannefer
y Uhlenberg, 1999), debe ser considerada como una teoría, modelo o paradigma. El hecho
es que representa una sinergia de contribuciones de orden sociológico y psicológico ligada a
la lógica de cohortes, para explicar la naturaleza dinámica, contextual y procesual del
envejecimiento. Además, está influenciada por el análisis de las trayectorias vitales, el
contexto, la cultura, la historia y las estructuras sociales, desde el nacimiento hasta la muerte,
tanto en individuos como en poblaciones. Según esta perspectiva, la vejez forma parte del
proceso de envejecimiento y por tanto no debe ser considerada como un ingreso a una fase
terminal o ser motivo de exclusión social, pues, así como otros momentos vitales, responde a
un conjunto de normas y roles establecidos social e históricamente. En el mismo sentido, la
posición social experimentada en la vejez está determinada por las decisiones y
comportamientos asumidos con anterioridad.
De acuerdo con el punto de vista de Hayflick; según define este especialista, el envejecimiento es “un
proceso estocástico que ocurre después de alcanzar la madurez reproductiva y que deriva de un
progresivo incremento en el desorden molecular; tal desorden molecular progresivo —el proceso de
envejecimiento— incrementa la vulnerabilidad de los hombres y los animales a la enfermedad, la
predación o los accidentes”.
En 2010 Goldstein y Cassidy dividieron las teorías en 2 categorías: la primera, la de las teorías
estocásticas, las cuales señalan que los cambios en el envejecimiento ocurren de manera aleatoria y
se acumulan a lo largo del tiempo. La segunda categoría representa las teorías no estocásticas
(aquellas que suponen que el envejecimiento está predeterminado).
Las teorías estocásticas proponen que el envejecimiento resulta de daños aleatorios a moléculas
vitales.
Mutación somática y reparación del DNA: postula que los daños producidos en el material
genético, merced a la radiación subyacente, dan lugar a mutaciones que conducen a fallas
funcionales y, en última instancia, a la muerte. La teoría de la reparación del DNA es un ejemplo
más específico de este daño somático por mutaciones.
La radiación ultravioleta (UV), sustancias químicas cancerígenas y aun de ciertos procesos
metabólicos normales. Tanto el entrecruzamiento como los radicales libres dañan al material
genético. Se conocen por lo menos seis tipos distintos de reparación del DNA. Se considera que,
si los procesos de reparación del DNA no existieran, el deterioro acumulado en las células durante
un año acabaría por convertirlas en disfuncionales.
Se ha propuesto que la capacidad para reparar los daños inducidos en el DNA por la radiación
UV se correlacionan en forma directa con la expectativa máxima de vida de la especie.
Teoría del error catastrófico: De manera inicial, esta propuesta (que elaboró en 1961 Zhores
Medvedev) sugería que los errores podrían ocurrir en los mecanismos de replicación genética o
durante la síntesis proteica. Postulaba que dichos errores podrían deberse a diversas causas,
como los radicales libres, los inductores del entrecruzamiento y otros componentes de reacciones
químicas complejas, y que los procesos de reparación no bastaban para corregir todos los errores.
En 1963, Leslie Orgel, del Instituto Salk, propuso un caso especial de hipótesis de errores de
Medvedev. Sostenía que quizá los errores de transcripción del DNA o de traslación del RNA se
autoamplifican a modo de feedback. En consecuencia, una baja frecuencia de errores aleatorios
en la transcripción o la traslación podría inducir defectos en las propias enzimas encargadas de
la fidelidad de estos procesos.
Las moléculas alteradas que participan en la síntesis proteica introducirían errores en las moléculas
que sintetizan, lo cual podría ocasionar una amplificación de tal magnitud, que la subsecuente
acumulación rápida de moléculas portadoras de “errores “desencadenaría un “error catastrófico”
incompatible con la función y la vida.
o Metilación del DNA: La metilación del ADN tiene una participación central en
procesos biológicos, como la impronta génica, la diferenciación celular, la inactivación
del cromosoma X, la carcinogénesis y el envejecimiento. La metilación global de ADN
disminuye con la edad y conduce a cambios significativos en la estructura de la
cromatina. Esto concuerda con lo reportado por Richardson, quien describió cómo la
5-metilcitosina genómica total disminuye durante el envejecimiento en varios
organismos. Este fenómeno también fue observado en líneas celulares senescentes que
provenían de diferentes tejidos de roedores viejos. Además se ha descrito como los
niveles genómicos de la 5-metilcitosina son inversamente proporcionales a la máxima
longevidad. Un factor que contribuye a la disminución de la metilación global del
ADN en el envejecimiento es la reducción de la actividad de la ADN metiltransferasa
1 (DNMT1), un evento que se ha asociado con el riesgo de desarrollar ateroesclerosis,
cáncer y enfermedades autoinmunes, entre otras.
