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Exigencias de la universalización
y límites de la escuela tradicional.
Autora: Sandra Ziegler
Introducción
La intención de este texto, elaborado por Sandra Ziegler* es abordar el derrotero de los
formatos escolares* revisando los aspectos que algunas políticas han podido alterar y
marcando también las cuestiones más áridas. Aproximarnos a experiencias de cambio
del formato escolar permite vislumbrar los márgenes de invención, así como contrastar
los límites que presentan las instituciones y el sistema educativo en cuanto a las
posibilidades de modificación de dichos formatos constitutivos de la escuela moderna.
Por formato aludimos a aquellas coordenadas que estructuraron a la escuela
secundaria moderna y que son su núcleo duro de alterar como: la graduación de los
cursos, la separación de los alumnos por edades, la organización del curriculum por
disciplinas y la promoción por ciclo aprobado completo, como constantes que han
permanecido a lo largo del tiempo en la estructuración de la escuela media.
Por otra parte, vincularemos los modos en que los cambios en el formato escolar
aportan a modificar también las formas de selección que plantea nuestro sistema
educativo. Así, nos centraremos en dinámicas de corte más estructural en torno a la
configuración que adquiere el nivel medio en el contexto de su expansión y planteada
la obligatoriedad del mismo. El propósito es analizar los procesos que se desarrollan en
el sistema una vez iniciadas una serie de políticas tendientes a favorecer la inclusión
educativa a través del cambio de los formatos escolares.
La escuela media constituye uno de los niveles del sistema educativo que genera
mayores controversias en cuanto a la necesidad de su modificación. Con diferentes
matices e intencionalidades actores tan diversos como los propios docentes, los
estudiantes, las familias, los políticos, los académicos, los periodistas, los gremios, etc,
se pronuncian en cuanto a los obstáculos y también esbozan las alternativas que
podrían encarase para superar los problemas vigentes.
Más allá de las diferencias específicas en las propuestas, un rasgo común que se
advierte en las experiencias internacionales, es la creación de nuevos formatos para las
escuelas que permitirían favorecer la incorporación al tiempo que procuran reducir las
brechas educativas. De este modo, cuando se trata de la incorporación de los sectores
más vulnerables a la escolarización se crean instituciones con formas organizativas
renovadas a fin de superar los obstáculos que plantean las escuelas “tradicionales” para
la inclusión de estos grupos sociales recién llegados a la educación secundaria.
En los EE.UU., desde la década del ’90, se han implementado diversas estrategias para
mejorar la calidad y cobertura de la escuela media en barrios de bajos recursos. Todas
ellas se centran en la profundización de los vínculos entre la escuela y la comunidad,
fomentando la creación de relaciones más fuertes y colaborativas entre padres,
educadores y miembros de la comunidad. Entre las estrategias principales cabe destacar
la implementación de escuelas de servicio completo (que brindan servicios educativos,
culturales y de salud a los alumnos y sus familias fuera del horario escolar) y el modelo
organizativo escuela-comunidad (que busca tener una mayor influencia en las escuelas
de toda una ciudad o una provincia).
La experiencia de Brasil a través del Programa de Mejora y Expansión del Nivel Medio
procuró la expansión en la cobertura del nivel mediante la redefinición de los
contenidos curriculares, la regularización del flujo escolar, la reducción de la tasa de
abandono escolar y la mejora de la relación escuela, familia y sociedad. Asimismo, se
registran experiencias tanto en San Pablo como en Río de Janeiro de extensión de la
actividad de la escuela los fines de semana, generando espacios institucionalizados para
la socialización de los jóvenes.
En los últimos años, la educación media chilena fue objeto también de importantes
transformaciones. La expansión de la estructura, las reformas del curriculum, el
financiamiento y la atención a la calidad, fueron algunos de los aspectos abordados. En
los años ´90 se impulsó además la jornada escolar completa y la reforma curricular a
través del programa Liceo para Todos.
Ante este imperativo de cambio resulta oportuno destacar que las modificaciones, para
el caso argentino, no se producen para el conjunto de las escuelas, sino que se han
desarrollado en algunas jurisdicciones escasas y en un grupo numéricamente reducido
de establecimientos. Nos interesa analizar la dinámica del sistema educativo local que
combina instituciones históricamente excluyentes junto con la creación de nuevas
escuelas destinadas a los grupos que llegan por primera vez al nivel medio, cuya
población proviene de los sectores más vulnerables de la sociedad. El cambio en el
formato escolar impulsado desde las políticas educativas recientes se localiza
básicamente en las escuelas que reciben a los jóvenes expulsados por las otras
instituciones.
