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Degradación de los roles de género en la pornografía: el ejemplo de la

masculinidad

Vamos a partir desde un punto de vista en el que la salud y el bienestar de los jóvenes,
de las personas, es de relevancia fundamental. Uno de los determinantes sociales que
afectan a ello, según explica Kristin Mmari, investigadora de la universidad Johns
Hopkins, es el género. La asunción y desarrollo del género afectan de una forma directa
en el desarrollo, recursos y oportunidades de las personas.

Como sabemos, los roles de género son los conjuntos de normas sociales y emociones
que asumimos, y que desarrollan una gran división entre cómo ser hombre y cómo ser
mujer. Entre estos conjuntos de normas, están aquellas que afectan al rol sexual, y los
aprendizajes sobre estas, según González y Cabrera (2013), son “definitivos en la vida
de hombres y mujeres, ya que determinan formas de relacionarse” (p. 342)

La pornografía tiene un carácter socializador en cuanto que el público adolescente


adquiere de ella los roles de género que asumirán en su vida sexual y social. Por este
motivo, la pornografía ha de ser analizada desde este punto de vista. La pornografía crea
y difunde roles de masculinidad y feminidad que su público asume. Según Del Barrio –
Álvarez (2015), “la pornografía es vista por gran parte de la población, y bastantes
menores de edad aprenden cómo vivir su sexualidad por las prácticas que en ella
observan.”.

El problema principal es el siguiente: la gran parte de pornografía consiste en


dominación y violencia de hombres hacia mujeres (Lust, 2008). La gran damnificada
por esta situación como hemos visto y seguiremos viendo es, sin duda, la mujer. Sin
embargo, nos gustaría entrar también en las consecuencias negativas que genera en la
masculinidad.

En base a la investigación de Romero (2009), se puede afirmar que las situaciones


creadas en la pornografía, patriarcales y heterosexistas, generan expectativas sobre el
hombre en las relaciones sexuales: tiene que controlar y dominar el acto sexual. Esto
crea un rol masculino en las sociedades patriarcales en las que la figura del hombre se
vincula a la agresividad y a la violencia para defender su estatus dominante; y se da
intragénero, para exigir respeto de cara a otros hombres, e intergénero, para mantener la
dominación sobre la mujer.
Esto nos confirma que los comportamientos sociales en general y en lo sexual se pueden
justificar desde la pornografía, que muestra prácticas, dicen Ballester, Orte y Pozo
(2014, p. 167), “(…) desde las más convencionales hasta prácticas de gran riesgo o
directamente ilegales.”

Además, la pornografía, creada desde la perspectiva masculina del rol que acabamos de
comentar, “impone un modelo de relación desigual, en el que la mujer es reducida al
objeto sexual disponible para el hombre” (Ballester, Orte y Pozo, 2019, p.264). En
definitiva, se crea una masculinidad que espera tener en su poder, cuando quiera, un
objeto, que es la mujer.

Por otro lado, se construyen idealizaciones irreales sobre el cuerpo masculino, los
penes, la duración del acto sexual y la eyaculación, que, según Campanioni (2013),
genera “frustración de muchos hombres que no controlan sus erecciones ya sea por
eyaculación precoz, retardada o disfunción eréctil.”

La sexualidad de la pornografía es falo-céntrica, y la erección crea la posibilidad del


acto, por lo que “la erección simboliza la masculinidad, y en tanto que masculino,
implica superioridad hacia la mujer.” (Del Barrio-Álvarez y Garrosa, 2015, p.31).

Estos roles hacen que la violencia sea una herramienta legítima con la que desarrollarse
en el sistema, aumentando sus desigualdades. Los hombres consumidores de este porno
heterosexual pueden considerar ético el uso de la agresión para conservar su dominio.

Basándonos en los resultados del estudio de Elizabeth Saewyc, A Global Perspective on


Gender Roles and Identity, el hecho de asumir esteretipos de género desde edades
tempranas, como en la adolescencia, edad en la que se empieza a consumir pornografía,
conlleva para los niños (hombres) que se involucren en actos de violencia física en
mayor medida que las niñas, que mueran con mayor frecuencia de heridas accidentales,
ser más propensos al abuso de sustancias y al suicidio y en definitiva tener una
esperanza de vida más corta que las mujeres.
Ballester, L; Orte, C; Pozo Gordaliza, R. (2019) Nueva pornografía y cambios
en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes. Edicions de la Universitat
de les Illes Balears. Islas Baleares, pgs249-284. Recuperado en:
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Del Barrio-Álvarez, E. (2014) Pornografía y educación sexual: ¿Libertad de


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Departamento de Psicología Biológica y de la Salud, pgs108-119. Universidad
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Del Barrio-Álvarez, E; Garrosa, E. (2015) ¿Educando en igualdad? Análisis de


la triada pornografía-discriminación-violencia. Feminidad y masculinidad en la 45
pornografía convencional. Journal of Feminist, Gender and Women Studies (1).
Recuperado en: https://revistas.uam.es/revIUEM/article/view/409/381

Figari, C. E. (2008) Placeres a la carta: Consumo de pornografía y constitución


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http://www.scielo.org.mx/pdf/laven/v3n27/v3n27a7.pdf
González Gómez, M. P; Cabrera Gómez, C. C. (2013) Actitudes hacia los roles sexuales
y de género en niños, niñas y adolescentes. Universidad de Manizales, pgs339360.
Recuperado en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4757437

Romero Bonilla, D. G. (2009) Equis equis equis. Pensar la pornografía. El artista


(6) pgs102-117. Recuperado en: https://biblat.unam.mx/hevila/Elartista/2009/no6/7.pdf

SAEWYC, E. (2017). Una perspectiva global sobre los roles de género y la


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