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ESCUELA DE ARTESANÍAS DEL INBAL

HISTORIA DE LA CULTURA

ADÁN XICOHTENCATL ELIZAGA

2021

EDUARDO MARTÍNEZ MONROY

HISTORIA DE LA CULTURA EN LA CARRERA DE TÉCNICO ARTESANAL, UN


CRUCE DE CONCEPTOS HACIA LA CREACIÓN DE SIGNIFICADOS COMO
ARTESANO.
Historia de la Cultura en la carrera de Técnico Artesanal, un cruce de conceptos hacia la
creación de significados como artesano.
Consideraciones sobre el concepto de Historia:
La historia como muchas ciencias obedece y se podría justificar por un interés y esclarecimiento
general y racional del conocimiento.
A través de la evolución humana podemos analizar que el ser humano requiere de una orientación
permanente y segura de sus acciones en el mundo. Es por eso que podemos decir que la historia
responde al interés en conocer nuestra situación presente, haciéndonos preguntas sobre el pasado y
respondiendo el presente para vislumbrar un futuro que tenga un sentido determinado.
Para poder realizar esta labor, el ser humano desde tiempos remotos, tuvo que crear conceptos que
pudieran explicar su presencia y comportamiento en el mundo. Es decir, que, remitiéndonos al pasado
brinde al presente una razón de existir.
De esta manera podemos decir que, en un principio el mito, por ejemplo, tuvo y tiene aún en ciertas
comunidades humanas, una función causal o genética, donde se intenta explicar y trazar el origen de
las comunidades humanas; así mismo dar explicaciones de sus distintas instituciones, regulaciones
sociales, creencias, etc.
Dicha función del mito prehistórico y antiguo, ha ido transformándose con el curso del tiempo y es
como la historia toma su lugar, para dar explicación, fundación y justificación de muchas de las
realidades de la ahora llamada civilización humana. Así el historiador tiene que partir de una realidad
actual no imaginaria, que como objeto de estudio pueda darnos la explicación de los fenómenos
humanos.
La diferencia entre mito e historia consiste, en ya no relegarnos a imaginaciones e historias fantásticas
o poéticas (como en el mito), si no que nos remite a hechos y antecedentes que se conectan a
“principios” y “fundamentos” del presente. Es decir que al hallar antecedentes de un proceso podemos
descubrir los fundamentos que lo explican. Por lo tanto, la Historia nace de un intento por comprender
y explicar el presente acudiendo a sus antecedentes. Así mismo el pasado puede descubrirse a partir
del sentido crítico del presente. De esta forma la historia es una especie de “Retrodicción”, es decir,
es un lenguaje que puede inferir lo que pasó a partir de lo que actualmente sucede.
Al interés general por conocer estos antecedentes, se le añade un interés particular circunstancial que
depende de la situación concreta del historiador y de su realidad inmediata. Podemos decir entonces
que también la historia nace de la necesidad por conocer la situación actual, que incita a comprender
el pasado por motivos prácticos. Para el historiador es importante rastrear en el pasado inmediato las
condiciones que expliquen porque los hechos han llegado a las situaciones en que se encuentran, así
como también plantear y justificar preguntas que orientan las acciones futuras. De tal forma el
historiador particularmente adecua acciones en la realidad inmediata y también puede justificar
situaciones y proyectos hacia la colectividad. Así busca dar razón del presente en concreto, tanto
como objeto de consolidación de algún modelo social pero también como de liberación en cuanto a
su función crítica del pasado.
La historia pues de esta manera cumple con una función tanto como disciplina científica (a partir de
hechos) así como ideológica (a partir de justificaciones históricas), de tal suerte que ambas coexisten
sin distorsionar los hechos y los razonamientos: por lo que pueden dirigirse intencionalmente la
selección de datos, argumentaciones e interpretaciones; a modo de justificar la existencia de una
circunstancia pasada que satisfaga ciertos intereses de grupo o personales.
Estas situaciones que nos permiten hacer la Historia siempre rebasan al individuo y plantean
necesidades sociales y colectivas. Todos nuestros actos humanos están determinados por
correlaciones que rebasan la individualidad y se conectan con grupos e instituciones sociales,
obviamente porque toda acción humana esta conectada con el todo social y temporal.
Por lo tanto, los lazos comunitarios son requisitos indispensables para generar una consciencia de
estar realizando propósitos en común y estar sujetos a ciertas reglas de integración social.
La historia al explicar el origen de la actividad humana, permite al individuo comprender los lazos
que lo unen a su comunidad y también da lugar a la transformación de sus actividades. La historia
promueve actividades positivas dentro de la colectividad y ayuda a la consolidación de muchas de
los principios y fundamentos de sus instituciones y creencias (familia, religión, poderes facticos, etc.)
así como propósitos de la construcción de la colectividad, esto para promover la cohesión social de
grupos, clases sociales, nacionalidades, etc. De esta manera podemos decir que la historia ha logrado
dar consciencia de la identidad de las sociedades humanas porque favorece la cohesión social, y
refuerza los valores e ideas cotidianas que definen la identidad frente a grupos externos.
De tal suerte la historia sirve también para propiciar el dominio de los poderes de un grupo sobre
otro, y puede ayudar a expresar un pensamiento de liberación colectiva frente a poderes externos. Es
decir que al mostrar que todas nuestras reglas de convivencia se basan en la voluntad de los humanos
mismos y concretos, la historia vuelve consciente la posibilidad de que otras voluntades les nieguen
obediencia y existan transformaciones y/o revoluciones. Así, la historia nos revela como las
estructuras que se pretenden inmutables pueden ser derribadas y cambiarse por otras renovadas.
De esta manera la historia sirve para comprender por sus orígenes, los vínculos que prestan cohesión
a una comunidad humana y que le permite al individuo asumir una actitud consciente (pasiva o activa)
ante los hechos ocurridos y su presente. Por lo tanto, podemos decir que la historia permite un
pensamiento integrador y crítico. De tal suerte que también permite vislumbrar a través de esa
conciencia el porvenir de su humanidad y de su memoria su propio porvenir, es decir la historia
permite darle sentido a la existencia humana, y que al igual que el mito, pretende dar una explicación
cosmogónica de la humanidad, aunque ya en un sentido estrictamente científico y racional.
Con esto podemos decir que la historia pretende a partir de una historia universal llegar a una historia
cósmica, intentando la integración total de la especie humana, luchando contra el olvido y frente a la
muerte.
Consideraciones sobre el concepto de cultura:
El ser humano es esencialmente un ser de cultura. El largo proceso de hominización, que comenzó hace
quince millones de años, consistió en pasar de una adaptación genética hacia el medio ambiente natural
a una adaptación cultural. Durante esta evolución, que finalizó en el Home sapiens sapiens, el primer
ser humano, reemplazó sus habilidades biológicas por la cultura, es decir modificó la naturaleza y el
medio en que vivía en un mundo por decir artificial y mucho más funcional y adecuado a su comodidad
y necesidades, y por la adquisición de conocimientos y control sobre los elementos naturales.

