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(Localización)
El poema es uno de los más conocidos de Pedro Salinas que apareció publicado
en su libro La voz a ti debida. Se trata de un libro de poesía de vanguardia de la
segunda etapa del poeta, en la que alcanza su madurez lírica marcada por este
poemario y Razón de Amor (1936). En ambos libros, el amor es el tema central
de la mayoría de las composiciones, pero la mujer a la que van destinados los
versos es una pura idealización, es una y todas las mujeres a la vez. El estilo y el
lenguaje, como decimos, lo sitúan en el ámbito de la poesía pura de las
vanguardias del primer tercio de siglo XX.
(Tema)
(Estructura)
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Los primeros cuatro versos, como decíamos, introducen el tema principal. Los
dos primeros niegan de manera rotunda la necesidad de cosas materiales para
vivir y por tanto ser feliz (“islas, palacios, torres”). Por contraste, los dos
siguientes proclaman lo único que realmente es necesario para vivir: “no hay
alegría más alta/ que vivir en los pronombres”. Los versos van entre signos
de exclamación para expresar de un modo exaltado su verdad. Por otra parte, lo
de “vivir en los pronombres” provoca extrañeza, curiosidad en el lector y
resulta un poco como un juego, ¿los pronombres? que raro, pensamos. Luego,
después de leer el poema, veremos que se refiere a “tú” y “yo”, a las dos
personas que se aman.
La siguiente parte del poema (versos 5-15) continúa con una petición: “quítate
ya los trajes, las señas, los retratos“. Es decir, despréndete de todo lo
innecesario, pero que es inherente a la persona, como son las convenciones
sociales, la personalidad o la imagen personal (но это присуще человеку, как
социальные условности, личность или личный образ). Debe hacerse porque
como se afirma en los versos 7-9 “yo no te quiero así” “hija siempre de algo”
que aluden, de nuevo, a las circunstancias externas, la posición social, las
costumbres o las modas. Al igual que sucedía en los versos de la introducción,
primero se niega lo que provoca rechazo para a continuación afirmar lo que se
desea: “Te quiero pura, libre, / irreductible: tú“. Los tres adjetivos que siguen
al verbo querer son la clave de lo que busca el poeta. La quiere “pura”, no
contaminada por los convencionalismos sociales, la acción del tiempo y la
historia, también; “libre” es decir, dueña de sí misma y , por último, la quiere
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Una vez identificado el objeto de deseo que es esa mujer única y pura, el poeta
va a su encuentro y desea que responda a su llamada, versos 12-15: “Sé que
cuando te llame / entre todas las gentes / del mundo…”. El verso tetrasílabo,
“del mundo”, es el puente que conduce al resultado final del proceso: “sólo tú
serás tú“.
De nuevo, como en los versos finales de la parte anterior, un verso corto seguido
de una pausa destaca el último verso del poema que es análogo al de “Sólo tú
serás tú” y es también la conclusión del proceso de transformación del poeta:
“Yo te quiero, soy yo”.
Para dar forma al poema, el autor se ha valido de unos cuantos recursos, pocos y
básicos, pero que producen el efecto expresivo deseado. Destaca el uso de la
enumeración un tanto caótica que está presente en las tres partes del poema: en
la introducción con las “islas, palacios, torres”. En la primera parte: “señas,
trajes, retratos”; “irreductible, pura, libre”. Y en la parte final: “los nombres, los
rótulos, la historia”. Estas enumeraciones transmiten el estado de ánimo exaltado
del poeta, a la vez que sirven para resumir magistralmente todo un conjunto
mucho más amplio de conceptos que se encierran bajo estas breves notas.
(Conclusión)
a la vez una concreta y todas ellas. Es un buen ejemplo de poema redondo en el
sentido de que forma y fondo, continente y contenido se comunican de manera
admirable: el tema es el amor puro, idealizado, casi abstracto, y para expresarlo
se elige una expresión sencilla, “pura” que se apoya en la abstracción de las
palabras.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
El título del poema, el hecho de que los primeros dos versos sean endecasílabos
(muy utilizados en el renacimiento) y la descripción sin contacto físico coincide,
junto a esa búsqueda de unidad, con la vieja idea del neoplatonismo que utilizó
el amor cortés para sus temas. La unidad, o el Uno, lo Uno como la idea de Dios
de naturaleza inexplicable pero aplicable místicamente, conformaba el ideal de
búsqueda de la unión con el mismo, la unión del hombre con Dios o con lo
divino (idea retomada por los románticos). De ahí que la mujer era un objeto de
contemplación y de acceso a lo divino pero no por medio de los apetitos carnales
sino por la evasión de los mismos. Leemos en el segundo verso rostro amado
donde contemplo el mundo, pero al parecer los fines están invertidos: si el amor
cortés era un acceso a lo inmaterial desde lo material esto es un acceso desde lo
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inmaterial a lo material. El tema del poema será entonces una discusión con el
pasado cuestionándose sobre esa posible unidad, divina o no, en lo femenino.
