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Sobre “Malamente”, de Rosalía:


apropiación, esencialismo y mucha
industria cultural
por Marina Hervás Muñoz | Jun 11, 2018 | Artículos, Música | 0 Comentarios

Pues sí, como en el fondo soy millenial y me gusta más un debate que a un
tonto un lápiz, me sumo a la polémica del vídeo de “Malamente” (que se puede
ver aquí, aquí o incluso ¡aquí!), pero para añadir algo que he visto poco
nombrado: el esencialismo y la cruda industria cultural.

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ROSALÍA - MALAMENTE (Cap.1: Augurio)

Pero empecemos por el principio. El vídeoclip de “Malamente” ha echado


nuevamente leña a la discusión entre Noelia Cortés  y Raúl Guillén sobre el
“antigitanismo” de Rosalía en 2017. Quizá tengo que ir más atrás. Rosalía es
una cantante de 25 años que publicó en 2017 Los Ángeles (Universal Music). Lo
abre “Si tú supieras compañero”, que mezcla música y textos de Enrique
Morente, Carmen Linares y hasta ¡Conchita Piquer! Coplas, cantiñas y alegrías
complican su canción de apertura, tal y como muestra el casi anónino Javi en su
blog pequeños incidentes. La Niña de los Peines aparece cuando canta “Día 14
de abril”, una revisión de “El carretero (Llévame por caridad)”. Manuel Vallejo
pasea con su tango actualizado de “Catalina”. Manolo Vargas con su “Eran las
dos de la noche” reaparece espectral en “Nos quedamos solitos”. “Por mi
puerta no lo pasen” revisita “En la verde oliva canten”, de Antonio Chacón. Y así
pasan por su disco una gran lista de nombres de cantaores e intérpretes
camencos de la tradición más arraigada. Es fascinante sumergirse por las
referencias que toma: estoy segura de que muchos no habían escuchado en su
vida muchas de estas canciones del repertorio. De hecho, se ve en muchos
comentarios de youtube, donde usuarios reconocen que han llegado ahí por
Rosalía. Quizá es que yo no he crecido en la cultura camenca y no soy ninguna
especialista (no sé si lo soy de nada), pero a mí eso me parece una ganancia
para abrirnos a la escucha de una música que solo visitan especialistas, 2
adcionados, y una multitud de gente acotada en un territorio donde este
repertorio es habitual. A mí me fascinó, al igual que lo hizo y hace Rocío
Márquez o Niño de Elche, como bien cita Raúl Guillén.

Pero Noelia Cortés respondía así: “Hay gente que adrma que con Rosalía el

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camenco está llegando a más gente, a un mundo que nunca se interesó por
esta expresión artística. Y puede que tengan razón, pero planteemos por qué
para conocer el camenco se tiene que promover a través del blanqueamiento
(payidcación) de nuestros elementos culturales, prestando atención ahora a lo
que siempre ha estado ahí. ¿Por qué para que se nos mire tenemos que
aceptar un sucedáneo despolitizado del camenco que es la máxima expresión
de nuestra resistencia? ¿Por qué sólo se puede llegar a nosotros a través de la
atención a una simbología que niega lo gitano en su expresión? ¿No será que
vivimos en un mundo tan racista y antigitano que la única forma posible de
existir es blanqueando nuestros símbolos y nuestras vidas, con el descaro de
decir que Rosalía ha revivido y revolucionado el camenco?”. Creo que hay un
argumento problemático de base: que Rosalía o quien sea abra la puerta al
camenco -quizá no lo consiga, en realidad- no implica ni se deriva de que
Rosalía quiera hacer camenco. Justamente, la evidencia de la mezcla de
géneros en su música es lo que habla de su distancia con respecto a la petición
de purismo que desprende de la crítica de Cortés. La banda canaria Fran
Baraja y la Parranda Blus Band hizo lo propio con la música canaria, con la
“Isa Majoreska”, el “Zurrock del Godo” o “Sorondongo”, incluidos en Parranda
Power (Multitrack, 2014). Nadie les dijo que no estaban respetando la cultura
canaria: la estaban llevando a su lenguaje. Vayamos a un ejemplo más
conocido: Silvia Pérez Cruz, en su disco Granada (Universal Music, 2014) hace
una versión acamencada de “Que me van aniquilando” de Enrique Morente.
Pero nadie esperaba ni de unos ni de otros que hicieran isas ni camenco, sino
que cantasen a su forma, que es híbrida, que es lo que nos gusta de ellos.