De esta manea se puede decir que la naturaleza en el hombre está totalmente interpretada por la cultura.
Por ejemplo, la división sexual de los roles y de las tareas en las sociedades humanas es un resultado
fundamental de la cultura y por eso varia de una sociedad a otra.
No hay nada puramente natural en el hombre. Ni siquiera las funciones humanas que responden a
necesidades fisiológicas, como el hambre, el sueño, el deseo sexual, etc., carecen de un formato cultural;
las sociedades no dan las mismas respuestas a estas necesidades.
La noción de cultura, entendida en un sentido amplio que remite a modos de vida y de pensamiento, es
ampliamente admitida en la actualidad, aun cuando no deja de carecer de ambigüedades. Pero no siempre
fue así. Desde su aparición, en el siglo XVIII, la idea moderna de cultura provocó constantemente fuertes
debates.
En el año de 1700, “cultura” ya es una palabra antigua en el vocabulario francés. Proveniente del latín
cultura que significa el cuidado de los campos o del ganado, a fines del siglo XIII designa una parcela
de tierra cultivada.
A comienzos del siglo XVI, ya no significa más un estado de la cosa cultivada, sino una acción, el hecho
de cultivar la tierra. Recién a mediados del siglo XVI se forma el sentido figurado, “cultura” podía
designar cultivar una facultad, es decir el hecho de trabajar en su desarrollo. Pero este sentido figurado
es poco corriente hasta fines del siglo XVII y no tiene reconocimiento académico, ya que no figura en
la mayoría de los diccionarios de la época.
La “cultura” en sentido figurado comienza a imponerse en el siglo XVIII en el Dictionnaire de
I’Académie Française (edición de 1718). En él se habla de la “cultura de las artes”, de la “cultura de las
letras”, de la “cultura de las ciencias”, como si fuese necesario precisar la cosa que se cultiva.
La cultura es, en este sentido, la suma de los saberes acumulados y transmitidos por la humanidad,
considerada una totalidad, en el curso de la historia y se empleó en singular, lo que reflejaba el
universalismo y el humanismo de los filósofos, que consideraban que la cultura es algo propio del
Hombre (con mayúscula), más allá de cualquier distinción de pueblos y de clases. La palabra se
asocia a la idea de progreso, de evolución, de educación, de razón, que están en el núcleo del pensamiento
de la época.
La idea de cultura se utilizaba como un concepto evolutivo basado en el futuro perfectible del ser
humano. El progreso nace de la instrucción, es decir, de la cultura.
“Cultura” se acerca en ese momento a una palabra que goza de gran éxito en el vocabulario francés del
siglo XVIII: “civilización”. Las dos palabras pertenecen al mismo campo semántico y reflejan las
mismas concepciones fundamentales. “Cultura” evoca más el progreso individual, “civilización” el
progreso colectivo.
Como su homologo “cultura” y por las mismas razones, “civilización” es un concepto unitario y solo se
emplea para el refinamiento de las costumbres, y significa el proceso que saca a la humanidad de la
ignorancia y de la irracionalidad.
Al difundir este nuevo concepto de “civilización”, los pensadores burgueses, que no carecen de
influencia política, imponen su concepción del gobierno de la sociedad que, según ellos, debe apoyarse
en la razón y en los conocimientos.
Por lo tanto, la civilización se define como un proceso de mejoramiento de las instituciones, de la
legislación, de la educación, etc. La civilización es un movimiento no terminado al que hay que apoyar
y que afecta a toda la sociedad, comenzando por el Estado, que debe liberarse de todo lo que aún es no
razonable en su funcionamiento. Así la civilización puede y debe extenderse a todos los pueblos que
componen la humanidad.
El uso de “cultura” y de “civilización” en el siglo XVIII marca la llegada de una nueva concepción
desacralizada de la historia. La filosofía de la historia se libera de la teología de la historia. A partir de
este momento, el hombre está en el centro de la reflexión y en el centro del universo.

