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IES PEDRO DE TOLOSA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA – EXAMEN DE LA PRIMERA EVALUACIÓN (25/11/2022)


Nombre y apellidos:

Los alumnos responderán a una única opción, A o B, sin combinar cuestiones de las dos
alternativas. Como máximo se descontará de la calificación de la prueba 0,5 puntos por
la ortografía incorrecta, a razón de 0,1 punto menos por cada falta.
La duración del examen es de 90 minutos.

TEXTO A
—Es preciso, por lo tanto, que de los sentidos mismos saquemos este pensamiento:
que todas las cosas iguales que caen bajo nuestros sentidos, tienden a esta igualdad
inteligible, y que se quedan por bajo de ella. ¿No es así?
—Sí, sin duda, Sócrates.
—Porque antes que hayamos comenzado a ver, oír, y hacer uso de todos los demás
sentidos, es preciso que hayamos tenido conocimiento de esta igualdad inteligible,
para comparar con ella las cosas sensibles iguales; y para ver que ellas tienden todas a
ser semejantes a esta igualdad, pero que son inferiores a la misma.
—Es una consecuencia necesaria de lo que se ha dicho, Sócrates.
—Pero, ¿no es cierto que desde el instante en que hemos nacido hemos visto, hemos
oído y hemos hecho uso de todos los demás sentidos?
—Muy cierto.
—Es preciso, entonces, que antes de este tiempo hayamos tenido conocimiento de la
igualdad.
Fedón, Platón
En este texto, Platón reflexiona sobre algunos aspectos de su teoría de la realidad y del
conocimiento.

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A1. Expón las ideas principales del texto y la relación que existe entre ellas.
La filosofía de Platón (427-347 a.C.) ha marcado profundamente la historia del
pensamiento occidental. El matemático y filósofo inglés N. Whitehead considera la
historia de la filosofía como “notas a pie de página a los diálogos de Platón”. El
proyecto filosófico de este autor está contenido en la Carta VII, y apunta a una clara
finalidad política: el conocimiento es un ingrediente indispensable del acierto político.
El texto expone un aspecto clave de la teoría del conocimiento y la metafísica
platónicas: las ideas son arquetipos, modelos universales y eternos al alcance del
alma con los que juzgar y pensar la experiencia sensible. En efecto, en este caso,
Platón discurre acerca de la idea de la igualdad, un criterio matemático que, sin tener
su origen en la experiencia, sin embargo, nos permite establecer relaciones de
semejanza entre objetos sensibles, nos permite afirmar, por ejemplo, que dos cosas
son más o menos semejantes, pues participan de la idea de la igualdad. La
información que nos llega a través de los sentidos, los datos sensibles y las relaciones
graduales que obtenemos mediante la experiencia no alcanzan la exactitud, la
objetividad y la universalidad de las ideas; de ahí que Platón afirme que las cosas
sensibles más o menos semejantes, más o menos iguales entre sí, quedan “por debajo”
de unos criterios que, siendo modelos, esencias o ejemplares, gozan de superioridad
ontológica (de más realidad, para entendernos) respecto a los objetos de este mundo
sensible.
En la última línea se abre otro aspecto nuclear de la teoría del conocimiento,
metafísica y antropología platónicas: la cuestión de la reminiscencia. Esta trata de
resolver el enigma respecto a cómo es posible que el alma, la razón humana, tenga
acceso a criterios, a ideas estéticas, éticas, políticas y matemáticas que no tienen su
origen en la experiencia sensible. Como sabemos, para el de Atenas, conocer es
recordar, esto es, encontrar dentro de sí misma, en la misma razón, las verdades
eternas y criterios que desde siempre ya han estado guiando nuestro conocimiento del
mundo y que, sin embargo, perdidos entre las cosas sensibles, habíamos creído
olvidar. El alma es, de este modo, el puente entre el mundo sensible y el inteligible.
En definitiva, Platón apunta en estas líneas a dos conceptos centrales,
arquitectónicos de todo su pensamiento: la división de la realidad en un ámbito
inteligible y en otro sensible, y la posibilidad de que algo en el ser humano acceda a
un conocimiento universal y necesario (innato, podríamos decir), base para
fundamentar el conocimiento y guiar, más allá del relativismo y el escepticismo, la
acción humana (individual y colectiva).
A2. Expón el problema del ser humano (antropología) en Aristóteles.
Aristóteles (384 – 322 a.C.) fue discípulo de Platón y, al igual que este, su pensamiento
ha tenido una enorme importancia en la historia del pensamiento y la ciencia
occidental abarcando enormes campos del saber humano. Darwin llegó a decir:
“Linneo y Cuvier son mis dioses, pero son unos niños comparados con el viejo
Aristóteles”.

