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Luis N.

Radford 1

24 de junio, la noche de San Juan.


En los viejos cuerpo dejara al descubierto
ranchos de palma real o de manaco por
techo y las paredes hechas con varas de
bambú, guarumo o tablas picadas por el
comején, guardaban a los vaqueros que
dormían sobre camastros o tapescos,
tratando de recuperarse del cansancio
causado por el trabajo. Con los cuerpos
boca abajo sobre los petates,
refrescaban sus espaldas cargadas de
sol durante el día. Pero la costa aun de
noche los hacía sudar dentro de los
pabellones; los zancudos zumbaban
ansiosos alrededor de los mosquiteros
para alimentarse de sangre esperando
que un movimiento del algún miembro
para inyectar el paludismo.
Todo era oscuridad tanto afuera como en los
interiores de los ranchos, a menos que una chispa
saltara de un leño cubierto de ceniza, resabio del
fuego que sirvió para calentar la cena.
Ese cúmulo de nubes obscuras permanecían
estáticas por la falta de viento, no permitían que
los rayos plateados de la luna bañaran las copas
de los árboles ni el camino estrecho y polvoriento
del Pedregal que era el anexo de la finca las
Lomas.
Se escuchó el aullido de un perro en la lejanía,
luego respondió otro más cercano y de pronto
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todos los perros de la ranchería comenzaron a


aullar en distintos tonos. El Canelo un perro fuerte
y bravo que dormía afuera, junto a la puerta del
rancho de Lorenzo Mass, el capataz, se sumó al
concierto ofrecido esa noche.
El rancho del capataz de la hacienda, estaba
junto al río el Pedregal, un tanto así como una
cuerda de 14 varas.
Lorenzo brincó del camastro donde dormía, y se
quedo atento escuchando a los perros. Enseguida
despertó a su mujer la Lipa.
---Oí, oí bien vos Lipa, todos los chuchos están
aullando. Esto no me gusta nada.
La Mujer de Lorenzo estiró los brazos para
sacudirse el sueño y medio adormitada pidió que
la dejara seguir durmiendo.
Lorenzo fue caminando directamente al lugar
donde acostumbraba dejar su machete, lo sacó de la
vaina pasándole el dedo sobre el lado del filo para
comprobar que no tenía ninguna melladura. Fue de
nuevo donde estaba la Lipa, la sacudió de los
hombros volviéndole a decir:
---Lipa, despertá pues, o es que ¿no oís a los
chuchos que aúllan?
--- ¿Estás seguro vos Lencho que es porque miran a
la llorona?--- Dijo somnolienta la Lipa.
---Fijáte que hace un rato, antes de que empezaran
con sus aullidos, allá a lo lejos escuché el llanto
prolongado de una mujer que lloraba muy distante,
entonces me acordé que está muy cerca de nosotros,
porque cuando se oye cerca es porque esta lejos.
La mujer de Lorenzo se sentó sobre el camastro
pasándose varias veces los dedos de la mano por
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los ojos para tratar de ver y entender mejor lo que


pasaba, y cuando pudo hablar fue acercándose
poco a poco a su marido para decirle:
---Yo creo que ha de ser por culpa del Miguelón,
pues cada vez que se va al pueblo es para meterse en
la cantina de la ñia Margarita y de tan bolo que sale,
lo viene cuidando el Cadejo, ese chucho negro con
ojos de tizón encendido por la luz colorada que se le
mira. Vos sabés muy bien que los chuchos de la
ranchería ahuyentan al que es fuerano.
---Pero fijáte bien vos lipa-- contesto Lorenzo- que
ahora esos condenados chuchos hacen más bulla que
en otras ocasiones. No es igual que cuando viene el
Miguelón o siguen a un extraño.
Todos los habitantes de la ranchería encendieron
sus candiles y hablaban en voz muy baja haciendo
sus propios comentarios.
Nazario otro de los vaqueros comentaba con su
mujer que talvez alguno de los patojos fue a cortar
la flor blanca que da el matapalo en la mera
oscuridad, a esa flor que le dicen el Príncipe de la
noche, la que nace, y revienta a la mitad del 24 de
junio, la noche de San Juan. La flor se muere en
cuanto comienza a clarear, y desaparece sin dejar
rastro; es por eso que nadie la ve a menos que la
velen y la atalayen.
La Lola, mujer de Nazario, lo escuchaba asustada.
Con un candil en la mano que temblaba por todo lo
que le estaba contando su marido. Sus palabras
salieron raspándole la garganta:
--- Entonces... vos Nazario... crees que la fueron a
cortar... y la trajeron para a la ranchería. ¿Pero quien
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pudo ser? Ay Señor de los desamparados...


defiéndenos del mal.
---No sé –--Fue la respuesta del marido y agregó:
----Lo que sí sé, es que esa flor blanca dicen que es
la lágrima de la llorona, esa endemoniada mujer que
una vez, pero arrecordalo bien, solo una vez soltó su
lágrima en toda su vida, por que San Juan la atajó en
el camino y le quito un montón de almas que se
estaba llevando… Esa lágrima como es agua, fijáte
vos que cayó junto a una mata enredadera y por
venganza, mientras iba creciendo, comenzó a
apretujar al palo para ahorcarlo y chuparle la savia,
por eso le dicen matapalo el que da la flor blanca
una vez al año. Pero tené por seguro vos Lola, que si
alguno de los patojos o la gente la fue a cortar y la
trajo a la ranchería muchos males nos van a caer
encima.
--- ¿ Cuales vos Nazario?--- Preguntó la Lola.
---No se sabe, pero ya lo verás cuando los males
vengan.--- Fue la respuesta del Challo.
En otro de los ranchos, un poco retirado de los
demás, el que colinda cerca del potrero de la Ceiba,
era habitado por la vieja Petronila. Sus años la
ayudaban a contar cosas que había escuchado de los
antepasados y otras que le tocaron vivir. En el poyo,
construido de barro, puso unos cuantos leños para
que al arder, las llamas tiraran la luz por todos los
rincones. Rezaba atropelladamente pidiendo por ella
y su nieto el Rigo. Las oraciones que decía, le
secaban más la boca, pero estaba sabida que
ahuyentarían a los espíritus malignos, esos que
solamente los perros miran en las noches sin luna.
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En el camastro colocado en un rincón del rancho


dormía entre el pabellón blanco a pierna suelta
Rigoberto, el nieto de la ñía Petronila. Estaba recién
llegado al anexo el Pedregal, después de haber
prestado el servicio militar en la capital durante dos
años. Siempre tenia presente aquel día domingo
cuando iba para el pueblo para hacer las compras de
la semana cuando un reten de soldados lo atajó y lo
metieron a un camión para formar el cupo que
prestaría el servicio militar en el cuartel. Todo lo que
aprendió fue de su agrado y lo importante en su
caso era manejar el arma y dispararla, la defensa y el
ataque cuerpo a cuerpo. Saber sobrevivir en la
montaña y rastrear al enemigo hasta encontrarlo. Por
su dedicación y empeño fue ascendido a Cabo y
hubiera seguido en la milicia a no ser porque tuvo
problemas con un compañero. Sucedió en una
cantina un día de descanso y todo por faldas, esas
mujeres que atienden en dicho lugar fueron las
causantes del pleito. Intervino la policía y los puso a
la orden de la policía militar. Fueron a parar al
cuartel. Después del arresto que les impusieron,
Rigo prefirió abandonar para siempre dicho lugar y
regresó al rancho de su abuela en el anexo el
Pedregal. El carácter se le cambió, se volvió una
mansa paloma y ante todo a sus viejos compañeros
ahora los miraba con compasión, y cuantas veces
podía trataba de ayudarlos, Vino de la capital con
un rifle calibre 22 y dejaba a los patojos del anexo
con la boca abierta cuando disparaba a los pájaros,
las iguanas, pijuyes o zopilotes, pues no erraba tiro.
De pronto Rigo se despertó y le gritó a su abuela:
---Ya cállese. ¿No ve que estoy durmiendo?
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---Ay hijito por dios santo, es que no sabés lo que


está pasando.
----Usted hace más bulla que todos los chuchos
juntos y no me deja ni siquiera un tantito para
dormir.
---Oí pues, esos chuchos nunca habían aullado así
por que así. Algo malo estarán viendo y lo que
nosotros no vemos en la noche, los chuchos si lo
miran.
---Si tanta es la fregadera, espérese un momento.
Se levantó, buscó su rifle, la lámpara de mano y el
machete, se puso las botas de hule diciendo a
continuación:
---Espéreme un tantito que ya vuelvo.
La viejita Petronila le interrumpió el paso, lo
agarró del brazo y le pidió por todos los santos que
no saliera, porque la muerte rondaba por los
alrededores.
Con manos implorantes y lágrimas en los ojos le
repetía que no saliera por que si era la llorona se lo
podría ganar creyendo que era su hijo.
Rigoberto al dar otro paso apartó a la anciana
diciéndole:
---Ya verá quien es el más valiente de todos aquí en
el Pedregal---La separó de la puerta y se metió en la
noche para averiguar lo que pasaba en la ranchería.
No sin antes escuchar a la anciana Petronila que le
advirtió:
---Si es la llorona, esa mujer que se cubre la cara con
el pelo, apartáte de ella por diosito santo, que si le
vez la cara de caballo que tiene, te gana para
siempre. Recordáte que estoy solita en este mundo, y
vos el único que me queda de familia. Rigo, esa
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mujer vuelve locos a todos los hombres. Por favor


no te vayás, hacéme caso. Va a creer que sos su hijo
al que ahogó.
Pero Rigoberto siguió envalentonado por el
caminito polvoriento que conduce a la poza del río el
Pedregal, alumbrándose con la lámpara de mano
para no tropezar con los palos y las piedras.
El padre de Rigo fue un buen trabajador muy
apreciado por el dueño de la finca las Lomas, al
morir no fue desamparada la Petronila, dándole
cobijo en el rancho y manteniéndole la mesada que
ganaba su marido.
Lorenzo y la Lipa miraban por las rendijas del
rancho una luz oscilante que venia en dirección a
ellos, cuando estuvo cerca comprendieron que se
trataba de Rigoberto, el nieto de la ñía Petronila.
Lorenzo abrió la puerta atajándolo con estas
palabras:
---Mejor si te pegas la vuelta vos Rigo porque esto
no es un juego y tampoco vas a demostrar lo valiente
que te crees pero si estás decidido, solo te recuerdo
que hoy es la noche de San Juan y el cachudo anda
suelto.
---No me vengan con esos cuentos de la llorona, el
cachudo o el cadejo--- interrumpió Rigo al capataz--
Ni ese apestoso, ni la llorona y ningún otro espíritu
maligno podrán conmigo. Ya lo verán; mejor te lo
cuento mañana de día.---Y siguió su camino a
enfrentarse con lo que fuera.
Lorenzo miró a Rigoberto perderse en la noche
hasta que la luz del foco que llevaba en la mano
desapareció y ya no volvió a verse. Los perros
dejaron de aullar y regresaron a sus rincones a
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rascarse las pulgas, cada vez que lo hacían


somataban contra el suelo los codos de sus patas.
Los vaqueros se metieron entre los pabellones y se
recostaron de nuevo para reconciliarse con el sueño.
La calma llego de nuevo al Pedregal. Rigo fue
avanzando por entre el chagüítal abriéndose paso
con el machete lentamente. Saltó a terreno seco y
continuó después entre los sembradíos bastante altos
de milpa en busca de la espesura de la montaña.
Pensó por el camino que no seria nada malo lucear
un animal porque la noche se prestaba para eso por
la oscuridad reinante. Apagó la linterna de mano, y
se echó para adelante porque conociendo el terreno y
sin la luz de la lámpara podría tener más cerca a un
venado. Caminó si acaso unos cien metros, entró a
la montaña, encendiendo y apagando la linterna; al
rato se detuvo instantáneamente. El corazón se le
aceleró. Como buen soldado que fue, presintió que a
su alrededor había algo anormal. El Kaibil habituado
a marchar y vivir entre las montañas olfateaba o
sentía el peligro que le acechaba, este era el caso de
Rigo el boina roja que había pedido su baja.
La noche estaba más oscura que de costumbre.
El calor reinante hacia más pesado el ambiente. La
respiración fuerte que mantenía en ese momento
podría delatar su presencia. Pero muy cerca oyó
que unas hojas secas se quebraban con el paso de
unas botas que las aplastaban. Una serpentina de
escalofrío corrió por su cuerpo como si fuera un
golpe eléctrico. Jamás le había pasado algo igual. Se
quedó inmóvil, por su mente corrió la sensación de
que lo estaban acorralando, pero no conforme con
esto, escuchó pisadas más fuertes que se acercaban.
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No pudo más y levantó la lámpara de mano


apuntando el rayo de luz a la altura de sus hombros,
con el rifle calibre 22 listo a disparar con el dedo en
el gatillo pero al ver lo que vio, se quedó estático,
contuvo la respiración y pensó que ahora si eran sus
últimos segundos de vida. Miró de reojo a los
hombres que lo rodeaban, no podía precisar cuantos
eran porque también por atrás lo tenían encañonado.
--- ¿Que hacés por aquí?---Preguntó uno de los
hombres.
Su respuesta, entrecortada por lo que vivía en ese
momento angustioso salió de sus labios diciendo:
---Oí a los chuchos de la ranchería y vine para saber
que pasaba.
---Pero la ranchería quedó lejos.
---Es que... después me dije, que sería bueno lucear
algún venado.
El hombre que le apuntaba a la cabeza expreso
con sorna:
--–Ya ves, ahora vos sos el venado para nosotros.
¿Quién más viene con vos?
---Ninguno
-- ¿Ninguno? Volvió a preguntar.
---Sí, ninguno.---Contestó Rigo, un poco calmado.
--- ¿Cómo te llamás?
---Rigoberto Pascual.
-- ¿De donde sos?
---De aquí.
- --¿De aquí que...?
---De aquí del Pedregal.
---¿Cuantos viven en el Pedregal?
---Somos unos diez.
--- ¿cuantos años tenés?
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---Voy por los 19.


Y el hombre que le hacía preguntas y repreguntas
lo tenía encandilado con los rayos de luz sobre la
cara. Bajó la lámpara por el cansancio de su brazo y
continuó preguntando:
---Rigoberto Pascual ¿que decís? ¿Te venís con
nosotros a trabajar?
--- Eso depende--- respondió.
--- ¿Cuanto te pagan donde estás?
--- Son sesenta quetzales al mes.
---Pues conmigo vas a ganar 25 quetzales diarios y si
resultas bueno podes llegar a los 50 cada día.
No era posible creer esa oferta. Jamás pudo
imaginarse una cantidad tan grande y se preguntaba
mentalmente cuanto seria al final del mes. La
tentación del dinero le hizo decir:
---Está bueno pues, acepto.
--- ¿Estás seguro de lo que decís?
---Tengo una palabra y la sostengo.--- Dijo con
orgullo ya bastante calmado después del susto que
había tenido al tropezarse con esos hombres.
---Pues más te vale que así sea porque el que se nos
da la vuelta no vuelve a ver el sol.
Los hombres que lo rodeaban bajaron sus armas y
apagaron las linternas, menos el jefe del grupo que
dijo a continuación:
---y quien es el dueño de la finca.
---Se llama don Santiago Villanueva, viene cada
mes o manda a su hijo a ver como está el ganado y a
pagarnos la mesada.
---Bueno, ahora a descansar porque dentro de un rato
tendremos mucho trabajo.
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---Yo voy a la ranchería para arreglar mis cosas y


despedirme de la abuela. Ya vuelvo.
---Que ranchería ni que chingados, aquí te quedás de
ahora y para siempre con nosotros como dice el cura
de la iglesia cuando casa a la gente, hasta que la
muerte nos separe. ¿Entendiste bien?
---Bueno, es que yo...- Iba a continuar hablando,
pero lo cortó en forma tajante el jefe del grupo,
manifestándole:
---Ya sabes, aquí todos juntos de ahora en adelante y
no tratés de engañarnos porque con nosotros hay dos
ojos que todo lo miran y la traición se paga muy
cara. Acomódate por ahí para descansar un poco y
ese juguete de rifle que traes lo podes tirar, porque
para nosotros no sirve. Mañana por la tarde te daré
uno igual que este.
Rigoberto Pascual encendió su lámpara de mano,
tratando de localizar un espacio donde poder dormir,
se fue a meter entre las gambas de un palo volador
pero no podía conciliar el sueño pensando sobre esos
hombres y preguntándose ¿quienes eran, que hacían,
porqué le iban a pagar tanto y a donde irían todos los
que descansaban a su alrededor?
Estaba incomodo por la posición mantenida, por
eso al estirar las piernas sus botas quebraban las
hojas secas produciendo ese ruido peculiar que se
hace cuando se camina en la montaña en tiempo de
verano. Las palmadas que se daba eran para matar
los zancudos que zumbaban o se le paraban en la
cara.
Uno de los hombres que estaba muy cerca de Rigo
le habló quedito:
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---Estás pensando babosadas y por eso no dormís


¿verdad?
---Es porque me duele la cintura.- lo dijo por decir
algo.
---Dale gracias a Dios que al jefe le dijiste que nos
acompañabas porque si le hubieras dicho que no, ya
estaríamos abriendo un hoyo para meterte vivito
adentro. Ya lo hemos hecho varias veces. Ya lo
sabés pues, con el jefe no se juega.
Rigo preguntó inmediatamente:
--- ¿Y porque?
---Porque el que nos encuentra ya no puede regresar.
Si se le va la lengua y nos delata a las autoridades
nos puede ir mal. Para que eso no pase, es que así lo
hacemos. Pero descuidá que ya te enseñará el jefe lo
que vas hacer y como lo tenés que hacer. Bueno
ahora dormite un poco porque dentro de un rato
tenemos que tener los ojos bien destapados.
Pronto se escucharon ronquidos dispersos, Rigo
se dio cuenta que estaba en medio de todos ello. Un
tropel de pensamientos a cual más lúgrubes
empezaron a correr por su mente que no le dejaron
dormir para nada y como punto final antes del
amanecer, escucho dos veces el ulular de un
tecolote en lo profundo de la montaña.
--- ¡Púchica! Se dijo así mismo- Cuando el tecolote
canta…
--- Y se santiguó rápidamente.

Antonio Villanueva manejaba sobre la cinta


asfáltica con su pic up blanco, comprado un día
antes, vio su reloj de pulsera y las agujas le
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indicaron las 4,30 la mañana,--no importa se dijo,


una hora antes de lo previsto no le quita el sueño a
nadie.- Tenía la encomienda de su padre de pagar el
mes a los trabajadores del anexo el Pedregal y
recorrer los potreros para observar al ganado.
Al dar el giro a la derecha, tenía una recta
interminable, le faltaban si acaso unos dos
kilómetros para llegar al desvío que le llevaría a su
destino cuando observó unas luces muy blancas
sobre la carretera asfaltada; las luces venían en su
contra. Frenó un poco la marcha; también puso las
luces altas haciéndolo tres veces en forma
intermitente para prevenir al otro conductor que se
acercaba en forma veloz. Aplicó los frenos y dejo las
luces encendidas.
Se aferró enseguida al timón y se apoyó en el
respaldo del vehículo a la espera de un desenlace
fatal, pero cual no fue su sorpresa al oír el ruido de
un motor que lo aceleraban y que pasó rozando la
cabina.
--- No.-- se dijo. Era el ruido de un motor potente, el
de una avioneta que había enfilado directo sobre el
pic up. Vio por el espejo trasero el momento que la
nave daba vuelta para ir de nuevo a ponerse frente a
él .Hizo los mismos movimientos con las luces y
cuando la avioneta se acercaba un poco más
despacio, vio caer un bulto y después otro casi al
mismo tiempo, los que rodaron hacia la cuneta. La
avioneta pasó de nuevo sobre la cabina acelerando
el motor. Volvió a girar y repetir la maniobra
moviendo las alas frente a Antonio, enseguida
desapareció en la distancia. Nervioso como estaba,
pasó la mano derecha por sus ojos para ver mejor y
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a un lado del asfalto junto a la cuneta estaban los dos


bultos separados uno del otro. Repuesto del susto,
fue saliendo del pic up con la curiosidad de saber el
contenido de ellos. Grande fue la sorpresa al abrir
con su navaja uno de los costales y notar que eran
billetes de dinero norteamericano. Los costales los
colocó dentro de la palangana del vehículo. Dio
marcha atrás, enfiló de nuevo por donde vino
haciéndolo a toda velocidad para relatar a su padre
que estaba en la finca Las Lomas lo que había caído
del cielo. Por el mismo camino vio pasar en sentido
contrario otro pic up del mismo color que el suyo, el
cual pasó a toda velocidad. Antonio reaccionó por
un segundo pensando que todo esto era muy
extraño.
Los relojes del campo al amanecer son los gallos;
y uno de ellos se puso a repetir su canto en la
distancia anunciando al nuevo día, motivo por el
cual despertó el jefe del grupo que dormía en la
montaña y al ver su reloj, lanzó pestes a todos los
que lo rodeaban. Maldijo la hora y ordenó salir a
toda prisa a sus compañeros. Se fueron hacia el sur
casi corriendo entre lo apretujado de la selva.
--- ¿En dónde está Rigoberto Pascual?- preguntó
jadeando.
---Aquí voy- --fue la respuesta del nombrado.
---Ponéte a mi lado o machucáme la huella porque
estamos atrasados. Hace una hora que debimos estar
en el punto.
--- ¿Y donde es ese punto?---Preguntó Rigo un poco
sofocado con el rifle en la mano.
---Aquí abajo entre la conacastada y los potreros de
la hacienda la Florida.
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Llegaron al punto indicado, y a los costados del


camino se pusieron los hombres a esperar.
---Ponéte en la cuneta, estáte quieto y a mi lado---
fue la orden que le dio. El jefe del grupo respiró
profundamente varias veces y con un pañuelo
recogió el sudor que le brotaba por la frente.
Enseguida ordenó:
---Nadie hable, nadie fume y nadie se mueva.
Atentos a la orden cuando se los diga. Y vos
Rigoberto, guardáme esta dirección por si algo
pasa.---Y le entregó un papel.
--- A mí, ¿por qué?
--- Tenés una palabra y la cumplís. Eso dijiste
anche.
---Vos Laureano, yo escucho el ruido de un carro
que viene sobre la carretera--- dijo casi quedito uno
de los hombres. Rigo conoció por este medio el
nombre del jefe, Laureano.
De pronto se vieron las luces de un carro que se
aproximaba. Cerca del árbol de conacaste detuvo la
marcha y apagó las luces.
El piloto comentó quedo a su ayudante dentro de
la cabina:
---Creo que llegamos un poco tarde, pero esperemos
un rato. No veo a los hombres de Laureano.
---Yo tampoco --- Respondió el ayudante.
Nadie se movió, ni el piloto del vehículo y
tampoco los miembros del grupo que estaban en la
cuneta.
Laureano, el jefe, estaba intranquilo tratando de
ver la hora en su reloj, porque la aurora en el oriente
teñía de púrpura las nubes y las crestas de las
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montañas que anunciaban la presencia del nuevo


día.
El piloto del pic up apoyó su codo sin querer en
el centro del timón e hizo sonar la bocina. Puso las
luces altas y arrancó el motor poniendo el vehículo
en marcha, muy despacio.
---Laureano, hoo... ¿Estás ahí? -Gritó desde la
cabina al bajar el vidrio de la portezuela y salir del
vehículo.
---Aquí estoy--- Fue la respuesta. Se levantó de la
cuneta donde estaba agazapado encaminándose
hacia el conductor del pic up.
Rigo no desprendió su vista mientras observaba
los ademanes de los dos hombres. Alcanzó a oír que
pronto vendrían a recogerlos. El tiempo había
pasado; quizás la avioneta tuvo algún contratiempo.
El piloto volvió a la cabina, dio vuelta y se fue por
donde había venido. Mientras tanto el jefe del grupo
dio orden de seguir un poco más abajo. Los
compañeros de Laureano eran cinco y estaban
armados con rifles AK 47. Se pusieron en marcha y
vieron a dos campesinos que caminaban por la orilla
del asfalto con sus mecapales en la frente y en las
espaldas cargando cada uno de ellos un bulto.
Estaban por darles alcance cuando los campesinos al
notar que los seguían con armas en la mano, trataron
de huir ante la orden de Laureano que les marcó el
alto; enseguida mandó a sus hombres a preparar las
armas, gritándoles que soltaran los bultos que
cargaban, pero ellos continuaron corriendo.
Se escucharon las detonaciones de varias armas y
cayeron de bruces en la cuneta los campesinos.
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Laureano y los hombres que le acompañaban se


acercaron corriendo. Los bultos estaban perforados
como también los cuerpos de los indígenas. El jefe
apuró a todos para llevarse los costales, los que iban
dejando granos de maíz.
Rigoberto Pascual estaba intrigado por lo
sucedido. Atravesaron un potrero donde el ganado
con pasmosa indiferencia los vio alejarse mientras
rumiaban entre el pastizal; sobre sus lomos varios
pijuyes comían las garrapatas prendidas en sus
cuerpos.
A la orilla de un río el grupo descansó; los
costales permanecían entre un montón de piedras
pero el jefe sacó una navaja del bolsillo y rompió
una parte del saco. Una maldición salió de sus
labios; no podía creer lo que estaba viendo. Metió
sus manos y tiró hacia arriba puñados de maíz.
Creyó que los campesinos habían encontrado los
bultos que lanzó la avioneta.
Rigoberto se acerco a preguntarle:
--- ¿Que espera encontrar pues?
---Dinero, billetes, dinero. Mucho dinero. Ahora si
estamos jodidos mucha. Y lo peor de todo es que
los señores de allá arriba no nos van a creer este
cuento. Guardá bien el papel que te dí.
El jefe del grupo dijo que se le encascabilló el
rifle.
Rigo se puso a manipular el arma, preguntó si
tenían desarmador o una navaja; con esto último
pronto lo arregló.
---Vos sabes de estas cosas ¿verdad?
---Un poco.--- Respondió con indiferencia.
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--- ¿Porqué sabés componer esta arma que en nada


se parece al riflito que vos tenés?
Rigo no quiso confesar que estuvo en el ejercito,
porque sospechó que no lo verían con buenos ojos;
salió del apuro agregando que un tío suyo le enseñó
a desarmar y armar fusiles.
---Bueno---manifestó Laureano al grupo---es hora de
que salgamos de aquí. Y vos Rigoberto, cuando
lleguemos te voy a dar unos rifles para que los
arreglés.
Se pusieron en marcha volviendo al camino. Por
donde iban pasando se veían granos de maíz que se
escaparon de los costales perforados por la balas.
Esa fila de granos de maíz la estaban recogiendo los
zanates, las palomas cachajinas y pájaros, con gran
alborozo. A los dos hombres tirados en la cuneta
del camino, el maíz les había costado la vida cuando
el maíz era el alma y la vida de ellos.
Entonces Rigo, al ver a los campesinos y haber
oído las dos veces el canto del ave agorera, recordó
que cuando el tecolote canta… el indio muere.
Esperaron un rato hasta que llego otro pic up a
recogerlos, Laureano estaba muy preocupado por la
operación fallida. A la vuelta de una curva del
camino vio el vehículo blanco volcado con las
ruedas aún girando; lo primero que se le ocurrió fue
bajar para socorrer a sus dos compañeros, ordenando
a todos para que lo ayudaran por si estaban heridos y
saber lo que había ocurrido. En el interior de la
cabina permanecían los dos cadáveres, trató de abrir
la portezuela. Ordenó a sus compañeros que se
aproximaran para sacarlos. Rigoberto advirtió
inmediatamente varias perforaciones de bala al
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costado del pic up y portezuela; se dijo mentalmente


que fue una emboscada. Saltó y como una serpiente
se deslizo de la palangana del pic up, lanzándose
hacia la cuneta. Escucho una voz detrás del cerco
ordenando permanecer en sus puestos. Laureano
comprendió que eran policías. La respuesta fue
disparar el arma; sus compañeros siguieron el
ejemplo. Se entabló un tiroteo. Las armas cantaban
el epitafio de la muerte entre los dos bandos.
Rigoberto Pascual en la cuneta, se arrastraba
con el apoyo de los codos huyendo de la escena
mientras los disparos que antes fueron nutridos
ahora se oían con menor intensidad y espaciados.
Llegó la calma. Pasado el cerco cubrió con hojas
secas al pie de un palo blanco su riflito y decidido
volvió al camino para ver la escena donde no quiso
participar. Un grupo de policías se dedicaban a
juntar las armas de los caídos. Rigoberto se acerco
aún más, hasta que el jefe del grupo lo detuvo.
--- ¿Y vos que haces aquí?
---Voy para el pueblo.
--- ¿De donde venís pues?
---Del Pedregal. ¿Y que paso aquí pues?
El jefe de los policías explicó que tuvieron una
denuncia donde se iba a recoger droga. El pic up
blanco que estaba volteado no respetó el alto, por
eso le dispararon, dio vuelta. Escucharon otro
carro, era un pic up donde se bajó un hombre
armado con un rifle AK 47. Le hicieron el alto pero
él y los demás que ahora estaban tirados en el
camino hicieron lo mismo.
Rigoberto reconoció a Laureano, estaba boca
arriba con una bala en el pecho como si fuera una
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condecoración púrpura por méritos al trabajo; cinco


de sus compañeros permanecían regados en el
asfalto. Entonces se puso a pensar que valió la pena
ser Kaibil.
--- ¿Y ahora que van a hacer?- Volvió a preguntarle
al sargento de la policía.
---Esperar que venga la autoridad a levantar el acta,
la ambulancia a recoger los cadáveres y vos mejor si
te vas al pueblo.
De reojo vio que el cuerpo de Laureano se movió
un poco y un policía que estaba muy cerca le
hablaba quedito mientras los labios de Laureano el
que fuera por un rato su jefe, pronunciaba palabras.
Rigo sospechó que estaban hablando de él, pues el
policía volvía la cabeza a cada rato mirándolo con
extrañeza.
El sargento de la policía giró sobre los talones y
viendo a su compañero agachado, preguntó que era
lo que sucedía. El aludido respondió que ese
hombre aún respiraba con dificultad. El sargento
desenfundo su arma y sin pensarlo dos veces le dio
el tiro de gracia.
El policía que estaba cerca de Laureano vio a su
jefe con extrañeza por el acto cometido; antes de
hablar, el sargento le dijo que la organización del
narcotráfico tiene tanto dinero que podría comprar
jueces para que lo dejaran libre si vivía, por eso lo
hizo. En cambio ahora era la muerte su verdadera
libertad.
---Nos enseñaron que hay Derechos Humanos----
contestó el policía al sargento y éste respondió:
Luis N. Radford 21

---Que derechos humanos ni que chingados. Vos


parecés que fueras uno de estos cabrones por tratar
de defenderlo o ¿sos parte del grupo de ellos?
---Nó, si lo dije fue para recordarte no más que
aunque nos maten, nosotros no podemos matar.
El sargento ya encabronado expresó:
---Prefiero la cárcel y no debajo de la tierra. Para los
Derechos humanos no valemos ni mierda y juegan
con nuestras vidas, y como somos muy brutos nos
prestamos por un sueldo miserable por culpa del
hambre ¿Ellos que hacen por nosotros? ¿Haz visto
que después de matar a nuestros compañeros, los
Derechos Humanos han mantenido a sus hijos? ¿Les
han dado educación? ¿Les dan sus medicinas? ¿Les
darán de comer a las viudas? No. Son bocones nada
más. En cambio estos cabrones cuando caen en
nuestras manos, los meten a la cárcel y los
mantienen vivitos a costillas de lo que nos
descuentan de nuestro sueldo que también paran en
las manos de los jueces que simulan procesos. Los
Derechos Humanos velan por sus vidas mientras
permanecen en la cárcel comiendo pollo los
narcotraficantes, jamás le pasan una mesada al
Gobierno para que los cuiden, les den alojamiento y
su comidita, verdad que esas gentes son bocones.
Pensá bien, hombre. El único que medio se acuerda
de nosotros es el Instituto de Seguridad Social pero
es una babosadita la que dan después de mucho
tiempo de papeleo, lo demás se lo roban. Y cuando
te dan una cita también se llevan más de seis meses
para atenderte y lo que pasa es que antes de la fecha
que te dan de cita, ya te moriste, y ni una flor te
mandan al cementerio.
Los Enganchadores 22

Rigoberto recogió esas palabras y las comparó


con su militancia cuando fue boina roja diciéndose
a sí mismo ¿Quién por su abuela Petronila si la
guerrilla lo hubiera matado? Un reten a la orilla del
pueblo lo capturó y fue obligado a prestar servicio
militar al que llamaban cupo lo que equivalía a ser
enganchado con un sueldo miserable. Es cierto se
dijo, que le enseñaron a sobrevivir. Por eso estaba
agradecido pero hasta ahí no más. Se dijo también
que entonces era como un sándwich, metido entre
dos fuerzas para explotarlo, donde se beneficiaban
todos los mestizos a sus costillas. Finalizó de pensar
diciéndose Todos los políticos son enganchadores,
mentirosos y ladrones.
Antes de partir indicó al Sargento que también
muy cerca de la conacastada estaban dos indígenas
baleados en el camino. Se despidió y se fue
pensando todo lo que trajo el aullido de los chuchos
y el canto del tecolote el 24 de junio la noche de
San Juan.
Luis N. Radford 23

Antonio Villanueva, un muchacho de poco


más o menos 18 años condujo el vehículo y al
cruzar a la derecha para la finca de su padre, dejó el
asfalto para entrar al camino de tierra; atrás del pic
up quedaba una polvareda a sus espaldas. Pronto
pasó por la ranchería y se detuvo frente a la casa de
la finca Las Lomas.
El padre de Antonio, se apoyó en el barandal
que circulaba los corredores. Vio que su hijo cargaba
un bulto, después otro, los depositó en el corredor
para decirle a su padre lleno de emoción el hallazgo
que tuvo en el camino, contándole el momento de
angustia cuando lo embistió la avioneta que lanzó
los bultos.
Santiago Villanueva pasada la impresión que
tuvo, argumentó que todo ese dinero les iba a traer
consecuencias fatales.
---Pero papá, esto fue como caído del cielo---
Respondió Antonio.
---Hijo, detrás de ese dinero, hay manos poderosas,
muy poderosas, no se tientan el alma para sus
fechorías, no respetan la vida y la muerte la
convierten en ley cuando tocan sus intereses;
sospecho que es producto de las drogas. Pero ¿cómo
vamos a deshacernos de este dinero? Este es el
Los Enganchadores 24

problema. Cuéntame ¿viste algo anormal mientras


ibas o venias a la finca?
---Que yo recuerde no…Espere un momento.---Y se
quedo pensativo, buscando y rebuscando en su
memoria. Guardó silencio y llevando las manos a su
cabeza como para exprimir el cerebro y encontrar
algún pasaje vivido, dijo:
---Ya lo tengo, sí, ahora recuerdo muy bien, vi en el
camino a un pic up del mismo color y modelo del
que tenemos; viajaba muy rápido, en sentido
contrario. O sea que llevaba el rumbo como para el
anexo el Pedregal, por el lugar donde recogí los
costales. Allá en la conacastada.
---Bueno---comenzó por decir Santiago---Imagino
que ellos también te han de haber visto y...van a
buscar por todos los alrededores a este pic up. El
dinero tiene venas de sangre y se riega por todas
partes. Cuando se hace un agujero en el cuerpo, la
sangre brota y sin querer hoy has abierto a los
narcotraficantes ese agujero, Ojalá no salpique hasta
aquí esa sangre.
Después de discutir un rato en el corredor,
apareció Domingo Papaturro un trabajador de la
finca al servicio de la casa; se acercó a ver los
bultos y preguntó donde depositaba los costales.
El patrón sin inmutarse ordenó que los metiera
en la palangana del pic up.
---Pero papá, ¿que quieres hacer?
---Déjalo de mi cuenta; Domingo no sabe lo que
tienen adentro.
Después de colocar los bultos en la palangana del
vehículo le ordenó como era costumbre que bajara al
pueblo a traer la correspondencia. El aludido sin
Luis N. Radford 25

pronunciar palabra, fue al rancho en busca del


machete, los caites y su morral. Estaba feliz por que
tendría la oportunidad de ver a la Micaela parada en
la puerta del rancho sonriéndole cuando pasara
enfrente. La miraba muy feliz pero nunca cruzó una
palabra con ella.
---Vamos, es hora de actuar, recoge un costal y yo el
otro, los llevamos allá arriba en la montaña a la
cueva de los murciélagos. Muy difícil será que
alguien entre a la cueva por temor a que le chupen
la sangre. ---indicó el padre.
---Tienes razón papá. El otro día que pasé con
Domingo por ahí, me preguntó al ver los huesos de
varios animales tirados junto a la entrada de la
cueva, que por qué era eso, y le fui contando que
vivían de la gente o de animales, como los caballos,
que les aparecían en el cuello todas las mañanas
líneas secas de sangre en los lomos. Era por eso que
en las caballerizas se colgaban las alas de los
gavilanes para que el viento al moverlas ahuyentaran
a los murciélagos.
Partieron uno detrás del otro como los
indígenas asesinados que llevaban maíz para los
ranchos de las familias que esperaban hacer sus
tortillas para vivir.
---Abre un costal y saca un poco de billetes y luego
lo cierras.--- Pidió Santiago a su hijo.
Antonio se llenó las bolsas con varios fajos de
mil dólares. Le pasó varios paquetes a su padre. De
la cueva cientos de murciélagos comenzaron a
desprenderse del techo, donde dormían colgados
boca abajo. Casi rozaban la cara de Antonio que con
sombrero en mano los trataba de alejar.
Los Enganchadores 26

---Deja ya eso y sal rápido- Ordenó su padre.


Al medio día, volvieron padre e hijo, y sin chistar
palabras fueron a la caja fuerte a depositar el dinero.
Santiago fue a traer el carro y Antonio lo esperó
dentro del pic up. Ambos se pusieron en marcha. Se
alejaron de la finca. Una barranca profunda a la
orilla del camino sirvió para que el pic up después
de rociarle gasolina rodara despeñándose al abismo
y en el fondo del precipicio escucharon la explosión
causada por la gasolina. Las llamas se encargaron de
consumirlo; al quemarse las llantas, el humo negro
se elevó hacia el cielo dibujando signos de
interrogación.
Santiago y su hijo observaron un rato la quema del
pic up y volvieron en el carro a la finca las Lomas.
Desaparecer esa huella que pudiera delatarlos era
prioridad porque ahora el patrón y su hijo estaban
involucrados sin quererlo, en esa aventura.
El papá se dio una palmada en la frente diciendo:
---Se me olvidó quitarle las placas antes de
despeñarlo, ¡que tonto fui! Una huella delata a
cualquiera que comete un crimen.
---Yo bajaré mañana para saber como quedó y
recogeré las placas--- Agrego Antonio.
---Procura hacerlo con discreción, que nadie te vea
por allá. Oye Antonio, te vas a la capital y compras
una calavera para ponerla a la entrada de la cueva, si
pasa gente por ahí, al verla les dará miedo y por
babosos si se atreven a entrar.
-Buena idea papá, yo me encargo de platicarle a
la gente de lo que le paso al señor por culpa de los
murciélagos que al chuparle toda la sangre lo único
que dejaron fueron huesos.
Luis N. Radford 27

Padre e hijo se acomodaron en las hamacas para


descasar un rato.
En la ranchería todos los habitantes estaban
viendo el cielo gris y pasaban y pasaban y no
dejaban de pasar miles de azacuanes volando hacia
el poniente debajo de ese cielo color pizarra.
Los viejos campesinos, con sus caras llenas de
arrugas levantaban el ala de sus sombreros y
miraban hacia arriba extrañados del retraso de los
azacuanes, porque en la costa se daba por sabido que
previo a las lluvias, venían antes de marzo o
principios de abril
Mateo Ishquiac trabajador de la finca, era un brujo
conocedor de la naturaleza por los años que Dios le
ha permitido vivir como él dice. Estaba embebido
observando esa enorme línea negra de azacuanes que
dibujaban su vuelo por el cielo.
Toda la gente de la finca las Lomas estaba presente,
de los patojos se podían ver a la Licha, Luque,
Doroteo, Mincho, Meme, Paco y muchos más y
gente grande que hacían una rueda en torno a
Mateo Ishquiac el brujo querido y respetado por
todos, para oír su sabia palabra.
Empezó por lanzar una bocanada de humo del
puro que fumaba. Enseguida con sus ojos fue
recorriendo lentamente la rueda que le hicieron
hombres, mujeres y patojos que estaban reunidos.
Comenzó por decir en forma pausada:
---No me lo van a creer y yo tampoco lo creía
enantes pero como lo ven, ahora mismo todos
nosotros lo estamos mirando. Esos azacuanes
cuando el cielo esta sucio como ahora, traen sus
penas para los habitantes que están debajo de sus
Los Enganchadores 28

alas. El culebro del cielo truena por aquí y por allá y


se esconde entre las nubes, es por el azacuán que lo
trae y se lo lleva. Cuidado pues con el chac.
Hizo una pausa larga para ver de nuevo a todos
los que le rodeaban. Otra bocanada de humo salió
por su boca y continuó:
---Los pájaros negros traen en sus alas malas cosas,
lo primero son los cumatz que regañan por todos
lados allá arriba, después el gran aguacero y más
después lo que Dios mande, ya verán- -y repitió -- -
Ya verán, porque mi lengua dice lo que los años y
mis antepasados me enseñaron.- Volvió a levantar la
vista al cielo y después guardó silencio.
Los azacuanes seguían pasando con rumbo al
poniente. Esas grandes aves formaban una fila india
que se fue perdiendo por el horizonte, y los
habitantes volvieron a sus ranchos esperando y
preguntándose cuando empezarían a cumplirse las
palabras de Mateo Ishquiac. El brujo era un indígena
que cada fin de semana desaparecía del rancho o
bien entre semana cuando le pedían un encargo.
Con el morral al hombro era visto internarse por los
cafetales cubiertos por los árboles de cushín,
paterna o caspirol que servían de sombra a las
plantas de café; iba en busca de la piedra de los
rituales, donde sus antepasados dijeron sus oraciones
al pie de las gravileas, árboles altos cortadores de
vientos para que no arrancaran las flores de los
cafetos y sirvieran de sombra también. Ese era justo
el lugar donde decían las oraciones a sus dioses.
Candelas de distintos colores que al derretirse
dejaban la cera sobre la piedra cual si fueran costras
pegadas. Sus plegarias se elevaban entre el humo
Luis N. Radford 29

del pom para hacer el bien curando a la gente. El


humo del pom le daba el aroma a esa fiesta espiritual
rodeada de palabras en la lengua de su raza tratando
de alcanzar un milagro.
Serían acaso las cuatro de la tarde, todo el
ambiente empezaba a oscurecer. Por los cuatro
puntos cardinales el cielo gruñía regañón,
tempestuoso, con truenos largos que iban y venían,
culebrinas y relámpagos que rasgaban el techo de la
tarde gris.
Domingo venia del pueblo muy contento por que
vio a la Micaela que le volvió a sonreír cuando pasó
frente al rancho. Avanzaba con paso rápido
esperando llegar antes que comenzara a llover. De
pronto una culebrina zigzagueó casi sobre su cabeza
y estalló en la copa de un cocotero alto, al mismo
tiempo el machete que traía en la mano voló por los
aires. Una luz intensa encegueció su vista, segundos
después se escuchó un chasquido, luego un gran
trueno que se esparció sobre la campiña de la finca
las Lomas y se fue mucho más allá como si fuera
dando tumbos y tumbos en la lejanía.
Domingo entró corriendo, se detuvo frente al
barandal debajo del alero del techo de la casa. En el
corredor padre e hijo recostados en sus hamacas
amarradas de viga en viga habían observado todo lo
ocurrido. Domingo se acercó a ellos con ojos
desorbitados y la cara desencajada con una palidez
de muerto diciendo:
---Ay, patrón. Que si macito me hace mierda el
Chac. Ansína que me robó el machete de la mano y
lo tiró lejos; el cuerpo que se me culebreó sin querer,
como si yo fuera un cumatz.
Los Enganchadores 30

---Cálmate Domingo, menos mal que podes contar el


cuento todavía--- El patrón ordenó a su hijo traerle
un vaso lleno de licor.
Domingo con manos temblorosas, se sacudía
como si tuviera metido el paludismo. Apuró de dos
tragos el vaso lleno de licor, después lanzo un
escupitajo al suelo. De su morral con mano
temblorosa y con dificultad sacó la correspondencia,
era el periódico que todos los días iba a recoger al
pueblo.
---ahora andáte al rancho y te dormís un buen rato.
Te espero hasta mañana
Y Domingo se fue. Por un momento se quedó
estático observando al cocotero que partido en dos
por el rayo y con las hojas quemadas y humeantes,
dijo:
---Ansí estaría yo rajado y con el pelo chamuscado.
En uno de los horcones del rancho, mantenía otro
morral colgado, sacó una botella de cusha y se puso
a beber pero el recuerdo de la Micaela sonriendo en
la puerta del rancho, le hizo pensar que si el rayo al
que le dicen Chac en su lengua, lo hubiera
alcanzado, que hubiera sido de la pobrecita de ella
por ese momento que pasó en el camino de regreso a
las Lomas. El aguardiente no le hizo efecto
inmediato. Al poco tiempo se fueron cerrando sus
ojos y la impresión de la luz del rayo desapareció
oscureciendo su mente.
Domingo se quedó tirado en el suelo por lo
borracho que se puso.
Mientras tanto en el Pedregal anexo de la finca
las Lomas los vaqueros venían en sus cabalgaduras
trotando por el caminito a la orilla del cerco rumbo a
Luis N. Radford 31

la ranchería después de haber cumplido la faena del


día. Al llegar a la talanquera, el primero se encargo
de botarla mientras pasaban los caballos y el último
de los vaqueros la levantó, cerrando el camino.
Entraron a la caballeriza donde fueron quitando las
monturas, los costales, las mantillas y los frenos, los
que colgaron junto al techo de lámina, para que los
ratones y chuchos no se comieran los cueros.
La ñía Petronila, la abuela de Pascual caminaba
arrastrando sus pies, hasta que se acercó a Lorenzo
preguntando si había visto a su nieto Rigo. Les contó
que la noche anterior se fue del rancho para
averiguar que era lo que pasaba con todos los
chuchos de la ranchería que aullaron bastante tiempo
y ella se quedo velando su regreso pero después ya
no supo nada.
Lorenzo dijo que lo vio salir y pasar frente a su
rancho por la noche diciéndole que se regresara.
Pero como es muy necio no hizo caso.
---Y mire--- volvió a decirle el Lencho a la ñia
Petronila--- aquí esta el caballo que monta; por los
potreros no vimos nada, pero mire aquí, parece que
fueran dos estribos hechos con la crin del caballo.
Dicen que es el duende el que los hace y se monta
sobre el cuello de los caballos como si fuera
vaquero.
---Y no pues, que el duende es muy juguetón y se
entretiene escondiendo las cosas de uno---Repuso
Miguelón.
---Por favorcito, se los encargo mucho si encuentran
al Rigo. Dios se los pagará.--- Exclamó la ñia Petro.
---No se preocupe, que estaremos buscándolo
mañana---contestó el capataz.
Los Enganchadores 32

---Se fue desde anoche y mire todo el tiempo que ha


pasado.
---Hoy ya no me comprometo porque se negrea muy
luego el cielo.
La viejita Petronila confiada en las palabras que le
dijeron volvió a su rancho.
Todos los vaqueros en el Pedregal estaban
extrañados que el hijo de don Santiago no llegara a
pagarles la mesada, cuando siempre era muy
cumplido con eso de las fechas.
Mientras tanto Rigoberto Pascual hizo como que
iba al pueblo, y después de caminar un trecho, se
introdujo por unos pastizales buscando la montaña,
pasó recogiendo su rifle y después llegó al lugar
donde lo cercaron los hombres por la noche, allí
estaba en la gamba del palo volador el machete, lo
recogió y avanzó hacia el chagüítal, pasó enseguida
por el guamil, los sembradíos de milpa, llegó a los
potreros y cruzo el río camino al rancho de la abuela
Petronila, quien se puso muy contenta al verlo
regresar.
Preguntas y más preguntas para saciar su
curiosidad le hacía a su nieto y éste la veía
guardando silencio, pensando sin creer lo que vivió
en tan poco tiempo donde mataron a diez personas,
entre ellas dos inocentes campesinos. Remató su
pensamiento como punto final que lo embargaba con
dos palabras, malditos enganchadores.
Oscurecía pronto y las nubes eran de agua. Todos
entraron presurosos a cobijarse en los ranchos,
mientras los truenos y retumbos volaban por el
cielo gris sobre el campo de la costa.
Luis N. Radford 33

Gruesos goterones de agua caían sobre los


ranchos y enseguida como si el cielo se partiera en
dos, soltó el aguacero trayendo un sordo y continuo
rumor al caer sobre las hojas de los techos de
manaco.
Las horas de la noche se hicieron interminables.
Hombres y mujeres permanecían sentados a la orilla
de sus camastros escuchando el sordo caer del agua,
otros cabeceaban un sueño entrecortado por la
preocupación del invierno que se les venía encima.
Esa escena parecía un velorio por el desvelo; hasta
que por fin clareó un poco.
El día opaco, gris y medio oscuro adelantó en los
fogones el que los jarros de barro hirvieran el café,
mientras las mujeres preparaban el desayuno.
Lorenzo, el capataz, para salir de su rancho, tuvo
necesidad de cubrirse con una capa de hule amarillo
y el sombrero lo forró con la pieza también de hule.
Fue de rancho en rancho diciendo que deberían
esperar hasta que se calmara el aguacero para ir a los
potreros.
Al presentarse a la puerta de la anciana Petronila
vio recostado en el camastro a Rigo a quien le dijo:
---Y vos, ¿por donde te metiste toda la noche y el día
de ayer, que tuviste preocupada a la ñia Petronila?
---Fui a lucear un venado y cuando me di cuenta era
de día, entonces me corrí al pueblo para ver que
encontraba de comer---Esta fue su respuesta,
escondiendo con ello lo que le había tocado vivir.
Lorenzo se dio por satisfecho con lo dicho e iba a
dar la vuelta cuando escuchó que le gritaban
llamándolo.
Los Enganchadores 34

---Apuráte vos Lencho, corré por que el río esta


crecido.--- Era su mujer la Lipa que le exigía que
llegara pronto.
Su marido acudió a tiempo y ver a los grandes
árboles que eran arrastrados por la turbulencia del
río que también llevaba enormes piedras rodando, y
que al chocar unas con otras tronaban con fuerza en
el cause.
--- ¿Y que podremos hacer? Contra esto no se puede
nada.--- se preguntó y respondió a si mismo
Lorenzo.
---Pero mirá, el agua esta subiendo y ya llega al
rancho.
--- ¿Verdad que te lo dije? Algo malo tenía que
pasar. Voy a avisar a todos, que se cuiden por que
esto va para rato.
Entonces Lorenzo fue corriendo de rancho en
rancho previniendo a todos los habitantes del anexo
el Pedregal. Al llegar al rancho de Nazario encontró
a la Lola con un machete en la mano viendo hacia
los rincones.
---Que le pasa que la miro asustada.
---Una culebra se metió por aquí y no la encuentro,
por favor déme una manita.
--- ¿Y no vio que clase de culebra era? Porque si es
sabanera o mazacuata no hay porque preocuparse.
--- No, no la miré bien, pero que es culebra si lo sé.
Lorenzo se puso a levantar cajones y todo lo fue
revolviendo hasta que dijo:
---Ya ve, no hay nada; Lola quien quita fue su
imaginación. ¿Y su marido por donde anda?
Luis N. Radford 35

---Fue a la farmacia del pueblo a traer una medicina


para el dolor de muelas, porque ya le revienta el
cachete de tan hinchado que lo tiene.
---Tenga cuidado con el aguacero y cualquier cosa
que pase me lo dice.--- Dejó dicho a la mujer de
Nazario. Grandes posas de agua se habían formando
del camino a su rancho; advirtió que el agua le
llegaba a los tobillos, entonces dispuso correr,
chapaleando con las botas de hule. El rancho estaba
anegado porque el río se desbordó. La corriente
estaba muy fuerte. Observó con preocupación al río
que subía con rapidez y no lo pensó más, ordeno a su
mujer que saliera pronto y se alejara del rancho; él
recogió el machete, se lo puso al cinto con su vaina,
cerró la puerta. Dispuso correr para dar alcance a la
Lipa, e iban rápido cuando escuchó un gran ruido.
Al ver hacia atrás, observaron un gran árbol
arrastrado por la correntada de agua que golpeó los
horcones del rancho, los que no soportaron la furia
del temporal y el rancho arrastrado por el árbol se
fue con el agua entre piedras y lodo, desapareciendo
de la vista de ellos. Su perro, el canelo, se fue con el
rancho.
-¿Y que vamos hacer ahora vos Lencho?
- Yo digo que nos vamos a pedir posada donde la
ñia Petronila; su rancho esta un poco separado del
río.
El agua corría ahora y les llegaba hasta la cintura.
Se veían pasar gallinas flotando en la correntada y
aleteando en su agonía, otras se refugiaron en los
palos. Todos los ranchos fueron invadidos por el
agua. Unos hombres se treparon a los árboles donde
estaban ocupados por diferentes clases de serpientes
Los Enganchadores 36

y las mujeres como pudieron se encaramaron a los


techos utilizando sillas y mesas para alcanzar una
mejor altura. Los patojos treparon a los árboles y a
horcajadas en las ramas, miraban asombrados el
correr del agua achocolatada. A la anciana Petronila
le costo subir, y fue por las culas que le dieran
Lorenzo y su nieto. Ya acomodada sobre el techo,
Rigoberto la envolvió con un pedazo de nylon para
resguardarla del pertinaz aguacero. Ahí estaban los
cuatro viendo que el agua arrastraba a los animalitos
de la ranchería, iban a una muerte segura. Una
culebra arrastrada por la corriente venía
zigzagueando sobre el agua tratando de acercarse al
rancho, hasta que logró enroscarse en el horcón,
enseguida asomó su cabeza entre las barbas del
manaco y comenzó a deslizarse en dirección de la
anciana Petronila. Ella pegó un grito y se abrazó al
nieto.
Lorenzo con toda la calma desenvainó el
machete que tenia en la cintura, esperó que se
acercara otro poco y de un planazo la quebró; cayó
al agua.
---Miren pues, esta culebra cascabel ya era vieja por
la cantidad de chinchines que tenía en la cola--
Comentó Lorenzo.
La Lipa preguntó a Lencho que porqué no le dio
con el filo del machete. Si lo hubiera hecho así, al
partir a la culebra, la cabeza brincaría para
cualquiera de los cuatro y la mordida es muy
venenosa.
Pasó el tiempo. Las ratas y ratones que viven en
el techo de los ranchos y ahí hacen sus nidos, salían
y volvían a meterse al ver gente por sus dominios.
Luis N. Radford 37

Se escuchó a lo lejos un trueno por el sur,


enseguida otro más cercano del lado norte después
un tercero por el oriente y por último un cuarto
trueno por el poniente.
---Bueno, ahora a esperar un rato para que escampe
y baje el agua.--- Indico Lorenzo.
--¿Porque estás tan seguro? Pregunto Rigoberto
Pascual.
---Porque cuando truena en las cuatro esquinas del
cielo es anuncio que se viene la calma y se va poco
a poco el aguacero. Lo mismo hace cuando empieza.
---Pues que Dios te oiga mi’jo porque hay que
trabajar duro.---Indico la ñia Petronila.
Bajó el nivel del agua. Los truenos como había
dicho Lorenzo suspendieron el aguacero pero no la
lluvia.
Después de escampar la lluvia, fueron bajando
poco a poco del techo. La viejita fue directamente al
poyo, recogió un poco de ceniza y frente al rancho
hizo una cruz diciendo: --- San Isidro Labrador,
quita el agua y pon el sol.--- Lo repitió tres veces.
Todos los hombres del Pedregal hacían un
recuento de los daños causados por el temporal
cuando apareció Nazario con un racimo de guineo
majunche morado con varias hojas de banano
sostenidas con la mano para cubrirse de la lluvia.
Venia del pueblo de comprar medicinas cuando al
verlo llegar, todos se fueron acercando para tener
noticias de allá arriba.
Nazario se sintió muy importante entre la rueda
que le hicieran los hombres, mujeres y patojos
----Contá luego pues.- Le dijo su mujer la Lola.
Los Enganchadores 38

---- ¿No ven que me cuesta hablar por esta


hinchazón condenada en mi cachete?
---Decílo aunque sea poco a poco.--- Se metió a
decir la Lipa.
---Pues fíjense que estaba resguardándome del agua
en la farmacia, cuando llegaron a decir unos
patojos que pescaban con sus varas, que el río estaba
muy crecido y a punto de venirse sobre el pueblo.
Ay nomacito que lo oye el Pedro Julián Estoraque,
aquel bolito que se mantiene en las cantinas. Pero
ahora estaba en su santo juicio, por que no tuvo
quien le diera para ajustar su trago del día; dice él
que para una taza de café, pero todos sabían que era
para comprar un octavo de indita y seguir la
chupadera. Pues les sigo contando que el Pedro
Julián Estoraque al saber que el río se les venía
encima y que podría acabar con todo el pueblo
porque estaba arrastrando grandes piedras y palos,
les dijo a todos que él podría echar al río a su
antiguo lugar, y pidió que le dieran un octavo de
aguardiente, que le guardaran otro para su después y
si le daban un puro de ajuste no le caería nada mal.
Por aquello de si, o si no, y por aquello de las
dudas el dueño de la farmacia le puso en sus manos
el octavo de guaro y en lugar de echárselo entre
pecho y espalda Pedro Julián Estoraque dijo que se
llevaba a la virgen y se fue corriendo para la iglesia
del pueblo a sacarla. Pues también su chucho, al que
le dice Siquín se fue corriendo detrás del Pedro.
Parecía romería la cantidad de gente que lo siguió no
importándoles el aguacero que mojaba hasta los
huesos.
Luis N. Radford 39

