Está en la página 1de 13

 Enlentecimiento: uno de los fenómenos mejor establecidos en relación con el envejecimiento

cognitivo sean las diferencias observadas en la velocidad de procesamiento cuando se


compara el desempeño de jóvenes y mayores frente a diferentes tareas. Según la teoría del
enlentecimiento, la declinación en el desempeño cognitivo se produciría por un enlentecimiento
general de la velocidad de transmisión neural. Aplicada al procesamiento del lenguaje, la
teoría del enlentecimiento puede dar cuenta de la mayor dificultad que experimentan los
senescentes, por ejemplo, en la comprensión del habla rápida.

 Déficit Inhibitorio: Esta teoría sostiene que el envejecimiento debilita los procesos
inhibitorios que regulan la atención sobre los contenidos de la memoria operativa. Ello afecta
a una amplia gama de actuaciones cognitivas entre las cuales se incluyen la comprensión y
producción del lenguaje. La memoria, según esta teoría, no solo debe activar y procesar
ciertas unidades de información, sino también debe filtrar los contenidos no pertinentes para
que no se produzca interferencia o confusión. Para ello deben operar simultáneamente dos
funciones: una función de acceso, que restringe el ingreso de información irrelevante a la
memoria operativa y una función de supresión, que elimina la información que ha dejado de
ser útil o que estuvo en estado de latencia y finalmente no fue utilizada. En conjunto, ambas
contribuyen a que las representaciones mentales que alcanzan el umbral de activación sean
coherentes y se articulen con las metas que guían el procesamiento. Si estos mecanismos
inhibitorios de la atención se debilitan, puede suceder que mientras se está procesando la
información surjan pensamientos intrusivos o se hagan asociaciones no relevantes,
elementos que, al competir por recursos de procesamiento, reducen la capacidad
funcional de la memoria de trabajo afectando la comprensión.

 Disminución de la capacidad de la memoria operativa: Es una teoría bastante


influyente cuya hipótesis fundamental postula que a consecuencia del envejecimiento, la
memoria operativa –entendida como un sistema de memoria de recursos limitados, dotado al
mismo tiempo de capacidad para almacenar y manipular información– experimenta una
disminución en su capacidad de trabajo, hecho que impone limitaciones a la habilidad de las
personas mayores para comprender o producir oraciones semántica o sintácticamente
complejas.

 Déficit de transmisión: La teoría del déficit de transmisión (Burke, MacKay & James, 2000)
se basa en un modelo conexionista localista que concibe el lenguaje como una vasta red de
conexiones entre unidades organizadas en un subsistema fonológico y un subsistema
semántico. Se postula que muchos de los cambios cognitivos asociados al envejecimiento
podrían deberse al debilitamiento de las conexiones entre las representaciones en la
memoria. Cuando la fuerza de esas conexiones se debilita, se reduce también la transmisión
de la excitación que las prepara para la activación, un fenómeno que los especialistas llaman
priming. La transmisión de la excitación puede ser tan reducida que resulte insuficiente para
que las representaciones conectadas se activen, proceso necesario para gatillar la
recuperación de la información codificada en esas representaciones.

 Déficit sensorio-perceptivo: La teoría del déficit sensorio-perceptivo o de la señal


degradada (Baltes & Lindenberger, 1997) plantea que la declinación de los procesos
sensoriales y perceptivos asociada al envejecimiento –principalmente, audición y visión–
produce entradas erróneas o incompletas en las computaciones de bajo nivel implicadas en
la codificación fonológica y ortográfica. Como consecuencia de esta falla se produciría daño
en el proceso de selección léxica y en otros procesos subsiguientes.

 Modelo de procesamiento autorregulado del lenguaje: Por último, nos referiremos a


un modelo propuesto recientemente por Elizabeth Stine-Morrow y colegas, el modelo de
procesamiento autorregulado del lenguaje. La novedad de este modelo se sintetiza en dos
hechos: primero, introduce la autorregulación cognitiva como un componente central del
procesamiento del lenguaje y, segundo, integra en la explicación del fenómeno el proceso
de envejecimiento.

La autorregulación, estudiada a menudo bajo la rúbrica de metacognición, se entiende como


la habilidad para monitorear y controlar los propios procesos cognitivos entre los que se
cuentan el conocimiento, la memoria, el aprendizaje, la comprensión del lenguaje, la actuación
diestra, el logro de objetivos y otros e incluye decisiones relativas a la asignación de esfuerzos
y atención, selección de estrategias de procesamiento, emisión o aplazamiento de respuestas
y velocidad a la que la tarea debería ser completada.

Suele ocurrir, en efecto, que los sujetos, confiando erradamente en su capacidad, tomen
decisiones no adecuadas en la asignación de recursos, esto es, decisiones no concordantes con
las exigencias de la tarea o con los objetivos planteados. Puede suceder también que se
llegue a una pérdida del control de los procesos a partir de una percepción que subestima
las verdaderas capacidades dando lugar a cuadros afectivos de ansiedad y otros que
impactan negativamente en el desempeño.

 Teoría de la Mente: El concepto Teoría de la Mente (ToM) fue utilizado por primera vez
por Premack y Woodruf (1978) quienes lo definieron como la habilidad de atribuir estados
mentales como intenciones, conocimientos o creencias, para así comprender y predecir la
conducta de otros. La ToM permite a las personas explicar el comportamiento de los demás
en base a sus estados mentales (Premack y Woodruff, 1978). Esta habilidad es uno de los
componentes principales de la cognición social, la cual se define como la capacidad de
interpretar y predecir el comportamiento de los demás y de interactuar en entornos y
relaciones sociales complejas (Baron-Cohen, 2000). Además, la ToM tiene consecuencias muy
relevantes para la vida social a lo largo de todo el ciclo vital, permitiendo tanto la interacción
social cotidiana, como el desarrollo de la competencia y la inteligencia social (Bailey et al.,
2008).

