Andar en el espíritu
La carne
(Gálatas 5.16–21)
Para aplicar su enseñanza, Pablo introdujo
importantes dispositivos literarios que han llegado
a llamarse «listas de vicios» y «listas de virtudes»,
los cuales trazan una distinción radical entre
actitudes y acciones mundanas y espirituales. Para
Pablo, nada era tan importante como hacer esta
distinción. Aquí se contrasta fuertemente entre el
pensamiento orgulloso, egoísta y falto de amor
del mundo y la mente del Espíritu.
EL ESPÍRITU VERSUS LA CARNE (5.16–18)
16
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. 17Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre
sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18Pero si
sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Versículo 16. Pablo ya les había advertido a
los gálatas que no usara la «libertad como ocasión
para la carne» (5.13). Ahora les instruyó: Andad
en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la
carne. Al someterse a la voluntad del Espíritu Santo,
los hermanos evitarían rendirse a las pasiones
pecaminosas.
Si bien el hombre es una criatura caída, fue
originalmente creado a imagen de Dios, que es
espíritu (Gn 1.27; Jn 4.24). El hombre todavía lleva
en él la naturaleza divina de su Creador (Stg 3.9).1
1 
El tiempo perfecto del verbo griego en Santiago 3.9
expresa el hecho de la acción creadora de Dios en el pasado,
así como los resultados que continúan existiendo. La NASB
enfatiza el aspecto pasado del verbo consignando «hombres,
que han sido hechos a semejanza de Dios» (énfasis agregado).
Los resultados duraderos de la creación de Dios se ven más
claramente en la NRSV: «los que son hechos a semejanza de
Dios» (énfasis agregado).
Habiendo sido formados a la imagen de Dios, el
hombre es fundamentalmente un ser espiritual.
Sin embargo, mientras viva en la tierra, es un
ser de carne y espíritu. Puesto que Dios les ha
concedido a los cristianos su propio Espíritu (Hch
2.38), podemos ser victoriosos sobre la carne. Por
la gracia de Dios, podemos vencer en la batalla
diaria entre la carne y el Espíritu.
Esta evaluación está de acuerdo con lo que
Pablo les escribió a los santos en Roma:
… y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios.
Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu
de Cristo, no es de él (Ro 8.8, 9).
«El Espíritu», «el Espíritu de Dios» y «el Espíritu de
Cristo» son todos uno mismo en estos versículos.
Es extremadamente importante que los cristianos
sepan que tenemos el Espíritu de Dios e, incluso
más importante, que aprendamos a andar por
el Espíritu. El cristiano tiene que adaptar su
pensamiento, su conducta y toda su forma de vida
a la dirección del Espíritu Santo (vea Gá 5.25).
El término «andad» (peripate/ w , peripateō)
en la frase «Andad en el Espíritu» literalmente
quiere decir «conducirse». A menudo se usa
figurativamente en el Nuevo Testamento con la
connotación de «comportarse», «conducir nuestras
vidas» o «vivir». 2 Por lo tanto, «Andad en el
Espíritu» es «comportarse» de una manera que
esté en armonía con «la intención del Espíritu» (Ro
2 
Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New
Testament and Other Early Christian Literature (Léxico griego-
inglés del Nuevo Testamento y demás literatura cristiana
primitiva), 3a ed. rev. y ed. Frederick William Danker (Chicago:
University of Chicago Press, 2000), 803.
1
8.27). Aquellos que siguen el camino del Espíritu
están dotados de un método eficaz para resistir la
tentación y vencer el pecado. Pablo escribió a los
romanos: «… porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las
obras de la carne, viviréis» (Ro 8.13).
Versículo 17. El apóstol explicó mejor​ la
batalla espiritual que hace estragos: Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
entre sí. Estas palabras fueron escritas a cristianos,
quienes tienen que luchar constantemente contra
las pasiones pecaminosas.
Las Escrituras aclaran que esta creación física
es temporal. Pedro declaró que «los cielos y la
tierra que existen ahora, están reservados por la
misma palabra, guardados para el fuego» (2ª P
3.7). Continuó diciendo que «los cielos pasarán
con grande estruendo, y los elementos ardiendo
serán deshechos, y la tierra y las obras que en
ella hay serán quemadas» (2ª P 3.10). A la luz
de la naturaleza transitoria de nuestro mundo,
¿no parece absurdo poner nuestra esperanza en
cosas terrenales?
Juan, entrado en años, escribió las siguientes
palabras a sus hijos espirituales en Éfeso hace
casi dos milenios:
No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que
hay en el mundo, los deseos de la carne, los
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace
la voluntad de Dios permanece para siempre
(1ª Jn 2.15–17).
Juan no estaba hablando de objetos materiales
como tales, sino de las actitudes del hombre y
de su relación con los mismos. Si permitimos que
cualquier cosa en el mundo sea más importante y
deseable para nosotros que las cosas espirituales,
estamos amando el mundo. Si permitimos que los
bienes mundanos o los placeres nos distraigan
y cautiven, obscureciendo nuestra percepción y
apreciación de los valores espirituales, entonces
estamos amando el mundo. Si nuestra reputación
a los ojos de los hombres es más importante
para nosotros que nuestra posición a los ojos de
Dios (nuestro verdadero carácter), Satanás habrá
logrado engañarnos.
Pablo añadió las siguientes palabras al final
del versículo 17: … para que no hagáis lo que
quisiereis. Esta cláusula se ha entendido por
lo menos de dos maneras. Primero, «lo que
2
quisiereis» podría interpretarse en un sentido
positivo como el bien que desea realizar el
cristiano, sin embargo, falla debido a la atracción
interna de «la carne». En este caso, el lenguaje
sería similar a la lucha interna para hacer el bien
como Pablo lo analizó en Romanos 7.14–23. Por
otro lado, «lo que quisiereis» podría equivaler
al «deseo de la carne» del versículo anterior. Si
es correcto, la cláusula enfatiza que la victoria
del cristiano sobre el impulso de hacer el mal es
posible mediante el poder del Espíritu que mora
en él. Sirve como un recordatorio de que aquellos
que están dedicados a andar en el Espíritu no
deben entregarse a sus deseos pecaminosos, sino
a la guía del Espíritu.
Versículo 18. Continuando su tema de andar
en el Espíritu y vivir como un hijo de Dios, Pablo
escribió: Pero si sois guiados por el Espíritu,
no estáis bajo la ley. Una vez más enfatizó
la emancipación del creyente del yugo de la
esclavitud (5.1).
Israel había vivido «bajo la ley», comenzando
en el monte del Sinaí. A pesar de todas sus luchas
para agradar a Dios y toda la sangre sacrificial
derramada en la base del altar, el pueblo seguía
en esclavitud del pecado. Hasta la venida del
Redentor prometido, no podía haber libertad; la
victoria completa sobre el pecado era inalcanzable
bajo ese pacto. Eran hijos de servidumbre (4.25)
que únicamente podían esperar la venida del
Mesías. Había llegado ahora ese día (4.4).
En lugar de estar bajo la ley, los cristianos son
«guiados por el Espíritu». Aun así, continuamos
luchando por obedecer completamente; todavía
hay una batalla personal para vencer el yo. Sin
embargo, la guerra ha sido ganada por Cristo y
la sangre que Él derramó en la cruz. ¡Alabado sea
Dios que Jesús ha derramado Su sangre preciosa,
venció la muerte, ascendió al cielo y derramó Su
Santo Espíritu! Al andar en Él, podemos, por Su
gracia, participar en esa victoria sobre Satanás y el
pecado.
«LAS OBRAS DE LA CARNE» (5.19–21)
19
Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21
envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes a estas; acerca de las cuales
os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que
los que practican tales cosas no heredarán el
reino de Dios.
 Versículo 19. Esta sección constituye lo
que algunos han etiquetado como «lista de
vicios» o «catálogo de vicios». Estas listas se
encuentran comúnmente en las Escrituras. La
presente en este contexto comienza con un tipo
de preámbulo: Y manifiestas son las obras
de la carne, que son… Pablo notó que estaba
analizando acciones evidentes; tales «obras», o
«hechos», son «manifiestas». La palabra griega
fanero/ ß (phaneros) también podría traducirse
como «visibles», «claras», «claramente vistas».3 Si
bien la palabra «carne» ( sa/ r x, sarx ) tiene muchas
connotaciones en las Escrituras, aquí quiere
decir la forma «natural» como piensa y actúa
la humanidad caída. Es un fuerte contraste con
aquellos atributos que caracterizan a las personas
que nacen del Espíritu (5.22, 23). Las «obras de la
carne» son lo que el hombre carnal, no redimido,
hace de manera natural. Estos pecados, que a
menudo se expresan de manera física, realmente
se originan en la mente (o el corazón).
