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Primera edición
Consta de 1000 ejemplares
en papel bond 80 gramos.
Guatemala de la Asunción
En el valle de las Vacas.
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Al escribir la obra Del Crepúsculo a la
Aurora, la convertí en un himno de amor a
la vida desde el inicio en el vientre materno,
donde el mensaje de los seres llamados
fetos desean vivir y hablan porque oyen y
entienden a las madres las que intuyen sus
problemas pero ellas no los pueden
escuchar. Es un sentimiento de acudir a la
vida y compartir el mundo exterior de las
personas queridas. Sueños convertidos en
desesperanzas donde los Ángeles buscan el
perdón de los seres por nacer.
Hoy pasado el tiempo, llega este otro libro
El difunto volvió a casa que cierra el ciclo
de la vida, del vientre a los brazos con un
grito y un llanto y de la cuna a caminar por
la vida hasta la tumba donde los seres son
despedidos con lamentos y lágrimas.
Destino final
Sea un tributo a la tierra para que el polvo
con el soplo divino vuelva a la vida.
El autor.
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1 Voy a contar varias historias de lo
que me tocó vivir en el cementerio, esa
última morada adonde van a dar los
cadáveres. Los huesos permanecen en
el lugar escogido a la espera que el
tiempo los convierta en polvo. Las
familias numerosas, al no encontrar
espacios para enterrar a sus difuntos en
los sepulcros, recurren a crear osarios,
espacios reducidos, muy pequeños
donde depositan los huesos de los
muertos o el polvo para darle entrada al
nuevo cadáver como si fuera un
inquilino más. Antes de continuar voy a
presentarme, mi nombre es Matías
Colmenares con 25 años de edad mal
vividos, muy sufridos, lo digo de esta
manera por haberlos padecido durante
muchos años. Fui un albañil chapucero
dedicado a diario a enterrar cadáveres,
oficio que encontré después de buscar
durante mucho tiempo, el trabajo que
me liberaría de un mal contraído por
culpa de una misiva.
Para que comprendan debo decir que
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llegué a ser un estudiante distinguido
cuyas calificaciones no bajaban de 99
puntos. En el colegio los compañeros
me solicitaban ayuda para comprender
mejor los deberes y resolver los
problemas.
Los maestros cuando tenían algún
compromiso social o se enfermaban
acudían a mí para que fuera el que
atendiera sus clases. Confieso que esto
me agradaba porque afianzaba los
conocimientos de las materias que
estaba cursando.
El Director del Colegio era una persona
respetada por los educandos, se sentía
muy feliz al colocar en el pecho las
medallas de oro que cada año obtuve
por las calificaciones. En las clausuras
ostenté satisfecho esas preseas de oro.
El comportamiento y las calificaciones
dieron motivo a ser el abanderado
durante todos los años de estudio y mi
madre se constituía participe de los
triunfos obtenidos, agradeciendo la
oportunidad de ser becado.
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Entonces, ¿por qué fui un albañil
sepulturero, habiendo sido uno de los
más distinguidos estudiantes, con un
futuro promisorio? Esta pregunta tiene
su razón de ser y voy a explicarla.
Al ingresar a la universidad continué
obteniendo buenas calificaciones. Mis
compañeros provenientes del mismo
Colegio, al ingresar no prestaban
atención en las clases y se dedicaron a
otras actividades que no correspondían a
lo establecido, lo que dio motivo a
perder varias veces los cursos que
debieron de repetir si deseaban
continuar estudiando. Varios de los
compañeros se vieron forzados a
abandonar la facultad, dedicándose al
comercio o ayudando a sus padres en
distintas actividades. Los pocos alumnos
que veníamos escalando los años
superiores alcanzamos a los rezagados.
De aquella cantidad de estudiantes que
ingresamos, ahora no éramos más que
15. Pero antes, desde Párvulos, primaria,
secundaria y hoy en la
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Universidad, conté con la amistad de
Juan Pedro Colindrez. Compañero
inseparable. Su madre me llegó a tener
gran estimación, compartía con ellos la
mesa a invitación que hacían los fines
de semana. Por las tardes era invitado a
ver alguna película en uno de los cines.
En otras ocasiones constituía la
invitación a dar un paseo para visitar
pueblos vecinos. Yo no podía darme
esos lujos. Éramos personas pobres, y lo
poco que ganaba servía para ayudar a mi
madre.
Advertí en Juan Pedro inconformidad en
los estudios, ahora no prestaba atención
en las clases; llegaba a casa a consultar
con más continuidad sobre las lecciones
de todos los días.
Yo le daba los apuntes o le explicaba.
Extrañé su proceder al perder varios de
los cursos que llevamos. ¿Divagada?
¿Se distraía en otros asuntos que no
fueran de la U? Pensé también que
sería por causas del amor,
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alguna mujer se apoderó de su corazón.
El amor ocupaba todo su tiempo. La
pasión del amor a cambio de libros.
Eso me dije durante mucho tiempo y no
me atrevía a preguntarle sobre lo que
estaba viviendo. Imaginé que alguna
enfermedad lo estaba distrayendo.
Después supuse que algún problema en
el hogar era la causa, por las ausencias
a clase.
Fue hasta cierto día que Juan Pedro se
sinceró conmigo, contando que varios
de sus amigos de los años superiores lo
habían convencido para formar parte de
una Asociación de estudiantes.
La lucha, decía, era velar por los
mismos estudiantes, estar a favor del
pueblo por todas sus necesidades.
Apoyar toda manifestación de los
diferentes grupos sociales que
componen el país sin condición de raza
o credo. Estar presente en cualquier
manifestación para conquistar sus
anhelos y estimularlos en la lucha.
Contó que cuando el servicio de
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camionetas pretendían subir de precio al
pasaje, ellos para controlarlo y hacerlos
entrar en razón, quemaban la mayoría
de las que estuvieran dando servicio.
Mi respuesta fue que cuando el precio
de la gasolina o diesel sube, el problema
no es culpa de los propietarios ni del
gobierno por ser siempre dependientes.
El problema está en el Medio Oriente,
la OPEP y todos aquellos países
afiliados a la producción del gas; ellos
eran los favorecidos con el consumo de
carburantes, imponiendo a su antojo y
capricho los precios al consumidor
cerrando las llaves de la producción. Le
hice la pregunta de ¿porqué no
enfocaban la lucha contra ellos? Se me
quedó viendo un rato hasta que atinó a
decir con toda la calma que la situación
estaba aquí y no allá. Era necesario
darle todo el apoyo necesario al
movimiento y si las condiciones se
presentaban favorables pasarían a
ocupar los poderes de la nación
derrocando al gobierno de turno.
Manifestó que para ello se requiere de
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valor y contar con la fuerza de todo el
estudiantado, con el apoyo total de los
sindicatos y el pueblo que requiere de
cambios, La meta es dura y llena de
grandes sacrificios, porque el adversario
no cederá ante muestro empuje de
conquista.
Yo le respondí que muchos de los
estudiantes que lucharon en épocas
pasadas con el apoyo del ejército y
ganaron batallas, derribando a los
gobiernos, los estudiantes al desempeñar
puestos públicos, se olvidaron de la raíz
de la misión, por la tentación del dinero
y todo volvió a ser lo mismo o peor.
Después de tantas explicaciones, fui
invitado a engrosar a ese grupo
ofreciendo que con mi participación y
los conocimientos que tengo, el triunfo
sería el más completo.
Respondí que era digno de estudio,
meditarlo, analizar punto por punto la
oferta, lo que llevaría un poco de tiempo
para poder tomar una decisión de tal
envergadura.
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Pasado el tiempo, una tarde, el Decano
de la Facultad sin decir mas palabras
que “venga, acompáñeme,” me llevó
ante el Rector. Después de los saludos
fui invitado a sentarme. Los nervios se
alteraron un poco por no conocer la
razón de mi presencia ante ellos. Supuse
al principio que se trataría el tema sobre
esa asociación de estudiantes que
estaban comprometiendo a toda la U.
Algo de ello pudo haber llegado a sus
oídos y me iban a recriminar ese
proceder.
Una sonrisa se dibujo en los labios del
Rector, diciendo a continuación:
-- Hemos pensado en usted al recibir la
presente invitación para asistir en
representación de esta casa de estudios a
un Congreso sobre temas de la
educación, evento que llevará varias
semanas con representantes de más de
100 países. Es un encuentro
internacional nada despreciable que
deberá aprovechar por la calidad de
personas asistentes y la flor y nata de
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los mejores colegas del mundo, sus
compañeros, con quienes entablará
amistad y podrá codearse con todos.
El país anfitrión ofrece los gastos de
transporte aéreo, da hoteles, buses con
servicio a lugares históricos.
Nosotros le daremos a usted un viático
especial para sus gastos personales.
Para la Universidad y nuestro país
constituye una invitación honorífica
que usted no despreciará y sabemos
que podrá desempeñar a cabalidad la
misión ¿Que le parece la oferta?
−Les agradezco muchísimo la invitación
al seminario, para mí es un honor poder
representar a mi querida Universidad y a
todos, en especial a ustedes, pero no
creo ser el indicado, hay personas más
capaces que conocen a fondo el tema
que se discutirá en el seminario.
−Si hemos pensado en usted, es porque
reúne todas las cualidades, además su
presencia de orador unida a los
conocimientos adquiridos lo favorecen
−¿Que podré decirles?
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− Que nuestra enseñanza empieza mal
desde la infancia. EL Gobierno no
supervisa las calificaciones de los
maestros. Muchos de ellos obtienen
títulos falsos y .educan mal a los
alumnos. A las pruebas nos remitimos.
Note el fracaso. Ingresa un promedio de
1,500 aspirantes y para el siguiente
semestre no quedan más allá de 500 que
van disminuyendo al paso de los años.
−Pero tengo que expresar las causas con
argumentos sólidos e irrebatibles.
−La verdad, expuesta llanamente, con
toda la fe, convence amigo Colmenares
y usted tiene ese don que muy pocos
han adquirido. La palabra unida a su voz
tiene el don del convencimiento. Culpe
a los que se inscriben a perder el tiempo
y que se incrustan en las aulas de la
universidad para invitar a sus colegas a
formar grupos disociadores. Esos falsos
estudiantes, provocadores, no son
estudiantes ni son políticos.
−Dispense señor Rector---empezó por
decirle el Decano y continuó:
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−Políticos, sí son. Vea los movimientos
que hacen y vea también como los
detienen. Lo hacen a costillas del erario
nacional .Los gobiernos los callan con el
dinero del pueblo.
−Tiene razón, Pero volviendo al tema,
estudiantes como usted queremos aquí.
No lo piense tanto. Ayúdenos; desde ya
le deseo un feliz viaje, exponga nuestro
sistema de enseñanza y aprovechemos
lo bueno que los demás expresen para
mejorar la calidad de los estudios. El
señor Decano le dará otras indicaciones
y motivos al respecto. Pase a la caja a
recibir los viáticos, tenga los boletos de
avión y en el aeropuerto del país
invitante lo recogerán para llevarlo al
hotel.
Emocionado estuve esperando la fecha
de partir. Las recomendaciones que me
diera el Decano eran de utilidad en el
desempeño de la misión dentro del
seminario. Pero, he aquí el pero, cuando
estaba de viaje al país anfitrión. Pensé
en mi amigo Juan Pedro que
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había dejado de estudiar para
convertirse en uno más de los
participantes de las revueltas en nombre
de la universidad.
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enorme lista de capturados lo que me
hizo buscar detenidamente y al no
encontrar en el listado a mi querido e
inseparable compañero Juan Pedro.
Me dije que era necesario escribirle
una larga carta, donde le indicaba que
no era conveniente proseguir esa
lucha, por los actos trágicos y
violentos que se realizan siendo los
resultados desfavorables como se
comprueba. Convencido me senté a
llenar las cuartillas de la carta donde
también le sugerí que se cuidara de los
delatores, porque más de algún Judas
de sus compañeros podría serlo.
Mantenía la convicción del resultado
de la misiva porque generalmente se
reconoce el valor de las cartas en la
vida afectiva, su poder para levantar o
deprimir el ánimo, ya que la carta que
estaba enviando, era el mejor consejo
que podía darle. Le sugería que mejor
continuara con los estudios hasta
culminar la carrera y después que
hiciera lo más conveniente. Volví a
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leerla de nuevo y me sentí satisfecho
con lo escrito, Pregunté la dirección
de la oficina de correos para enviarla
lo más pronto posible.
Me sentí contento de cumplir con ese
consejo que di, pues siendo un amigo
inseparable de años, lo agradecería.
Consideré el mensaje como lo más
acertado, oportuno y conveniente en
esos momentos. Los libros forman la
cultura de las personas y abren la
puerta para avanzar por la vía ancha de
la vida derrochando el saber. Todo
esto y muchas cosas más le escribí
para tratar de convencerlo y que
abandonara la misión que se había
impuesto.
Me tocó la suerte de ser el finalista de
los expositores sobre el tema de la
educación. Los aplausos llenaron el
ambiente durante largo tiempo.
Felicitaciones y estrechones de manos
aquí y por allá se sucedieron
continuamente.
Finalizado el evento, hice maletas, fui
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al aeropuerto, dispuesto para el
regreso. Los amigos estaban ansiosos
esperando la llegada. En la mente y en
unos papeles dentro de la maleta,
guardaba todos los apuntes de las
intervenciones de los expositores más
sobresalientes para irlas ordenando
para hacer el informe que tendría que
dar al Rector y al Decano.
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La madre de Juan Pedro acudió a casa
para preguntar si tenía noticias de su
hijo. Comentó que nunca faltó a casa,
Ahora le causaba mucha extrañeza la
ausencia de su ser más querido.
Varias veces me rogó que por favor la
ayudara a encontrarlo y tener noticias.
Estaba muy angustiada. Le prometí
dar con él. Ella partió dándome las
gracias y cogiendo mis manos con
efusión quiso besarlas, lo que no
permití, a cambio la estreché con un
abrazo fuerte. Comprendí el gran
amor de una madre por su hijo; lo
decían esos ojos anegados en
lágrimas y las palabras quebradas
borbotando de su garganta. .
Dos días después, cuando estaba por
ingresar a la Universidad para rendir
el informe al Rector y al Decano sobre
los resultados del evento, sin darme
cuenta dos personas se acercaron y
tomándome de los brazos con todas
sus fuerzas y sin decir una palabra me
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introdujeron a un carro blanco
polarizado, cubrieron mis ojos y cara
con una capucha para no ver. En la
boca metieron un pañuelo sucio y
sobre los labios colocaron un
esparadrapo
Fui lanzado de un empujón fuerte al
piso del automóvil para evitar que
levantara la cabeza y no crear
sospechas. Mi cuerpo estando en esa
posición sintió la pesadez de un par de
botas presionando la espalda, de esta
manera no permitían esos hombres que
pudiera moverme. Escuché ruido de
carros que pasaban cerca. Una
ambulancia estuvo por unos segundos
solicitando paso con la sirena. Los
gorgoritos de los policías los escuche
durante todo el trayecto que sentí
interminable.
