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Resumen:
Revisando algunos datos del período podemos caracterizar brevemente la etapa aledaña al
primer peronismo, en primer lugar, como bien sabemos, el matrimonio era la unión conyugal
legítima del statu quo vigente hacía mediados de siglo pasado, ahora bien, lo cierto también
es que las tasas de nupcialidad de las provincias eran significativamente bajas en relación a
las de la capital del país3, lo que deja manifiesta la gran heterogeneidad existente en
materia de hábitos conyugales y sexuales por fuera de la metrópoli porteña. A su vez,
sabemos que los aluviones migratorios internos son característicos de este período según
los trabajos de Germani (1955) con lo cual debemos considerar también los grandes
cambios estructurales que la sociedad Argentina experimentó en su interior sobre todo
durante el período pre-peronista teniendo en mente no solo el aspecto demográfico si no
también el de los intercambios culturales y la diversidad de experiencias que ocasionó esta
diversificación de las costumbres en la metrópoli. Cortazar fue testigo de los nuevos aires
del centro porteño y a juzgar por sus producciones literarias de la época no le hicieron tanta
gracia. Dejando de lado el aspecto biográfico de que él mismo fue un acérrimo anti
peronista, en la novela podemos ver la primacía desmesurada del orden de la razón por
sobre el sentido común del resto de las existencias que el protagonista considera vulgares,
un vulgarismo que le resulta atractivo en la medida en que se reconoce impedido de
acceder a ese pragmatismo típico de las clases populares:
“No necesita saber como yo, puede vivir el desorden sin que ninguna conciencia de orden la
retenga. Ese desorden que es su orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le
abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí,
enterrado en prejuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser
absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar,
dejame ver algún día como ven tus ojos”
Horacio Oliveira
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Isabella Cosse, Estigmas de nacimiento: peronismo y orden familiar 1946-1955, Fondo de Cultura
Económica, 2006, p 25.
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Sabemos que algunas características del fenómeno migratorio del período se comparten con
algunos países de la región.
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Tristemente no puedo ubicarla en el extenso libro, pero sí recuerdo las referencias a la torpeza
corporal de La Maga incluso a la hora de cocinar unas papas fritas (quizá tampoco sea casual que
justo haya hecho esta referencia en relación a una actividad ligada a la labor doméstica).
cualidad de bohemio incomprendido, transgresor, outsider6, etc. A mi parecer, encuentro
una serie de afinidades -azarosas quizás- entre las cualidades de La Maga y algunas
peculiaridades de la figura Eva Duarte, la vocación artística “manual”, su personalidad
genuflexa e intempestiva para con los parámetros del contexto, el apelar a las experiencias
pasadas como mujer; un recurso que claramente va a contracorriente de la castidad
femenina pregonada en la época: “Andate, Horacio, no tenés por qué quedarte. A mi ya me
ha pasado tantas veces…” En fin, en ambas figuras encontramos detalles que resultan
heréticos si se los juzga desde el conservadurismo político y de algunos vectores del
catolicismo7 de la época (Mallimaci, 2015; James, 1988).
Encuentro necesario en este punto el repasar algunas cuestiones históricas con el fin de dar
cuerpo y sustento a los imaginarios referidos a la maternidad que sin duda lograron
experimentar algunos cambios desde las políticas públicas. En primer lugar, la
caracterización que se suele hacer del primer peronismo (1946-1952) como conciliador con
los derechos de familia y el orden eclesial mientras que al segundo mandato lo asume como
combativo y revisionista (1952-1955) resulta algo burda en materia de rigor histórico, pero
bajo la lupa sociológica podemos complejizar estos abordajes para enriquecer sus fines
explicativos. La figura más radical que deja en evidencia por un lado el carácter sumamente
heterogéneo en términos ideológicos que supo captar el peronismo a la vez que nos
muestra la arista más reivindicativa y contestataria fue la del pensamiento de Cipriano
Reyes, quien en 1946 ya entrelazaba de manera prematura las premisas de la justicia social
con las cuestiones de familia pregonando que la igualación en términos jurídicos de los hijos
ilegítimos con los naturales era un asunto de estado y una responsabilidad del gobierno
peronista (ex laborista). Desde luego, es conocida la suerte que corrió este primer peronista
revolucionario que rápidamente quedó tras las rejas debido a sus lecturas radicales de las
premisas de justicia social pregonadas por el líder. Considero de todos modos, que este
hecho no significa necesariamente que el primer peronismo se haya acoplado
armoniosamente al statu quo decimonónico adscribiendo a la representación convencional
de la familia tradicional católica, el primer peronismo también fue reivindicativo en esta
materia aunque no haya sido revolucionario. No podemos dejar de lado la filiación
primigenia que liga al primer peronismo con su lectura revisionista del dogma católico
caracterizado fundamentalmente a partir de la figura de Eva Duarte, a la vez que tampoco
debemos olvidar la proveniencia ilegítima de ambas partes de la pareja presidencial. Este
último es un dato que les encantaba a los acérrimos antiperonistas de la época que
supieron articular estos elementos biográficos denotando la ilegitimidad de la pareja
presidencial en aras de la desacreditación de su proyecto político.
