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Yoshi Shi, breve acercamiento a la muerte como experiencia estética y virtuosa durante el Japón

del periodo Edo.

Haschben Shamed Rodríguez Romero.

Semillero de investigación Yugen.

Introducción.

A lo largo del tiempo y la historia gran cantidad de culturas han brindado significados exquisitos y
connotaciones surrealistas a momentos y situaciones específicas e incontrolables de su entorno
para poder dar explicación o sentido a contextos donde se muestran la acción de la naturaleza de
manera bella y etérea hasta abrupta y visceral, de tal manera se dota a la realidad de un análisis y
connotación con emociones meramente acercadas a los instintos y la conciencia humana a fin de
racionalizar el entorno desde el ser, entendido este último como la conciencia que tiene un
individuo sobre sí mismo, su entorno y como se relaciona con este, llegando a cuestionamientos
sobre su integración en el entorno donde coexiste además de su tarea a desempeñar en un plano
de conciencia y posición existencial en el contexto donde se desarrolla. Al observar las diferentes
interpretaciones de acontecimientos naturales en base a la esencia de la existencia que se
obtienen desde la experiencia del ser como individuo y colectivo se observa la carga connotativa
en el espacio que se llega a crear íntegramente para vivir, experimentar e interpretar, cargado de
humanidad y conciencia.

La humanidad y las culturas se han valido de esta justificación y entendimiento connotativo de su


entorno y contexto desde el ser para poder llegar a dar una explicación que racionalice lo que se
experimenta a lo largo de la vida, es decir, acontecimientos de vida de todo tipo que abrazan y
moldean la existencia y la interpretación que un individuo le otorga desde su experiencia
individual y relacional para con los demás teniendo en cuenta en cómo se integra a la existencia y
donde experimenta la vida desde el ser, desde un periodo primigenio, donde se empieza a
entender el entorno y su contexto desde una vivencia corpórea de adaptabilidad al espacio
existencial hasta la transmutación de la conciencia a otro estado como cambio natural compartido
por todo ser viviente, es decir, la muerte.

La muerte, al igual que gran cantidad de situaciones por los cuales atraviesa un individuo, para
nada termina siendo excluida de esta carga connotativa que la sociedad le llega a dar desde su
percepción cultural y experiencial de vida desde el ser como individuo o colectivo, siendo incluso
uno de los momentos donde se llega a otorgar una carga inmensamente humana desde los
valores, la moralidad y el ser, siendo estas características compartidas por prácticamente todas las
culturas que se han ido estudiando a lo largo de la historia, teniendo en cuenta factores básicos
como la influencia geográfica de determinado grupo social y la interacción que una sociedad llega
a tener en concreto para consigo misma, desde su nivel micro como individuo el cual interpreta y
crea, y como colectivo, que comunica y acuerda; al analizar esto se llegan a conclusiones
comprensivas del por qué una cultura reacciona de una manera determinada frente a su entorno y
como ésta se desarrolla, pues basta con repasar de manera ligera la connotación y el significado
que diferentes culturas dan a la muerte y cuan diferentes son unas de otras en base a como el
entorno influye en la particularidad significativa que un grupo poblacional le puede llegar a otorgar
a una situación o contexto que podría abarcar de manera colectiva a una sociedad entera en base
a la cultura que se ha ido construyendo, de tal manera se observa la inmensa diferencia de
interacción de culturas frente a un hecho en concreto como podría ser la muerte, pues como se
mencionó anteriormente, uno de los factores determinantes para ello son las interpretaciones
significativas en base al contexto del momento y el que se ha ido construyendo en un lugar en
específico con respecto al desarrollo y la influencia cultural de una sociedad en concreto.

