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TEMA 1
TEMA 2
Nuestras características física no nos habrían permitido sobrevivir en los duros ambientes
ancestrales sin la ayuda y la cooperación de otros.
El grupo ha sido un amortiguador de las demandas del medio físico, y entre sus miembros ha
existido una interdependencia no optativa sino necesaria. Esa interdependencia planteaba
una serie de condiciones a las personas, que debían encontrar un equilibrio entre su tencia a
satisfacer sus motivaciones y aspiraciones individuales y la necesidad de coordinarse con otros
para sobrevivir. En resumen, debían adaptarse a la vida en grupo, es decir, al medio social. Lo
que no debió ser tarea fácil ya que requiere una serie de habilidades y mecanismos que
permitan esa adaptación.
En conclusión, la presencia de otros y la vida en grupo han hecho que nuestro cerebro y, por
tanto nuestra mente y nuestra conducta evolucionen en una dirección determinada. Como
contrapartida, a medida que el cerebro iba evolucionando, la vida social se hacía más compleja
y se fue desarrollando la capacidad para la cultura, producto de esa evolución y modificación
de ella.
El contexto social (los otros) influye en nuestro pensamiento, nuestras emociones y nuestra
conducta, reiterar que no se trata de un contexto objetivo, sino que su influencia depende de
cómo lo interpretemos, ( recordemos el concepto de “realidad construida”, pues bien en esa
interpretación es fundamental el papel de la cultura y de nuestros mecanismos psicológicos
evolucionados en un medio social.
Lo que se quiere transmitir en este capítulo es que las explicaciones últimas de los procesos
que la Psicología social estudia residen en la naturaleza humana y en la cultura. Esos procesos
se pueden manifestar de distintas formas en distintas culturas.
Aunque existe una base común, propia de la especie humana, que se refleja en la
universalidad que subyace en esas diferencias, y que interactúa inevitablemente con las
variables culturales dando lugar a una influencia conjunta sobre nuestra mente y nuestra
conducta social.
El término “continuidad evolutiva” significa que todas las especies actuales proceden de un
tronco común, es decir, no han surgido de una manera independiente, y que han
evolucionado a partir de especies ancestrales por un proceso de selección natural. Con esta
propuesta, el biólogo inglés echaba por tierra la creencia defendida por Lamarck (habitual
incluso hoy), de evolución es lo mismo que progreso lineal, y que entre las especies actuales,
unas son mas evolucionada que otras, y por tanto, más perfectas.
Darwin tenía muy claro que el medio puede experimentar cambios imprevisibles (no lineales)
que exigen proceso y capacidades nuevas para hacerles frente, y que pueden provocar la
extinción de especies enteras y el origen de otras nuevas, pero no por generación espontánea,
como suponía Lamarck, sino a partir de formas anteriores. Es por lo cual no tiene sentido
hablar de un progresivo perfeccionamiento.
Hay partes de nuestro cerebro que aparecen más desarrollada que en otras especies de la
misma forma en la que otras lo están menos, como el neo-córtex que es la zona encargada de
la funciones cognitivas del cerebro. Se han propuesto dos hipótesis para la explicar la
evolución del cerebro humano:
Sin embargo, si existía correlación entre el tamaño relativo del neocórtex y el tamaño del
grupo en que viven los individuos y la complejidad de las relaciones sociales.
A partir de estos hallazgos, Dumbar formuló la hipótesis de cerebro social, que propone
que dicha correlación es debido a que el volumen del neocórtex marca el límite de la
capacidad de procesamiento de información, lo que a su vez limita el número de
relaciones sociales que un individuo puede manejar simultáneamente. Al parecer esas
limitaciones tienen que ver más con los mecanismos por los que se mantienen las
relaciones a lo largo del tiempo que con la simple cuestión numérica de cuántas relaciones
hay que recordar. Esos mecanismos incluirán por ejemplo, la formación de alianzas y
coaliciones, la coordinación para llevar a cabo actividades conjuntas, tales como la caza o
la protección del grupo, o la división del trabajo.
Otro resultado de Dumbar fue que el tamaño relativo del neocórtex correlacionaba
también con una madurez tardía, pero no con un período más largo de crecimiento
cerebral antes del nacimiento. Es decir, aquellas especies con períodos de inmadurez más
largos (como la humana) tenían un neocórtex mayor. Ya que en esas especies ese período
se emplea sobre todo para aprender y dominar las complejidades de las relaciones
sociales, tanto a nivel interpersonal como a nivel grupal. El argumento sería cuánto más
hay que aprender, más largo es el período de inmadurez y mayor es el tamaño relativo
del neocórtex.
Estas dos versiones corresponden a dos formas de entender cómo actúa la selección
natural. La selección natural se basa en dos criterios: la supervivencia de los individuos
hasta que se puedan reproducir y la reproducción en sí misma.
Para que la selección natural actúe debe haber variabilidad, de este modo, aquellos rasgos
o conductas que favorezcan la propagación genética de una generación a la siguiente se
mantendrán (y por tanto sus portadores), mientras que los que impidan esa propagación
serán eliminados. Si nos situamos exclusivamente en el nivel genético, cada individuo
tenderá a hacer lo posible (No conscientemente, sino movido por impulsos innatos) para
lograr reproducirse con más éxito que otros y que sus genes sobrevivan. De ahí que en el
contexto grupal en el que nuestra especie ha evolucionado, cada miembro del grupo
intente superar a los demás, manipularlos para lograr sus propios objetivos y competir con
ellos por los recursos, tal como plantea el enfoque de la inteligencia maquiavélica, porque
el que lo haga mejor que otros será el que sobrevivirá y transmitirá sus genes . En esta
perspectiva también tienen cabida las conductas prosociales.