Al investigar a fondo la relación entre la ToM implícita y la edad se ha encontrado una


asociación inversa significativa (Cabinio et al., 2015), es decir, a mayor edad, menor
capacidad de ToM implícita. El deterioro cognitivo que muestran una parte relevante de los
adultos mayores también parece contribuir al deterioro de la capacidad de ToM. Pezutti et
al. (2011) comprobaron que la dificultad en las tareas de ToM se incrementa cuando existe
deterioro cognitivo. Además, las habilidades cognitivas necesarias para comprender las
relaciones causales en situaciones donde la persona debe atribuir estados mentales a otros
parecen estar deterioradas en pacientes con deterioro cognitivo (Pezutti et al., 2011). Así, el
deterioro cognitivo causado por el envejecimiento parece mediar directamente en el declive
de la capacidad de ToM, aunque esto no es reducible a un deterioro cognitivo global (Kemp
et al., 2012).

Además del papel mediador de diversas habilidades cognitivas, la influencia del nivel
educativo en la ToM ha sido otro de los aspectos recientemente estudiados. Stern (2002)
propuso la llamada Hipótesis del Efecto Protector de la Reserva Cognitiva, según la cual
poseer niveles más elevados de inteligencia y mayores logros educativos y ocupacionales
contribuye a mitigar los efectos negativos del envejecimiento cerebral.

 Orwon y Perlmutter (1990): consideran que la sabiduría depende de una estructura de la


personalidad muy bien integrada que posibilita a los individuos trascender de las
perspectivas personalistas y asumir intereses universales y colectivos. Resulta difícil encontrar
personas sabias porque ello implica una personalidad y una cognición excepcional.

 Erickson (1968,1982): en su teoría psicosocial describe el autodesarrollo y la


autotrascendencia como atributos determinantes de la personalidad sabia. Estos atributos
que señala Erickson muestran una estructura de la personalidad extraordinariamente
integrada y madura, la que trasciende de la preocupación de los sentimientos y pensamientos
referidos a sí mismo y puede estructurar interacciones con sí mismo, con otros y con el mundo.
Erickson sostiene que la sabiduría depende de los atributos del self: el autodesarrollo y la
autotrascendencia y que se configura en la vejez.

 Kramer (1990): sostiene que la sabiduría es el resultante de la interacción del desarrollo


cognitivo y afectivo que producen una serie de habilidades o procesos que se relacionan con
la sabiduría y le permiten operar de distinta forma en diferentes personas. Sirve para que
la persona resuelva de diferentes formas los acontecimientos de la cotidianeidad. La
propuesta de Kramer (1990) sostiene que la sabiduría no es inteligencia o cognición, sino que
ella se puede desarrollar si participa una personalidad bien equilibrada, en la que la que la
persona comprende la relación entre procesos conscientes e inconscientes. Para estudiar la
sabiduría hay que tener en cuenta procesos cognitivos, motivaciones, experiencias de vida e
intenciones.

 Fernández-Ballesteros (1999): sostiene que la sabiduría puede ser considerada como un


atributo psicológico muy complejo que engloba aspectos cognitivos, afectivos y prácticos, a
la vez que expresa que las personas sabias se caracterizan por presentar comprensión
excepcional ya que utilizan: una amplia perspectiva para mirar y enfocar los acontecimientos,
el sentido común, el aprender de la experiencia, la observación, el entenderse a sí mismos, el
pensar por sí mismos y un accionar sin prejuicios.
 La teoría de la desvinculación: Sus precursores fueron los sociólogos estadounidenses
Elaine Cumming y William Henry (1961), quienes enfatizaron en la necesidad de reducir
gradualmente la participación en las estructuras sociales a medida que aumenta la edad de
las personas, hasta su retiro definitivo. Según los autores, de continuar las personas viejas
vinculadas a sus papeles en la sociedad se afectaría la estabilidad del sistema social, pues
es necesario abrir espacio a los jóvenes a la vez que se da tiempo a los viejos para su
desvinculación, planteada como una fase natural e inevitable del proceso de envejecimiento.

 La teoría de la actividad: Como contraargumento de la teoría de la desvinculación, Robert


Havighurst (1961) en conjunto con Ruth Albrecht (Havighurst & Albrecht 1953) formulan la
teoría de la actividad, la cual indica que la actividad en todas sus expresiones redunda en
beneficios y es necesaria para experimentar satisfacción con la vida durante la vejez. Esta
surge de la premisa del envejecimiento normal y plantea la necesidad de la realización
permanente de actividades hasta donde sea posible, con el fin de generar sentimientos
positivos de felicidad y satisfacción que contrasten con la visión tradicional de declive en la
vejez.