A diferencia de otras regiones del planeta, comúnmente se ha asociado a la sociedad y la cultura


asiática como una de las destacables en cuanto a esta interacción cultural que llega a tener el
individuo desde el ser para con su entorno y sus pares, basada en el respeto y las buenas maneras,
algo que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo a manera de respuesta congruente a los
tiempos en donde se vive en base a determinado contexto y se debe actuar de cierta manera
prestablecida, en este caso, este fenómeno es relacionado con la religión, la estructura jerárquica
y la configuración social, por ende se analiza como estos factores reaccionan al entorno
habitacional y la naturaleza de éste frente a la interacción con el individuo y la que él tenga para
consigo mismo dentro de ese entorno, estas características son compartidas e integradas en una
cultura y sociedad de manera colectiva en función de lo que se encuentra viable y correcto en el
momento y espacio sociocultural. En este caso, la sociedad japonesa ha destacado a lo largo de la
historia por ser una de las culturas más sensibles a la experiencia del ser en función de la armonía
con el entorno y consigo misma, pues a lo largo del tiempo Japón se ha ido desarrollando de tal
manera que esta característica, que pareciese casi intrínseca de su cultura y única en comparación
a otras sociedades ya que, en su caso puntual, su entorno y la reacción de su sociedad frente a su
contexto y situación ha originado una cultura de la conciencia armónica, basada en la integridad y
la pulcritud del ser, además de ser pensada desde el individuo como ser participante de una gran
entidad colectiva que funciona y se relaciona de manera armoniosa con su espacio alejándose de
la individualización radical adversa y la diseminación de su integridad como conjunto.

Al igual que muchas otras cosas, Japón de distingue por reaccionar culturalmente de manera
particular a otras regiones frente a su espacio y contexto situacional que ha transitado a lo largo
del tiempo, logrando una interacción totalmente distintiva del individuo frente a su espacio y
contexto, y la muerte no iba a ser ajena a esta característica, pues a lo largo del tiempo Japón ha
ido experimentando fuertes sacudidas de todo tipo por parte de su misma sociedad y su entorno,
ocasionando que se creara una cultura rica en la integración apropiativa de factores externos para
su reinterpretación y optimización desde el ser y colectivo, además de poner el individuo como
pieza de una sola y gran estructura que busca la armonía entre el ser consciente y la naturaleza
abrupta e incontrolable, es decir, su entorno y los fenómenos que ahí ocurren. Claramente hay
etapas en el tiempo donde se puede apreciar mejor estas características de la sociedad japonesa,
como lo es el periodo Edo, una etapa en la historia japonesa donde se puede apreciar de manera
abundante esta relación del ser consciente frente a la naturalidad de la existencia y como este
experimenta el entorno incontrolable pero a la misma vez lo apreciable, por lo que acontece e
interpreta, pues culturalmente se desarrolló un espacio donde se podía dar una carga apropiativa
e identificativa del individuo para con su entorno y propósito en función del desarrollo que se
obtenga para la colectividad, logrando que el individuo se pueda identificar como una pieza
funcional de un enorme mecanismo el cual le concientiza de su papel frente y función, los valores
y maneras que debe adoptar para poder ser integro de este ente unitario y no quedar relegado
como una pieza inservible y totalmente ajena a la funcionalidad sociocultural que pueda dificultar
la sinergia en la que las diferentes partes de la estructura socio-contextual ya están cumpliendo su
papel a fin de moverse en armonía de su entorno y espacio.

En este caso en concreto, se analizan los factores interpretativos que socioculturalmente


determinaron la interacción del individuo, la sociedad y su entorno frente a un evento natural
como la muerte, siendo está pensada desde el ser consciente como objeto de virtuoso e
integridad perteneciente a un colectivo estipulado. Se busca analizar la permeabilidad de la
estética con respecto a diferentes pilares importantes de la cultura japonesa del periodo Edo en
base a la muerte como experiencia virtuosa, bella y estética.

Aproximaciones contextuales etimológicas.