Creí al principio que se trataba de un
secuestro por la forma que me
condujeron esos hombres.
Después de recorrer muchas calles
dando vueltas y más vueltas, supuse
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que lo hicieron para que perdiera la
orientación y desconociera el lugar
donde iría a parar. Se detuvieron. Me
pregunté mentalmente que era lo que
esperaban de mí. Qué ventaja podrían
obtener con este acto si yo no era una
persona de recursos, y menos mi
madre, vivíamos como se dice al día.
Pensé por un momento también que
esos hombres que me capturaron,
posiblemente se equivocaron de
persona. ¡Que chasco iban a tener al
darse cuenta de ese error que
cometieron! Imagino la reprimenda
que les darían los jefes al conocer el
resultado de la captura y por con
siguiente me dejarían en libertad. Esto
que hicieron conmigo era una perdida
de tiempo y dinero. Pero era una
experiencia desastrosa que se quedaría
como un tatuaje invisible en mi vida.
Sin querer volví de nuevo a pensar en
Juan Pedro, posiblemente le tocó pasar
por la misma situación que yo estaba
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viviendo en este momento; todo por
culpa de los desgraciados captores que
me llevaron acurrucado entre los dos
sillones del automóvil.
Después de un largo viaje por las
calles y avenidas, detuvieron el carro.
Había perdido la noción del tiempo y
la orientación.
Obligado a levantarme fui sacado del
vehiculo cogiéndome de los codos e
introducido a una habitación.
Uno de los secuestradores, de un tirón
arrancó la capucha que me pusieron.
Pude verlos, pero estaban sus caras
cubiertas con pasamontañas donde
solamente se les miraban los ojos.
Me encontré en un cuartucho con
paredes de adobe sin repello, con techo
de lámina picada y un piso de torta de
cemento reventado. Me pregunté si en
este mismo lugar estuvo mi amigo
Juan Pedro o fue en otro lugar.
En un rincón estaba una cama de metal
oxidado, sobre ella un colchón
hediondo asomando cantidad de puntas
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de paja. En el centro del cuartucho, un
mesa con dos sillas de madera.
Uno de esos hombres marcó en el
celular varios números.
Al rato le oí decir que la misión estaba
cumplida, que ya habían llegado al
lugar con la persona indicada y
esperaban instrucciones. Quitaron el
esparadrapo de la boca sacando a
continuación el pañuelo lleno de saliva
que tiraron a un rincón.
Fue cuando pude respirar con mayor
comodidad pero en forma repulsiva y
con deseos de vomitar. Estaba entre un
ambiente pesado con aires fétidos a.
orines y excremento humano, el lugar
era, nauseabundo, insoportable. Me
dije, cuantos más habrán pasado por
acá y volvió el recuerdo de Juan
Pedro; preguntándome si acaso estuvo
en éste mismo lugar. Pero sus captores
nunca se comunicaron exigiendo el
rescate. .
La puerta se abrió para dar paso a un
tercer personaje. Fue saludado por los
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captores inmediatamente llevando las
manos a la sien en posición de firmes.
Esto dio pie a pensar que eran militares
y el hombre que entró era el jefe de
ellos.
Ese hombre me estudió de pies a
cabeza durante un momento. Acto
seguido corrió una de las sillas en la
cual se sentó. Acomodado, ordenó que
yo ocupara la otra silla que estaba
frente a él. Era una persona mandona en
gestos y prepotente por la forma de
expresarse. Dio un vistazo a su
alrededor manifestando.
−Esto apesta o no sienten ustedes ésta
porquería En cuanto me vaya. Traigan
cubetas de agua para que el detenido
limpie todo.
A continuación puso un pañuelo en su
nariz, para respirar mejor.
Colocó un maletín sobre la mesa, al
Abrirlo extrajo unas hojas de papel en
blanco. Esto dio pie a pensar que
comenzaría el interrogatorio, y así fue.
− ¿Su nombre?—Preguntó.
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−Matías Colmenares.
− ¿Edad?
− 25 años.
− ¿Lugar de nacimiento?
−Aquí en la capital.
− ¿Quienes son sus padres?
Entonces saqué la cédula de vecindad y
la di. Escuché decir entre sus dientes.
─Esto es mejor.−Se dio a la tarea de
copiar los datos que estaban apuntados
en la cédula. Concluida esa fase, volvió
a las preguntas.
− ¿Tiene parientes?
−No.−respondí.
− ¿Entonces su madre que es?
−Bueno, si.
− ¿Por el apellido, es madre soltera?
−Si.
− ¿Cual es su oficio?
Digo que la pregunta me molestó.
Guarde silencio
−Aquí dice en la cédula que usted es
estudiante.
−Si.
− ¿Que año lleva?
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−Estoy en el último semestre.
−Trabaja?
−Si.
− ¿En donde?
−En el bufete de un abogado
− ¿Y quien es ese abogado?
−Don Alejandro Matute.
− ¿Cuanto gana?
Confieso que esa pregunta me revolvió
el estomago y respondí:
−Nadie debe enterarse de la cantidad de
frijoles que uno come, o son ¿ustedes
los que los darán?
−Aja! ¿Con que se pone respondón?
Recuerde que ahora no es nadie, y el
que manda aquí soy yo.
No le contesté porque ante el momento
que vivía en ese instante, él tenía toda
la razón por el arma guardada en su
cartuchera.
Con su mirada altanera continuó
peguntando:
−A cual de las dos maras pertenece.
−a ninguna.
Volviéndose al policía custodio le
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Preguntó:
− ¿Y vos ya lo registraste?
−No jefe.
− ¡Si serás! Que tal si está armado.
Inmediatamente aquel policía se lanzó
sobre mi persona y comenzó a registrar
por todo el cuerpo buscando armas,
como si yo fuera un personaje de
película.
Con voz potente el jefe reclamó al
policía:
−Desnudo lo quiero ver.
Pronto estuve ante el jefe tal como mi
madre me trajo al mundo.
−Dese la vuelta. −le escuché decir en
forma lacónica.
Y cumplí sus deseos.
−Jefe, mírelo, está limpio. No tiene
Tatuajes.
−En la cedula dice zona 18, creí que era
de esa mara. Ahora vístase y responda.
−Oiga Jefe, ¿Le damos aguas? *
−No vez que primero se le debe
interrogar hasta que suelte la lengua.
Dirigiéndose a mí continuó:
*matamos
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− ¿Cuantos son sus compañeros?
−Somos 15.
−Extrajo de su portafolio una foto y la
puso ante mi vista.
−¿Sabe quienes son?
−Somos los 15 estudiantes que le dije.
Volvió a meter su mano en el portafolio
y mostró un listado de personas.
− ¿Reconoce usted a los que están en
esta lista?
Eran muchos los estudiantes. Fue la
misma lista que leí en el periódico
cuando se produjo la redada. Observé
el papel un momento, lo suficiente para
pensar la respuesta que iba a dar.
Había un calor insoportable debido a lo
bajo del techo de lámina. Ahora se
levantaban del suelo, más olores
penetrantes, fétidos y nauseabundos,
eran tan fuertes debido a la hora, que se
hacía imposible la permanencia en
dicho lugar. Las personas sudaban a
torrentes, lo cual me dio sed. Pregunté
si podían darme un poco de agua.
El jefe se me quedo viendo un
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momento y dijo que esa clase de aguas
me la darían después.
Al devolverle la hoja preguntó sobre el
resultado. La respuesta que di fue
negativa. No conocía a nadie de los que
aparecían en esa lista. La persona que
me interrogaba, al extraer algo del saco,
vi. cuando cayó una tarjeta sobre la
mesa, Identificaba a un Policía.
Entonces estuve equivocado, no era
militar el que imaginé al principio. El
que me estaba interrogando era de la
Secreta. Alargó la mano para recoger la
identificación; de inmediato guardó los
papeles en el maletín diciendo que
continuaría al día siguiente. Se levanto,
vio de nuevo el rincón y repitió:
─Mañana cuando vuelva, repito, quiero
ver limpio este chiquero.*
Pero yo, ¿por qué tenia que parar en ese
lugar? Hasta que me fui dando cuenta
que estaba detenido por sospechas de
participar en esa fracasada conspiración
estudiantil. ¿Que tenía que ver todo eso
que estaba pasando con la amistad
*Cochiquera, lugar donde se guardan los cerdos
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mantenida con Juan Pedro?
Torturas mentales para que confesara la
relación que guardaba con mi amigo y
compañero de estudios fueron hechas.
Yo no sabía nada. Repetí y repetí
cientos de veces lo mismo.
Con esas preguntas sobre Juan Pedro
empecé a sospechar que yo estaba en el
mismo lugar donde estuvo él.
Parece que tanto ellos como yo,
estábamos cansados con las preguntas
que hacían y las respuestas que les
daba.
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su portafolio un sobre y luego el
papel, lo puso ante los ojos para que
reconociera la letra y la firma. No pude
negar que esa carta yo la había enviado
hacía tiempo desde el país donde
estuve participando en el seminario.
Mis sospechas estaban confirmando lo
que pasaba Comprendí que la misiva
fue interceptada por la Policía Secreta
dando motivo para capturar a Juan
Pedro.
Fui preguntado porqué la había escrito.
Lo cual me produjo alivio; contesté
que volviera a leer la carta de nuevo
desde la fecha y el lugar donde la envié,
con relación al día en que se produjo el
movimiento estudiantil y que se diera
cuenta del motivo que en ella iba a
encontrar para entender las razones que
tuve al escribirla. Después de leer
varias veces el contenido, el jefe de los
detectives clavó sus ojos sobre mi
maltrecha humanidad. Nada, pero nada
comprendió según advertí.
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Expliqué y repetí varias veces que el
mensaje que tenía en la mano era un
consejo que le daba al amigo.
−Entonces confirma que su amigo está
involucrado por lo que aquí dice.
−Es un consejo que le di, sin saber si
estaba o no participando en esa
asociación.
−Diga, quienes más .
Los desconozco. Permanecí fuera del
país por mucho tiempo.
Siempre esperaba de mí que delatara a
otros compañeros. Esto no sucedería
jamás por no estar involucrado en dicha
agrupación,. No seria el Judas delator.
Se levantó del asiento y guardando la
carta en el portafolio, se retiró del lugar
donde me tenían confinado, diciendo
que volvería hasta arrancarme la verdad
por las buenas o malas. Que esa carta
confirmaba que Juan Pedro era un
subversivo.
Me preguntaba cada día sobre el lugar o
paradero de mi amigo. ¿Que estarían
haciendo con él? ¿Donde lo tenían?
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Posiblemente nos iban a carear, esto
que pensé corrió por mi mente como
un río crecido que arrastra lo que
encuentra a su paso.
El Policía convertido en custodia día y
noche se acercaba a mí para hablar de
sus problemas, del sueldo que
devengaba que no le alcanzaba para
nada. Un hijo era lustrador, su hija
ayudaba a su mama lavando ropa para
ganar más. La vida les resultaba difícil,
las medicinas muy caras, antes un pan
los llenaba, ahora compraban tres
panitos que los dientes picados les
servían de relleno. y la barriga nunca
se les llenaba. Todos los alimentos
habían subido de precio y estaban por
subir más. El único trabajo que
encontró desde que se vino de su
pueblo fue el de ser policía.
Lo escuché durante varios días
contando los padecimientos que tenia
en la capital.
¿Porque me contaba todo esto?
¿Sería esa una manera para que yo
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confesara y comprometiera a personas
no conocidas o a Juan Pedro?
.Me dije al principio que era una trampa
que tendían para que delatara a otros
estudiantes o comprometiera al amigo.
Suspicacia, era la palabra de ese acto.
Pero pasado el tiempo indicó que por
unos cuantos billetes el iba a decir el
lugar donde me encontraba recluido.
Pregunté su nombre por aquello de las
dudas, contesto llamarse Felipe Culajay
Tuyuc Lo pensé varias veces antes de
decidirme, hasta que un día para saber
si lo que dijo era cierto, lo invité a
quitarse el pasa montaña de la cara para
conocerlo. No lo pensó dos veces, y se
lo quitó diciendo:
─Mirame pues, ahora ya me conoces.
Entonces lo que estaba diciendo era
verdad. Imaginé por un momento
aquella mesa donde lo que comían era
aire y tragaban sueños. Esa acción de
Felipe de quitarse el pasa montañas me
convenció. Acepte la oferta rogándole
que acudiera con el Rector o el decano
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de la facultad para darles toda la
información. No mencioné a mi madre
por no hacerla sufrir y por no tener
dinero para pagar la delación.
El otro policía mal encarado, me trataba
de diferente manera. Fue el que le dijo
a su jefe que si me daba aguas. En
verdad que tenía cara de matón. Lo
califiqué como un desalmado, que la
vida para él no valía ni un pepino.
Ambos policías se alternaban los
turnos, lo que consistía para mí un día
bueno y al siguiente, el malo. .
Sin embargo persistía esa duda con
Felipe Culajay Tuyuc ¿Iría a denunciar
el lugar donde estaba o era motivo para
agenciarse de dinero engañándonos a
todos?
Esto que estaba pasando me produjo un
leve dolor de cabeza. Y analicé que
todo acto tiene un resultado bueno o
malo. Para mi era el inicio de la
depresión producto del estrés. Le
expliqué al otro guardia de turno el
malestar que sufría.
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Esa respuesta no la podré olvidar:
─Aguantese cabroncito que por su
culpa no hemos podido descansar.
Efectuado el cambio de guardia el
policía, que me habló de ayudarme
ahora se comportaba como una persona
desconocida. Ya no hablaba nada.
Permanecía ajeno al diálogo que
tuvimos. Su proceder estaba muy
distante de lo que tuve días antes
cuando le informé sobre la visita al
Rector. Su comportamiento hizo que
me volviera con mis soliloquios.
Culpa mía era todo por haber creído en
la sinceridad de Felipe, era un policía
mafioso y oportunista. Quería echarle
en cara su proceder pero permanecía
en el exterior, junto a la puerta por el
motivo de esos olores nauseabundos
que se respiraban en el interior.
Pasó el tiempo. Las sospechas se
estaban confirmando, el policía cobró
el dinero engañando a todos. Perdí la
esperanza del rescate y por
consecuencia, salir de esa pocilga.
