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Colección Studium - 18

LA LITERATURA POLÍTICA DE GONZÁLEZ PRADA, MA-


RIÁTEGUI Y HAYA DE LA TORRE

Por Eugenio CHANG-RODRIGUEZ


Universidad de Pennsylvania
Introducción de Germán Arciniegas
Ediciones De Andrea
México, 1957
Colección Studium. Dirige Pedro Frank Andrea
Portada de Alberto Beltran
© Derechos Reservados - Copyright by Studium

A mi querida madre
INTRODUCCION

EL Libro de Eugenio Chang-Rodriguez sobre González Prada, Mariátegui y Haya


de la Torre no alcanza a ser una trilogía. Los tres personajes encarnan un mismo
espíritu, están amasados con el mismo barro, y son un proceso natural que va de
la juventud a la madurez sin contradicción de generaciones. El lector tiene la
impresión de estar leyendo una biografía, y nada más. Pero una biografía que es
la del pensamiento revolucionario del Perú. Frente a ese personaje de los tres
nombres, está el otro, el que lo rechaza a nombre de la oligarquía, o de la tra-
dición, o del "así-no-se-hacen-las-cosas", para decirlo todo en una sola pala-
bra. El nuestro, el de Chang-Rodríguez, tiene ciertas constantes que suelen des-
concertar a quienes ven de lejos la política del Perú. Hay en él una vocación
tan exigente a la poesía, a la música, a la especulación filosófica, a lo fino,
que le incapacita para la acción brutal y analfabeta con que los hombres de ac-
ción directa agarran el poder y deciden de cada país en nuestra América. Le fal-
ta el estilo elemental. Toma el camino más largo. Haya de la Torre ha dicho: Hay
que llegar primero a la conciencia del pueblo que al palacio de Pizarro. "A la
casa de Pizarro llega cualquiera si sabe jugar las cartas de la baraja política
peruana: con oro y bastos o con copas y espadas". En el fondo, toda la historia
de América, de nuestra América, puede definirse en una sola palabra: aguardar.
Somos naturalmente impacientes, estamos más urgidos de llegar que ningún otro
pueblo, pero las circunstancias nos han impuesto un programa de sala de espera
que a veces parece miniatura de la eternidad. González Prada, Mariátegui, Haya
de la Torre consagran las tres cuartas partes de su vida, o mucho más, a la pré-
dica. Ninguno de los tres puede ocultar su inescapable fondo de soñador.
Don Manuel, que en esta biografía representa la juventud, define muchos de
los puntos fundamentales del Perú revolucionario, comenzando por el del indio.
Él es quien primero formula un plan radical para su redención, su incorporación
a la vida civil de los hombres libres. Pero el primer planteamiento, naturalmen-
te es poético. Es su famoso poema del mitayo:

-La injusta ley de los blancos


me arrebata del hogar:
voy al trabajo y al hambre,
voy a la mita: fatal...

-¿Cuándo el pecho de los blancos


piadoso y tierno será?
-Hijo: el pecho de los blancos
no se conmueve jamás.

En parte, lo que hay de herida que sangra en estas estrofas es la circunstan-


cia de que don Manuel era blanco... pero blanco además en el alma. No era de
esos blancos que tienen el espíritu negro, en cuya conciencia espantan. Cuando
menos en los casos de González Prada y de Haya de la Torre se trata de familias
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muy antiguas, de abolengos, que de repente desembocan a un clarito en donde se
ve patente la injusticia del mundo. En el mismo libro de Chang-Rodríguez apare-
cen los impresionantes árboles genealógicos de estos hombres y resulta que Gon-
zález Prada y Haya vienen de gruesísimos troncos con frondosos ramajes donde
ellos brotan como una flor inesperada. Es decir: la flor que ha tenido que espe-
rar cuatro siglos para brotar. Es lo que ya sabemos: lo de la espera en nuestra
América...
Por parecidas razones, don Manuel que llega a la vida en el seno de una fami-
lia, apostólica, española; que de niño es llevado a un seminario, se torna un
anticlerical feroz. Es el proceso universal del XIX, avivado por los franceses,
con notoria filiación volteriana, que en la América emancipada de España encuen-
tra el suelo fértil para prosperar. La iglesia. que anduvo en estrecha alianza
con el imperio español, que se precipitó en la política y tomó partido al lado
de las fuerzas reaccionarias, se hizo blanco fácil de toda crítica. Sin alcanzar
en los países latinos a provocarse un movimiento tan radical como la Reforma lu-
terana, y situada la lucha más en un piano político y económico que moral, el
anticlericalismo ha sido a veces más disolvente que la Reforma misma. Después de
todo, Lutero y los demás protestantes, y particularmente Calvino, ofrecieron
otro esquema moral, bastante rígido, y le cerraron el paso a la anarquía y al
ateísmo, que como fórmulas para el pueblo resultan alocadas. La reacción inte-
lectual en toda América que se independizó de España y se hizo radical quedó re-
tratada en las cuartetas de González Prada dedicadas a los clérigos:

Dicen que más por instinto


Más que la unción el ungüento,
Más raciones que oraciones,
Más el oro que el oremus... Etc.

Es sorprendente, a primera vista, que en el Perú se produjera un tipo de li-


teratura tan agresiva. La explicación parece brotar de los orígenes mismos de
la república peruana, tan diferentes de las otras de nuestra América. El Perú no
inventó su guerra de Independencia. Le hicieron esa guerra por una punta los ar-
gentinos y por la otra los venezolanos. Quedó su independencia, la que debía ha-
cer algún día, y la que tenía antecedentes en los levantamientos indígenas, y en
hombres ilustrados como Olavide; en un plan de revolución intelectual. Si sepa-
ramos el concepto de revolución del de guerra, se entenderá por qué la revolu-
ción, que no se expresó en el desahogo de una épica marcial, adquirió contornos
tan apasionados en el Perú. Si a esto se agrega la derrota en la guerra del Pa-
cífico -primera grande experiencia de González Prada- sobra romperse la cabeza
para buscar explicación a su célebre grito de combate: "Los viejos a la tumba,
los jóvenes a la obra" Y lo mismo a su pintura feroz de los presidentes perua-
nos, a su anticlericalismo, a su sueño romántico que le hace poner las esperan-
zas en el indio.
Siendo don Manuel la figura que llena medio siglo de liberalismo peruano, no
es sino la juventud loca de ese personaje total de los tres nombres. En parte, y
por eso tenía que ser poeta. Se necesita ser muy latino, o muy indoamericano,
para, ser al mismo tiempo conductor política y artista capaz de escribir triole-
ts de esta manera:

Tus ojos de lirios dijeron que sí,


tus labios de rosa dijeron que no.
Al verme a tu lado muriendo por ti,
tus ojos de lirio dijeron que si.
Auroras de gozo rayaron en mi,
mas pronto la noche de luto volvió:
tus ojos de lirio dijeron que si,
tus labios de rosa dijeron que no.

Recoge la herencia de González Prada, Mariátegui. Esta vez la sangre india sí


está de veras corriendo por las venas del personaje. Su madre, Amalia La Chira,
es mestiza. Quizás esto atenúe en José Carlos, hombre con alguna suavidad, lo
que en González Prada fue abierta soberbia. Es mucho más exigente en el caso
suyo el reclamo de la fe cristiana que le da más fondo a su drama interior. José
Carlos es el hombre que lucha entre el anticlericalismo ineludible, fatal, y el
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místico impulse de quien, naturalmente también poeta, hizo el elogio de la celda
ascética en el soneto que comienza

Piadosa celda guardas aromas de breviario,


tienes la misteriosa pureza de la cal
y habita en a el recuerdo de un gran solitario
que se purifica del pecado mortal.

Mariátegui, que lee a los místicos españoles, que estudia la vida de San An-
tonio de Padua, entra en el primer piano literario ganando el premio municipal
de literatura con su crónica sobre la procesión del Señor de los Milagros: "La
Procesión Tradicional". El mismo año se le otorga el premio a Valdelomar por su
ensayo "La sicología del Gallinazo".
Con Mariátegui el borbotón. romántico, anárquico, apasionado de González Pra-
da, se aquieta en fórmulas casi matemáticas. La fuente de inspiración puede
aprovechar ya los esquemas marxistas, que cuando menos imponen una discipline,
ajustan el razonamiento, así sea a expensas de la imaginación. Por la influencia
rusa, la imaginación tardará un tiempo en recobrar sus derechos, en volver a de-
sempeñar algún papel en el espíritu creador de nuestra América.
Mariátegui es pobre, débil, enfermo. Dudan en atreverse contra él los déspo-
tas. Conmueve el viril afirmarse de su voluntad cuando, después de llorar como
un niño al ver que le han amputado una pierna, se incorpora en las letras para
sostener sin vacilar la pelea. Cumple con rasgos heroicos -a pesar de momentá-
neas vacilaciones- su tares de iniciar a los peruanos y a la gente de América en
un tipo de interpretación de nuestra realidad que le da mayor importancia al
mundo económico, a la substancia física en que han de apoyarse las teorías polí-
ticas. Mariátegui sabe que esto implica dramas interiores. Los conoció luchando
entre su misticismo y su anticlericalismo, entre su vida en una silla de ruedas
y su prédica insomne. "La revolución no es una idílica apoteosis de ángeles del
Renacimiento, sino la tremenda y dolorosa batalla de una clase por crear un or-
den nuevo... La revolución socialista que mueve a los hombres al combate sin
promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entre-
ga, no puede ser una excepción de esta inexorable ley de la historia..."
Chang-Rodríguez, hijo de oriental, advierte de inmediato ciertas limitaciones
del maestro: su rechazo de los chinos y los negros, cuya sangre es ya también
sangre peruana. Si hubiera vivido más años, quizás le hubiera ocurrido lo que al
obispo Bartolomé de las Casas, que acabó llorando su desvío de mozo, cuando por
defender a los indios proclamó la esclavitud de los negros. Pero Mariátegui mu-
rió joven. En ese entreacto entre González Prada y Haya de la Torre. Tiene que
moverse dentro del dilema ya clásico de las últimas generaciones: o ser comunis-
ta o buscar una fórmula americana. En ese momento de su vida, un diablillo tra-
vieso, de pocos escrúpulos, buscó la manera de apartarlo de Haya de la Torre,
que ya surgía como el nuevo líder, bajo la declarada guerra de Moscú. Todas las
instrucciones para la convención comunista de Montevideo se reducía a fusilar
políticamente a Haya de la Torre. Y Mariátegui quedó como una figura vacilante,
como un aprista trunco. Los dieses no le regalaron un par de años que le hubie-
ran bastado para llegar a una definición más exacta. Chang Rodríguez apunta: "Un
devoto fiel de los mitos del Kremlin no habría dicho que el socialismo en el Pe-
rú no ha de - calco ni copia sino creación heroica', y sobre todo que 'tenemos
que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socia-
lismo indoamericano'. En realidad, la lucha por la apropiación de la figura his-
tórica de Mariátegui se asemeja al caso de Sun Yat Sen. Los comunistas peruanos,
como los comunistas, chinos, al no tener en el pasado una figura política de
primer orden, han recurrido a la confiscación histórica de otro líder nacional,
alterando su biografía, tergiversando sus escrito al adulterando su ideología,
para que encaje en el molde de Moscú". Esto: es así. Mariátegui no se plegó a
las exigencias de Moscú. Pero no adhirió a las tesis puramente peruanas que eran
las que el Apra ofrecía.

***

Haya de la Torre, que apenas pasa hoy de los sesenta años, es casi una figura
de leyenda en el mundo americano. Cuando Odría subió al poder no tuvo otra cosa
que ofrecerle al Perú sino borrar del mapa a Haya de la Torre. A Bustamante le
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oí decir alguna vez que su última tarea al dejar la presidencia había sido la de
recoger un expediente que sirviera para enjuiciar a Haya de la Torre. Durante
años el fantasma de Haya clandestino formó todo el misterio, la atracción, el
encanto de Lima. Fue "el tapado" del siglo XX. Pero lo que cubría era algo más
que coquetería: era la revolución antioligárquica. Haya de la Torre asilado en
la embajada de Colombia fue el tema de los tribunales internacionales durante
varios años, y noticia de primera página en todos los periódicos del mundo. La
reunión de la XII Conferencia Panamericana en Caracas tuvo como ineludible pró-
logo para el Perú la liberación de Haya de la Torre. Ya esto es bastante. Y sin
embargo la parte seductora de la biografía de Haya es su época de estudiante, la
grandeza de su pobreza, la aventura de su apostolado cuando unía a estudiantes y
obreros en alianzas morales y políticas que le dieron una vitalidad inolvidable
a esos dos brazos que en nuestra democracia son los dos estados iniciales en que
se afirma la nueva República. Haya tomó el poema de su juventud, es decir: El
Mitayo de González Prada, y todo lo que había escrito el precursor sobre su raza
de cobre, y lo convirtió en el elemento primordial de su programa político. Se
entregó a recorrer la sierra, el altiplano, las cumbres, para humanizar la lite-
ratura de Mariátegui. En ese instante el mundo dormido del ayllu despertó. Un
norteamericano que entonces recorrió el Perú me decía: Las piedras hablan. El
nombre de Haya, el nombre del Apra, aprendidos en ese albor, se dibujaron en las
rocas, en las faldas de los montes. El día en que pudieron por primera vez des-
plegarse políticamente, moralmente, los labios del indio, Apra fue la primera
palabra que balbucearon, Apra la primera combinación de letras que pudieron leer
los analfabetos en una cuartilla de hojas de piedra.
Le faltó a Haya mano dura. Es casi imposible para una América de soluciones
violentas, acostumbrada a que no se vuelve una página de la historia sino dejan-
do al pasar una llanura de cadáveres, entender que Haya no moviera un dedo para
adueñarse del poder el día en que claramente se manifestó en las elecciones que
la inmensa mayoría del Perú era suya. Chang, que como buen soñador chino debe
entender estas cosas a través de la filosofía oriental, explica de modo perfecto
este proceso: "No obstante que incluye en su nomenclatura la palabra revolución,
el Apra es esencialmente pacífico: desea llegar al poder por medio del sufragio
electoral, obedeciendo el mandato del pueblo expresado en elecciones libres.
Vale recordar aquí que su fundador ha puntualizado que la palabra revolución no
significa cambio violento, inmediato y sanguinario, observando que Jesucristo
fue tan revolucionario como Tolstoy y Gandhi".
No quiere decir esto que Haya de la Torre fuera un hombre blando. Él fue la
roca con que Leguía se dio en los dientes, el estudiante que al frente de los
obreros y de los universitarios de Lima sacó del anfiteatro los cadáveres del
estudiante y del obrero asesinados, y los llevó a la cámara ardiente en la uni-
versidad. Fue el hombre que con su huelga de hambre obligó al tirano de turno a
dejarlo salir de la cárcel para el destierro. La iglesia no encontró en Haya el
tragacuras que fue González Prada, pero sí el mozo que impidió la consagración
de la República al Corazón de Jesús, ideada por Leguía, como recurso político
para dar a su gobierno un baño de Divina Providencia. Un predicador de los que
nunca faltan, decía una vez en un sermón en Arequipa: "He oído personalmente de-
cir a Haya de la Torre '¡Apra sí, Cristo no!'", y hacía el retrato del líder
"con la nariz corva y las cejas agudas de Satanás, en una palabra, la viva en-
carnación del diablo". A su turno, Cossío del Pomar trae esta anécdota que ahora
recuerda Chang-Rodríguez: "Una madrugada de junio de 1939, viniendo Haya de vi-
sitar una base de resistencia vio a un sacerdote que caminaba con dificultad por
una oscura calle de Lima. Haya detuvo el automóvil e hizo subir al sacerdote
para llevarlo a la casa de un moribundo que reclamaba la presencia del ministro
de Dios. Al descender del automóvil el sacerdote le pidió su nombre para rogar
por él en sus oraciones. Haya le respondió: 'No importa el nombre. Soy un buen
cristiano que también anda de noche haciendo algo por la salvación de sus seme-
jantes: rece usted por los que sufren persecución por causa de la justicia'".
Lo poético en Haya vendría a quedar representado por sus incursiones en el
campo desinteresado de las ideas universales. Haya es una persona que ha pasado
sus treinta anos de aprista o en la cárcel, o en el destierro, o en la clandes-
tinidad, y sólo apenas en brevísimos momentos en libertad de acción en el Perú.
Para su higiene mental ha tenido que leer mucha literatura, escudriñar el mundo
a través de Shakespeare, la historia desmenuzando a Toynbee, la filosofía social
repasando a Marx, y la teoría general de la política a través de una vasta in-
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formación de las cosas del mundo. Por eso cada vez que llega a Inglaterra, a
Alemania, a Rusia, a Finlandia, a Dinamarca, a Francia, encuentra viejos amigos
de largas lecturas con quienes dialogar. Se aplica a su propia disciplina de es-
tudios un plan de renovación que ya anunciaba en sus primeros escritos y que es-
tá bien caracterizado por esta posición ante el marxismo, que en el fondo marca
su punto de divergencia con los rusos: "Es menester recordar que existe una pro-
funda diferencia entre el marxismo interpretado como dogma, y el marxismo en su
auténtico significado de doctrina filosófica. En aquél todo es quietismo y pará-
lisis; en éste todo es dinamismo y renovación. El apotegma inmortal de Heráclito
el Oscuro, recogido de Marx a través de Hegel, no debe olvidarse: 'todo se mue-
ve, todo se niega, deviene; todo esta en eterno retorno'. En él se funda la dia-
léctica de la vida y de la historia".
Haya de la Torre amplía el horizonte de la teoría peruana, para mostrar que
en el hemisferio están varias Américas y que la nuestra tiene un frente común
que defender. Tal es el sentido del aprismo como ideal de nuestra América, y de
ahí su insistencia en que se adopte una nueva denominación para designar a nues-
tras repúblicas, siguiendo este proceso: Cuando se dijo Hispanoamérica o Iberoa-
mérica; se reflejó en esa palabra la colonia; en Latinoamérica, fue ya el senti-
miento de la república; el Panamericanismo representa al imperialismo: Indoamé-
rica es ]a revolución social. En un mundo en que tenemos que defendernos de la
colonia, de los galicismos republicanos, de las acometidas del imperialismo, se
impone una revolución social que afirme la dignidad de las repúblicas libres y
le haga justicia a los pueblos olvidados.

***

Si le hubiese tocado a Mariátegui estudiar este personaje triple de que él


mismo forma un eslabón, habría dicho al modo marxista que González Prada fue la
tesis, él la antítesis y Haya de la Torre la síntesis. Más americanamente puede
hablarse en esta biografía de una sola persona que va moviéndose a través de las
etapas naturales de la vida. La escogencia de Chang-Rodríquez ha sido tan im-
puesta por las circunstancias que resulta obvia. Para así como para entender la
historia de América en todos sus dramáticos forcejeos hay que leer las vidas de
Bolívar, de Martí, de Juárez, de Cuauhtémoc o de Sarmiento o las de Santander,
de Bello o de Miranda, y las de Tupac Amaru y Sandino, y Rigoberto López, hay
una vida ejemplar que no podría nunca pasar inadvertida y es la de ese personaje
que llamaríamos con mucho nombre cristiano y harto apellido de abolengo Manuel
José Carlos Víctor Raúl González Prada Mariátegui Haya y de la Torre. Natural-
mente, por el cariño que despierta cada uno de los mementos de su historia y por
facilitar el orden en la exposición de los sentimientos, los peruanos, y ya los
nuestroamericanos dicen: Don Manuel José Carlos, Víctor Raúl. Y así se ha graba-
do en el alma y en el corazón de los que tienen más hambre y sed de justicia.

GERMÁN ARCINIEGAS
Columbia University, Nueva York, marzo de 1957

PALABRAS PRELIMINARES

En el presente trabajo reúno a tres escritores peruanos que, juzgados por la


influencia que viene aportando su literatura en las últimas generaciones del Pe-
rú, deben ser considerados entre los más importantes que el país ha producido en
los últimos setenta años de vida republicana. Hasta el presente sólo se han he-
cho estudios aislados de estos escritores, haciéndose ocasionales referencias a
las relaciones que entre ellos hubo. A mi juicio, el estudio de la producción
literaria y la obra redentora de cualquiera de ellos queda incompleta si no se
la relaciona con la de los otros dos. Manuel González Prada es el precursor de
José Carlos Mariátegui y de Víctor Raúl Haya de la Torre. Sus ideas, su litera-
tura, su fervor revolucionario, se complementan con la literatura y el espíritu
revolucionario de Mariátegui y con el pensamiento, verbo y acción de Haya de la
Torre.
Puesto que toda creación del hombre no es sino una prolongación de él, el ar-
tista tiene que conocerse a sí mismo y comprender su medio para poder dar máxima
Chang - Literatura política 5
expresión a su yo, a su obra artística. Las raíces del arte se encuentran ab-
sorbiendo el material nutritivo de la economía, de la política, de la historia,
de la geografía del medio en que florece. De allí que la obra literaria a menudo
no es sino la mera expresión del pensar y del sentir de una sociedad. El escri-
tor antes de ser un esteta es un hombre. Y como hombre, principalmente, se preo-
cupa de los problemas que emergen a su alrededor.
Así como no hay movimientos revolucionarios sin teoría revolucionaria, tampo-
co hay corrientes artísticas sin teoría artística. Es requisito sine qua non de
todas las teorías artísticas: la libertad para que pueda desarrollarse el arte.
Y para que exista esta atmósfera propicia para el desenvolvimiento del artista,
la sociedad en que florece el arte también debe ser libre. He aquí las principa-
les razones en las que debe hallarse el espíritu liberal, democrático, revolu-
cionario de los escritores de nuestro estudio.
Comienza el libro con un capítulo histórico, cuyo titulo expresa por sí solo
la obra incompleta que a las nuevas generaciones peruanas legaron los prohombres
de la independencia del Perú y los liberales del siglo XIX que no pudieron con-
solidar la democracia en la naciente república. Aquí sintetizo la situación po-
lítica, económica y social y resumo los esfuerzos que se hicieron para remediar
la anómala situación.
Una vez presentado el escenario, principio la segunda parte con la síntesis
biográfica de Manuel González Prada, precisamente porque creo que el hombre es
inseparable de sus ideas. Las dos partes siguientes también comienzan con la
biografía sumaria de José Carlos Mariátegui y de Víctor Raúl Haya de la Torre.
Debido a la escasa literatura acerca de Mariátegui y a su humilde origen fami-
liar, me ha resultado imposible reconstruir el árbol genealógico que sí he podi-
do preparar en el estudio de los otros dos escritores.
Después de la biografía viene el análisis de las ideas de González Prada, Ma-
riátegui y Haya de la Torre en los tres terrenos de lucha en que sobresalieron:
el anticlericalismo, la política y el indigenismo.
La lucha anticlerical sigue inmediatamente después de la biografía de los dos
primeros pensadores porque en ellos la religión constituyó una de sus primeras
preocupaciones, En González Prada, el anticlericalismo tomó características vio-
lentas y atrevidas; en Mariátegui sólo adquirió proporciones moderadas y res-
tringidas. En el estudio de las ideas de Haya hemos alterado el orden al colocar
las ideas políticas primero. Hicimos este cambio porque el anticlericalismo del
fundador del aprismo ha sido incidental, a pesar de que él dio su primera bata-
lla pública en este terreno.
Al analizar las ideas políticas, he hecho esfuerzos para trazar el desarrollo
de las mismas y compararlas, señalando los puntos coincidentes y antagónicos.
Asimismo, he indicado, hasta donde ha sido posible, las ideas abrazadas por los
numerosos correligionarios y discípulos de Prada, Mariátegui y Haya. Empero, al
ocuparme de Haya be la Torre, no he podido separar completamente sus contribu-
ciones personales de las contribuciones de sus compañeros de lucha que han se-
guido sus ideas porque resulta imposible separarlo del aprismo.
En las secciones sobre el indigenismo, he tratado de señalar las contribucio-
nes de cada escritor en la literatura indigenista y en la lucha activa por la
reivindicación del indio. Allí aparecen las ideas que González Prada expresó en
sus poemas y ensayos y el papel que Mariátegui y Haya de la Torre han desempeña-
do en la nueva orientación de este movimiento.
Después de dar la interpretación aprista del problema indígena he añadido una
sección adicional sobre la tesis del Espacio-Tiempo histórico porque ella faci-
lita la comprensión de las ideas y la obra del fundador del aprismo.
Termina el estudio de la vida y la obra de cada escritor con -el análisis de
su influencia político-literaria. Demás está decir que toda evaluación de es-
critores contemporáneos es sumamente difícil, sobre todo cuando se trata de juz-
gar los acontecimientos en que fueron protagonistas. La pátina del tiempo es a
veces necesaria para la mejor apreciación de los personajes históricos.
Si este trabajo sirviera de estimulo para que más tarde, cuando las fuentes
primarias de información estén disponibles en el Perú, se hagan otros estudios
de la trayectoria del pensamiento de estos tres precursores del Nuevo Perú, con-
sideraré que mis esfuerzos de varios años de investigación, de viajes y de men-
diguez bibliográfica no han sido vanas.
Deseo dejar constancia de mi agradecimiento a los escritores que desde Europa
y América me han ayudado en la preparación de este trabajo proporcionándome li-
6 Chang - Literatura política
bros, folletos, revistas, periódicos, recortes, cartas, consejos y sugerencias:
Víctor Raúl Haya de la Torre, desde Europa; Luis Alberto Sánchez, desde Puerto
Rico; Felipe Cossío del Pomar, desde México y Cuba; Andrés Townsend Ezcurra,
desde Nueva York; Nicanor Mujica Alvarez Calderón, desde Guatemala; Gabriel del
Mazo y Carlos Manuel Cox, desde la Argentina; Alberto Martínet Merizalde, desde
Chile; Jorge Bacacorzo, Luis Díaz del Río y otros intelectuales, desde el Perú;
y sobre todo, deseo expresar mi agradecimiento a los catedráticos de la Univer-
sidad de Washington: al Dr. Carlos García-Prada, bajo cuya dirección escribí la
tesis doctoral en la que se basa el presente libro; y a los Dres. Anibal Vargas-
Barón, William E. Wilson, Howard Lee Nostrand, Lee Savelle y Linden A. Mander,
que leyeron el manuscrito, corrigieron errores y sugirieron cambios. Finalmente,
agradezco al Dr. Harry Kantor, catedrático de Ciencias Políticas de la Universi-
dad de Florida, la ayuda que me dio en la preparación de la bibliografía de Haya
de la Torre; y a Arturo Jáuregui Hurtado, Secretario Adjunto de la Organización
Regional Interamericana de Trabajadores, por haberse encargado de la corrección
de las primeras pruebas.

EUGENIO CHANG-RODRIGUEZ
University of Pennsylvania, Filadelfia, febrero de 1957

PRIMERA PARTE
LA REVOLUCIÓN INCONCLUSA

I
LA EMANCIPACIÓN POLÍTICA

Los adelantados españoles con su sagacidad, atrevimiento y armas mortíferas


lograron conquistar al Imperio del Tawantinsuyo, un imperio con una población
tres veces más numerosa que la de España de 1532 y con una extensión territorial
en la que podían caber cómodamente cuatro Españas metropolitanas. La conquista
del Perú fue un capítulo de la gigantesca empresa imperialista española que creó
en América el imperio colonial más vasto que hasta entonces el mundo había cono-
cido.
Sobre las ruinas de la organización colectivista incaica, los españoles esta-
blecieron el Virreinato del Perú con una organización económica, política, so-
cial y religiosa vertical, reflejo de la de España. El sistema absolutista tras-
plantado al Perú era piramidal. En la cúspide se enseñoreaban los españoles que,
a su vez, constituían otra pirámide superpuesta en la gran pirámide virreinal.
Los criollos ocupaban la parte inmediata inferior a la de los peninsulares, los
mestizos seguían a los criollos, y los indios ocupaban la base de toda la pirá-
mide. Los esclavos negros, no muy numerosos en el Perú, compartían uno de los
ángulos de la base.
El proceso de la destrucción de la organización y de la desarticulación de la
economía de los Incas no duró el corto tiempo que le atribuyen los historiadores
defensores de la Conquista. El espíritu de rebeldía y el deseo de libertad del
yugo español no saltaron con Cahuide a las vertientes del Urubamba. l Las ansias
de libertad del indio peruano sólo fueron contenidas por la poderosa maquinaria
española que incluía a la Inquisición. Cuando para el año 1780 los abuses espa-
ñoles llegaron a exacerbar al indolente y sumiso peruano, José Gabriel Condor-
canqui se sublevó proclamándose Inca José Gabriel Tupac Amaru (1743?-1781) y se
preparó a reconquistar los fueros de su pueblo. En la famosa Revolución de Tupac
Amaru (1780-1783) perecieron millares de españoles e indios. El virrey de Lima
solicitó refuerzos militares a Buenos Aires para pacificar a los quechuas y ay-
maras levantados. Tupac Amaru fue vencido y descuartizado (1781), empero los es-
pañoles que le desarticularon las extremidades no lograron cercenarle el espíri-
tu libertario al pueblo. Varias décadas más tarde, en 1814, otro indio, Mateo
García Pumacahua (1738-1815), conmovió los cimientos del virreinato peruano y su
grito emancipador repercutió en los territorios de Chile, de las Provincias Uni-
das y del Alto Perú. En este último movimiento emancipador del sur del Perú co-
laboraron mestizos y criollos como el egregio poeta arequipeño de los yaravíes

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Mariano Melgar (1792-1815). Los indios, pues, fueron los primeros precursores de
la independencia peruana. Cuando a principios del siglo XIX los criollos del Pe-
rú se vieron contagiados del fervor revolucionario de Indios y mestizos, la
emancipación del Perú se plasmó en realidad.
En el proceso del devenir histórico los hechos se encuentran concatenados por
vínculos de causa y efecto que a veces se escapan del ojo no muy observador. La
Conquista fue la antítesis del Incanato (tesis) y trajo consigo los gérmenes de
su propia destrucción: el individualismo hispano y el cabildo. El Coloniaje fue
en gran parte la continuación de la Conquista; y lo que va del período republi-
cano no es sino la etapa intermedia del período indoamericano de síntesis que
comenzó con la Revolución de la Independencia.
El individualismo hispano jugó papel importantísimo en la forjación de la
conciencia americana. El mismo español peninsular venido a América desarrolló un
carácter diferente del español que se quedó en la Metrópoli, de allí que se lo
bautizara con el nombre de indiano. La Conquista del Nuevo Mundo todavía no ha-
bía terminado cuando Gonzalo Pizarro, en un arranque individualista, atentó cor-
tar de un tajo el vínculo que unía al Perú con la España Imperial. La rebelión
del indiano Gonzalo Pizarro fue algo mas que un gusto egoísta de un conquistador
arrinconado. Fue el primer grito de rebelión a la autoridad establecida.
Dos siglos más tarde, las ideas de los enciclopedistas se difundieron en el
Nuevo Mundo y proveyeron las bases ideológicas de las revoluciones americanas.
La Independencia de las trece colonias inglesas y la misma Revolución Francesa
prepararon los ánimos. La invasión napoleónica de la Península Ibérica brindó
la oportunidad. La noticia del golpe de estado de Bayona determinó la convocato-
ria a cabildo abierto y preparó el camino para el rompimiento final y total.
La Constitución de 1812 llegó muy tarde para sosegar el descontento que había
en América. En 1809 y 1810 se llevaron a cabo las elecciones de los pocos dipu-
tados que la España en transición permitía que el Perú enviara a Cádiz. Como se
respiraba cierta atmósfera de libertad, aparecieron periódicos importantes en la
formación de la opinión pública y en su encausamiento hacia la conciencia nacio-
nalista. Así apreciaron El Peruano, El Verdadero Peruano, El Satélite del Pe-
ruano, El Argos Constitucional, El Peruano Liberal, El investigador y otras pu-
blicaciones fugaces, que fueron legítimas continuadoras del Mercurio Peruano,
primer periódico virreinal, órgano de la Sociedad Amantes del País.2
Las ideas liberales se difundieron en América como un reguero de pólvora en-
cendida, pese a las barreras que el absolutismo les puso. Cuando llegó la Escua-
dra Libertadora en 1820 el terreno estaba preparado, la rebelión se encontraba
en estado latente. Si fue necesario que ejércitos -no de extranjeros, sino de
hermanos vecinos- vinieran a ayudar al peruano oprimido, se debió a que el Perú
era el punto neurálgico del poder español. Lima, a principios del siglo XIX, ya
no era la capital política de Sudamérica española, pero seguía siendo la capital
del virreinato más importante y el baluarte del poderío español en América. 3 El
enemigo estaba tan enquistado y tan fortificado en el Perú, que aun con la ayuda
del Ejército de San Martín, los peruanos no pudieron conseguir su independencia.
Fue necesario que viniera Bolívar con sus legiones de norteños para que quedase
roto para siempre el poder opresor.
Las guerras de la independencia fueron principalmente dirigidas por gene-
rales criollos y su conclusión alteró la organización política de los nuevos
países independientes. Desalojados los iberos imperialistas de la cúspide de la
pirámide americana, quedaron los criollos en su lugar. El establecimiento de la
República del Perú transfirió el poder político a manos de la nueva clase domi-
nante, la de los criollos. Pero poco fue lo que consiguieron los mestizos y casi
nada lo que ganaron los indios. Las mesas del Perú habían cambiado de amos. Las
anchas y fornidas espaldas del indio y del cholo siguieron halando el primitivo
arado del hijo del patrón español nacido en América, diz que convertido en libe-
ral.

