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CLASES DE TEOLOGÍA

TEOLOGÍA SISTEMATICA II

PASTORA NAOMI ACEVEDO DE LUNA

CECIA NOHEMY CUELLAR DE SORIANO

TRINIDAD DEL HOMBRE

SANTA TECLA 19 DE DICIEMBRE DE 2022


1. El cuerpo
El aspecto más evidente de nuestra existencia es que “hay un cuerpo natural” (1 Corintios
15:44) que consiste en la materia física o visible de nuestro organismo viviente. Cuando Dios
creó a las plantas y a los animales, les dio también un cuerpo material, que evidentemente
es distinto al del ser humano (1 Corintios 15:39). El cuerpo del ser humano es tan particular
y superior, que, en el día sexto de la Creación, Dios tomó del polvo de la tierra para crear el
cuerpo del primer ser humano, y al soplar en él, le dio aliento de vida proveniente de Él para
que éste pudiera vivir (Génesis 2:7, Job 33:4).
Desde el principio, Dios diseñó al ser humano conforme a su imagen y semejanza (Génesis
1:26-27, 5:1-2; Mateo 19:4, Marcos 10:6). Sin embargo, Dios no sólo creó a los primeros seres
humanos, Adán y Eva. La Biblia nos hace pensar que Dios mismo sigue siendo el autor
intelectual presente en el proceso de formación del bebé humano en el vientre de la madre
(Salmos 139:14-15, Isaías 49:1, Gálatas 1:15). Por esta razón David escribió: “Te alabaré,
porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma
lo sabe muy bien” (Salmos 139:13).
“En un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función” (Romanos 12:4). Cada parte tiene una función específica y determinada y ninguna
parte es irrelevante, inútil o resultado de una casualidad (1 Corintios 12:14-26). Todas las
partes del cuerpo, los sistemas internos, los órganos, los tejidos y las células tienen cada cual
una función y propósito en particular designado y pensado por Dios (Proverbios 16:4). Para
comunicarnos y desenvolvernos en el mundo exterior, Dios nos dotó con la percepción a
través de por lo menos cinco grandes sentidos con los cuales tenemos la capacidad de recibir
las experiencias del exterior al oír, ver, oler, saborear y sentir. De igual forma, Dios también
nos revela a través de la Escritura que Él tiene la la capacidad de oír, ver, oler y sentir todas
las cosas que ocurren en la Creación en que vivimos (Salmos 94:9-11, Proverbios 15:3,
Romanos 1:20).
El cuerpo, tal y como Dios lo creó, es bueno en su totalidad (Génesis 1:31; 1 Tim. 4:4) y está
destinado a ser el Templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17) o el Tabernáculo de Dios.
Esto implica que, con nuestra boca, oídos, manos y pies, debemos buscar servir a Dios en la
totalidad de nuestros actos, cuidando el cuerpo como un lugar propicio para que resida dentro
de él la presencia de Dios y lo que proviene de la voluntad de Dios en nuestras vidas, dado
que “nuestro cuerpo [soma] es templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19).
El término “cuerpo” es aquí traducido a partir de la raíz griega “sōma” (σῶμα) que aparece
142 veces en el Nuevo Testamento (NT) y se refiere en general a la forma o manifestación
física de nuestra existencia material en la Tierra. Es también de esta palabra de donde se
deriva la palabra “somático” que se refiere a lo relativo o propio del cuerpo en el área de la
medicina. Su equivalente en hebreo es la palabra “basar” (,)‫ בָּ שָּ ר‬el cual aparece 270 veces
en el Antiguo Testamento (AT).
La Biblia señala que aquellos que han rechazado a Dios, deshonran sus cuerpos cuando
cometen actos impuros o inmorales desagradables ante Dios (Romanos 1:24); sin embargo,
aquellos que han sido justificados y santificados por Jesús, han entregado sus cuerpos
[sōmata] como miembros del cuerpo de Cristo (1 Corintios 6:11, 15). En este sentido, todo
ser humano está exhortado a "presentar su cuerpo [sōmata] como sacrificio vivo y santo,
aceptable a Dios, que es vuestro culto racional" (Romanos 12:1), para "glorificar a Dios con
vuestros cuerpos” (1 Corintios 6:19).
Nuestro cuerpo, referido coloquialmente como “carne y huesos” y figurativamente como
“coyonturas y tuétanos” en Hebreos 4:12, es un organismo que tiene sensaciones y
percepciones físicas que Dios diseñó de forma inteligente y quiere que dominemos de forma
sabia, responsable, y controlada (Gálatas 5:23). En este sentido es que usamos el término
“carne” que proviene del griego “sarx”(σάρξ) y en algunos casos también es tomado como
sinónimo de un “cuerpo” con alma (Gá. 4:13), un “organismo viviente” o una “vida” humana
ligada a su forma corpórea en la Tierra. Este término, que ocurre 149 veces en el NT, puede
incluso usarse para hablar de organismos de animales que se mueven (Ap. 19:18) pues la
Biblia nos dice que “no toda carne es la misma carne, sino que una es la de los hombres, otra
la de las bestias, otra la de las aves y otra la de los peces” (1 Cor. 15:39).
Nuestro cuerpo, con el cual conocemos exteriormente y vivimos en relación a las cosas
visibles del mundo exterior, tiene muchas capacidades, pero al mismo tiempo está limitado a
una experiencia sensorial, temporal y finita. Cristo mismo señaló que nuestra carne (sarx) es
débil (Mateo 26:41, 14:38). No somos invencibles ni hechos de metal: nuestra carne es
vulnerable, se debilita, se desgasta, se enferma, se duele y se corrompe porque la misma
materia física de la cual está hecha es susceptible al desgaste del tiempo y al cambio. El
cuidado sabio de los aspectos físicos, la salud física, y las cosas exteriores de nuestro ser,
aunque es bueno si se hace de forma prudente, nos beneficiará por un poco de tiempo (1
Timoteo 4:8) y no debe volverse la prioridad de nuestras vidas ni se le debe otorgar más valor
del debido, pues “las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”
(2 Corintios 4:18). A la luz de la eternidad, la Biblia nos dice que toda carne [sarx] es como
pasto que hoy está, pero mañana se seca y marchita (1 Pedro 1:24). De esta manera, se nos
recuerda que es necesario cuidar el cuerpo físico que tenemos en esta vida y tener
moderación, pero siempre recordando que es temporal y que llegará un día en el que Dios,
conforme a su promesa, dará a sus hijos un nuevo cuerpo celestial que no podrá corromperse
(1 Corintios 15:51-54, 1 Juan 2:17, Romanos 8:23).
En el Nuevo Testamento, la idea de “carnalidad” se relaciona con la palabra griega “sarki”
que es una derivación de sarx de donde se derivan los conceptos de “carnal” (Romanos 7:15),
“carnales” (1 Pedro 2:11, 1 Corintios 3:3) y “andar en la carne” (Romanos 7:5). El Apóstol
Pablo expresaba esto como el apego excesivo a la vida terrenal o a las cosas de la carne sin
tomar en cuenta la vida espiritual. Esta condición natural del ser humano es una tendencia
pecaminosa resultado la caída de Adán y Eva, cuando hubo una separación entre la
humanidad y Dios (Romanos 5:12). Esta condición carnal es causante de muchos pecados o
maldades y no trae nada bueno a nuestra vida de acuerdo a Romanos 7:18. El querer comer
glotonamente, el querer sentir excesivo placer, el querer vivir plácidamente con comodidad
excesiva, el reírse siempre de vanidades sin sentido o el vivir lujosamente y de forma
extravagante son ejemplos de comportamientos que provocan en la persona un estado
pecaminoso que Dios no aprueba. La Biblia también enseña que quien vive en dicha
condición, al no tomarle en cuenta, se opone a la ley de Dios (Romanos 7:25) y no puede
agradarle “ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la
Ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar
a Dios” (Romanos 8:7-8). Por esto, estamos llamados a tener dominio propio y a negar y
crucificar nuestros deseos mundanos o meramente carnales cuando implican excesos que
se oponen a la verdad (Mateo 16:24, Marcos 8:34, Lucas 9:23; Romanos 6:6, Gálatas 5:24,
Colosenses 3:1-3). Las obras carnales son enemistad para con Dios (Gál. 5:16-20). Pablo
habló de los “pensamientos de la carne” (dianoiōn sarkos) en referencia impulsos e instintos
como la ira, la sensualidad, la codicia y demás pecados prohibidos en el Evangelio. Se nos
dice que si somos de Cristo debemos crucificar (hacer morir o suprimir) esos deseos de la
carne y tener autocontrol (Gálatas 5:24).

2. El alma
En el Nuevo Testamento, la palabra “alma” es traducida casi siempre a partir del término
griego “psyche” (ψυχή), de donde se deriva también la palabra moderna “psicología” que es
definida como “el estudio de alma” según su etimología, y como el “estudio de la mente” desde
una interpretación secularizada. No hay en la Biblia ningún capítulo dedicado exclusivamente
a describir en su totalidad o con detalladas explicaciones el papel, las funciones, los procesos
o las experiencias que ocurren dentro del alma, pero sí hay muchas declaraciones bíblicas
que nos ayudan a inferir a través interpretaciones teológicas algunas de sus características y
particularidades.
En los Evangelios, Jesús enseñó que el alma [la psychen] es más importante que la comida
y la vestimenta de esta vida (Mateo 6:25) y esto implica que lo que ocurre con con nuestro
ser inmaterial o interno es más importante, trascendental y sobresaliente que lo que ocurre
con nuestro cuerpo físico, material, externo o terrenal. De ahí la importancia de su estudio y
comprensión.
En la Escritura, la palabra “psyche", “psychēn" y todas sus formas compuestas, según el
contexto son traducidas como "alma", “almas” y "vida" en su esencia inmaterial. Más del 90%
de ocasiones es una palabra usada en referencia exclusiva al alma humana (tanto de
creyentes como incrédulos). Sin embargo, también se usa para referirse a la vida de animales,
por ejemplo, en Apocalipsis 16:3, razón por la cual se concluye que los animales también
tienen un alma, dentro de las limitaciones a sus capacidades establecidas por Dios.
Tanto animales como seres humanos tienen la capacidad de moverse a voluntad propia, con
sentimientos y pensamientos propios. En base a esto, podemos decir que el alma es la parte
invisible de la existencia o vida inmaterial que alberga las ideas, los pensamientos,
sentimientos y afecciones, ejerciendo una voluntad individual y teniendo una identidad,
carácter o personalidad en particular. La visión comúnmente aceptada por los teólogos
cristianos es que el alma humana es la parte interna de nuestro ser de donde provienen o se
originan los pensamientos, ideas, decisiones personales, motivaciones, la voluntad
inmaterial, los pensamientos y las intenciones internas, siempre todo a un nivel individual. Las
plantas nunca son descritas con alma, pues no piensan, ni sienten, ni tienen voluntad, pero
las almas de los animales sí, como sugiere la historia de Números 22:21-23.
El hecho de que la mente y el corazón sean partes inmateriales de nuestra alma es
indiscutible para todo creyente serio. No existe ninguna máquina médica que pueda meterse
dentro de nosotros y leer nuestros pensamientos para mostrarlos sobre un papel. De igual
forma, ninguna computadora puede identificar qué piensa nuestra mente, qué es lo que
soñamos, qué siente nuestro corazón, o cuáles son los recuerdos que teníamos cuando
éramos niños. Aunque somos conscientes de que hay aparatos que detectan manifestaciones
físicas a nivel neurológico o fisiológico, esas máquinas sólo detectan reacciones corporales
a dichas experiencias. No podemos aceptar la visión materialista que explica estas reacciones
como si fueran procesos químicos causantes de esas experiencias. Si nos apegamos a las
Escrituras, podremos ver que tales fenómenos no son las causas sino los efectos físicos, la
consecuencia o el resultado físico de esas experiencias que se originan en el alma. En otras
palabras, el alma invisible e inmaterial tiene un efecto sobre el cuerpo visible y físico (soma o
sarx).
Los oponentes podrían alegar que las personas con accidentes cerebro vasculares o daños
cerebrales, al perder la capacidad para hablar, de moverse, o de recordar cosas, no caben
dentro de esta explicación. Sin embargo, como muestra el testimonio de la niña autista Carly
Fleischmann, la imposibilidad de realizar o controlar ciertas reacciones del cuerpo puede ser
totalmente independiente de lo que ocurre dentro de la mente o el pensamiento de la persona.
Asimismo, cientos de testimonios de personas que debido a accidentes han estado en coma,
en estado vegetativo o han sido declarados clínicamente muertos para luego despiertan y
contar historias de experiencias cercanas a la muerte, demuestran que incluso la ausencia
médica de actividad neuronal o “muerte cerebral” no significa que el alma pierda su capacidad
de tener sus propias experiencias independientes del mundo material. De allí la gran
curiosidad que muchos médicos e investigadores han tenido en estudiar estos casos y
testimonios documentados por todo el mundo.
Cabe citar la conclusión que declaró el neurofisiólogo John Eccles, Premio Nobel de Medicina
y Fisiología, quien dijo que “el misterio humano es increíblemente degradado por el
reduccionismo científico, con su pretensión en el materialismo promisorio de considerar todo
lo del mundo espiritual en términos de patrones de actividad neuronal. Dicha creencia debe
ser calificada como una superstición. Tenemos que reconocer que somos seres espirituales
con almas existentes en un mundo espiritual, así como seres materiales con cuerpos y
cerebros que existen en un mundo material.”
Para referirse al alma en general, la Biblia también ocupa la raíz hebrea “nephesh” /nép̄eš/
(‫ )ׁ ֶֶ֫נפֶ ש‬en el Antiguo Testamento. Dicha palabra, normalmente considerada equivalente de
psyche, aparece en su forma base unas 115 veces y es traducida mayormente como “alma”
o “almas”. En otros versículos es traducida como “ser” o “seres” vivientes (aprox. 12 veces),
“persona” o “personas” (cerca de 35 ocasiones), “vida” (alrededor de 35 versículos,
incluyendo Levíticos 17:14), e incluso como “ánimo” (en 2 Sam. 17:8 y Éxodo 36:5). Los
animales de la Creación son descritos como [nephesh] vivientes que se mueven a voluntad
propia (Gén. 1:20-21, 1:24, 1:30, 9:10, 9:12, 9:15, 9:16) y Proverbios 1:19 nos dice que la
codicia le arrebata la “vida” [nephesh] a quienes le tienen.
Hay muchas palabras compuestas y derivadas con iniciales o terminaciones añadidas a la
raíz nephesh, formando un total de 754 ocurrencias bíblicas2 por lo cual el análisis de cada
una llevaría un largo tiempo que necesitaría una profundización de cada versículo que en
estos momentos no resulta posible realizar. Pero un contador bíblico de palabras nos permite
darnos una idea de los significados que toma según el contexto. Como ejemplo, en la Biblia
inglesa King James Version (comúnmente considerada una de las traducciones más
apegadas a los escritos originales) el término “nephesh” se traduce como “alma” o “almas” un
promedio de 475 ocasiones, se traduce como “vida” 117 veces, como “persona”, 29, como
“corazón”, 15 y como “mente”, 15.3 La derivación "nā·p̄eš" /naphesh/ también es traducida
como "vida" (Gén. 37:21, Lam. 1:11), "persona" (Gén. 46:18), "hombre" (Pr. 27:9), "alguien"
(Pr. 28:17), "aquellos" (Pr. 31:6), "alguno" (Ez. 33:6) y demás.
3. El espíritu
En el Antiguo Testamento, el término hebreo para referirse al “espíritu” de una persona es
“ruah” o “ruach” (.) ַ‫ רֶ֫ ּוח‬Es usado 377 veces en el Antiguo Testamento, pero tiene diversas
acepciones y no siempre es usada para expresar lo mismo. En algunas ocasiones es usado
en la Biblia para para expresar “aliento de vida” o respiración. 96 veces es usado para referirse
al “viento” o “vientos” (físico o material). Pero, sobre todo, es traducido 245 veces como
“espíritu” (como parte inmaterial de la vida). En diversas ocasiones, “ruaj” es usado para
referirse al espíritu, en muchas otras veces, es usado para referirse al Espíritu de Dios.
Algunas ocasiones, el término “espíritu” es incluso usado en la misma manera en que el
Nuevo Testamento usa el término “alma”, pero en otras, es usado de forma distinta. Es muy
difícil establecer una etimología sistemática en vista de las muchas ocasiones en que el
término es usado de formas distintas, pero podemos decir que el significado depende de cada
contexto o pasaje bíblico para develar sus sentidos.
En el Nuevo Testamento, el término griego “espíritu” /πνεῦμα/ (pneuma) es usado con más
observaciones o explicaciones teológicas. La palabra aparece 383 veces, con las formas
pneuma, pneumati y pneumatos que ocurren 160, 92 y 90 veces respectivamente. Según el
contexto en el que se usa, “pnesuma” puede usarse para hablar del Espíritu de Dios (e.g.
Mateo 3:16, 3:20, Marcos 13:11, Lucas 1:35, 4:18, Juan 3:8, 4:24), el espíritu del ser humano
(Marcos 14:28), e incluso al espíritu de demonios inmundos (e.g. Mateo 12:43, Marcos 7:25,
9:17). Pero no se usa para referirse a plantas o animales.
En las cartas a los Gálatas y a los Romanos, el Apóstol Pablo usa el término "pneuma" para
hablar de un modo de existencia opuesto a la carnalidad. Cristo también dijo que “Dios es
Espíritu [Pneuma] y aquellos que le adoran, deben rendirle culto en espíritu y verdad” (Juan
4:23-24). Esta adoración no debe depender del lugar, o la cultura, sino de la espiritualidad o
la vida apegada al espíritu. ¿Pero qué ocurre en el espíritu, que es tan necesario apegarse a
él?
La Biblia dice que es “El Espíritu [Pneuma] mismo” el que “da testimonio a nuestro espíritu
[pneumati] de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). En 1 Juan 5:6 se nos dice que “el
Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”. En Mateo 26:41, en un
contexto de orar y buscar a Dios, Cristo nos dice que, aunque la carne es débil, el pneuma
del hombre está dispuesto a buscarle. En Juan 6:63, en un contexto de ascensión al cielo,
Jesús declaraba a sus discípulos que "el espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha:
las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.
Los versículos anteriores nos llevan a concluir que el espíritu es la parte inmaterial del ser
humano cuyo papel esencial es estar en contacto con Dios. En el Nuevo Testamento, cada
vez que se habla del pneuma o espíritu humano, casi siempre tiene que ver con conocimiento
de Dios y comprensión de las cosas de Dios, las cuales se pueden racionalizar o entender
intelectualmente por la mente de los religiosos, pero NO se pueden conocer en verdad
personalmente sino sólo por medio del espíritu.
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que
Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu,
porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios 11. Porque entre los
hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que
está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios 12 Y
nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para
que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente, 13 de lo cual también hablamos, no
con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu,
combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales. 14 pero el hombre natural
no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede
entender, porque se disciernen espiritualmente. 15 En cambio, el que es espiritual juzga todas
las cosas; pero él no es juzgado por nadie. 16 Porque ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE
DEL SEÑOR, PARA QUE LE INSTRUYA? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1
Corintios 2:11-16)
El espíritu es la parte del ser que puede tener una relación o comunión directa con Dios. En
el espíritu recibimos entendimiento y luz divina acerca de Su voluntad y de Su reino, por
medio de las palabras testificadas de Su Espíritu. Su Espíritu se conecta con nuestro espíritu
y nuestro espíritu confiesa que Jesucristo a venido en la carne (1 Juan 4:3). Fue el pneuma
divino el que revela a al pneuma de Juan las profecías acerca de las iglesias en los primeros
3 capítulos del libro de Apocalipsis. Asimismo, es el Espíritu de Cristo es el que dio a los
profetas la revelación de Él y esta inspiración al espíritu fue siempre recibida en el hombre,
no por voluntad humana, sino por voluntad de Dios (1 Pedro 1:11-13; 2 Pedro 1:20-21).
Conclusión

La doctrina de la Trinidad del hombre nos ayuda a entender qué es el ser humano y cómo
está conformado o cómo se percibe en el Reino de Dios. Creemos que ningún creyente tendrá
problema reconociendo que el cuerpo es la parte humana externa que vemos por fuera
(nuestro exterior) y que hay otra parte invisible interna que mora dentro dentro de nosotros.
Pero muchas veces es difícil para la gente distinguir con exactitud entra los conceptos aquí
expuestos debido a la gran variedad de referencias bíblicas que deben considerarse para
entender el tema de forma consistente.

Dónde y cómo exactamente se encuentra el espíritu en relación con el alma es un enigma


teológico con una variedad interpretaciones, y no tenemos la pretensión de resolver este
misterio de forma definitiva dado que la Escritura no da mayores especificaciones al respecto.

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