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Ese policía de Felipe, entreabrió la
puerta muy de madrugada para decirme
que todo había quedado arreglado
Sería sustituido en la guardia por su
compañero. Que no platicaba para
evitar sospechas. y se anticipaba a
despedirse.
No quise pensar sobre el rescate;
sentido como estaba, qué podía esperar
si el tiempo se prolongó desde que me
trajeron a este lugar.
Descansaba recostado sobre el colchón
con el brazo debajo de la cabeza,
viendo los rayos de luz colándose por
los agujeros de las láminas cuando
escuche voces de personas frente a la
puerta, la que se abrió de golpe.
Instintivamente me lance de la cama
para refugiarme en uno de los rincones
de ese cuartucho, imaginando que con
lujo de fuerza sería conducido a Dios
sabe donde, o serían los últimos
minutos de mi existencia. Por mi mente
se cruzó velozmente una plegaria
invocando a Dios.
36
Varios hombres se acercaron a mí. Uno
de ellos dijo emocionado.
−Es él, Matías Colmenares.
Al oír mi nombre, me levanté.
−Señor Juez, el Habeas Corpus se ha
cumplido, recurso legal por el cual
procede su libertad.
−No, aún no. Será consignado a una
cárcel mientras se resuelve la situación.
Dirigiéndose al Secretario le
ordenó─Anote todos los datos en el
acta, lugar donde se encontró, las
personas custodias, el tiempo de
permanencia, bueno, como secretario
sabe su oficio.
El abogado defensor era el Decano de
la facultad de ciencias jurídicas y
sociales de la Universidad, quien me
contó que por encomienda del Rector
estaba procediendo en el presente caso.
Felipe el policía contribuyó con la
denuncia para que saliera de ese
escondite donde estuve secuestrado.
Entonces dije que muchas veces se
piensa mal de las personas. Que mí
39
cerebro es una masa llena de supuestas
creencias, donde la realidad se va por
caminos equivocados y ante todo
suponer lo que no puede ser.
El juicio se prolongó unos días más,
lográndose demostrar que la carta
comprometedora que obró en el juicio
formó parte del expediente como una
sugerencia.
40
pruebas. Darle las gracias por el favor
de devolverle la libertad. El tribunal
debiera poner en campo pagado
“absuelto de culpa por falta de pruebas”
y resarcir o indemnizar al acusado por
todos los daños que se le hubieren
causado. También pensé que esto debe
ser pagado por las oficinas de derechos
humanos que más preocupación tienen
por mantener bien a los asesinos y
ladrones a los que les dan seguridad y
bienestar dentro de las cárceles ya que
los muertos, muertos están y no
requieren ayuda.
Enterada la madre de mi amigo Juan
Pedro, compañero de estudios, de mi
libertad, acudió a casa para obtener
noticias de su hijo.
Lo único que pude decirle fue que
estaba detenido, pero no sabía el lugar.
Soltó un llanto desgarrador que
conmovió todo mi ser, tenía el rostro
marchito por los días de ausencia de su
hijo querido. Las lágrimas corrieron por
sus mejillas.
41
Se me quedó viendo angustiada y en
forma suplicante; unía sus manos
solicitando ayuda.
Ese rostro de la madre desconsolada
me afectó de tal manera que no pude
olvidarla durante mucho tiempo, si es
que el tiempo todo lo puede olvidar.
Sus palabras estaban continuamente
repitiéndose en los oídos, perturbando
mi existencia. Era perseguido por el
sonido de su voz.
Los dolores de cabeza retoñaron de
pronto. Me dije que eso era migraña,
una jaqueca que no podía curar con
ninguna pastilla por ser dolor de
cabeza, además se complicó con
temblores insistentes por todo el cuerpo
como si fuera paludismo. El calor se
apoderaba de la frente tan solo recordar
la carta que constituyó la imprudencia
de haberla escrito. Pero en el principio
creí que era un bien para el amigo.
Enterados los compañeros, de esa
misiva, dio motivo para apartarse de mi
camino. Huían de mi presencia como
42
si fuera un paria o apestado, se
retiraban como si ellos fueran a
contraer lepra u otra de esas
enfermedades contagiosas.
Al tenderles la mano a los amigos para
saludarlos y estrechar las suyas, las
mías quedaban flotando en el vacío.
Todos los compañeros me dieron la
espalda. Me sentí solo, invadido por ese
estado de culpabilidad el cual no podía
quitarme de la cabeza ni un minuto.
Obsesión que no pude arrancar de la
mente por permanecer crucificado por
el desprecio manifestado
Conforme fueron pasando los días, se
fue complicando mi existencia al colmo
de llegar a la desesperación.
Diferentes clases de pastillas para
aliviar el dolor de cabeza, no dieron el
efecto deseado. Los remedios caseros
tampoco.
Cuando leí por la prensa que habían
encontrado un cadáver no identificado
en la cuneta de un camino de tierra a 17
Kilómetros, en la ruta a San Pedro
43
Ayampuc, La curiosidad y el deseo de
quitarme de encima la duda, dispuse
asistir al anfiteatro para enterarme
sobre quien yacía en la loza para la
necroscopia. Al verlo no pude resistir
la impresión que me dio, porque sus
ojos abiertos mantenían los rayos de luz
de las lámparas colgadas del techo. Lo
reconocí a pesar de lo desfigurado que
estaba Ahí tendido, con la vista puesta
al techo del anfiteatro, sus pupilas
parecían cobrar vida en la morgue.
Me coloqué a su lado, entonces su
mirada me persiguió insistentemente,
volví a cambiar de posición y esos ojos
me buscaban, era una persecución
constante por donde me moviera,
El corazón lo sentí como un puño
apretado entre la mano. Entró en mí una
sensación de angustia al verlo tendido.
por la posición en que se encontraba
supuse que algo quería decirme, no con
el poder de sus palabras sino por
medio de los ojos. ¿Me estaría
recriminando lo de la carta? No, no era
44
posible, pues nunca llegó a sus manos.
¿Entonces porqué no me soltaba su
mirada? Dispuse cerrarle los ojos
bajando los parpados como parte de la
ceremonia funeraria; era el punto en el
cual ya no se discute el retorno a la vida
y salí impresionado de ese lugar. La
muerte es una realidad eterna. No pude
asistir al velorio ni acompañarlo al
Campo Santo, por no ver sufrir a la
madre que me culparía por ese acto que
no cometí pero me lo achacaban los
compañeros. Acudí al cementerio al
siguiente día para depositar sobre su
tumba unas flores.
Allí estaba la madre cubierta con traje
de luto, no se apartó de la tumba.
Lloraba como si las lágrimas saltaran
de una fuente.
Me aproximé lo que pude para dale el
pésame, ella entre sollozos musitó.
−Mi hijo, mi querido hijo ya no está
más. No se imagina el aprecio que le
mantuvo a usted y yo también.
−Comprendo su pesar y me duele
45
también lo sucedido.
− ¿Porque escribió esa carta?
−Para que él continuara sus estudios y
no perdiera el tiempo.
−Nunca supe ni me contó los
movimientos en que estuvo ocupado y
véalo ahora dormido para siempre.
No encontré palabras que le sirvieran
de bálsamo para aliviar ese dolor que
deja al perder un hijo.
La estreché con un fuerte abrazo y entre
sollozos le entendí que él fue lo único
que tuvo en vida
Coloqué el ramo de flores sobre la
tumba del amigo y me despedí de ella
que ahora caminaba por la vía
dolorosa de la soledad.
Culpable, y repetía varias veces
culpable, por la tragedia de esa madre
ahora solitaria. Me retiré dejando el
recuerdo de una vida enterrada en el
cementerio.
El dolor de cabeza se agudizó; no
encontré nada capaz de suprimirlo.
Llevaba las dos manos a la sien para
46
apretarla y tratar de exprimir el
maldito dolor que mantuve por la
depresión constante, como se exprime
una naranja para sacarle el jugo.
No podía dormir, pero cuando era
posible por el cansancio, saltaban
horrendas pesadillas lanzándome a la
cara la madre de Juan Pedro la culpa
de su muerte. Le oía decir o mejor
dicho gritar que esa amistad que le
había dado fue una farsa.
Era imposible seguir con la carga de
responsabilidad que pesaba sobre los
hombros como cientos de quintales de
plomo. Todo el mundo despreciaba esa
actuación, entonces la conciencia, mi
conciencia abrumada de recuerdos no
permitió proseguir los estudios y me
retiré de la Universidad sin despedirme
del Rector y el Decano porque al abrir
un libro, en las páginas no estaban las
letras del texto que buscaba, en cambio
saltaban y venían en su lugar, primero
el rostro con mirada de reproche del
amigo Juan Pedro y con toda la
47
claridad podía leer su nombre al pie de
página.
Al dar vuelta a la siguiente página era
cuando surgía el rostro de la madre
anegada en lágrimas, viéndome con
desprecio.
Esto sucedía al darle vueltas y más
vueltas a todas las hojas de los libros.
Esas visiones continuaron durante
mucho tiempo, motivo por el cual
abandoné los estudios. Maldije los
libros. Llegué al extremo de odiarlos.
No era posible el castigo recibido por
la imprudencia cometida al haber
escrito con destino a la muerte a una
persona querida.
En los momentos lúcidos, creí haber
adquirido la enfermedad Alzheimer
que hace perder la memoria, con
trastornos de locución, visuales y
auditivos. Esta enfermedad se da con el
avance de los años en las personas
adultas o aquellas que se mantienen en
contacto con el aluminio. La solución
para resolver ese daño y hundirme en la
48
inconciencia. Era la de ampararme en el
licor. Debía ahogar la acusación que me
imputaban a cada instante. El refugio
estuvo en el aguardiente, olvidar todo y
si era posible hasta de mi nombre.
¿Seria el licor el que ahogaría en
definitiva esas visiones tan crueles que
aparecían por las noches, acusándome?
Mantenía la duda de inclinarme a la
bebida pero sin llegar al vicio o tener
la voluntad de rechazarlo a su debido
tiempo. Comprendo que el licor embota
los sentidos, haciendo desaparecer la
noción del tiempo pero cuando la
sangre saturada de licor quema las
entrañas, crea nuevas enfermedades,
sumadas a las que ya se tienen. Mucho
tiempo estuve con este vicio sin
encontrar la cura deseada. No hubo
solución para diluir esas imágenes
torturantes que acosaban mi existencia.
Debía permanecer ebrio para borrarlas
y salir del infierno que consumía todo
mi ser continuamente. Entonces fui en
busca de varios consultorios de.
49
Psicólogos y neurólogos, los estuve
visitando durante varios meses para
encontrar la cura que resolviera el daño
causado en la mente. Les conté que veía
fantasmas que constantemente me
perseguían, que mi amigo Juan Pedro
estaba muerto pero la madre vivía. No
concebía que ese sueño o pesadilla al
tener por las noches o abriendo los
libros fuera real. Al consultar la razón
de ser entre los dos, un muerto y otro
vivo, dijeron que era una fobia. Lo
único que aprendí de ellos fue la
palabra paranoia y yo un paranoico
incurable, delirio atosigante que
arrastraría a donde fuera. Otro, un
neurólogo dijo que padecía de
Neurosis, producto de un conflicto
psíquico. Se refería a un trastorno
mental por ansiedad, por angustia
obsesiva. Yo era un hipocondríaco,
consecuencia de la aflicción motivada
por el sistema nervioso a causa de la
tristeza, la melancolía, obsesión
habitual y preocupación angustiosa.
50
Aún recuerdo quien fue el que dijo que
el pasado no puede ni debe morir, es
historia repetida como el que padezco y
da insomnio. Me dijeron que el
equilibrio personal no andaba nada
bien. O sea un desequilibrado mental.
Para salir de ese poso profundo que
mantenía dentro de mí, se requería de
múltiples sesiones por ser un enfermo
con padecimiento de incidencia
creciente. Alguien más agregó que la
imaginación es peligrosa si no se
controla a su debido tiempo, pudiendo
llegar a la locura. Y otro de los
consultados señaló que dicha
perturbación requería del tratamiento
por hipnosis, para volver a encontrar la
personalidad..La culpa de todo radicaba
en el choque emocional que afectó el
sistema nervioso. Nervios y más
nervios, todo era lo mismo para ellos,
hablaron de depresión nerviosa, de
Stress, mentalidad posesiva y tantas
otras cosas más. Acudí a los brujos de
Samayac y Cuyotenango para que
hicieran un entierro con candelas de
51
cera de diversos colores en el patio.
Los shamanes con sus hojas, raíces, y
oraciones rodeándome con el humo del
pon* no resolvieron el mal.
Recomendaron a mi madre que buscara
a doña Londy una mujer especializada
en la quiromancia, que sabe leer a la
perfección las líneas de la mano.
Acudimos a ella para que las leyera.
Puse sobre la mesa las dos manos.
Doña Londy tomando la palma de mi
mano derecha, la estuvo observando
largo tiempo.
− La línea de la vida, mírela. Veo que
pasará un tiempo con el malestar que le
preocupa. Después oirá una voz que le
dirá lo que tiene que hacer y cómo lo va
realizar. Lo que digo es parte del
futuro. La vida va a cambiar un tiempo.
En ésta, mire, es la línea del corazón,
aquí se anuncia un gran amor, que va a
cortar esta otra línea que se interpone
en el camino, corresponde a su madre.
El amor que le digo nacerá sin
encontrar respuesta a sus deseos.
*resina del pino
52
Antes de retirarme le hice a la señora
Londy la pregunta si creía que estaba
poseído por algún espíritu y si era
conveniente el exorcismo. Nunca le
conté que me refería al de Juan Pedro.
Respondió que no. Pidió que tuviera fe
y constancia con las recomendaciones.
Quedé intrigado con relación al amor
de que habló, pues no había pasado por
mi mente el deseo de tener novia por
dedicarme de lleno a los estudios.
Supuse pasado mucho tiempo que
fueron pamplinas y el deseo de ganar
dinero con el oficio que tenía.
Una amiga de mi madre que vio en mí
lo delgado que estaba, le preguntó el
motivo de esa pérdida de peso.
Ella relató los desvelos, las pesadillas
la angustia mantenida diariamente por
la muerte de un amigo.
La señora insinuó que hiciera una visita
a doña Pepita, una mujer que sabia
tirar las cartas del tarot.
Mi mamá recordó que estuvimos de
consulta entre médicos, brujos y la
53
señora Londy, y nadie hizo posible por
sacarme adelante. Fue un dinero mal
gastado en consejos y tiempo perdido.
Otra amiga de mi madre dijo:
−No se desilusione, lo último que le
queda es la esperanza. Busque a doña
Pepita, estoy convencida que ella
resuelve ese problema. Si su hijo sigue
como está será un candidato para el
manicomio.