1 Durante la defensa de la fortaleza de Sacahuamán (1536), que dominaba la parte septentrio-


nal del Cusco ocupada por los españoles. se destacó el inca Cahuide. El valiente indio defendía
la torre mas grande de la fortaleza, armado de una adarga y coraza capturada de los españoles, y
con una formidable maza guarnecida de puntas de cobre, derribaba a todos los españoles que tra-
taban de penetrar. Después de varios días de combate la mayor parte de la torre fue capturada.
Viendo que la resistencia era imposible, Cahuide subió a lo más alto del parapeto y se arrojó
desde la altura, prefiriendo morir antes que ver la patria subyugada: fue el capítulo más glo-

8 Chang - Literatura política


rioso de la sublevación de Manco Inca. Este grito de rebelión, en el cual participaron más de
200,000 indios, no fue el último levantamiento de los peruanos. Numerosos alzamientos ocurrieron
durante los tres siglos que duró el dominio español.
Las rebeliones del siglo XVI y XVII contra el yugo español en el Perú fueron netamente
sublevaciones indignas. En el siglo XVIII la mayoría de las revoluciones fueron dirigidas por
mestizos, pero el grueso de los revolucionarios estuvo compuesto de indios puros. Información
sobre las sublevaciones en estos tres siglos puede encontrarse principalmente En José M. Valega,
La gesta emancipadora del Perú, t. I (Lima: 1941); Col. P. Angelis, Documentos para la historia
de la sublevación de José Gabriel Tupac Amaru, cacique de la provincia de Tinta en el Perú (Bue-
nos Aires: Imprenta del Estado, 1836); Cuarenta anos de cautiverio (Memorias de Juan Bautista
Tupac Amaru), Colección Loayza, serie I, t. I (Lima: Imp. Miranda, 1941): Juan Santos, el inven-
cible. Colección Loayza, serie T, t. II (Lima: Imp. Miranda, 1942); Luis Alberto Sánchez, EL
pueblo en la revolución americana (Buenos Aires: Edit. Americalee, 1942);- Daniel Valcárcel, Re-
beliones indígenas (Lima:Edit.-P. T. C; M;, 1946).
2 El Mercurio Peruano (1791-1793) comenzó su publicación el 2 de enero de 1791 y salía dos
veces por semana. Su primer editor fue Jacinto Calero, y con él colaboraron las mejores plumas y
las mentes más preclaras de la época. Los artículos más importantes fueron los firmados por Ce-
falio (José Baquíjano y Carrillo) y Aristio (Hipólito Unánue). Este periódico ejerció mucha in-
fluencia en la emancipación del Perú; pero como observa el historiador chileno Benjamin Vicuíia
Mackenna, su valor ha sido exagerado: "En vano se exhumaron las páginas del Mercurio para sor-
prender los secretes amagos del trastorno innovador. Organo de una sociedad de literatos y sa-
bios, no pasaba más allá del rol de un boletín científico y de una revista literaria, de mérito
sobresaliente, es verdad, pero sin vuelos atrevidos, sin acción en lo futuro, sin programa so-
cial ni político". En esto también está de acuerdo José de la Riva Agüero, que toma esta cita de
B. Vicuna Mackena, Revolución de la Independencia del Perú desde 1809 a 1819 (Lima, 1860). Léase
José de la Riva Agüero, Historia del Perú, II (Lima: Librería Studium, 1953), 28-31.
3 El Virreinato de Nueva Granada se creó definitivamente en 1736 y el de Buenos Aires en
1776.

II
LA SUPERVIVENCIA DE LA FEUDALIDAD

Las batallas de Junín y de Ayacucho sellaron con sangre la independencia del


Perú, poniendo fin oficial a la guerra de emancipación, disolviendo los lazos
políticos con el Imperio Colonial español. La emancipación del Perú, sin embar-
go, no tuvo el mismo significado para todos los habitantes del país. La patria
se ha independizado de los españoles, pero no de sus prejuicios. La hacienda,
nuevo nombre del feudo medieval, sigue siendo la unidad básica de la economía
nacional. En los grandes latifundios los indios, cholos y negros continúan labo-
rando la tierra bajo condiciones parecidas a las que existían antes de la decla-
ración de independencia. Muchos de ellos no comprenden el significado de su nue-
va condición de hombres libres. Como tienen fresco el recuerdo de la cruenta
lucha, ellos prefieren callar y esperar hasta que el país vuelva a la normali-
dad. Toda etapa postrevolucionaria es de transición y de sacrificio. Habrá que
dejar que los generales y los aristócratas velen, con la bendición paterna, por
los sagrados intereses de la patria.
El cholo no tendrá por qué quejarse porque si aprende bien las mañas del
criollo podrá llegar a ser general, representante y hasta Ministro de Estado.
Una vez con las charreteras en el hombro y las medallas en el pecho por actos
revolucionarios hasta tal vez lo elijan Presidente. El negro, ¿qué más quiere?
Verdad que todavía sigue siendo esclavo, pero su hijo nacerá libre. ¿Acaso San
Martín no proclamó la libertad de vientre en 1821? En cambio, el pobre indio, él
sí tendrá que cuidarse porque ya no habrá mas Leyes de Indias que lo protejan;
ya no gozará de la chochera de la protección real. 4 Pero ¿qué valen los bienes
terrenales, qué importa que uno de los Libertadores le quitara las tierras comu-
nales, cuando el "Tayta Cura" le ha dicho: "Bienaventurados los que sufren por-
que de ellos será el Reino de los Cielos". Además, si sigue masticando la coca
ya no sentirá más frío; y aunque los glaciales vientos andinos penetren por sus
raídas ropas y lo laceren, él no sentirá la herida. La coca será su salvación,
le saciará la sed y le aplacará el hambre; y si el "amito" le da "más tarea", él
ya no sentirá más fatiga. ¡El chasco que se llevará el patrón!
En efecto, la Independencia, como la habían soñado los padres de la patria,
había reconocido que los peruanos también eran animales políticos y con derecho
a gobernarse a sí mismos. No más mandones de fuera, no más tutela extranjera.
Como los más educados y los menos ignorantes eran blancos y uno que otro mesti-
zo, ellos tomaron las riendas del Estado. Pero si los españoles habían capitula-

Chang - Literatura política 9


do en Ayacucho, sus códigos seguían rigiendo. El Perú sólo había logrado darse
constituciones políticas inspiradas -por no decir plagiadas- en las avanzadas
constituciones norteamericana, francesa e inglesa. Las costumbres, los métodos y
los códigos, como el de minería, siguieron vigentes. Después de todo, la labor
de tres siglos de gobierno español no podía eliminarse con una simple declarato-
ria de independencia o la dación de una nueva Constitución.
Las principales fuentes de riqueza del nuevo país independiente fueron la
agricultura y la minería; la primera más que la segunda, aunque el criterio eco-
nómico imperante estaba basado en la prosperidad de la minería. Esta era una de
las ideas que se había heredado de los españoles. La falsa proposición orientó
la política oficial no obstante que los liberales de los primeros anos republi-
canos lograron insertar en la Constitución de 1823 la libertad como principio de
orden económico.
Como persistiera la creencia de que el progreso del país dependía del progre-
so de la minería, la agricultura quedó relegada a la producción doméstica de ar-
tículos de primera necesidad. Empero, la agricultura no podía quedar rezagada
completamente para siempre. La mayoría de la población peruana dependía directa-
mente de la tierra. Desde los tiempos precolombinos el peruano ha sido esencial-
mente agrícola y tarde o temprano los economistas oficiales tendrían que volver
a reevaluar el papel de la agricultura.5
El nuevo gobierno peruano no se preocupó mucho de los problemas económicos
nacionales ni sociales que dejó la Colonia y por eso no supo prever el porvenir
económico del país. La negligencia de la primordial función gubernamental permi-
tió el enquistamiento de la burocracia en las fuentes de entradas del erario na-
cional. Por ende, cuando el guano se convirtió en el principal renglón del fis-
co, ya había un buen número de familias millonarias cuyas fortunas se habían
amasado mediante grandes peculados descarados. Así quedó establecido un peligro-
so precedente: el que quisiese forjarse una fortuna, no tenía más que asaltar el
presupuesto. Pocos años más tarde, el salitre también se rodeó de familias para-
sitarias y la historia de los grandes peculados continuó. La consolidación de la
deuda pública y la colocación de nuevos empréstitos dio margen a nuevas aventu-
ras piratescas al fisco que daban por resultado la aparición de nuevas familias
millonarias. La explotación del indio ya no era la única fuente de riqueza na-
cional.
Políticamente, el Perú sufría tanto como económicamente. El Estado que emer-
gió de la Emancipación fue el estado republicano liberal, basado en la soberanía
popular regulada por la Constitución. El Gobierno estaba dividido en los tres
poderes que Montesquieu establecía en L'Esprit des Lois. El nuevo Estado reco-
nocía los derechos implícitos en Le Contrat Social de Rousseau. Todo esto era
en teoría porque en la práctica el caudillo en el poder hacía caso omiso de la
Constitución y su capricho era ley. Terminadas las guerras de la Independencia,
los generales peruanos y algunos extranjeros se imaginaron que la Presidencia de
la República era el grado más alto del escalafón militar. Pero como sólo cabía
uno en la silla presidencial, se lanzaron a galope tendido a la toma del poder.
El cuartelazo remplazó al sufragio y si el oro no lograba comprar conciencias,
allí estaban las bayonetas para hacerse obedecer. Cada general venía acompañado
de un numeroso séquito de familiares, protegidos y venales que venían a usufruc-
tuar el tesoro público, reclamando los privilegios que la miopía económica había
establecido como únicas fuentes de entradas de la Nación. A la caída de un cau-
dillo, le sucedía otro con nuevo séquito de parientes y amigos que venían a go-
zar del nepotismo; y así continuaban alternándose en el mando una legión de mi-
litares hambrientos de poder, de riqueza y de sangre. Aun aquellos que fueron
favorecidos por las dictaduras de turno han tenido que lamentar el patético cua-
dro de la carrera de glotones. Numerosos son los favoritos de los gobiernos, que
no pudiendo resistir más las barbaridades de los amos del Perú, por decore per-
sonal, o por encontrarse en países más civilizados, se vieron obligados a renun-
ciar a sus puestos. Después de todo, hasta los animales más salvajes tienen sus
horas de hastío en las que dejan que se les escape una presa suculenta. A veces,
los crímenes políticos son mejor juzgados con ojos de amigos que con lentes de
enemigos. Por eso la cita de Gabriel Séailles6 que encabeza esta Primera Parte
tiene especial significado.
En el Perú, como en el resto de América, la Revolución también quedó Incon-
clusa porque no nos liberó sino de la Corona de España. El coloniaje había sido
un condominio político-religioso; el poder absolutista fue derrotado, pero el
10 Chang - Literatura política
poder religioso quedó casi intacto. El alto clero, con un juego político acomo-
daticio, se alió al grupo aristocrático de los revolucionarios cuando se conven-
ció del que la causa del despotismo español estaba perdida. Al consolidarse los
criollos en el poder, el clero apoyó al partido conservador y logró recuperar
los privilegios perdidos durante los años radicales de la Revolución. Pero, una
vez consolidada la emancipación, la Iglesia comenzó a adquirir nuevos privile-
gios y a acumular más bienes raíces. Millares de hectáreas le donaban ricachos
que creían asegurarse un lugar preferente al lado de San Pedro con los bienes
que dejaban a las organizaciones religiosas. Los clérigos "republicanos" se
aliaron con los terratenientes y los altos oficiales del ejército: siguieron
formando parte del sistema gamonal.7
Como se ve, la Revolución no cumplió su misión histórica porque tres fuerzas
se enquistaron en el Gobierno: el militarismo egoísta e indisciplinado, la "no-
bleza" abigarrada -compuesta de aristócratas decrépitos, gamonales, nepotistas y
especuladores- y el clericalismo señorial con mentalidad virreinal. Desalojar
estas tres fuerzas del poder y traer la democracia funcional para todos los ha-
bitantes del país fue la ardua labor que le quedó al liberalismo peruano.

4 De acuerdo con las Leyes de Indias, los indígenas eran vasallos del Rey. Enfáticamente
se declaraba que no podían ser esclavos y que eran "racionales". Daniel Valcárcel, catedrático
de la Universidad de San Marcos, observa que "De juris, la tendencia del Estado español era
justa y humanamente generosa. Leal con los indígenas de las Indias Occidentales, considerá -
balos como contribuyentes de la Corona, como súbditos menores y como miembros permanentes de la
iglesia católica". De facto, la situación fue completamente diferente. En un oficio dirigido al
Cabildo de la ciudad del Cusco, Túpac Amaru hizo una afirmación que nos da una idea parcial del
pésimo estado de las cosas: "Todo resultante contra los mismos indios y demás personas y dispo-
siciones de los mismos reyes de España, cuyas leyes tengo por experiencia se hallan suprimidas y
despreciadas". Daniel Valcárcel, Rebeliones Indígenas (Lima: Editorial P. T. C. M., 1946), pp.
22 y 23.
5 Sobre este punto, un economista peruano contemporáneo ha escrito:
"No debe admitirse... que en el Perú el pensamiento económico general hubiera desterrado
el porvenir agrícola. Éste vivía en las entrañas de la nacionalidad. El indio tenía una concien-
cia agraria profunda y su ideal no podía ser otro que el de poseer una tierra y cultivarla. Este
sentimiento agrario existía en él desde el ancestro preincario y no podía desaparecer jamás. Al
contrario, se convertía en una nostálgica aspiración". (Emilio Romero, "Perú", en Pensamiento
económico Latinoamericano (México: Fondo de Cultura Económica, 1945), p. 313.
6 Gabriel Séailles, en el prefacio de Francisco García Calderón, Le Perou Contemporain
(Paris: Dujarric et Cie., 1907), p. ii.
7 Vale aquí repetir una acertada descripción etimológica de la palabra gamonal en el léxi-
co político, que ahora se usa también en Centroamérica, en Colombia, en Venezuela y en España:
"El calificativo 'gamonal' viene de 'gamonito', planta parásita, conocida también Con el nombre
de 'chupón' que se desarrolla en las raíces de los árboles, principalmente en los viñeros, cre-
ciendo a costa de la savia de los mismos, con perjuicio de sus frutos. La lengua popular ha sa-
bido identificar con esta planta parásita a los terratenientes, contratistas y administradores
que prosperan merced al trabajo impago de los indios". Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú, I (Lima: Empresa Editora Peruana,
S. A., 1947), 83.

III
LOS GOBIERNOS CASTRENSES Y PSEUDOCIVILES

EL 28 de julio de 1821 el General José de San Martín proclamó la independen-


cia del Perú. El 3 de agosto del mismo año asumió el mando político y militar de
sus departamentos libres con el titulo de Protector. El general argentino fue
el primer gobernante del Perú libre.
De vuelta a Lima, después de su entrevista con Bolívar en Guayaquil, San Mar-
tín convocó al Primer Congreso Constituyente y ante él dimitió su autoridad el
20 de septiembre de 1822. El Congreso nombro una Junta Gubernativa integrada
por tres de sus miembros: José de La Mar, Manuel Salazar y Baquíjano y Felipe A.
Alvarado. Seis meses después se produjo el primer movimiento revolucionario
contra el gobierno legítimamente constituido. El 26 de febrero de 1823 el
ejército, con el apoyo de unos aristócratas limeños, impuso la presidencia del
coronel criollo José de la Riva Agüero, Marqués de Monte Alegre, quien seria más
tarde acusado por Bolívar de traición. Este golpe de estado que se conoce con el
nombre de Motín del Balconcillo fue el primer encuentro entre el militarismo
caudillesco y el parlamentarismo liberal. Después de declarar a Riva Agüero reo
Chang - Literatura política 11
de alta traición, el Congreso eligió Presidente a otro aristócrata limeño, el
Marqués de Torre Tagle, a quien San Martín casi había fusilado por traidor. En
pocos meses dos aristócratas acusados de traidores habían ocupado la primera ma-
gistratura peruana.
El 10 de septiembre de 1823 el Congreso le confirió a Bolívar la autoridad
militar y política con el título de Libertador. En septiembre de 1826 Bolívar se
vio obligado a volver a la Gran Colombia, donde ambiciones nacionalistas mezqui-
nas también amenazaban su autoridad. El 26 de enero de 1827 la tercera división
"colombiana" -compuesta principalmente de venezolanos- de guarnición en Lima se
sublevó debido a las discordias entre separatistas y unionistas, atraso en el
pago de los sueldos y, sobre todo, debido a las intrigas de los antibolivaristas
peruanos que aprovecharon el golpe militar para declarar abolida la Constitución
Bolivariana. El Congreso Extraordinario Constituyente eligió Presidente de la
República al mariscal guayaquileño José de La Mar, el 9 de junio de 1827. Pocos
días antes que cumpliera su segundo año de gobierno, motines militares casi si-
multáneos en Lima y en Piura obligaron a La Mar a renunciar la presidencia y
salir al destierro. El militarismo peruano triunfante logró que el Congreso
eligiera Presidente interino al ambicioso General Agustín Gamarra. Después de
realizadas las primeras elecciones presidenciales, Gamarra asumió la presidencia
constitucional por un período de cuatro años (19 de diciembre de 1829-19 de di-
ciembre de 1833). Terminado su periodo presidencial, no sin haber debelado va-
rios cuartelazos, Gamarra vio con pesar que los colegios electorales elegían al
mariscal trujillano Luis José de Orbegoso,8 y no a su protegido, el general Pe-
dro Bermúdez. Esto trajo por consecuencia el golpe de estado del 4 de enero de
1834, por el cual la guarnición de Lima proclamó Jefe Supremo provisional al ge-
neral Bermúdez. El golpe de 1834 inició el período sangriento de las luchas por
la posesión del Poder que todavía no ha terminado en el Perú. E128 del mismo
mes, muchedumbres de Lima -hombres y mujeres, peruanos y extranjeros- armados de
piedras y algunas armas de fuego atacaron a los insurrectos que ocupaban el pa-
lacio y lograron derrotarlos. Las masas de Lima dieron una lección de civismo al
ejército. Orbegoso entró triunfante a Lima, aclamado por la muchedumbre. La gue-
rra civil continuó en el resto del país hasta su intempestiva conclusión con el
sorpresivo Abrazo de Maquinhuayo que tuvo lugar el 24 de abril de 1834. Para
consolidarse en el poder, Orbegoso concedió un número exagerado de ascensos mi-
litares; pero de nada le sirvió esta medida porque precisamente Felipe Santiago
Salaverry -oficial que rápidamente había sido ascendido a coronel, luego a gene-
ral e inspector general de las milicias de la República se sublevó en los casti-
llos del Callao el 22 de febrero, proclamándose Jefe Supremo de la República.
Para derrotar al impetuoso Salaverry, Orbegoso aceptó del presidente boliviano
Andrés de Santa Cruz (1792-1865) la propuesta para la formación de la Confedera-
ción Perú-Boliviana. El nuevo estado fue consolidado después del fusilamiento de
Salaverry, quien cayó víctima de su propio decreto de guerra a muerte.
Chile, que siempre ha temido la existencia de un Perú fuerte, declaró la gue-
rra a la Confederación el 26 de diciembre de 1836 y despachó dos expediciones
"restauradoras" con la ayuda de varios oficiales peruanos. La Argentina de Ro-
sas también vio con recelos y con temor la aparición de un nuevo estado poderoso
en Sudamérica. Rosas declaró la guerra a la Confederación el 9 de mayo de 1837.
Derrotado Santa Cruz, Gamarra emergió como Presidente Provisorio el 15 de agosto
de 1839. Dos años más tarde moría Gamarra al llevar a cabo una aventura militar
contra Bolivia (batalla de Ingavi: 13 de noviembre de 1861).9 Gamarra había de-
jado a cargo de la Presidencia a don Manuel Menéndez, Presidente del Consejo de
Estado. Menéndez hizo frente a la amenaza del general Juan José Flores, caudillo
venezolano-ecuatoriano, y a la guerra civil peruana de 1842 que terminó con la
imposición del general Francisco de Vidal, segundo vice-presidente del Consejo
de Estado.10 Otras revoluciones estallaron durante los cuatro meses del gobierno
de Vidal. Su efímero gobierno terminó con el triunfo del general Manuel Ignacio
de Vivanco que tomó el título de Supremo Director de la República. La guerra ci-
vil y la anarquía continuaron ensangrentando al país.
Con la victoria del general Ramón Castilla (1791-1867) en la Batalla de Car-
men Alto (22 de julio de 1844) Lima quedó abierta al llamado Ejército Constitu-
cional. Castilla reconoció la autoridad de Menéndez que había vuelto al poder.
Menéndez convocó a Congreso Constituyente y los colegios electorales para la
elección de Presidente. Fue elegido el caudillo más destacado del memento: Cas-
tilla, que se inauguró el 19 de abril de 1845. Gracias a la explotación de la
12 Chang - Literatura política
riqueza del guano y a una política conciliatoria y progresista, Castilla realizó
una excelente labor administrativa. Construyó el primer ferrocarril de América
del Sur, reformó la administración de correos, consolidó la deuda interna, res-
tableció la vida parlamentaria, alentó la industrialización, abolió los mayoraz-
gos, reformó la educación, y, cediendo a la presión de los terratenientes coste-
ños, inició la inmigración china.
Le sucedió el general José Rufino Echenique que había ganado las turbulentas
elecciones de 1851. Echenique asumió el mando el 19 de abril, reabriendo el pe-
ríodo de desgobierno y cuartelazos hasta que cayó derrotado en el combate de La
Palma (5 de enero de 1855) por el ejército revolucionario de Castilla. El
triunfante general permaneció de Presidente provisorio hasta el 24 de octubre de
1858, día en que fue proclamado Presidente Constitucional por el Congreso Cons-
tituyente que él convocó. Este segundo período presidencial de Castilla se ca-
racterizó por el debate ideológico entre los partidarios del Gobierno fuerte y
sus opositores llamados liberales y la continuación de la obra constructiva ini-
ciada en su primer período presidencial.
En las elecciones de 1862 triunfaron los candidatos oficiales y el 29 de
agosto el Congreso proclamó Presidente al Gran Mariscal Miguel San Román; primer
Vicepresidente, al general Antonio Pazet; y segundo Vicepresidente, al general
Pedro Diez Canseco. El militarismo seguía encaramado en el poder. El 4 de abril
del siguiente año murió San Román. Castilla y luego Diez Canseco asumieron la
presidencia temporalmente hasta la llegada del primer Vicepresidente que a la
sazón se encontraba en Europa. Pezet asumió el mando el 5 de agosto. El nuevo
Presidente no supo enfrentarse a la amenaza española contra la soberanía nacio-
nal y aceptó el denigrante tratado Vivanco-Pareja. De norte a sur del país cun-
dió la protesta armada por la claudicación del Gobierno. En Lima, el populacho
se unió al ejército revolucionario e hizo triunfar a las fuerzas opuestas a Pe-
zet. El 7 de noviembre de 1865 el general Mariano Ignacio Prado se proclamo Dic-
tador. Una vez que se formó la cuádruple alianza con el Ecuador, Bolivia y Chi-
le, el Perú declaró la guerra a España.
Repelida la agresión de la armada española, Prado tuvo que hacer frente al
conflicto religioso que se suscitó a consecuencia de una poderosa minoría anti-
clerical en el Congreso, en la que sobresalía el trujillano Fernando Casós, uno
de los más brillantes oradores parlamentarios del Perú republicano. El 5 de ene-
ro de 1868 Prado dimitió y se embarcó para el extranjero porque además de la re-
volución conservadora de Arequipa, el coronel José Balta se había sublevado en
Trujillo, poniendo el norte del país en el campo opositor a la dictadura. El 20
de enero asumió la presidencia provisoria el general Francisco Diez Canseco, y a
él le sucedió el coronel José Balta el 2 de agosto de 1868.
Balta hizo frente a una aguda crisis financiera debida en parte a las conti-
nuas guerras civiles y en parte a los grandes peculados. Fueron precisamente es-
tos negociados los que contribuyeron a la formación de poderosas familias buro-
cráticas de mucha influencia. La burguesía se alió a la antigua clase aristocrá-
tica y fundó el Partido Civil. En las elecciones de 1872 el Partido Civil triun-
fó porque el país estaba cansado de los desmanes de la soldadesca, de la falta
de moralidad en los personeros de la administración pública y de los grandes em-
préstitos que se hacían en detrimento del futuro del país y para beneficio de
muchos burócratas. Manuel Pardo (1834-1878), representante del capitalismo feu-
do-burgués y fundador del partido civilista, resultó elegido.
El militarismo comprendió el significado del triunfo del candidato civil y en
un último esfuerzo aventurero dio el golpe de estado del 22 de julio de 1872,
dirigido por los cuatro hermanos coroneles Tomás, Silvestre, Marceliano y Marce-
lino Cutiérrez. Marceliano proclamó a su hermano Tomás Jefe Supremo de la Repú-
blica. El Congreso protestó y puso al dictador fuera de la ley. En las jornadas
del 26 y 27 de julio el pueblo en masa atacó a los hermanos Gutiérrez. El 27 los
cadáveres de Tomás, Marceliano y Silvestre fueron colgados de las torres de la
catedral y quemados. La muchedumbre enardecida había colocado
al pie de la dantesca pira un letrero que decia: "Así siempre con los tira-
nos".
El primer presidente civilista subió al poder el 2 de agosto de 1872. La cas-
ta militar fue temporalmente desalojada del Palacio, pero el pueblo poco se be-
nefició con la transferencia de la autoridad suprema. La explotación del salitre
empezó a ganar auge y a convertirse en una de las principales fuentes de riqueza
nacional. Otra vez la historia de los peculados comenzó: a los antiguos millona-
Chang - Literatura política 13
rios especuladores de las consignaciones del guano y las operaciones hacendarias
y obras públicas se unían los comisionados para la administración y venta del
salitre. El partido civilista engrosaba sus filas.
En las elecciones presidenciales de 1876 ganó cl candidato civilista general
Mariano Ignacio Prado, demostrando que el partido civilista no era tan antimili-
tarista como demagógicamente presumía:. Y no podía serlo porque los prohombres
del civilismo estaban vinculados familiarmente con numerosos caudillos milita-
res, es decir, con los que les habían permitido que ocuparan ministerios y altos
puestos gubernamentales de donde había Conseguido las riquezas que ahora osten-
taban. Durante el gobierno de Prado estalló la guerra de Chile (1879-1884). Poco
después de la declaratoria de guerra el Presidente viajó a Europa para comprar
armamentos Y dejó en su reemplazo al Vicepresidente Luis La Puerta. El pueblo de
Lima se Insurreccionó y la guarnición de Lima reconoció a Nicolás de Piérola
(1839-1913) como Jefe Supremo el 21 de diciembre de 1879.
Piérola no pudo salvar al país porque la suerte ya estaba echada: el país fue
completamente derrotado. Los militaristas y los civilistas habían conducido al
Perú a la catástrofe militar, económica, política Y social. Lo que viene después
del humillante Tratado de Ancón (1884) pertenece ya a las biografías de González
Prada, Mariátegui y Haya de la Torre. Ellos trataron de regenerar al país, ha-
ciendo esfuerzos para sacarlo de la encrucijada histórica a donde lo habían co-
locado los caudillos bárbaros, la nobleza colonial inepta, los especuladores del
guano, del salitre y de los empréstitos públicos, la indiferencia de los inte-
lectuales venales y la ignorancia de las masas.

