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EL TRIBUNAL ARBITRAL

Dr. Fernando Vidal Ramírez


SUMARIO

1. Premisa.
2. La Petición de Arbitraje.
3. La Conformación del Tribunal Arbitral.
4. Requisitos para ser Nombrado Arbitro.
5. El Nombramiento.
6. Formalidades del Nombramiento.
7. La Renumeración de los Arbitros .
8. Los Deberes de los Arbitros.
9. Renuncia de los Arbitros .
10. Recusación de los Arbitros.
11. La Responsabilidad de los Arbitros.

I.- PREMISA

Formalizado el convenio arbitral su implementación corresponde a los árbitros


quienes deben constituirse en, ya sea como Tribunal Arbitral Colegiado o
como Tribunal de Arb itro Unico, para dar cumplimiento a la voluntad de las
partes.

Los árbitros, preceptúa el art. 18 de la LGA, no representan los intereses de


ninguna de las partes y deben ejercer el cargo con absoluta discreción. En el
desempeño de sus funciones deben tener también plena independencia y no
están sometidos a orden, disposición o autoridad que menoscabe sus
atribuciones, gozando además del secreto profesional.
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La importancia de los árbitros designados es tal que para muchos autores,


1
según cita de Mantilla Serrano( ), "el arbitraje vale lo que vale el árbitro".

II.- LA PETICION DE ARBITRAJE.

Suscitada la controversia por el planteamiento de las pretensiones de una


parte y su rechazo por la otra, agotados los medios conciliatorios previamente
previstos, la parte que ha planteado las pretensiones debe proceder a la
petición del arbitraje.

La petición de arbitraje se formula en mérito del convenio arbitral y con


observancia de lo pactado. La parte peticionante, según lo establecido en el
convenio arbitral, deberá precisar la materia de la controversia que será objeto
del arbitraje e invocar a la otra parte el cumplimiento de lo pactado en el
convenio arbitral.

III. LA CONFORMACIÓN DEL TRIBUNAL ARBITRAL.

La conformación del Tribunal Arbitral la deben decidir las partes en el convenio


arbitral. Pueden acordar la conformación de un Tribunal Colegiado con el
número de árbitros que estimen conveniente y siempre que sea impar o un
Tribunal con Arbitro Unico, dependiendo la conformación de la complejidad de
la materia controvertida y de la necesidad de contar con especialistas.

El art. 24 de la LGA dispone que el Tribunal Arbitral, si es colegiado, debe


conformarse con un número impar de árbitros y que, a falta de acuerdo entre
las partes o en caso de duda, el Tribunal se conforma con tres árbitros, que,
por lo demás, es el número usual. En el caso de que las partes acuerden un
número par, el mismo art. 24 dispone que los árbitros nombrados deben
proceder al nombramiento de un árbitro adicional, a quien corresponderá
asumir la presidencia del Tribunal.

1
Mantilla Serrano, Fernando. La Constitución del Tribunal Arbitral: Cómo escoger el Arbitro, en El
Arbitraje Comercial Internacional. Suplemento Especial. Boletín de la Corte Internacional de
Arbitraje de la CCI.

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El Tribunal Arbitral requiere, en cuanto a su conformación, de un presidente.


Por eso, el art. 21 in fine, ante la falta de designación del presidente del
Tribunal Arbitral cuando ambas partes han nombrado a los árbitros faculta a
los nombrados a designarlo de entre ellos.

La conformación del Tribunal Arbitral se integra con un secretario, cuando el


arbitraje es ad hoc. Si el arbitraje es institucional o administrado, la institución
arbitral designa al secretario.

En las disposiciones pertinentes al arbitraje internacional, el art. 101 de la LGA


establece similares disposiciones en cuanto a la conformación del Tribunal
Arbitral y reconoce a las partes la facultad de determinar libremente el número
de árbitros y que, a falta de tal acuerdo, los árbitros deberán ser 3, pudiendo
nombrar también uno o más árbitros suplentes, o acordar el procedimiento
para su nombramiento, pudiéndose remitir, para el efecto, a una institución
arbitral.