−Que bueno que le tenga fe. Ya me
cansé de ir y venir por todos lados.
Probaré una vez más, será mañana el
día para desengañarme.
−Confíe en doña Pepita Le juro que no
la defraudará.
Madre y amiga se dieron un fuerte
abrazo de despedida.
Ese día de la platica entre mi made y su
amiga, me quedó en la mente un
suspenso de probabilidades entre el si y
el no. Por un lado habría que probar lo
que la gente proponía y por el otro lado
esperar que el destino diera el veredicto
final.
54
6 Llegamos a casa de doña Pepita
quien nos recibió con toda amabilidad.
Contó que estaba de regreso por haber
ido a su país. Sin decir cual era ese
lugar, comprendí que se trataba de
España por el acento que tenía su voz.
Pidió que ocupara la silla de enfrente,
estando de por medio una mesa
redonda. A mi madre le solicitó ocupar
otra silla colocada en uno de los
rincones de la habitación. De
conversación fluida y amena relató
varios de los casos en que intervino con
las cartas del tarot. De una gaveta del
trinchante que estaba junto a la pared
extrajo un mazo de cartas. Las talló un
rato revolviéndolas como si fuera un
tahúr profesional de las barajas
─No tengáis miedo. Seguid al pie de la
letra lo que os diga el Tarot.
Paulatinamente extrajo del mazo una a
una las barajas lanzándolas sobre el
tapete verde en la mesa. Extrañas
figuras aparecieron en las cartas, Para
mi no decían nada pero para doña
55
Pepita la lectura despejaba sus
interrogantes al leerlas con los ojos
puestos sobre ellas. Las fue
estudiando una por una con calma para
decir lo que iba a señalar el futuro Son
78 los naipes que juegan con la vida.
En la esquina de la mesa y cerca de
donde me senté, estaba una copa con
agua. Antes de iniciar la sesión indicó
que el tarot es muy antiguo, fueron los
egipcios los creadores. Los faraones
solicitaron a sus sacerdotes que les
leyeran las cartas, ya que ellos tenían
la facultad de interpretar a los astros,
los sueños y el futuro.
Después de contar esto, acercó una
candela roja y de una caja de cerrillos
extrajo uno para encender dicha vela.
Un incensario que permanecía cerca de
la mesa, lo avivó soplando las brazas
con la boca para que el aroma del
incienso se dispersara por toda la
habitación.
Supuse que el ritual del tarot era para
darle prestancia al acto e impresionar.
56
La señora Pepita estando frente al
tapete con los naipes de distintas
figuras alargó su mano hacia la
primera comentando:
─Dice que sois perseverantes en
vuestros estudios pero los habéis
abandonado. Ved la segunda carta,
indica que padecéis un mal que os
llevará un tiempo en curaros. .
Señaló a continuación otro de los
naipes, lo recogió, meditó un momento
para después decir
─La carta que veis acá en mi mano
expresa que seguiréis las indicaciones
de una voz calmada y tranquila que os
solicitará tengáis fe. Recomiendo que
lo escuchéis por vuestro bien: Seguid
los consejos que se os darán.
Recogió otra de las cartas, la observó
con detenimiento, enseguida sus ojos se
posaron sobre mi persona,
De sus labios salió la palabra amor,
invitando a no creer y ser desconfiado,
que estaría poseído y deslumbrado por
una engañosa figura de mujer.
57
Sobre la mesa quedaron dos cartas.
─La penúltima se refiere a la muerte, la
enfrentareis cara a cara.─ Levantó la
vista para verme y continuó ─No os
pongáis nervioso. Esa muerte que aquí
veis, habréis de ayudarla para que viva.
¡Vale! Cuidaos porque sigue otra que
no alcanzo a distinguir muy bien. La
veo velada y opaca. Es la primera vez
que me sucede con tantos años de tirar
los naipes del Tarot. Oíd bien, en el
fondo de esta carta tenéis enfrente una
fosa profunda y larga la deberéis saltar
y cruzar con una pértiga para llegar al
otro lado lleno de salud.
Todo lo dijo con calma, del mismo
modo recogió las cartas de la baraja del
Tarot introduciéndolas en la gaveta.
Comprendí que la sesión había
concluido y le manifesté:
−Señora, esta situación aberrante que
se pega como una sombra, me persigue
a donde vaya, arrastro las imágenes de
los dos, la del amigo y la de su madre.
El daño que producen lo ha visto usted
58
fue la causa de hundirme en la bebida.
Es preferible vivir el tiempo que me
queda para olvidar todo, hasta de mi
nombre. Borrar como si fuera un
pizarrón lo escrito en la mente.
−Podéis ir tranquilo, las cartas del tarot
os han dicho la suerte que ya está
echada. Recordad, cuidaos con el amor
ciego.
Eso me dijo al final de la sesión.
Pero…pero todo quedaba en la
incertidumbre o la duda. Eran palabras
sin sentido Una especie de acertijo o la
Cábala con ese cálculo misterioso que
yo tendría que adivinar para descifrar lo
dicho por ella con la cartomancia
Quizá lo dijo por decir algo, por
ganarse el costo de la sesión No
sé, .Talvez. Quizá pueda ser. Ya veré si
tuvo razón con el tarot, ya que yo
tampoco tenía tiempo para averiguar
todo lo que dijo por la preocupación
que mantengo.
59
7 Confieso que yo no quería el
vicio ni la locura. .Absolutamente nada,
no deseaba sufrir esta angustia que me
conducía a la desesperación.
Al faltar dinero, empecé por sacar de
casa varios objetos para venderlos por
la pobreza en la que estaba cayendo
debido a las consultas con los médicos,
los gastos por las sesiones y el consumo
del licor.
La casa no la quería convertir en una
tormenta de reproches, regaños, o
insultos hirientes por lo que padecía.
Mi madre, la que antes se sintió
orgullosa y muy feliz, no comprendería
esta situación y es por que la había
acostumbrado a una vida llena de
triunfos. Ahora la despertaba con gritos
que daba por las noches. Eran las
pesadillas persistentes con toques
hirientes en el interior de mi existencia
y supongo en la suya también.
Las sábanas de la cama quedaban tan
empapadas de sudor como no se puede
imaginar y pasaba el resto de las horas
60
de todas las noches totalmente
en vela sin poder cerrar los ojos. Esa
carta ahora era la culpable de
arrastrarnos a varias personas, a la
madre de Juan Pedro y la mía, la que
cada noche acudía pronto por los gritos
que daba por esas pesadillas anidadas
en el cerebro. Ella llevaba un vaso de
agua para refrescar mis labios. Toda
llena de ternura permaneció las noches
enteras a la orilla de la cama,
pronunciando palabras de consuelo que
aún recuerdo muy bien:
−No me gusta verte sufrir. Espero que
pronto te recuperes. Vamos hijo,
duerme, prefiero ser sacrificada yo, a
cambio de tu bien.
Y elevando la vista al crucifijo
colocado en la cabecera de la cama
repetía
−Señor, sea tu voluntad y no la mía.
El poder de las palabras llegan hasta el
sacrificio por el amor a un hijo,
conmueven al más indolente; sus
sentimientos se confundían con los
61
míos. Al llegar la calma, acariciaba esta
cabeza curtida de problemas. Ella…
ella seguía en vela y yo tratando de
dormir. Tanto amor prodigado me dio
por entender que la mujer creadora de
la vida se aferra en una lucha tenaz a
la defensa del hijo.
62
contemplarlas. Las palomas simbolizan
la paz
Unos niños correteaban detrás de ellas.
Pensé por un momento cuan difícil es
encontrar paz cuando todos la desean.
Varios limosneros arrimados a la pared
de ese templo, mostraban las
deformidades del cuerpo y otros con
pupilas carnosas y blancas, sin luz,
extendían sus manos a la espera de oír
el golpetear de las monedas en el fondo
del posillo y luego escucharlos con un
−Que Dios se lo pague.
Me dije, dichosos todos ellos, porque el
sufrimiento que tienen es diferente al
mío.
Escuché un murmullo de voces y luego
del fondo del templo salió una frase que
alcanzó a mis oídos:
−“Podéis ir en paz”
Eso era lo que andaba buscando durante
mucho tiempo, paz, esa paz interna. Paz
para el alma, Paz para respirar de
nuevo la calma y sentir el afecto y
63
alegría de la madre. Ser yo otra vez,
aquel que días atrás fue querido y
respetado por todos.
“Podéis ir en Paz” La frase vino
rodando desde el fondo de la Iglesia y
llegó al atrio donde se disolvió entre el
murmullo de la gente. Allí me
encontraba rodeado de mendigos.
Niños que correteaban a las palomas y
les daban semillas de alpiste. Ninguno
de los que estaban presentes podría
entender este sufrimiento mantenido
en mi interior.
Era el final de la misa. Esperé a que
salieran los parroquianos para
aprovechar el momento que estuviera
el templo totalmente vacío. Sucedido
esto, traspasé la ancha y gran puerta.
Me dije que podría recurrir al milagro
si lo hacía con toda devoción.
Dispuse buscar al Santo que fuera el
más milagroso. Pero recordé allá a lo
lejos las palabras de la bisabuela que
dijo cierta vez que San Antonio de
Padua era su Santo preferido porque
64
nunca la desamparó. Me di a la tarea de
buscarlo en los nichos y camerinos
pero no estaba. Seguí caminando entre
las naves, viendo a los lados, hacia las
paredes hasta encontrarme frente al
Altar Mayor. El Santo ahí colocado y
venerado es al que le ofician continuas
misas, debía ser el más milagroso por el
lugar ocupado.
El Sacristán estaba apagando las velas;
alcanzaba a las más altas con el pabilo.
Una poca de luz, procedente de la
cúpula dio su encanto al Altar Mayor.
Quería contarle al Santo ahí presente
todo lo que me pasaba pero muy cerca,
musitarle al oído el sufrimiento. En ese
lugar rodeado de rosas, nardos,
jazmines y azucenas descansaba
solemne el Señor.
Aquellos viejos pintores hubieran
tenido la oportunidad deseada del
claroscuro que se ofrecía en este
instante en el altar y darles el motivo de
plasmar en los lienzos la escena que
mis ojos captaban embebidos.
65
Dejé de pensar por un momento en la
belleza del altar cuando el sacristán se
cruzó ante mi paso. Lo vi. con una
mirada perdida en esas cuencas de los
ojos. Las arrugas zigzagueaban por el
rostro curtido .que le daba la edad. Le
dije la intención que traía. Enterado del
propósito que me llevó a ese lugar,
caminó en busca del Cura llevando el
mensaje. Se confundió con las sombras
pronunciadas en el rincón del
presbiterio antes de llegar a la
sacristía. El ángulo del interior del
templo que lo había engullido lo
devolvió para decirme,
−Dice el señor Vicario que espere.
Esa voz me impresionó por un leve eco
al final de las palabras, parecían
provenir de lo profundo de una caverna
lejana. Se fue de nuevo confundido
con la oscuridad.
Al rato de estar esperando, salió de
entre las sombras, otra más. Se fue
desprendiendo con lentitud. Apareció
ante la vista un anciano de mirada triste
66
con ojos rendidos por el tiempo, su
presencia irradiaba ternura, tenía una
barba larga y era de pelo blanco en la
cabeza, con sotana negra muy pulcra,
se colocó la estola, hizo la señal de la
cruz.
Arrodillado, musitó una oración que no
pude escuchar bien. A continuación
con toda la calma y una voz profunda y
enronquecida acaso por la edad que
tenía, preguntó:
− ¿Que pena agobia tu alma hijo mío?
Di, todo, por muy grabe que sea. El
secreto se pierde y olvida al terminar de
contarlo y mi boca guardará silencio
como una tumba olvidada.
Esas palabras, ese tono de voz dulce,
era una melodía celestial proveniente
de ese mundo inalcanzable. Su voz me
llenó de tranquilidad.
El fue escuchando la confesión que
hice. No tuve ninguna interrupción
mientras le hablé durante largo tiempo
explicando toda mi verdad.
Terminado de contar lo que sufría,
67
respondió con esa voz susurrante y
profunda:
−No encuentro pecado alguno por lo
que haz dicho.
.A lo cual respondí:
−Dicen que es pecado delatar para que
maten, como el caso de mi amigo Juan
Pedro. De tanto que me lo repiten,
estoy creído que es la verdad.
−No hijo mío. Revierte lo que ahora
piensas. Justifica la amistad y la verdad
tal como fue. No adornes lo que te
digan con suposiciones, tampoco
prejuzgues a las personas si no las
conoces. No te imagines lo que no es.
− ¿Tengo alguna penitencia, que deba
cumplir?
Después de pensar un momento, el
sacerdote dijo:
−Primero debes rezar conmigo un
Padrenuestro.
Así lo hicimos. Tomándome de las
manos, miró con fijeza al Altar Mayor.
Creo que lo hizo solicitando
inspiración. Enseguida colocó sus
68
manos sobre mis hombros. Así
permaneció por un rato, durante el cual
elevó plegarias, luego su mano derecha
se alzó depositándola sobre mi cabeza y
preguntó:
− ¿En que mes y día naciste?
−El 7 de octubre.
−Te voy a contar que existen 72
ángeles. El tuyo, tu Ángel de la Guarda
se llama Rehael, te concederá la
curación de esta enfermedad si hablas
con sinceridad; posee la misericordia
divina, representa el amor, el respeto y
buen entendimiento entre padres e
hijos. Invócalo siempre. Déjame decir
antes estas palabras.
“Santo, Santo, Santo es el sebayot*
Eterno, que la Majestad del Eterno
descienda de su morada.”−y prosiguió
−Nunca olvides invocar a tu Ángel de
la Guarda; lo primero es relajarte un
tiempo, unos cinco minutos serán
suficientes. Lo llamarás por su nombre,
pronunciarás a continuación el tuyo
diciendo:
*Dios
69
─Pido aquí y ahora Ángel Rehael
estar presente aquí conmigo, yo,
¿Cómo dijiste que te llamas?
−Matías Colmenares.
−Di, yo, Matías Colmenares, para que
me ayudes en este trance en el cual me
encuentro ahora. Percibirás esa energía
al instalarse dentro de ti. No olvides
que no deberás pedir deseos de maldad
contra nadie, lo que pertenezca a otra
persona y menos privar a alguien de
cualquier cosa que le pertenezca.
− ¿Eso es todo señor Cura?
