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Asignatura:

Derechos Humanos

Shirley Dayan Santos Nivia

ID: 000558466

Docente:

Edgar Fernández Fonseca

Colombia, Ciudad Bogotá D.C mayo, 29 de 2019


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Derechos humanos y trabajo social: Una oportunidad para visibilizar al “otro”

An opportunity to make the other one visible


La utopía de los derechos es cosmovisión, porque es la forma de vida de la humanidad y como tal,
sus referentes son patrones de conducta de la vida cotidiana.
Ligia Galvis Ortiz.

Resumen
En el presente ensayo, se exponen los derechos humanos como elementos transversales en el
ejercicio disciplinar y profesional del trabajo social, con el fin de aclarar cuáles son sus aportes a
la formación integral de los trabajadores sociales, que retos suponen estos en los procesos de
intervención e interpretación de la realidad, y cómo desde el trabajo social se puede aportar a la
vivencia de los mismos.
Para lo anterior, la discusión estará dada desde el “otro” (entiéndase como minorías, mujeres,
niños, victimas, población civil, comunidad LGBTI, etc.) y las distintas connotaciones que ha
tenido serlo en una sociedad como la actual, que además de naturalizar infinidad de situaciones,
también se ha dedicado a invisibilizar a aquellos que han tenido mucho que decir, pero que por
las imposiciones del mundo, han debido callar y continuar, pero que además se les ha impuesto
una amnesia obligatoria como lo llamaría el uruguayo Eduardo Galeano, una amnesia que no da
paso al reconocimiento de la memoria histórica de las personas.
En suma, el referente principal estará desde Ligia Galvis Ortiz, autora del libro “Comprensión de
los derechos humanos: una visión para el siglo XXI”, en el cual se aborda la historia de éstos,
tratados internacionales, y la vivencia de los mismos desde distintas posturas que hacen
referencia a la igualdad, la justicia comunitaria, la resolución de los conflictos y la realidad del ser
social en la actualidad, entre otras. A su vez, le precederán referencias de distintos textos de tipo
académico, libros, y material visual como películas y documentales, que posibilitarán una mejor
comprensión y claridad acerca de “la vivencia de los derechos humanos”, y el “otro” en la sociedad
actual.
Abstract
In the present essay, human rights are exposed as transversal elements in the disciplinary and
professional exercise of social work, in order to clarify what their contributions are to the integral
formation of social workers, whose challenges are these in The processes of intervention and
interpretation of reality, and how from the social work can contribute to the experience of the same.
For the above, the discussion will be given from the "other" (as minorities, women, children,
victims, civilians, LGBTI community, etc.) and the different connotations that has been in a society
like today, which in addition to naturalizing infinity of situations, has also been dedicated to
invisibilizar those who have had much to say, but because of the impositions of the world, have
been silent and continue, but also have been imposed a compulsory amnesia as would call the
Uruguayan Eduardo Galeano, A amnesia that does not give way to the recognition of the historical
memory of the people.
In short, the main reference will be from Ligia Galvis Ortiz, author of the book "Understanding of
Human rights: a vision for the 21ST century", which addresses the history of these, international
treaties, and the experience of them from different positions That refer to equality, Community
justice, conflict resolution and the reality of social being today, among others. In turn, they will
precede you references of different texts of academic type, books, and visual material like films
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and documentaries, that allow a better understanding and clarity about "the experience of the
human rights", and the "other" in the present society.

Palabras clave: derechos humanos, trabajo social, vivencias humanas, otro, sujeto democrático,
relaciones de poder.