IV.- REQUISITOS PARA SER NOMBRADO ARBITRO.

El nombramiento del árbitro o árbitros debe recaer en personas naturales


idóneas para el desempeño de la función arbitral. Sin embargo, el art. 25 de la
LGA ha planteado la posibilidad de la designación de una persona jurídica
pero con la advertencia de que, en tal caso, su designación debe entenderse
referida a su actuación como entidad nominadora de las personas naturales
que asuman la función arbitral.

El acotado art. 25 establece como requisito la capacidad del que va a ser


nombrado árbitro, en razón de su mayoría de edad y de encontrarse en el
pleno ejercicio de sus derechos civiles, sin que obste su nacionalidad, pues
pueden ser nombrados, indistintamente, los peruanos y los extranjeros.

Cuando se trata de un arbitraje de derecho, el art. 25 adiciona como requisito


que el nombramiento deba recaer en profesionales del Derecho, esto es, en
abogados. Ello significa que si el arbitraje es de conciencia el único requisito es
el de la idoneidad.

Si bien la LGA no establece más requisitos que los que quedan expuestos, su
art. 26 enumera los impedimentos o incompatibilidades para asumir la función
arbitral. Tales impedimentos o incompatibilidades alcanzan a los magistrados,
con excepción de los Jueces de Paz, que consideramos que deben ser los No
Letrados por estar fuera de la carrera judicial, los Fiscales, los Procuradores

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Públicos y los Ejecutores Coactivos, aunque respecto de los exceptuados el


impedimiento o incompatibilidad existe si el objeto del arbitraje estuviera
vinculado al ejercicio de sus funciones; al Presidente de la República y a los
Vicepresidentes, a los miembros del Congreso y a los del Tribunal
Constitucional; a los oficiales generales y superiores de las Fuerzas Armadas y
Policía Nacional, con excepción de los profesionales asimilados; a los ex-
magistrados en las causas que han conocido; y, al Contralor de la República
en los procesos arbitrales en los que sean parte las entidades que se
encuentran bajo la supervisión de la Contraloría General de la República.

El nombramiento, si se formaliza pese a los impedimentos antes indicados,


acarrea su nulidad y la del laudo, si llega a dictarse.

V.- EL NOMBRAMIENTO.

El nombramiento de los árbitros corresponde, como lo venimos exponiendo, a


los celebrantes del convenio arbitral, los que pueden encargarlo a un tercero,
que puede ser persona natural o jurídica, incluída una institución arbitral.
Puede, eventualmente, nombrarlos la jurisdicción ordinaria, pero sin prescindir
de la voluntad de las partes.

El nombramiento puede incluir el de los árbitros suplentes, que pueden ser


designados conjuntamente con los titulares en el convenio arbitral o en
convenio posterior, y también el de los árbitros sustitutos, que son los que
deben designarse al producirse una vacante en el Tribunal Arbitral sin que se
haya previsto la participación de árbitros suplentes. El art. 32 de la LGA
establece que, en tal caso, el nombramiento del sustituto, a falta de acuerdo
entre las partes, debe hacerse por el mismo procedimiento mediante el cual se
nombró al árbitro que va a ser sustituído.

En los casos en que se haga necesaria la designación de un árbitro dirimente,


que es al que le corresponde decidir en caso de empate, tal designación se
efectúa por el mismo procedimiento que el utilizado para el nombramiento del
tercer árbitro, salvo que las partes lo hayan previsto en el convenio arbitral o,
que sometidas a un arbitraje institucional, el reglamento respectivo lo tenga
previsto.

Las disposiciones relativas al nombramiento de los árbitros las desarrolla la


LGA tanto en la normativa dedicada al arbitraje nacional como al arbitraje
internacional.

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5.1. El nombramiento por las partes.

El nombramiento de los árbitros por las partes puede hacerse en el convenio


arbitral o en un documento complementario al convenio. Pueden, además,
determinar libremente el procedimiento para tal nombramiento, como lo
establecen los arts. 20 y 21 de la LGA.