− ¿Te parece poco Matías? Practica lo
que te he dicho, busca entre los
trabajos, el más humilde de todos, el
que te aleje de tentaciones terrenales,
contempla con el alma la vida que te
rodea, haz el bien a los demás sin
esperar paga. Volverás entonces a
encontrarte tu mismo. Para emerger de
lo profundo en que hoy te encuentras
usa la pértiga en tus pensamientos,
obligaras a tu mente a preguntar la
razón de ser de todo lo que te rodea,
70
pregunta, estudia, lee, y enseña. Con la
lectura de los libros serás una biblioteca
parlante.
−Expliqueme lo de la pértiga, en una
ocasión también oí decir esa palabra.
−En sentido figurado es el Ángel y
no te conformes con ver los objetos
simplemente, encuentra la raíz y verás a
Dios como principio de todo lo que nos
rodea. Relaciónalo con las pasiones
humanas y donde veas dolor, consuela.
Donde veas tristeza basta una oración
Una palabra a tiempo será el bálsamo
que alivie sus penas y las tuyas Se
honrado hasta con el pensamiento.
−Ayúdeme. Déme una luz para
encontrar el camino que usted propone.
−Es justamente otro de los trabajos que
emprenderás hijo mío, el que Busca,
encuentra. Pero ante todo debes alejarte
de la bebida que no es el remedio que te
71
haga olvidar ese pasaje de tu vida. El
tanto tomar contribuye a ver imágenes
ficticias o sea el delirium tremens y
puedes morir a temprana edad de
cirrosis. Cada día que pasa es una
aventura robándote la vida.
− ¿Esta es mi penitencia?
−Por 5 años. Y vendrás de nuevo a mí.
Hizo la señal de la cruz, se puso de pie.
Entonces yo le pregunté su nombre,
dijo llamarse Próspero, dio su
bendición y fue desapareciendo con
lentitud, con pasmosa lentitud, con
pasos iguales como cuando vino en el
principio, con esa sotana negra. Su voz
se me antojó como el murmullo sordo
de una catarata despeñándose en la
montaña.
Pasó por el crucero de la iglesia
confundido como una sombra que se
traga a otra sombra en el interior del
templo.
Rehael mi ángel custodio, guardián de
mi vida, lo empecé a sentir dentro de
72
mí. Pude respirar profundo; me llegó el
aroma de las rosas blancas, de los
nardos, los jazmines y azucenas
colocadas en el Altar Mayor con su
fragancia y además sentí otro olor, era
el de las candelas recién apagadas. Las
flores dieron pie a llenarme con una
sensación de sosiego, de calma, como si
el Ángel que mencionó el señor Cura,
penetrara en mí, y empezara a lavar
todos aquellos males, suprimiendo por
instantes el dolor de cabeza.
El humo de las candelas me llevó a
pensar que así es como se apaga esta
vida y el alma se escapa hacia lo
eterno. Al salir de la Iglesia se apoderó
de mí una calma sublime y profunda,
aquel dolor perenne que mantuve se
fue alejando. Recordé las palabras
invitantes del Cura, “Ahora podéis ir en
paz” y era cierto. La paz entraba
paulatinamente en el interior de mi ser.
Al salir del templo vi. de nuevo en. el
atrio a las palomas emprender su vuelo
al campanario o dejarse caer desde lo
73
alto; pareciera que jugaban con las alas,
mientras unos niños les tiraban alpiste
sobre las lozas para que volvieran a
comer. Busqué entre las bolsas del
pantalón unas monedas para que
también los mendigos pudieran comer
Esta felicidad que me embargaba era
contagiosa.
Los pasos que di fueron más ligeros al
andar como si aquel peso que mantuve
se desprendiera poco a poco. Las
pesadillas fueron esporádicas.
74
Fui entonces caminando por las calles
de la ciudad, haciendo preguntas y
respondiéndolas a mi manera.
De pronto detuve mis pasos al cruzarse
por la mente las palabras cabalísticas
de aquellas dos mujeres. La primera la
que ejerce la quiromancia, la señora
Londy cuando al leer la palma de la
mano dijo que yo escucharía una voz
profunda indicando lo que debería
hacer, y que tuviera cuidado con el
amor. Y la segunda señora que es doña
Pepita señaló con las cartas del Tarot
lo mismo pero con otras palabras.
La pértiga para saltar al otro lado es el
Ángel Rehael, y esa voz es la del
reverendo Prospero. Entonces miré
hacia atrás, entendí que no se perdió el
tiempo al asistir con las dos señoras.
Porqué me pregunto, porqué cuando
nada sale bien se da en pensar mal de la
gente. Si tuviera el alcance de analizar
despacio lo que se dice, todo cambiaría.
Falta, me dije, falta aún más, el amor
pronosticado por aquellas mujeres y la
75
carta de la muerte… ¿Quien podrá ser
el que va a morir? Dijeron las cartas
que yo no sería. ¿Entonces quien?
Dejémoslo así. Ya vendrá el día que ha
de suceder.
Solté la imaginación sobre el trabajo
encomendado y dio la impresión que
iba a ser muy difícil de encontrar la
humildad y la honradez requerida por el
Reverendo. Si me hubiera dado aunque
fuera una pequeña luz para orientarme.
Qué trabajo tan difícil el que me dejó.
Así lo escuché, no era broma porque lo
dijo con sinceridad. Esos fueron sus
deseos para mi propio bien.
Y me dije, vamos pues a caminar.
Visité durante mucho tiempo todo tipo
de empresas. Acudí a distintos talleres,
y diferentes negocios, a las panaderías,
estuve con herreros, zapaterías, fui al
campo; pero no encontré la humildad
en ellos; entendí que esa clase de
trabajo no era lo indicado. Pensé en ser
político o policía, pero ellos también
eran demasiado corruptos.
76
Ese encargo que me dio el párroco
Próspero era muy difícil de encontrar.
Aunque vuelva a pensar mal creo que
lo dijo para mantener ocupada la mente.
Conocí la ciudad como la palma de la
mano, bajo el sol o la lluvia, tanto de
día como de noche.
En los ojos de mi madre se reflejó la
felicidad por el hecho de ver el
progreso obtenido. Le preocupaba sin
embargo el hábito de la bebida, que no
podía quitarme.
Sentí angustia porque el tiempo se iba
pasando y no daba con el trabajo
solicitado. Corrían los días frente a los
5 años que tenía estipulados. Eso daba
motivo de preocupación.
Ambulante inconforme, caminaba por
las calles, pregunta que pregunta sin
encontrar nada de humildad. Lo peor
era que estaba perdiendo el nombre de
mi Ángel de la Guarda para invocarlo
nuevamente. Tendría que volver a la
Iglesia para que me lo recordara el
señor Cura. Estaba desconcertado por
77
la penitencia impuesta imposible de
encontrar, era fácil para él decirlo pero
no para mí. Saber que no hay lugar
porque todo, pero todo está podrido,
Y el tiempo transcurría con una
sucesión de días sin encontrar la
respuesta deseada.
Aquellas imágenes aparecidas en las
noches, que no me dejaban dormir eran
pesadillas esporádicas. Entonces pensé
que lo mismo podría suceder al abrir un
libro lo cual era la oportunidad para
retornar a la Universidad porque el
Ángel Rehael simboliza, también
amor, respeto y buen entendimiento.
Todos mis compañeros de estudios
escucharían las razones que les iba a
dar. Decidido, con el afán de concluir
los estudios interrumpidos hice
participe a mi madre de los deseos de
volver a los libros. Ella se puso tan feliz
que hizo de la noticia una comidilla
entre las cercanas amigas.
78
10 Emprendí camino a la
Universidad una mañana llena de sol
con nuevos sueños y esperanzas en mi
mente. Estaba tan feliz que apreté el
paso hundiéndome por las calles.
El cielo limpio de nubes permitía ver
un azul gobernando al infinito mientras
seguía a la Universidad con mi mente
soñadora con bellas esperanzas, con
mis amigos de antaño repasando
anécdotas de estudiantes.
Volví a la realidad cuando escuché por
el camino, cánticos, voces y rezos, era
un grupo de personas llevando en
hombros un féretro rumbo al
cementerio. Eran gentes sencillas por su
manera de vestir. Los hombres con
sombreros de petate, las mujeres de
riguroso luto, mantos negros y con
ramos de flores en las manos.
Caminaban por el centro de la calle
rezando y cantando. Marchaban
despacio, Me sentí impulsado o que me
empujaba una fuerza extraña por la
espalda. Estos pies se fueron en pos del
79
cortejo fúnebre por las calles
empedradas. Sumado al grupo de
dolientes nos acercamos al cementerio.
La boca de una puerta ancha, abierta,
espera como siempre a quienes dejaron
de vivir.
El hierro forjado de la puerta engulle a
los que pasan. Alcé la vista y
contemplé en el frontispicio gris un
letrero grande labrado en negro que
dice: “Bienvenidos sin distingos de raza
o credo. Aquí se descansa eternamente
hasta el juicio final de los siglos”
Memoricé el mensaje y seguí los pasos
del cortejo fúnebre.
Me acerqué a ellos lo más que pude.
Quedé colocado a la par de uno de los
dolientes. De una bolsa de papel sacó
una botella de aguardiente y me
convidó a un trago. La garganta la
mantenía reseca y sentí el efecto de la
calma al tomar un poco. Entonces vino
la relajación corporal.
Les oí, vi sus rostros compungidos, el
dolor expresado en las palabras que
80
dijeron. Esos llantos y suspiros flotando
sobre el cadáver que estaban
sepultando.
Recordé las palabras del padre Próspero
allá en la iglesia. Consolar a las
personas en su dolor. Decir con el
corazón lo que se siente para que la
lengua sea interprete de los
sentimientos que quiten el peso que
agobia a las almas de los que sufren.
Habló un señor, descubriéndose la
cabeza con el sombrero de palma en las
manos. Lo hizo por respeto a los
presentes y al difunto. Sus palabras se
refirieron a ese muchacho al que llamó
Manuel que estaban por enterrar en la
ladera del barranco lugar que es
conocido como la Verbena.
Yo también quise hablar, recordando la
promesa de aliviar las penas ajenas con
palabras que fueran de consuelo como
se me recomendó, pero nada vino a la
cabeza. Yo que tenía las palabras a flor
del labio cuando estudiaba; según el
decir de todos era buen orador, hoy no
81
supe lo que me estaba sucediendo. No
coordinaba absolutamente nada. El
Padre Nuestro, lo pensé por un instante,
sería talvez el mejor consuelo y los
invité a que lo rezáramos todos juntos.
El mismo señor que antes me diera un
trago volvió a poner la botella de
aguardiente ante la vista diciendo:
−Tome, que Dios se lo pague.
Comprendí que el camino que debía
recorrer estaba aquí, este era el deseo
del Reverendo Prospero. .
El Ángel de la Guarda, el que suprimió
los dolores de cabeza, el que
lentamente quitó de las páginas de los
libros, aquellas imágenes que me
estaban volviendo loco y que me
persiguieron durante mucho tiempo,
ahora me estaba señalando el rumbo a
seguir.
Ante el dolor de haber perdido a un ser
querido, estaban las frases para alentar
y confortar a los deudos. Este iba a ser
el rumbo de mi vida por 5 años.
Bueno, dije, como todo en la vida por
82
algo se debe empezar. Me acerqué al
señor enterrador a quien le comuniqué
el deseo de ser aprendiz y luego albañil
de oficio.
El, observó detenidamente toda mi
estampa de arriba hacia abajo. Movió
su cabeza de izquierda a derecha varias
veces y se sonrió dudando.
− ¿Porqué no? ¿Es acaso que no
puedo?
−Préstame las manos.
Puse las palmas de las manos ante su
vista, y viéndolas detenidamente
comentó:
−Eres muy joven para este trabajo
muchacho. No naciste para esto.
Observa las mías, están callosas y
agrietadas por la cal, no creo que sea
trabajo para ti.
−Tengo una penitencia que debo
cumplir durante 5 años. Y veo que el
trabajo sí responde a los propósitos del
Reverendo de la iglesia.
−Pues anda de nuevo con el Cura y le
dices que se equivocó.
−Señor,.. El Reverendo Próspero me
83
habló de un Ángel lleno de bondad y
me pidió que buscara el trabajo más
humilde, creo que es éste.
----Menos mal que no se te antojó ser
guardián nocturno del cementerio por
que ellos se aprovechan de los recién
muertos, abren las tumbas, sacan todo
lo que tengan de valor y se roban hasta
los dientes de oro..
−Si le contara que en un lugar llamado
Sre Leav en Camboya hay un campo
donde abrieron fosas y enterraron a
millones de hombres, mujeres y niños,
ellos murieron por falta de alimentos,
otros por enfermedades y la mayoría,
victimas del guerrillero comunista
Jemes Rojo. Con el tiempo mucha
gente se dio a la tarea de cavar y sacar
huesos en busca de oro y joyas en ese
campo. Los aldeanos afirman escuchar
por las noches largos gritos de
fantasmas procedentes de las tumbas
excavadas. Pero el propósito que me
trae aquí es ser sepulturero.
−Tienes razón, este trabajo no despierta
84
envidia ni celos y se es honrado ante la
muerte, muy pocos son los que lo
hacen porque no le temen a la muerte.
Después te contaré el motivo que me
trajo a ser sepulturero. Serás aprendiz
por un tiempo. Acompáñame a las
oficinas, hablaré por ti. ¿Cual es tu
nombre?
−Matías Colmenares ¿Y el suyo?
−Israel Mendía, para lo que pueda
servir.
Después de ser secretario en el bufete
del licenciando Alejandro Matute ahora
era recibido como aprendiz al lado de
don Israel.
Hasta que llegué a ser sepulturero del
cementerio.
De secretario a enterrador hay una
distancia kilométrica pero ambos son
trabajos que no denigran a nadie
Comprendí que tienen una función y
son útiles para la sociedad.
Participo todos los días de enterrador.
Cada ves son más los que vienen a esta
morada de quietud para habitarla
85
eternamente. La ciudad ha crecido y las
gentes se desbordan con sus pasiones
matando hombres, mujeres y niños. La
política, la pobreza, la envidia, el
engaño, las ambiciones humanas, las
traiciones y las venganzas son los males
que contribuyen al final a venir a esta
morada de quietud. Pero hay algo peor
la incredulidad y la falta de religión.
La prensa se engalana con las noticias
dando cuenta de no menos de 10
asesinatos producidos al día, sin contar
con los accidentes. El morbo de la
gente despierta su interés.
116
fantasmas, espíritus.
Estas almas al sentirnos se alejaron de
nuestra vista. Sus confidencias eran
íntimas y propias. Nuestra estancia los
perturbó y por eso se esfumaron.
Después quedó un espacio enorme
donde la tierra se hunde en el cielo y las
nubes teñidas de púrpura ofrecían el
rostro difumado de algún ser perdido
entre las tumbas.