En contraposición a la idea francesa de “cultura/civilización”; Kultur, aparece en el alemán y tiene, a


partir de la segunda mitad del siglo XVIII, un éxito de uso que “cultura” en francés no conoce todavía,
porque “civilización” le quita el papel protagónico en el vocabulario de los pensadores franceses. Esto
debido a que la burguesía intelectual alemana adopta el término y lo usa en su oposición a la aristocracia.
Contrariamente a la situación francesa, la burguesía y la aristocracia no tienen vínculos estrechos en
Alemania. La nobleza está relativamente aislada respecto de las capas sociales medias; las cortes de los
principados son muy cerradas; la burguesía está eliminada de cualquier acción política. Esta distancia
social nutre cierto resentimiento, especialmente en una buena cantidad de intelectuales que oponen a los
valores denominados “espirituales”, basados en la ciencia, el arte, la filosofía y la religión, a los valores
“corteses” de la aristocracia.
Según ellos, solo los primeros son valores auténticos, profundos, los otros son superficiales y mentirosos.
Estos intelectuales les reprochan a las élites que gobiernan los diferentes Estados alemanes su
despreocupación por las artes y la literatura y su dedicación a los rituales aristocráticos, para poder imitar
las maneras “civilizadas” de la corte francesa.
Todo lo que se origine en lo auténtico y contribuya al enriquecimiento intelectual y espiritual será
considerado como perteneciente a la cultura; en cambio, todo lo que no es más que apariencia brillante,
ligereza, refinamiento superficial, pertenece a la civilización. Por lo tanto, la cultura se opone a la
civilización.
La idea alemana de cultura fue creada por una clase media que dudaba de sí misma, que se sentía
relativamente alejada del poder y que buscaba otra forma de legitimidad social. Es la expresión de una
conciencia nacional que se interroga sobre el carácter específico del pueblo alemán que no logró la
unificación política. Frente al poder de los Estados vecinos buscaba afirmar su existencia al glorificar su
cultura.
Por eso la noción alemana de Kultur tiende cada vez más a la delimitación y a la consolidación de las
diferencias nacionales. Se trata, por lo tanto, de una noción particularista, que se opone a la noción
francesa, universal, de “civilización”, expresión de una nación cuya unidad nacional se ha conseguido
hace tiempo.