El modo de nombramiento ha sido siempre un tema que ha concitado int erés y


debate, pues se ha discutido siempre si cada parte debía nombrar un árbitro y
ambas, de común acuerdo, designar al tercero, o si ambas, de común
acuerdo, debían nombrar a todos los árbitros o al árbitro único si era del caso.
En la práctica se ha impuesto que el Tribunal Arbitral sea colegiado y
conformado por 3 miembros, correspondiendo a cada parte el nombramiento
de un árbitro y que los 2 árbitros así nombrados designen al tercero para que
presida el Tribunal y dirima.

El nombramiento de uno de los árbitros por cada parte y que los árbitros así
nombrados designen al tercero que actuará como dirimente y presidirá el
Tribunal Arbitral, es ya una práctica inveterada. En el Código de
Procedimientos Civiles de 1912 se disponía que los árbitros debían ser
nombrados por las partes y de común acuerdo (art. 551), pero la práctica
anteriormente indicada se impuso. El Código Civil de 1984 al entrar en
vigencia pretendió erradicar la práctica y estableció como regla general el
nombramiento por las partes, disponiendo en su art. 1918 que "Los árbitros
deben ser designados por las partes en número impar. Si son tres o más
formarán tribunal, presidido por el que ellos elijan. Es nulo el pacto de deferir a
una de las partes la facultad de hacer el nombramiento de alguno de los
árbitros". La regla, aunque con las excepciones que introdujo, fue mantenida
tanto por el Proyecto de Código Procesal Civil, que iba a derogar al de 1912,
como por la Ley General de Arbitraje promulgada mediante Decreto-Ley No.
25935 (art. 18), que vino a dejar sin efecto las normas en materia arbitral del
Proyecto de Código Procesal Civil, y a derogar las del Código Civil (Supra No.
3).

La vigente LGA, en su art. 21, establece también como regla general el


nombramiento de los árbitros por las partes, lo que es incuestionable cuando
se trata de árbitro único, pero cuando se trata de formar un tribunal colegiado,
si no media pacto para que los árbitros sean nombrados de común acuerdo,
cada una nombrará un árbitro y los árbitros así designados nombrarán al
tercero, que viene a ser el dirimente y quien además presidirá el Tribunal
Arbitral. La norma ha sido reiterada por el art. 102 para el Arbitraje
Internacional.

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Como puede apreciarse, se ha institucionalizado la práctica del nombramiento


de uno de los árbitros por cada parte, lo que a nuestro juicio es inconveniente,
pues la parte considera que está nombrando a "su árbitro", por considerarlo
como persona de su confianza, pero no sólo porque confía en su idoneidad,
sino porque puede tener confianza en que sea lo suficientemente permeable
respecto de la posición que en el proceso sostiene la misma parte que lo ha
nombrado y puede, así, recaer sistemáticamente el nombramiento en una
misma persona, lo que viene a distorsionar el sentido del arbitraje y de la
función arbitral. Puede arguirse, sin embargo, que las partes tienen el derecho
de escoger a sus árbitros y que ese derecho se compadece con la libre
determinación de cada una de ellas. El argumento es consistente y fuerte pero
creemos que frente a él debe prevalecer la necesidad de evitar vicios que
afecten al sistema arbitral como medio alternativo de solución de controversias
y no incurrir en los que aquejan a la jurisdicción ordinaria.

En las disposiciones pertinentes al arbitraje internacional, el art. 102 de la LGA,


que es una genuina norma supletoria, dispone que si las partes optan por un
Tribunal colegiado de 3 árbitros cada parte nombrará uno y los árbitros así
designados nombrarán al tercero, que es a quien también le corresponde la
presidencia del Tribunal. Sin embargo, pueden las partes optar por un árbitro
único o pactar que el nombramiento de los 3 árbitros sea de común acuerdo.

5.2. El nombramiento por un tercero o por una institución arbitral.

En el convenio arbitral las partes pueden acordar que el nombramiento de los


árbitros lo haga un tercero, sea persona natural o jurídica, o que lo haga una
institución arbitral.