Partiendo desde la idea de que el mismo nombre de la idea, en japonés, nos da un acercamiento
más objetivo de lo que se busca abordar, Yoshi Shi es un término que probablemente sea poco
rudimentario en Japón para describir el fenómeno expuesto de la muerte pensada desde una
experiencia estética y virtuosa que permita dar sublimidad al deceso del individuo pensado desde
el ser y el espacio contextual en el que se desarrolla, en este caso, el Japón del periodo Edo
aunque habrán algunas excepciones que se mostrarán más adelante, sin embargo, si se analiza la
raíz lingüística se observa que el termino está formado por dos caracteres que tienen su
significado individual pero que al funcionar en conjunto logra acercar a la idea que se analiza.

Por un lado, se tiene el carácter Yoshi (美) que hace referencia al concepto de belleza pensado
desde la estética y esta además el carácter (死) que referencia al concepto de muerte como tal,
aunque puede ser interpretado como el número 4, de ahí que en la tradición japonesa se tenga el
4 como numero de mala suerte. Una vez juntos los caracteres generan el concepto de muerte
virtuosa, es decir, Yoshi Shi (美死), una idea que ya connota la carga humana agregada que llega a
tener un suceso natural como lo es la muerte.

Lo que se busca esencialmente es poderse acercar lo más profundo y preciso a el auténtico


significado de estética, independientemente de su orientación, más sin embargo, al observar que
la sociedad japonesa se basa demasiado en el ritual, la apreciación y lo sublime frente a aspectos
de la vida como el deceso, también se llegó a tener en cuenta los factores de belleza y armonía,
pues, como se explicará más adelante, bastante parte de la experiencia estética japonesa se
fundamenta en la presentación, las buenas maneras y, sobre todo, el buen sentir, por lo que el
concepto Yoshi (美) terminó siendo el que más acercaba la esencia de la investigación, pues al
incorporar una connotación y entendimiento ritual, se desliga de una interpretación superflua,
pasajera e inmemorable que podría banalizar el trasfondo que se quiere explayar desde incluso un
punto etimológico, pues conceptos como Kirei (きれい) , cuyo significado es similar al de Yoshi,
terminaban siendo, por definición, “bonito”, una posible opción de acercamiento pero al analizar
su trasfondo práctico y sociocultural, se observó que hace referencia a una belleza frugal y
momentánea de índole apreciativo circunstancial y no sublime, por lo que carecía de contexto que
ampliara el sentido a alcanzar.

En su otra parte, encontramos el concepto de shi (死), cuyo significado es tajante y claro, su
carácter significa muerte como tal, más, sin embargo, se explorará que la muerte en el Japón del
periodo Edo es totalmente resignificada con diferencia al concepto que se tiene actualmente de la
misma, no obstante, se utilizó shi puesto que se busca analizar la concepción de la muerte bajo
parámetros estéticos claros, pues con las resignificaciones que se hicieron en Japón al deceso
parecen ser más una transición, un cambio o una alteración del ser más que un factor finalizador y
determinante que diferencia tajantemente la vida de la muerte.

La guerra y su influencia contextual en el Japón del periodo Edo.

Durante este periodo acontecieron hechos que permearían la historia del país y como esta se
desarrollaría en base a la cultura y la sociedad funcional del momento, Japón es un país donde la
violencia ha sido una característica que ha cambiado de manera trascendental a la isla y su cultura,
no solo por hechos ocurridos en los últimos dos siglos sino también en periodos específicos donde
el conflicto, el poder y las alianzas eran imperantes para el control total del archipiélago, pues es
básicamente por la búsqueda de este objetivo que se fue desarrollando una cultura de la
trascendencia de la muerte debido al contexto situacional donde el país se ahondó alrededor de
unos 150 años o incluso más tiempo si se llegan a tener en cuenta los primeros acercamientos de
la sociedad con los aspectos militares, no solo por el control y superación frente a otras facciones
o mejor llamados clanes que en el momento se disputaban el poder sino también su reacción
frente a las invasiones extranjeras y las novedades comerciales armamentísticas traídas de
occidente.

