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Manuel Alberto Vargas Hernández

No. de cuenta 303096935


Literatura Española de los Siglos XVIII y XIX

Existencialismo o el desencanto de la vida en Don Álvaro o La fuerza del sino

Beethoven es considerado uno de los músicos más sobresalientes de todos los tiempos en la
historia de Alemania y en la historia universal. No podemos hablar del Romanticismo alemán sin
mencionar su enorme contribución a la música. La sonata número catorce para piano, mejor
conocida como Claro de luna, es quizá la pieza más representativa o paradigmática del
Romanticismo europeo. Las notas musicales de la composición, en particular las del primer
movimiento, inducen a un estado mental y emocional taciturno e incluso fúnebre. Según cuentan,
tras la muerte del pianista, el nombre Claro de luna cobró popularidad tras ser sugerido por el
poeta alemán Ludwig Rellstab inspirado en un fenómeno natural de un paisaje popular: el claro
de luna del rio Lucerna. Al llevar a cabo el ejercicio mental de imaginar el lago de noche con la
luz de la luna, entre nubes, reflejada en sus quietas aguas, no podemos menos que reconocer que
tal imagen encierra varios de los elementos del paisaje sentimental de los románticos: la
búsqueda de la soledad donde la introspección privilegia la melancolía, la tristeza y, sobre todo,
el desencanto como catalizadores de la creación artística.
Tras la muerte de Ludwig van Beethoven, se encontró entre sus pertenencias un documento
interesantísimo, el llamado Testamento de Heiligenstadt que no es otra cosa que una carta
dirigida a sus hermanos donde anuncia un posible suicido producto del desencanto de la vida. En
sus líneas, el documento describe tres cosas en concreto que aquejaban al entonces veinteañero
Beethoven relacionadas con los que considero elementos esenciales del trasfondo filosófico del
pensamiento romántico: la pérdida de la salud –el oído-, la imposibilidad del amor y la decepción
y abandono de los ideales de la juventud:
¡Oh semejantes míos, que me toman o que me denuncian, como triste, malhumorado, o
mezquino, qué gran mal me hacen! No saben la causa secreta de lo que me hace presentar
tal aspecto. Mi corazón y mi disposición desde mi niñez, se inclinaban hacia los
sentimientos tiernos de la buena voluntad y yo siempre me inclinaba hacia las grandes
acciones, pero consideren que durante seis años yo he caído bajo una condición incurable y
empeorada por médicos insensatos, engañado durante años con una esperanza de mejoría y
finalmente expuesto a la contemplación de una dolencia duradera, la curación de la cual
podrá llevar años o tal vez sea imposible. Nacido con un temperamento ardiente y lleno de
vida, incluyendo una disposición de entretener a la sociedad. A temprana edad tuve que
aislarme para vivir una vida solitaria. Si a veces trataba yo de pasar por alto todo esto, qué
grande golpe fue el de experimentar las deficiencias de mi oído; mas aún no me era posible
pedir a las personas «que hablaran más fuerte, que gritaran, porque yo era sordo». De qué
manera debía yo admitir la debilidad en uno de los sentidos que debía haber sido más
perfecto para mí que en otros; un sentido que yo antes poseía en la mayor perfección, una
perfección como pocos de mi profesión hayan experimentado ¡Oh, no lo puedo hacer!
Perdónenme entonces si me ven alejarme cuando debía estar allegándome al mundo
(Beethoven 1).

Como es lógico, el Romanticismo permeó a todas la expresiones artísticas de su tiempo en