Puede ocurrir que las partes hayan convenido en nombrar a los árbitros de
común acuerdo y que no arriben a tal acuerdo, previendo, en tal caso, que el
nombramiento lo haga un tercero o una institución arbitral.

Puede ocurrir también que habiendo las partes acordado que cada una
nombre a un árbitro y que los así nombrados designen a quien deba actuar
como dirimente y presidir el Tribunal Arbitral, prevean que, en caso que los
árbitros nombrados no arriben a tal acuerdo, que el nombramiento lo haga un
tercero o una institución arbitral.

En el caso de que el tercero no hiciera el nombramiento en el plazo que le


fijaron las partes o que la institución arbitral no lo hiciera en el plazo
establecido en su propio reglamento, el art. 22 de la LGA considera que el

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encargo ha sido rechazado, pudiendo las partes designar a otro tercero o a


otra institución arbitral.

En cualquiera de las hipótesis que quedan planteadas el nombramiento de los


árbitros por un tercero o por una institución arbitral es válido, pues responde a
la libre determinación de las partes que así han previsto el nombramiento de
los árbitros que deben resolver su conflicto de intereses.

Según el art. 102 de las disposiciones pertinentes al arbitraje internacional, si


una parte no nombra al árbitro que le corresponde la otra le puede formular un
requerimiento para que lo haga y, si no cumple, el nombramiento lo hará la
institución arbitral que la otra parte haya indicado. Y, si los árbitros nombrados
no se ponen de acuerdo para el nombramiento del tercero dentro del plazo de
10 días desde su nombramiento, la designación la hará también la institución
arbitral indicada por la parte interesada. Si las partes hubieran optado por un
Arbitro Unico o cuando las partes hayan pactado que el nombramiento de los 3
árbitros se hará de común acuerdo, si las mismas partes no arriban a un
acuerdo y transcurren 10 días de la primera propuesta, el nombramiento lo
hará la institución arbitral que señale cualquiera de las partes.

5.3. - El nombramiento por la jurisdicción ordinaria.

La Ley General de Arbitraje se ha puesto en varios supuestos que pueden


determinar que el nombramiento de los árbitros lo deba hacer la jurisdicción
ordinaria.

Así, puede ocurrir que las partes hayan convenido que cada una nombre a un
árbitro y una de ellas no cumple con hacerlo; o que los árbitros nombrados no
se pongan de acuerdo para el nombramiento del tercero y que las partes no
hayan previsto que en tal caso el nombramiento lo haga un tercero o una
institución arbitral. Puede ocurrir también que en el convenio arbitral se haya
pactado que ambas partes sean las que otorguen el nombramiento, sea
porque el arbitraje será conducido por un Arbitro Unico o por un Tribunal
Colegiado, y que no se formalice el acuerdo y que las partes no hayan previsto
que, en tal caso, el nombramiento lo haga un tercero o una institución arbitral.

Puede ocurrir también la hipótesis prevista por el art. 22 de la LGA, que


consiste en que habiendo convenido las partes el nombramiento de los árbitros
por un tercero o una institución arbitral, que ni uno ni la otra hayan cumplido y
que las partes se hayan visto precisados a recurrir a otro tercero o a otra
institución arbitral, y que tampoco den cumplimiento al encargo. En tal

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hipótesis, ambas partes, o cualquiera de ellas, puede recurrir a la jurisdicción


ordinaria en pos del nombramiento.

El art. 21 de la LGA plantea la solución a cada uno de los casos que pueden
ocurrir y que hemos expuesto. Si una de las partes es renuente al
nombramiento que le corresponde, la otra parte puede requerirla para que lo
haga en el plazo de 10 días y, si no cumple con hacerlo, queda facultada para
recurrir a la jurisdicción ordinaria en pos del nombramiento. Si los árbitros
nombrados por las partes no se ponen de acuerdo para nombrar al tercero,
pueden las partes requerirlos en el mismo plazo de 10 días para que lo hagan
y, si no cumplen, el nombramiento lo hará la jurisdicción ordinaria a petición de
cualquiera de las partes. Si, por último, las partes han convenido en que
ambas nombren de común acuerdo a los árbitros o al árbitro único, y una de
ellas frustra el acuerdo, la otra puede recurrir a la jurisdicción ordinaria en pos
del nombramiento.

El nombramiento por la jurisdicción ordinaria está normado por el


procedimiento que establece el art. 23 de la LGA, siendo el órgano
jurisdiccional ordinario competente el Juzgado Civil al que las partes se
hubiesen sometido expresamente y, a falta de tal sometimiento, el del lugar
donde debe realizarse el arbitraje si se hubiera previsto; a falta de ello y a la
elección del interesado, el lugar de celebración del convenio arbitral o el del
domicilio del emplazado, o el de cualquiera de ellos, si son varios.

La solicitud debe presentarse acompañada del convenio arbitral y de una


propuesta de árbitros a nombrarse en número no menor de 7.

El Juzgado tramitará la solicitud citando a las partes a una Audiencia Unica,


pudiéndose presentar las siguientes situaciones: a) que el emplazado no
concurra, por lo que en tal caso el Juzgado deberá resolver haciendo el
nombramiento entre los propuestos, aunque, si lo considera conveniente,
podrá encargar a una institución arbitral para que haga el nombramiento en el
plazo de 10 días hábiles y, si la institución arbitral no cumple el Juzgado
deberá proceder a la designación del árbitro o árbitros; b) que el emplazado
concurra a la Audiencia, por lo que en tal caso el Juzgado lo invitará a que
haga la designación y, si no la hace, el Juzgado procederá a hacerla o a
designar a la institución arbitral que deba hacerla; c) que las partes hayan
pactado el nombramiento conjunto de los árbitros o encargarle a un tercero el
nombramiento, por lo que en tal caso el Juzgado invitará a las partes a
ponerse de acuerdo para el nombramiento y, en caso contrario, que la parte
emplazada formule la propuesta en número no menor de 7, procediendo a la
designación de los árbitros en mérito de esta propuesta y de la del solicitante,

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haciendo recaer el nombramiento en quienes aparezcan en ambas


propuestas. Si el emplazado no formula propuesta, el Juzgado procederá a
nombrar a los árbitros entre los propuestos por el solicitante o a encargar el
nombramiento a una institución arbitral.

En cualquier caso, el Juzgado sólo podrá rechazar la solicitud si el peticionante


del nombramiento no prueba la existencia del convenio arbitral o de una
voluntad común con la otra parte de recurrir al arbitraje para solucionar su
conflicto.

Las decisiones del Juzgado no son recurribles, salvo la resolución que le pone
fin al procedimiento, que es apelable con efecto suspensivo si desestima la
solicitud. Contra lo resuelto por la Corte Superior no procede recurso alguno.

En las disposiciones pertinentes al arbitraje internacional se ha previsto


también el nombramiento de los árbitros por la jurisdicción ordinaria. Según el
art. 103 de la LGA, cualquiera de las partes puede recurrir a la jurisdicción
ordinaria si el procedimiento de nombramiento ha sido convenido pero una de
las partes no actúa conforme a lo pactado, o si las partes o los árbitros
nombrados no pueden llegar a un acuerdo conforme al procedimiento
establecido, o un tercero, incluída una institución arbitral, no cumplen con el
encargo.

El órgano de la jurisdicción ordinaria competente es el Juzgado Civil al que las


partes se hubieran sometido expresamente o, en caso de no existir tal
sometimiento, el del lugar donde se va a realizar el arbitraje.

VI.- FORMALIDADES DEL NOMBRAMIENTO.

Como el nombramiento de los árbitros es un aspecto contenido en el convenio


arbitral, debemos recordar que la LGA le prescribe forma con el carácter de ad
solemnitatem (Supra No. 19), siendo ésta la formalidad del nombramiento.