Todos vimos al Pedro Julián Estoraque salir de la


iglesia con la Virgen de Concepción cargada por la
cintura y al chucho que siempre lo seguía. El cura
del pueblo salió al atrio gritando con todos sus
pulmones, que un hombre estaba secuestrando a la
virgen, repetía, secuestro, y hacia ademanes y
ademanes señalando que se estaban robando a la
patrona del pueblo.
La gente que seguía al Pedro Julián Estoraque no
le hizo caso al cura. Al ruido de la muchedumbre
que pasaba corriendo por la calle, las puertas de las
casas se abrían y del interior salieron otras gentes
corriendo también y se fueron con los demás para el
río. El cura con su sotana mojada se la subía hasta
las rodillas para pode correr más. Me dio risa ver sus
camotes requete blancos.
Yo les cuento que también me fui detrás de todos
y por una calle que va a dar al río, vi cuando el indio
Pedro Julián Estoraque se fue metiendo poco a poco,
tanteando con sus pies el fondo del agua para no
resbalarse o tropezar con alguna piedra y caerse con
todo y la Virgen en el agua que ya le llegaba hasta
arriba del culo. El siquín lo siguió y parece que
estaba mordiéndole el pantalón porque no se soltaba
dentro del agua. El cura del pueblo estaba viendo lo
que hacia el bolito con la Virgen y se llevaba las
manos a la cabeza diciendo que se iba a ahogar con
todo y Virgen. Pero fíjense bien muchá, que lo raro
era que la correntada no arrastraba y movía de su
lugar al Pedro ni a su chucho que estaba atrás. Ese
Pedro mero arrecho, entonces con la otra mano se
sacó de la bolsa del pantalón el octavo de
aguardiente, se lo puso en la boca y sin respirar, se
Los Enganchadores 40

lo empinó de un solo trago, tiró el envase y se pone a


bailar con la santa a la mitad del río. Creo que era un
son por los brincos que daba.
Challo hizo una pausa y apoyó su mano sobre el
cachete hinchado por culpa de la muela y se quedó
viendo a todos los que estaban a su alrededor.
---Seguí pues vos Challo. Apurate. Tantas dudas que
nos dejás. ¿Que pasó entonces?- eran las preguntas
que le hacían con insistencia los que lo rodeaban.
---Gritó fuerte--- les explicaba Nazario para que los
que estaban en la orilla pudieran oír lo que decía,
pero como el agua que venia de arriba era mucha, y
mucho el ruido del aguajal con piedras que tronaban
no nos dejó escucharlo y cual no seria el susto de
todos que el agua se fue tirando poco a poco para
su viejo lugar. Aparecieron piedras sobre piedras en
forma de cerco que atalayaba la corriente. El Pedro
Julián Estoraque con la Virgen al hombro siguió
bailando un rato más. Todos nos dimos cuenta que
estaba plantado a la mitad de un playón de arena.
Miró para la orilla y los que ahí estábamos, lo
aplaudimos con muchas ganas y los patojos
corrieron a su encuentro. Su chucho Siquin se soltó
del pantalón y le ladraba dando vueltas a su
alrededor. El cura del pueblo también se puso a
aplaudir diciendo que era milagro, un gran milagro.
Mandó a su acólito a que fuera a tocar las campanas
para llamar a una misa en acción de gracias porque
la Virgen de Concepción hizo el milagro de salvar
al pueblo.
Entonces buscó al dueño de la farmacia y parece
que iba a preguntar por él, cuando empujando a
todos se abrió paso el señor de la farmacia, le puso
Luis N. Radford 41

en las manos el otro octavo prometido, líquido que


pasó el Pedro de un solo trago por su guerguero,
lanzó al agua un salivazo y con la manga de la
camisa se limpio la boca. Entregó la Virgen al cura,
diciendo: -----La Virgencita me hizo el milagro de
darme dos tragos, pues la gente lo mira a uno y sigue
caminando sin hacer caso a los ruegos, aunque uno
tenga el galillo seco y se este muriendo de goma.
Gracias señor cura por prestarme a la patrona. Está
un poco mojadita pero la puede secar. ¿Y el puro
para fumar quien lo tiene?
Cuando ya me daba vuelta para el Pedregal aquí
con ustedes, las campanas de la iglesia estaban muy
contentas llamando a misa.
Por el camino me di cuenta que el puente del
juilín ya no estaba. Me puse a vadear por la orilla
hasta encontrar un paso seguro.
Los habitantes del Pedregal dispusieron darle
una ayuda a Lencho en la construcción del rancho.
Desmocharon las palmeras de manaco. La vieja
carreta que permaneció debajo de un árbol de madre
cacao durante mucho tiempo, fue pegada a dos
bueyes uncidos al yugo para traer los palos de
mangle del estero cerca del mar junto al potrero de
la danta. Para eso se prestó Miguelon que sabía
manejar a la yunta con su vara larga y su vozarrón
salpicado de malas palabras; el idioma de los
carreteros que hacen entender de esa manera a los
bueyes. Los vaqueros con sus caballos se encargaron
de cargar las hojas de manaco sobre el lomo de las
bestias. Hacer la ramazón del techo y otros más,
buscaron los árboles de palo rosa, troncos rectos
para labrar los horcones. La construcción la hacían
Los Enganchadores 42

por las mañanas, porque en las tardes se mantenía


lloviendo todos los días. Al final, concluido el
rancho, la Lipa mujer de Lorenzo cogió tres gallinas
a las que mató dándoles vueltas del pescuezo como
si fueran matracas, para hacer el caldo y repartirlo
entre todos. Las gallinas las fue a comprar al
pueblo. Estaban escasas y muy caras por culpa del
temporal.
Santiago Villanueva el dueño, llegó a caballo
personalmente, aunque un poco tarde a enterarse de
la situación del anexo, porque los aguaceros se
llevaron el puente juilín lo que le dificultó pasar. Les
pago la mesada y se puso con Lorenzo a recorrer los
potreros para conocer la situación del ganado.
--- ¿Como ves todo esto? – Preguntó Santiago a su
caporal.
--- Esto no lo veo muy bueno, vamos a recoger todo
el ganado para ver como está. Se perdió la mayor
parte de la milpa, patrón. Ojalá que el maíz no se
ponga caro.
---Me llegaron con un cuento que los chuchos de la
ranchería ladraron aquí la noche de San Juan.
---No ladraron patrón, esa noche de San Juan los
chuchos parecían coyotes. Eso es de mal agüero,
mire el milperío como quedó, mire nomás como se
fue mi rancho, Perdí también al chucho canelo y
según varias gentes que viven arriba del camino se
liaron a balazos varios hombres con la policía, eso
dejo diez muertos, entre ellos dos indígenas con sus
quintales de maíz. Pobrecitos ellos.
Santiago estaba enterado por la prensa de lo
sucedido en la conacastada. Así que dejó de menear
Luis N. Radford 43

el asunto por tener mejor información que Lorenzo y


sin querer, también quedó involucrado.
Salieron de los potreros para la ranchería,
recomendando a su caporal que lo tuviera al tanto
con lo del ganado ya que su hijo vendría a recoger
noticias. Montó en su caballo y partió para la finca
las Lomas.
Macario Espumuy empleado en la casa de la
finca el Porvenir, propiedad de don Guillermo
Calabas de Nada llego a las Lomas para indicarle a
Don Santiago Villanueva que su patrón quería
hablarle y que lo esperaba al día siguiente y por
favor que no fuera a faltar.
En su hamaca, Santiago pensaba en su amigo,
debía ser algo muy especial para que le pidiera llegar
a verlo entre semana. Recordaba aquel domingo, de
esto hace mucho tiempo cuando también lo invitó
para que fueran de cacería, tenía aún presente
cuando al llegar aquella vez lo encontró en el
corredor con las manos aferrándose al barandal con
una sonrisa de bienvenida. Frescas están sus
palabras:
---Que bueno que no se te olvidó la invitación---
dijo Guillermo.---Y prosiguió:--Ya tengo todo
preparado, envié al chuchero con dos perros para
que levanten al venado en la cumbre de la Soledad, y
nosotros separados, esperaremos un poco arriba del
recodo del camino. Macario Espumuy y el chuchero
Lalo Cojón nos acompañan por si cae el venado para
que lo lleven a la finca.
---Está bien organizada la cacería---Repuso
Santiago---Yo traje el rifle 30-30 y tú dime ¿cual
llevarás?
Los Enganchadores 44

---Este---Y giró sobre sus talones para recogerlo


dentro de la hamaca.
---Es bueno, me gusta mucho el 22 hornett, tiene
bonito alcance y es veloz.
Guillermo bajó las tres gradas del corredor al
patio y esperó que Macario trajera la bestia para
montarla.
Apoyada sobre el pretil del corredor, Consuelo
la mujer de Guillermo miraba a los dos cazadores.
---Bueno Macario, te vas adelante y nos esperás
cerca de la curva. Este caballo tordillo no me gusta
montarlo.
--- ¿Porque no te gusta?- Preguntó Santiago.
-Es pajarero el condenado y por nada y nada se
asusta aunque le pongas tapojo, hasta de una hoja
que bote un palo se pone a reparar y correr; pero ya
le quitaré las mañas el rato menos pensado.
---O este tordillo te quitara las mañas de volver a
montarlo.
Santiago se rió de su propia ocurrencia. Ambos
jinetes arrendaron los caballos y se pusieron en
marcha tomando enseguida el camino de herradura
al paso de las bestias.
Santiago Villanueva al llegar al punto indicado,
se apeó de la bestia, hizo lo mismo Guillermo. Se
colocaron separados unos cuatro cientos metros uno
del otro. Macario Espumuy recogió los caballos de
las bridas y se fue un poco más lejos. Hizo sonar el
cacho varias veces indicando al hushador Lalo
Cojón para que soltara los perros.
Al rato estaban ladrando detrás de las huellas del
venado que habían levantado en la cumbre de la
Soledad. Santiago, por el ladrar se dio cuenta que la
Luis N. Radford 45

carrera venia en dirección suya. Entre la palazón


escuchó el ruido de la hojarasca delatando al
venado. Pudo distinguir un gran ejemplar que
avanzaba hacia el camino de herradura muchos
metros de donde se encontraba parado. Al asomar la
cabeza, Santiago haló el gatillo del rifle. Un tiro fue
suficiente, justamente en el codillo. Lugar ideal del
cazador. Ahí quedo inmóvil. Santiago corrió para
verlo detenidamente. Enseguida apareció Guillermo
con una sonrisa de felicidad diciéndole:
---Buen tiro, me gustó. La cornamenta que tiene es
grande y hermosa, es tuya para que la pongas en el
corredor de la finca como trofeo.
--Gracias, es muy hermosa-- repuso Santiago.
---Siempre te he admirado por el pulso que tienes.
--- ¿Y ahora que hacemos?
---Se acabó la cacería, con uno es suficiente. El
próximo domingo sacaremos de la montaña otro
venado.
Los perros corrían de un lado para otro en torno
al animal, mordisqueando las orejas, la nariz, la cola
y las patas.
Apareció el chuchero comentando lo rápido que
estuvo la cacería y pregunto quien lo había matado.
Guillermo respondió que esa pregunta venia
sobrando, porque el tiro lo decía todo.
El chuchero se sonrió y dijo:
---Buen tiro don Santiago-. Fue felicitado de nuevo
por lo certero del disparo.
Macario Espumuy se acercó con las dos bestias
entregándolas a sus dueños.
---Ustedes dos se llevan al venado y nosotros nos
adelantamos.
Los Enganchadores 46

Al montar Guillermo el caballo tordillo, se puso a


dar de raparos al ver al venado. Lo trataba de retener
con la rienda.
--- ¿Lo ves Santiago? Lo vendo o lo mato.
Le costó calmarlo. Lo puso a andar y se fue al
paso; Santiago lo alcanzó y le dijo:
---Tienes razón, tu caballo es pajarero, así que ten
mucho cuidado.
--- Una vez por poco me saca de la montura. Pero
no le daré gusto. Te juro que antes lo mato. Volvió
a repetir Guillermo.
---Puede que sea al contrario-- Santiago se
arrepintió de lo dicho.
Siguieron platicando por el camino, uno a la par
del otro cuando de pronto saltó frente a ellos un
perico ligero que pasó tirándose al barranco. El
caballo de Guillermo se encabritó, levanto las patas,
resoplo al sentir el castigo del freno y asustado dio
por correr. Su dueño aferrado a la montura trataba de
contenerlo y era tanta la fuerza que le aplicaba con el
freno, que la bestia encogía el cuello y más daba en
correr. El rifle se cayó de las manos.
Santiago al ver lo que pasaba, arrendó su caballo,
se puso en persecución de su amigo buscando la
manera como poder detener esa bestia desbocada.
Escucho a Guillermo que le gritaba que al llegar al
recodo del camino, justo en el gancho, le disparara
lo más rápido al animal por que lo tendría de lado.
No importaba si lo mataba, pues un caballo así no
valía la pena.
Las bestias corrían ahora una detrás de la otra. El
tordillo pajarero con el cuello arqueado llevaba la
cabeza agachada y las patas delanteras casi tocaban
Luis N. Radford 47

sus belfos. Guillermo trataba de detenerlo con todas


las fuerzas que le daban los brazos, haló en su
desesperación aún más la brida hasta que ésta se
rompió. Las cintas del freno que eran de cuero
quedaron flotando en sus manos. Repitió lo que
antes le había dicho a Santiago. Era urgente
sacrificar al animal. Pero su amigo pensó dejarlo
correr hasta que la bestia reventara y se lo dijo a
Guillermo, pero éste pidió que lo ejecutara.
Santiago detuvo un poco la carrera y se puso al
sobrepaso, el gancho del camino estaba ahora más
cerca. Era como virar en U. Su amigo Guillermo
entro en la curva gritando que era el momento de
disparar.
Santiago detuvo su bestia, levantó el arma
apoyando la culata en el hombro derecho y pensó
rápidamente donde era mejor disparar al caballo, si
en la cabeza, en el cuello o en el codillo, en éste no,
se dijo así mismo porque un fallón de segundo que
tuviera al halar el gatillo podría quebrarle la rodilla
derecha a Guillermo y dejarlo cojo por el resto de su
vida. Entonces ya no lo pensó más, puso el dedo en
el gatillo, contuvo el aliento, el cañón del 30-30
siguió con la mira al animal y disparó justo en el
momento que la bestia le pasaba por enfrente del
otro lado del camino. El caballo tordillo se detuvo de
golpe, dio un último brinco y enterró la cabeza en la
tierra. Guillermo salio disparado de la montura
dando una voltereta y también fue a dar a la tierra.
Santiago arrendó al caballo y vio con rapidez que el
tiro estaba justo en la cabeza donde le había
apuntado. Al llegar con su amigo, que estaba unos
metros adelante lo encontró inmóvil entre un montón
Los Enganchadores 48

de piedras. No se movía para nada, se acercó otro


poco diciéndole que se levantara, pero no hubo
respuesta. Estaba boca arriba y respiraba con
dificultad. Inmediatamente se dio cuenta que al caer
estaba golpeado y era de gravedad.
El chuchero Lalo Cojón y Macario Espumuy
oyeron el disparo y venían haciendo comentarios
sobre la cacería. Recogieron el rifle. Al ver que el
caballo tordillo estaba tirado e inmóvil y su amigo
arrodillado junto al patrón, corrieron para enterarse
de lo que había pasado.
Santiago les ordenó que con sus machetes
cortaran dos palos de laurel largos un poco delgados
para hacer una parihuela a manera de camilla. Les
dijo que se quitaran las camisas lo cual también hizo
él.
- ¿Que le paso al patrón?- fue la pregunta de
Macario.
- No puede mover las piernas. Vos Macario
agarrálo con cuidado de los hombros, yo lo hago por
los pies y vos Lalo de la cintura, lo levantamos y
llevamos en la parihuela a la finca el Porvenir
tratando de no moverlo mucho.
---Y vos-- le dijo al chuchero--- montá mi caballo,
lleváte el venado y los chuchos. Decíle a la señora
Consuelo que prepare el carro, que traiga una
sábana y que se venga al cruce del camino de
herradura para que nos haga el encuentro porque nos
vamos al pueblo allá con el doctor. Después hay que
enterrar al tordillo, te traes más gente.
Así como le fue dicho lo hizo el chuchero Lalo
Cojón.
Luis N. Radford 49

Mientras tanto, Guillermo transportado en la


parihuela, paso a paso, por el camino de herradura
daba la impresión de un cadáver por la palidez de
su rostro.
Se escucho un ay, y luego otro y después un
murmurar de palabras incoherentes, quejándose
constantemente con cada paso que daban sus
transportadores.
---Ya despertó y eso es bueno--- Habló Santiago.
--- ¿Donde estoy? ¿Que paso?
Su amigo pidió que no hablara, que se estuviera
quieto, pues ya faltaba poco para llegar al cruce del
camino de la finca el Porvenir.
Parece que fue recobrando el conocimiento pues
hilvanó mejor las palabras hasta que logró decir:
--- ¿Le diste al caballo o a mi? ¡Ay! Por favor no me
muevan mucho----Se quejó por el dolor con el
movimiento de la parihuela.
---Fue al caballo, pero no hables. Macario perdiste el
paso, agarrá el mío para no bambolearlo mucho.
Cuando llegaron al lugar, Consuelo la esposa de
Guillermo estaba en el punto indicado esperándolos.
--- ¿Como está y que pasó? Se cumplieron sus
deseos ¿Verdad?---- Fueron las primeras preguntas
que hizo cuando vio que su marido era llevado de
esa manera.
---Ya le contaré en el camino, por favor abra la
puerta trasera para ponerlo en el asiento.
Consuelo estando en la finca, perdió la noción del
pasado y ahora en su interior abrigaba la esperanza
de pasar a ser parte de esa tierra, sentirse dueña
porque si Guillermo moría, el mando estaba a su
Los Enganchadores 50

alcance, pensó arrastrar la culpa a Santiago,


incriminándolo por lo sucedido.
Santiago colocó la sábana en el suelo, la parihuela
encima con las camisas y a Guillermo. Sacó los dos
palos y tomando de las puntas la sábana indicó a
Macario que hiciera lo mismo. Con cuidado fue
colocado en el asiento trasero del carro. Pidió que
fuera sosteniendo al patrón para que no se moviera.
Así partieron al hospital del pueblo en busca del
doctor. De pronto Santiago pensó que la culpa de
todo era suya. Si hubiera disparado a la vértebra
cerca de las ancas del tordillo no hubiera pasado lo
que sucedió, porque el caballo se derrumbaría
arrastrándose. Se lamentó de no haberlo pensado
antes. Se culpó de ese suceso por las consecuencias
futuras. Y luego esas palabras de Consuelo “se
cumplieron sus deseos”, no les había prestado la
atención debida en su momento sino hasta cuando
ella se desbordó en insultos y amenazas.
Santiago Villanueva se llevo la mano a la frente,
estaba sudando. Se dijo así mismo que los recuerdos
cobran vida cuando se les llama, o se asoman
cuando uno menos lo espera.
Ese momento que vivieron después de la cacería
fue una tragedia para Guillermo. Santiago volvió a
pensar en sus propias palabras, o “el tordillo te
quitará las ganas de volverlo a montar” Recordó que
a continuación se arrepintió de sus propios
comentarios. Acto seguido se dijo a si mismo: -- No,
no puede ser que en el presente se pronostique el
futuro.
Domingo Papaturro empleado de confianza de
Santiago Villanueva se acercó a la hamaca donde
Luis N. Radford 51

descansaba el patrón para darle un vaso de limonada


como era costumbre.
---Está sudando mucho---dijo Domingo.
---Es por el mucho calor. Gracias por el vaso.
¿Fuiste al pueblo?
---Ya traje el periódico pero se lo llevó su hijo.
---Si lo ves dile que venga.
Santiago se refrescó con la limonada pero aún más
frescas estaban todas las escenas de aquel domingo
memorable con la tragedia en el hogar de su íntimo
amigo Guillermo Calabás de Nada. Consuelo
principió por echarle la culpa de todo a Santiago,
diciéndole en su cara que la intención era matarlo
para quedarse con la finca. Que todo lo tenía
preparado y estudiado al invitar a Guillermo a las
cacerías, y en una de tantas, sus propósitos quedarían
cumplidos como lo demostraba ahora la realidad.
Pero todo eso no quedaría así como lo tuvo previsto
Santiago. Sería llevado a los tribunales de justicia
constituyéndose en la acusadora, luego escucharían
las versiones de los testigos Macario Espumuy y del
chuchero Lalo Cojón.
Después de las remembranzas del pasaje de la
cacería, donde su amigo Guillermo Calabas de Nada
perdió para siempre el movimiento de sus piernas
por causa de la fractura de la columna vertebral,
desde entonces quedó confinado a una silla de
ruedas. De esto hace ya mucho tiempo y como si
fuera un niño de escuela, Santiago con los dedos de
la mano fue contando hasta llegar a cinco. Son cinco
años de este suceso se dijo mentalmente
Santiago tenia la costumbre de visitarlo los fines
de semana sin necesidad de ser llamado. Pero esta
Los Enganchadores 52

vez fue entre semana y se quedó pensando cual seria


el motivo de la llamada. Cuando la duda penetra en
el cerebro, pasa el tiempo buscando y rebuscando
una razón que satisfaga o llene a cabalidad las
suposiciones que uno mismo va creando y buscar
entre las cenizas, en ese rescoldo, una pequeña braza
que al ponerle leña reviva el fuego.
Se tuvo conocimiento que Consuelo trató de
comprar a su favor a Macario Espumuy enseñándole
como debía decir todo ante el Juez en contra de
Santiago Villanueva. Lo mismo trató de hacer con
Lalo Cojón el hushador de perros en la cacería.
Ambos se negaron por temor a los policías, no
importándoles el dinero ofrecido.
Santiago Villanueva se enteró también que su
amigo Guillermo, prohibió a Consuelo usar el carro
aduciendo que la gasolina que le quedaba era para
arrancar el motor cada quince días para que los
pistones no se pegaran. Pero la razón era muy
distinta. Adoraba a su mujer, era tanto el amor por
ella que su cerebro se inundó de celos y no quiso que
fuera al pueblo por que conociéndola, la podría
perder para siempre. Aunque sea un secuestro de
amor, la tendría siempre a su lado en la finca; así le
contó a Santiago.
En esto pensaba Santiago cuando la voz de
Domingo lo volvió a la realidad.
Le indicó al patrón que un hombre lo anduvo
buscando y como no lo encontró se fue a la
ranchería preguntando lo mismo a todos, que si
conocían a un hombre llamado Rigoberto Pascual.
--- ¿Te hizo esa pregunta a vos?
Luis N. Radford 53

---A mi no patrón. Solo dijo que a que distancia


quedaba el Pedregal.
---Bueno, ya veremos mas adelante.
Santiago dejó correr su imaginación en torno al
personaje que llegó a la finca, sin comprender el
motivo de la búsqueda que hacía de su empleado.
Al presentarse su hijo le pidió que fuera a traer a
Rigoberto Pascual con la mayor discreción posible,
procurando que nadie lo viera.
Antonio se fue en el carro al Pedregal. Los
vaqueros con azadones habían desbastado las orillas
del cause del río y quitado piedras grandes para que
cuando el patrón viniera en el carro pudiera pasar.
Rigoberto Pascual se preguntaba porqué el patrón
lo había mandado a sacar y llevado acostado en el
asiento trasero.
Santiago Villanueva aún estaba en la hamaca
cuando volvieron su hijo y Rigo que subió las tres
gradas y se quitó el sombrero para saludarlo. El
patrón le dijo:
---Me gusta oír la verdad, porque si mientes, me
harás mentir a mi también, por eso te pido que seas
franco Rigoberto.
---Pues usted dirá, porqué fue que me trajo a su
presencia.
---Se dice que la noche de San Juan te fuiste del
Pedregal y pasaste la noche y al día siguiente no
regresaste al anexo. ¿Que dices a eso?
---Pues verá, la meritita verdad es que iba a lucear
un venado en la montaña, varios hombres me
rodearon. Estaban armados con rifles de largo
alcance. Me amenazaron de muerte si no me iba con
ellos por que los descubrí. Me ofrecieron 25
Los Enganchadores 54

quetzales diarios. Esperamos que amaneciera y nos


fuimos allá debajo de la conacastada a esperar.
Laureano era el jefe y me dio un papel con una
dirección por si le pasaba algo. Yo no sabía que era
lo que querían los hombres. Después llegó un pic up
blanco y al rato se volvió para el pueblo y nosotros
nos corrimos un poco para abajo. Vimos a dos
inditos con costales en la espalda. El que era el jefe
dio la orden de disparar. Luego nos metimos por un
potrero y al llegar al río vieron en los costales que no
era lo que ellos creyeron.
--- ¿Y que esperaban encontrar entonces?
El jefe tiró puños del maíz para arriba y le pregunté
que porqué hacía eso. El me dijo, dinero, dinero,
mucho dinero.
--- ¿Sabés una cosa Rigoberto? Que hoy vino un
hombre a la finca y preguntó por vos; se llevó la
noticia que estas viviendo en el Pedregal. ¿Sabés
quien pueda ser ese hombre?
Rigo se quedó estático, lívido, y empezó a hurgar
en su memoria cual podría ser el lugar donde cabria
ese momento para que lo estuvieran buscando.
---Tomá tu tiempo, cálmate, recordá bien, por que
de lo que te acordés depende ahora tu vida.
--- ¿Y aquí en las Lomas, quien lo vio?
---Yo---afirmó Domingo y continuó--- Varios de la
finca te pueden dar razón de lo mismo.
---Te acordás un poco ¿Cómo era?--- Preguntó Rigo
a Domingo.
---Pues verás, era un tanto colocho, o que diga, no,
mejor dicho un poco murusho, moreno y alto, eso
es, moreno, alto y delgado.
Luis N. Radford 55

---Déjeme un momento, voy a tratar de acordarme


bien--- Repitió casi las mismas palabras del patrón y
como si un lamparazo hubiera iluminado los ojos,
exclamó:
---Si, ya lo tengo, ahora me recuerdo bien. Es él.
--- ¿Quien?---Preguntó impaciente el patrón.
---Es él, el policía, sí, el policía. Ese es entonces el
que vino aquí.
---Bien, ahora explicá porque estás tan seguro.
---Vea patrón, cuando nos fuimos camino al pueblo,
encontramos al pic up volteado con las llantas para
arriba y yo me di cuenta que tenia sus hoyos hechos
por las balas. Me deslicé de la palangana por el otro
lado. Oí que le hicieron el alto al jefe y comenzó la
balacera. Me retire por la cuneta lo más agachado
que pude y después regrese. En el asfalto estaban
tirados los que iban en el pic up y el jefe llamado
Laureano aún estaba con vida. Me di cuenta que
hablaba con un policía que miraba a donde yo estaba
parado, lo hizo con insistencia varias veces, entonces
me dije, éstos están hablando algo de mi. Después
el sargento de la policía le pegó un tiro al jefe del
grupo y así lo mató. Yo hice como que me iba para
el pueblo y me metí por los potreros camino al
Pedregal.
--- Ese papel que te dio el jefe donde lo tenés.
---Déjeme ver--- y se puso a buscar entre las bolsas
del pantalón, luego en la camisa.--- No lo encuentro,
a saber que se hizo.
---Si es la verdad, pues te creo Rigoberto. Ahora te
busca el policía y no descansará hasta dar con vos y
no será sólo él, vendrán otros y luego otros más No
van a descansar hasta encontrarte. Bonito lío en el
Los Enganchadores 56

que estás metido. Hacéme caso por que te voy a


ayudar en todo lo que pueda.
Santiago ordenó a su hijo Antonio que le diera un
fajo de dinero del que estaba en la caja fuerte,
suficiente para que se fuera lejos, muy lejos, mejor si
pasaba como espalda mojada la frontera. De su
bolsa sacó un poco de dinero en quetzales, indicando
a Rigo que éste dinero lo usara por acá y el otro
cuando pasara el río. Rigo recibió el dinero y al
tenerlo en sus manos repitió varias veces las gracias
diciendo que en cuanto llegara les escribiría; a lo
cual Santiago le prohibió para no delatar el lugar en
el extranjero por que los narcotraficantes eran como
los pulpos que tienen muchos tentáculos en todas
partes; cuando ya estuviera instalado y trabajando
que le avisara para tener noticias pero que lo hiciera
desde otro pueblo lejano y consiguiera una dirección
para poderse comunicar. Le contarían a la abuela
que Rigo se fue para la capital. Lo mandó a dormir
al beneficio de café. Ordenó a su hijo que lo
llevara en la madrugada lo mas cerca de la frontera
sin que se dieran cuenta los trabajadores.
Ahora Santiago tenía el cuadro completo de
todas las escenas de ese dinero que guardaba en la
cueva de los murciélagos. En su conciencia estuvo el
ayudar a Pascual tal y como lo hizo porque también
se constituyó en participante.
Luis N. Radford 57

Amaneció en la finca las Lomas al canto de los


gallos entre la ranchería.
Domingo había preparado la bestia en la cual
Santiago se iría a la finca el Porvenir muy de
madrugada. Al salir al corredor el patrón vio hacia la
galera y no estaba el carro, comprendió que su hijo y
Rigo se fueron muy de madrugada a la frontera.
Respiró profundamente y después sintió un alivio,
como quien descarga el peso de la angustia
mantenida en el pecho. Ese dinero, esos muertos, ese
policía preguntón que llegó a la finca las Lomas,
tejían la trama de futuras muertes, porque los
miembros del cártel no descansarían hasta encontrar
el eslabón que era Rigoberto Pascual. Pero ¿qué más
suponían los miembros del cártel que pudiera
comprometerlos ese vaquero al que buscaban?
Santiago Villanueva, se interpuso en sus planes
quitando a la persona clave y desapareciéndola
detrás de las fronteras. Sonrío por un momento al
pensar que en lugar de las malditas drogas estaba
enviando a un nuevo indocumentado sin necesidad
de coyotes enganchadores.
De tanto pensar no se dio cuenta que ya estaba
en el Porvenir pasando entre dos filas de cocoteros,
Los Enganchadores 58

como guardianes estáticos haciendo valla a los lados


del camino que lleva al casco de la finca.
La planicie frente a la casa era grande, donde
abundaban los cocoteros por todos lados, eran altos,
unos espigados que se asomaran de puntillas a ver
el horizonte, dando entre las hojas, los racimos
verdes de cocos y otros cocales más pequeños cuyo
fruto era del color del oro. Sus hojas peinaban el
viento al mecerlos convirtiéndolo en un lenguaje
susurrante entre el penacho de sus ramas.
Antes de llegar a la casa de la finca, los ranchos
estaban desperdigados, muy separados unos de otros,
pasaba entre ellos una toma de agua con gran
cantidad de ese liquido que iba a dar a un tanque,
donde las mujeres de los campesinos lavaban sus
prendas de vestir, lavaban su pelo o se bañaban
utilizando el jabón de coche que dejaba el cabello
negro con un lustre vivo, o bañaban a sus chirices
que al caerles el guacalazo de agua en la cabeza
daban de gritos o lloraban a todo pulmón.
El patrón dispuso que de ahí se extendieran
tuberías para dar frente a los ranchos, para que el
agua la recogieran más cerca las mujeres. Pero antes
de todo esto, la toma pasaba por el beneficio,
haciendo mover una rueda de agua que tenia
múltiples finalidades. Dos grandes patios servían
para asolear el café y por la tarde los granos eran
guardados en las casetas. Durante el día lo removían
con un gran rastrillo de madera para el secado del
café con cascabillo.
Macario Espumuy al ver a don Santiago
montado en el caballo corrió presuroso ante su
patrón donde estaba sentado. Guillermo con sus
Luis N. Radford 59

brazos fornidos le dio vueltas a las ruedas para


acercarse al corredor.
---Gracias por venir. Baja del caballo y tu
Macario empuja aquella silla con cuero de venado
para que pueda sentarse a mi lado Don Santiago.
---Bueno, aquí estoy, bien sabes que no puedo
fallarte; dime para que soy bueno en lo que pueda
servirte.
Se apeo del caballo y con rapidez subió las tres
gradas y ya en el corredor de madera, se aproximó
para tenderle la mano. En el rostro de Guillermo se
marcaba la palidez y desesperación. No era dolor
corporal. Parecía algo más profundo. Acaso penares
del alma, que encuentran consuelo en las palabras de
un amigo.
Macario bajó las gradas y tomando de la brida al
caballo lo llevó a la caballeriza donde le quitó el
freno y le dio un poco de zacate.
---Me queda poco tiempo amigo Santiago. Hace dos
meses empezó a llenarse de llagas el cuerpo por
estar en esta posición en la silla de ruedas. Por las
noches cuando voy a la cama no puedo dormir.
Quiero dar vuelta entre las sábanas pero me es
imposible. Dicen y ahora lo confirmo que los
recuerdos reviven y se hacen presentes antes de
llegar al final del camino de esta vida. Estoy
recodando escenas que ya había olvidado. Por eso y
otras cosas más por las que he pasado, es que te
mandé a llamar. Voy a pedirte un consejo amigo
Santiago.
Y su amigo aprovechando la pausa le contesto:
---Pues aquí me tienes Guillermo, mis oídos te
escuchan y mi lengua dirá después.
Los Enganchadores 60

Consuelo, la mujer de Guillermo se acercó a ellos,


ordenando a Macario que fuera por otra silla.
Guillermo se alteró momentáneamente al oír la
petición de su mujer. Cuando ella con cierto dominio
en su voz preguntó:
--- ¿Que le trae ahora tan de mañana por el Porvenir?
Antes de que respondiera Santiago, se anticipó
Guillermo un poco ofuscado a decir:
---El vino porque vino a verme solamente a mí.
Tajante, como indicando que ella no tenia nada
que hacer entre los dos. Y Santiago, ante la pregunta
incisiva de Consuelo y las palabras de su amigo,
comprendió que la situación era mucho más tirante
que antes y ahora estaba peor. Para salvar el
momento que se vivía respondió:
---Si señora, vine a saludar a Guillermo ya que voy
de paso para el pueblo, si en algo puedo servirle,
dígalo, que con mucho gusto la complaceré.
---No se preocupe, si quiero algo del pueblo tengo
con quien mandar a traer lo que se me antoje.
Santiago comprendió aún más que existía una
barrera entre los dos. Pensó por un momento que
alguna grieta se había abierto entre ellos, grieta que
también lo alcanzaba a él. Si antes cuando venia a
ver a Guillermo los fines de semana, las relaciones
no caminaban del todo bien, los dos se mantenían
prudentes, pero la situación ahora era muy diferente.
Santiago se preguntaba porque lo mandó a llamar su
amigo.
El dueño de la finca el provenir lo vio con ojos
de tristeza y murmuró:
---Santiago amigo mío creo que pronto moriré.
Luis N. Radford 61

---Vamos, las cosas que se te ocurren. Eres joven.


La muerte no avisa cuando viene, ella esperará por ti
un poco más. —Le respondió.
---Quiere decir que no pondrá fecha.
---Justamente ese es el misterio de nuestro paso por
la tierra, Imagina por un momento, si cada uno
supiera la hora y la fecha de su muerte.--- Comentó
Santiago.
---Todo marcharía mejor, porque nos preparamos
para lo que venga antes de abandonar esta vida. —
Contestó Guillermo.
---Para morir poniendo una fecha hay dos caminos,
eliminación personal o la eutanasia.
---La primera es cobardía, Santiago, huir y buscar la
muerte como una solución a los males o problemas
que se presenten, confirmo que eso es cobardía; con
relación a la eutanasia estoy de acuerdo cuando no
hay medicinas que salven al paciente. Que viva
como un vegetal oxigenado, sin memoria, sin habla
y sin esperanza de recuperación. Y ya muerto para
qué el gasto de un entierro si hay cremación.
--- Un momento Guillermo, que las cenizas se tiren
al viento es ser egoísta, porque el cuerpo es útil para
la fertilidad de la tierra, tú confesaste la vez pasada
que la tierra daba lo que uno quisiera, pues ella te a
dado vida, entonces porqué no le das vida con tu
cuerpo que es el mejor abono; en cambio las cenizas
no son más que cenizas y lo único para lo que
pueden servir es para hacer lejía para el jabón de
coche.---Y santiago esperó la respuesta.
---Mejor cambiemos de conversación porque nos
estamos poniendo tétricos y patéticos.
Los Enganchadores 62

Y platicaron sobre asuntos de las fincas las Lomas


y el Porvenir para que esa conversación aburriera a
Consuelo y se retirara. Pero no fue así. Aunque no le
interesara, ella escuchaba con toda indiferencia.
Guillermo habló entonces de los productos, el costo
del quintal de maíz, la cal, el frijol, la rapadura, que
cada mes daban a los colonos y estos gastos corrían
por cuenta de los patronos. Cada vez se ponía todo
más caro. En el campo si llueve mucho es malo y si
es sequía también.
Para Santiago la situación de ese momento era
comprometedora. No iba a decirle a ella que su
esposo lo mandó a llamar. ¿Pero qué fue lo que pasó
entre ellos? Guillermo no se lo podría decir delante
de Consuelo en ese momento.
Guillermo Calabas de Nada ordenó a Macario
que permanecía cerca esperando órdenes de su
patrón para que pidiera el desayuno para dos
personas, con huevos a la ranchera con bastante
tomate, cebolla y chile, que le dijera a la cocinera
que el café estuviera bien caliente, que lo hiciera
hervido. Luego dijo a su amigo que lo acompañara
al comedor para desayunar. Desentendiéndose de su
mujer a quien no la tomó en cuenta.
Consuelo saltó de su silla molesta. Lo peor de
todo que se sintió humillada frente a santiago. Con
un taconeo fuerte sobre el piso de madera fue hacia
adentro en busca de la cocina.
Guillermo manifestó su complacencia con una
sonrisa expresando que el engaño en que lo tuvo
ella durante mucho tiempo, ahora se lo estaba
cobrando y después seria peor. Antes de morir iba a
saber quien era Guillermo Calabas de Nada. Por que
Luis N. Radford 63

con los sentimientos no se juega, le dijo. Y agregó


que lo mandó llamar para cosas muy importantes.
Pasaron al comedor y ya sentados esperaron que
sirvieran el desayuno. Apareció Consuelo con su
plato en las manos. Se acomodó en la silla y con
indiferencia, soltó lo que talvez le molestaba como
una espina en la lengua:
--- ¿Creyeron que no valgo nada ni para cocinar,
verdad?
--- ¿Porqué pluralizas si Santiago no tiene vela en
este entierro?
---Sencillamente por ser coyotes de la misma loma.
---Oye Santiago, dicen que mujer que no sabe
cocinar ¿verdad que no es mujer?
---Y como yo sí sé cocinar, resulté demasiada mujer
para otras cosas y menesteres como antes, ¿Verdad
Guillermo Calabas de Nada? Así como tu apellido,
ahora, nada de nada.---Consuelo sonrió con una
mirada de triunfo.
---La respuesta fue un golpe bajo, por la situación
parapléjica en que se encontraba el dueño de la
finca.
Estaba por responder cuando apareció Macario y
la sirvienta con el desayuno pedido y empezaron a
yantar. Guillermo sentía la boca amarga, como si la
bilis se le hubiese regado por todo el paladar, pero
haciendo de tripas corazón trató de calmarse y
orientó la conversación como si nada hubiera
pasado.
---Pues como te venia diciendo Santiago, hace días
se presentó en el camino de mis pensamientos, así en
forma abrupta, sin llamar a ese recuerdo, el día que
en un remate compré esta finca el Porvenir, estaba
Los Enganchadores 64

pujando el precio contra todo un señor finquero de la


costa y quedó rematada con la última oferta que
propuse. Son 20 caballerías como bien sabes. Parte
del dinero lo prestó un amigo para completar el diez
por ciento, firmé el saldo de Q.100.000.00 en pagos
de tres años. La entrega la hicieron los señores del
banco. Esa mañana tocaron la campana mohosa que
aquí miras colgada en esa viga para que se reunieran
todos los trabajadores. Pagaron sueldos, prestaciones
y lo que mandan las leyes. Ellos habían formado un
sindicato en la finca. De esto me enteré después. El
pagador estuvo llamando a cada uno de los
trabajadores. Allí estaban los nombres:
---Margarito González Quiej -y contestaba el aludido
---Presento.
---Firmá aquí a la orilla.
--- No se firmar.
---Entonces poné tu huella--- y dejaba un manchón
negro con su dedo aún más negro por la tierra que
cultivaba.
---Ramón Soto Culajay.
---Presento.---También estampaba la huella de su
dedo como testimonio de haber recibido su dinero.
---Pedro Romero Shetemul.
---Presento--- Al poner su huella. Le entregan el
último jornal y su tiempo de trabajo. Llamaron a
Mateo Camey. Ruperto Mansilla Salam, Eulogio
Girón Tahuite, Francisco Escobar Tuyuc, Manuela
Melchor, Macario Espumuy, Anastasio Chiquín y a
muchos más que fueron desfilando para recibir el
pago que los desligaba de compromisos con el
nuevo dueño de la finca. Me dijeron después de
cancelar al último empleado, que yo no tenía
Luis N. Radford 65

ninguna relación de trabajo con ellos. Todos estaban


liquidados. Los colonos de ésta finca quedaban
libres para ir a buscar trabajo a otro lugar. Así pues,
yo estaba facultado para darles las gracias por que
ellos al recibir la paga, era una respuesta a los
derechos adquiridos por el dictado de las leyes.
Todos los campesinos con sus sombreros de paja
puestos en sus respectivas cabezas me miraban con
angustia esperando una respuesta que favorable o no,
disipara la duda que mantenían de quedarse o buscar
otros horizontes. Viejos colonos con muchas
arrugas en sus caras, me hicieron imaginar que
fueron los caminos recorridos de sus vidas entre las
montañas, ese trabajo que les hizo brotar el sudor
delataba el tiempo dejado atrás entre los surcos de la
tierra. También vi mujeres con sus críos en brazos o
entre el perraje de colores haciendo un bulto sobre
sus espaldas, eran recién nacidos que lloraban
esperando que sus nanas los pegaran a las tetas
morenas y flacas carentes de leche. Con gorros rojos
les cubrían la cara y los ojos, para que no fueran
ojeados por la gente mayor que llegaba con sus
tragos o tenían que chinearlos arrullándolos un rato.
Sus muñecas y cuellos estaban rodeados por aros
con piedras de corales para espantarles todos los
males. Y no dejé de ver también a patojos con sus
barrigas timbonas, lombricientas y con caras sucias,
propensos a la tisis que los arrastra a la muerte por
falta de alimentos. Ellos estaban pendientes de lo
que fuera a decirles por que en su inocencia, esa
tierra que vieron sus ojos desde que nacieron, talvez
creían que era de ellos porque sobre ella caminaban
Los Enganchadores 66

todos los días. Sobre ella caía el sudor del trabajo a


la par de sus padres.
El encargado de pagarles y el personal que lo
acompañó, entre ellos el abogado y notario que
dieron fe de lo actuado, me miraban y esperaban las
palabras que definirían el destino de hombres,
mujeres e hijos. Pensé por un momento decir, les
doy una semana para que abandonen los ranchos de
la finca porque buscaré otras gentes o bien decirles,
quédense a trabajar conmigo. Bien que recuerdo que
sentí un nudo en la garganta. Tenían ahora los
trabajadores del campo dinero suficiente, el
producto de sus muchos años de trabajo en la finca
el Porvenir, dinero para buscar colocación en otra
parte, pero pensé que les faltaba lo más importante,
su rancho, ese su pedacito de Patria reducida a
cuatro horcones, con un techo de manaco, lugar
donde poder resguardarse de las inclemencias del
tiempo, descansar por las noches; las mujeres
dedicadas a sus labores de hogar, poder cuidar a sus
hijos, ayudar al marido en el corte o selección de
granos, pasar las enfermedades, y por último lo
inevitable, tenderse en un petate y esperar que la
muerte llegue. Ese era sin más palabras su por venir
en la finca el Porvenir. Y respirando profundamente
dije con voz entrecortada:
---Pueden quedarse a trabajar conmigo.
Todos los hombres que estaban presentes
descubrieron sus cabezas al quitarse los sombreros y
asomaron las canas de todos esos años vividos en la
montaña, fue un saludo de agradecimiento. Las
flores del café también brotaron en el cabello de los
peones por su blancura. Las mujeres se pusieron
Luis N. Radford 67

felices. Lo decían sus caras curtidas por el tiempo, lo


expresaban sus ojos marchitos por el sol costeño al
verme, lo decían sus dientes picados al sonreír como
mazorcas de maíz mulco. Miraría a los patojos
ayudando a sus padres en la recolecta del café o bien
haciendo clavados en la posa del río allá abajo de la
finca con una risa fresca de agua bullanguera
colándose entre las piedras. Sentí que el corazón
henchido de felicidad respondía a la gratitud que
todos ellos expresaron en ese momento. Tenía que
darles educación y se hizo un rancho para que
estudiaran. Traer una maestra del pueblo para dar
clases por las tardes, para que conocieran como se
escribe su nombre, enseñarles lo que es la Patria para
que la amen y respeten, explicarles la razón de la
vida y saber convivir con los demás. Ponerles un
botiquín de medicinas surtido para emergencias para
cuidar de la salud de todos. Y así se hizo.
Entre todos los campesinos estaba uno que era
bajo, de tez morena, pelo lacio y con ojos pequeños,
de esos ojos escondidos entre los párpados como si
huyeran de la luz. Me llamó mucho la atención la
cara con un corte, que saliendo de la sien terminaba
debajo de la boca. Cicatriz, si era una cicatriz, El
único que no expresó ningún sentimiento. El
comentario que me hice en ese momento fue que
siempre hay alguien que aguada la fiesta, era como
un pelo en la sopa. Reaccioné de pronto imaginando
ser davidoso, que todos quedaran agradecidos y
volví entonces a decirme que nunca todos piensan
igual. ¡Qué de contradicciones se forjaron en mi
mente en un segundo! era dar para cosechar en el
futuro o como se dice, dan darán dicen las campanas
Los Enganchadores 68

y ellos los viejos colonos o peones deberían


corresponder cuando las circunstancias lo pidieran.
Ese fue un día de fiesta como nunca para todos.
Sus manos estrecharon las mías con fuerza y según
supe después, por la noche un tal Mateo Camey con
su marimba armó una fiesta con los sones que él
conocía, cuyos tonos bajos provenientes de su
rancho, sonaban en mis oídos. Todos pasados de
botellas de aguardiente compradas con el pago
recién recibido, celebraron en mi nombre el
encuentro de su nuevo por venir.
Permite que te siga contando. Al día siguiente
hice un recorrido por los cafetales, daba pena ver lo
enmontado que lo tuvieron, como si no lo
chapearon durante años. Según me dijeron, la
cosecha había bajado haciendo entregas de tres mil
quintales dado el abandono en que estaba la finca.
Dispuse entonces nombrar un mayordomo que
fuera de mi confianza. Observé a todos, antes de
decidir a quien le tendría que dar el puesto. A la
mañana siguiente se presentaron varios trabajadores
pidiendo como era costumbre, una ayuda de dinero
para celebrar la fiesta de la patrona de la finca, yo
tenia que costear todo, dar quinientos quetzales, con
eso iban a traer a un equipo de fútbol de una finca
vecina, pero tenia que darles el camión para traerlos
y regresarlos. También habría el baile de la
Conquista y por la noche el baile con una marimba
del pueblo y me pregunté que si teniendo marimba
en la finca ¿porqué se iban a buscar otra? Te soy
franco Santiago, eso era un imprevisto por la
inversión en la compra de la tierra. Tampoco los
podía defraudar. Era mi segundo encuentro con ellos
Luis N. Radford 69

y también la primera petición que me hacían. Pensé


y repensé cómo poder solucionarles lo que pedían;
era ayuda obligada. Los campesinos estaban de
frente esperando la respuesta. Miré a todos y reparé
en aquel trabajador de tez morena con la cicatriz
que le venia de la frente a todo lo largo hasta llegar a
la mandíbula. Machetazo pensé inmediatamente.
Posible haya sido pleito de cantina. Me había
distraído observándolo unos segundos. Era el mismo
que el día antes recibió su paga y no expresó
ningún sentimiento cuando les dije que se quedaran
a trabajar. En seguida levanté la vista, como
pidiendo ayuda a Dios. Clamé al cielo para que me
iluminara y miré de nuevo hacia el horizonte en
busca de una ayuda tronándome los dedos por la
impaciencia. De pronto sentí que sudaba. Era un
sudor frío como nunca antes lo había tenido. No lo
vas a creer, pero la verdad se hizo presente ante mis
ojos. Ahí en el cielo estaba la solución. Lo miraba
con otros ojos, los que al ver hacen pensar y razonar.
Estáticos, siempre en el mismo lugar, uno que pasa
y pasa y sigue pasando cerca de ellos sin darles
importancia. Mire los cocoteros con sus racimos
cargados de cocos y les dije entonces emocionado a
los campesinos:
---Corten, corten todos los cocos y los venden en el
pueblo, ahí esta el dinero que quieren para la fiesta
de la finca, será mucho pero mucho más de lo que
han venido pidiendo año con año porque en la costa
siempre se tiene sed.
El campesino de la cicatriz hizo un gesto de
desaprobación y volviéndose a sus compañeros pidió
que se negaran a lo ofrecido porque la costumbre era
Los Enganchadores 70

recibir el dinero en efectivo. Les dijo que el patrón


lo que quería era que trabajaran y algo más, llevar
los cocos al pueblo era sobre sus espaldas y el
pueblo no está cerca. Unos campesinos lo
secundaron, no les pareció la oferta, porque tenían
que bajar, acarrearlo y venderlo.
---Intervine diciendo que les prestaría el camión
para que se llevaran todo lo que cortaran en un solo
viaje.
Pero hubo otro que se sonrió de mi ocurrencia.
Como diciendo al toro por los cuernos. Hablando
con toda la calma y con razonamientos justos hizo
que fuera secundado por los demás trabajadores y
me brindo su apoyó. Entre las cosas que dijo fue que
no teniendo compromisos con los colonos, les ofrecí
la permanencia lo que representaba trabajo, techo,
comida para todos y eso era para ellos la vida de
hombres, mujeres e hijos y tantas otras cosas más.
---Me convencieron sus palabras; este trabajador de
nombre Anastasio Chiquín lo nombré mayordomo
de la finca el Porvenir. Llegó la noticia que el
hombre de la cicatriz llamado Eulogio Girón Tahuite
se lió a golpes en la noche con otro por el asunto de
la venta de los cocos y fue llevado al hospital del
pueblo. Y como dicen en la costa, su sangre no me
cae bien en mi sangre. Por ser una persona negativa,
que se opone a todo lo que encuentra al frente.
Anastasio Chiquín se encargó de los gastos de la
fiesta de la patrona de la finca y como les había
dicho, sobró dinero. Con eso se puso un pequeño
botiquín con las medicinas más baratas y necesarias
para todos los colonos. Resulta que al brujo Mateo
Ishquiac de tu finca las Lomas no le gustó en
Luis N. Radford 71

absoluto esa competencia contra sus hierbas.