De este modo, nos interrogamos acerca del mandato de inclusión y la dinámica a través
de la cual se materializa la masificación del nivel medio, en tanto combina una dinámica
de sistema exclusor junto con un conglomerado de escuelas que porta el mandato de
alojar a quienes el propio sistema expulsó, alterando sólo en estas últimas las
dinámicas que producen la exclusión. Así, “parece más factible desde las políticas
educativas generar nuevas propuestas (incluso nuevas instituciones) que conmover y
modificar las prácticas más generalizadas”.
Los relatos de jóvenes que asisten a las Escuelas de Reingreso dan cuenta de
trayectorias escolares truncadas y signadas por una escuela indiferente a las
dificultades de quienes viven en las condiciones más adversas. “Cuando relatan sus
experiencias de sucesivos fracasos en las otras instituciones, develan los mecanismos de
expulsión y de auto-asignación de la culpa por la escolaridad fallida, que incorporaron
en su tránsito errático por el sistema educativo. Al igual que lo planteado por la
bibliografía especializada, los jóvenes reconocen el fracaso como propio, al tiempo que
en sus dichos demuestran cómo esas instituciones los expulsaron del cotidiano escolar.
“…El secundario lo empecé (…) repetí, pasé a una escuela de Villa del Parque, (...) pasé
a segundo, repetí segundo, seguí ahí segundo, creo que hice una vez más segundo,
después creo que hice segundo en otra escuela en Villa del Parque, y después acá…”
“…Empecé la secundaria a la mañana en Soldati…hice primer año a la mañana y repetí.
Me pasaron a primer año de la tarde y volví a repetir. Después ya al otro año dejé y el
año pasado vine acá…”
Los testimonios en torno a los sucesivos fracasos reflejan el contraste entre las escuelas
y dan cuenta de las dificultades que se registran en las instituciones que funcionan bajo
el principio de selección por exclusión. En estas últimas, parecería que las posibilidades
de albergar a quienes no se adaptan dócilmente a la condición estudiantil esperada son
estrechas, y opera entonces una dinámica donde estos estudiantes son derivados hacia
otros establecimientos. De este modo, aludimos a un proceso de incorporación de
diferentes grupos sociales a distintos tipos de instituciones en donde se advierte que la
creación de nuevas escuelas responde a la necesidad de incluir y retener a la población
excluida de las restantes. Ante dichas creaciones las instituciones parecería que llegan a
incorporar a un grupo y, al mismo tiempo, expulsan a aquellos que presentan las
condiciones más desfavorables. Así, es factible metaforizar a estas escuelas mediante la
imagen de un “colador” o una “malla” que opera reteniendo a un sector al tiempo que
otros “fluyen”, quedando por fuera. Cabe pensar, entonces, que las diferentes
instituciones presentan un límite que demarca la población que admite retener.
Cuando dicho límite es rebasado, quienes quedan por fuera deben acudir a otro tipo de
institución que tenga un patrón de admisión más acorde.
Frente a esta situación parecería que hay escuelas (creadas recientemente por el
propio Estado) que ocupan el lugar de las últimas escuelas que podrían recibir a los
jóvenes, considerando las ofertas hoy existentes. Sin embargo, estas instituciones
presentan una serie de variaciones en su forma escolar que da cuenta de la exploración
de algunas hipótesis bajo las cuales la escolarización secundaria parecería resultar
factible de efectivizarse para un grupo más amplio ante la demanda cierta de inclusión.
En segundo lugar, la proximidad vincular tiene otro modo de expresión. Un rasgo que
identifican los estudiantes en estas escuelas es el acompañamiento que los profesores
realizan en cuanto a las posibilidades y efectivización del aprendizaje. Así, señalan que
los docentes en estas escuelas “explican”, “se preocupan”, “tienen paciencia” y “si no
entendés te vuelven a explicar, te mandan a la clase de apoyo”, etc. Estas cuestiones
las confrontan con las prácticas de las otras escuelas en donde si alguien no entiende
debe procurarse por si mismo la solución a esa dificultad (ya sea buscando un profesor
particular, un compañero que le explique, etc).
Entre las modificaciones centrales que presentan estas escuelas podemos mencionar
que organizan el espacio y el tiempo de trabajo de otro modo, creando una serie de
dispositivos curriculares y organizacionales para garantizar el trabajo pedagógico
(trayectos, talleres, tutorías, clases de apoyo, entre otros). Por otra parte, existe un
régimen de asistencia más flexible que atiende la condición de los jóvenes que deben
trabajar y estudiar o de quienes tienen causas judiciales. Finalmente, los trayectos
constituyen uno de los dispositivos que permiten que los alumnos avancen por
asignatura en lugar de por año de estudio.