Adicionalmente, la misma LGA establece formalidades complementarias que


consisten en la comunicación del nombramiento a los árbitros y a la parte, si
cada una nombra un árbitro, o a las partes, si el nombramiento lo ha efectuado
un tercero o una institución arbitral. Esta última debe ser comunicada
"inmediatamente después de efectuada", según dispone el art. 20. La
comunicación tiene, además, la finalidad de que las partes puedan hacer valer
su derecho de recusar a los árbitros (Infra No. 37).

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La aceptación del nombramiento por los árbitros es una formalidad


complementaria y, aún cuando normativamente no se ha previsto, la práctica
ha determinado que lo hagan por escrito. La LGA tampoco lo ha previsto pero
se suele utilizar un documento denominado Acta de Misión, que es un
documento específicamente preparado para la aceptación de los árbitros.

La aceptación de los árbitros debe ser siempre expresa e incluso puede darse
en la oportunidad de la instalación del Tribunal Arbitral y hacerla constar en el
acta respectiva.

VII.- LA REMUNERACION DE LOS ARBITROS.

El ejercicio de la función arbitral es remunerado, salvo que los árbitros hayan


pactado expresamente lo contrario. Así lo establece el art. 19 de la LGA.

El mismo art. 19 preceptúa que la aceptación del nombramiento faculta a los


árbitros, y en su caso a la institución arbitral, a exigir a las partes un anticipo de
los fondos que estimen necesarios para atender a la remuneración de los
árbitros y demás gastos que demanda el proceso arbitral.

La remuneración de los árbitros es única, esto es, cubre todo el proceso


arbitral a partir de su nombramiento y hasta la expedición del laudo, sin que se
genere remuneración adicional en caso de que las partes soliciten la
aclaración, la corrección o la integración del laudo, como lo prescribe el art. 52,
in fine, de la LGA.

VIII.- LOS DEBERES DE LOS ARBITROS.

La aceptación del nombramiento genera para los árbitros un haz de deberes,


de los cuales, el fundamental al asumir la función arbitral, es organizar el
proceso y conducirlo hasta resolver la controversia mediante el laudo, salvo
que se presenten situaciones que determinen su conclusión anticipada (Infra
No. 51). Si las partes han establecido un plazo con arreglo al cual debe
desarrollarse y culminar el proceso arbitral, los árbitros tienen la obligación de
observar y cumplir con laudar dentro de ese plazo.

Para el cumplimiento de su deber fundamental, el art. 29 de la LGA, como el


art. 104 para el caso del arbitraje internacional, les impone a los árbitros el
deber de revelar todas las circunstancias que puedan dar lugar a una posible

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recusación (Infra No. 37), así como a revelar las circunstancias sobrevinientes
que pudieran suscitar dudas sobre su independencia e imparcialidad.

Durante el desarrollo del proceso, los árbitros tienen la obligación de dar un


trato igualitario a las partes y brindar a cada una de ellas la oportunidad de
hacer valer sus derechos, como lo preceptúan los arts. 33 y 107 de la LGA.

Los árbitros, en síntesis, deben observar confidencialidad a partir de su


nombramiento y a mantenerla con posterioridad a la conclusión del proceso.
Tienen deberes de lealtad respecto del encargo que han recibido de las partes,
de actuar con absoluta transparencia y resolver la controversia con
imparcialidad e independencia. Si el arbitraje es institucional (Supra No. 12),
deben observar fielmente las normas éticas establecidas por la institución
arbitral.

Los deberes de los árbitros se resumen, a nuestro entender, en la


independencia e imparcialidad que deben observar. La independencia supone
libertad, autonomía, entereza y firmeza de carácter y, la imparcialidad,
observar absoluta neutralidad y discreción, todo lo cual se resume, a su vez,
en probidad.

Los deberes, obviamente, deben tener su correlato en el derecho de los


árbitros a que las partes observen equidistancia y no pretendan ejercer
presiones y a actuar con discresionalidad en todos aquellos aspectos que, sin
contravenir el convenio arbitral, los árbitros deben decidir, incluída su propia
competencia (Infra No. 43) y a cobrar la remuneración establecida.

IX.- RENUNCIA DE LOS ARBITROS.