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El autor parte de la diferencia específica entre el ser humano y otros animales sociales:
somos un animal con logos (no solo expresamos el placer y el dolor, sino que somos
capaces de pensar, dialogar, acerca de lo justo y lo injusto, acerca de lo bueno y lo
malo, y otros criterios morales y políticos). Como otros animales, somos seres sociales
por naturaleza, si bien esta socialidad está mediada por el lenguaje.
De acuerdo a la teoría hilemórfica, el ser humano es una unidad sustancial de materia
y forma, cuerpo y alma, respectivamente. Pero la unión, a diferencia de lo que creía
Platón, es esencial. Aunque el pensamiento pueda separar la forma de la materia, en la
realidad se trata de una unidad: una determinada configuración, estructura invariable,
de tejidos y órganos.
De acuerdo a la distinción entre materia y forma, el cuerpo es lo potencial, la sede de
toda una serie de posibilidades regidas por una forma, un acto; aquí, el alma es acto,
esencia: el modo en que la materia está organizada para hacer de él eso que es.
El alma es configuración, estructura, vida organizada de un modo particular: la vida de
un ser racional. En nosotros, el alma es actividad vital e intelectual, por tanto. Como
biólogo, diría que es algo así como la función encargada de la integración de todo el
resto de funciones y del desarrollo de las potencialidades.
Todo lo vivo tiene alma, ánima. Pero no todos los seres vivos tienen las mismas
funciones anímicas: La función vegetativa es la que permite a todo ser vivo nutrirse,
crecer y reproducirse. La sensitiva hace posible en los animales la percepción, la
relación, el movimiento… La racional, solo presente en el hombre, nos permite hablar
y razonar. El resto de almas también están presentes en nosotros (por ejemplo, de un
hombre en coma se puede decir que está en estado vegetativo).
Esta radical vinculación del alma a las funciones corporales tiene como consecuencia la
negación de la inmortalidad del alma: esta, no puede existir separada de un cuerpo. El
alma, por tanto, desaparecería con la muerte.
A3. Expón el problema de la ética/moral en Platón.
El punto de arranque de la ética platónica es el intelectualismo moral y la certeza de
que los valores morales son universales y objetivos. El bien y la justicia existen por sí
mismos y son iguales para toda persona, de todo lugar y tiempo; todo lo contrario del
relativismo y escepticismo de los sofistas.
De acuerdo a aquella idea, el mal no es sino ignorancia, incapacidad para reconocer el
bien. Quien conoce en qué consiste el bien en sí mismo, no podría actuar mal. Quien
actúa de forma inmoral cree buscar el bien, pero yerra por desconocimiento. Desde
este punto de vista, solo los sabios estarían capacitados para alcanzar la idea del Bien
y la jerarquía que estructura el mundo de las ideas a partir de aquel fundamento. Solo
quienes se ocupan del alma y la razón, quienes dominan ascéticamente sus deseos y
pasiones corporales, alcanzan esa meta.
Habiendo establecido la tripartición del alma, las virtudes éticas se distribuirán en
función de la calidad y proporción de dichas almas. Por decirlo de otro modo, el tipo
de alma determina un carácter y un modo de estar en el mundo, según predomine el
alma racional, irascible o apetitiva.

