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“El buen vivir exige una deliberación moral narrativa en la que los bienes comunes y relacionales, la
solidaridad y las responsabilidades compartidas (y graduadas) ocupen un lugar central, por lo que no se
armoniza fácilmente con la conceptualización proto-liberal de los derechos humanos que hemos heredado de
la Modernidad. De hecho, sólo una visión relacional de los derechos es compatible con la defensa del bien
común y las exigencias del buen vivir”
Resumen
Los derechos humanos representan uno de los principios éticos centrales del Trabajo
Social, comprendido como una prioridad profesional dentro de nuestra práctica en contra de
las desigualdades sociales y las injusticias en la sociedad, abogando por las comunidades y
sus necesidades, para una vida digna. Aquí prevalece el concepto del “buen vivir”, el cual
tiene una cosmovisión en su expresión anticipatoria de la formulación sistematizada de los
Derechos Humanos integrales; en realidad construir la sociedad del Vivir Bien/Buen Vivir
es construir una sociedad de plena vigencia de los derechos humanos y de los derechos de
la naturaleza.
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Los derechos humanos han sufrido una constante evolución que de forma paralela han ido
desarrollándose con el concepto de Derecho y Estado. De ahí que brevemente se formule
una conceptualización del Estado de Derecho, Estado Social de Derecho y el Estado Social
Democrático de Derecho.
Se hace necesario el desarrollo de estos conceptos “en evolución”, destacando la unidad
existente entre Estado y Derecho como parte de la idea del Estado de Derecho. Es decir, se
debe entender el Estado de Derecho como “el Estado de derecho racional, esto es, el Estado
que realiza los principios de la razón en y para la vida en común de los hombres, tal y como
estaban formulados en la tradición de la teoría del derecho racional, y que en su
conceptualización incluye aspectos como el reconocimiento de derechos básicos como el
derecho a la libertad, igualdad formal y garantía de la propiedad.
Posteriormente aparece el Estado Social de Derecho en sustitución del Estado de Derecho
liberal, que permitió la incorporación de elementos sociales, la vinculación del poder del
Estado a ciertos principios y valores y la aparición de los derechos sociales (igualdad
material), como parte del surgimiento del concepto material del Estado de Derecho y
renuncia al positivismo jurídico.
Es decir, el Derecho evoluciona, se transforma, por ello todas las instituciones han ido
sufriendo varios cambios según los intereses del ser humano. La lucha a favor del respeto
del derecho y de la extensión de los derechos humanos se ha formulado a través del Estado
1
Asamblea General de Naciones Unidas mediante resolución 64/292 de 3 de agosto de 2010.
4
2
Aguiló, Joseph, “Sobre Derecho y argumentación”, p. 12.
3
Villabella, Carlos Manuel, Constitución y democracia en el nuevo constitucionalismo latinoamericano en
“El nuevo constitucionalismo latinoamericano”, Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, N°25,
ICI, 2010, p. 49-76.
5
democrático, en los planes local, regional y global” 4, desafío que supone desarrollarse en
esquemas democráticos participativos, garantes de la prevalencia de la dignidad humana.
4
Piovesan, Flávia (2002), Derechos Humanos, mundialización económica e integración regional: desafíos del
Derecho Constitucional Internacional, Ed. Max Limonad, Sao Paulo.
5
Cabe resaltar que lo anterior y el ejemplo mencionado para este ensayo no constituye una generalidad de
América Latina, sino más bien una particularidad que es referida porque logra constituirse como un arquetipo
que debería reproducirse en el resto de países para empezar a apostarle a los derechos humanos desde este
6
naturales e hidrocarburos son del Estado (CPE, Arts. 349 y 359), y en el Ecuador los
recursos naturales no renovables forman parte del patrimonio inalienable, irrenunciable e
imprescriptible del Estado (CPE, Art. 1)
Ahora bien, en este diálogo entre los derechos humanos, y el buen vivir, ahora es menester
que se exponga cómo ello se convierte en un marco de referencia teórico práctico en la
intervención del Trabajo Social, y para ello partiremos de comprender en primera instancia
del cómo se genera una unidad entre el primer concepto (derechos humanos) y la profesión.
Los derechos humanos forman parte de la identidad profesional del Trabajo social, de su
historia y explícitamente son identificados como un elemento fundamental en la
definición de la profesión. Ello implica un tipo de “mandato” profesional a actuar en
contra de las injusticias y desigualdades sociales reconocidas como violaciones de derechos
humanos, a actuar a favor del bienestar social, que constituye uno de los pilares de los
derechos humanos. Las/los profesionales del Trabajo Social ocupan en la sociedad un lugar
sobresaliente para ejecutar dicho mandato y, además, contamos con las herramientas
necesarias para poder desarrollarlo en sus ámbitos de actuación, es decir, en concreto para:
planificar acciones dirigidas a hacer efectiva la aplicación de los mismos cumpliendo con
los criterios del enfoque de derechos; vigilar que se cumplan en las instituciones donde
trabajan (supervisión); y difundirlos, esto es, dar a conocer sus derechos a las personas
usuarias de los servicios sociales y a toda la comunidad. Por ello, no cabe duda de que las
investigaciones y las intervenciones sociales realizadas en el marco de esta disciplina
pueden (y deben) tener un alto impacto en la mejora del bienestar social de las personas, y
por lo tanto en la realización de los objetivos de los derechos humanos; para lo cual, el
enfoque de derechos humanos supone un marco de gran utilidad.