En el primer verso vemos que el cuerpo se disuelve en las manos del poeta, el
cuerpo es metaforizado en líquido y pierde su unidad entre las manos del poeta.
Esta transmutación del cuerpo en líquido posee también un carácter erótico y
hasta algo transgresor contra la idea de la transubstanciación del cuerpo en
carne, en algo sólido. Pero al parecer ese “cuerpo” tiene una forma concreta y
delimitable desde fuera Tu forma externa, diamante o rubí duro, (…) pero
cuando pasa por las manos se convierte nuevamente en algo abstracto brillo de
un sol que entre mis manos deslumbra, (…), como si el contacto deshiciera la
contemplación (si deslumbra es porque enceguece), la unidad y hasta el tacto.
Hay que observar también que no hay un contacto hasta la última estrofa beso.
Por ahora la voz lírica contempla, describe y escucha pero no puede tocar. Se
produce siempre una alquimia del cuerpo y de la forma. La forma misma es
proteica y cambiante: es convexa (diamante o rubí), luego es inmaterial (luz),
luego es cóncava (cráter). Detengámonos un segundo en la segunda estrofa. Hay
en ocasiones muchas convenciones de que el surrealismo o la “vieja” vanguardia
se conforman en una amalgama de sonidos, imágenes, figuras,
correspondencias, etc. sin sentido. Tal vez esto no sea siempre tan justo. No
vamos a extendernos mucho sobre esto aquí. Sólo mencionaremos algo
conocido como “asociación libre” o “asociación de ideas” en la cual dos
elementos dados (objetos o pensamientos) se relacionan mediante algún atributo.
¿Metáfora? Diremos aquí que no. Aunque relacionadas, la metáfora por
excelencia nombra una cosa por otra (sin necesariamente aclarar lo que
reemplaza). En cambio, la “asociación libre” (que nunca es libre) relaciona dos
elementos sin emplear lazos lógicos para dicha relación, por ejemplo: pájaro,
almohada, perla. Las relaciones que operaron podrían ser: pájaro-cuerpo-
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El poema no explica por qué el amor es una destrucción o muerte pero varios
textos de Freud señalan que el amor o el deseo de autoconservación no coincide
directamente con el de la conservación de la especie. Uno de los ejemplos más
famosos pertenece al reino animal donde la Viuda Negra, un tipo de araña,
devora y mata al macho una vez concluido el acto de apareamiento. Varias
películas y obras suelen abordar este tema como un suceso heroico: sacrificarse
a sí mismo por los demás, por la conservación de la especie como el más grande
acto de amor. Muchas objeciones se presentan a esta teoría psicoanalítica
argumentando que el hombre es consciente y podría escoger la carencia de amor
si sabe que va a morir o si hay algún riesgo de enfermedad. Nadie discute esto
pero en la teoría del psicoanálisis (cuya meta es la explicación de una génesis
general de la psicopatología), el ser humano originalmente debió abandonar un
método de procreación impulsivo en pos de la conservación por uno selectivo en
que se reprimieron las pulsiones sexuales para buscar un progenitor óptimo. Esto
llevó a un desplazamiento de lo que llaman libido desde una función instintiva a
una que algunos denominan “artística” (una especie de cortejo). Para el
psicoanálisis este tipo de represión y selección es el “amor” y se encuentra
estrechamente relacionado con la muerte en varios sentidos. En primer lugar, si
fuéramos seres inmortales es probable que no buscáramos más que placer sin
necesidad de la especie. La muerte, la supervivencia, la necesidad de
perpetuar[se] es el amor que surge del conocimiento y riesgo de la muerte. En
segundo lugar, de escoger resistirse a ese deseo o pulsión se genera una
represión del mismo y en este segundo sentido podemos entenderlo como
“destrucción”. En este sentido el poema es un canto a la auto-destrucción como
amor y viceversa, es la sirena y el marinero. El poeta es el marinero atraído e
hipnotizado por el canto (cráter que me convoca con su música íntima / con esa
indescifrable llamada de tus dientes) que se lanza a la muerte (Muero porque me
arrojo) y es a la vez la sirena que canta en su poesía su propia muerte pero se
sitúa en una posición superior porque es consciente de su pérdida y la acepta.
