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Neuropatía del nervio cutáneo femoral lateral

El nervio cutáneo femoral lateral (NCFL) del muslo es un derivado de las divisiones
posteriores de los nervios espinales L2 y L3 pertenecientes al plexo lumbar, el nervio
viaja a través de la pelvis lateralmente debajo de los músculos psoas y a través del
músculo ilíaco en dirección a la espina ilíaca anterosuperior. Posteriormente sale de la
pelvis menor por debajo del ligamento inguinal (que lo hace más propenso a sufrir
lesiones), justo medial a la espina ilíaca anterosuperior (a 1.9 cm) y luego perfora la
fascia lata (1–3). Se bifurca en una división anterior y posterior a lo largo del muslo, y
proporciona inervación sensorial a la piel a la región anterolateral y lateral del muslo, sin
suministro motor a la musculatura (1,4).

La neuropatía es el daño y deterioro de la función neuronal, puede afectar al sistema


nervioso central o al sistema nervioso periférico. En el caso de la afectación al sistema
nervioso periférico se le conoce como neuropatía periférica y se puede dividir de
acuerdo a la función neural involucrada en tres grupos: sensoriales, motores y
autónomos. Entre los tipos de neuropatía, la sensorial es el tipo más común. Los
síntomas comunes de la neuropatía sensorial periférica son el dolor y la parestesia
(hormigueo, pérdida de sensibilidad y entumecimiento). La neuropatía periférica
dependiendo de su gravedad puede reducir la calidad de vida, y disminuir la función
física (5).

La neuropatía del nervio cutáneo femoral lateral, también es conocida como meralgia
parestésica (MP) (2), la cual es una mononeuropatía periférica compresiva de dicho
nervio, y es puramente sensorial. Los síntomas son causados por la compresión o
atrapamiento, lo cual puede ocurrir en cualquier punto de su curso; sin embargo, esto
ocurre con mayor frecuencia al salir de la pelvis cuando el nervio pasa profundamente
al ligamento inguinal (4,6).

De acuerdo con Vega, J. la frecuencia real de la meralgia parestésica es desconocida,


sin embargo se estima que su incidencia es de 4.3 pacientes por cada 10,000
habitantes al año. Es la segunda mononeuropatía por atrapamiento más frecuente en el
miembro inferior y no existen diferencias en la incidencia en función del sexo, la edad o
de la raza (7). Esta afirmación coincide con el resto de las investigaciones revisadas
para esta discusión, puesto que se encontraron análisis de casos en pacientes
pediátricos, adultos y adultos mayores; en esta última categoría se encuentra el caso de
la paciente valorada.

Las posibles causas de compresión del NCFL son:

 Trauma directo (6)


 Fractura por avulsión de la columna ilíaca anterosuperior (2)
 Tumores pélvicos y retroperitoneales (2)
 Estiramiento del nervio debido a hiperextensión prolongada de piernas y tronco
(2)
 Discrepancia de longitud de pierna (2)
 Variaciones anatómicas (1)
 Obesidad (un abdomen prominente) (6,7)
 Embarazo (6,7)
 Compresión externa por cinturones o ropa ajustada (2,6)

De acuerdo al estudio realizado en un hospital de Taiwán por Weng, W.C. et al se


detectaron los siguientes factores de riesgo: sobrepeso, ocupación (en el estudio se
encontró una prevalencia de conductores y comerciantes), cirugía laparoscópica o de
reemplazo total de cadera y cinturones de seguridad ajustados. Se concluyó que es
posible que los factores de riesgo varíen según los diferentes estilos de vida en las
diferentes poblaciones. Los resultados del estudio sugieren que el desarrollo de la MP
es multifactorial e involucra la condición física de los pacientes y factores ambientales
(8).

Con referente a lo anterior la paciente valorada presenta obesidad de acuerdo al cálculo


del IMC en base a su peso y talla, por lo que esta razón es una posible causa de la
compresión del NCFL.

Las manifestaciones clínicas incluyen diversos grados de dolor cutáneo, ardor,


hipoestesia, hiperestesia alodinia, parestesias o frialdad en el muslo en la parte lateral o
anterolateral y puede irradiarse por el muslo hasta justo por encima de la rodilla, sin
embargo la rodilla y el muslo medial no se ven afectados; los síntomas pueden variar de
menor intensidad a mayor intensidad y con limitación de la función. Generalmente los
síntomas se ven agravados por la presión sobre parte lateral o superior del ligamento
inguinal, por la extensión del muslo o al estar de pie y caminar por tiempos
prolongados; y se alivian por la flexión de la cadera al sentarse o al descansar en
decúbito contralateral al lado afectado. Sin embargo, la presentación clínica varía
ampliamente entre los pacientes (2–4,6,7). El estudio realizado por Franklin, A; Cierny,
G & Luckett, T. resalta que no hay debilidad motora objetiva o disminución del reflejo
rotuliano (4).