Estos factores anteriormente mencionados se integraban con la cultura y el momento contextual


álgido de la época, un momento donde la muerte era tan común y a veces impredecible que la
necesidad de integrar una connotación ritualista pensada desde la virtud y la consciencia humana
frente a lo visceral, lo incontrolable y natural de la muerte de un individuo desde su singularidad
hasta su entendimiento como parte de un colectivo funcional además de ser pensado desde la
estética del respeto, algo que terminaba abrazando todos los aspectos socioculturales en los
cuales se desarrollaba la sociedad japonesa del momento. Fue un periodo donde se evidenció
cuán importante eran los atributos cimentados en el respeto y la virtud que hacían de un individuo
digno de, en este caso, recibir o propiciar una muerte que enalteciera su posición no solo como
persona sino también como símbolo, representante y estandarte siendo congruente con respecto
a su posición en la estructura sociocultural.

Inicialmente, el poder militar fue creciendo en una etapa incipiente de Japón, donde los primeros
“mikados” que era el equivalente a regente supremo, comandante militar y líder religioso con el
consenso de los lideres de clanes; apenas tenían una diferenciación socioeconómica frente a sus
súbditos.

“El teórico Mabuchi relata que vivían en cabañas de adobe con tablillas de madera, vestían
prendas de cáñamo, portaban espadas con sencillas vainas de madera alrededor de las cuales
enrollaban zarcillos de viña.” (Hearn, pág. 134, 2009).

Además, se fue desarrollando la sociedad japonesa en sus aspectos económicos y políticos junto
con la enorme influencia por la introducción por los sistemas administrativos y protocolos chinos
que aportó la posibilidad de gozar del lujo y la ilustración pero con los nuevos sistemas
implementados se hizo más difícil la realización de las actividades administrativas y empezó un
decremento de la autoridad imperial llevando a que se empezara a dejar estas tareas a delegados
imperiales siendo estos integrantes del clan kuge “aristocracia” de los Fujiwara. Con estas
implementaciones, los Fujiwara se dieron el provecho de abarcar todo el poder civil hasta el punto
de regular la sucesión imperial y el tiempo de abdicación de un emperador, llevando a que el
emperador fuese tan solo un niño manejable pues hasta las mujeres esposas favoritas por los
emperadores eran del clan Fujiwara. (Hearn, 2009).

Se llegó a decir que incluso, que el clan Fujiwara, no satisfecho con sus despóticos métodos de
manejar el poder mantenía formas lujuriosas de corrupción en el palacio a fin de que el
emperador con su carácter joven evitase reclamar sus derechos ancestrales al trono. Además, se
buscaba que el gobernador celestial tuviera cada vez menos autoridad sobre los ámbitos más
importantes, esto siendo reforzado por estrambóticas reformas hechas por emperadores en
contra del camino de los dioses, de tal manera era bastante peligroso depender del poder
omnipotente de un dios rey que podría derruir los valores y la estructura instaurada por los clanes
y la aristocracia religiosa, por lo que reforzar y preservar el culto imperial terminaba siendo
obligatorio para que l aristocracia religiosa mantuviera el poder, el cual lo hizo durante más de
cinco siglos. (Hearn, 2009).

La autoridad heredada tiende a ser remplazada por la autoridad asignada, por lo que los Fujiwara,
al ir en decremento hacia una aristocracia cortesana, víctimas de sus propias medidas corruptivas
para mantener el poder, se limitaron a mantener una autoridad meramente civil delegando así los
aspectos militares al buke “una suerte de consejo militar”, con las reformas adoptadas de China se
pudo diferencias los aspectos civiles y militares ocasionando el surgimiento de una clase militar
que rápidamente fue tomando poder e influencia, al delegar el poder militar en los clanes del
buke, siendo estos los más grandes los clanes Minamoto y Taira, ocasionando así el declive gradual
del poderío Fujiwara. Pero a su vez, el Buke se vería afectado por disputas, pues al ser ambos
clanes integrantes del Kuge o alta aristocracia alegaban ascendencia imperial lo cual ocasionó un
enorme conflicto bélico que se inclinó a favor del clan Taira pero la suerte estuvo al final con el
clan Minamoto al vencer a su contraparte en la batalla de Dan-no-ura, en el año 1185 donde los
Taira fueron exterminados. (Hearn, 2009).

