Está en la página 1de 10

1

1Derechos humanos para el buen vivir: un marco de referencia teórico


práctico en la intervención del Trabajo Social

Luisa Fernanda Moreno Ome.


Diciembre 2019.

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.


Trabajo Social.
Derechos Humanos
2

1Derechos humanos para el buen vivir: un marco de referencia teórico práctico en la


intervención del Trabajo Social

“El buen vivir exige una deliberación moral narrativa en la que los bienes comunes y relacionales, la
solidaridad y las responsabilidades compartidas (y graduadas) ocupen un lugar central, por lo que no se
armoniza fácilmente con la conceptualización proto-liberal de los derechos humanos que hemos heredado de
la Modernidad. De hecho, sólo una visión relacional de los derechos es compatible con la defensa del bien
común y las exigencias del buen vivir”

-María Eugenia Rodríguez Palop

Autora: Luisa Moreno Ome

Resumen

Los derechos humanos representan uno de los principios éticos centrales del Trabajo
Social, comprendido como una prioridad profesional dentro de nuestra práctica en contra de
las desigualdades sociales y las injusticias en la sociedad, abogando por las comunidades y
sus necesidades, para una vida digna. Aquí prevalece el concepto del “buen vivir”, el cual
tiene una cosmovisión en su expresión anticipatoria de la formulación sistematizada de los
Derechos Humanos integrales; en realidad construir la sociedad del Vivir Bien/Buen Vivir
es construir una sociedad de plena vigencia de los derechos humanos y de los derechos de
la naturaleza.

_________________________________________________________________________

Primero es necesario referirnos al concepto de derechos humanos, y su desarrollo en el


marco del Estado Social y democrático de derecho, Manuel Atienza señala que en los
derechos humanos vemos aparejada la idea de justicia, puesto que existe un consenso sobre
la defensa de estos derechos como un mínimo de justicia. Indica que el término “derechos
humanos” posee una fuerte carga emotiva positiva que sin duda provoca cierto grado de
3

justicia en el ordenamiento jurídico; dando a lugar una imprecisión conceptual dada su


ambigüedad y vaguedad1.
Atienza pone de manifiesto que existen dos fundamentaciones distintas de los derechos
humanos: “una fundamentación ética, cuando se considera que los derechos humanos se
basan en una serie de valores últimos (dignidad, libertad y autonomía de la persona); y una
fundamentación política, cuando se les considera instrumentos/herramientas aptos para
lograr algún fin. En este primer caso, los derechos humanos aparecen como fines en sí
mismos, en el segundo, como medios dependientes de un fin externo a ellos mismos”. Por
ello, el concepto de derechos humanos debe entender al ser humano no solo como
destinatario sino como el origen de los mismos.

Los derechos humanos han sufrido una constante evolución que de forma paralela han ido
desarrollándose con el concepto de Derecho y Estado. De ahí que brevemente se formule
una conceptualización del Estado de Derecho, Estado Social de Derecho y el Estado Social
Democrático de Derecho.
Se hace necesario el desarrollo de estos conceptos “en evolución”, destacando la unidad
existente entre Estado y Derecho como parte de la idea del Estado de Derecho. Es decir, se
debe entender el Estado de Derecho como “el Estado de derecho racional, esto es, el Estado
que realiza los principios de la razón en y para la vida en común de los hombres, tal y como
estaban formulados en la tradición de la teoría del derecho racional, y que en su
conceptualización incluye aspectos como el reconocimiento de derechos básicos como el
derecho a la libertad, igualdad formal y garantía de la propiedad.
Posteriormente aparece el Estado Social de Derecho en sustitución del Estado de Derecho
liberal, que permitió la incorporación de elementos sociales, la vinculación del poder del
Estado a ciertos principios y valores y la aparición de los derechos sociales (igualdad
material), como parte del surgimiento del concepto material del Estado de Derecho y
renuncia al positivismo jurídico.
Es decir, el Derecho evoluciona, se transforma, por ello todas las instituciones han ido
sufriendo varios cambios según los intereses del ser humano. La lucha a favor del respeto
del derecho y de la extensión de los derechos humanos se ha formulado a través del Estado
1
Asamblea General de Naciones Unidas mediante resolución 64/292 de 3 de agosto de 2010.
4

de Derecho, en donde ha existido una crisis del paradigma positivista y se ha transitado


hacia un paradigma constitucionalista, que deja ver el cambio del imperio de la ley hacia el
imperio de la Constitución.2

