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Beethoven es considerado uno de los músicos más sobresalientes de todos los tiempos en la
historia de Alemania y en la historia universal. No podemos hablar del Romanticismo alemán sin
mencionar su enorme contribución a la música. La sonata número catorce para piano, mejor
conocida como Claro de luna, es quizá la pieza más representativa o paradigmática del
Romanticismo europeo. Las notas musicales de la composición, en particular las del primer
movimiento, inducen a un estado mental y emocional taciturno e incluso fúnebre. Según cuentan,
tras la muerte del pianista, el nombre Claro de luna cobró popularidad tras ser sugerido por el
poeta alemán Ludwig Rellstab inspirado en un fenómeno natural de un paisaje popular: el claro
de luna del rio Lucerna. Al llevar a cabo el ejercicio mental de imaginar el lago de noche con la
luz de la luna, entre nubes, reflejada en sus quietas aguas, no podemos menos que reconocer que
tal imagen encierra varios de los elementos del paisaje sentimental de los románticos: la
búsqueda de la soledad donde la introspección privilegia la melancolía, la tristeza y, sobre todo,
el desencanto como catalizadores de la creación artística.
Tras la muerte de Ludwig van Beethoven, se encontró entre sus pertenencias un documento
interesantísimo, el llamado Testamento de Heiligenstadt que no es otra cosa que una carta
dirigida a sus hermanos donde anuncia un posible suicido producto del desencanto de la vida. En
sus líneas, el documento describe tres cosas en concreto que aquejaban al entonces veinteañero
Beethoven relacionadas con los que considero elementos esenciales del trasfondo filosófico del
pensamiento romántico: la pérdida de la salud –el oído-, la imposibilidad del amor y la decepción
y abandono de los ideales de la juventud:
¡Oh semejantes míos, que me toman o que me denuncian, como triste, malhumorado, o
mezquino, qué gran mal me hacen! No saben la causa secreta de lo que me hace presentar
tal aspecto. Mi corazón y mi disposición desde mi niñez, se inclinaban hacia los
sentimientos tiernos de la buena voluntad y yo siempre me inclinaba hacia las grandes
acciones, pero consideren que durante seis años yo he caído bajo una condición incurable y
empeorada por médicos insensatos, engañado durante años con una esperanza de mejoría y
finalmente expuesto a la contemplación de una dolencia duradera, la curación de la cual
podrá llevar años o tal vez sea imposible. Nacido con un temperamento ardiente y lleno de
vida, incluyendo una disposición de entretener a la sociedad. A temprana edad tuve que
aislarme para vivir una vida solitaria. Si a veces trataba yo de pasar por alto todo esto, qué
grande golpe fue el de experimentar las deficiencias de mi oído; mas aún no me era posible
pedir a las personas «que hablaran más fuerte, que gritaran, porque yo era sordo». De qué
manera debía yo admitir la debilidad en uno de los sentidos que debía haber sido más
perfecto para mí que en otros; un sentido que yo antes poseía en la mayor perfección, una
perfección como pocos de mi profesión hayan experimentado ¡Oh, no lo puedo hacer!
Perdónenme entonces si me ven alejarme cuando debía estar allegándome al mundo
(Beethoven 1).
Queda aquí concentrada toda la esencia del Romanticismo. Todas las obras consideradas
verdaderamente románticas son obras existencialistas más que otra cosa. Una obra paradigmática
del existencialismo es la obra Así habló Zaratustra de Fredrich Nietzche. La metáfora que usa
Nietzche en este caso particular es inmejorable: el profeta, monje o guía espiritual baja de las
montañas tras un retiro de diez años para compartir “la palabra” con la humanidad. Al contrario
de los demás profetas como Moisés y, en especial, de Jesucristo, Zaratustra halla la iluminación
al bajar de la montaña, mientras que los demás hombres santos ascienden a lo alto donde Dios en
búsqueda de iluminación. Para Zaratustra, el “superhombre” desciende a lo más bajo para
emanciparse de la superstición, de la idea de Dios, de normas morales que son dolorosas y
difíciles de llevar. Al llevarlo a cabo, “el superhombre” se libra de la decepción, del dolor de las
expectativas no cumplidas y, sobre todo, alcanza una liberación semejante al nirvana de las
religiones asiáticas. El siguiente fragmento lo expresa de forma genial:
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mí,
esa negrura y pesadez de que me río, – cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy
elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más
altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida (Así habló Zaratustra
35).
Bibliografía
2
La imposibilidad del amor es otro los ejes temáticos de Don Álvaro o La fuerza del sino muy relacionado con lo
discutido en este ensayo y que, sin embargo, puede ser en sí mismo tema de una disquisición distinta.
BEETHOVEN, Ludwig van. “El testamento de Heiligenstadt”. Laberintos e infinitos, en
http://www.iesdonbosco.com/data/musica/testamento_beethoven.pdf. Edición digital de
Laberintos e infinitos. Fecha de consulta: 30 de julio del 2020.
NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza, 1997.
___. El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo. Madrid: Alianza Editorial, 2000.
RIVAS, Duque de. Don Álvaro o La fuerza del sino. México: Porrúa, 1973.