Dentro de mi valoración la paciente refirió síntomas de parestesia, dolor urente e


hiperestesia, los cuales aparecen o se agravaban al caminar distancias prolongadas, al
apoyarse en decúbito lateral del lado afectado o al subir y bajar escaleras. Dichos
síntomas aparecen en la región lateral de la cadera y se irradian a la parte lateral y
anterolateral del muslo, debido a esto también presenta el diagnóstico de coxalgia. La
sintomatología refiere que mejora o desaparece con medicamento o en reposo. Esto da
paso a una mejor orientación con respecto al tratamiento y de igual manera reafirma el
enunciado que nos habla de las manifestaciones clínicas las cuales son variadas y
diferentes en cada paciente.

El diagnóstico es en gran parte clínico (6), se debe realizar una historia clínica y un
examen; una de las pruebas simples utilizadas para el diagnóstico es la de compresión
pélvica en la que al reducir la presión sobre el nervio cutáneo femoral lateral, puede
mitigar temporalmente los síntomas. De igual manera otro de los datos diagnósticos es
que no debe haber otros síntomas neurológicos, urogenitales o gastrointestinales. Por
último otro signo clínico útil es que la afectación del NCFL debido a una enfermedad
lumbar sigue una distribución dermatómica, mientras que la afectación del nervio por
meralgia parestésica no (3). Sin embargo para confirmar la MP se deben realizar con
estudios electrodiagnósticos como por ejemplo: los estudios de conducción nerviosa
para el NCFL con estimulación proximal a la compresión y la resonancia magnética que
revela una alteración en el tamaño y la señal del nervio atrapado (2).
En el caso valorado, la paciente sólo presentó alteración sensitiva en el territorio
afectado el cual es en la parte lateral de la cadera y anterolateral del muslo, no presentó
alteración dermatómica, como lo señala la literatura anterior.

Tratamiento médico:

Inicialmente se considera prudente un tratamiento conservador el cual incluye: evitar las


actividades de compresión (incluido el uso de ropa ajustada) que puedan irritar el nervio
en la región del ligamento inguinal, AINES, o inyecciones de lidocaína al 1% y
fisioterapia (2,6).

En casos refractarios se realizará tratamiento quirúrgico. Se han descrito dos tipos de


técnicas: la neurólisis y la neurectomía. Se ha demostrado que la neurólisis (liberación
del nervio del ligamento inguinal y transposición medial) es eficaz para controlar el dolor
en 60-95% de los casos. En cambio la neurectomía se considera la mejor opción si el
nervio está muy dañado o están afectadas múltiples ramas (7).

Tratamiento fisioterapéutico:

La rehabilitación es ampliamente recomendada como una estrategia efectiva en el


manejo de las neuropatías periféricas, útil para maximizar la discapacidad física de los
pacientes y mantener su calidad de vida (9). Aunque el tratamiento de esta enfermedad
elimina la causa subyacente, en algunos casos, no es posible corregir esta causa
subyacente y puede requerir alivio y tratamiento sintomático (5). La marcha, el equilibrio
y los trastornos dolorosos representan las principales discapacidades resultantes y
pueden comprometer en gran medida la autonomía en las actividades de la vida diaria.
Por consiguiente, el propósito de la rehabilitación es maximizar las funciones de los
pacientes y prolongar una locomoción independiente y segura utilizando un tratamiento
orientado a objetivos (9).

Desafortunadamente, en la literatura médica, el abordaje fisioterapéutico de estos


pacientes es un área que necesita ser explorada (3). La evidencia limitada sugiere que
la terapia manual con técnicas de liberación activa, la movilización/manipulación de la
pelvis, la terapia miofascial para el recto femoral y el psoas-ilíaco, el masaje de fricción
transversal del ligamento inguinal, el estiramiento, los ejercicios de estabilización
pélvica, el vendaje y la acupuntura son tratamientos seguros y eficaces (6).