Resulta interesante señalar que esta organización por trayectos exige una estructura
más flexible de la escuela, en tanto se produce una ruptura del “curso de un mismo
año” y se promueven formas de tutelaje que no resultan habituales. En los casos de las
escuelas abordadas por nuestro estudio que despliegan la estructura de trayectos,
advertimos un seguimiento más minucioso del proceso de los estudiantes en cada
asignatura, en la medida en que se deben estructurar los trayectos para cada uno de
ellos. Más allá de esta cuestión organizativa (que no resulta menor en la logística
cotidiana de las escuelas), la estructura de acompañamiento está además muy
presente en el conjunto de la actividad escolar, ya sea mediante las tutorías, las clases
de apoyo, los trayectos, etc. Los alumnos plantean una valoración positiva en cuanto a
esta modalidad y, en algún caso, hasta advierten que se trata de una oportunidad que
dan estas escuelas, pero que opera sólo de modo transitorio, en la medida en que
reconocen que estas formas de acompañamiento no están presentes en otras
instituciones.
Un chico de una Escuela de Reingreso que planea ser kinesiólogo duda de sus
posibilidades para el desempeño estudiantil en la universidad. En la entrevista dice:
“En la facultad el profesor habla, y el que toma nota, toma nota y el que no se
embroma, y es así. Yo sé, y por eso siento que en la UBA voy a fracasar, porque la UBA
es así. (…) por lo que me comentaron la UBA es así, entonces uno tiene ese miedo.”
De este modo, queda explicitado que el acompañamiento funciona como una forma
que favorece la permanencia, al tiempo que coexisten otras instituciones con
estructuras en donde priman las formas desreguladas, que presuponen que son los
alumnos quienes gestionan exclusivamente por sus propios medios su paso por la
escolaridad. Por tanto, una modalidad que beneficia a los ya aventajados.
Sin embargo, un aspecto que merece ser especificado es que estos patrones de
promoción y flexibilidad curricular no están estrictamente asociados al origen social de
los estudiantes que reciben las escuelas. Si bien en esta oportunidad nos referimos al
cambio del formato escolar en aquellas instituciones que reciben a los grupos más
vulnerables que han perdido la posibilidad de escolarizarse en el tiempo teóricamente
previsto, en otros trabajos anteriores hemos identificado instituciones que atienden a
otros sectores sociales (medios y altos) que también han producido cambios en el
formato escolar y en el acompañamiento de sus estudiantes. Si bien aquí aludimos al
cambio del formato en escuelas que reciben a los alumnos en situaciones de mayor
vulnerabilidad social, resultaría erróneo efectuar una lectura sesgada por sector social
para explicar las dinámicas de cambio de formato escolar y de los modos de promoción
y selección de los estudiantes en la escuela media.
De lo planteado hasta aquí podemos señalar que nos encontramos ante patrones de
selección y promoción diferentes que coexisten en instituciones que portan mandatos
distintos. Para el caso de las escuelas que operan bajo el principio de selección por
exclusión, sigue en pie la estructura de enseñanza simultánea desregulada, donde los
estudiantes son promocionados con el ciclo aprobado completo y prácticamente
carecen de estructuras de apoyo, más allá de los propios recursos de los estudiantes.
Por otra parte, en aquellas escuelas destinadas a sostener funciones inclusivas priman
las formas tuteladas que se orientan a efectivizar de mejor modo la permanencia y
adaptación a las exigencias de socialización que la escuela demanda para perdurar en
ella. Estas últimas escuelas mantienen formas de acompañamiento al tiempo que
flexibilizan el curriculum. En estos casos podemos mencionar el papel clave que tiene la
estructura de trayectos, la modificación del calendario escolar, el control de asistencia
por asignatura, entre otras medidas.
“…Y acá a medida que van avanzando los años se van sacando materias que por ahí en
otro colegio llegan hasta quinto año o hasta cuarto año. Por ejemplo biología, tenés en
primero y en segundo y en tercero ya no tenés. Historia tenés en primero, en segundo y
en tercero y en cuarto ya no tenés. Geografía tenés en primero, segundo, tercero y en
cuarto ya no tenés. Y en otros colegios geografía tenés hasta quinto año, historia tenés
hasta quinto año (…) Entonces, ahí creo que nos perdimos cosas que otra gente, chicos
que van a otro colegio tienen…”
Otros, en cambio, realizan una lectura del plan de estudios como la posibilidad de
condensar en menos años el núcleo básico de la escuela media, ya que se trata de
un plan de cuatro años de duración.
