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“Unos cuantos piquetitos” (1935) es un óleo sobre metal ejecutado por la reconocida pintora
Frida Kahlo, se exhibe en Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México. En el cuadro figura
de modo macabro la escena del asesinato por violencia de género que sufre una mujer,
desconocida ya. “Unos cuantos piquetitos” fue la explicación que dio su marido (el asesino) en
los tribunales. Los “piquetitos” fueron 20 puñaladas violentas, brutales. En la pintura el hombre
sonríe, parece estar satisfecho, guarda su pañuelo en el bolsillo mientras mira el cadáver con una
también violencia de género, su labor pictórica se une al reclamo histórico por los derechos de
las mujeres. A este reclamo se le une Iris Alejandra Maldonado, cuya voz poética presenta la
Maneja este poemario con cuidado; no importa qué, saldrás cortade. Dolor, miedo, encierro,
angustia… las sensaciones que se evocan en este poemario son incómodas y no permiten sino
lo digo desde un dejo new age espiritualista de cable tv, sino que me refiero a que su alquimia se
vale de las palabras para que, mediante metáforas y referentes literarios, bíblicos y populares, se
construya un universo poético que sirve también de manifiesto feminista. Y no digo esto como
quien dice “en las siguientes páginas leerá un panfleto de lucha feminista”, no porque considere
que eso hace del poemario uno menos valioso, sino porque este libro es una búsqueda, una
remembranza; es poesía. Su lectura provoca unas miradas y reacciones que yo cualifico de este
“Después del tajo”, por ejemplo, despliega un catálogo de violencias que resultan grotescas y
El poemario registra la caída que lleva a un punto originario: todo y nada; el lenguaje como
espacio de transmutación. Nos anuncia la voz poética: “dejé de ser el vómito de dios”.
Contundentemente los textos metapoéticos marcan el ejercicio estético como parte del secreto de
esta alquimia que me empeño en plantear. Sin embargo, es una experiencia enmarcada por el
horror, insisto. Una constante del poemario será conjugar el espacio conyugal con fosas; las
sábanas nupciales se tiñen de sangre y la voz poética ajusticia, devuelve el derecho de ser, de
vivir, de estar entera, segura, incólume, feliz y libre. Los espacios domésticos son cárceles,
amor propio surge un discurso estético, una obra de arte que sirve a su vez de homenaje a la
cuatro paredes
barrotes de piel
es mi cama
no quise morir
pero también acciona con metáforas, conjuros y relatos unos más fantásticos que otros, unos
bellos, otros horribles. Así el poemario recoge y conjuga extremos y centros, los prepara como
elixir, los vuelve artificio liberador. Camino y búsqueda. Encuentro con el lenguaje, reproche:
“El nombre no hace la cosa” titula un poema/advertencia/reproche; las cosas preexisten, como el
ser espejo. Mas subrayo, es un poemario que corta, que duele. Nos violenta al hacernos testigos
del más cruel de los terrores, el que sufren las mujeres como resultado de la violencia de género
en manos de sus parejas. Iris Alejandra Maldonado toma el mito bíblico de la mujer Lot[1] para
allí estaba yo
en el espejo
en el hielo y su imagen
piedra
La voz poética tornará su mirada hacia sí misma en ese espejo que es la poesía. La reflexión
Continúa el poema:
me diluía
en aquel hombre
[…]
en él fui agua
Esa mirada de ojos abiertos se detiene en su genealogía: madre, abuelo, padre. Cada poema
núcleo familiar (como esclavizarse por amor al padre) y establecen precedentes a las violencias
como antes
lo recuerdo bien
Los reclamos son también íntimos: “Te pedí fuego” se titula el poema cuyo primer verso
otro poema: “Es de fuego este país”, en el cual el país es fuego, agua, aire, tierra; un puente que:
“nunca será mío, es solo fosa”. La denuncia individual se colectiviza y nos incluye a todes.
Resuena la pregunta: “¿cicatrizarán las heridas/ aun estando varios metros bajo tierra?”
En “El mismo poema”, usa la metáfora del espejo para destacar el poder de la experiencia
poética:
te nombro espejo
y te eriges frente a mí
detienes el tiempo
tu
beso
cada una
Las mujeres violentadas dejan de ser papel, estadística, noticia del periódico sensacionalista,
pero están muertas. La mirada la experiencia nos da un mismo poema; ¿acaso no todes queremos
el mismo poema? ¿Uno en el que no exista dicha violencia? Y es la mirada, que se vuelve
nuestra en el poemario, que es el elixir de la alquimia de la voz poética la que finalmente nos
transmuta.
me nombró ojos
y fui feliz
primer poemario de la autora. El libro está dividido en 5 secciones: “In medias res”, “Un retrato
familiar”, “Estudio legal de mariposas”, “Vita brevis” y “Archivos”. A elles y a Iris Alejandra
advertencia a les lectores: “Maneja este poemario con cuidado; no importa qué, saldrás cortade.”
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[1] Me refiero en específico a los poemas “Estatua” y “Peregrina de la sal”. En estas coordenadas
coincidencia temática entre estas poetas (Carmen R. Marín también trabaja el tema de la