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UNIVERSIDAD APEC

ASIGNATURA

HISTORIA DE LA CULTURA (SOC - 001)

2DO. PARCIAL

ENSAYO

EL LEGADO DE MI PADRE

ESTUDIANTE

DANIEL MORENO PEREZ

MATRICULA: 1988 - 0025

ID BANNER: A00029609

PROFESORA

CLARISA CARMONA CARMONA

SANTO DOMINGO, R. D.
14 de Julio 2021

EL LEGADO DE MI PADRE

Danilo Moreno Arias, nació en Niza, San Cristóbal, el 17 de octubre 1939, hijo
de campesinos, creció entre las carencias y limitaciones propias de los hogares
pobres de la época de la tiranía de Trujillo.

Durante su infancia, su padre solo le permitió llegar al 4to de primaria,


alegando que, si estudiaba se aprovecharía de sus hermanos.

Entre 1954 y 1956, siendo un adolescente, tuvo que trabajar para colaborar con
el sustento de la familia. Viajaba en mulo desde Niza hasta Santo Domingo para
vender coco de agua y guandules.

En 1957 trabajó en la Industria Nacional del Vidrio, trasladándose cada día a


pie desde Niza hasta San Cristóbal.

En 1958, ingresó al Ejército Nacional Dominicano y a los 20 años de edad


decide formar una familia con la Señora Rita Helena Pérez Nina, con quien
procreó 5 hijos y estaría casado hasta el último día de su vida.

En 1959 fue enviado a Puerto Plata a combatir los expedicionarios que vinieron
a derrocar a Trujillo durante la invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

En 1960 trabajó en La Armería, San Cristóbal, donde realizó cursos de armas,


especializándose en morteros, razón por la cual obtuvo un especialismo que le
representó un aumento de 10 pesos en su sueldo.

En el año 1961 fue trasladado a la provincia Barahona, por lo que su esposa e


hija recién nacida tuvieron que irse a vivir a la casa de la mamá de ella, en
Najayo en Medio, Yaguate, San Cristóbal.
Junto a su amigo Sancito Caro Brito, realizó gestiones para realizar cursos
técnicos en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal; sin embargo, el
horario y los días de servicio coincidían con las horas de escuela, por lo que no
pudo atender a las clases correspondientes.

Mi padre era muy inteligente, poseía talento para los negocios, a pesar de no
tener formación académica. En poco tiempo en el ejército, llegó a tener una
paletera dentro del cuartel, vender cigarrillos y prestar dinero a sus
compañeros, incluyendo a sus superiores, a pesar de que los negocios no eran
permitidos.

En 1962, mientras se encontraba de permiso visitando a su madre enferma en


Niza, un grupo de compañeros militares de su regimiento, se burlaron de un
capitán, el cual los reportó a todos y estos fueron castigados con traslados a
diferentes partes del país.

Al retornar al cuartel después de visitar su madre, mi padre se entera de que


ha sido sancionado junto con los demás compañeros y trasladado hacia el
poblado fronterizo de Cruz de Cabrera, Restauración, Provincia Dajabón.

Al conocer la noticia, se dirigió a la oficina del comandante del batallón para


explicarle su inocencia, ya que él no se encontraba presente cuando se le faltó
el respeto al capitán; pero no lo dejaron ni hablar, y tuvo que irse de inmediato
su remoto destino.

Mi padre tuvo que trasladarse a Cruz de Cabrera junto con su esposa, pero sin
su hija, la cual se quedó a cargo de su abuela paterna.

Estando de puesto en Cruz de Cabrera, debido a su disciplina y dedicación, sus


superiores le permitieron conseguir maderas en un aserradero y trasladarlas a
San Cristóbal, con las cuales construiría su primera vivienda.
Para esta época empezó a estudiar Mecánica Automotriz por correspondencia
en la escuela Hemphill Schools, pero debido a las precariedades de los servicios
de correspondencia las lecciones llegaban aleatoriamente, sin orden y no pudo
continuar con la capacitación, con lo que se vieron frustradas sus aspiraciones
de seguir estudiando.

Después de tres años de traslado, se va a vivir a Niza por poco tiempo y luego
se muda a la casa que estaba construyendo en el barrio Los Nova, San
Cristóbal, con la madera que había enviado desde Cruz de Cabrera.