El mismo problema ha tenido el nuevo videoclip-canción de “Malamente”,


presentado a dnales del mes de mayo. Pero ahora no se la acusa
principalmente de hacer un camenco híbrido (es decir, no puro), sino de
apropiacionismo cultural y falta de respeto a símbolos e iconos gitanos y
andaluces. Bueno. Lo que se esconde tras este argumento es un esencialismo.
El esencialismo consiste en considerar que ciertas propiedades deben
mantenerse para que algo sea lo que es, así como aceptar que hay
propiedades “necesarias” y otras “contingentes”, es decir, que las “necesarias”
deben ser así y no de otra manera para que ese algo sea lo que es, mientras
que las “contingentes” son añadidos que pueden matizar tales propiedades 2
necesarias. Así que cuando a Rosalía se le acusa de que se burla de Andalucía
porque usa acento andaluz y expresiones dialectales siendo catalana, es
esencialismo: se asume que solo los andaluces pueden hacer uso de esa forma
de hablar porque es lo que los hace andaluces. Esto explica por qué muchos

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españoles se ríen cuando yo, que soy canaria, digo “guagua”: hay una asunción
de que lo que yo hablo es un español “gracioso”, “distinto” a su español. Como
si el español fuese uno y hubiese una forma mejor de hablarla de forma
esencial. Puede haberla de forma acordada, discutida y recexionada. Pero no
esencial. ¿Qué tengo contra el esencialismo? Luego os lo cuento. Sigo
destripando argumentos. También se ha acusado a Rosalía de “antigitanismo”
por utilizar desde su privilegio de pertenecer a una comunidad no oprimida
rasgos, formas de hacer y símbolos gitanos desde una perspectiva “cool”.
Rosalía puede ser banal y puede intentar hacer moda de elementos propios de
la cultura gitana, pero eso no es antigitanismo. Se llama capitalismo. Al igual
que hace unos años (los millenials más jóvenes no lo recordarán) El Corte Inglés
comenzó a vender pañuelos palestinos e imitación de botas Doc Martens o
-ejemplo para los más jóvenes- en los últimos meses H&M vende camisetas de
I’m a feminist o muchísimos colectivos se lucran de una imagen deformada de
Frida Kahlo como si fuese un icono feminista, Rosalía ha desubicado esos
elementos y se los pone y ya está. Hay que enfadarse con las formas de
absorción del capital, que permiten este tipo de apropiaciones. Pero no es
antigitanismo: si hubiese llegado hasta ahí, habría algún tipo de posición
política fuerte. Lo que me sorprende es que colectivos como Manos Limpias o
el Centro Jurídico Tomás Moro, que llevó a juicio a Javier Krahe en 2012 por su
vídeo de “Cómo cocinar a un Cristo” (1977), no se hayan llevado las manos
(¿limpias?) a la cabeza por la cantidad de símbolos religiosos utilizados a la
ligera por la cantante. Quizá es otra muestra del poco calado político de
Rosalía. Javier Krahe era más rudo: hoy le habrían metido en la cárcel, víctima
de la ley mordaza, por canciones como su ¡Ay, Democracia! Rosalía, sin
embargo, está intacta. Aunque lo que ha hecho tiene un gesto político implícito:
la de abrir un debate sobre los propietarios de rasgos culturales. Incluso de
aquellos que no se incluirían fácilmente en la cultura, como la moda “choni” y el
ambiente “poligonero”, lejos aún de poderse integrar con las pieles de visón y
las copas de champán de algunas premieres de ópera a las que he asistido con
vaqueros y camisetas de Rick and Morty. No sé si, en mi caso, era por molestar
o por apropiacionismo.

En dn, que por qué me molesta el esencialismo. Pues porque la atribución de


propiedades es arbitraria. Se le imponen desde fuera al objeto de estudio sin 2
que se justidquen por él mismo. No derivan necesariamente de él. La asunción
de que existe algo así como el “gitanismo” que, presuntamente, es banalizado
por la privilegiada catalana Rosalía, es la simplidcación de una realidad cultural
bien compleja: tanto por el lado de los gitanos -ciertamente oprimidos por la

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sociedad española actual- como por el contenido del videoclip-canción de