Hoy más que nunca sigo convencido
que fueron aquellos jóvenes que un día
sepulté. Estuve varios días esperando al
anciano para contarle lo que pasaba con
su hija y el novio que se juntaban por
las tardes durante los meses de abril y
mayo, fecha cuando ella acudía a la
cita de amor.
¿Soportaría el anciano el choque de la
verdad que estaba por decirle? las
palabras serían un golpe fuerte y la
reacción podría causarle un paro
cardiaco. Comprendí que la impresión
que iba a tener dada la edad y el amor
por su nieta lo conducirían a un
117
desenlace fatal. Debo confesar que una
palabra dicha a tiempo y bien dicha
llena de felicidad a quien la recibe, y
era justamente la misión proporcionada
por el Padre Próspero aquella tarde
en el templo cuando pedí ayuda para
los males míos. Gracias al Ángel de la
Guarda que se solucionaron con el
tiempo.
Casi al final del mes de mayo vi de
nuevo al anciano de cabello blanco que
avanzaba arrastrando los pies, cuidando
donde ponerlos y apoyándose con un
bastón. Era el otro paso, el del tiempo
el que afectó su cuerpo.
Venía acompañado de un muchachito
de los que ofrecen limpiar los
sepulcros y acarrear agua para las
flores. Pero ese niño traía debajo del
brazo una lápida.
Fui al encuentro de ellos con rapidez.
Al verme, mostró una sonrisa dando la
bienvenida. Correspondí el saludo de la
misma manera como si fuéramos viejos
amigos. Dio unos centavos al chico al
118
llegar ante la tumba donde permanecía
el cuerpo de su nieta. Se persigno y
juntos rezamos un rato; luego pidió
que colocara la lápida. Sobre el
mármol estaba escrita la fecha de
nacimiento, la de su muerte y su
nombre: María de los Ángeles. Me dije,
que nombre tan bonito pero faltó
ponerle el apellido.
Con la mayor discreción y buscando las
palabras para no herir sentimientos
Pregunté cual era su nombre.
− ¿El mío?
− Si, el suyo.
−Que falta de cortesía, olvidé
presentarme. Me llamo Jaime, de
apellidos, Martínez Olguera.
−Y mi nombre Matías Colmenares.
Con efusión estrechó mis manos. No
pude retirarlas a tiempo por la cal y la
arena que tenía en ellas.
− No se preocupe─ se dio cuenta de la
acción que hice y prosiguió
− Así quisiera tener estas manos como
las suyas, llenas de cariño para los que
119
se van. Lo felicito por el trabajo que
hace y cuénteme, por que lo hace si hay
tantas y diferentes oportunidades más
importantes. Le conté toda la historia,
lo que sufrí hasta encontrar al Ángel de
la Guarda por medio del párroco del
templo y poder por su recomendación
consolar a las personas que sufren
espiritualmente.
Fue entonces cuando acercándose me
estrechó con un fuerte abrazo.
Oportunidad que aproveché para decir:
−Don Jaime −pronto me cortó la
palabra.
−Jaime, así, a secas, quita el don.
No sabia que decirle por la diferencia
de edades, Se que es por respeto a las
personas mayores anteponer el don. No
lo sentía como un compañero.
Rápido cruzó por la mente todo aquello
de las visiones de su nieta, era hora de
hablar porque se venia encima la noche.
−Don Jaime, que opina si le pregunto,
si cree en cosas del más allá y que
vuelven o se presentan de nuevo.
120
−Explícate, no comprendí lo que dices.
Me encontraba en apuros, no daba
como decirle claramente lo que yo miré
durante varios meses hasta que me
decidí:
−Don Jaime ¿dígame, cree usted en las
apariciones de los muertos que se
presentan de nuevo a esta vida?
−Creo en ello cuando se tiene la certeza
que los ojos no engañan.
−Tendrá la oportunidad de soportar y
encontrase con la verdad si se trata de
un familiar.
−Si el amor es tan grande para con una
persona querida, creo que sí.
−Venga conmigo.
Y lo llevé de la mano, despacio para
que no tropezara.
− ¿A donde me conduces?
−Despacio, venga con calma. Ya vamos
llegando, Ahora, quedémonos aquí,
agáchese un poco detrás de esta tumba.
Quítese el sombrero y mire en esa
dirección cuando le diga.
Con el dedo índice le señalé el lugar
121
indicado donde tenía que ver,
esperamos un momento.
Las araucarias y los cipreses movían
sus ramas al paso del viento y los
pájaros bullangueros despedían al día
con sus trinos esparciéndolos por
todas direcciones. El sol se tendía en el
horizonte pintando de colores ese
atardecer. Las nubes eran llamaradas
rojizas y áureas con manchones grises
que se colgaban del cielo.
De pronto. al ver a la pareja de
enamorados sentada sobre la tumba,
toqué el hombro del anciano y le
susurré al oído:
−Ahora. Mire.
El anciano se llevo las manos a los
anteojos. Levantó la cabeza y
dirigiendo la vista al lugar señalado,
retrocedió un poco y empezó a ver, se
hizo para atrás. Su vista quedó estática
por un momento. La reacción no se
hizo esperar pues al mismo tiempo
dijo:
─ Es ella, mi querida nieta.
122
Trató de correr para alcanzarla, acaso
para estrecharla entre sus brazos, pero
sus pies no respondieron. Se quedó con
los brazos extendidos hacia ella.
Aquellos seres se esfumaron, se fueron
a la hora del crepúsculo. Habían
desaparecido ante nuestra vista.
Unas lágrimas invadieron las mejillas
del anciano.
Con voz emocionada y dándose vuelta
comentó:
─Es ella, Maria de los Ángeles, mi
querida nieta. Cuanto amor nace del
corazón para entregárselo a él
eternamente. Ese juramento que ella
hizo antes de su muerte ha roto las
barreras del tiempo y el espacio.
Después de decir esto, extrajo de nuevo
el pañuelo para secarse las lágrimas,
limpiar los lentes, y prosiguió con toda
la emoción
−Voy a pedir un favor, que me ayudes a
buscar a la familia del joven. Quiero
hablar con ellos.
Respondí afirmativamente y cogiéndolo
123
del brazo, lo llevé a las oficinas del
cementerio, para localizar en los libros,
algunos datos que don Jaime
necesitaba.
No creí que la impresión obtenida,
pudiera haberla soportado. Ahora
permanecía contento y satisfecho.
Estaba animado. Yo lo miraba feliz.
Para mí, el anciano se convirtió en un
hombre nuevo que descargó el peso de
los recuerdos y los dejó a la orilla de su
ánimo.
No me explico el porqué se juzga a las
personas a simple vista. Suponer, creer
o estar convencido cuando todo resulta
lo contrario de lo que motiva la
imaginación. Bien lo dijo en aquella
ocasión el padre Próspero.
Es por ello que se cometen muchas
injusticias. Los testigos en los juicios
afirman su verdad., otros la niegan,
acaso sea el interés familiar o el dinero
el que juzgue una falsa verdad, que
conduce a inocentes a purgar castigos
por delitos no cometidos. ¿Pero quien
124
soy yo para prejuzgar? Sin querer, la
mente me llevó por esos retorcidos
vericuetos de la vida. Todo esto me
quedé pensando por un momento ante
la reacción de don Jaime por creer que
no soportaría la verdad.
Aunque él me otorgó el derecho de
llamarlo por su nombre simplemente, la
costumbre, el respeto a sus canas, como
he dicho, me obligan a decir don a las
personas mayores.
Al llegar a las oficinas del cementerio
Los empleados se estaban retirando.
Me despedí de don Jaime en la puerta
del cementerio prometiendo de nuevo
cumplir sus deseos.
Guardé el material que utilizo en el
trabajo Y también me despedí de don
Israel.
125
16 Partí a casa a descargar las
emociones del día. Procedí a bañarme,
quitando los resabios del oficio, el
jabón se encargó de ello. Acudí al
comedor listo para cenar, apoyé los
codos sobre la mesa esperando que mi
madre sirviera el plato de comida.
Ella entró tarareando una canción de
moda muy satisfecha; presentó un plato
de mi gusto pero se me fue el hambre y
el deseo de comer.
Al volver mi madre con la taza de café
se quedó viendo y extrañada preguntó:
−Y ahora que te pasa, esto sigue igual,
tus pensamientos parecen volar a otros
lugares. Supongo que estás ido.
Despierta hijo, despierta, no puedes
seguir así y no me vengas con el cuento
de que estas enamorado.
−Disculpe, se me quitó el hambre.
− ¿Tuviste algún problema en el trabajo
hoy?
− Me preocupo por un anciano que
conozco hace rato.
− Mejor que te retires de ese trabajo
126
Mírate como vienes todas las tardes, el
pelo lleno de mezcla, la cara blanca, los
zapatos con cal y la ropa ni se diga.
Mírate en el espejo
− Hice la promesa de trabajar donde
puedo ser humilde, tratar de aliviar a las
personas que sufren y estoy satisfecho
con lo que escogí, no volví a
preocuparme por las pesadillas que
tuve por las noches.
−Pero cada vez que vienes siento el
olor del aguardiente. Quítate de la
bebida, ese vicio es malo.
−Dicen que es una enfermedad.
− Hijo, mis pechos cuando lactabas
nunca te dieron licor. Eso es vicio.
− Procuro beber lo menos posible, o
¿no te haz dado cuenta?
− Si, es cierto, pero no me haz dicho
porqué viniste preocupado hoy.
− Tengo un encargo de don Jaime
Martines Olguera, el anciano de quien
te he hablado varias veces.
− De que se trata.
−Buscar a las personas que hace tiempo
127
enterraron a su hijo. El difunto se llamó
Manuel, pero no sé el apellido.
− ¿Y porqué haz de ser tu el que tenga
que buscar y no el viejito?
−Si lo conocieras mamá, no te negarías,
además es una promesa que está dentro
de la misión que tengo encomendada
por el cura Prospero.
− ¿Recuerdas donde está enterrado ese
muchacho que dices que se llama
Manuel?
− Lo recuerdo bien.; es sobre su tumba
que por las tardes lo miro acompañado
de su novia. La que fue enterrada dos
días después. Don Jaime llevó hoy la
lápida de su nieta.
−No me gusta nada eso de apariciones
y que tú seas el que las ve. Recuerda
que también veías a tu amigo Juan
Pedro y a su mamá entre los libros y
ahora me resultas con nuevas
apariciones.
−Pero aquello quedó atrás. Era sólo yo
el que los vio y me siento curado al
seguir las recomendaciones que me dio
128
el párroco don Próspero allá en el
templo. En cambio lo hemos visto
tres, don Jaime, Israel Mendía y yo. La
promesa debo cumplirla. Así me
enseñaste. ¿Lo recuerdas mamá?
−Bien, Busca su tumba, ahí tiene que
estar el apellido. Te será muy fácil
encontrar los demás datos para llegar a
los deudos.
−Gracias por el consejo. Mañana
mismo lo primero que haré será ver la
lápida y luego buscar en los libros.
129
la oficina a buscar más información.
Me entregaron un libro grande, color
gris poniéndolo sobre la mesa. Al
abrirlo recorrí cada renglón de las
páginas que estaban con letras
caligráficas, vi detenidamente que ese
día del entierro, apareció otro cadáver
más, con los mismos nombres y
apellidos. En la siguiente página
encontré el ingreso de Maria de los
Ángeles la nieta de don Jaime a quien
hube de esperar para relatarle el
encuentro de las dos personas.
Era gran coincidencia que los dos con
los mismos nombres fueran enterrados
el mismo día. Uno se llamaba Manuel
Alfredo Castro y el segundo Manuel
Arturo Castro. Pero en las lápidas
aparecían con los nombres de Manuel
A. Castro.
Don Jaime Martínez Olguera se
presentó un poco tarde al cementerio.
Lo puse en antecedentes de lo
encontrado en el libro el que puse ante
sus ojos, donde estaban las dos
130
personas idénticas de nombres.
−Algo has logrado Matías ¿Puedes
hacerte cargo de seguir buscando?
Su mirada interrogante cayó sobre mí
en espera de una respuesta.
−Mi trabajo señor, no lo permite. A
veces hasta los fines de semana tengo
que estar acá. Recuerde que la muerte
no espera, la vida es coleada * por la
muerte, no tiene fechas establecidas y
nosotros no las sabemos. Es imposible
que cuente conmigo.
Aquel anciano volvió a mirarme con
tristeza. Se debió sentir desconsolado
al escuchar la respuesta.; también me
sentí mal al decirlo y no poder ayudar.
Se me ocurrió preguntar por su esposa
para que buscara. La respuesta que dio
fue la siguiente.
−No haz visto ninguna lápida en el
mausoleo, he de contarte que ella
siempre soñaba hacer un viaje por mar.
En cierta ocasión vio en un periódico
que promovían un concurso cuyo
premio era un viaje por las islas de las
*Seguida.
131
Antillas, incluían todos los gastos y ella
ganó el premio Me hubiera gustado
acompañarla pero los compromisos
contraídos en el trabajo lo
imposibilitaron. Ella partió en el barco.
Días después escuché a un voceador de
periódicos gritando como era la
costumbre antes: “El Imparcial de hoy
con buenas noticias, se hundió un barco
en alta mar con turistas”
Compré el periódico y me di cuenta
que ese era el barco en el cual viajó mi
esposa. El mar fue su tumba.
Busqué consuelo en mi hija pero al
casarse con aquel hombre la perdí para
siempre. .
Al notar la tristeza y no encontrar
consuelo en nadie le dije:
−Deje que mañana le tenga una
respuesta. De ayudarlo estoy seguro,
don Jaime.
−Dios te lo pagará. Las puertas de mi
casa estarán siempre abiertas para ti y
tu familia. Esa casa que hoy se
mantiene triste y abandonada se llenará
132
de risas y voces infantiles con los hijos
que tengas, porque a ella llegaras a
vivir con tu madre la que algún día me
presentarás.
−Agradezco sus intenciones, deje que le
diga siempre don Jaime, por el respeto
que se merece y el cariño que ha
despertado en mí.
Esa amistad recién nacida se selló con
un efusivo abrazo donde su corazón se
estrechó con el mío, y ambos llenos de
vida palpitaron al unísono.
Ese momento inolvidable para mi,
estando él colgado de mi cuello, me
hizo pensar que la soledad ha de se muy
triste, y aún más, cuando se frisa la
edad que él tiene.
Se escuchó una campana dando golpes
espaciados, era el anuncio de la entrada
de un difunto que pronto seria
enterrado.
Se despidió agregando que volvería
para tener noticias mías.
Apunté la dirección de su casa.