A mediados de la década del 60, mientras hacía servicio en La Armería, empezó


a presentar problemas de salud. De La Armería fue trasladado al médico para
su evaluación. Estuvo interno en el hospital Padre Billini y luego en el hospital
Marión, donde recibió licencia para reposar en la casa. Luego de una evaluación
realizada por una junta médica, se le concedió una pensión por incapacidad.

Al recibir la pensión ya contaba con una familia de 4 hijos. Con esta carga
familiar y un ingreso reducido a la mitad de su sueldo a causa de estar
pensionado, se dedicó a negociar, comprándole a los campesinos que cruzaban
de madrugada por las calles de su casa productos, tales como: carbón, plátanos
y huevos criollos.

Aprovechando que recibió un fondo de 76 pesos que tenía acumulado en el


ejército, instaló un pequeño colmado en la casa. Allí vendía provisiones, y
elaboraba dulce de coco para la venta.

Mientras su esposa estaba en el colmado, mi padre vendía billetes en el


mercado modelo de San Cristóbal.
Para incrementar sus ingresos, dividió su casa y alquiló la mitad de esta. Con el
capital que iba ahorrando empezó a adquirir poco a poco inmuebles y a
alquilarlos.
Le gustaba el campo, por lo que dedicó parte de su vida a la crianza de cerdos
y vacas. Adquirió terrenos en El Fondo, La Cruz (Hatillo) y Madre Vieja Norte (la
Pina), San Cristóbal, para dedicarlos al cultivo de plátanos, yuca, caña de
azúcar, entre otros productos agrícolas.

Instaló otro colmado, una carnicería y un puesto de frutas y se dedicó a


negociar con vacas. Vendió aguacates y en ocasiones envió a sus hijos a
venderlos por las calles de San Cristóbal.

Gracias a la Reforma Agraria su padre fue beneficiado con porciones de terreno


que serían utilizados para la siembra de caña de azúcar. Luego que su padre
cayó en cama enfermo, siendo el hijo varón de mayor edad y mayor habilidad
para los negocios, tuvo que encargarse de la siembra de caña y gestión de los
terrenos de la familia, en Najayo Arriba y Niza. Administraba los cañaverales y
la zafra, así como también estaba encargado de realizar las diligencias legales
de sus padres.

Incursionó en otros negocios, tales como, una discoteca, un bar, viviendas,


locales comerciales para alquilar y un motel. Hizo negocios de hipotecas,
financiando títulos de viviendas a vecinos y amigos que le solicitaban recursos
económicos.

Mi padre tuvo un total de 6 hijos y se empeñó en que todos se hicieran


profesionales. Quería que sus hijos tuvieran la oportunidad de estudiar que al
negaron.

Para ello inscribió a los varones en el Instituto Politécnico Loyola y los incentivó
a que terminaran la universidad; y a las hembras las inscribió en la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, logrando graduarse todos.
Se preocupó tanto por la educación de sus hijos, que, en caso de huelgas en las
escuelas o fenómenos naturales, como el Ciclón David, los inscribía en colegios
privados para que completaran sus ciclos educativos.

Nací en un ambiente familiar donde reinaba la justicia y la disciplina. Donde


todos los hermanos teníamos que cumplir con nuestros deberes y
responsabilidades.

Tenía el poder de la persuasión, ya sea por medio de las palabras o de medios


coercitivos. Era de carácter recto, a veces intolerante y obstinado, pero era un
hombre justo y honesto.

En una sociedad llena de precariedades y falta de educación, donde la mayoría


de las personas se dedicaban a la agricultura, mi padre pensaba diferente y se
destacó en todos los lugares donde estuvo.

Actuaba estratégicamente, tenía un instinto natural para los negocios, utilizaba


principios empíricos basados en la experiencia o en su propia inspiración para la
toma de decisiones. Su vida siempre fue regida por el principio de cero deudas,
no deber dinero nunca, no pagar intereses y priorizar la comida de su familia.

Actuaba como que estaba comprometido a ayudar a los demás, sobre todo al
hambriento o al que tenía que recorrer largas distancias por no contar con un
medio de transporte. Siempre compartía el fruto de sus bienes, cosechas y
crianzas de animales, con sus vecinos, amigos y familiares.

Compartió largos años al lado de su mejor amigo Silvio Reyes Capellán, quien
era más que un compadre, un hermano. Sus pasatiempos fueron la caza de
rolones, junto a sus amigos Male, Pablo y Ernesto, la pesca con su entrañable
amigo Carreño y el juego de Dómino, junto a su amigo Pedrito.
En sus últimos años, por razones de edad, contaba con pocas personas afines
para compartir en el barrio, por lo que su vida transcurría del dómino a la casa
o atendiendo el mantenimiento de sus inmuebles, actividades que realizaba sin
necesidad y contradiciendo sus hijos.