 La teoría de la modernización: en la teoría de la modernización se encuentran Donald


Cowgill y Lowell Holmes (1972), quienes relacionan el grado de modernización de las
sociedades con el papel que en ellas desempeñan las personas viejas, argumentando que el
aumento de la modernización lleva a un declive de la valoración social de tales personas.
Este fenómeno se debería a que su conocimiento y papel social, apreciados en las sociedades
preindustriales y agrarias, ha sido desplazado por la urbanización, la industrialización y la
burocratización, el aumento del tiempo libre, el incremento de la esperanza de vida (gracias
al perfeccionamiento de las tecnologías en el campo laboral y de la salud) y los cambios en
la tenencia familiar de la tierra, pues los altos niveles educativos de las nuevas generaciones
convierten a los individuos viejos en dependientes económicos de sus hijos.

 La teoría del envejecimiento como subcultura: La teoría del envejecimiento como


subcultura planteada por Rose y Peterson (1968), enfatiza que las normas y expectativas de
comportamiento se establecen a partir de interacciones sociales y que los cambios
demográficos, ecológicos y sociales, así como el establecimiento de políticas públicas
segregacionistas (jubilación o centros de retiro) y el agrupamiento por edades, común de las
sociedades contemporáneas, conllevan la formación de una subcultura o minoría
independiente que hace que las personas viejas desarrollen una cultura propia, con normas,
valores, patrones de conducta, creencias, intereses comunes y comportamiento específicos por
encima de estatus distintivos relacionados con género, raza y clase social.

 La teoría de continuidad: Atchley (1971) describe la premisa de la teoría de la


continuidad, según la cual los adultos y personas viejas hacen lo posible por conservar los
conocimientos adquiridos, aplicando estrategias ya conocidas para enfrentar su propio
proceso de envejecimiento. Los principales aspectos de esta teoría se basan en:
1. la continuidad interna, relacionada con lo cognitivo, el temperamento, el afecto, las
experiencias y las habilidades;
2. la continuidad externa, atinente a las relaciones interpersonales, las actividades
preestablecidas y el conocimiento del contexto físico y social, y
3. la continuidad individual o de la propia vida, clasificada en tres categorías: baja
(insatisfacción con la vida e inadaptación al cambio), óptima (capacidad para enfrentar
transformaciones) y excesiva (aunque las estrategias utilizadas son adecuadas, se
percibe la vida como monótona, carente de novedad).

 La teoría de rotulación social: formulada por Kuypers y Bengston (1973), contribuye a


comprender cómo la reducción de competencias sociales y habilidades de las personas viejas
no está necesariamente asociada a la vejez per se, sino a la rotulación negativa por parte
de familiares, cuidadores o profesionales, de las personas viejas enfermas o dependientes,
debido a las crisis presentadas en la edad avanzada (pérdidas de salud, viudedad,
disminución de roles sociales). Este hecho conlleva efectos negativos relacionados con su
competencia social y psicológica, así como su autoconcepto –de incapacidad, inactividad o
inutilidad–, aumentando así su vulnerabilidad.

 La teoría de intercambio social y estratificación de edad: Basada en una perspectiva


económica racional, la teoría del intercambio social propuesta por Gubrium Jaber (1973),
afirma que las relaciones sociales entre los individuos están determinadas por el cálculo
costo-beneficio: si la interacción se considera provechosa, se maximiza el lucro y se da el
enganche; de no ser así, las personas se alejan de quienes no contribuyen a sus intereses.

 La teoría de estratificación de edad: planteada por Riley, Johnson y Foner (1972), es


una de las perspectivas más influyentes en la investigación del, ya que proporciona un
marco analítico para comprender la interacción entre las personas viejas y las estructuras
sociales cambiantes, las configuraciones de grupos e instituciones en la sociedad y los
desequilibrios societales entre personas y funciones, en los que la edad se convierte en una
categoría de importancia para la distribución del poder, siendo la vejez un momento de la
vida en el que se pueden experimentar ciertas desventajas. Esta teoría es utilizada en
diversos estudios longitudinales y transversales comparativos entre grupos de la misma y
distinta edad.

 La teoría del construccionismo social: propuesta de Gubrium y Holstein (1999), busca


comprender y explicar las realidades sociales relativas al envejecimiento, los procesos
individuales del envejecimiento en contexto y los papeles relacionados con la construcción
social de la edad. La premisa consiste en que estos se transforman permanentemente durante
el transcurso de la vida por la influencia de aspectos sociales emergentes y la reconfiguración
de los discursos.

 La teoría del curso de vida: Aún es debatible si la propuesta del curso de vida, (Dannefer
y Uhlenberg, 1999), debe ser considerada como una teoría, modelo o paradigma. El hecho
es que representa una sinergia de contribuciones de orden sociológico y psicológico ligada a
la lógica de cohortes, para explicar la naturaleza dinámica, contextual y procesual del
envejecimiento. Además, está influenciada por el análisis de las trayectorias vitales, el
contexto, la cultura, la historia y las estructuras sociales, desde el nacimiento hasta la muerte,
tanto en individuos como en poblaciones. Según esta perspectiva, la vejez forma parte del
proceso de envejecimiento y por tanto no debe ser considerada como un ingreso a una fase
terminal o ser motivo de exclusión social, pues, así como otros momentos vitales, responde a
un conjunto de normas y roles establecidos social e históricamente. En el mismo sentido, la
posición social experimentada en la vejez está determinada por las decisiones y
comportamientos asumidos con anterioridad.

 Teorías feministas del envejecimiento: Las teorías y perspectivas feministas del


envejecimiento (Bengston, Burgess y Parrot, 1997), hacen un llamado a la integración de las
categorías de género y edad para comprender cómo influyen las normas basadas en la edad
y los cambios fisiológicos en la significación social del envejecimiento de hombres y mujeres,
con respecto a la identidad, funciones y relaciones asignadas a los géneros. En el macronivel,
recobra importancia el análisis de las relaciones económicas de poder entre hombres y
mujeres (estratificación de género, estructuras de poder e instituciones sociales), mientras que
en el micronivel se atiende a los contextos de los significados colectivos: redes sociales,
cuidado y trabajo familiar, e identidad.