En 1774, Johann Gottfried Herder, en nombre del “genio nacional” de cada pueblo (Volksgeist) tomaba
partido por la diversidad de las culturas, la riqueza de la humanidad y en contra del universalismo
uniformador de las Luces, al que juzgaba empobrecedor. Frente a lo que consideraba imperialismo
intelectual de la filosofía francesa de las Luces, Herder pensaba que había que darle a cada pueblo,
empezando por el pueblo alemán, su orgullo. Para Herder, cada pueblo, a través de su cultura propia,
tenía un destino especifico que cumplir. Pues cada cultura expresa a su manera un aspecto de la
humanidad.
Su concepción de cultura caracterizada por la discontinuidad no excluía una posible comunicación entre
los pueblos. Herder puede ser considerado como el precursor del concepto relativista de “cultura”.

En Francia el concepto de “cultura” se enriqueció con una dimensión colectiva y dejo de relacionarse
solamente con el desarrollo intelectual del individuo. Se empieza a designar también un conjunto de
características de una comunidad, pero en un sentido a amplio y poco preciso. “Cultura” se acerca mucho
a “civilización” y a veces son palabras intercambiables.
El concepto francés queda marcado, entonces, por la idea de unidad del género humano. Entre el siglo
XVIII y el XIX hay una continuidad del pensamiento universalista. La cultura, en sentido colectivo, es
la “cultura de la humanidad”.

En el siglo XX, la rivalidad de los nacionalismos franceses y alemanes y su enfrentamiento en la guerra


de 1914-1918 aumentaron el debate ideológico entre las dos concepciones de la cultura. Las palabras se
convirtieron en eslóganes ideológicos y de identidad nacionalista. A los alemanes que pretendían
defender la cultura, los franceses les respondían convirtiéndose en defensores de la civilización. Esto
explica que, a comienzos del siglo XX, del uso de “cultura” en su acepción colectiva en Francia, porque
la ideología nacionalista francesa tenía que diferenciarse claramente, hasta en su vocabulario, de su rival
alemana. Sin embargo, el conflicto de las palabras va a prolongarse después del conflicto de las armas,
y mostrará una oposición ideológica profunda que no puede reducirse a simple propaganda de guerra.
El debate franco-alemán de los siglos XVIII-XX es fundamental en la concepción de la cultura, una
particularista y la otra universalista.

La introducción del concepto de cultura se llevó a cabo con un éxito desigual en los diferentes países
Por otra parte, no hubo acuerdo entre las diferentes “escuelas” sobre la cuestión de saber si hay que
utilizar el concepto en singular (la Cultura) a en plural (las culturas), en una acepción universalista o
particularista.
Es a partir de entonces que estos dos enfoques sobre la cultura, nos permiten distinguir e identificar la
diversidad cultural inmensa distribuida a lo largo y ancho del planeta, y que, en el sentido particularista,
cada pueblo o comunidad tienen en su geografía distinta una gran diversidad en las identidades, maneras
de pensar, maneras de actuar y de existir en el mundo, conformado en distintas cosmovisiones. Esta
diversidad de cosmovisiones también nos permite visualizar y entender la manera en que se han
sincretizado las actividades humanas, dado que en un mundo global el intercambio cultural es aún más
vertiginoso por el intercambio de información. Lo que nos permite de alguna manera comprender que la
sinergia cultural nos empuja hacia una visión universalista, en el que compartimos un mismo terreno
donde podemos transitar, transformar, deformar, destruir o reivindicar estas cosmovisiones.