“Así dio comienzo el gobierno de los regentes Minamoto o, para ser más exactos, los Shogun. Ya
hemos mencionado anteriormente que el significado original del término Shogun era igual al
termino militar imperator, únicamente -comandante en jefe- pero a partir de ese momento se
convirtió en el título del supremo gobernante de facto, con una autoridad doble, tanto civil como
militar, el rey de reyes…”. (Hearn, pág. 137, 2009).

Pero con la victoria de los Minamoto sobre los Taira no acabaría en conflicto en Japón, pues se
presentaron conflictos regulares e interválicos donde el clan Minamoto fue incapaz de mantener
el poder y se le fue delegada una parte a la familia Hojo, la cual gradualmente fue haciéndose con
el poder total más nunca como shogun pues se consideraban simples delegados shogunales, más
sin embargo el shogunato estaba a su merced al punto de seleccionar shogun y emperador, la
familia Hojo demostró alta competencia al repeler un ataque extranjero por parte de Kublai Khan
en 1281, cuya flota fue destruida por un tifón, evento atribuido a las inmensas suplicas en los
templos y fue conocido como Banzai. (Hearn, 2009).

Si bien los Hojo mantenían una “sólida” administración, les quedaba difícil lidiar con el poder
budista que se estaba alzando en desordenes, pues esta facción se fue convirtiendo en un poder
militar, Yoritomo, el primero de los shogunes de la dinastía Minamoto observó la problemática
implantando así leyes contra la manutención de armas por parte de los templos budistas y el
vasallaje militar de estos monjes pero sus sucesores fueron más descuidados con esta reforma
ocasionando que con el tiempo tomaran más poder hasta el punto de que el vigésimo sexto
mikado, Go Daigo, se revelara contra el poder de los Hojo con el apoyo de los monjes budistas
pero al ser derrotado y desterrado a la islas Oki, los señores poderosos que habían estado bajo el
mando despótico de los Hojo, reunieron sus fuerzas para tomar la capital de la regencia,
Kamakura, la cual ocasionó que fuera reducida a cenizas junto con el acto de Harakiri del último
Hojo, llegando el Shogunato y la regencia a su fin. (Hearn, 2009).

El mikado había retomado su poder total administrativo, pero para desgracia Go Daigo era carente
de carácter, no aprovechando esta oportunidad y reimplantando el shogunato al asignar a su hijo
como nuevo shogun e ignorando el servicio y la ayuda de sus colaboradores en un principio y
ocasionando la ruptura interna en la casa imperial. Los acontecimientos anteriores no fueron más
que el abono para un conflicto inminente pues a finales del siglo XIII en Kyoto vivían al mismo
tiempo el mikado y al menos tres emperadores depuestos ocasionando un conflicto por la
sucesión, pues uno de sus generales, Ashikaga Takeuji quien traicionó a los Hojo y que además
gozaba de la confianza Go Daigo al haberlo ayudado a restaurar su poder posteriormente actuaría
con la misión de traicionar a Go Daigo para poder hacerse con el poder pues Go Daigo se había
dado cuenta demasiado tarde y terminó derrotado ocasionando que fuese desterrado por
segunda vez en un templo. El poder se dividió en dos ramas, por una parte, la rama del sur
(Nancho) correspondiente a Go Daigo y es la que es la que se legitima más y por otra parte la rama
del norte (hokucho), ubicada en Kyoto y correspondiente al clan Ashikaga, esto ocasionó que el
país tuviera doble mikado y que el poder se dividiera siendo más reconocida la rama del sur pese a
que su contraparte del norte fuese bastante competente al promover varias áreas de prosperidad
más no la paz. Esta etapa que duró hasta 1573 fue un periodo bastante oscuro, pues la
delincuencia y la piratería que azotaba las costas estaba bastante álgida, al punto de que la
aristocracia tuvo que escapar de la capital a fin de buscar seguridad en los Daimyo que gozaban
del poder suficiente como para brindarles protección. El hambre, la inseguridad y los terremotos
ocasionaron la inestabilidad total de la industria y la agricultura, pues hasta Go Tsuchi Mikado
quien había sido el descendiente 102 de la dinastía del sol y quien murió en 1500, tuvo que
esperar 40 días su cadáver en las puertas del palacio para darle un funeral digno, el shogunato
estaba siendo reducido a nada más o menos hasta 1573, época por la que surgió un nuevo
comandante, Oda Nobunaga quien acabaría con la casa Ashikaga y que pondría un etapa de paz
en Japón. (Hearn, 2009).