8 El Gran Mariscal de Orbegoso amó tanto su alto rango militar como apreció sus títulos
nobiliarios: Conde de Olmos, Marqués de Vista Hermosa y Duque de Premio Real.
9 La confesión que a Manuel González Prada le hizo uno de sus peones en trances de muerte
dio lugar al libro Un Crimen Perfecto (N. Y.: H. Wolf, 1941) que escribió su hijo Alfredo. Jor-
ge Basadre ha rechazado esta versión de la muerte de Gamarra, en su Historia de la Republica del
Perú (Lima: Editorial Cultura Antártica, S. A., 1949), I, 231-232.
10 Como don Justo Figuerola rehusara ocupar la presidencia, como le correspondía en
su calidad de primer vicepresidente, Menéndez aceptó la primera magistratura. No transcurrió
mucho tiempo antes de que se criticara severamente la mala administración de Menendez; fue en-
tonces cuando Figuerola se vio obligado a aceptar el mando. Se cuenta que una noche un mensajero
tocó fuertemente la puerta de su residencia. Enterado de que el mensajero venía a anunciarle el
estallido de un nuevo cuartelazo y que era requerido en el palacio, Figuerola le ordenó a su
hija: "¡Ah Juanita! ¡Ha de ser por la banda! ¡Tírasela por el balcón!" Con este gesto irrisorio
el antiguo miembro del Primer Congreso Constituyente expresaba su desprecio por la codiciada
banda presidencial. Santiago Távara, Historia de los Partidos (Lima: Editorial Huascarán, 1951),
p. 176.

IV
LOS LIBERALES QUE PRECEDIERON A GONZALEZ PRADA

El liberalismo peruano anterior a González Prada no produjo un solo hombre de


la categoría de Sarmiento de la Argentina, de Francisco Bilbao de Chile, Montal-
vo del Ecuador o Benito Juárez de México. Los llamados liberales peruanos se
destacaron por su adhesión a principios generales que aprendieron en libros ex-
tranjeros, en inglés, en francés o en traducción. El Perú republicano de antes
de la Guerra del Pacífico no contó con un liberal de importancia y de principios
originales que hubiese enmendado el equivocado derrotero que seguía el país, im-
pelido ala catástrofe por los militares ambiciosos, aristócratas degenerados,
políticos venales y clero entrometido.
Sólo de cuando en cuando surgió un intelectual despierto que desde el perió-
dico, el panfleto, el libro o la tribuna parlamentaria se alzaba para protestar
contra los desmanes de las fuerzas retardatarias del Perú. Desgraciadamente,
ninguno de ellos pudo establecer escuela y consolidar el pensamiento liberal del
país. Fueron figuras aisladas, seguidos a lo sumo por reducidos grupos, que com-
batieron una mala tendencia, a un autoritario; descabellado, una ley bárbara o
una intransigencia perjudicial. Con la posible excepción de Francisco de Paula
González Vigil y Flora Tristán, los demás no entrarían a formar parte de un li-
bro que sobre el liberalismo indoamericano se llegase a escribir. Es patético y
desgarrador observar la pobreza intelectual del país durante sus primeros sesen-
ta y tantos años de vida independiente. En política y en economía el Perú fue

14 Chang - Literatura política


tan estéril como en literatura. Si quitamos a Manuel Lorenzo de Vidaurre (17772-
1841), a los hermanos Gálvez, a Vigil y a Palma, ¿quiénes quedan de talla conti-
nental?
Si aun así persistiéramos en historiar el liberalismo peruano que precedió a
González Prada, tendríamos que remontarnos a la Enciclopedia Francesa para en-
contrar los antecedentes remotos de estos hombres de avanzada. La Revolución
Francesa, con Napoleón, y la Revolución Norteamericana, sin Jefferson, fueron
las fuentes de inspiración de nuestros grandes pensadores. Los verdaderos pre-
cursores de la independencia peruana fueron indios, pero la revolución no triun-
fó sino hasta que llegaron las ideologías extranjeras con las sociedades cultu-
rales, expediciones científicas, libros prohibidos y los criollos que comenza-
ron a conspirar en las logias masónicas de Europa.
Madurado el pensamiento emancipador en instantes en que España se veía vili-
pendiada por la invasión napoleónica, los peruanos, al igual que los demás crio-
llos del resto de América, se valieron del valioso resorte democrático que los
españoles habían traído al Nuevo Mundo: el cabildo. El cabildo abierto convir-
tióse en el órgano de expresión de la soberanía, al transformarse en una asam-
blea popular en la que las instituciones locales y las masas estaban representa-
das.ll Después de analizar desapasionadamente la obra de los padres de la patria,
se llega a la conclusión de que los "revolucionarios" y "liberales" que inicia-
ron la República cumplieron su misión a medias. Su labor intelectual y
política no tuvo el alcance de los padres de la independencia norteamericana,
por ejemplo. Su intervención a favor de las libertades públicas sufre del defec-
to de la vacilación. No es que se acuse de tímidos a los precursores de la inde-
pendencia y a los padres de la república; muchos de ellos ofrendaron su vida en
el altar de la libertad a fin de realizar los ideales que perseguían. La ver-
dad, aunque nos duela, es que las recomendaciones políticas -no podemos decir
doctrina porque ninguno fundó una ideología ni sistematizó su pensamiento, polí-
tico- no tuvieron el valor y no estuvieron a la altura de la situación. Fácil
es comprender por qué no apareció el filósofo político que sentase las bases de-
mocráticas del Perú independiente y liberal. Sabemos bien que la Colonia, con
sus restricciones absolutistas, antes, durante y después del señoreo de la Com-
pañía de Jesús, representó el periodo medioeval de nuestra historia. El Perú
tuvo la gloria -o desgracia- de ser el centro del imperio colonial hispano en
Sudamérica, aún después de la creación de los otros virreinatos. Gran parte de
los que apoyaban la independencia sólo deseaban la libertad política, dentro o
fuera de la Corona de España. La mayoría favorecía la adopción de medidas econó-
micas que beneficiaran a su clase. El anhelo libertario no era genuinamente de-
mocrático, puesto que ignoraba la suerte de las masas peruanas. El mismo San
Martín solo proclamó la libertad de vientre. No más esclavos nacerían en el Pe-
rú, pero quedaban los millares de esclavos que vegetaban en las haciendas de los
mismos hombres que firmaban el acta de la independencia.
¿Qué significó la emancipación? Dejemos a Jorge Basadre que nos cuente parte
de la historia:

En la agricultura perduró la esclavitud de los negros en la costa y la ten-


dencia a la gran propiedad y a la escasez del cultivo en gran escala en la sierra;
si bien la minería, fuente primordial de la propiedad colonial entró en un período
de franca decadencia por la destrucción de las minas de Pasco, por la abolición de
la mita, por la falta de impulses técnicos y por la carencia de brazos. El régimen
de las contribuciones, con las breves alteraciones impuestas por el cambio de régi-
men -supresión de monopolios, etc.- permaneció idéntico. El tribute de los indios
continuó, pues, cobrándose.
Igualmente, cabe señalar de inmediato, que no hubo solución de continuidad
entre la educación colonial y la educación republicana. Perduraron el analfabetismo
popular; la tendencia clásica y formalista de la instrucción, en todos sus grados;
el alejamiento de la orientación técnica; el régimen escolar que se iniciaba en las
escuelas de primeras letras, continuaba en las aulas de latinidad y terminaba en
los colegios, mezclas éstos últimos planteles de enseñanza- primaria, secundaria y
profesional; el descuido en la preparación intelectual de la mujer.12

Los numerosos problemas sociales y económicos que dejó la Colonia no pudo re-
solver. la República. El cambio político alteró principalmente la vida de las
ciudades, sobre todo las de la costa, y el poder se entronizó en una de ellas:
Lima. Desde los primeros mementos de la vida independiente se impuso la doctri-

Chang - Literatura política 15


na- centralista que hace girar a todo el país alrededor de la virreinal ciudad
del Rimac. El federalismo -según Basadre, la máxima aspiración de la izquierda-
encontró invencibles dificultades. En el Primer Congreso Constituyente, convoca-
do por el monarquista San Martín en 1822, los liberales se limitaron a cercenar
las funciones del Poder Ejecutivo y a instituir las Juntas Departamentales. El
huamachuqueño José Faustino Sánchez Carrión, el Solitario de Sayán, no logró
conseguir el número suficiente de adeptos para que se estableciese el sistema
federativo que propuso. Los llamados liberales de entonces se opusieron a Bolí-
var y a su constitución Vitalicia (1824-1826), y con la excepción de algunos li-
berales que se plegaron a la causa bolivariana, la mayoría no cesó de conspirar
contra el sueno político del Libertador, aliándose con los conservadores ultra-
montanos que azuzaban el espíritu nacionalista para capturar el poder demagógi-
camente. El Congreso Constituyente de 1827-1828 discutió largamente las ventajas
y desventajas del federalismo. Favorecieron el federalismo, Francisco Javier
Luna Pizarro, Manuel Lorenzo de Vidaurre, José Luis Gómez Sánchez y otros. No
todos los federalistas creían en su imposición inmediata. Divididos así los li-
berales, la Constituyente de 1827-1828 decidió por un poder central moderado, al
mismo tiempo que daba a las Juntas Departamentales cierta autonomía y determina-
das atribuciones federales. Les quedó el consuelo de que en 1833, año de la pr-
óxima reunión de una Convención Nacional para revisar la Constitución, la situa-
ción del país fuese más favorable para el establecimiento del federalismo libe-
ral. No sucedió así porque, reunida esta Convención, la principal preocupación
fue el de combatir el militarismo caudillesco de Gamarra. Apresuradamente copia-
ron la mayor parte de la Constitución de 1828, la atiborraron de artículos ten-
dientes a impedir el despotismo militar, pero no incluyeron los artículos demo-
cráticos que establecían las Juntas Departamentales.l3 Desde muchos puntos de
vista, la Constitución de 1834 resultó menos liberal que la de 1828.
Ante la experiencia histórica que el absolutismo había dado al país, primero
con las ideas monarquistas de San Martín y Monteaguado y luego con la Carta Vi-
talicia de Bolivar, los liberales al redactar la Constitución de 1828 le habían
dado más poder al Presidente de la República, siguiendo el ejemplo de la consti-
tución norteamericana. Pero, para refrenar abuses e impedir excesos, otorgaron
a la Cámara de Diputados "el deber de acusar ante el Senado, al Presidente y Vi-
cepresidente, a los miembros de ambas cámaras, a los ministros de Estado y a los
vocales de la Corte Suprema de Justicia, por delitos de traición, atentados
contra la seguridad pública, concusión, infracciones de la Constitución y en ge-
neral por todo delito cometido en el ejercicio de sus funciones a que está im-
puesta pena infamante" (Artículo 22). Al inaugurarse la legislatura de 1832 se
discutió el dictamen de la comisión de infracciones sobre el catálogo de viola-
ciones, que a juicio del Consejo de Estado había cometido el Presidente Gamarra
en receso del Congreso. En una de esas sesiones (la del 7 de noviembre), Conzá-
lez Vigil pronunció su famoso discurso "Yo acuso" contra las violaciones de la
Constitución.l4 El formidable discurso de Vigil se produjo bajo la misma inspira-
ción que las cartas del "Solitario de Sayán", en defensa de los principios demo-
cráticos republicanos. El voto de censura fue desechado y el autoritario conti-
nuó triunfante. Vigil, en compañía de Francisco Xavier Mariátegui (1793-1884) y
Benito Laso 1178311868), continuó defendiendo las ideas liberales y atacando la
autocracia desde las columnas de El Correo Peruano. Estos eran los años en que
Vigil comenzó a escribir su defensa de los gobiernos contra. las pretensiones de
la Curia Romana. El cheque de ideas seguía, con los liberales siempre en la de-
fensiva.
Los liberales de entonces defendían el federalismo, la exacta división de los
poderes y la continuación del "juicio de residencia" para juzgar al Presidente
de la República y demás altos funcionarios. Estaban completamente opuestos al
gobierno fuerte y al caudillismo. La libertad era la palabra clave de toda la
ideología liberal. Ninguno llegó a definir lo que exactamente entendía por li-
bertad porque se suponía que todos comprendían lo que ella significaba. Sin la
libertad nada tenía valor ni significado. Los derechos del hombre estaban por
encima de todo y eran preferibles a la prosperidad que el despotismo pudiera
traer a fuerza de bayonetas. La anarquía, la pobreza, la miseria, siempre y
cuando viniesen acompañadas de la libertad, eran preferibles a cualquier progre-
so material que negase los postulados de la Revolución Francesa. Por su parte,
los autoritaristas ponían primero la seguridad de la vida y la propiedad. La in-
dustria y el comercio debían ser protegidos. La paz era necesaria para la pros-
16 Chang - Literatura política
peridad material. Para todo esto se necesitaba un gobierno fuerte dirigido por
los hombres, que, por pertenecer a la "élite" de los privilegiados o por poseer
dones sobrenaturales de mando, estaban llamados a dirigir la maquinaria del Es-
tado.
En 1845 y en los siguientes se agudizó el debate ideológico entre autorita-
ristas y liberales. Los primeros contaban con Bartolomé Herrera (1808-1864); los
segundos, con Benito Laso, Pedro y José Gálvez y Francisco de Paula González Vi-
gil. Coincidió este período con la batalla ideológica en Europa, la cual produjo
los movimientos revolucionarios socialistas de 1848 y toda esa ideología que se
propagó por el mundo. El mejor difusor de estas ideas liberales en el Perú fue
el gran liberal chileno Francisco Bilbao (1823-1864), que por entonces vivía
exilado en el país.
Pero no todos estos liberales del siglo XIX ejercieron directa influencia so-
bre Manuel González Prada, el primer demócrata de nuestro estudio. Algunos de
ellos emergieron en horas críticas y su acción no fue duradera; otros aparecie-
ron fugazmente, dejando, aunque pocas, indelebles impresiones en el pensamiento
de izquierda peruano. No todos estos personajes, recordados u olvidados, de la
historia del Perú nacieron en el país; sin embargo, por la influencia inmediata
o tardía de su pensamiento liberal, deben ser incluidos en los estudios compren-
sivos del pensamiento de avanzada del país. Allí están el ya mencionado chileno
Francisco Bilbao y la franco-peruana Flora Tristán (1803-1844).
Dentro de este egregio grupo de liberales -peruanos y extranjeros- que luchó
por la democratización del Perú, se destaca Francisco de Paula González Vigil
(1792-1878), digno predecesor de González Prada. Vigil fue uno de los que más
influyeron en la orientación izquierdista de González Prada, y quien más le ayu-
dó a darse cuenta de que la revolución por la emancipación del Perú seguiría in-
conclusa a menos que terminase "la dictadura de la anarquía y la anarquía de la
dictadura".

11 La controversia sobre si el cabildo fue en realidad la institución democrática que se


cree, todavía continúa. Sea cual fuere la verdad. es indiscutible la función democrática que el
cabildo desempeñó en la gesta emancipadora. Aun si el cabildo hubiese sido oficial, burocrático
y aristocrático, esta valiosa institución, a partir de la revolución de la Independencia, ha de-
sempeñado en la mayor parte de Hispanoamérica, el equivalente del "town meeting" de Nueva Ingla-
terra. Hay, sin embargo, un error craso, intencional o involuntario, que cometen los enemigos de
esta importante institución histórica. Cuando los conservadores nos hablan del cabildo aristo-
crático, en realidad nos hablan del consejo impuesto en España por la dinastía imperialista de
los Habsburgos. Pero esta prostitución de la verdadera función no le resta importancia porque
históricamente, desde su origen hispano-romano, el consejo ha sido la defensora del pueblo. El
concejo -del latín concilium- o cabildo -del latín capitulum- tuvo un carácter esencialmente de-
mocrático que los gobiernos siempre han temido. El absolutismo peruano del siglo XX ha repetido
el gesto habsburgiano al remplazar el municipio con las irrisorias juntas de notables. El apris-
mo, como veremos más a adelante, propone en su programa mínimo la restauración de los municipios
elegidos por el pueblo.
12 Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (Lima; Editorial Cultura Antártica. S.
A., 1949), 1, 33.
13 Una valiosa contribución a la historia de este periodo es la que da Jorge Basadre en su
capitulo 5 de su obra La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú. (Lima: Edito-
rial Huascarán, 1947), pp. 153-256.
14 Consúltese la nota número 7 al Cap. IX de la Historia de los Partidos por Santiago Táva-
ra, edición y notas de J. Basadre y Félix Denegri Luna (Lima: Editorial Huascarán, 1951). p.
243. Léase también, J. Basadre, Perú: Problema y posibilidad (Lima: F. y E. Rosay, 1931), p. 63.

SEGUNDA PARTE
MANUEL GONZÁLEZ PRADA (1848-1918)
V
UNA VIDA EJEMPLAR

Si nos ceñimos a la acepción política actual que la palabra liberal tiene en


el Perú, don Manuel González Prada fue el más egregio de los liberales peruanos
de fines del siglo XIX y de principios del XX. De todos los liberales que nacie-
ron en su patria en el curso de su larga y turbulenta historia, don Manuel es el
que más influencia literaria ha ejercido. los críticos están de acuerdo al afir-

Chang - Literatura política 17


mar que enseñó a escribir a más de una generación. Su poesía y su prosa tienen
lugar preferente en la historia literaria de la lengua: sus poemas y sus ensayos
son dignos de las mejores antologías.
Si la labor literaria de Manuel González Prada ha merecido una rica biblio-
grafía, sus contribuciones en la historia y en la política peruanas del período
que se extiende entre la Guerra del Pacífico y la Primera Guerra Mundial no han
sido aquilatadas en su justo valor. Unos recuerdan solamente al valiente anti-
clerical, otros se han desorientado con su anarquismo bakunino, y pocos, muy po-
cos son los que han hecho un estudio completo del pensamiento y la labor de este
hombre de vida ejemplar.
A nuestro juicio, aparte de la valiosa contribución literaria de don Manuel,
las contribuciones más significativas para el Perú son las que hizo con su anti-
clericalismo, con su crítica socio-política y con su indigenismo.

EL NIÑO REBELDE
Manuel González Prada, noble varón de alta alcurnia (véase el árbol genealó-
gico) el día 6 de enero, día de los Reyes Magos, del significativo año de 1848.
Tercer hijo del aristocrático matrimonio de don Francisco González de Prada Ma-
rrón y Lombera y doña Josefa Alvarez de Ulloa y Rodríguez.
Como era de esperarse en familia tan religiosa, el niño Manuel recibió pronto
el sagrado sacramento del bautismo administrado por el mismo Arzobispo de Lima
en la Iglesia de San Sebastián. Apadrinó la ceremonia el Obispo Pasquel. A fin
de educarlo apropiadamente lo enviaron a los cinco años a una escuelita particu-
lar que dirigían las señoritas Ferreyros en la Calle del Arzobispo. Poco tiempo
después recibió el sacramento de la confirmación, esta vez siendo apadrinado por
el General Vargas Machuca.l
Desde temprana edad Manuel puso en evidencia su carácter fuerte. Un día el
profesor de geografía le golpeó con la vara en la cabeza al no encontrar al cul-
pable de haber lanzado una pelota hecha de papel mascado. Manuel le tiró el tin-
tero y abandonó para siempre la escuela.
Con el triunfo del general Ramón Castilla que dirigía el llamado Partido Li-
beral, don Francisco González Prada, conservador por temperamento y convicción, 2
salió desterrado a Chile. En Valparaíso matriculó a Manuel en el Colegio Inglés,
que dirigía el alemán Goldfinch y el inglés Blum. Mucho se ha exagerado la in-
fluencia que recibió don Manuel en esta escuela, pero sea cual fuere la verdad,
parece que durante estos años Manuel comenzó a interesarse en la química y en el
alemán.
A principios de 1857 la familia González de Prada volvió a Lima porque Casti-
lla había dado amplia amnistía y había llamado a muchos conservadores para que
colaborasen en su Gobierno. Al restaurarse las municipalidades, don Francisco
fue elegido Alcalde de Lima -cargo que ocupó hasta 1858-y Decano del Colegio de
Abogados de la misma ciudad. Rápidamente don Francisco se convertía en una figu-
ra destacada del conservatismo capitalino. Mientras tanto su hijo Manuel era
matriculado en el Seminario de Santo Toribio. Allá trabó una buena amistad que
duraría por algunos anos, la de Agustín Obín y Charrúa, y una enemistad que tam-
bién duraría mucho tiempo, la de Nicolás de Piérola. Como Manuel no quería ves-
tir sotana, a fines de 1860, no pudiendo resistir más el ambiente extremadamente
religioso del plantel, se escapó del Seminario y se matriculó en el Colegio de
San Carlos. Manuel no fue buen estudiante. Tuvo inmensas dificultades con la
preceptiva y la retórica. A la clase de gramática ni siquiera asistía; y cuando
lo hacía, no escuchaba la lección del profesor por encontrarse embebecido con
sus trabajos de química. Eran Química y Matemáticas las únicas asignaturas que
le agradaban. Aun en sus materias favoritas, prefería obtener solamente el cali-
ficativo de once (D). Pero si no estudiaba las materias escolares sino en víspe-
ras de los exámenes, se pasaba la mayor parte del tiempo leyendo toda clase de
libros que no fuesen libros de texto. Además, le preocupaba la vida parlamenta-
ria y se entusiasmaba mucho al leer en los diarios los discursos de los repre-
sentantes liberales.

EL ESCRITOR ROMÁNTICO Y SU PRIMER RETIRO


Estando de interno en San Carlos y cuando frisaba en los dieciocho años, Ma-
nuel ya tenía compuestos algunos centenares de versos, en su mayoría románticos.
18 Chang - Literatura política
El incipiente escritor no confesaba a nadie sus aficiones poéticas ni tampoco
las publicaba porque, según él mismo más tarde escribió: "Disfrutaba una especie
de voluptuosidad en creerme un gran poeta inédito".3
Por fin rompió su silencio y se decidió a publicar algunos de sus mejores
poemas en el periódico El Lima Ilustrado pero sin revelar su paternidad. Por en-
tonces usaba el seudónimo de Roque Roca o Genaro Latino.
Manuel también ensayó algunas piezas teatrales. A principios de 1865 había
terminado el drama romántico Amor y pobreza. No contento con su producción, se
dedicó a traducir al castellano Die Niebelungen. Al terminar toda esta obra clá-
sica alemana vertió al castellano producciones de Goethe, Schiller, Chamisso,
Körner, Rücker y von Platen. En enero de 1867 escribió en once días su comedia
La tía Y la sobrina, la cual fue aprobada para que se representase el 16 de fe-
brero del mismo año, pero Manuel a última hora cambió de parecer y decidió no
llevarla a las tablas.
Al terminar sus estudios en San Carlos se resignó a seguir la carrera de su
padre, ya que su madre no permitía que viajase a Bélgica a proseguir estudios de
ingeniería. Su padre, antes de morir en 1863, había dado su consentimiento, pero
la madre se había opuesto rotundamente. Manuel se matriculó en la Universidad de
San Marcos para seguir la carrera de abogado que su padre había deseado mucho
que él continuara. No terminó los estudios de leyes porque encontró el curso de
Derecho Romano imposible de digerir, y así fue como en 1868 abandonó las aulas
universitarias para reanudar sus composiciones literarias.
Entregado de lleno a la literatura y al estudio de lo que quería y no de lo
que le pedían, Manuel publicó artículos de crítica literaria en El Nacional, en
el cual escribía también Abelardo Gamarra, huamachuquino de grandes quilates que
más tarde se convertiría en uno de sus más ardientes admiradores. Sus artículos
firmados con seudónimo en El Nacional eran de subido tono radical, que católicos
ultramontanos y conservadores atávicos censuraban acremente sin sospechar que
era uno de los González Prada el verdadero autor. Su misma madre se escandaliza-
ba y profería insultos contra tan atrevido escritor. Manuel no le revelaba el
secreto porque no quería herir a la querida madre, que era sumamente católica y
conservadora. Los amigos intelectuales venían a visitarle y a solicitarle cola-
boración para revistas literarias. Manuel iba formando círculo.
Al ocurrir el terremoto de Arequipa, la ciudad natal de su madre doña Josefa
y de la familia materna, Manuel viajó en uno de los buques de guerra llevando
auxilio. Allá trabó amistades y despertó su interés por las provincias. A su re-
greso, recorrió el país para familiarizarse con el pueblo; visitó Cerro de Pasco
y la región andina minera adyacente, palpando el sufrimiento de los pobres mine-
ros explotados.
La patética situación de la raza indígena le impresionó profundamente. Luego
volvió cabalgando a Lima, después de haber recorrido gran parte de la Sierra
Central del país.
A los veintiún años lo tenemos escribiendo sonetos, triolets, balatas y pan-
tums; su fama de poeta crece y sale de las fronteras nacionales. El escritor Jo-
sé Domingo Cortés le pide desde Chile una selección de sus poemas y datos bio-
gráficos para la antología peruana que estaba preparando; Manuel le envió sólo
el nombre de la ciudad en la que había nacido y los nombres completos de sus pa-
dres y firmó sus poemas con el nombre que más usaría en el futuro: Manuel G.
Prada, abondonando para siempre el aristocrático de.
En 1870, ó 1871, decidió ir a vivir y hacer estudios de química al mismo
tiempo que se dedicaba a la agricultura en la chácara Tutumo, una de las propie-
dades de la familia, situada a unas veinte leguas al sur de Lima, en el valle de
Mala, provincia de Cañete. Allá hizo experimentos para obtener almidón y deriva-
dos de la yuca que se cultivaba en la chácara. En Tutumo pasó algo más de ocho
años, hasta 1879. De sus actividades nos cuenta su hijo Alfredo:

En Tutumo, González-Prada se dedicó principalmente al sembrío de yuca, a la


manufactura de almidón, dextrina, glucosa, etc., y a experimentos de laboratorio
con las diferentes especies de plantas amiláceas, indígenas del Perú. Obtuvo hala-
gadores resultados financieros, llegando a abastecer al mercado de Lima en la medi-
da del máximum de producción de su almidonería. En 1878 decidió incrementar su in-
dustria y adquirió en Bélgica maquinaría apropiada: la guerra con Chile frustró sus
planes. Más tarde la vida le condujo por distintos senderos.4

Chang - Literatura política 19


La vida en el campo le dejaba largas horas para sus estudios favoritos en los
libros de Víctor Hugo, Quevedo, Menard y Omar Khayam. Mientras tanto en Lima
crecía su nombre, sobre todo, por haber sido incluido en el Parnaso Peruano, que
José Domingo Cortés había publicado en Valparaíso en 1871. Manuel González Prada
no se durmió sobre los primeros laureles; siguió escribiendo versos, por lo me-
nos un articulo de divulgación sobre sus experimentos: "Algo sobre el almidón y
sus derivados" que dejó inédito, Y siguió cultivando su mente con la lectura de
numerosas revistas y libros que le llegaban de Europa. Devoró numerosos tomos de
los clásicos de la Colección Rivadeneira; se familiarizó con Quevedo, uno de sus
autores favoritos, con Gracián y Hurtado de Mendoza. Pero don Manuel publicaba
poco, una que otra colaboración en El Correo del Perú, y lo demás iba al canasto
de papeles después de seleccionar para sus archivos baladas indígenas sobre te-
mas nativos como "Supay", "Huatanay", "Invención de la Quena", "La aparición del
coraquenque", "Caridad de Velarde", "La llegada de Pizarro" y otras composicio-
nes que más tarde publicarían su hijo Alfredo y Luis Alberto Sánchez, su biógra-
fo.
Una desgracia en la familia lo sacó en 1876 del retiro. En Chile había falle-
cido el Dr. Domingo Mendoza y Boza, esposo de su hermana Cristina. Manuel Gonzá-
lez Prada se embarcó apresuradamente para Valparaíso para traer a su enlutada
hermana. Estuvo solamente unos días en esa ciudad porque la hermana ya había
partido antes de su llegada.
De su chácara no salía sino par ir a visitar a su madre en noche Buena, que-
dándose en Lima hasta el 6 de enero, día de su cumpleaños. Fue precisamente en
una de estas visitas cuando conoció a la jovencita francesa Adriana de Verneuil,
compañera de estudios de una de las parientas protegidas de la familia. Era el 6
de enero de 1877. Manuel cumplía los 29 años y Adriana contaba con trece prima-
veras; pero según la propia confesión de Manuel, desde ese mismo día quedó ena-
morado de la francesita.5

LA GUERRA DEL PACÍFICO Y SU SEGUNDO RETIRO


El 5 de abril de 1879 se supo en Lima de la declaratoria de guerra que Chile
le hacía al Perú. Manuel González Prada vino a galope tendido a Lima para ente-
rarse de las noticias y seguir los acontecimientos. A fines de 1879 ingresa al
ejército para defender la Patria en peligro. Al año siguiente lo nombran capitán
de Reserva del batallón número 50, perteneciente a la novena división. Dos o
tres veces por semana recibía instrucción militar y diariamente su división
practicaba ejercicios en la Alameda de los Descalzos. Solamente una vez hicieron
ejercicio de fuego, en el cual no todos los soldados tuvieran oportunidad de
disparar el rifle: "El fogueo se verificó en la Pampa de Amacaes donde se consu-
mió más sandwiches que pólvora y plomo".6
Don Manuel nos cuenta en una crónica que escribió más tarde que cuando los
chilenos se aproximaban a Lima "el ánimo y entusiasmo de los reservistas comenzó
a decaer y siguió decayendo hasta degenerar en un amilanamiento indecoroso.
Abundaban los rostros pálidos y las voces temblorosas. Las primeras en amilanar-
se fueron las personas decentes: ellas con sus figuras patibularias y sus comen-
tarios fúnebres, sembraron el desaliento en el ánimo de las clases populares.
Difundido el miedo y perdida la vergüenza, los hombres se guarecían en las lega-
ciones, en los conventos y en sus propias casas".7 Con la deserción en masa de
oficiales y soldados, los tres batallones de la división novena quedaron reduci-
dos a uno, y don Manuel fue ascendido directamente de capitán a teniente coronel
y segundo jefe del batallón número 50. Irónicamente González Prada cree que si
la batalla de San Juan se hubiese librado unos meses más tarde, él "habría con-
cluido por ascender a general de brigada o jefe de estado mayor". Tal cobardía
hirió profundamente su alma varonil y contribuyó a formar al hombre que más tar-
de vemos actuar después de la derrota.
Como jefe de la guarnición de ciento cincuenta o doscientos hombres pertene-
cientes a la Reserva combatió el 15 de enero de 1880, defendiendo el cerro del
Pino, a unos dos kilómetros al sur de Lima, entre la Capital y Choirillos, pue-
blo este último en donde los chilenos habían batido al Ejército Peruano precisa-
mente dos días antes. Don Manuel peleó con denuedo por muchas horas, hasta que
se le acabaron las municiones. En la madrugada del 16 los peruanos huían derro-
tados a refugiarse en la Capital. Don Manuel, que había cumplido su deber hasta
el fin, también se retiró y fue a encerrarse en su casa para no salir mientras
20 Chang - Literatura política
el ejército chileno ocupase a Lima: "No quería ver la insolente figura de los
vencedores".8
En su nuevo retiro don Manuel se dedicó a escribir profusamente. Compuso un
sainete satírico en versos octosilábicos llamado Cuartos para hombres vacíos. En
prosa también compuso Escenas nocturnas, El Cometa de 1882 y La máquina de vo-
lar. También escribió otras piezas sarcásticas, como La Redención de la mujer o
la dama de los tomates y una especie de poema cómico escenificado: Mojiganga o
melodrama fantástico, social y religioso. Pero lo que más escribía con gusto
eran letrillas, romances, epigramas, rondeles, sonetos, triolets, y sobre todo,
balatas. En su retiro, también, escribió el prólogo a Notas literarias, Hojas
para el pueblo de un joven abogado liberal llamado Fuentes Castro. En el prólogo
atacó violentamente a las ciencias y a las letras minoritarias, pero elogió la
difusión y vulgarización del espíritu humano.9 Las horas más alegres durante su
retiro no se las daban sus amigos literatos que frecuentemente lo visitaban y lo
admiraban, sino las visitas de Adriana que ya se había convertido en toda una
señorita.