En este contexto, advertimos que hay una serie de saberes que se desplazan hacia
los márgenes de la escuela que se localiza en los talleres extracurriculares. De este
modo, se produce una dinámica en donde lo no “procesable” por las asignaturas
tradicionales se aglutina en una serie de espacios que son opcionales, más
informales, que se ligan a potenciar las posibilidades expresivas de los jóvenes. Esta
propuesta de talleres presenta un desarrollo y ha sido armada de modo bien
diferente según las escuelas, pero en casi todos los casos se trata de un espacio
subordinado a los designios de las asignaturas del curriculum estabilizado. Los
talleres portan la posibilidad de un espacio emergente en donde se puede explorar
algún procesamiento de los cambios culturales, presenta una potencia interesante
aunque, en general, es escasamente visibilizado por los estudiantes y por las
escuelas que formaron parte de la muestra de nuestra investigación.
Estas distinciones nos permiten plantear de modo más cabal los aspectos del
formato escolar que admiten cambios y aquellos que se mantienen más
estrictamente. En este sentido, coincidimos con la idea de que existe una gramática
escolar e inclusive una gramática del discurso pedagógico que estructuran la
organización y distribución de los mensajes pedagógicos y que no se conmueve
fácilmente ante las reformas.
Diversas autoras coinciden en advertir que los cambios de los formatos escolares en
la escuela secundaria argentina implican alterar su patrón organizacional que está
compuesto por: la clasificación fuerte de los curriculos; la designación de profesores
por especialidad y la organización del trabajo docente por horas de clase. Esta clase
precisamente alude a los obstáculos que se producen al momento de procurar
cambios en el formato de la secundaria, en donde hay una serie de aspectos que
resultan factibles de transformar, al tiempo que la estructura curricular es
sumamente compleja de variar por la concatenación de cambios que exige
introducir modificaciones en dicho ámbito. Pese a las dinámicas planteadas por los
estudios que dan cuenta de las restricciones de las reformas, resulta promisorio
distinguir los modos en que se combinan los cambios y la perdurabilidad en los
diferentes órdenes en las instituciones, advirtiendo las potencialidades y los límites
que admiten las modificaciones generadas hasta el momento.
Conclusiones
Hasta el momento, ante el mandato de masificación del nivel medio, se han encarado
políticas estatales que inician una serie de modificaciones en algunas escuelas,
flexibilizando su formato escolar y sus patrones de promoción, generando estructuras
tuteladas que favorecen el acompañamiento, al tiempo que en la mayoría de las
instituciones restantes se sostiene el formato escolar tradicional en donde son los
estudiantes quienes quedan librados a sus propios recursos de modo desrregulado para
efectivizar su tránsito por la escolaridad.
En la coyuntura actual no podemos aventurar si las Escuelas de Reingreso representan
formas experimentales (entre otras en marcha) que con el correr del tiempo se
extenderán con las modificaciones necesarias a un grupo más amplio de escuelas; o si
el sistema educativo local funcionará bajo modalidades desreguladas para algunos y
tuteladas para otros como modo de procesar la selección por exclusión. Estos dos
mecanismos divergentes pueden coexistir (como la experiencia actual lo demuestra),
pero sin dudas condensan principios, finalidades y derivan en prácticas pedagógicas de
muy diferente tenor. Con esta afirmación no presuponemos que los formatos y los
modos de acompañamiento deban resultar homogéneos para garantizar la igualdad
(como muchas veces se ha presupuesto en el campo educativo). Son numerosos los
antecedentes que pueden citarse para dar cuenta de que la homogeneidad no deriva
en igualdad. Así, sin abonar al principio de la homogeneidad como vía para lograr la
igualdad, en este caso planteamos que se requiere una mirada atenta en torno a la
equivalencia de las experiencias escolares de los jóvenes en el marco de las formas en
que se procesa la selección y los formatos escolares heterogéneos que identificamos en
el sistema educativo actual.
Como hemos señalado, las escuelas no están aletargadas ante la necesidad de cambio;
de hecho, muchas de ellas actúan en el intento de hacer posible una experiencia
escolar que resulte relevante. Ante esta coyuntura, es una responsabilidad ineludible
de las políticas estatales demarcar los mandatos para la escuela secundaria y delinear
el trazado de la configuración de la escuela media para las generaciones venideras. En
definitiva, estas son las señales que se esperan de un Estado que procure generar
condiciones de inclusión real y efectiva para todos.
Bibliografía
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