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Cabe preguntarse en qué medida su personaje lo era tanto como lo expresaba. Como se ha dicho,
el propósito de este trabajo es dejar en evidencia la continuidad en materia de la reproducción de un
imaginario que concibe la maternidad desde una matriz meramente conservadora.
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Pienso en las corrientes que conciliaban con la política liberal y se mostraron opositores al
peronismo desde un principio, pero también en los cuadros que fueron reafirmando su faceta
conservadora hasta formar la oposición en el segundo mandato. (Mallimaci, 2015. cap IV)
iglesia8 peronista (Mallimaci, 2015) y sus prédicas de la justicia social redistributiva. A partir
de amplias discusiones en el período previo y con la inercia de su poder político y la lectura
justicialista del dogma católico, en su segundo mandato el peronismo lanzó el primer
proyecto de ley para modificar los estatutos de las uniones conyugales y los derechos de
familia en el marco de una confrontación directa con la iglesia y la oligarquía pero también
en un intento de avance y consolidación de su doctrina. En un principio la ley fue delineada
por el presidente de la Cámara de diputados Antonio Benitez quien proponía una igualación
plena entre los hijos de los argentinos igualandolos a todos en el carácter jurídico de
“legítimos”, este proyecto denominado “supresión de la filiación discriminante” estaba
enmarcado en una discusión más grande que comprendía una revisión holística de los
asuntos familiares comprendiendo a su vez la sanción del divorcio, la modificación del
estatuto de adopción, etc. Desafortunadamente, la postura de Benitez también transgredia
los límites de lo posible (o quizá atentaba demasiado contra la propensión armoniosa del
peronismo) y finalmente fue sancionado otro proyecto menos disruptivo respecto de las
concepciones tradicionales del modelo familiar convencional del momento. En el proyecto
de ley sancionado en el ‘54 se “solventó” la jerarquización que distinguía entre hijos:
legítimos, naturales y adúlteros, estableciendo una nueva distinción entre los hijos
matrimoniales y extramatrimoniales.
Sin ánimos de extenderme en la revisión histórica, me interesa dejar claro que entiendo que
la nueva distinción sancionada en el ‘54 se rige bajo la misma lógica discriminatoria y
estigmatizante ahora hacía los hijos “extramatrimoniales”, de todos modos,
resguardandome de cualquier anacronismo, lo cierto es que se ampliaron de manera
relativa los recursos a disposición de las madres para mediar con los padres de sus hijos en
su condición de solteras. La patria potestad, la duplicación de los derechos de sucesión y la
agitación cultural que despierta cualquier modificación de las raigambres jurídicas
tradicionales de una sociedad no deben ser desmerecidas en función de nuestras
pretensiones igualitarias modernas y contemporáneas.