Los deberes inherentes a la función arbitral deben ser cumplidos a cabalidad y


los árbitros están obligados a declinar el nombramiento o a renunciar a la
función, si ya la han asumido, cuando existen o sobrevienen hechos que
determinen incompatibilidad para asumir o continuar en el ejercicio de la
función, o que afecten su imparcialidad o independencia frente a las partes.

El art. 27 de la LGA establece como causales de renuncia, las siguientes: 1. La


incompatibilidad sobrevenida por aceptar un nombramiento o asumir alguna de
las funciones que determinan impedimento para el ejercicio de la función
(Supra No. 31); 2. Por causales pactadas al aceptar el nombramiento; 3. Por
enfermedad comprobada que impida desempeñar la función; 4. Por causal de
recusación (Infra No. 37) reconocida por las partes y no dispensada por ellas;

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5. Por tener que ausentarse por tiempo indeterminado o por más de 30 días, si
las partes no excusan la inasistencia, y el plazo para laudar no lo permite; y, 6.
Cuando las partes suspenden el proceso arbitral (Infra No. 50) por más de 2
meses.

La renuncia se formula ante el Tribunal Arbitral, si es colegiado, el que lo


comunicará a las partes. Si el Tribunal está conformado por Arbitro Unico, la
renuncia debe formularla directamente a las partes.

La vacancia producida por la renuncia se suple de acuerdo a lo previsto en el


convenio arbitral, llamándose al árbitro suplente, si lo hubiere, o nombrándose
a un árbitro sustituto.

X.- RECUSACIÓN DE LOS ARBITROS.

La recusación es el acto por el cual una de las partes, o ambas, rechazan al


árbitro nombrado por dudar de su idoneidad, imparcialidad o independencia, o
por incumplimiento de los deberes inherentes a la función arbitral.

La recusación puede ser planteada por las partes no sólo cuando ellas son las
que han nombrado a los árbitros y los nombrados designaron al tercero, sino
también cuando éstos hayan sido nombrados por un tercero o por una
institución arbitral o por la jurisdicción ordinaria.

Tratándose de árbitros nombrados por ambas partes, el art. 30 de la LGA


precisa que la recusación sólo procede por causas sobrevinientes al
nombramiento o por causas no conocidas al momento de su designación. Si
cada parte ha nombrado a un árbitro, o si el nombramiento se debe a la
intervención de un tercero o de una institución arbitral, el árbitro nombrado por
la otra parte y el nombrado por el tercero o la institución arbitral, puede ser
recusado por causal anterior al nombramiento.

El art. 28 de la LGA establece como causales generales de recusación, las


siguientes: 1. Si los árbitros no reunían los requisitos para su nombramiento, o
las previstas en el convenio arbitral o están incursos en las incompatibilidades
que debieron impedir su nombramiento (Supra No. 31); 2. Si están incursos en
causal de recusación prevista en el reglamento arbitral al que se hayan
sometido las partes; y 3. Si se presentan circunstancias que den lugar a dudas
justificadas respecto de su imparcialidad o independencia y, si, además, las
partes, conociéndolas, no las dispensaron, conforme lo establece el art. 29, in
fine, de la LGA, en interpretación a contrariu sensu.

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En las disposiciones pertinentes al arbitraje internacional, el art. 104 de la LGA


impone como deber de los árbitros el de revelar todas las circunstancias que
se vayan presentando y que puedan dar lugar a dudas justificadas respecto de
su imparcialidad o independencia, debiendo revelarlas desde su nombramiento
y durante las actuaciones arbitrales, si se presentan. Estas circunstancias, por
lo mismo que pueden dar lugar a las dudas justificadas, constituyen causal de
recusación.

La recusación por la parte que nombró al árbitro o en cuyo nombramiento haya


participado, sólo procede por causas posteriores al nombramiento.

10.1.- El procedimiento de recusación.

El art. 31 de la LGA dispone que la recusación debe plantearse al inicio del


proceso arbitral y la parte que la formula debe hacerlo inmediatamente
después de conocer la causa que la motiva, justificando debidamente las
razones en que se basa y siempre que no haya transcurrido la estación
probatoria del proceso.

