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Antropología

La antropología es una ciencia social que se dedica al estudio de todos los


aspectos de la naturaleza humana. Es un término de origen griego,
compuesto por las palabras anthropos, que quiere decir 'hombre' o 'humano',
y logos, que quiere decir 'conocimiento' o 'ciencia'.
Es, por tanto, la ciencia que coloca en el centro de sus investigaciones al ser
humano.

ANTROPOLOGÍA BÍBLICA

la Antropología Bíblica, o Doctrina del Hombre, como la parte de la teología bíblica que estudia
el origen del hombre, su naturaleza, tanto, material como inmaterial, su naturaleza caída, su
condición como hombre redimido y su eternidad por venir

El hombre es, para Aristóteles, una unidad sustancial natural compuesta de cuerpo y alma, no
una dualidad antinatural como en Platón; el tratamiento del alma en Aristóteles carece de las
fuertes connotaciones religiosas que hemos señalado en su maestro.

Sócrates dice que el alma existe dentro de nosotros y no se capta por los sentidos, el alma nos
permite decidir nuestra conducta, y poseer un alma racional o de inteligencia. Esto es lo más
importante para Sócrates, la función ética o práctica, según nuestro conocimiento tomamos
nuestras propias decisiones ya que la voluntad está sometida al conocimiento y de ahí
depende la felicidad que fue un tema que le importo mucho a Sócrates. Pensaba que la
investigación de quien es el hombre era mucho más importante que la parte física, para él las
propiedades y las cualidades de la naturaleza no quieren decir nada acerca del hombre. Para
encontrar esta verdad expuso el contacto con los hombres mediante el dialogo encontrando
así su anhelada respuesta.

¿Qué es la teoría de la evolución?


La teoría de la evolución de Darwin es el enunciado que explica cómo la raza humana ha sido
capaz de sobrevivir con los años. Según él, cada especie va desarrollando rasgos que van
pasando de generación en generación, en su proceso de adaptación a este mundo cambiante.
Darwin considera que todos los seres humanos provenimos de un ancestro en común que
habitó en la tierra hace miles de millones de años. Así fue como sus genes se traspasaron tanto
a personas, animales y microorganismos.

Esta teoría sostiene que los seres vivos no han aparecido de la nada, sino que tienen un origen
definido. Sin embargo, las especies pueden ir cambiando conforme pasan las generaciones,
dando paso a un ser completamente diferente. Con su enunciado Darwin ha dividido la historia
en antes y después, generando incontables discusiones entre la ciencia y la religión. Conocer a
fondo la teoría de la evolución es indispensable para entender de dónde venimos y, sobre
todo, hacia dónde vamos como especie.

Historia de la Teoría del Big Bang


En 1948 el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow modificó la teoría
de Lemaître del núcleo primordial. Gamow planteó que el Universo se creó en una
explosión gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron
durante los primeros minutos después de la Gran Explosión, cuando la temperatura
extremadamente alta y la densidad del Universo fusionaron partículas subatómicas en
los elementos químicos.
Cálculos más recientes indican que el hidrógeno y el helio habrían sido los productos
primarios del Big Bang, y los elementos más pesados se produjeron más tarde, dentro
de las estrellas. La teoría de Gamow, aunque elemental y luego rectificada,
proporciona una base para la comprensión de los primeros estadios del Universo y su
posterior evolución.
La materia existente en los primeros momentos del Universo se expandió con rapidez.
Al expandirse, el helio y el hidrógeno se enfriaron y se condensaron en estrellas y en
galaxias. Esto explica la expansión del Universo y constituye la base física de la ley de
Hubble.

Figura-1-Constitucion-del-ser-humano
Las tres partes del hombre: espíritu, alma y cuerpo

Los seres humanos son complicados. Cada uno de nosotros es único; procedemos de varios
trasfondos y tenemos diferentes personalidades.

Pero con respecto a cómo Dios nos creó, realmente todos somos iguales. La Biblia nos dice en
1 Tesalonicenses 5:23 que todos fuimos creados con tres partes: un espíritu, un alma y un
cuerpo:

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y
vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor
Jesucristo”.

En esta entrada leeremos una nota extremadamente útil sobre este versículo en el Nuevo
Testamento Versión Recobro para ayudarnos a entender estas tres partes.rna y que se puede
ver, el alma como la parte interior, y nuestro espíritu como la parte más profunda y escondida.

