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EL MENDIGO

TEMA / ESTRUCTURA

             El tema del poema es la búsqueda del amor. La forma que utiliza el
autor para expresar esto es breve y sencilla, en ella refleja su mundo interior:
es un texto de raíz romántica, no exaltado sino intimista.

             El poema se presenta en tres estrofas que adoptan la forma del diálogo
entre un YO y un TÚ donde predomina la función apelativa entre ese YO y ese
TÚ.

             A nivel interno podemos distinguir dos partes: la primera parte


correspondería a las dos primeras estrofas en las que el yo lírico se encuentra
asediado por la búsqueda del amor por parte de lo sensorial que siempre
rechaza; la segunda parte correspondería a la tercera estrofa donde el yo lírico
encuentra el verdadero amor en lo inmaterial.

             El poema empieza de forma abrupta situándonos en una situación


comunicativa que se produce en ese instante y en la que no conocemos quién
habla ni a quién se dirige. Comienza con la afirmación de la propia
personalidad, con el pronombre de primera persona: YO. Ese yo representa a
una mujer que hace elogio de sí misma. El nivel léxico refuerza esta idea con el
empleo de un vocabulario que remite a campos léxicos que hacen referencia a
aspectos externos, es decir, ese yo, esa mujer morena simboliza la pasión, el
goce producido por atributos externos. A nivel sintáctico señalar la repetición de
las mismas estructuras sintácticas, construcción que se altera en el verso tres.
En esta primera estrofa se produce la intervención del interlocutor de ese yo,
que ocupa medio verso, y que rechaza lo que se le ofrece.

             En la segunda estrofa se produce un paralelismo semántico con la


primera estrofa: de nuevo aparece un yo y un tú; ese yo representa de nuevo
cualidades externas que son ofrecidas al interlocutor. Esos atributos son ahora
distintos: frente a la pasión, dichas; frente al  ardor, palidez; frente a la mujer
morena, la mujer rubia; frente a los goces, la ternura. También hay otro
paralelismo con la primera estrofa: se produce en el verso tres un hipérbaton
que no es muy violento. A nivel sintáctico no se produce paralelismo (frente
al yo ahora tenemos mi). La intervención del interlocutor es igual que en la
primera estrofa: ocupa medio verso y también rechaza lo que se le ofrece. Aquí
se produce (con respecto al final de la primera estrofa) un paralelismo
semántico y sintáctico reflejado en la construcción quiasmática de la respuesta
del autor.
             En la tercera estrofa se produce un paralelismo sintáctico con respecto
a la primera estrofa: recurre de nuevo al pronombre “yo”. A nivel semántico el
paralelismo desaparece: frente a las cualidades positivas, cualidades negativas
(imposible, fantasma); frente a lo material, lo inmaterial; frente a lo sensitivo, lo
inasible. Esta tercera estrofa la pregunta es sustituida por una negación. A
pesar de esta negativa que supone la imposibilidad del amor el interlocutor
identifica el verdadero amor con ese tipo de mujer. Su intervención vuelve a
ocupar medio verso y se encuentra entre signos de exclamación; no se da el
paralelismo semántico ni sintáctico de sus intervenciones y además concluye el
poema con el uso del imperativo que refuerza el deseo de acercarse a ese
amor a través de la función apelativa. A pesar de la negatividad de amar el yo
lírico acepta este amor que es más aunténtico.

ANÁLISIS MÉTRICO

             Tres estrofas compuestas por cuatro versos decasílabos con cesura
que divide al verso en dos hemistiquios. Las pausas métricas coinciden con las
gramaticales. Además cada estrofa tiene cierre semántico. No hay
encabalgamientos. En cuanto a la rima, los versos impares riman entre sí en
consonante y los impares en asonante. Existe un predominio de la acentuación
llana. No hay ninguna estrofa de este tipo.

CONCLUSIÓN

             La búsqueda del amor ideal se produce en una pugna dialéctica con la
realidad exterior que rodea al poeta. El amor auténtico se encuentra más allá
de los percibido por los sentidos; quizá sea un sueño, quizá sea un imposible,
pero esto no debe disuadirnos de intentar encontrarlos. O quizá, incluso, el
verdadero amor se encuentre en su propia búsqueda.

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