En estudios de laboratorio, el láser de bajo nivel ha sido eficaz en la protección y


restauración de los nervios. La luz tiene efectos celulares y la emisión de sus longitudes
de onda del láser en el tejido se presenta hoy como un medio de terapia en algunas
enfermedades. El láser de bajo nivel tiene una aceptabilidad adecuada del tejido y ha
sido eficaz para mejorar la reparación de neuronas con diferente intensidad de daño. En
la lesión axonal, (axonotmesis) el láser de bajo nivel conduce a una función nerviosa
mejorada, la formación de la vaina de mielina, aumentando el número de neuronas y
células de Schwann. En el daño neuronal severo (neurotmesis) que se acompaña de un
trastorno completo o relativo, en general la intervención del láser de bajo nivel conduce
a la regeneración neuronal y la mejora de la función neurológica. En seis estudios
revisados y analizados por Fallah, A.; Mirzae, A.; Gutknecht, N. & Demneh, A. el láser
condujo a una reducción en el deterioro sensorial y la mejora de la función fisiológica de
los nervios sensoriales. En estos estudios, los láseres (Diode, GaAlAs, He-Ne) tenían
un rango de longitud de onda de 660–860 nm, potencia de radiación de 20–250 mW,
densidad de energía de 0.45–70 J/cm2 (generalmente menos de 10 J/cm2) y dosis de
radiación por sesión entre 0.9 y 4500 J. El rango de las sesiones de intervención fue de
6 a 21 veces y el seguimiento de los pacientes fue de 0 a 6 meses. Según los
resultados de estos estudios, la terapia con láser de bajo nivel puede mejorar la función
sensorial en pacientes con neuropatía somatosensorial periférica de acuerdo a sus
efectos fisiológicos los cuales son muy amplios como la proliferación celular, la mejora
de la perfusión tisular, la creación de vasos periféricos por lo que mejora la
microcirculación de la lesión y la región isquémica, modulando la respuesta inmune y
los efectos de los antiinflamatorios, como la reducción del factor de necrosis tumoral
alfa (TNF-α) y células inflamatorias en el sitio de la lesión, y modulando el estrés
oxidativo que reduce el daño neuronal. Otro de los efectos fisiológicos importantes es el
aumento del metabolismo celular para producir ATP, que es esencial para la vida de la
función neuronal. La presión resultante no solo conduce a la degeneración de las
condiciones isquémicas, sino también a la degeneración de mielina del nervio y la
fibrosis alrededor del nervio, por lo que el láser de bajo nivel también facilita la
producción de células de Schwann, la producción de mielina y el crecimiento de la
terminal nerviosa. Finalmente concluyen que el láser de bajo nivel puede ser efectivo
como una terapia complementaria en el tratamiento de la neuropatía sensorial
periférica, como el dolor y la parestesia; la desventaja existente es que los regímenes
de tratamiento con láser son variados y no recomiendan un protocolo de tratamiento
específico (5).

Respecto al ejercicio físico, a pesar de la falta de datos consistentes sobre su efecto en


el resultado funcional de los pacientes neuropáticos, ha demostrado mejorar los
síntomas neuropáticos, el equilibrio y la propiocepción (9). De acuerdo al análisis
realizado por Franklin, A. et al. El tratamiento que recibió un paciente pediátrico
deportista, en un programa de fisioterapia pre-operatorio y post-operatorio a un
tratamiento quirúrgico de bloqueo de NCFL guiado por ultrasonido, se centró en
técnicas de fortalecimiento como puentes, extensión de cadera y estiramiento de
cuádriceps. Se observaron mejoras modestas a las 2 semanas (4).

Referente a la terapia acuática, es un enfoque de rehabilitación propuesto para


diferentes afecciones médicas puesto que el entorno acuático facilita a los pacientes
con limitaciones funcionales (sienten más seguridad). Las propiedades físicas del agua
ayudan a mejorar la estabilidad del paciente y a permitir los movimientos de las
extremidades, al descargar el peso corporal, ejercer resistencia contra los segmentos
del cuerpo y dar aportes propioceptivos. Además, la temperatura elevada de un tanque
terapéutico contribuye a la relajación muscular y parece reducir la percepción del dolor.
En el estudio realizado por Zivi, I. et al se aplicó un protocolo de entrenamiento el cual
se centró en la corrección del equilibrio y las anomalías en los pasos, con el fin de
mejorar la seguridad de la marcha. Dicho protocolo se aplicó de igual manera a dos
grupos, uno en un entorno acuático mientras que el otro fue aplicado en un entorno
terrestre, esto para comparar cuál de estos entornos proporcionaba una recuperación
más eficaz. Los resultados arrojaron que ambos grupos mejoraron significativamente,
puesto que al final del programa de rehabilitación intensiva, todos los pacientes
mostraron una ganancia global en equilibrio, marcha y fuerza muscular. Como
excepción, solo los pacientes en el entorno acuático experimentaron una disminución
mayor del dolor neuropático; y el efecto de la rehabilitación sobre la estabilidad y la
calidad de la marcha tendieron a ser mayor para el grupo en el entorno acuático
mientras que el grupo terrestre tendió a mostrar una mayor mejora de la independencia
para caminar. Finalmente los autores concluyeron que, teniendo en cuenta el alto
sentido de estabilidad que puede proporcionar el agua y sus efectos sobre la
percepción del dolor, el entorno del agua podría ser adecuado principalmente para la
rehabilitación de aquellos pacientes neuropáticos con alto miedo a las caídas o al dolor.
En estos casos, la terapia acuática podría considerarse como una estrategia alternativa
a la fisioterapia convencional, seleccionable de acuerdo con los síntomas individuales
de los pacientes (9).