Rosalía, que no pretendía ser marca de lo gitano y sí lo es, con más o menos
intención, de los sistemas de reproducción del capital. Esto es como cuando se
dice que todos los alemanes son unos cabezas cuadradas. Hermosa adrmación
para reducir la multiplicidad de 80 millones de personas. Vivo en el extranjero y
ya no doy pábulo a adrmaciones que dicen que todos los españoles somos esto
o aquello. Porque no me identidco, porque no me dedne y porque es
esencialista. Y porque tiene un punto racista. ¿Y qué pasa con el
apropiacionismo cultural? Pues que pasa en la cultura desde que surge, o sea,
desde que existe civilización. En lo que sí estoy de acuerdo, y creo que es la
única opinión de fondo de todas las que he leído por ahí, es la de Rafael
Buhígas, especialista en la materia, entrevistado por Lorena G. Maldonado para
El Español: «”Pese a perseguir y marginar al gitano, se utilizan sin pudor
elementos de su vida cotidiana»». Y sigue «“Está perjudicando a los gitanos […]:
saca a la palestra las mismas ideas rancias de siempre”». Pero, como les decía,
esto tiene que ver con la falta de calado político del marco en el que se incluye
Rosalía, y no -al menos solamente- con los símbolos que elige, que banaliza. Al
igual que, como explicaba en mis artículos sobre reguetón, se pasa por alto
muchas veces la letra porque se vende un producto que apetece ser bailado y
se asume un dualismo inicial, es decir, que hay una distancia entre el baile (algo
solo corporal) y el contenido (que está en la mente). A Rosalía no se le puede
acusar de la marginalización de los gitanos, en la que estamos todos
enfangados por nuestros silencio, es decir, por nuestra complicidad. Solo que
ella ni recexiona sobre ello, sino que lo estetiza. Así nos enseña la industria
cultural a manejarnos con sus productos: como bienes de consumo en un
kiosko, donde cada cual puede elegir lo que quiera de forma
descontextualizada y sin reparar en el dolor que ha forjado la historia para que
llegue a ser eso. Buhigas volvía críticamente** sobre el esencialismo: » «Así,
mediante el sincretismo y la mezcla, se intentan romper las líneas de sangre y
la pureza para acabar con ese otro al que se detesta”»: de acuerdo con la dgura
del «otro detestado» que solo es reclamado como producto, deformado y
alienado de su complejidad, no decuerdo, como se imaginarán, en eso de
«romper las líneas de sangre y pureza». La caída en la sangre y en la pureza nos
puede llevar muy fácilmente al fascismo. Así de brutal lo expreso. Porque
entonces la separación entre el otro y nosotros, estrategia fundamental de las
2
políticas de exclusión, pasa por crear argumentos de aniquilación racial o
étnica. Y con esto no quiero caer en buenismos de «todos somos iguales» o
«todos somos igual de diferentes». Esas frases son vacías. Lo que digo es que
tras algunas lecturas de productos culturales y prácticas artísticas se cuelan

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creencias políticas que, en otro contexto, atentan seriamente contra aquello


que parece que se intenta defender. Las «líneas de sangre y pureza» implican
constituir una separación entre los otros y nosotros basadas en principios
biologicistas que esconden la moralina de lo auténtico y lo verdadero, frente a
lo falso y lo ilegítimo, lo híbrido y lo heterogéneo. [O@ the record: algunas
críticas señalaban que Rosalía usa en vano la referencia a Undebel, dios gitano,
en caló, lengua que mezcla el romanó con el español, cuya raíz es sánscrita.
Uno de los cantos más conocidos a Undebel es de Diego El Cigala, nacido en
Madrid. Pues eso].

Así que la discusión va mucho más allá. Que nadie piense, por tanto, que su
escucha es genuina, o auténtica o que “hay verdad” (término usado hasta la
saciedad en la última edición de Operación Triunfo) en lo que cae en las fauces
de la industria cultural, que es casi todo. Ninguno estamos libres de pecado (ya
lo decía Walter Benjamin: «Hay que ver en el capitalismo una religión, es decir,
el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas
preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban antiguamente respuesta
las denominadas religiones»).

** Addendum: como el propio Buhigas me ha hecho notar en un amable email,


él no dedende, como podría parecer en el texto de la entrevista, algo parecido
a la «pureza y la sangre», sino que alude a (y cito) «lo que decían las leyes
antigitanas desde la Pragmática de Medina del Campo con los Reyes Católicos[,
c]uya intención era «romper las líneas de pureza y sangre para acabar con una
dinastía bárbara como la representada por los egiptanos [gitanos]»». Yo, en la
redacción original, había entendido que su crítica al racismo gitano derivaba en
una defensa de la pureza gitana, también a mi juicio esencialista y racista. Nada
más lejos de la realidad. He decidido, no obstante, dejar el fragmento
prácticamente como lo escribí originalmente, ya que creo que es justo
mantener la historia de los textos (solo tratando de dejar claro que Buhigas no
dedende esa posición), pero también porque creo que en la dnal línea entre la
conservación de formas culturales y la hibridación del capital se encuentra el
peligro del fascismo que explico más arriba. Es decir, creo que la recexión a la
que nos llevaría el problema de la «pureza y la sangre», así como la radical
diferenciación de «los otros» frente a «nosotros», podrían llegar a legitimar
procesos fascistas de aniquilación racial y étnica más o menos explícita (como
2
recientemente hemos visto en Italia con la negativa a recibir al Aquarius).

Marina Hervás Muñoz

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Doctora en Filosofía, pero con tendencias melómanas y musicológicas. Viajo, leo y escucho todo lo que
me pasa por las manos y los oídos. Te invito a mi web:
www.marinahervas.com

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