Pablo estaba mostrando que los vicios no
espirituales (5.19–21) y las virtudes espirituales
(5.22, 23) son discernibles. Cuando Jesús habló de
los falsos profetas, los comparó con espinos que son
incapaces de llevar uvas (buen fruto). Concluyó
con las siguientes palabras: «Por sus frutos los
conoceréis» (Mt 7.15–20; vea Lc 6.43–45). Además,
Juan el Bautista, cuando llamó a las personas a
transformar sus vidas en preparación para el reino
venidero del Mesías, predicó que ellos tenían
que «[hacer] frutos dignos de arrepentimiento».
Tenían que demostrar por su comportamiento
que estaban haciendo tales cambios (Mt 3.7, 8).
Jesús comparó el discipulado con una luz que
brillaba en el mundo y una ciudad en una colina
que no podía ser ocultada. Él amonestó a Sus
seguidores, «Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está
en los cielos» (Mt 5.16). Pablo, también, habló
del comportamiento, diciendo: «Los pecados de
algunos hombres se hacen patentes […] Asimismo
se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son
de otra manera, no pueden permanecer ocultas»
(1ª Ti 5.24, 25). Es en este sentido que Pablo hablaba
de «las obras de la carne» y «el fruto del Espíritu».
«Las obras de la carne» en 5.19–21 pueden
agruparse en cuatro categorías. 4 1) Las primeras
3 
Ibíd., 1047.
4 
Las categorías están implícitas a partir de la puntuación
en algunas versiones (NIV; NEB; REB).
tres 5 incluyen pecados sexuales: «inmoralidad,
impureza, sensualidad». 2) Las dos siguientes se
refieren a pecados rituales paganos: «idolatría,
hechicerías». 3) Ocho más son pecados con
respecto a las relaciones interpersonales:
«enemistades, conflictos, celos, arrebatos de
ira, disputas, disensiones, divisiones, envidia». 6
4) Los dos últimos pecados se asocian con una
vida desordenada: «borracheras, orgías».
1.  Pecados sexuales (5.19b)
Los primeros tres pecados en esta lista parecen
estar relacionados con la sexualidad. La lista
de vicios comienza con «inmoralidad», que se
ha convertido algo parecido a un eufemismo
para referirse al comportamiento sexualmente
indecente o «fornicación». La palabra griega
pornei a / ( porneia ) es un término genérico que
abarca varias categorías de pecados sexuales
específicos, incluyendo el adulterio, el sexo
prematrimonial, la prostitución, el incesto y
las relaciones homosexuales y lesbianas. En la
intención y el propósito de Dios, la unión sexual
debía limitarse a un hombre y a una mujer, a
un marido y a su esposa. Les fue dado para la
propagación de la raza humana, así como para
la bendición de una compañía íntima. 7
Según las Escrituras, la única actividad sexual
que es aceptable y agradable a Dios es la que tiene
lugar entre el marido y su mujer, declaración que
no cumple con la aprobación de muchas personas
en la atmósfera permisiva en la que vivimos hoy.
Sin embargo, nuestra preocupación no es con
lo que puede ser aprobado por las personas de
cualquier era, sino más bien con lo que aprueba
Dios.
La segunda de las «obras de la carne» que Pablo
nombró es «impureza» (aj k aqarsi a / , akatharsia).
El término quiere decir literalmente «suciedad»,
sin embargo, en este contexto obviamente no
5 
N. del T.: Esta clasificación es de acuerdo a la versión
del autor (NASB) que consigna la lista de obras de la
carne de la siguiente manera: «… inmoralidad, impureza,
sensualidad, idolatría, hechicerías, enemistades, conflictos,
celos, arrebatos de ira, disputas, disensiones, divisiones,
envidias, borracheras, orgías, y cosas semejantes». El análisis
que sigue, por lo tanto, será de acuerdo a la NASB.
6 
La Reina-Valera, como la KJV, comienza con «adulterio»
y después de «envidias» tiene «homicidios». Estas obras de
la carne no deben incluirse en la lista ya que aparecen sólo
en unos manuscritos tardíos. (E. H. Perowne, The Epistle
to the Galatians [La Epístola a los Gálatas], The Cambridge
Bible for Schools and Colleges [Cambridge: University
Press, 1900], 67.)
7 
Vea Gn 1.27, 28; 2.18–24; Mt 19.3–9; Ro 7.2, 3; 1ª Co
7.1–5; He 13.4.
3
tiene nada que ver con la presencia de suciedad
o higiene física. Por el contrario, se utiliza en
sentido figurado para referirse a la corrupción
moral, impureza, o motivos impuros. Se usa
especialmente de pecados sexuales (2ª Co 12.21;
Ef 5.3; Col 3.5), que incluyen vicios antinaturales
(Ro 1.24).
Pablo concluyó este grupo de pecados con
«sensualidad» (aj se/ lgeia, aselgeia). Esta palabra
griega también puede definirse como «indecencia»,
«promiscuidad», «libertinaje» y «vicio». Se refiere
comúnmente a los excesos sexuales y se produce
en asociación con términos tales como koi/t h
(koitē, «relación sexual»),8 y porneia («inmoralidad»
o «fornicación»). Al igual que con la palabra
«licencia», parece estar involucrada la ausencia
o el desprecio por las restricciones morales,
especialmente en el ámbito sexual. La idea es la
de entregarse completamente a la lujuria. En el
Nuevo Testamento, la palabra se usa en varios
pasajes, los cuales muestran su inclinación hacia
la indecencia sexual.9
2.  Pecados paganos rituales (5.20a, b)
Versículo 20. A continuación en la lista de vicios
está la idolatría, un término tan familiar en las
Escrituras que debería necesitar poca explicación.
Sin embargo, podría sernos útil un estudio de
ciertos aspectos de esta práctica prevalente en el
mundo antiguo. ¿Por qué existía la idolatría entre
los paganos?
Los paganos adoraban una variedad de
deidades porque el hombre tiene una necesidad
innata de Dios. Las culturas que no han conocido
al Dios verdadero y vivo han creado o imaginado
dioses de manera instintiva. El hombre desea algo
para adorar, alguien de quién depender.10 En el
discurso de Pablo al Areópago, dijo que la búsqueda
de Dios es una de las principales razones por las
que las personas fueron puestas en el planeta: «…
para que busquen a Dios, si en alguna manera,
palpando, puedan hallarle, aunque no está lejos
de cada uno de nosotros» (Hch 17.27). El apóstol
también declaró: «Porque las cosas invisibles de
él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
 8 
La palabra koitē quiere decir técnicamente «cama»
(He 13.4), sin embargo, también se usa como un eufemismo
para la actividad sexual asociada con la cama.
 9 
Vea Mr 7.22; Ro 13.13; 2ª Co 12.21; Ef 4.19; 1ª P 4.3;
2ª P 2.7, 18; Jud 4.
10 
Incluso el ateo más comprometido, si es honesto e
informado, no puede negar la evidencia objetiva de este
fenómeno; porque es un hecho observable en todo el mundo
a lo largo de toda la historia humana.
4
visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa» (Ro 1.20).
Puesto que Dios es de naturaleza puramente
espiritual (Jn 4.24) y el hombre es hecho a imagen
de Dios (Gn 1.27), el hombre es principalmente un
ser espiritual. Sólo está secundariamente vestido
con un cuerpo físico. Con este hecho en mente,
tanto Pablo como Pedro le llamaron al cuerpo físico
un «tabernáculo» (2ª Co 5.1, 4; 2ª P 1.13; NIV).
Debido a que el ser esencial del hombre se originó
en Dios, es natural que el hombre tenga un anhelo
fundamental por su Padre espiritual. Agustín dijo:
«Tú nos hiciste para ti mismo y nuestros corazones
no encuentran paz hasta que descansen en ti».11
Aunque a menudo débil, mal dirigida o no
reconocida, esta búsqueda del Padre sigue estando
presente. Pablo, apoyándose en ciertos poetas
griegos, sugirió esta idea en su discurso en el
Areópago. Citó de un poema didáctico sobre Zeus,
el padre de los dioses griegos, que sin duda era
conocido por su audiencia. Sin embargo, aplicó el
lenguaje al Dios verdadero y vivo: «Porque en él
vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos
de vuestros propios poetas también han dicho:
Porque linaje suyo somos» (Hch 17.28).12
La historia humana contiene evidencia
incontrovertible de esta compulsión innata del
hombre natural por buscar o inventar deidades.