Por lo anterior se hace necesario señalar las características de este nuevo


“constitucionalismo contemporáneo” que deja ver una ruptura de la mirada positivista y el
nacimiento de un modelo constitucional que se fundamenta en estas principales ideas: la ley
aparece subordinada a la Constitución, los enunciados de la Constitución son normas de
aplicación directa, interpretación extensiva del texto constitucional; por otra parte, existe
una gran cantidad de principios que dan contenido a las normas y por tanto existen casos
fáciles y difíciles que debe resolver el juzgador.
Incluso, se ha llegado a establecer un “nuevo constitucionalismo” 3 en América Latina en
países como:
“Colombia, Ecuador, Bolivia, Venezuela que manteniendo características
comunes dieron lugar a nuevas Constituciones; dentro de estos escenarios se da la
presencia de nuevas fuerzas sociales, aplicación de políticas económicas liberales,
desgaste de partidos y movimientos políticos, situaciones que dieron como resultado
el nacimiento de Constituciones a través de procesos constituyentes.”

Una vez expuesto lo anterior, y en necesidad de articular, es ineludible ahora referirse al


concepto del “buen vivir”, por ello nos remontamos a sus orígenes que, datan en el
retroceso o reducción de políticas sociales en el contexto de fines del Siglo XX con los
modelos de ajuste estructural, además de la imposibilidad de implementar los derechos
económicos, sociales y culturales en ese sistema de Estado, se fue acuñando la idea de la
necesidad de la “construcción de un nuevo paradigma, pautado por una agenda de
inclusión, que sea capaz de garantizar un desarrollo sustentable, más igualitario y

2
Aguiló, Joseph, “Sobre Derecho y argumentación”, p. 12.
3
Villabella, Carlos Manuel, Constitución y democracia en el nuevo constitucionalismo latinoamericano en
“El nuevo constitucionalismo latinoamericano”, Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, N°25,
ICI, 2010, p. 49-76.
5

democrático, en los planes local, regional y global” 4, desafío que supone desarrollarse en
esquemas democráticos participativos, garantes de la prevalencia de la dignidad humana.

Un paradigma representativo de esta construcción de impulso ciudadano y adopción


política vendría a ser el Vivir Bien / Buen Vivir, traduciéndose en las políticas públicas
como derechos que garanticen la vida con dignidad y con capacidad de su exigibilidad
ciudadana y del cumplimiento gubernamental. De este modo, una forma de vida y de luchas
de resistencia que se recoge como aspiración ciudadana, se convierte en un derecho basado
en el “ser” real y existente, exigible y judiciable.

Como se sabe, la exigibilidad es un imperativo que debe reflejarse no solamente en


remedios jurídicos como la Acción de Cumplimiento del Compromiso Social, y otros, sino
en mecanismos procesales como las legislaciones y las constituciones con leyes favorables
para el goce de los derechos humanos económicos, sociales y culturales, así como de los
civiles y políticos, los del desarrollo y los derechos de la naturaleza.

El nuevo constitucionalismo latinoamericano es garantista, porque protege y asegura los


derechos y garantías de los sectores más marginados, así como de la naturaleza; promueve
la convivencia pacífica, la cultura de paz y la integración regional; e impulsa un
entendimiento y relectura anticolonial e intercultural de los derechos humanos. Es también
participacionista dado que busca sistemas de democracia con participación ciudadana en la
toma de decisiones y uso, administración y conservación de los recursos naturales. Se
caracteriza también por el reconocimiento del protagonismo del Estado en la construcción
de un nuevo modelo económico y productivo ecológicamente sustentable, para efectivizar
en medidas prácticas la vinculación entre derechos y políticas públicas en base a la
articulación de cuatro agendas: desarrollo, derechos, democracia participativa y
plurinacionalidad. En consecuencia con la centralidad del Estado, cobija la propiedad
pública de los recursos naturales, por ejemplo en Bolivia5 se mandata que los recursos

4
Piovesan, Flávia (2002), Derechos Humanos, mundialización económica e integración regional: desafíos del
Derecho Constitucional Internacional, Ed. Max Limonad, Sao Paulo.
5
Cabe resaltar que lo anterior y el ejemplo mencionado para este ensayo no constituye una generalidad de
América Latina, sino más bien una particularidad que es referida porque logra constituirse como un arquetipo
que debería reproducirse en el resto de países para empezar a apostarle a los derechos humanos desde este
6

naturales e hidrocarburos son del Estado (CPE, Arts. 349 y 359), y en el Ecuador los
recursos naturales no renovables forman parte del patrimonio inalienable, irrenunciable e
imprescriptible del Estado (CPE, Art. 1)

De lo anterior, puede concluirse que la particularidad del constitucionalismo instalado en


América Latina funda un constitucionalismo propio, o una “vía latinoamericana” que ha
generado importantes transformaciones dogmáticas e institucionales como la prevalencia de
los derechos humanos integrales por sobre las normas nacionales, la equidad de género, los
derechos de la naturaleza, y la relevancia de la participación ciudadana.