Eulogio, el de la cicatriz, manejaba el dinero de la
fiesta de la finca, por eso se opuso desde el principio
al sentirse desplazado. Y para la fiesta del pueblo,
vinieron en nombre de la corporación municipal a
pedir una colaboración en efectivo, y luego lo
hicieron cada año entre todos los finqueros de la
zona. Bueno estimado Santiago, como te dije, me
extraña que ahora venga yo a recordar todo esto.
Tendremos tiempo más adelante pero no se cuanto
pueda quedar para seguir pensando en tantas cosas
que pasaron y que te las quiero contar. El motivo
porqué te llamé queda pendiente. Estas palabras
finales las dijo muy quedo.
Con lo dicho, Guillermo indirectamente despedía
a su amigo. La plática la daba por concluida.
Se levantó Santiago dando las gracias, le tendió la
mano y éste le recomendó que no faltara como de
costumbre el día domingo porque deseaba seguir
platicando. Se despidió también de Consuelo por
compromiso, argumentando que se le estaba
haciendo tarde. Macario corrió a traer el caballo de
Santiago quien se ajustó el sombrero en la cabeza,
puso el pie en el estribo, montó en la bestia y partió
por el camino que va a la finca las Lomas. En el
trayecto se preguntó cuales eran los problemas que
tenían los dos que se amargaban de esa manera la
vida. Ya lo sabré, de eso estoy seguro se dijo.
Los Enganchadores 72

Miguel, hombre alto, corpulento y fornido era


conocido por Miguelón tanto en el Pedregal como
por las vecindades; su vicio era el licor. Hacía
apuestas con el que lo retara en pulsos, los cuales
siempre ganaba y las apuestas siempre ganadas se
convertían en copas de guaro en la cantina El Olvido
de la ñia Margarita.
De tan borracho que regresaba al anexo el
Pedregal, que las gentes decían que lo acompañaba
el cadejo, ese perro prieto de ojos negros con la
pupila que parecía la punta de un tizón encendido,
por el color rojo.
Miguelón después de las grandes borracheras
que se ponía, no conocía la goma o resaca e iba al
trabajo tan campante al día siguiente como si nunca
hubiera bebido una gota de licor.
Esa tarde un poco más temprano que lo de
costumbre, al guardar el ganado en el corral para el
conteo según las ordenes dadas por el patrón, dijo a
sus compañeros que se iba al rancho pues había
quedado de juntarse con un grupo de hombres que lo
retaron con varias apuestas allá en la cantina de la
ñia Margarita.
Después del trabajo se trasladaba del Pedregal al
pueblo buscando la cantina. Esa tarde después de
haber desensillado el caballo, fue a su rancho,
recogió el machete metido en la vaina y estaba a
Luis N. Radford 73

punto de partir cuando escuchó lamentos y voces


provenientes del rancho de la anciana, la abuela de
Rigo. Estaba por dar el paso pero sintió que alguien
lo empujaba, que lo hizo caminar de prisa.
---No sé, le digo que no sé donde está. Por favor ya
no más.
---Vieja cabrona, Decíme donde tenés escondido al
Rigoberto.
---Ya no aguanto más, por favor no me golpee.--Se
quejaba del dolor y lloraba.
Miguelón comprendió que golpeaban a la
anciana; se lanzó con machete en mano a defenderla.
Empujo la puerta. El hombre que la tenia tirada en el
piso del rancho la pateaba y le cruzaba la cara con
un varejón de escobillo y se aprestaba a golpearla de
nuevo con la mano en alto para descargar otro
golpe. Miguelón cortó con su machete cerca de la
mano el varejón. El hombre se descontroló por un
momento y al darse vuelta y ver a ese hombrón
parado con gesto de cólera, trató de desenfundar la
pistola y dispararle.
Miguel había levantado el machete y descargado
con toda la fuerza de su cuerpo al brazo del intruso.
De un solo tajo, arma y brazo volaron desprendidos.
El hombre se llevó la mano que le quedaba,
aprisionando el muñón que empezaba a sangrar a
torrentes; se escuchó un disparo cerca del poyo
donde preparaba sus alimentos la anciana. Fue el
reflejo muscular de la mano con el dedo puesto en
el gatillo la causa del disparo.
A punta pies y planazos en la espalda que daba
con el machete, echó del rancho al hombre que le
hizo daño a la viejita Petronila.
Los Enganchadores 74

---Oílo bien, si te vuelvo a ver por aquí o donde sea,


encomendáte con los santos porque te mato con tu
misma pistola. Ahora andáte a la chingada. Recordá
que el brazo no es cola de iguana para que te vuelva
a crecer.
Miguelon levantó a la anciana recostándola en su
camastro, le dio un poco de agua tibia, con cogollos
de hojas de naranja y del rescoldo del fuego puso
una pizca de ceniza en el pocillo para calmarla del
susto. Le vio la mejilla que se le estaba hinchando
por los golpes recibidos y fue en busca de un
güisquil de cuya cáscara al cortarlo aplicó la parte
acuosa en el sector afectado fijando la cáscara con
un trapo alrededor de la cara.
--- No se mueva y no hable.
---Gracias vos Miguelon, mi ángel de la guarda te
llamó para que me defendieras, que Dios te bendiga
y en cuanto venga Rigo le voy a contar lo que
hiciste hoy por mí.
La anciana se enjugó sus lágrimas y miraba con
ojos de gratitud al Miguelón que fue a los pies de la
anciana acomodándose en el camastro a la espera de
sus compañeros.
Los alegres jinetes venían cabalgando por el
potrero. Botaron la talanquera y después de guardar
las bestias en la caballeriza pasaron a sus ranchos a
descansar.
Era costumbre de Lorenzo, el caporal, dar una
vuelta por los ranchos del Pedregal para que todo
marchara bien, como se lo pidió desde el principio
don Santiago Villanueva. Atribución que cumplía a
cabalidad. En su caminar esa tarde se dio cuenta
que el rancho de Miguelón estaba con la puerta
Luis N. Radford 75

abierta, introdujo la cabeza para ver y no había


nadie, pensó que por la premura de la competencia
en la cantina de la ñia Margarita se le olvidó cerrar
la puerta. El se encargó de hacerlo y al caminar un
poco más le llamó la atención ver que en el camino
polvoriento se encontraran manchas rojas. Levantó
la vista siguiendo el rumbo de esas manchas que
salían del rancho de la ñia Petronila. Con paso
rápido entró, encontrando a Miguelón sentado en el
camastrón y a ella recostada.
--- ¿Y de ay pues, que no ibas para el pueblo pues?-
Dijo Lorenzo.
--- Si pero ya ves… -Miguelón contó lo sucedido
con la abuela de Rigoberto Pascual en el rancho y
con la mirada le indico donde estaba la pistola en el
suelo, sostenida por la mano y parte del brazo del
hombre. Lorenzo fue y la recogió, separando el arma
de la mano.
---Es una 38 largo y mal cuidada. Tomála, este es tu
premio, si, es tuya---Indicó Lorenzo. La pasó para
que la recogiera.
--- ¿Y si el condenado la viene a reclamar?
---Te juro que él no esta ahora para esas cosas.--
Respondió Lorenzo y continuó diciendo:- -¿Ya no
vas al pueblo a pulsear en la cantina como dijiste?
Supongo que te están esperando los que te retaron.
--- Pues que esperen. Me quedo aquí con la ñia Petro
para cuidarla, así como ella me cuida dándome la
comida.
Lorenzo avisó a su mujer para que se encargara
del cuido de la anciana y a Miguelon le dijo que
descansara, que al día siguiente fuera a la cantina a
poner otra fecha para la competencia.
Los Enganchadores 76

En el Pedregal los comentarios de los vaqueros y


sus mujeres estaban en torno al hombre que atacó a
la viejita Petronila.
Varios días después, como de costumbre todos
los vaqueros se fueron reuniendo en la caballeriza
para salir a los potreros en busca del ganado, porque
en el recuento, faltaron cinco cabezas.
El cielo estaba despejado con un sol que
calentaba las espaldas de los vaqueros. Rondaban los
zopilotes formando una rueda grande volando en el
cielo en círculos con sus alas negras distendidas
sobre el potrero de la Ceiba. Cada vez era mayor el
número de zopes que acudían al mismo punto como
si se comunicaran, avisándose entre ellos que alguna
comilona les esperaba.
Lorenzo y Miguel se dieron cuenta de la
zopilotera que revoloteaba mientras cabalgaban por
el potrero y sospecharon que alguna res estaría
muerta. Podría ser alguna de las cinco. Seguidos de
los demás vaqueros llegaron al punto y cual no sería
la sorpresa al ver a un hombre que a picotazos los
zopes se lo comían con voracidad. Solo quedaban las
cuencas vacías de los ojos, sin labios, lengua y
orejas. Las aves negras caminaban sobre el muerto
rasgándole las entrañas. Enjambres de moscas,
moscones y tábanos zumbaban sobre el difunto
tratando de comer y ponerle sus queresas. Fueron
espantadas y al aproximarse Lorenzo vio el muñón
del brazo. Comprendió que era el hombre que atacó
a la anciana Petronila. Buscó entre las bolsas algo
que pudiera decirle quien era. Su cédula de vecindad
lo identificó como Margarito Vargas originario de
Jutiapa.
Luis N. Radford 77

Miguelón buscó entre la chumpa azul algo más


que pudiera dar con otros datos; encontró una placa
plateada donde estaba labrado el número que le
correspondía al policía.
Santiago Villanueva fue avisado de los sucesos y
acudió con su hijo Antonio al Pedregal.
---Ese hombre-- dijo a los presentes--era el policía
que estuvo preguntando en la finca las Lomas por
Rigoberto Pascual y vino al Pedregal por los datos
que recabó allá. Murió desangrado. De esto quiero
que guarden silencio y por favor no cuenten nada a
nadie. Tampoco se los digan a sus mujeres ¿Oyeron
bien?
---Si.--- contestaron los vaqueros.
Los zopes estaban retirados a una distancia
prudencial. Negros, como vestidos de luto,
guardaban silencio como en una funeraria donde se
vela a un difunto y miraban con toda calma a los
personajes que rodeaban el cadáver. El patrón con
su sombrero ahuyentaba a las moscas.
La cara del Policía desnuda de carne mostraba su
dentadura como si fuera una risa irónica, de burla.
Pensando en eso se encontraba Miguelón y se retiró
muy impresionado. Santiago Villanueva miraba la
dentadura del policía como una mueca de locura que
no paraba de reír o a punto de soltar una carcajada
donde la muerte se ríe de los vivos; esas cuencas
donde antes estuvieron ojos, hoy eran agujeros
negros.
Al retirarse del lugar donde estaba el cuerpo del
policía, volvieron los zopes a destazar con sus picos
el cuerpo y los hombres a sus funciones vaqueriles
no sin antes escuchar al patrón:
Los Enganchadores 78

----Bueno muchachos, déjenlo ahí para que los


zopilotes sigan con su fiesta. Tienen comida para
ocho días--- indicó el patrón a todos. Dirigiéndose a
Lorenzo preguntó sobre el conteo del ganado. La
respuesta fue que faltaron cinco vacas pero seguirían
buscando en los potreros. Y antes de partir para las
Lomas dejó dicho que le llevaran a la ñia Petronila,
con todo y ropa.
En cuanto se retiraron del lugar donde estaba la
osamenta, los zopilotes unos revoloteando encima y
otros dando brincos sobre el cuerpo se acercaron a
picotear y desgarrar aún más el cuerpo. Cada vez
eran más y más los zopes que llegaban de las fincas
vecinas a participar en el festín.
Entre el verdor de los pastizales se destacaban los
manchones blancos del ganado cebú con sus gibas
sobre los lomos y del cuello colgándoles la piel a
manera de toallas. Desde la distancia se antojaban
motas de algodón movidas por el viento cuando
pastaban rumiando las hojas del pastizal o se
echaban a la sombra de las viejas ceibas donde
pasaban las horas fuertes del sol.
Parejas de loros bullangueros venían aleteando
las distancias que los llevaban a buscar los naranjos
agrios o los frutos costeños de la temporada.
Instalados de nuevo en la finca y descansando en
sus hamacas, el padre de Antonio indicó a su hijo
que ya no fuera a la capital; pasados varios días
regresaría al anexo el Pedregal por la calavera del
policía, pues la zopilotera debió dar cuenta de la
carne y dejar solo huesos para ser depositados en la
boca la cueva de los murciélagos y sonriendo de su
propia ocurrencia remató con estas palabras:
Luis N. Radford 79

---No hay mejor guardián de ese dinero en la cueva,


que el mismo policía.
Antonio dibujo en su rostro una sonrisa por la
ocurrencia de su padre.
El domingo era motivo de ir al pueblo y los
campesinos alegraban el paisaje con sus trajes de
distintos colores caminando en grupos. Día de
compras en el mercado o de buscar las cantinas.
Santiago sobre la cabalgadura al pasar por los
charquitos de agua en el camino de tierra iba
alborotando a las mariposas de colores que estaban
a la orilla y volaban entre las patas del caballo o a su
alrededor, compañeras por un momento en el
camino. Con el sombrero en la mano trataba de
seguir el vuelo de ellas, dejando atrás a grupos de
indígenas mientras recorría el camino a la finca el
Porvenir de su amigo Guillermo. Fue recibido por el
sirviente de confianza, quien le dijo que su patrón
no quiso levantarse y se quedó en su cuarto.
Al asomarse por la puerta fue invitado a pasar.
Guillermo estaba un poco desganado y no tenia
deseos de levantarse. Santiago preguntó por
Consuelo, si lo atendía como era su obligación. La
respuesta fue que el nombre debió ser desconsuelo y
no el que le pusieron en la pila bautismal.
---Te voy a contar que Consuelo a raíz del accidente
que sufrí, al principio estuvo atenta y solícita a los
cuidados que esta situación requiere por la parálisis,
pero pasado el tiempo fueron restando en su ánimo
las atenciones para mi. No preguntaba si tenía sed;
de mal modo me levantaba o acostaba, y eso de ir al
baño y el aseo corporal se fue convirtiendo en un
martirio el cual le produjo un cambio profundo en
Los Enganchadores 80

su proceder. Fue una mañana estando en el corredor


que me dijo:
---Deberías pagar una enfermera para que te atienda,
¿no crees?
---Recuerda que en las buenas y en las malas,
debemos tener presente este mandamiento.
---Imagino que lo haces por tacaño y no quieres
pagar el servicio--- Esto me lo dijo en un tono
burlesco, y en su cara se reflejó una sonrisa.
----No es lo que supones Consuelo; es parte de lo
que te corresponde, es tu obligación. Merezco tus
atenciones o ya se te olvidó el camino que llevabas
antes de venir a la finca, donde pasamos privaciones
al principio, pero ahora que las condiciones de vida
han mejorado, pretendes dejar de sacrificarte un
poco.
Consuelo, no quiso escuchar más y tomando una
determinación me dejó sentado con estas palabras:
---Bueno, a partir de este momento, y no lo repito
otra vez, no cuentes conmigo para nada. Búscate la
manera de resolver tus problemas porque no seré
nunca más tu enfermera---Dio la media vuelta y me
dejó pensando como resolver la situación.
En ese momento vi venir a Macario con un
manojo de hierba de quilete que le había pedido la
Maria Estacuy cocinera de la casa para hacer el
caldo para el almuerzo y lo detuve diciendo:
---Te venís luego, porque te quiero hablar vos
Macario.
Macario regresó inmediatamente para escuchar lo
que le iba a decir.
Luis N. Radford 81

---Quiero pedirte un favor, que de ahora en adelante


te mantengás junto a mi y por ningún motivo te
alejés de mi lado.
--–Como mande el patrón, agorita vuelvo, voy por
mi machete.
---No, eso no…No es para defenderme, sino para
ayudarme.--- Hice una pausa porque lo que estaba
por decir y pedirle era lo más delicado, y no sabía
cual iba ser su reacción. Entonces se me ocurrió
llevar la conversación de otra manera.
--- ¿Conoces el trabajo que hacen las enfermeras?
---Pues si que lo se bien patrón.
---Dímelo
---El difunto de m’ijo que Dios me lo tenga bien
guardado allá arriba, según dijeron los doctores del
hospital, fue de un ataque de lombrices que se murió
por que su barriga estaba hinchada por el lombricero
como del tamaño de una tinaja.
--- ¿Viste cuando estabas allá, si lo bañaban y lo
aseaban?
---Pues sí, bien que lo vi y lo recuerdo, y también
cuando le limpiaban el culito con un papel para
quitarle la caca.
---No se trata de eso.
En un principio orillé decir por temor a que
Macario se negara a efectuar ese trabajo, pero si lo
vio en el hospital ahora faltaba preguntarle si estaría
dispuesto hacerlo conmigo.
---¿Y si te aumento el salario podrás ayudar a
bañarme todos los días?- Ayudar a acostarme,
después traer el orinal por si tengo que hacer aguas
en las noches, después levantarme y mantenerte
Los Enganchadores 82

detrás de la silla por si te necesito, pero para


limpìarme yo puedo vos Macario.
Macario contestó estar conforme con el salario
que tenia y dispuesto a ayudar pero le quedó la duda
y sin empacho preguntó que si la patrona se iba para
algún lado.
---Está un poco mal.--- Le respondí.
Después de contar este pasaje, pidió a Macario traer
una silla para que se sentara su amigo. Fue a traerla
y en el pasadizo se encontró con Consuelo que
preguntó quien era el que estaba con Guillermo.
---Es don Santiago, está en el cuarto con el patrón.
---Oye Macario, quiero que vayas al pueblo y lleves
este telegrama.
---Ay, patroncita, no es que no quiera, es que no
puedo porque voy a estar siempre detrás de la silla
del patrón. Pero si quiere le entrego el telegrama al
Eulogio para que lo ponga en el correo del pueblo.
---Está bien, se lo entregás y vos no sabés ni digás
nada de todo esto.
---Con gusto patroncita.
Ella sonrió por un momento y pensó que el
siguiente paso era hacerse la enferma, simulando
dolores por todo el cuerpo para que Guillermo no
sospechara de sus intenciones. Entró con disimulo
al cuarto para sorprender y enterarse de lo que
platicaban, pues mantenía siempre sospecha de que
tramaban algo en su contra.
Santiago al verla, se disculpó para ir en busca de
su caballo, bajó un costal amarrado a los jinetes de la
montura, lo llevó ante su amigo; al abrirlo le dijo:
---Mira este cuso, lo traigo para que lo prepare la
Maria Estacuy.
Luis N. Radford 83

---Pero es muy grande, éste no es armadillo sino


armado. ¿Donde lo encontraste?
---Anoche Domingo fue a pescar al río y en el
camino se le atravesó y yo te lo regalo.
Consuelo que no desprendía los ojos del armadillo
Exclamó: Guau, guau, guau.
Guillermo dirigiéndose a su amigo contó que
había leído que ahora con el ADN, se descubrió que
mujeres en el pasado tuvieron relaciones sexuales
con perros y ahora ha proliferado decir a cada rato,
guau, guau, guau porque es mucha la decendencia.
Santiago soltó una carcajada.
A Consuelo se le tiñó de rojo la cara y con la
mirada que puso sobre Guillermo, se lo hubiera
tragado de un bocado.
Macario entró con la silla y cuando la dejaba
junto a la cabecera de la cama, ella se sentó con
toda comodidad.
Guillermo delante de Santiago pidió a Consuelo
que lo ayudara a levantarse pues ya se sentía
cansado de estar en esa posición. Lo dijo para que
Santiago entendiera mejor a Consuelo y observara su
reacción.
Ella no cayó en la trampa que le tendió y agregó:
--- Ahora que me acuerdo voy a dar la orden para
que preparen el desayuno.
Guillermo ordenó a Macario que corriera y que le
dijera a la Maria que preparara el desayuno para dos
personas.
Santiago comprendió que no cabía entre ellos,
pero deseaba estar enterado de lo que se dijeran.
Observaba esa lucha de caracteres opuestos sin
saber a que fin llegarían. Desde el accidente de
Los Enganchadores 84

Guillermo, también comenzó la pugna contra él. Se


sintió como un bailarín en medio de la fiesta. ¿A
donde querrá ella llevar esa situación? Se preguntó;
si con las palabras de Guillermo ella salía
perdiendo y no le afectaban o le resbalaban, es que
algo pasaba por su mente, pero la vez pasada estando
presente, ella lo golpeó muy duro diciéndole que era
igual que su apellido, nada de nada.
Macario volvió.
---Macario vení; dame una ayuda por que me voy a
levantar--- dijo el patrón.
El trabajo de enfermero rindió sus primeros
frutos. Guillermo con manos fornidas hizo dar
vueltas a la silla de ruedas hasta el comedor
acompañado de su amigo para desayunar.
---Déjame que te cuente Santiago del problema que
me acarreó el hecho de venir aquí al Porvenir. La
tierra es la tierra y lo que siembres en ella, todo se te
dará. Vi y conocí el esfuerzo de la mujer, esa
abnegación por la vida y la de su familia, verla
acarrear la leña o la tinaja de agua teniendo un zute
enrollado en forma de yagual sobre la cabeza
donde llevaba los leños para hacer fuego. Entonces
ordené al mayordomo que pusiera a dos trabajadores
a cortar leña y dejar en cada rancho una tarea, para
ayudarlas. Hay sacrificios que se compensan con el
tiempo. Trabajamos, digo así porque yo también
trabajé muy duro, sudando lo que no te imaginas del
amanecer hasta el atardecer, comiendo poco todos
los días, el agua se convertía en sudor y bien sabes
que se suda como caballo en la costa, pues bien, te
cuento que todos los días lo hice a la par
de los campesinos y me convertí en otro labriego,
Luis N. Radford 85

con machete y azadón en mano limpiando el monte


entre los cafetales. Con tijeras de podar cortamos lo
inservible de las ramas de los cafetos y con el
tiempo, comencé a ver el resultado. Esas sábanas
blancas de flores tendidas por toda la montaña, eran
el fruto de todos los días trabajados producto de
ilusiones y volví a la realidad por el aroma de las
flores que se convertirían pronto en el fruto del
café. La naturaleza nos brinda con el esfuerzo hecho,
un bienestar general compartido por todos. Mientras
a unos les da a otros les quita. Lo digo porque la
producción no era la supuesta en mis cálculos.
Cuando compre la finca se me indicó que la cuota de
entrega era de 5,000 quintales, pero no rendía más
allá de los 3,000, con el esfuerzo realizado la
producción llegó a 4,500 quintales. Y como te dije
que a unos da y a otro quita, resulta que el quintal de
café subió desorbitadamente de precio, por una
helada que acabo con la producción del Brasil, lo
que hizo que nosotros saliéramos beneficiados.
Informé a la casa exportadora de la cantidad de café
en oro obtenido para que fuera colocada, por tener
con dicha casa un contrato establecido. Me
respondieron que recibirían tres mil quintales
solamente. Lo que me obligó ir a la capital a tratar
de resolver la situación. Esa era la cuota asignada
por Anacafé pero cuando se efectuó la compra, la
cantidad era de 5.000. Escúchame bien Santiago
porque viene algo bueno de esta situación, la
mañana que entré a las oficinas de Anacafé allá en la
capital, detrás del escritorio, una señorita muy
amable y muy simpática me recibió con una sonrisa,
preguntó por mi nombre y el motivo que llevaba. Le
Los Enganchadores 86

di todos los datos y no el motivo. Ella dijo que no


había solicitado cita pero se comunicó por teléfono
con su jefe, al rato me indicó que volviera al día
siguiente por que no pedí audiencia y su jefe estaba
ocupado con otra persona en ese momento. Estaba
muy comprometido con llamadas telefónicas de
todas partes del mundo y esperaba a otras personas.
Anotó mi nombre diciendo que sería recibido al día
siguiente a las once de la mañana. Le respondí que
hice viaje de muy lejos, que no podía perder tiempo.
La secretaria volvió a llamar informando lo que
expresé. Contestó que era imposible atenderme.
Tomé la determinación de sentarme diciendo que no
me movería hasta hablar con el Gerente. Ella muy
solícita trasmitió de nuevo mi determinación. Sobre
la mesa de centro estaban varias revistas sobre el
tema del café. Cogí una al azar y me puse a hojearla.
En un artículo se escribía sobre el nuevo proceso de
sembrar las plantas sin sombra, ese artículo decía
café al sol. Estaba tan embebido en la lectura, que a
penas me di cuenta que entró otro señor pidiendo a
la secretaria que deseaba hablar con urgencia con el
Gerente. La voz del señor me era familiar, conocida,
baje la revista pero hablaba de espaldas a mí, la
secretaria repitió lo mismo que me había dicho.
Entonces le oí decir que venia procedente de San
Marcos y de todas maneras hablaría hoy con el
Gerente. La secretaria volvió a comunicarse con su
jefe, enseguida le contestó al señor que volviera al
día siguiente tal como me lo dijo a mí y con tiempo
pidiera audiencia. El señor respondió que le iba dar
tiempo y que no se movería. Pasó a sentarse a la
par. Cual no fue mi sorpresa al tenerlo cerca que nos
Luis N. Radford 87

reconocimos después de mucho tiempo de no


vernos. Era Edmundo… finquero de San Marcos.
Viejo amigo y compañero de colegio. Los recuerdos
corrieron esa mañana e iban preguntas y venían
respuestas de los dos. La secretaria contestaba a cada
instante el teléfono poniendo la mano alrededor de la
bocina del aparato y hablaba tan quedo que su voz
era un susurro. Se advertía un nerviosismo cada vez
que lo descolgaba. Observé la carátula del reloj, las
manecillas me indicaron que tenía más de dos horas
de espera. Pregunté a la señorita por el servicio
sanitario; por respuesta indicó con el dedo índice
otra puerta que estaba frente a la de la Gerencia.
Pasé al baño, desagüé la vejiga, me lavé las manos
con toda calma y cuando salí, lo mismo hizo
Edmundo, entrar al baño. Cuando volvió a sentarse
junto a mí, le pregunté el motivo de su presencia y
contesto:
----No ves pues, que este cabrón del Gerente, mandó
a su guarda espaldas a la finca a decirme que para
arreglar la cuota de café, necesitaba 60,000.00
quetzales en efectivo. Ese guarda espaldas es un
hombre cuadrado de los hombros, ni alto ni bajo,
pelo acolochado, de cara morena. Lo mandé al
carajo advirtiéndole que si volvía a poner un pie más
en la finca, que hiciera lueguito su testamente
porque mis guardianes lo sacarían envuelto en un
petate. Por eso hice el viaje porque este cabrón del
Gerente me tiene que oír hoy. En ese momento entró
un hombre directamente al escritorio de la secretaria
y ella al verlo se le cayó un lapicero que tenia en la
mano, se puso nerviosa y le decía muy quedo con la
boca y los gestos, que se fuera, pero él no entendió
Los Enganchadores 88

nada. Lo que hizo fue pararse como un centinela al


lado de la puerta de la Gerencia. Edmundo parpadeo
un segundo y luego me dijo:
--- Míralo, es él, el mismo que llegó a la finca a
pedir dinero en nombre del Gerente.
El guarda espaldas no se dio por aludido y estaba
firmes, sin pestañear. La secretaria con el teléfono en
mano hablaba quedo pero llegó un momento que ya
desesperada se le oyó decir:
-¿Entonces que quiere que haga pues?- Soltó el
aparato, saco de su bolsa un pañuelo, porque ante la
presión que mantuvo, le corrieron unas lagrimas por
las mejillas.
---Dice el Gerente que hoy ya no los puede recibir.
Lo dijo con voz entrecortada.
Edmundo se levantó del asiento y se puso a
caminar taconeando por la antesala. Pasó un tiempo
más y luego rechinaron las bisagras de la puerta de
la Gerencia, se dibujó la figura de un hombre de
mediana estatura y un poco calvo que con las manos
al frente como queriendo abrazarlo, se acercó
presuroso a Edmundo diciendo:
-- Mundo, Mundito, Mundazo del alma, que
milagros verte por acá. ---Daba brinquitos y
brinquitos sobre uno y luego sobre el otro pie,
sosteniéndose con las manos la bragueta y
apretando las partes pudientes; estaba con la frente
perlada de sudor y dijo con rapidez:
---Espérame Mundito que ahora vuelvo. Corrió hacia
la puerta del baño, encerrándose un rato. Al salir
tomó del brazo a Edmundo diciéndole:
---Entrá, y disculpá por hacerte esperar, pero tenía
gran cantidad de llamadas telefónicas.
Luis N. Radford 89

---Vos Chichita, me tenés encabronado por tu


proceder y a propósito donde está la persona que
atendés según tu secretaria.
---El Gerente parado en el umbral de la puerta se dio
vuelta hacia la secretaria para incriminarle lo dicho:
---Porqué jodido le miente a toda la gente, diciendo
que yo estaba atendiendo a una persona, cuando bien
sabe que no es cierto. Yo atendía teléfonos. La
próxima vez tenga más cuidado con lo que dice a los
clientes porque no me gustan los engaños y será
despedida si esto se repite. Ya sabe pues. Pero pasá
Edmundo, acomódate en la silla que me interesa
saber cual es tu preocupación. Dejá la puerta abierta
porque aquí no hay secretos.
Edmundo después de sentarse le reclamó por el
motivo de haber enviado a ese guarda espaldas que
estaba junto a la puerta de la Gerencia a pedirle
dinero. El Gerente se enojó mucho al tener esa
noticia e imponiendo el tono de voz llamó a su
presencia al guarda espaldas. Este acudió al llamado
que le hiciera.
La secretaria se tronaba los dedos, masticaba
chicle con insistencia como una vaca en el potrero
lo hace con el zacate; se notaba impaciente por los
movimientos que hizo. Así como lo pidió el Gerente,
la puerta se quedó abierta pudiéndose escuchar lo
que se decía adentro del despacho. Luego llamó al
guarda espaldas.
--–Me dice aquí don Edmundo que vos te fuiste a la
finca el Matasano allá en San marcos a pedir en mi
nombre 60,000 quetzales para aumentarle la cuota de
café. Pero si te acordás vos me pediste permiso para
ir a ver a unos parientes que tenés por Jutiapa, que
Los Enganchadores 90

queda por el otro lado. Ahora en frente de don


Mundito que es muy amigo mío te pregunto ¿cuando
chingados te mande a decirle que te diera el dinero
para aumentar la cuota de café, vos cabrón? ¿Con
que derecho te pones a usar mi nombre en cosas de
la oficina? Ahora soy yo quien te pregunta ¿con
cuantas otras personas has ido con el mismo cuento
a engañarlas? Por eso me obligás a enviar una
circular a todos los miembros de Anacafé
preguntando que si alguien ha llegado a pedir dinero
en mi nombre o mejor dicho, si sos vos el que ha
llegado con esas pretensiones de cobrarles, que
vengan y me lo cuenten delante de vos. ¿Vos creíste
que eso no se sabría nunca, verdad? Pero aquí en
frente podes ver a mi amigo don Mundo quien no
miente, no roba, y no engaña a nadie y le pregunto si
sos vos el que fuiste a su finca a pedir ese dinero.
Edmundo respondió con un sí ante el Gerente de
Anacafé porque era la verdad.
Luego siguió con la reprimenda contra su guarda
espalda que no tenia tiempo de responder por la
velocidad con que hablaba su jefe.
--- Recordá que siempre hay un ojo que lo mira todo,
un oído que todo lo escucha y una lengua que todo
lo dice y por eso nada queda oculto sobre la faz de
esta bendita tierra del quetzal que todos queremos.
Haz perdido desde ahora toda mi confianza y creí
que eras un buen empleado y ¿qué hubiera pasado si
con algún compañero de tu calaña se ponen de
acuerdo y me atalayan en algún camino, y me
mandan al otro potrero, robándose los pocos
centavos que llevo? No, esto no se queda así nomás
hijue de la perinola. Abusivo, descarado, mal
Luis N. Radford 91

agradecido por lo mucho que te he ayudado. Hasta el


sueldo te aumenté y cuando me decís que te de
permiso para ir con tu familia, te he dado varios
días. De la ayuda que te he dado, de eso no te
acordás, ¿Verdad? Por eso ahorita mismo te me
largas. ¿Oíste bien? Te largás porque no quiero
volver a verte, mal agradecido, mentiroso; mejor
pasá de una vez a la caja para que te paguen estos
días que decís que trabajaste. No sos más que un
cabrón bien hecho.
El guarda espaldas lo vio con extrañeza, no pudo
entender nada, y estaba a punto de hablar cuando en
ese momento la secretaria que había entrado lo tomó
del brazo y lo sacó de la oficina, diciéndole:
--- te venís por la tarde, ahora andá a comer algo.
El Gerente ya calmado prosiguió:
--- ¿Te das cuenta Edmundo como es esta clase de
gente? En el lío que estuvo a punto de meterme si no
es porque llegaste vos a contármelo. ¿En que
concepto me tuviste? Es lo que no puedo concebir.
Pero decíme para que soy bueno.
Y Edmundo le dijo que si estaba aquí, era por el
compromiso de aumentar la cuota de café. El
Gerente llamó a su secretaria dándole orden para que
la persona encargada del control de cuotas,
aumentara a Edmundo la cantidad de quintales
solicitados. Cuando salió de la oficina mi amigo
dijo:---Cuídate Guillermo porque toda esta gente
hace mucho teatro, son buenos actores.
--- ¿Por que le dijiste Chichita?
---Así le pusimos en el Instituto y ahora con más
razón, pues fijate que se pega a los cafetaleros para
chuparles parte de las cuotas de café.
Los Enganchadores 92

Acto seguido se escuchó mi nombre y la


secretaria me indicó el camino.
Estábamos frente a frente y después de los
saludos leyó en un papelito lo escrito y le oí decir:
---Con que usted es don Guillermo Calabas de Nada,
¡hujum!---y tosió---Señor no tengo el gusto de
conocerlo pero platicando nos podremos entender
mejor. Como dice aquel dicho, hablando se entiende
la gente. Antes le pido disculpas por la tardanza;
como usted comprende esta oficina está recargada de
mucho trabajo, y si uno se descuida puede firmar
papeles comprometedores que le pasan entre toda la
correspondencia y en una de tantas puede parar
detrás de las rejas, porque ahora en esta época es
muy común eso; además esos teléfonos quitan la
mitad del tiempo disponible y uno no se da abasto
para la atención al público. Que le parece que estoy
hablando o atendiendo a usted y entra una llamada
telefónica, y lo dejo callado a usted por prestarle
atención al que llama. ¿Verdad que es una
descortesía? Esos gringos que inventaron estas
babosadas no tienen nada de cortesía. Al fin son
gringos insípidos. ¿Verdad? ¿Lo cree usted? Pero
volviendo al tema. Disculpe, tengo una llamada…
Diga que la invito a cenar y que llame después.
Perdone la interrupción, bueno ¿donde nos
quedamos? Ah…sí, como le venia diciendo, hace un
momento cómo es posible también que se pueda
escuchar esas maniobras de los empleados que lo
comprometen descaradamente en cualquier
momento a uno, pero bendito sea el Señor que a
tiempo se descubrió todo y gracias a mi amigo
Edmundo de la finca el Matasano que estuvo
Luis N. Radford 93

oportuno al venir a esta oficina. Pero la medicina


que le di a ese guarda espaldas fue más que
suficiente; pero bueno, ahora que estamos uno
frente al otro, le pregunto cual es el motivo de su
visita inesperada y en que puedo serle útil.
----Pues verá señor, soy el propietario de la finca el
Porvenir…
Al escuchar el nombre de la finca advertí un tic
nervioso en el ojo izquierdo. Se puso la mano en
dicho lugar y trataba de apretar el área queriendo
suprimir dicho tic. Entonces continué:
---Tengo entendido señor, que al comprar la finca, se
me dijo que la cuota era de 5,000 quintales de café
oro como consta en este documento que usted puede
ver, pero estando en el abandono por mas de cuatro
años, produjo 3,000 quintales antes de comprar la
finca; por esto es que estoy frente a usted para
recibir explicaciones y las razones de ese recorte.
----De esto que me cuenta. Es primera noticia que
tengo señor Calabas. Muy extraño lo que me dice y
en verdad que me preocupa muchísimo porque esta
oficina es para el servicio y ayuda de todos los
cafetaleros del país. Porque recuerde que son ustedes
los fundadores de Anacafé y que la mantienen y yo
un simple representante de todos ya que fui electo en
asamblea general en forma democrática como
piden los gringos a todo el mundo, por eso me debo
a ustedes sin miramientos de ninguna especie y el
trato es la igualdad o sea la Egalité de los franceses,
para ser cumplida por todos, ¿No le parece? yo no
soy más que un sirviente para ustedes que vela por la
justicia en igualdad de condiciones. Bueno señor
Calabas déjeme averiguar que pasó con esa cuota de
Los Enganchadores 94

su finca y mañana le tengo la respuesta correcta. Por


favor pase con la secretaria para que le dé la hora de
la entrevista de mañana. No, que ella le informe del
resultado si en caso yo no estuviera por algún
motivo, por que hay veces que tengo que acudir al
propio lugar para ver con mis propios ojos que se
haga justicia. Pido disculpas por todo el valioso
tiempo que le he robado señor…Ha sido para mi un
honor conocerlo señor Calabas.
---Y me tendió la mano en señal de despedida con
una sonrisa de político.
Me despedí y lo mismo hice con la secretaria.
Para no cansarte Santiago, te cuento que al salir,
encontré al guarda espaldas del Gerente platicando
con otro que también parecía guarda espaldas por el
arma que llevaba en la cintura. Le contaba que el
Gerente le había tomado el pelo al dueño de la finca
el Matasano de San Marcos y que la culpa se la
echaron a él y estaba seguro que por prestarse a lo
que pasó, le iban a aumentar el sueldo.
Al día siguiente me presenté a la hora indicada y la
razón que me dio la secretaria fue que la finca estaba
produciendo 3,000 quintales, y por eso se le asignó
dicha producción pero que ya todo estaba normal,
podía disponer de lo asignado. Fíjate que el Gerente
tiene una finca por Huehuetenango, la producción no
pasaba de 200 quintales, compraba el café a los
pequeños productores y se aprovechaba de la cuota
de la finca el Porvenir para aumentar la exportación
a costillas de la mía.
A partir de ese año todo fue bonanza. La
deuda de la propiedad fue pagada en dos años. Les
di aumentos a los empleados cada vez que el precio
Luis N. Radford 95

del café subía. Por sugerencia de varios amigos


diversifiqué los cultivos, el café en cuanto sube
puede bajar de precio. Después me enteré que el
Gerente de Anacafé se había casado con su
secretaria. Hicieron muy buena mancuerna.
Terminado el desayuno, Macario y la Maria
Estacuy Escobar recogieron los platos y los llevaron
a la cocina. Guillermo dándole vueltas a las ruedas
de la silla salió con Santiago al corredor. Consuelo
fue al baño para arreglarse un poco. Anastasio
Chiquín llegó con la noticia que en la toma de agua
no corría ni una gota. Las mujeres de la ranchería
estaban desesperadas porque al abrir las llaves para
recoger agua en sus tinajas ni el aire les llegaba
como sucede en la capital. Guillermo ordenó al
mayordomo que siguiera el rumbo de la toma hasta
la presa del río allá arriba para conocer el motivo
por el cual no venía el agua al Porvenir. Anastasio
siguió por la orilla de la toma y como a un kilómetro
de distancia encontró que la rompieron con
intención. Los borbotones de agua invadían la mayor
parte del potrero de la finca vecina. Varios
campesinos con azadones hacían zanjas para que por
ellas corriera el líquido. Conocida la causa regresó
donde estaba el patrón. Informado del porqué no
llegaba el liquido; Guillermo avanzó hasta donde
estaba la caja fuerte, después de correr a la derecha y
a la izquierda la perilla, ésta fue abierta, sacó unos
papeles viejos dándolos a Santiago y diciendo que
ese documento era el derecho de paso del agua por la
finca vecina, compra del terreno utilizado,
documento legalizado hacia muchísimos años.
Macario, al llevarle la bestia a Santiago, montó, y al
Los Enganchadores 96

sobre paso se fue a la vecindad para hablar con los


dueños. En la casa de la finca vecina apareció un
hombre que salió a al encuentro; se apeó del caballo
y después de los saludos, explicó el motivo de su
presencia. El dueño escuchó con toda atención y al
mostrarle el documento donde se hace constar que el
agua y la tierra de la toma que pasa por esa finca es
propiedad del Porvenir. El nuevo dueño explicó que
nunca se imaginó que esa toma fuera ajena a su
propiedad, que no tenía conocimiento de la compra
del terreno y del paso de agua, por ser nuevo en esa
región y la finca la acababa de comprar pero el
documento de compraventa que firmó no decía
nada al respecto. Pidió disculpas e inmediatamente
ordenó a varios de los mozos que fueran a repararla
cuanto antes. De regreso, Guillermo fue enterado
paso a paso de lo sucedido con el nuevo vecino.
Rogó a Santiago que el documento lo depositara en
la caja fuerte y éste recomendó que sacara varias
copias y las autenticara ante un notario.
Consuelo se hizo presente para protestar por la
falta de agua. Todos tenían conocimiento de la
discusión que hubo entre Guillermo y Consuelo; en
vista que nadie le respondió, fue el mayordomo el
que habló:
---Ya fueron a la vecindad a corregir el error,
señora.
---Estoy pensando que ahora que los bíceps y estos
brazos han aumentado con el esfuerzo que hago
todos los días, voy a probar montar un caballo pero
con ayuda de ustedes para alcanzar la silla---Dijo
Guillermo a los que lo rodeaban.
Luis N. Radford 97

– ¿Que caballo quiere montar?- Preguntó


Anastasio, el Mayordomo.
---Aunque sea un penco- respondió el patrón.
Santiago emocionado por las palabras de su amigo
dijo:
---Este que aquí vez, es de andar suave y muy noble.
Te lo voy a prestar pero cuando estés listo para
montar deberá ir Anastasio y yo a cada lado tuyo. O
si prefieres consigo una mula, un macho o un burro
y te regalo uno de ellos.
----Te agradezco todo pero el próximo sábado
empiezo. ¿Que les parece?
Macario que estaba detrás de la silla del patrón
comentó:
---Ahora me toca también ir detrás del caballo.
Los que estaban presentes rieron de la ocurrencia.
Platicaban animadamente los dos amigos, cuando
vieron venir en dirección a ellos, con un caminar
presuroso entre los cocoteros a varios hombres que
al acercarse, distinguieron entre el grupo al que tenia
la cicatriz en la cara, llamado Eulogio Girón
Tahuite.
El patrón esperó que se acercara lo suficiente
para conocer el motivo de su presencia.
----Buenos días señor.
----Buenos los tengas tú también Eulogio. ¿Que te
trae por acá hoy?
---Señor, venimos en representación de los demás
miembros del sindicato y de nuestra gente.
--- ¿Y que es lo que quieren ahora?-- Fue la
pregunta de Guillermo.
---Queremos que a todos se nos aumente la ración
que nos da para la comida.
Los Enganchadores 98

--- ¿Es que no les alcanza con lo que se les está


dando?
---No es suficiente, las familias han crecido y las
mujeres tienen más hijos. Por eso es que venimos en
representación de todos a pedirle nos aumente las
raciones. Y además, se discutió que queremos un
aumento.
--- ¿Es que no quedaron conformes con el aumento
que les voy dando cuando el café sube de precio y
sin necesidad de que ustedes vengan a pedirlo?
---No señor, no estamos conformes, porque el café
ya volvió a subir de precio. Dicen los compañeros
que cada vez que el café suba, así tendrá que darnos
también aumentos, pero no lo que quiera usté.
Guillermo se volvió hacia su amigo diciéndole:
--- ¿Te das cuenta Santiago?--- Acto seguido se
volvió de nuevo al mensajero sindicalista Girón
Tahuite respondiendo:
---Esto debemos pensarlo muy bien, pero es bueno
decirle a todos tus compañeros que estoy de acuerdo
en lo que pretenden, pero cuando el café baje de
precio, también bajamos el precio de los jornales.
Así quedamos mano a mano. Y con relación a la
primera petición, se les dará doble ración, pero
deciles a todos que se amarren el pipiriche y a las
mujeres que no abusen y distraigan a los hombres
por las noches.
Santiago soltó una sonora carcajada.
---Eso mismo les voy a decir ahora en la reunión---
Y el hombre de la cicatriz, Eulogio Girón Tahuité se
fue con los miembros del sindicato a dar la
respuesta del patrón.
Luis N. Radford 99

Macario Espumuy que todo lo escuchó detrás de


la silla de ruedas se puso frente a su amo para
hablar:
---Con su permiso patrón por lo que voy a decir,
pero es por la mucha mi pena que me da por usted.
Este Eulogio con sus compañeros del sindicato, se
van al pueblo y hablan con una mujer de la capital,
de nombre Jarrona y hablan de joderlo todo el
tiempo, Ella les dice a cada rato, para ganar siempre
hay que chingar. Hablan de la finca y que siempre
hay que joder al patrón. Ella les da su aliento y los
mantiene contentos. Por eso es que vinieron hoy a
decirle todo lo que quieren. Reúnen dinero y se lo
dan a la Jarrona para que les de consejos. Ella es de
la capital y viene haciendo su buen pisto con cada
reunión que tiene.
---No entiendo bien, si siempre te mantenés a mi
lado, ¿como pudiste entonces enterarte?
---Pues si, hace tiempo que se van al pueblo los
domingos, para escuchar a la mujer Jarrona, y antes
yo me iba con ellos y le oía su decir, que trabajaran
poco, que cuando llega la cosecha que voten la mitad
del café, cuando limpien los cafetales que corten
las puntas del monte, que pidieran lo mismo que hoy
le dijo el Eulogio, que se hicieran los enfermos para
mandarlos al hospital, y así les paga también los días
no trabajados, porque con el tiempo las fincas serán
de ellos. Dejaron que los cafetales se enmontaran, ya
no fue la misma cantidad de café el cosechado. Por
eso le vendieron los dueños a usted la finca y les
pagaron los años trabajados y los sueldos según
conforme a lo que les decía la Jarrona, ella se
arrejunta con otros dos que la acompañan siempre,
Los Enganchadores 100

hasta yo caché mi parte esa vez; o ¿ya no se recuerda


patrón cuando se vino usted para el Porvenir? Pues
cuando me vine aquí con usted para la casa, el
Eulogio me dijo que ya no me volviera otra vez al
pueblo ni me juntara con ellos. Eso es lo mismo que
antes hicieron, ahora lo van hacer con usted.
---Bueno-comenzó por decir Guillermo---. Gracias
por la información que me diste. ¿Te das cuenta de
lo que se nos viene ahora encima, Santiago?
---Sí---Dijo el interpelado---El hombre contra el
hombre. El que no tiene quiere tenerlo todo. Dios no
hizo parejos a los hombres, a unos los hace ricos y a
otros los tiene pobres. Inteligencia para crecer en
unos y pobreza por ignorancia para otros. Pero ¿que
pasaría si todos fueran ricos? Se acabaría la
servidumbre. ¿Que sucedería si todos fueran pobres?
No alcanzo a entenderlo bien, pero supongo que de
una u otra forma los pueblos serían miserables. Hay
tienes el reparto de tierras que se hizo hace tiempo,
gobiernos muy generosos dieron parcelas para cada
familia y ésta crece. De las treinta manzanas
otorgadas sin títulos de propiedad y si la familia
aumenta en cinco ¿cuanto le corresponde de tierra a
cada uno después? Seis manzanas. Y si estos
vuelven con el tiempo a multiplicarse, otra vez por
cinco, ¿que les queda de herencia? Una manzana. Y
todo vuelve a repetirse, el problema será de nunca
acabar. Porque la tierra no crece, en cambio se
desgasta, lo que produce miseria y la convierten en
desierto. Se de casos que prefirieron vender y los
compradores poco a poco han ido formando fincas
de mayores proporciones. Los que vendieron
vuelven a manifestar y hacer colas para que les den
Luis N. Radford 101

otra parcela. Fíjate que las parcelas, las


desmochaban hasta que acabaron con todos los
árboles. Los aguaceros lavaron la tierra. La tierra se
cansó de producir maíz. Pero vino algo peor, el
algodón que convierte la tierra en talpetate que no
permite producir y si da algo serán mazorcas
talishtes. Tienes el caso de Retalhuleu cuyas tierras
quedaron envenenadas por matar a las plagas del
picudo.
Guillermo que venia escuchando con atención,
finalizó la conversación con estas palabras:
---Ya lo veremos nosotros o nuestros hijos.
Santiago preguntó:
---disculpa que me inmiscuya en tus asuntos íntimos,
pero a cuales hijos te refieres cuando Consuelo no te
ha dado ninguno a la fecha.
---Lo dije por los demás. Te confieso Santiago que
he vivido engañado por ella. Cuando nos juntamos
decía querer tener no uno sino varios hijos, y aquí
me tienes a la fecha, imposibilitado de tenerlos, pero
cuando se pudo, creí en sus deseos y pensé que seria
yo el que no se los daba y también llegué a pensar
que era ella la que no podía concebir. Y así como lo
oyes, el motivo era muy simple Santiago. Cierta
mañana por buscar en la gaveta de la mesa de noche
de ella un lapicero, encontré sin querer una caja
entera de pastillas anticonceptivas y otras vacías.
Ella las tomaba. A partir de ese momento comprendí
que me estuvo engañando todo el tiempo. Le
reclamé su falta de sinceridad y sabes lo que me
respondió, que ella no iba a arruinar su cuerpo con
un montón de arrugas en el estomago y que sus
pechos no serian bolsas lecheras colgándole por
Los Enganchadores 102

delante. Desde ese momento comenzamos a


distanciarnos y discutir por todo y por nada.
Santiago lamentó la situación y se despidió de
su amigo. Montado sobre la bestia rumbo a la finca
las Lomas se fue diciendo así mismo que si se
quedaba sin finca, pediría trabajo en el Ministerio
Público porque tenía facultades de investigador.
Macario pidió permiso al patrón para ir al
rancho un momentito y salio disparado para con
Eulogio a pedirle en nombre de la patrona que
llevara ese papel que le estaba entregando para que
lo pusiera en el telégrafo del pueblo.

Esperando estaba Antonio a su papá para darle


noticias del pic up que lanzaron al precipicio. En
cuanto se apeó del caballo le dijo:
---Oye papá, baje a lo profundo del barranco en el
lugar donde cayó exactamente el pic up, y no lo
encontré, caminé por la orilla del río; no encontré
señal de hierros quemados.
---Es muy extraño lo que cuentas. Debemos ser
positivos y buscar una razón que nos explique esto
que pasó.
---Río abajo no encontré huellas del vehículo.
Se hizo una pausa en la conversación.
---Analicemos muy despacio cada acto cometido,
empecemos por la hora, el día, el mes…Ya, creo que
ya tengo la solución. El río con la creciente del agua
se llevo la chatarra. Hay que seguir buscando mas
adelante. Por ahí debe estar. Lleva una atarraya, te
vas tirándola con disimulo como si estuvieras
pescando, pero hazlo con cuidado para no despertar
Luis N. Radford 103

sospechas, además lleva un destornillador para sacar


las placas.
--- Buena idea, voy a llevar equipo de buceo, lo
utilizo en las posas y lugares profundos del río.
--- Busca que sea entre semana, la gente trabaja esos
días y el sábado me acompañas a la finca el
Porvenir. Quiero que partas mañana a la capital,
llevas dólares suficientes, los cambias por lo que te
den allá frente a la central de teléfonos, los depositas
en la cuenta del banco y vuelves con un poco para
gastos.

La puerta de la noche rechinaba por las


bisagras de los grillos camperos. El manto calador
del sereno tropical se escurría en gotas por las barbas
de manaco de los ranchos. Con las puertas abiertas,
enseñaban sus galillos rojos los fogones esquineros,
donde el frijol y el maíz dejaban escapar ese olor que
los caracteriza.
Mujeres del campo, madrugadoras con el
lucero blanco del nishtamalero, se levantaban antes
del canto del gallo para preparar el desayuno de la
familia, mientras que los hombres bostezaban el
sueño interrumpido por los ruidos que hacían las
mujeres.
Atrás del camino, los potreros con sus cercas de
púas tendidas con cuatro hiladas de alambre,
clavadas en los palos de pito o de brotón,
enseñándole al ganado los limites de su pastura. Y el
viento era el encargado de hacer silbar las hiladas de
las cercas con su monótona melodía; un poco
adentro, el mugir de ese ganado confundiéndose con
Los Enganchadores 104

el silbido de los tapacaminos acurrucados sobre la


tierra serenada. Ese olor de los corrales y del
monte al amanecer refrescaba todo el ambiente;
mientras los pastizales jugaban una danza mecidos
como olas marinas. Así despierta la costa, donde el
labriego o el vaquero otea el horizonte y se va al
trabajo.
Lorenzo con las instrucciones que le dejara don
Santiago Villanueva llamó al Miguelón para que
preparara la carreta para ir a la finca las Lomas y
llevar a la ñia Petro; ella, enterada de la disposición
del patrón guardó sus pocas pertenencias en dos
cajas de cartón, en una, sus utensilios de cocina y en
la otra, ropa con dos mosquiteros y varias sábanas.
Miguelon después de recorrer los potreros en
busca de los bueyes, los llevó a la carreta que
estaba debajo del palo de madre cacao. La yunta con
el yugo pegado a la nuca de los bueyes y afianzado
con mecates de cuero a la carreta, El carretero fue en
busca del rancho de la ñia Petro.
Con la ayuda de Lorenzo y Miguelón se hizo
posible subir a la viejecita a la cama de la carreta,
llevando sus dos cajas de cartón.
Lorenzo le recordó a Miguelón decir al patrón que
encontraron a las cinco vacas, pero muertas, les
sacaron los cueros y ya los tienen estaqueados al sol
para que se sequen y después harán los mecates.
Estaba por partir, cuando la viejita Petro se
acordó del rifle de su nieto Rigoberto, diciendo:
---Vos Miguelón andáte en una carrerita, y entre el
manaco junto al horcón donde duerme el Rigo esta
metido el rifle.
Luis N. Radford 105

Miguelón fue a traerlo. Subido en la cama de la


carreta, con la vara en la mano comenzó a dar de
gritos con malas palabras puyando unas veces al
buey llamado pinto y otras al cachudo por tener astas
muy grandes. Para dar ánimo a los animales los
gritos de Miguelón se traducían en las peores de las
malas palabras y la carreta se alejaba tumbo a
tumbo, mientras las ruedas rodaban sobre las piedras
del camino con ese chirriar de ejes viejos, óxido y
desgastados.
Los patojos de la ranchería al oír los gritos, se
asomaron a las puertas enseñando los ombligos a
punto de reventar por las grandes barrigas que
tenían, y sus piernas convertidas en remedos de
mazorcas de maíz talishte por la desnutrición.
Levantaban sus manos en señal de despedida a la
viejita del Pedregal y ella les correspondía con su
brazo en alto abriendo y cerrando la mano como el
vuelo de una paloma, en señal de despedida. Era un
adiós quizá para siempre, entre la vejes que viene y
la juventud que va por el mismo camino.
A vuelta de rueda por el pedregal, los patojos se
quedaron viendo cuando la carreta se les perdió de
vista en la vuelta llamada del armadillo.
Los Enganchadores 106

En la finca el Porvenir, Guillermo después de


cenar fue a su cuarto seguido por Macario; lo ayudó
a subir a la cama. Era el oficio final del día, dejarlo
acostado, ponerle un vaso de agua en la mesita de
noche, alcanzarle una revista y después de dar las
buenas noches se iba a su rancho.
Guillermo oyó pasos que se aproximaban por el
corredor de madera, después la puerta se abrió, se
dibujo la silueta de Consuelo que entraba para
acostarse también. Difícil cruzarse palabras entre
ellos a consecuencia de la disposición de no volver
a darle atención al marido. Trabajo que fue
solucionado con la presencia de Macario.
Consuelo rompió el hielo que mantenían diciendo
a Guillermo con un tono imperativo.
---Desde el día de mañana por la noche dormiré en el
cuarto vecino.---mientras tanto comenzó con toda la
calma a desvestirse.
--- ¿Ahora me odias más? Dijo él.
---No es por eso que dices.
--- ¿Entonces cual es el motivo?
---Ya no soporto dormir a tu lado, roncas tan fuerte
como un tren viejo que emprende la marcha y lanza
resoplidos de vapor. Por eso hasta los zancudos se
asustan y se van.
--- ¿Porqué hasta ahora te quejas y no dijiste nada
antes?
---Ya te lo expliqué, no soporto más ese ruido de la
garganta, ya estoy harta de no poder dormir.
Luis N. Radford 107

---Está bien.--- Indicó Guillermo--- desde mañana le


ordeno a Macario que traslade tu cama al cuarto
vecino.
Sus propósitos o intenciones venían rodando a su
encuentro; en su interior estaba germinando la
venganza guardada hacía mucho tiempo y se las
cobraría a Guillermo de una manera que estudiaba a
cada rato. Satisfecha con lo dicho, ella volvió a
decir: ----Dile a Macario que se venga a cuidarte de
noche, te juro que al día siguiente se va de la finca.
En cambio yo te aguanté cinco años de enfermera.
---Yo también estoy arrepentido de haberme juntado
contigo y traerte al Porvenir. ¡Que luego olvidaste de
donde venias y cual era tu trabajo!
Consuelo lo vino escuchando sin inmutarse pero
esto que le dijo últimamente comenzó a sacarla de
sus casillas, por mucho tiempo borró de su mente
aquella época de desvelos ante la verdad que hoy le
brindaban sus ojos, por la condición de ser patrona,
sentirse poseída por la naturaleza y gozar la vida
como dueña, sin penas ni preocupaciones; entonces
respondió:
---Si lo supiste porque te enredaste conmigo o, fue
un capricho.
---Voy a sincerarme, porque al verte la primera vez,
tu cuerpo me gusto mucho, al mirarte en el canal de
televisión con esa tanga, enseñando las nalgas y
moviéndolas con maestría. Además, te confieso,
cuando estabas en la barra Pk2 y después en
Barrabas, con esa tentación de ritmos furiosos y
locos, acelerabas el corazón de los presentes,
producías el movimiento de tu cadera al compás de
los tambores con sonidos desenfrenados. Ese
Los Enganchadores 108

compás lujurioso que hacías en tus vaivenes al


compás de la música, nuestros ojos brincaban de las
órbitas siguiendo tu ritmo todo el tiempo. Las luces,
esas que se apagaban y escondían tu silueta y luego
al volverlas a encender mostraban tu cuerpo lleno
de juventud, incitando a todos. Me enamore aún más
cuando apareciste en la pagina cultural de varios
periódicos con un pedazo de tela, como especie de
tanga, estilo hilo de pescar, con el ombligo libre al
viento enseñando una piedra brillante que soltaba
chispazos de luz y con el dedo gordo en la cintura a
punto de bajarte la tanga. Creo que el fotógrafo se
anticipó a disparar la cámara en ese momento
cumbre por el nerviosismo que le produjo tu
actuación. Quedé prendado de tus líneas corporales.
Si Consuelo, fue una locura tremenda que tuve
porque a donde mirara te me aparecías siempre. Si
cerraba mis ojos, ahí estabas tú; fue una obsesión.
Con el vaso de ron apretado entre mis manos y la
vista en el fondo de ese liquido te remiraba en lo
profundo; me turbaba al verte y trataba de no seguir
mirando tus movimientos, hasta aquella noche que
bailando pusiste mi mano en la barbilla y
levantándola me dijiste, “Espérame.” Pero lo que no
conocí, sino hasta hoy, es tu alma que estaba
guardada en esa caparazón de carne que explotabas
por todos los medios de comunicación. Cuando te
pregunté si habías tenido enamorados o novios
recuerdas cual fue la respuesta que me diste.
---Si, se muy bien que lo recuerdo muy bien, Yo te
dije que enamorados ni novios tuve. Si hubieras
peguntado por amantes, te hubiera dicho la verdad.
Luis N. Radford 109

Guillermo respiró profundamente, tomó aliento y


volvió a decir:
---Nunca debí llamarte por tu nombre sino decirte
desconsuelo. El amor pone una venda en los ojos
para que no se distinga más allá de lo que uno se
propone. Muchos errores se cometen en la vida,
corregirlos será un triunfo. El tuyo Consuelo, será
corregido desde mañana cuando duermas en el
cuarto vecino. El mío no sé hasta cuando, pero lo
corregiré.
Después de estas palabras, Guillermo cogió una
pita que colgaba amarrada a una cadena que salía de
la base del foco de la luz y al estirarla, el cuarto se
quedó en completa oscuridad.
Consuelo aprovechó la ocasión para decir.
---Esa es tu venganza, que me desnude en la
oscuridad para no ver mi cuerpo, el que alabaste. En
cambio el tuyo no es más que un palo seco. Buenas
noches.
---Me hubiera gustado mucho saber quien fue tu
enganchador en ese oficio del baile para
felicitarlo.----Guillermo finalizó con una frase del
monje Rasputín:
---“Maldito el día que se comercie con el útero
como se comercia con la carne de la vaca”
El silencio imperó en ese momento pero roto a
veces por el zumbido de algún zancudo próximo al
oído.
Consuelo se quedó pensando el camino a seguir
para llenar el vacío que tenia con Guillermo, optó
por llevar con calma la situación que había creado y
se dijo que poco a poco se haría más amable con él
para no despertar ninguna sospecha, a raíz del
Los Enganchadores 110

telegrama que mandó poner con Eulogio. Retomar el


viejo camino prodigando atenciones pero ahora en
forma lenta. Al rato de estar acostada y haber
encontrado la solución, se dio vuelta en la cama y se
durmió tranquila.