 La teoría de economía política del envejecimiento y gerontología crítica: La teoría


de la economía política del envejecimiento analiza cómo la asignación de recursos sociales,
económicos y políticos configura relaciones de poder, autonomía e influencia en la experiencia
del envejecimiento. Se considera aquí no solo la variable edad, sino también las de clase,
género, raza y etnia. Es decir, esta teoría afirma que la distribución inequitativa de estos
recursos puede ir en detrimento del estatus de las personas viejas, del tratamiento que les es
dado, del acceso a las oportunidades y las elecciones en la vejez. Esta teoría se ha usado
para orientar investigaciones políticas sobre la vejez, así como programas de jubilación,
pensiones, cuidado, servicios comunitarios e institucionalización. Sus mayores aportes consisten
en cuestionar la homogenización del envejecimiento y el énfasis positivista utilizado para su
comprensión, así mismo, el rechazo de la vejez como noción asociada a un problema social o
la percepción de las personas viejas como población desechable y la oposición a los discursos
de la medicalización de la vida y la vejez, puesto que lo único que hacen es fortalecer los
estereotipos negativos de la vejez desde perspectivas netamente biológicas.

De acuerdo con el punto de vista de Hayflick; según define este especialista, el envejecimiento es “un
proceso estocástico que ocurre después de alcanzar la madurez reproductiva y que deriva de un
progresivo incremento en el desorden molecular; tal desorden molecular progresivo —el proceso de
envejecimiento— incrementa la vulnerabilidad de los hombres y los animales a la enfermedad, la
predación o los accidentes”.

En 2010 Goldstein y Cassidy dividieron las teorías en 2 categorías: la primera, la de las teorías
estocásticas, las cuales señalan que los cambios en el envejecimiento ocurren de manera aleatoria y
se acumulan a lo largo del tiempo. La segunda categoría representa las teorías no estocásticas
(aquellas que suponen que el envejecimiento está predeterminado).

Las teorías estocásticas proponen que el envejecimiento resulta de daños aleatorios a moléculas
vitales.
 Mutación somática y reparación del DNA: postula que los daños producidos en el material
genético, merced a la radiación subyacente, dan lugar a mutaciones que conducen a fallas
funcionales y, en última instancia, a la muerte. La teoría de la reparación del DNA es un ejemplo
más específico de este daño somático por mutaciones.
La radiación ultravioleta (UV), sustancias químicas cancerígenas y aun de ciertos procesos
metabólicos normales. Tanto el entrecruzamiento como los radicales libres dañan al material
genético. Se conocen por lo menos seis tipos distintos de reparación del DNA. Se considera que,
si los procesos de reparación del DNA no existieran, el deterioro acumulado en las células durante
un año acabaría por convertirlas en disfuncionales.
Se ha propuesto que la capacidad para reparar los daños inducidos en el DNA por la radiación
UV se correlacionan en forma directa con la expectativa máxima de vida de la especie.

 Teoría del error catastrófico: De manera inicial, esta propuesta (que elaboró en 1961 Zhores
Medvedev) sugería que los errores podrían ocurrir en los mecanismos de replicación genética o
durante la síntesis proteica. Postulaba que dichos errores podrían deberse a diversas causas,
como los radicales libres, los inductores del entrecruzamiento y otros componentes de reacciones
químicas complejas, y que los procesos de reparación no bastaban para corregir todos los errores.
En 1963, Leslie Orgel, del Instituto Salk, propuso un caso especial de hipótesis de errores de
Medvedev. Sostenía que quizá los errores de transcripción del DNA o de traslación del RNA se
autoamplifican a modo de feedback. En consecuencia, una baja frecuencia de errores aleatorios
en la transcripción o la traslación podría inducir defectos en las propias enzimas encargadas de
la fidelidad de estos procesos.
Las moléculas alteradas que participan en la síntesis proteica introducirían errores en las moléculas
que sintetizan, lo cual podría ocasionar una amplificación de tal magnitud, que la subsecuente
acumulación rápida de moléculas portadoras de “errores “desencadenaría un “error catastrófico”
incompatible con la función y la vida.

 Teoría de la modificación de proteínas: Algunos autores, como Kohn y Bjorksten, postularon


desde el decenio de 1970 que la acumulación de proteínas alteradas en el nivel postraslacional
podría alterar las funciones celulares y, por último, las orgánicas.
La unión no enzimática de los carbohidratos con los grupos amino de las proteínas (glucosilación)
puede dar origen a los llamados productos finales de la glucosilación avanzada. Estos productos se
incrementan con el envejecimiento y se relacionan con la diabetes, los trastornos oculares y la
acumulación de amiloide. Con el envejecimiento, formas glucosadas de la colágena humana se
acumulan en los tendones y la piel, pero algunas otras proteínas de vida media larga cambian
poco.
El entrecruzamiento de muchas proteínas de la matriz extracelular se incrementa con la edad. Este
tipo de procesos bien podría alterarse por el entrecruzamiento de macromoléculas como la
colágena, la elastina, la osteocalcina o la cristalina de la lente, causante de la catarata del
anciano o el diabético. Es probable que esta misma interacción covalente proteína-proteína se
relacione con el incremento de la rigidez de las paredes vasculares en el envejecimiento.