Arqueólogos, antropólogos y paleontólogos
descubren continuamente en todo el globo variedad
de imágenes metálicas, de madera y de piedra
—las cuales llamamos «ídolos». Estas imágenes no
siempre fueron adoradas; a veces eran sólo formas
visibles que representaban deidades que eran
reales para las personas. En el mundo griego de
la antigüedad había huestes de imágenes y altares
(como los «santuarios» que Pablo vio en Atenas;
Hch 17.23). Dos de ellos son particularmente dignos
de mención y fueron definitivamente adorados
como ídolos. 1) La gran estatua de Atenea se alzaba
sobre la Acrópolis de Atenas. Su brillante y dorado
casco y lanza eran visibles para los marineros al
acercarse al puerto de El Pireo, la ciudad portuaria
de Atenas. 2) Más espléndido aún era el coloso de
Zeus, cuya cabeza —aunque era retratado sentado
en su templo de Olimpia— se elevaba hasta el techo.
Este último fue comprensiblemente incluido entre
Agustín Confesiones 1.1.
11 
12 
Los poetas citados aquí son los epiménides
cretenses (C. 600 a.C.) en su obra Crética; Arato de Soli
(C. 315–240 a.C.), de la propia provincia nativa de Pablo
en Cilicia, en su Fenómenos; y Cleantes (331–233 a.C.) en su
himno didáctico a Zeus.
las siete maravillas de la antigüedad.
Por encima y más allá de la imagen, para la
mayoría de las personas, existía el concepto de
un dios o héroe que era reverenciado o adorado.
Luciano de Samosata, escritor de diálogos satíricos,
había sido aprendiz de escultor y sabía cómo
surgieron esas imágenes. En uno de sus escritos,
dirigió su burla hacia la locura de aquellos que
podrían ser movidos a reverenciar esas imágenes,
incluso la del gran Zeus en Olimpia. A pesar de
todo su maravilloso oro y exterior de marfil, era
sostenido en el interior por un laberinto de barras,
pernos, tablones, clavos y cuñas.13
En Isaías 44.9–20 aparece una exposición
similarmente mordaz, pero no menos cómica de
la insensatez de la idolatría. La actitud de Isaías
(Is 44) y de Pablo (Hch 17) era característica de
los judíos fieles. Fue precisamente lo que Dios
esperaba de Israel cuando les dio la Ley en el
monte del Sinaí (Ex 20.3–6) y lo repitió de manera
solemne (Dt 5.7–10) mientras se preparaban para
cruzar el río Jordán para tomar posesión de Canaán.
En ambos casos, el mandamiento acompañado de
mayor énfasis y advertencia fue el que tenía que ver
con la idolatría.14 Josué, al dar sus encargos finales
a Israel, obviamente encontró necesario advertirle
al pueblo contra servir a dioses extranjeros (Jos
24.20–24). A pesar de su amonestación, durante
el período de la historia israelita que se extendió
desde los días de los jueces hasta los últimos reyes,
ningún otro pecado fue más común, insidioso y
perjudicial que la idolatría. Este pecado fue una
de las principales razones por las que tanto Israel
como Judá fueron finalmente llevados al exilio
—Israel a Asiria y Judá a Babilonia. El castigo
de Dios finalmente logró el resultado deseado;
después del período de cautiverio, Israel había
acabado esencialmente con la idolatría.
Durante el período intertestamental, debido a
la persecución de Antíoco IV Epífanes, los judíos
fueron tentados a comprometerse con los seléucidas
a fin de salvar sus vidas. Esto incluyó abandonar
la Ley y abrazar la adoración de falsos dioses. Sin
embargo, los Macabeos se levantaron contra sus
opresores y los expulsaron (167–164 a.C.). Hay
poca o ninguna evidencia de que había idolatría
entre los judíos en el siglo primero cristiano y el
advenimiento de Juan el Bautista y Jesús.
¿Por qué fue la idolatría una tentación para el pueblo
de Dios en el Antiguo Testamento? ¿Qué había en la
idolatría en tiempos bíblicos que Israel encontró tan
13 
Luciano El Sueño (o El Gallo) 24.
14 
Vea Dt 4.15–19, 23–28; 6.4, 13–15; 7.3–6, 25, 26.
seductor que pudieron darle la espalda a Dios y a Su
ley? Como se ha señalado anteriormente, el poder
que la idolatría ejercía sobre el mundo pagano tenía
poco que ver con la forma externa o la imagen de
la deidad que representaba. A la mayoría de los
dioses de la antigüedad se les asociaba con poderes
particulares que se consideraban sobrenaturales.15
La mayoría de las personas en el mundo antiguo
dependían de los poderes de la naturaleza para
su supervivencia. Las amenazas del hambre y de
la guerra estaban siempre presentes. Los vecinos
de Israel creían que si los rayos de Zeus no iban
acompañados de las lluvias de los cielos, si Deméter
no hacía crecer el grano y otras frutas de la tierra, o
si Atenea no protegía la ciudad, el resultado sería
la muerte. Se pensaba que el dios o diosa debía
ser apaciguado, o el desastre era seguro. Estas
creencias influyeron en Israel.
El apóstol enumeró el segundo pecado ritual
pagano, hechicerías. La palabra proviene de
farmakei a / (phar­makeia) y es una reminiscencia
de las palabras «farmacia», «farmacólogo» y
«farmacéutico». El verbo griego farmakeu/ w
(pharmakeuō) quiere decir «administrar una droga
o medicina», «usar encantamientos», «practicar
brujería», o «drogar a una persona, darle una
droga venenosa o estupefaciente».16 En el Nuevo
Testamento se dan otros dos términos relacionados.
La palabra ­f a/ r makoß (pharmakos) se refiere a un
«hechicero, quien practica magia o brujería»; y
fa/ r makon (pharmakon) quiere decir «brujería»,
«magia» o «poción mágica».17 Aunque algunos de
estos términos pueden querer decir una medicina
útil, el conjunto de palabras tiene connotaciones
15 
Por ejemplo, en Fenicia, las personas pensaban que
Baal y Astarté tenían poder sobre la fertilidad de la tierra.
Se creía que la diosa madre frigia Cybele, o Artemis de los
Efesios, otorgaba la fertilidad en el parto. Poseidón era
considerado el dios del mar (y por lo tanto de los marineros)
y de los terremotos. Dionisio era el dios del vino y de la
inspiración poética. Ares era el dios de la guerra. Apolo
daba oráculos divinos en su templo en Delfos en Grecia y
en Cumae en Italia. Atenea era la diosa de las artes y de la
sabiduría y la protectora de la ciudad, no sólo de Atenas,
sino también de muchas otras ciudades. Deméter era la
diosa del grano. Sobre todo estaba Zeus, padre y poderoso
gobernante de los dioses, dios del cielo y el tiempo. También
era considerado protector benéfico del huérfano, del extraño
y de la viuda. Hermes fue honrado como el mensajero de
Zeus (vea Hch 14.12).
16 
Henry George Liddell y Robert Scott, A Greek-English
Lexicon (Léxico griego-inglés), 9ª ed., rev. y a amp. con
suplemento, rev. Henry Stuart Jones y Roderick McKenzie
(Oxford: Clarendon Press, 1968), 1917.
17 
Barclay M. Newman, A Concise Greek-English Dictionary
of the New Testament (Diccionario conciso griego–inglés del
Nuevo Testamento) (London: United Bible Societies, 1971), 192.
5
negativas, incluyendo conceptos como hechicería,
brujería, magia y veneno. Leon Morris afirmó que,
dado que el conocimiento médico era limitado
en el mundo antiguo, «los términos llegaron a
ser usados ​​no sólo para drogas que tenían valor
terapéutico, sino también para las formas mágicas
de curación y luego para la magia de cualquier
tipo (comp. con Ap 9.21; 18.23)».18
No se ofrece ninguna tolerancia en el Antiguo
Testamento para con los hechiceros o brujas. Moisés
prescribió: «A la hechicera no dejarás que viva»
(Ex 22.18). También dijo:
No sea hallado en ti quien haga pasar a
su hijo o a su hija por el fuego, ni quien
practique adivinación, ni agorero, ni sortílego,
ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago,
ni quien consulte a los muertos.  Porque es
abominación para con Jehová cualquiera que
hace estas cosas, y por estas abominaciones
Jehová tu Dios echa estas naciones de delante
de ti (Dt 18.10–12a).
3. La impiedad en las relaciones interpersonales
  (5.20c–21a)
Luego, Pablo nombró las enemistades como una
obra de la carne en las relaciones interpersonales del
hombre. El plural19 proviene de la palabra e ¡c qra
(echthra), que transmite la idea de «hostilidad»
u «odio». Se relaciona con la palabra ej c qro/ ß
(echthros), que quiere decir «enemigo» o «alguien
que es odiado». Las implicaciones negativas de
ambas palabras griegas son inconfundibles.
En algunos pasajes, estos términos identifican
la reacción de un corazón perverso. Romanos 8.7
dice que «los designios de la carne son enemistad
contra Dios». De igual manera, Santiago 4.4 declara
que «la amistad con el mundo es enemistad contra
Dios». Satanás, como «enemigo» del Señor, siembra
la cizaña en Su campo para frustrar el progreso
y la fecundidad del reino de Cristo en el mundo
(Mt 13.37–39). La muerte es el último «enemigo»
de Cristo en Su misión redentora para salvar a los
perdidos (1ª Co 15.25, 26).
La enemistad involucrada aquí tiene que ver
con sentimientos o acciones que, por cualquier
motivo, podrían surgir a nivel interpersonal. Tal
animosidad podría surgir de rivalidades, envidias,
celos, resentimientos, abusos sufridos, o quizás de
18 
Leon Morris, Galatians: Paul’s Charter of Christian
Freedom (Gálatas: Carta de Pablo de la Libertad Cristiana)
(Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1996), 171.
19 
Además de la palabra griega para «enemistades», los
siguientes términos en esta lista son también plural en griego:
«estallidos de ira», «disputas», «disensiones», «facciones»,
«envidias», «embriaguez» y «orgías».
6
nada más que una antipatía o aversión natural.
Comenzando con «enemistades», J. B. Light-
foot cree que observó un orden ascendente,
intensificándose con cada palabra y culminando
con «homicidios» (5.21).20 Sin embargo, no todos
los comentaristas están de acuerdo con esta
evaluación. Un argumento fuerte en contra es
que la palabra griega para «homicidios» (fo÷n oi,
phonoi) no aparece en los mejores manuscritos.21
Los pleitos vienen a continuación en la lista.
La palabra griega e ¡ r iß (eris) también puede
traducirse como «discordia» (NIV) o «conflictos»
(NASB). A estas definiciones, el léxico de Bauer
añade las ideas de «rivalidad», «contienda» y
«peleas».22 En el pensamiento griego, los «pleitos»
era personificados y deificados en la diosa Eris,
cuya «influencia maligna [producía] guerra y
destrucción».23 El deseo de Pablo era mantener la
discordia y las peleas fuera de la iglesia (vea 1ª Co
1.11; 3.3); quería que los hermanos vivieran en paz
y armonía, de acuerdo con el deseo y la oración
de Jesús (Jn 17.20–23).
Después de «pleitos» viene celos (zhv l oß, zēlos).
El término griego, que está detrás de la palabra
«celo», lleva la idea de una pasión ardiente. Puede
referirse a un «interés intenso y positivo en [algo],
celo, ardor». Por otra parte, a veces denota «intensos
sentimientos negativos ante los logros o éxitos de
otros, celos, envidia».24 En este contexto, «celos» se
usa en este último sentido, siendo dirigido por
deseos egoístas y carnales en los corazones de
los hombres.
Por supuesto, cuando se usa para describir
a Dios (Ex 20.5; Dt 4.24; 5.9; 6.14, 15), el término
«celoso» tiene una connotación positiva. Moisés
escribió: «Porque no te has de inclinar a ningún
otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios
celoso es» (Ex 34.14). Los celos de Dios brotan de Su
amor. Sus celos siempre se preocupan por bendecir
al hombre, mientras que los celos del hombre carnal
pueden ser, y a menudo son, destructivos.
Los celos del hombre espiritual también
20 
J. B. Lightfoot, The Epistle of St. Paul to the Galatians
(La Epístola de San Pablo a los Gálatas), Classic Commentary
Library (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House,
1957), 211.
21 
Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek
New Testament (Comentario textual sobre el Nuevo Testamento
griego), 2ª ed. (Stuttgart: German Bible Society, 1994), 529.
22 
Bauer, 392.
23 
F. F. Bruce, The Epistle to the Galatians (La Epístola
a los Gálatas), The New International Greek Testament
Commentary (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans
Publishing Co., 1982), 248.
24 
Bauer, 427.
pueden surgir del amor, como en el caso de Pablo,
que escribió las siguientes palabras a sus amados
hermanos corintios:
Porque os celo [zhlo w/ , zēloō] con celo [zēlos] de
Dios; pues os he desposado con un solo esposo,
para presentaros como una virgen pura a Cristo.
Pero temo que como la serpiente con su astucia
engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna
manera extraviados de la sincera fidelidad a
Cristo (2ª Co 11.2, 3).
Así como el celo de Dios siempre busca el bien de
Su pueblo, también lo hizo el de Pablo. Es obvio
que provenía del Espíritu de Dios, que estaba
trabajando en Pablo para frustrar los propósitos
malévolos del diablo.
Sin embargo, cuando los celos (o la envidia)
se originan en los corazones de hombres no
espirituales, puede ser malo tanto en intención
como en efecto.25 Puede que una persona tenga
algún rasgo deseado, talento o posesión que otra
persona desea para su propio beneficio, lo cual
produce resentimiento y rencor.
El siguiente vicio en la lista son los «estallidos
de ira», que traduce una forma plural de qumo÷ ß
(thumos). La Reina-Valera traduce de manera literal
como iras.
Thumos es a menudo emparejado con oj r gh÷
(orgē, «furor» o «ira») en el Nuevo Testamento.
La diferencia entre los dos términos es que orgē
denota «más un hábito permanente y establecido
de la mente», mientras que thumos es «más la
conmoción turbulenta, la agitación hirviente de
los sentimientos». Es «más apasionado y al mismo
tiempo más temporal».26
Contiendas traduce otro plural, cuyo
singular es e jr iqei÷ a (eritheia). Esta palabra se
derivó aparentemente de e¡ r iqoß (erithos), que
originalmente quería decir «un jornalero». El
verbo e jr iqeu÷ w (eritheuō) correspondiente quería
decir «trabajar para un día de pago». Parece que
eritheia llegó a ser descriptivo de la manera, actitud
o disposición de un jornalero. El desarrollo de
este término de una profesión aparentemente
honorable no está claro. Friedrich Büchsel
pensó que se produjo porque los aristócratas
despreciativos sospechaban de los jornaleros, que
estaban demasiado preocupados por la ganancia
25 
Vea Hch 5.17, 18; 13.45; Ro 13.13; 1ª Co 3.3; 2ª Co
12.20; Stg 3.14, 16.
26 
Richard Chenevix Trench, Synonyms of the New
Testament (Sinónimos del Nuevo Testamento) (Marshallton,
Del.: The National Foundation for Christian Education,
s.f.), 123–24.
y dispuestos a trabajar sólo con fines de lucro.
Más adelante declaró que eritheia llegó a denotar
la actitud de los buscadores de sí mismos y las
prostitutas —«aquellos que, degradándose a sí
mismos y su causa, estaban ocupados y activos en
sus propios intereses, buscando su propio beneficio
o ventaja».27 La palabra parece haber incluido la
rivalidad y tratar de obtener ventaja personal sobre
los demás. En el siglo IV a.C., Aristóteles la utilizó
para «una búsqueda egoísta de cargos políticos
por medios injustos».28
Fuera que la actitud caracterizaba a un solo
cristiano, un grupo en una congregación local o
una pluralidad de iglesias asociadas (como las de
Galacia), los efectos siempre serían perjudiciales
para la paz y la armonía del pueblo de Dios. La
única diferencia entre estos escenarios sería el
grado de impacto. Es trágico para los cristianos
estar en competencia y tratar de hacer lucir a los
demás como inferiores.
La traducción de «contiendas» por parte de
la Reina-Valera no parece ser precisa. Según la
evidencia lingüística, el énfasis de la palabra
eritheia parece estar más en la actitud que causa
disonancia y contiendas que en la acción misma.
En otros pasajes, donde la palabra aparece como
un singular, la NASB lo consigna como «ambición
egoísta» (Fil 1.17; Stg 3.14, 16). Independientemente
de la traducción exacta, cualquier actitud o acción
por parte de un cristiano que indique un deseo
egoísta de promocionarse a sí mismo y resaltarse
a expensas de otros, está destinada a incitar al
resentimiento y la desunión. Es burdamente
contrario al espíritu de Cristo (Fil 2.5–8).
La palabra disensiones representa el plural de
dicostasi÷ a (dichostasia), y hay pocas dudas en
cuanto a su significado. También se consigna como
«disensión» o igualmente «disensiones» en otras
versiones (NRSV; NKJV; REB; ESV). La palabra se
encuentra sólo aquí y en Romanos 16.17 en el Nuevo
Testamento y una vez en la literatura apócrifa del
Antiguo Testamento griego (1º Macabeos 3.29).
También podría consignarse como «desacuerdo»,
«división», «discordia» o incluso «sedición». La
palabra transmite la idea de «pelea partidaria
y contenciosa». En Romanos 16.17, se refiere a
aquellos que «causan divisiones». Tan grave es
este pecado que hay que «[apartarse] de» los que
27 
Friedrich Büchsel, «e rj i q e i ÷a », en Theological
Dictionary of the New Testament (Diccionario Teológico
del Nuevo Testamento), ed. Gerhard Kittel, trad. y ed.
Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Mich.: Wm. B.
Eerdmans Publishing Co., 1964), 2:660–61.
28 
Bauer, 392; Aristóteles Política 5.3.
7
lo cometen; la iglesia les ha de poner en disciplina
y excluirlos de la comunión de los santos (en otras
palabras, «excomulgarlos»).29
Después de «disensiones» viene el término
«facciones». El texto griego tiene una forma plural
de la palabra ai r¢ esiß (hairesis), de la que proviene la
palabra «herejía». El verbo relacionado es ai r J e÷omai
(haireomai), que quiere decir «elegir» o «preferir».
Por lo tanto, hairesis denota el resultado de hacer tal
elección. En su sentido negativo, la palabra revela
que ya existe, en cierto grado, una división. Así es
como se usa la palabra en 1ª Corintios 11.19, donde
se nos dice que las «disensiones» («facciones»;
NASB) estaban presentes en la iglesia. En 2ª Pedro
2.1, hairesis es acompañada por un modificador
para poner de manifiesto el peligro inminente de
ciertos falsos maestros que introducirían «herejías
destructoras, y aun negarán al Señor que las
rescató». El emparejamiento que hizo Pedro del
adjetivo «destructoras» con hairesis demuestra
que este último término no siempre fue negativo.30
Pablo a veces usó la palabra de una manera
relativamente neutral cuando hablaba de las
«sectas» judías de su época. Éstas incluían los
fariseos, los saduceos y los esenios. De hecho,
en su defensa ante el rey Agripa, Pablo confesó
libremente que antes había vivido «conforme a
la más rigurosa secta de [su] religión» (Hch 26.5).
Sin embargo, cuando fue acusado ante Félix de ser
«cabecilla de la secta de los nazarenos» (Hch 24.5;
énfasis añadido), no estuvo dispuesto a aceptar
este término que le fue aplicado por el orador
Tértulo. Pablo aclaró: «que según el Camino que
ellos llaman herejía [“secta”; NASB], así sirvo al
Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que
en la ley y en los profetas están escritas» (Hch
24.14; énfasis añadido). Con su exaltada visión
de la iglesia como el pueblo escogido de Dios,
el nuevo Israel espiritual, no estaba dispuesto a
aceptar la idea (o incluso dejar la impresión) de
que esta manifestación terrenal del reino celestial
de Dios no era más que otro partido en el estado
dividido del judaísmo.
De estos pocos ejemplos, parece que la palabra
29 
El verbo «apartarse» es de una forma imperativa
presente de ejk kli÷ n w (ekklinō), que denota acción continua
o repetida. Quiere decir «mantenerse alejado de», «seguir
evitando», presumiblemente hasta que los infractores
pusieran fin a semejante comportamiento impío.
30 
Por ejemplo, en griego secular, hairesis se usó para
diferentes escuelas filosóficas, de las cuales difícilmente
se habría esperado un grado significativo de unanimidad.
Otras posibles traducciones de la palabra incluyen «dogma»,
«modo de pensar» e «inclinación» (Bauer, 28).
8
hairesis pudo haber sido aplicada por los judíos de
la época de Pablo a sus diversos partidos religiosos
(con sus diferentes conceptos de religión) en un
sentido que era a la vez inofensivo y socialmente
aceptable para ellos. Para Pablo, sin embargo, el
uso de hairesis en referencia a la iglesia de Dios
llevaba una connotación negativa. Consideraba
que era un término inapropiado para la amada
comunidad de Dios.
Las «facciones» son una obra de la carne que es
diametralmente opuesta a las actitudes y acciones
que caracterizan el andar del cristiano en el Espíritu.
En épocas posteriores, la palabra desarrolló el
significado primario de «error doctrinal», que es
transmitido por la palabra «herejía».
Versículo 21. Como muchos de los vicios en
esta lista, envidias viene de una palabra griega
plural. La forma singular es fqo/ n oß (phthonos), que
es similar en significado a zēlos («celos») en 5.20.
Sin embargo, phthonos frecuentemente expresa una
actitud de interés propio a tal grado que trata de
dañar a otra persona. Por lo tanto, algunos léxicos
definen el término como «rencor». Aparentemente,
a la palabra se le vincula un rasgo efectivamente
maliciosa.
Los efectos nocivos de la envidia pueden
ilustrarse con pasajes del Antiguo Testamento
como Job 5.2. El Nuevo Testamento presenta un
testimonio adicional de la naturaleza maligna
de la envidia. Además de su uso en 5.19–21,
«envidia» (phthonos) también ocurre en otras tres
listas de vicios de las cartas de Pablo (Ro 1.29;
1ª Ti 6.4; Tit 3.3).31 El sabor malicioso de la palabra
está claro por el motivo de ciertos hermanos por
predicar en Roma, donde Pablo estaba bajo arresto
domiciliario:
Algunos, a la verdad, predican a Cristo por
envidia y contienda […] Los unos anuncian
a Cristo por contención, no sinceramente,
pensando añadir aflicción a mis prisiones (Fil
1.15, 16).
El ejemplo más conmovedor involucra a los líderes
judíos que, a causa de su «envidia» (phthonos),
entregaron a Jesús a Pilato para ser crucificado
(Mt 27.17, 18; Mr 15.10). A pesar de que Jesús
fue «entregado por el determinado consejo y
anticipado conocimiento de Dios» (Hch 2.23a),
no disminuye la naturaleza atroz del crimen
de aquellos que apasionadamente buscaron la
crucifixión de Jesús. ¿Por qué entregaron al puro y
31 
Pablo también usó «envidiar» del verbo fqone / w
(phthoneō) en 5.26.
amoroso Hijo de Dios? ¡Por envidia! Nada podría
ilustrar más vívidamente lo malvado que puede
ser este vicio.
4.  Vida desordenada (5.21b, c)
Borracheras también traduce un plural en el
texto. La forma léxica de la palabra es me/ q h (methē),
y aparece en otra parte del Nuevo Testamento sólo
en Lucas 21.34 («embriaguez») y Romanos 13.13.
Entre los antiguos griegos, el vino no se bebía
normalmente «con toda su fuerza» ni «sin diluir»
(a¡ k ratoß, akratos). Está bien documentado que
la típica bebida de mesa de los griegos usualmente
constaba de tres partes de agua por una parte de
vino. En su literatura, se producen numerosas
advertencias contra el uso de proporciones más
altas de vino en vista del peligro de la embriaguez.
La única ocurrencia del vino sin diluir en el Nuevo
Testamento no tiene nada que ver con el regocijo
ni la celebración, sino con la ira de Dios: «ha sido
vaciado puro [akratos] en el cáliz de su ira; y [el
rebelde] será atormentado con fuego y azufre en
presencia de los santos ángeles y del Cordero»
(Ap 14.10).
En la cultura estadounidense, probablemente
derivada de las convicciones calvinistas de
los primeros padres puritanos, un segmento
considerable de la población se ha opuesto
prácticamente siempre a la venta y el consumo
de bebidas alcohólicas. Entre 1919 y 1933, esta
oposición resultó en la promulgación de una
legislación que prohibía la fabricación, transporte
y venta de bebidas alcohólicas (excepto para
fines medicinales y religiosos). Con el tiempo, sin
embargo, se hizo evidente que la mera legislación
no podía remediar los males sociales y personales
que sus autores habían tratado de curar, y la
inaplicable ley fue derogada.
Ni Jesús ni Sus apóstoles prohibieron alguna
vez beber vino o cualquier otra bebida fermentada.