Consideraciones sobre la conceptualización de artista y artesano desde el punto de vista antiguo.


Podemos encontrar en el pasado elementos realmente vagos que pueden parecerse a los ideales modernos
relacionados con la práctica que llamamos bellas artes.
El antiguo sistema arte/artesano – complejo e integrado, compuesto por prácticas e instituciones- se fue
transformando paulatina y gradualmente. Posteriormente se dieron giros y transformaciones rápidas que
afectaron la distinción contemporánea entre bellas artes y artesanías.
La ruptura en el siglo XVIII fue decisiva para esta transformación. Antes de este siglo (desde la antigua
Grecia hasta mediados del siglo XVII) no existía un concepto para designar el arte bello.
Durante estos siglos el arte/artesano era visto más como un hacedor que como un creador.
Por lo que en general trató todo lo producido por ellos como objetos que servían a propósitos particulares
y no como objetos que valieran por sí mismos.
En el mundo antiguo y hasta el medievo no había arte bello ni artesanías sino tan solo “Artes”. Por lo
tanto, no existía la separación de artista o artesano, sino la integración de hacedores cuya labor hacia
solo tributo a la habilidad, la imaginación, la tradición y la invención.
Todo lo que denominamos arte griego, desde esculturas, arquitectura, música y obras teatrales, etc., era
para ellos en su conjunto, los elementos que integraban sus celebraciones rituales (político-religiosas,
bajo la advocación de Dionisio). No tenían un fin contemplativo, si no que tenían funciones específicas
para la integración social.
Para la cultura occidental antigua y hasta nuestros días el trabajo técnico, repetitivo y práctico ha
provocado cierta ambivalencia y distanciamiento en las sociedades, dada su manifestación pragmática y
por una supuesta naturaleza vulgar de la humanidad para fabricar objetos.
Es por esta razón que los griegos antiguos contraponían dos conceptos:
Kalós kagathós (belleza mental y física) contra Aisjrós (lo feo y vergonzoso)
Lo feo y vergonzoso se manifestaba simbólicamente en la figura de Hefesto, deidad que representaba la
actividad artesanal, pero también simbolizaba lo deforme y lo vergonzoso, es por esto que los
artistas/artesanos eran vistos de manera despreciable según su labor, ya que solo satisfacían bienes
materiales o virtudes domésticas y no virtudes morales o espirituales.
Así los bienes materiales representaban de igual manera “el bello mal” simbolizado con el mito de la
caja de Pandora (Pandora significa “todos los dones”), donde el portar o asignar “dones naturales” al
humano y aplicados en el mundo, pueden conducir a fuerzas destructoras y funestas. De tal manera el
peligro de “la belleza de la destrucción” se encontraba en los anhelos materiales de los humanos; en la
curiosidad y el deseo que existía en su interior.
Estas figuras mitológicas muestran pues, la ambivalencia en torno a la cultura material que caracteriza
a la civilización occidental desde su origen. Esta ambivalencia se fusionó y dio origen a una idea del
artesano/artista como un ser artífice que contiene los contrarios:
-Virtuosismo / Imagen humillante
-Posesiones materiales bellas y deseables/ Eran malignas por su fuerza destructora.
Es por lo que la filosofía platónica, recogida desde la edad media y hasta nuestros días, que se practicó
que la belleza superior era la del alma inmaterial. Por eso es que se podía desdeñar las cosas materiales,
pero en veces se valoraban las labores que las fabricaban como la carpintería, la costura, etc.
Según estas consideraciones, en la antigüedad la fabricación de objetos humanos era un hecho que podía
causar mucho malestar para quién lo ejerciera. Por esa razón el concepto de artesano/artista fue descrito
como una actividad no muy bien vista. Dado que el artesano por su “naturaleza” tiene una capacidad
física y dignidad arraigada en el cuerpo, no puede considerarse mas que como un Animal Laborans.
De esta suerte la actividad del artista/artesano, práctica y repetitiva le permitía desarrollar las habilidades
desde dentro de sí y reconfigurar el mundo material a través de un lento proceso de metamorfosis. Por
