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Hay canciones para cada situación. Algunas para bailar. Otras para estudiar. Algunas
para los viajes por carretera. Algunas llevan las películas a un nivel superior.
Algunas solo deberían sonar después del día de Acción de Gracias, no antes (muchas
gracias).
El libro de los Salmos es similar. Ofrece al pueblo de Dios canciones para todo tipo
de situaciones: celebración, duelo y esperanza. Este himnario es incluso la lista de
reproducción para la vida de Jesús.
Más de cuarenta de los 150 salmos son mencionados en el Nuevo Testamento y
están repartidos en cien pasajes. Los autores del Nuevo Testamento aplican un
salmo a una faceta de la persona y la obra de Jesús en decenas de estos pasajes.
Algunos salmos (Sal 2, Sal 110) se utilizan de este modo en repetidas ocasiones y
otros (Sal 41:9 en Jn 13:18) son más bien inesperados lados B. Estas son tres
formas en las que el Nuevo Testamento usa los salmos para pintar un retrato de
Jesús.
No solemos pensar en los cánticos como algo profético. Pero los autores del Nuevo
Testamento sí lo hacen.
Un ejemplo clave de profecía es el uso que hace Pedro del Salmo 16 en Hechos 2.
Dice que David, cuando se aferra a Dios con la esperanza de que «no abandonarás
mi alma en el Seol» (Sal 16:8-11), no se refería principalmente a sí mismo. Más
bien, «siendo profeta», «miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo» a
través de este salmo (Hch 2:25-31).
En otro lugar, Juan alude al Salmo 2:9 en el libro del Apocalipsis para mostrar cómo
Jesús es el rey que se predijo que «gobernaría» las naciones «con vara de hierro»
(Ap 2:27; 19:15).
¿Todos los salmos funcionan así? No. Pero es notable que Pedro y Juan vean algunos
salmos como profecías directas sobre Jesús.
Además, en el Salmo 22, Jesús toma las palabras del salmista en sus labios mientras
exhala su último aliento, exclamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Sal 22:1 en Mt 27:46). El salmo le pertenece. Esta angustia es Suya.
Otros autores del Nuevo Testamento siguen el ejemplo de Jesús. Juan señala que los
discípulos se dan cuenta de que Jesús es el «me» del Salmo 69:9 que clama a Dios:
«El celo por tu casa me consumirá» (Jn 2:17). Haciendo referencia al mismo salmo,
Pablo escribe que Jesús, con el salmista, declara: «Los insultos de los que te
injuriaban cayeron sobre Mí» (Ro 15:3). El canto es su lamento personal de
sufrimiento.
En estos ejemplos, Jesús se sitúa como prosōpon o persona —ya sea «yo» o «tú»— en
varios salmos. Estos pasajes relatan verdades trascendentales sobre la Deidad; son
la lista de reproducción autobiográfica de la filiación eterna, el señorío divino, la
encarnación corporal y el sufrimiento de Jesús.
Estas tres categorías para acercarnos a los Salmos cristológicamente nos ayudan a
leer nuestras Biblias con mayor riqueza. Podemos meditar sobre cómo los Salmos
anticipan proféticamente a Jesús como rey davídico y guardián del pacto. Podemos
leer los Salmos como patrones de la obediencia de Cristo a la ley de Dios. También
podemos ver la prosōpon de Jesús en los Salmos, leyéndolos como un fuerte
testimonio sobre su persona y obra.
En estas formas, los Salmos no solo son la lista de reproducción de la vida de Jesús,
sino que además, mientras cantamos juntos en la congregación (Heb 2:12), se
convierten también en la lista de nuestras vidas.