Existe una coincidencia entre los mitos peronistas y antiperonistas según Cosse (2008) y es
que; a pesar de su antagonismo, ambas posturas comparten su estructura de valores aún
cuando estas operasen de distinto modo. Esta aseveración puede explicar en partes la
permanencia y reproducción en el tiempo de los imaginarios peyorativos o, dicho de otro
modo, de aquellos imaginarios que reproducen la mirada conservadora acerca de los
modelos de familia estigmatizando en mayor o menor medida a todas aquellas que no se
correspondan con la unidad nuclear básica que comprende una filiación matrimonial ligada
a un vínculo amoroso, algunos hijos y un rol de la figura femenina ligada a las tareas de
cuidado acompañada de una contraparte masculina que se mantiene como la cabeza del
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Si bien no es de mi interés reponer en su totalidad la disputa ideológica del peronismo con el dogma
tradicionalista católico, podemos destacar que resulta interesante el “enfrentamiento de dogmas” que
se libró a partir del segundo mandato peronista. Como sabemos, el peronismo poco a poco fue
revisionando y resignificando espacios de poder sustanciales de la iglesia católica de nuestro país
ocasionando la ruptura entre ambos actores. En lo referente al tema que nos compete es interesante
pensar que en materia del “modelo de familia predilecto para la nación” la iglesia católica nunca
podría haber aceptado este relegamiento ya que en la práctica hubiera implicado el ceder el lugar al
peronismo de líder espiritual de la nación, dejando en manos de este no solo la conducción política
de sus ciudadanos si no también las relaciones de su órbita privada entrometiendose así también en
sus hábitos conyugales.
oikos y las decisiones del hogar en tanto “jefe” responsable de la unidad familiar (Jelin,
2007).
En este punto me gustaría agregar algunas palabras respecto de una frase que considero
sumamente elocuente desde los aspectos que pretende resaltar este trabajo:
“En esos días del cincuenta y tanto empecé a sentirme como acorralado entre la Maga y una
noción diferente de lo que hubiera tenido que ocurrir. Era idiota sublevarse contra el mundo
Maga”
Horacio Oliveira
“Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender un poco eso que Horacio y los
otros entienden en seguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender
a ti ni a mí, no entienden que yo no puedo tenerte conmigo, darte de comer y cambiarte los
pañales, hacerte dormir o jugar, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto
me importa solamente sé que no te puedo tener conmigo, que es malo para los dos…”
La Maga
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Esta referencia está presente en varios artículos que retoman la relación de Oliveira y La Maga
desde la crítica literaria feminista.
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En la década del 30’ comenzaron a aparecer en nuestro país una serie de películas en las cuales
se reflejaban algunos de los imaginarios ligados a las madres solteras que reflejaban lo que Cosse
denominó en un interesantisimo articulo como las “minusvalías de origen” de los hijos legítimos
(extramatrimoniales en períodos posteriores). Estas producciones comienzan a reproducir la imagen
época, se puede percibir como todo el peso y la responsabilidad de los nacimientos no
tradicionales recaen sobre la figura de la madre, lo que establece a su vez una serie de
dificultades abrumadoras para la crianza de los niños. Quizá el ejemplo más claro en esta
novela sea la muerte de Rocamadour, como sabemos, el bebe sufre una muerte súbita en el
mismo piso en donde los integrantes del club se embebían de discusiones existencialistas y
gozaban de la vida bohemia. En cierto sentido, podría pensarse que el niño fue víctima de la
vida disruptiva y transgresora de su madre, o por lo menos, es una interpretación viable
cimentada sobre la reacción de los protagonistas de la escena11.
Conclusiones
Reponer un modelo de familia que desde el punto de vista hegemónico no termina de ser
una “familia” es una labor complicada e infructuosa. Sobre todo por el hecho de que
corremos el riesgo de centrarnos en las consecuencias de estos hechos al mismo tiempo
que hacemos aguas respecto de las causas que producen estas maternidades alternativas.
En primer lugar, podemos decir que el carácter “premeditado” de la familia no está presente
en el fenómeno de las madres solteras, por eso hablo del fenómeno de las madres solteras
particular y no de un modelo de familia deliberadamente construido como podría ser el de la
familia convencional o el del régimen de adopción. Por supuesto, esta modesta explicación
no puede ni pretende echar luz sobre situaciones excepcionales en las que la mujer desee
ser madre en solitario por motus propio.
de la madre soltera como un hecho típico de las mujeres provenientes de las clases populares o del
interior del país, caracterizandolas de ingenuas y vulnerables ante los comportamientos de hombres
de sectores acomodados que, eventualmente, eligen no responsabilizarse de las consecuencias de
sus tentaciones. Al mismo tiempo, también podemos distinguir otra línea de películas de la época que
resaltan la fortaleza y el empoderamiento de algunas maternidades en solitario que eligen
empoderarse y esgrimen una posición proactiva frente a tales hechos de abandono y de injusticia
jurídica, social y sobre explotadora en términos económicos (ya que como es recurrente, sobre la
madre termina recayendo la totalidad de las responsabilidades más allá de las tareas de cuidado).