supuesto que esta idea para el humano antiguo no era más que un simple poder elemental y físico, vulgar
y casi animal.
Por esta razón la “naturaleza” del artesano se contraponía a los ideales civilizatorios de la cultura en
turno.
Para ellos el orgullo del trabajo propio de un artista /artesano se manifestaba en el producto obtenido.
Era la recompensa a su habilidad y compromiso -dejando de fuera la imitación como fuente de
satisfacción-; así como el desarrollo de estas mismas habilidades adquiridas a través de la lentitud del
tiempo artesanal. Tiempo que enraizaba en la madurez, reflexión y desarrollo de la imaginación.
Los griegos carecían también de una palabra para denominar el arte bello. Ellos usaban con frecuencia
el término Techné (que al igual que el Ars Romano), que incluía infinidad de labores que hoy en día
denominamos “oficios”.
Tekné/ars abarcaba cosas tan diversas como la carpintería hasta la poesía, fabricación de zapatos,
medicina, escultura, etc. Y se refiere más a la capacidad o destreza humanos para ejecutar los oficios.
Por supuesto que hubo intentos de categorizar conceptualmente las artes humanas por algunos filósofos
como Platón o Aristóteles, algunas artes como la pintura, la épica y la tragedia, se entendían como artes
de imitación (o MIMESIS) “artes miméticas”. Así no se les distinguía por lo que tenían en común en
cuanto a sus procedimientos.
Por lo tanto, ni Platón ni Aristóteles afirmaban que todo producto del arte humano (tekné) fuera
indistinto. Una estatua no era mejor que una sandalia bien elaborada.
Ni “arte” ni “artista” son traducibles al griego arcaico o clásico.
La única clasificación general de las artes en el mundo antiguo es la división helenística y romana entre:
* Artes liberales: Eran las artes intelectuales, apropiadas para personas de alcurnia y cultivadas.
Se incluyen:
Las artes verbales: la gramática, la retórica, la dialéctica.
Las artes matemáticas: aritmética, astronomía, geometría y música.
*Artes Vulgares: (artes serviles): Son las que hacen intervenir el trabajo físico y/o el pago.
La música (teorías de la armonía) por ejemplo solo era considerada arte liberal cuando su función tenía
que ver con la educación o el esparcimiento de la clase alta.
Cobrar por cantar o tocar en un banquete era considerado arte vulgar
El artista /artesano griego o romano tenía que combinar la capacidad intelectual para captar principios
con un entendimiento práctico, cierta destreza y gracia.
Llamar a una actividad “arte” suponía otorgar el mismo prestigio que hoy en día se le asigna a la
condición “científica”.
En la antigüedad se podían distinguir también dos conceptos:
Artes productivas:
Techné (La astucia de la inteligencia): Donde el artista/artesano garantizaba un producto satisfactorio
(escultura, barcos)
Artes de ejecución: El conocimiento y el resultado eran menos ciertos (medicina o la retórica)
Por lo tanto, los artistas/artesanos eran practicantes diestros y habilidosos. Queda ausente el moderno
hincapié de la imaginación, la originalidad y la autonomía. En sí la imaginación y la innovación eran
apreciadas como parte del oficio cuando se trataba de producir algo con un propósito determinado. Se
mantenía un profundo prejuicio aristocrático contra el trabajo manual, sobre todo si era realizado por
dinero, por muy inteligente, habilidoso o inspirado que fuera.
Lo que nosotros clasificamos como arte griego o romano, en realidad tenía funciones firmemente
establecidas en contextos sociales, políticos, religiosos y prácticos.
Algunas de estas disciplinas como la gramática eran usada para enseñar su uso correcto y el estilo
refinado, inculcar ejemplos de virtud cívica y mostrar posición social. (clase culta)
Por ejemplo, la música no era algo para escuchar en silencio o en un marco de una actitud estética, si no
que era utilizado para marchar, beber, cantar e interpretar, memorizarse y comunicarse algo así como
complementos de rituales religiosos.
Veían en las artes la unión del uso moral con la ejecución bien realizada. Para ellos era más bien una
función ética tanto por su forma como por su contenido. Las artes visuales sobre todo estaban
fuertemente arraigadas dentro de sus respectivos contextos funcionales. Por ejemplo, la arquitectura