1. Introducción
En palabras de (Ortiz, 2005) los derechos humanos y su desarrollo han acompañado todo el
transcurso de la humanidad como parte de su patrimonio ideológico, ético, político e incluso
cultural, conectado por el ser humano en el proceso de su encuentro consigo mismo y los demás,
así, la vinculación de la historia de los pueblos con la historia de los derechos humanos permite
comprender su relación con las sociedades y sus respectivas prácticas culturales, debido a que
la percepción de los derechos humanos no es la misma en todos los lugares del mundo; por lo
que la concepción y situación actual de los derechos humanos, estén estrechamente ligados al
desarrollo histórico de los pueblos.
Sin embargo, ese desarrollo histórico no ha sido divulgado precisamente desde los países
latinoamericanos, sino han sido concepciones infundadas desde el eurocentrismo e incluso Norte
América, generando así, que las mal llamadas minorías sean invisibilizadas en cuanto a sus
prácticas, a su concepción acerca de la realidad, e incluso a lo que podrían o no tener “derecho”
según su “condición”. Incluso, ha sido esto uno de los rasgos débiles de los derechos humanos,
si bien, fueron pensados para dar universalidad a las condiciones de dignidad de las personas, y
a que éstas gocen libremente de ellos, -según el discurso-, en la práctica hay inconsistencias, y
se dan dichas incongruencias porque los derechos humanos no han logrado consolidarse desde
lo particular.
En esa línea, desde el código del trabajo social hay principios enfáticos en señalar que, desde la
praxis profesional debe existir un ejercicio de defensa y promoción de los derechos humanos, sin
distinción de sexo, raza, ideología, edad y demás; sin embargo, el trabajo social ha tenido fuertes
críticas debido a que desde su génesis se han dado procesos netamente asistencialistas o de
“servicio social”, pero no se ha logrado trascender –no en todos los casos-, más allá, por ello la
insistencia en que sean los derechos humanos un eje transversal en el ejercicio profesional, y
que a partir de estos logren darse procesos de reconocer al otro como un sujeto democrático, en
el sentido de que tenga la libertad de ser, pero también respete la libertad del otro, desde la
premisa de la dignidad e integridad humana, generando así una deconstrucción de las relaciones
de poder existentes, dadas en el marco de toda relación humana, que debería ser, en palabras
de Simone de Beauvoir, una relación interhumana, que permita entender las contingencias del
otro, es decir sus carencias y limitaciones.
2. Discusión teórica

a. Aporte de los Derechos Humanos a la formación integral del trabajador social:


Es de obviar que el sistema actual en el que se encuentran las personas, (económico –capitalista-
, social, cultural y político) supone retos y barreras para el ejercicio profesional del trabajador
social, en la medida que han ocultado a personas del común como mujeres, niños, comunidad
LGBTI, grupos indígenas, víctimas del conflicto armado, entre otros, que por las demandas del
mercado y del modelo neoliberal han tenido que someterse a prácticas con las que o bien no se
sienten de acuerdo, o no son propias de sus costumbres y creencias.
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A su vez, eventualidades como la guerra, la pobreza, el hambre crónica, y el olvido del otro como
sujeto de derechos, han generado configuraciones en las formas de ser y actuar de las personas,
que los han llevado a modificar no sólo su conducta, sino la manera en que pueden o no respetar
a los demás. De ahí que Alfredo Carballeda citado en (UNAM, 2011) haya especificado que:
La intervención social es un sinónimo de intervención de Trabajo Social, y es concebida como la
disciplina de los espacios donde está ubicado un problema social. Destacó además, que estamos frente
al derrumbe del modelo neoliberal, su presencia durante más de 70 años ha destruido gran parte de
nuestra cultura y estamos interviniendo sobre los desastres que ha ocasionado. (pág.5)

Aquí, es donde entran a jugar un papel determinante los derechos humanos en el ejercicio
profesional, debido a que estos permiten no solo reconocer unas cualidades en los seres
humanos, sino que además deben desde el trabajo social, concebirse como una posibilidad para
intervenir según las capacidades de cada persona, sin olvidar que las acciones de los sujetos han
estado definidas a partir de su entorno próximo, además de contar con una cultura que si bien ha
sido transformada debido a situaciones de transición, también han sido configuradas bajo
relaciones de poder que han situado a unos en la parte “superior” de la sociedad y a otros como
subordinados de la misma.
Por ello, los derechos humanos deben permitir al trabajador social, una deconstrucción no sólo
de las relaciones de poder, sino de cómo se asumen situaciones como el conflicto –innato a la
humanidad-, y paralelamente el tejido y re-significación de los lazos sociales en pro del bienestar
colectivo; además, permitir a los sujetos, grupos o comunidades índices de toda intervención,
asumirse como sujetos políticos en sus decisiones y acciones, sin buscar únicamente la
satisfacción inmediata, sino realizar ejercicios que vayan más allá del que hacer, permitiendo una
reflexión y catarsis de lo que ha sido su realidad y como ésta tiene estrecha relación con la
situación de los demás.
Entonces, es menester señalar dos aclaraciones que hace (Ortiz, 2005) en el capítulo dos del
libro “Comprensión de los derechos humanos: una filosofía para el siglo XXI”, exponiendo que:
¿Cómo puede una sociedad construir una cultura de los derechos humanos cuando la realidad cotidiana
sólo muestra la vivencia de la agresión y el desconocimiento de la dignidad, libertad y la igualdad, y
cuando para solucionar los conflictos tiene necesidad de eliminar física o mentalmente al contrario? (…)
se puede decir entonces que el sujeto democrático integral es aquel que ejerce responsablemente sus
derechos y maneja sus conflictos y sus diferencias a través de las formas democráticas de solución de
controversias. (pág. 41)

Puede afirmarse entonces, que desde el trabajo social, debe no sólo promoverse el
reconocimiento de los derechos, sino entrar en cuestionamientos que permitan develar lo que ha
sido el conflicto en toda la condición humana, y cómo a partir de ello se pueden suscitar iniciativas
que permitan a los sujetos entender a los otros no como enemigos, sino como contradictores,
entendiendo que la diferencia entre estos radica en que, claramente el primero busca la
eliminación de cualquier tipo, -ya sea física o mental-, del otro, mientras que el segundo puede
permitir la visibilización del sujeto como portador de derechos, pero también brinda la posibilidad
de construir desde la diferencia.
Así las cosas, (UNAM, 2011) “Es prioritario reconstituir el lazo social, pensar nuevas formas de
mirar y escuchar: “Ir hacia el territorio de lo cotidiano (…) estamos en una sociedad de lo efímero.
Para lo anterior, este tipo de situaciones son claras en los Films “Bestias sin nación” (Fukunaga,
2015), cómo el comportamiento de “Agu” se ve transformado debido a la guerra, evidenciado en
la conversación final que tiene él con la profesional quien desea saber lo que vivió él; ante esto,
y desde el trabajo social es clave lo que él afirma “pero no soy como un bebé, soy como el hombre
viejo, y ella es una niñita porque yo he luchado en la guerra, y ella ni siquiera sabe lo que es la
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guerra” esto brinda herramientas que deben ser abordadas no sólo con cuidado, sino entendiendo
las vivencias de cada quien. Por otro lado en “Machuca” (Wood, 2004) una película que relata el
gobierno de Salvador Allende, es interesante el encuentro de dos niños de distintas clases
sociales, y cómo los derechos pueden ser o no vulnerados según la pertenencia a la clase alta o
baja.
Finalmente en “Yo, Daniel Blake” (Loach, 2016), es necesario señalar los procedimientos que
puede llegar a ejecutar un trabajador social en materia de derechos fundamentales, y cómo ese
tipo de acciones inadecuadas pueden ocasionar incluso la muerte de una persona, o llevar a
adversidades en la vida privada y social.
b. Retos, limitaciones y potencialidades desde el discurso de los derechos humanos en
el ejercicio profesional del trabajador social
De acuerdo a lo expuesto con anterioridad, es ineludible reconocer los retos y potencialidades
que pueden surgir desde el discurso de los derechos humanos, sin dejar de lado el contexto
anteriormente mencionado, y cómo ello transforma las relaciones de las personas en la vida en
sociedad; ante esto (Ortiz, 2005) señala lo siguiente:
Los seres humanos se han encerrado en sí mismos en torno a la manifestación y defensa de sus
intereses particulares, (…) la vida social ha perdido su carácter comunitario, desaparecieron los
espacios de encuentros comunitarios y la participación en la vida colectiva se expresa a través de
la suma de los intereses individuales. (pág. 53)

Si bien, en la divulgación de los derechos humanos, se ha manifestado garantizarlos no sólo