(Cosse, 2008)
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De todos modos, es importante tener en mente que Rocamadour no muere por falta de cuidados
de su madre, el niño padecía una enfermedad que lo aquejaba de nacimiento y finalmente lo lleva a
su muerte. Lo disruptivo de este hecho, a mi juicio, es que la muerte acontece en circunstancias
excepcionales tales como las que su madre podía ofrecerle, quizá lo “normal” hubiese sido que esta
familia monoparental haya experimentado este acontecimiento trágico en un hospital pediátrico de la
metrópoli parisina en el mejor de los casos, en donde podríamos fantasear sugerentemente si
Horacio los hubiera acompañado o no, por supuesto, a juzgar por la personalidad del personaje, mi
respuesta es que no, pero es tan solo una conjetura.
su hijo. Esto puede explicarse partiendo de la base de que si bien el fenómeno de las
madres solteras fue un hecho más que latente en la Argentina de mediados de siglo, en la
práctica nunca hubo un reconocimiento de derecho que rompa con el esencialismo que
sostiene a las madres como ápice de la crianza. El avance en materia del reconocimiento
de los hijos ilegítimos en el segundo mandato peronista no se traduce en una redistribución
de tareas de cuidado y responsabilidades entre ambas partes responsables de traer un niño
al mundo. A su vez, existen otros condicionantes a tener en cuenta como los que menciona
Barrancos (2008)12 ligados a la presión que sufrían las mujeres que quedaban embarazadas
y se veían obligadas a maternar a cualquier costo ya que el abandono materno era visto
durante el período como un acto asimilado a la prostitución y la mala vida mucho menos
tolerado que el paterno que era visto como un simple “deficit” a corregir. En resumen, las
penalizaciones sociales hacía la mujer en caso de interrumpir el embarazo o no hacerse
cargo de un nacimiento eran muchísimo más severas que las de los hombres que se
borraban.
Es sugerente a este respecto que la relación de Horacio y La Maga se termine por completo
tras la muerte de Rocamadour, la muerte del niño no solo llega para anunciar la ruptura del
biombo idealista que supo construir la mirada falogocentríca13 de Horacio, sino que también
da por terminada la travesía bohemia de La Maga que vuelve a latinoamérica tras
experimentar esta pérdida14 “Y ahora se va a volver a Montevideo y va a recaer en esa vida
de…”
La maternidad ficcional de La Maga quizá haya sea parecida a la de otras tantas mujeres
que hasta el día de hoy15 padecen el abandono y la irresponsabilidad de una contracara
masculina igual de responsables de los nacimientos que ellas mismas pero que, desde la
mirada de la sociedad a la que ambos pertenecen, no están sometidos a la misma coacción
que ellas a la hora de encauzar sus responsabilidades y obligaciones.
12
En Cosse.
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Este es un término del filósofo argelino Jacques Derrida que me resulta muy sugerente para la
temática en cuestión. El falogocentrismo refiere a la primacía del orden de la razón masculinizada y
occidental por sobre todos los órdenes restantes. Desde esta óptica, podemos problematizar y
revisar la escasa participación de las mujeres en los debates de familia de la época. Algo que se
ejercita desde nuestro presente (Cosse, Barrancos, Lúpica, etc) pero brilla por su ausencia en las
producciones de la época.
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Alguna vez escuché en alguna clase que nuestra cultura tiene latiguillos para nombrar casi todas
las pérdidas familiares: viudez, orfandad, etc. Pero no existe un término dentro de los límites de lo
decible para referir a la pérdida de un hijo. En función de lo que nos interesa, esto resalta a mi juicio,
el estigma que asomaba para todas aquellas mujeres que osaran desafiar el régimen de maternidad.
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Carina Lupica es una autora interesantísima que trabaja este tema en la contemporaneidad, sobre
la lectura de algunos de sus trabajos es que sostiene esta analogía. Decidí dejar fuera la referencia al
presente con datos concretos para no enrevesar el trabajo en términos cronológicos.
Bibliografía