dependía de la solidez, la belleza y de la utilidad. La escultura y pintura eran de uso cotidiano o cultual
(vasijas, urnas funerarias, etc. con propósitos políticos, sociales o religiosos). El arte por el arte era un
concepto desconocido, no existía un mercado del arte ni mucho menos coleccionistas. Todo arte poseía
una función. Los artistas eran proveedores de una mercancía lo mismo que los zapateros.
La “belleza” (Kalon (griego) = pulchrum (latín) = moralmente bueno) como habíamos visto era un
término genérico que se aplicaba al pensamiento y al carácter, a las costumbres y a los sistemas políticos,
así como a la forma y apariencia física.
Consideraciones sobre los conceptos de artesanía, arte, diseño, estética, desde el presente
Conocemos que desde hace miles de años la humanidad vive una incesante transformación cultural y
biológica, ha transformado con ayuda de sus 1500 cm 3 de capacidad craneal, con sus ojos y con sus
manos la naturaleza que le rodea y ha modificado su entorno al placer de sus necesidades y caprichos.
Para satisfacer estas necesidades se ha valido de dos reacciones en general: Las representaciones
plásticas de la realidad y la integración de formas con materiales encontrados en la naturaleza. Esto
ha dado lugar a un aprendizaje y desarrollo cultural que le ha permitido crear objetos cada vez mas
elaborados y mejorados de acuerdo con la experiencia adquirida y trasmitida de generación en
generación. A estos objetos los llamamos hoy en día artesanías y en ellos cada artesano imprimía sus
sentimientos y experiencias en la imitación de la realidad y bajo su parámetro temporal, naciendo así
objetos útiles que fueron transformando a la sociedad y culturalizando a los diversos grupos humanos
respectivamente.
La transformación de la naturaleza, la producción de objetos útiles y la producción plástica para la
comunicación visual tienen una historia paralela a la del ser humano, dificultando establecer
diferencias entre tres diversas vertientes como son las artesanías, las artes y el diseño.
Las bases teóricas de estas actividades tienen aspectos comunes como son: la estética, la creatividad,
técnicas de producción y el uso de materiales.
La estética es un fenómeno mental generado por la relación visual entre un espectador y un objeto de
arte. Es un fenómeno completamente subjetivo donde el conocimiento crítico y objetivo no es
aplicable. Este fenómeno interno ocurre gracias a las referencias experienciales, esto es, que gracias
a que podemos hacer referencia a experiencias acumuladas y guardadas en la memoria, podemos
detectar sentimientos análogos, emociones y/o procesos que pueden sentirse espontáneamente de
alguna imagen u objeto, al mirarlo. De tal forma el objeto se ve como un todo. Es una presentación
visual con nada detrás o más allá de él. El objeto de arte aparece para “dominar” al espectador, en
otros términos, la distinción entre sujeto-objeto se hace menos marcada. El conocimiento del objeto
tiene prioridad sobre el autoconocimiento del sujeto.
Los especialistas utilizan el término estética, para denotar la cualidad específica de la percepción y
la experiencia de los objetos de arte como tales. Al filósofo alemán Alexander Baumgarten se le
atribuye ser el primero en escoger el término griego aisthetikos, que originalmente significa
“relacionado con sentir la percepción”.
Un primer rasgo de la percepción estética es aquel que separa el objeto de su medio ambiente visual,
para favorecer la concentración de la atención.
Un segundo rasgo es que el contexto del objeto – histórico, sociológico y estilístico-, es irrelevante
para el contemplador estético.
El tercer rasgo es que un objeto complejo se percibe como complejo, pero no se analiza en una
agrupación de partes fijas en tales o cuales relaciones de una con otra.
Un cuarto rasgo es que la experiencia estética es “aquí y ahora”, la experiencia estética se hace de la
serenidad y el no apego.
El quinto rasgo es que las meditaciones y juegos de la imaginación en que la sensibilidad poética se
deleita al complacerse son también extrañas para la absorción estética, porque interfieren en la