DON MANUEL DESPUÉS DEL TRATADO DE ANCÓN


Por fin en 1884 comenzaron los chilenos a abandonar a Lima en virtud del hu-
millante tratado de Ancón que habían obligado al Perú a firmar. Informado de que
los chilenos habían desocupado la Capital, González Prada salió a dar una vuelta
para romper su retiro y le ocurrió un incidente que más tarde nos contó:

Cuando supe que la habían abandonado, quise dar una vuelta por la ciudad. Pues
bien, a unos cincuenta metros de mi casa me encontré con un oficial chileno: había
sido mi condiscípulo, mi mejor amigo en un colegio de Valparaíso. Al verme, iluminó
su cara de regocijo, abrió los brazos y se dirigió a mí con intención de estrechar-
me. Yo seguí mi camino como si no le hubiera conocido.l0

El hombre que salía en 1884 era el liberal formado en dos retiros y en ínti-
mas observaciones de la vida nacional. Salía resuelto a predicar contra el des-
barajuste moral que había causado la derrota. La juventud lo rodeó, y el Club
Literario, que desde los días del retiro en el Tutumo lo había incorporado en
sus filas, ahora lo elegía su vicepresidente. El día de la independencia del
mismo año, su artículo "Grau" fue publicado en el folleto dedicado "A los defen-
sores de la Patria", en el que colaboraban Ricardo Palma, Domingo de Vivero, Jo-
sé Antonio de Lavalle y otros. Tanto este artículo como el editorial que escri-
bió para El Comercio con motivo de la muerte de Víctor Hugo lo colocaban entre
los mejores escritores de la época y sobre todo lo definían como libre pensador.
Don Manuel tenía 37 años de edad.
En 1885 había cambiado de aros con Adriana, pero las bodas fueron aplazadas
porque doña Josefa de González Prada se oponía a la unión. 1l E1 11 de septiembre
de 1887, escasamente cuatro meses después de la muerte de doña Josefa, su hijo
Manuel de 39 años de edad y Adriana de 22, se casaron al fin. Desde entonces
Adriana se convirtió en "la animadora" de don Manuel.

¡LOS VIEJOS A LA TUMBA, LOS JÓVENES A LA OBRA!

Luis Enrique Márquez, que más antes había fundado la Bohemia Literaria, fundó
después con Abelardo Gamarra y Carlos Rey de Castro el Círculo Literario, en el
cual entraron poetas liberales ansiosos de reformar el país. Con el objeto de
convertir la tribuna académica en tribuna nacional, Márquez había enrolado a
González Prada. El 27 de septiembre de 1887 éste le sucedía en la presidencia de
la institución. En la sesión solemne que tuvo lugar en el Palacio de la Exposi-
ción el nuevo presidente les dijo: "Me veo, desde hoy, a la cabeza de una agru-
pación destinada a convertirse en el partido radical de nuestra literatura".12
Transcurridos cinco meses de luna de miel en Barranco, don Manuel volvió a la
palestra. Continuó actuando en el Circulo Literario, ganando cada día más y más
adeptos. Llegó así el 28 de julio de 1888. El músico José Benigno Ugarte, direc-
tor de la banda de músicos del ejército y miembro del Círculo, había preparado
un homenaje para recolectar fondos para el rescate de las provincias irredentas
Tacna y Arica. El discurso principal lo había preparado don Manuel para que lo

Chang - Literatura política 21


leyera el ecuatoriano Miguel Urbina.l3 En este discurso del Teatro Politeama Gon-
zález Prada echó al viento su célebre frase "¡Los viejos a la tumba, los jóvenes
a la obra!", con la cual entró de lleno a la conciencia de la juventud liberal
del Perú. El gobierno prohibió la reproducción del discurso, pero La Luz Eléc-
trica lo reprodujo en tres ediciones consecutivas. Entonces otros periódicos,
como El Porvenir, y La Voce d'Italia de Lima, también lo reprodujeron.
El 30 de octubre del mismo año se leyó en el Teatro Olimpo un nuevo discurso
furibundo de González Prada que le granjeó numerosos amigos y muchos ataques de
la prensa reaccionaria. Algunos escritores conservadores, entre los que se en-
contraba Ricardo Palma, atacaron al Catón del Perú.
Por aquel entonces los esposos González Prada recibieron el primer fuerte
golpe de su vida de casados: su primera hijita Cristinita pocos días antes de
cumplir los cuatro meses de nacida, falleció víctima de una epidemia de saram-
pión que azotaba a Lima. Tan rudo fue el golpe que el inconsolable don Manuel le
propuso a Adriana matarse juntos.l4 No bien transcurrió un mes cuando un nuevo
golpe recibió don Manuel, su querida hermana mayor Cristina expiró víctima de
numerosos ayunos y absurdas penitencias. Don Manuel insistió en que el fanatismo
la había matado,15 y reafirmóse en su ateísmo.l6
Para consolarse escribió artículos para El Perú Ilustrado y El Radical y par-
ticipó en el debate contra el Contrato Grace que el General Cáceres, Presidente
del Perú, trataba de imponer al país. Fueron meses prolíficos porque produjo en-
tonces "La Revolución Francesa", "Notas acerca del idioma" y "La Libertad de es-
cribir". El Gobierno trató de atraerlo a sus filas con enjundiosas promesas y
ofertas; don Manuel las desechó todas. A fines de 1889 escribió el famoso ensayo
"Propaganda y Ataque" que más tarde daría el título a uno de sus libros póstu-
mos. En "Propaganda y Ataque" don Manuel definió claramente los deberes del es-
critor peruano.
El 9 de febrero de l890 los González Prada tuvieron un nuevo niño, varoncito
esta vez, y Adriana lo iba a bautizar con el nombre de Manuelito, pero a los
diez días se le enfermó gravemente de fiebre perniciosa, la bautizaron apresura-
damente, pero no bien terminó el cura de pronunciar las palabras rituales cuando
el niño se les murió. He aquí lo que sucedió en aquel terrible instante, según
nos cuenta Adriana de González Prada: "Yo no lloré, una inmensa rabia me penetró
sin duda con gran escándalo del doctor Patrón allí presente, me sublevé ante
tanta injusticia. 'La religión es una farsa, le dije a Manuel, nunca más volveré
a rezar; Dios no quiere o no puede: de todos modos es inútil rogar', y me abracé
de Manuel con mi hijo muerto en los brazos. Al fin pude llorar, desahogando ner-
viosamente mi dolor".17 La muerte del hijo amado la había unido aún más a su es-
poso, quien para desahogar su inmenso dolor escribió el artículo sobre la "Muer-
te y la Vida". Y como para reafirmarse en sus conceptos religiosos escribió su
"Vigil", el mejor trabajo que sobre el rebelde Renán peruano se haya escrito.
Las ideas de Prada ganaban terreno no solamente en Lima. Luis Alberto Sán-
chez, su mejor biógrafo, ha captado el memento en las siguientes líneas:

Don Manuel sentía la anónima, pero sincera caricia de la juventud, que sin dispo-
ner de diarios, prebendas ni fuerzas organizadas, iban a él como a un guía. La so-
ciedad de Amantes de la Ciencia, igual que el Circulo Literario, le proclamaban su
Maestro. El Centro Ilustrado, los Amantes de la Ilustración se reunían en torno de
la figura de Prada. Desde las columnas de La Integridad, Elías Alzamora, clerical,
publicaba sus vibrantes décimas "Al Perú", leídas en una velada de Chiclayo. Luis
Ulloa invocaba a la "Unión Nacional de Artesanos" para que adoptase el ideario ra-
dical. Gamarra dirigía intimaciones premiosas al Círculo, para que actuase. En se-
guida, el propio Gamarra publicó el discurso del Olimpo, que había alcanzado rápida
celebridad, hasta el punto que escritores extranjeros habían solicitado copia de
él, y un literato argentino pidió que se leyera, en una sesión del Circulo."18
En 1891 gobernaba el Perú el general Morales Bermúdez, impuesto por Cáceres
en su afán de preparar el terreno para volver al poder. Como lo molestasen los
continuos ataques de Prada contra el despotismo militar, el Presidente envió al
doctor Juan José Calle para que le ofreciera la dirección de un periódico y la
senaduría por Lima y al año una legación en Europa, a cambio de su apoyo inte-
lectual. Don Manuel altivamente rechazó la ofensiva proposición.

22 Chang - Literatura política


EUROPA (1891-1898)
Con la venta de una casa heredada, don Manuel decidió viajar a Europa a cum-
plir un gran deseo que abrigaban desde hacía tiempo y a la vez olvidar las pér-
didas familiares que había sufrido. La noticia de su viaje no agradó a los dis-
cípulos que lo consideraban como jefe insustituible. Don Manuel les repitió nue-
vamente que el partido de principios no tiene caudillo ni nadie debe ser irrem-
plazable. Aceptó sí la creación del partido que tanto él como sus amigos habían
pensado formar con los cuadros del Circulo Literario. Desde un principio quiso
llamarlo "Partido Radical", pero hubo quienes se aterrorizaron del nombre y su-
girieron el de "Unión Nacional". Cedió don Manuel e inmediatamente redactó la
"Declaración de Principios" que se publicó el 16 de mayo de 1891. Fundada la
Unión Nacional como partido caracterizado por antipersonalismo, Prada y Adriana
partieron para Europa en junio de 1891.
En París don Manuel trató de ensanchar sus horizontes mentales y asistió al
Collège de France a escuchar al locuaz Renán; también se interesó en los estu-
dios orientales y continuamente asistió a las conferencias del célebre sinólogo
Maspero y del experto en literatura china D'Herby de Saint Denis. Asimismo, lo
fascinaban las clases de Barbier de Maynard, sobre lenguas arábigas, y las de
Clermont-Ganneau, sobre inscripciones hebraicas en Jerusalén.
El 16 de octubre de 1891 nació el hijo que tanto habían esperado: Alfredo. El
niño entrañable alegraría el hogar por muchos anos, y después de la muerte de
don Manuel se convertiría en el fiel editor de sus obras.
Pasados los primeros meses de engreimiento del niño, don Manuel resumió su
búsqueda cultural. A menudo asistía al Théâtre Francais a ver representar las
obras clásicas y pronto reanudó sus visitas al Collège de France, a la Sorbonne,
a la Biblioteca Nacional, al Museo del Louvre y a la Opera. Después de la muerte
de Renán, fue a escuchar las lecciones de Filosofía Positiva que dictaba Louis
Menard.
En tanto las ideas de Prada se extendían por provincias, en la Capital algu-
nos de sus discípulos aceptaban puestos oficiales y renunciaban a sus princi-
pios. Fue en estas circunstancias cuando los buenos amigos del Perú le rogaron
que publicase antes de volver un libro con sus discursos y escritos. Cumpliendo
este anhelo, a mediados de 1894, comenzó a imprimir su primera obra: Pájinas li-
bres en la que introducía una nueva ortografía. El libro fue ampliamente distri-
buido en el Perú por su fiel amigo "El Tunante" (Abelardo Gamarra). El clero
reaccionó condenando la obra. Los conservadores laicos también atacaron a Prada
violentamente. En Arequipa quemaron su efigie en plena plaza pública, mientras
que un cura cándido le respondió escribiendo Páginas razonadas "en nombre de
Santo Tomás y Sancho Panza"19.
Mientras tanto, los esposos González Prada viajaban a Bélgica por unas sema-
nas. Allá visitaron museos, admirando los cuadros de la escuela flamenca, de los
cuales los de Van Dyck y los de Rembrandt fueron los que más les gustaron. Mucho
les agradó este viaje y proyectaron hacer otros. Don Manuel quería visitar a Ho-
landa, Dinamarca y los demás países del Norte, pero Adriana lo convenció de ir
al Sur de Francia y luego a Madrid para pasar el invierno de 1896-1897. En Or-
léans contemplaron la estatua de Jeanne d'Arc; en Blois, visitaron el célebre
castillo construido en el siglo XIII. De Blois pasaron a Tours, a Poitiers, a
Angoulème, hasta que llegaron a Bordeaux. En este último lugar pasaron el verano
de 1896, visitando los balnearios vecinos. Cerca de allá, en Soulac, recibió don
Manuel la mala nueva de la muerte de su hermano Francisco. Vino el otoño; los
esposos González Prada volvieron a Bordeaux, y en noviembre pasaron a Biarritz,
en camino a Madrid. Allí se enteraron de la epidemia de viruela que se había
desencadenado en esa ciudad y decidieron pasar el invierno en Barcelona.
Después de una corta visita a Lourdes, llegaron a Barcelona en diciembre de
1896. En una de sus visitas al correo a recoger la abundante correspondencia que
le llegaba del Perú, don Manuel se encontró con el coronel José Madueño, revolu-
cionario peruano que había encabezado un movimiento separatista en Iquitos y que
ahora se encontraba desterrado en España. Madueño lo presentó al doctor Odón de
Buen, catedrático de historia natural de la universidad de Barcelona y ardiente
republicano. En febrero de 1897 los republicanos españoles lo llevaron a la
asamblea republicana de Reus.
Casi a fines de la primavera de 1897 los esposos González Prada pasaron a Ma-
drid. Allá visitaron a don Fernando Lozano. suegro del profesor de Buen. Don

Chang - Literatura política 23


Fernando, que era director propietario de un periódico, llevó a don Manuel a lu-
gares donde no eran admitidos los extranjeros. Con él visitó la Biblioteca Na-
cional, se familiarizó con ella y conoció a las celebridades intelectuales de la
España del 97. También visitó el Ateneo y la Biblioteca de la Real Academia. Se
hizo muy amigo de Pi y Margall y con él asistió a una de las sesiones de la Real
Academia. Fueron estos meses de íntima observación y estudio, con visitas a cen-
tros científicos y políticos, así como al Teatro Español, en donde vio actuar a
la célebre María Guerrero.

LA UNIÓN NACIONAL
Don Manuel González Prada y su esposa iniciaron su viaje marítimo de regreso
al Perú el 26 de marzo de 1898. Llegaron al Callao el 2 de mayo de 1898, día que
celebraban la derrota de la escuadra española. Los amigos de la Unión Nacional,
entre los que se destacaba Abelardo Gamarra, les dieron la bienvenida.
Durante varios días le informaron lo que había sucedido en el Perú durante su
larga ausencia y sobre todo lo que había pasado a la Unión Nacional, ahora debi-
litada con la claudicación de algunos miembros que se habían unido al Partido de
Piérola. En su ausencia la Integridad de Abelardo Gamarra había tratado de di-
fundir las ideas de Prada pero la oposición había sido tremenda.
Integrado al seno de su partido, que ahora funcionaba en su propio local de
la calle Matavilela, se dio cuenta de que aun en la misma Unión Nacional había
división. Como su presidente José Balta quería una aproximación al partido libe-
ral de Augusto Durand y Prada se oponía, el Comité Directivo de la Unión Nacio-
nal le pidió a su fundador que le señalara un nuevo derrotero. Así lo hizo don
Manuel el 2 de agosto de 1898 al pronunciar su célebre discurso "Los partidos y
la Unión Nacional", en la cual sacó a luz nuevas verdades, sin temer las conse-
cuencias que le podía traer su critica acerba al Gobierno y todo lo podrido del
país.
Ningún diario se atrevió a publicar la noticia, pero el Gobierno ya se había
enterado del discurso y procedió a tomar medidas para silenciar al peligroso
opositor clausurando periódicos. Entonces se proyectó atacarlo a mano armada con
una multitud ignorante y subvencionada. La agresión personal no se produjo gra-
cias a la oportuna intervención de los estudiantes sanmarquinos. Frustrado el
ataque, un diputado lo desafió "a nombre de los obreros", por los conceptos ver-
tidos en el discurso. Los amigos otra vez lo defendieron e impidieron la burda
treta. El Gobierno, sin embargo, estaba resuelto a amordazar a don Manuel e im-
pidió que su discurso "Libre pensamiento de acción" se leyera en el Teatro Poli-
teama el 28 de agosto de 1898, en la conferencia organizada por la Liga de Li-
brepensadores del Perú. En Lima y en provincias se protestó contra el atropello.
Como ya habían clausurado La Luz Eléctrica, don Manuel y la Unión Nacional
imprimieron el periódico Germinal para defender al pueblo contra el clericalis-
mo, los gamonales y el gobierno de Piérola. Don Manuel publicó numerosos artícu-
los firmados con seudónimos, pero los lectores reconocían la prosa Insuperable
del Maestro. El Gobierno respondió clausurando Germinal, valiéndose para esto de
un juez de paz venal. No desmayó don Manuel porque en agosto de 1899 fundó otro
periódico El Independiente.
Piérola dejó en el poder a Eduardo L. de Romana, coprovinciano suyo, conser-
vador y extremadamente religioso; también con la condición de que le devolviese
el mando después de cumplido su período.20 Muchos de la Unión Nacional desertaron
mientras que la mayoría se acercaba más y más al Partido Liberal. Prada entonces
se ausentó de las sesiones, aunque ellas seguían celebrándose en su casa. En
1900 la Unión Nacional ya no se reunía en la casa de los González Prada.
En La Idea Libre y en otros periódicos liberales don Manuel publicó numerosos
ataques furibundos contra el clericalismo y el gobierno de Romaña. Entre sus
producciones de valor de entonces está "Política y Religión". En este ensayo
concluía que la político es inseparable de la religión y que la libertad y el
catolicismo no pueden coexistir. Don Romaña, siguiendo la política de Piérola
contra la oposición, clausuró El independiente.
En 1901, después de seis meses de paciente labor, Adriana y Alfredito sacaron
en una maquinita de imprimir tarjetas cien ejemplares de Minúsculas, el primer
libro en verso de don Manuel.
En 1902 el fiel discípulo Gamarra, con gran parte de la Unión Nacional, pro-
puso unirse en alianza con el Partido Liberal de Durand. Prada asistió a la tur-
24 Chang - Literatura política
bulenta sesión y por un voto derrotó la proposición. No contentos con el resul-
tado, Gamarra y los disidentes recurrieron a la estratagema de reunirse aparte y
aprobar "por unanimidad" la componenda política. El 11 de abril de 1902 Manuel
González Prada renunció al partido que había fundado. Días después, Germinal,
que había reaparecido el año anterior, anunciaba, como vocero del partido, que
don Manuel se había separado de sus filas y apuntaba con sorna "haberse incorpo-
rado ese día un nuevo adepto, un honrado obrero, equilibrando así el número de
sus afiliados"21.
Don Manuel siguió la lucha contra el conservatismo da clericales y ultramon-
tanos; unió sus fuerzas con Glisserio Tassara que en su periódico La Idea Libre
proseguía su campaña liberal. Estos fueron los meses durante los cuales escribió
excelentes artículos: "Nuestros Liberales" y "Nuestros Magistrados". Como los
intelectuales habían defraudado sus esperanzas, don Manuel se aproximó a los
obreros.
El Presidente Romaña no cumplió su promesa de apoyar el regreso de Piérola al
poder; al contrario, ayudó al candidato civilista Miguel Candamo que resultó
elegido Presidente y asumió el mando en mayo de 1903. No duró mucho el presiden-
te electo porque un año más tarde moría y le sucedía temporalmente don Serapio
Calderón.
Se aproximaban las elecciones presidenciales y se perfilaba como candidato
civilista José Pardo y Barreda, hijo del fundador del partido. En estas circuns-
tancias la Unión Nacional que se había unido al Partido Liberal concordó con los
radicales, liberales y federales en la conveniencia de lanzar la candidatura de
don Manuel González Prada. El Partido Liberal de Arequipa sugirió la siguiente
lista: para presidente, Augusto Durand; para la primera vicepresidencia, Manuel
González Prada; para la segunda vicepresidencia Fernando Seminario. Hubo oposi-
ción, inclusive del mismo Don Manuel que no aceptó ser nominado candidato ni
para la presidencia ni para la vicepresidencia. No obstante la intensa campaña
de los aliancistas, ganó el candidato civilista.
Don Manuel continuó colaborando con los obreros. Con el seudónimo de Luis Mi-
guel escribió numerosos artículos en Los Parias, periódico ácrata de gran circu-
lación en las masas proletarias que ocasionalmente publicaba Pablo Astete. En
estos artículos don Manuel censuraba acerbamente la organización política y so-
cial del país. Como por esta poca los abusos contra el Indio aumentaran, don Ma-
nuel inició una fuerte campaña pro-indígena. Las provincias leían ávidamente el
mensaje redentor del Maestro.
El primero de mayo de 1905 pronunció su discurso "El Intelectual y el Obrero"
en la Federación de Obreros Panaderos que celebraban la fecha proletaria. En él
ya se nota gran influencia socialista. Don Manuel estaba embebido en la lectura
de los escritores socialistas científicos europeos. El 20 de septiembre del mis-
mo año, don Manuel y Dora Mayer pronunciaron sendos discursos en la Logia "Ste-
lla d'Italia" conmemorando la fecha magna italiana. Don Manuel habló sobre
"Italia y el Papado", siendo entusiastamente aplaudido.
Aconsejado por su animadora don Manuel reunió en 1908 varios de sus ensayos y
artículos y los publicó en forma de libro con el título de Horas de Lucha. Los
provincianos recibieron con alborozo sus enjundiosas páginas y enviaron felici-
taciones y adhesiones. En Lima, los libre-pensadores, los masones, sus amigos y
sobre todo los obreros aplaudieron la publicación de Horas de Lucha; la obra que
para muchos era la mejor del Maestro. Para demostrar su adhesión, los masones le
organizaron una velada de honor en la logia Stella d'Italia.
Escritores de promesa también se le acercaron. A su casa iban a visitarlo En-
rique Bustamante y Ballivián, Julio Hernández, José María Eguren y José Gálvez
Barrenechea. En 1909 Prada publicó su libro anticlerical Presbiterianas, pero
como no quería identificarse con el periódico Los Parias donde se imprimió, el
libro salió anónimo. Por esta época también apareció una segunda edición de Mi-
núsculas, que la critica recibió con alborozos. En 1911 publicó su tercer volu-
men en verso: Exóticas. Clemente Palma lo elogió muy entusiasmado y los poetas
jóvenes acogieron muy bien la obra y se apresuraron a felicitar al eximio poeta.
Lo felicitaron personalmente Federico More, Percy Gibson, Alberto Ureta, Abraham
Vaidelomar y Pedro S. Zulen.

Chang - Literatura política 25


DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA NACIONAL
Varias veces el Gobierno había tratado de nombrar a don Manuel para una alta
posición oficial. Su amigo Germán Leguía y Martínez, co-fundador de la Unión Na-
cional y ahora Ministro de Estado del Presidente Augusto B. Leguía, le pidió que
aceptase la dirección del Colegio Nacional de Guadalupe. Don Manuel no le acep-
tó. Más tarde lo quiso poner frente a la dirección de la Escuela de Artes y Ofi-
cios; don Manuel tampoco aceptó, pero le prometió que si lo colocaban en la va-
cancia de la Biblioteca Nacional, por renuncia de don Ricardo Palma, don Manuel
se vio obligado a llenar la vacante en cumplimiento de su palabra. Así es como
en marzo de 1912, González Prada ocupo el puesto que Vigil más antes había de-
sempeñado. Palma y sus amigos le criticaron su actitud. Como algunos lo insulta-
ron con el epíteto de "Catón de alquiler", el Maestro les respondió publicando
su Nota informativa sobre la Biblioteca Nacional.
Escritores jóvenes seguían visitándole en busca de inspiración, ideas, conse-
jos y aliento. A su casa iban Pablo Abril de Vivero, Félix del Valle, y, a ve-
ces, junto con su hijo Alfredo, lo visitaba José Carlos Mariátegui.
Cuando el 4 de febrero de 1914 el coronel Benavides asaltó el poder, don Ma-
nuel ya estaba listo a renunciar a su puesto porque sabía que se inauguraba el
gobierno de los militares. Cuando el 15 de mayo el Congreso títere nombró a Be-
navides como Presidente Provisional, el honrado don Manuel presentó su renuncia
irrevocable. El Gobierno no la aceptó sino que, al contrario, decretó su desti-
tución. Don Manuel aceptó el desafío y publicó el periódico La Lucha pero toda
la edición fue incautada por la policía. Ante tan tremenda represión brutal de
la soldadesca, Prada escribió Bajo el oprobio, que no se llegó a publicar sino
hasta después de su muerte.
El 15 de septiembre de 1915 subió nuevamente José Pardo y Barreda a la presi-
dencia, y el primero de febrero del año siguiente restituyó a don Manuel a la
dirección de la Biblioteca Nacional.
Como la guerra europea había suscitado gran interés intelectual y aparecieron
revistas de valor como Colónida. La revaloración de ideas que acompaña a cada
época de crisis llevó a la muchachada intelectual de los años de la contienda
europea a frecuentar más a menudo la casa del Maestro eximio que con su pensa-
miento y el ejemplo de su vida les había señalado un limpio derrotero. No sola-
mente limeños como Mariátegui, Federico More, Eguren, Gibson iban a escuchar a
don Manuel; también iban provincianos de todas las edades, pero sobre todo, jó-
venes de promesa como César Vallejo, Abraham Valdelomar, Alberto Guillén y Al-
berto Hidalgo. En abril de 1917 un joven trujillano que había trasladado su ma-
trícula de la Universidad de La Libertad a la de San Marcos, vino a saludarlo a
la Bíblioteca Nacional. Ese joven que más tarde sería el fiel continuador de su
obra era Víctor Raúl Haya de la Torre. Así es cómo durante el periodo de los
años bélicos el destine había unido a los tres hombres que hasta hoy más han in-
fluido en la historia del pensamiento liberal de la izquierda peruana.
Vino luego el año de 19l8 de hondas preocupaciones para don Manuel, como se
puede deducir por los escritos que producía entonces y que su esposa descubrió
en su escritorio mientras él continuaba su ardua labor en la Biblioteca. Como si
presintiese la muerte, en silencio escribía composiciones contra las crueldades
de la vida, reprochaba la vida y desafiaba la muerte. No se equivocó porque el
22 de julio del mismo año, a las doce y cuarenta y cinco fallecía. Se iba el Ma-
estro dejando su obra inconcluso. Por fortuna había plantado la semilla y de
ellas comenzaban a florecer dos prósperos retoños: José Carlos Mariátegui y Víc-
tor Raúl Haya de la Torre.

1 En la preparación de esta síntesis biográfica hemos usado, entre otras fuentes: Adriana de Gon-
zález Prada, Mi Manuel (Lima: Edit. Cultura Antártica, 1947) y Don Manuel (Santiago de Chile:
Ercilla, 1937) de L. A. Sánchez, a quien Alfredo, hijo de don Manuel, reconoció como el más
acucioso de los biógrafos de su padre.
2 En virtud de estas características, Rufino Echenique, Presidente derrotado por Castilla lo ha-
bía nombrado, primero, su ministro Plenipotenciario en Bolivia y luego, Vicepresidente del Con-
sejo de Estado.
3 M. González Prada; El Tonel de Diógenes (México Edición Tezontle 1945), p. 59.
4 Nota de Alfredo González Prada al artículo "Algo sobre el almidón y sus derivados" que aparece
en la obra póstuma de don Manuel: Tonel de Diógenes, p. 116.
5 Adriana de González Prada, Mi Manuel :(Lima: Cultura Antártica, 1947), p. 57.
6 E1 Tonel dé Diógenes, p. 32
7 Ibid., pp. 32-33.
8 Nota marginal del autor, El Tonel de Diógenes, p. 38.

26 Chang - Literatura política


9 Don Manuel, pp. 97-98.
10 El Tonel de Diógenes, pp. 38.39. En una nota marginal del autor se lee: "Las cosas me ofrecían
un aspecto raro: los amigos me eran indiferentes. Era yo otro hombre. Todo mi pasado había
muerto"
11 Don Manuel, p. 109.
12 Ninguno de sus biógrafos ha apuntado este detalle. Parece que nadie sabia que la aristocrática
madre de don Manuel se opusiese a que su hijo se casase con Adriana, a quien sin embargo, que -
ría mucho. Fue la misma Adriana la que antes de morir, en Mi Manuel (pp. 121-129, 155-156) re-
veló este comprensible aunque no justificable prejuicio de doña Josefa.
13 Mi Manuel, p. 145. Debido a su nerviosidad, a su timidez ante el publico, y a su débil voz,
González Prada no fue buen orador. Sus escritos eran leídos en público por Miguel Urbina, exce-
lente declamador ecuatoriano.
14 Ibid., p. 150-151.
15 Ibid., p. 152.
16 Ibid., p. 155.
17 Ibid., p. 164.
18 Don Manuel, p. 135.
19 Ventura García Calderón, Semblanza de América, ed. por la revista Hisp. Amer. "Cervantes" (Ma-
drid: Biblioteca Ariel, s. a. [1919]), p. 118. M.
20 González Prada, Figuras y figurones (París: Louis Bellenand, 1938), pp. 243, 252, 256-257, 263,
266; Mi Manuel, p. 327.
21 Mi Manuel, p. 339.

