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SEMANA 4
El lenguaje que estudia el lingüista es el del hombre. No haría necesidad de precisar esto,
porque los otros empleos que se hacen de la palabra “lenguaje” son casi siempre
metafóricos: el “lenguaje de los animales” es una invención de los fabulistas, el “lenguaje
de las hormigas” supone más bien una hipótesis que un dato de observación, el
“lenguaje de las flores” es un código como tantos otros. En el hablar corriente, “el
lenguaje” designa propiamente la facultad que tienen los hombres de entenderse por
medios vocálicos. Merece la pena detenerse en este carácter vocal del lenguaje. En los
países civilizados, desde hace algunos milenios se hace uso con mucha frecuencia de
signos pictóricos o gráficos que corresponden a os signos vocales del lenguaje. Esto es
lo que se llama escritura. Hasta la invención del fonógrafo, todo signo vocal emitido
era percibido inmediatamente o quedaba perdido para siempre. Por el contrario, un
sigo escrito duraba tanto cuanto durara su soporte: piedra, pergamino o papel, y los
rasgos dejados sobre este soporte por el buril, el estilo o la pluma. Es lo que resumía
por medio del proverbio verba volante, scripta manent. Este carácter definitivo de cosa
escrita ha dado a ésta un prestigio considerable. Bajo la forma escrita se transmiten hasta
nuestros días las obras literarias (por otra parte, así llamadas precisamente por esta
forma escrita) que constituyen aún la base de nuestra cultura. Las escrituras alfabéticas
ofrecen para cada signo una sucesión de letras, bien separadas en los textos impresos,
que la escuela ha enseñado a conocer; que cualquier español instruido sabe cuáles son
los componentes del signo escrito caballo, pero le costaría esfuerzo distinguir los
componentes del signo vocal correspondiente. De hecho, todo concurre para que se
identifiquen en el espíritu de las gentes instruidas el signo vocal y su equivalente gráfico
para que este último se imponga como el único representante válido del complejo.
Esto no debe hacer olvidar que los signos del lenguaje humano son con prioridad
vocales, que, durante centenas de miles de años, estos signos han sido exclusivamente
vocales, y que todavía hoy la mayoría de los seres humanos saben hablar sin saber leer.
Se aprende a hablar antes de aprender a leer; la lectura viene a doblar la palabra, jamás
al contrario. El estudio de la escritura representa una disciplina distinta de la lingüística,
aunque, prácticamente, es uno de sus anexos. Así, pues, el lingüista hace abstracción,
por principio de los hechos de grafía.
Con frecuencia se habla del lenguaje como facultad humana. Nosotros mismos hemos
empleado este término más arriba, pero sin concederle un valor riguroso. Es probable
que las relaciones del hombre y de su lenguaje sean de naturaleza demasiado particular
para que se pueda deliberadamente colocar a este último en un tipo más amplio de
funciones determinadas. No se podría afirmar que el lenguaje sea el resultado de la
actividad natural de algún órgano, como lo son la respiración o el andar, que
constituyen, por así decirlo, la razón de ser de los pulmones y las piernas. Se habla, es
cierto, de órganos de la palabra, pero se añade, en general, que la primera función de
cada uno de estos órganos es otra cualquiera: la boca sirve para la ingestión de los
alimentos, las fosas nasales para la respiración, y así sucesivamente. La circunvolución
del cerebro en que se ha querido ver el asiento de la palabra, porque sus lesiones están
frecuentemente unidas a la afasia, tiene algo que ver probablemente con el ejercicio del
lenguaje, pero nada prueba que esa sea su función primera y esencial.
ACTIVIDADES: