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Para una política de la desmasificación del autismo y las psicosis en la infancia.

-Cuerpo y lenguaje-

Claudia Lijtinstens

Para pensar el autismo y las psicosis infantiles en medio de tantas propuestas políticas
controvertidas -tales como los proyectos de ley que en diferentes partes del mundo pretenden
instaurar, en relación al autismo, una política estandarizada y masificante- propongo introducir,
primero, una interpretación de lo que significa el autismo desde la perspectiva del parletre, es
decir, del sujeto del lenguaje anudado a un cuerpo, para luego establecer, en la medida de lo
posible, una política de la desmasificación para su abordaje.

Cuando la palabra no se presenta articulada a un discurso, a un cuerpo, a un lazo social, cuando


el síntoma no anuda los registros RSI, cuando el cuerpo mismo no funciona como borde o
superficie de inscripción, nos encontramos con el desparramo de un goce que invade al sujeto
por todas las vías: el Otro, el saber y los objetos.

Estos cuerpos desanudados, desafectados, tomados como objeto de la satisfacción de otros


cuerpos, sin mediación sintomática, manifiestan un sin freno que desregula el contacto con el
otro y con el propio cuerpo y los somete a una fractura del goce; un lugar de fractura abierto al
retorno desenfrenado del goce, ese goce que retorna como pura consistencia imaginaria.

“El niño autista está alucinado” 1, y eso significa que no puede escuchar un “llamado” porque la
respuesta ya está allí; el Otro se presenta completo, absoluto y real, y frente a lo cual se le hace
ineludible encontrar los medios para defenderse

No contando con el aparato lenguajero (lalengua +lazo social), cada niño autista instaurará una
vía de defensa contra eso no simbolizado que retorna en lo real a partir de diversas y muchas
veces inescrutables modalidades.

La presencia de lalangue puede ser captada por la insistencia del significante sólo, la holofrase
significante o las frases interrumpidas. La palabra está reducida a un desenfreno metonímico sin
puntuación, a distancia del decir y de una enunciación.

El enunciado puro y sin retórica de ciertos significantes repetidos al infinito, enunciados que no
remiten a nada ni parecen estar dirigidos a nadie, traducen un torrente significante de una
continuidad sin puntuación ni separación que nos habla también de esa deriva en la eternización
del presente.

Ese presente diacrónico, continuo, sin variación -que pareciera paralizar la realidad- intenta ser
puntuado en un dispositivo institucional orientado en los principios epistémicos y políticos de la
orientación lacanaiana, con intervenciones que introducen pausas, escansiones, discontinuidades
significantes, que se proponen hacer ingresar la sorpresa, la contingencia y la originalidad
inscribiendo al mismo tiempo una regulación frente a la masividad de ese Otro. Se trata de
invenciones ordenadoras que resultan del cálculo clínico singular producidas por la acción
colectiva del equipo.

Así, respecto al espacio y al tiempo, en ocasiones será el ordenamiento de los lugares para las
actividades o el establecimiento de grupos y horarios para realizarlas. En ocasiones será la
permutación deliberada de coordinadores de talleres o el uso de algunos enunciados
transformándolos en una canción o en un sintagma de uso cotidiano. Intervenciones todas estas,

1
Laurent, E.: “Fragmentos sobre el Autismo”. Rev. “Lazos” 1997.
frente a las cuales se tiene la precaución constante de no transformarlas en nuevas normas
rígidas o estereotipadas.

Serán metáforas de clasificaciones y separaciones que escanden ese continuo, embragues que
encadenan el pasado y el futuro, apostando al encuentro con el signo de lo más genuino de cada
sujeto, aquello no anticipado que permite el ingreso de la letra, ese rasgo a partir del cual es
posible elucidar el acontecimiento de cuerpo o las maneras en las que el sujeto responde a lo
imposible del encuentro con el Otro.

El lenguaje como “pura exterioridad”, sin que se haya logrado producir en tanto órgano, hace
necesario para el sujeto autista la elección de un “objeto suplementario electivamente
erotizado”2 objeto que funcione –tal como sucede en la esquizofrenia- a la manera de un órgano
que convenga a su cuerpo y pueda producir su “montaje”.

Observamos entonces la presencia de esos objetos suplementarios tan familiares al sujeto


autista, aquellos a los cuales se adosa logrando cierta estabilización y que le posibilitan serenar
su cuerpo, funcionando como un verdadero instrumento para moderar el retorno de goce y
constituirle un borde, un contorno a ese cuerpo.