o Metilación del DNA: La metilación del ADN tiene una participación central en
procesos biológicos, como la impronta génica, la diferenciación celular, la inactivación
del cromosoma X, la carcinogénesis y el envejecimiento. La metilación global de ADN
disminuye con la edad y conduce a cambios significativos en la estructura de la
cromatina. Esto concuerda con lo reportado por Richardson, quien describió cómo la
5-metilcitosina genómica total disminuye durante el envejecimiento en varios
organismos. Este fenómeno también fue observado en líneas celulares senescentes que
provenían de diferentes tejidos de roedores viejos. Además se ha descrito como los
niveles genómicos de la 5-metilcitosina son inversamente proporcionales a la máxima
longevidad. Un factor que contribuye a la disminución de la metilación global del
ADN en el envejecimiento es la reducción de la actividad de la ADN metiltransferasa
1 (DNMT1), un evento que se ha asociado con el riesgo de desarrollar ateroesclerosis,
cáncer y enfermedades autoinmunes, entre otras.

o Modificaciones Histonas: El patrón de modificaciones post-traduccionales en las


histonas también se altera durante el envejecimiento, por lo que se han relacionado
estos procesos con la afectación de la estructura de la cromatina y la expresión
génica. Al respecto se sabe que la metilación, una de las modificaciones de histonas
más frecuente, se presenta en patrones diferentes a lo largo del proceso de
envejecimiento de los ovocitos. Por otro lado, está la acetilación de histonas, la
modificación epigenética más estudiada, llevada a cabo por acetiltransferasas de
histonas y revertida por desacetilasas de histonas (en inglés histone
acetyltransferases [HATs] e histone deacetylases [HDACs]). Se ha descrito cómo los
niveles de acetilación se alteran con la edad debido a un desbalance entre la
actividad de las HAT y HDAC.

 Teoría de los radicales libres (estrés oxidativo/DNA mitocondrial): Denham Harman, de


la Universidad de Nebraska, es el principal defensor de esta propuesta, aunque la idea original
la introdujo R. Gerschman en 1954. Se presupone que la mayor parte de los cambios propios del
envejecimiento se debe a daños moleculares causados por radicales libres (RL), átomos o
moléculas que contienen un electrón no apareado y, por tanto, son especies químicas muy reactivas
producto del metabolismo aeróbico, como el radical superóxido (O2), que dismutasas de
superóxido metabolizan para formar peróxido de hidrógeno (H2O2) y oxígeno. Este último
radical continúa en la formación del radical hidroxilo (OH–), con reactividad elevada. Estas
llamadas especies reactivas de oxígeno (ERO) pueden reaccionar con diversas macromoléculas de
manera autoperpetuada; se crean nuevos radicales libres de moléculas atacadas con
anterioridad, que en consecuencia generan aún más radicales de otras moléculas, lo cual amplifica
el efecto dañino producido de forma original.

La producción de ERO parece vincularse con la regulación de la expresión genética diferencial,


la replicación y la diferenciación celular, así como con la muerte celular por apoptosis.
Esta teoría del envejecimiento se apoya en el descubrimiento de que los radicales libres no sólo
forman los pigmentos de la edad, sino que también producen entrecruzamientos en algunas
moléculas y dañan el DNA. Asimismo, intervienen en la formación de las placas neuríticas
características de la demencia de tipo Alzheimer.

La teoría del daño al DNA mitocondrial (mtDNA) postula que las ERO contribuyen en grado
significativo a la acumulación somática de mutaciones del mtDNA. El mtDNA se transmite por línea
materna, continúa su replicación durante toda la vida del organismo en células proliferativas y
posmitóticas y es sujeto de un mucho mayor índice de mutaciones que el DNA nuclear. Incluso la
apoptosis se relaciona con la fragmentación el mtDNA Ciertos agentes que cruzan las barreras
de la cadena respiratoria, como la coenzima Q10, el tocoferol, la nicotinamida o el ácido
ascórbico, podrían atenuar algunos de los efectos de la enfermedad mitocondrial y el
envejecimiento mediante la modulación entre fuerzas oxidantes y antioxidantes tanto en el ámbito
celular como en el hístico. Las mutaciones en el ADN mitocodrial pueden ocasionar enfermedades
como demencia, diabetes, desórdenes del movimiento, y falla cardiaca, entre otras. La teoría de
la mitocondria, propuesta por Miquel et al., sugiere que la senescencia es el resultado del daño
que las especies reactivas de oxígeno causan al genoma mitocondrial en células postmitóticas.

Las especies reactivas de nitrógeno (RNS por sus siglas en inglés), que incluyen el radical óxido
nítrico (NO) y el peroxinitrito (ONOO−). Si bien estos últimos también participan en procesos
biológicos, como el funcionamiento de las estructuras de los tejidos vasculares, la mayoría de las
veces estos radicales se consideran dañinos por su reactividad.

De manera exógena los radicales libres se forman por fuentes ambientales, entre las que se
incluyen la radiación ionizante, la luz ultravioleta y la contaminación, mientras que de manera
endógena se generan por los sistemas enzimáticos endógenos, como la cadena mitocondrial de
transporte de electrones, la respiración celular, el citocromo P450, la xantina oxidasa y los
peroxisomas. La respuesta antioxidante que se encarga de neutralizar los radicales libres está
compuesta por elementos enzimáticos y no enzimáticos. Entre los primeros encontramos la
superóxido dismutasa (SOD), la glutatión peroxidasa (GPx) y la catalasa (CAT); entre los no
enzimáticos está el ácido ascórbico (vitamina C), el α-tocoferol (vitamina E), el glutatión
reducido (GSH), los carotenoides y los flavonoides.