Europa. Los rasgos característicos de este movimiento han sido ya bastante discutidos hasta el
punto de volverse clichés: la predilección de la muerte como tema, la identificación sentimental
con el paisaje, el costumbrismo y el folklore, la exaltación de los personajes marginales –el
ladrón que roba a los ricos para dárselo a los pobres, el galán feo pero de gran ingenio y nobles
sentimientos, la ramera cuyo pasado de sufrimiento y pobreza la condena a un destino trágico– y
un largo etcétera. Mi intención en este breve ensayo es señalar un componente mucho más
profundo que se enraíza hondo en los fundamentos del pensamiento romántico; pretendo mostrar
cómo el existencialismo o el desencanto de la vida es el trasfondo filosófico en una obra en
particular, Don Álvaro o La fuerza del sino de Duque de Rivas, aunque lo mismo se puede decir
de prácticamente todas la obras artísticas del Romanticismo.
Don Álvaro o La fuerza del sino es una obra de teatro que a ratos está escrita en verso y a
ratos está escrita en prosa. La acción transcurre en un periodo extenso de cinco años en diferentes
locaciones en su mayoría caracterizadas por lo pintoresco, es decir, los paisajes costumbristas son
el escenario de una obra donde, en contradicción con la prescriptiva de Aristóteles y Luzán 1, no
vemos a reyes y héroes de un linaje noble llevar a cabo obras excelsas sino que vemos este caso
concreto al protagonista, Don Álvaro, un advenedizo en búsqueda de legitimación de sus
aspiraciones sociales, caer en un espiral de deterioro moral y espiritual y por último de
autodestrucción. Cabe mencionar que Don Álvaro sufre una transformación gradual significativa
en diferentes niveles. Primero, el autor lo presenta en la obra como un indiano procedente de El
Perú. Después, bajo un nombre falso Don Álvaro incursiona en el ejército. Por último, se vuelve
fraile. Salta a la vista, en un principio, la referencia a los estamentos más importantes de España
en el medievo; a saber, la nobleza, la milicia y el clero. Una lectura más profunda mostrará, a
1
De hecho, Don Álvaro o La fuerza del sino es una obra que contradice tanto como puede la prescriptiva neoclásica
que le antecedió. Para los románticos, las reglas eran limitantes de la creación literaria por lo que trataban por todos
los medios de alejarse de estas convenciones anacrónicas y absurdas, desde su punto de vista. No es de extrañar que
el espacio, el tiempo y la acción usados por Duque de Rivas así como otros elementos entren en oposición con la
prescriptiva de Aristóteles y la de quienes se basaron en sus nociones estéticas como Luzán.
continuación, la importancia del orden en que se presenta al protagonista y la transformación que
lo conducirá a la perdición.
Queda claro que la obra en cinco actos tiene como hilo conductor el destino trágico o la
fuerza del sino como elemento central. Don Álvaro, como indiqué anteriormente, sufre una
trasformación gradual: primero, pierde su estatus social y ve sus aspiraciones truncadas al
asesinar por accidente al padre de su amada; después, pierde su honor como militar al matar al
hombre que lo salvó de la muerte y al revelarse su pasado y origen ignominioso, y, por último, se
condena al cometer suicidio. En otras palabras, el protagonista es despojado poco a poco de
aquello que da sentido a la existencia humana. Esto último es un elemento esencial del
Romanticismo europeo: por más que el hombre se esfuerce, el destino juega en contra de él. La
juventud y sus ideales son los primeros en desaparecer; en su lugar queda el recuerdo de días que
consideramos mejores y la decepción de las expectativas no cumplidas y la desilusión del
despertar de la niñez donde la justicia, la verdad y, sobre todo, el amor eran la chispa que nos
impelía a “comernos el mundo” o a intentarlo al menos. Ese brillo en nuestros ojos cuando
jóvenes es sustituido por el tedio, la melancolía y, en una palabra, por el desencanto.
Con relación a esto último, el fragmento “La canción de los sepulcros” de Así habló
Zaratustra de Fredrich Nietzche pinta una imagen conmovedora: el hombre lleva flores al
sepulcro de su juventud:
Allí está la isla de los sepulcros, la silenciosa; allí están también los sepulcros de mi
juventud. A ella quiero llevar una corona siempre verde de vida». Con este propósito en el
corazón atravesé el mar. – ¡Oh vosotras, visiones y apariciones de mi juventud! ¡Oh
vosotras, miradas todas del amor, vosotros instantes divinos! ¡Qué aprisa habéis muerto
para mí! Me acuerdo de vosotros hoy como de mis muertos. De vosotros, muertos
queridísimos, llega hasta mí un dulce aroma que desata el corazón y las lágrimas. En
verdad, ese aroma conmueve y alivia el corazón al navegante solitario (Así habló
Zaratustra 35).