Las tres partes del hombre

Echemos un vistazo a la nota 5 en 1 Tesalonicenses 5:23 en la Versión Recobro. Dado que se


trata de una nota extensa, la leeremos en secciones.

La primera parte de la nota dice:

“Esta palabra claramente indica que el hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
El espíritu como nuestra parte más profunda, es el órgano interno, por el cual tomamos
conciencia de Dios y tenemos contacto con Él (Jn. 4:24; Ro. 1:9)”.
El espíritu humano es la parte más profunda de una persona. Por medio de esta parte más
interna, podemos contactar a Dios en la esfera espiritual. Ninguna otra criatura fue creada por
Dios con esta tercera parte.

Ahora leamos la siguiente sección de la nota, que explica nuestra alma:

“El alma es nuestro mismo yo (cfr. Mt. 16:26; Lc. 9:25), un intermediario entre nuestro espíritu
y nuestro cuerpo; por ella somos conscientes de nosotros mismos y tenemos nuestra
personalidad”.

Nuestra alma percibe las cosas en la esfera psicológica. De hecho, en griego, el idioma original
del Nuevo Testamento, la palabra para alma es psujé, que también es la palabra raíz de
psicología.

Nuestra alma es nuestra personalidad, quienes somos. Con nuestra alma pensamos,
razonamos, consideramos, recordamos y nos preguntamos. Experimentamos emociones como
felicidad, amor, tristeza, ira, alivio y compasión. Y somos capaces de determinar, elegir y tomar
decisiones.

Ahora leamos la siguiente sección sobre nuestro cuerpo y cómo se relacionan nuestras tres
partes:

“El cuerpo como nuestra parte exterior es el órgano externo; por él somos conscientes del
mundo y tenemos contacto con el mundo material. El cuerpo contiene el alma, y el alma es el
vaso que contiene el espíritu”.

Nuestro cuerpo existe y contacta las cosas tangibles del mundo material usando nuestros
cinco sentidos físicos. El cuerpo es la parte visible y externa de nuestro ser, y contiene el alma.
Nuestra alma es el vaso que contiene nuestro espíritu.

A continuación se muestra un diagrama simple de tres círculos concéntricos que ilustran estas
tres partes. Muestra el cuerpo como nuestra parte exterior y visible; el alma como nuestra
parte interior; y nuestro espíritu como nuestra parte escondida más interna.

La intención de Dios para las tres partes del hombre


Ahora leamos la última sección de la nota, que explica la intención de Dios para las tres partes
de nuestro ser:

“En el espíritu, Dios mora como Espíritu; en el alma mora nuestro yo; y en el cuerpo moran los
sentidos físicos. Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, mediante la
regeneración (Jn. 3:5-6); luego, al extenderse como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu
hasta nuestra alma para saturarla y transformarla (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); y por último, al
vivificar nuestro cuerpo mortal a través de nuestra alma (Ro. 8:11, 13) y al transfigurar nuestro
cuerpo con el poder de Su vida (Fil. 3:21)”.

La intención de Dios con respecto a nosotros es que lo contengamos y lo expresemos. Pero


para expresar a Dios, necesitamos estar llenos de Él. Cuando creímos en Jesucristo, lo
recibimos y fuimos regenerados, o nacimos de nuevo, en nuestro espíritu. Pero Él no quiere
llenar sólo nuestro espíritu. Eso es sólo el comienzo.

1 Tesalonicenses 5:23 nos dice: “El mismo Dios de paz os santifique por completo”. Él nos
santifica extendiéndose y saturando todo nuestro ser, comenzando desde nuestro espíritu,
continuando a nuestra alma, y finalmente incluyendo nuestro cuerpo. Al estar completamente
llenos de Dios en cada parte de nuestro ser, Dios puede expresarse a través de nosotros.

Nuestra cooperación con la saturación de Dios

¿Cómo podemos cooperar con la intención de Dios de saturar todo nuestro ser consigo
mismo?

Ejercitar nuestro espíritu es la clave. Nuestro espíritu no sólo tiene la capacidad de contactar y
tener comunión con Dios, sino que también es el lugar donde Él vive en nosotros. Podemos
volvernos a Él en nuestro espíritu para vivir por Su vida. Por medio de nuestro espíritu también
podemos recibir más de Cristo cada día. Desde esta “base” de Su operación en nosotros, Él
puede entonces extenderse a nuestra alma. Cuanto más recibamos a Cristo ejercitando, o
usando, nuestro espíritu, más Dios tendrá una manera de extenderse a nuestra alma.

Podemos ejercitar nuestro espíritu diariamente invocando el nombre del Señor, leyendo e
incluso orando con la Palabra de Dios para ser alimentados espiritualmente, y
obedecerlCuanto más ejercitamos nuestro espíritu, más permitimos que el Dios de paz
continúe extendiéndose en nosotros y saturándonos. Entonces podremos expresar a Dios a
todos los que nos rodean.
Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:23)

Adán fue creado a partir del polvo de la tierra y se convirtió en un alma viviente
cuando la Biblia dice: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” –
literalmente un alma (Génesis 2:7).

El «alma» surgió cuando Dios respiró en las fosas nasales de Adán. Por lo tanto, se
produce una nueva alma cada vez que nace una persona.
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La palabra alma siempre es una combinación de dos cosas, cuerpo más aliento. Por
lo tanto, uno no puede existir sin el otro, a menos que se combinen el cuerpo y la
respiración. Las Escrituras enseñan que, “El alma que peque, esa morirá. El hijo no
cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo. La
justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:20).
Lo que significa que todos son individualmente responsables de sus acciones.

La Biblia designa el «alma» como la persona completa, caracterizada por los


deseos, anhelos y necesidades del cuerpo. Esto enfatiza que los humanos son seres
emocionales. Jesús dijo: «Mi alma está profundamente triste», es decir, como ser
emocional, estoy poseído por la tristeza (Marcos 14:34). Por lo tanto, Alma =
Nephesh / Psuche se refiere a la totalidad de la persona como centro de vida,
emociones, sentimientos y anhelos.

En su sentido más básico, la palabra «alma» significa «vida», ya sea física o eterna.
Jesús preguntó «Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero,
pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma? (Mateo 16:26).

El alma es el reino de la decisión, se relaciona con tu mente, voluntad, emociones y


personalidad. El alma es el lugar donde se ejerce el libre albedrío. El alma es
eterna y todos tienen un alma; los redimidos y no redimidos por igual.

Tanto el Viejo como el Nuevo Testamento reiteran que debemos amar a Dios por
completo, con todo nuestro «alma» que se refiere a todo lo que hay en nosotros.
“Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6:4-
5). Y Marcos 12:30 reitera lo mismo en el Nuevo Testamento. Cada vez que se usa
la palabra «alma», puede referirse a toda la persona, ya sea físicamente viva o en el
más allá.

El alma es básicamente nuestra mente, nuestras emociones y nuestra voluntad. Es


quien somos como seres humanos. Pero también se usa para expresar a Dios.
Como está escrito en Lucas 1:46-47, «Entonces María dijo: “Mi alma engrandece al
Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.»

En este versículo, podemos ver que María usa su alma para glorificar a Dios y
luego usa su espíritu para regocijarse en lo que Dios ha hecho para salvarla.
Glorificar a Dios es una responsabilidad humana. Expresamos nuestra humanidad
a Dios a través de nuestra alma, y magnificamos su poder y presencia a través de
nuestro espíritu como Juan 4:24 nos dice: «Dios es espíritu, y los que lo adoran
deben adorar en espíritu y en verdad.»
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María era una fuerte creyente y como tal fue elegida por Dios para tener a Su Hijo,
nuestro Salvador y se regocijó en su espíritu, ya que el Espíritu mismo testificó con
su espíritu cuando ocurrió este asombroso momento histórico.

Necesitamos ser llenados por el Espíritu Santo para expresar completamente el


amor de Dios.

A diferencia del alma, que está vivo tanto físicamente como eternamente después
de que nace la persona, el espíritu puede estar vivo, como en el caso de los
creyentes, o muerto como en los incrédulos y cuando la persona muere el espíritu
vuelve a Dios que lo dio ( Eclesiastés 12:7).

La parte espiritual de los creyentes en Jesucristo es lo que responde a las cosas que
provienen del Espíritu de Dios, y se entienden y disciernen espiritualmente. Por
otro lado, los espiritualmente muertos perciben que las cosas del Espíritu son
«necedad» porque, en sus condiciones espiritualmente muertas, no tiene la
capacidad de discernir las cosas del Espíritu (1 Corintios 2:12-14). El Espíritu es
esa parte de nosotros que Dios permite conocerlo y adorarlo, la parte de la
humanidad que «conecta» con Dios, quién es Espíritu Él mismo (Juan 4:24).