133
18 Esa misma noche, le participé
de los acontecimientos a mi madre, a la
espera de una respuesta que fuera de
ayuda para don Jaime.
Así fue como ella se interesó en ayudar
a resolver ese caso. Varios días estuvo
visitando distintos lugares, entre ellos
Hospitales, Policía Nacional, la Cruz
Roja y los bomberos en busca de la
mayor información sobre los parientes
de Manuel A. Castro enterrado en la
tumba, ya que el otro fue a dar a la
orilla del barranco en la Verbena. Con
todos los datos obtenidos al revisar el
historial, se pudo confirmar la fecha y
lugar del accidente, los nombres de los
familiares que lo reclamaron en la
morgue con la dirección de la vivienda
Mi madre al saber la dirección donde
estaban viviendo los padres de Manuel
acudió a la casa de don Jaime para darle
cuenta de las pesquisas realizadas.
El anciano estaba feliz por las noticias
recibidas. Nos rogó para que fuéramos
a visitar a los familiares de Manuel.
134
Nunca imaginé, el motivo de la visita
hasta que le oí decir en presencia de
todos, que tanto Manuel como su nieta
Maria de los Ángeles merecían estar
juntos por el amor que se profesaron
hasta el final de los siglos, y debían
permanecer en el mausoleo donde
estaba ella.
Don Jaime y los deudos de Manuel
acordaron trasladar los restos al
panteón donde descansa su nieta.
Actualmente. Hay ahora una nueva
lápida en la cual se puede leer el
siguiente epitafio:
“Aquí descansan unidos por el amor y
para siempre María de los Ángeles
Holguera y Manuel A Castro.” Repare
en la inscripción que el apellido era el
de él y no del padre .de Maria de los
Ángeles. Aquellos meses de abril y
mayo no volvieron a contar con la
presencia de esas dos almas sobre la
tumba que fuera cita de amor al caer las
tardes de abril y mayo.
Ante tanto ruego del anciano que un día
135
se cruzó en nuestras vidas. Creído estoy
que lo puso el Reverendo en nuestro
camino. Mi madre y yo fuimos a vivir
a la casona de don Jaime, dejando la
que alquilamos por muchos años.
Ahora sentimos al mismo tiempo esa
alegría por la nueva vida que nos
deparó el destino escrito por aquél
Ángel de la Guarda.
Y como todo viene y pasa, don Jaime
enfermó, habiendo pasado los últimos
días de su vida rodeado del afecto y
cariño que le prodigamos. Se extinguió
como una lámpara que parpadea por
falta de aceite.
Su cadáver permanece en el panteón
junto a su nieta María de los Ángeles y
su novio. Cumplí sus deseos.
Heredera de los bienes fue mi madre
por voluntad testamentaria de don
Jaime.
136
19 Vecina a la casa que hoy
ocupamos también existe otra casa,
supongo que el constructor fue el
mismo. Está habitada por una pareja de
casados. El marido viaja mucho al
interior del país por su trabajo. Es
agente viajero, fiel cumplidor de sus
obligaciones y por el gusto al dinero se
esfuerza por ganar más. Su patrón lo
tiene en gran estima. La esposa por las
noches pone música a todo volumen y
no nos deja dormir. Goza porque
también se escuchan carcajadas de
hombres. Cuando el marido retorna, la
música no suena. Ella, la esposa, es una
mujer guapísima. Toda persona que la
vea queda prendida de su hermosura.
Como escribió Nervo: “Quien la vio
jamás la pudo olvidar” Y eso era lo que
me estaba pasando a mí. Se me entró
por los ojos hasta convertirse en parte
de mis sueños. Dulces sueños que me
hacían vivir a lado suyo. Delirio de
amar pensando en la ausencia del
esposo y ser yo el que llene
137
de besos esos labios, que sustituirían al
marido.
Mi madre un día sospechó la causa
exclamando:
−El amor es el amor desde que el
mundo es mundo. El corazón es fuego
que no apagará la desilusión hasta que
la verdad se haga dueña de la realidad.
Esas palabras no las decía directamente
pero yo las daba por sabidas que eran
etiquetadas para mí.
¿Por qué se expresaba de esta forma?
¿Sería acaso que trataba por que abriera
los ojos y pensara los pasos siguientes?
En cierta ocasión pregunté ese
comportamiento y respondió:
---Tu trabajo es de la mañana hasta la
hora que vienes por las tarde, en
cambio yo paso todo el día en casa. El
tiempo será el tiempo que diga la
verdad y nos de la razón.
─ ¿Sospechaba algo? Me hice mil
preguntas en torno a la vecina. Lo que
mi madre callaba era para no herir mis
sentimientos. Supuse que todo se debía
138
al hecho que estuviera casada. Podía
repetirse como la Casada Infiel de
García Lorca. .Por los deseos
mantenidos.
Recordar es vivir, y viví los recuerdos
de la señora Pepita la española con sus
naipes del tarot, aquellas palabras se
agolparon en la mente cuando recalcó,
“Cuidado con el amor ciego,” y mi
madre las oyó también desde el ángulo
de la habitación. Entonces era por eso
que me lo dijo mi madre. Ya veré lo
que vendrá.
165
fuerte calentura El cuerpo se sacudió
sin yo quererlo. Pensando de nuevo que
ahora iba a ser paludismo.
Al rato escuché unos golpecitos sobre
una tabla de madera. Presté toda la
atención y no encontré respuesta más
que aquella cuando el Reverendo de la
Iglesia dijo que llegaría el día si seguía
con el licor que me produciría el
delirium tremes.
Volví a taparme los oídos por el ruido
procedente del nicho vecino. Los
golpes arreciaron y si no me equivoco
escuché una voz opaca y lejana decir:
─ ¿“Donde estoy? Ayúdenme por
favor, ayúdeeeeenme.”
Quise sentarme pero lo estrecho y bajo
del nicho me golpeó la cabeza, Esperé
un rato para saber si se repetían las
voces que había escuchado. Y volví a
oír los gritos:
−”Auxiliooooo, por favor, si me
escuchan, saquéeeeenme de aquí.”
Volvieron a oírse las patadas y
puñetazos sobre unas tablas en el nicho
166
vecino. Como pude me fui deslizando
poco a poco hasta que logré salir.
El cuerpo lo tenía tullido por la
posición que mantuve adentro.
Estando afuera, el frío me caló hasta los
huesos. Seguí escuchando esos golpes y
la voz pidiendo ayuda. Todo sucedió
en el momento que empezaba a clarear
por el oriente. Pensé por un instante que
cómo era posible que un muerto pidiera
auxilio cuando yo lo había enterrado
dándole cristiana sepultura horas antes.
Tenia razón el Cura Próspero, ya tenía
el delirium, pero no eran animales los
que estaba viendo sino oyendo a un
muerto pidiendo ayuda.
Insistente estaba el cadáver enterrado
tratando de romper la caja a patadas.
Entonces comprendí que el muerto que
había enterrado no estaba muerto y con
el material que permanecía al pie del
nicho, me di a la tarea de romper todo
el trabajo hecho al caer la tarde.
Saqué el féretro, estaba con llave. Di de
golpes sobre la madera hasta que logré
167
abrir totalmente la caja. El señor que
estaba en el interior, lo primero que
hizo fue bajarse un trapo que le sostenía
la mandíbula, Tiró dos monedas
depositadas sobre sus ojos. Luego se
sentó sobre su propia caja, estiró los
brazos al mismo tiempo que bostezaba,
pasó sus manos por los ojos, creo que
lo hizo para ver mejor aunque faltaba
poco para que amaneciera. Tiró el trapo
y de nuevo estiró otro bostezo y se me
quedó viendo un rato sin comprender la
situación en que se encontraba.
A todo esto los huesos, los de las
rodillas me tronaban como maracas por
la tembladera que mantuve.
Al fin logró decir
─ ¿Dónde estoy?
Me arme de un poco de valor para
contestar.
─En el cementerio porque usted está
muerto. Es un espíritu encarnado.
Nunca, pero nunca antes había pasado
por un caso igual.
Volvieron las palabras del señor Cura
168
al recordar cuando dijo que el licor me
haría ver imágenes irreales. En pocas
palabras ahora sí estaba engazado.
Ordené mis pensamientos y llegué a la
conclusión que me hizo ver la realidad.
El muerto ahora vivo, lo había
confundido con Lázaro pero resultó ser
el vecino don Victoriano
Lo vi de nuevo en el momento que
cruzaba los brazos sobre el pecho, se
sacudió con un temblor y dijo:
---Puta. Que frío siento.
Se levantó y poniéndose de pie
pronunció un ¡Ay ! y se miró los pies.
En las carreras por enterrarlo, su gente
olvidó ponerle los zapatos o mejor
dicho intencionalmente así lo dejaron
descalzo para que su espíritu le costara
caminar y no volviera por su querencia.
Con razón aquel señor me lo advirtió
cuando lo estaba enterrando: “Primero
van las patas” 2*
No acostumbrado a caminar sobre la
graba, rogó por que le alquilara o le
vendiera los míos pero le quedaron
* 1 Alcoholizado. *2 pies.
169
apretados tanto que no pudo dar paso.
pidió de favor que lo acompañara a su
casa.
Por el camino contó parte de su historia
diciendo que se casó con la mujer de
sus sueños al triunfar su amor sobre
muchos de los que la pretendieron.
Siempre trató de hacerla feliz,
comprándole perfumes, lociones,
trajes, zapatos joyas de todas clases y
cuantas cosas quisiera. La mantenía
mimada .considerándola la reina de la
casa por los encantos que Dios le dio y
que no eran para menos. Merecía que
todos los caprichos se le cumplieran.
Pero ella quería más y más. Nunca
estaba satisfecha con lo que le llevaba.
Cierta vez le pidió a su marido que le
permitiera firmar los cheques de la
cuenta que tenía en el banco así como
la libreta de ahorro. Ciego de amor por
ella. Autorizó lo que pedía, para que la
firma de la esposa tuviera validez para
cualquier negocio. Y cuando le
preguntaba donde obtuvo un regalo que
170
era carísimo, respondía que era de la
chequera a la que tenía acceso. De lo
primero que se dio cuenta fue al ir de
compras, se encontró que no tenía
fondos. Después, el día de su entierro,
recibió del banco una nota donde le
participaban que le daban 30 días para
cancelar la deuda sobre la casa, y de no
hacerlo procederían judicialmente ante
los tribunales para rematar la
propiedad. Con la nota en la mano
preguntó a su esposa porqué era que
pasaba eso, y ella solamente se rió. A
causa del enojo le sobrevino un
malestar que lo postró en cama, Ella
llamó a un médico y cuando lo estaba
tratando el médico, se le quedó viendo
detenidamente, se le nublaron los ojos,
le dio un vahído como desvanecimiento
y cree que perdió el conocimiento y no
supo más hasta que despertó en un
ambiente oscuro, donde quiso moverme
para levantar la cabeza, dio contra un
objeto que no supo lo que era., después
trató de sentarse y no lo pudo hacer,
171
Los brazos los tenia sobre el pecho con
ellos dio en pegar golpes. Una tela de
seda la empezó a rasgar con las uñas, se
imaginó que estaba metido en un túnel
pero dentro de un cajón por no tener
mucho movimiento. Era una pesadilla
donde él mismo se escuchaba pidiendo
auxilio. Todo era negrura.
Me dije después de oír lo que contó don
Victoriano que ha de ser espantoso
estar vivo debajo de la tierra v, sin
saber donde se está. Despertar y no ver
nada, ni encontrar explicación que
justifique el motivo de permanecer en
dicho lugar.
Un movimiento tembloroso corrió por
mi cuerpo, sacudiéndolo todo hasta mi
pensamiento. al decirme yo mismo:
Que horrible ha de ser eso.
Don victoriano interrumpió lo que
pensaba
−Gracias que usted estaba cerca y llegó
en mi auxilio para sacarme.
Doña Pepita, pitonisa, hechicera, o
adivinadora por medio de las cartas del
172
Tarot, entonces dijo la verdad, con
relación a la carta de la muerte que iba
a estar frente a ella. Solamente faltaban
el amor imposible Lo mismo que dijo
la señora Londy al interpretar las líneas
de la mano. Y luego saber quien será el
verdadero muerto según doña Pepita.
Al llegar a la casa, el aldabón que
simulaba la cabeza de un león,
repercutió en el interior. En ropas
menores, molesto por la hora
inoportuna se escuchó la voz de un
hombre preguntando:
─ ¿Quién?
─ ¡Yooo!—Pronunció la palabra con
altivez.
EL Hombre desde el interior volvió a
decir
─ ¿Qué quiere?
─Entrar.
─ ¿Quien es yo? ─ Fue la pregunta.
Abrió la puerta del zaguán a tiempo que
decía el hombre;
─Diga… Pero al ver de pie, frente a la
puerta, creyó que se trataba de un
173
fantasma o el alma del difunto; se
llevó las manos al pecho cerca del
corazón. Se fue doblando lentamente
con la cabeza inclinada musitando entre
dientes:
−El difunto….
− Volvió a casa—agregué
Fueron las últimas palabras del Doctor
al caer al piso por haberle dado un paro
cardiaco fulminante.
Don Victoriano entró de nuevo a su
casa. Avanzó por el corredor. La mujer
abrió la puerta de su cuarto. Reconoció
al verlo caminar y oyéndole decir:
---También era el doctorcito el que te
entretenía entre semana ¿verdad?
La esposa no entendió lo que sus ojos le
indicaban, pero si la voz del fantasma
de su marido que venia directo a
reclamarle la infidelidad.
A ella le dio por correr tropezando con
el cuerpo tendido de su amante junto a
la puerta.
− ¿Cierro la Puerta? − le pregunté a don
Victoriano.
174
−Si, Pero antes arrastre por los pies al
nuevo difunto, déjelo en la acera para
que vengan las autoridades a recogerlo.
El doctor fue el adversario y yo, un
iluso soñador de esa mujer muy linda
que se lanzó por las calles vecinas
hablando y hablando con gestos
descontrolados, entrándole el pánico.
El lechero madrugador, que repartía su
producto, asustado por lo que miraba,
oyó una tarabilla de palabras sobre los
muertos ahora aparecidos. Muertos que
viven. Fantasmas buscando su casa. La
vio con el cabello largo y suelto
flotando detrás de la espalda. La mujer
huía enloquecida por la aparición del
difunto. Allá a lo lejos aún se oían los
gritos de angustia y de temor.
─ ¿Ahora que piensa hacer don
Victoriano?─ Pregunté.
Su respuesta no se hizo esperar.