Ahora bien, en este diálogo entre los derechos humanos, y el buen vivir, ahora es menester
que se exponga cómo ello se convierte en un marco de referencia teórico práctico en la
intervención del Trabajo Social, y para ello partiremos de comprender en primera instancia
del cómo se genera una unidad entre el primer concepto (derechos humanos) y la profesión.

Los derechos humanos forman parte de la identidad profesional del Trabajo social, de su
historia y explícitamente son identificados como un elemento fundamental en la
definición de la profesión. Ello implica un tipo de “mandato” profesional a actuar en
contra de las injusticias y desigualdades sociales reconocidas como violaciones de derechos
humanos, a actuar a favor del bienestar social, que constituye uno de los pilares de los
derechos humanos. Las/los profesionales del Trabajo Social ocupan en la sociedad un lugar
sobresaliente para ejecutar dicho mandato y, además, contamos con las herramientas
necesarias para poder desarrollarlo en sus ámbitos de actuación, es decir, en concreto para:
planificar acciones dirigidas a hacer efectiva la aplicación de los mismos cumpliendo con
los criterios del enfoque de derechos; vigilar que se cumplan en las instituciones donde
trabajan (supervisión); y difundirlos, esto es, dar a conocer sus derechos a las personas
usuarias de los servicios sociales y a toda la comunidad. Por ello, no cabe duda de que las
investigaciones y las intervenciones sociales realizadas en el marco de esta disciplina
pueden (y deben) tener un alto impacto en la mejora del bienestar social de las personas, y

marco del buen vivir.


7

por lo tanto en la realización de los objetivos de los derechos humanos; para lo cual, el
enfoque de derechos humanos supone un marco de gran utilidad.

El Trabajo Social, en su trayectoria, ha compartido con los DDHH la capacidad de justificar


acciones generadoras de cambios, cuyos principios en favor de la dignidad humana,
la justicia, la igualdad y no discriminación, la libertad y el progreso personal y colectivo,
han sido compatibles y complementarios tanto en la teoría como en la práctica 6. Por tanto,
han sido el resultado de una presión multifocal que demandaba transformaciones
profundas en unos modelos políticos y socioeconómicos herederos de las
revoluciones decimonónicas que sustanciaron, por otro lado, una asistencia social
como derecho para el ciudadano y obligación para el Estado (Carasa, 2010).

Incorporar de forma activa y permanente los DDHH en la práctica profesional del Trabajo
Social está en la base de la eliminación de estereotipos, prejuicios y acciones
discriminatorias, y del fomento de una perspectiva que respeta la diversidad y la diferencia
entre las personas, contribuyendo a la calidad de las intervenciones y al desarrollo de la
profesión. Contar con la perspectiva global e integradora de los DDHH ayuda a la
profesión, otorgándole un sentido de unidad y solidaridad que también cuente con las
condiciones y necesidades específicas del contexto en el que se encuentre.7
Tal y como dicta laONU:

“Los DDHH son inseparables de la teoría, los valores, la ética y la práctica


del trabajo social. Hay que defender y fomentar los derechos que responden a las
necesidades humanas; y esos derechos encarnan la justificación y la motivación de
la práctica como parte integrante del trabajo social.”

6
Mellizo, W.H. (2008). Trabajo social, Derechos Humanos y cuestión social: una práxis ético- política en
tiempo de globalización. Didáctica, 2, 161-179.

7
ONU (1948). Declaración Universal de Derechos Humanos. (1994). Derechos Humanos y Trabajo
Social. Serie de Capacitación profesional 1. Manual para escuelas de servicio social y trabajadores
sociales profesionales. Ginebra: Centro de Derechos Humanos.
8

Ahora bien, cómo articular esta relación en el marco del buen vivir, pues, en una sociedad
en constante cambio como es la presente, se ha hecho necesario hacer una re-lectura de los
DDHH desde enfoques tan diversos como la propia complejidad de las sociedades
actuales. Es por ello que el Trabajo social debe apostarle a reconocer en primera instancia
el buen vivir como un paradigma en construcción y una alternativa de vida al capitalismo.
En su recorrido ha conseguido importantes logros que se expresan en prácticas solidarias y
de protección del medio ambiente en el campo político ciudadano; así como en un nuevo
constitucionalismo y políticas inclusivas en el campo político estatal.