Con el paso del tiempo, los efectos de los radicales libres de oxígeno escapan a los sistemas de
regulación y se acumulan, de tal manera que se genera un desbalance conocido como estrés
oxidativo.

El ADN también es blanco de los efectos deletéreos ocasionados por los radicales libres, que
originan oxidación de las bases nitrogenadas y del anillo de ribosa, lo que genera alteraciones
como isoguanina (2-hydroxyadenine), 8-oxoadenina, 8-oxoguanina, 5-hidroxicitosina,
citosina glicol y timina glicol, entre otras. Con el antecedente de que el daño oxidativo puede
ocasionar mutaciones, la acumulación de bases dañadas en el ADN se ha relacionado con
enfermedades asociadas a la edad. Los productos de oxidación del ARN están presentes en
enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la demencia con cuerpos de Lewy y la
ateroesclerosis, entre otras.
Recientemente Meng et al. observaron que existe incapacidad de una vía o sistema de protección
específico para responder al estrés en personas de edad avanzada, lo que representa un defecto
en la capacidad para mantener la actividad celular. Estos autores proponen un nuevo modelo
llamado capacidad de respuesta de resistencia RedOx (del inglés Redox-stress Response
Capacity, RRC) para describir esta capacidad, con lo que proporcionan una nueva visión de la
teoría RedOx del envejecimiento. La RRC comprende tres actividades: 1) la capacidad de generar
ROS o RNS; 2) la capacidad de mantener la homeostasis RedOx; 3) la capacidad de degradar
las proteínas dañadas por oxidación.

 Los genes y el envejecimiento: Meter Medawar propuso en 1952 una ingeniosa variación de
la hipótesis del error en el envejecimiento. La teoría la desarrolló en 1957 un estadounidense,
George C. Williams. Estos científicos sugirieron que durante la evolución se desarrollan genes
codificadores de caracteres favorables para la adaptación y el desarrollo temprano, que más
tarde dan lugar a la aparición de rasgos menos favorables y, por último, resultan desventajosos
e incluso perjudiciales para la supervivencia. Williams presuponía que los animales que perduran
son aquellos en los cuales la expresión de dichos genes se suprime o retrasa hasta después de la
maduración sexual, cuando sus efectos serían menos perjudiciales para la especie. Esta doble ex
presión genética (pleiotropismo negativo) no interferiría con la reproducción exitosa, sino que
más tarde ocasionaría las pérdidas fisiológicas reconocidas como envejecimiento. Determinados
genes se consideran causa de la expresión fenotípica de caracteres que predisponen a
enfermedades y, en consecuencia, a expectativas de vida más reducidas Una de las
apolipoproteínas, la Apo E, muestra tres formas alélicas, ∈2, ∈3 y ∈4. Esta última se relaciona
con mayores riesgos de enfermedad coronaria y el posible desarrollo de demencia de Alzheimer;
la probabilidad de que esté presente se vincula de manera inversa con la longevidad. Por el
contrario, el alelo ∈2 de esta Apo E y un alelo de la enzima conversora de angiotensina (ECA) se
encuentran con mayor frecuencia en sujetos centenarios franceses. De manera interesante, el alelo
Apo E ∈2 se relaciona con las formas III y IV de la hiperlipidemia, en tanto que el alelo de la ECA
predispone a enfermedades coronarias. Estos hallazgos sugieren que los genes pueden ejercer
un efecto pleiotrópico en la longevidad, si bien las mismas observaciones llevan a cuestionar
que el efecto genético pre disponga a enfermedades, más que regir el envejecimiento
intrínseco.

Relacionado a relojes biológicos. El estudio serio de la implicación de este sistema en el envejecimiento


se inició en las décadas de 1960 y 1970, cuando se diseñaron estudios para comprender la relación
del hipotálamo, uno de los posibles relojes biológicos, con el declive de la reproducción en ratas
hembras viejas; se esclareció que ni los ovarios ni la hipófisis eran la causa de la pérdida del ciclo de
estro en las ratas viejas, Joseph R. Meites, de la Universidad Estatal de Michigan, descubrió la causa
en el hipotálamo.
Se sugiere que la restricción calórica retarda el envejecimiento porque de alguna manera lentifica
el reloj hipotalámico. La restricción calórica es una de las pocas maneras conocidas de modificar el
proceso de envejecimiento. Otros ejemplos de cambios en el control neuroendocrino relacionados con
la edad son la disminución de los niveles de secreción pulsátil de la hormona de crecimiento y de
los niveles de secreción de dihidroxiepiandrosterona por la corteza suprarrenal, lo que incide
nuevamente tanto en el mantenimiento de la masa magra y ósea como en la función inmunitaria. En
realidad, en numerosos ensayos se asigna a este último esteroide una función en la supresión de
citocinas catabólicas o inflamatorias (IL-6, IL-1B) y en la inducción de citocinas inmunoestimuladoras
como IL-2.
La hipótesis glucocorticoide del envejecimiento propone daños progresivos con el paso de los años y,
como efecto del estrés repetido, en el mecanismo hipotalámico de retroalimentación negativa
(feedback) que controla la secreción de hormonas esteroideas por la corteza suprarenal, lo que
conduce a un incremento no regulado de los niveles de glucocorticoides y los consiguientes efectos
sobre la función inmunológica, la reparación de los tejidos y otros aspectos de la homeostasis.