─Victoriano ahora está muerto. El
doctor que hizo el acta de defunción
también está muerto. La funeraria dirá
que enterraron a. Victoriano y lo
175
confirman los libros de ingreso de
cadáveres al cementerio. Mi mujer esta
rematadamente loca, Darán fe el
lechero y usted Así de loca para qué
la quiero. Ya no sirve para nada.
Además juro que nadie le creerá lo que
diga El banco luchará en tribunales
sobre Victoriano el difunto, para
rematar la casa. Por todo lo que he
pasado, ahora me llamaré Juventíno
Rosas
─ ¿Y como piensa cambiar de nombre?
─Muy sencillo, cerca de la frontera de
este lado, se consiguen cédulas por
unos tres mil quetzales que se reparten
el alcalde y el secretario.
Estudié que catalepsia es la
enfermedad que había sufrido el señor
Victoriano ahora llamado Juventino.
Consiste en un accidente nervioso
repentino de índole histérico que
suspende las sensaciones e inmoviliza
el cuerpo en cualquier postura que se le
coloque. Actualmente los doctores
antes de emitir un fallo y extender el
176
acta de defunción proceden a realizar
en el cuerpo un examen minucioso
llegando si es necesario a la autopsia.
Se me ocurrió pensar que si este caso
se hubiera presentado en un moderno
cementerio donde lo único que se ve es
la lápida, ¡pobre difunto! enterrado tres
metros debajo de la tierra aunque
patalee y grite nadie lo escuchará, y
algo peor, si lo meten en el horno para
ser cremado lo sacan achicharrado.*
Ahora comprendo las palabras de doña
Pepita con el tarot, también la señora
Londy que leyó mi mano y las palabras
de mi madre que le falto decir que esa
casa era una colmena de zánganos
buscando a la reina,
Le conté a don Israel todo esto que me
pasó y no lo creyó diciendo que hasta
ahí no llegaba, aunque se vieran
muertos acarreando basura.
*Chicharrón
177
23 Al pie de un ciprés frondoso
almorzaba a la par de don Israel un
medio día sin faltar el octavo de licor
que llevaba por costumbre. Esa vez me
relató un pasaje curioso sobre esas
personas que se van al extranjero en
busca de dinero, a los que les dicen
mojados por que deben pasar un río
fronterizo. Era la época de lluvias y el
agua no les permitía cruzarlo debido a
la creciente. Se dieron cuenta que
estaban con un gran problema, ser
capturados y perder la oportunidad que
les ofrecía la tierra del otro lado o
correr el riesgo de lanzarse al río
escapándose de las autoridades a punto
de darles alcance. Como uno de ellos
dudó un rato, el compañero le dio un
empujón y ambos fueron a dar al río
para enfrentarse a esas aguas
embravecidas. Rocaél Hernández que
así se llamaba uno de ellos sabia nadar.
La corriente los fue arrastrado varios
kilómetros. y Rocael ayudando a su
178
amigo logró acercarse a la orilla donde
la raíz de un árbol lo detuvo
agarrándose de ella, uno de los mojados
pudo salir, pero el compañero por la
cantidad de agua que tragó, murió. Con
gran esfuerzo el amigo fue sacado pero
nada pudo hacer, Le revisó los bolsillos
donde encontró dinero y la cédula de
identificación Dispuso cambiar de ropa
con el difunto para darse a conocer
como Antonio Romano y cambió de
cedula El cadáver de su amigo se lo
dejó a las autoridades cuando lo
encontraran, mientras que él se internó
en la tierra prometida, Con el tiempo el
cadáver fue hallado por las autoridades,
lo reconocieron por las ropas y la
cedula. El parte policiaco en forma
lacónica informaba que se encontró el
cuerpo de un hombre llamado Rocael
Hernández La noticia vino a dar a los
oídos de los familiares. Noticia que les
llegó mucho tiempo después. Le
resaron la novena como es costumbre
por parte de los familiares. Corrido el
179
tiempo realizaron por la intención de
su alma el cabo de año*. La familia
estaba reunida en compañía de amigos
la noche del acto La puerta abierta y
colgando de ella una cortina blanca,
señal que se resaba por un difunto, por
ella entró sin pedir permiso Rocael
Hernandez. Preguntó cual era el motivo
de los rezos y porqué estaban tantos
familiares y vecinos presentes. Un
señor que permanecía de pie junto a la
puerta y que no lo conocía le respondió
que se debía a la defunción de un señor
llamado Rocael Hernández que tenía
un año de haberse ahogado .en un río
en la frontera. y le res aban el cabo de
año. El hombre que entró a su casa
respondió. Yo soy Rocaél Hernández
Su mujer al verlo dijo que eso era un
milagro, y se lanzó a sus brazos. Todos
los familiares y amigos lo miraban, no
lo creían y lo felicitaban. Contada esta
historia Destapó el octavo de licor y me
dijo.
−Salud pues.
* Recordatorio anual del día de la muerte.
180
−Salud −Respondí − Evito tomar por
recomendación del Párroco Próspero.
Don Israel Mendía finalizó con esta
frase:
−Hasta ver a Dios.
181
a la Universidad, donde fui recibido por
el nuevo Rector, el Decano que ya me
conocía y viejos estudiantes que
seguían tratando de salir con su
respectivo título. Le pedí a mi madre
que no se olvidara de la Mamá de Juan
Pedro en esa soledad que se encontraba.
Ahora era ella la invitada a compartir
la mesa.
Un día dijo mi madre:
−Te olvidaste de darle las gracias al
Reverendo Próspero, recuerda que por
sus consejos, todo el bien que nos
hizo, principalmente el de curarte.
−Ahora mismo voy y le diré que he
vuelto a la Universidad a finalizar los
estudios Que me quité el vicio de tomar
licor. Ahora me siento como un hombre
nuevo. y nuevamente soy asistente del
Licenciado don Alejandro Matute. Y
fui al templo del Cura Próspero. Ahí
estaban los pordioseros viejos y nuevos,
acuñados a la pared en espera de los
feligreses para que les dieran unos
centavos. También niños
182
correteando palomas y dándoles
alpiste, pero eran otros, no eran los
mismos. Los que antes jugaban ahora
debían ser mayores. Vi el revuelo de
las palomas subiendo y bajando del
campanario al atrio en busca de
alimento. El sonoro repicar de la
campana llamaba a los feligreses a la
siguiente misa.
Escuché desde el atrio donde estaba
parado una voz proveniente del interior
del templo que con toda solemnidad
dijo;
−Ahora podéis ir en paz.
Y vino a mi mente el tiempo aquel de
cinco años atrás, cuando deambulaba
desorientado por las calles en busca de
un médico que pudiera curar o aliviar
mis males. Y lo encontré detrás de esa
puerta donde se puede sanar la mente
Esperé a que toda la gente saliera para
entrar y confesarme de nuevo ante
aquel anciano venerado en mi recuerdo,
agradecerle con humildad el bien que
hizo con aquellas palabras que aún
183
mantengo vivas, darle gracias en
nombre de mi madre.
El interior del templo con sus naves
vacías quedó en silencio. Sentí aquel
olor del incienso que flotaba por todas
partes confundido con el aroma de
jazmines y rosas que venían del Altar
Mayor; di mis pasos directos al lugar
donde el sacristán empezaba a apagar
las velas como lo encontré la última vez
Al verme preguntó qué se me ofrecía y
le respondí que venía a confesarme,
saludar y felicitar al Reverendo. Sin
chistar palabra, volvió a verme y
desapareció por el crucero.
Me extrañó que fuera un nuevo
sacristán, por no tener la edad del que
me atendió antes. Al volver dijo que
me esperara un rato, que ya vendría
Entonces me pregunté ¿Qué pasó con el
viejo Sacristán? Posiblemente murió
por la edad. Estaba pensando en esto,
cuando de la parte lateral del
presbiterio, a un lado, con la oscuridad
reinante llena de sombras, como hace
184
más de cinco años otra sombra se
desprendió para venir a mi encuentro.
Se acercó con pasos rápidos
preguntando:
− ¿En que puedo servirle?
− Disculpe, pero yo busco al reverendo
Próspero.
Se me quedó viendo detenidamente;
llevó la palma de su mano junto al
mentón: Acaso estaba auscultando mi
interior.
Ante el silencio que se hizo le comenté:
− El reverendo de la iglesia, es una
persona mayor, un anciano de cabello
blanco y barba larga, habla a pausas,
tiene los ojos cansados, con un caminar
lento. La penitencia que impuso fue de
5 años de trabajo de lo más humilde y
honrado, encontré el de ser sepulturero.
Por eso vengo a darle las gracias. Ya
los he cumplido. He vuelto a la
universidad y ya no bebo.
−Vea, yo tengo de estar en este templo
quince años y sustituí a Monseñor
185
Antonio que sirvió a la comunidad por
veinte años o sea que son 35 años y
usted me dice que hace de esto 5 años
que vino a confesarse con el cura
Prospero. Que yo sepa ningún
Próspero ha estado aquí. Mi nombre es
Silverio.
−Pero él me curó en nombre del Ángel
de la Guarda llamado Rehael.
−El Ángel que menciona es cierto,
pero extraño, muy extraño lo que me
cuenta. Difícil es de creer esa historia.
Será mejor que venga conmigo a
revisar los libros para desengañarlo y le
voy a mostrar lo equivocado que está
usted, talvez fue en otra iglesia y no se
acuerda del lugar. Eso sucede muy a
menudo por el olvido.
Pasamos frente al presbiterio y
entramos a la sacristía donde flotaba un
olor a papeles viejos sobre estantes
apolillados, Ese cuarto tenia tiempo de
no conocer una escoba por la cantidad
de polvo reinante.
Para demostrar lo equivocado que
186
estaba, puso ante mi vista el libro más
reciente, lo abrió y dijo:
─Véalo detenidamente.
Al principio apareció el cura Silverio
donde se hacia constar como nuevo
Sacerdote del templo y una lista de
bautizos, casamientos, confirmaciones
y misas por los difuntos. Estaba a punto
de devolverle el libro cuando alcancé a
leer el nombre: Matías Colmenares, Mi
nombre, colocado en una de las líneas
del libro con letra diferente. Lo enseñé,
y ambos quedamos sorprendidos. No
era posible porque hace 15 años él se
hizo cargo del templo. Se le alteraron
los nervios tanto que le costó llevar y
traer libros, de subir y bajarlos de la
estantería. De pronto se detuvo,
sosteniendo uno de aquellos libros
viejos donde leyó y dijo:
− Mire. Talvez sea el que aquí aparece.
Con rapidez presté toda la atención y al
ver entre las líneas el nombre de un
Cura llamado Próspero de apellido
Revolorio que nació el día 15 de
septiembre del año de 1821, se hizo
187
Sacerdote en el año de 1848 y vino a
esta parroquia a dar servicio en 1871,
falleciendo el 2 de noviembre de1902.
− ¿Se da cuenta ahora?
Entonces pensé en voz alta:
− Que curioso que nació el día de la
Independencia, Sacerdote el día de la
fundación de la republica en la época
de don Rafael Carrera, llegó a la iglesia
el día de la revolución del 71 y murió
el 2 de noviembre el día de difuntos.
Pudo haber sido él.
El cura Silverio alcanzo a oír lo dicho
y respondió
− Aquí en la pared están las fotos de
todos los sacerdotes que han pasado por
el templo. Véalos despacio. ¿Será
aquel el que usted menciona, por lo que
ha contado?
Alcé la vista en la dirección señalada.
La foto detrás del vidrio que la cubría
estaba amarillenta por el tiempo.
Apareció idéntico, con las mismas
características, como el día que acudí a
la iglesia. Su vista no se desprendió de
188
mi persona. Permaneció sonriente,
dando la impresión de quedar
satisfecho por lo que hice durante cinco
años. Seguía los movimientos por
donde me pusiera, idéntico a los de mi
amigo Juan Pedro en la morgue.
El sacerdote Silverio preguntó de
nuevo:
− ¿Qué me dice ahora?
− ¡Si… sí! No cabe duda, fue el
Reverendo Próspero Revolorio el
Sacerdote que me curó de las
alucinaciones, del dolor de cabeza, me
separó del licor dándome la
oportunidad de conocer la vida y la
muerte. Ser humilde y honrado por
intermedio del Ángel de la Guarda No
tengo nada que ofrecer a cambio de
todo el bien que nos hizo. ¿Podría
usted decir una misa por su alma?
−Si.
FIN.
La novela
EL DIFUNTO VOLVIO A CASA
se terminó de imprimir en los talleres
de LITO PROA CULTURAL
CENTRO AMERICANA LIBRERÍA
PROA
el día …. del mes del año 2007
Esto no va en el libro
Verdad o mentira, este caso del más allá esta
envuelto en la niebla de una noche perdida
entre los años viejos.
Cuentan que por chiquimula tirando por el
camino que conduce a Esquipulas , hay un
desvío que va a dar al pueblo de olintepeque
Es aquí el caso por narrar ahora. Fue en este
pueblo perdido entre las los pliegues
montañosos de oriente donde don Fernando
Aquiles sentó sus reales construyendo una
hacienda con ganado, sembrar caña de azucar
para hacer las mancuernas de rapadura. De
carácter sencillo y persona humilde se
granjeó la amistad de todo el vecindario, muy
querido y respetada por lo afable y atenciones
dispensadas a sus semejantes-
Nunca salio de su boca un no para
propiciarles ayuda.
Dicen las gentes que la hierba mala nunca
muere, pero cuando el caso de morir le llegó
a don Ferrando, se comentaba que la buena
si se moría.
Es tradición en ese pueblo, que el velatorio
sea realizado en una esquina de la habitación
y el cuerpo colocado sobre un petate tirado
en el suelo. Y eso fue lo que hicieron los
vecinos para cumplir lo dicho por sus
antepasados-
No fue uno ni dos, fueron todos, niños
jóvenes, hombre y mujeres de las vecindades
a dar el pésame a los deudos y acompañar al
difunto en la despedida.
La señoras hacían turno al pie del cadáver sin
el féretro. Rezaban a todo pulmón el rosario
encomendando al Señor el alma de don
Fernando Aquiles para que lo recibiera.
Pasadas una horras y cuando mas gente hubo
en el velorio. Se oyó un crujir de huesos que
hizo que se callaran todos. El silencio se
apoderó del ambiente y las miradas corrieron
a enfocar al difunto
Don Fernando con harta dificultad se fue
sentando sobre el petate, con las manos sobre
el pecho.
Todos los ahí presentes lo vieron abrir los
ojos cuando les dijo:—Aquí les desea buenas
noches señores.
acto seguido se volvió a recostar sobre el
petate y crujieron los huesos.
A todo esto, salieron en carrera desenfrenada
huyendo del lugar la mayor parte de
asistentes al velorio.