desde lo individual, sino desde lo colectivo, es evidente en la cita anterior, que ello no sucede; y
no sucede porque desde todas las esferas de la sociedad existen otro tipo de preocupaciones
que nada tienen que ver con la garantía y defensa de los derechos humanos, por ejemplo, el afán
por consumir en exceso, por seguir entandares que van desde la forma de pensar, hasta lo que
ingiero como alimento diariamente.
De ahí que, incluso desde el trabajo social se haya desviado mucho, el verdadero objeto de su
intervención, y las acciones ejecutadas no vayan más allá del “hacer”, asimismo, se ha olvidado
eso desde el ejercicio profesional, porque los derechos humanos han sido entendidos únicamente
desde una figura jurídica y estatal, pero no social y civil; argumento que se refuerza en señalado
por (Umaña) suponiendo que “el reconocimiento de los derechos humanos y la relación entre el
sujeto y la sociedad debe ir más allá de lo jurídico”, de lo contrario no habrá un verdadero ejercicio
de éstos. Por esto, es pertinente hacer claridad en que si bien, los derechos humanos surgen en
un marco jurídico nacional e internacional, la dignidad humana por ser algo inherente a las
personas, no es algo que sea un “invento” de la actualidad, al contrario ha estado presente
siempre, pero solo fue reconocido a partir de eventos que marcaron la historia de la humanidad.
Lo anterior, es claramente expresado por Eduardo Galeno en su libro “Paras arriba, la escuela
del mundo al revés” donde asegura (Galeano, 1998)
Nos han acostumbrado al desprecio de la vida y a la prohibición de recordar (…) cada hecho está
divorciado de los demás hechos, divorciado de su propio pasado y divorciado del pasado de los demás
(…) ¿qué destino tienen los nadies, los dueños de nada, en países donde el derecho de propiedad se
está convirtiendo en el único derecho? (…) quien no debe, no es. Debo, luego existo. Quien no es digno
de crédito, no merece nombre ni rostro: la tarjeta de crédito prueba el derecho a la existencia.

Esto evidencia, la manera en que se ha olvidado al otro, en que solo se asume la existencia del
otro en la medida en que tenga o posea, o incluso en que tanto poder pueda adquirir, y el poder
puede estar dado desde dos fuentes: el monetario, o definido por la cantidad de personas a las
que se denominen, y cuando se entra en ese juego de poder, es complejo salir bien librado, sin
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embargo es allí, donde el trabajador social debe asumir su rol, y reconocer las potencialidades
de las personas y situaciones en materia de cuestionamientos como “por qué” y “cómo” y aun
cuando estos dos interrogantes no puedan solucionarse de manera definitiva, debe procurarse
por alternativas del trabajo en red y comunitario. Por esto, hay que entender los derechos
humanos como la posibilidad que se tiene para actuar desde y con las personas, pero también
tener cuidado de caer en su discurso homogeneizador.
c. Aportes desde el trabajo social para la vivencia de los derechos humanos
Para hablar de la vivencia de los derechos humanos, es necesario saber y comprender que no
todas las personas ejercen y asumen sus derechos de la misma manera, y que en esa medida,
las acciones para el reconocimiento de éstos, no pueden ser igual en todos los casos, más
cuando el trabajo social ha tenido un recorrido histórico, y después de su re-conceptualización se
dieron otras formas de intervención.
En ese sentido, (Cordero Ramos, Palacios Esteban, & Fernandez Martin, 2006) entienden el
ejercicio profesional así:
El trabajo social ha practicado la ayuda, primero, desde una concepción caritativa, luego desde una
concepción de la justicia inspirada en los derechos garantizados por las leyes; pero, con el paso del
tiempo, con una visión de los derechos, positivo. Demostrando que ninguna de estas propuestas éticas
puede dar respuesta a las nuevas realidades sociales. (pág. 10)