Los campesinos de la finca las Lomas que no


fueron al pueblo a pasar el domingo se quedaron
extrañados al ver entrar la carreta con Miguelón
dando gritos y más gritos. Cuando estuvo cerca de la
casa dejó de hacerlo. Santiago y su hijo Antonio
salieron a esperarlo. Domingo el sirviente de la casa,
corrió presuroso, bajó las cajas para acomodarlas en
el corredor. Volvió de nuevo a la carreta y con la
ayuda de Miguelón pudieron bajar a la anciana.
---Ay señor patrón---comenzó por decir la viejita---
Disculpe mi caminar pero es que tengo las canillas
como garrotes tiesos de venir zangoloteada sobre la
carreta por todo el bendito camino.-Y dirigiéndose al
hijo del patrón le dijo:
---Ñio Antonio, use este rifle mientras vuelve mi
nieto y manténgalo aseado como lo hace el Rigo.
Antonio lo recibió dándole las gracias
El dueño de la Finca indicó:
---Bueno, lo importante es que ya está aquí y ahora a
descansar un poco y tú Antonio y Domingo
ayúdenla y la llevan a su cuarto. Domingo prepara
el catre de lona para que se recueste un rato, luego
Luis N. Radford 111

vas a la cocina y que pasen comida para todos. Tú


Miguel ¿que me cuentas de allá del Pedregal?
Con su sombrero dando vueltas entre sus manos
Miguel dio el mandado de Lorenzo el capataz.
La anciana Petronila con la ayuda de Domingo
recogió sus cajas y pidió que por favor le dijera al
patrón que disculpara porque se recostaría un tantito
para hacer la siesta y recuperar el aliento.
Después del almuerzo, Miguelón volvió sobre
la carreta al Pedregal, no sin antes pasar por la
cantina de la ñia Margarita a recordarle que tenia
una cita con varios vecinos y que les dijera que lo
esperaran el domingo por la mañana, que no pudo
estar en la fecha convenida porque se le atravesó
mucho trabajo.
Por el camino al Pedregal aparecieron dos
hombres, con pantalones oscuros y camisas blancas
de manga larga, uno era grande, delgado y rubio,
mientras que el segundo era de menor estatura, pelo
negro y cuerpo medio gordito, ambos llevaban dos
costales en sus manos. Miguel con la cantaleta de las
palabras vulgares sobre la carreta les dio alcance e
iba a seguir, cuando fue interrumpido por uno de
esos hombres que le preguntó cuanto faltaba para
llegar al lugar que le dicen el Pedregal. Miguel les
informó que ya faltaba poco pero si querían los
llevaría en la carreta. Ellos no lo oyeron dos veces,
se acomodaron muy contentos y agradecidos. De
nuevo volvió Miguel a ponerse en movimiento
puyando a los bueyes con las acostumbradas
palabras para esos menesteres. Los dos hombres al
oírlo se vieron entre si, enseguida comenzaron a
reír; ese vocabulario de vulgaridades lo
Los Enganchadores 112

conocían .pero no para decírselos a los bueyes. A


una orden dada por Miguel que se bajó con la puya
en la mano, detuvo el paso de los animales debajo
del árbol de madre cacao diciéndoles que habían
llegado a su destino.
Los dos hombres dieron las gracias y fueron al
primer rancho que estaba más cercano. Miguel se
extrañó del comportamiento de los dos. No alcanzó
en su mente a preguntar cual era el motivo de venir a
este lugar.
Los patojos de la ranchería vieron la carreta, a
Miguel que hablaba con dos extraños y también
cuando recogieron sus costales.
Lorenzo el capataz escucho el chirriar de los
ejes de la carreta, fue al encuentro de Miguel para
saber noticias de la finca las Lomas. Vio salir del
rancho que ocupó la ñia Petronila a dos hombres.
Lencho preguntó si sabía algo de ellos. La
respuesta fue no.
---Esto que hiciste no me gusta nada--- manifestó
Lorenzo y prosiguió:--¿Por qué están aquí esos
hombres?
---No les pregunté. Lo que hice cuando ellos venían
para acá fue darles un jalón.
Lorenzo los vio en el momento que se paraban
frente a la puerta del rancho de Nazario; la Lola
habló con ellos y fueron invitados a entrar. Les
preparó dos pocillos con agua de chiva o masa para
que refrescaran sus gargantas. En ese momento entró
al rancho Lorenzo y preguntó el motivo de la
presencia en el Pedregal. Uno de ellos se presentó
como mensajero de la palabra del Señor y venían a
enseñarles el verdadero camino para poder llegar a él
Luis N. Radford 113

porque hay muchos extravíos. De uno de los costales


sacó un libro y les dijo que ahí estaba el mensaje que
iba a enseñarles a todos los de la ranchería; preguntó
cuantos vivían en el Pedregal y si era posible
reunirlos por la noche para darles la primer plática.
El capataz respondió que escasamente ahora eran
nueve los vaqueros, ocho mujeres, pues Miguel vivía
solo, y de patojos habían varios.
Ese ahora que dijo Lorenzo hizo que uno de los
recién llegados preguntara que si antes había más
gentes viviendo en el Pedregal y que a donde se
fueron.
Lorenzo respondió que no supo a que lugar se
fueron. Las preguntas que hacían no eran de su
agrado. En vista que se estaba haciendo de noche,
preguntaron quien les podría dar posada para dormir.
Lorenzo les explicó que no podrían reunir a los
habitantes porque descansaban, pero los invitó a
quedarse en el rancho de la ñia Petronila que tenia
dos camastrones. Los dejó instalados; un candil
colocado en uno de los horcones del rancho fue
encendido y volvió a su querencia a contarle a su
mujer la Lipa sobre la presencia de esos dos
mensajeros.
--- ¿Vos que crees? Preguntó la lipa y Lorenzo
contestó:
---Eso es lo mismo que yo te pregunto; ¿que te
podés imaginar?
---Pues yo me digo que hicieron un viaje largo
donde no hay mucha gente, donde no tienen quien
les de comida y donde…
Los Enganchadores 114

Miguel entró sin pedir permiso e interrumpió con


su presencia la plática que sostenían Lorenzo y la
Lipa.
---Y ahora ¿que te trae por aquí?- Preguntó
Lorenzo.
---No lo van a creer.---dijo limpiándose el sudor de
la frente, por la carrera que hizo. Estaba nervioso y
después de respirar profundo continuó:
---Cuando vos llevaste a esos hombres al rancho de
la ñia Petro, yo me fui caminando muy despacio, sin
hacer nada de bulla por la parte de atrás, me puse a
ver entre las rendijas de los palos de guarumo para
saber que era lo que estaban haciendo, también quise
escuchar lo que se decían entre ellos. Pude ver
entonces que sacaron de los costales un libro que lo
dejaron junto al poyo donde cocinaba la ñia Petro,
después sacaron de los costales dos ametralladoras
que se pusieron a limpiar. Oí a uno de ellos decir que
mañana van a reventar todos los tiros que tienen las
tolvas porque te van a hacer cantar para que les digas
a donde se fueron los otros vaqueros, pues
sospechan que Rigoberto Pascual es uno de los que
se fue. Bien que escuche ese nombre. El otro hombre
fijáte que dijo que nosotros éramos unos pendejos
por creer lo que te dijeron. Ahora me pregunto que
será la inquina que se tienen contra Rigoberto. Y a
vos te lo digo para que estés preparado. No se
porqué pero esto me huele muy mal vos Lencho.
--- Ensillá tu caballo y corré para decirle al patrón
lo que está pasando y que se venga luego para
decirnos que vamos hacer. Para mientras voy a
prevenir a todos para que se pongan listos por
cualquier cosa. Ahora no es asunto de machetes,
Luis N. Radford 115

pero lo que te ruego es que me dejes la 38 largo que


fue del policía. Andate pues, pero sin hacer ruido.
---– Vos Lencho prestáme tu foco para alumbrarme
el camino.
Miguel fue a su rancho, sacó el arma, recogió el
machete, volvió al rancho de Lorenzo a entregarle el
arma y partió a la caballeriza, ensillo su caballo y de
la brida lo llevo despacio fuera de la ranchería,
enseguida se montó poniéndose a correr rumbo a la
finca las Lomas.
----Ojalá que este caballo no reviente por que nos
lleva la chingada a todos---él mismo se hablaba al
exigirle correr al caballo. Con el peso de su cuerpo
el animal no llegaría hasta la finca las Lomas.
Esos hombres que se quedaron a dormir nunca
se imaginaron que era el rancho donde vivió
Rigoberto Pascual y donde le cortó el brazo al
policía que murió después en el potrero de la Ceiba.
Ya no volvió a ver zopilotes, lo que era señal que
solamente huesos quedaron. Miguel en su alocada
carrera el aire le sacó el sombrero de la cabeza, pero
no se preocupó de recogerlo. La vida no vale un
sombrero se dijo así mismo.
Faltaba acaso un kilómetro para entrar al casco
de la finca, cuando el caballo se paró en seco. No
pudo más, Miguel lo ajotó y dando de chicotazos en
las ancas y con la botas golpeando los ijares
comprendió que era imposible seguir con la bestia.
Tomó aliento y ahora era él quien corría velozmente
a la casa del patrón. Un perro de la ranchería se
puso a ladrar, le siguieron con ladridos fuertes otros
perros. Varios ranchos se iluminaron en sus
interiores con la luz de los candiles. Cuando llegó a
Los Enganchadores 116

la casa que estaba en completa oscuridad llamó de


urgencia a don Santiago. Padre e hijo despertaron.
Encendieron los focos para iluminarlo todo y
salieron para averiguar que pasaba. Al ver a Miguel,
éste atropelladamente puso en antecedentes de lo
que pasaba en el Pedregal.
Santiago entró de nuevo al cuarto, recogió el rifle y
una caja de tiros, ordenando a su hijo que sacara el
carro inmediatamente. Domingo el empleado de
confianza de la casa salió del rancho con machete
en mano diciendo que él los acompañaba, su patrón
le dio las gracias pero era mejor que se quedara con
Antonio cuidando la finca. Le preguntó a Miguel si
podía disparar la escopeta, al responder
afirmativamente volvió al cuarto y con dos cargas de
cartuchos se la entrego.
Antonio puso el carro frente a la casa. Al llegar
su padre le dijo que se quitara del volante porque se
quedaba cuidando la casa con Domingo.
Arrancó a toda velocidad saliendo de la finca.
Vieron en el camino al caballo muerto. Al rato
estaban por el vado que hicieran a la orilla del
puente Juilín, pasando por el agua y al llegar a la
curva del armadillo Santiago aplicó los frenos.
Detenido el carro, se fueron a pie recorriendo el
tramo que les faltaba al rancho de Lorenzo. Les
llamó la atención ver que por donde fueron pasando
las luces de los candiles estaban alumbrando el
interior de los ranchos. Lorenzo el capataz al oír las
voces afuera, abrió la puerta para que entraran,
diciendo al patrón:
---Que bueno que ya están aquí. Todos estamos en
vela esperando sus instrucciones patrón. A las
Luis N. Radford 117

mujeres les dejé dicho que mantuvieran luz en sus


ranchos. Ahora usted dirá.
Santiago al ver a los siete vaqueros preguntó
quienes tenían armas. La respuesta fue la de
Lorenzo con una pistola y los demás con machetes.
–--Tenemos tres armas contra dos ametralladoras,
para eso es conveniente ser más rápido que ellos.
Con cualquier movimiento de sus manos, no
desprendan la vista de las manos de ellos pues
debemos anticiparnos y dispararles al cuerpo.
Lamento que no esté con nosotros Rigoberto por
que tuvo entrenamiento en el cuartel. Según dijo
Miguel vienen a buscar a Lorenzo para que les diga
a donde se fue Rigoberto. Hagamos un cerco
humano alrededor del rancho, pero escondidos, que
no sospechen nada. Vos Miguel, en esos matochos
que están enfrente del rancho te podés esconder. Que
la Lipa, se valla al rancho con la Lola.
Todos fueron a ocupar los puestos señalados, a la
espera de esos asesinos pagados por el cártel del
sur.
Mientras tanto se empezaba a dibujar la aurora por
el oriente. Las aves y los pájaros con sus trinos
saludaban al nuevo día, Y los que dormían en el
rancho de la anciana Petronila despertaron. Uno de
ellos dijo a su compañero:
---Te recuerdo que todos madrugan para irse al
trabajo, nosotros para cumplir el motivo que nos
hizo venir aquí, es conveniente que nos anticipemos
porque ellos se van temprano.
-– Yo veo luces en todos los ranchos.
Los Enganchadores 118

---Por eso mismo, mejor nos vamos a buscar a


Lorenzo. Debemos sacarle toda la información que
nos pidieron.
Apagaron la luz del candil. Salieron del rancho
con los costales en las manos, donde iban escondidas
las armas. Caminaron el trecho que los separaba y
cuando estaban para tocar la puerta del rancho de
Lorenzo, uno de los hombres abrió la boca del costal
y saco la metralleta. En ese instante se escucho el
disparo de la escopeta de Miguel. Los dos hombres
se fueron desplomando poco a poco hasta caer
tendidos frente a la puerta. Miguel con rapidez
recargó el arma y estuvo encañonando a los
hombres por si tenían alguna reacción, pero no
volvieron a dar señales de vida. Salió del matocho
donde estuvo escondido con el arma apuntándoles y
llamó enseguida al patrón y al capataz. Al abrir la
puerta salieron con las armas en la mano y vieron
tendidos a los dos hombres.
---Dos pájaros de un tiro, que bueno estuvo---
manifestó con emoción Lorenzo.
--- ¿Porqué disparaste tan pronto Miguel? Preguntó
Santiago.
---Y no dijo usted pues patrón que estuviéramos
viéndoles las manos y en cuanto yo vi que uno de
ellos sacaba la ametralladora pues ahí que les envié
los plomazos.
El patrón se rió diciéndoles:- tanto pensar y
estudiar y vean pues, a éste Miguel que lo resolvió
muy rápido con un solo tiro de nueve postas.
Los vaqueros que rodearon el rancho, hasta el
amanecer fueron llegando cautelosamente para
conocer lo que había sucedido, pues escucharon un
Luis N. Radford 119

disparo de escopeta nada más. Las mujeres y los


patojos se acercaron también.
Lorenzo contó que ellos le habían dicho que
venían al pedregal y con su palabra iban a enseñar el
verdadero camino para llegar al Señor.
---Y vean pues, los dos se adelantaron. Gracias vos
Miguelon, porque si no hubiera sido por vos, yo
sería el tendido.---Dijo Lorenzo.
--- ¿Que vamos hacer con estos?- fue la pregunta de
Miguel y le entregó la escopeta al patrón.
---Traé los bueyes, úncelos a la carreta y te venís.
Nazario y Lencho ensillen sus bestias y se vienen
conmigo. Lipa, limpiá y quitá toda la sangre que
dejaron los narcotraficantes. Que no quede huella de
que estuvieron por acá.
Buscaron entre las ropas de los muertos algo que
pudiera identificarlos, pero no hallaron nada; en sus
pechos estaban unos tatuajes que representaban
diablos con mujeres en posiciones sexuales. Las
mujeres de la ranchería se persignaron. Santiago
Villanueva entró al rancho para dejar la escopeta.
La Lipa que le siguió los pasos rogó porque
desayunara unos platanitos fritos con unos huevos
frescos de gallina de patio, con su chirmol de tomate
y las tortillas recién salidas del comal. El patrón
agradeció las atenciones pero dijo que esperaría a
que vinieran Lencho y Nazario para desayunar con
ellos. La Lipa comenzó los preparativos del
desayuno. Al rato estaban llegando Lorenzo y
Nazario con los caballos y un poco mas tarde Miguel
quien dijo:
---Todo listo don Santiago.
Los Enganchadores 120

---Bien, ahora pasen a desayunar porque la Lipa nos


invitó.---Se sonrió por haberla comprometido pero
enseguida dijo: ---Está muy agradecida, porque si no
hubiera sido por vos, ella ya estaría viuda. Yo ahora
me pregunto, que tenés que sos el ángel de la guarda
de todos por acá, fijáte, primero la ñia Petronila,
segundo a Lorenzo que también lo salvaste. Lo
curioso que fue Miguel quien los trajo y ahora se los
lleva. Estoy pensando que te vas a ir conmigo a las
Lomas por aquello de las dudas.
Después del suculento desayuno. Lencho,
Miguel y Nazario colocaron los dos cadáveres en la
carreta.
A pie hizo el recorrido Santiago con las dos
armas hasta el carro que lo había dejado en la vuelta
del armadillo. Lo puso en marcha y pasado a un
lado del puente juilín lo detuvo, quedándose a la
espera de los tres vaqueros que al rato estaban
llegando. Santiago ordenó que los pusieran tirados
sobre la tierra, a una distancia de cuatro o cinco
metros uno del otro con las metralletas muy cerca de
las manos como si entre ellos se dispararon.
Santiago recogió una de las metralletas y roció con
varios disparos el cuerpo de uno de ellos dejando el
arma cerca de la mano, luego hizo con la otra
metralleta lo mismo desde el ángulo contrario y le
dejo el arma también. Santiago caminó un poco a la
derecha de ellos, los vio, enseguida fue a la
izquierda, observo detenidamente la escena y
exclamó:
---Perfecto, esto quedó como si ellos se hubieran
peleado entre si. Oye Lorenzo, la segunda parte te
corresponde y vas a tener cuidado cuando hablés,
Luis N. Radford 121

mejor te explico lo que vas a decir a la Policía, que


estabas por el potrero del caulote buscando varias
vacas que no aparecían, cuando por el camino al
Pedregal oíste varios tiros seguidos. Que al llegar
cerca del río encontraste a dos hombres tirados. Y
por eso viniste a dar parte. ¿Estamos, entendiste
bien? Bueno ahora repetí tal como te lo dije yo.
Lorenzo explicó todo igual que su patrón y éste, le
dijo que lo fuera repitiendo todo el camino hasta el
pueblo. Si algo más le preguntaban, su respuesta
sería siempre decir, no se.
Santiago volvió a la finca las Lomas, Miguel y
Nazario para el Pedregal. Cuando estaba Miguel
frente al rancho de la ñia Petronila dispuso bajar
para saber como lo dejaron los hombres. Al ver
hacia el poyo encontró el libro que uno de ellos sacó
del costal. Miguel dispuso llevárselo al rancho y
cuando viniera alguien de las Lomas, se lo haría
llegar al patrón.
Santiago dejó el carro en la galera. En las gradas
lo esperaba Domingo. Antes de que le preguntara le
contó al guardián que todo salió a la perfección y
que estaba en calma el Pedregal, no tenia que
preocuparse.
Domingo preguntó que si deseaba desayunar
para avisarle a la Lucía la cocinera. La respuesta fue
que los invitó la Lipa, mujer de Lorenzo. Al no ver a
Antonio, pregunto por él. Domingo contestó que le
ensilló el caballo y lo vio salir con un costal donde
introdujo unas pataletas, máscara, cogió también la
atarraya que colgaba en uno de los pilares de la casa,
con todo metido en el costal se fue rumbo abajo.
Los Enganchadores 122

–-Hace días que tengo el antojo de comer unas


mojarras y hasta hoy que las fue a conseguir.---
Expreso Santiago, guardando el secreto del pic up y
continuó diciendo:
---Prepárame una naranjada, tengo sed.
Mientras tanto se recostó un rato en la hamaca
con las manos debajo de la cabeza y con los pies fue
dando el movimiento del vaivén lo que producía
que los lazos amarrados a la hamaca rechinaran.
Sobre la pared de madera, estaba la vieja ramazón
del venado, cuyos cachos eran la admiración de
todos aquellos que llegaban a la finca. Es un trofeo
que le obsequió su amigo Guillermo Calabas de
Nada de la finca el Porvenir. Eso les venia diciendo.
Pero ahora que lo recordaba, se le apareció Consuelo
la mujer de Guillermo, la que le rehuye atenciones,
la que se aleja de sus quehaceres. Algo superior debe
existir en torno a eso y dejó de pensar porque al
llevarle Domingo el vaso de naranjada le
interrumpió los recuerdos. Por el desvelo que tuvo se
quedo dormido. Domingo Papaturro prosiguió con
sus labores de la casa.
Antonio Villanueva montado a horcajadas en el
caballo fue recorriendo el camino donde lanzaron al
pic up. Prosiguió al paso de la bestia hasta encontrar
el desfiladero. El caballo pudo bajar sin ningún
riesgo. Llegado al fondo del barranco siguió por la
rivera del río con su cause zigzagueante. Un poco
mas adelante, bajó del caballo, hizo memoria hasta
donde llegó la vez pasada y tomando de la brida a la
bestia se corrió un trecho, fue despacio hasta
encontrar la primera posa. No era profunda pero por
ello no dejó de ver el fondo con el agua cristalina,
Luis N. Radford 123

donde las pepescas al dar vueltas plateaban sus


costados con las escamas expuestas al sol. Un
Martín pescador pasó raudo a baja altura volando
sobre el río rumbo abajo. Antonio volvió a
emprender camino pero esta vez sobre el caballo,
que medía con cautela cada paso que daba entre las
piedras. Las riendas estaban sueltas e inclinada la
cabeza, el animal detuvo la marcha para beber agua.
Con la cola a manera de abanico se golpeaba la parte
trasera ahuyentando a los tábanos verdes que
trataban de picarlo. Jinete y caballo siguieron río
abajo donde el cause se encajonó formando otra posa
mas grande. Antonio bajó del caballo y la raíz de un
árbol que se asomaba por el paredón sirvió para
amarrar al animal. En la parte trasera de la montura,
cogió el costal donde estaba guardado todo el equipo
de buceo y la atarraya. Uno a uno los fue sacando y
colocándolos entre las piedras. Estaba quitándose los
zapatos, el pantalón y la camisa cuando aparecieron
varios patojos, que contentos venían con sus varas
de pescar y una ensarta de pescados agarradas por
las agallas con una pita.
Al verlo se detuvieron porque no lo conocían.
Antonio no podía empezar el trabajo por la
interrupción de los muchachos. Se fueron acercando
muy despacio. El mayor de ellos preguntó si había
sacado ya algún pescado. Antonio respondió que
acababa de llegar.
---Esta posa es muy buena, tiene mojarras grandes,
nosotros venimos siempre por aquí. También hay
róbalos.
Interrumpido por otro de los chicos, que señalaba a
una de las ramas del árbol de jiote diciendo a todos:
Los Enganchadores 124

---Miren que grande es esa chileana que está a allá


arriba.
Los patojos, incluido Antonio, levantaron sus
ojos en la dirección que apuntaba con el dedo el
patojito. Era una hermosa iguana verde.
----Vos Tipacha prestáme la honda--- le dijo el
mayor de los patojos a uno que era enano y buscó en
la rivera del río una piedra que diera el tamaño de la
badana. Con la mano izquierda sostuvo la horqueta y
con la derecha la badana con la piedra, estiró los
cuatro hules canches y enseguida la soltó enviando
la piedra hacia la chileana que se asoleaba sobre la
rama. Todos los ojos estaban puestos directamente
sobre el animal. Se oyó la voz del enano gritar:
---Le diste, le diste vos Lico, está prendida en la
rama. Miren muchá se esta soltando, ya…ya… se
cayó.
Todos atentos vieron cuando la iguana se
desprendió y fue a dar a la posa del río.
---Por favor señor, usted puede ayudarnos a sacarla--
Dijo Lico, el muchacho más grande del grupo.
---Voy a tratar, pero recuerden que todas las
iguanas cuando están debajo del agua, se encuevan.
Antonio se puso las pataletas, enseguida la
máscara con el snorkel y se lanzo al agua. Con
movimiento de pies fue profundizando y viendo
parte del fondo de la posa. Asomó la cabeza para
inhalar aire y volvió a seguir buscando a la iguana.
Dos o tres veces más salió a respirar, mientras los
patojos seguían con interés el buceo. Varias burbujas
reventaron sobre el agua. Antonio localizó el pic up
y en su emoción expulsó todo el aire que tenia en los
Luis N. Radford 125

pulmones. Por eso fue la cantidad de burbujas que


reventaron sobre el agua.
--- ¿Vio a la iguana? fue la pregunta de Lico.
---No, pero la seguiré buscando.--- Salio del agua y
fue al costal en busca de un desarmador para quitar
las placas del vehículo. Se zambulló de nuevo y
conociendo ahora el lugar, dispuso destornillar la
placa de la parte trasera. Dos veces tuvo que salir a
respirar y para que los chicos que seguían desde
afuera esperando las noticias de la iguana no se
dieran cuenta de la placa, la colocó debajo de una
piedra pequeña entre el agua. Después de haber
respirado profundamente regresó y debajo del agua
avanzó por el costado de lo que era chatarra, se
apoyó sobre la puerta y al acercarse para ver hacia
adentro, su sorpresa fue enorme al encontrarse muy
cerca, separado por la máscara con otra cara blanca.
Fue tanto el susto al ver la palidez de la cara del
cadáver, que inhaló el agua que estaba dentro del
snorkel; en su angustia, se puso a patalear con toda
las fuerzas y brusquedad buscando la superficie
desesperadamente. Al salir a la superficie dio un
manotazo arrancando la mascara que voló por los
aires, hundiéndose en la posa. Le vino un acceso de
tos que tardo varios minutos. Se recostó un rato en la
arena haciendo ejercicios de respiración.
Los patojos se acercaron para preguntarle si
encontró a la iguana. Antonio entre tos y tos
respondió que era imposible por lo oscuro que estaba
lo profundo. Se dio cuenta que con un machete
corto, Lico fue al paredón a picarlo, escarbar,
buscando lombrices, las que en pedazos pequeños
las pusieron en los anzuelos a manera de carnada
Los Enganchadores 126

para pescar en la posa con una vara delgada de


bambú y un hilo amarrado en la punta y en la otra
punta el anzuelo. Sentados sobre una piedra grande,
Lico y sus compañeros se dieron a pescar.
Antonio estudiaba la manera de que se fueran para
sacar la otra placa. Pero ellos felices gritaban muy
contentos cada vez que sacaban mojarras. Se acerco
a Lico preguntándole cuantos pescados llevaba y si
los vendía. Lico miró la ensarta y luego dijo que en
unos diez quetzales. Al recibir el dinero, lo
repartieron entre los cinco patojos. Antonio estaba
contento de resolver la situación. Llegó junto al
caballo para depositar las mojarras y creyendo que
los muchachos dejarían de pescar para irse, grande
fue la sorpresa al verlos que seguían pescando.
Volvió a la orilla de la posa y se lanzo al agua en
busca de la máscara; salía y volvía a zambullirse, así
estuvo haciéndolo durante un tiempo, hasta que salió
con la máscara en la mano. Se recostó en la arena
para descansar un rato observando a los patojos y
oyéndolos felices cuando picaban los peces y se
llevaban el bocado o la alegría al sacar alguno.
Mucho tiempo pasaron en la posa, hasta que a
Antonio se le ocurrió ver el reloj y decirles que era
muy tarde mintiéndoles por haber adelantado una
hora más. Se levantó e hizo como que se vestía.
Los muchachos recogieron sus pitas con anzuelos y
se despidieron. Era tarde y la luz solar entraba
inclinada sobre las ramas de los árboles. Antonio
volvió a lanzarse al agua, y llegó al lugar donde se
encontraba el pic up. Con rapidez sacó los tornillos y
luego la placa, y vio de nuevo la cara blanca color de
candela de parafina del hombre que estaba adentro
Luis N. Radford 127

de la cabina. Se lanzó pataleando con fuerza a la


orilla, levantó enseguida la piedra donde estaba la
otra placa, ya juntas las dos, las metió en las árganas,
desamarró el caballo y montado, comenzó el viaje de
regreso. Domingo salió al encuentro para atender al
hijo del patrón y llevar el animal a la caballeriza.
Antonio le entregó la ensarta de mojarras para que la
Lucia las preparara para la cena, mientras que él
amarró el caballo en la baranda del corredor.
---Están muy galanas--- dijo Domingo refiriéndose a
los pescados--- ¿y donde los consiguió? ---volvió a
decir.
---En una posa que esta muy lejos--- respondió el
hijo del patrón...
---ahora vuelvo, voy a llevar el caballo.
Antonio se recostó en la hamaca a la espera de su
padre. Recordó que llevaba las placas que debió
sacar antes que Domingo se diera cuenta. Este
desensilló la bestia y en el momento de colgar la
montura escucho un ruido extraño proveniente de las
árganas y al abrir una de ellas se encontró con dos
latas negruscas, con oxido y números borrados. Se
las llevó al hijo del patrón,
---Para qué las mantiene en las árganas si ya no
sirven estas latas.
---Pienso llevarlas al pueblo para que las arreglen
bien, y pongan el kilometraje y el nombre de la
finca las Lomas, allá en el cruce de los caminos.
El ruido del motor de un carro se escuchó un
poco lejos. Apareció Santiago Villanueva que
bajando del automóvil se aproximó con el periódico
que pasó recogiendo en el pueblo. Con una sonrisa
de satisfacción le tendió el periódico diciendo:
Los Enganchadores 128

---Lee despacio para que te enteres. Ya cambió la


situación.
Antonio vio primero el titular y enseguida
profundizó en la noticia. Después de haber leído
detenidamente todo, también esbozó una sonrisa
comentando:
--- hoy es día de buenas noticias papá. Fui al río y
encontré las placas. Dentro del pic up está un
hombre ahogado.
--- Explícame despacio eso.
---En la cabina del pic up, encontré a un hombre que
parece murió ahogado. Creo que lleva varios días de
estar ahí porque tiene la cara blanca y bofa. ¿Cómo
llegó? No sé, ¿que hacía adentro? tampoco me
preguntes papá.
---Extraño, muy extraño lo que viste. Dejémoslo
como está, porque si damos parte a la policía, será la
de ir y volver y nunca acabar. Ahora la noticia que
leíste nos quita la angustia que tuvimos. Los
miembros del cártel del sur están detenidos en la
cárcel, fueron descubiertos por alguien que los
delató. Nunca sospeché que estuvieran metidos en
eso varios generales y coroneles, ahora de civiles no
me extraña. Pero recuerda que aunque cayeron, el
narcotráfico va a seguir. El modo de operar tratando
de burlar a las autoridades lo cambian todos los días;
considera que los beneficios económicos que
obtienen son enormes, un negocio redondo. Santiago
hizo una pausa y le dio un giro total a los
comentarios que venia haciendo para decir:
--- ¿Que habrá sido del hijo de la ñia Petronila? ojalá
que tenga suerte en llegar, aunque el dinero manda
en todas partes. Apropósito quiero que mañana bajes
Luis N. Radford 129

al Pedregal y le dices a Lorenzo que empiece a


preparar los novillos porque vamos a marcarlos y
mira si ya esta la calavera del policía, entonces la
traes para ponerla en la cueva de los murciélagos,
llévate el carro.
Domingo pasó a decirles que la cena estaba lista.
Antonio salto de la hamaca y acompañó a su padre al
comedor donde éste dijo que le avisaran a la ñia
Petronila que la esperaban para cenar.
Al rato regreso Domingo Papaturro con la noticia
que decía la ñia Petro que les agradecía sus
atenciones y que les daba las gracias, pero su lugar
estaba en la cocina.

Antonio puso en marcha el carro y salió del


camino de tierra al asfalto donde pudo darle mayor
velocidad, pasó por la conacastada y recordó en ese
momento la aventura con la avioneta cuando
cayeron los dos bultos que recogió y que fueron el
motivo de los trece muertos. Pensó por un rato que
el dinero del narcotráfico acarrea la muerte y que las
drogas también son causantes de muertes por alterar
la mente del que las consume. Detuvo la marcha
para virar a la izquierda y dirigirse directamente al
puente del juilin, que por no estar reparado aún,
hubo que bajar por el río. Se encamino a la ranchería
del Pedregal. Los vaqueros ensillaban las bestias
para ir a los potreros cuando Lorenzo escuchó el
ruido del motor del carro del patrón, fue a su
encuentro, era el hijo el que llegaba al cual saludó
Los Enganchadores 130

dándole los buenos días. Antonio respondió de la


misma manera y luego le informó del motivo que
traía.
--–No se preocupe por lo que me ha dicho que
hagamos--- Expresó con entusiasmo el capataz.
Ahora bien, el asunto delicado es, cómo vamos a
traer la calavera sin que se den cuenta las mujeres.
--- ¿Por casualidad no te sobran algunos costales?
---Entiendo lo que quiere hacer con ellos. Déjeme
buscarlos--- Lorenzo entró al rancho y llevó dos
costales grandes.
--- ¿Me acompañas Lorenzo?
---Por supuesto que sí. Pero antes voy a mandar a los
muchachos para que aparten los novillos y que los
metan en el corral redondo. Nosotros nos vamos al
potrero a traer la calavera.
Los vaqueros sobre sus rechinantes monturas de
cuero, se lanzaron a la aventura de buscar a los
novillos que serian marcados con el fierro del
Pedregal. Lorenzo en su caballo y Antonio montado
en el que fue de Rigoberto Pascual fueron en busca
del esqueleto del policía. Antonio se apeó de la
bestia. El caporal se acercó para ver en que
condiciones estaba el esqueleto.
---Esto no se lo puede llevar.
Antonio pudo ver con sorpresa que todos los
huesos estaban negros por los millones de hormigas
que se amontonaban y corrían sobre el esqueleto.
---Se me esta ocurriendo que regreso a la ranchería y
voy a ir los ranchos, preguntando a las mujeres si les
sobra un poco de cal; en un bote la mesclo con agua
y las hormigas o se van o se mueren por que es cal
Luis N. Radford 131

viva. Espéreme un rato que ya vuelvo.-- Lorenzo


montado en su caballo fue rápido a la ranchería.
Antonio miraba a las hormigas que iban y venían
sobre los huesos del que fuera policía. Un caminito
hecho por ellas llegaba a un agujero por el cual
desaparecían y volvían a salir. Era el nido. El trote
del caballo de Lorenzo anunció su presencia.
---Aquí está, ahora veremos si hace efecto la cal.
Una cubeta con agua y varias piedras de cal
fueron echadas, pronto se notaron las burbujas y un
humillo que salía del agua.
---Deja un poco para el nido de las hormigas que
está ahí cerca--- Indicó Antonio, señalando el lugar.
El agua de cal estaba caliente y era tiempo de
rociar el esqueleto. Así se hizo. Las hormigas negras
dejaban las partes de huesos por donde les caía la
cal; el resultado daba sus frutos pues esos
animalitos morían rápidamente; quedaron limpios
los huesos. En el nido también se dejo caer lo
restante.
El hijo del patrón puso los costales en el suelo y
con la ayuda de Lorenzo fueron metiendo el
esqueleto.
El capataz, se despidió, subió a la montura y al
trote partió a los potreros en busca de los demás
vaqueros para apartar los novillos que serian
marcados.
Antonio colocó en el asiento trasero del carro los
dos costales llenos de huesos. Domingo vio
acercarse el carro del patrón, fue a su encuentro para
ayudar a bajar los bultos. El hijo de don Santiago
respondió que no era necesario pues los bultos serian
llevados al pueblo. Preguntó por su padre y le
Los Enganchadores 132

contesto que andaba a caballo por los cafetales de


arriba. Antonio fue a la hamaca a la espera de su
papá.
Al rato apareció Santiago, el lazo de la bestia
fue amarrado al pretil en el corredor de la casa; subió
las gradas y su hijo le informó del trabajo realizado
en el Pedregal y de los dos costales que estaban en
el carro.
---Domingo--- lo llamó Santiago con voz fuerte.
---Mande usté patrón.
---Ya es hora de ir al correo del pueblo y me traes la
correspondencia.
---Como mande usté patrón. Pero antes voy a ir a
dejar el caballo.
---No.--- Repuso Santiago y continuó: --- Eso lo
haré yo, me interesa tener noticias de la capital. Así
pues que apuráte, porque no quiero que te coja la
tarde por el camino.
Domingo Papaturro pasó por su rancho recogiendo
el morral y el machete, cambió de caites poniéndose
los nuevos con olor a cuero recién curtido que
rechinaban con cada paso que daba. Se puso el
sombrero de petate y se fue por el camino que va al
pueblo. Se dijo que ya sería bueno echarle una
platicada a la Micaela, la hija del señor Crisóstomo.
Esto lo haría con la fuerza que le pidió a Mateo
Ishquiak el brujo, porque cada vez que pasaba frente
al rancho, ella se salía para sonreír. Lo que le daba
una demostración de que le caía bien en su sangre y
a lo mejor quien quita, ella le daba el sí de los
enamorados, con eso, pues ya tendría su compañera
para toda la vida. La Micaela era bonita y por lo
noticiado que estaba, era mujer hacendosa que no
Luis N. Radford 133

tenía un no para nada, y es que él, su trabajo estaba


en la casa de la finca donde le daban sus tres tiempos
de comida. Preferiría que fuera su mujer la que le
hiciera sus frijoles parados, sus tortillas recién
salidas del comal y tomar su café en el jarrito de
barro. Esto era lo que estaba pensando Domingo
mientras se acercaba al rancho de la Micaela.
Faltaba poco para llegar, dispuso acortar sus pasos, y
lento en el caminar se fue aproximando a la puerta.
Dio unos pasos, vio de reojo por la puerta y la mujer
de sus pensamientos no salió como era su costumbre
para sonreírle. Se quedó intrigado que ella no se
parara en el vano de la puerta del rancho. Entonces
se le ocurrió pensar que talvez se fue al pueblo, y
quizás en dicho lugar la iba a encontrar. Con esta
idea, calmó su inquietud y siguió el camino, pero
esta vez más rápido que otras veces.
Mientras tanto, en la finca las Lomas, Santiago le
dijo a su hijo que se le ocurrió mandar a Domingo al
pueblo, para que no se enterara del contenido de los
bultos que estaban en el carro, los cuales deberían
ser llevados pero inmediatamente a la cueva de los
murciélagos. Le indicó que trajera unos diez
paquetes de billetes.
Antonio fue al carro, saco los costales con el
esqueleto, amarró con el lazo del caballo las dos
bocas de los bultos. Se montó pidiendo una mano a
su papa para que subiera dichos costales sobre las
ancas. Con los talones golpeo los ijares de la bestia
y fue subiendo por la loma entre los cafetales.
Entre las ramas de los cushinales el escándalo
de las urracas y las sharas anunciaban el paso del
caballo.
Los Enganchadores 134

Llegado al punto indicado, Antonio se apeó y


diligente bajó los dos bultos. Vio para todos lados
para asegurarse que nadie lo observara y comenzó a
darle forma al esqueleto, justo a la entrada de la
cueva; tardó un poco en finalizar el trabajo.
El ruido de unas hojas secas al ser aplastadas le
hizo levantar la vista para saber el origen de lo que
escuchó, pero no había nadie cerca del lugar. Eran
pasos de alguien se dijo él mismo, entonces dispuso
caminar por los alrededores para estar seguro que
nadie lo siguió. Las urracas volvieron a escandalizar
con sus cantos sobre el ramaje de los cushines, lo
que hizo que Antonio esperara un momento más,
volviendo a ver de nuevo en todas direcciones.
Entró a la cueva para sacar de los costales el
dinero que pidió su papá cuando oyó un ruido de
chinchines procedentes del interior, cerca de los
bultos que contenían billetes. Estaba oscuro y
comprendiendo que el ruido eran los cascabeles de
la serpiente enroscada que anunciaba su presencia
pronto a lanzarse y morder al intruso. Antonio se
retiró del lugar pensando volver después con una
linterna. Salio de la cueva y montado en el caballo,
se encontró a unos pasos de distancia con Mateo
Ishquiak que venia bajando la loma.
---Vos Mateo, que hacés por estos lugares.--
Preguntó Antonio.
---Fui al lugar de las gravileas a pedir ayuda para el
Domingo.
---Las gravileas están en la otra loma, allá arriba.
---Es por lo empinado que mejor me vine por este
lado.
---Y eso de ayudar a Domingo ¿para qué?
Luis N. Radford 135

---Es que fue a mi rancho a decir que quiere mi


ayuda para poder hablar con la Micaela, porque
cada vez que pasa por el rancho de ella, dice que el
corazón le hace pucum, pucum pucum cuando ella
le sonríe.
---Ahora entiendo y bien guardado que se lo tenía el
condenado del Domingo. Bueno pues, andate
adelante que yo te sigo.
Mateo Ishquiak era la persona que había
quebrado con sus caites las hojas secas a su paso
para espiar lo que estaba haciendo el hijo del patrón
y cuando se dio cuenta que el ruido de las hojas
secas lo delató, se retiro con toda la calma que pudo
a cubrirse detrás de un árbol de tronco grueso. El
brujo de la finca las Lomas volvió a engañarlo
contestando:
---Ay patroncito, vos vas a caballo y yo voy a puro
mi pie. Con la subida y la bajada a este lugar mis
camotes ya no dan para seguir el paso del caballo.
Mejor me sigo detrás de vos un poco despacio.
Antonio sin sospechar nada arrendó la bestia por
el rumbo que va a la casa de la finca. Mateo se fue
rezagando intencionalmente hasta que perdió de
vista al caballo y jinete. Entonces se dio vuelta y
regresó a la cueva. Vio el esqueleto de un hombre y
los de otros animales dispersos frente a la entrada.
Con lentitud penetró a la cueva hasta que la luz, lo
dejó en la penumbra. Se agachó avanzando con las
manos apoyadas en el suelo preguntándose por qué
el hijo del patrón entraba y salía. Se puso a gatear
avanzando de esa manera, de pronto se escucharon
los cascabeles de la serpiente acompañados de un ay
y luego la voz de Mateo que dijo: --- Ya me chingó
Los Enganchadores 136

el cumatz.--- Se llevó las manos a la nuca justamente


en la yugular y presionaba el área de la mordida
tratando de sacar por el mismo lugar el veneno que
le introdujo la serpiente. Tenía el machete en la
cintura y no podía sajar la vena, fue justamente en la
yugular y él sabía que de hacerlo, el torrente de
sangre no lo iba a contener. Tanta era su angustia y
desesperación que se revolcaba en el interior de la
cueva, olvidándose de salir. Al ruido y los
movimientos que hizo, los murciélagos se
descolgaron del techo y aleteaban como un
enjambre de avispas a su alrededor. Sabía muy bien
que si corría, las pulsaciones del corazón se le
alteraban, porque la sangre con el veneno se
repartiría pronto por todo el cuerpo. Se quitó el
sombrero para ahuyentar a los murciélagos, cuyos
chillidos se le metían con fuerza en los oídos.
Desfalleciente logró salir de la cueva. Ahora sus
ojos le daban una doble imagen de los objetos que le
rodeaban; bruma o neblina envolvía todo a su
alrededor, eso era lo que alcanzaba a ver; se
acomodó a la orilla de la cueva con un respirar lento.
Quiso gritar pidiendo ayuda, pero de su boca, las
cuerdas de su garganta no respondieron. Con
movimientos lentos se quitó el sombrero de palma,
lo colocó a sus pies, sus brazos débiles cayeron a los
lados del cuerpo. Al ver repetida la sonrisa de la
calavera, parpadeó y dobló la cabeza sobre el
hombro derecho e imitándola, también se quedo
sonriendo.
Antonio al llegar a la finca y bajar del caballo
buscó con la vista a Domingo pero no lo encontró.
Santiago fue en busca de su hijo y éste le relato lo
Luis N. Radford 137

que hizo en la cueva de los murciélagos y el


encuentro con Mateo el brujo que merodeaba por
ese lugar. Explicó que volvería a la cueva con una
linterna de mano por que ahí estaba una serpiente
El papá ordenó que lo dejara, era tarde, y al día
siguiente tendrían que bajar al anexo el Pedregal
para marcar todos los novillos por que iba a llegar
un lote de ganado de don Florentino Contreras
para el repasto y engorde.
---Mira quien viene---Dijo sonriendo Santiago---
Hablando del rey de Roma y él que se asoma.
---Voy de paso, vengo a recordarte para que des tus
órdenes al caporal ya que pasado mañana va el
ganado al Pedregal.
---No te preocupes, eso mismo le estaba diciendo a
mi hijo, que mañana bajamos para preparar todo.
---Entonces nos vemos dentro de dos días y gracias
por tu ayuda.
--- ¿Tan pronto te vas? ¿No quieres pasar adelante y
tomar una taza de café o un ron?
---Gracias pero tengo que ir a la veterinaria a
comprar medicina para el semental. Otro día será y
siempre muchas gracias.
---Bueno pues, como digas.
Florentino Contreras hizo dar vuelta al caballo y
aplicando las espuelas en los ijares se retiró al
galope.
Santiago volviéndose a su hijo pidió que fuera al
rancho de Mateo Ishquiak; deseaba hablarle para
saber la razón de estar cerca de la cueva. Antonio
llevó la bestia a la caballeriza donde la desensilló.
Después fue al rancho a buscarlo. La Paulina la
mujer del brujo indicó que salió de madrugada al
Los Enganchadores 138

lugar de las gravileas por encargo de Domingo


Papaturro y aún no llegaba. Antonio quedó
extrañado de la tardanza del brujo. Volvió a la casa
comentando a su papa lo sucedido. Santiago al ver
que Domingo se acercaba pidió que sirvieran la cena
porque muy de madrugada se irían al Pedregal. Que
ensillara el caballo temprano y se lo llevara al anexo
porque ellos se irían en el carro. Entonces Antonio le
preguntó por la Micaela y si se habían apalabrado ya
por lo que le contó el brujo.
Domingo se sonrió y dijo entre dientes:
---Es que cuando la miro, se me atoran las palabras
en la garganta, no se me suelta la lengua y me quedo
mudo, se me atolondran los decires que tengo para
ella cuando la veo que muestra sus dientes para mí.
Por eso le pedí al Mateo que me diera un empujón y
hoy temprano se fue a la piedra junto a las gravileas
a pedir la ayuda que quiero.
Antonio contó que Mateo estuvo por allá y fue a
pedir por el encargo. Enseguida le ordenó que fuera
a servir la cena y después que fuera al rancho del
brujo porque su papá le deseaba hablar.
Luis N. Radford 139

En el corral redondo los vaqueros habían


arreado a todos los novillos que serian marcados con
el hierro que tenían las letras SV, indicando con ello
a quien correspondía la propiedad de cada animal.
Lorenzo se acercó a Santiago Villanueva y su
hijo, mostrando los cinco mecates nuevos. Antonio
preguntó cómo fueron hechos. El caporal dijo que
para sacar el cuero se corta debajo del cuello
siguiendo en línea recta por la panza y se lleva el
corte hasta la cola enseguida por las partes internas
de las patas se separa el cuero hasta el casco,
después se estaquea bien estirado y puestos al sol los
cueros se cubren con ceniza o cal hasta dejarlos
secos; con una cuchilla con filo le van dando en
circulo el corte del tamaño de dos pulgadas
empezando por la parte de afuera. Una punta del
cuero se introduce en una tabla que tiene dos
agujeros, en el hoyo que queda libre se mete un palo
para darle vueltas como una matraca, y en el otro
extremo se hace lo mismo, y dan vueltas y vueltas en
los extremos dos hombres, para ir entorchando el
cuero, que en ciertos lugares cambia de nombre por
el de tiras; a las tablas se les llama tarabillas, pero
sin olvidarse de quitarle el pelo el cual se quema, y
después, con un poco de sebo o manteca se pasa por
todo lo largo de la tira para suavizarlo, dejándolo
flexible. Lorenzo recibió las gracias por la
explicación de parte de Antonio.
Padre y e hijo observaban sentados en la puerta
de trancas el movimiento del vaquero con mecate
haciendo sobre su cabeza una rueda grande que iba
directo a caer sobre la nuca del novillo. El caballo
Los Enganchadores 140

era retenido por el jinete y la tira de cuero dándole


varias vueltas en la manzana de la montura quedaba
atirantada sosteniendo al animal; un tanto igual hacia
otro de los vaqueros pero la soga la tiraba a la patas
traseras para manearlo haciendo recular a su
caballo hasta que el animal cayera al suelo. Hicieron
un fogata donde esperaban que el hierro convertido
en una braza, fuera llevado por otro vaquero donde
el animal tirado y sostenido por las astas por los
demás hombres, lo dejaban quieto hasta marcarlo,
del cacho de creolina caía el liquido negro sobre la
parte quemada, para evitar que las moscas hicieran
sus queresas que con el tiempo se convertirían en
gusaneras. Los animales marcados dejaban en el
ambiente un olor a pelo quemado y como epílogo el
berrido del animal quejándose, anunciaba así que ya
tenía dueño.

Acaso sería el medio día, el sol estaba cayendo


como plomada de albaَñil sobre la costa, y sin el
consuelo de una pizca de viento para que la brisa
refrescara el calor imperante, cuando se acercó un
carro al casco de la finca las Lomas. Santiago se
aproximo al borde del corredor.
---Buenos días señor.--- Dijo el visitante.
---Mejores sean para usted. Que lo trae por estas
tierras.
Luis N. Radford 141

---Disculpe la molestia, pero es que ando un poco


perdido y vengo a preguntar por donde es que se
llega a una finca llamada el Porvenir.
Santiago se puso a dar explicaciones para llegara
al lugar que pretendía el señor.
El visitante dio las gracias, se puso al volante,
arrancó el carro y siguió las indicaciones.
Consuelo, miraba a cada rato su reloj de pulsera.
Se advertía impaciente por los pasos que daba de un
extremo al otro del corredor. Su vista paseaba entre
los cocoteros con el ansia de la espera. Se escuchó
un carro que avanzó directamente a la casa de la
finca el Porvenir.
Consuelo con las manos apretando la baranda del
corredor dejó a un lado la preocupación esbozando
una sonrisa. El mensaje del telegrama que mandó
poner tenía respuesta y ahora llegaba el hombre a
una cita. Guillermo seguido de su ayudante se
aproximó para conocer quien era la persona que
entraba al casco de la finca. La mujer mostrando
unos dientes blancos, reía feliz bajando las tres
gradas de madera diciendo con voz emocionada:
--- Bienvenido sea a la finca doctor.
Se extrañó del titulo que le daba, y le tendió la
mano en señal de saludo. Ella dándose vuelta hacia
Guillermo le dijo:
---Te presento al doctor Helpidio Sagastume, es mi
médico de cabecera a quien tenia años, pero muchos
años de no verlo.----Enseguida ordenó a Macario
traer una silla para que se acomodara el doctor.
--–Dígame ¿que lo trae por el Porvenir?--–Preguntó
Guillermo.
La respuesta del doctor no se hizo esperar
Los Enganchadores 142

--- ¿Acaso no le dijo su esposa que necesitaba


atención médica?
---En lo absoluto, no sabía que fue llamado para
atenderme.--- volviéndose a su esposa la interrogó
con una mirada. Ella con una sonrisa más amplia
que antes contestó:
---Era una sorpresa que tenia preparada mi amor,
desde hace varios meses que le avisé por telegrama
a Elpidio para que viniera a tratar de curarte y como
a veces me siento un poco mal, espero que me haga
un chequeo completo también.
Guillermo no podía creer lo que dijo su mujer,
que estuviera interesada en su salud cuando expresó
aquella vez que buscara quien hiciera las veces de
enfermera, luego de tantas discusiones, ahora le
llamaba amor. No la entendía.
---Macario, dile a la Maria que prepare unos
refrescos. Y usted doctor de que sabor quiere ¿de
naranja o limón?
---Me agrada más de limón.
Macario corrió a la cocina y regresó pronto, pues
no se quería perder nada de lo que dijeran. Recordó
lo del telegrama que ella pidió que llevara al pueblo
y se lo entregó a Eulogio. Recordó que había sido
una semana y no meses como ella manifestó.
Consuelo, gozaba en su interior de la tomadura de
pelo que le estaba dando a Guillermo y gozaba aún
más con las palabras de Elpidio que seguía el rumbo
que deseaba que tomaran las cosas. Ella misma se
pedía calma, mucha calma para ganar tiempo. Tener
las palabras en la punta de la lengua y tratar de
convencer a su marido.
Luis N. Radford 143

---Elpidio, ¿no me vas a decir que deseas auscultar


ya a Guillermo?
El medico, extrañado por la pregunta que le hizo
Consuelo. La vio a los ojos fijamente respondiendo:
---Bueno, yo, eso estaba pensando. No se que diga
don Guillermo.
Antes de que contestara su marido respondió por
él:
---Doctor descanse un poco. Vea, aquí viene la
María con los refrescos y en buena hora por el calor
que hace. No le pregunté se le gusta el agua de coco
por que hubiera mandado a Macario a bajar unos
cuantos, los de aquí fíjese que son más dulzones que
los de otros lugares, pero usted no me vaya a
preguntar porqué son así los de aquí. Aunque yo
supongo que es por la altura en que están sembrados
o bien podría ser por la calidad de la tierra, porque
he oído decir a mi marido, que aquí donde estamos,
esta tierra es de las mejores, Pero para quitarle las
ganas de probarlos, antes de que se vuelva para la
capital le mandaremos a bajar un racimo, así
también los probará su familia.
---Pues le agradezco tantas finezas que no se cómo
pagarles las atenciones que tienen para conmigo.
Guillermo estaba sorprendido de la forma cómo
Consuelo se comportaba en ese momento y de las
atenciones para su médico de cabecera. Ahora
hablaba tan rápido como las chicharras de semana
santa que no se cansan de cantar en las ramas de los
árboles de la costa hasta que de tanto cantar se
orinan y se mueren.
Macario les pedía a todos los santos porque a
Consuelo no se le ocurriera mandarlo a subirse a los
Los Enganchadores 144

cocoteros o que se le olvidara ese ofrecimiento


hecho al doctor.
---No se preocupe doctor, eso no es nada, ¿verdad
Guillermo?-- –De esta manera consuelo
comprometió a Guillermo a contestar de una manera
afirmativa. Platicaron de tantas cosas, que el tiempo
se fue pasando. Ella consultó su reloj de pulsera y
sonriendo al ver la hora exclamó:
---Vamos, ya es tarde, Macario dile a la María que
pase la cena. Macario estaba a punto de ir a la
cocina. En ese instante habló Guillermo diciendo:
---Espera un momento Macario, ayúdame porque
voy al baño, con permiso.--- Hizo girar las ruedas
de la silla y Macario le abrió la puerta para que
entrara.
Consuelo se acercó un poco más a Elpidio y éste
se relajó respirando profundamente por la tensión
nerviosa que mantuvo todo el tiempo.
--– ¿Porqué dijiste que yo era médico?
Ella, con una sonrisa a flor de labio contestó:
---Se tragó la píldora, y a ti, gracias por seguirme el
rumbo.
---No entiendo para que me llamaste. Si antes me
hubieras puesto en antecedentes estaría preparado
con un maletín de médico para simular lo que no
soy.
---No te preocupes, todo va a salir a las mil
maravillas. Ya lo verás. Finge como hasta ahora y
procura no dar motivo de sospecha. A los ruegos que
yo te haga, niégate, di que no. Pero al final acepta
por cortesía.
--- ¿Y que me toca hacer?--- fue la pregunta de
Elpidio.
Luis N. Radford 145

Consuelo volvió a sonreír manifestándole que era


un incauto, o se hacia pasar por inocente por no
comprender las intenciones de su presencia en la
finca el Porvenir, porque si lo presentó como médico
de cabecera, cuando nunca lo fue, la razón tenía que
buscarla en su mente.
---No doy, me doy por vencido ---contestó con toda
su inocencia Elpidio.
Y consuelo reía y reía como nunca por la trama
que estaba manteniendo entre Guillermo y el falso
médico que ahora lo tenía en frente, muy cerca de
ella.
--- ¿Que es lo que tiene? Tengo que estar preparado.
---Guarda silencio que ya viene.---Dijo la mujer de
Guillermo.
Al acercarse a ellos, dio las disculpas del caso por
la tardanza, diciendo a continuación:
----Pasemos al comedor porque la cena se puede
enfriar y la Maria se enoja al recalentar la comida.
Los tres se situaron alrededor de la mesa,
mientras Macario siempre atento a las ordenes del
patrón, trataba de no pederse una sola palabra.
---Dígame don Guillermo que le está pasando.---
Preguntó Elpidio.
--- ¿Consuelo no le dijo, pues?---Inquirió Guillermo.
--- En el telegrama que recibí decía que viniera
pronto pero no el motivo de la enfermedad.
---Yo explicaré todo, lo tuyo y lo mío, le mandé
mensaje por medio de un telegrama, y no de carta.---
Intervino Consuelo.
Guillermo dio órdenes a Macario para que
ayudara a la Maria a traer la cena. Y viendo
Los Enganchadores 146

detenidamente al doctor, le pregunto cual era su


especialidad.
Le llevó un poco de tiempo contestar para no
despertar sospechas. Expresó con toda la calma que
le fue posible:
---Pues mi especialidad es la medicina en general.
Soy médico de cabecera para ciertas familias, no lo
hago con todos, pero en el presente caso de
Consuelo sí, además por los años de conocernos
dispuse venir.
Consuelo vivía de suspenso en suspenso con
cada palabra que soltaba Elpidio. Los dedos de sus
manos escondidos debajo de la mesa los mantenía
cruzados. Miraba a Guillermo con fijeza para
conocer sus reacciones, y para proseguir recogió la
pausa de la conversación manifestando:
---Después de que terminemos de cenar, quiero que
usted doctor lo vea detenidamente en el cuarto para
que conozca la dimensión de las llagas que tiene en
los glúteos a causa del tiempo de permanecer
sentado, véalo y pueda recomendarnos lo
conveniente para que sane lo más pronto posible.
Elpidio vio su reloj de pulsera exclamando:
--- Estando aquí con ustedes no me di cuenta cómo
se pasa el tiempo. Si me lo permite don Guillermo,
pasemos a su habitación y podremos observar su
mal por que se hace muy tarde para regresar.
---Aquí en el porvenir se puede quedar todo el
tiempo que quiera--- Insinuó Consuelo.
---Les agradezco las atenciones para mí, pero no
puedo.
Guillermo extrañado de lo que decía su mujer
cuando a él le correspondía decidir o hacer. Se
Luis N. Radford 147

preguntó por un momento si el actuar de Consuelo


era una manifestación sincera y retomaba de nuevo
el camino extraviado después de esas batallas
verbales de tiempos atrás. Esto pensaba, cuando
volvió oír a su mujer.
---Vamos doctor, pasemos al cuarto de Guillermo
para que lo vea y no se preocupe por el tiempo que
se lleve, después el examen será conmigo.
---Espero que sea pronto porque me entra la noche y
no quiero llegar tarde, ahora estos caminos son muy
peligrosos. Asaltan y están de moda los secuestros a
cada rato.
---Por eso mismo doctor, aquí hay espacio para que
pase la noche.
---Se lo vuelvo a agradecer mucho Consuelo. Pero
me da pena molestarlos.
---Eso no es molestia, haga de caso que está en un
hotel y en lugar de pagar, nosotros le retribuimos
con atención los servicios que nos está dando.
---Ante tanto ruego que me hacen, será una
descortesía no aceptar.
Consuelo cruzó una mirada con Elpidio y ambos
sonrieron con disimulo. Ella estaba feliz, pero muy
feliz del rumbo que la venganza que había preparado
estaba dando los frutos que tanto había soñado.
Pasaron a la habitación. Macario acostumbrado en
ayudar al patrón permanecía como siempre listo a
empezar su trabajo. Subirlo a la cama sosteniéndole
los pies, mientras Guillermo con sus brazos
apoyándose en la orilla de la cama, dejaba la silla de
ruedas y Macario colocaba las piernas mientras con
un último esfuerzo de parte del patrón quedaba
Los Enganchadores 148

tendido boca arriba, enseguida lo ayudaba a ponerse


de lado, o boca abajo.
Consuelo que vio toda la maniobra y la rapidez
con que fue hecha, le ordenó a Macario que se
retirara por que el siguiente paso a dar era de ella y
el doctor.
---Macario, deja la puerta abierta y quédate ahí.---
Ordenó Guillermo. Mientras tanto ella y Elpidio le
fueron dando vuelta al cuerpo para dejarlo boca
abajo. Quitadas todas las ropas fue cubierto con la
misma sábana de la cama. Elpídio la levantó un poco
y observó, mientras decía:
---La piel que tiene don Guillermo está bastante
afectada. No traje maletín para hacerle una pequeña
curación ni el block de recetas, pero no importa. Le
aconsejo que le hagan mañana mismo un lavado con
agua oxigenada y limpien con algodón la parte
llagada, enseguida le aplican mertiolate en toda esta
parte y después la cubren con sulfa en polvo.
Consigan gasa ancha para cubrir toda la región.
Después de una hora poco más o menos trate de
sentarse pero no se mueva mucho.
--- En el botiquín hay de lo que pidió, menos la gasa
ancha.--- indicó el enfermo.
Consuelo llena de atenciones para con su marido
le ordenó a Macario que después de levantarlo por la
mañana fuera a la farmacia del pueblo a comprar la
gasa.
Guillermo preguntó que si ya podía moverse. El
doctor dio su aprobación. Macario fue llamado para
ayudarlo.
Luis N. Radford 149

Consuelo dio ordenes para que preparara una


cama en el último cuarto vacío donde se quedaría el
doctor a pasar la noche.
Guillermo desde su lecho y ya de lado preguntó:
--- El examen de Consuelo ¿donde lo piensa hacer?
Ella se adelantó al doctor para contestar que
habiendo dicho que se quedaba a dormir en la finca,
lo haría mejor por la mañana, que no era tan
necesario y urgente.
Macario entró al cuarto donde estaban los tres
platicando y dijo:
---Ya esta lista la cama del doctor.
Elpidio se despidió dando las buenas noches.
Consuelo agregó a continuación que le enseñaría
donde quedaba la habitación y el servicio sanitario
si lo llegara a necesitar.
Guillermo pidió a Macario que fuera a traer el
orinal, porque no tuvo tiempo de hacer aguas y que a
continuación también se acostara.
En el pasadizo de los cuartos frente al baño,
Macario pudo observar dos siluetas, eran Consuelo y
el doctor Elpidio, estaban muy juntos y se
estrechaban confundiéndose casi en una sola
persona.
El foco de luz al final del pasadizo dejaba ver las
siluetas unidas en un beso prolongado donde los
labios callaban la emoción de esos dos corazones al
encontrarse de nuevo.
Macario se introdujo en el baño y le puso llave a
la puerta. Al rato escuchó pasos. Trataban de abrir
moviendo la perilla insistentemente. Luego escuchó
la voz de Consuelo preguntando si había alguien
adentro. Macario respondió afirmativamente.
Los Enganchadores 150

Enseguida salió para darle paso a la mujer del


patrón.
Consuelo después de haber entrado al baño, fue a
la habitación de su marido a darle las buenas noches
diciéndole que si se le ofrecía algo, que Macario le
avisara tocando la pared que separaban los cuartos.
Guillermo preguntó si deseaba quedarse como
antes al lado suyo.
---Por hoy no, será mucho movimiento de camas y
Macario tendría que irse a su rancho. Mejor que se
quede así como está.--- respondió Consuelo; se
acercó al enfermo y le dio un beso rápido en la
frente en señal de despedida diciendo a
continuación:
--- Buenas noches mi amor.-- - Y se fue a su cuarto
---Acostáte vos Macario que voy a apagar la luz.
--- ¿No va a usar el orinal?
---Se me olvidó, alcanzálo por favor.
Después de usarlo, se lo devolvió a Macario para
que lo llevara al baño y lo trajera limpio.
A su regreso el patrón dijo
--- ¿Ya puedo apagar la luz?
---Si patrón.
La habitación quedó en completa y total
oscuridad. Guillermo pensaba en la amabilidad de
Consuelo. Su proceder con él. Las atenciones que le
venia dando y por último el beso estampado en la
frente antes de ir a su cuarto, con una dulce voz
dando las buenas noches. ¿Cual fue el motivo de ese
cambio? Buscó en su mente la causa que justificara
esa acción, pero no la encontró. También pensó en el
doctor. Su llegada a la finca al llamado de Consuelo.
Le quedó una duda, todo médico cuando sale de
Luis N. Radford 151

viaje lleva un maletín, y disipó esa duda al proceder


a medicarlo. Estaba en lo correcto. Recordó entonces
que en cierta ocasión con un machete se produjo una
herida y era el mismo procedimiento al cual hoy
volvía a someterse. Dejó de pensar para que el sueño
llegara pronto. Y así fue.
Macario en cambio, dentro de la oscuridad de la
habitación mantuvo los ojos abiertos, se decía a si
mismo cual era la intención de Consuelo engañando
al patrón con las fechas que dijo, cuando eso no era
cierto, recordó que él llevó el telegrama a Eulogio y
después lo que vio con sus mismos ojos cuando se
estaban besando en el pasadizo frente al cuarto que
iba a ocupar el médico. Se dio vuelta sobre el catre
para tratar de ver al patrón en la oscuridad pero lo
único que percibió fue una respiración calmada y
normal. Recordó también cuando la patrona dijo a
don Guillermo que roncaba como un tren cuando
empieza a caminar. Esto era lo que no entendió, ¿Por
qué ella se pasó al cuarto vecino y abandonó al
marido? Por eso él llegó a sustituirla en el trabajo.
Ahora se volvería a su rancho por la mañana porque
la señora se lo dijo a don Guillermo, antes de irse a
su cuarto. Se volvió a dar vuelta sobre el catre que
estaba muy junto a la pared. No había calor pero él
estaba acalorado, todo el cuerpo le picaba como si
chinches o pulgas se dieran gusto con su cuerpo. Se
rascaba con desesperación y estaba a punto de
sentarse y decirle al patrón que le hiciera el favor de
encender la luz, cuando escuchó que abrían la
puerta del cuarto vecino, lugar donde estaba
durmiendo Consuelo y sin pestañear por un rato, se
quedó a la escucha poniendo atención.
Los Enganchadores 152

--- ¿Eres tu Elpidio?