Ese acoplamiento del sujeto a un objeto “bizarro” (existen múltiples ejemplos al respecto)
explica la manera cómo el cuerpo puede volverse un medio para “pegarse” al otro, en la medida
en que el objeto no fue extraído del campo del Otro y, como consecuencia, no ha producido los
orificios capaces de organizar una traducción de la demanda y del Otro.

El sujeto, al no contar con el falo como la norma métrica de ordenamiento del espacio y el
tiempo como construcciones simbólicas, se desplaza en “espacios de goce”3 pegándose a la
pulsión de una manera no-métrica. Es por esto que ese Otro siempre puede invadir el cuerpo del
sujeto, dice E. Laurent, “…con un goce atroz, bajo modos catastróficos, sin que los bordes
puedan marcar una pulsación reglada”4.

Sin contar con esos bordes, sin haber sido extraídos los objetos (especialmente la mirada y la
voz) del campo del Otro, estos le retornan al sujeto como puro real.

Es fundamental, en el trabajo institucional con sujetos psicóticos, la cautela en el manejo de


esos espacios y la continua puesta en cuestión de la permeabilidad, distribución y alcance de
esos “bordes” que el sujeto autista construye. Son acciones de fundamental importancia para
elaborar alguna solución sintomática delineada por ese trazado sujeto-objeto.

Por ello es tan frecuente observar el alivio que producen en el cotidiano institucional las
intervenciones que privilegian un uso discreto y no directivo de la voz y de la mirada, esa
distracción intencional que pone al resguardo a algunos sujetos de esa presencia que pueden
encarnan los intervinientes, favoreciendo una detención en la deriva metonímica, la localización
del trazado pulsional y promover una nominación de manera de sobrellevar su Otro sin las
consecuencias devastadoras de la invasión.

He aquí algunos ejemplos de recortes de trabajo institucional en los que es posible apreciar
cómo esa función de “partenaire fuera de toda reciprocidad imaginaria 5”, es encarnada por un
equipo pluralizado que se acopla, de una manera activa pero a la vez prudente, al trabajo que
realiza un sujeto autista.

2
Laurent, E. : “Fragmentos sobre el autismo” Revista “Lazos” del 20 de enero de 1997. Pág. 76
3
Ídem. Pág. 75
4
Ídem
5
Ídem. Pág. 78
Un joven de veinticinco años –quien, con un inventario de palabras desperdigadas, una mirada
penetrante y un sostenido despliegue de actos agresivos y desafiantes, rechazaba cualquier
intento de acercamiento- comienza progresivamente a introducir y a repetir un significante
inusual: “bandido”.

Este enunciado fue recortado por el equipo, elevado al rango de un “decir” y puesto en función
cada vez que él joven realizaba actos como tirar el pelo, pellizcar, tirar objetos, escupir, u otros.

Esta minuciosa operación -que rutinaria e inalterablemente se sostuvo con el joven en el trabajo
de su alojamiento institucional- posibilitó que este significante se interponga periódica y
consecutivamente entre él y su cuerpo, entre él y el otro, y produzca una incorporación y un
desplazamiento que modificaron su posición, vivificando su cuerpo y su mirada notablemente, a
lo largo del trabajo de estos años.

Acoger y soportar incesantemente su manera de hacer con lo real, de ligarse al otro y a los
objetos, diversificando su insistencia e incorporando los signos de su propio tratamiento de lo
real, fue la condición necesaria para que la estrategia de intervención fuese viable.

Otro ejemplo clínico:

Luego de ser admitido en la institución hace un año aproximadamente -y a pesar de contar con
un lenguaje rico y dominando el código de la lecto-escritura- el lenguaje oral y escrito de C. se
reduce a palabras sueltas, sin entonación o grafemas enlazados sin solución de continuidad.

Una insistente pregunta que acompaña el tocar todos los objetos posibles parece no tener fin,
pero empieza a ser circunscripta una vez que el equipo capta algunos detalles que se presentan
con regularidad en la misma.

Frente al insistente “¿qué es esto…? se advierte que señala especialmente aquellos objetos “que
hacen borde”6, que recubren las partes del cuerpo de los educadores (ropas, adornos u objetos
del cuerpo) ritualizándose un juego con el que va nombrando un contorno que claramente arma
y delimita un objeto fuera -del - cuerpo7 y que puede plegarse al suyo propio.

También su excitación motriz comienza a reducirse luego de que se precisa que el estar sólo, sin
compañía de un adulto (escuchando o mirando videos musicales durante horas) lo lleva a
incrementar esa excitación hasta límites insostenibles, arrojándolo a un vacío.

