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Los distintos observadores de los “pueblos primitivos” siempre los presentan como
devotos de la guerra. Muchos etnólogos actuales niegan esta realidad, en parte porque
adscriben a un discurso sociológico que tiende a excluir la guerra del campo de las
relaciones sociales en los pueblos primitivos.
La sociedad primitiva suele estar caracterizada por ser indivisa, por no tener jerarquías,
diferencias internas en relación a la posesión de riqueza. Se encuentra caracterizada, en
este sentido, por la unidad y por la totalidad, ya que reclama para si la autonomía. Cada
comunidad puede pensarse como un Nosotros que vela por la integridad de su territorio,
en consecuencia, la guerra está inscripta en el ser de la sociedad primitiva. La lógica de
la sociedad primitiva, que es una lógica de la diferencia en su relación con los otros
pueblos, está en contradicción con la lógica del intercambio generalizado. Hay una
lógica centrífuga de la parcelación que necesita la figura opuesta del extranjero y/o
enemigo. La guerra, es, en consecuencia, una estructura.
La guerra de todos contra todos, no obstante, atentaría contra la lógica primitiva, ya que
implicaría la consolidación de vencedores y vencidos, y en consecuencia, de jerarquías.
En este sentido, existe una política de los amigos con los que se sellarán alianzas y
enemigos. La guerra está antes que la alianza, determina la necesidad de esta última.
Allí se despliega el intercambio pero porque hay primero una alianza. En sí, el
intercambio es rechazado por la sociedad primitiva.
La actividad guerrera es una tarea propia del horizonte de vida del mundo masculino. El
hombre primitivo es, entonces, guerrero.
Existen algunas sociedades en donde la relación con la guerra excede lo dicho, ya que
cumple la función de lo dicho arriba, pero también es el fin personal del guerrero. En la
sociedad primitiva, todos los hombres son guerreros potenciales. En la sociedad con
guerreros, todos hacen la guerra cuando es necesario, pero hay un grupo que se dedica
completamente a ello. Como ejemplo Clastres toma el caso de algunas tribus del Chaco.
Las tribus están orgullosas de sus guerreros. El guerrero tiene prestigio, no obstante, no
es una esfera de poder, sólo cuenta con prestigio. La sociedad detenta el control porque
determina quién tiene le prestigio o no. El hombre primitivo se constituye en guerrero
cuando corta el cuero cabelludo de un enemigo. ¿Al detentar casi un monopolio de la
capacidad de guerrear, podrían organizar esa violencia hacia el interior de la sociedad
para convertirse en un órgano de poder? No, porque el prestigio es revocable, en
consecuencia, se ve impulsado constantemente a revalidar su posición, guerreando. Ello
les impide constituirse como grupo organizado, como colectividad homogénea, porque
al guerrero lo mueven deseos individuales. En este sinfín de hazañas que debe lograr
para revalidar su lugar, el guerrero es un ser para la muerte. La sociedad mantiene el
poder porque es quien pone las reglas del juego que determinan las hazañas por
realizarse para seguir siendo guerrero.