---Si.
---No te vayas a tropezar. Camina despacio. Atranca
la puerta con mucho cuidado.
Macario se levantó y acercó el oído a las tablas
de la pared para oír mejor.
---Sácame de una duda. ¿Por qué le dijiste a tu
marido que yo era médico?
---Te desempeñaste muy bien y te felicito.
---Pero estamos en una finca de café, bien pudiste
decir que yo también era finquero o en último caso
catador de café.
---Lo importante es que ya estas aquí.
--- ¿Cómo se te ocurrió llamarme?
---Por que tenia necesidad de hablar contigo y
recordar aquellos tiempos. ¿No te sucedió a ti lo
mismo, no te hice falta mi querido Elpidió?
Ella se sentó en la cama y tanteando con sus
manos trató de encontrarlo en la oscuridad.
---Espera, voy a encender la luz.
---No, la luz se cuela por las rendijas y puede que
Guillermo se despierte. Habla un poco más quedito.
---Y yo que anhelo verte bailar como lo hacías allá
en Pk2 y luego en Barrabás.
--¿Aún recuerdas verdad? Pero sin luz y sin música
no se puede. Mejor es que te lo imagines. Pero
acércate hombre que no muerdo, recuerda que eres
el médico de cabecera y tienes que examinarme
detenidamente.
---que irónico, un examen sin luz, pero en fin, las
circunstancias del momento así lo piden. Yo quería
recordar aquellos movimientos de senos provocando
éxtasis y desesperación entre todos los asistentes;
Luis N. Radford 153

ese desenvolvimiento en la barra show donde la


lujuria cabildeaba al son de la cadera con
movimientos telúricos.
---Ya, ya basta, ven. Acércate más pero mucho más.
Hubo silencio. Macario se imaginaba a ese señor
abrazando a la patrona, besándola y supuso que
habiéndolo llamado se entregaba en la propia casa
del patrón con miles de engaños. Y también pensó
que don Guillermo no la podía satisfacer en esos
deseos de mujer por estar imposibilitado. Esto
pensaba Macario cuando volvió a oír que ella le
decía a Elpidio:
--- ¿satisfecho?
Elpidio con la respiración agitada respondió con voz
entrecortada:
--- ¿Es que no te das cuenta?..Estoy, muy, estoy muy
impresionado. Esto no se te olvidó y pensé por un
momento que sin luz y sin música no valdría la pena.
---Que lástima que solo por esta noche te quedes
conmigo en la finca…
---Te parece si vengo dentro de quince días.
--- ¿Con que pretexto? Repuso Consuelo.
---Ahora eres tu la que carece de imaginación, será
para ver como sigue Guillermo y el progreso de la
curación.
---Está bien lo que sugieres, pero mejor si fuera cada
ocho días. Me haces mucha falta.
--Creo que se hizo muy tarde, mejor vuelvo a mi
cuarto, nos veremos por la mañana antes de irme.
---Mi querido doctor, acaso terminó tan pronto el
examen. ¿No crees que falte algo más?
Los Enganchadores 154

---Para curar esta fiebre, se te quita con un baño de


agua bien fría. El concubinato seguirá adelante y nos
conchabaremos más seguido.
---A propósito, cuando vengas, ¿puedes traer un
poco de veneno?
--- ¿Para que lo quieres?
---La curiosidad mató al gato. Después te cuento
cuando lo traigas.
---Con tal que no sea para dármelo a mí
--- Es para dárselo a un caballo que dejo de ser
garañón. Que tontito eres, cómo puedes imaginar
eso, te necesito vivo por que debemos compartir
esta felicidad que mantendremos de nuevo.
---Pero no sueltas prenda. A ti hay que amarte y no
comprenderte.
---Lo único que puedo anticipar es que ésta fue la
noche de la venganza.
---No vine a buscar venganza, vine a gozar tu amor,
o ¿es que tanto odias? ¿Y no puedes compartir
conmigo ese secreto que guardas celosamente?
---Todo a su tiempo, Elpidio.
--- Bueno querida Consuelo, eres impenetrable,
ahora comprendo que a las mujeres les gustan los
hombres desesperados, si no los encuentran, los
hacen. Que pases buena noche y sueña con los
ángeles para que alumbren tu camino.
Elpidio se forjó varias ideas y entre la mas
interesante fue la de pensar que iba a ser un
monigote en las manos de esa mujer llena de
caprichos y antojos sexuales, que culminarían con
una muerte a corto plazo, y para eso el no estaba
dispuesto a complacerla. Para finalizar se dijo que
no volvería a poner un pie en la finca el Porvenir.
Luis N. Radford 155

Macario se quedó con la duda sobre esas palabras:


“concubinato y conchabaremos” las que quiso
memorizar pero se le olvidaron después.
Al instante de salir Elpidio, tropezó con una
silla, la que voló contra la pared. El también cayó al
piso y soltó una mala palabra. En el suelo, se
quejaba del dolor que tenía en la espinilla.
---Te lo advertí, que tuvieras mucho cuidado.--- Dijo
Consuelo.
En ese instante encendió la luz Guillermo y vio a
Macario sentado en la orilla del catre pegado a la
pared.
--- ¿Que es lo que pasa Macario? ¿Oíste ese ruido tú
también?
--- Si patrón, yo también que lo oí.
---Parece que algo botaron o se cayó. Enciende la luz
del corredor, mira bien y alcánzame el rifle.
Macario estaba atolondrado, no sabia que hacer
primero, si descolgar el rifle que estaba en la pared o
correr a encender la luz. El sabía a quien encontraría
en el camino y se decidió por esto último para
confirmarlo. En el instante de encender el foco del
pasillo alcanzó a distinguir la figura del falso doctor
en calzoncillos introduciéndose a la habitación. En la
precipitada carrera y cojeando dejó la puerta abierta
del cuarto de Consuelo. Macario se preguntó si
acudía a cerrarla o le preguntaría a ella antes de
hacerlo. Pensando y haciendo. Llamó a la puerta y
no obtuvo respuesta. Insistió varias veces en forma
espaciada y no contestó la patrona. Dispuso cerrarla
y enseguida fue al cuarto del patrón.
--- ¿Porque tocaste varias veces la puerta del cuarto
de Consuelo?
Los Enganchadores 156

Macario no le mentía a don Guillermo, dijo que


la puerta la encontró abierta y como ella no
contestaba, creyó que talvez estaba dormida.
--- ¿Estas seguro de lo que me dices? ¿No
sospechaste porqué la puerta estaba abierta?
Macario miró al patrón tendido en la cama y le
produjo tristeza el verlo imposibilitado para actuar
por su propia cuenta. Hasta en esto que acababa de
pasar, tenia que solicitar ayuda. Se dijo él mismo
que en vidas ajenas no debía de meterse y más
siendo íntimas. Tomando una determinación salió de
su boca la palabra:
----No.
-- -Ayúdame, voy a levantarme.
Colocado en la silla de ruedas, y con el rifle sobre
sus piernas, salió del cuarto dirigiéndose donde
dormía Consuelo. Abrió la puerta y encendió el foco
de luz. Al quedar iluminada la habitación encontró la
silla tirada a un lado y a Consuelo que se levantó
abruptamente preguntando por la razón de entrar a
su cuarto.
---Quiero que me digas que pasó aquí.
Bostezando varias veces, con los brazos sobre la
cabeza para ahuyentar el sueño contestó casi
adormitada:
---Nada, aquí no ha pasado nada.
--¿Y esa silla que esta tirada ahí, que significa?
---Ay por Dios santo. Es que no quise encender la
luz cuando fui al baño pero al regresar me caí por
culpa de la silla, me tropecé con ella. No seas mal
pensado Guillermo.
Macario Espumuy no daba crédito a lo que se le
ocurrió decir a la doña de la finca. Por un momento
Luis N. Radford 157

se dijo así mismo que talvez lo había soñado por la


seguridad con que lo contó. Se preguntó también si
se estaría volviendo loco. Tan seguro, así como que
se llamaba Macario Espumuy, que lo que oyó en el
cuarto vecino era la verdad. Y también era verdad,
cuando vio al doctor que corría en calzoncillos a su
dormitorio. Lo peor de todo que la puerta estaba
abierta. ¿Por qué entonces ella no la cerró? Las
preguntas y las dudas le hicieron rascarse la cabeza.
La calificó de mentirosa; se la quedó viendo y se
dijo, tan bonita pero muy mañosa.--- Si hubiera sido
su mujer ni lo hubiera pensado dos veces, el machete
se encargaría de toda ella, porque la mujer es para
uno y no para el vecino. La señora Consuelo le
quemó la canilla al patrón, estaba convencido por
todo lo que oyó a través del tablado que separa los
cuartos y se preguntó que querían decir esas palabras
concubinato y conchabaremos.
Guillermo la miraba recostada en su cama y
seguía dudando, preguntándose entonces si se había
caído ¿porqué tan pronto se quedó dormida, y no
cerró esa puerta y levantado la silla? Dio la vuelta
sobre la silla de ruedas llevando la duda que se
columpiaba en el cerebro y ordenó en forma
imperativa a Macario que lo siguiera. Ella con voz
tranquila pidió que apagaran la luz y colocaran la
silla en su lugar. Consuelo se dijo que todo ese
andamiaje realizado con mucho tiempo de
preparación y de estudio, estuvo a punto de caer por
culpa de una silla. Y no dando mayor importancia a
lo sucedido se dio vuelta en la cama, sonrió por que
la venganza estaba consumada y luego se quedó
dormida.
Los Enganchadores 158

Estaban presentes, padre e hijo, y los vaqueros


del Pedregal esperando el ganado de don Florentino
Contreras. Domingo Papaturro llego en el caballo
del patrón.
Pronto se escucharon a lo lejos mugidos y
voces. Era el ganado de don Florentino quien a la
cabeza del grupo y a galope tendido se puso a correr
para encontrarse con don Santiago. Montados en sus
bestias se saludaron efusivamente.
--- ¿Y bien, como va todo por acá? Inquirió El
visitante.
---Muy bien, todo preparado para recibir al ganado.
Oye Miguel y tu Nazario, le dan una mano a don
Florentino y pasan el ganado y los llevan como les
dije al potrero de la danta, allá el pasto es muy
abundante. Por agua no hay que preocuparse
Florentino, el río pasa por la mitad a lo largo del
potrero.
En las puertas medio caídas de los ranchos, los
patojos chupándose los dedos sucios, miraban pasar
a las reses que levantaban una gran polvareda.
--- ¿Cuantas cabezas traes? –Preguntó Santiago.
---Son doscientas. Espero tenerlas aquí dos meses.
Sospecho que la carne va a subir de precio y como
se dice en este negocio, ganado es dinero ganado.
---Y a mí me lo dices.--- Dirigiéndose a Domingo le
ordenó botar la talanquera para el paso de los
animales y luego ponerla de nuevo.
Al pasar las bestias por el camino angosto
bordeado por las plantas de escobillo fueron
Luis N. Radford 159

internándose hasta llegar a la puerta de golpe del


potrero de la danta.
---Este es el lugar para tu ganado.
---Se mira muy bueno. El zacate es el que le dicen
Brijantha. ¿Verdad?
--Si, y en el otro potrero tengo el zacate llamado
estrella. Del jaraguá ya no me queda nada. Voy a
poner en el potrero de la Ceiba un nuevo zacate que
le dicen Monbasa, el ganado al pisotearlo no lo daña.
También quiero probar el Mulato pero debo comprar
silos para guardarlo en época de sequía.
---Te estas mandando con el Pedregal. ¿Por qué le
dicen a este potrero de la danta?
- Me cuentan los del vecindario que era un lugar
donde permanecían cientos de cientos de dantas pero
las fueron acabando. Dicen que la carne tenía
distintos sabores, partes eran de cerdo, de ganado,
gallina. En fin, más de siete sabores. Al tapir lo
mataron con rifles 30-30 o fusil 9 milímetros por
tener el cuero muy duro, hasta que no quedó una,
solamente el nombre del potrero de la danta.
Los gritos de los vaqueros que se acercaban,
interrumpió el dialogo. Fueron pasando por la puerta
de golpe, vacas y toretes de distinto color de pelaje.
El mugir de tanto animal alegraba el campo dándole
vida. Un torete levantó las patas delanteras detrás de
una vaca queriendo ponerse encima.
Santiago pidió a Florentino que le alquilara por
varios días el toro de raza para la monta de varias de
las vacas, con ello trataría de mejorar su ganado.
Florentino no tuvo empacho en dárselo con la
única condición, que las vacas que serían preñadas
deberían pasar de los dieciocho meses, para soportar
Los Enganchadores 160

el peso del toro, de lo contrario se les quebraría el


espinazo.
---Ahora que recuerdo---empezó por decir
Santiago---mandaré a Domingo mañana, con varios
quintales de sal para que los vaqueros la echen en las
canoas, el ganado al lamerla, vota las garrapatas con
ayuda de los pijuyes.
Florentino Contreras se soltó una carcajada
diciendo:
--- Mírame, estoy cundido de conchudas, garrapatas
y mostacillas, y tendré que votarlas lamiendo yo
también una canoa con sal.
Santiago se rió de la ocurrencia y le contó que
esos bichos se mantienen en los escobillales y que
los patojos y mucha gente grande lo que hace con las
conchudas es ponerles la punta de un cigarrillo o la
punta de un tizón para que se desprendan, porque si
se quitan con las uñas, vienen con pedacitos de piel
lo cual es muy doloroso. Para las garrapatas están las
uñas y para las mostacillas se quitan poniendo en el
lugar donde están prendidas bodoques de cera de
abeja. Antes usaban el polvo de gamexán, pero
prohibieron su venta.
Todos los vaqueros se reunieron con sus
patronos al finalizar la tarea de pasar el ganado al
potrero.
Antonio que fue durante la conversación todo un
oyente hizo la pregunta sobre quien cuidará ese
ganado, porque a la ranchería del Pedregal era
mucha la distancia. Santiago manifestó que de eso
se encargará Lorenzo Mass, en la guardianía se
mantendrá uno de los vaqueros. Si el turno es de
Miguel, llevará la pistola bien cargada y se la presta
Luis N. Radford 161

al que lo sustituya. Veré si Guillermo vende su rifle


hornett. Por aquí aparecen de vez en cuando los
cuatreros.
La caravana de vaqueros volvió a la ranchería y
a instancias de Santiago pasaron al rancho de
Lencho donde la Lipa los refrescó con agua de
chiva.
Santiago propuso a su amigo que se fueran en el
carro a la finca las Lomas y su caballo que lo llevara
uno de sus vaqueros.
Domingo Papaturro vio la hora con la sombra
que proyectaba el sol con su cuerpo y pensó que no
tendría tiempo de recoger el periódico, ocasión para
hablar con la Micaela. Era hora de que las palabras
se encargaran del sentimiento que mantenía en su
corazón y con ánimo se sintió ahora que Mateo el
brujo de la finca las Lomas, quemó el pom y por su
lengua juntó los nombres de Domingo con el de la
Micaela, en una oración como lo dice el cura del
pueblo cuando casa a la gente delante de la demás
gente.
La cabalgadura del patrón llevo de nuevo a la
finca las Lomas a Domingo Papaturro que se
mantenía soñando por culpa de la sonrisa de esa
mujer parada en el marco del rancho, atalayando su
paso.
Los Enganchadores 162

En la finca el Porvenir, Guillermo ante las


palabras de Consuelo la llamó y también a Macario
para regresar la cama al cuarto donde antes estuvo.
Consuelo se retractó del ofrecimiento hecho, porque
esperaba al falso doctor dentro de ocho días. Y todas
aquellas demostraciones de cariño para Guillermo
volvieron a esfumarse comportándose como antes lo
hizo.
Guillermo guardaba la esperanza de la
reconciliación con las atenciones que le prodigó al
principio; sentir el calor de esas manos al
estrecharlas con cariño. Depositar un beso en los
labios o en la frente. Sentir que era correspondido
como lo fue antes. Se preguntó por el proceder que
le demostraba de nuevo. Esto pensó mucho tiempo
en la noche.
Afuera de la casa estaba oscuro. El paso de
varios hombres que caminaban silenciosamente por
el camino que remata en la finca, despertó a los
perros de la ranchería, los que se pusieron a ladrar
ante la presencia de los extraños visitantes.
---Vos Andrés Perdomo Canahuí, andáte adelante
para enseñarnos el camino.--- Dijo el jefe del grupo
cuando entraban en ese momento a la finca.
Macario despertó al oír ladrar a los perros. Se dio
vuelta sobre el catre para despertar al patrón. Este
le contestó que no había pegado los ojos. Se
quedaron a la escucha.
Los pasos de los intrusos con las botas puestas, se
oían sobre el piso de madera en el corredor.
Luis N. Radford 163

---Macario, apurate, voy a levantarme.- Haló la pita


para encender el foco de luz.
Macario dudó un instante si darle primero el rifle
a su patrón, o correrle las piernas junto a la silla de
ruedas para que quedara sentado. Terminando de
acomodarse estaba, cuando la puerta del cuarto la
abrieron de golpe.
Con el rostro cubierto con el pasamontañas
ingresó un hombre, plantándose frente al dueño de la
finca el Porvenir.
---Que esperan, entren – ordenó el que parecía ser el
jefe. Varios de los hombres con los rostros cubiertos
rodearon a Guillermo.
--- ¡Y usted, Levántese!
---No puede, está quebrado de la columna---
contestó Macario. La voz de Guillermo se negó a
salir por la impresión sufrida al ver que no podía
hacer nada.
--- ¿Donde tiene las armas?
Andrés señaló hacia la pared donde estaba un rifle
colgado de un clavo.
---Traélo---Y preguntó al dueño de la finca si tenia
más armas.
Guillermo un poco calmado y recuperado del
susto indicó que en el cuarto vecino estaba una
escopeta.
---Vos Andrés, andá a traerla.--- El aludido fue al
cuarto siguiente, empujó la puerta pero estaba
cerrada.
Tocó varias veces y al no obtener respuesta la abrió
de dos patadas. Lo primero que vio al encender el
foco fue a una mujer acostada con una sábana que le
cubría todo el cuerpo. Temblaba por el miedo que se
Los Enganchadores 164

apoderó de ella ante el intruso. Andrés recogió la


escopeta y le ordenó que saliera de la cama.
Consuelo explicó que se iba a vestir, arreglar un
poco la cara, a peinarse pero el hombre manifestó
que se cubriera con la sábana para llevársela al jefe.
Así lo hizo y corrió a buscar amparo con Guillermo,
colocándose a la par de la silla de ruedas.
--- Aquí tiene la escopeta y mire también lo que me
encontré. Verdad que está bonita ¿que le parece si
la llevan a la montaña comandante Pancho?
--- El jefe del grupo que se hizo llamar Pancho, se la
quedó viendo de pies a cabeza. Volviéndose a
Guillermo le dio el motivo de su presencia.
---Señor, estamos aquí por una denuncia en su
contra. Nos dijeron que trata muy mal a los
trabajadores; no les paga a tiempo a los colonos, el
salario que devengan no es lo justo, los hace cada
día más pobres. Los amenaza con sacarlos a patadas
sin darles prestaciones. Les pide horas extras y no
las paga. Nos llegaron con el chío que usted abusa
de las mujeres de los campesinos y cuando le piden
dinero para los hijos suyos que tiene desperdigados
por toda la ranchería, niega que sean de usted. El
avío que les da ahora es menos. Que me dice de
todo esto.
Guillermo repuesto completamente del susto
que le dieran los intrusos dijo que todo era mentira.
Cómo era posible que le llevaran esos chismes
cuando si se daba cuenta nada podía hacer estando
como estaba sentado en la silla de ruedas. Para
desvanecer lo que le había señalado, ordenó a
Macario traer los libros que están en la oficina.
Luis N. Radford 165

Mientras tanto el jefe del grupo se puso a


observar a la mujer que estaba enfrente situada a la
par del dueño de la finca. No le desprendió la vista
ni un segundo pues rondaba por su cerebro un vago
recuerdo, la duda le latía en las sienes, lugar donde
se escarba como lo hacen las gallinas para buscar en
la tierra, una lombriz. Se hizo la pregunta de si esa
mujer sería la misma que conoció en las barra PK2 o
en la Barrabás. ¿Era ella, aquella mujer que
enloquecía a los hombres, les levantaba el ánimo al
mover los glúteos morenos y les hacía olvidarse de
la realidad que se vive en la calle? Esa duda
enraizada en la cabeza tendría que despejarla a como
diera lugar.
Al entrar Macario, el patrón de la finca dijo al
jefe del grupo:
--- Lea y desengáñese con sus propios ojos.
Pancho, recogió los libros y hoja por hoja los fue
leyendo, al cerrar el último libro se quedó viendo a
Andrés.
---Vos Andrés---me dijiste que aquí en la finca todo
andaba mal y los libros dicen lo contrario, hasta
aumento les dio varias veces el dueño de estas
tierras. Mirá aquí están las firmas y las huellas de los
dedos a la par de los nombres de todos los
campesinos. Y también está tu huella.
---Es que así me dijeron que dijera.
--- El que te aconsejó anda loco.
--- Fue ella.
--- ¿Quien es ella?
---La señora que viene con dos hombres todos los
domingos al pueblo, se llama Jarrona.
Los Enganchadores 166

---Me llegaste con este cuento cabrón, nos hiciste


perder tiempo, pero el cuento no lo contarás mañana.
Guillermo sospechó que algún empleado de la
finca estaba metido en este trance.
---Está bien señor, veo que ya no aguanta ni con la
carta de venta y menos con tirarse a cualquier mujer
de la ranchería. Me llevo las armas y a esa mujer
también. ¿Es acaso su esposa?
---Guillermo se tomó tiempo pensando la respuesta
que iba a dar. Hubo un suspenso donde Consuelo
juntaba sus manos apretándolas con angustia. Esas
palabras serian la venganza donde se las cobraría
todas como lo hizo antes. No tendría compasión de
ella.
Viendo al jefe del grupo dijo a secas:
--- No, no es mi esposa.
---Con mayor razón me la llevo, ya que no existe
ningún lazo que la retenga y aunque lo tuviera de
todos modos se va conmigo porque carne de esta
clase hace falta en la montaña, a veces tenemos y
otras veces nos falta, está buena para los
comandantes. Para la tropa abundan por todos lados
las prostitutas y no nos cobran por que dicen que son
de la causa.
---Consuelo está posando en esta casa.
--- ¿Con que se llama Consuelo, no? Entonces, con
ese nombre conocí a una mujer striptisera que
trabajó en las barras PK2 y Barrabas.
---Tiene razón señor. Es ella.
Consuelo estaba lívida, aún la recordaban, lo
peor era que se la llevaría ese señor al que le dicen
jefe. ¿Que seria de su vida después de soñar que
Luis N. Radford 167

pronto iba a ser la dueña del Porvenir? Entonces oyó


decir a Pancho:
---No estaba equivocado al verla, estuve pensando
cuando la observé hace un rato que mantuve una
vaga idea de recordarla. Andrés, di a los muchachos
que vengan porque nos la llevamos ahora mismo.
---Guillermo vio a Consuelo; de los ojos de ella
salían lágrimas que rodaban por sus mejillas y sus
manos aferradas a la silla de ruedas, eran garfios
prendidos ante la desesperación de caer en manos
desconocidas.
Consuelo que se creía segura a la par de él, la
estaba negando, no era su esposa y no trataba de
defenderla como era su obligación.
---Señor--- Dijo Guillermo--- Ella vino aquí a pedir
posada, a vivir los últimos días que le quedan de
vida. Buscó refugio en esta finca y yo le di abrigo
para que olvidara su mal que trajo de la ciudad.
Dice usted que la conoció en dos barras. Es verdad
que allá estuvo trabajando, ella me contó todo sin
ocultar nada; le confieso que creí en su palabra al
verla en la condición que vino, no fue por su belleza
que le di posada sino por el mal que acarrea su
cuerpo. Me imagino que sabe que esos antros de
perdición que usted conoce muy bien, entre el licor
que embrutece y finaliza con hepatitis, donde los
sueldos y lo que se posee se va perdiendo poco a
poco al consumir aguardiente, después pasan a
suplirlo por pegamento y las limosnas no alcanzan
para comprar un octavo, aquí es cuando se
convierten en ladrones o asesinos en potencia, para
saciar la sed que les quema las entrañas. Donde me
deja las drogas que finalizan en robos y asesinatos.
Los Enganchadores 168

Todo eso se acompaña con mujeres que se entregan


con facilidad por unos cuantos centavos que les
quitan los padrotes, esos vividores y holgazanes.
Vienen dos perdiciones, el del hombre que por gozar
no alcanza a comprender lo que el futuro le vendrá a
deparar, y la mujer en su fuero interno cree ser la
única que no podrá adquirir enfermedades. Véala
bien. Júzguela usted mismo y note en su rostro
pálido los efectos que le marca el tiempo con la más
terrible de todas las enfermedades, enfermedad que
no tiene cura, y ahora está de moda entre las
prostitutas.
Guillermo hizo una pausa para ver a las personas
que le rodeaban y conocer los efectos de sus
palabras y enseguida expresó con toda la calma del
caso:
---Por mí, Comandante Pancho, se la puede llevar
ahora mismo, mi conciencia queda tranquila por el
tiempo que le di albergue, pero si usted se contagia,
será su problema. Si señor, ella padece de sida,
enfermedad contagiosa que no tiene cura. Si usted
quiere morir de sida, entonces llévesela pero cuídela
por favor y absténgase de tener contacto después con
su mujer y otras mujeres pues las puede contagiar, el
sida es una cadena que arrastra a todos a la muerte.
Tómela, llévesela, es toda suya. Que los demás
compañeros suyos la aprovechen, pero recuerde que
el sida acabará con todos.
El jefe del grupo llamado Pancho, la vio una vez
más, con la tez pálida, era el reflejo de la sábana en
el que envolvió su cuerpo, el cabello alborotado, sin
pizca de maquillaje. La volvió a mirar, entonces se
hizo para atrás, se asustó tanto al verla, le llegó una
Luis N. Radford 169

especie de nausea, lo que nunca antes le sucediera, y


dijo a sus compañeros:
--- Por baboso si me la llevo. Vámonos muchá.
Abandonaron el cuarto y se fueron más rápido que
cuando llegaron.
Guillermo se reía de la tomadura de pelo que le
dio al Comandante Pancho el jefe del grupo. Había
salvado a Consuelo. ¿Si se la hubieran llevado que
hubiera sido de ella? Porque en su fuero interno
permanecía una chispa de amor. La amaba a pesar de
su pasado, la amaba por ser un mandato de
conciencia al sacarla de donde trabajó y tenerla
ahora en la finca. A pesar de los pesares por el
comportamiento manifestado al lado suyo. La
perdonó por que la seguía amando. Verla a cada
instante lo hacia feliz.
Consuelo no sabia que decir, si agradecerle a
Guillermo su intervención por salvarla de esa
manera diciendo que estaba sidosa o bien
reprochárselo por que todo el mundo se enteraría de
un mal que no tenía.
Y eso fue lo que le reclamó con insultos y palabras
vulgares.
---Mal agradecida, siempre serás la misma, o
esperabas que todos esos que hoy vinieron aquí
pasaran de uno en uno sobre tu cuerpo, y como dijo
ese jefe llamado Pancho, que les hace falta carne
como la tuya en la montaña.
---Debiste decir cualquier otra enfermedad pero
nunca que tenía sida. ¿Te diste cuenta como se
fueron huyendo de mí? Creerán de ahora en
adelante que soy una mujer con sida.
Los Enganchadores 170

---Si. Y estoy conforme con lo que les dije, por que


ahora todo el mundo huye del sida aunque se pongan
condones, porque eso no ha servido más que de
propaganda a las compañías que los fabrican. Han
preparado medicinas que fallaron. Te voy a decir
algo más, toda persona que adquiere el sida por
relaciones sexuales, me refiero a los gays,
prostitutas, lesbianas y otras no tienen derecho según
las normas establecidas por el Ministerio de salud
pública para ser atendidas por el Instituto de
seguridad social o sea el IGSS. Las medicinas son
tan caras, que muchas personas contagiadas mueren
por no tener dinero, y aunque tuvieran siempre se
mueren por la medicina que no los cura. Muchos
millones y un poco más han muerto por esa
enfermedad contraída al hacer el coito.
Macario, asustado al oír lo dicho por su patrón,
vio a consuelo desesperada e Interrumpió la plática
diciendo:
--- ¿Oyó patrón?
--- ¿Que cosa?
---Oí un disparo allá a lo lejos.
Todos guardaron silencio y de pronto se escuchó
otro disparo.
--- Esto no me gusta. Ellos no juegan con las armas.
Bueno pues, a descansar un poco que pronto
amanecerá.
Luis N. Radford 171

Era el día convenido en que Santiago y su hijo


debían de estar en la finca el Porvenir y por eso, muy
de madrugada Domingo ensillo el caballo. Antonio
iría más tarde en el carro. Con ese andar suave del
caballo iba por el camino el dueño de la finca las
Lomas. Las cercas ahora estaban cubiertas por el
bejuco que da la flor del quiebracajete con su color
azul morado con forma de campana. En una de las
vueltas del camino y a la orilla de la cuneta se
encontró con un hombre tirado. Al principio creyó
que era un trabajador de la finca durmiendo la
borrachera. Pero al ir acercándose notó que estaba
ensangrentado y que posiblemente tenía horas de
muerto por las manchas rojas de sangre coagulada.
Detuvo la bestia y se apeo para observarlo de cerca.
Ese hombre está muerto, al verlo con un
pasamontañas que le cubría la cara y la cabeza.
Quedó más intrigado y con rapidez le descubrió el
rostro. Inmediatamente dio unos pasos atrás. Lo vio.
No era posible tener en frente a Andrés Perdomo
Canahui el secretario de actas del sindicato. Volvió a
montar en el caballo y apresuró el paso de la bestia
para llevar la noticia a Guillermo. Al pasar por la
ranchería encontró al mayordomo Anastasio Chiquín
diciéndole que acudiera a la casa patronal.
Macario escuchó el trote de una bestia y salió al
corredor; apeándose del caballo estaba Santiago
quien pregunto por el patrón. Con pasos rápidos se
encamino abriendo la puerta. En la silla de ruedas,
Guillermo observó a su amigo.
--- ¿Porqué vienes con esa cara descompuesta?
---Te traigo malas noticias.
Los Enganchadores 172

---Yo también tengo que contarte otras.


--- ¿Sabes a quien encontré muerto cerca del mojón
de tu finca?
---Si no lo dices no lo sabré.
---Andrés Perdomo Canahui el del sindicato.
Macario al oír el nombre, se adelanto para decir:
---Se lo dije patrón, en cuanto se fueron ese que
hablaba era el Andrés, lo conocí por el hablado y
cuando le dijeron que viera su firma en el libro.
---Bueno y ¿que pasó anoche pues?- Inquirió
Santiago.
El relato que hizo Guillermo sobre los sucesos
incluyendo lo de Consuelo, fue preocupante para
Santiago.
---Ya pasó todo. No pienses más---y ordenó a
Macario decirle a la María que pusiera otro plato en
la mesa para su amigo. En ese instante entró
Antonio el hijo de Santiago tratando de informarles
sobre un muerto tirado en la cuneta del camino, pero
ya todos estaban sabidos. Tocaron la puerta y
Guillermo vio a su mayordomo Chiquín que pedía
permiso para entrar, Santiago se adelantó para
explicar que lo encontró cuando venía y le pidió que
se hiciera presente para recibir órdenes sobre el caso
de Andrés.
Anastasio Chiquín fue enviado al pueblo para
informar de esa muerte, y que las autoridades se
encargaran del caso.
Santiago sobre los sucesos de la noche siguió
preocupado. Miraba a Consuelo y luego a
Guillermo.
Por una falsa enfermedad ella estaba salvada, y se
preguntó mentalmente, que era lo que pasaba con
Luis N. Radford 173

Guillermo. El odio que tanto expresó colindaba


acaso con el amor y lo mantenía sin expresarlo, era
un encuentro entre dos pasiones, amor y odio.
---Recuerdo que tu presencia hoy y la de tu hijo
Antonio está programada por el deseo que les
manifesté la vez pasada de montar a caballo.--- Dijo
Guillermo.
---Por eso hemos venido, para acompañarte en ésta
nueva aventura.
---No se puede hacer como quería. El doctor que
estuvo aquí, por invitación de Consuelo ordenó la
limpieza de las llagas, Macario se encarga de ese
trabajo y hasta que las llagas desaparezcan por
completo podré montar a caballo con la ayuda de
ustedes, ya falta poco.
---Está muy bien, te ruego me informes del resultado
de la curación. Lástima que se llevaran las armas,
pues como ya no sales a cacería, venía a proponerte
que me vendieras el rifle para ahuyentar a los
cuatreros que entran a veces por el potrero de la
danta. La próxima vez que venga te traeré de regalo
una escopeta, porque nadie sabe nunca lo que pueda
suceder en estas tierras, o mejor dicho te la venderé
por un centavo, porque las armas regaladas traen
desgracias.
Guillermo agradeció las intenciones de su amigo
respondiendo:
--- Como las campanas dicen dan darán pensé que
no puedo volver a cacerías por lo tanto te obsequio
mis dos perros sabuesos.
Consuelo se levantó de la mesa para ir a su
habitación. Antonio se disculpó aduciendo que tenía
que ir al pueblo a traer la sal para el ganado de don
Los Enganchadores 174

Florentino Contreras e irse después al anexo el


Pedregal. Momento que Guillermo aprovechó para
decirle a su amigo que hacia tiempo deseaba que lo
llevara al pueblo en el carro para unas diligencias
que debía hacer.
Santiago respondió que estaba dispuesto a
cumplir sus deseos, pero que le avisara con tiempo el
día que dispusiera. Inmediatamente saltó a su mente
el motivo por el cual no deseaba que Consuelo se
enterara de los pasos que iba a dar en el pueblo.
Intrigado por el proceder de su amigo pregunto:
--- Dime con toda franqueza, odias a Consuelo o la
amas.
--- Te lo voy a explicar detenidamente. La llegué a
querer como no tienes idea. La hice mía porque los
sentidos pedían su presencia. Estuve loco por ella
sin más razón, porque los dictados del amor así lo
exigieron.---Hizo una pausa y viendo a su amigo
Santiago continuó.----Era tanto el sentimiento por
ella, que los celos se fueron asentando poco a poco
en mí y llegó un momento que me dominaron
totalmente. No le permití salir de la finca por eso. El
accidente por el cual estoy postrado creó un
problema agudo entre los dos. Y sin embargo la
quería. Fue ella la que poco a poco puso la distancia
pero no quiso llegar al divorcio. Conocí sus
sentimientos los que manifestó contra ti culpándote
de la tragedia ésta. Me di cuenta de sus intereses.
De ser lo que no era. Con mente ambiciosa deseaba
pasar sobre todo con el fin de lograr sus caprichos.
Se puede decir aquí que ahora es el odio que siento
por ella. Esta es la primera parte, ahora viene la
segunda, fíjate Santiago que ni yo mismo
Luis N. Radford 175

comprendo lo que me pasa. Me conformo tan solo


con verla, acaso sea como la contemplación que
hace de su obra un escultor o pintor que pasa las
horas de las horas buscando los detalles mínimos de
su creación y la admira. Pero yo no la he creado, fue
el destino que me presentó a ella. Su cuerpo
hermoso, ahora intocable, me hace sentir feliz a su
lado, y los celos persisten porque no concibo que
otro pueda ver y tocar su cuerpo. Por eso te conté lo
de anoche teniendo que mentirles a esos hombres
para que no se la llevaran y pudieran abusar de su
cuerpo. La quiero sólo para mí. ¿Seré egoísta?
Talvez. Dicen que los extremos se juntan, por eso la
amo y la odio. Esta es mi vida Santiago, querer y
odiar por que no soporto las mentiras y la más
grande fue decirme que deseaba un hijo, y ya ves,
utilizó las píldoras anticonceptivas y me engañó
durante mucho tiempo. Es una mujer pagada de si
misma.
---Disculpa lo que te voy a decir Guillermo, si una
mujer acostumbrada a vivir en el ambiente en que tú
la encontraste, la sacas de ese lugar con el
consentimiento de ella que por una u otra causa
busca un nuevo hogar, y durante varios años
satisface y lo comparte; ella se siente feliz a tu lado
y crece en la imaginación el sueño de poseer esta
tierra, ser parte de lo que es tu vida, pero el destino
trunca tus sueños y porqué no decirlo, los de ella
también. Como mujer pierde con los años las
sensaciones que le deparaba el lugar de donde la
sacaste.
Inmediatamente Guillermo trató de interrumpir a
su amigo por que su razón era su razón y no cabía
Los Enganchadores 176

más que la que el planteó. Sospechó a donde lo


llevaría con esa plática. No podía estar equivocado,
jamás entiende aquel que no vive en carne propia
esos sentimientos. Eran muy suyos y todo lo había
vivido, sentido y pensó que la locura de amar carece
de limites en ese infinito mundo de sueños e
ilusiones.
A tiempo estaba para responder a Santiago,
cuando volvió Consuelo que se acomodó en la silla.
Al ver que guardaban silencio dijo con ironía:
---En esta casa las ratas son muy grandes y por lo
que imagino les comieron las lenguas a los dos Por
mí, pueden decir lo que se les venga en gana pero no
se coman las palabras porque les da chorrillo.
---Estimado Santiago, la puerta se abrió y acabas de
ver y oír el cuento de la mujer sin pasión, sin amor
que vive para si misma. Hiere más el puñal de esa
lengua que la ponzoña de la araña que orina la pata
del caballo y le bota el casco.
---Disculpen—Dijo Santiago—Se me está haciendo
tarde y debo bajar a la finca las Lomas. Me esperan
para un trato de un lote de ganado en punta. —
Excusa que planteó para retirarse.
Se escucho la voz del patrón ordenando a
Macario que fuera por los perros y se los entregara a
Antonio.
---Lástima que te retires tan pronto, me gustaría
seguir platicando de cosas edificantes, sin
mantenerse a la sombra de un cuerpo que no da
sombra.
Santiago no entendió lo dicho por Guillermo, eran
esas palabras alusivas a Consuelo por no haberle
dado un hijo o podrían referirse a él, por su
Luis N. Radford 177

condición de discapacitado. Bueno, bueno se dijo a


si mismo, en el próximo encuentro me quitaré la
duda.
Macario fue a traer los perros y el caballo en el
cual partió Santiago. Antonio introdujo los dos
perros en el carro y se los llevó a las Lomas.

La viejita Petronila limpiaba el frente de la casa


con una escoba de varitas del monte de escobillo,
haciendo volcanes de hojas para recogerlas después.
La curvatura de su espalda era la joroba de los años
que también el tiempo le puso encima.
Paulina, la mujer de Mateo Ixquiac estuvo
mucho tiempo a la espera del patrón sentada en el
primer escalón de la grada de la casa de la finca, y
miraba a la ñía Petro embebida en su trabajo.
Domingo le contó que don Santiago andaba por el
Porvenir y no sabría decir a que horas estaría de
vuelta. Ella lo esperaría a cualquier hora que llegara,
pues era urgente contarle lo que pasaba con su
marido. Domingo quiso saber el motivo de la espera
y porqué aguardaba en forma insistente a don
Santiago.
Se escucho el andar del caballo en el cual se
acercó el patrón al casco de la finca; fue apeándose
y la Paulina corrió a su encuentro. Domingo hizo lo
mismo pero tomando de la brida al caballo para
llevarlo a la caballeriza.
--- ¿Que te pasa Paulina?
Los Enganchadores 178

---Ay patroncito, fijate que el Mateo ya tiene sus


tres días de no venir al rancho.
---Decíme como está eso que no llega al rancho.
---Pues es la verdad que te estoy diciendo, ya tiene
sus tres días que no viene al rancho. Yo me estoy
muy preocupada, por que se fue a pedir la ayuda
para el Domingo Papaturro y mirá patrón es el
tiempo que no viene. A lo mejor se embarrancó y
quiere su ayuda para sacarlo diay onde está.
En ese momento regresó Domingo para enterarse
de lo que platicaban el patrón y la Paulina. Antonio
el hijo de Santiago llego en el carro con los quintales
de sal que fue a comprar al pueblo. Los dos perros
fueron amarrados en un pilar de la casa.
---Oye Antonio, dice la Paulina, que su marido tiene
tres días de no asomarse a su rancho y quiere que la
ayudemos a buscarlo.
---La tarde que lo vi, Mateo venia del lugar de las
graviléas donde estuvo para rezar por Domingo y
pedir para que le diera ánimo para palabrearse con la
Micaela. Esa fue la última vez que lo encontré,
después fui a preguntar al rancho a la Paulina y ya
no supe más.
---No tengás pena vos Paulina, ahora mando a
buscarlo, y del resultado te lo diré por medio de
Domingo, andáte tranquila, no tengás tu pena.
---Gracias, muchas gracias vos patrón.- Y con el
delantal se frotó los ojos acuosos, llenos de lágrimas
y volvió a su rancho a la espera de las noticias de su
marido Mateo Ishquiac
---Domingo, vuelve a traer el caballo.--- fue la orden
de Santiago.--- Y tú Antonio te vas a rastrear al lugar
donde lo dejaste y comienzas a buscar por los
Luis N. Radford 179

alrededores. Aprovecha para traer un poco de


dinero.
Que Domingo Papaturro no se entere lo que hay
adentro de la cueva. Esperemos que nos traigas
buenas noticias del Brujo. El hijo del patrón corrió al
cuarto a traer su foco de mano.
En ese momento estaba llegando Domingo con la
bestia, la cual montó Antonio y cabalgó hacia el
lugar de las gravileas.
Santiago pidió a Domingo que se fuera
rumbeando con su machete a buscar por los
alrededores al marido de la Paulina Ixquiac. Estaba
para entrar a la casa cuando vio a la anciana.
---Petronila que hace ahí.
---Me va a decir que no mira pues.
---Si, se que barre pero lo que quiero decir es porqué
lo hace.
---Mi difunto marido, siempre dijo que hay que
mantenerse ocupado para que los sesos no piensen
nada malo.
---Usted ya no tiene edad para estas cosas.
---Lo que quiere es que me muera luego. ¿Verdad
patroncito?
---Yo no pienso eso Petro, quiero tenerla muchos
años más con nosotros.
---También hay que mover los huesos para que no
rechinen con el reuma, por eso lo hago.
---Usted está bien alentada. Pero debe descansar sus
ratos— Le recogió la escoba y tomándola del brazo
fueron pasa a paso hasta las gradas diciéndole:
---Quiere descasar aquí o la llevo a la hamaca.
---Ya quisiera yo haber tenido un hijo igualito a
usted—Vio detenidamente a Santiago; levantó la
Los Enganchadores 180

mano y la depositó un rato sobre la cabeza del patrón


con estas palabras:
--- Que Dios me lo bendiga siempre.
Antonio avanzó por el camino angosto entre los
cafetales. Haló la rienda para detener el paso de la
bestia al notar jirones de ropa desperdigados. Se
apeó del caballo sosteniéndolo de la brida;
caminando a pie observaba a cada instante pedazos
de ropa cerca de la cueva de los murciélagos. Al
levantar la cabeza tuvo un gesto de sorpresa y se
quedó quieto. Ahí en la boca de la cueva estaba otra
calavera a la par de la del policía. El sombrero junto
a los huesos de los pies y unos caites un poco
retirados. Antonio no lo podía creer, era Mateo
Ishquiac. Descarnado, solamente huesos, y toda su
ropa destruida y hecha pedazos. En ese instante
asomó entre las ramas de los cafetos Domingo
Papaturro. Le sobrecogió asustado la cantidad de
huesos frente a la cueva. No se atrevió a preguntarle
al hijo del patrón sobre esa escena macabra que tenia
ante su vista. Antonio, que una vez le había
platicado sobre la cueva, aprovechó las
circunstancias que vivían en ese momento para
recalcarle.
--¿Ya te diste cuenta Domingo de lo que te conté
la vez pasada? Pues aquí tenés la prueba. Mirá bien
y me dirás si no es el brujo Mateo Ishquiac el que
tenés enfrente, conoces su sombrero, allá están sus
caites. Su morral parece que tiene algo adentro,
Alcánzalo para ver que llevaba.
--No. No voy a tocar los huesos tampoco las cosas
de los muertos.
Luis N. Radford 181

---Entonces ¿cómo se lo entregamos a la Paulina


Ishquiac?
---Hay que ir al rancho de ella y que lo venga a
recoger, pues era su marido el difunto.
---Te das cuenta Domingo que los murciélagos le
chuparon toda la sangre y por lo que veo, los zopes
acabaron con su carne y talvez se pelearon entre
ellos y le rompieron su ropa.
---Pero mirá patroncito ese otro esqueleto.
---Posible es que sea alguno que pasó por aquí y la
curiosidad le hizo entrar a la cueva y cuando
despiertan a los murciélagos de día se enojan mucho
y aprovechan para sacarle la sangre, porque de eso
viven.
---Yo mejor me voy ya.
---Dile a mi papa donde esta Mateo Ishquiac y que
vengan a recogerlo pero que sea luego. Avisále a la
Paulina que ya lo encontramos.
---Y vos porqué no te vas para llegar mas luego en el
caballo.
---Voy a recoger el morral, los caites y el sombrero,
juntaré sus demás cosas y lo velaré un rato.
---Domingo al darse vuelta y ajustarse el sombrero
en la cabeza vio hacia arriba, en una de las ramas
descansaban viendo hacia abajo varios zopilotes que
seguían sus movimientos. Entonces como un loco se
precipitó a todo correr pensando que talvez
guardaban en el buche a Mateo Ishquiac.
Antonio, sacó de su bolsa el foco, vio a su
alrededor asegurándose que no hubiera nadie que
viera sus movimientos y buscó un pedazo de palo,
se introdujo en la cueva y alumbrándose; avanzó con
toda cautela para no tropezar con la culebra
Los Enganchadores 182

cascabel. Esa, justamente esa fue la que mató a


Mateo el brujo, por querer averiguar lo que se
guardaba adentro. De pronto escuchó el ruido que
producen los cascabeles al movimiento de la cola de
la serpiente como indicando de aquí no se pasa. El
pie a punto de dar el siguiente paso lo detuvo y
regresó a su posición inicial, el rayo de luz al caer en
el suelo se encontró frente a una enorme culebra con
la cabeza triangular, erguida sobre el cuerpo hecho
un yagual y sacando esa lengua bífida que mostraba
e introducía en su boca, amenazaba con insistencia.
Ni lerdo ni perezoso con toda rapidez levantó el
brazo y descargó con fuerza el pedazo de palo sobre
la culebra que se desenroscó muriendo al instante.
Los murciélagos se desprendieron del techo de
la cueva volando alrededor de Antonio; se acercó a
uno de los bultos de donde extrajo muchos paquetes
de dinero, unos fueron a dar al morral que fuera de
Mateo y todos los demás billetes a las bolsas de su
ropa. Salió inmediatamente y montado en el caballo
fue bajando para la casa de la finca.
Santiago movió a varios de los empleados para ir
a recoger los restos del brujo. La Paulina soltó sus
lágrimas y el llanto incontenible eran quejas de su
alma por haber perdido al marido. Domingo fue el
encargado de darle la mala noticia y ella al principio
lo culpó por hacer que fuera a pedir por el Papaturro
para que le haga caso la Micaela. Santiago se
encargó de hacerla comprender que Domingo no
tuvo nada que ver con la muerte de su marido. Pero
no por eso ella dejó de llorarlo.
Domingo con un serrucho cortó la madera de
cenícero. Hizo la caja para poder enterrar a Mateo,
Luis N. Radford 183

sus huesos traídos dentro de un costal, esperaban la


caja. Al hacerlo lo consideró como un pago por las
oraciones que dijo sobre las piedras debajo de los
grandes árboles.
Esa noche fue de vigilia en la finca las Lomas.
Santiago puso todo el licor, el pan, café y varias
mancuernas de panela que consumieron. Al correr la
noticia de la muerte del brujo acudieron de las
fincas vecinas gentes que lo apreciaban para
sumarse al velorio. Querido y respetado por sus
palabras y obras era tenido como un guía espiritual.
Varias de las mujeres acompañaban a la Paulina
llorando a la par de ella y no despreciaban el vaso de
licor cuando se los ponían enfrente. La anciana
Petronila estaba junto al poyo echando las tortillas;
el fuego le hacia ver la cara enrojecida, le
acompañaba la cocinera de la finca, la Lucia que
molía el nixtamal. Junto al fuego los batidores
calentaban el agua para el café hervido. El humo del
café hacía flotar su aroma dentro del rancho de la
Paulina. Pocillos de barro que iban llenos y venían
vacíos para alentar a los que estuvieran pronto a
dormirse. Afuera del rancho haciendo una rueda, e
iluminándose con candiles, varios hombres con los
sombreros de petate en sus cabezas se cubrían del
sereno de la costa; apostaban sus centavos jugando
a las tabas y otros grupos tiraban las cartas de las
barajas o bien jugaban a los dados. A la par de cada
uno de ellos un vaso vacío esperando la ronda del
siguiente trago. Uno de los visitantes de última hora
que llegó a dar el pésame a los deudos se acercó a un
grupo para decir:
Los Enganchadores 184

---Equi les venge hoy a dar jun mere lit.---Con


satisfacción puso frente a todos, un medio litro de
licor.
Otro de los presentes dijo:
---Muchas gracias, pero vos te vas a echar uno bueno
con nosotros, pero sentáte vos Doroteo Chaclan y
éste respondió:
---Las ganes que yo tenie hace tiempo se me jueren
dispués por el lie que hizo yo con el Pegro Iscol y
que tata Dios me le guarde. Intons me dijo yo, el
lengue mío no va probar nunca más el trague
perque le va zumbar mi cabezo. El guare es male
con ganas. El macheto mie que le guarde yo en el
vaino, lo enterré junte con el Pegro Iscol, para que el
sangro suyo no habla del dijunto cuanto llegan los
dimás sus compañeres y van decir que fuide yo su
culpa de morir. Es quel guare es jodide y por ese no
le va a pasar por mi lengue el traguito otra guelta.
---Entonces no te quedés ay parado. Sentáte a echar
las cartas para que no te aburrás.
Doroteo Chaclan se incorporó a la rueda y de su
morral, extrajo un puro disponiéndose a fumarlo.
Ese amanecer del día siguiente, con instrucciones
del patrón, Domingo dijo a todos los presentes que
el entierro iba a ser realizado en la loma al pie de la
gravilea donde era su costumbre decir las
oraciones, al igual que lo hicieron sus antepasaos.
Siempre con el permiso del Alcalde.
Todos los asistentes quedaron agradecidos con la
noticia que se les dio. Hombres y mujeres con las
caras donde se reflejaba la trasnochada,
acompañados de los patojos de la ranchería, fueron
subiendo en fila entre los cafetales; unos llevando
Luis N. Radford 185

candelas encendidas de varios colores, otros con


incensarios quemando el pom. Sobre el hombro de
cuatro cargadores, el ataúd hecho con tablas del palo
cenícero fue transportado. Llegados al punto y
junto al tronco de la gravilea que escuchó la palabra
del brujo Mateo Ishquiac, los hombres con piochas y
azadones abrieron un hoyo donde depositaron la
caja con los huesos. Las candelas derretidas que
llevaron en procesión fueron colocadas sobre la
piedra que fue el altar del brujo.
Un viento suave, movía las hojas de los árboles
vecinos al entierro. Domingo Papaturro entendió a
su manera, que por la raíz de la gravilea el alma de
Mateo iba subiendo por el tronco, y les decía adiós
con el movimiento de las hojas.