La edad se acompaña de un cambio gradual en la estructura y función del sistema inmune,


denominado inmunosenescencia. La inmunosenescencia afecta la función de las células que
participan tanto en la inmunidad innata como en la inmunidad adquirida. En lo referente a la respuesta
innata se ha reportado que el estrés crónico conduce a la activación de macrófagos que, en individuos
ancianos, puede llevar a una condición inflamatoria crónica subclínica, en la que hay un aumento de
citocinas proinflamatorias, especialmente IL-6.
El envejecimiento también afecta la capacidad fagocítica de los neutrófilos y reduce la producción
de superóxido, por lo que aumenta el riesgo de infecciones, ya que los neutrófilos presentan además
una migración deficiente al foco de infección, por un aumento en la adherencia de estas células al
endotelio vascular consecuencia del incremento en la expresión de moléculas de adhesión como
VCAM-1 (del inglés Vascular Cell Adhesion Molecule-1) e ICAM-1 (Intercellular Adhesion Molecule-1).
Por otro lado, los cambios que se presentan en la respuesta adaptativa se acompañan de
modificaciones en la actividad efectora de las células Th1 y Th2. Las citocinas que producen estas
células se inhiben mutuamente y mantienen un equilibrio homeostático entre las respuestas celular y
humoral, aunque se ha visto que este equilibrio declina con el paso de los años. En edades avanzadas
disminuye la IL-2, citocina producida por células Th1, y la respuesta va preferentemente a una
respuesta antiinflamatoria tipo Th2, con incremento en la producción de IL-10. Estos cambios
incrementan el riesgo para el desarrollo o la exacerbación de alergias atópicas, como rinitis o
asma, infecciones crónicas y autoinmunidad en individuos susceptibles.
La teoría inmunológica del envejecimiento se basa en la observación de que la capacidad
inmunológica declina con la edad, según lo evidencian la disminución de la respuesta de las células T
a mitógenos y una menor resistencia a enfermedades infecciosas; también se observa un aumento de
los fenómenos autoinmunitarios, como los niveles de autoanticuerpos.
Ocurre un incremento de la proporción de células T de memoria junto con una mayor expresión de la
p-glucoproteína resistente a fármacos. La inmunidad humoral mediada por células B también declina
con el envejecimiento, lo que se manifiesta por un descenso de la producción de anticuerpos y una
desproporcionada pérdida de la habilidad para producir inmunoglobulinas IgG e IgA de alta
afinidad.
El sistema inmunológico podía matar al individuo al elaborar anticuerpos contra las células propias,
fenómeno que recibió adecuadamente el nombre de “horror autotóxico”.
Un desencadenante potencial de la atenuación de la función inmunitaria con la edad puede ser el
timo, órgano relacionado con la maduración de las llamadas células T. El timo comienza a declinar
pasada la adolescencia y se ha señalado que este hecho desencadena la función final de todo el
sistema inmunológico. En primer lugar, no es universal; algunos animales que envejecen no poseen un
sistema inmunológico bien desarrollado.
Asimismo, es factible que las llamadas “enfermedades autoinmunitarias” tengan como origen la
química cambian te de algunas proteínas conforme se envejece; de ser así, la producción de
autoanticuerpos sería una respuesta normal y adecuada, en ningún caso disfuncional.
Desde luego, el sistema inmunológico, como otros sistemas, muestra cierto declive funcional con la
edad, pero no parece algo exclusivo que justifique argumentar que es el encargado del cronómetro
principal.

La senescencia celular se fundamenta en el hecho de que todas las células tienen un tiempo de vida
limitado.
La senescencia se puede desencadenar por daño al ADN, participación de oncogenes o estimulación
mitocondrial excesiva. Independientemente de si la señal prosenescente se origina por señales
persistentes de estrés o por la activación de oncogenes (Ras, Raf, BRAF o e2F1) las células sujetas a
estimulación senescente responden al daño por ATM/ATR (del inglés Ataxia-Telangiectasia
Mutated/ATM and Rad3-Related) y sus blancos Chk1 y Chk2 (del inglés Checkpoint Kinase 1 y
Chekpoint Kinase 2) para detener el ciclo celular. Una de las principales causas radica en el
acortamiento progresivo de los telómeros por lo que, una vez pasado un determinado número de
duplicaciones poblacionales, las células son incapaces de replicar su material genético de manera
eficiente y dejan de dividirse para evitar dar origen a clonas celulares con un mayor potencial de
transformación.
En una célula que ha entrado en senescencia se observa una morfología más aplanada, la proporción
núcleo-citoplasma aumenta y presenta un mayor número de vacuolas. Su actividad mitocondrial
produce más especies reactivas del y con ello aumenta también la cantidad de moléculas dañadas
por estos radicales. Además de estos cambios de expresión también se altera la organización de la
cromatina en células senescentes, lo cual da lugar a focos de heterocromatina.
Existe evidencia que demuestra que se pueden encontrar marcadores de senescencia en lesiones
premalignas, como la expresión de la galactosidasa asociada a senescencia (SA-ß-Gal), focos
constantes de daño al ADN, resistencia a estímulos apoptóticos e inhibición irreversible del crecimiento.
Sin embargo, en tejido proveniente de tumores malignos, dichos marcadores ya no están presentes, lo
cual indica que la respuesta senescente no fue activada o fue superada. Esto puede tener lugar cuando
alguno de los genes p16, ARF, p53 o RB que son esenciales para la respuesta senescente, sufren
alguna mutación.
En 1965, Hayflick y Moorhead describieron un modelo de senescencia replicativa mediante
fibroblastos humanos diploides en cultivo; estos investigadores observaron un periodo inicial de rápida
y vigorosa replicación seguido siempre de una declinación de la actividad proliferativa hasta la
cesación total. Con este modelo se propuso que el envejecimiento es un fenómeno celular y orgánico,
y que la pérdida de la capacidad funcional con el tiempo refleja la suma del deterioro celular
individual en funciones críticas. Algunas pruebas en que se utiliza cierta isoforma de la enzima
galactosidasa β, sintetizada sólo por células envejecidas, demuestran en comparación con sujetos
jóvenes que ésta sólo la produce una pequeña proporción de fibroblastos de la piel de individuos
viejos.