Respecto al desencanto de la vida o existencialismo, sirva de ejemplo el siguiente


fragmento del soliloquio de Don Álvaro escrito en decimas o espinelas, estrofas de diez versos en
abbaaccddc con ocho silabas cada uno. El nombre de “espinela” hace referencia al poeta Vicente
Espinel. Por cierto, tanto la temática como la métrica aluden al segundo soliloquio de
Segismundo en la obra La vida es sueño de Calderón de la Barca llamado “Y los sueños, sueños
son”:
¡Qué carga tan insufrible
es el ambiente vital,
para el mezquino mortal
que nace en signo terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! ¡Este mundo
qué calabozo profundo,
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer!

Al que tranquilo, gozoso


vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso;
cuando es más fuerte y brioso,
la muerte sus dichas huella,
sus venturas atropella;
y yo que infelice soy,
yo que buscándola voy,
no pudo encontrar con ella.
¿Mas cómo la he de obtener,
¡desventurado de mí!
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer?
(Rivas 162).

Queda aquí concentrada toda la esencia del Romanticismo. Todas las obras consideradas
verdaderamente románticas son obras existencialistas más que otra cosa. Una obra paradigmática
del existencialismo es la obra Así habló Zaratustra de Fredrich Nietzche. La metáfora que usa
Nietzche en este caso particular es inmejorable: el profeta, monje o guía espiritual baja de las
montañas tras un retiro de diez años para compartir “la palabra” con la humanidad. Al contrario
de los demás profetas como Moisés y, en especial, de Jesucristo, Zaratustra halla la iluminación
al bajar de la montaña, mientras que los demás hombres santos ascienden a lo alto donde Dios en
búsqueda de iluminación. Para Zaratustra, el “superhombre” desciende a lo más bajo para
emanciparse de la superstición, de la idea de Dios, de normas morales que son dolorosas y
difíciles de llevar. Al llevarlo a cabo, “el superhombre” se libra de la decepción, del dolor de las
expectativas no cumplidas y, sobre todo, alcanza una liberación semejante al nirvana de las
religiones asiáticas. El siguiente fragmento lo expresa de forma genial:
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mí,
esa negrura y pesadez de que me río, – cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy
elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más
altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida (Así habló Zaratustra
35).

Desde mi punto de vista, y esto lo digo a título personal, valga la redundancia, si la


Ilustración es el despertar de la infancia de la vieja Europa al cuestionar todas las certezas antes
incuestionables, el Romanticismo es la adultez donde el hombre con los ojos plenamente abiertos
con un aire de malicia y de cierto cinismo dice “no hay Dios” o como lo diría Zaratustra “Dios ha
muerto”. Don Álvaro o La fuerza del sino es una obra existencialista donde el protagonista
desciende a lo más bajo sin poder escapar a su destino fatal. Al arrojarse del acantilado, al vacío,
no sólo experimenta una liberación del dolor sino que también niega a Dios y a todo lo que
implica el sometimiento voluntario a un esquema de normas externo al hombre: al condenarse se
libera al mismo tiempo.
En conclusión, Duque de Rivas en esta obra a manera de tragedia pinta un cuadro
romántico semejante al El caminante sobre el mar de nubes, donde a diferencia del fragmento
antes citado de Nietzche donde el superhombre se alza victorioso en la cima de una montaña al
dejar atrás al hombre común, Don Álvaro en su búsqueda del amor y de la auto afirmación se
precipita al vacío, a la autodestrucción 2: “Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol. Cuanto más
quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, más fuertemente tienden a crecer sus raíces hacia la
tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo — hacia el mal” (Así habló Zaratustra 37).

Bibliografía

2
La imposibilidad del amor es otro los ejes temáticos de Don Álvaro o La fuerza del sino muy relacionado con lo
discutido en este ensayo y que, sin embargo, puede ser en sí mismo tema de una disquisición distinta.
BEETHOVEN, Ludwig van. “El testamento de Heiligenstadt”. Laberintos e infinitos, en
http://www.iesdonbosco.com/data/musica/testamento_beethoven.pdf. Edición digital de
Laberintos e infinitos. Fecha de consulta: 30 de julio del 2020.
NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza, 1997.
___. El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo. Madrid: Alianza Editorial, 2000.
RIVAS, Duque de. Don Álvaro o La fuerza del sino. México: Porrúa, 1973.

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