Incorporar de forma activa y permanente los DDHH en la práctica profesional del Trabajo
Social está en la base de la eliminación de estereotipos, prejuicios y acciones
discriminatorias, y del fomento de una perspectiva que respeta la diversidad y la diferencia
entre las personas, contribuyendo a la calidad de las intervenciones y al desarrollo de la
profesión. Contar con la perspectiva global e integradora de los DDHH ayuda a la
profesión, otorgándole un sentido de unidad y solidaridad que también cuente con las
condiciones y necesidades específicas del contexto en el que se encuentre.7
Tal y como dicta laONU:
6
Mellizo, W.H. (2008). Trabajo social, Derechos Humanos y cuestión social: una práxis ético- política en
tiempo de globalización. Didáctica, 2, 161-179.
7
ONU (1948). Declaración Universal de Derechos Humanos. (1994). Derechos Humanos y Trabajo
Social. Serie de Capacitación profesional 1. Manual para escuelas de servicio social y trabajadores
sociales profesionales. Ginebra: Centro de Derechos Humanos.
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Ahora bien, cómo articular esta relación en el marco del buen vivir, pues, en una sociedad
en constante cambio como es la presente, se ha hecho necesario hacer una re-lectura de los
DDHH desde enfoques tan diversos como la propia complejidad de las sociedades
actuales. Es por ello que el Trabajo social debe apostarle a reconocer en primera instancia
el buen vivir como un paradigma en construcción y una alternativa de vida al capitalismo.
En su recorrido ha conseguido importantes logros que se expresan en prácticas solidarias y
de protección del medio ambiente en el campo político ciudadano; así como en un nuevo
constitucionalismo y políticas inclusivas en el campo político estatal.
Ante la nueva realidad, ante el nuevo orden mundial, ante la nueva cultura emergente, ante
las nuevas situaciones de necesidad..., el Trabajo Social no puede seguir dando las mismas
respuestas éticas que en contextos y realidades anteriores. A lo largo de los años, el Trabajo
Social ha practicado la ayuda, primero, desde una concepción caritativa, más tarde, desde
una concepción de la justicia inspirada en los derechos garantizados por las leyes; pero, con
el paso del tiempo, también se han puesto de manifiesto las limitaciones de dicha
concepción, basada en el derecho positivo. Se ha demostrado que ninguna de estas
propuestas éticas puede dar respuesta a las nuevas realidades sociales. Por ello la
propuesta es referirnos al marco de referencia teórico práctico en la intervención del
Trabajo Social que constituye el buen vivir.
Pensar y actuar en Trabajo Social desde una visión ética que dé respuesta a los problemas y
necesidades actuales requiere, en primera instancia, tener presente las claves políticas para
re-conocer la realidad social, para posibilitar proyectos transformadores que vayan
“tensionando” lo institucional normativo y la posibilidad de disidencia, es decir, lo “legal”
y lo utópico.
Los proyectos que se llevan a cabo como trabajadores sociales en sus acciones cotidianas,
interpelan constantemente a la profesión y a la disciplina a cerca de su finalidad, de sus
propósitos, a partir de la tensión que surge entre las funciones exigidas como co-gestores y
las funciones derivadas de la ayuda. Este debate que surge en la práctica cotidiana entre lo
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“normativo” y lo “utópico” está en el seno del debate teórico, del debate metodológico, del
debate práctico y del debate ético del Trabajo Social.
La tarea prioritaria para el Trabajo Social será cómo interpretar los derechos humanos para
su realización práctica, es decir, de qué forma “implementarlos”, de cómo aplicarlos en las
diversas realidades sociales, entendidas como espacios de actuación local, donde existen
difíciles cuestiones fácticas y también normativas. Trabajar la relación entre el Trabajo
Social y los derechos humanos en situaciones concretas, evitará caer en una concepción
mítica o ideal de aquéllos, sino que se presentarán como una realidad efectiva; los derechos
humanos se convierten en principios generales que el Trabajo Social llevará a la práctica.
Y, aquí, cabe referirnos a una conclusión de este ensayo, citando a Montúfar Harold:
“El Buen Vivir rescata la interculturalidad como forma de
entender la vida en un territorio poblado por diversas etnias y
culturas, pero que necesita formas de vida en equilibrio con la
naturaleza, la alimentación, el consumo y el progreso; el Buen
Vivir no podría aceptar modelos de desarrollo basados
exclusivamente en el crecimiento económico, el desarrollo
humano como otra forma adjetivizada del desarrollo moderno, el
extractivismo, la competitividad sistémica, la exclusión social, la
modernización del Estado privatizador, los tratados de libre
comercio de la globalización multinacional, la guerra y el despojo,
que son otra forma de colonización.”
Si desde la profesión comprendemos que los derechos humanos pueden enmarcarse en este
marco de referencia teórico práctico para nuestra intervención profesional, estamos
avanzando en la lectura de las realidades que rebasan y se transforman constantemente,
apostarle a un Trabajo Social crítico que de cuenta de la importancia como defensores y
como promotores de los derechos humanos es hoy nuestra labor fundamental, más aún en
un contexto como el Colombiano, el cual atraviesa por distintos cambios y reformas a las
cuales debemos estar atendiendo de manera consecuente, siempre por y para las
comunidades y sus necesidades sentidas.
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Referencias
Carta Encíclica “Laudatio Sí”, del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa
común, La Santa Sede, Vaticano, 2015.
Fals Borda, Orlando, 2009, Una sociología sentipensante para América Latina,
Buenos Aires: Siglo del Hombre editores/Clacso.
Mellizo, W.H. (2008). Trabajo social, Derechos Humanos y cuestión social: una
práxis ético- política en tiempo de globalización. Didáctica, 2, 161-179.