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LECTURA: Adolescencia y muerte/ Escrito por el doctor Fernando Maestre

Lunes, Enero 11th, 2010


Realizado por Carolina G.G

Esta semana nos enteramos de que un joven de 16 años mató a su enamorada, de la misma edad, siendo lo
terrible del drama el hecho de que la joven estaba al tanto de la intención de este de matarla, pues en dos
ocasiones él ya había atentado contra su vida, logrando ella escaparse. Pese a estas advertencias, la joven es
citada una tercera vez por su pareja, quien esta vez no falla y la estrangula hasta quitarle la vida,
quedándonos en la duda de saber si ella buscó este desenlace a sabiendas de lo que podía pasarle, o, por el
contrario, él la engañó para asesinarla.

Lo que tenemos que preguntarnos es ¿por qué los jóvenes están siempre deseando andar tan cerca de la
muerte? ¿Porque los jóvenes pueden ser tan destructivos? Sabemos que, en determinados momentos de la
vida, la destrucción tiene un cierto atractivo, el cual hace que el joven se acerque a estas experiencias. Así,
vemos como se arriesgan con la drogas al punto de destruirse. Lo mismo sucede con el alcohol, siendo
grandes negadores de los problemas que puede traer el consumo de este. Ni qué decir de la anorexia y
bulimia, que lleva a las jóvenes directamente a la muerte si no se les ayuda, y, finalmente, la violencia por la
violencia misma, como en el caso de las barras bravas, o, recientemente, en el caso de aquellos jóvenes que
apedrearon unos preciosos murales arqueológicos en la ciudad de Trujillo, destruyendo, únicamente por el
placer de hacerlo, un patrimonio que todo peruano quería y respetaba.

Estos sucesos nos llevan a la confirmación de que en la etapa de la adolescencia es inevitable que estos
estén impregnados de ideas de destrucción, muerte y violencia. Sabemos, por especialistas en el tema, que
los jóvenes tienen que pasar por experiencias que implican muerte o cambios intensos de vida. Así, en esta
etapa, el cuerpo cambia y desaparecen los rasgos de niño. Cambian también los padres, se vuelven
represivos, mientras los padres engreidores de la infancia se van. Y, de igual manera, cambian las
imaginaciones dulces de la infancia por fantasías sexuales libidinales.

Por tanto, dada la situación psicológica propia de esta edad, es tarea de los padres el intentar, desde que
son niños, manejar la violencia que estos ya empiezan a tener. Hoy, los especialistas están de acuerdo en
pensar que lo principal para calmar y controlar la violencia de los jóvenes es la figura del padre dentro del
hogar. El psicoanálisis consideraba que solo era el padre quien permitía a los hijos la identificación con las
normas morales, los valores y lo social en la mente de ellos. Posteriormente, hemos llegado a saber que no
necesariamente se trata de la figura del progenitor, sino de cualquier persona de la familia que asuma ese
rol o función de imponerles a los jóvenes la aceptación de las normas, la moral y las leyes. Esta puede ser la
madre, o tal vez alguno otro pariente cercano. También puede tratarse de la actual pareja de la madre,
siempre y cuando la madre autorice que guíe, castigue y ponga límites a su hijo para que viva en la sociedad
de modo aceptable, siendo condición necesaria que el nuevo novio de la madre así lo quiera, y, por supuesto,
que el joven acepte que ahora tiene un nuevo guía, aunque no sea el papá biológico.

En todo caso, y sabiendo que el freno que requieren los jóvenes no se puede encontrar ni en las escuelas ni
en la calle, es imprescindible saber que la paternidad, para que sea ejercida saludablemente, tiene que ser
democrática, jamás autoritaria. Solo si el padre trata a su hijo con consideración y normas, es cuando los
jóvenes podrán copiar ese modelo de respeto por el otro, que resultará por demás imprescindible para el
crecimiento sano del adolescente.

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