Lo que deja ver, las falencias que se han dado desde la práctica, sin embargo, la sociedad es
dinámica, y en esa medida las herramientas y metodologías que se aborden deben serlo también,
por eso, es primordial reconocer las relaciones de poder existentes (Umaña), no solo en la vida
privada, sino en la pública, ya que ello permitirá entender las diferencias en materia económica y
social. Asimismo, desde el trabajo social deben darse procesos que les permitan las personas
“Ser”, si bien ello parece un ejercicio sencillo, no lo es, debido a los estereotipos instaurados en
la sociedad y a las demandas del mercado.
Por esto, (Ortiz, 2005) considera que “La libertad es la expresión de un Ser con plena conciencia
del respeto de sí mismo y de la percepción del otro como un semejante en dignidad. El encuentro
con el otro se realiza en libertad y autonomía”, y esto es reflejado en la película “La chica Danesa”
(Hooper, 2015) que relata la historia del primer transexual que decide someterse a toda la
transición, pero que además, tiene una relación con su esposa, quien decide apoyarlo y
entenderlo como un igual, aun cuando ciertas normas de la sociedad de la época, lo impiden.
Por otro lado, se encuentran los documentales “Un crimen llamado educación” (Klaric, 2017) en
el cual se devela cómo el sistema actual, construye planes de educación con el único fin de que
las personas le sirvan a un sistema, sin tener en cuenta las particularidades de los estudiantes y
de lo que realmente desean hacer en un futuro próximo; y “Una verdad incómoda” (Gunggenheim,
2006) en el cual se puede entender implícitamente cómo se exige un entorno y medio ambiente
“sanos”, pero las prácticas humanas no lo permiten.
Por ello, es necesario reevaluar la forma en que desde el trabajo social se están dando procesos
que en poco o nada han contribuido a un ejercicio de los derechos, sean de primera, tercera o
cuarta generación, ello porque si desde la intervención no se dan prácticas de visibilizar no solo
a las personas, sino al entorno, difícilmente podrá contribuirse a un verdadero ejercicio crítico y
reflexivo. Para ello, se considera interesante lo que Ligia Galvis Ortiz propone en términos de
“justicia comunitaria”, entendida como aquella que debe surgir desde las voluntades de las
personas, para llegar a consensos colectivos, desde lo que se considera la democracia
participativa, entendida fuera del espacio conocido como “Estado”.
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3. Conclusiones
Las prácticas dadas desde trabajo social, si bien en alguna medida van a tener por un buen
tiempo, elementos “asistenciales” –porque una persona no puede hacer mucho con el estómago
vacío- deben propender también por generar procesos de conciencia y reflexión acerca de las
prácticas que surgen cuando se vulneran los derechos, ya que si ello se hace, esto va a seguir
sucediendo, ya sea desde el Estado, desde organismos internacionales, y/o la misma población
civil.
El reconocimiento del “otro” como sujeto portador de derechos y deberes es imprescindible para
que se den procesos de verdadera participación democrática, sin tener que ser ésta entendida
en el ejercicio del Estado, sino desde iniciativas que surjan de las personas involucradas.
Suscitar acciones que requieran de un quiebre en sistemas como el patriarcal, el modelo
neoliberal, son necesarias, si bien puede que no rompa de todo el sistema, si le generará “vacíos”,
que luego de generados, difícilmente puedan volverse a llenar.
Construir desde la diferencia es pertinente, si bien la cultura latinoamericana ha estado permeada
por otros elementos, es necesario reconocer que de alguna forma también hacen parte de las
dinámicas sociales, y que lo que hay que hacer es buscar convivir con ellas, sin que ello implique
la humillación y vulneración del otro como ser humano.
Los derechos humanos, al igual que otros elementos de la actualidad, no han sido infundidos por
quienes han tenido que sufrir los vejámenes de la realidad, sino por unos pocos que desean tener
control, y someter a los demás a su voluntad, por ello, se hace ineludible, entender los derechos
desde las particularidades y no desde las premisas que desean homogeneizar.
Finalmente, desde el trabajo social hay que empezar a construir conocimiento desde lo que
sucede en las intervenciones, dentro del marco de los derechos humanos, entendidos no como
elementos que deben garantizarse desde las leyes y el Estado, sino como algo que no debe faltar
en las relaciones interhumanas.
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Bibliografía
Cordero Ramos, N., Palacios Esteban, J. E., & Fernandez Martin, I. (2006). Trabajo social y

derechos humanos: razones para una convergencia . Dialnet, 16 . Obtenido de

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2002316

Fukunaga, C. (Dirección). (2015). Bestias sin nación [Película].

Galeano, E. (1998). Patas arriba, la escuela del muno al revés. ESPAÑA EDITORES.

Gunggenheim, D. (Dirección). (2006). Una verdad incomoda [Película].

Hooper, T. (Dirección). (2015). La chica Danesa [Película].

Klaric, J. (Dirección). (2017). Un crimen llamado educación [Película].

Loach, K. (Dirección). (2016). Yo, Daniel Blake [Película].

Ortiz, L. G. (2005). Comprensión de los derechos humanos. Bogotá: Ediciones Aurora .

Umaña, S. S. (s.f.). Universidad de Costa Rica. Obtenido de http://www.ts.ucr.ac.cr/

UNAM, E. (2011). Foro de la intervención profesional del trabajo social en la sociedad

contemporánea. Gaceta Trabajo social, 32. Obtenido de

http://www.trabajosocial.unam.mx/dirs/Publi/Gaceta/gac_140.pdf

Wood, A. (Dirección). (2004). Machuca [Película].

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