Está en la página 1de 2

Taller “cuerpo y movimiento”

Fundamentación
Pensando en el taller como un lugar necesario para propiciar un espacio en donde
los niños puedan explorar, conocer, vivenciar su cuerpo, y/o propiciar o acompañar la
construcción del mismo.
Planteando esto ultimo como eje, se toma la propuesta expuesta por
Silvia Tendlarz habla del encapsulamiento de niños con diagnostico de autismo, los cuales
varían de acuerdo a la singularidad de cada niño. Dice que van del profundo rechazo del
Otro, que impide acercarse al niño puesto que es experimentado como una intrusión, a un
encapsulamiento en el que se incluyen personas y objetos. De hecho, el dispositivo analítico
apunta al desplazamiento del encapsulamiento autista de modo tal que el niño encuentre un
modo de contacto a su manera.
Y siguiendo los lineamientos de Eric Laurent, Tendlarz dice que hay un “retorno
del goce sobre el borde”, es decir, los niños autistas se presentan como si no tuvieran
cuerpo, sin imagen, pero con un neo-borde. Eric Laurent afirma que la falta de cuerpo del
sujeto autista es ya una relación con el cuerpo puesto que tiene una relación particular con
sus orificios y con el uso del espacio. Es el acontecimiento del cuerpo esencial del autismo
sin constitución del Otro, sin el circuito pulsional, y por ende, sin objeto y sin imagen
especular.
El tratamiento del espacio del niño autista es una topología sin orientación ni
medida, en el cual los trayectos que inventan le permiten en algunos casos construir un
borde y a partir de ahí desplazarlo. El espacio sin unidad de medida hace que los objetos y
las personas queden a veces demasiado cerca o extremadamente lejos.
Siguiendo con lo hasta aquí expuesto, nuestra propuesta consiste en que, a través del taller
de “cuerpo y movimiento”, propiciar un espacio en donde a través de este contribuir a la
ampliación de este neo-borde.
En lo que respecta al cuerpo, en el autismo, se trata de vérselas con la falta de la
constitución corporal y la búsqueda de la constitución de un borde, frente a la forclusión del
agujero.
El niño autista tiene necesidad de encontrar lo mismo para mantener su lugar en el
mundo; El borde es el lugar de los contactos y de los posibles intercambios.
Por esto se plantea, hasta aquí con las conceptualizaciones de S. Tendlarz, la
ampliación del neoborde y de “escuchar” a estos sujetos, de "establecer un espacio común"
(laurent, 2013) de acoger la singularidad de cada uno, y de encontrar la manera de
establecer el "lazo sutil" con el que podamos contribuir al desplazamiento de su
"encapsulamiento" dentro de su relación con los objetos y las personas, contrarrestando el
presagio de un futuro trágico sin posibilidad de movimiento.
Otro de los autores que se ubican en esta línea, es Alfredo Jerusalinsky (1988). Este
autor indica que en el autismo, “el Otro circula en un imaginario que deja afuera al hijo.
Todo significante opera, entonces, lanzándolo al campo de lo real, dejando al niño sin
marca.” (Jerusalinsky, 1988, pág. 16), dice que hay solo deseo de muerte, una situación de
exclusión en donde se lo deja al niño en un lugar fijo ubicando a lo corporal como un no
yo, actuando masivamente un mecanismo contrario a la identificación: queda siempre afuera.
Jeruzalinsky establece la ausencia del deseo de la madre que corta toda captura
imaginario-simbólica, por eso la direccionalidad pulsional no se establece. Su cuerpo
permanece suelto porque fracasa el encuentro de un ser que optó en su deseo, que capta al
niño en una imagen que otorga el carácter de ser uno. En lugar de recubrirse el objeto ''a"
(real) con cargas imaginarias, “la primaria criatura” (Jeruzalinsky, 1988) es abandonada a lo
real.
Sin identificación no hay acceso a lo imaginario, y por ende a la construcción del
yo, a la constitución corporal o al soporte simbólico.
Por lo expuesto hasta aquí, podemos decir que es necesario propiciar un espacio de
sostén, de soporte para que estos niños, puedan ubicarse en otro lugar y así crear una
relación imaginaria que propicie el surgimiento de algo nuevo, un expansión de su mundo y
un cambio en la relación con este.

Destinatarios

Niños de desde los 3 años hasta los 11.

Objetivos
Se busca el alcance de los objetivos a través de la música como facilitadora y
mediadora de los cuerpos y con ello del lazo social. La música propuesta en un espacio
lúdico donde los niños lleguen a conocer y conocerse.
Así mismo, se intentara desarrollar las capacidades, facilitar la expresión y la
comunicación a través del cuerpo.
El objetivo del taller es generar un espacio lúdico y terapéutico que posibilite el uso
del propio cuerpo y el contacto con los compañeros del espacio.
Nos proponemos construir, junto con los niños, un espacio tiempo que permita
desplegar la subjetividad de cada uno y promover el lazo con los otros.

Objetivos específicos:

• favorecer el lazo social.


• reconocimiento del propio cuerpo y el del otro.
• Focalizar en el trabajo con el propio cuerpo: sus bordes, las posibilidades de
movimiento.
• Incentivar las posibilidades de encuentro con los otros (en las distintas modalidades):
presencia en silencio, juegos corporales, juegos por medio de la palabra, canciones.
• Posibilitar el armado de tiempo y el espacio: el adentro y afuera, los distintos
momentos de la actividad.

Inicio del taller


Movimiento del cuerpo en reconocimiento del espacio.

Desarrollo del taller

Actividades:

• Imitación de gestos faciales o movimientos corporales.


• Imitar los sonidos de diferentes tipos.
• Dinámicas grupales y corporales acompañadas de diversos ritmos musicales.
• Utilización de distintos sonidos y ritmos.

Finalización

Relajación a través de ritmos musicales lentos.

También podría gustarte