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El documento presenta una visión alternativa de Jesús dudando de su destino como el Mesías elegido. Jesús se detiene agotado en una barca y ve a Dios como un viejo judío rico y a Lucifer como varios demonios. Jesús entiende que Dios y el diablo decidieron juntos su vida y muerte como una apuesta, lo que lo llena de indignación y resentimiento hacia los planes divinos. Jesús finalmente abandona la barca lleno de emociones negativas, caminando sobre el agua.
El documento presenta una visión alternativa de Jesús dudando de su destino como el Mesías elegido. Jesús se detiene agotado en una barca y ve a Dios como un viejo judío rico y a Lucifer como varios demonios. Jesús entiende que Dios y el diablo decidieron juntos su vida y muerte como una apuesta, lo que lo llena de indignación y resentimiento hacia los planes divinos. Jesús finalmente abandona la barca lleno de emociones negativas, caminando sobre el agua.
El documento presenta una visión alternativa de Jesús dudando de su destino como el Mesías elegido. Jesús se detiene agotado en una barca y ve a Dios como un viejo judío rico y a Lucifer como varios demonios. Jesús entiende que Dios y el diablo decidieron juntos su vida y muerte como una apuesta, lo que lo llena de indignación y resentimiento hacia los planes divinos. Jesús finalmente abandona la barca lleno de emociones negativas, caminando sobre el agua.
Jesús decidió remar. ¡Cuánta ansiedad le provocaba su predeterminación! Se detuvo
agotado. De pronto en la popa del barco vio un cuerpo reclinado: Él, Adonai, Dios de los Ejércitos, un viejito barbudo que vestía prendas de judío rico. El joven carpintero lamentó dudar tanto. No tenía fe ni del tamaño de una semilla de mostaza. Aterrado, se disculpó por haber dudado de ser el elegido. Jesús lloró. Mientras, aquel cuerpo reclinado parecía que esperaba. Bostezaba. Algo movió la barca. Era, por supuesto, Lucifer, Mammón, Leviatán, Belcebú, Satanás, Häel, Asmodeo, Belfegor y Purson en un solo ente. Jesús se conmovió. Escuchó coros, vio relámpagos y grandes olas que no lograban acercarse a la barca. Entendió que Jehová no necesitaba ese tipo de espectáculos para hacer constar su presencia. Jesús lloró. No comprendió cómo el Otro era parte de los planes divinos ni qué papel podía tener el enemigo en su cometido. Así como ocurrió con Job, Yahveh y su némesis decidieron la vida y muerte del Mesías. Apostaron, rieron, se chocaron las manos. Indignado ante semejante conspiración, Jesús dejó de llorar. Quiso tirarse de la barca y ahogarse. No pudo. Escupió, blasfemó, cuestionó las divinas y demoniacas razones del tirijala cósmico que lo subyugaba con hipóstasis y pasiones. Mutis. Jesús finalmente pudo salir de la barca. Lleno de resentimiento, se alejó. Caminaba sobre el agua.