La teoría del daño al DNA mitocondrial (mtDNA) postula que las ERO contribuyen en grado
significativo a la acumulación somática de mutaciones del mtDNA. El mtDNA se transmite por línea
materna, continúa su replicación durante toda la vida del organismo en células proliferativas y
posmitóticas y es sujeto de un mucho mayor índice de mutaciones que el DNA nuclear. Incluso la
apoptosis se relaciona con la fragmentación el mtDNA Ciertos agentes que cruzan las barreras
de la cadena respiratoria, como la coenzima Q10, el tocoferol, la nicotinamida o el ácido
ascórbico, podrían atenuar algunos de los efectos de la enfermedad mitocondrial y el
envejecimiento mediante la modulación entre fuerzas oxidantes y antioxidantes tanto en el ámbito
celular como en el hístico. Las mutaciones en el ADN mitocodrial pueden ocasionar enfermedades
como demencia, diabetes, desórdenes del movimiento, y falla cardiaca, entre otras. La teoría de
la mitocondria, propuesta por Miquel et al., sugiere que la senescencia es el resultado del daño
que las especies reactivas de oxígeno causan al genoma mitocondrial en células postmitóticas.
Las especies reactivas de nitrógeno (RNS por sus siglas en inglés), que incluyen el radical óxido
nítrico (NO) y el peroxinitrito (ONOO−). Si bien estos últimos también participan en procesos
biológicos, como el funcionamiento de las estructuras de los tejidos vasculares, la mayoría de las
veces estos radicales se consideran dañinos por su reactividad.
De manera exógena los radicales libres se forman por fuentes ambientales, entre las que se
incluyen la radiación ionizante, la luz ultravioleta y la contaminación, mientras que de manera
endógena se generan por los sistemas enzimáticos endógenos, como la cadena mitocondrial de
transporte de electrones, la respiración celular, el citocromo P450, la xantina oxidasa y los
peroxisomas. La respuesta antioxidante que se encarga de neutralizar los radicales libres está
compuesta por elementos enzimáticos y no enzimáticos. Entre los primeros encontramos la
superóxido dismutasa (SOD), la glutatión peroxidasa (GPx) y la catalasa (CAT); entre los no
enzimáticos está el ácido ascórbico (vitamina C), el α-tocoferol (vitamina E), el glutatión
reducido (GSH), los carotenoides y los flavonoides.
Con el paso del tiempo, los efectos de los radicales libres de oxígeno escapan a los sistemas de
regulación y se acumulan, de tal manera que se genera un desbalance conocido como estrés
oxidativo.
El ADN también es blanco de los efectos deletéreos ocasionados por los radicales libres, que
originan oxidación de las bases nitrogenadas y del anillo de ribosa, lo que genera alteraciones
como isoguanina (2-hydroxyadenine), 8-oxoadenina, 8-oxoguanina, 5-hidroxicitosina,
citosina glicol y timina glicol, entre otras. Con el antecedente de que el daño oxidativo puede
ocasionar mutaciones, la acumulación de bases dañadas en el ADN se ha relacionado con
enfermedades asociadas a la edad. Los productos de oxidación del ARN están presentes en
enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la demencia con cuerpos de Lewy y la
ateroesclerosis, entre otras.
Recientemente Meng et al. observaron que existe incapacidad de una vía o sistema de protección
específico para responder al estrés en personas de edad avanzada, lo que representa un defecto
en la capacidad para mantener la actividad celular. Estos autores proponen un nuevo modelo
llamado capacidad de respuesta de resistencia RedOx (del inglés Redox-stress Response
Capacity, RRC) para describir esta capacidad, con lo que proporcionan una nueva visión de la
teoría RedOx del envejecimiento. La RRC comprende tres actividades: 1) la capacidad de generar
ROS o RNS; 2) la capacidad de mantener la homeostasis RedOx; 3) la capacidad de degradar
las proteínas dañadas por oxidación.
Los genes y el envejecimiento: Meter Medawar propuso en 1952 una ingeniosa variación de
la hipótesis del error en el envejecimiento. La teoría la desarrolló en 1957 un estadounidense,
George C. Williams. Estos científicos sugirieron que durante la evolución se desarrollan genes
codificadores de caracteres favorables para la adaptación y el desarrollo temprano, que más
tarde dan lugar a la aparición de rasgos menos favorables y, por último, resultan desventajosos
e incluso perjudiciales para la supervivencia. Williams presuponía que los animales que perduran
son aquellos en los cuales la expresión de dichos genes se suprime o retrasa hasta después de la
maduración sexual, cuando sus efectos serían menos perjudiciales para la especie. Esta doble ex
presión genética (pleiotropismo negativo) no interferiría con la reproducción exitosa, sino que
más tarde ocasionaría las pérdidas fisiológicas reconocidas como envejecimiento. Determinados
genes se consideran causa de la expresión fenotípica de caracteres que predisponen a
enfermedades y, en consecuencia, a expectativas de vida más reducidas Una de las
apolipoproteínas, la Apo E, muestra tres formas alélicas, ∈2, ∈3 y ∈4. Esta última se relaciona
con mayores riesgos de enfermedad coronaria y el posible desarrollo de demencia de Alzheimer;
la probabilidad de que esté presente se vincula de manera inversa con la longevidad. Por el
contrario, el alelo ∈2 de esta Apo E y un alelo de la enzima conversora de angiotensina (ECA) se
encuentran con mayor frecuencia en sujetos centenarios franceses. De manera interesante, el alelo
Apo E ∈2 se relaciona con las formas III y IV de la hiperlipidemia, en tanto que el alelo de la ECA
predispone a enfermedades coronarias. Estos hallazgos sugieren que los genes pueden ejercer
un efecto pleiotrópico en la longevidad, si bien las mismas observaciones llevan a cuestionar
que el efecto genético pre disponga a enfermedades, más que regir el envejecimiento
intrínseco.