Al día siguiente, Domingo pasó la mañana en ir


y venir, atareado con los quehaceres de la casa, con
ello pretendía ganar tiempo esperando la orden de ir
al correo del pueblo para traer la correspondencia,
ocasión que buscaba para desahogar lo que
mantenía guardado por la Micaela. Decirle el
sentimiento de amarla.
Ahora, gracias a las oraciones del brujo estaba
envalentonado y nadie lo iba a detener. Sería al pasar
por el rancho cuando se plantaría y al verla sonreír
enseñando sus labios color cereza de café, y
agarrando las puntas de sus trenzas, entonces se
acercaría a expresarle todo el amor que mantenía
guardado.
Los Enganchadores 186

Santiago Villanueva lo llamó con urgencia


ordenando que lo acompañara para ir con Antonio
al pueblo.
Él hubiera deseado llegar sólo, para ver a la
Micaela como era su deseo. Al pasar por el frente
del rancho únicamente le podría levantar la mano y
dejarle un adiós en señal de amor.
Y cuando pasó el carro frente al rancho,
Domingo no vio que ella estuviera en el marco de la
puerta. Pensó y repensó que la Micaela por un carro
que pasara, no se preocuparía de saber quien era.
Debía ser a pie y escuchar el rechinar del cuero de
los caites, era cuando salía ella, por que el amor es
como un candil encendido que llama a la mariposa
en las noches.
Santiago, al llegar al pueblo fue a la farmacia a
comprar medicinas para el ganado. Domingo acudió
al correo a recoger la correspondencia. Antonio llenó
el tanque de gasolina, pidió que le revisaran el
líquido de frenos, aceite, agua, y el aire para las
llantas. Reunidos de nuevo los tres viajeros,
emprendieron la marcha de regreso a la finca.
---Oiga patrón, pasé cerca de la cantina de la niña
Margarita, y me estuvo preguntando por el Miguel,
ya tiene sus días de no venir a echar pulsos. Dijo que
dicen que talvez es por miedo que no viene y ahora
no es como antes pues su cantina casi no vende
guaro.
---Yo tampoco lo sé, pero lo voy averiguar.
Al estar de vuelta en las Lomas, Domingo recibió
la orden de ensillar el caballo y que se fuera para el
anexo el Pedregal. Los dos quintales de sal los
Luis N. Radford 187

colocó sobre la silla de montar. Vio cuando padre e


hijo partieron.
Halando de la brida a la bestia, Domingo se fue
triste al Pedregal por no haber visto a la Micaela.
Santiago despidió a su hijo diciéndole que
tuviera mucho cuidado en el camino y que no se
detuviera por ningún motivo hasta llegar a la capital.
El cambio de dinero debía hacerlo con discreción y
con diferentes personas para que no se enteraran de
la cantidad que llevaba. El dinero era para
depositarlo en la cuenta en el banco y otra parte en
efectivo para mantenerlo en la finca. Santiago
caminó a pie la distancia que le separaba del rancho
de Lorenzo.
---Y ese milagro don Santiago ¿a qué se debe su
venida?--- Fue el saludo de la Lipa al verlo entrar.
--- Traigo unas medicínas para el ganado y la
creolina que se acabó la vez pasada. La sal la trae
Domingo.
--- Pues que bueno es verlo de vuelta, y ¿cómo es
que llegó hasta aquí?
--- Antonio me dejó antes de la curva del armadillo.
--- Aquí está ahora haciendo mucha la calora, le voy
a preparar un su vaso de masa, pero arrecuéstese en
la hamaca mientras viene mi marido que anda por
los potreros y cuénteme que noticias trae de por ay.
---Siempre pasan cosas. Mataron al Andrés Perdomo
Canahui, era empleado de la finca el Porvenir. Y
anoche velaron al Mateo Ishquiac en la Lomas.
--- ¿El brujo de allá donde uste?
--- Si. Llegó mucha gente de las vecindades al
velorio.
Los Enganchadores 188

---Pues que Dios lo tenga en su santa gloria por que


fue muy bueno con todos. Lo mero raro es que se
mueren por parejas aquí ¿verdad?
--- Es cierto Lipa, Mateo fue bueno con todos. Del
que no me fíe nunca fue del Andrés.
---Cuentan que en la capital matan a mucha gente
todos los días.
---Es cierto, lo leo en los periódicos.
---Pero ya ve, en la conacastada mataron a diez.
Entre ellos a dos inditos con su maíz a tuto.
--- Santiago al oír lo que dijo la Lipa, pensó que
nadie sabe para quien trabaja. Esa vez los
narcotraficantes perdieron mucho dinero exponiendo
sus vidas y él guardando el montón de billetes
americanos para gozar la vida que nunca soñó
esperar.
---Aquí tiene su agua de masa.
---Gracias.--- El patrón se sentó en la hamaca para
poder tomar el fresco.
La Lipa doblada frente a la piedra de moler
preparaba la masa. Al rato el palmoteo entre las
manos con un bodoque mediano para hacer las
tortillas que al soltarlas en el comal se inflaban por
el calor.
Lorenzo entró al rancho pidiendo un poco de
agua porque el sol le picaba por todo el cuerpo.
---Mirá quien vino.--- Dijo la Lipa a su marido.
---Ve pues, ¿y ese milagro de verlo hoy patrón?
Santiago respondió a la pregunta que le hiciera el
capataz y preguntó también a quien tenia de
guardián en el potrero de la danta. Lorenzo indicó
que lo jugaron a la suerte echando los dados y la
primera semana le correspondió al Miguelón. Contó
Luis N. Radford 189

que la comida se la manda la Lipa a la guardianía


desde que se fue a las Lomas la ñia Petro.
---Con razón es que la Margarita suspira por la
ausencia de Miguel.
---No me venga con el cuento que está enamorada
del Miguelón—La Lipa dejó de tortear, se mojó las
manos y miró detenidamente al patrón que se puso a
reír.
---No, no es eso. Es que ya la gente no toma tanto
aguardiente como antes cuando llegaba Miguel. A
ella lo que le interesa es su negocio, o sea el dinero.
---O sea que si le decimos al Miguel porqué suspira
la Margarita, lo embrocamos y como está solterón,
no le caerá nada mal.
---Esto que les cuento no le digan nada por favor,
porque pierdo al ángel del Pedregal y a un buen
trabajador.
---Descuide patrón, no le diremos nada. Dijo
Lorenzo.
---Es cierto, aquí, nosotros no somos chismosos---.
Agregó La Lipa.
Domingo con el caballo se detuvo frente al
rancho de Lorenzo.
--- ¿Dan su permiso para entrar?
---Si. Adelante Domingo---dijo Santiago.
---Buenas, con permiso,-- Se quitó el sombrero al
entrar, le sirvió de soplador en la cara.
--- ¿Querés tu agua de chiva?—Preguntó la Lipa.
---Por favor.--- tomando el pocillo con las manos se
tragó el contenido en un santiamén. Enseguida
preguntó donde dejaba los dos costales de sal.
Lencho señaló con el dedo un rincón. Ya colocados
los dos sacos, dijo que iba al río para darle de tomar
Los Enganchadores 190

agua al caballo y luego llevarlo a la caballeriza,


oportunidad que aprovechó para darse un chapuzón
en la posa del río el Pedregal.
Santiago deseaba comprar una mula o un macho
para obsequiarlo a Guillermo para cuando
comenzara a montar de nuevo. Era conveniente
conseguir un asno para las yeguas. Estaba dispuesto
a pagar el corretaje que el dueño del burro pidiera,
siempre y cuando la yegua quedara cargada. El
caporal se encargaría de buscar por los alrededores
o daría el encargo. Lorenzo propuso que si no se
encontraba asno podría comprase una mula.
Santiago estuvo de acuerdo. Dijo también que don
Florentino Contreras dueño del hato del ganado
recién llegado al anexo le permitiría el cruce con el
semental que tiene para mejorar la raza; la condición
que puso fue que las vacas debían aparearlas pronto.
Domingo apareció en la puerta del rancho
diciéndole al patrón que el caballo lo dejó en la
caballeriza. Pidió permiso para volver a la finca las
Lomas. Santiago preguntó si había disponible algún
caballo para que se regresara. Lorenzo indicó que
estaba el de Rigoberto que montaba Miguel, pero
como estaba en la guardianía, el caballo lo dejó en la
caballeriza. Domingo se despidió de todos y fue a
ensillar la bestia y partió al trote.
Domingo era ahora el hombre más feliz sobre la
tierra, se le cumplieron sus deseos de ir al rancho de
la Micaela, y cabalgando por el camino, debajo de su
sombrero bullían cientos de palabras escogidas para
enamorar a la mujer de sus sueños, las palabras
serian como un manojo de flores saliendo de su
boca; se dijo que una o varias que recogiera darían
Luis N. Radford 191

aún más el motivo de su presencia. A la orilla del


camino detrás de los cercos los árboles unos
frondosos y otros secos, pasaban por sus ojos. De
pronto detuvo la bestia y bajó de ella. Allí estaban,
justo sobre uno de los troncos, esas orquídeas
llamadas flores de Candelaria. Las arrancó una a una
hasta formar un manojo, las miraba y no creía lo
que tenía en sus manos. Se le vino a la cabeza por un
momento que talvez eran puestas por el brujo Mateo
Ishquiac. Supuso que él, lo miraba ir al encuentro de
la Micaela. Con el pecho henchido y la respiración
profunda, recogió el lazo, lo enrolló y lo amarró a la
montura. Una vez más sobre el caballo volvió a
ponerlo al trote. Llegó el momento tan esperado,
estaba frente al rancho de la amada, la mujer de sus
sueños, la que ocupaba todos sus pensamientos de
día y en las noches estrelladas. Sentado sobre el
caballo, dibujo una sonrisa esperándola salir como
era la costumbre. Le llamó la atención ver la puerta
entreabierta y ella que no salía. Será porque vengo
en el caballo y con estas flores de candelaria es que
no me reconoce, se dijo así mismo. Entonces se apeó
y comenzó a caminar despacio. Puso la mano en la
puerta y la empujó con suavidad, luego introdujo la
cabeza para ver el interior. No conforme con eso
pronunció el nombre de ella con cierto temblor en la
voz. No hubo respuesta. Empujó aún más la puerta.
No había nadie. Buscó por los cuatro ángulos del
interior; estaba completamente vació, no encontró la
piedra de moler, ni ollas, ropa y el poyo donde hacía
la comida estaba cubierto con ceniza fría, vio las
huellas de ratas que pasaron por ahí. Sintió que se le
apretujaba el corazón preguntándose angustiado que
Los Enganchadores 192

habría sido de ella. ¿Adonde se fue? Y la pregunta


que más le dolió fue si se habría ido con algún
vecino porque se cansó de esperarlo. Era probable
que eso fuera. Domingo pasó mucho tiempo dentro
del rancho repasando los motivos de la ausencia de
la Micaela. No era concebible que se hubiera
marchado sin dejar una seña o algo que le indicara
su partida. El rancho abandonado ahora, carecía de
camas y de vida por que su gente se fue. Desde la
puerta escuchó que alguien llamaba, el corazón le
dio un brinco y luego la voz de un hombre.
--- ¿Porqué andas metido aquí?
---Estoy buscando a la Micáila.
---Ella tiene su rato que se fue con el tata de ella.
--- ¿Estas seguro?
--- ¿No ves pues quel rancho esta vacío?
--- ¿Y sabés vos para donde fueron?
---Ya están muy lejos, la ñia Margarita de la cantina
“El olvido” dice que andan por un lugar que le dicen
el Peten.
--- ¿Donde queda eso pues?
---No me vas a decir que no te enseñaron en la
escuela.
---Mis tatas dicen que los patojos deben dar su ayuda
en el trabajo, que para eso venimos.
---Decime, ¿Vos fuiste novio de la Micáila pues?
---Si—Domingo volvió a agregar--- Soy.
La persona que le hablaba se extrañó mucho de la
respuesta y le amplió la información que la Micáila
tenia un su novio, era el manco Toribio que en
cuanto supo la ida muy lejos de ella con su tata, se
metió a la cantina el Olvido de la ñia Margarita para
arrancársela de un viaje del corazón y olvidarla para
Luis N. Radford 193

siempre. Se emborrachó y dando tras tumbos y


culebreando por el camino se fue al puente de la
línea del tren allá abajo, donde se tiró al río. Tres
días después apareció en los playones de la finca las
Mojarras donde lo recogieron sus parientes y lo
enterraron en el pueblo.
El hombre que contó esto, se despidió de
Domingo. Era imposible el motivo de irse
sin siquiera dejar un aviso o una seña. ¿Entonces? Se
preguntó, porqué le daba su sonrisa cuando pasaba a
pie rechinando sus caites nuevos. No entendía nada.
Cierto o no, llegó la realidad y su alma se fue por los
ojos llenándolos de lágrimas. Resignado ante las
circunstancias vividas, recogió las últimas lágrimas
con su mano izquierda, vio por última vez el rancho
de la Micaela por todos los rincones. Cerró la puerta
Y sobre ella dejó las orquídeas. Se acercó al caballo
y también se fue.
Todo aquel que pase por ese camino al pueblo, si
desvía su mirada al rancho abandonado, verá sobre
la puerta desvencijada, un manojo de flores de
Candelaria marchitas, como si fueran colocadas
sobre la tumba donde está enterrado el sueño de
Domingo Papaturro.
Los Enganchadores 194

Santiago estaba a punto de poner el pie izquierdo


en el estribo de la montura para subirse en el caballo
y hacer un recorrido entre los cafetales cuando
escuchó el ruido del motor de un carro que venia a la
finca. Amarró el caballo en el travesaño del
barandal. Comprendió que era su hijo procedente de
la capital.
Antonio se acercó a su padre a darle cuenta del
resultado del viaje. Venia con buenas y malas
noticias.
---Primero las buenas dijo Santiago.
Comenzó por decir que estuvo frente al edificio de
teléfonos, donde cambió bastantes dólares y para no
levantar sospechas se le ocurrió ir a varias agencias
de viajes, ahí terminó de vender el resto. Hizo el
depósito en la cuenta del banco .El papá de Antonio
lo felicitó por esa ocurrencia y luego preguntó que
había con la segunda que era la mala. Le contestó
que dentro del maletín, traía como unos ochenta mil
quetzales. De repente se vio obligado a detener el
carro porque estaban otros estacionados a la mitad
de la carretera haciendo cola. Era un reten; se
imaginó que buscaban armas pero al acercarse uno
vestido con traje de fatiga militar y con la cara
cubierta con un pasamontañas pidió el impuesto de
guerra. Estaba por darle lo que tenia en el bolsillo
del pantalón cuando el hombre se puso a registrar el
carro, al ver el maletín lo recogió del asiento. Al
Luis N. Radford 195

abrirlo soltó la palabra que nunca pasa de moda


porque cada vez abundan más y dijo:
--- A la puta, hoy si la hicimos, muchá, vengan
luego. Varios hombres se acercaron a ver. Cerró el
maletín y preguntó que donde vivía, yo le dije que
iba al otro lado de la frontera a comprar unos
encargos y no pues que el hombre ese me
contestó.--- ahora tenés que sudar mucho para
reponer esto.--- Y dándose vuelta él y sus
compañeros se metieron corriendo entre los
cañaverales.
La reacción de Santiago fue darle gracias a Dios
por no haberle pasado nada a su hijo. Luego
comenzó a reír diciendo:
— Aquí se cumple el dicho aquel que dice que lo
que es del agua el agua se lo lleva—y remató con
estas palabras: --- Hiciste muy bien en no dar la
dirección de la finca pues aún queda mucho dinero
que ya veremos donde emplearlo. Oye Antonio, trata
de averiguar que le pasa a Domingo, pues lo veo
como ido, algo lelo, uno le habla y habla y creo que
no entiende o no presta atención o se quedo sordo.
Bueno ahora voy a los cafetales para ver como
están.
Antonio vio partir a su padre y él después de
guardar el carro fue a la hamaca donde se recostó
llamando a Domingo Papaturro para que le llevara
un fresco de limón. Tres veces lo llamó.
Domingo se aproximó para entregarle el vaso y
se quedó quieto viendo al hijo del patrón. Antonio lo
observó detenidamente, los ojos parecían la de una
persona que está lejos aunque se mantenga cerca.
Miraba sin mirar, como ido o idiotizado.
Los Enganchadores 196

---Domingo, decíme ¿que te está pasando?


---Ah... ¿Que me dijiste vos patroncito?
---Que te pasa, ¿porque estas así como perdido?
---Mi cabeza está triste, es que la Micáila se fue con
su tata, ella ya teniya un su novio que se murió en
el río. Yo me voy a juntar unos pistos y voy a ir a un
lugar que le dicen el Peten a buscar a la Micáila. El
cabeza me dice que voy a seguir su huella por…
---Vos estas perdido Domingo, ya no trabajás como
antes, así no juntás centavos y ese lugar esta muy
lejos, olvidála para siempre, aquí hay muchas
mujeres cerca de vos, ahí tenés a la Tona una
patojota galana y donde me dejás a la Manuela, la
hija del difunto Pablo, también está la Lucía, mirá,
esa te la recomiendo porque ya esta de punto.
También está la Sabina o la Minga. Y que me decís
de la Rafáila y de la Meches.
---Y Como voy a olvidar a la Micáila, si todo el
tiempo se reía conmigo y las que decís ni tantito me
miran.
---Vos sos el que tenés que empezar a reírte con
ellas, y la que te devuelva la sonrisa, pues ya la
cachaste por que el siguiente paso se te hace fácil.
--- ¿Será, vos patroncito?
---hacé la prueba y me contás.
---Y si todas se ríen conmigo.
---Pues date por feliz y satisfecho, busca a la que te
guste más para que borre de tu mente a la Micaela.
---Gracias patroncito, voy a probar. Vos sos mejor
que el Mateo Ishquiac.
--- ¿Porqué lo decís?
---No cobrás nada.
Luis N. Radford 197

---En la próxima que vengás si voy a cobrar.


Llévate el vaso y gracias por el fresco. Antonio se
rió.

Había llegado la temporada de cortar el café,


gente de todas las edades iban subiendo por las
laderas empinadas a iniciar el trabajo. Unos con
costales vacíos al hombro, mujeres con sus canastos
que colocaban cerca de la planta para ir llenándolos
y después pasar el producto a los costales. Colgados
de las ramas de los cafetos, colocaban los radios
portátiles para entretenerse con la música. El
mayordomo señalaba la línea de las plantas que
debían ir cortando, viendo que todo marchara bien.
Al regresar al beneficio, los hombres con los
costales en la espalda o bien las mujeres con
canastos sobre sus cabezas acudían a la entrega. El
mayordomo se adelantaba por la tarde a los
cortadores y los esperaba en el beneficio de café
para recibir lo cosechado que iba cayendo a una
pileta a la mitad de agua y donde flotaban las
pepitas que pasaban a continuación a la
despulpadora. La corriente de agua se encargaba de
arrastrar la pulpa a un lugar lejano, al acumularse
con el tiempo dejaba un olor fétido por la pudrición.
El café con cascabillo lo revolvían en el agua para
quitar la miel y después era mandado a los patios de
secamiento, encargo que tenia el sol durante el día.
El siguiente paso era quitar el cascabillo y las
mujeres sentadas sobre una mesa larga eran las
encargadas de la selección de los granos que iban a
Los Enganchadores 198

parar a las bocas de los costales donde los llenaban,


las semillas con defectos llamada triache la
apartaban por considerarla inservible. Con manos
ágiles al ver la semilla llamada de caracol por su
forma cerrada, era también apartada y considerada
por los catadores como el mejor café.

La llegada de Macario Espumuy a la finca las


Lomas trajo malas noticias. Don Guillermo se puso
muy mal y pidió avisar a don Santiago que llegara en
carro. Era de urgencia que su amigo estuviera sabido
de lo que le pasaba. Era su paño de lágrimas, el
único consuelo que le quedaba. Macario contó, que
al sentirse mal, pidió a Consuelo que llamara a su
doctor Elpídio para ser atendido. Ella respondió que
andaba por Europa en gira por su profesión de
médico según lo oyó en una radio.
Santiago, su hijo y Macario partieron a toda
velocidad a la finca el Porvenir.
En el corredor sentado en la silla de ruedas y con
la cabeza inclinada sobre el hombro derecho estaba
Guillermo. Consuelo escuchó el carro y salió de su
cuarto a ponerse de pie junto a su esposo.
-- -¿Que te pasa?—Fue la pregunta de Santiago.
---Sentí un dolor de cabeza, deseos de vomitar con
un dolor en el estomago, después este reloj del
cuerpo que no funciona, y sentí que flotaba. —La
explicación la dijo entrecortada y despacio.
---Bueno, no perdamos tiempo, tu Antonio y
Macario llévenlo con todo y silla al carro y corrió
para abril la puerta trasera donde los esperó. A
Luis N. Radford 199

continuación empujó el asiento delantero para que


entrara con todo y silla. Trataron de entrarlo, pero
no se pudo. Hubo que cargarlo. Se acercó Consuelo
diciendo que ella lo acompañaría. Santiago ordenó
que Macario se acomodara al lado del patrón en el
asiento trasero, a su hijo que pusiera la silla en el
baúl y ocupara el asiento a la par del conductor.
Consuelo estaba por introducirse al carro cuando
Santiago le dijo que si quería ir, que lo hiciera a pie
porque no cabía una persona más. Ella se mordió los
labios de la cólera y con la mirada fulminó a
Santiago a quien odió más que nunca. Se quedó
viendo cuando se llevaron a su esposo al pueblo para
que lo atendiera el doctor, deseaba estar al tanto de
lo que pasara. Su interés radicaba de nuevo en ser la
poseedora del Porvenir. Escribió una carta a Elpidio
reclamándole su ausencia ante la promesa que le
hizo de volver a los ocho días pero había pasado un
mes y no obtuvo respuesta.
Llegados al pueblo, bajaron a Guillermo;
entraron a la clínica para que lo atendiera el
médico. Realizados los exámenes le dio una cápsula
para que la mordiera y tragara, le puso una inyección
y dijo a los presentes que la presión no andaba
bien, que lo llevaron a tiempo Procedió a llenar una
receta, indicando que cuando se sintiera mal, le
dieran cada vez una cápsula de adalat pinchándola y
poniendola debajo de la lengua o bien la masticara.
La reacción de Guillermo fue la ausencia del mareo
al normalizarse la presión.
Dieron las gracias al doctor. Al salir de la
clínica, Antonio fue a la farmacia por la medicina
mientras Macario empujó la silla para acercarla al
Los Enganchadores 200

carro. Guillermo pidió a Santiago que lo llevara


donde su abogado y que Macario cuidara el carro.
---Hasta que hable con mi abogado te lo contaré. Te
voy a pedir un gran favor, deseo que lo mantengas
guardado. Quiero que me prestes a tu hijo para que
se quede en la casa el tiempo suficiente y me ayude
en todo lo que se requiere para el manejo de la finca,
quiero hacerlo administrador.
---Por supuesto que sí. Faltaba más. ¿Y desde
cuando lo necesitas?
--- Desde ahora mismo.
En ese momento, estaban frente a la puerta del
abogado.
---Por favor, éntrame y me dejas con el licenciado,
no te ofendas con esto que pido.
Santiago salió a la calle; estuvo a la espera de ser
llamado para sacar a Guillermo. Mientras eso
sucedía, se quedó desenrollando la madeja de ideas
que se le vinieron a la cabeza ¿Porqué tanto misterio
cuando siempre fue muy sincero con él? ¿Será que
realizará algún préstamo y embargará la finca?
¿Será que está otorgando un poder? ¿Para quien?
¿Es para Consuelo, o para Antonio por lo que dijo
hace un momento? Si fuera por falta de dinero
podría dar del que guarda en la cueva de los
murciélagos lo que nunca contó por mantenerlo
como un secreto. No atinaba el motivo de la visita de
Guillermo a su abogado y dejó de pensar cuando
escuchó su nombre. En el momento de la despedida,
desde la silla de ruedas dijo al notario:
---Es él, don Santiago Villanueva quien vendrá con
usted para que lo ponga al corriente. Y dándose
vuelta pidió a su amigo que firmara un cheque a
Luis N. Radford 201

favor del Licenciado por los servicios prestados.


Santiago se sonrió argumentado que por la premura
del viaje no llevó chequera. El abogado también
sonrió diciendo que no se preocuparan, que pasaran
a pagar más tarde.
Los cuatro volvieron a la finca el Porvenir.
Consuelo salió y sosteniéndose en el pretil del
corredor esperó que subieran a Guillermo al
corredor.
--- ¿Con que ya vinieron?
--- ¿Que esperabas? ¿Que me quedara a vivir en el
pueblo?
--- Calma Guillermo, no te sulfures, recuerda lo
dicho por el doctor. Antonio dame la receta, la
quiero leer y de ahora en adelante te quedas aquí a
vivir con Guillermo. Te mandaré ropa para que te
cambies.
---Yo no estoy pintada en la finca. Para cuidarlo
estoy yo y como mujer sé bien como hacerlo.---
Respondió Consuelo en forma altanera delante de
todos.
Guillermo ofuscado por esas palabras, cortó la
conversación diciendo:
--- ¡Ya basta! Aquí mando y hago lo que quiero.
¿Por qué se mantiene Macario a mi lado? Tú me
obligaste por no querer atenderme. ¿Por qué pediste
pasar la cama a otro cuarto y ofreciste volver al
cuarto con palabras zalameras y luego te
arrepentiste? Ahora que me puse mal ni un vaso de
agua trajiste para que tomara. Cuando al principio
me decías que deseabas tener varios hijos ¿qué? Te
diste por utilizar las pastillas anticonceptivas,
engañándome con palabras falsas. ¿Quién te
Los Enganchadores 202

imaginas que soy? Las curaciones de las llagas las


hace Macario y no tú. Te has equivocado de pe a pá
querida Consuelo. Hoy estuve con mi abogado y le
firmé unos papeles para realizar el divorcio.
Todos los presentes guardaron silencio. Santiago
nunca se imaginó que fuera la visita con el abogado
para solicitar el divorcio. Macario pensó que al
patrón le faltó decir lo mañosa y mentirosa que era,
pero esto solamente él lo sabía. Consuelo parada
frente a Guillermo le lanzó una mirada llena de furia
y de su boca salió después de morderse los labios
con gritos desaforados:
--- ¡Nunca! óyelo bien, ¡nunca! No firmaré el
divorcio.
Alzó la cabeza, lo vio de forma altanera y girando
sobre sus talones marcó sus pasos sobre la madera
del corredor y se refugió en la cocina.
---Guillermo pidió que Antonio fuera a la caja
fuerte; Le dio la clave diciéndole que nunca la
olvidara. Dándole vueltas a las ruedas de la silla se
puso frente a la caja fuerte, extrajo su chequera.
Firmó uno, ordenando a Macario que lo llevara con
el abogado y le diera las gracias.
En ese momento llegó el mayordomo Anastasio
Chiquin al enterarse de la salud del patrón.
---Disculpe que me haya enterado tarde de lo que le
pasó, pero es que andaba por los cafetales viendo
que el corte lo hicieran bien, la gente según me
enteré no lo quiere dejar bien hecho.
---Gracias por tu interés Anastasio, ya me siento
mejor. Apropósito el hijo de don Santiago que ves
aquí va a estar a la par tuya para que le enseñes el
Luis N. Radford 203

trabajo y los mojones de la finca y antes de irte pasas


en la mañana por él.
---Con mucho gusto.-- Respondió el aludido.
Santiago al despedirse de todos para volver a su
finca les rogó que estuvieran atentos a la salud de su
amigo y le dieran la medicina a tiempo.
---Una pregunta, es para saber si tiene machete.---
dijo Anastasio.
---Hoy mismo lo mando con Domingo y también la
pistola.---- Respondió Santiago.
---Por machete, está el mío—señaló Macario.
Levantando los brazos le dijeron adiós al papá de
Antonio.
Guillermo le dio vuelta a la silla de ruedas, ordenó
a Macario que arreglara el cuarto vecino para que lo
ocupara Antonio y que consuelo fuera a dormir al
último, donde estuvo el doctor. Ahora con lo dicho
sentía mayor desprecio por ella.
La cena que tuvieron esa noche en el comedor
los tres, Guillermo, Consuelo y Antonio fue como la
luz de las bombillas colgadas en el techo, Pálida.
Sobre los platos el único que dio las gracias fue el
hijo de Santiago. Macario llevó al patrón a su cuarto,
lo ayudó para acostarlo y pronto apagó la bombilla.
Por las rendijas llegaba la luz del cuarto vecino.
Macario se acercó poniendo el ojo en una ranura.
Consuelo entró al suyo mientras Antonio se
quedaba observando el aletear de las palomillas, el
vaivén de las mariposas nocturnas y el vuelo de
ronrones alrededor de los focos de luz que
iluminaban el corredor.
Macario respiró profundamente al ver a Consuelo
cuando se desnudaba totalmente. No podía creer en
Los Enganchadores 204

los movimientos que ella hacía. Vio cuando la puerta


del cuarto se abrió de par en par; debajo del marco
se quedó clavado Antonio. Consuelo completamente
sin ropa, seguía bailando. El, todo azorado y
confundido, se disculpó y a punto de cerrar la puerta
del cuarto estaba, cuando notó en ella una sonrisa y
le dijo.
--- ¿No me conoces verdad? Mírame tal cómo vine
al mundo, pero ahora más sazona.
Antonio volvió a disculparse contestando, que la
conocía como la esposa de don Guillermo.
---No huyas Tono, no soy la diabla y es mentira que
tenga sida. Acércate por favor hombre.
Antonio no chistó palabra alguna. Se hizo para
atrás, cerró la puerta de la habitación pensando que
talvez no oyó bien o ella no supo del cambio de
cuartos y para no crear problemas optó por irse al
último, el que está al final.
---Consuelo sonrió diciendo:
--- Soy demasiada carnada para este pescadito.
Macario que todo lo vio y oyó se recostó en el
catre y le costó dormir por lo preocupado que estaba.
Como el chicle que se extrae del cojón y se pega en
los dientes así se le quedaron las palabras: Mentirosa
y traidora. Y trató de recordar aquellas dos palabras
que le dijo el doctor a Consuelo la noche de… pero
volaron de la memoria.
Luis N. Radford 205

Anastasio Chiquin esperaba en el corredor al hijo


de don Santiago Villanueva quien acompañaba a
Guillermo en el momento del desayuno.
Macario guardián del patrón y de la finca avisó
de la espera del mayordomo en el corredor.
-- --Es a mi a quien busca, con permiso,-- Se
levantó dando las gracias; fue al encuentro de su
guía para conocer los linderos de la finca. En ese
momento llegaba al casco de la finca el porvenir
Domingo Papaturro para hacer entrega del machete
y la pistola.
---Dijo su papá que si algo más quiere que me lo
diga a mí.
---Si, que mande el caballo por la tarde, pero que no
se te olvide.
---Está bien.--- Domingo partió a la finca las
Lomas.
Mientras tanto Anastasio y Antonio se internaron
entre los cafetales escuchando a lo lejos las voces
de los cortadores de café con la música de los radios
portátiles.
--- Vos Lalo Cojón vení un momento,
--- Mandá vos Chiquin, que dice tu lengua.
Los Enganchadores 206

---Decíle al Pedro Shicará que se encargue de darle


las líneas del corte de aquí para arriba a la gente
conforme estén acabando.
---Esta gueno, pero me vas a dar permiso para dejar
unos puños del café cerezo guardado entre las hojas
caídas para picholear después.
---Antonio, mire bien, eso lo hacen con o sin
permiso. Es costumbre que al terminar el corte, ellos
vienen por su cuenta, principalmente los días
domingos a recoger el café con la pulpa ya seca.
---Mi papá lo que hace cuando las mujeres
seleccionan las granos, lo que queda que no es
vendible, llamado triache lo reparte entre todos los
cortadores.
---Buena idea porque muchos granos de calidad no
llegan al beneficio. En la siguiente cosecha lo
pondremos en práctica.
---Es difícil cambiarles las costumbres, pero haga la
prueba que nada pierde.
---Vamos a buscar los mojones y después de nuevo
a ver como están trabajando.
Antonio fue observando detenidamente los límites
de la finca hacia el norte más allá de la cumbre de la
Soledad. Y por el oriente en el fondo de la montaña,
el precipicio que remataba en el cause del río, limite
del Porvenir. Por el poniente hasta llegar al pie de la
ladera y parte de la planicie.
---Hasta aquí llega el Porvenir y corre hacia el sur
a dar con el camino que usted conoce. A la mitad de
este potrero que tenemos enfrente que es de la finca
vecina, los antiguos dueños vendieron cuatro varas
de ancho por todo lo largo del terreno para el paso
del agua que es propiedad del Porvenir. La toma de
Luis N. Radford 207

agua está registrada en unos documentos que guarda


don Guillermo. Por la parte sur imagino que usted
conoce los límites por que colinda con la propiedad
de su papá. Creo que regresamos porque se acerca
la hora del almuerzo y lo han de estar esperando.
Anastasio Chiquin después de dejar a Antonio,
fue a su rancho para almorzar. Guillermo esperó al
hijo de su amigo en el corredor.
---Cómo lo viste todo.--- Fue la pregunta que hizo al
acercarse Antonio.
---Están cosechando muy lento.
---Según el mayordomo eso no es normal en ellos,
algo se proponen. Sácame de una duda. ¿Por qué
mandaste a pedir el caballo a tu papá?
--- ¿Ya lo trajeron pues?
---Sí, está en la caballeriza. —Guillermo se quedó
viéndolo detenidamente esperando la respuesta.
Antonio no creyó que tan pronto le enviaran la
bestia, la excusa que pensaba dar no era para herir
aun más al dueño de la finca con lo que vio por la
noche y debía decir algo pronto, menos la razón por
la que se iría. Entonces se le ocurrió hablar:
-- Disculpe don Guillermo pero estoy acostumbrado
a dormir en mi cama y no pude pegar los ojos ni un
minuto.
---Bueno, si de eso se trata, nada más fácil que
mandar a traer la tuya.
---Gracias, pero es mucha molestia, será mejor que
yo venga por las mañanas temprano y me retire por
las tardes.
---Lo que extraño en ti es que siendo un finquero no
te puedas acomodar a las circunstancias.
Los Enganchadores 208

Antonio se sentía acorralado, no podía escapar


ante el acoso de don Guillermo. Si llegaba a
quedarse presentía que iba a sucumbir ante la
tentación que le ponía Consuelo. Eso no debía pasar
según su punto de vista. El camino era entonces
decir la verdad, pero al confesarla, talvez seria el
último golpe que no soportaría el corazón del dueño
del Porvenir.
---Macario, dile a la Maria que ponga la mesa y tu
Antonio sígueme al comedor.
Al rato de estar sentados se hizo presente
Consuelo, acomodándose en el lugar de costumbre.
De malas ganas y por compromiso dio un saludo
entre dientes, que apenas fue escuchado por todos.
De la cocina salió Macario con dos tasas bolas
humeantes en sus manos, una la puso frente a su
patrón y la otra la dejó con Antonio. Apareció la
Maria con una tasa para Consuelo con un canastillo
con tortillas cubiertas con una servilleta.
--- ¿Y esto que sirves que es?
--Caldo de gallina.
--- Es tradición cuando una mujer se compone, decir
que se ganó la gallina. Pero aquí ¿quien se la puede
ganar? A menos que seás vos Maria.
---Ay patrón, las cosas que se le ocurren y más
conmigo que no estoy pensando en eso.--- El color
achiote se le subió a las mejillas.
--- Mirá Maria, no me des muy seguido caldo de
gallina porque vas a dejar viudo al gallo.
--- En lo que piensa, ese gallo tiene para rato con
todas las demás.
Consuelo se sonrió por un momento de la
ocurrencia. Guillermo volvo a decir:
Luis N. Radford 209

---Faltan las rodajas de aguacate flotando entre los


lamparones de grasa amarilla.
---Ahorita se las traigo patrón. —Respondió la
Maria.
---Las ocurrencias de la gente con eso que cuando
tienen las mujeres un hijo les dicen que se ganaron la
gallina.--- Fue el comentario de Antonio.
Guillermo explicó que hay una costumbre entre
los hombres que se ganan un puro cuando la mujer
tiene un varón y le preguntó a continuación al hijo
de Santiago si lo que le dijo de la habitación lo
había pensado bien.
Antonio contesto que era su determinación.
---Está bien, tú decides, pero te ruego que vengas
temprano para que acompañes a Anastasio Chiquin
al campo.
--- Consuelo al tener enfrente la tasa bola con el
caldo sintió repulsión, se animó a llevar a la boca
una cucharada y después otras. Por estar preocupada
no entendió nada de lo que dijeron. Lo único que
comprendió que Antonio estaría unicamente de día
en la finca. Un capricho más que se le esfumaba.
Volvió a sentir otro malestar; se llevó las manos al
estomago. Se levanto sin decir nada. Partió al baño.
Sintió nauseas que se convirtieron en vómitos.
Estuvo mucho tiempo parada frente al espejo,
peinándose y pensando que nunca había pasado por
lo de hoy. Acaso con un calmante arreglaba el
estomago y fue en busca del botiquín. Luego llegó a
su cama y se recostó un rato.
Guillermo antes de retirarse de la mesa recordó
las palabras de su abuela y le dijo al hijo de
Santiago: ---- Gracias a dios que hubo que comer y
Los Enganchadores 210

que se pudo comer. Vamos al corredor a esperar a


Anastasio. Macario después del almuerzo fue en
busca del patrón a ponerse a las órdenes.
Antonio y Anastasio fueron al beneficio donde
se estaba reuniendo la gente para la entrega de lo que
cosecharon ese día. El resultado fue muy poco, lo
cual comunicaron inmediatamente a Guillermo,
diciendo que los granos del café los dejaban tirados.
---Si ésta gente que ahora gana más no saca su tarea,
es porque algo anda mal. Antonio voy a pedirte un
favor. Vas al pueblo y pones un telegrama a don
Everardo Berreondo, está en Zacapulas el Quiche,
dile que necesito unos cien hombres pero que me
urgen para el día de ayer.
--- ¿Y él quien es?
--- Se trata de un amigo, un viejo enganchador muy
conocido en todos lados, él busca la gente que tú
quieras, sabe cobrar lo justo y paga lo justo a los
enganchados en estas tareas, los hombres y mujeres
confían en su palabra y lo siguen siempre cuando los
busca.
--- ¿No cree que es muy tarde para llamarlo hoy?-
Replicó Antonio.
-- Macario, trae el caballo pronto, y tú ve al pueblo a
poner el telegrama. Después te vas con tu papá. Te
espero mañana.
Anastasio que se encontraba cerca escuchando se
dirigió al patrón:--Lo mismo de antes don
Guillermo, la historia vuelve otra vuelta. Le juro
que mañana vienen a poner nuevas condiciones de
trabajo. A pedir aumento. Así lo hicieron la vez
pasada.
-- ¿Ahora que quieren?
Luis N. Radford 211

---Según les oí decir, esa mujer que viene los


domingos acompañada con otros dos hombres, les
dice a los del sindicato que ya es hora de reventar al
patrón de la finca. No le va a alcanzar lo que tiene
ahorrado para pagarles los años trabajados, la
indemnización y otras prestaciones y para que no
les pase lo mismo de la vez pasada que se gastaron
sus pistos, la Jarrona les ofreció venderles unos
terrenos a la orilla del camino. Ellos están felices
porque les ha dicho que van a ser libres, que van a
tener su propiedad, y como dueños de esos terrenos
mandarán. Esa será su libertad.
-- ¿Y de donde voy a sacar todo el dinero para
indemnizarlos y sacarlos de la finca? Todo lo he
invertido para bien de ellos. ¿Te recuerdas cuando
inicie la relación laboral con ellos? Cómo cambia
todo con el tiempo. Que mal pagan. Que pronto
olvidan lo que hice desde el principio.
Anastasio Chiquin le dijo:
---No son ellos patrón. Son las gentes que vienen de
otros lados los que les enseñan eso de ser así. Les
pintan de otro modo las cosas, o sea que los engañan
y después los abandonan. Les dan vuelta a sus
sentimientos. Se trata de joder al patrón cueste lo
que cueste. Desesperarlo para que abandone la tierra.
Los que vienen, explotan también a los campesinos,
les cobran cada fin de semana las reuniones que
tienen con ellos y les piden diez quetzales por cada
uno de los habitantes del Porvenir.
--- Es la pura verdad patrón a mi me cobraban cada
domingo cuando fui con la Jarrona; el encargado de
juntar los pistos para dárselo a ella es el Eulogio. —
Indicó Macario.
Los Enganchadores 212

---Y donde me deja a los políticos que se llevan a la


gente a ocupar las fincas diciéndoles que las tierras
serán suyas. Lo único que les piden es que voten por
ellos en las elecciones.
Consuelo salio del cuarto e iba al comedor
cuando Guillermo al verla, le preguntó que era lo
que hacía en dicha habitación. La respuesta no se
hizo esperar afirmando que salía de su cuarto.
--Yo ordené anoche que pasaran tus cosas al último
cuarto.-- Y volviéndose a Macario preguntó:
--- ¿Hiciste lo que te ordené?
-- Si patrón.
--- Pues a mi no me dijeron nada—Fue la respuesta
de Consuelo.
-- -Ese cuarto fue asignado para Antonio. Con razón
prefirió irse a dormir a las Lomas. Ahora
comprendo todo.
Macario se quedó viendo a su patrón con
tristeza diciéndose que no entendía nada. Si supiera
lo que sabia de ella, ya estaría muerto, porque su
corazón reventaría de cólera en cualquier momento.
Consuelo acudió a la cocina a preguntarle a la
Maria cual hierba era buena para quitar los dolores
de estomago y esa nausea que no la dejaba en paz.
La cocinera después de secarse las manos la vio
detenidamente, prestándole atención. Le recomendó
apasote, pues no seria raro que fueran las lombrices
las que le molestaban según contaba Mateo
Ishquiac. Por la noche antes de acostarse ella
llegaría al cuarto para darle una sobadita, una
curación en el estomago, a lo mejor era empacho.
Todos estaban acostados en sus respectivas
habitaciones cuando entró la Maria al cuarto de
Luis N. Radford 213

Consuelo. Las voces hicieron que Macario viera por


la rendija en la pared, cuando la cocinera levantó la
sábana y dejó al descubierto el área del estomago.
Era una especie de masaje, las manos subían y
bajaban presionando el vientre. Así pasó un rato
hasta que la sirvienta volvió a cubrir el cuerpo de
Consuelo y vio cuando al irse cerró la puerta. La luz
quedó un tiempo encendida.
Macario se preguntaba mentalmente la
situación que vivía Consuelo, a manera de
adivinanza se hacia las interrogaciones de, ¿será que
tiene lombrices, le caería mal el caldo de gallina?
¿Podría ser empacho y llegó la María a sobarle la
panza? Al final se dijo el mismo, que estaba
pensando más de la cuenta, como si sufriera
calenturas ajenas.
A la mañana siguiente, Guillermo después del
Desayuno escuchó el ruido de un camión que
entraba a la finca.
Venancio de la Cumbre uno de enganchadores
llegó al Porvenir después de recibir el telegrama.
Sustituyó a don Everardo Berreondo que se quedó
buscando gente para completar el pedido. El camión
en el cual fueron transportados hombres y mujeres
con sus hijos se detuvo frente al beneficio. Les
habló en su lengua un rato; después recogieron sus
pocas pertenencias y guiados por él mismo, los
acomodó en el beneficio. Varias de las mujeres
acompañaron a Venancio. Se detuvo a saludar a don
Guillermo Calabas de Nada, pidiendo permiso para
que las mujeres pasaran a la cocina y ayudaran a la
sirvienta de la finca para hacer pishtones, para los
enganchados.
Los Enganchadores 214

Guillermo desde la silla de ruedas le dio las


gracias por llegar antes de lo previsto.
---Ya me imagino cómo anda todo por acá, pero no
se preocupe, que aunque no vienen todos los que
usted pidió, logramos conseguir cincuenta gentes. Y
don Everardo viene después con la gente que falta.
Desde mañana temprano irán a los cafetales al
trabajo con sus mujeres e hijos.
---Gracias Venancio, te quedo muy agradecido. Si
hoy pueden bajar unos cocos, diles que bajen los que
quieran y si quieren cortar naranjas y limones
también.
--- Se lo van agradecer don Guillermo. Quiero
pedirle un favor, si tiene unas latas para que las
mujeres hagan su nistamal.
--- Por su puesto que sí. Oye Macario busca cerca
del camión unos botes o latas y se las llevas a las
mujeres que están en la cocina. Dales suficiente
maíz y cal, los comales están guardados en el
almacén, sácalos también. Te encargo la leña y que
nada les falte.
---Bueno don Guillermo, ¿cómo anda de salud?
---Estoy sano de las llagas que me salieron por la
posición que mantuve por mucho tiempo. Mi
enfermero es Macario y me cuida muy bien. Pero no
hay bien que por mal no venga. Por un lado estoy
curado pero por el otro es el corazón que ya me dio
el primer susto. Dijo el doctor que me cuide de las
impresiones fuertes.
---Pues hay que cuidarse don Guillermo. A esta
gente que he traído hoy, le cuento que les ofrecí un
quetzal más para que vinieran, yo se que usted les
pagará, pues la gente escasea, ya que muchos se
Luis N. Radford 215

pasaron la frontera y van huyendo. Pobre gente, los


matan como moscas, un día llegan unos y al día
siguiente son otros los que llegan y hacen lo mismo
Ellos no saben para que lado van a estar, mal con
unos y peor con otros y por eso mejor disponen irse.
---Por supuesto que se les pagará lo que les ofreciste
Venancio. Veré que me den un préstamo aunque
tenga que hipotecar la finca. Por acá ya es imposible
seguir trabajando. Pero dime que está pasando por
allá.
---Mal, muy mal don Guillermo, Eso que usted lee o
que oye, no es así como lo pintan, cada uno quiere
llevar agua a su molino para beneficiarse. Los que
escriben nunca han puesto un pie por allá y se
imaginan babosadas, dándole zancadilla a la verdad.
Hay algunos que no dicen que dijeron, sino que
ellos estuvieron presentes. Y cuentan, ¡ay Dios! y
con su perdón, don Guillermo…
-- Haber dime.
-- Es muy largo de contar pero más que todo
empezaron con venganzas personales e interés por
las tierras. Conocí a dos familias de por allá que no
se llevaban bien. Un día llegó la guerrilla y
acabaron con esa familia. El único que se salvo fue
uno de los hijos porque andaba por la ciudad, y éste
en venganza informó a la base militar la filiación
política que mantenían los otros y también los
acabaron. Al que no quisiera seguirlos aunque les
ofrecieran tierras también los mataban. Patojos
menores de edad con fusiles más grandes que ellos
se los llevaron a pelear. Fue una situación sucia,
donde los que perdieron como siempre fueron los
indígenas. La lengua de la gente participó en las
Los Enganchadores 216

matanzas, diciendo que había orejas o espías entre


ellos.
---Pobre gente, con razón miles de ellos se fueron al
otro lado de la frontera, fue una huida, un escape o
una estampida en manada por el terror que les
infundieron. La lengua, amigo Venancio, hiere en
vida y las balas terminan con la vida. Esta es una
lección para las generaciones futuras. Me pregunto
¿porqué será que siempre se apoyan y aprovechan de
ellos y los dejan en las mismas condiciones? En
cambio los canchitos lograron eludir el servicio
militar con una ley. El peligro está con los mestizos,
ladinos criollos o sambos por querer gobernar
siempre, sacrificando a los naturales y poniéndolos a
pelear en contra de ellos mismos. ¡Que ingratos!
Recuerde, los héroes están bajo tierra y los héroes
que quedan se encuentran rodeados de cobardes.
---Nosotros, me refiero a usted también que se ha
identificado con el indígena; sabemos lo que sufren,
cómo viven y los explotan, mientras unos viven
gozando con el producto de los secuestros, cuidan
su pellejo en el extranjero, y aquí ordenan quemar la
tierra. Matan a diestra y siniestra a personas ajenas al
conflicto por no darles lo que piden y, los otros que
por no dejar las prebendas y puestos jugosos
también tratan de no perder lo que tienen. Se
amparan diciendo que defienden la Constitución.
Macario se acercó al patrón para indicarle que ya
había terminado el encargo. Guillermo ordenó
preparar la cama en uno de los cuartos del pasillo
para que ahí durmiera don Venancio.
El mayordomo y Antonio se acercaron para darle
los informes de la cosecha la cual estuvo peor que
Luis N. Radford 217

otros días. La mitad del corte en los costales y la otra


mitad tirada en el suelo.
---Escúchame bien Antonio, dile a tu papá que me
urge que me preste varios quintales de maíz para
atender a la gente que trajo hoy don Venancio. Si le
sobran algunos de frijol cuéntale que no me caen
mal y no se te olvide varias mancuernas de
rapadura. Dile también que si se puede venir mañana
que lo estaré esperando. Te presento a don Venancio
de la Cumbre, vino antes que don Everardo de
Zacapulas al que le pusiste el telegrama.
Antonio saludó cortésmente y después de recibir
las indicaciones se despidió. Fue en busca del
caballo para ir a las Lomas.
Don Venancio llegó al beneficio para ofrecerle a
la gente que trajo, que subieran a los cocales y que
cortaran todo lo que quisieran. Al pie de los troncos
dejaron sus caites y con sus machetes envainados se
treparon a lo alto de los cocoteros, dejando caer los
racimos que iban cortando.
Los mozos de la finca el Porvenir después de su
trabajo fueron a sus ranchos extrañados de ver que
mucha gente fuerana se dedicaba a cortar cocos.
Eulogio se reunió con su grupo sospechando que
eran nuevos trabajadores. Acordaron ir al pueblo y
hablar con uno de los hombres que siempre
acompañaba a la Jarrona para ponerlo al tanto de lo
que estaba sucediendo en el Porvenir.
El telegrama fue suficiente para que al día
siguiente estuviera en el pueblo la mujer llamada
Jarrona, quien enterada de todo, ordenó decir al
patrón de la finca que les debía pagar a todos los
Los Enganchadores 218

trabajadores lo más pronto posible, porque no irían


al trabajo un día más. Que se declaraban en huelga.
Después del desayuno, donde faltó Consuelo por
no sentirse bien y estar preocupada por el malestar
que mantenía, estuvo recostada. Guillermo y
Venancio salieron al corredor donde Eulogio con
ocho trabajadores del sindicato lo esperaban. Se
escuchó el ruido de un carro que se detuvo cerca del
corredor de donde bajaron Santiago y Domingo
Papaturro.
-- Domingo bajá el encargo para don Guillermo y tú
Macario dale una manita con estos costales.
Acercándose a su amigo Guillermo, le dijo:
—Aquí tienes lo que pediste. No me debes nada, hoy
por ti, mañana será por mí, porque el mundo da
tantas vueltas y nadie es adivino. Don Venancio,
cuanto gusto de volverlo a ver. ¿Y esta gente que
está aquí en el patio que hace?
---Yo también espero saberlo. Eulogio, qué se les
ofrece.---Preguntó Guillermo.
---Señor, estamos aquí para exigirle que nos pague
nuestros sueldos, y todas las prestaciones que nos
debe, después de muchos años de trabajo.
---Se les pagará lo que han trabajado. No deben
preocuparse.
---Es que desde ahora ya no trabajamos más con
usted. Estamos en huelga.
---Si es así, son ustedes los que disponen.
---Queremos que nos pague aquí mismo en la finca.
Por primera vez en el tiempo que tenia de estar en
el porvenir, Guillermo se salió de sus casillas y
respondió:
Luis N. Radford 219

--- Esta bien, se les pagará, y no será en la finca, sino


en la Alcaldía del pueblo por que tú Eulogio y tus
compañeros, me pueden atalayar en el camino y
robarse todo el dinero que es de tus compañeros, sos
capaz de matarme como lo hiciste con Andrés, por
que él confesó que fuiste vos de acuerdo con esa
mujer llamada la Jarrona la que le avisaron a un
señor llamado Pancho. Vuelvan con ella que les diga
el dato de todo lo que se les debe pagar a cada uno.
Malagradecidos después de todo lo que hice por
ustedes. Así es como paga el diablo a quien bien le
sirve. No quiero verlos nunca más por acá. Y ahora
lárguense de mi vista, ingratos.
---Entonces ¿cuando nos va a pagar? porque no nos
movemos de aquí hasta que nos pague.
---Ya les dije que hagan sus cuentas y cuando las
tengan, las comparamos con lo que diga el señor
Licenciado y todo se hará legalmente frente al señor
Alcalde del pueblo.
---Los nueve personajes del sindicato se retiraron
para dialogar y llevarle las noticias a la Jarrona, que
era la persona que los aconsejaba.
Santiago miraba a su amigo un poco pálido y
previendo que algo pudiera sucederle, le pidió a
Macario que fuera a traer la cápsula, con un vaso de
agua, viéndolo en el estado que se encontraba le
recomendó que no se preocupara porque todo tiene
solución. Guillermo respondió:
--- la que no tiene solución ni perdona es la muerte,
menos mal que no avisa cuando se hace presente
pero antes de que eso suceda todo se debe dejar bien
arreglado.
Los Enganchadores 220

Macario volvió con el encargo y Guillermo


masticó la cápsula.
---Oyeme, cuanto calculas que debes desembolsar
para el pago de esta gente. ---Preguntó Santiago.
---No tengo ni idea. Son más de trece años
trabajados, y por eso voy a pedirte un favor, que
vayas al pueblo, te llevas los libros y le cuentas al
licenciado Valente la situación que estoy pasando y
que me haga el total de lo que debo de pagarles.
--- ¿A todos?
---Sí, a todos, incluida a la Maria Estacuy la cocinera
con Macario y Anastasio.
---Pero los dos son hombres de confianza.
---No importa, también son trabajadores.
--- ¿Los piensas despedir?
--- No, pero tienen derecho.
---Pues va siendo hora de que me vaya para el
pueblo.
---Macario, trae de la oficina todos los libros, se los
entregas a don Santiago para que se los lleve.
---Si patrón. Don Santiago vengase conmigo a la
oficina si me hace la carida.
---Dile a mi hijo cuando venga de los cafetales que
lo necesito en la finca las Lomas lo mas rápido que
pueda.
Los libros de las planillas fueron puestos en el
asiento trasero del carro. Cuando se despedía de
Guillermo éste le confesó que al hablar con Eulogio
empezó a sentir un malestar como el de la vez
pasada.
Santiago se fue al pueblo llenándose la cabeza de
toda clase de conjeturas, y entre ellas, quedó
presente una, fue en el momento que disparó al
Luis N. Radford 221

caballo desbocado. Y se decía cada vez que lo


recordaba, una decisión rápida trae consecuencias
imprevistas. Miraba a su amigo Guillermo
caminando alegremente levantando a su paso las
ramas de los cafetos agobiados por la carga pesada
de los frutos. Y enseguida se esfumaba la imagen
para caer en la realidad, un cuerpo inválido sobre
una silla de ruedas supeditado a una área estrecha,
del cuarto al comedor, al servicio sanitario y después
al corredor donde mataba el resto de las horas
viendo el aletear de los clarineros o escuchando sus
cantos, apuntando con los picos largos hacia el cielo
parados sobre las hojas de los cocoteros. En carro o
a caballo cada vez que se asomaba por la finca, era
recibido con una sonrisa de felicidad. Y él, santiago,
el culpable de esa tragedia que Guillermo jamás
recriminó.
Los Enganchadores 222

Consuelo cada día que pasaba se iba poniendo


más intratable. Todo lo que estuviera a su alrededor
le molestaba. Ese malestar estomacal no desapareció
ni con las pastillas ni sobamientos que le dio en la
panza la María la cocinera. La comida no era de su
agrado pero quería algo diferente, le entró el antojo
de unos camarones asados. Fue con la cocinera a
preguntarle cómo podía tener esos mariscos porque
era mucha su gana de comerlos. La cocinera se le
quedo viendo a la cara y se guardó sus
pensamientos, entendió que algo grave sucedía a la
patrona y por respuesta le dijo que iba a ver si
encontraba a algunos patojos, para que se fueran al
río a cueviar debajo de las piedras para conseguirlos.
Consuelo dio las gracias rogándole que fuera pronto
porque el antojo era mucho. Y se fue a su cuarto a
descansar. Ahí estuvo largo tiempo recostada,
viendo hacia el techo, pensando y pensando en
tantas cosas que se le venían a la cabeza. Recordaba
aquellos tiempos en la noche, cuando las miradas de
los hombres resbalan lentamente por su cuerpo de
Luis N. Radford 223

arriba hacia abajo como manteca en un sartén


caliente. Con movimientos intencionales y
provocativos, el gozo que experimentaban los
hombres que la veían se les iba convirtiendo en
sufrimiento por las ansias de posesión que les
despertaba. Pero estaba en primera fila un joven que
llegaba por las noches a presenciar el show, con los
ojos clavados en el vaso de licor. Muy pocas veces
se atrevía a levantar la vista. Ella se daba cuenta de
la reacción de todos los asistentes. Pero él estaba
siempre en el banco, muy cerca del escenario, era un
muchacho que no la miraba cuando pasaba
bailando muy cerca. Mantenía sus ojos clavados en
el vaso de licor que sorbía poco a poco. Notó en él
cierta reacción cuando los hombres que estaban al
lado suyo le dejaban billetes prendidos en la cinta de
la tanga, cinta que corría por su cintura. Intrigada
por el proceder de ese joven que acaso no pasaba de
los 18 años, se le antojó acercarse más de la cuenta
y agachándose le levantó el mentón diciéndole al
oído, que la esperara afuera al finalizar el show.
Advirtió entonces que se cohibió. Ella a los últimos
compases de la música fue detrás de las cortinas, vio
cuando se levantó para retirarse. Después de
cambiarse, salió a la calle, lo tomó del brazo con
suavidad. Lo introdujo al asiento trasero, se
acomodó junto a él. Ordenó al piloto que la llevara
como de costumbre a casa. Nunca había cruzado
una palabra con ese joven. Ahora era el momento de
hacer preguntas.
--- ¿Porqué siempre te sientas en el mismo lugar?
--- Por que me gusta verte de cerca.
Los Enganchadores 224

--- Es mentira, cada ves que te veo, mantienes los


ojos en ese vaso de licor. Tras de cortinas he visto
cómo miras a las demás, pero a mí no.
---Me da pena verte haciendo ese baile.
-- Entonces dime, ¿por que llegas a verme?
---Me molesta que otros te miren.
---Eso quiere decir que me quieres para ti.
Guillermo tragó un poco de saliva y contestó:
---Sí.
--- Eres egoísta. Me quieres y no sabes mi nombre.
---Te llamas Consuelo.
---Sólo falta que me digas donde vivo.
Guillermo dio la dirección.
--- ¿Y como la sabes?
---Te he seguido sin que te dieras cuenta.
--- ¿Desde cuando lo vienes haciendo?
-- Hace mucho tiempo.
Consuelo lo vio detenidamente, le pareció un
joven cohibido, se acercó para abrazarlo y darle un
beso.
Esa sensación que tuvo, lo hizo despertar, buscó
los labios de ella y la estrechó con un fuerte abrazo.
Así estaban cuando el chofer detuvo el taxi y dijo:
---Hemos llegado.
Sacó del brazo a Guillermo; con el pie empujo la
puerta del carro diciendo al chofer:
---Mañana, lo mismo y apunta las carreras que llevo.
Enseguida entró a su habitación.
---Aquí voy a premiar ese amor mudo que ha tenido
para mí. Quiero conocer tu nombre.
---Guillermo Calabas de Nada.
---Y dime, ¿que es lo que más haz deseado en esta
vida?— Completó la frase con una sonrisa.
Luis N. Radford 225

---Sacarte de esos lugares.


