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El arbitraje al ser una jurisdicción voluntaria exige que la función que cumplan
los árbitros a los que se les encomienda la misión de dilucidar y resolver el tema
controversial que se les pone en conocimiento, se encuentre guiada por los principios
y/o valores éticos que todo arbitro debe demostrar al momento de cumplir sus
funciones, a fin de corresponder a la confianza que le fue conferida al ser designado
como tal.
Al encontrarnos ante una controversia que deriva de una contratación del Estado,
existirá una normativa reguladora propia del proceso arbitral para este tipo de casos,
siendo esta el Reglamento de la Ley de Contrataciones del Estado (D.S. N° 344-2018-
EF), que precisa que cuando surja un conflicto de esta índole en la que se vea
involucrada los intereses del Estado, se podrá recurrir a fueros arbitrales, pudiendo optar
un arbitraje ad hoc o institucional, siendo el punto dirimente la voluntad de las partes al
momento de estipular el convenio arbitral.
Este tipo de casos se suscitarán cuando las partes acuerden que la organización y
administración del proceso arbitral será asumido por el OSCE, que se encargara de
llevar a cabo el proceso arbitral de acuerdo con los reglamentos y directivas vigentes.
Para estos casos, existe un régimen arbitral propio que recibe la denominación de
Sistema Nacional de Arbitraje del OCSE, que cuenta con un proceso y procedimientos
particulares que lo distinguen del arbitraje ad hoc e institucional, que se encuentran
establecidos en la Directiva N° 004-2020-OSCE/CD (Reglamento del Régimen
Institucional de Arbitraje Especializado y Subsidiario en Contrataciones del Estado a
cargo del SNA-OSCE)
En cuanto a la conformación del Tribunal Arbitral, este aspecto viene a ser una
discrecionalidad de las partes, pues serán los únicos legitimados a establecer si el
proceso arbitral será dirigido por un único arbitro o un colegiado, de ello puede
desprenderse que, la voluntad de las partes primara en este tipo de procesos
arbitrales, ya que serán quienes estipularan las reglas bajo las cuales se desarrollara
el arbitraje. De igual manera, sucede en la designación del árbitro, dado que no existe
un plazo previamente regulado para este aspecto, dado que serán las partes quienes
acordarán un plazo que consideren conveniente y razonable para poder designar al
árbitro.
Cuando las partes hayan omitido la modalidad para la designación del árbitro.
Cuando las partes no hayan acordado la designación de los árbitros.
Cuando las partes no hayan arribado a un acuerdo para la designación del
presidente del Tribunal Arbitral.
Cabe precisar que, toda designación residual que fuera ejecutada por el OSCE tienen
el carácter de definitiva e inimpugnable, esto es, que las partes no podrán cuestionar la
decisión que fuera tomada por el OSCE, respecto a la designación de los arbitros.
Cuando medie una aceptación del árbitro designado, este deberá suscribir una
declaración, por medio de la cual manifieste -de ser el caso- cualquier circunstancia
que pueda generar algún tipo de duda respecto a su independencia e imparcialidad
en el proceso arbitral en el cual participará.
“a. En caso de árbitro único, o cuando las partes han acordado que el
nombramiento de todos los árbitros o del presidente del tribunal se efectúe de
común acuerdo entre ellas, tendrán un plazo de quince (15) días de recibido el
requerimiento de nombramiento para que cumplan con hacerlo.
Cuando no existe un acuerdo diferente adoptado por las partes, se tendrá que
desde los 15 días posteriores a que la persona es comunicada de su
designación como árbitro, deberá proceder con manifestar su aceptación de
manera escrita. En el caso de que, no exprese lo conveniente en dicho plazo,
se tendrá que tácitamente está expresando que no acepta el nombramiento.
Desde que el último arbitro haya expresado la aceptación al nombramiento
como árbitro, se considerará como válidamente constituido el tribunal
arbitral.
I.7.5. El Privilegio en el nombramiento.
Entonces, podemos entender a estos términos desde dos dimensiones que los
diferencian uno del otro, en lo que respecta a la independencia, esta propiamente se
presenta de manera objetiva, por motivo de que entre una de las partes y el árbitro puede
existir una relación de consanguineidad o parentesco que los una, lo que permitiría
colegir que favorecerá a dicha persona o que está podría tener injerencia en la decisión
del árbitro, lo que contravendría el principio de independencia que debe guiar la labor
de todo árbitro; en lo concerniente a la imparcialidad, esta reside en la subjetividad,
dado que un árbitro puede tener un interés particular en el resultado del arbitraje, lo cual
puede influir en que se incline a favor de alguna de las partes al momento de resolver y
emitir su laudo arbitral, trayendo como consecuencia la transgresión al principio de
imparcialidad.
I.8.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
1. Alonso Puig, J. (2007). Los árbitros: selección, recusación y reemplazo.
THEMIS, Revista De Derecho, (53), pp. 161-166. Recuperado a partir de
https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/themis/article/view/8855