En el poema hay dos momentos en los que se produce la acción, es decir, dos
momentos dramáticos en que podemos ver el poema como un drama. Esos dos
momentos están constituidos por la tercera y sexta estrofa (las cuales riman en
su última palabra fondo – mundo). En la tercera el poeta se arroja, se lanza y
confirma su decisión como volición (lo cual reitera en la quinta estrofa). En la
sexta se llega finalmente al contacto físico (Este beso en tus labios) que todo el
erotismo del poema prometía y nótese que es el único momento en que aparece
la preposición “en” que prometía el título; estamos ante aquello que el poeta iba
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a buscar, ante la unidad. Esa búsqueda por la unidad se encuentra en ese acto de
unión que es el beso. En el drama el poeta es un temerario, no le importa morir,
de hecho quiere morir y busca la muerte como forma de sacrificio en el que
pierde su identidad. Pero se trata de un sacrificio por el sacrificio mismo, no se
sacrifica por alguien ni con el propósito de conseguir algo más (como un ritual
sacrificial); el poeta se apropia de su muerte y su muerte misma queda en
relación con él mismo por lo que ha logrado gobernarse enteramente. La
discusión con el amor cortés, es decir, con el amor que buscaba la unidad en lo
femenino se resuelve, precisamente, disolviendo cualquier tipo de unidad en la
muerte, la pérdida de identidad, de lo uno o uno mismo. La unidad no se
encuentra en un lugar divino sino en los confines del cuerpo del otro: quiero ser
tú, tu sangre, esa lava rugiente / que regando encerrada bellos miembros
extremos / siente así los hermosos límites de la vida. El poeta no sufre, como lo
haría un amante cortés, puesto que en todo el poema nunca se nos habla ni de
sufrimiento, ni de dolor, ni de pena. Se podría pensar que el final del drama no
es tan dramático como el drama que gira en torno a la acción (morir). Es decir, si
el drama es la pérdida de la vida equivalente a la pérdida de la identidad y, a su
vez, fusión con el otro en un erotismo que busca la interioridad o internalidad
(tus entrañas, tu sangre), entonces podríamos decir que toda la parafernalia
dramática llega a un clímax (la estrofa se extiende hasta siete versos y se repite
varias veces Este beso en tus labios por distribución) que parece culminar con
un simple beso. Pero el beso es un “estallido” retórico aunque no sea aún la
“muerte-amor”.
vuelve sólido y queda descubierto y reflejado lo que había debajo. El tercer símil
señala una propiedad lumínica en un miembro de las aves, como el brillo de un
ala. Podríamos decir o bien que se aplica una nueva propiedad a una extremidad
distinguible (no diríamos sinestesia porque ambos parecen pertenecer a la
percepción visual) o que esa extremidad ha sido re funcionalizada (las alas
tienen la propiedad de brillar). Si aceptamos que la metaforización anterior está
mediada por el acto de besar entonces no sería extraño que un espejo sea similar
al brillo de un ala también (recordando que brillo es emisión o reflexión de luz).
Esa particularidad mencionada del “ala” es lo que importa, emisión y reflexión.
Si agrupamos los símiles veremos que parecen acciones tremendamente
eróticas: el movimiento lento que puede “clavarse” en cualquier momento
(aunque esto no se menciona), el líquido que deja su lugar, descubre lo que hay
debajo y se cristaliza y finalmente puede emitir un estímulo o reflejarlo. Pero si
el poeta puede seguir cantando es que ese amor no está en el beso, aún no se ha
concretado la acción final y eso lo vemos en el adverbio todavía y en que insiste
aún como amenaza. Todavía es unas manos y puede escribir. Para no
extendernos más sólo diremos que si la unidad en “ella” se buscaba en el amor
cortés como acceso a lo Uno aquí la unidad se encuentra en la pérdida de uno
mismo. En “ella”, en la poesía, en el cuerpo, no como tendencia hacía algo
superior y desprecio del cuerpo sino precisamente como carnalidad o cuerpo. En
el poema no hay interferencia sexual pero la contemplación del cuerpo, de ahí
que esté plagado de campo visual, de luz, es un paso previo junto con la primera
amenaza; el beso. Luego esa misma posibilidad de ver y deleitarse, gracias a la
luz que tomará represalias (luz vengadora) se convertirá, no en un mundo
divino, sino en secularización. La unidad más importante está en el mundo y no
podrá “destruirse” (que en el poema es también el amor), es decir, no podrá
resolverse con el mismo amor.
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.