Con la pandemia del COVID, a sus 81 años de edad, el encierro era una tortura
para él, por lo que, a pesar de las advertencias de sus familiares y de tener
carro, salía a hacer diligencias en motor, sin tomar las medidas de higiene y
distanciamiento social correspondientes.

El 30 de agosto 2020 fue ingresado de emergencia por COVID a la Unidad de


Cuidados Intensivos del Hospital Juan Pablo Pina de San Cristóbal. La
enfermedad afecto sus pulmones, tuvo que ser entubado y conectado a un
ventilador, sus riñones se deterioraron y fue dializado, falleciendo el día 10 de
septiembre 2020.

Cuando un padre fallece, se suelen destacar las cosas positivas que hizo; pero
también se evalúa cual fue su rol social, si cumplió con sus obligaciones, si
proveía de alimento, sustento, vestido, asistencia médica y educación a sus
hijos.

Se contabilizan las propiedades o el patrimonio económico que dejó como


herencia, es decir, el tamaño de la riqueza.

¿Pero, donde quedan los recuerdos y sentimientos de afecto que cultivó, el


amor real e incondicional que le manifestó a sus hijos y los valores que les
inculcó? y
¿Cuáles fueron las acciones por las que será recordado?

Luego de escudriñar la historia de mi progenitor, siento más admiración y tengo


que reconocer y resaltar su gran legado. Este legado empezó desde el mismo
momento en que fui concebido. Todo lo que vi desde niño, todo lo que dijo, y
todo lo que hizo.
Con su comportamiento, me enseñó a tener un carácter fuerte y a no rendirme.
Sus enseñanzas no eran palabras, eran hechos, los que demostraba con trabajo
y responsabilidad con su familia.

Mi padre no estudió en la universidad, pero me dio la mejor educación, fue mi


maestro en mi carrera de hombre.

Un hombre cuya verdadera riqueza no esta en los bienes materiales que él le


pudo dejar, sino en el conocimiento que le permitió cultivar en su mente y los
valores que hoy posee.

Su norte fue la educación, darme lo que el no pudo tener, lo que le negaron y


lo que creía que era uno de los posibles caminos al éxito. Me enseñó que el
hombre no debe ser conformista y que debe destacarse de los demás.

Mi padre era un hombre de principios, demostró que, gracias a no tener


deudas, vivía seguro de sí mismo y que llevando una vida honesta, podía andar
siempre con la frente en alto.

Siempre creyó que los obstáculos se pueden superar y que todo tiene su
tiempo, así como también creía que el hombre debe concentrarse en sus
proyectos.

Mi padre fue austero, no vivió con lujos, pero me enseñó a no escatimar


recursos en la alimentación de la familia, ni en la educación de los hijos. Me
enseñó cual es el significado del trabajo y el valor del dinero. Me enseñó que la
ropa es vanidad y que era mas importante tener recursos para atender las
obligaciones, que vestir bien.

Nunca me faltó nada a su lado, siempre tuve de él lo que necesitaba, salud,


educación, protección, ejemplo, dedicación, colaboración, respeto y todo lo que
se le puede pedir a un padre.
Me enseñó que la disciplina logra la homogeneidad de pensamiento en la
familia, que los castigos eran parte de la educación y que muchas veces esta
era la forma de demostrarme el amor por mí que sentía.

Me enseñó orgullo del bueno: no deber, no pedir, no molestar, no visitar casa


ajena y ganarme las cosas por mis propios méritos, sin que me las tengan que
regalar. Me enseñó a ser original, sin poses ni hipocresía y a decir siempre mi
verdad.

Mi padre era solidario como el que más, era desprendido de las cosas
materiales, nunca fue hambriento, compartía su bocado con cualquiera que lo
necesitara, aun sin solicitárselo.

Su muerte me dejó grandes lecciones: que la salud y la familia son lo más


importante, que de nada vale acumular riquezas, que los bienes materiales se
quedan en la tierra cuando el cuerpo ya no está, que la vida es pasajera y que
el tiempo de dar amor es ahora.

Hoy me arrepiento de no haberle reconocido en vida todo lo que hizo por mí y


no haberle dicho cuanto lo quería.

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