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En relación a las trayectorias escolares discontinuas (por repitencias, por inasistencias debido a
baja intensidad de vinculación con la escuela, por ingresos tardíos, etc.) se reorganizan los
agrupamientos por edades sin considerar el año/grado de escolaridad. Estudiantes de edades
próximas llevan adelante proyectos didácticos centrados en alfabetización y operaciones
matemáticas en horarios complementarios a la jornada escolar simple.
¿Estaremos llegando al final de la forma escolar frente a los límites tradicionales del dispositivo
duro de la escuela y frente a los nuevos contextos inéditos producto de la pandemia?
¿Es posible pensar la educación de todos y todas en nuevas formas de organización curricular,
institucional y del trabajo docente?
¿En qué medida la forma escolar tradicional, conocida desde el origen de la escuela, fija las
coordenadas de la educación? ¿En qué medida esta gramática escolar o componentes duros
del formato escolar no atentan contra la premisa de inclusión y de garantizar el derecho a la
educación de todos y todas?
¿Qué desafíos se nos plantean para diseñar nuevos dispositivos que incluyan y fortalezcan las
trayectorias a partir de la pandemia?
Tendremos que capitalizar lo aprendido, repensar la clase, superar los límites anclados en la
tradición escolar, en un modelo tradicional y buscar la forma de manera colectiva de que la
escuela se convierta en algo que vale la pena vivir y el lugar al que hay que volver.
1. En primer término sabemos que no podemos volver a las escuelas del mismo modo y
con las mismas formas que tenía antes de este sacudón producido por la pandemia.
Nadie vuelve al pasado.
2. El segundo desafío es romper con la tradición de que la sección escolar es la única
configuración posible para la enseñanza, ya vimos por la experiencia que no lo es. Por
el contrario, esta unidad puede condicionar y limitar las posibilidades ante las diferentes
trayectorias estudiantiles.
3. En tercer lugar, podemos repensar desde la organización curricular propuestas que
contribuyan a valorar y recuperar los saberes construidos extra escolarmente, que
superen la fragmentación disciplinar y que sirvan como faro, pero no como limitante, de
las posibilidades de nuestros/as estudiantes.
4. En cuarto lugar, es necesario asumir nuevas formas de trabajo docente tomando la
experiencia acumulada en estos casi dos años en donde nos reagrupamos,
reencontramos con otros/as docentes para organizar formas y modos de la enseñanza,
considerando las condiciones de nuestros estudiantes.
5. En quinto lugar, repensar las secciones de clase, reorganizar las condiciones de
simultaneidad superando el determinante de la gradualidad (edad/año de escolaridad)
revisando colaborativamente, entre equipos docentes quiénes y bajo qué condiciones
conformaron un grupo para estar todos juntos y al mismo tiempo.
6. En sexto lugar, necesitamos evaluar qué reagrupamientos serán necesarios para los
estudiantes que superan la lógica del grado/año. ¿Será posible superar el viejo
paradigma “mis estudiantes”, “mi disciplina”, '”mi curso” y pensar a los estudiantes
como pertenecientes a la institución? Por ejemplo: podemos pensar en profesores
especializados en alfabetización inicial a cargo de niños y niñas que no hayan
completado la alfabetización por haber tenido poco y nulo contacto con la escuela, por
la falta del trabajo sostenido con pares y docentes, por imposibilidad de las familias de
acompañar la enseñanza de la escuela, por las discontinuidades estructurales que
impusieron las condiciones sanitarias y epidemiológicas.