--- ¿Porqué?
---Para llevarte muy lejos y apartarte de esos centros
de vicio.
---Quiere decir que ¿tengo que ser exclusiva para
don Guillermo Calabas de Nada?
---Eso quiero.
---Te siento un poco egoísta. Pero así es el amor, yo
y tu, pero sin otro. Si te digo que sí, ¿que harás?
---Casarme contigo Consuelo y llevarte muy lejos.
--- ¿Se puede saber hasta donde queda ese lejos?
---A una finca llamada el Porvenir.
---Entonces seré la mujer del patrón. Yo seré la
patrona. Eso va estar muy interesante. Me gusta la
idea de vivir respirando aire puro, estar en el campo.
Que feliz voy a sentirme al lado tuyo.
Consuelo estaba recordando aquellos tiempos y
volvió a sentir ese malestar de la nausea que le hizo
ponerse sentada al borde de la cama. Lanzó un
suspiro y se apretó el vientre con ambas manos. Al
pasarle la nausea, volvió a recostarse y continuo
recordando aquella época, quizá los felices
momentos que tuvo en su vida, enamorarse del joven
que la siguió noche a noche en los clubes nocturnos,
sin expresarle esos sentimientos que se callan por
introvertidos que son ciertos hombres, y Guillermo
era uno de ellos. Amar en silencio. Se lo dijo a ella
pero a costa de preguntas y repreguntas. Para
provocarlo aún más y aferrarlo a la idea de llevarla a
esa finca llamada el Porvenir, fue al tocadiscos,
empezó a soltar una a una las prendas del vestido
que llevaba puesto. Con una expresión de sonrisas y
movimientos sensuales se acercó a él; con música
Los Enganchadores 226

desparramada en el ambiente, se retorcía como


serpiente que se arrastra.
---De ahora en adelante seré exclusiva para ti. Mi
querido Guillermo.
El preguntó que si antes había tenido novios o
enamorados y ella en su continuo baile le respondió
que nunca los tuvo.
Guillermo se levantó de la orilla de la cama y sin
alterarse dijo a Consuelo:
---Nos casaremos en el pueblo cerca de la finca.
Empieza a prepararte y despídete de ese trabajo
mañana mismo. Yo vengo por ti la próxima semana.
Se acercó a ella para darle un abrazo y un beso.
---Mi palabra es mi palabra.---Con esa frase se retiró
dejando en la puerta un ademán de despedida con la
mano en alto. Ella se le ofreció y pensó que por la
timidez no actuó como esperaba. Se vio en el espejo
y notó que se había quedado a medio desvestir.
Despertó del sueño que la llevó al pasado al sentir
nuevos dolores. De pronto vio un almanaque que
colgaba sobre la pared, hizo cuenta de los días de su
menstruación y exclamó:
--- No, no puede ser-- Y gritó de nuevo --- ¡No
puede ser! Olvidé las pastillas por haber pensado y
creído que sería la noche de mi venganza.
Pasaron cuatro días, llegó la fecha señalada por
el licenciado Valente para entregarle a Santiago los
datos que un contador del pueblo realizó para
justificar los emolumentos que debían pagarse a los
trabajadores de la finca el Porvenir. El contador
desglosó las cantidades de cada uno de los que
aparecían en las planillas así como salarios caídos,
aguinaldos, bonificaciones sobre el tiempo laborado
Luis N. Radford 227

por ellos. La suma total era de doscientos cincuenta


mil quetzales y unos centavos más. Santiago hizo un
cheque personal para el licenciado incluyendo el
trabajo del contador. Los libros fueron colocados en
el asiento trasero. No quiso presentarse ante
Guillermo para no afligirlo con la cantidad que debía
desembolsar. Dispuso volver a las Lomas, y
ordenarle a Domingo que fuera al Porvenir y le
dijera a su hijo que viniera tan pronto le fuera
posible. Mientras tanto se fue a la cueva de los
murciélagos con un costal vacío. Al llegar vio el
esqueleto del policía mostrando la dentadura con una
risa imparable. Llegó a los dos costales que
contenían dinero. Recogió el que estaba abierto y lo
trasladó afuera de la entrada. Se dio a la tarea de
vaciar una parte poniendo en el otro costal vacío que
llevó los fajos de billetes. Buscó por los alrededores
una pita o algo que le sirviera para cerrarlos. De las
ramas de uno de los árboles cercanos caían bejucos
de mimbre y colgándose de uno de ellos, brincó con
toda su fuerza para desprenderlo. Amarró los dos
costales y poniendo en su hombro la carga
compartida vio de nuevo la calavera del policía que
le sonría con insistencia.
Fue bajando hacia la casa, no sin antes detenerse
varias veces para cambiar de posición los sacos
sobre sus hombros por sentir un fuerte dolor que le
producía el bejuco de mimbre entorchado.
El dinero los colocó en la caja fuerte, mientras
esperaba la llegada de su hijo.
Guillermo Calabas de Nada desde el corredor vio
venir a Domingo. Después de los saludos, el
empleado de Santiago preguntó por Antonio.
Los Enganchadores 228

---No ha venido, está en los cafetales—se llevó la


muñeca frente a los ojos para ver la hora y le
preguntó que para que lo quería.
---El patrón me dijo que le dijera que quería
hablarle lueguito, y que se fuera encarrerado.
--- ¿Santiago se encuentra mal?
---Que va, si puro alentado que se mantiene mi
patrón. Así como me lo dijo se lo estoy diciendo yo
a usted.
--- Regresáte que yo me encargo de darle el
mandado para que se reúna con su papá.
Domingo se despidió poniendo el sombrero en su
cabeza. Mientras se iba a las Lomas, nueve mozos
avanzaban entre los cocoteros
-- Vea patrón ahí viene el Eulogio otra vuelta con su
gente—Dijo Macario.
Guillermo esperó para que se aproximara, y
cuando éste llegó al casco de la finca, se planto
firmes.
--- Y ahora qué. ---Fueron las palabras de
Guillermo.
--- Aquí tiene lo que me dijo la vez pasada. Están
hechas las cuentas del dinero que nos tiene que
pagar.
Macario se acercó para recibir el papel cuando
Eulogio extendió la mano. Lo pasó al patrón y
comenzó a leer línea por línea. Al llegar al final del
papel se asombró de la cantidad que debía de pagar.
En ese momento no contaba con esa cantidad.
Además tenía el compromiso con el enganchador
don Everardo Berreondo y sus cien trabajadores
para sacar adelante la cosecha. Mentalmente se hizo
varias preguntas. Cual de todos los bancos le podría
Luis N. Radford 229

hacer un préstamo sobre la finca. Recordó que había


pagado por ella cien mil quetzales más los intereses.
Pero ahora bien valdría los trescientos mil quetzales.
Era la misma cantidad que tendría que pagarles a los
trabajadores. ¿Habrá algún banco que se aventure a
dar el préstamo por las circunstancias políticas por
las que está pasando el país? Para ellos es riesgoso
aventurarse con un préstamo sobre las tierras y si por
casualidad le daban el dinero, ahora debería pagar
de intereses un 32 por ciento. Se sentía con el agua
al cuello a punto de ahogarse. Tantos años de trabajo
y para qué. Se sintió estar viviendo por gusto. Las
ilusiones, los sueños no volverán ante esa realidad
que ahora tenia entre sus manos temblorosas, ese
papel blanco con garabatos sentenciándolo a pagar
trescientos mil quetzales. Sintió oprimido el pecho;
de su mano izquierda se desprendió la hoja de papel
que fue a dar al suelo. Trato de respirar y le costó
mucho. Alcanzó a decirle a Macario que fuera por la
cápsula y un vaso de agua.
Macario corrió tanto o más que un venado
cuando huye de los perros y fue en busca de la
medicina y del vaso de agua.
Guillermo puso la cápsula en la lengua y la
masticó, tomó un poco de agua, la tragó para que
fuera a cumplir la misión de sostenerlo con vida.
Eulogio estaba de pie junto a las gradas como un
militar que espera ordenes para actuar. Observó
todos los movimientos desde la entrega del papel
hasta la toma del remedio. Atento a recibir la
respuesta de don Guillermo, respuesta que se hizo
esperar un poco.
Los Enganchadores 230

---Bueno--- hizo una pausa, la manzana de Adán


subió y bajó de su garganta, como tragándose las
palabras. Vio a Eulogio cara a cara y continuó:
---Han ganado, decíle a tus compañeros y a esa que
le dicen la Jarrona con sus dos acompañantes, que
me ganaron. La finca vale más de lo que tengo que
pagar. Quédense con ella. Yo me iré pronto.
Eulogio sonrió, marcándose aún más la cicatriz
que le atravesaba la cara. Hasta ese momento se
quitó el sombrero respondiendo:
--- Les voy a contar sus palabras y se van a poner
contentos.
---Esto va a llevar un poco de tiempo por los
trámites que hay que hacer para que sea todo legal.
--- Hemos esperado muchos años, un poquito más,
que importa. Al fin de tanto se nos hizo. Con
permiso señor.--- Se ajustó el sombrero en la cabeza
y fue con sus compañeros a comunicarle a la jarrona
la última disposición del dueño del Porvenir.
Guillermo desde el corredor y sentado en la silla
de ruedas los vio partir entre los cocoteros. Ahora
Eulogio y sus compañeros serian los dueños ¿y de
Guillermo calabas de Nada? ¿Qué? ¿Que será de su
vida de ahora en adelante si es un parapléjico? Se
pondría con su silla de ruedas metido entre los carros
como un pordiosero más, esperando bajo el sol o
bajo la lluvia poniendo un vaso de cartón para que le
caigan los centavos que manos piadosas le darán. O
se iría al atrio de alguna iglesia a sumarse con otros
y entrar en competencia de limosnas.
Guillermo levantó la vista sobre los cocales y
recordó muy bien cuando esos mismos cocoteros le
ayudaron en el principio a resolver el pedido de los
Luis N. Radford 231

trabajadores para la fiesta de la finca en honor de la


Virgen de Concepción. Pero eso fue antes y los
tiempos cambian. Ahora no hay milagros. Miró un
poco adelante del camino y pensó, ¡cuantos caminos
nos tiene preparados el destino! Tomamos al azar
uno de ellos, creyendo que es el mejor y confiados
avanzamos dejando el bien a nuestro paso para que
al final no sea sino el final.
Por la primera vez en su vida, lloró en silencio y
una de las lágrimas al correr por su mejilla fue
justamente a dar sobre el papel mojando en la parte
final donde se lee Q300, 000.00
Macario fue a la cocina a traer un vaso de agua
para dárselo al patrón. Ahí estaba Consuelo con la
Maria a quien le decía que no era empacho por más
que le sobara la timba, ese mal era para ser curado a
los nueve meses. La Maria se quedó sorprendida por
lo que le contaba y aun más cuando vio en la entrada
de la cocina y parado, a Macario que escuchaba lo
que platicaban entre ellas.
---Regaláme un vaso con agua para el patrón.
Consuelo se asusto al oír a Macario y girando
sobre sus talones, lo encaró preguntando.
--- ¿Oíste algo de lo que dije?
Con toda la calma, Macario la vio de pies a
cabeza, movió la suya en señal de aprobación y
respondió:
---Vi y escuché todo lo que se dijeron la noche
cuando vino el doctor que no es doctor, ese que
usted le decía Elpidio.
Consuelo palideció, miraba sin mirar, se llevó las
manos a los oídos como para no escucharse ella
misma gritando desesperada:
Los Enganchadores 232

---Eso es mentira, mentira y mil veces mentira.


No se podría decir si era ira o desesperación por
lo que pasaba en ese momento la mujer del patrón.
Hubiera querido negarlo muchas veces, pero no
sabía cuantas cosas más conocía Macario, sin
embargo con eso era suficiente para decírselo a
Guillermo. No sería sacada a patadas, sino que
ordenaría a Macario que lo hiciera en su nombre, y
como un fiel empleado se iba a dar gusto sobre ella.
Abortaba su mente mil ideas y cuando menos lo
pensó recogió un cuchillo de cocina, se abalanzó con
furia sobre la humanidad de Macario para callarlo
para siempre, de esa manera su lengua jamás
volvería a repetir la infidelidad cometida.
La María rogaba a todos los santos pidiendo que
no pasara a más lo que miraba.
Aquel hombre de campo, vio a Consuelo, fijó los
ojos en los de ella. La vio venir como un toro en el
potrero, puso el pie izquierdo a un lado, quebró su
cuerpo a la derecha, y ella con el cuchillo en alto,
justo en el momento que se acercó a él, las manos y
brazos de Macario la detuvieron, forcejeó y quedó
abrazada con fuerza, como nunca antes nadie lo
hizo. Soltó el cuchillo de cocina y miró a los ojos de
ese hombre que aún la tenia prisionera muy pegada a
su cuerpo como si fueran dos enamorados en busca
de sexo.
---Por favor, suélteme, se lo pido por favor.
Macario con el seño fruncido no hizo caso ni
respondió. Ella empezó a sentir asfixia, el aire no
llegaba a los pulmones pero logró decir tuteándolo:
--- Macario, suéltame, te lo pido por favor. Te daré
lo que quieras, te daré tierras o lo que me pidas.
Luis N. Radford 233

Por…--- Su boca calló y como una toalla que se


lleva colgada en el antebrazo Consuelo se desmayó
doblando su cuerpo entre los fornidos brazos de
Macario. La soltó con lentitud poniéndola en el piso
de la cocina, recogió el vaso de agua diciendo a la
María:
--- Tirále un palanganazo de agua en la cara para que
le pase la rabia o el susto y al patrón no hay que
decirle nada de lo que viste y haz oído, por que se
nos muere de verdad para siempre.
Cuando Macario llegó cerca del patrón, éste le
preguntó:--¿por donde te fuiste?
--- A la cocina a traerle un poco de agua.
---Gracias. Me imagino que también chuleaste un
rato a la María ¿no es así?
Para seguirle el rumbo, Macario contestó:
-- Ay patrón, si la condenada está requete arisca, ni
tantito que uno se le pueda arrimar por que todo se
lo tira a uno encima la muy condenada mujer. Si ya
parece potranca que pega brincos y huye.
Esto que le contó, hizo que su patrón se riera.
Macario lo acompañó, sintiéndose satisfecho que
olvidara los momentos que estaba viviendo.
Llegaron Antonio y el mayordomo frente a
Guillermo para dar cuenta que todo estaba en orden
y los hombres que trajo el enganchador se
esforzaban en su trabajo. Guillermo sin mayor
interés en la noticia que le daban, se dirigió al hijo
de Santiago diciendo que le apretara el paso al
caballo por que su papá lo necesitaba con urgencia
en las Lomas.
Los Enganchadores 234

Antonio pasó a la caballeriza y a galope tendido


se retiró en busca de la noticia que le tendría su
padre.
Santiago recostado en la hamaca lo esperaba. Ya
el carro estaba enfrente de la casa y al ver a su hijo,
se levantó a toda velocidad ordenando a Domingo
que llevara el caballo a darle pienso y a su hijo que
se introdujera en el carro por que se iban a la capital.
En el camino le contó el motivo; al llegar a la
ciudad, se separarían para realizar el cambio de
dinero el que llevarían en costales, para no despertar
sospechas. Su hijo volvería en el carro, mientras que
él, lo iba a realizar en camioneta para que no se
repitiera lo de la vez pasada con el impuesto de
guerra.

Eulogio y sus acompañantes fueron al pueblo a


dar la buena noticia. Todo está calculado les
anunció la Jarrona y celebró con ellos el triunfo en la
cantina de la ñia Margarita. Ella y sus dos
acompañantes después de consumir varias botellas
de cerveza, escucharon atentos los comentarios que
hacían los campesinos. Eulogio con sus compañeros
habían pedido una botella de aguardiente la que
consumieron pronto, y pidieron otra. Todos estaban
eufóricos a raíz del licor. Eulogio expresó su
intención de que esa noche todos los colonos
deberían ser participes del éxito alcanzado por lo que
tenían que celebrarlo a lo grande. La Jarrona
escuchaba sin decir palabra por la razón de que sus
planes se derrumbaron. Ella no esperaba eso de la
repartición de la tierra, creyó que el dueño de la
finca les pagaría en efectivo y con ese dinero
Luis N. Radford 235

recuperaba la inversión que hizo de una franja de


terreno a la orilla del camino, el que estaba por
venderles a un precio mas elevado de lo que costó.
Los acompañantes de la Jarrona ahora estaban
preocupados. Los tres sabían perfectamente que de
hacerse el reparto de la finca no tendrían vela en ese
entierro por no estar en la lista de los beneficiados.
Con la voz melosa que la circunstancia requería
ella fue haciendo preguntas y comentarios.
--- ¿Y cuanto calculan que podrá recibir de tierra
cada uno de ustedes?
--- Aquí, lo saben mejor los señores que la vienen
acompañando por que ellos hicieron los cálculos.
--- Eulogio, ¿crees que alcancen unas diez manzanas
cada uno?
--- Eso lo va a decir el alcalde del pueblo. Don
Guillermo contó que se llevará bastante tiempo, por
que tiene que venir un señor que le pone precio a la
tierra y otro que la mide.
---Está muy bien, pero recuerden que nosotros tres
les hemos dado ayuda, les dijimos lo que tenían que
hacer y eso es trabajo, y todo trabajo se paga, así
como ustedes reciben su paga y ahora también todas
sus prestaciones, nosotros debemos recibir por los
consejos que les dimos a manera de prestaciones
---- ¿Y para que les dimos cada semana los diez
quetzales cada uno de los trabajadores pues?
--- Tomálo con calma Eulogio, despacio, espero que
no te enojés, te voy a poner un ejemplo. Si vas con
un doctor, por la visita él te cobra, te hace el pedido
en la receta que te da para que vayás a la farmacia y
tenés que pagar la medicina para curarte. El doctor
estudió para saber que era lo que tenia que darte y
Los Enganchadores 236

nosotros trabajamos como ellos, sólo que somos la


consulta y la farmacia al mismo tiempo.
--- Ya nos está enredando con todo esto, quiere decir
que como farmacia aún le tenemos que pagar.
-- Si Eulogio. Ahora comprendiste bien.
-- ¿Y cuanto es eso?
-- Todo depende, acordáte que somos tres los que
les hemos ayudado. Y tú, por ejemplo, ¿que es lo
que más se te antoja de la finca el Porvenir?
-- Me quedé pensando hace rato y estoy decidido por
la casa y sus alrededores.
--- Pues yo no lo pensé mucho, y eso te quería decir
que por los gastos de los viajes de la capital al
pueblo, y eso que le decimos consulta y medicinas,
también venimos a cobrar por lo mismo.
--- No entiendo.
--- Que los tres y tú queremos lo mismo, la casa...
--- A mi sac mol, Eso no se va a poder.
--- Pensálo bien Eulogio. Pero no te enojés. ¿Cómo
nos vas a pagar sin recibir dinero y no tenés petate
en que caer muerto?
--- Pues venderemos un pedacito de tierra cada uno
para pagarle.
--- ¿Y vos crees que con eso bastará?
--- a lo mejor sí, a lo mejor no.
Chabelo Quishtan otro de los campesinos que
estaba alrededor de la mesa, se mantenía escuchando
y tomando al mismo tiempo, dijo a todos los
presentes:
---Ustedes si que la están chingando muchá. Tantas
babosadas que han dicho y para qué si ya están
vendiendo el cuero y no han matado al venado.
Luis N. Radford 237

Mejor nos vamos para el Porvenir y seguimos la


parranda con la marimba del Camey.
Esa fue noche donde corrió en canastos el licor;
los cigarros de tusa y los puros eran luciérnagas
voladoras que iban de las manos a las bocas de los
campesinos. Para ellos, la espera de años que fueron
oscuridad en sus vidas, éste amanecer les alumbrará
la realidad con una nueva aurora.
Hombres y mujeres se embriagaron también con
la noticia que les dio Eulogio con sus compañeros.
Comentaban en grupos los días venideros, soñando
estaban a punto de ser libres, libres para siempre.
La marimba de Camey sonaba desperdigando
sones, y las faldas de las campesinas revolvían con
las notas musicales el ambiente tropical de la noche
bajo la luna.
La llegada de Santiago y su hijo a la finca el
Porvenir logró que a Guillermo le bajara la tensión
mantenida por los sucesos recién vividos. Se sintió
como un ser despreciado al no tener a su lado a las
personas que más quería en los momentos difíciles.
Pero al verlos llegar y tenerlos enfrente hubo un
cambio. Aquella tensión nerviosa desapareció como
una medicina que se le da a un enfermo.
---Que gusto me da verlos de nuevo, por un
momento pensé que me habían abandonado. Yo
como el capitán que se hunde con su barco para
siempre. Y recordé aquella frase que dice cuando
Dios da, da de junto.
--- Pues ahora que nos miras, quítate de la mente
eso, bien sabes que amigos verdaderos son aquellos
que en la adversidad lo demuestran.
--- ¿Y por donde andaban?
Los Enganchadores 238

--- Estuvimos en la capital dos días y aquí nos tienes


para ayudarte y traer el dinero que necesitas.
Guillermo no lo creyó, era imposible que en tan
solo dos días pudiera conseguir ese dinero. Y para
quitarse la duda, preguntó:
---Cómo fue posible que lograras conseguirlo.
---Escúchame bien Guillermo, Te apreciamos mucho
pero se dice el milagro pero no el santo. Tu finca
está salvada y eso es lo principal.---Viendo a
Antonio le puso la mano en el hombro:
--- Hijo, interpreta lo que voy a decir, recuerda que
el dinero compra el presente y el futuro pero jamás
el pasado.
Desde la silla de ruedas Guillermo agregó:
--- No tengo cómo pagar esto que hoy haz hecho por
mi. Iremos con el Licenciado Valente para
hipotecarla a tu nombre, será un escrito legal.
--- ¿Recuerdas a nuestros antepasados? Para ellos,
bastaba la palabra y esa era su ley.
--- Eso fue mucho antes cuando los hijos se
responsabilizaban por las deudas que dejaban los
padres. Y si muero por ser ley de la vida, ahora
pierdes todo por culpa de Consuelo a quien la ley
ampara.
--- Eso lo podrás pensar más adelante.
---Quiero pedirte otro favor, que vuelvas con el
licenciado Valente para que prepare el acta de
entrega del dinero que se les dará a los campesinos.
La entrega se hará ante el Alcalde en su despacho, y
me traes un galón de gasolina para el carro que tengo
abandonado.
Santiago se acercó a su hijo ordenando bajar los
dos costales con dinero y ponerlos en la caja fuerte.
Luis N. Radford 239

Macario ayudó a subirlos y los billetes fueron


colocados en el interior de la caja fuerte. Guillermo
se asombró de la memoria de Antonio para lograr
abrirla.
Santiago y Antonio estaban por despedirse de
Guillermo cuando Macario avisó a su patrón que se
acercaban Eulogio Girón Tahuite y ocho de sus
compañeros. Al estar cerca se pusieron frente al
patrón teniendo la baranda del corredor de por
medio.
--- ¿Y ahora qué?…--le preguntó a Eulogio.
Santiago pidió que no se alterara; le dijo que se
hacia cargo de la situación. Acto seguido se dirigió a
Eulogio preguntando por el motivo de su presencia.
--- Estamos aquí, para saber cuando empezamos a
parcelar la finca. —Hizo una pausa---Estamos a la
espera de una respuesta. Lo dijo en forma altanera,
como si fuera el dueño de la situación. Entonces el
amigo de Guillermo con toda la calma respondió:
--- Con gritos no se logra nada.
---Eso supone usted.
---Pues quiero decirte a ti y a tus compañeros, que la
finca ya no se parcela.
---Entonces la palabra del señor que está acurrucado
ay, ¿no vale pues?
---La ley dice que se les tiene que pagar y se les
pagará.
--- ¿No dijo pues, que se nos pagará con la tierra?
--- Eso fue al principio, pero ya lo consiguió.
Mañana mismo todos tendrán su pisto.
---Eulogio vio a sus compañeros diciéndoles que
tenían que ir al pueblo a dar la noticia y después
volviéndose al lugar donde estaban Guillermo,
Los Enganchadores 240

Santiago y su hijo les manifestó que estarían por la


mañana a recibir la paga como se hizo la vez pasada.
Santiago explicó que la entrega se iba a realizar en
el salón de la alcaldía con la presencia del Concejo
Municipal un contador y un licenciado.
--- ¿Porqué? ¿No se puede en la finca pues?
--- Ya se te dijo una vez, que don Guillermo
desconfía de vos y tus compañeros, porque lo
pueden atalayar en el camino, robarle el dinero que
es de todos ustedes.
Guillermo que permaneció callado, se enderezo
sobre la silla de ruedas, y expresó:
---Ya no des más explicaciones Santiago, ellos solo
entienden lo que les dice la Jarrona. Vayan al pueblo
y cuenten que las cosas cambiaron.
Se retiraron para trasladarse al pueblo y comentar
los cambios que iban a tener, no habría tierra pero si
dinero. La Jarrona sonrió al escuchar la noticia.
Todo le salio a pedir de boca. Ahora venderá la
franja de terreno a la orilla del camino. Sabia
cuantos eran los beneficiados. El negocio estaba
asegurado. Sus dos acompañantes se frotaron las
manos por el éxito alcanzado. Eulogio y compañía
recibieron las indicaciones de presentarse temprano
frente a la alcaldía con toda la gente para recibir el
dinero, agregando que para que todo estuviera en
orden y fuera justo, estarían presentes también ellos
a la hora de la entrega. Pasaron a continuación a la
cantina de la ñia Margarita a celebrarlo con unos
tragos. Eulogio, Chabelo Quishtan y compañeros se
extrañaron cuando la Jarrona y sus dos compañeros
pagaron la cuenta de lo consumido.
Luis N. Radford 241

Consuelo se sintió feliz al escuchar parte de la


conversación, que la finca no será dividida, esto la
favorecía, pues sería la dueña. Le quedó una duda al
ver a Macario detrás de la silla de ruedas. Pensaba
que si algo le contó a su patrón de lo que había visto
y también oído cuando llegó Elpídio y lo sucedido
últimamente en la cocina, ella tenia que saberlo
pronto, le costara lo que costara, para eso buscaría
la manera de acercársele.
La ocasión se presentó justamente esa noche.
Estaba por entrar al baño cuando salió Macario del
cuarto del patrón en busca del orinal.
---Macario, esperáme un momento, quiero platicar
contigo--- Consuelo lo retuvo mientras entraba al
servicio sanitario dejándolo plantado frente a la
puerta, dando tiempo para pensar el paso que
estaba por dar. Ofrecerle que pasara a su habitación
y entregarse a él, no, eso nunca, porque no se
rebajaría con un mozo. Llevarlo a la habitación y
hacer estrip tess delante de él y tenerlo emocionado
hasta el punto de excitarlo, talvez se le acercaba
pero hasta allí. Le explicaría que todo requiere
tiempo en cosas del amor. Eso pensaba cuando se le
ocurrió invitarlo a ser partícipe de una parte del
contenido de la caja fuerte. En esto puso más interés
pero no sin antes ofrecerle ese baile que vuelve locos
a los hombres, si no que lo diga Guillermo su
marido. Después de pensar la manera de atraerlo,
abrió la puerta donde estaba Macario Espumuy. Le
dijo simplemente que lo esperaba más tarde en el
cuarto, porque le iba a enseñar varias cosas. Macario
dio las buenas noches, y se fue con el orinal para el
cuarto del patrón. Se acostó en el catre. Apagada la
Los Enganchadores 242

luz se quedó pensando que ella era muy bonita,


mañosa y mentirosa y quien sabe los líos en que lo
metería. Talvez le iría a decir a su patrón que él la
empanzó. Se acercó a la ranura de la tabla, la vio
cuando se desnudaba, luego con movimientos raros
hacía un baile en pelota que le llamó la atención.
Para quitarse la tentación pensó que si llegaba al
cuarto de esa mujer, ella iba a jurar que el hijo era de
él. Se dijo que no era palomilla para caer en la llama
de una candela.
Consuelo se desveló esperando a Macario, para
mostrarle las habilidades del baile que se puso a
practicar mientras le estuvo dando tiempo.
Muy temprano, serian las 7 de la mañana cuando
llego el enganchador don Everardo Berreondo,
procedente de Zacapulas el Quiché, con el saldo de
trabajadores que solicitara Guillermo a quien saludó
con todo cariño poniéndose a la orden y comentando
que era muy difícil encontrar campesinos en el
altiplano por las condiciones en que se encontraba
el país, pero al fin estaba cumpliendo con el pedido.
Guillermo lo invitó a pasar al comedor. Ordenó a
la María que preparara dos platos para desayunar.
Macario se encargó de llamar a los trabajadores
recién llegados para que fueran a la cocina a comer
algo y después a recolectar el café. Otro catre fue
puesto en el cuarto ocupado por don Venancio de la
Cumbre.
Serian acaso las nueve de la mañana, cuando en
el pueblo se manifestaban las actividades de toda
índole. Frente al parque, la Alcaldía Municipal, en
su interior se encontraban sentados en el salón
principal; detrás de una mesa larga, el Alcalde
Luis N. Radford 243

presidiendo el Concejo municipal. Presentes, el


dueño de la finca el Porvenir Guillermo Calabas de
Nada en su silla de ruedas, el licenciado Valente, el
contador y en una punta de la mesa Santiago
Villanueva y su hijo. Frente a ellos, al pie del estrado
los campesinos que prestaban atención a los
movimientos y las palabras que decían.
El señor Alcalde vio a todos diciéndole al Notario
que podía comenzar.
El licenciado Valente se puso de pie,
manifestando que hubo al ver las cantidades a pagar,
un retraso, hasta que se pusieron de acuerdo las
partes, por aparecer personas de confianza en uno
de los listados. ----Señor secretario, llame a cada uno
por su nombre para pagarles. El así lo hizo:
---Margarito González Quiej.
--- Presente.
--- aquí esta tu dinero. Firma aquí en la orilla.
---Ya sé poner mi nombre.
---Entonces poné también tú huella—y dejaba un
manchón negro con su dedo aún más negro por la
tierra que se le quedó pegada.
--- Pedro Romero Shetemul.
---Presente.
Le dieron su dinero al poner su nombre y la
huella.
---Llamaron conforme el listado a Mateo Camey.
Ruperto Mancilla Salam. Manuela Melchor. Macario
Espumuy, Maria Chabac. Anastacio Chiquin,
Francisco Escobar Tuyuc y muchos más, dejando de
último a los nueve sindicalistas a quienes se les dijo
que no recibirían dinero porque se quedaban en la
Los Enganchadores 244

finca trabajando. La ley ordena que son inamovibles


explicó el Licenciado.
Eulogio saltó como un energúmeno, y exclamó
que ellos lucharon por el dinero que ya todos lo
recibieron. Luego la Jarrona que estaba presente les
dijo que si aceptaban el dinero se disolvía el
sindicato. Eulogio con el visto bueno de sus
compañeros, respondió:
-- Pues páguenos usted o que se acabe el sindicato,
nosotros queremos el pisto pero ya.
El dueño de la finca agregó:
--- Se les debió pagar a ellos antes para que se
larguen pronto.
La Jarrona al ver al patrón de la finca, Nunca
sospechó que fuera inválido pues jamás recibió esa
noticia de parte de los mozos.
El licenciado Valente volviéndose hacia el
Alcalde preguntó si estaba de acuerdo con lo
expresado por ellos. A lo cual respondió que hiciera
lo que la ley dispone. Fueron pasando en orden los
nueve miembros del sindicato. Llamaron a la viuda
de Andrés Perdomo Canahui, el asesinado, para
darle lo que le correspondía.
El Licenciado volvió a pararse para decir que de
acuerdo con el dueño de la finca cobraba un veinte
por ciento del total entregado.
Fue de nuevo Eulogio Girón Tahuite el que alzó la
voz, manifestando que de lo recibido, ellos no
pagaban nada.
El licenciado les aclaró que era el patrón de la
finca el que iba a pagarle a él por los servicios
prestados.
Luis N. Radford 245

La Jarrona y sus dos acompañantes expresaron


que les correspondía un diez por ciento de lo que
recibieron los campesinos. Y lo descontarían del
pago que les dieron.
Se escuchó un murmullo de protestas y voces
altaneras en contra de la Jarrona.
---Señores del Consejo, su firma aquí.---dijo el
Licenciado Valente--- Recuerden todos que ya no
hay sindicato.
Guillermo Calabas de Nada preguntó:
--- ¿Cómo está eso del veinte por ciento Licenciado?
--- Lo dije para conocer la reacción de esa mujer.---
Y los dos rieron.
El que fuera patrón de esos campesinos vio a
todos y a cada uno de los presentes, por un momento
agradeció mentalmente la ayuda de la maestra al
enseñarles el abecedario y pronunciar correctamente
sus nombres... Advirtió también que lo miraban a él;
Acaso, sin duda esperaban que volvieran a repetirse
como aquella vez las mismas palabras que dijo
cuando recibieron el dinero y les ofreció que
continuaran trabajando en la finca. La Jarrona y
Eulogio fueron suficientes para cambiar el destino
de muchos de los campesinos y a él también le
mataron la ilusión de luchar por ellos a su manera,
mejorarles las condiciones de vida, esas eran
acciones positivas que se impuso desde el principio
pero las acciones de la Jarrona lo habían derrotado.
Las palabras fueron más elocuentes que los actos
realizados en la finca el Porvenir.
Santiago Villanueva y su hijo Antonio siguieron
el curso del acto de entrega, al final se acercaron a
Guillermo a preguntarle si quería que lo bajaran del
Los Enganchadores 246

estrado. Lo confirmó con un movimiento de cabeza,


pero siguió viendo al grupo donde con ademanes
exagerados la Jarrona hablaba a los que le rodeaban.
Desde su silla de ruedas al bajarlo, les dijo que se
imaginaba que la mujer que hablaba y hablaba sin
parar se parecía a una persona que conoció en la
capital y vio muchas veces su fotografía en los
periódicos; para no dudar puso sus manos en las
ruedas y llevo la silla hasta quedar muy cerca de ella
para decirle a quema ropa:
---Najárro.
Sorprendida al escuchar esa voz llamándola, se
dio vuelta con rapidez para conoce quien era el que
así la nombraba.
Guillermo la vio detenidamente y volvió a repetir
su nombre.
Ella lo miró con extrañeza y guardo silencio.
---Señora Najarro, no estoy equivocado al llamarla
así aunque se escudó con los campesinos con el
nombre de Jarrona. Solamente vengo a felicitarla y
decir con una palabra, ganó.
--- Señor, sepa que nosotros nunca perdemos.
---Cierto, usted ganó, pero ¿se da cuenta que ésta
gente a la que usted soliviantó contra mi, ellos si
perdieron?
--- Han cobrado lo que es de ellos o en que sentido
me habla.
--- No se trata de dinero porque eso es volátil. Es la
fe en alguien que los ayude con constancia. Les
mejoré las condiciones de vida, les puse una escuela
para los hijos de los campesinos. ¿Les pondrá usted
otra escuela?
Luis N. Radford 247

---Eso es asunto del Gobierno si les quiere dar


estudios. Con respecto a darles esa fe que usted
menciona eso nos corresponde a nosotros para que
triunfen en la vida.
---Nunca nos pondremos de acuerdo por la forma y
la lucha que se mantiene entre dos ideales. Ustedes
dicen luchar por el pueblo, mientras se mueren de
hambre por los políticos que se llenan las bolsas con
el dinero de los contribuyentes. Usted envió a un tal
Pancho en contra mía. El resultado fue que mataron
a Andrés Perdomo Canahui. Ustedes les dicen que
somos explotadores, somos sus enemigos. Si no hay
empresas no hay trabajo y ¿sabe una cosa? Los
únicos que ganan son ustedes los verdaderos
explotadores y enganchadores de esa gente a la que
manipulan, la cual les sirve de escalera para que
puedan alcanzar sus propósitos. ¿A cuantos de los
campesinos les cobró por sesión cada fin de semana?
--- Recuerde que en todo hay gastos. Hasta para
venir a este pueblo, ellos deben contribuir porque
nada se hace de regalado, a cambio les ofrecemos su
libertad.
--- Si usted se da una vuelta por el Porvenir se dará
cuenta de toda la inversión que hice por ellos
quedándome sin dinero. ¿Cuanto vale para usted
esa libertad por lo mucho que se ufana?
---Para nosotros la libertad tiene el costo de muchas
vidas que se ofrendaron y seguirán, para beneficio
de nuestros hijos.
---O sea…que ¿hay que matar para darles lo que
piensan y quieren?
---Sepa señor, cuando las palabras caen en oídos
sordos, entonces hablan las armas a costa de muchas
Los Enganchadores 248

vidas, tanto de un lado como de otro, hasta alcanzar


el triunfo.--- La Jarrona levantó la cabeza y se le
quedó viendo de manera triunfal.
Guillermo por un momento la admiró por la fe
contraída por esa causa programada en su mente.
¿Era acaso la educación recibida en la escuela
política la que la arrastraba por esos caminos?
Viendo solamente esa ruta tenía que ser así. El
hombre se destroza en una lucha que no debe ser,
pero existirán siempre dos polos opuestos, positivo y
negativo que al juntarlos se repelen. Bueno, se dijo,
hay dos caminos, yo entiendo el mío a mi manera,
creo y creeré que he sido justo con mis semejantes
sin exigir más allá de lo que pudieran dar.
Guillermo dejó de pensar para decir en voz alta:
---Y que piensa si en este momento yo les digo a
esta gente. —Se detuvo un momento ordenando a
Macario: ---Diles a todos los aquí presentes que les
doy ocho días para que abandonen la finca.
---Dispense señor, pero eso que hace es venganza.--
Respondió ella.
---Usted que es una enganchadora de falsas ilusiones
los atrae ofreciéndoles lo que no es suyo,
prometiéndoles el oro y el moro con palabras que
tratan de resolver lo imposible. Invierta los papeles,
si usted fuera la dueña de estas tierras ¿actuaría de la
misma manera? Si un alacrán se mete en su corpiño,
usted lo acaricia y lo mantiene como un hijo
¿verdad?
Santiago permaneció escuchando con interés.
Vio a Guillermo inválido sobre la silla de ruedas con
la única arma de defensa que tenia, la palabra, era
su voz, era su lengua que expresaba ahora por el
Luis N. Radford 249

reflejo de adversos sentimientos lo que estaba


diciendo ante esa mujer que lo derrotó en su modo
de ser. También él se culpó de tener a su amigo en
esas condiciones cuando fueron a cacería aquel
domingo. Entonces dijo:
---Todos tienen la razón por que así lo creen, sienten
y piensan, no hay nadie que los convenza de lo
contrario o que hayan tomado el camino equivocado.
Cuando el árbol ha enraizado profundamente es
difícil que caiga. Como nos decía un maestro el
“Olmo no da peras” o bien aquel otro dicho “El gallo
solo patea para atrás”. Disculpeme señora mi
atrevimiento al decir esto, e inmiscuirme en asuntos
que no son ajenos a mi sentir. Quédese usted con sus
creencias porque eso le dicta su conciencia. Ya es
tarde y debemos irnos. Y poniéndose atrás de la
silla de ruedas la empujó retirándose en busca del
carro.
La jarrona para los campesinos y Najarro para
Guillermo, fue a encontrarse con los que formaron
el sindicato para saber si estaban enterados de la
disposición del dueño de la finca. Al darse por
sabida, los animó a que la acompañaran a conocer el
terreno que les había ofrecido a bajo precio, lugar
donde podrían vivir. Todos estuvieron de acuerdo
en la compra y ante los oficios del mismo licenciado
Valente se hicieron las escrituras. La Jarrona y sus
dos acompañantes recibieron el dinero, ese que les
entregaron a los campesinos en la Alcaldía. Estaba
muy feliz porque Guillermo con su proceder le
resolvió la venta más rápido de lo que esperaba.
Los terrenos eran pequeños a la orilla del camino.
Los colonos se dieron a la tarea de hacer sus ranchos
Los Enganchadores 250

ayudándose unos a otros para abandonar lo más


pronto la finca el Porvenir. Por sugerencia de la
Jarrona a dicho lugar le dieron el nombre “Vida y
Libertad”
La gente traída por el enganchador don
Everardo se fue acomodando en los ranchos
abandonados mientras duraba el tiempo del corte y
el proceso del café.

Era talvez al medio día cuando don Everardo


Berreondo se puso en camino a la finca las Lomas
para buscar al amigo de Guillermo y hacerle
partícipe de los acontecimientos en el Porvenir.
La ñia Petro escucho ruidos por el patio, estaba
torteando y dejó de hacerlo, para enterarse de lo que
pasaba. Al notar la presencia del extraño personaje
que se acercaba a ella, se limpio las manos con el
delantal cuando escuchó que preguntaban por don
Santiago.
Ella le pidió su gracia para informarle al patrón.
Al enterarse Santiago que don Everardo lo
buscaba acudió presuroso para conocer el motivo de
la visita. Estrecharon sus manos y Santiago lo
invitó para que se sentara en la silla de cuero de
venado.
Don Everardo el enganchador, se quedó
observando detenidamente la cornamenta de venado
colocada en la pared. Santiago comentó que ese fue
el venado que mató el día domingo cuando
Guillermo sufrió el accidente que lo dejó lisiado para
Luis N. Radford 251

el resto de su vida y que él, se sentía culpable por no


haber pensado bien cuando disparó al caballo que
montaba su amigo. Le contó que debió haberle
disparado atrás de la montura para quebrarle la
columna y hacer que la bestia se aculara y no de
bruces como sucedió. Ese era el motivo del cargo de
conciencia que mantenía siempre.
---Permítame decir don Santiago, lo noble del
espíritu es reconocer los errores y recompensarlos
como usted lo hace, eso llena de gozo al corazón y
el alma se templa de bondades.
--- El no sabe ni sabrá porque lo ayudo.
--- Pero él sí sabe que usted es un verdadero amigo y
lo estima. Me lo ha dicho muchas veces.
La anciana Petro se acercó a ellos preguntando
que deseaban tomar. Santiago dijo que le avisara a
Domingo que les pasara dos wiskies. Pronto estuvo
devuelta con el deseo del patrón.
---Es mucho gusto tenerlo en esta su casa don
Everardo. Salud por su visita.
--- Salud don Santiago por recibirme, --- chocaron
los vasos y sorbieron parte del contenido de licor
para luego decir don Everardo:
---Que se nos convierta en sangre.
Santiago preguntó por el motivo de su visita.
Después de ingerir otro poco de licor que estaba en
el vaso, don Everardo explicó que por intermedio de
las gentes que trajo, se enteró que del beneficio de
café, los quintales que estaban en pergamino lo
sacaban varios hombres y esos costales los llevaban
al cruce del camino donde un camión los
transportaba al pueblo. No se lo quiso contar a don
Guillermo por el motivo de su enfermedad que le
Los Enganchadores 252

podría repetir un infarto. Esa era la razón de la


visita, decirle todo lo que pasaba. Se puso a su
disposición con toda su gente para lo que mandara.
Santiago agradeció la información rogando que
nadie fuera a contar lo que estaba pasando.
Don Everardo se fue con su conciencia
tranquila al haber cumplido con su amigo
Guillermo.
Santiago divagó sobre la situación planteada.
Era su deber ayudarlo. ¿Por qué le llovía sobre
mojado? ¿Por qué? ¿Por qué era tanto el daño que
sufría? No encontró respuesta. Con la imaginación
llegó a pensar que alguien provocó un maleficio
sobre él y su finca. Alguien enterró candelas de
colores cerca de la casa. Era imposible que todo
fuera en contra de Guillermo Calabas de Nada.
La ñia Petronila se puso junto al patrón después
de enterarse de todo. Santiago no se dio cuenta de la
proximidad de la anciana hasta cuando le habló con
suavidad:
---No se preocupe tanto patrón, recuerde que
toditito tiene solución en esta vida.
---Es verdad Petro. En cuanto venga Antonio nos
vamos con Domingo al cruce de los caminos para
atalayarlos.
La anciana lo miró detenidamente. Lamentó
mucho que su nieto el Rigoberto Pascual no
estuviera para darles una manita. Le recordó que en
el Pedregal estaba Miguelón al que le decía el ángel
de la guarda que los podia ayudar.
Santiago agradeció el consejo de la anciana.
Dispuso llamar a Domingo. Ella volvió a decir que
era muy peligroso meterse con los ladrones, mejor
Luis N. Radford 253

fuera con la policía y que ellos se encargaran de


capturarlos.
Santiago vio de nuevo a la viejita de cabellos
blancos, puso su mano sobre esa cabeza llena de
años plateados, la acarició por un momento dándole
las gracias.
Domingo acudió al llamado del patrón para que
fuera a la finca el Porvenir a decirle a su hijo que lo
esperaba con urgencia.
Alertada la policía, se acomodaron en distintos
puntos para caerles de sorpresa a la hora convenida.
Santiago y Antonio con armas y Domingo con su
machete filudo esperaban a prudente distancia los
acontecimientos por venir.
Los grillos serruchaban la noche con su
monótono cantar, mientras que en la distancia y por
el camino polvoriento, acurrucados los tapacaminos
daban en decir algo parecido a…Caballero…
Caballero.
Detrás del cerco aparecieron cinco hombres con
sus respectivas cargas. Los bultos fueron colocados a
la orilla de la cuneta. Uno de ellos encendió un
fósforo para pegarlo al puro que iba a fumar. Se
escuchó la voz de otro de los ladrones, quejándose
por la ausencia del camión, pero no tardo en oírse el
vehículo el cual se detuvo justo donde estaban
esperándolo. Comenzaron a cargar el camión
cuando se escuchó la voz del jefe de la policía
ordenando entregarse o disparaban, todos acataron
la orden y atados de las manos los subieron al
camión con los quintales de café. Fueron llevados al
pueblo y en la comisaría confesaron el tiempo de
estar cometiendo dicho acto. Al dar sus nombres
Los Enganchadores 254

para el parte, resultaron ser Lalo Cojón, Margarito


González Quiej, Pedro Romero Shetemul, Ruperto
Mansilla Salam y Chabelo Quishtan Todos ellos con
domicilio en el lugar denominado: Vida y Libertad.
Santiago los vio detenidamente; fueron empleados
de la finca el Porvenir y miembros del sindicato.
Presos quedaron el chofer y su ayudante, incluyendo
el camión y el café; confesaron que tenían en su
poder 105 quintales de café en oro.
Dos policías sentados en una banca, comentaban
que ese día fue de mucho trabajo pues a la orilla del
camino, en un lugar que le pusieron el nombre de
Vida y Libertad, se machetearon dos campesinos,
Uno quedó muerto y el otro llevado al hospital en
estado agonizante. Las mujeres les dijeron a los
policías que se habían peleado por culpa de uno de
ellos, que no los dejaba dormir por poner el radio a
todo volumen y estarse emborrachando y es que sus
ranchos estaban muy juntos uno con el otro. El que
murió tenía una cicatriz vieja en la cara. Al oírlo
santiago pensó en Eulogio Girón Tahuité.
Muy entrada la noche se despidieron de los
policías e iban de regreso por el camino de tierra
para las Lomas. Santiago detuvo el carro ante la
interrupción que hizo un hombre a la mitad del
camino dando señales de que pararan. Antonio
preparó la escopeta, Domingo desenvainó el
machete; y Santiago puso la pistola entre las piernas,
prestos a lo que viniera Al poner las luces altas y
encandilar a ese hombre apareció la figura completa
de Mateo Camey, el que toca la marimba. Se acerco
a la ventanilla.
--- Buenes noches vos patrón.
Luis N. Radford 255

--- Buenas. Que es lo que querés.---contestó


Santiago bastante molesto.
--- Ay patrón. Yo quere voy pedir un favor que le
vas decir al patrón, este, Guillermo, que yo me
quiere volver otra vez de guelte para allá al Porvenir.
--- Porqué es que te querés volver, si a todos se les
pagó conforme la ley ante el alcalde, el secretario y
el Licenciado, enfrente de la mujer la Jarrona la que
los aconseja.
--- Es que ese pute nos chingó a toditites nosotros
vos patrón, nos pidió le vamos comprar el tierre y
fijato que agora las mujeres estan bien jodides que
no hay el agua y van caminar sus varies legues
largas para conseguirle un poco. El leña nu hay. No
es como el Porvenir. Aquí los chuchos se peleyan,
nu hay lugar para los cochites, las gallinas, Y es que
el patojos se les mete el polve en sus narices y sus
respirades están malos. Por es que pide yo el favor
vos patrón vas a decir al Guillermo. Contalo que yo
no fui sindicato, fue por el culpe del Euloguie que
nos embrocó a muches, y fijato, ya se mató el
Euloguie con el Chabelo Quishtan. Y agora el
marimbo no está sonande el mismo, porque nu hay
sus cocales juntes en este tierre.
--- Hasta ahora despertás vos Camey. Hasta no estar
montado en el macho para darte cuenta de lo que
tenías antes y que no te costaba nada. ¿Sabes vos
todo lo malo que le hicieron a don Guillermo? El
creyó en ustedes, los ayudo siempre. Ustedes le
cambiaron su pensamiento. ¿Ya ves? sólo se
quedaron Macario Espumuy y Anastasio Chiquín
que son buenos.
Los Enganchadores 256

---Hacéme el caridá vos don Santiegue. Decilo mi


palabra. Voy a jurar al Diosite santo que me voy
portar el mejor que antos.
--- Dejáme pensarlo.
--- ¿No querés que mi voy ir con vos y darlo mi
palabra?
---Yo te mando a decir con Domingo Papaturro lo
que disponga don Guillermo.
Santiago puso en marcha al carro dejando una
polvareda que envolvió al Camey, el que toca la
marimba. Dirigiéndose a sus acompañantes Santiago
tomó la palabra:
---Para hacer cambios, antes debe prepararse a la
gente, educarla, enseñando a saber convivir. La
cultura y la educación que actualmente tienen es el
resultado de eso que les pasa por el abandono en
que los han tenido aprovechado por los líderes que
están en el poder.
¿Saben como es esto? Si a un bebé le dan pacha con
su leche o toma la chiche y enseguida le dan caldo
de gallina, lo empachan o lo matan. Todo quiere
tiempo para aprender y cambiar, por eso se debe ir
paso a paso como lo hizo Guillermo.

Antonio acababa de apearse del caballo frente a


la casa de la finca las Lomas cuando vio llegar a
Domingo Papaturro a quien le preguntó si sabía por
donde andaba su padre. La respuesta fue que no, por
haber ido al pueblo a traer la correspondencia. Le
pidió el periódico y que llevara el caballo a la
caballeriza.
Luis N. Radford 257

El hijo del patrón tenía la costumbre de recostarse


en la hamaca para leer y así lo hizo. Al ver la
primera página y ver el encabezado, tragó saliva.
Volvió de nuevo a leerlo. El informe de la noticia
estaba a continuación con letra pequeña.
Santiago apareció con las árganas en el hombro,
se acercó a su hijo diciendo que estuvo en la cueva
de los murciélagos a traer dinero por la oferta que
estaba anunciada en el periódico del día anterior. Era
un saldo de pic ups del año a precios rebajadísimos.
Antonio se levantó poniendo en las manos de
su padre el diario. Al ver el encabezado sólo pudo
decir que eso no era posible. Se acomodó en su
hamaca y se puso a leer. La noticia relacionaba al
anexo el Pedregal en la parte que da al mar. Donde
varios hombres recogieron con sus tiburoneras
cientos de paquetes de cocaína, que una lancha
rápida tuvo que lanzar al mar en vista de la
persecución que les hiciera un guarda costas. Se
menciona en la noticia que varias personas huyeron
y se refugiaron en un potrero al que le dicen la danta.
Santiago suspendió la lectura, vio el reloj en su
muñeca y dijo:
--- Es tiempo de llegar allá. Ordénale a Domingo que
nos acompañe. Recoge el rifle y la escopeta y
partimos cuanto antes.
Pasada la conacastada, antes de abandonar la
cinta asfáltica en el cruce para el Pedregal
encontraron un reten de la policía que les marcó el
alto. Pidieron los papeles del carro y documentos
personales, mientras otros registraban el automóvil.
--- ¿Traen armas?
--- Si, están en el baúl
Los Enganchadores 258

---Bajen y muestren las licencias


--- Sargento, ahora me va a decir que no me conoce.
---Disculpe don Santiago, pero ni de mi mujer puedo
confiarme.
Santiago sacó de la guantera los papeles solicitados.
El jefe de la policía los vio largo tiempo y después
dijo:
--- Todo está en orden señor ¿adonde va?
--- Al Pedregal.
--- ¿Se puede saber el motivo?
--- A ver como están mis gentes, porque me acabo
de enterar que por el potrero de la danta se metieron
varios narcotraficantes que se refugiaron por ese
lugar. Quisiera pedirle un favor, que me preste dos
de sus policías para que nos ayuden.
--- Vea señor, yo se los daría pero aquí estamos
como un tapón para que no pase nadie.
Le entregó la documentación deseándole suerte.
El camino de tierra era estrecho y lleno de hoyos.
Pasaron por el río, después por la curva del
armadillo hasta llegar a la ranchería parando frente
al rancho de Lorenzo Mass. La Lipa los recibió
lavando sus manos y secándolas con el delantal.
--- ¿Que tal por acá Lipa?
--- ¿Pues que le voy a decir? si lo nuevo es que ayer
andaban varios hombres desconocidos por los
potreros, Lorenzo con todos los demás se fueron a
la guardianía allá en la mañanita para darle una
mano al Miguelón.
---La primera vez le tocó de guardián y ahora ¿otra
vez?
Luis N. Radford 259

---Hace tiempo de eso don Santiago, pero se tienen


que dar vueltas y en esas están que ahora le volvió a
tocar al Miguelón.
--- ¿Que más noticias hay?
--- Nada nuevo.
--- ¿Y del ganado que esta en la danta?
--- El señor Florentino ha venido sus veces a ver
como está. Le dijo al Lencho que va a pasar con
usted, pues la semana que viene se los lleva para
arriba, pues va a venir con los compradores.
---Que bueno, pues así me quito una pena por el
ganado que se puedan robar los cuatreros.
---Y ¿que me dice de la ñia Petro, don Santiago?
--- Esta muy bien, se le salen las lagrimas por no
estar con ustedes. Si viera como los recuerda a
todos.
---Ella ha sido muy querendona y muy buena, ahora
ya no hay esa clase de gente.
---El tiempo se encarga de cambiarlo todo Lipa.
Ahora no se les podrá pegar a los patojos, van hacer
una ley para se quejen ante la autoridad y a uno le
va a caer la justicia. Si te llegan a pegar vos tenés
que darle su caramelo. ¿Y porqué crees que estoy
ahora aquí y la policía también en el cruce de los
caminos? es por la droga, esa que consumen los
mareros y hacen que otros también la consuman.
Son enganchadores, por todo eso es que cada día
aparecen muchos muertos en todas partes.
---Ay señor bendito, ¿acaso el gobierno nos
embaraza y son hijos suyos pues? Gracias porque
yo no tengo hijos. Imagínese si los tuviera, que ellos
me vinieran puntiados por todo el cuerpo con figuras
raras, igualito que aquellos que vinieron con diablos
Los Enganchadores 260

y mujeres en pelota. Los centavos que vamos


cachando con nuestros maridos y los condenados
hijos matando para conseguir eso que dice usted.
En ese momento se acercaron al rancho los
vaqueros del Pedregal. Después de los saludos,
Lorenzo dio un informe detallado de lo ocurrido.
Diciendo que por la playa los hombres se fueron
huyendo, quisieron entrar al potrero de la danta.
Miguelón los ahuyentó con la pistola y se metieron
de vuelta rumbo a la finca el Chical. No los volvió a
ver.
---Qué me alegro por lo que me cuentas. Ese Angel
es buen guardián... Dile a Miguelón que le voy a
reponer una caja de tiros para su pistola y que no la
lleve al pueblo por que la policía anda suelta por
todos lados.
---Descuide patrón.
---Antonio viene La semana entrante a pagarles la
mesada. Bueno nos vamos porque tengo que hacer
en Las Lomas. Se despidió de todos poniéndose en
camino a la finca.
El hijo del patrón preguntó a Domingo
Papaturro como andaba eso de la sonrisa con las
muchachas de las Lomas.
--- Pues no me lo vas a creer vos ñio Antonio, a la
primera que le eché la mirada con mi risa fue a la
Manuela, y no pues que me contestó igualito.
--- Que hiciste después.
--- Seguí sus consejos y todas me miraban asustadas
y luego se reían conmigo.
--- Ahora ¿que vas hacer?
--- Lo que usté mande.
Luis N. Radford 261

--- Apalabrarte con ellas será muy importante, pero


seguí el mandado del corazón. La que mejor te
caiga y este bien hecha, hablále con ganas.
--- Pues yo veo que la Minga Chay, es la que tiene
sus mejores limas que las demás.
Santiago que los iba oyendo, mientras manejaba el
carro se rió y comentó:
--Michelle. Bonito nombre.
--Ay patrón si ella no es mía ni chele.
Santiago soltó una sonora carcajada y Antonio se rió
bastante tiempo, enseguida dijo:
--Ese nombre es en francés y quiere decir lo mismo.
Fijáte bien porque ella se llama Dominga vos tenés
igualito el nombre, si van a juntarse por medio del
cura que talvez se llama Domingo, será en un día
domingo y si nace un chirís le pondrás Dominguito
el que se chupará esas limas.
Pasaron por el retén de la policía y luego
entraron a la finca.

