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masculinidad
Vamos a partir desde un punto de vista en el que la salud y el bienestar de los jóvenes,
de las personas, es de relevancia fundamental. Uno de los determinantes sociales que
afectan a ello, según explica Kristin Mmari, investigadora de la universidad Johns
Hopkins, es el género. La asunción y desarrollo del género afectan de una forma directa
en el desarrollo, recursos y oportunidades de las personas.
Como sabemos, los roles de género son los conjuntos de normas sociales y emociones
que asumimos, y que desarrollan una gran división entre cómo ser hombre y cómo ser
mujer. Entre estos conjuntos de normas, están aquellas que afectan al rol sexual, y los
aprendizajes sobre estas, según González y Cabrera (2013), son “definitivos en la vida
de hombres y mujeres, ya que determinan formas de relacionarse” (p. 342)
Además, la pornografía, creada desde la perspectiva masculina del rol que acabamos de
comentar, “impone un modelo de relación desigual, en el que la mujer es reducida al
objeto sexual disponible para el hombre” (Ballester, Orte y Pozo, 2019, p.264). En
definitiva, se crea una masculinidad que espera tener en su poder, cuando quiera, un
objeto, que es la mujer.
Por otro lado, se construyen idealizaciones irreales sobre el cuerpo masculino, los
penes, la duración del acto sexual y la eyaculación, que, según Campanioni (2013),
genera “frustración de muchos hombres que no controlan sus erecciones ya sea por
eyaculación precoz, retardada o disfunción eréctil.”
Estos roles hacen que la violencia sea una herramienta legítima con la que desarrollarse
en el sistema, aumentando sus desigualdades. Los hombres consumidores de este porno
heterosexual pueden considerar ético el uso de la agresión para conservar su dominio.