VI
EL ANTICLERICALISMO DE GONZALEZ PRADA

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA IGLESIA EN AMÉRICA


Para comprender bien este delicado aspecto del pensamiento de Manuel González
Prada, primero es necesario comprender por qué, cuándo y cómo se manifestó su
anticlericalismo, y para contestar estas preguntas habrá que revisar ligeramente
la historia de la Iglesia en América y analizar la naturaleza de las ideas sobre
las que descansa la posición aniticlerical de don Manuel.
Antes de que terminasen los desembarcos de los primeros conquistadores que
acompañaron al ambicioso Cristóbal Colón, la Iglesia ya había decidido la suerte
de las "Indias": el 4 de mayo de 1493 el Papa Borgia español, Alejandro VI
(1492-1503), con las prerrogativas que sólo un Borgia podría atribuirse, dividió
al mundo entre sus dos monarcas favoritos, los reyes católicos de España y el
soberano portugués, iniciando el período que históricamente se conoce como pe-
ríodo del mare clausum. Durante el comienzo de esta etapa histórica el poder
amalgamado -absolutista y clerical- de Isabel la Católica, de Carlos I (V de
Alemania) y de su fanático hijo Felipe II vino a América en la punta de las es -
padas de los conquistadores. La sumisión de los grandes imperios indios se hizo
en nombre del rey de España y de la Iglesia católica, apostólica y romana.
Con e1 Concilio de Trento (1545-1563) y la contrarreforma que organizó la
Iglesia bajo la dirección principal de los jerarcas eclesiásticos españoles, la
Iglesia quedó definitivamente establecida en el gobierno de España, y desde en-
tonces compartió con los Habsburgos el poder temporal. El Concilio de Trento
consolidó en el mundo hispánico el poder eclesiástico que los reyes católicos
habían inaugurado en España.
En lo que respecta al Perú, la intervención de la Iglesia en los asuntos ofi-
ciales del gobierno arranca desde el día en que el cura Hernando de Luque firmó
con Pizarro y Diego de Almagro el contrato para emprender la conquista del Reino
del Pirú. Pocos años más tarde, un hecho sangriento sella la alianza en Cajamar-
ca: el Padre Valverde da la señal convenida a la caballería para capturar a
Atahualpa, y la captura del Inca se realiza con la masacre de millares de in-
dios.
Una vez destruida la resistencia de los cuerpos militares incaicos organiza-
dos, el gobierno español estableció en 1543 el Virreinato del Perú incluyendo en
él a toda la América española ubicada al sur del Virreinato de Nueva España.
El poder español en América se consolidó en la última mitad del siglo XVI y
la primera del XVII. Pero no duró mucho la armonía entre la autoridad laica y la
autoridad eclesiástica. las autoridades civiles pronto se quejaron de que la
Iglesia trataba de expandir sus prerrogativas. La influencia de la Iglesia cre-
ció a tal punto que los mismos virreyes se vieron obligados a defenderse y a
entrar en conflicto de jurisdicción con los prelados. No obstante estas quere-

Chang - Literatura política 27


llas, el condominio español, que tuvo sus décadas tristes con el establecimiento
de los tribunales de la Santa Inquisición, continuó hasta el siglo XVIII.
En 1700 la influencia francesa vino a España con mayor fuerza. En ese año Fe-
lipe de Anjou ascendió al trono español con el nombre de Felipe V (1700-1746),
primer rey Borbón. Durante el gobierno de los primeros reyes Borbones las ideas
de los enciclopedistas se infiltraron en España y en el mundo hispánico de Amé-
rica, debilitando las relaciones entre el Estado y la Iglesia, y determinando en
1767 la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas por orden de Carlos
III. En represalia, los jesuitas refugiados en Europa -los de Italia principal-
mente- hicieron campaña por la independencia de las colonias españolas he Améri-
ca, y comenzaron a hablar de su "patria americana". Uno de ellos, el precursor
peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, en su "Carta de los españoles americanos"
de 1791, afirmó que "el nuevo mundo es nuestra patria y su historia es la nues-
tra, y en ella es que debemos examinar nuestra situación presente, para determi-
nar por ella, a tomar el partido necesario a la conservación de nuestros dere-
chos propios y de nuestros sucesores".22
Si el entusiasmo por la libertad de América no duró mucho en los corazones de
los jesuitas -porque más tarde le dieron su apoyo a Fernando VII, heredero legí-
timo del absolutismo imperialista español- buen número de clérigos criollos,
mestizos e indios simpatizantes del racionalismo cartesiano apoyaron la causa
emancipadora. Varios de ellos llegaron a ser héroes patriotas y lucharon contra
el dominio español en todas sus manifestaciones: Hidalgo y Morelos en México,
Justo de Santa María en la Argentina, Félix Varela y Morales en Cuba, y otros
valientes clérigos de otras partes de América.
El movimiento anticlerical en América hispana arranca directamente de la
Constitución de Cádiz de 1812, aunque su pasado remoto comience en 1767 con la
expulsión de la Compañía de Jesús. La Constitución liberal de Cádiz restringió
la influencia de la Iglesia española: confiscó sus propiedades, abolió conven-
tos, estableció la prensa libre, permitió la libre expresión de opiniones anti-
clericales, y, muy significativo para América, anuló el tribute del indio.
Desde las primeras manifestaciones revolucionarias por la independencia de
América, la iglesia se identificó con la causa de la metrópoli española y exco-
mulgó a muchos lideres patriotas.23 Las nuevas naciones independientes de Hispa-
noamérica nacieron excomulgadas. Pero cuando los ejércitos revolucionarios emer-
gieron triunfantes y consolidaron la emancipación, muchos clericales treparon al
carro de la victoria para cosechar laureles, ganar privilegios, y, sobre todo,
para bloquear el radicalismo revolucionario.
Si la Iglesia en América, después de Junín y Ayacucho, apoyaba la causa inde-
pendiente, en Europa, el poder absolutista y el poder clerical crearon la Santa
Alianza para combatir la corriente liberal en el continente europeo y eventual-
mente llevar a cabo la reconquista de las colonias españolas. Combatir esta
alianza reaccionaría y difundir los principios liberales fueron los principales
fines de las sociedades masónicas que brotaron en la Europa occidental. En Amé-
rica, que ya había tenido experiencia con las logias revolucionarias, se forma-
ron varias logias similares a las curopeas. 24 Afortunadamente, el oportuno enun-
ciado de lo que más tarde se conocería como Doctrina Monroe, desbarató los sue-
ños de la Santa Alianza en América.
Simón Bolívar, hombre genial, se dio cuenta de la maniobra acomodaticia de
los clericales. En su discurso de Angostura pronunció públicamente, por primera
vez en América hispana, la separación de la Iglesia y del Estado. Advirtió a los
legisladores que en una constitución política no debería prescribirse una profe-
sión religiosa:

Legisladores: Haré mención de un artículo que, según mi conciencia, he debido


omitir. En una constitución política no debe prescribirse una profesión religiosa;
porque según las mejores doctrinas sobre las leyes fundamentales, éstas son las ga-
rantías de los derechos políticos y civiles: y como la religión no toca a ninguno
de estos derechos, es de naturaleza indefinible en el orden social y pertenece a la
moral intelectual...
La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula, porque
imponiendo la necesidad al deber, quita el mérito a la fe, que es la base de la re-
ligión. Los preceptos y los dogmas sagrados son útiles, luminosos y de evidencia
metafísica; todos debemos profesarlos, mas este deber es moral, no político..."25

28 Chang - Literatura política


La sabia recomendación bolivariana no fue escuchada y el estado laico tardó
mucho en triunfar en toda América. La revolución de la independencia en el Perú
quedó inconclusa, en parte, porque no nos liberó sino de la Corona de España.
Gracias a la hábil política de los altos prelados, el poder de la Iglesia no fue
afectado por la Revolución. Una vez asegunda la independencia, los clericales
apoyaron , al grupo aristocrático de los emancipados; y cuando los criollos se
consolidaron en el gobierno independiente, los clericales hicieron causa común
con el partido conservador.
Después de varias décadas de gobierno republicano, los clericales se aliaron
con los terratenientes, con el ejército y con las masas campesinas; contaban con
la mayoría del país. Empero, algunas manifestaciones anticlericales aisladas,
débiles y a veces algo tímidas comenzaban ya a brotar de algunas personas cul-
tas, de entre la clase media, de la gente de la ciudad. Pero poco, muy poco fue
lo que realizaron estos anticlericales de los primeros años del Período libre,
porque en el país predominaba la clase desposeída, el analfabetismo y la pobla-
ción rural.
Ante el avance peligroso de la influencia clerical surgió la noble figura de
Francisco de Paula González Vigil. Este valiente tacneño defendió la autoridad
del gobierno civil contra lo que él llamaba "las pretensiones de la curia roma-
na" y se enfrentó al clericalismo. El Papa lo excomulgó.
Precisamente en el significativo año de 1848, año de la revolución socialista
en Europa, año de la publicación del Manifiesto Comunista, año en el que Vigil
publicó su primer volumen de su Defensa de la autoridad de los gobiernos, nació
Manuel González Prada.
Para entonces, pese a la campaña de los primeros anticlericales, el clerica-
lismo constituía una verdadera fuerza en Lima y en las provincias. Había cleri-
cales dirigiendo periódicos y centros de enseñanza; su influencia se sentía en
la política, en el comercio, en la banca, en 1a economía del país, y sobre todo,
en la vida diaria de la sociedad de Lima y del resto de la nación. Las mujeres
eran sus mejores aliadas; por intermedio de ellas influían en los hombres: hi-
jos, hermanos, esposos y padres.

NACE UN ANTICLERICAL
En esta atmósfera de predominio clerical, la casa de don Francisco González
de Prada Marrón y Lombera es el escaparate en el que se podía atisbar a la ul-
traconservadora Lima y al Perú atávico.26 Sin embargo, a don Francisco le nace
un niño inteligente, precoz e inquieto, que va a revolucionar más tarde los ci-
mientos de esta sociedad: Manuel González Prada.
Una de las primeras reacciones del niño Manuel fue la de preferir lo que se
opusiera a lo que el hogar le ofrecía; el niño era rebelde y quería más liber-
tad, menos disciplina, nada de catecismo27. Aguda fue la tensión entre este niño
y las fuerzas conservadoras que lo circundaban. De niño aprendió a odiar las
oraciones diarias del rosario y hasta se escapó del Seminario; de joven se per-
filó como el genuino continuador de Vígil, con quien platicaría por largas horas
en la Biblioteca Nacional. Su concepción religiosa tenía un carácter esencial-
mente anticlerical, debido, indudablemente, al abismo que separaba su alma libe-
ral y honrada del clericalismo entrometido de sus dias. En González Prada se re-
petía la historia de Schopenhauer: así como el filósofo de Dantzig aprendió a
odiar la atmósfera mercantil y financiera en la que creció, don Manuel se con-
virtió en el antípoda del fanatismo de su hogar.
No han llegado hasta nosotros los primeros escritos anticlericales que escri-
bió don Manuel en su juventud. Todos ellos, junto con sus otras prosas juveni-
les, se perdieron durante la ocupación chilena de Lima (1880-1884) 28. Su ataque
anticlerical más antiguo que se ha conservado es su "Discurso en el Teatro Olim-
po" de 1888, que más tarde fue incluido en Páginas Libres. En el discurso Prada
se queja de la infiltración clerical en los partidos,29 de la influencia del cle-
ro secular en Lima, Cajamarca y Arequipa, y particularmente se queja de la in-
fluencia excesiva que tiene el sacerdote en la mujer peruana30.

IDEAS FUNDAMENTALES
Al analizar las bases ideológicas del anticlericalismo de don Manuel, no se
puede determinar con certeza cuándo él llegó a las conclusiones que de vez en
Chang - Literatura política 29
cuando emite desde 1871. Lo que sí parece cierto es que los dos ensayos que en-
cierran los fundamentos filosóficos de su anticlericalismo- "Jesucristo y su
doctrina" y "Catolicismo y Ciencia"- fueron escritos antes de su viaje a Europa,
es decir, antes de 189131. En ellos salta a primera vista que su concepción reli-
giosa está más llena de dudas que de afirmaciones. Después de hacerse numerosas
preguntas sobre la autenticidad de los evangelios, la vida de Jesús, su divini-
dad, su doctrina, González Prada sostiene que en la obra del Redentor resalta la
afirmación de su personalidad y el haber hecho explícitos algunos preceptos mo-
rales que ya estaban implícitamente involucrados en otras religiones. Pero para
González Prada, Jesús es un hombre superior y no un ser divino: "...con Jesús y
su doctrina suceda un hecho curioso: el medio semipagano que favoreció la propa-
ganda cristiana desfiguró al hombre y corrompió la doctrina. Cristo, en el cen-
tro puramente mosaico, habría sido un segundo Moisés, un nuevo Esdras o un en-
viado de Jehová, nunca un Dios. La renovación religiosa que, encerrada en el
pueblo judío, hubiera sido un monoteísmo laico, degeneró hasta convertirse en un
politeísmo sacerdotal".32
En las atrevidas páginas de sus ensayos, el autor peruano revela familiaridad
con los libros sagrados y conocimiento del desenvolvimiento histórico dei cris-
tianismo. Sus ideas religiosas no parecen ser caprichos de discursista, sino
productos de profundas meditaciones y largos estudios teológicos. Precisamente
porque su familia abrazaba con ardor la religión oficial, don Manuel se ensaña
contra el catolicismo, haciéndolo, a veces, con gran destreza dialéctica que,
quienquiera que desconozca su vida, diría que don Manuel escribía con rencor.
Lo que más critica del catolicismo es su sacerdocio y el papel histórico que
han desempeñado los clérigos. Don Manuel a veces usa frases cortantes, hirientes
y afirmaciones exageradas.33
El positivismo influyó en su ideología. Muchos de sus escritos, sobre todo
"Catolicismo y Ciencia" están impregnados de positivismo. Indudablemente que mu-
chas de sus aseveraciones encajaban en el positivismo y en el período anticleri-
cal que vivía el Occidente, mas no siempre estaban basadas en la verdad. En "Ca-
tolicismo y Ciencia" Prada afirma que las religiones nacen, crecen y desapare-
cen, siguiendo un ciclo vital bien lento. 34 Ve él, sin embargo, una idea matriz
que forma parte de todas las religiones y que perdura siempre. Prada aquí se
equivoca porque las religiones no siempre han seguido el ciclo vital: muchas de
ellas (el catolicismo, el budismo, el mahometismo) todavía existen, más fuer-
tes, más activas, más vitales que antes. Nosotros creemos con Toynbee que cuando
el Estado y la Iglesia entran en colisión, ésta a veces sobrevive a aquél, como
sucedió con el cristianismo frente al Imperio Romano.
A don Manuel le molestan los cambios de táctica del catolicismo en la histo-
ria,35 censurando acerbamente al clero porque "vincula de tal modo sus privile-
gios con los intereses religiosos que si en algún pueblo surge una voz clamando
por la morigeración de las costumbres sacerdotales, el clero logra inculcar en
las multitudes que la voz se levanta contra el Dogma, que atacar al ministro de
Dios es atacar a Dios mismo".36
Si nos preguntamos qué nombre debemos dar al autor de estas a violentas y ra-
dicales observaciones, no podemos menos que valernos de sus propias frases para
concluir que don Manuel, por lo menos durante largo período de su vida, fue un
hereje; un hereje, usando el sustantivo en su acepción lingüística, como el mis-
mo Manuel lo entiende en su ensayo "Catolicismo y Ciencia":

Los individuos que defendieron su individualidad, que no se dejaron absorber por


las multitudes ni gobernar por las autoridades, se levantan y brillan en la histo-
ria de los pueblos como bienhechoras columnas de luz en medio de la noche. En el
orden religioso como en el político, en el literario como en el artístico los bene-
factores de la Humanidad, la verdadera sal de la Tierra, fueron los indisciplinados
y los rebeldes. Y entre los indisciplinados y los rebeldes, nadie tal vez más meri-
torio que los herejes. El hereje ha sido el hombre que se ha rasgado la venda para
ver con sus propios ojos, que ha salido del camino trillado para buscar una senda
nueva de nuevo mundo. Hasta en su extravío, vale más que los ciegos y los resigna-
dos.37
Don Manuel cree con Gothold Efraín Lessing (1729-1781) que: "El calificativo
de hereje es, en ciertos siglos, la mayor recomendación de un sabio ante la pos-
teridad".38
Como para él la ignorancia es una de las causas contribuyentes a la expansión
del clericalismo. González Prada predica la expansión de la educación. Una de
30 Chang - Literatura política
sus primeras batallas anticlericales la dio en el terreno de la educación. Don
Manuel hizo campaña a favor de la educación laica. En 1892, encontrándose en
Francia, donde se contagió del fervor anticlerical que por entonces florecía
en Europa, escribió el ensayo "Instrucción laica", en el cual expone las razones
por las que ella debe imponerse en el Perú.
González Prada nos dice que se opone a la enseñanza clerical porque ella se
funda en el dogma: "Como los antiguos hacían girar planetas, Sol y estrellas al-
rededor de la Tierra, los sacerdotes hacen mover todos los conocimientos humanos
en torno de la Biblia... Todo lo acomodan, lo achican, lo agrandan, lo vuelven,
lo revuelven, lo desfiguran y lo deforman para conformarlo con las sutiles y so-
físticas interpretaciones de textos dudosos y obscuros".40 Los sacerdotes, según
don Manuel, no son los mejores pedagogos porque convierten a los hombres en es-
pecies de palimpsestos: "obliteran del cerebro la Razón para grabar la Fe, como
los copistas de la edad media borraban del pergamino un discurso de Cicerón para
escribir la crónica de un convento".41 González Prada cree que la moral católica
está basada en una mala premisa porque "quien practica el bien por la remunera-
ción póstuma, no se distingue mucho del prestamista usurario que da hoy uno,
para recibir mañana diez"42.
Revela la influencia de Guyau al citarlo para recordarnos que los espíritus
científicos son irreligiosos,43 y al oponerse a que el Estado garantice la exis-
tencia y la difusión de la instrucción primaria, en vista de que la Constitución
peruana reconoce a la religión católica como la religión del Estado y la prote-
ge. Don Manuel primero pide la supresión del carácter obligatorio de los cursos
religiosos y luego exige que no se enseñe religión en las escuelas nacionales,
soportando su punto de vista con citas de Tolstoy y Condorcet.44
Así como se opone a la intención del clero en cuestiones educacionales, don
Manuel rechaza la ingerencia del clero en la libre expresión de la palabra es-
crita. Censura al Código Penal por invadir la libertad de conciencia al castigar
a los escritores que se atreven a escribir artículos anticlericales. La caduca
ley de imprenta que regía en el Perú en el año en que escribió su ensayo sobre
la "Libertad de escribir" había sido promulgada en 1823 y en virtud de ella se
establecía una especie de censura a todo lo que se publicaba en el Perú. Don Ma-
nuel no podia comprender por qué los clericales se guarecían en esta vieja ley y
preguntó: "Si la religión católica se llama luz, ¿por qué teme las tinieblas? Si
fuerza, ¿por qué rehuye el combate? Si verdad, ¿por qué se asusta con el
error?"45.
La rebelión anticlerical de don Manuel González Prada sigue muy de cerca las
pautas del anticlericalismo que se extendió por Europa en el siglo XIX. En sus
referencias, en sus ideas que sostiene y defiende con ardor, en su citas, nota-
mos que en él influyeron pensadores franceses como Guyau y Renán. A éste lo es-
cuchó en el Collège France y leyó con interés sus obras: Etudes d'histoire reli-
gieuse, Souvenirs, Histoire des origines du Christianisme, y sobre todo, su Vie
de Jésus. Cuando en octubre de 1892 murió el pensador francés, González Prada
asistió a sus funerales y a los pocos meses escribió un magnífico ensayo sobre
él. La lectura de libros como el Examen critique des doctrines de la réligion
chrétienne de Patrice Larroque, la Histoire élémentaire et critique de Jésus por
A. Peyrat, Le Christ et conscience de Félix Pecaut y Déisme et Christianismo de
Jules Levalois, también prepararon a González Prada para su larga e intensa pra-
paganda anticlerical en el Perú.46

"POLÍTICA Y RELIGIÓN"
En 1900 Manuel González Prada escribió el ensayo "Política Religión", en cu-
yas páginas ya no revela las dudas que lo asaltaban antes de su viaje a Europa.
Ahora su pensamiento está claramente definido. Don Manuel insiste en que en el
Perú se separe la política la religión, y cree firmemente que el conflicto reli-
gioso desaparecería disminuiría considerablemente si existiera la clara separa-
ción entre el Estado y la Iglesia, o por lo menos si hubiera igualdad de todas
las religiones ante la ley.47
González Prada emite opiniones sustentándolas con ejemplos históricos, citan-
do acontecimientos pasados y opiniones de autoridades intelectuales. En sus es-
tudios de historia nota que las grandes reformas conseguidas por la humanidad en
su marcha hacia el progreso encontraron en la religión "un enemigo, ya descu-
bierto, ya embozado"48. Nos da por ejemplos la oposición de la Iglesia a la eman-
Chang - Literatura política 31
cipación de mujer, a la independencia de las naciones y a la inviolabilidad la
conciencia. Don Manuel nos asegura que "donde asoma un tirano, cuenta con dos
armas -la espada del militar y la cruz del sacerdote".49 Al creer en esto, Gonzá-
lez Prada concluye afirmando que la lucha por la libertad del individuo debe ha-
cerse también contra la Iglesia por que la Revolución no debe hacerse a medias. 50
El ensayo termina con un párrafo demasiado apasionado para repetirse aquí, dema-
siado hiriente porque encierra la pregunta implícita: ¿No es acaso el grado de
catolicismo el índice de atraso de un país?51
En 1903 publicó su artículo "Nuestros Inmigrantes" con motivo de la frecuente
llegada al Perú de monjas y frailes refugiados, víctimas de las persecuciones
religiosas que ocurrieron en varios países a principios del siglo. "La invasión
negra", como la llama don Manuel, se realiza gracias a la protección del go-
bierno peruano y a la indolencia y complicidad de los gobernados. Censura a los
sociólogos que critican la inmigración asiática: "Anatematizan la inmigración
asiática y enmudecen ante la invasión clerical, sin comprender que el chino
trabajador, honrado y pacífico, ejerce una función social más elevada que el
fraile holgazán, mendicante y sedicioso".52
González Prada favorece la inmigración asiática y la prefiere a la inmigra-
ción de otros grupos. El sabía que de las razas que han inmigrado a las Améri-
cas, los chinos han sido los que menos han delinquido, como todavía lo aseveran
las estadísticas policiales. González Prada, hombre inteligente y demócrata, de-
fendió a los inmigrantes chinos, pero nunca se imaginó de que cuarenta y ocho
años más tarde un tirano mestizo, víctima de su pernicioso complejo de inferio-
ridad, lanzaría -para ganar ascensión entre los que consideraba sus superiores-
una persecución racial sin precedentes contra los inmigrantes asiáticos y contra
los mismos peruanos de ascendencia oriental, hijos, nietos y biznietos de perua-
nos.
Al año siguiente, a invitación de la logia "Stella d'Italia", habló el 25 de
septiembre sobre "Las esclavas de la Iglesia". A los italianos allí reunidos
para conmemorar el asalto a Roma y el derrumbamiento del solio pontificio les
confiesa que, no obstante que él no es masón, se siente animado por el espíritu
que inflamó a los antiguos masones en sus luchas seculares contra el altar y el
trono. Don Manuel les asegura que "la ascensión del alma femenina coincide con
el descenso del catolicismo"; y refiriéndose al protestantismo, les hace notar
que el protestantismo, debido a que no se pone en contradicción directa y abier-
ta con las verdades científicas, ha logrado elevar al individuo y a engrandecer
naciones; mientras que en los estados católicos la mujer sufre una esclavitud
canónica y civil en la cual la prohibición del divorcio es uno de los grandes
males.53
En Los Parias y en otros periódicos ocasionales y fugaces, González Prada pu-
blicó numerosos artículos anticlericales que a menudo no llevan su firma. Entre
ellos sobresale el que apareció con el título de "Olivos y aceitunos", en el no.
36 de Los Parias, correspondiente al mes de marzo de 1906, y en el cual se queja
de que se haga distingos entre jesuitas, agustinos y dominicos, o entre curas de
una nacionalidad y curas de otra, porque si resucitara la Inquisición ya se ve-
ría "si el padre francés aporta menos tizones que el fraile español".54 En su li-
bro Presbiterianas, que apareció en forma anónima en 1909, Prada reúne una co-
lección de versos anticlericales. Los poemas no son sobre el dogma ni el culto
católico; con ellos don Manuel ridiculiza la moral de los presbíteros. No discu-
tiremos aquí el valor literario de esta obra censurada por los puristas porque
el libro en realidad debe juzgarse como instrumento de prédica anticlerical como
vocero de las ideas religiosas del autor. Entre los más virulentos versos de
Presbiterianas podrían incluirse las cuartetas "A los clérigos" 55 que le sirven
de prólogo, y resumen el contenido del libro:

Dicen que amáis por instinto


más que la unción el ungüento,
más raciones que oraciones,
más el oro que el oremus.

Dicen que, a fuerza de pases,


magnetizáis al enfermo
para coger donaciones
y trabucar testamentos;
32 Chang - Literatura política
que entre los "ego te absolvo"
y otros latinajos hüeros,
dáis las llaves de la gloria
a quien da las del dinero.
.............................

En la producción literaria -en prosa y en verso- que dejó inédita, hay muchas
páginas anticlericales que más tarde fueron publicadas por su hijo Alfredo. En
ellas se puede ver claramente que don Manuel, desde el primer memento que comen-
zó a escribir, se preocupó profundamente por la cuestión religiosa en el Perú.
González Prada desde muy joven identificó al catolicismo con el clericalismo. En
su madurez insistió sobre este punto.56 Su anticlericalismo estaba en línea con
su filosofía de la vida, con sus ideas sobre religión, con su pensamiento libe-
ral de pensador de siglo XIX.
De la ideología de González Prada, sus ideas anticlericales son las que menos
sufrieron con el correr del tiempo. Su gusto literario y sus ideas políticas ex-
perimentaron cambios, pero su posición anticlericalista no varió. Razones fami-
liares, repudio del papel histórico de la Iglesia en el Perú, la influencia de
librepensadores americanos y europeos, todo esto hizo que don Manuel librara una
campaña anticlerical intensa y extensa durante toda su vida.
Empero, es difícil o imposible hallar razones de fe en el anticlericalismo de
González Prada porque es más fácil decir qué no fue don Manuel que lo que fue.
Prada definitivamente no fue católico; tampoco ateo ni agnóstico. No simpatizó
con las ideas protestantes, aunque a veces prefiriese algunas de ellas a las del
catolicismo. En realidad, a González Prada no le preocuparon las cuestiones de
dogma ni de cultos sino las cuestiones de moral. ¿Será por esta razón que Gonzá-
lez Prada llegó a ser el más importante de los escritores anticlericales que el
Perú ha dado al liberalismo?

22 Citado por Jesús Véliz Lizárraga, "La Patria en la Guerra de la Independencia", Humanismo, Año
I, No. 6 (diciembre, 1952), pp. 29-30.
23 Recuérdese la oposición a Bolívar y la propaganda que los clericales hicieron después del te-
rremoto de Caracas, culpando a los revolucionarios de enfurecer al Santo Padre. Lo mismo suce-
dió en otras regiones de América. Los clericales usaron el peso de su influencia para di-
suadir a criollos, mestizos e indios para que no se plegasen a los ejércitos de los liberta -
dores. Al padre Hidalgo, por ejemplo, lo excomulgaron. Un siglo más tarde, la Iglesia republi-
cana quiso enmendar la injusticia cometida con el patriotas Hidalgo y propuso su canonización.
24 Algo curioso sucedió en la masonería europea e iberoamericana. Las logias abrieron sus puertas
a los católicos de izquierda. Una tradición lo más peculiar que todavía se practica.
25 Simón Bolívar, Discursos y proclamas, compilados por R. Blanco-Fombona París: Garnier
Hnos.,s.i): p. 111.
26 E. Chang-Rodriguez, "Manuel González Prada, el Precursor", Correo Indoamericano, Año 2, No. 11
(México, mayo-junio, 1953). 22-24.
27 Léanse los contrastes y contradicciones en la vida de don Manuel que Carlos García Prada anota
en su brillante introducción a la Antología poética de González Prada, p. xxv.
28 En su carta del 3 de diciembre de 1942 dirigida a Alfredo González Prada le manifestó que las
colecciones de estos artículos publicados en periódicos con probabilidad fueron destruidos por
los chilenos. Robert J. Mead, Jr., "González Prada y el Catolicismo", La Nueva democracia, XXX-
VII, 1 (enero, 1952), 53.
29 Páginas libres (Madrid: Edit. América, 1915), p. 50.
30 Ibíd., p. 51.
31 Estos dos ensayos no fueron publicados por don Manuel. Aparecieron, por primera vez, al comien-
zo de Nuevas páginas libres que su hijo Alfredo editó diecinueve anos después de la muerte de
su padre (Santiago de Chile: Edit. Ercilla, 1937). En la primera nota del editor, que es válida
para ambos ensayos, se lee: "El manuscrito de este ensayo inédito corresponde a los años de la
residencia de González-Prada en Europa, 1891-1896: está copiado en un cuaderno adquirido en Pa-
rís y posee las características grafológicas de dicha época. Pensamos, sin embargo, que el ma-
nuscrito de París es el segundo borrador de un original redactado en Lima antes de 1891. Des-
pués de 1896, el autor se desinteresó del ensayo: las enmiendas y notes marginales parecen to-
das anteriores a esa fecha, y las citas más recientes corresponden a libros publicados en
1894". Cabe hacer una pregunta: ¿Por qué no los publicó don Manuel?
32 Nuevas páginas libres, p. 30.
33 Ibid. Léase por ejemplo la p. 41 de Nuevas páginas libres.
34 Ibid., pp. 44-45.
35 Ibid, p. 47.
36 Ibíd., p. 50.
37 Nuevas páginas libres, p. 56.
38 Idem.
39 Ibid., p. 60.