En cuanto al tratamiento de la paciente valorada, comenzó con un tratamiento


conservador con inyecciones de medicamentos analgésicos los cuales disminuían los
síntomas sin embargo no los disipaban, posteriormente decidió acudir a fisioterapia en
donde siguió un tratamiento con agentes físicos como: ultrasonido para un efecto
analgésico a base de dosis que proporcionan efectos térmicos, magnetoterapia de igual
manera con fines analgésicos, y laser de bajo nivel con dosificación de densidad de
energía con parámetros entre 10-12J/cm 2 los cuales entran en el rango que maneja la
bibliografía consultada anteriormente a pesar de no referir parámetros específicos. La
paciente refirió tener sesiones también dentro del tanque terapéutico en donde
trabajaba ejercicios de reeducación de marcha, tratamiento el cual en base la
bibliografía anterior demuestra un buen pronóstico. Al paso de tres meses de terapia la
paciente refiere una disminución de los síntomas importante.

Por ultimo consideré conveniente agregar la información recomendada para el


tratamiento de un paciente con hipertensión arterial puesto que la paciente valorada
padece dicha enfermedad. Se incluyen las consideraciones necesarias para el abordaje
de estos pacientes y de esta manera elegir el tratamiento fisioterapéutico más
adecuado.

Una persona con presión arterial sistólica ≥ 140 mmHg y/o presión diastólica ≥ 90
mmHg se considera hipertensa. El objetivo de la intervención fisioterapéutica en
personas hipertensas es reducir la presión arterial sistólica y diastólica arterial (<140/90
mmHg). Idealmente, una prescripción de ejercicio destinada a reducir la presión incluiría
una combinación de ejercicios predominantemente aeróbicos, complementados con
ejercicios de resistencia dinámica. Se recomienda realizar ejercicios aeróbicos a una
intensidad moderada (40-60% de la reserva de frecuencia cardíaca) durante al menos
30 minutos por día (de forma continua o intermitente en series de al menos 10 minutos)
al menos 5 días por semana (se debe enfatizar el entrenamiento diario de ejercicio
aeróbico en el paciente hipertenso). El entrenamiento de resistencia dinámica se realiza
a una intensidad moderada que incluye 8-10 ejercicios para los grupos musculares
grandes (una serie de 8-12 repeticiones por serie, con acumulación progresiva hasta
dos o tres series por ejercicio), se pueden agregar dos veces por semana, ya que se ha
demostrado que reduce la presión arterial en individuos pre hipertensivos y no aumenta
la presión arterial en pacientes hipertensos. Aunque se ha demostrado que el
entrenamiento dinámico con ejercicios de resistencia puede reducir la presión
sanguínea, no hay evidencia convincente de que la combinación de ejercicios aeróbicos
y de resistencia disminuya la presión arterial más que la aeróbica. De acuerdo a
estudios también se sugiere el uso de entrenamiento de resistencia estático o
isométrico con ejercicios de baja intensidad, realizando varios episodios intermitentes
de contracciones que duran hasta 2 minutos cada uno (de acuerdo a la condición física
de cada paciente), para un total de 12-15 min por sesión, como herramienta adjunta
para reducir la presión arterial. Se debe informar a los pacientes hipertensos sobre la
naturaleza de los síntomas de advertencia relacionados con el ejercicio, incluidos el
dolor o molestias en el pecho, disnea anormal, mareos o malestar general, y deben
buscar atención médica inmediata si se desarrollan dichos síntomas (10).

El caso de esta paciente me ayudó a comprender a profundidad la etiología de la


meralgia parestésica, al igual que a recordar la anatomía del nervio cutáneo femoral
lateral. Por consiguiente obtuve una perspectiva más amplia del tratamiento para dichos
pacientes o también de manera más específica para los pacientes adjunto al
diagnóstico presentan una enfermedad cardiovascular como lo es la hipertensión
arterial.

Bibliografía:
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