Se comienzan entonces a establecer horarios, espacios, momentos para la realización de estas


actividades, siempre con la presencia sostenida y prudente de un interviniente que modera el
balanceo, el baile desenfrenado o la repetición infinita. El recorte espacio y tiempo, anudado a
la presencia cercana del educador, produce un marco organizado por donde transitar,
aquietándolo.

Cuando no se aboca a esta actividad de contemplación fascinada y excitada por la imagen


(sonora o visual) repetida indefinidamente, C. se dedica a un deambular sigiloso y casi
imperceptible por la institución: entra o sale de la cocina, se escabulle de la sala de un taller, se
desliza hacia el patio o adentro de la administración y nadie parece percatarse inmediatamente
de ello. Y en cada lugar, perfectamente advertido de quien lo ocupa, extrae algo: a veces cosas
de gran valor, otras de carácter insignificante, pero siempre guarda y esconde esos objetos entre
sus ropas. En ocasiones llena sus bolsillos de piedras, en otras de papeles; a veces lo hace con
prendas de vestir ajenas, teléfonos celulares, libros, agendas, etc.

6
Laurent, E. : “Fragmentos sobre el autismo” Revista “Lazos” del 20 de enero de 1997. Pág. 76
7
Idem
Es entonces esta sustracción la que es elevada a la condición de una verdadera manipulación
significante y no como un mero comportamiento insidioso por medio de la cual el joven
introduce un menos como tratamiento del Otro, precisamente en la mirada, a la vez que logra
proveerse cierta satisfacción, a partir de una resonancia corporal, que pudo ser a su vez incluida
en una actividad destinada al movimiento y recreación corporal.

De este modo, se diagrama con el equipo un circuito regulado por donde transitar, pautas que
van en oposición a la imposición de una regla por anticipación. Por ejemplo, se establece en la
reunión de construcción clínica principios de funcionamiento, tales como que en la institución
es posible sacar los objetos.... quitando del medio toda connotación universalizante de la
norma.

En todos los casos, las maniobras inventadas por el equipo para el tratamiento del cuerpo y los
objetos intentan introducir una cierta metonimia del objeto, frente a un cuerpo que goza de si
mismo y que es invadido por un lleno de goce, donde cada sujeto inventa un mecanismo para
tratarlo, extrayendo algo de ese cuerpo o introduciendo la castración en lo real.

Acoplarse al trabajo del sujeto para leer cómo se conforma en cada caso ese real y su
tratamiento, permite hacer ingresar un tratamiento de la lengua, y la posibilidad de un
intercambio, una introducción de una cadena, un ritmo, una secuencia discursiva, definiendo
verdaderos espacios de sujeción.

Se trata entonces, como lo recalca Laurent, de hacerse partenaire real del sujeto autista8 (al
igual que ese objeto) fuera de toda reciprocidad imaginaria, que iría en el sentido de dirigir y
proponerse como patrón de un accionar, no apelando ni al maternaje ni a la dimensión
educativa, no tomando lugares enmascarados ni por el saber ni por el amor, sosteniendo una
barrera a la invasión de goce que posibilite desplegar algún tipo de empalme con el objeto y con
el Otro.

Ese lugar de partenaire es la vía regia para favorecer ese tratamiento del Otro que el sujeto
autista ya viene realizando, “…a partir de un órgano suplementario o de la introducción de un
menos9

A diferencia de las prácticas reeducativas que apuntan a la normalización y adaptación de


aquello que permanece bajo un déficit o desadaptación, la orientación lacaniana introduce la vía
de la enunciación, de elevar aquello que funciona como solución o defensa a la dignidad de
metáfora de una posición subjetiva.

De allí que la intervención más generalizable sea la introducción de un NO cuando el niño se


ubica como condensador de goce o identificado al objeto. Ese NO que se sostiene en la
presencia del cuerpo del interviniente puede posibilitar una nueva relación al saber, ya no como
rechazo, e introducir nuevos circuitos metonímicos de los objetos.

Diría que la apuesta ética del psicoanálisis es, entonces, elevar el problema del autismo a una
problemática del sujeto, poniendo de relieve las soluciones que el mismo sujeto autista nos
proporciona. Se trata de favorecer un tipo de enunciación a partir de un efecto de resonancia que
singularice y atempere la fragilidad del lazo para permitir cierta circulación metonímica de los
objetos, en el marco de la pluralización del Otro y de una mirada clínica - no masificante- del
sufrimiento en la infancia.

8
Ídem
9
Baggio, V.: Jornadas de RI3. Recurso Internet.

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