Oda Nobunaga, quien era descendiente Taira y de monjes Sintoístas buscó la unificación y la
recuperación del país bajo un solo estandarte pues desde el siglo V Japón se vio involucrada en
inmensidad de conflictos donde no se pudo legitimar alguna facción junto con su poder de manera
absoluta sobre el archipiélago, más sin embargo, la misión de Nobunaga era clara, centralizar el
poder feudal bajo un solo mando pero al observar la situación analizó que uno de los obstáculos
más grandes era el poder del budismo militante que desde la era de los Hojo había construido gran
poder y que se dividía en dos grandes sectas, Shin y Tendai. Su campaña contra la secta Tendai fue
implacable reduciendo a cenizas los monasterios e instalaciones (más o menos 3000) y pasando
por el filo de la espada a sus integrantes, sean estos mujeres o niños. En cuanto a la secta Shin fue
más premeditado pues pasó varios años planeando el ataque a su cuartel general en el castillo de
Osaka, en cuyo lugar se perdieron más de 50.000 vidas y fue solo por la intervención del
emperador que se mitigó esta masacre, perdonando así las vidas de los últimos militantes y
despojándolos de todo bien y poder. Con esta misión completada Nobunaga ya se podría centrar
en los grandes clanes con la mano de grandes generales como los eran Hideyoshi y Tokugawa
Ieyasu, de no ser por su muerte en 1583 a manos de un lugarteniente rencoroso. Más, sin
embargo, Hideyoshi continuaría con su misión unificadora, sometiendo el país de norte a sur pero
una vez hecho esto surgió el temor de insurrección por parte de las inmensas fuerzas reunidas
para unificar el país, por lo que se inició la campaña de Corea a fin de conquistar China y mantener
ocupados a sus fuerzas militares, Hideyoshi, quien había surgido desde 0 hasta convertirse en
supremo regente del archipiélago no supo cumplir de manera correcta su papel como político
pues tenía más ventajas como militar ocasionando que la campaña de Corea en 1592 haya sido
una pérdida total y que en 1598, con su muerte, terminaría ocasionando fuertes pérdidas para
ambos bandos, pocos monumentos recuerdo se construyeron, como Mimidzuka o “monumento
de la oreja”, en el templo Daibutsu, en Nara, donde más de 30.000 orejas enemigas fueron
quemadas. Tras la muerte de Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu, uno de los más ilustres comandantes
de la historia de Japón asumió el poder tras cumplir la orden de Hideyoshi de retirar las tropas de
Corea pues posteriormente tendría que enfrentar la alianza de diferentes clanes que querían
arrebatarle el poder pero tras la batalla de Sekigahara Tokugawa Ieyasu asumiría el poder total y
asumiría cambios para modificar el poderío militar, asegurándose como Shogun, el vasallaje
completo de sus Daymios mediante la creación de nuevos cargos militares imposibilitando así la
insurrección de poderes y tomando medidas de seguridad de poder mediante la toma obligatoria
de las familias de sus señores feudales en la capital de manera temporal, a modo de seguro anti
insurrección y empezando así una época de prosperidad en Japón. (Hearn, 2009).