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Una persona en la que predomina el alma racional será virtuosa, excelente, si cultiva
su inteligencia, la sabiduría. En quienes predomina la irascible, desarrollarán la
valentía. Finalmente, aquellos en que predomina el alma apetitiva o concupiscible,
desarrollarán la templanza o moderación, para que el deseo no los controle. Todos,
pues, pueden llevar una vida virtuosa.
La virtud más importante es la justicia, que consiste en que la dimensión racional
controle las partes irascible y apetitiva; la justicia es, pues, dominio por parte de la
razón. La ilustración mitológica de todo ello es el Mito del Auriga, donde este, que
simboliza el alma racional, debe dominar dos caballos, uno noble y bueno, el otro
perezoso y desobediente. El carro (nuestra vida) solo avanzará sin sobresaltos si el
auriga (la razón) consigue dominar y controlar a los dos caballos (la pasión y los
deseos) sin dejar que se desboquen. El auriga debe dirigir la existencia hacia lo alto,
elevado, espiritual e intelectual, no hacia lo material, lo sensible e imperfecto.
A4. Expón la cuestión de la metafísica y la teoría del conocimiento en Aristóteles.
El inicio de la filosofía aristotélica es la crítica al idealismo de Platón y su teoría de las
Ideas. Este sostiene que estas esencias puras subsistentes, eternas, perfectas,
inmutables… son la verdadera realidad, y no los objetos físicos, tangibles. Para aquel,
los sentidos funcionan correctamente, y nos permiten captar la realidad tal y como
es, sin distorsión ni engaño. El de Atenas, con su dualismo ontológico, duplica la
dificultad de explicar la realidad; además, al hablar de participación utiliza términos
poéticos
Solo hay una realidad, un único mundo. Como filósofo realista y empirista, devuelve la
importancia al mundo físico y a los sentidos que Platón le había quitado,
devaluándolos. ¿Qué es la realidad? El sentido común nos dice que los individuos
particulares, las sustancias primeras (Sócrates, este caballo…); ahora bien, como solo
hay ciencia de lo universal, debe existir también lo que llamará “sustancia segunda”: la
especie, el universal, aquello que tienen en común una clase o conjunto de seres.
El autor distingue entre sustancia y accidentes. Lo primero es aquello que existe en sí
mismo y no en otro; estos, son los atributos o propiedades de una sustancia que la
modifican, pero no la transforman de modo esencial (por ejemplo, el color solo existe
en las sustancias coloreadas). Por otro lado, como el “ser se dice de muchas maneras”,
podemos afirmar que el ser se dice como las categorías: de modo principal, la
sustancia, y en función de ella, nueve modos más: los accidentes: cualidad, cantidad,
lugar, tiempo, acción, pasión, relación…
Otra división que se puede hacer es la de materia y forma. La realidad son los
individuos particulares; pero mentalmente podemos separar aquello de lo que están
hechos (la materia), de su forma, esto es, de la estructura invariable, de la manera
específica en que se dispone la materia para hacer de algo aquello que, esencialmente,
es (una mesa, una silla, una escultura…). Es lo que llamamos teoría hilemórfica.
Para saber qué es algo hay que explicar las causas de ese algo: la formal (qué es algo),
la material (de qué está hecho), la eficiente o agente (quién o qué lo ha producido) y
la final (para qué, con qué fin). Esta se identifica con la forma: la esencia es un telos,
un fin que guía el despliegue, el desarrollo, de todo ser. Todo lo que existe persigue

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una meta, un propósito (y no solo los seres intencionales). En el universo de
Aristóteles no hay sitio para el azar, para la casualidad.
Es absurdo negar la transformación, el cambio, el movimiento. Negarlo es negar la
naturaleza. En este sentido hay que hablar del ser en potencia y del ser en acto. Todo
lo que existe actualmente tiene ciertas capacidades de transformación determinadas
por su esencia. Todo lo que existe busca teleológicamente alcanzar la plenitud de su
desarrollo, actualizar todas sus potencias, llegar a ser lo que puede llegar a ser según
su forma, su naturaleza. Podríamos poner el ejemplo de las potencias que laten en una
semilla: brote, planta, árbol, mesa, talla…
En este punto hay que hablar de cuatro formas de cambio: sustancial (generación y
corrupción) y accidental (cantidad, cualidad y desplazamiento). Siempre partimos de
un ser en acto; sin embargo, no podemos retrotraer una cadena de seres que mueven
o que son causa eficiente de otros hasta el infinito…
El cosmos aristotélico es un cosmos ordenado. De acuerdo a la experiencia, el sentido
común nos indica ciertas características: es limitado (por la última esfera de las
estrellas fijas), de movimientos circulares en el nivel supralunar, geocéntrico,
heterogéneo y eterno. En el mundo sublunar, los movimientos son rectilíneos y
naturales (los cuerpos y elementos buscan, teleológicamente, su lugar natural). Sin
embargo, los cielos (el mundo supralunar) se mueven circularmente animados por un
quinto elemento: el éter.
Para nuestro autor, aunque el universo sea eterno, es preciso un primer movimiento,
un comienzo o un inicio que no es físico (una esfera que mueve a otra que a su vez…).
El fundamento de lo físico, no es físico, se requiere una causa primera, inmóvil,
perfecta, acto puro sin potencialidad (pues esta, en tanto que posibilidad de
desarrollo, supone una carencia, una imperfección). A esto Aristóteles lo llama Primer
Motor Inmóvil, una extraña divinidad impersonal (que ignora el universo y a nosotros,
pues al ser perfecta es pensamiento de sí misma), origen, primer impulso de toda la
realidad y causa final, pues todo lo que existe se mueve, también, atraído por la
perfección del primer motor.
En este punto vamos a esbozar la teoría del conocimiento.
En primer lugar, cabe destacar que Aristóteles es el primer compilador y estudioso
sistemático de la lógica, de esa ciencia de la validez de los argumentos, necesaria para
dar rigor y exactitud a nuestros razonamientos. Existen formas válidas de razonar
(llamados silogismos) y formas inválidas: falacias. En las primeras, a partir de ciertas
premisas se sigue necesariamente una conclusión.
Frente al idealismo de Platón, el de Estagira considera que el fundamento del
conocimiento está en los sentidos (si bien no es la forma más acabada de
conocimiento). Siempre partimos de lo particular, de lo observable; sin embargo,
gracias a la capacidad de abstracción (es decir, la capacidad intelectual para separar
las diferencias de los rasgos en común que comparten una clase de individuos) nos es
posible alcanzar un conocimiento universal.
La abstracción inductiva parte de muchas observaciones particulares y, gracias a la
imaginación, la memoria y el entendimiento, es capaz de alcanzar una ley general o