Pablo, de hecho, le recomendó a Timoteo el uso
medicinal del vino: «Ya no bebas agua, sino usa
un poco de vino por causa de tu estómago y de
tus frecuentes enfermedades» (1ª Ti 5.23). La
amonestación de Pablo a Timoteo fue dada por
muy buenas razones, porque el agua alrededor
del Mediterráneo no era pura y podía de hecho
causar problemas estomacales.32 La mezcla de esta
32 
«La purificación del agua en esos días dejaba mucho
que desear. El agua en Éfeso aparentemente le causaba
indigestión a Timoteo. Un poco de vino aliviaría su
estómago» (James E. Smith, Exhortation Epistles, Teacher‘s
Commentary [Epístolas de Exhortación, Comentario del
Maestro] [s. l.: Por el autor, 2011], 116–17).
agua con una pequeña cantidad de vino (25%)
cumplía el doble propósito de purificar el agua y
diluir el vino para reducir el riesgo de convertirse
en adicto al contenido de alcohol. Está claro que
Pablo estaba preocupado por el alivio de los
problemas estomacales de Timoteo. Al igual que
los escritos seculares de los antiguos griegos, el
Nuevo Testamento advierte contra los excesos
(como en el caso de los ancianos y diáconos; 1ª Ti
3.3, 8; Tit 1.7). Sin embargo, la abstención estricta
no se encuentra en el Nuevo Testamento, excepto
en pasajes que tienen que ver con Juan el Bautista
y el voto del nazareo.33 Lo que está prohibido como
obra de la carne no es el uso del vino en sí, sino su
abuso que da resultado la embriaguez.
Otra consideración con respecto a beber vino
tenía que ver con ofender la conciencia de los
demás. En el contexto de la libertad personal en
Cristo, Pablo instruyó:
No destruyas la obra de Dios por causa de la
comida. Todas las cosas a la verdad son limpias;
pero es malo que el hombre haga tropezar a otros
con lo que come. Bueno es no comer carne, ni
beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece,
o se ofenda, o se debilite (Ro 14.20, 21).
En otra ocasión, el apóstol también escribió:
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No
seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la
iglesia de Dios; como también yo en todas las
cosas agrado a todos, no procurando mi propio
beneficio, sino el de muchos, para que sean
salvos (1ª Co 10.31–33).
El hecho de que un creyente se ofenda por
cualquier conducta que podría hacer que
alguien caiga en pecado no es algo pequeño (1ª Co
8.1–13). Es muy posible participar en una
práctica que es inherentemente aceptable y sin
embargo, debido a una situación dada, podría ser
espiritualmente destructiva para otra persona. En
estas circunstancias, participar en tal actividad
constituye un terrible pecado contra el Señor y
frustra Su propósito de haber venido al mundo.
Orgías proviene de una forma plural de la
palabra kwv moß (kōmos), un término que también
puede traducirse como «festín excesivo»,
«glotonería» o «parrandas». Esta palabra aparece
dos veces más en el Nuevo Testamento como
«glotonerías» en Romanos 13.13 y 1ª Pedro 4.3,
donde también se le asocia con las «borracheras»
33 
Vea Nm 6.1–4; Jue 13.2–5; Mt 11.18; Lc 1.15; 7.33.
9
y las «lascivias».
La palabra kōmos podría referirse original-
mente a un grupo festivo que no estaba
necesariamente borracho o desenfrenado. El
léxico de Bauer dice que el término fue usado para
«una procesión festiva en honor a Dionisio» (el
dios del vino) y «luego una comida alegre o un
banquete». 34 Sin embargo, a medida que la tarde
avanzaba, tales fiestas degeneraban a menudo
en embriaguez y juerga. Tarde en la noche,
hombres embriagados, «con guirnaldas en sus
cabezas, y antorchas en sus manos, con grito y
canto [pasarían] a la casa de las rameras, u otros
vagarían por las calles, con insulto e indignación
excesiva para con todo el que se [encontraban]».35
William M. Ramsay dijo que, entre los griegos, «El
Komos, el Festín, fue hecho un dios, y sus ritos
se llevaron a cabo de manera muy sistemática,
y aun así con todo el ingenio y la inventiva de
la mente griega, que prestó novedad perpetua y
variedad a los deleites». 36
Un resumen y una advertencia (5.21d)
Esta lista sólo representa el alcance del pecado.
Pablo lo dejó claro al concluir su lista con la frase y
cosas semejantes a estas. Varias obras de la carne
se mencionan en el Nuevo Testamento, tanto en
las cartas de Pablo 37 como en los escritos de otros
autores inspirados. 38
Tales listados no son peculiares del Nuevo
Testamento. Eran bastante comunes entre los
judíos y los moralistas paganos que luchaban
por la virtud en un mundo que era éticamente
corrupto. El listado de Pablo en 5.19–21 fue
compilado para los cristianos, abordando las
necesidades particulares de los hermanos de
Galacia. 39
Pablo introdujo su siguiente declaración
34 
Bauer, 580.
35 
Trench, 212.
36 
William M. Ramsay, A Historical Commentary on St.
Paul’s Epistle to the Galatians (Un comentario histórico sobre la
Epístola de San Pablo a los Gálatas), Limited Classical Reprint
Library (Minneapolis: Klock & Klock Christian Publishers,
1978), 453.
37 
Vea Ro 1.29–31; 13.13; 1ª Co 5.10, 11; 6.9, 10; 2ª Co
12.20; Ef 4.31; 5.3–5; Col 3.5–8; 1ª Ti 1.9, 10; 6.4, 5; 2ª Ti
3.2–4; Tit 1.7; 3.3.
38 
Vea Mt 15.19; Mr 7.21, 22; 1ª P 2.1; 4.3, 15; Ap 9.21;
21.8; 22.15.
39 
R. Alan Cole, The Epistle of Paul to the Galatians (La
Epístola de Pablo a los Gálatas), The Tyndale New Testament
Commentaries (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans
Publishing Co., 1965), 160–61; James D. G. Dunn, The Theology
of Paul the Apostle (La Teología del Apóstol Pablo) (Grand Rapids,
Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1998), 662–65.
10
con la frase acerca de las cuales os amonesto,
como ya os lo he dicho antes. La palabra griega
traducida como «amonesto» es de prole/ g w
(prolegō), que quiere decir «decir de antemano».
En ambos contextos, su mensaje constituyó una
grave advertencia. En estos momentos, les estaba
advirtiendo que evitaran las obras impías de la
carne (mediante su carta), tal como él les había
enseñado antes (cuando estuvo entre ellos).
Aunque la muerte, sepultura y resurrección
de Jesús ocupaban el centro del mensaje de Pablo
(1ª Co 15.3, 4), el apóstol sin duda también había
instruido a los gálatas sobre la moralidad básica
para llevarlos al arrepentimiento. Además, él
y Bernabé hicieron una nueva visita a estas
congregaciones en su camino de regreso a
Antioquía de Siria. En cada lugar, estuvieron
«confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y
diciéndoles: Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hch
14.22). Pablo dio tal instrucción moral según
se necesitara, diciéndoles de antemano qué
esperar —no sólo la persecución y el costo del
discipulado, sino también cómo comportarse
como hijos de Dios. Al hacerlo, les habló de las
terribles consecuencias de la desobediencia y la
infidelidad.
El mensaje repetido de Pablo fue que los que
practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios. De todas las consecuencias que podrían
sucederles a los infieles, ésta es seguramente
la peor. Los pecadores no arrepentidos pierden
todas las glorias del cielo y de la vida eterna en
presencia del Señor y de Sus redimidos.
Recopilación de
verdades de Gálatas 5
La venida del Espíritu (5.16)
Una de las grandes bendiciones de vivir en
los días del nuevo pacto es que podemos mirar
hacia atrás y ver cómo Dios hizo promesas en
el antiguo pacto y luego mantuvo Su palabra
cumpliéndolas. Una de ellas fue el envío del
Mesías (Su Hijo, Jesús de Nazaret), cuya misión
era redimir al hombre perdido. Jesús vino a darnos
la esperanza del cielo, así como un medio viable
de supervivencia incluso en este cuerpo «carnal,
vendido al pecado» (Ro 7.14).
En Romanos 7.24, Pablo planteó la desesperada
pregunta del hombre no redimido: «¡Miserable
de mí! ¿quién me liberará de este cuerpo de
muerte?». Para el mismo Pablo, no era más
que una pregunta retórica; él conocía bien la
respuesta. En el siguiente versículo, exclamó:
«Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro»
(Ro 7.25a). Dios trajo la victoria sobre el pecado
por la muerte y resurrección de Su Hijo y el
derramamiento posterior de Su Espíritu. Había
prometido el Espíritu por medio de los profetas 40
y había cumplido Su palabra en la plenitud de
los tiempos. 41
Juan anunció que Cristo vino a este mundo
«para esto […], para deshacer las obras del
diablo» (1ª Jn 3.8b). La misión de Jesús era vencer
el pecado y sus temidas consecuencias. Pedro
explicó que, mediante las maravillosas promesas
de Dios, podemos «[llegar] a ser participantes
de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia» (2ª P 1.4). Por medio de la cruz
de Cristo y la morada del Espíritu Santo, podemos
escapar de la corrupción que resulta del señorío
impío de Satanás. Pablo escribió: «Pues tengo por
cierto que las aflicciones del tiempo presente no
son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse» (Ro 8.18).