Chang - Literatura política 33


40 Páginas libres (Madrid: Edit. América [1915]), p. 139.
41 Ibid., p. 141
42 Ibid., p. 142
43 Ibid., p. 150
44 Ibid., p. 150-151
45 Ibid., p. 164.
46 Al morir don Manuel su esposa acató su voluntad de "no dejar entrar a ningún fraile para que lo
ultrajasen con sus bendiciones ni sus rezos", Mi Manuel, p. 462. González Prada murió como su
maestro Renán, sin arrepentirse ni retractarse.
47 "Política y Religión", Horas de lucha (Callao: Tip. Lux, 1924), p. 340.
48 Ibid.. p. 342.
49 Ibid., p. 343.
50 Ibid., p. 341-345.
51 Ibíd., p. 352.
52 "Nuestros Inmigrantes", Horas de lucha, p. 266.
53 "Las Esclavas del Señor", Horas de lucha, pp. 81-82.
54 Prosa menuda (Buenos Aires: Ediciones Imás, 1941), p. 47.
55 Presbiterianas (Lima; Lib. e Impta. El Inca, 1928), p. 6 y 10.
56 Prosa menuda, p. 92.

VII
CRITICA SOCIO-POLITICA

En las páginas anteriores hemos visto cómo la primera explosión de rebeldía


de Manuel González Prada fue contra la religiosidad y el conservatismo de su ho-
gar. Aquí trataremos de concretarnos en la revisión de su crítica socio-política
del momento histórico que vivió.
Si la tensión entre su mente liberal y el fanatismo familiar le había susci-
tado sus convicciones anticlericales, el corrompido ambiente social y político
aguzó en él un sentido crítico penetrante que le sirvió para analizar la carco-
mida estructura socio-política del Perú de sus días. Su rebeldía intelectual, su
espíritu crítico y su integridad móral, enfrentados a la pasmosa realidad, hi-
cieron de González Prada una mezcla de Catón y Rousseau, que hizo de su voluntad
su narcicismo para seguir una vida ejemplar, y de su pluma, la espada con la que
atacó los males que azoraban a la desventurada patria. Como un censor romano se-
ñaló las causas de los males que corroían al Perú; desenmascaró a los políticos
venales, a la aristocracia vanidosa y decadente, y al pueblo pusilánime y con-
formista, impotente ante el auge desorbitante del clerical retrógrado, el mili-
tarista ignominioso, el gamonal de gula latifundista, y el politiquero ventral
que seguían siendo los amos del país.
Durante los años que pasó en el Colegio de San Carlos de Lima, su interés en
la suerte de la patria se había revelado al leer ávidamente las síntesis perio-
dísticas de los debates del Congreso. Era muy joven todavía, pero ya se sentía
impulsado por la política; mas tuvo que conformarse en aplaudir en silencio a
los oradores liberales, sin que se dieran cuenta sus compañeros de estudio, los
"señoritos bien", parientes de los mismos que laceraban al país. Su amor filial
le impedía que se expresara con libertad. He allí la verdadera razón que dilató
su silencio por muchos años, durante los cuales fue cultivando su mente con la
absorción de ideas que iban formando su talla espiritual.

LOS DISCURSOS EN LOS TEATROS OLIMPO Y POLITEAMA


Cuando acaeció el desastre nacional con motivo de la Guerra del Pacífico, la
carga explosiva del espíritu coactado de González Prada quedó prendida; entonces
respondió al reto enjuiciando con su pluma a los responsables de la derrota. Al
principio tuvo que escribir con cuidado para no ofender a su anciana madre que
estaba encariñada con la tradición y el status quo del país; pero al año si-
guiente de la muerte de su querida madre,57 el crítico maduro, libre ya de com-
promisos familiares, les dice a sus compañeros del Círculo Literario reunidos en
el Teatro Olimpo:

Si desde la guerra con Chile el nivel moral del país continúa descendiendo, nadie
contribuyó más al descenso que el literato con sus adulaciones y mentiras, que el
periodista con su improbidad y mala fe. Ambos, que debieron convertirse en acusado-
res Y justicieros de los grandes criminales políticos, se hicieron encubridores y
cómplices. El publicista rodeó con atmósfera de simpatías a detentadores de la ha-

34 Chang - Literatura política


cienda nacional, y el poeta prodigó versos a caudillos salpicados con sangre de las
guerras civiles. Las sediciones de pretorianos, las dictaduras de Bajo Imperio, las
persecuciones y destierros, los asesinatos en las cuadras de los cuarteles, los sa-
queos al tesoro público, todo fue posible porque tiranos y ladrones contaron con el
silencio o el aplauso de una prensa cobarde, venal o cortesana.58

Y después de examinar el miedo de los cortesanos, políticos y diplomáticos


timoratos que confabulaban con su silencio, les pide: "Rompamos el pacto infame
y tácito de hablar a media voz. Dejemos la encrucijada por el camino real y la
ambigüedad por la palabra precisa"59. Les exige que sean verdaderos, aunque la
verdad desquicie a toda la nación porque "¡poco importan las lágrimas, los dolo-
res y los sacrificios de una sola generación, si esas lágrimas, si esos dolores,
si esos sacrificios redundan en provecho de cien generaciones!" 60 Quiere que pre-
valezca la verdad, aunque ella destruya al Globo: "¡poco importa la ruina de la
Tierra, si por sus, soledades silenciosas y muertas sigue retumbando el eco de
la verdad!"61
En 1888, González Prada en el Teatro Politeama anatematiza a los autores de
la bancarrota peruana, a los culpables de la derrota. Les dice a sus connaciona-
les que el país había sido vencido por la ignorancia y el servilismo enervante
de muchos peruanos y no por la audacia del agresor. La vanidad, el caos, la me-
diocridad y la mentira, puestos al servicio de los intereses castrenses y feuda-
les, fueron los verdaderos vencedores. El país no había tenido peritos; sus di-
rigentes eran hombres ineptos que todo lo ensayaban en economía, en política, en
legislación, y hasta en cuestiones militares, usando aficionados: al abogado en
la hacienda pública, al médico en las obras de ingeniería, al teólogo en políti-
ca, al marine en la administración de justicia, al comerciante en la dirección
de los ejércitos.62
Con este desbarajuste el Perú se había precipitado hacia la vergonzosa derro-
ta. Pero ahora había llegado el momento del examen de conciencia, de la siembra
de nuevas semillas para la reconstrucción moral y física del país, para la re-
dención de la patria. Ahora se necesitaban hombres íntegros nuevos, amantes de
la ciencia y de la libertad. A estos forjadores del nuevo Perú, González Prada
les lega el grito de combate: "¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a al obra!"63

LOS GOBERNANTES Y EL PUEBLO


Al ver que el pueblo peruano como un rebaño sumiso había seguido a sus caudi-
llos, había trabajado y había combatido con la presteza y la sumisión de un
siervo feudal, al ver que los males de que la nación adolecía eran causados tan-
to por gobernantes como por el pueblo, González Prada desató su furia contra los
diferentes elementos integrantes de esta desquiciada sociedad. Después de todo,
cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y si el Perú tenía la necesidad de
regenerar su gobierno, precisaba que primero se regenerara la sociedad. Desde la
tribuna, desde el periódico, en folletos, en libros, y en las conversaciones que
tuvo con sus numerosos discípulos, el Maestro criticó con su estilo volteriano a
hombres y a instituciones, fulminando con su verbo todo lo malo del país.
González Prada ve dos clases de legisladores peruanos: los oposicionistas y
los gobiernistas; separados, no por diferencias ideológicas o por programas dis-
tintos, como sucede en los países civilizados, sino por intereses egoístas.
Ellos no son luces y tinieblas que batallan por obtener la victoria, slno "tizo-
nes que humean en lugares opuestos". 64 Estos falsos representantes, con su igno-
rancia crasa, su charlatanería demagógica,65 su oratoria hueca, su inmoralidad
ilimitada, han transformado el Honorable Congreso Peruano en "la cloaca máxima
de Tarquino, el gran colector donde vienen a reunirse los albañales de toda la
República".66
Si el parlamento es el nepotista charlatán que sigue al tirano corno la som-
bra débil en la penumbra del atardecer, los magistrados, los administradores de
la Justicia, son los "rábulas trapecistas, porque el juez viene del abogado...
como el policía y el soplón se derivan del ratero jubilado".67
Los militares no escapan a la crítica del Catón peruano. Teniendo c en cuenta
la conducta de los males militares peruanos, escribe:

...Con sólo embutir a un hombre en el uniforme, ya se le infunde la abyección


ante los superiores y el despotismo hacia los subordinados. ¡Qué insolente la
arrogancia de un coronel en su roce con el humilde recluta! Pero, ¡qué repugnante
la bajeza de ese mismo coronel en presencia de un infatuado general! El escalafón
Chang - Literatura política 35
de un ejército debe representarse por una montaña donde ascienden hombres que besan
las posaderas del que va adelante y son besadosen idéntico sitio por el que viene
detrás.68

Pero para González Prada la prepotencia del militar no es característica ex-


clusiva del miembro del ejército. El "cachaco" -como se conoce despectivamente
al agente de policía peruano- también esgrime las perrogativas pretorianas del
militar abusivo y servil: es "el último eslabón de la ominosa cadena formada por
Ministros de Gobierno, el prefecto, el subprefecto, el comisario, el inspector".
El "cachaco" es una hormiga con presunciones de elefante, rabo con orgullo de
cabeza", capaz de arrastrarse a besar las botas mugrientas del oficial que lo
patea. Sin embargo, este mismo cachaco se yergue ensoberbecido al ensañarse im-
placablemente con el pobre cholo: "Nace del pueblo, vive en la intimidad con la
muchedumbre, conoce las miserias de los desheredados, y se declara su enemigo
implacable. ¡Con qué satisfacción enrojece su vara en la cabeza de un borracho
inconsciente! ¡Con qué regocijo descarga su rifle contra el pecho de un huel-
guista inerme! ¡Con qué delicia palomea desde una torre al revolucionario venci-
do y fugitivo!69
Desde que el oficial de policía a menudo se apropia de la función de censor
de las noticias, de los libros, folletos, periódicos y revistas, impidiendo la
libre expresión del pensamiento, la policía resulta siendo la más odiosa de las
instituciones sociales:

¿Quiénes se arrogaban el derecho de juzgar lo escrito por un Reclus, un Proudhon,


un Stirner, un Kropotkin y un Guyau? los semianalfabetos; los encubridores o partí-
cipes de hurtos y robos en gran escala; los torsionadores de personas inocentes o
de infelices rateros; los sicarios de todos los gobernantes abusivos; los vapulea-
dores, sableadores y abaleadores de muchedumbres indefensas; los seres más despre-
ciables, sea cual fuere su categoría (prefectos o cachacos) por vivir subterránea-
mente ligados con el tahur, el rufián, el delator y el periodista oficial.70

Precisamente porque conocía la sima a la que podía descender el pretoriano


peruano es que don Manuel González Prada exigió que la nación se sacudiera del
militarismo parasitario.71
En cuanto a la prensa, que en los países democráticos ajerce la función de un
cuarto poder, en el Perú no ha cumplido su alta misión y -según Prada- se la
debe criticar por el mercantilismo de los periodistas: en ellos descansa una de
las columnas de la culpabilidad.72 En un grafito resume su estimación al perio-
dismo peruano:

¿Qué es el diario nacional?


La ignorancia de la imprenta
la secreción purulenta
del organismo social.73

Esta caótica etapa del país, con pésimos gobernantes, con incapaces legisla-
dores, con injustos magistrados, con venales periodistas, con ambiciosos milita-
res y con corrompido clero, revela el desquicio moral de sus clases sociales. La
aristocracia, la burguesía y el bajo pueblo, es decir, casi toda la sociedad,
tiene corroídas sus raíces. Su crítica a la aristocracia tiene especial valor
porque él mismo descendía de las más linajudas familias peruanas. Los aristócra-
tas peruanos son para don Manuel: "descendientes de logreros enriquecidos en la
Consolidación, el huano y el salitre".74 A los burgueses peruanos, a los que fra-
guaron fortunas a costa del Estado, los incluye junto con los males capitalistas
del mundo. Con un derroche de adjetivos insultativos, en términos violentos juz-
ga su hipocresía, su crueldad, su ambición, sus crímenes.75 El pueblo, desgracia-
damente no tiene las virtudes que le faltan a la aristocracia y a la burguesía;
las masas peruanas son indolentes y serviles que añoran las cadenas, y le hacen
exclamar:

De las turbas populares


nada esperes ni te fíes:
Tienen sueños de marmota
y despertares de tigre.76

36 Chang - Literatura política


Al efectuar la vivisección nacional encontró las causas del atraso peruano.
Una de ellas era el materialismo calibanesco de nobles y plebeyos, de los de
arriba y de los de abajo. Don Manuel cree que la fealdad y la pequeñez espiri-
tual de los peruanos les viene de conceder al estómago la supremacía sobre el
corazón, por eso:

Al advenimiento de cada presidente, se realiza en el país una modificación gene-


ral de actitudes: como cediendo a un resorte invisible, todos los peruanos caen de
rodillas. Todos se prosternan, no porque surja un grande hombre, sino porque viene
el nuevo ecónomo. Y el ecónomo goza las preeminencias de un autócrata... el presi-
dente del Perú reina y gobierna reuniendo en su persona los poderes ejecutivo, le-
gislativo y judicial. Merece llamarse un animal tricéfalo.77

Don Manuel conoce bien los diferentes actos de la tragicomedia peruana que se
suceden con tanta uniformidad y precisión, que para escribir la historia del ma-
ñana bastaría con recontar lo que sucedió ayer, dejando espacios para nombres y
fechas: "A la revolución o al cuartelazo siguen las elecciones fraudulentas: a
las elecciones fraudulentas, el gobierno malversador, rapaz y tiránico, para
volver a la misma revolución o al mismo cuartelazo, a las mismas elecciones y al
mismo gobierno. Nuestra vida nacional quedaría exactamente simbolizada por una
correa sin fin dividida en tres pedazos: el rojo, el negro y el amarillo, es de-
cir, la sangre, el fraude y el derroche".78
Los sediciosos que González Prada ve en el Perú son los gobiernos, que se en-
cuentran "eternamente rebelados contra la Ley y la Justicia", debido a quienes
el país "gime bajo la tiranía de bárbaros que arrogan el título de civiliza-
dos".79 Los partidos políticos verdaderos no existen. Su mejor retrato nos lo da
a su regreso de Europa, al dar su primer discurso público:

¿Qué fueron por lo general nuestros partidos en los últimos años? sindicatos de
ambiciones malsanas, clubs eleccionarios o sociedades mercantiles. ¿Qué nuestros
caudillos? agentes de las grandes sociedades financieras, paisanos astutos que hi-
cieron de la política una faena lucrativa o soldados impulsivos que vieron en la
Presidencia de la República el último grado de la carrera militar.80

El "Civilismo" es un "núcleo de consignatarios reunidos y juramentados para


reaccionar contra Dreyfus"; cuyos corifeos son "simples negociantes con disfraz
político".81 Como él había vivido los períodos del caudillaje militar y predomi-
nio civilista, se había dado cuenta de que si los gobernantes militares robaban
a medio día, en plena luz, con desfachatez y sin empacho, los civilistas intro-
ducían el arte de atacar a media luz, mirar de soslayo y justificarse con abra-
cadabras inventadas por las elucubraciones de leguleyos de toga prostituida. El
bombo ya no servía para marcar el paso de los soldados en los desfiles milita-
res; el bombo servía ahora para distraer la atención o enmudecer el disparo fra-
tricida o el quejido del enemigo político torturado. El desprestigio del civi-
lismo y la ambición inconmensurable de los que se creyeron defraudados en sus
expectativas nepotistas, formaron otro partido, el Demócrata; pero su fundador,
Piérola, era igual que Manuel Pardo, padre del Partido Civil: ambos "se levantan
como dos columnas negras en un charco de lodo y sangre". 82 Pocos años después de
la aparición del Partido Demócrata, el militarismo, encabezado por el General
Cáceres, se constituyó en agrupación política con el irónico nombre de Partido
Constitucional. Empero, todos estos grupos no eran en realidad partidos homogé-
neos, sino agrupaciones dirigidas por "hombres igualmente abòminables y funes-
tos",83 que habían convertido su cerebro en "una prolongación del tubo digesti-
vo".84 Los partidos políticos de su tiempo no tienen ningún significado político;
eran hordas que peleaban por conquistar el derecho de acampar en el Palacio de
Gobierno,85 de allí que las revoluciones peruanas no fueran más que "domésticas
arrebatiñas de estómagos burgueses"86 en las que los que no tenían la presa que-
rían arrebatársela a los que se la estaban devorando.
Este certero crítico del ambiente social y político del Perú, este hombre
probo que en el Politeama había puesto toda su esperanza en la juventud, en-
contró después que el estudiantado peruano tenía los mismos gérmenes de corrup-
ción que minaban a sus mayores. ¡La decepción que debió de sufrir el Maestro al
ver a los jóvenes de ayer convertidos hoy en imágenes más grotescas de los tira-
nuelos del pasado! Al leer las frases de disgusto que escribió contra los profe-
Chang - Literatura política 37
sores de San Marcos87 y contra la juventud de sus días88 nos damos cuenta por qué
censuró el sistema educacional copiado de Francia y de España, y admiró el sis-
tema norteamericano, elogiando la calidad intelectual y moral de su profesores. 89
Sólo entonces comprendemos su elogio a los estudiantes peruanos de las provin-
cias, en quienes vio la salvación del país. En un enjundioso articulo que publi-
có en el número 39 de Los Parias (enero, 1908), Prada elogió a la Universidad de
Arequipa. Aludió a la huelga estudiantil causada por la negativa del Consejo de
Catedráticos de aceptar un profesor de ideas liberales que gozaha de la simpatía
popular y contaba con el apoyo del estudiantado. La huelga había triunfado con
la imposición del profesor liberal: y González Prada supo medir la trascendencia
del acto. Había sido la primera huelga universitaria del Perú (1908) que vatici-
naba los cambios futuros en los centros de estudios superiores del país que Pra-
da ya entreveía.90
Su crítica no era manifestación de odio; era anhelo de patriota que aspira a
la regeneración de su patria. Los viajes al extranjero, las lecturas variadas,
las influencias liberales europeas ayudaron a su mente despierta de moralista
para hacerle proferir acusaciones y gritos de protesta. Por eso, cuando leemos
frases que mentes incomprensivas tergiversan, o cuando oimos que se acusa a Gon-
zález Prada de ser el memos peruano de los escritores, o de ser antipatriota,
comprendemos que la labor desinteresada, continua, persistente y regeneradora
del Censor peruano todavía no ha llegado a producir todos sus efectos. Es verdad
que en horas de desesperación y de profunda desilusión a veces pronunció o es-
cribió frases hirientes.9l Sin embargo, quienquiera que interprete mal las pala-
bras escritas en un momento emocional agudo, no hace más que revelar su incom-
prensión del pensamiento y de la obra de González Prada.
No obstante sus momentos de pesimismo deprimente y consumidor, también tuvo
horas de optimismo en las que aconsejó a sus connacionales lo que deberían hacer
para reconstruir física Y moralmente al país. Es verdad que no legó un programa
sistematizado de acción, que no formuló una doctrina filosófica o política que
sirviera de pauta para el Perú nuevo. Prada no fue político ni filósofo; fue
simplemente un literato de gran sensibilidad y patriotismo, hondamente preocupa-
do por la suerte de los suyos, por quienes dedicó su vida a señalar sus errores
para que se corrigieran, a diagnosticar las heridas para que se curaran, a in-
culcarles amor a la verdad, a la honradez, a la libertad, a la igualdad, ofre-
ciéndoles como ejemplo su propia vida.

LOS INTELECTUALES, LOS OBREROS Y LA REVOLUCIÓN


En 1898 González Prada volvió de Francia convencido en el uso de la violencia
para conseguir los ideales de la patria nueva. Como los intelectuales habían de-
fraudado sus esperanzas con sus claudicaciones y sus paños tibios, don Manuel
abogó por la unión de 104 intelectuales de avanzada con los obreros. Esta
alianza de los trabajadores intelectuales y manuales se encargaría de recons-
truir al país.
González Prada ensanchó las miras de la revolución social. No se conformó con
pedir únicamente la libertad del proletario; también quiso la independencia y la
rehabilitación de todas las clases oprimidas.92 En 1905, doce años antes de la
Revolución Rusa, González Prada expresó sus temores de que si la revolución lu-
chaba únicamente en beneficio de los obreros, ella no cumpliría sus propósitos
justicieros y se asemejaría a la revolución pretoriana o a los otros gritos re-
beldes del pasado. Prada temía que los obreros una vez en el poder, impusieran
la dictadura del proletariado con una fuerza tiránica tan mala como la de los
burgueses que trataban de derrocar. Esto traería una retrogresión del sistema de
dominio de clase; la única diferencia que veía era la inversión del orden exis-
tente el oprimido se convertía en opresor. 93 Pese a estas salvedades, Prada de-
positó su confianza en el triunfo final de la revolución mundial que traería la
libertad de todos los hombres de todas las razas y de todos los credos:

...Los cristianos guardan un cielo para unos y reservan un infierno para otros;
los revolucionarios buscan un paraíso terrestre donde hallen cabida todos, hasta
sus implacables enemigos94.

Curiosa mezcla de ideas encontramos en este pensador que, no obstante la pro-


pagación de las ideas colectivistas, nunca abandonó su individualismo y se opuso

38 Chang - Literatura política


obstinadamente a la absorción del individuo por el Estado. Se opuso fuertemente
a todas las dictaduras, incluso a la dictadura del proletariado. Como sabe que
si se espera que los explotadores cambien de corazón, el cambio en favor de los
obreros nunca llegará, González Prada pide la revolución: romper los huevos para
hacer tortilla.95
Porque cree en el uso de la fuerza, González Prada sanciona el tiranicidio.
En su obra Bajo el oprobio le dedica un capítulo. No debemos olvidar, sin embar-
go, que este revolucionario peruano también tuvo un gran amor a la paz universal
y que estuvo imbuido de un animismo casi hindú. A veces encontramos en sus es-
critos mucho horror por el derramamiento de sangre. Empero, él comprende que
para ahorrarle los sufrimientos al pueblo es preferible que se vierta la sangre
del tirano,96 e insiste en que si el despotismo y la organización de los preto-
rianos imposibilita el levantamiento popular, el tiranicidio debe ser la res-
puesta para impedir la prolongación indefinida del uso de la violencia por parte
del déspota. Por eso, si los tiranos Francia, Rosas, García Moreno y Porfirio
Díaz hubieran sido eliminados al comienzo de sus dictaduras, sus países se ha-
brían ahorrado muchos dolores, incontables crímenes, gran cantidad de sangre 97.
Cree con Blanco Fombona en que el tiranicidio debiera substituir a la revolución
sangrienta porque ir a la guerra civil para derrocar a un tirano es como prender
fuego a un palacio para matar un ratón. 98 Además, el tiranicidio también estaba
en conformidad con sus simpatía por el anarquismo que abrazó en la última etapa
de su desarrollo ideológico, a raíz de la constante lectura de autores anarquis-
tas europeos. En 1907 escribió en Los Parias abogando por la libertad ilimitada
del individuo, la abolición del Estado y de la propiedad individual. 99 En un ar-
tículo que dejó inédito y que, según su hijo Alfredo debió de haberlo escrito
entre 1910 y 1918, concilia su idea revolucionaria con su credo anárquico al
afirmar:

...Cuando se dice Anarquía, se dice revolución.


Pero hay dos revoluciones: una en el terreno de las ideas, otra en el campo de
los hechos. Ninguna prima sobre la otra, que la palabra suele llegar donde no al-
canza el rifle, y un libro consigue arrasar fortalezas no derrumbadas por el cañón.
Tan revolucionarios resultan, pues, Voltaire, Diderot y Rousseau, como Mirabeau,
Danton y Robespierre. Lutero no cede a Garibaldi, Comte a Bolívar, ni Darwin a Cro-
mwell.
..............................
Inútil repetir que la revolución en el terreno de las ideas precede a la revo-
lución en el campo de los hechos. No se recoge sin haber sembrado ni se conquistan
adeptos sin haberlos convencido. Antes que el mártir el apóstol: antes que el con-
vencional, el enciclopedista; antes que la barricada, el míting o el club. Al in-
tentar reformas radicales sin haberlas predicado antes, se corre el peligro de no
haber colaboradores y carecer de fuerza para dominar las reacciones inevitables y
poderosas.100

Su penetrante observación le convenció de que para medir al hombre en su jus-


to valor es necesario darle el mando. El hombre con autoridad, con poder, se
descubre con claridad meridiana; y, siendo el poder, por naturaleza, corruptor,
son muy pocos los que no caen bajo su imperio, una vez en la altura del mando.
Según González Prada, nada corrompe ni malea tanto como el ejercicio de la auto-
ridad, sea ella momentánea o reducida.101
González Prada aconseja la extensión y la intensificación de la educación
para que sirvan de profilaxia moral. La educación podría librar al pueblo pe-
ruano de la inveterada costumbre de obedecer y la tentadora ambición de mando:
"Con almas de esclavos o de mandones no se va sino a la esclavitud o a la tira-
nía".102
El moralista peruano amonestó a su connacionales por sus debilidades y sus
errores del pasado y del presente; les imploró para que se dedicaran a la acción
y corrigieran los males que sufría la patria; les predicó unión; quería que se
unieran todos los peruanos de buena voluntad, honrados y deseosos de ayudar al
país; quería la convivencia de todos los buenos peruanos.
En su discurso de 1888 en el Teatro Olimpo vaticinó que la fuerza renovadora
emanaría de las provincias;l03 y en su primera conferencia pública del 2 de agos-
to de 1898, después de su regreso de Europa, habló con optimismo al apuntar que
felizmente el Perú no se reducía a la costra corrompida y corruptora porque "le-
jos de políticos y logreros, de males y maleadores, dormita una multitud sana y

Chang - Literatura política 39


vigorosa, una especie de campo virgen que aguarda la buena labor y la buena se-
milla".l04 Al vaticinar la revolución que todavía no ha llegado al Perú, don Ma-
nuel escribió en 1914 cuatro anos antes de su muerte:

Hay en la atmósfera algo que nos electriza y nos sacude, vivimos en la espera
de un acontecimiento que ha de volver las cosas a un orden que no es ni puede ser
el desbarajuste creado por el golpe alevoso de la soldadesca. Nadie precede como si
esto pudiera durar un día, todos consideran el régimen actual como un estado tran-
sitorio, imposible de fijarse y de imponerse...
...El Perú es hoy un pajonal desecado por el Sol: una chispa, una sola chispa,
y estalla la conflagración de Norte a Sur y de Oriente a Occidente. Los primeros
que se derritan serán los soldaditos de plomo.l05

En los periódicos liberales había recalcado que, puesto que las iniquidades
estaban basadas en la fuerza, los oprimidos estaban en todo su derecho de valer-
se de la violencia para reivindicar sus derechos. 106 Al pueblo sólo le quedaba
como recurso la revolución; había que imitar a Alejandro: cortar el nudo de un
sablazo.107 Y como Marx, que comparó la revolución social con el nacimiento de un
niño, González Prada nos recordó que toda libertad nacía bañada en sangre y que
el advenimiento de la justicia era como un alumbramiento desgarrador y tempes-
tuoso:108 mientras más dolores había, mejor el niño que nacía.

57 Doña Josefa de González Prada, madre de don Manuel, murió el 2 de mayo de 1887.
58 Páginas libres, pp. 53-54.
59 Ibid., p. 57.
60 Ibid., pp. 57-58.
61 Ibíd., p. 58.
62 62 Ibid., pp. 74-75.
63 Ibid., p. 79.
64 Horas de hcha, p. 199.
65 Ibíd., p. 206.
66 Bajo el oprobio (París: Tip. Louis Bellenand, 1033), p. 87.
67 Horas de lucha p. 184.
68 Anarquía (Santiago de Chile: Ercilla, 1940), p. 47.
69 Ibid., pp. 138-139.
70 Bajo el oprobio, p. 128.
71 Ibid., p. 45.
72 Léase la p. 191 de Páginas libres.
73 De todos los periódicos peruanos es a El Comercio de Lima al que más criticó González Prada.
Léase Grafitos (París: Tip. Louis Bellenänd, 193i), p. 164, en donde se encuentra el grafito
citado.
74 Horas de lucha; p. 208.
75 Estas ideas las expresa principalmente en "Los Capitalistas", Libertarias (París: Tip. Louis
Bellenand, 1938), pp.50-52.
76 Ibid., p. 22.
77 Bajo el oprobio p. 110.
78 Ibid., pp. 183-184.
79 Germinal (hoja suelta del 28 de febrero de 1899), reproducido en Propaganda y ataque (Buenos
Aires: Ed. Imán, 1939), p. 159.
80 Horas de lucha, p. 2.
81 Ibid., p. 3.
82 Figuras y figurones (Paris: Tip. Louis Bellenand, 1939), p. 120.
83 Horas de lucha, p. 8.
84 Ibid., p. 14.
85 Bajo el oprobio, p. 152.
86 Prosa menuda (Buenos Aires, Ed. Imán, 1941), p. 99.
87 Bajo el oprobio, p. 100.
88 Propaganda y ataque, p. 115.
89 Ibid., p. 119.
90 Prosa menuda, pp. 187-188.
91 Júzguese ahora la p. 78 de Trozos de vida (París: Tip. Louis Bellenand, 1933), en la que dice:
Tú me achicas, tú me ahogas / Aire infecto de la patria.
92 Anarquía, p. 21.
93 Ibid., p. 22.
94 Ibid., pp. 20-21.
95 Grafitos, p. 235.
96 Bajo el oprobio, 135.
97 Ibid, p. 177.
98 Ibid, p. 179-180.
99 Estas ideas las expuso es su ensayo "Amarquía" que apareció por primera vez en el Nº 38 de Los
Parias de octubre de 1907. Más tarde fue incluido en su libro póstumo Anarquía, p. 15-19.
100 Anarquía, p. 24-25.
101 Ibid, p. 41.
102 Ibid, p. 22.

40 Chang - Literatura política


103 Páginas libres, p. 45.
104 Horas de lucha, p. 19.
105 Tomado del articulo "los mìlagros de un pobierno provisorio" que apareció en el único número de
La Lucha (6 de junio de 1941) que Benavides permitió que se publicara. Más tarde fue reproduci-
do en Prosa menuda. La cita aparece en la p. 232.
106 Cnf. las pp. 16P y 167 de Anarquia. 107
107 Ibid., p. 71.
108 Propaganda y ataque, p. 202.

VIII
EL INDIGENISMO Y DON MANUEL

Antes de comenzar con el indigenismo de don Manuel González Prada diremos


primero lo que entendemos por indigenismo y luego describiremos a grandes rasgos
su desarrollo en el Perú.