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universal, una especie de intelección de lo esencial, del esquema invariable que se
repite, como decimos, en una clase de individuos: esto es, su esencia, lo universal. Es la
abstracción la que nos permite hacer ciencia, es decir, construir conocimientos
generales o universales, pero siempre a partir de lo particular, concreto, sensible.

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TEXTO B
“Todavía más: quien siga poco a poco esta observación acabará por darse cuenta de
que también en las plantas se verifican cosas que tienen una clara orientación
teleológica, que las hojas nacen con la finalidad de cubrir y proteger los frutos. Por
tanto, si la golondrina construye su nido de una forma natural y teleológica, y la araña
hila su propia telaraña también de manera natural y teleológica, e igualmente las
plantas hacen crecer las hojas para proteger sus frutos, las raíces no crecen hacia
arriba, sino hacia abajo, para buscar alimento, es evidente que existe una teleología y
una causa final en los seres que produce la naturaleza y que existen naturalmente.”
Aristóteles, Física
En este texto, Aristóteles reflexiona sobre la cuestión del cambio y la naturaleza.

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1. Expón las ideas principales del texto y la relación que existe entre ellas.
La idea fundamental del texto es la idea de teleología (de telos, fin, en griego). Para
este autor, todo lo que existe en la naturaleza persigue un propósito, una finalidad,
un para qué. Bajo esta concepción, no hay sitio para el azar, lo casual y fortuito.
Recordemos que Aristóteles habla de cuatro causas: muy brevemente (pues no es este
el lugar de exponer parte de su metafísica) explicar supone dar cuenta de cuatro
causas: la material (de qué está hecho), la formal (qué es, cuál es su esencia), la
eficiente o agente (quién o qué lo ha producido) y la final (para qué, cuál es la
finalidad de su existencia). Recordemos, también, que la formal y final son, en
esencia, lo mismo, pues la meta de los seres es desarrollar con plenitud su esencia.
Insistamos un poco más en esta idea: toda su filosofía está atravesada de finalismo,
de propósito. Es evidente que la acción humana es intencional, al establecer metas y
propósitos para todo lo que hacemos (excepto en los reflejos y otras respuestas
automáticas). Pero para este autor, tanto en los organismos vivos más elementales
como en las esferas celestes, está presente la huella de la meta, del propósito que
guía el cambio. Recordemos que, incluso todo el universo, más allá de los seres que lo
pueblan, es movido por la atracción del Primer Motor Inmóvil, causa eficiente o
motriz (primer movimiento) que también mueve por atracción, como fin, como objeto
de deseo (imitar, en lo posible, su perfección).
Digamos, para finalizar, que, tal vez, se podría enfatizar, en la primera línea, el término
“observación”; en efecto, Aristóteles es el filósofo que vuelve a dar al mundo y a los
sentidos su valor, frente a Platón. Muy influido por la biología, su pensamiento es
empirista y realista: el fundamento del conocimiento (aunque no su forma más
acabada) es la sensibilidad, la observación.
B2. Expón el problema de la política/sociedad en Platón.
La filosofía de Platón (427-347 a.C.) ha marcado profundamente la historia del
pensamiento occidental. El matemático y filósofo inglés Norbert Whitehead considera
la historia de la filosofía como “notas a pie de página a los diálogos de Platón”. El
proyecto filosófico de este autor está contenido en la Carta VII, y apunta a una clara
finalidad política: el conocimiento es un ingrediente indispensable del acierto político.
(No estaría mal comenzar por la concepción del ser humano, dada su vulnerabilidad e
insuficiencia como individuo aislado, como ser social por naturaleza). Conviene
recordar el comienzo del filosofar de Platón: su pasión política, su convencimiento
(expresado en la Carta VII) de que los males de los humanos no cesarán hasta que el
conocimiento guíe la acción política. Parte de la convicción de que, frente a oligarcas y
multitudes, solo quienes aspiran al conocimiento pueden diseñar una ciudad
perfecta.
Si partimos de la división tripartita del alma y las tres virtudes éticas en función del
predominio de unas y otras almas, podemos hablar de correlación estructural y
especialización funcional: tres almas, tres virtudes y tres clases sociales.