Las grandes guerras (5.17)
Echemos un vistazo a lo que Pablo estaba
hablando en Gálatas 5.17. La oposición entre la
carne y el Espíritu es nada menos que la guerra
más grande y peligrosa que se haya librado en
la tierra. ¡El aspecto más insidioso de ello es
que la mayoría de las personas ni siquiera son
conscientes de que se está librando!
Después de la Segunda Guerra Mundial,
los Estados Unidos y la Unión Soviética
estuvieron en el temible borde de la guerra (en
lo que ahora llamamos la «guerra fría»). Estas
dos superpotencias nucleares se observaban
nerviosamente a través del océano. Estaban de
acuerdo en poco, excepto que el resultado de la
guerra, quien quiera que apretara el disparador
nuclear fatídico, sería la «destrucción mutuamente
asegurada». Esta amenaza de holocausto nuclear
se ha desvanecido, sin embargo, han surgido
nuevos temores.
Cualquier cosa que se etiquete como «cristiano»
está bajo ataque en nuestros días. La cristiandad
se está encogiendo ante una marea de pluralismo,
40 
Vea Is 44.1–3; Ez 39.29; Jl 2.28, 29; Zac 12.10.
41 
Vea Hch 2.16–39; 5.32; 11.15–18; 1ª Co 3.16; 6.19; Gá
3.2, 3; 4.6; Tit 3.4–7.
secularismo, inmoralidad desenfrenada y ateísmo.
Sin embargo, sigue siendo cierto que «la justicia
engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta
de las naciones» (Pr 14.34).
La terrible guerra en la que cada uno de
nosotros está involucrado es una guerra que
implica consecuencias eternas. Es el incesante
conflicto personal entre el estado temporal del
hombre durante su estancia en la carne y su única
posibilidad de sobrevivir a esta batalla. Solo el
Espíritu puede llevar al hombre en las alas de las
águilas a los reinos eternos para los que él, en la
intención de Dios, fue creado originalmente (2ª Co
5.4, 5). Esta es la guerra que realmente importa.
Nuestro destino eterno depende completamente
de su resultado.
«No estáis bajo la ley» (5.18)
Mientras Pablo esperaba la victoria final de
la resurrección corporal del cristiano, les escribió
a los corintios:
... entonces se cumplirá la palabra que está
escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde,
oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de
la muerte es el pecado, y el poder del pecado,
la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos
da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo (1ª Co 15.54–57).
La victoria final sobre el pecado y la muerte es
completamente el don de la gracia magnánima
de Dios.
Dios ha puesto a disposición Su gracia en
virtud de una abrumadora revolución en principio
sobre cómo el hombre puede acercarse a Él. El
principio de tratar de merecer la «justicia» delante
de Dios mediante la obediencia sin tacha a Su
antiguo pacto de la Ley ha sido reemplazado. En
lugar de ello, ahora aceptamos por fe la decisión
soberana de Dios de que Su Hijo amado y sin
pecado muera en nuestro lugar. Mediante Su
justicia podemos ser contados como justos a los
ojos de Dios, justicia que está en armonía con
Su nuevo pacto de gracia, prometido cientos de
años antes del acontecimiento (Jer 31.31–34) y
decretado en el derramamiento de la sangre de
Jesús en la cruz (Lc 22.20; He 9.11–15).
Según la naturaleza de la ley, cuando un
hombre transgrede una ordenanza de Dios,
se convierte en transgresor, aun cuando haya
guardado todas las demás ordenanzas. Como
infractor de la ley, está sujeto al castigo apropiado
estipulado por el sistema legal en cuestión. Como
dijo Santiago, «Porque cualquiera que guardare
11
toda la ley [de Moisés], pero ofendiere en un
punto, se hace culpable de todos» (Stg 2.10). 42
En un tribunal de justicia, la cuestión de la
inocencia o la culpabilidad no tiene un término
medio, sea un delito menor o un delito capital.
Después de que se ha escuchado todo, la pregunta
que se le hace al jurado es «¿Cómo encuentran al
acusado?». La respuesta es «inocente» o «culpable».
De acuerdo con las exigencias de la Ley, «todos
los que dependen de las obras de la ley están bajo
maldición». La misma Ley exigía obediencia total:
«Maldito todo aquel que no se permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas» (3.10; vea Dt 27.26). Ni una sola persona
(aparte de Jesús) pudo guardar toda la Ley.
La lección de la Ley debe ser obvia para
cualquiera que esté familiarizado con los dos
pactos en las Escrituras. Tratar de alcanzar la
salvación por medio del antiguo pacto sería una
empresa completamente sin esperanza; ninguna
persona podía ser salva guardando perfectamente
la Ley. El pacto de gracia mediante la fe en Jesús
es diferente. Cualquier creyente sincero puede
recibir salvación, justificación y la redención
como un regalo gratuito de Dios. La fe, no las
obras (la perfecta obediencia), es la única manera
en que el hombre puede participar de la gloria
de Dios cuando la presente dispensación llegue a
su culminación final «con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios» (1ª Ts 4.16, 17).
¿Por qué una persona se aferraría a principios
de un pacto que sólo fue diseñado para ser un
medio preparatorio y temporal para guiar a las
personas a Cristo, pero que nunca fue pensado
para ser el camino a la salvación? Los días del ayo
han quedado atrás (3.23–25). Ya amaneció el día
resplandeciente del reinado del Mesías —el día en
que «el hombre es justificado por fe sin las obras
de la ley» (Ro 3.28).43
La idolatría (5.20)
Muchos de los que viven en este sofisticado
mundo moderno verían la idolatría pagana del
período greco-romano como primitiva e infantil.
42 
Con respecto a este pasaje, cabe aclarar algunas
precisiones importantes: 1) Los traductores han añadido
justificadamente la palabra «punto», expresando con
exactitud el significado del texto original. 2) El verbo «se
hace» implica resultados duraderos. 3) La palabra «todos»
indica que el transgresor que es culpable de una sola
infracción se ha vuelto de toda manera culpable de haber
violado la ley en cuestión.
43 
La fe también sirve como medio de justificación para el
antiguo pueblo del pacto de Dios, como lo expresa Hebreos
11 (vea Ro 3.21–26).
12
Sin embargo, ¿podría ser que nos enfrentamos y
seamos tentados por ídolos en nuestro tiempo?
¿Hay fenómenos comparables a la idolatría antigua
que están presentes en nuestras circunstancias
actuales?
Pablo exhortó a los hermanos de Éfeso a «[ser]
imitadores de Dios como hijos amados» (Ef 5.1) y
luego introdujo un impactante adversativo:
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia,
ni aun se nombre entre vosotros, como conviene
a santos; […] Porque sabéis esto, que ningún
fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra,
tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios
(Ef 5.3–5).
De manera similar, Pablo les escribió a los colosenses
acerca del hecho de que ellos habían pasado por la
muerte espiritual y la resurrección con Cristo. Les
instó a seguir su camino de santificación. Habían
de hacerlo dando muerte a lo que todavía quedaba
de pecado en su carne: «Haced morir, pues, lo
terrenal en vosotros: fornicación, impureza, […] y
avaricia, que es idolatría» (Col 3.5; énfasis añadido).
¿Podría la avaricia ser realmente tan mala que
excluiría a las personas, incluso a cristianos, del
cielo? Aquellos que desean «enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción
y perdición» (1ª Ti 6.9). Si bien la riqueza debe
disfrutarse como una bendición de Dios, las
tentaciones inherentes son volverse orgullosos y
confiar en la riqueza más que en Dios (1ª Ti 6.17).
En este sentido, la codicia es equiparada con la
idolatría. Todo lo que usurpa el lugar de Dios en
nuestro afecto y devoción, o cualquier cosa que
permitamos como base de nuestra confianza, se
ha convertido en un ídolo para nosotros.
Las palabras de Jesús al joven rico que vino
a Él deseando ser un discípulo parecen duras:
«Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes
y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y
ven, sígueme» (Mr 10.21b). El siguiente versículo
muestra el trágico resultado: «Pero él, afligido con
esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones» (Mr 10.22). ¿Por qué el Señor colocó
un obstáculo tan grande en el camino de este
buscador bien intencionado?