En fecha reciente se describió la existencia de estructuras “protectoras” de dicho material genético en


el extremo del cromosoma y se las denominó telómeros, constituidas también por material genético no
codificante. Los seres humanos poseen secuencias de seis nucleótidos: timidina-timidina-adenosina-
guanosina-guanosina-guanosina (T-T-A-G-G-G). Al nacer, los telómeros están formados por cerca
de 15 000 pares de bases, que se pierden en cada división celular a un ritmo de 25 a 200 pares de
bases de la porción terminal del telómero. Cuando este fenómeno se repite cerca de 100 veces, la
célula deja de dividirse y muere.
Las secuencias examéricas que forman el telómero las sintetiza la telomerasa, una enzima
ribonucleoproteica así denominada porque es una proteína unida a un RNA. En los seres humanos, las
células germinales expresan telomerasa y mantienen el tamaño del telómero durante toda la vida.
Por el contrario, las células somáticas no contienen telomerasa, de modo que pierden de manera
progresiva la longitud del telómero. Se piensa que los telómeros de las células de gran re cambio
como las epiteliales o las hemáticas son más cortos que los de las células germinales.
Son raros los clones que esca pan a M2, que a su vez activa la telomerasa, que estabiliza los
cromosomas para adquirir una capacidad de crecimiento indefinida denominada “inmortalidad”.
En pacientes con progeria se demuestra un significativo acortamiento de los telómeros; ello condujo a
formular la hipótesis de que el tamaño de los telómeros hace las veces de un reloj biológico que
regula el tiempo de vida de las células normales.

Varios estudios han señalado que la nutrición, el estrés, la actividad física y la contaminación
atmosférica, así como el consumo de alcohol y tabaco, pueden modificar la expresión génica.

 Dieta: En un estudio transversal de mujeres de edad media y avanzada, Cassidy et al.


demostraron que la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados se asoció inversamente con la
longitud de los telómeros en leucocitos (LTL), mientras que una dieta alta en fibra,
especialmente de cereal, se asoció positivamente con la LTL.
 Ejercicio Físico: El ejercicio de moderada intensidad disminuye el estrés psicológico, las
enfermedades relacionadas con el estrés oxidativo y tiene un efecto antiinflamatorio al
disminuir las citocinas IL-6 y TNF.
 Alcohol: El significado clínico exacto y el mecanismo del acortamiento de telómeros por
consumo de alcohol se desconocen. Sin embargo, se puede relacionar con alteraciones de la
división celular, aumento del estrés oxidativo, alteración de la función antioxidante o
interferencia con la actividad de la telomerasa.
 Tabaco: El tabaco es un factor de riesgo para muchas enfermedades relacionadas con la
edad y está asociado con aumento de inflamación y de estrés oxidativo. El desgaste de los
telómeros expresado en leucocitos puede servir como un marcador del estrés oxidativo
acumulado y la inflamación.

La herencia epigenética se refiere a los cambios en la expresión génica que se heredan a lo largo
de generaciones, pero que no son causados por cambios en la secuencia del ADN, aunque sí pueden
afectar la expresión génica. Las alteraciones epigenéticas se llevan a cabo a lo largo de toda la vida
y afectan células y tejidos; de hecho, se estima que los cambios epigenéticos que ocurren a lo largo
de la vida son de una a dos órdenes mayores que la tasa de mutaciones somáticas. Estas
modificaciones se reproducen durante la replicación del ADN y se heredan en forma estable a las
células hijas.

REFERENCIAS:
 García R, & Botello G(Eds.), (2015). Práctica de la Geriatría, 3e. McGraw Hill, Capítulo 2.
 López-Montilla, N. (2021). Teoría de la mente implícita en adultos mayores. El papel de la
reserva cognitiva y del perfil de actividad social y cognitiva./Implicit theory of mind in
older adults. The role of cognitive reserve and social and cognitive activity profile.
 Rico-Rosillo, M. G., Oliva-Rico, D., & Vega-Robledo, G. B. (2018). Aging: Some theories,
genetic, epigenetic and environmental considerations. Revista Médica del Instituto Mexicano
del Seguro Social, 56(3), 287-294.
 Robledo Marín, C. A., & Orejuela Gómez, J. J. (2020). Theories of the sociology of aging
and old age. Revista Guillermo de Ockham, 18(1), 95-102.
 Véliz, M., Riffo, B., & Arancibia, B. (2010). Envejecimiento cognitivo y procesamiento del
lenguaje: cuestiones relevantes. RLA. Revista de lingüística teórica y aplicada, 48(1), 75-103.

También podría gustarte