La recusación se plantea ante el Tribunal Arbitral y el árbitro recusado puede


no admitirla y negarla. El acotado art. 31 establece el procedimiento para
sustanciar la recusación según se trate de un Tribunal Unipersonal o de un
Tribunal Colegiado.

Si se trata de un Tribunal de Arbitro Unico y el arbitraje no es institucional, la


sustanciación de la recusación corresponde a la jurisdicción ordinaria. En
nuestra opinión, el Juzgado que conoce de la recusación debe convocar a una
Audiencia Unica y resolver en ella, o con posterioridad, luego de escuchar a la
parte recusante y al recusado y ameritar las pruebas con las que se pretende
justificar la causal recusatoria. Si el arbitraje es institucional, la institución
organizadora del arbitraje, con arrreglo a su reglamento, debe tramitar y
resolver la recusación, luego de oír a las partes recusante y recusado.

Si se trata de un Tribunal Colegiado, el Tribunal, sin el voto del recusado, debe


resolver la recusación, dirimiendo el presidente en caso de empate, y, si el
árbitro recusado fuera el presidente, en caso de empate tiene voto dirimente el
árbitro de mayor edad. Si el arbitraje es institucional, a la institución
organizadora del arbitraje le corresponde resolver sobre la recusación con
arreglo a su reglamento.

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En ninguno de los casos expuestos, la recusación impide la prosecución del


proceso arbitral, siendo obvio que la recusación debe ser resuelta antes de la
expedición del laudo.

Las resoluciones sobre la recusación, sean dictadas por la jurisdicción


ordinaria, por el mismo Tribunal Arbitral o por la institución arbitral, según sea
el caso, no son susceptibles de impugnación.

En el caso del arbitraje internacional, el art. 105 de la LGA se remite al


procedimiento que puedan haber pactado las partes en el convenio arbitral y,
en defecto de tal pacto, dispone que sea la jurisdicción ordinaria la que
resuelva sobre la recusación atendiendo al lugar del arbitraje para los efectos
de la competencia jurisdiccional.

XI.- LA RESPONSABILIDAD DE LOS ARBITROS.

Los árbitros son responsables de la conducción del proceso y del cumplimiento


de los deberes que les implica el nombramiento y la asunción de la función
arbitral.

Como consecuencia de la aceptación de su nombramiento, los árbitros


asumen la obligación de dar cumplimiento al encargo dentro del plazo que
haya sido establecido por las partes en el convenio arbitral o de común
acuerdo con los propios árbitros, al instalarse el Tribunal Arbitral. El art. 18 de
la LGA advierte, por eso, que los árbitros son responsables de los daños y
perjuicios que ocasionen por su demora o por incumplir las obligaciones
respectivas.

Aparte de la responsabilidad que señala el acotado art. 18 y el que señala


también el art. 29 de la misma LGA, los árbitros pueden ser imputados de
responsabilidad civil por hechos u omisiones que irroguen daños y perjuicios a
las partes por su dolo o negligencia, dentro de los parámetros y criterios que la
regulan, pero no por la decisión adoptada en el laudo, la que debe responder a
la convicción que se hayan formado durante la secuela del proceso.

Como ya hemos advertido, cuando el arbitraje es de conciencia (Supra No.


11), los árbitros están obligados a laudar según la convicción que su leal saber
y entender les haya hecho formarse. Si el arbitraje es de derecho (Supra No.
11) los árbitros están obligados a laudar con criterio jurídico e interpretando y
aplicando las normas legales pertinentes. Sin embargo, son pasibles de una
imputación de responsabilidad civil y hasta de una de responsabilidad penal,

68 - Revista Peruana de Derecho de la Empresa


El Tribunal Arbitral Fernando Vidal Ramírez

en caso de un ejercicio desleal de sus funciones. Si los árbitros han sido


nombrados por una institución arbitral, pueden ser pasibles, además, de una
medida disciplinaria, como puede ser su exclusión del listado de árbitros, una
multa y reembolso de la suma pagada como remuneración.

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