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Frente a la defensa de intereses de facción, particulares, el objetivo de la política es la
justicia (armonía entre las clases, desempeño estricto de las funciones propias) y el
bien común (como decimos, no ser guiados por pasiones, intereses de grupo…, sino
por el Bien común, aquello que favorece a la totalidad social). Aquellos en quienes
predomina un alma apetitiva, serán productores (base económica de la ciudad); en
quienes predomine la irascible, serán guardianes, guerreros (encargados de mantener
el orden interno y de proteger la ciudad de amenazas externas); pero el gobierno de la
ciudad debe ser desempeñado en exclusiva por aquellos en quienes predomina el
alma racional, pues saben en qué consiste el Bien y la justicia, ideas universales,
comunes. Estos ideales deben inspirar la política. ¿Cómo se seleccionan los mejores?
Mediante la acción educativa del Estado.
Si bien la mayor parte de la población está privada de derechos políticos, Platón se
adelanta a su tiempo al establecer que tanto hombres como mujeres, sin en ellas
predomina el alma racional, están capacitados para las tareas de gobierno. (También
se podría incluir el comunismo como dispositivo anti-corrupción).
Su propuesta es utópica, ideal; no se trata de describir cómo son los gobiernos, sino
cómo deberían ser (propuesta normativa).
Hay que hacer constar, asimismo, que Platón ve en el arte una amenaza para la
estabilidad: los artistas juegan con nuestras emociones (a diferencia de la filosofía, que
trabaja con la razón, ante todo) y copian su arte del mundo sensible, no de los
arquetipos ideales (además, en el tiempo de nuestro autor, la función de los poetas era
repetir y reforzar la palabra sagrada, la concepción de la verdad de un poder anterior a
la democracia y la ilustración sofista).
La armonía en el individuo es la misma que en el Estado: que lo que es más excelente
(la razón) gobierne a los otros elementos anímicos y sociales. Del mismo modo que
hay armonía en uno si las almas irascible y apetitiva son dominadas por la razón, en la
ciudad habrá armonía si cada uno hace lo que le corresponde, aquello para lo que está
naturalmente dotado, guiado por el gobierno de los sabios (hombres y mujeres).
B3. Expón el problema del ser humano (antropología) en Aristóteles.
Aristóteles (384 – 322 a.C.) fue discípulo de Platón y, al igual que este, su pensamiento
ha tenido una enorme importancia en la historia del pensamiento y la ciencia
occidental abarcando enormes campos del saber humano. Darwin llegó a decir:
“Linneo y Cuvier son mis dioses, pero son unos niños comparados con el viejo
Aristóteles”.
El autor parte de la diferencia específica entre el ser humano y otros animales sociales:
somos un animal con logos (no solo expresamos el placer y el dolor, sino que somos
capaces de pensar, dialogar, acerca de lo justo y lo injusto, acerca de lo bueno y lo
malo, y otros criterios morales y políticos. Como otros animales, somos seres sociales
por naturaleza, si bien esta socialidad está mediada por el lenguaje.
De acuerdo a la teoría hilemórfica, el ser humano es una unidad sustancial de materia
y forma, cuerpo y alma, respectivamente. Pero la unión, a diferencia de lo que creía
Platón, es esencial. Aunque el pensamiento pueda separar la forma de la materia, en la