Jesús, que «le amó» (Mr 10.21a), vio la barrera
que ya estaba allí. Conocía el fuerte apego del joven
a su riqueza. Indudablemente, el hombre era sincero
y sin engaño. Antes de su encuentro con el Señor,
no tenía idea de que era un idólatra. Sin embargo,
su confianza estaba en sus riquezas, y hacer este
descubrimiento traumático fue demasiado para
él. Jesús había declarado en el Sermón del Monte:
«Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas» (Mt 6.24).
Debemos examinarnos a la luz de este
conmovedor encuentro. Aunque Jesús nos ama
más que a Su propia vida, no puede comprometer
una verdad tan esencial acerca de nuestros lazos
con las cosas de este mundo y con Dios. La idolatría
es una barrera entre Dios y el hombre. Cuando
las posesiones se convierten en poseedores del
hombre y éste en esclavo de ellas, no puede ser
más un siervo de Dios.
Hay un lado positivo en el relato. Los discípulos,
obviamente preocupados por las palabras de Jesús,
preguntaron: «¿Quién, pues, podrá ser salvo?»
(Mr 10.26). Él respondió: «Para los hombres es
imposible, mas para Dios, no; porque todas las
cosas son posibles para Dios» (Mr 10.27). Por lo
tanto, la esperanza es dada a todos.
Dos pasajes escritos por Pablo merecen especial
atención con respecto a la idolatría en el Nuevo
Testamento:
Porque por ahí andan muchos, de los cuales os
dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando,
que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin
de los cuales será perdición, cuyo dios es el
vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo
piensan en lo terrenal (Fil 3.18, 19).
Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los
que causan divisiones y tropiezos en contra de
la doctrina que vosotros habéis aprendido, y
que os apartéis de ellos. Porque tales personas
no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a
sus propios vientres, y con suaves palabras y
lisonjas engañan los corazones de los ingenuos
(Ro 16.17, 18).
Las personas en estos pasajes sin duda tenía
influencia en la iglesia; sin embargo, Pablo las
consideró idólatras. Su meta era la ganancia
terrenal más que el servicio a la causa de Cristo.
Deseaban satisfacer sus apetitos físicos («sus
propios vientres»). Para usar el lenguaje de
2ª Timoteo 3.4, eran «amadores de los deleites
más que de Dios». Estaban permitiendo que
el placer usurpara la posición que pertenece
exclusivamente a Dios.
Jamás debemos pensar que la idolatría se ha
vuelto algo del pasado. Tan seguro como el mismo
Satanás está activo hoy, el antiguo adversario
simplemente ha cambiado las formas de los ídolos
con los que nos enfrenta. Puede que no luzcan
como ídolos, sin embargo, son ídolos. La idolatría
no ha desaparecido hoy más que el mismo Satanás.
La tentación de la enemistad (5.20)
La palabra «antipatía» denota «un sentimiento
contra…». A veces, una actitud tan negativa para
con alguien podría desafiar el entendimiento.
Simplemente no nos agrada la persona en cuestión y
creemos que no podemos cambiar ese sentimiento.
Nuestro Señor entendió la tendencia humana para
con las afinidades personales. Por ejemplo, tuvo
una relación especial con María, Marta y Lázaro
(Jn 11.3, 5). Además, tuvo una estrecha relación
con Juan, «el discípulo a quien él amaba» (Jn 19.26;
vea 20.2). Sabemos que Jesús siempre manifestó
el benevolente tipo de amor agapē a todos; sin
embargo, puesto que experimentó el amor de la
amistad, siendo emocionalmente atraído a ciertas
personas que le eran especialmente queridas, es
probable que también tuvo antipatía para con
ciertas otras. Después de todo, debemos recordar
que Él «fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado» (He 4.15).
Estar expuesto a la tentación, aun cuando se
aferra de nosotros, no es pecado. Necesitamos
aprender de nuestro Señor para ser considerados
con nuestros semejantes. Se nos manda a amar
(ajg apa/ w , agapaō) lo sintamos o no. Tan seguro
como podemos aprender a amar —querer y hacer
lo mejor para la otra persona— también podemos
elegir no dejar que los sentimientos de indiferencia
se inflen en hostilidad u odio. Juan advirtió
diciendo: «Todo el que aborrece a su hermano es
homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida
eterna permanente en él» (1ª Jn 3.15).
Advertencias contra ser excluidos del reino
(5.21)
Pablo les advirtió a los cristianos en Galacia
que aquellos que practican las obras de la carne
(en lugar de seguir la dirección del Espíritu) «no
heredarán el reino de Dios» (5.21). Estos ofensores
perderán la herencia eterna que Dios ha preparado
para aquellos que le aman y le obedecen.
Este principio puede ilustrarse con el ejemplo
de Israel en el Antiguo Testamento. El pueblo había
gemido bajo el yugo de la esclavitud egipcia, sin
embargo, Dios los libró milagrosamente de su
opresión. Les prometió una maravillosa patria
propia, la tierra de Canaán, tierra «que fluye leche y
miel» (Ex 3.8). ¿Qué promesa podría haber sido más
preciada para un pueblo nacido en servidumbre,
viviendo esclavizados durante siglos bajo duras
tareas, esperando con devoción el reposo de sus
labores y la seguridad bajo la sombra de las alas
13
protectoras de Dios?
¿Qué pasó en el camino hacia ese reposo
prometido? Los israelitas se unieron en una
continua endecha de gemidos, quejándose
y murmurando. Provocaron al Señor con su
incredulidad y rebelión. Tomando prestado el
lenguaje de Salmos 95.10, 11, el escritor de Hebreos
explicó que Dios eventualmente llegó al final de
Su paciencia con los israelitas:
A causa de lo cual me disgusté contra esa
generación, y dije: Siempre andan vagando en
su corazón, y no han conocido mis caminos.
Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi
reposo (He 3.10, 11).
¿Qué tiene que decirnos este trágico episodio
hoy, como el Israel espiritual de Dios que somos?
La respuesta a esta pregunta está dada en Hebreos
3.12: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno
de vosotros corazón malo de incredulidad para
apartarse del Dios vivo». El escritor advirtió
además contra el endurecimiento «por el engaño del
pecado», imitando la desobediencia e incredulidad
de Israel (He 3.13, 18, 19).
El prometido reposo del cual habló no era la
tierra literal de Canaán: «Porque si Josué les hubiera
dado el reposo, no hablarías después de otro día»
(He 4.8).44 Los rebeldes israelitas murieron todos
durante el curso de sus cuarenta años en el desierto.
Después de eso, Josué llevó una nueva generación de
israelitas a la tierra de Canaán. Se dice que «Jehová
les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que
había jurado a sus padres» (Jos 21.44a). Sin embargo,
En Salmos 95, Dios, por medio de David, aludió a
44  también podían hacer que los cristianos perdieran
otro reposo.
Autor: Jack McKinney
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el escritor tenía un mayor y celestial reposo a la
vista, pues aseveró: «Por tanto, queda un reposo
para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado
en su reposo, también ha reposado de sus obras,
como Dios de las suyas» (He 4.9, 10).
Pablo llegó a su última advertencia para sus
destinatarios. Originalmente fue dada a cristianos
judíos de sus días, sin embargo, se aplica a todos los
creyentes de todas las generaciones: «Procuremos,
pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga
en semejante ejemplo de desobediencia» (He 4.11).
El reposo último del cual habló es el reposo
celestial con Dios en el cielo. El pueblo de Dios
de todas las eras, habiendo estado esclavizado al
pecado, pero ahora redimido, podrá pasar el Jordán
de su muerte, deshacerse de sus cargas, y encontrar
ese verdadero reposo. Aunque Dios ciertamente
ha preparado este maravilloso lugar de reposo
para nosotros (He 11.10), aún no estamos allí. A un
cristiano anciano se le instó una vez a tomar las cosas
con calma y no trabajar tan duro. A este consejo,
él respondió: «El cielo es el lugar para descansar;
la tierra es el lugar para trabajar». Tenía razón. El
intervalo entre nuestra redención y nuestro paso
por el Jordán es el momento para que prestemos
atención a la solemne advertencia del escritor.
Este ejemplo extraído de Hebreos, con sus
impresionantes imágenes, tiene esencialmente el
mismo mensaje que Pablo estaba compartiendo con
los hermanos en Galacia. En Hebreos, el problema
era el de cansarnos en la fe y el peligro de caer (la
apostasía); en Gálatas, el problema incluía, entre
otras cosas, pecados morales y de actitud que
su herencia.