DEFINICIÓN
El indigenismo o indianismo es el movimiento intelectual que tiene como tema
central al aborigen de América. El indigenismo canta al indio americano, expone
sus costumbres, sentimientos, deseos, aspiraciones y, sobre todo, denuncia la
explotación de que es objeto, y demanda su redención para incorporarlo en el
campo económico, político y social del país en que reside. Siendo el indigenismo
un movimiento de larga trayectoria histórica que ha experimentado transformacio-
nes, ha sido interpretado de diferentes maneras.109

EL INDIGENISMO ANTES DE GONZÁLEZ PRADA


El indigenismo peruano es parte del movimiento proindianista continental que
tiene sus orígenes remotos en la prédica del Padre Francisco Vitoria en España,
en los sermones de Fray Antonio de Montesinos en Santo Domingo (1511) y en la
campaiia activa y escrita del abnegado Apóstol de las Indias, Fray Bartolomé de
las Casas (1474-1566). Este último, influido por m prédica de los dos anteriores
y guiado por sus propias convicciones cristianas, dedicó su vida a defender al
desvalido aborigen de América. Su calurosa defensa teórica la encontramos en su
Brevisima relación de la destrucción de las Indias (Sevilla, 1552), en su Trata-
do sobre la esclavitud de los indios y en su Historia de las Indias.
El indianismo de Las Casas se basó en la premisa de que el indio era un ser
bueno e inocente que necesitaba de la protección del soberano español y de la
Iglesia contra la inmisericordiosa persecución y abuso que sufría en manos de
los conquistadores y colonizadores españoles. La defensa descansaba en la mora-
lidad cristiana. Su abnegada labor en América y en España determinó la promul-
gación de las Leyes de Indias que dieron las pautas de la política indigenista
tutelar de la Corona para impedir la explotación del amerindio. Desgraciadamen-
te, como las leyes españolas en América se acataban y no se cumplían a menudo,
la política proteccionista del indio quedó como una hipócrita expresión de la
demagogia oficial porque desde el rey hasta el más insignificante funcionario
imperial las violaba.
Tardaron los americanos en elevar su protesta en forma escrita porque tarda-
ron los españoles en educar a los indios y mestizos. Empero, tan pronto el ame-
rindio o su descendiente con sangre foránea aprendió a expresarle en la lengua
de sus expoliadores, lanzó su protesta y desafió al amo. Así, el primer ameri-
cano que reclamó justicia para los suyos fue un mestizo peruano: el Inca Garci-
laso de la Vega Gómez (Juárez de Figueroa Garci Lasso Chimpuojillo, 1540-1616),
cuya labor indigenista se encuentra en La Florida del Inca y en sus Comentarios
reales.ll0
En la introducción a sus Comentarios, el Herodoto americano manifestó sus de-
seos de rescatar del olvido los antiguos monumentos y costumbres del Perú y
contrastó la situación del indio precolombino con la del indio de la Colonia.
Menéndez y Pelayo considera este libro como el más genuinamente americano de to-
dos los tiempos y en el cual ha quedado el reflejo de la raza vencida. Prescott
vio en la obra de Garcilaso una emanación del espíritu indio. Por casi dos si-
glos Garcilaso había sido la fuente principal de información sobre la historia

Chang - Literatura política 41


de los incas cuando los mismos padres de la independencia americana acudieron a
él en busca de inspiración para fortificar su pariotismo. Concha Meléndez consi-
dera los Comentarios como la obra iniciadora del americanismo literario, en cu-
yas páginas se revela "un gran amor por la raza vencida incaica, cuyas glorias
extintas describe con suave tono de elegía". lll En efecto, la denuncia de Garci-
laso alcanzó caracteres supremos porque el escritor peruano poseía dominio com-
plete del idioma y esgrimía una prosa renacentista para vertir el dolor desga-
rrador de su raza. Además, él sí sentía la gloria no extinta de la raza y com-
partía el sufrimiento de sus hermanos. Debieron de conmover mucho sus Comenta-
rios porque después del horrible descuartizamieto del Inca Tupac Amaru, precur-
sor de la independencia americana, el gobierno español prohibió su reimpresión
con el pretexto de que en ese libro aprendían los naturales muchas cosas incon-
venientesl12.
Ante el patético cuadro tiránico que los mismos funcionarios españoles reco-
nocían,ll3 surgieron hombres íntegros resueltos a protestar sin temor para ali-
viar la crítica situación del hombre autóctono.
Si Bartolomé de las Casas, un bianco, fundó el indigenismo; si el Inca Garci-
laso, un mestizo, fue cronológicamente el primer americano del movimiento; Gua-
mán Poma de Ayala (Felipe Huamán o Wamán) fue el primer indigenista de pura raza
india a fines del siglo XVI. Su modesta labor la encontramos en la segunda parte
de su obra que en mal castellano intituló El primer nueva cronica i gobierno.114
Guamán Poma de Ayala analiza el estado social del indio que se encuentra bajo
el imperio de los españoles que le han quitado sus tierras, lo han esclavizado y
vejado. En su obra se menciona por primera vez a los tres grandes opresores del
indio: el gobernador, el cura y el juez, es decir, la autoridad política, la
autoridad religiosa y la autoridad judicial: la odiosa trinidad de la que más
tarde se ocuparán los peruanos Itolararres, González Prada y Matto de Turner.
Poma de Ayala llama abusivos a los "pes (padres) y curas y comenderos corregor y
otros españoles y caciques principales".115 Como Confucio, sabe que un dibujo
vale por 1,000 palabras; por eso pinta cuadros para ampliar su exposición. En
uno de ellos, que aparece en la foja 694 de la edición de 1944 se ve a los espa-
ñoles atacando como animales salvajes a los indefensos indios. El cronista indio
critica los injustos tributos, la expoliación del indio en la mina, donde muchos
perecen de "mal de azogue"; denuncia los múltiples castigos y torturas, y censu-
ra la conducta de los curas simoníacos.
Este peruano de noble alcurnia y nobles sentimientos, no se contentó con de-
nunciar el abuso; también ofreció soluciones. Puesto que conocía bien la histo-
ria del Incanato, como lo revela en la primera parte de su obra, recomienda el
retorno del indio a un sistema comunal parecido al incásico, administrado por la
nobleza hereditaria indígena. El escritor peruano quiere justicia social para
todos. Con un toque de moralista de saber sanagustiniano, Guamán Poma de Ayala
esboza ciertas reformas, estableciendo castigos para los infractores de la ley.
No quiere borrachos ni coqueros. Adelantándose a otros reformadores, pide la re-
ducción del tiempo de trabajo a diez horas diarias. Su crónica no fue, pues,
producto de la improvisación; antes de escribirla pasó treinta años recorriendo
el país para presenciar como "sentenciador de ojos" los crímenes contra sus her-
manos de raza. Viajó desde Panamá hasta Santiago de Chile, visitando todas las
grandes ciudades de entonces, consultando quipus e interrogando a los indios an-
cianos. Después de una paciente labor investigadora, prepare las "quinientas
y nobenta y siete oxas 597 t. ojo" (597 hojas para el que tiene ojo, es de-
cir, 1194 páginas para el alfabeto) y los "cuatrocientos y cincuenta oxas p.
ciegos" (450 dibujos para los analfabetos).
Después de Guamán Poma de Ayala aparecieron otros escritores peruanos intere-
sados en el indigenismo, pero ninguno logró producir una obra de valor literario
de trascendencia social. Precisamente debido al interés en este movimiento ame-
ricanista, entre 1770 y 1780 se presento el drama Ollantay bajo la dirección del
Padre Valdés ante el Inca Gabriel Condorcanqui. Eran los años de efervescencia
revolucionaria que culminaron con el levantamiento de José Gabriel Condorcanqui.
Después de la derrota del Inca, los españoles prohibieron la representación de
obras dramáticas en quechua. Vano intenta, porque el indigenismo no puede ser
reprimido por la fuerza; aun en las horas tétricas de máxima opresión, el movi-
miento ha seguido latente, esperando momentos oportunos para su manifestación
pública. Asi transcurrieron los años finales del siglo XVIII y los iniciales del

42 Chang - Literatura política


XIX, con explosiones esporádicas revolucionarias, en las que el anhelo liberta-
rio del peruano se mezcló con la doctrina indigenista.
Cuando los criollos se contagiaron del fervor revolucionario de indios y mes-
tizos, el movimiento indigenista adquirió un nuevo impulso, porque los padres de
la patria, inspirados en el heroico grito de independencia de Tupac Amaru, adop-
taron una posición proindigenista, y hasta hubo quienes sonaron con la restaura-
ción del Imperio Incaico. Este sentir casi unánime de los conductores de la ges-
ta emancipadora se reflejó en la literatura de indios, mestizos y criollos. Con-
cha Meléndez acierta al reconocer tres sentimientos fundamentales en la litera-
tura revolucionaria: 1) antiespañolismo, 2) asimiento a la tradición indígena,
principalmente al incanato, 3) optimismo exultante acerca del futuro de la Amé-
rica Morena.116 Bolívar, por lo menos en la primera etapa de su actiuidad revolu-
cionaria, es un ardiente defensor del indio y partidario de su incorporación en
la patria libre. El 10 de febrero de 1825 declaró ante el Congreso Peruano que
el Ejército Libertador había devuelto a los hijos de Manco Capac la libertad que
les quitó Pizarro.117 Exageró en su declaración, sin embargo, sus palabras expre-
saban implícitamente el interés por la libertad de los indios. El Libertador ha-
cía bien al declararse partidario de la redención del indio porque el ejército
que le dio gloria estaba constituido de indios, negros y mestizos guiados por
oficiales criollos.
El indigenismo bolivariano tiene un sello peculiar. El Libertador no ofreció
un programa organizado y concreto para resolver los problemas que la independen-
cia de los indios planteaba. Su plataforma política era para todos los habitan-
tes de América Morena sin distinción de razas. Cuando Bolívar declaró en su dis-
curso al Congreso de Angostura que "somos una raza nueva" él reconocía la exis-
tencia de la "raza morena" integrada por indios, mestizos, blancos y negros,
que, habiendo recibido nuevas características de la tierra americana, diferian
de sus antecesores de siglos pasados. Estos nuevos hombres libres, aunque tenían
diferente físico, diferente color de la piel, estaban animados por el mismo sen-
tir, el mismo anhelo, las mismas aspiraciones y reclamaban los mismos derechos.
Poquísimos fueron los indigenistas peruanos de valía que actuaron después de
Bolívar. El indigenismo permaneció estancado hasta que surgió don Manuel Gonzá-
lez Prada con su nuevo mensaje redentor proindigenista. Veamos cómo sucedió.

SU POESÍA INDIGENISTA
Desde su época de colegial en San Carlos, -el niño Manuel se deleitaba leyen-
do a los poetas alemanes. De ellos aprendió a escribir las baladas que nos ha
legado. Durante su retiro en Tutumo (187I-1879), produjo muchas piezas poéticas,
baladas principalmente, varias de las cuales marcan un jalón importante en el
desenvolvimiento del indigenismo literario del Perú. En el periódico literario.
El Correo del Perú publicó tres baladas indigenistas: "La Cena de Atahualpa",
"Las flechas del Inca" y "El Mitayo". ll8 En la primera de ellas, capta el sentir
indígena de la derrota, su sentimiento ante el golpe trágico que le dieron al
Imperio del Tahuantinsuyo en la masacre de Cajamarca. En los verses de "La Cena
de Atahualpa" se sienten los latidos del corazón del hijo de Huáscar, que refre-
na su rabia por la celada en que ha caído, víctima de las falsas promesas de Pi-
zarro. "Las flechas del Inca" es un poema simbólico, a imitación de las creacio-
nes poéticas alegóricas alemanas; el Inca aparece con tres flechas envenenadas,
cada una de las cuales le pide al fuerte guerrero que destrocelas alas del cón-
dor volador, que desgarre el seno del tigre acechador, y que atraviese el pecho
del "vil conquistador"·119 "El Mitayo" es poema de protesta que expresa muy bien
el leit motiv indígena de González Prada:

-"Hijo, parto: la mañana


reverbera en el volcán;
dame el báculo de chonta
las sandalias de jaguar".

-"Padre, tienes las sandalias,


tienes el báculo ya;
mas, ¿por qué me ves y lloras?
¿A qué regiones te vas?>"

Chang - Literatura política 43


-"La injusta ley de los blancos
me arrebata del hogar:
voy al trabajo y al hambre,
voy a la mina fatal".

-"Tú que partes hoy en día,


dime ¿cuándo volverás?"
-"¿Cuándo el llama de las punas
ame al desierto arenal".

-"¿Cuándo el llama de las punas


las arenas amará?"
-"Cuando el tigre de los bosques
beba en las aguas del mar"

-¿Cuándo el tigre de los bosques


en los mares beberá?"
-"Cuando del huevo de un cóndor
nazca la sierpe mortal".

-"¿Cuándo del huevo de un cóndor


una sierpe nacerá?"
-"Cuando el pecho de los Blancos
se conmueva de piedad".

-"¿Cuándo el pecho de los Blancos


piadoso y tierno. será?"
- "Hijo, el pecho de los Blancos
no se conmueve jamás"l20

Poema hermoso y viril, digno de toda antología poética de González Prada. En


el periódico ácrata Los Parias de julio de 1906 publicó su balada intitulada
"Canción de la india". Las otras las dejó inéditas, muchas de ellas inconclu-
sas, con versos truncos y sin corrección. l21 En la "Canción de la india" graba la
protesta de la esposa india que lamenta que se lleven a su compañero a morir en
guerras fratricidas. En estas cuatro baladas, como en las restantes que publicó
Luis Alberto Sánchez en Baladas peruanas, hay mucha evocación histórica y legen-
daria; mucho humanismo patético, cargado de resentimiento de protesta. Si nos
parece increíble que un blanco como González Prada haya podido captar el anhelo
de la raza sumida en la tragedia, recordemos que él fue testigo presencial de
los crímenes que se cometían con los indígenas en las serranías del sur y del
centro del país. En su lecturas y en la vida real González Prada había aprendido
a amar al aborigen peruano, a identificarse con su causa; por eso abogó por su
redención y combatió a los explotadores del indio.

SU PROSA INDIGENISTA
Sabemos que la Guerra del Pacífico sacó a Prada de su retiro y lo enfrentó
más aún a la realidad nacional. En la contienda contra el chileno invasor, los
indios sirvieron de carne de cañón; los pobres fueron obligados a combatir por
la palabra "patria" que ellos no entendían. Don Manuel, que también luchó en
primera fila, los vio batirse con heroísmo y morir por ese país que los conside-
raba como entes de provecho y no como seres humanos. Nos cuenta Prada que hubo
indios que combatían en favor del general llamado Perú en contra del general
Chile. Pero pese a su ignorancia, el indígena se batió con denuedo; y cuando los
señoritos de Lima cayeron vencidos por el avance arrollador de las huestes chi-
lenas, montoneras de indios seguían defendiendo la bandera que no los amparaba.
Indios y cholos fueron los que se batieron Con el Brujo de los Andes poor varios
años y los que libraron la última batalla, allá en Huamachuco, cerca de Truji-
llo.
Concluido el holocausto comenzó el desbarajuste; y a la ocupación chilena si-
guió la bochornosa querella entre caudillos. Mientras tanto la nación sufría la
bancarrota: la quiebra total de todos los valores.

44 Chang - Literatura política


Invitado a ofrecer el discurso conmemorativo en el día nacional de 1888, Gon-
zález Prada le dice a la compacta muchedumbre del Teatro Politeama que el Perú
está formado principalmente de indios analfabetos que viven en las capas infe-
riores de la civilización y que si a ellos se les enseñara a leer y a escribir,
en un cuarto de siglo recuperarían su dignidad de hombres.122
A fines de ese mismo año, a solicitud de sus correligionarios del Círculo Li-
terario, escribió "Propaganda y ataque", enjundioso ensayo sobre los deberes del
escritor peruano. Allí Prada declara que el indio, el verdadero substrato de la
nación, sigue como en los tiempos de la Colonia, con el agravanre de que ahora
"vamos haciendo el milagro de matar en [él] lo que rara vez muere en el hombre:
la esperanza".l23 Por la calidad de sus escritos indigenistas, por ser el primero
que al hablar del indígena habla sin temor, por su intensa campaña redentora,
González Prada inicia un nuevo indigenismo en la historia republicana del Perú.
Bajo su influencia, en 1885, el mismo año de la revolución del indio Atusparia
de Huarás,l24 Mercedes Cabello de Carbonera publicó el artículo "Una fiesta reli-
giosa en un pueblo del Perú", en el cual deplora la degradación del indio por el
blanco. Tres años más tarde, José T. Itolararres publicó la novela indigenista
La trinidad del indio o Costumbres del interior, en la que este escritor peruano
se adelanta a López y Fuentes de México en el uso de tipos en vez de personajes
con nombres propios: "el cura", "el juez de paz", "el couteño". Y al siguiente,
en 1889, se publicó en Valencia, España, la novela indigenista Aves sin nido de-
dicada a don Manuel por la escritora Clorinda Matto de Turner, su compañera del
Círculo Literario.
Con Aves sin nido se inicia la novela indigenista de América. Aquí el indio
deja de ser adorno literario para convertirse en protagonista en la literatura
americana. La escritora peruana expone la tiranía de la maligna trinidad de la
sierra peruana: el gobernador, el cura y el lanero ambicioso, tres personas dis-
tintas que pertenecen al mismo mal. Por su valor social la obra ha sido compara-
da con La Cabaña del Tío Tom125 de Harriet Beecher Stowe.126
Debido a la trascendencia de su obra maestra, Clorinda Matto de Turner ha re-
cibido merecido elogio continental. Pero con la aparición de nuevas ediciones la
importancia de la obra ha quedado firmemente establecida. Su traducción inglesa,
que lleva el título de Birds without Nest: A Story of Indian Life and Priestly
Oppression in Peru (London, 1904) también ha contribuido mucho a su difusión.
Durante su estada en Europa, González Prada continuó su prédica por la reden-
ción del indio. A su regreso al Perú, redobló sus esfuerzOS. Jamás cejó de con-
siderar el problema indígena como parte integrante e inseparable del problema
nacional. En diciembre de 1905 publicó anónimamente en Los Parias su artículo
"La cuestión indígena", en el cual denuncia la alharaca hipócrita de los perio-
distas y políticos que se declaran ardientes defensores de la raza oprimida. La
campaña proindigenista de González Prada había repercutido por todo el país, y
los políticos criollos no querían quedarse atrás en la cruzada redentora. Pero
ellos usaban la cuestión indígena como añagaza demagógica para disimular sus
planes políticos egoístas. El discutir la cuestión indígena se puso de moda, y
González Prada denuncio a estos falsos redentores. Don Manuel se quejó de la
poca circulación que tenía el periódico indigenista El Indio y los dos folletos
sobre La raza indígena del Perú en los albores del siglo XX escritos por Santia-
go Giraldo.127 González Prada se da cuenta de que durante la República se cometen
las mismas o peores iniquidades que se perpetraban durante el Virreinato, con la
diferencia de que "los españoles usaban la hipocresía de la religión, nosotros
usamos la hipocresía de la libertad".l28 La política engañosa es premeditada; a
los hombres públicos les interesa seguir prolongando la ignorancia y la esclavi-
tud del indio, pues ellos saben que "no duraría mucho la tragicomedia nacional
si toda la masa bruta del país se convirtiera en una fuerza inteligente y li-
bre".129
Casi un año más tarde, en noviembre de 1906, a raíz de otra sublevación indí-
gena en la provincia puneña de Chucuito, que había sido salvajemente reprimida
por las autoridades, González Prada publico otro artículo de fondo en el mismo
periódico Los Parias, denunciando la explotación de los indios y la crueldad de
los blancos y sus aliados mestizos. La nueva crisis producida en Chucuito no es
para él una simple crisis provincial y pasajera, sino una manifestación elocuen-
te de que el problema en realidad es nacional y permanente: "los síntomas loca-
les e intermitentes denuncian el mal de todo el organismo, no de un órgano ais-
lado".l30 Don Manuel no culpa únicamente a los que directamente abusan, maltratan
Chang - Literatura política 45
y hasta exterminan al aborigen peruano; también acusa a los encubridores y cóm-
plices de caciques y gamonales que están en las cámaras legislativas, en los
tribunales de justicia y en los salones del Palacio de Gobierno, la antigua ca-
sona de Pizarro.
En 1914, al atacar los desmanes de la soldadesca, González Prada tampoco se
olvidó del indio. En Bajo el oprobio nos dice que todos sufren el abuso de la
fuerza bruta, padeciendo más el que posee menos, y que el indígena se encuentra
crucificado entre el facineroso de casaca y el forajido de poncho.l31

"NUESTROS INDIOS"
El mejor ensayo indigenista del Maestro es indudablemente "Nuestros indios"
porque ahí encontramos en forma definitiva -pese a que lo dejó inédito e incon-
cluso- la interpretación del problema indígena.
En este ensayo González Prada nos dice que la República es una continuación
del Virreinato; los indios todavía son víctimas del viejo orden basado en la ex-
plotación del hombre por el hombre; los gobiernos y hacendados, nuevo nombre que
adoptan los señores feudales, han reemplazado a los corregidores y caciques; la
palabrería de los gobernantes que prometen ayuda a la raza explotada es una des-
carada hipocresía. El indio en la República vive peor que su abuelo y tatarabue-
lo del Virreinato: hoy ya no existen corregimientos ni encomiendas, pero tenemos
el trabajo forzoso disfrazado y la leva; los explotadores republicanos creen que
el indio no tiene derechos sino obligaciones; la queja personal se considera
como insubordinación y el reclamo colectivo se califica de conato de sublevación
que debe ser sometido a sangre y fuego.133
Al analizar la estructura de la hacienda, González Prada observa que ella se
expande a costa de la propiedad individual del vecino o de la propiedad comunal
indígena. En algunas regiones el hacendado ha reunido los poderes que separó
Montesquieu: el nuevo señor feudal es el poder ejecutivo, el poder legislativo y
el poder judicial. En las haciendas o feudos republicanos los jueces de paz y
los gobernadores a menudo pertenecen a la servidumbre del hacendado. Este, pues,
actúa, como un barón normando: "No sólo influye en el nombramiento de gobernado-
res, alcaldes y jueces de paz, sino hace matrimonios, designa herederos, reparte
las herencias; y para que los hijos satisfagan las deudas del padre, les somete
a una servidumbre que suele durar toda la vida. Impone castigos como la corma,
la flagelación, el cepo de campaña y la muerte; risibles como el rapado del ca-
bello y las enemas de agua fría".l34 Todo esto no se debe a la ignorancia porque
el hijo del hacendado que recibe su educación en Europa vuelve con torturas más
refinadas.
El Maestro indigenista cree que quien acusa al indio de refractario a la ci-
vilización, hace campaña política de desprestigio, porque, después de todo, el
indio sólo recibe lo que le dan: fanatismo y aguardiente. Observa que si moral-
mente hablando el indio de la República se muestra inferior al indígena preco-
lombino, esto se debe a los siglos de opresión: la servidumbre política y el
abuso económico enervan hasta a los hombres más fuertes. Empero, su depresión
moral, a causa del abuse, no indica que los indios sean refractarios a la civi-
lización y que no puedan civilizarse;135 el abatimiento de la raza se debe en
gran parte a la ignorancia en que se los ha mantenido para el provecho de la
clase explotadora.
Empero González Prada toca ligeramente el problema de la tierra al discutir
el problema del indio. Zapata en México y Mariátegui en el Perú, arguyeron que
el problema de la tierra está íntimamente relacionado con el problema indígena.
González Prada se limitó a apuntar: "Donde las haciendas de la Costa suman cua-
tro o cinco mil fanegadas, donde las estancias de la Sierra miden treinta y has-
ta cincuenta leguas, la nación tiene que dividirse entre señores y siervos" 136.
González Prada denuncia, acusa e intenta dar respuestas. Sus consejos son va-
liosos, aunque no formen un programa organizado. Fue necesario que transcurrie-
ran varias décadas para que cuajase en el Perú un programa sistematizado. Sin
embargo, a él le cupo la gloria de haber señalado las primeras pautas efectivas,
reconociendo que la cuestión del indio más que pedagógica es cuestión económica
y social.
Desilusionado porque su prédica se perdía en el vacío, el Maestro indigenista
peruano llegó a la conclusión de que "o cambia la conciencia de los opresores o
se los escarmienta por la fuerza",137 por eso al indio hay que predicarle orgullo
46 Chang - Literatura política
y rebeldía a fin de que cuando llegue la hora, rompa los huevos para hacer tor-
tilla. Ese fue el mensaje indigenista que dejó González Prada antes de morir. A
sus discípulos les tocará después, tomar de su Maestro indigenista lo que con-
venga para la redención de los millones de parias de indios peruanos.

109 Consúltense mis artículos: "Variaciones sobre el indigenismo", La Nueva Democracia, XXXVI, 1
(Enero, 1956), 96-111, y "Reseña histórica del indigenismo", Cuadernos (Paris), No. 17 (Marzo-
Abril, 1956), 61-69.
110 Los Comentarios reales se publicaron en Lisboa, en 1608.
111 Concha Meléndez, La novela indianista en Hispanoamérica, 1823-1899. (Madrid: Edit. Hernando,
1934), p. 24.
112 Ricardo Rojas, Historia de la literatura argentina (Buenos Aires: Roldán, 1924), I, 306. Léase
también Juan Sebastián Ochoa, Los cronistas del Perú (Cusco: Imp. D. Miranda, 1946), p. 65.
113 Léase, por ejemplo, la p. 7 de las memorias del décimo quinto virrey del Perú, D. Pedro de To -
ledo y Leiva (1639-1648): Memoria de Mancera, editada por José Toribio Polo (Lima: Impta. del
Estado, 1896).
114 Este extenso estudio de gran valor histórico y social fue escrito para que el rey de España lo
leyera e instituyera reformas. El manuscrito nunca 1legó manos del soberano español y estuvo
extraviado hasta su descubrimiento en 1908 por Richard Pietchsman en los archivos de la Biblio-
teca de Copenhague. Paul Rivet lo imprimó por primera vez en París en 1925. En 1936-10 volvió
a publicar, con el nombre de Nueva crónica y buen gobierno. Arthur Posnansky sacó una nueva
edición en La Paz, en 1944.
115 Felipe Guamán Poma de Ayala, El primer nuevo cronica i buen gobierno, ed., Arthur Posnansky (La
Paz, 1944), foja 963.
116 C. Meléndez, La novela indianista en Hispanoamérica, p. 61.
117 Discursos y proclamas de Bolivar (París: Garnier, sin año), p. 85.
118 L. A. Sánchez en el prólogo a Baladas peruanas, obra póstuma de don Manuel (Santiago de Chile:
Ercilla, 1935), p. 13.
119 Baladas peruanas, pp. 121-122.
120 Ibid., pp. 133-134.
121 L.A. Sánchez en el prólogo a Baladas peruanas, p. 13.
122 Páginas libres, p. 78. 123
123 Ibid., p. 177.
124 Conviene que para el lector no peruano expliquemos brevemente quién fue Atusparia en la histo-
ria del Perú. Atusparia fue un alcalde indio que encabezó la sublevación indígena que estalló
de 2 de marzo de 1885 en la ciudad de Huaraz, capital del Departamento de Ancash. Nuestros his-
toriadores han señalado al Prefecto Noriega como responsable de la sublevación, pero en reali-
dad, él fue la paja que rompió el lomo del camello. Los desmanes, abusos, y sobre todo el res -
tablecimiento de la contribución personal fueron los pretextos inmediatos de la sublevación.
Las causas deben hallarse en las décadas de explotación republicana llevada a su paroxismo de
abuso con la imposición de la contribución personal. Léanse las dos obras de Jorge Basadre: La
multitud, la Ciudad y el campo, pp. 244-247, y su Historia de la República del Perú, II, 272-
273.
125 Muchas similaridades se han encontrado én estas dos obras, pero todavía no se ha estudiado de-
tenidamente el impacto que ellas inrodujeron en sus respectivos lectores. Mientras que el libro
norteamericano produjo acción, el peruano sólo engendró compasión por los indios: conmovió a
las almas generosas.
126 Va1e observar que el destine quiso unir a dos descendientes de defensores americanos de las ra-
zas oprimidas: Elizabeth Howe, descendiente de la famosa escritora de Litchfield, Connecticut,
casó en 1922 con Alfredo González Prada, hijo de don Manuel. Véase la p. 30 de "Apuntes para la
vida de Alfredo" por L A. Sánchez que, a guisa de prólogo, aparece en la obra póstuma de Alfre-
do González Frada, Redes para captar las nubes (Lima: P.T. C.M. 1946). Los "Apuntes para la
vida de Alfredo" también se publicaron en Letras, Revista de la Universidad de San Marcos
(Lima, 1946).
127 El Dr. Santiago Giraldo fue diputado por la provincia serrana de Huancané que tiene predominan-
te población indígena. El Dr. Giraldo, inspirado en la prédica de Prada, se convirtió en un
abnegado defensor del indio. Fundó y dirigió en Lima el periódico El Indio y en 1903 publicó
anónimamente sus dos folletos que menciona Prada.
128 "La cuestión indígena", Prosa menuda, p. 118.
129 Idem.
130 Ibid., p. 156. En una nota al pie de la página que lleva el título de "El problema indígena",
Alfredo González Prada nos dice que este artículo publicado con las iniciales D. S. y con el
titulo "La cuestión indígena" apareció en el No. 30 de Los Parias, en noviembre de 1906, pero
que en el libro de recortes del autor aparece con el título "El problema indígena".
131 Bajo el oprobio, p. 150.
132 Fue incluido en la segunda edición de Horas de lucha (Callao: Tip. Lux, 1924), por la editora
Adriana de González Prada (pp. 311-338).
133 Horas de lucha. pp. 327-328.
134 Ibid., pp. 328-329.
135 Ibid., p.330. A propósito de la moralidad del indio, léase ("Cosas y gentes", Cuadernos [Pa-
rís], No. 18 [Mayo-junio, 1956], 19-22) el reparo que Salvador de Madariaga hace a mi "Reseña
histórica del indigenismo", Cuadernos, No. 17 (Marzo-abril, 1956), 61-69. Aunque Luis Alberto
Sánchez ya le ha respondido al insigne escritor español ("Madariaga y la América Latina", Cua-
dernos, No. 20 [septiembre-octubre, 1956]), permítaseme añadir algo. Si es difícil probar que
el indio conquistado fue más moral que su conquistador blanco, mucho más difícil es probar lo
contrario. Todo depende de la regla moral que usemos para juzgar a los pueblos. Sin embargo,

Chang - Literatura política 47


el caso histórico es claro: el blanco cristiano violó muchos mandamientos de su religión al
conquistar América; en cambio, al defenderse el indio quebrantó menos normas morales suyas.
136 Ibid., p. 336.
137 Ibid, pp. 337-338.