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realidad se trata de una unidad: una determinada configuración, estructura invariable,
de tejidos y órganos.
De acuerdo a la distinción entre materia y forma, el cuerpo es lo potencial, la sede de
toda una serie de posibilidades regidas por una forma, un acto; aquí, el alma es acto,
esencia: el modo en que la materia está organizada para hacer de él eso que es.
El alma es configuración, estructura, vida organizada de un modo particular: la vida de
un ser racional. En nosotros, el alma es actividad vital e intelectual, por tanto. Como
biólogo, diría que es algo así como la función encargada de la integración de todo el
resto de funciones y del desarrollo de las potencialidades.
Todo lo vivo tiene alma, ánima. Pero no todos los seres vivos tienen las mismas
funciones anímicas: La función vegetativa es la que permite a todo ser vivo nutrirse,
crecer y reproducirse. La sensitiva hace posible en los animales la percepción, la
relación, el movimiento… La racional, solo presente en el hombre, nos permite hablar y
razonar. El resto de almas también están presentes en nosotros (por ejemplo, de un
hombre en coma se puede decir que está en estado vegetativo).
Esta radical vinculación del alma a las funciones corporales tiene como consecuencia la
negación de la inmortalidad del alma: esta, no puede existir separada de un cuerpo. El
alma, por tanto, desaparecería con la muerte.
B4. Expón la cuestión del ser humano (antropología) en Platón.
Partimos, en coherencia con el dualismo ontológico y epistemológico, de un dualismo
antropológico. Para este autor el ser humano es un compuesto de dos elementos:
cuerpo, que es material, y el alma, la parte más noble, que es inmortal. Esta está
ligada al mundo de las ideas. En línea con el pitagorismo, el cuerpo es una cárcel para
el alma. Esta concepción negativa de la corporeidad y valoración de lo espiritual será
muy importante en nuestra cultura. El cuerpo se vincula a deseos, pasiones…, una
inclinación hacia el mundo y lo sensible; ello nos aleja de la sabiduría y la verdadera
felicidad.
El ser humano debe cultivar la racionalidad vinculada al alma; buscar la purificación y
el ascetismo (una disciplina de autocontrol). Lo importante es nuestra dimensión
intelectual y espiritual.
Es importante la cuestión de la inmortalidad. El cuerpo se descompone; pero el alma
no perece jamás, es eterna e inmortal. Para tratar de hacer de esta idea (poco común
en el ámbito griego de este tiempo) algo verosímil, el ateniense utiliza los argumentos
de la simplicidad y la reminiscencia. En cuanto a esto, si somos capaces de captar
verdades trascendentes y eternas, que hemos contemplado, hipotéticamente, antes
de nacer, es que lo más noble en nosotros pertenece al mundo inteligible. Por otra
parte, si perecer es corromperse, solo se corrompen los compuestos y el alma, la
razón, no tiene partes; por tanto, es inmortal.
Quizá por coherencia con la idea epistemológica de la reminiscencia, Platón parece
defender tanto la inmortalidad como la reencarnación (metempsicosis): el alma
vuelve a la vida, desciende a un nuevo cuerpo en función de la virtud y la vida del
espíritu. De nuevo, contra las tentaciones de la corporalidad, Platón parece sostener

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que mediante el ascetismo y la búsqueda de la perfección (del conocimiento) podemos
purificarnos y liberarnos del ciclo cósmico.
Por último, señalemos la división tripartita del alma, según nuestro autor. Si
constatamos la conflictividad psíquica, la pluralidad psíquica, podemos establecer tres
almas o tres funciones del alma.
La racional se sitúa en la cabeza y es inmortal; su función se vincula a lo intelectual. La
irascible se sitúa en el pecho, y es la sede de pasiones nobles como el honor o la
cólera. La apetitiva es situada en el vientre, se vincula al deseo y el apetito (sexual, de
alimentación…).
Somos diferentes en cuanto a carácter en función del predominio del alma en cada
uno. En quienes predomina la racional se da un interés por el aprendizaje y lo racional;
en quienes predomina el elemento irascible, se da una preocupación prioritaria por el
honor y son personas valientes, con arrojo; en quienes predomina la concupiscible o
apetitiva, se dejan arrastrar por sentimientos innobles y están preocupados por lo
material y el placer.
Para que la vida sea armoniosa y equilibrada, la parte racional debe dominar al resto
de elementos anímicos.

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