Consuelo estaba afligida por la situación en que


se encontraba. Desesperada al darse cuenta del
engendro en su vientre hizo varios intentos de
aborto, unas veces corriendo atrás de la casa entre
los cafetales, otras brincando en la cama por las
noches. Se decía que talvez era el aire el que le
hinchaba el vientre y dudaba de estar preñada.
Acudió a la Maria, sirvienta de la casa a consultar
como podría quitarse esa duda que mantenía todo el
tiempo y con la idea que no estaba dispuesta a crear
a un ser, porque recordaba a otras mujeres que al
Los Enganchadores 262

tener hijos, perdían la línea del cuerpo, se les


arrugaba el vientre, los pechos se convertían en
bolsones caídos por el hecho de amamantarlos.
Cambiar los pañales con popó ralo. Bañarlo antes de
acostarlo. Pegarlo al pecho para mamar. No, eso
nunca le sucedería a ella porque su destino era
bailar, tener al público pendiente de sus
movimientos. Verlos a sus pies y que le pusieran
billetes en la cinta de la tanga.
La Maria recomendó que se hiciera la prueba
del sapo, pero tenia que buscar a una comadrona.
Era la costumbre de antes para saber a cabalidad si
había embarazo. Consuelo le pidió que un domingo
cuando se fuera al pueblo trajera a la comadrona con
disimulo para que nadie se diera cuenta y menos
Guillermo. Dadas la condiciones que ambos estaban
viviendo se daba por enterada que la sacaría de la
finca, la echaría como a un animal y eso era lo que
trababa de evitar para convertirse en ama y señora de
esa tierra, su eterno sueño desde que puso el pie en
el Porvenir. Cuando se juega a las cartas, se dan
boca abajo pero al levantarlas es cuando llegan las
dudas, las angustias o las sorpresas al ponerlas ante
la vista. Para ella ganar era su propósito pero perdió
en la noche de la venganza cuando llegó Elpidio.
La Maria iría una de esas noches, antes de ir al
pueblo, a buscar un sapo que croaba junto a la toma
de agua., lo pondría en un bote para guardarlo.
Guillermo Calabas de Nada sentado como de
costumbre en el corredor de la casa, miraba distraído
al grupo de gallinas que picoteaban las pequeñas
piedras que encontraban a su paso, mientras que
todo un señor gallo de plumas rojas y negras muy
Luis N. Radford 263

brillantes, con el pecho abultado, de cresta roja


grande y doblada sobre su cabeza, se paseaba ufano
por el patio por sentirse como un rey de oriente
ante su harem de gallinas. De pronto dio en correr y
perseguir a las gallinas que cacareaban y al darles
alcance, con el pico las detenía de la cabeza y así
las machucaba En un segundo había pasado la
escena de la cual vendrían con el tiempo los huevos
de patio. Macario le puso al gallo el nombre de
picarón, por que no se cansaba de estar repasando a
todas las gallinas.
Consuelo trató de pasar inadvertida a su cuarto.
Guillermo al verla se sorprendió porque ella
acostumbrada a usar pantalones desde hacia años,
ahora estaba con un vestido un poco ajustado. Lo
hizo con el propósito de esconder el bulto que
empezaba a delatar su estado. La llamó.
Macario Espumuy se cruzó de miradas con ella y
se sonrió porque si hubiera acudido al convite que
Consuelo le propuso, era para echarle la culpa. Diría
que en forma abusiva se le metió al cuarto y ese era
el resultado. Pero Macario no cayó en la trampa. En
cambio Consuelo con los dedos entrecruzados atrás
de los glúteos esperaba encontrar las palabras justas
a las preguntas que le hiciera Guillermo. Viéndola
de pies a cabeza con ese vestido floreado, la recordó
igual que la primer noche cuando acudió a su
habitación en la ciudad, y el instante cuando se
despojaba lentamente de sus prendas queriendo
ofrecer su cuerpo.
Guillermo se restregó los ojos tratando de
quitarse la imagen del pasado y querer preguntar
pero sus palabras se quedaron selladas en la
Los Enganchadores 264

garganta. Con un ademán de mano hizo que se


retirara. La voz no llegó a sus labios. No sabía qué
iba a suceder entre preguntas y respuestas. No
deseaba saber más de lo que supuso. Fuera cual
fuera la palabra que recibiera, contradecía lo que sus
ojos le estaban indicando. No era posible imaginar,
pero era la verdad; no quiso preguntar aunque ella lo
negara. Quien, quien fue el culpable para dejarla en
ese estado. Duda y nueva duda, no pudo atinar ni
sospechar quien fue el culpable.
Un carro se detuvo frente a la casa, era Santiago
Villanueva el que bajó y saltando las tres gradas del
patio al corredor de la casa, se acercó a Guillermo
para estrecharle la mano y saludarlo como de
costumbre. Con el rictus acentuado en forma severa
entre las cejas, apenas respondió el saludo de
Santiago.
---Bueno ¿y ahora que te pasa que tienes cara de
enojo?
---Estuve pensando, y lo que pensé no me agrada
nada.
--- ¿Se puede saber el motivo de tu enojo?
---Son sospechas, nada más que eso, sospechas.
Santiago no quiso insistir. Después de unos
segundos de silencio, Consuelo paso rápidamente sin
siquiera dignarse a saludar aunque fuera por
compromiso; fue a la cocina por lo visto. Pero le
llamó mucho la atención verla caminar con un
vestido floreado, siempre la conoció con pantalones
bien ajustados, dando a conocer la calidad de curvas
que poseía. Ella argumentó siempre que era por los
zancudos que al picarla le hacían ronchas. Le
pareció que ya no le importaban ni los mosquitos.
Luis N. Radford 265

--- ¿En que piensas Santiago?---preguntó


Guillermo.
Santiago dispuso cobrárselas de la misma
manera que lo hizo su amigo y contestó:
---Pensaba en todo y en nada, sospechas. Eso,
sospechas.
---Estoy seguro que Consuelo te llamó la atención
con ese vestido.
---Sí, es verdad.
--- ¿No te dio margen a pensar en algo?
---Solamente que antes usaba pantalones por los
zancudos ¿y cual es ese margen que tu dices?
---Guillermo que siempre fue locuaz con su amigo
Santiago no quiso manifestar sus pensamientos y
soltarlos por el momento, pero respondió:
---Cuando la veas de nuevo, el tiempo quizá me de
la razón. Por hoy no quiero decir que mis ojos me
mienten.
Cambió de conversación rogando al amigo que lo
llevara al pueblo. Macario y Santiago después de
bajarlo en la silla de ruedas, lo acomodaron en el
asiento trasero y la silla fue a dar al baúl.
Ya en el pueblo, Guillermo pidió que estacionara el
carro frente a la oficina del licenciado Valente.
E igual que aquella vez volvió a pedirles que lo
dejaran solo. Frente a su abogado, Guillermo
Calabas de Nada fue dando todos sus datos generales
y el motivo de los servicios que requería en esta
ocasión.
El tiempo corrió despacio y la desesperación de
Santiago se prolongó durante más de dos horas de
espera.
Los Enganchadores 266

Al abrirse la puerta apareció Guillermo con las


manos en las ruedas de la silla y detrás el Licenciado
que se despidió con una sonrisa repartida a todos.
De vuelta en el carro para la finca el Porvenir,
Santiago preguntó:
---Y ahora cual fue el motivo de la visita a tu
abogado, ¿anulaste el divorcio?
---El tiempo se encargará de darte la respuesta y algo
más, te pido en caso me diera un último infarto que
vengas con mi abogado que dará las indicaciones
que dejé anotadas. Confío como siempre en ti.
---Ahora que me acuerdo, hace dos días encontré en
el camino al Camey, el que toca la marimba, dice
que lo engañaron, que él no estuvo en el sindicato y
no soporta el lugar donde está; quiso venir conmigo
para decirte que su marimba ya no suena igual, por
no estar entre los cocales y quiere volver a su viejo
rancho y entrarle duro al trabajo. Si lo hubieras oído
te arranca el perdón. Yo le dije al Camey que lo que
dispusieras se lo mandaba a decir con Domingo
Papaturro. ¿Que dispones?
---Durante el día la música me la ofrecen los pájaros
por las mañanas y las tardes, la alegría de sus cantos
dando la bienvenida al nuevo amanecer me
contagian, ver volar a las chatías, el color de las
chorchas, oír a los cenzontles de agua o a los chejes
picoteando los troncos, ver a las tortolitas mezcladas
con las gallinas y por la noches era la marimba del
Camey. Dile que le voy a dar un rancho cerca de la
casa, pues solo las notas bajas me llegaban claras y
así podré oír esa melodía de los sones que suenan
con el alma triste de sus ancestros.
Macario que vino escuchando todo comentó:
Luis N. Radford 267

---Gracias patrón porque aunque lo jodamos, usté no


cambia. Ay dios, si así como usté, fueran todos los
demás…Como decimos en lengua…Tiox oc tat.
Santiago al llegar a la finca ayudó a subir de
nuevo a su amigo y se despidió con la promesa de
volver pronto.
La anciana Petronila acomodó en la silla de
cuero de venado a Don florentino Contreras,
ofreciéndole un refresco de limonada mientras
esperaba a Santiago Villanueva. Para que no se
aburriera de esperar, la viejita sentada en una silla le
estuvo diciendo cuentos de la costa y entre ellos el
milagro que hizo la Virgen de Concepción por
intermedio de Pedro Julián Estoraque para que el río
no se llevara al pueblo.
Apareció el dueño de la finca las Lomas
alegrándose de la presencia de su amigo Florentino.
--- Dime cómo te atendió la ñia Petro.
---Con una limonada y un cuento fantástico, dice que
sucedió y es verdad. Paso en un pueblo de la costa
llamado Patulul. Que gran señora para atender a tus
visitas. Te felicito y a usted ni se diga ñia Petro.
Muchas gracias por el rato que me dispensó.
---Bueno, gracias por sus palabras pero mejor los
dejo para que arreglen sus asuntos. Con su
permiso.--- Y se fue a la cocina para ayudar a la
Lucia.
---Me dijeron en el Pedregal que estabas por venir
uno de estos días.
---Pues aquí me tienes; vengo un poco rápido
porque quiero ir a la capital para arreglar mi
pasaporte, conseguir unos dólares y contigo hacer
Los Enganchadores 268

cuentas del tiempo que estuvo el ganado en el


potrero de la danta.
---No es porque te quiera cobrar más, pero Lorenzo
el caporal me informó que hubo que echar el ganado
al potrero vecino, el del Nanzal, por la cantidad de
reses que llevaste.
---Gracias. ¿Y cuanto te voy a quedar a deber?--- Y
sonrió por la forma de decirlo.
---Son doscientas cabezas, por tres meses. Digamos
que son entonces novecientos quetzales. ¿Que te
parece?
---No está peor, y no hay manera de regatear
¿verdad?---Volvió a sonreír.--- Mañana saco al
ganado. Son varios los compradores que llevo.
--- El semental que me ibas a prestar, e dispuesto
que mejor lo compro. Por aquello de las
casualidades no vaya hacer que algo le pase.
---Que bueno me resultaste, ahora dispones comprar
así por que sí.---volvió a reír y continuó: ---Para ti
Santiago te lo doy casi regalado por ser mi amigo.
¿Te parece bien cuatro mil quinientos quetzales?--
No era para creer ese precio, solamente alguien
desesperado por falta de dinero lo daría.
---Lo acepto. ¿Para cuando tienes programado
irte?---preguntó Santiago
---Digo yo que la semana entrante si Dios me da
vida.
---Aquí tengo casi quince mil dólares, no se si te
alcanza con eso.
---A cómo los das. Según las noticias cambia cada
día.--- Argumentó Florentino.
---Oscila entre siete y ocho.
Luis N. Radford 269

---Estoy de acuerdo. Los compro pero será mañana


después del negocio del ganado. Entonces nos
vemos mañana por la tarde. Le tendió la mano para
estrechar la de su amigo quien le dijo:
---Búscame mañana, voy a estar en el Porvenir.
Montó en el caballo y se fue a su finca.
Recostado en su hamaca, se empujaba con el pie en
el piso para moverse, y así refrescarse un poco.
Santiago Villanueva estaba haciendo un repaso de lo
que pasaba con su amigo Guillermo. Lo encontró
dudando sobre Consuelo. El vestido. El viaje al
pueblo, el tiempo de permanencia en dicho lugar,
para que le dijera al final que cuando muriera fuera
con el Licenciado Valente a recibir instrucciones.
Llegó a la conclusión que era mejor esperar. Estaba
a punto de dormir cuando la voz de Domingo
Papaturro acercándose lo volvió a la realidad. Había
correspondencia y le entregaba el periódico. Rompió
el sobre preguntándose quien pudo escribir si nunca
llegaba esa clase de correo a menos que fuera de
Anacafé, de empresas comerciales o veterinarias.
Extendió la carta y se puso a leer. Era de Rigoberto
Pascual, el que envió como mojado al norte. Le
contaba que estaba muy bien, Trabajaba en una
fábrica de dulces y cada vez que tenía un tiempo
disponible se ponía a recordar a todos sus
compañeros, en especial a la viejita su abuela
Petronila a la que extrañaba mucho por el tiempo de
su ausencia. Le decía también que gracias a la ayuda
que le dio al principio, pudo buscar trabajo por lo
cual estaba comprometido al ser salvado de las
garras de los narcotraficantes. Al final de la carta,
puso una dirección para que le respondieran.
Los Enganchadores 270

Santiago elevó su voz llamando a la ñia Petro,


quien acudió presurosa.
--- Vea, es carta de su nieto Rigoberto Pascual.
Léala.
--- Ay Dios mío. No se leer patrón, y mis ojos están
cansados, aunque supiera, hágame el favor de leer
por mí.
--- Bueno, dice--- y Santiago le puso la entonación
requerida a cada párrafo.
--- Con los ribetes del delantal en su mano, la
anciana fue recogiendo las lágrimas de felicidad que
brotaban de su intimidad al oír el mensaje de su
nieto. Tan solo pudo decir:
--- Gracias, muchas gracias patrón.--- Y se retiró a la
cocina posiblemente para ahumar con la leña esas
lágrimas nacidas de lo profundo de su alma.
Santiago pensó que ese dinero guardado en la
cueva de los murciélagos estaba señalado por el
destino para hacer el bien. Sirvió para enviar a
Rigoberto Pascual al extranjero, salvándolo de los
narcotraficantes.
Le daría la dirección a Florentino Contreras
ahora que se iba al norte, también dinero para traer a
Rigoberto Pascual; con ello darle la mejor de las
sorpresas a su abuela.
Antonio llegó del trabajo al casco de la finca las
Lomas. Domingo recogió de las riendas al caballo
para desensillarlo y darle zacate en el pesebre.
---Mañana muy temprano vas a la cueva de los
murciélagos y traes la mitad del dinero que se quedó
en los costales--- Dijo su padre.
--- ¿Tengo que ir otra vez a la capital?
Luis N. Radford 271

---No. Es parte del dinero que le daré a don


Florentino
--- ¿Porqué es que quiere tanto a la ñia Petronila?
Santiago viendo detenidamente a su hijo respondió:
--- Hay varias razones, tiene un aire muy parecido a
tu abuela. Dos, porque después de quedar viuda y
perder a su hija a puesto todo su cariño en el nieto y
tres, mírala tú mismo, ¿no sientes o ves que derrama
su amor a los semejantes con palabras y hechos?
Ahora que se va don Florentino quiero que le traiga
de allá algo especial.
--- Si, tienes razón, que lástima que le quede poco
tiempo.
--- Mientras esté con nosotros, que ese tiempo le sea
el más feliz.

Domingo, día de descanso. Santiago muy de


madrugada se fue a la finca el Porvenir con el
propósito de permanecer al lado de Guillermo. Dio
motivo para que Macario dejara el trabajo y partiera
al pueblo a entretenerse después de mucho tiempo de
no hacerlo.
Antonio enterado por la ñia Petro que su padre
estaba en la finca el Porvenir hizo viaje a dicho lugar
guardando el dinero en la caja fuerte el que cogió de
la cueva de los murciélagos. Al no encontrar el
Los Enganchadores 272

caballo, fue a buscar las llaves del carro y partió


rápidamente.
Consuelo estaba inquieta a la espera de la María
la cocinera que fue al pueblo con el encargo de
traer una comadrona la que daría la última palabra
con relación al embarazo.
Santiago dispuso que Antonio fuera al pueblo
para traer de la tienda, comida en lata, unas boquitas
y una botella de buen ron, aguas, pan y galletas y así
pasar un buen rato. Estaba muy animado y deseaba
alegrar a su amigo. El motivo era que todo había y
estaba saliendo a las mil maravillas. Recomendó a su
hijo que al llegar por el lugar al que dieron en llamar
“Vida y Libertad”, buscara a Camey, que trajera la
marimba, que su patrón lo quiere de vuelta.
La María caminaba con la comadrona, dieron
una gran vuelta para no ser vistas por el patrón, se
metió entre los cafetales y llego a la casa por la parte
trasera dejando a la comadrona a la espera de
Consuelo.
Guillermo en la silla de ruedas en el corredor vio
a la sirvienta que pasó con disimulo, sin saludar.
Con voz recia le hizo el alto, preguntando porqué era
que no fue al pueblo como era la costumbre. Ella
cogida de sorpresa pudo tan solo decir que olvidó el
perraje.
El patrón le indicó que no olvidara también
ponerse el corte y soltó una carcajada. La María bajó
un momento la cabeza y él, despreocupado, siguió
platicando con su amigo.
Consuelo al oír que llamaron a la Maria, salió
del cuarto para ir a la cocina y tener noticias de la
Luis N. Radford 273

comadrona. La cocinera le indicó que fuera atrás de


la casa donde la estaban esperando.
Para disimular que daba un paseo alrededor de la
casa, se puso un sombrero de palma. Llegó a las
gradas del corredor y se retiró.
Santiago vio el vestido que llevaba, pudo
comprender de inmediato la situación de Consuelo.
Confirmaban las palabras de Guillermo cuando le
dijo “El tiempo se encargara de darme la razón” era
por el embarazo que empezaba a notarse.
Ella llegó al lugar donde la esperaba la
comadrona. La Maria las apuraba para que no
sospecharan los señores de la casa. El lugar no era el
apropiado para proceder al examen pero no había
otro. Se internaron entre los cafetales en busca de un
lugar seguro y fuera de la vista de alguien que por
ahí pasara. Acostada entre la hojarasca que le servía
de colchón, la comadrona procedió al examen
diciendo que el feto debía tener sus dos meses;
mandó que se vistiera de nuevo. Consuelo no creía
en el embarazo, adujo que era conveniente que le
hiciera la prueba del sapo como aconsejó la
sirvienta. La cocinera corrió a traer el bote donde
estaba guardado el batracio. La comadrona pidió a
la señora Consuelo que orinara un poco en el mismo
bote; agregando a continuación que esperara un
rato para conocer la reacción que causaría porque si
el animalito se inflaba y reventaba, se confirmaba el
embarazo. La María recordó al brujo Mateo Ishquiac
que una vez le dijo que cuando se tiene erisipela, se
soba con un sapo la parte afectada y el sapo se va
inflando hasta que revienta porque recoge la
enfermedad. Sucedió como lo dijo la comadrona.
Los Enganchadores 274

Consuelo esperaba un hijo. Rogó por el aborto, no


quería tenerlo más tiempo en el vientre. Era una
súplica entre lágrimas y promesas. La señora la vio
por un instante, movió su cabeza en señal de no
aprobar lo pedido, al dar su razón manifestó que no
era el lugar adecuado para hacerlo entre la hojarasca,
una infección era peligrosa, llegaría a producirle la
muerte. También le manifestó que eso era pecado y
sin escuchar más súplicas, dio la vuelta y se fue por
el camino al pueblo. La María ayudo a la patrona a
levantarse, rogándole que se calmara. Consuelo
lloró bastante tiempo.
Santiago la vio llegar, subir las gradas y con el
vestido floreado, caminar llevando en la espalda
prendidas unas hojas secas. La pregunta que se hizo
fue ¿adonde se iría a revolcar? De las sospechas no
quiso decir nada a Guillermo pues riendo contaba
chistes en ese momento.
Macario Espumuy regresó temprano. Saludó a
los presentes. Explicó que por el camino encontró a
la comadrona del pueblo y a la Maria.
Santiago redondeaba ahora en su imaginación, la
salida de Consuelo y la cocinera que dio una gran
vuelta para huir de las miradas. Quería decir que
Consuelo se reunió con la comadrona en algún lugar
fuera de la casa.
La llegada del Camey con su marimba cargada en
la espalda, como las mujeres que llevan a sus hijos
recién nacidos a todas partes sobre la espaldas entre
los perrajes; También ese instrumento era el hijo de
Camey. Después de colocarla en el suelo se
aproximó a la baranda y quitándose el sombrero dio
las gracias y contó a su patrón las penas que están
Luis N. Radford 275

pasando los que se fueron. La respuesta fue una


sonrisa dándole la bienvenida. Macario fue atraer un
vaso de agua por la caminada que dio el Camey.
Lorenzo Mass caporal del anexo el pedregal
montado en la yegua retinta, llegó a la finca las
Lomas halando un burro, animal que le fue
recomendado conseguir de parte de Santiago. La ñia
Petro al oír la voz de un hombre, preguntando por
don Santiago, salió, parándose detrás del barandal.
--- Buenos días ñia Petro.---Le dijo desde su
montura.
Ella lo reconoció inmediatamente contestando:
--- Mejores sean para vos Lencho.
--- Que gusto me da verla tan alentada.
---Gracias al cuido que me pone el patrón, ¿y que te
trae por acá?
--- Pues que vengo en busca de don Santiago.
---El no está ahorita, pues se fue muy temprano para
el Porvenir.
--- Entonces le sigo haciendo camino para allá.
--- Hay me les das saludos a todos los del Pedregal y
les decis que los recuerdo bastante. Pero no te
olvidés.
--- Los mandados no me los como. Ay se me cuida
bien.
Lorenzo arrendó la yegua halando al asno y
partió al Porvenir. En el camino lo alcanzó Antonio
que iba en el carro; Al llegar a la finca, dejó el carro
en la cochera y se fue a reunir con los demás que
estaban en el corredor. De las bolsas que llevaba en
las manos, Macario acomedido las recogió
preguntando que si todo lo llevaba al comedor.
Santiago ordenó que buscaran una mesita porque el
Los Enganchadores 276

almuerzo lo realizarían en el corredor por ser lugar


muy fresco.
Al rato apareció Lorenzo entrando al Porvenir.
Guillermo se apoyó en los brazos de la silla para
levantarse un poco y ver a la persona que llegaba.
Santiago le informó que se trataba del caporal del
Pedregal. Se extrañó al ver que llegaba con un asno
y no con el macho o la mula que le encargó. Al
acercarse Lencho al grupo, saludó a todos los
presentes. Se dirigió a Santiago en especial,
indicando que no había encontrado lo que
recomendó, pero el burro que traía era bueno y si no
lo quería pues que no se preocupara porque lo
tendría en el Pedregal para que lo montaran a pelo
todos los patojos. Y lo utilizaría con alguna yegua
para cargarla.
Santiago se dio vuelta en busca del amigo para
decirle:
---Bueno, aquí tienes lo que te ofrecí cuando dijiste
que deseabas volver a montar.
Guillermo no se contuvo por la emoción al ver el
regalo. Extendió las manos en espera de que
Santiago se acercara para darle un efusivo abrazo y
tartamudeando contestó:
---Es mucho lo hecho por ti, no sé, no sé como
agradecerte tantas atenciones.
---Vamos, no es para tanto. El amigo es el amigo y
ya lo sabes, en las buenas y en las malas se conoce
quien es quien. Esto lo vamos a celebrar--- Ordenó
a Macario que fuera por varios vasos. Sacara trozos
de hielo de la refrigeradora y consiguiera limones.
Don Florentino Contreras llegó a tiempo para
sumarse al festejo improvisado por Santiago.
Luis N. Radford 277

Macario estaba en un ir y venir por todo lo que le


pedían. Al llenar los vasos con ron y agua los
levantaron para brindar por la salud de don
Guillermo Calabas de Nada. Florentino preguntó que
si no tendría alguna reacción con el licor en vista de
tomar las cápsulas para el corazón.
Santiago respondió que si el médico no dijo nada
al respecto, no le prohibía tomar. Y al acercarse a la
baranda pidió al Camey que tocara la marimba
porque la fiesta comenzaba. Con los vasos en la
mano vio que su hijo sólo miraba, entonces le dijo:
---Antonio, un trago no es ninguno, dos hacen uno
pero hasta allí; te doy permiso para que brindes por
don Guillermo. Llamó a Lorenzo el caporal como
también a Anastasio el mayordomo para que se
sumaran al brindis. Y viendo al Camey, le hizo señas
para que formara parte del grupo. Con los dedos de
las manos entrecruzados sobre el estomago, tres
veces inclinó la cabeza en acción de gracias y quiso
tomarle la mano para besarla. Inmediatamente el
dueño del Porvenir la retiró diciendo:
----No Camey, solamente se dice, gracias. Eso era
antes cuando se decía, tata. Únite a todos para que
celebremos tu regreso y después te ponés a tocar.
Consuelo se extrañó que por muchos años, ésta
fuera la primera vez que varias personas se reunían
a celebrar con Guillermo como si se tratara de su
cumpleaños. Por lo que escuchaba, todos estaban
contentos; las voces que le llegaban eran claras,
alcanzó a oír cuando un señor preguntó por ella, esa
voz no la conocía y la respuesta de su marido fue
que estaba un poco enferma y descansaba. No salía
al corredor para que no se dieran cuenta de su
Los Enganchadores 278

estado. Bautizó a aquella noche, como la noche de


su venganza, pero todo fue al contrario. Cuando
buscó las pastillas ya no estaban. Guillermo las
había recogido. Ese fue el principio de todos los
enojos que vinieron con el tiempo. Consuelo meditó
un instante, bueno, antes fueron mis pastillas las que
recogió, entonces yo recogeré las cápsulas, cápsulas
a cambio de pastillas. Lo dijo con un tono de
felicidad. Fue al cuarto de Guillermo, abrió la gaveta
y saco las cápsulas y se las llevó. Ahora le tocaba a
ella cumplir con lo que tanto soñó: venganza.
Mientras tanto, en el corredor platicaban sobre
distintos temas. Recordaron a aquella mujer que le
decían la Maruja con sus peperechas cuando llegó a
instalar la posada de Goya en el pueblo donde todos
los finqueros se reunían por las noches a gozar de las
mujeres. Los ganaderos al retirarse preguntaban el
valor de lo gastado en licor y uso de la peperecha y
pagaban en efectivo. Los caficultores hacían sus
pagos en cheques y los algodoneros pedían una
servilleta de papel para dejarlo como un vale.
Guillermo estaba feliz, rodeado de la gente que
lo estimaba. Se le borró el pasado
momentáneamente.
El burro que permanecía atado al barandal movía
su cola espantando moscos y de repente con los
cascos de sus patas delanteras golpeaba la tierra.
Anastasio Chiquín al verlo, preguntó de quien
era y para que lo querían.
Santiago le informo los motivos de tenerlo en la
finca. Y ordenó a Macario que lo llevara la
caballeriza, le pusiera la vieja montura que usó don
Guillermo.
Luis N. Radford 279

Macario regresó con el asno. Y todos al verlo


soltaron una carcajada. Nunca habían visto ni
tampoco imaginado a un burro con montura con los
estribos que se arrastraban por la tierra. A los asnos
se les pone un aparejo para el transporte de carga.
De rienda traía el bozal y un lazo enrollado en la
montura.
Alguien de los presentes manifestó su deseo que
lo montara el patrón de la finca. Todos pidieron que
lo hiciera. Santiago con la ayuda de Macario bajaron
a Guillermo sentado en la silla de ruedas. Estando
cerca del burro, lo subieron. No pudo poner los pies
en los estribos por lo que fue ayudado por Anastasio
y don Florentino, mientras que Antonio sostenía al
burrito del bozal.
Consuelo por curiosidad salió a ver toda la
maniobra situándose en el corredor.
---Macario, ponéte atrás y estás listo por cualquier
cosa---ordenó Santiago y prosiguió--- Tú Antonio
encargarte de halar, Anastasio del otro lado por
favor y yo de este lado. Vamos Guillermo, aférrate
con las manos en la manzana. Vamos, despacio
pues.
El grupo de personas alrededor de Guillermo
caminaban al paso del asno, unos felicitaban al
patrón y otros le aplaudían. Mientras que el Camey
le sacaba el sentimiento triste a su marimba con los
sones
Guillermo pensó por un momento que sería
motivo de burlas al verlo sentado en un asno y se los
dijo para que lo bajaran. Santiago respondió:
Los Enganchadores 280

--- Jesucristo entró por la puerta Doria montado en


un asno, rodeado de gente que creía en él, y fue
también en un día domingo como hoy.
--- Pero sin palmas, Santiago.--- y sonrió
--- No ves los penachos de los cocoteros que se
mueven con el viento, esas son tus palmas.
--- Por favor no me comparen. El fue él y yo un
simple pecador. Bajenme, se los suplico, es que no
aguanto. Por favor…Ya…no…
Santiago se dio cuenta que las manos se soltaron
de la manzana de la montura, vio llevársela al
pecho, quejándose. Comprendió todo; casi gritando
ordenó a Macario que fuera inmediatamente por las
cápsulas. A todos los que lo rodeaban les dijo que lo
bajaran con cuidado mientras iba por la silla de
ruedas. Sentado en ella lo trasladaron al corredor.
Macario no llegaba con las cápsulas. Santiago en su
desesperación gritó con toda su alma, llamando a
Macario. Se presentó con las manos vacías diciendo
que en la mesa de noche no estaban las cápsulas. La
respuesta que obtuvo fue que siguiera buscando
hasta encontrarlas y el propio Santiago fue también a
hurgar en todo el cuarto.
Consuelo veía con toda calma la escena alrededor
de Guillermo desde el pasillo de los cuartos
interiores. Se preguntaba, y si se muere, yo que fui
prisionera de sus caprichos como un ave enjaulada,
puedo abrir la puerta y volar y volar hasta que me
canse. Ser lo que siempre soñé, dueña y señora de
todo esto que me rodea. Tener a los hombres a mis
pies, sumisos, arrastrándose, humildes, yo
soltándoles migajas de amor, sin tomar en cuanta
que alguien me recrimine lo que haga. Ser libre, ser
Luis N. Radford 281

lo que fui antes de conocer a este hombre. ¿Por qué


llegue a enamorarme? Comprendo que el amor es un
sacrificio de por vida que se hace por propia
voluntad sin sospechar lo que acarree el destino. Yo
que lo soporté por varios años tengo en mis manos
su vida. Si le hubiera echo caso al pedirme el
divorcio, no tendría lo que ahora me corresponde.
Introdujo la mano en la bolsa del vestido,
apretó con fuerza la caja de las cápsulas. Sonriendo
agregó, cápsulas contra pasillas, que curioso, las
primeras para mantener la vida y las pastillas para
negar la vida.
Santiago y Macario dejaron el cuarto después de
haberle dado vuelta a todo. Escucharon la voz de
Anastasio Chiquin cuando dijo:
--- Se murió. Ya paró de sufrir.
Guardaron silencio, se descubrieron las cabezas
los que tenían sombreros y se fueron acercando
respetuosamente para verlo por última vez.
Santiago, el íntimo amigo, el único que tuvo, se
acercó, quiso decir unas palabras aunque ya no lo
oyera, pero la garganta se le hizo un nudo
trabándosele las palabras, el corazón se le apretó por
el sentimiento que le embargaba la partida de
Guillermo.
Dispuesto a dar ordenes, mandó a su hijo al
pueblo por un ataúd. Pedir al doctor la partida de
defunción y para la mañana siguiente asentar en el
libro de la municipalidad, la defunción.
A Guillermo lo trasladaron a su cama. Macario
puso un vaso de agua debajo. El Camey se arrodilló
a los pies de la cama y en su lengua, esa lengua de
siglos de siglos dormida en la boca de su raza,
Los Enganchadores 282

renació implorante pidiendo a sus dioses por el alma


del patrón, se acercó al difunto, tomó su mano y
dijo: Vos no le quisisto patrón, pero yo si, es mi
costumbro. Y la besó.
Lorenzo regresó al Pedregal a dar la noticia para
que Miguel fuera con la carreta a recoger a la ñia
Petro y llevarla al Porvenir. Los demás vaqueros
ensillaron sus bestias y las mujeres con sus patojos
se acomodaron en la carreta para asistir al velorio y
al entierro.
Santiago y Florentino después de arreglar
cuentas sobre el ganado que estuvo en el Pedregal y
la solicitud de los quince mil dólares. Esperaban que
Antonio regresara del pueblo para entregarlos.
Santiago rogó que lo acompañara hasta después del
entierro. También le dio un sobre con la dirección
puesta por Rigoberto Pascual para que lo trajera de
regreso.
Consuelo se refugió en su cuarto dejando que
todos dispusieran sobre el entierro. Ella nació para
vivir la vida a sus anchas y eso de muertes, no era
para estar mirando. Tampoco estaría presente en el
entierro. No era de su agrado, no le gustaba, en el
fondo de sus ser, mantenía un temor a la muerte.
Después del entierro, cuando el cuerpo de Guillermo
descansara eternamente tomaría las medidas
necesarias para que supieran quien era la que
mandaba en la finca el Porvenir.
Ese día, Macario y Domingo corrieron varias
veces al pueblo comprando lo necesario para poder
atender a las visitas. Estaban entrando los vaqueros
del Pedregal, don Everardo Berreondo y Venancio
de la Cumbre con su gente que habían ido al pueblo,
Luis N. Radford 283

después la vieja carreta con las mujeres del anexo el


Pedregal y de la finca las Lomas
La noticia corrió como los vientos de noviembre.
Llegaron amigos y conocidos que tuvo en el pueblo,
el doctor que firmó el acta de defunción, miembros
de la Corporación Municipal a dar el pésame.
Santiago preguntó si era posible que el entierro se
efectuara en la finca el Porvenir. El Alcalde no
opuso obstáculo pero debía asentarse en el libro de
defunciones. El licenciado Valente al dar sus
condolencias recordó a Santiago que lo esperaba en
su oficina por la voluntad de Guillermo.
La caja mortuoria en la cual fue colocado el
cuerpo del que fuera dueño de la finca, la colocaron
en el corredor frente a las gradas de entrada y la ñia
Petro rezaba por el alma del difunto cercana a los
pies, era secundada por el coro de mujeres que
seguían las oraciones, era un murmullo de voces
como el agua del río cuando choca entre las piedras
y se va.
Los hombres con las cabezas descubiertas y los
sombreros en sus manos, guardaban silencio, como
lo pide la muerte.
Macario Espumuy se colgaba de la pita del
badajo de la vieja campana de bronce, que
permaneció olvidada y cubierta de verde, pendiente
de una de las vigas sobre el corredor. Toques dobles,
espaciados como el toque que dan en el viejo
campanario del pueblo anunciando el paso de la
muerte cuando llevan un cadáver al cementerio.
Debajo de los cocoteros grupos de patojos que no
entendían lo ocurrido, les llegaba el leve susurro de
Los Enganchadores 284

las oraciones dictadas en ese momento con el


compás espaciado de la campana.
Café, pan y licor era repartido por la María, la
Lucia y Domingo a los asistentes.
Al irse la noche y apuntar la aurora por el oriente,
los trasnochados presentes al velorio seguían
contando anécdotas y las buenas acciones del
difunto, lamentaban su partida y al recordarlo lo
hacían con cariño.
No pudo dormir o mejor dicho no la dejaron
dormir y esto le afectaba los nervios a Consuelo;
esperaría que finalizara el entierro para dar estrictas
órdenes en la finca como la nueva patrona. Sabría
no perder como sucedió con Elpidio.
Elucubraba hasta el mínimo detalle pensando la
manera de decirles a todos, el daño que le
produjeron y que por muchos años soportó con
paciencia. Pero ya la iban a oír al decirles en esta
hora de desahogo, todo lo que mantuvo guardado y
lo mucho que la hicieron sufrir y se quedó
esperándolos.
Santiago ordenó a Macario y a Domingo que
fueran con azadón, pala y piocha a la cumbre de la
Soledad, allá en la parte más alta para abrir la fosa
en la cual descansaría eternamente Guillermo.
Comprendió que el lugar era el idóneo por el día
domingo, en el cual se mató al último venado y su
amigo quedó lisiado para el resto de su vida. Desde
ahí, en la Soledad, esa cumbre donde se otea el
horizonte lleno de celajes será la antesala de su
sueño eterno junto a la puerta del cielo.
El ataúd cargado por cuatro campesinos empezó
su marcha, cuando el canto de un clarinero se
Luis N. Radford 285

escuchó sobre lo alto de un cocal apuntando su pico


al cielo y poniendo su ojo amarillo sobre esa
caravana marchando silenciosa.
Candelas encendidas en las manos de los
acompañantes del féretro iban en dos filas por el
camino que va a la cumbre allá en la Soledad. En
manos de mujeres los ramos de flores tropicales las
colocarían sobre el túmulo de tierra, para formar un
nuevo jardín. Santiago antes de llegar al gancho del
camino se santiguó, recordando el principio de la
tragedia de su amigo:
---Tierra, toma lo que es tuyo y venga con el tiempo
el fruto de la nueva vida.--- Fueron las palabras de
Santiago en el instante de lanzar la primera de las
paladas de tierra sobre el ataúd.
---Tiox oc tat--- expresó Macario Espumuy
poniendo una flor.
Así como fueron llegando, se retiraron de la finca
recordando al hombre que luchó por la vida de los
demás sin preocuparse de la suya desde su silla de
ruedas.
Consuelo sentada ahora en la silla que ocupó su
marido, se sintió feliz, era el lugar indicado para dar
órdenes. Esperó impaciente el retorno de los que la
iban a escuchar.
Santiago Villanueva acompañado de su hijo
Antonio, Macario Espumuy y Domingo Papaturro
se acercaron al casco de la finca en busca del carro
cuando escucharon la voz de Consuelo que en forma
imperiosa los llamó.
El aludido por cortesía se aproximó a ella. Lo
imitaron los demás.
Los Enganchadores 286

---Todos ustedes saben ahora quien soy. Esperé


mucho tiempo para ser la patrona de estas tierras y
hoy mando aquí como dueña de la finca el Porvenir.
No quise firmar el divorcio que me pidió Guillermo
porque al hacerlo perdía la posición que hoy
empiezo a disfrutar.
---A donde quiere llegar si ya todos lo sabemos.---
Contestó Santiago.
--- A eso voy. No quiero verte nunca más por este
lugar vos Macario Espumuy. Agarrá tus caites, tu
morral y tu machete y si tenés cacashaste ponételo
en las espalda y te me largás pronto. ¿Quien te
imaginabas o creías que era yo para soportar tus
impertinencias y ?…
--- Pero…-- quiso responderle. Ella lo cortó en
forma tajante.--- Ahorita mismo, lo ¿oiste? ahorita te
me quitás de enfrente; ahora que no está Guillermo
yo soy la que manda aquí, así pues que largáte para
siempre. Tú Antonio no esperes nunca más que te
vuelva a decir que pases adelante. Si vienes por acá,
soy capaz de echarte a la policía encima. Y contigo
Santiago, repito lo que le advertí a tu hijo, por
ningún motivo volverán a cruzarse en mi camino. Ya
no está el que te escuchaba siempre, recibiendo
consejos y poniéndolo en mi contra. Sea hoy la
última ves que los vuelva a ver. Ya se pueden largar
los tres.
Consuelo al finalizar de dar sus ordenes soltó
una carcajada. Se quedó viendo cuando se retiraban
de la finca. Esperaba que le reprocharan su
actuación, que se opusieran a lo dicho, lo cual no
sucedió.
Luis N. Radford 287

Santiago invitó a Macario para que fuera a


trabajar a las Lomas, éste contestó en su lengua:
--- Tiox oc tat.
A su hijo le hizo la pregunta sobre las palabras de
Consuelo. Antonio recordó el día que mandó a pedir
el caballo para no quedarse en la finca; ella lo invitó
a pasar a su cuarto. Por respeto a don Guillermo no
entró, por eso regresó a dormir a las Lomas.
Macario que escuchó lo dicho por Antonio
contó que Consuelo está esperando el hijo que es
del doctor que no es doctor llamado Elpidio, el que
llegó, pues los oyó esa noche cuando se juntaron.
A la mañana del día siguiente rumbo al pueblo,
Santiago Villanueva y su hijo llegaron a la oficina
del licenciado. El Notario Valente habló del
documento firmado por Guillermo, indicando que
era su última voluntad. Debía estar presente para dar
lectura al testamento en la finca el Porvenir ante la
presencia de Consuelo por ser su última voluntad.
Santiago agradeció las atenciones que le ofreció
en vida a Guillermo, preguntando si existía alguna
deuda pendiente. El licenciado manifestó que todo
quedó saldado.
El licenciado, cerró la oficina y sentados en el
carro partieron a la finca el Porvenir.
Consuelo recostada en la hamaca escuchaba con
toda atención al mayordomo de la finca dando
informes del trabajo que realizaban los hombres de
don Everardo y don Venancio. Se levantó de la
hamaca, erguida, con las manos sobre el pretil del
corredor y una mirada que podría encender un leño a
la distancia al ver que descendían del carro Santiago
y su hijo. Con la voz altanera dijo:
Los Enganchadores 288

---Intrusos, ¿no entendieron lo que les dije ayer?


Que no quería volverlos a ver, que no pusieran un
pie más en el Porvenir. Necios y abusivos que no
entienden lo que se les dice, ¿o quieren que se los
repita en lengua cakchiquel? Y viendo al Licenciado,
continuó:
---Discúlpeme señor licenciado, desde hace mucho
tiempo que no lo veía y acabo de recordar que fue
usted el que nos casó por lo civil. Le cuento que ésta
gente que mira aquí me ha hecho mucho daño, me
odian. Aconsejaron a mi marido para que se
divorciara. Solo piense en la situación en que yo
quedaría si le hubiera firmado esos papeles a
Guillermo. ¿Verdad que no es justo?
El Notario que conoció la situación, se la quedó
mirando un rato sin pronunciar palabra, deseaba
saber exactamente hasta donde podría llegar con su
imaginación.
Consuelo esperó unas palabras de parte del
licenciado Valente, pero él se mantuvo callado hasta
que ella le preguntó:
--- ¿Y cuénteme que lo trae por acá acompañando a
estos pícaros y sinvergüenzas de la finca las Lomas?
---Traigo el testamento que dejó don Guillermo.
--- Entonces pase, pero pase por favor, es para mí
mucho gusto atenderlo. Suba y acomódese a sus
anchas.
El licenciado invitó a Santiago y a su hijo para
que lo acompañaran, a lo cual se opuso Consuelo.
---No, nunca más pondrán los pies en esta propiedad
mientras sea mía. Discúlpeme, quizá lo han
engañado y no sabe con que clase de gente se está
juntando.
Luis N. Radford 289

El Notario respondió inmediatamente:


---Para la lectura de este documento, que fue la
última voluntad de su querido esposo, tienen que
estar presentes ellos.
---Si es así, que entren--- Lo dijo de muy mala gana.
---Don Santiago ¿puede usted decir donde se
encuentra el señor llamado Macario Espumuy?
---Con mucho gusto, ahora trabaja conmigo.---Y
volviéndose a su hijo le entregó las llaves del carro,
con el ruego de regresar pronto.
Consuelo se concretó a preguntar el porqué de la
presencia de Macario si no tenía pito en ese entierro.
Volvió a decir el notario que así lo dispuso don
Guillermo.
Consuelo rogó al licenciado que fuera Anastasio
Chiquin, el mayordomo, el que estuviera presente
por mantenerle confianza.
El licenciado Valente se impuso con un tono de
voz que sorprendió a Consuelo:
---Ya es suficiente señora. Hasta no finalizar la
lectura de este documento, el que manda aquí, soy
yo.
Anastasio Chiquin, estaba por retirarse por lo
tirante del momento para no interrumpir el acto,
cuando el Notario le mandó permanecer en su sitio.
Antonio y Macario entraron para sumarse al grupo.
Al encontrarse todos reunidos, el Notario Valente
abrió el sobre, y preguntó que si deseaban enterarse
desde el principio o se concretaba al mandato de
otorgamiento de la finca.
Consuelo, ansiosa por conocer lo que decía ese
documento, se adelantó muy emocionada sin
oponerse, a la espera que pronunciara su nombre y
Los Enganchadores 290

ver a todos con una sonrisa de triunfo. Los años que


pasaron para convertirse en la dueña de muchas
caballerías de tierra estaban escritos en ese papel y
serian pronunciadas por el propio Licenciado. Con
los dedos cruzados, esperaba que dijera pronto su
nombre. Se llevó la mano sobre el vientre y pensó en
su hijo el cual ahora vendría para acompañarla. Por
un momento se recriminó que al principio fuera
muy tonta por buscar el aborto por la inseguridad
que vivió ante Guillermo. Ese hijo será su compañía
y futuro finquero aunque se le arrugue el vientre y se
le caigan las tetas.
El licenciado Valente pidió la atención y
empezó a leer:
---Dejo una caballería de terreno a mi mayordomo
Anastasio Chiquin en la parte colindante del terreno
de la cumbre llamada la Soledad. Por su fidelidad y
honradez.
Consuelo, se dio por satisfecha porque la tierra
era mucha, y una caballería era como quitarle un
pelo a un sapo. Enseguida volvió a escuchar al
licenciado:
---A mi fiel guardián, Macario Espumuy que tuvo la
paciencia de acompañarme por muchos años de día y
de noche, le otorgo una caballería a la vecindad de la
tierrra de Anastasio Chiquín. Para el cumplimiento
de este mandato, nombro a mi amigo don Santiago
Villanueva para que al repartirse esas tierras
contribuya con su sabia experiencia a otorgar en
efectivo el valor de la inscripción en el registro de la
propiedad y otros gastos que causaren.
Macario Espumuy susurró entre dientes:
---Tiox oc Tat.
Luis N. Radford 291

Consuelo ahora tenia una angustia que le apretaba


el pecho, tan solo pensar que su vecino el indio
Macario iba a estar muy cerca de ella, no lo podía
creer, pero en fin, así lo dispuso Guillermo y el
condenado del Espumuy no se atrevió a decirle nada
de las relaciones que tuvo con Elpidio. Por eso lo
perdonaba. Pero… se dijo, aún falta, según su
criterio la que recibiría toda la tierra, menos dos
caballerías, era ella.
El Notario observó a todos los que le rodeaban y
con voz impostada leyó a continuación:
--- Es mi voluntad justa, que en momentos de
penurias, y cuando estaba a punto de perder lo que
tanto me costó y por lo que soñé toda mi vida, que
toda la tierra del Porvenir y todo lo que sobre ella
existe en la actualidad, sea propiedad…--- Hizo una
pausa y volvió a ver a todos los presentes.
Consuelo dejó de respirar, miraba y no veía nada,
pero sus oídos estaban llenándose con el sonido de
su nombre, que saldría de los labios del Notario
quien con un tono profundo, volvió a decir con la
mayor sonoridad:
---Toda la tierra del Porvenir sea propiedad de
Antonio Villanueva y…
Todos se acercaron para estrechar con un abrazo
al hijo de don Santiago. Ahí estaban, su padre que
nunca llegó a creer el pago que le diera a cambio de
su amistad. Macario que sonreía satisfecho y feliz
por alcanzar una parte de esa tierra que en un
principio cultivó, hasta que fue llamado por el patrón
para ayudarlo a cultivar lo más sagrado que se
tiene… La vida. Y se dijo. ¿Cuándo yo tener 64
Los Enganchadores 292

manzanas? Su emoción le hizo saltar lágrimas de


agradecimiento y sus palabras fueron: Tiox oc tat.
Anastasio Chiquin también tenía lágrimas en los
ojos, eran de felicidad y agradecimiento para el
hombre al que defendió en momentos de duda
cuando su patrón llegó a tomar posesión del
Porvenir y lo convirtió en su mayordomo. Se puso a
pensar que hacer el bien, paga dividendos
insospechados.
En el piso, abandonada por todos que se
felicitaban mutuamente, estaba tirada cuan larga era,
Consuelo, nadie se percató de la reacción que sufrió,
se había desmayado al enterarse del último mandato
del difunto Guillermo.
Macario, fiel sirviente de su patrón, fue a la
cocina a traer un vaso de agua para reanimarla. Al
recuperarse del desmayo, fue viendo a cada uno de
los que estaban presentes. No coordinaba la razón de
estar reunidos y conforme corrió el tiempo aclaró
sus pensamientos y la memoria retornó. Se levantó
apoyando sus manos en una silla y desde ese lugar
viendo al Notario exclamó:
--- Tanto usted licenciado, como todos estos juntos
me traicionaron. Me quitaron lo que tanto deseaba,
lo que me pertenecía. Pero no se quedará así,
recuerde que usted firmó el acta de matrimonio y lo
que era de Guillermo ahora me pertenece por haber
sido su esposa, recuerde también que no firmé nada
cuando se fueron al pueblo y regresó Guillermo
pidiendo el divorcio. ¿Hay algo firmado por mí que
diga lo contrario?
--- Escuche bien señora--- respondió el Notario—
Luis N. Radford 293

Cuando quedó asentada el acta del matrimonio civil


quedó claro que los bienes eran separados Y usted
firmó esa acta. Por lo tanto nada, fíjese bien, nada
podrá hacer porque las cláusulas del matrimonio lo
explican claramente según deseos del difunto.
---Esto nunca supuse que me hiciera Guillermo,
siempre me hablaba de amor, que me quería. Fueron
ustedes los que le cambiaron su modo de pensar.
---Ya basta señora---expresó el Notario--- Así como
vino por primera vez, así tendrá que salir de la finca
ahora mismo.
--- ¿Quieren echarme como un perro?
--- Usted no escuchó la parte final del testamento por
su desmayo.
Consuelo manifestó que se iba en carro. El
licenciado le negó ese deseo por que todos los bienes
que estaban sobre la tierra del Porvenir hacían un
todo en la herencia.
La mujer que odia busca la venganza. Trató de ir
al cuarto de Guillermo y tomar de la pared la
escopeta que Santiago le vendiera por un centavo.
Macario que estaba cerca de la puerta del cuarto
al que se dirigía, se le puso enfrente cortando la
entrada. Dijo que la palabra de don Guillermo se
cumple por todos. La cogió del brazo y casi
arrastrada la bajó de las gradas hasta ponerla viendo
hacia el camino.
Con palabras soeces y vulgares maltrató a todo el
mundo, y al alejarse escucharon las últimas
palabras:
---Malditos, malditos sean todos ustedes.---Sus
manos alborotaban aún más su cabello y no dejaba
de gritar.
Los Enganchadores 294

Don Everardo Berreondo y Venancio de la


Cumbre que venían del pueblo para la finca, se
tropezaron con la señora Consuelo y les llamó la
atención verla con el cabello alborotado y repitiendo
a cada instante la palabra traidores y venganza. Al
llegar al casco de la finca fueron enterados del
testamento que dejó don Guillermo Calabas de
Nada.
Un carro de modelo reciente se estacionó frente a
la casa, salió un joven alto y delgado y al acercarse
a las gradas de la casa los presentes gritaron:
--- Rigoberto Pascual.
Rigoberto contó que en el norte le fue muy bien y
por las noticias supo que acabaron con el Cártel del
sur y volvía pero para estar unos días al lado de su
abuela. Santiago dispuso invitar a todos para
celebrar los acontecimientos favorables del día en la
cantina de la ñia Margarita. Y en tres carros, el que
ahora es de Antonio, el de Santiago y el de
Rigoberto se fueron al pueblo.
Al pasar la puerta de la cantina “El Olvido”, se
encontraron en un ambiente lleno de humo, parecía
colgar del techo nubes de tafetán blanco igual al que
ponen en las iglesias. El humor de los campesinos
combinado con el del licor barato que consumían
ponía el aire pesado, el que respiraban todos. Los
recién llegados fueron a una mesa larga que estaba
junto a la pared para formar un solo grupo.
Un muchacho se acercó a ellos indicando que esa
mesa era para un baile. Les traería otras para
ponerlas cerca y juntas.
Santiago preguntó a Rigoberto si encontró el
papel, aquel que le dio Laureano el narcotraficante.
Luis N. Radford 295

Su respuesta fue que nunca lo encontró. Llamaron a


la niña Margarita para que les atendiera. Ella se
acercó diligente con un trapo en la mano a limpiar
las mesas y al ver a Santiago lo saludó con un fuerte
abrazo y felicitando a su hijo Antonio por ser el
nuevo dueño de la finca el Porvenir. Le tendió la
mano al Licenciado Valente recriminando su
ausencia a pesar de vivir cerca. Les dio la bienvenida
a los señores enganchadores de Zacapulas, y viendo
a Anastasio Chiquin y a Macario Espumuy, los
felicitó augurándoles muchos éxitos por tener ya
tierras en lo alto del Porvenir.
Santiago sorprendido por la información que
tenía preguntó si algún pajarito le contó algo, por
que las noticias volaban pronto. Ella con una sonrisa
a flor de labio dio las gracias al Licenciado por el
envío que le llegó a tiempo y finalizó anunciado que
ya verían de lo que se trataba.
Santiago preguntó el motivo de tanta gente en el
negocio y la respuesta no se hizo esperar, estaba de
vuelta el Miguelón el del anexo el Pedregal ganando
al pulso sus tragos. Señaló la esquina, donde varios
campesinos con sus sombreros puestos, rodeaban la
mesa, lugar preferido de los competidores. Rigoberto
Pascual se levantó y fue a saludar a su viejo
compañero de vaquería.
La niña Margarita dio gracias a Dios que el
negocio mejoró desde la vuelta de Miguelón.
---Me llegaron con el chisme que usted andaba
suspirando por Miguel y que se quería casar con
él.--- Dijo Santiago. Ella soltó una carcajada y
contesto:
--- Achis. Ese hombre me apachurra como tipacha.
Los Enganchadores 296

Todos los que rodeaban la mesa rieron.


Preguntó qué deseaban tomar y Santiago ordenó
una botella de ron con aguas, vasos para todos,
limones y boquitas.
Con puerta de entrada y salida a la mitad de la
pared, estaba la mesa larga. Un disco en la rocola
llenó de ritmos tropicales el salón. Varios de los
focos fueron apagados, dejando todo a media luz;
apareció una mujer que comenzó a bailar. Los
hombres vieron hacia el escenario improvisado y
guardaron silencio. Suspendieron las apuestas.
Rigoberto Pascual volvió a incorporarse al grupo,
ocupando el extremo, muy cerca de la pista de baile
improvisada.
Santiago y sus invitados apuraron el contenido de
licor. Miraban. No podía ser. Era Increíble. Todos
quedaron asombrados al reconocer inmediatamente a
Consuelo, la mujer que volvía a bailar. Era su
destino retornar al escenario. Rigoberto bajó la
vista al vaso de licor que apretaba entre sus manos.
Se sintió aturdido al verla en el momento que se iba
desprendiendo de sus ropas lentamente, demasiado
cerca de él. Lo trataba de incitar, trataba de que la
viera, que subiera los ojos a ella. Se aproximó lo
más que pudo y levantándole el mentón pronunció
muy cerca de su oًído, las mismas…aquellas
palabras….Espérame.
El comentario de Macario Espumuy fue:
---Gallima que come huevo aunque le quemen el
pico, por eso hay que hacerla caldo.
Han pasado tantos años que se tiraron como se
tiran los almanaques inservibles ahora sin santos al
pie de los números, esperando que los impresores
Luis N. Radford 297

puedan poner el día del agua, el árbol, el niño, la


madre, sin faltar el de las peperechas.
En la cumbre de la Soledad se destaca una lápida
blanca tirando a lo amarillo recubierta de musgo
donde el sol la quema y la entibia la luna y en cierta
época del año la arropa el manto de la neblina. Era
un día domingo, caminando lentamente con la mano
apoyada en la cintura, cuidando donde poner sus
pies, con el viejo sombrero de paja sobre la cabeza;
se le escapaba debajo del ala el largo cabello
encanecido; ahora su cara estaba curtida por el sol de
la Soledad, se fue acercando con parsimonia a la
lápida. Depositó unas flores amarillas, esas que se
encuentran en el monte y que las nombran, flor de
muerto. Con dificultad se arrodilló, no sin antes
quitarse los caites, el sombrero y dejar su machete a
un lado. Largo tiempo estuvo orando en su lengua.
Al final se persignó dejando las últimas palabras
sobre la lápida:
---Tiox oc tat.---
Le costó incorporarse y emprendió el regreso.
Antes de entrar a su rancho vio a dos muchachos
que por ese lugar andaban buscando pájaros con sus
hondas de hule, se acercaron a leer en la lápida el
testimonio que dice a secas:
“Aquí descansa Guillermo Calabas de Nada”
No tiene inicio de vida y tampoco principio de
muerte.
Uno de los muchachos le preguntó al otro:
---Y éste… ¿quien fue…?
No hubo respuesta pero hizo otra pregunta.
--- ¿Y aquel parado frente a su rancho?
Los Enganchadores 298

--- dicen que fue el guardián de un señor sentado en


una silla de ruedas.
Y siguieron en busca de pájaros.
El anciano, guardián de la silla y de la tumba entró
a su rancho y cerró la puerta.

FIN
Luis N. Radford 299

OBRAS DEL MISMO AUTOR:

Tinaja de cuentos. 1,000 ejemplares


Rancho de manaco 11,000 ejemplares, dos
ediciones
Las Cartas de la Meches 6,000 ejemplares tres
ediciones.
Del Crepúsculo a la Aurora 3,000 ejemplares.
El regreso de la meches 1,000 ejemplares
Realidad histórica del Palacio 800 ejemplares
Los Enganchadores 1,000 ejemplares
Los Enganchadores 300

ANTECEDENTES
En mis andares por la Patria, por esos caminos
retorcidos y zigzagueantes que desembocan en los
pueblos y siguen por las fincas, me fue dado recibir,
escuchar, ver y conocer tantas historias sobre esta
tierra, que las hice un manojo y las até con el hilo de
la imaginación para formar un ramillete de verdades,
historias tristes, otras alegres y las mezclé con la
sutil fantasía de la imaginación para dejar en sus
ojos el retrato vivo de la costa, con sus gentes
oníricas, su problemas, sentimientos y engaños a que
son sometidos, verdades que hoy ofrezco salidas
de los propios labios de quienes las contaron.
Antiguamente los verdaderos enganchadores eran
aquellas personas que buscaban en el altiplano a las
gentes y las llevaban a trabajar a la costa para
distintos quehaceres a solicitud de los dueños de las
fincas.
Hoy enganchador se llama a todo aquel que utiliza
a otras personas para distintos fines, como el caso
de los coyotes, narcotraficantes, y los que se
mencionan en el transcurso de la presente obra.
fin
Luis N. Radford 301
Los Enganchadores 302
Luis N. Radford 303

ES PROPIEDAD DE SU AUTOR.
PROHIBIDA SU REPRODUCCION TOTAL O
PARCIAL MEDIANTE CUALQUIER ARTIFICE
SIN EL CONCENTIMIENTO, PREVIO Y POR
ESCRITO DEL MISMO.

Esta primera edición consta de 1,000 ejemplares.

GUATEMALA DE LA ASUNCION
En el valle de las vacas.
Julio del 2,005
Los Enganchadores 304
Luis N. Radford 305

Agradecimientos:

A Cecilia F. Oosterven
Glendale, California.
Por la carátula del presente libro inspirada en la obra
del mismo autor: Rancho de Manaco.
Al pedir permiso para cubrir el libro respondió:
“A mi me encantó el “Rancho de Manaco”.Y por
cierto guardo esos libros como cosas y posesiones
sagradas. Por favor Luis, ni siquiera tienes que
consultarme tu disposición de poner mi humilde
trabajo de acuarela que te hice.
No me hagas sentir tan importante…”

Titulación de la carátula:
Hugo Amézquita
Diseñador Gráfico.
Los Enganchadores 306
Luis N. Radford 1

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