Está en la página 1de 3

Clastres, “la guerra en la sociedad primitiva”.

Los distintos observadores de los “pueblos primitivos” siempre los presentan como
devotos de la guerra. Muchos etnólogos actuales niegan esta realidad, en parte porque
adscriben a un discurso sociológico que tiende a excluir la guerra del campo de las
relaciones sociales en los pueblos primitivos.

Existen tres grandes líneas de pensamiento en el problema de la guerra y la sociedad


primitiva: a) El discurso naturalista (Gourhan) con un fuerte componente organicista,
supone que el comportamiento agresivo es natural en el ser humano, en este sentido, la
violencia es una parte constitutiva del hombre, es un medio para la subsistencia. Los
cazadores, que ejercen una violencia natural, se transforman poco a poco en guerreros,
la guerra no es más que un despliegue de la caza. Clastres critica esto: la caza está
motivada por el hambre; la guerra no. B) El discurso economicista presupone la pobreza
material de los pueblos primitivos por su escaso desarrollo teconólogico, en este
sentido, se desarrolla una competencia por los recursos entre diferentes grupos que
desemboca en un conflicto armado. Clastres la desestima porque entiende que las
sociedades primitivas, ancladas en un modo de producción doméstico, lograron
satisfacer sus necesidades plenamente. C) El discurso del intercambio (Levi-Strauss).
Para el autor la violencia no puede ser analizada como una esfera autónoma, sino que
debe ser entendida enmarcada en el entramado social concreto. En este sentido, para
Strauss lo que caracteriza a las sociedades es el intercambio, del éxito o el fracaso de
éstas dependen la guerra o la paz. Clastres lo critica porque pensar a la sociedad
primitiva desde el enfoque del intercambio ignora un dato evidente: la persistencia del
fenómeno guerrero.

Para Clastres, la guerra es la causa pero también el medio para garantizar el


parcelamiento típico de la sociedad primitiva. La comunidades es una unidad política
porque es más que la suma de las partes que la componen, es más que las diversas
unidades que la constituyen bajo el signo del parentesco. La comunidad reclama un
territorio determinado como espacio exclusivo para el ejercicio de los derechos
comunitarios. Esta afirmación implica desde su origen la existencia de otro que se
excluye de la pertenencia de ese grupo, y por tanto, del territorio que habita.

La sociedad primitiva suele estar caracterizada por ser indivisa, por no tener jerarquías,
diferencias internas en relación a la posesión de riqueza. Se encuentra caracterizada, en
este sentido, por la unidad y por la totalidad, ya que reclama para si la autonomía. Cada
comunidad puede pensarse como un Nosotros que vela por la integridad de su territorio,
en consecuencia, la guerra está inscripta en el ser de la sociedad primitiva. La lógica de
la sociedad primitiva, que es una lógica de la diferencia en su relación con los otros
pueblos, está en contradicción con la lógica del intercambio generalizado. Hay una
lógica centrífuga de la parcelación que necesita la figura opuesta del extranjero y/o
enemigo. La guerra, es, en consecuencia, una estructura.

La guerra de todos contra todos, no obstante, atentaría contra la lógica primitiva, ya que
implicaría la consolidación de vencedores y vencidos, y en consecuencia, de jerarquías.
En este sentido, existe una política de los amigos con los que se sellarán alianzas y
enemigos. La guerra está antes que la alianza, determina la necesidad de esta última.
Allí se despliega el intercambio pero porque hay primero una alianza. En sí, el
intercambio es rechazado por la sociedad primitiva.

Así, la guerra es un acto propiamente político. No la realidad puntual del conficto


armado, sino la existencia de su posibilidad. La guerra como política exterior se
relaciona con la política interior: con su conservadurismo en el sentido de no introducir
cambios en su carácter indiviso. Así, la sociedad primitiva es sociedad para la guerra.
La guerra es la preeminencia de la lógica de lo centrífugo, sirve para mantener a cada
comunidad. A su vez, la sociedad primtiiva es una sociedad contra el Estado, porque el
Estado es la sociedad de la jerarquía, lo opuesto a una sociedad indivisa. La guerra
como mecanismo para la dispersión se opone a la lógica del Estado que es la máquina
de la unificación.

La actividad guerrera es una tarea propia del horizonte de vida del mundo masculino. El
hombre primitivo es, entonces, guerrero.

Existen algunas sociedades en donde la relación con la guerra excede lo dicho, ya que
cumple la función de lo dicho arriba, pero también es el fin personal del guerrero. En la
sociedad primitiva, todos los hombres son guerreros potenciales. En la sociedad con
guerreros, todos hacen la guerra cuando es necesario, pero hay un grupo que se dedica
completamente a ello. Como ejemplo Clastres toma el caso de algunas tribus del Chaco.
Las tribus están orgullosas de sus guerreros. El guerrero tiene prestigio, no obstante, no
es una esfera de poder, sólo cuenta con prestigio. La sociedad detenta el control porque
determina quién tiene le prestigio o no. El hombre primitivo se constituye en guerrero
cuando corta el cuero cabelludo de un enemigo. ¿Al detentar casi un monopolio de la
capacidad de guerrear, podrían organizar esa violencia hacia el interior de la sociedad
para convertirse en un órgano de poder? No, porque el prestigio es revocable, en
consecuencia, se ve impulsado constantemente a revalidar su posición, guerreando. Ello
les impide constituirse como grupo organizado, como colectividad homogénea, porque
al guerrero lo mueven deseos individuales. En este sinfín de hazañas que debe lograr
para revalidar su lugar, el guerrero es un ser para la muerte. La sociedad mantiene el
poder porque es quien pone las reglas del juego que determinan las hazañas por
realizarse para seguir siendo guerrero.

También podría gustarte