Mientras el alma y el espíritu a menudo son usados de modo intercambiable, la


distinción principal entre ellos en el hombre es que el alma es la vida animada, o el
asiento de los sentidos, deseos, afectos y apetitos. El espíritu es esa parte de
nosotros que se conecta, o se niega a conectarse, con Dios. Nuestros espíritus se
relacionan con Su Espíritu, ya sea aceptando Sus incitaciones y convicción,
demostrando así que le pertenecemos (Romanos 8:16) o resistiéndole y
demostrando que no tenemos vida espiritual (Hechos 7:51).

Cuando se trata del estado de los muertos, muchas personas a menudo se


confunden con el concepto del alma y del espíritu. Observe lo que Salomón dice
sobre la muerte: «Entonces el polvo volverá a la tierra como lo que era, y el espíritu
volverá a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7). En la muerte, todo vuelve de donde
vino; el polvo regresa a la tierra de la que fue tomado y el espíritu regresa a Dios
quien lo dio.

Este concepto es consistente con el relato de cómo se creó el hombre, “Entonces el


Señor Dios formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su
nariz soplo de vida; y el hombre se convirtió en un alma viviente” (Génesis 2:7).
Cuerpo + espíritu (aliento de Dios) = alma (vida). Por eso es tan importante
recordar a nuestro Creador en esta vida; porque cuando termine esta vida, uno
responderá al Dios eterno y pasará la eternidad donde cosecharemos lo que hemos
sembrado.
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Con respecto al espíritu que regresa a Dios, sabemos por Santiago 2:26 que el
cuerpo sin el espíritu está muerto. Un cuerpo sin aliento está muerto como es una
persona sin el Espíritu de Dios. Se encuentra un claro ejemplo en Job 27:3-4:
«Porque mientras haya vida en mí, y el aliento de Dios esté en mis narices, mis
labios, ciertamente, no hablarán injusticia, ni mi lengua pronunciará mentira.» Por
lo tanto, el espíritu, la respiración que regresa a Dios al morir es el aliento de la
vida, la chispa divina de la vida, ya sea de un creyente o incrédulo. Como Jesús,
clamando a gran voz, dijo: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu.”
Habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46).

Aunque el alma es la fuente de nuestra expresión a través de nuestra humanidad,


tiene sus limitaciones y la única forma en que podemos experimentar a Dios es a
través de nuestro espíritu. El alma es simplemente un conducto que cederá o no al
envite del Espíritu Santo a la vida eterna. Nuestro espíritu es la única forma de
conectarnos con Dios, y solo podemos ser guiados por el Espíritu Santo si creemos
en Dios y lo recibimos a través de la salvación de nuestro Señor Jesucristo.

En Romanos 8:3-4, se nos recuerda que, “lo que la ley no pudo hacer, ya que era
débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de
carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para
que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu.”

El camino del espíritu es el camino de Dios. El Espíritu nos fue dado a través de
Jesucristo que vivió entre nosotros y se volvió humano y, por esta razón, envía el
Espíritu Santo al espíritu de aquellos que eligen creer y aceptar Su don libre de
salvación.

Como vemos, el cuerpo, el alma y el espíritu tienen funciones específicas. El cuerpo


siente nuestros sentidos físicos de visión, sabor, olor, oído y tacto. El alma, por otro
lado, es nuestra humanidad que dirige nuestras creencias, emociones, sentimientos,
recuerdos y actitudes. Y finalmente, el espíritu es lo que produce nuestra conexión
más profunda con el Señor. Expresamos nuestro amor por Dios y Jesucristo a
través de nuestro espíritu, porque este es uno de los dones que Cristo nos ha dado
cuando se volvió humano y murió por nuestros pecados.

Un día, cuando el creyente nacido de nuevo muera, su alma irá inmediatamente a


la presencia del Señor (2 Corintios 5:8), allí, el alma de los fieles creyentes espera la
resurrección del cuerpo. “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también
Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús. Por lo cual les decimos esto por la
palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la
venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Pues el Señor mismo
descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de
Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que
estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre” (1
Tesalonicenses 4:14-17). ¡Amén!

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