La senescencia celular se fundamenta en el hecho de que todas las células tienen un tiempo de vida
limitado.
La senescencia se puede desencadenar por daño al ADN, participación de oncogenes o estimulación
mitocondrial excesiva. Independientemente de si la señal prosenescente se origina por señales
persistentes de estrés o por la activación de oncogenes (Ras, Raf, BRAF o e2F1) las células sujetas a
estimulación senescente responden al daño por ATM/ATR (del inglés Ataxia-Telangiectasia
Mutated/ATM and Rad3-Related) y sus blancos Chk1 y Chk2 (del inglés Checkpoint Kinase 1 y
Chekpoint Kinase 2) para detener el ciclo celular. Una de las principales causas radica en el
acortamiento progresivo de los telómeros por lo que, una vez pasado un determinado número de
duplicaciones poblacionales, las células son incapaces de replicar su material genético de manera
eficiente y dejan de dividirse para evitar dar origen a clonas celulares con un mayor potencial de
transformación.
En una célula que ha entrado en senescencia se observa una morfología más aplanada, la proporción
núcleo-citoplasma aumenta y presenta un mayor número de vacuolas. Su actividad mitocondrial
produce más especies reactivas del y con ello aumenta también la cantidad de moléculas dañadas
por estos radicales. Además de estos cambios de expresión también se altera la organización de la
cromatina en células senescentes, lo cual da lugar a focos de heterocromatina.
Existe evidencia que demuestra que se pueden encontrar marcadores de senescencia en lesiones
premalignas, como la expresión de la galactosidasa asociada a senescencia (SA-ß-Gal), focos
constantes de daño al ADN, resistencia a estímulos apoptóticos e inhibición irreversible del crecimiento.
Sin embargo, en tejido proveniente de tumores malignos, dichos marcadores ya no están presentes, lo
cual indica que la respuesta senescente no fue activada o fue superada. Esto puede tener lugar cuando
alguno de los genes p16, ARF, p53 o RB que son esenciales para la respuesta senescente, sufren
alguna mutación.
En 1965, Hayflick y Moorhead describieron un modelo de senescencia replicativa mediante
fibroblastos humanos diploides en cultivo; estos investigadores observaron un periodo inicial de rápida
y vigorosa replicación seguido siempre de una declinación de la actividad proliferativa hasta la
cesación total. Con este modelo se propuso que el envejecimiento es un fenómeno celular y orgánico,
y que la pérdida de la capacidad funcional con el tiempo refleja la suma del deterioro celular
individual en funciones críticas. Algunas pruebas en que se utiliza cierta isoforma de la enzima
galactosidasa β, sintetizada sólo por células envejecidas, demuestran en comparación con sujetos
jóvenes que ésta sólo la produce una pequeña proporción de fibroblastos de la piel de individuos
viejos.
Varios estudios han señalado que la nutrición, el estrés, la actividad física y la contaminación
atmosférica, así como el consumo de alcohol y tabaco, pueden modificar la expresión génica.
La herencia epigenética se refiere a los cambios en la expresión génica que se heredan a lo largo
de generaciones, pero que no son causados por cambios en la secuencia del ADN, aunque sí pueden
afectar la expresión génica. Las alteraciones epigenéticas se llevan a cabo a lo largo de toda la vida
y afectan células y tejidos; de hecho, se estima que los cambios epigenéticos que ocurren a lo largo
de la vida son de una a dos órdenes mayores que la tasa de mutaciones somáticas. Estas
modificaciones se reproducen durante la replicación del ADN y se heredan en forma estable a las
células hijas.
REFERENCIAS:
García R, & Botello G(Eds.), (2015). Práctica de la Geriatría, 3e. McGraw Hill, Capítulo 2.
López-Montilla, N. (2021). Teoría de la mente implícita en adultos mayores. El papel de la
reserva cognitiva y del perfil de actividad social y cognitiva./Implicit theory of mind in
older adults. The role of cognitive reserve and social and cognitive activity profile.
Rico-Rosillo, M. G., Oliva-Rico, D., & Vega-Robledo, G. B. (2018). Aging: Some theories,
genetic, epigenetic and environmental considerations. Revista Médica del Instituto Mexicano
del Seguro Social, 56(3), 287-294.
Robledo Marín, C. A., & Orejuela Gómez, J. J. (2020). Theories of the sociology of aging
and old age. Revista Guillermo de Ockham, 18(1), 95-102.
Véliz, M., Riffo, B., & Arancibia, B. (2010). Envejecimiento cognitivo y procesamiento del
lenguaje: cuestiones relevantes. RLA. Revista de lingüística teórica y aplicada, 48(1), 75-103.