Ante la nueva realidad, ante el nuevo orden mundial, ante la nueva cultura emergente, ante
las nuevas situaciones de necesidad..., el Trabajo Social no puede seguir dando las mismas
respuestas éticas que en contextos y realidades anteriores. A lo largo de los años, el Trabajo
Social ha practicado la ayuda, primero, desde una concepción caritativa, más tarde, desde
una concepción de la justicia inspirada en los derechos garantizados por las leyes; pero, con
el paso del tiempo, también se han puesto de manifiesto las limitaciones de dicha
concepción, basada en el derecho positivo. Se ha demostrado que ninguna de estas
propuestas éticas puede dar respuesta a las nuevas realidades sociales. Por ello la
propuesta es referirnos al marco de referencia teórico práctico en la intervención del
Trabajo Social que constituye el buen vivir.

Pensar y actuar en Trabajo Social desde una visión ética que dé respuesta a los problemas y
necesidades actuales requiere, en primera instancia, tener presente las claves políticas para
re-conocer la realidad social, para posibilitar proyectos transformadores que vayan
“tensionando” lo institucional normativo y la posibilidad de disidencia, es decir, lo “legal”
y lo utópico.

Los proyectos que se llevan a cabo como trabajadores sociales en sus acciones cotidianas,
interpelan constantemente a la profesión y a la disciplina a cerca de su finalidad, de sus
propósitos, a partir de la tensión que surge entre las funciones exigidas como co-gestores y
las funciones derivadas de la ayuda. Este debate que surge en la práctica cotidiana entre lo
9

“normativo” y lo “utópico” está en el seno del debate teórico, del debate metodológico, del
debate práctico y del debate ético del Trabajo Social.

La tarea prioritaria para el Trabajo Social será cómo interpretar los derechos humanos para
su realización práctica, es decir, de qué forma “implementarlos”, de cómo aplicarlos en las
diversas realidades sociales, entendidas como espacios de actuación local, donde existen
difíciles cuestiones fácticas y también normativas. Trabajar la relación entre el Trabajo
Social y los derechos humanos en situaciones concretas, evitará caer en una concepción
mítica o ideal de aquéllos, sino que se presentarán como una realidad efectiva; los derechos
humanos se convierten en principios generales que el Trabajo Social llevará a la práctica.

Y, aquí, cabe referirnos a una conclusión de este ensayo, citando a Montúfar Harold:
“El Buen Vivir rescata la interculturalidad como forma de
entender la vida en un territorio poblado por diversas etnias y
culturas, pero que necesita formas de vida en equilibrio con la
naturaleza, la alimentación, el consumo y el progreso; el Buen
Vivir no podría aceptar modelos de desarrollo basados
exclusivamente en el crecimiento económico, el desarrollo
humano como otra forma adjetivizada del desarrollo moderno, el
extractivismo, la competitividad sistémica, la exclusión social, la
modernización del Estado privatizador, los tratados de libre
comercio de la globalización multinacional, la guerra y el despojo,
que son otra forma de colonización.”

Si desde la profesión comprendemos que los derechos humanos pueden enmarcarse en este
marco de referencia teórico práctico para nuestra intervención profesional, estamos
avanzando en la lectura de las realidades que rebasan y se transforman constantemente,
apostarle a un Trabajo Social crítico que de cuenta de la importancia como defensores y
como promotores de los derechos humanos es hoy nuestra labor fundamental, más aún en
un contexto como el Colombiano, el cual atraviesa por distintos cambios y reformas a las
cuales debemos estar atendiendo de manera consecuente, siempre por y para las
comunidades y sus necesidades sentidas.
10

Referencias

Carta Encíclica “Laudatio Sí”, del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa
común, La Santa Sede, Vaticano, 2015.

Chinchilla, M. y Villegas, E. (1995). Hacia la construcción de una cultura de los


Derechos Humanos en el Trabajo Social. Revista Costarricense de Trabajo Social, 5.

Cordero, N., Palacios, J. y Fernández, I. (2006). Trabajo Social y Derechos


Humanos: razones para una convergencia. Acciones e investigaciones sociales, Extra 1,
228- 243.

Domínguez Rafael y Caria Sara, 2014, La ideología del Buen Vivir: la


metamorfosis de una “alternativa al desarrollo” en desarrollo de toda la vida, Quito, UASB.

Fals Borda, Orlando, 2009, Una sociología sentipensante para América Latina,
Buenos Aires: Siglo del Hombre editores/Clacso.

Mellizo, W.H. (2008). Trabajo social, Derechos Humanos y cuestión social: una
práxis ético- política en tiempo de globalización. Didáctica, 2, 161-179.

ONU (1948). Declaración Universal de Derechos Humanos. (1994). Derechos


Humanos y Trabajo Social. Serie de Capacitación profesional 1. Manual para escuelas
de servicio social y trabajadores sociales profesionales. Ginebra: Centro de Derechos
Humanos.

Plan Nacional de Desarrollo: Bolivia digna, soberana, productiva y democrática. La


Paz, 2006.

También podría gustarte