concentración del objeto visual.
El sexto rasgo es que la percepción estética se interesa por el objeto como se ve, así con su apariencia,
no con su existencia.
Séptimo rasgo, cuando la absorción estética se logra, hay una perdida del sentido del tiempo, lugar y
consciencia corporal.
Y, por último, la atención estética puede dirigirse hacia algo, pero no puede mantenerse mas allá de
lo que el objeto puede sustentar.
Contemplar el arte exige silenciar las actividades divagadoras; no es compatible con una actitud
analítica.
Así el objeto estético se define como un objeto estimulante y que sostiene en el espectador una visión
atenta, no discursiva y desinteresada
Algunos críticos, filósofos y artistas, pensaban que la estética puede regir los criterios del diseño y el
arte, otros que los criterios eran diferentes y los establecía el arte. Es así como en la actualidad surge
la dificultad para establecer parámetros estéticos dentro del diseño, que determinen el grado de
calidad, sin tener que considerarlo obra de arte o artesanía.
En esta etapa histórica, el diseño funcionalista (la forma sigue a la función) parecía dar solución entre
la actividad artística o artesanal y la de diseño, porque contrastaba al abarcar otros aspectos como los
económicos, de producción y hasta ergonómicos. Pero la profesionalización del diseño provocó la
incursión de diseñadores en el terreno del arte, o artistas que utilizan objetos industr iales para sus
obras, lo que genera mayor confusión para definirlo.
De tal manera el diseñador profesional puede desarrollar igual que el artesano los modelos hechos a
mano, con técnicas tradicionales y en pequeñas cantidades. La diferencia radica en que todo lo diseña
con parámetros impuestos por la sociedad y el comportamiento de los mercados, así lo que importa
al final es un objeto con una función específica y una estética despersonalizada y arrancada del propio
problema a resolver. De tal suerte que el objeto es aceptado por su función y se da el mismo valor al
precio y la estética.
En ese sentido, por ejemplo, el artista es subjetivo porque cuando quiere hacer diseño quiere que el
objeto muestre su propio estilo, su arte, y obviamente no consigue la aceptación de la mayoría, es
más trabaja para una élite, porque generalmente la cultura de la sociedad no entiende el lenguaje
inesperado de sus obras. En cambio, el Artesano sería objetivo-subjetivo porque busca una
funcionalidad, pero con una técnica propia y una identidad definida., aunque al igual que el diseñador
trabaja para la comunidad. Ambos tanto el artesano como el diseñador son creativos de manera
sistemática y proyectan artefactos estéticos con un lenguaje común para la mayoría de las personas
en una determinada sociedad.
Así el arte, artesanía y el diseño han ido cambiando, debido a los cambios de las corrientes filosóficas
sobre la técnica y la estética, así como los nuevos materiales empleados en diseño. También por las
diferencias marcadas en los mercados de cada uno de estos.
Por otra parte, también el desarrollo tecnológico ha afectado positivamente al arte y a la artesanía, ya
que la habilidad y la sensibilidad les da un valor agregado a sus creaciones al lograr cualidades
estéticas por la aplicación de materiales y procesos modernos en una producción limitada. Y
definitivamente el valor estético, funcional y productivo de los objetos carentes de ornamentos,
modifican su valor de cambio por el valor de significado.
Dentro de la transformación de estos contextos sociales contemporáneos, el arte debe proponer
nuevos conceptos en la estética, porque dentro de la sociedad de la información, arte y artesanías
deben competir con imágenes audiovisuales, objetos de diseño y espacios o ambientes percibidos en
los medios de comunicación masiva.
BIBLIOGRAFÍA:
*Villoro Luis, Historia ¿Para qué?: El sentido de la historia, Siglo XXI Editores, México ,1980,
pp.370-377
*Shimer Larry, La invención del arte, Editorial PAIDOS, Estética 36, España, 2014, pp 41-57; 371-
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*Maquet Jacques, La experiencia estética, Celeste/Universidad S.A.,Madrid,1999, pp. 45-55
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