El pequeño recuento de la historia japonesa anteriormente descrita deja en evidencia los


diferentes puntos que influyeron de manera severa en un entorno que fue evolucionando
mediante la violencia y la lucha constante, se observó que las influencias que se tomaron de
regiones extranjeras como china fueron cruciales a la hora de generar las primeras bases de un
protocolo basado en el respeto y la armonía, más, sin embargo, el espacio político tan volátil en el
que se desarrolló la sociedad japonesa moldeó estos atributos en función de una de las
características más predominantes de esta época, la guerra, pues los acontecimientos dejan en
evidencia que a lo largo de la historia, diferentes grupos han tratado de legitimar un poder basado
en la homogeneidad de intereses en función de los vencedores, incluso fuera de las mismas tierras
japonesas, por lo que ha servido en función no solo de la tenencia del poder sobre el archipiélago
sino en transformar las normas regentes de antaño a fin de beneficiar a quienes se presentan en el
poder, al desembocar en cambios constantes hasta un punto limite que determinó la historia del
país se podría concluir que el contexto violento, hostil y agresivo en el que se desarrolló la
estructura sociocultural japonesa permeó de manera importante la evolución de los
acontecimientos a la par que se iba moldeando para funcionar y coexistir en un ambiente y
contexto donde los valores humanos planteados desde el ser y la conciencia se mezclan de
manera armoniosa con los instintos más viscerales que se necesitarían para seguir permaneciendo
como pieza integra de la estructura social.
Religión, 宗教 (Shukyo), la base de la praxis mortuoria.

A la hora de analizar la religión en Japón, se observa que es uno de los aspectos que enriquecen a
su cultura de manera importante, pues como se mostrará a continuación, Japón es un punto de
encuentro de diferentes creencias, no lo la perteneciente a los japoneses, cuyo desarrollo es
congruente con la misma evolución de su sociedad, sino que también el país ha servido como
receptor de influencias extranjeras, sobre todo de China, región de donde adoptó bastantes cosas,
como la religión budista y el confucianismo junto con su tradición, pero lo más importante es
observar cómo estas religiones fueron adaptándose a las necesidades contextuales del momento
en el que Japón se veía envuelto. La religión en Japón no es algo que sea singular a los aspectos
socioculturales, sino que por el contrario, termina coexistiendo con la misma integridad del
individuo y se colectiviza en la sociedad fin de crear una armonía funcional y proactiva,
convirtiéndose así, hasta en un ente gubernamental cuya influencia abraza hasta los
acontecimientos más viscerales e instintivos como la guerra en sus áreas más prácticas, el
comportamiento para consigo mismo y para con la sociedad, las creencias e incluso, paradigmas
de vida con respecto a lo dictado y promulgado por la religión elevando así el deceso mismo como
un simple estadio más de la existencia misma.

La muerte en Japón estuvo y sigue estando profundamente ligada a la religión, pues como se
mencionó anteriormente, la religión llega a coexistir en los ejes de vida del individuo y la sociedad,
otorgando así, una visión mortuoria que se liga más a una deconstrucción del ser individual dentro
del entorno “consciente” o un paso a otro nivel de la existencia y el espacio que se fundamentan
en el respeto, el recuerdo y la honra y que, en algunos casos, terminan siendo más convenientes
que otras interpretaciones que se le puedan otorgar a la muerte desde determinada posición
religiosa, funcionando de tal manera que hasta llegan a ejercer como ente regulador del individuo
y la sociedad, prometiendo así valor, reconocimiento y honra, además de como eje de vida y
propósito, marcando al individuo su importancia para con un gran macrosistema que es muy
superior a él pero al cual pertenece y con el cual se identifica, sirviendo así como herramienta
eficiente de la fe y la sociedad en conjunción con un eje dogmático sociocultural, que otorga de
sublimidad cosa básicas como una simple acción doméstica hasta un importante ritual de índole
socio-religioso.

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