IX
LA INFLUENCIA LITERARIA Y POLITICA DE GONZALEZ PRADA

Manuel González Prada fue principalmente un literato: sus primeras contribu-


ciones las hizo en el terreno de las letras. En "El amigo Braulio", artículo que
dejó inédito, nos cuenta su bautismo de fuego en la poesía. l38 Durante los años
que pasó en la Universidad de San Marcos y durante el período inmediatamente an-
terior a su retiro en Tutumo, don Manuel ya había publicado poemas y artículos
de valor. En su juventud se había destacado como precursor del modernismo e in-
novador de la prosa hispanoamericana. Luis Alberto Sánchez nos da con precisión
el año de 1871, afirmando que para entonces don Manuel ya demostraba caracterís-
ticas modernistas, antes de Julián del Casal, Martí y Silva. 139 Desde 1871, año
de la publicación del Parnaso peruano de Cortés en Santiago de Chile, González
Prada comienza a ser leído en el resto del continente. En sus innovaciones poé-
ticas, sus grafitos y triolets, se nota al precursor del modernismo con caracte-
rísticas muy propias.
González Prada fue, desde muy joven, previsor y artista; estuvo siempre al
lado del expoliado; su poesía estaba cargada de gran emoción social. Cuando la
métrica hispana no puede expresar su dinámico pensamiento, recurre a la versifi-
cación extranjera; y si no las halla, crea nuevas formas. Del alemán tomó las
baladas; del francés, sus rondeles y triolets; del italiano, los rispetos y las
balatas. También cultivó la versificación oriental (la persa, la malaya). Para
fines del siglo XIX, ensalza la musicalidad del verso y declara guerra sin cuar-
tel a la Academia de la Lengua, esa señora vetusta que todavía nos demanda plei-
tesía. Por eso, Isaac Goldberg, Federico de Onís. Luis Alberto Sánchez, Carlos
García Prada, Jorge Mañach y Max Henríquez Ureña con bastante razón han conside-
rado a González Prada como precursor del modernismo.
Gracias a su conciencia artística y a su incontrolable deseo de cambio y de
perfección en la forma y en el fondo, don Manuel logró formular una importante
teoría métrica castellana, más tarde divulgada por el boliviano Ricardo Jaimes
Freyre como suya, en sus Leyes de la versificación castellana.140
Si concordamos con Emanuel Kant en que la característica de la poesía es la
de transformar los conceptos en ideas estéticas, entonces es a la poesía de Gon-
zález Prada a la que debemos acudir en busca de lo más estético de sus escritos.
Pero así como su poesía cautivó a los estetas, su prosa impresionó a cuantos
lo leyeron o lo escucharon, aunque no estuvieran de acuerdo con su ideas. Los
conservadores peruanos de valor literario como Javier Pardo, los hermanos Fran-
cisco y Ventura García Calderón, José de la Riva Agüero y Víctor Andrés Belaún-
de, han reconocido la influencia constructiva que recibieron de González Pra-
da.l41 Era difícil no aplaudir la prosa de don Manuel, que llevaba el sabor de
Quevedo, la frescura de Voltaire y el entusiasmo de Rousseau; sus oraciones grá-
ficas sintetizaban todo un pensamiento o todo un estado emocional.
Pero así como dio pautas para la versificación, también nos legó recomenda-
ciones para mejorar la prosa. Su conferencia de 1886 en el Ateneo de Lima se
asemeja al discurso "The American Scholar" que Emerson dio en la sociedad Phi
Beta Kappa de Harvard, en agosto de 1837; ella representa, a nuestro juicio, la
declaración de independencia del Perú.l42 El Emerson peruano no quiere que sus
connacionales sigan usando los despojos secos de las cosechas extranjeras, quie-
re que el escritor peruano sea hombre-pensamiento y no repita monótonamente los
pensamientos de otros. Si el Emerson norteamericano se quejó de que los drama-
turgos ingleses habían shakespearizado durante dos siglos, González Prada lamen-
tó que se imitase servilmente a Quintana, Espronceda, Campoamor, Trueba, Heine y
Bécquer. Prada cree con Emerson que el carácter está por encima del intelecto y
que si el pensar es una función, el vivir es el funcionario. Prada, como Emer-
son, pone énfasis en la acción, dándonos la impresión de estar de acuerdo con el
proverbio chino que reza: "Saber sin actuar es no saber nada" El ensayista pe-
ruano decía:
48 Chang - Literatura política
La patria, que nos da el agua de sus ríos y los frutos de sus campos, tiene dere-
cho a saber el empleo de nuestros brazos y la consagración de nuestra inteligencia.
Ahora bien, ¿qué responderíamos si hubiera llegado la hora de la cuenta?...
Insistamos sobre la necesidad de trabajo y estudio...143

Precisamente porque Prada creyó encontrarse en el umbral de una gran trans-


formación, deseó haber nacido en la era de la Revolución, en la que lo viejo y
lo nuevo se encuentran juntos y permiten que se los compare; cuando en el hombre
hay, al mismo tiempo que temor, esperanza; cuando las glorias del pasado van a
servir de lanzas para abrir el futuro. Por eso afirmó que la tarea del escritor
tenía que ser de propaganda y ataque:

Hay que mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria; nunca


se verificó excelente autopsia sin despedazar el cadáver, ni se conoció a fonda una
sociedad sin descarnar su esqueleto. ¿Por qué asustarse o escandalizarse...? La le-
pra no se cura escondiéndola con guante blanco144.

Por sus atrevidas ideas se ha criticado a Prada: porque hizo de la literatura


una tribuna de propaganda y ataque; pero no se han dado cuenta sus detractores y
meros críticos,l45 que esta era en realidad la literatura que más se necesitaba
en este precario momento histórico, ni se han dado cuenta de que Prada no ha
sido el único en proponer que se le dé prioridad al sentido social de la litera-
tura.l46 No obstante sus críticos -en su mayoría peruanos- la influencia conti-
nental de González Prada ha sido reconocida por los mejores escritores de la
lengua. Blanco Fombona lo consideró como uno de los cinco hombres señeros del
continente. Miguel de Unamuno reconoció que había muy pocos autores americanos y
no americanos que conmovieran más a sus lectores como lo hacía González Prada:
"incansable forjador de metáforas... que escribe a estocadas retóricas".147
A González Prada no sólo se lo juzga por su benéfica influencia en la poesía
y la prosa castellanas; su ideología tiene especial valor en su patria; allá sus
ideas sirvieron para despertar a sus compatriotas de fines del siglo diecinueve
y principios del veinte, y establecieron las bases de un Perú nuevo y democráti-
co.
Los provincianos fueron los que mejor recibieron las observaciones y los con-
sejos de don Manuel. El maestro había vaticinado que cuando llegase la hora
oportuna, cuando resonase el grito de ataque, las legiones de provincianos emer-
gerían para realizar la cruzada contra el espíritu decrépito del pasado, para
hacerle la guerra a todo lo que implicase retroceso en la Ciencia, en el Arte,
en la Literatura y en el Gobierno, aunque para ello tuviesen que enfrentarse
contra el gamonalismo, el militarismo y el clericalismo. l48 Para difundir las
ideas de don Manuel, Abelardo Gamarra de Huamachuco fundó el periódico La inte-
gridad en 1889. Numerosos intelectuales costeños y serranos acudían al maestro:
le habían oído decir que Lima es una bomba aspirante que chupa los jugos de toda
la nación,149 que ha querido siempre ejercer una dominación absoluta sobre las
provincias, "figurándose probablemente que, idos los virreyes, a ella le tocaba
heredar el papel de virreina".l50 Al producirse un nuevo golpe militar en la ca-
pital, imponiendo al autócrata Benavides, don Manuel escribe: "La desinfección
nacional no puede venir del foco purulento: la acción necesaria y salvadora debe
iniciarse fuera de Lima para redimir a los demás pueblos de la odiosa tutela
ejercida por grupillos de la capital".151
Enterados de que don Manuel es el alma central del Círculo Literario, los
provincianos corren a plegarse a sus filas; y cuando el Círculo se transforma en
la Unión Nacional, los provincianos vaticinan días felices para la patria. Pero
luego se realizan las componendas entre los elementos directrices de la Unión
nacional y los políticos oportunistas. El incorruptible maestro responde dis-
tanciándose de su partido. Los provincianos comprenden su noble gesto y redoblan
su fe en él. Entonces aparecen periódicos de avanzada como El Independiente en
Lima y La Gionconda en Ayacucho. Enrique López Albújar y Vicente Pita lo defien-
den en Paita sin importarles las amenazas del clero. Si sus antiguos correligio-
narios de la Unión Nacional flaquean, la Unión Nacional de Artesanos está con
él. Desde entonces sus más asiduos compañeros son los obreros.
Las primeras manifestaciones de propaganda ideológica proletaria en gran es-
cala en el Perú fueron realizadas por gonzález Prada después de su regreso de
Europa y, particularmente, a principios del siglo. Don Manuel había vuelto más
Chang - Literatura política 49
radical que antes, con muchas ideas socialistas. La decepción que sufre con los
intelectuales lo convierten en ardiente divulgador del anarquismo. Con su propio
nombre, con seudónimo o sin firma, publica numerosos artículos en periódicos
efímeros: en Los Parias, en El Hambriento y, más tarde, en Simiente Roja y La
Protesta. A los obreros les pide que se unan para que traigan por tierra el edi-
ficio de todos los abuses y las injusticias; les pide que se despierten de su
somnolencia y que no teman porque ellos son "gigantes encadenados con telara-
ñas".l52
En el sur y en el norte, en la costa y la sierra, surgen grupos que se reúnen
a discutir las ideas del maestro. En Trujillo, la ciudad revolucionaria del nor-
te, los periódicos de izquierda (La Antorcha, El Zapatero y el Rebelde) reprodu-
cen sus ideas. En Chiclayo, Justicia se pasa al campo liberal: mientras que en
Arequipa El Ariete, Simiente roja y Redención continúan siendo tribunas de difu-
sión de ideas avanzadas. En el No. 16 de Los Parias, de agosto de 1905, don Ma-
nuel, con el seudónimo de G. Lamadrid, nos cuenta sus preocupaciones en el poema
"Lo que yo quiero", confesándonos que quiere aligerar la cruz del desgraciado,
anunciar mejores días para el Perú y derramar amor, libertad y rebeldía.153
Don Manuel está contra el capitalista que oprime a los proletarios del mundo,
sin importarle su raza. Al ver al capitalista francés aliado al capitalista ale-
mán, y al capitalista abusivo peruano abrazándose con el capitalista opresor
chileno, exclama: "Todos los grandes ladrones constituyen una masonería interna-
cional, forman una casta esparcida en el globo, pero estrechamente unida y jura-
mentada para luchar con su enemigo común: el proletariado".l54 Como el capitalis-
ta no ceja voluntariamente ni un solo palmo en sus derechos adquiridos, hay que
hacerlo que ceda por la razón de la fuerza, si rehusa entender la fuerza de la
razón.155 Su defensa del desamparado del mundo le ha ganado adeptos y admiradores
en muchas partes del mundo. Los obreros de Barcelona durante la guerra civil pu-
blicaron Anarquía, el libro revolucionario de don Manuel. Desde Buenos Aires
hasta Nueva York su nombre se ha convertido en bandera de protesta. Los demócra-
tas del Nuevo Mundo quieren a González Prada por su oposición a toda clase de
reglamentación, aunque venga en nombre del Estado. Admiran en él su oposición al
imperialismo, recuerdan que él ha escrito: "Para introducir sus telas, su opio,
su alcohol y su Biblia, las grandes potencias abren a cañonazos Asia Y Africa;
pero quieren cerrar sus puertas no sólo al amarillo y al negro, sino también al
blanco sin bolsa repleta de oro"156 Otro mensaje que legó a sus connacionales fue
el grito de combate contra el militarismo. Su oposición al opresor uniformado
culminó en su excelente libro Bajo el oprobio. E1 4 de febrero de 1914 el Coro-
nel Oscar R. Benavides depuso al presidente Guillermo E. Billinghurst, que goza-
ba de cierto apoyo popular, y formó una junta de Gobierno encabezada por él. El
15 de mayo, la minoría civilista del Congreso, que ya tenía sus arreglos con el
Ejército, eligió a Benavides Presidente Provisorio del Perú. En viril protesta,
don Manuel renunció su cargo de director de la Biblioteca Nacional y fundó el
periódico La Lucha para combatir la dictadura militar. Como le clausuraran el
periódico después de publicar su primer número, don Manuel, enfurecido, escribió
Bajo el oprobio. El libro no fue impreso inmediatamente. En efecto, sólo se lo
publicó muchos años después: su entrañable hijo Alfredo lo publicó en 1933, año
en el que Benavides nuevamente se imponía como Jefe de Estado. Su antimilitaris-
mo puede apreciarse claramente en el prólogo a Bajo el oprobio que es el edito-
rial del número de La Lucha (5 de junio de 1914) que Benavides suprimió:

Venimos a luchar por los derechos del ciudadano contra las iniquidades de la sol-
dadesca, por los fueros del racional contra las embestidas del bruto.
Entre los orangutanes puede reinar el estacazo y el mordisco, entre los salvajes
se concibe la trampa y la flecha; entre los hombres civilizados no cabe más imperio
que el de la razón y la justicia.l57
No obstante sus horas de desesperación causadas por la apatía de intelectua-
les y obreros, González Prada se mantuvo optimista. Sabía que si no llegaba a
ver el cambio que predicaba, sus discípulos lo verían. De estos discípulos, los
de más labor fueron José Carlos Mariategui y Víctor Raúl Haya de la Torre. Con
ellos don Manuel, como el Cid, ganó batallas después de muerto.
Las raíces históricas de la unión de los trabajadores manuales e intelectua-
les que más tarde se consumó bajo la égida del Apra se encuentran en el discurso
"El intelectual y el obrero" que González Prada pronunció el primero de mayo de
1905 en la Federación de Panaderos de Lima. He aquí unos trozos luminares:

50 Chang - Literatura política


Cuando preconizamos la unión o alianza de la inteligencia con el trabajo no pre-
tendemos que a título de una jerarquía ilusoria, el intelectual se erija en tutor o
lazarillo obrero. A la idea de que el cerebro ejerce función más noble que el mús-
culo debemos el régimen de las castas: desde los grandes imperios de Oriente, figu-
ran hombres que se arrogan el derecho de pensar, reservando para las muchedumbres
la obligación de creer y trabajar.
Los intelectuales sirven de luz; pero no deben hacer de lazarillos, sobre todo en
las tremendas crisis sociales donde el brazo ejecuta lo pensado por la cabeza...
...Las revoluciones vienen de arriba y se operan desde abajo... Mientras los mo-
derados y los técnicos se imaginan evoluciones geométricas o se enredan en menuden-
cias y detalles de forma, la multitud simplifica las cuestiones, las baja de las
alturas nebulosas y las confina en terreno práctico. Sigue el ejemplo de Alejandro:
no desata el nudo; lo corta de un sablazo.158
Estas ideas fueron acogidas con entusiasmo por sus discípulos jóvenes, por
Mariátegui y Haya de la Torre, sobre todo. Si es verdad de que mientras que Ma-
riátegui gozaba de una beca de estudios en Europa, Haya se empeñaba en poner en
práctica las ideas del Maestro; también es verdad de que Mariátegui, al volver
de Europa, se plegó al frente de trabajadores manuales e intelectuales y comenzó
a colaborar con Haya en las universidades populares. Al salir Haya al destierro
en 1923, Mariátegui se convirtió en su mejor aliado en el Perú, hasta que las
intrigas pérfidas separaron a los dos portaestandartes del ideario de González
Prada.
El 1926, cuando Mariátegui todavía cooperaba con el Apra, en su ensayo sobre
González Prada, nos dice este discípulo que su maestro representa "el primer
instante lúcido" de la conciencia del Perú y que en Páginas libres encuentra "el
germen del nuevo espíritu nacional". Lo admira porque Prada no desdeña a las ma-
sas, porque predica realismo y porque lo duradero de su obra es su espíritu.
"los hombres de la nueva generación -nos dice Mariátegui- en González Prada ad-
miramos y estimamos, sobre todo, la honradez intelectual, la noble y fuerte re-
beldía"159.
El Apra, a su vez, reconoció desde el primer momento de su fundación que Gon-
zález Prada era uno de sus precursores, y recalcó, entre otros puntos programá-
ticos, algunos por los que don Manuel había abogado por años: la moralidad, el
descentralismo, la separación del Estado y la Iglesia, la incorporación del in-
dio a la nacionalidad, la difusión de la literatura democrática para el pueblo
porque la literatura debe cumplir una misión política y social. El Apra recibió
su primer impulso socialista del Maestro pero no aceptó su teoría anárquica; to-
mó su antimilitarismo, su antigamonalismo y su desprecio por la dictadura del
proletariado, y también su anticlericalismo; pero desechó su anticatolicismo.
González Prada influyó directamente en muchos de los líderes fundadores del
aprismo. Haya, por ejemplo, se sintió impulsado hacia él porque:

...Había crecido oyendo decir que González Prada era el demonio, y viendo santi-
guarse a las viejas cada vez que alguien recordaba su nombre. Sin embargo, un sen-
timiento de curiosidad y respeto me atraía hacia la figura del viejo luchador. Re-
cuerdo haber oído conversaciones calurosas de algunos artesanos de mi provincia so-
bre González Piada.160
En 1921, tres años después de la muerte de González Prada, Haya funda las
universidades populares en las que pondría en práctica la idea de unir a los
obreros con los intelectuales. Al siguiente año, Haya les da el nombre del pre-
cursor, y en 1931, al esbozarse el plan de accion del Partido Aprista Peruano,
se adoptan puntos de la "Declaración de Principios" que don Manuel redáctó para
la Unión Nacional. A esta declaración debemos remontarnos para trazar los orige-
nes de la propuesta aprista para la representación de las minorías: en el Con-
greso y del principio de que los peruanos naturalizados en el extranjero, obli-
gados por la persecución de las tiranías, no pierdan sus derechos al volver al
seno de la patria.
Los críticos que mejor han evaluado la labor y la influencia de Manuel Gonzá-
lez Prada son: el ensayista peruano Antenor Orrego y el profesor John A. Crow de
la Universidad de California de Los Angeles. Orrego lo llama hombre de ingenio
sutil y de genio creador, ciudadano libre y viril, apóstol férvido, "agitador-
tipo", el primer agitador ideológico del Perú.161 Crow, por su parte, con un cri-
terio esencialmente pragmático, acierta al afirmar que González Prada dinamitó
la enmarañada selva de la política peruana para que se abrieran surcos y se

Chang - Literatura política 51


plantaran nuevas semillas. En efecto, esa fue la labor del Precursor del Perú
Nuevo: de servir de Heraldo de la Revolución.

138 El Tonel de Diógenes, pp. 59-64.


139 L. A. Sánchez, "González Prada, olvidado precursor del modernismo", Cuadernos Americanos, XII,
6 (Noviembre-diciembre, 1953), 225-234.
140 Este libro de Jaime Freyre fue publicado en Buenos Aires (Imp. Coni Hnos., 1912), al año si-
guiente de la publicación de Exóticas (Lima: Tip. El Lucero, 1911), en cuya sección "Adverten-
cia, notas e indicaciones bibliográficas" (pp. 155-163) aparece en forma definitiva la teoría
que desde 1900 había practicado don Manuel González Prada.
141 Javier Prado escribió en El genio de la lengua y de la literatura castellana y sus caracteres
en la historia cultural del Perú (Lima: Impta. del Estado, 1918)p. 164: "En el orden de la crí-
tica, González Prada representa una fuerza de combate, que nadie ha igualado en nuestro país.
Con ella se lanza a la arena, y dueño de su arte, nada le resiste; fascina, subyuga y rinde al
adversario..." Ventura García Calderón, después de llamarlo el menos peruano de los escritores,
se ve obligado a reconocerlo como gran escritor sincero, viril, sobrio y escueto (Semblanzas
de América, pp. 178-179).
142 Oliver Wendell Holmes llamó al mensaje de Emerson "nuestra declaración de independencia inte-
lectual". Sin embargo antes del filósofo de Concord hubo otros americanos que más antes habían
abogado por una literatura netamente americana, independiente de la europea. El norteamericano
Noah Webster, en 1783, había escrito que "América debe ser tan independiente en literatura como
en política". En 1823 el poeta argentino Juan Cruz Varela publicó en Buenos Aires una serie de
artículos sobre lo que debía ser la literatura nacional. En este mismo ano el norteamericano
William Ellery Channing en su ensayo On National Literature opinaba que "Mejor sería no tener
literatura que abandonarnos sin resistencia a una extranjera". El genial don Andrés Bello en su
Alocución a la poesía (1823) y en su Silva a la agricultura de la zona tórrida, que apareció
por primera vez en su revista Repertorio Americano en 1823, expresa su deseo por una literatura
americana en la que la naturaleza jugase papel importante. Léase el cap. IV, "La independencia
intelectual", en Pedro Henriquez Urena, Las corrientes literarias en la América Hispana, 2a.
ed. en español (México: Fonds de Cultura Económica, 1954), pp. 998-115.
143 Páginas Libres, pp. 34-45. Emerson también creyó en la acción; pero Emerson, por Su humorismo
casi místico, consideró la acción, subordinada al "scholar". Para él, la acción es esencial,
sin la cual el hombre deja de ser hombre y el pensamiento no puede "madurarse" en verdad. El
ensayista norteamericano cree que la inacción es cobardía; el preámbulo del pensamiento, su
transición de lo inconsciente a lo consciente, es la acción: "porque tanto sabe el hombre como
tanto ha vivido e inmediatamente nos damos cuenta cuándo sus palabras están cargadas de vida y
cuándo no van respaldadas por la experiencia" ("The American Scholar", en Ralph Wualdo Emerson,
Works, Boston: Houghton, Mifflin and Co., 1883, I, 95-96.
144 Páginas libres, p. 174.
145 Léase lo que últimamente ha escrito el brillante historiador Jorge Basadre, antiguo admirador
del Maestro, en "La libreta verde y el padre de don Manuel", en Meditaciones sobre el destino
histórico del Perú (Lima: Ediciones Huascarán, 1947), pp. 127-135 y las referencias en otros
artículos del mismo libro, sobre lo que él considera "exageraciones de don Manuel".
146 Una larga pléyade de escritores de talla universal han abogado por lo mismo. Antes de él, Ma-
riano José de Larra, por ejemplo, recomendaba: "una literatura hija de la experiencia y de la
historia, y faro, por lo tanto, del porvenir, estudiosa analizadora, filosófica y profunda,
pensándolo todo, dándolo todo en prosa, en verse, al alcance de la multitud ignorante aún;
apostólica y de propaganda; enseñando verdades, a aquellos a quienes interesa saberlas, mos-
trando al hombre, no cómo debe ser, sino cómo es, para conocerle; literatura en fin, expresión
toda de la ciencia de la época, del progreso intelectual del siglo" Artículos críticos, Madrid,
La Lectura, 1923, pp. 191-198).
147 M. de Unamuno, Ensayos, VII (Madrid, 1918), 115.
148 Páginas libres, p. 145.
149 Propaganda y ataque, p. 173.
150 Ibid., p. 213.
151 Bajo el oprobio, p. 171.
152 Ibid., p. 213.
153 Libertarias, pp, 18-19.
154 Prosa menuda, p. 214.
155 Anarquía, p. 120.
156 Ibid, p.90.
157 Bajo el oprobio, p; 8; Prosa menuda, p. 225.
158 Este discurso que merece leerse en su integridad, se encuentra en Horas de lucha, pp. 63-77,
y en Anarquía, pp. 67-78. La cita se encuentra en las pp. 67-77 del primer libro y entre las
pp. 70-78 del segundo.
159 J.C. Mariátegui, "González Prada" en Repertorio Americano, XV, 6 (13 agosto 1927), 81-84, que
lo reprodujo de El Norte (Trujillo, Perú, (30 mayo 1927) y que más tarde fue incluido en Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, lª ed. (Lima: Ed. Minerva, 1928), pp. 188-
196; 3ª ed. (Lima: Edit. "Amauta", 1952), pp. 269-281.
160 V. R. Haya de la Torre, "Mis recuerdos de González Prada", Repertorio Americano, XV, 6 (13
agosto 1927), 84-85, que lo reprodujo de Sagitario de La Plata, Argentina en donde apareció
originariamente en 1926. Haya recuerda que fue a la Biblioteca Nacional, llevando una carta de
presentación y un libro de su cuñado José Félix de la Puente Ganoza, autor de la novela La vi-
sión redentora. En medio de la conversación, don Manuel le dijo que la universidad sería para
Haya un crisol en la que sería consumido o se salvaría. Al preguntare Haya si era tan mala la
universidad, don Manuel le contestó que era "tan mala que ya no tenemos juventud", a lo cual el
joven trujillano le replicó: "Pero en provincias tenemos una juventud"; Don Manuel asintió y le
mencionó los nombres de jóvenes amigos y discípulos de provincias, entre los cuales nombró a
Antenor Orrego, quien más tarde saldría de Trujillo para convertirse en uno de los mejores en-

52 Chang - Literatura política


sayistas apristas. Al despedirse, don Manuel lo invitó a que viniera a visitarlo a su casa si-
tuada en la Puerta Falsa del Teatro. Así lo hizo Haya, pero no por mucho tiempo, porque el 22
de julio de 1918 González Prada falleció víctima de un síncope cardíaco. Ese día Haya lloró; al
siguiente día, cargó el ataúd del Maestro.
161 Antenor Orrego, "En torno a la figura de D. Manuel González Prada", Renovación, Año IV, Nos.
20-21 (Lima, julio-agosto, 1945), 3, 18, que es el texto de la conferencia que Orrego ofreció
en la Universidad Popular González Prada, en 1926.

TERCERA PARTE
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (1895-1930)

X
UNA VIDA TRUNCA

Si González Prada fue el que lanzó el dinamitazo que despejó la floresta, Jo-
sé Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre fueron los que sembraron las
semillas en el pedregoso terreno peruano. Por eso en este estudio continuaremos
con el primero de estos dos sembradores de ideas, no porque sea el más importan-
te, sino porque fue el que más se adelantó a influir en los peruanos por medio
de la pluma y porque, con su temprana desaparición, dejó una labor que, incon-
clusa y controvertible, ha merecido el estudio y el comentario de sus contempo-
ráneos.
Como se verá más adelante, la importancia de Mariátegui en el siglo XX es tal
que la historia, la política y la literatura del Perú de este siglo quedarían
incompletas si no incluyeron a este brillante escritor del pueblo. Su vida fue
corta pero preñada de muchos acontecimientos que han dejado huellas imperecede-
ras en la vida de la nación. Teniendo en cuenta que lo que se mide en todo hom-
bre es el balance de su pensamiento y de su acción, los conservadores y los li-
berales concuerdan al afirmar que la historia peruana del lustro 1924-1928 co-
rresponde en gran parte a Mariátegui. Veamos por qué.

INFANCIA Y JUVENTUD
El 14 de junio de 1895, casi tres meses después de la sangrienta entrada de
Nicolás de Piérola en Lima, nació José Carlos Mariátegui en la enlutada capital.
Su padre, don Francisco Mariátegui, era empleado del Tribunal Mayor de Cuentas y
descendía del gran liberal peruano de principios del siglo republicano, Francis-
co Javier Mariátegui, secretario del Primer Congreso Constituyente del Perú,
tribuno, periodista y escritor de buenos quilates. Su madre, doña Amalia La
Chira, fue una mestiza muy católica del humilde pueblo de Huacho. De sus padres
heredó José Carlos las virtudes de los vascos y los mestizos costeños: fuerza de
voluntad, tenacidad, elevado sentido estético y el don de la amistad.
Dos desgracias le ocurrieron a la abnegada doña Amalia durante la infancia de
José Carlos: la muerte de su hijita Amanda y su separación de don Francisco. Su
esposo había sido trasladado al norte del país, desligándolo de sus obligaciones
paternales. Abandonada así su familia, comenzó el martirologio de doña Amalia;
desde entonces tuvo que coser como modista para sostener a los suyos, especial-
mente a José Carlos, a quien no le sentaba el húmedo y enfermizo clima de Lima; l
ese clima que enerva aún a los más rebeldes y que -como observó Hipólito Unanue-
amansa hasta a los perros.
Para mejorar la condición física del hijo querido y la economía de la fami-
lia, los Mariátegui se mudan a Huacho. Allí José Carlos entra en una escuelita.
Como es de naturaleza endeble, al recibir un golpe en la rodilla se enferma gra-
vemente y la familia se ve obligada a volver a Lima para someterlo al cuidado de
un cirujano. Después de varias operaciones, de meses de hospitalización y sufri-
mientos, José Carlos es dado de alta, pero la enfermedad le ha impuesto un cojeo
en el andar. Desde entonces los amigos lo llamarán cariñosamente "el cojito Ma-
riátegui".
A los catorce años concluye su instrucción primaria, y como la madre no puede
pagarle la educación secundaria, José Carlos comienza a trabajar para mantenerse

Chang - Literatura política 53


y ayudar a sostener a la familia (su madre y sus hermanos: Julio César y Gui-
llermina). Su primer trabajo es de alcanza-rejones en el diario La Prensa. Albe-
líto Ulloa, director del diario, le toma cariño y le alienta para que ascienda
de posición. A los diecisiete años José Carlos ya es corrector de pruebas y de
vez en cuando escribe algunos sueltos con el seudónimo de Juan Croniqueur. En
sus horas libres se entrega al estudio y pasa muchas veladas devorando libros,
cultivando su espíritu. Con sus compañeros de trabajo de La Prensa, Abraham Val-
delomar (1888-1919), César Falcón y Félix del Valle (1892-1950), se reúne a me-
nudo en la dulcería y bar del centro de Lima que tenía el sugestivo nombre de
"Palais Concert".
Una tarde, mientras escuchaban la música de las damas vienesas que componían
la orquesta que amenizaba las horas del té, el grupo de jóvenes intelectuales
resuelve lanzar una publicación modernista de combate. Así es cómo nació la re-
vista Colónida, de la cual lograron publicar cuatro números (el 15 de enero, el
19 de febrero, el 19 de marzo y el 1 de mayo de 1916). En ella Mariátegui cola-
boró como "literato infeccionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares".2
Allí publicó tres sonetos alejandrinos pertenecientes a su libro Tristeza que
dejó inéditos3.
Bajo la influencia de Valdelomar, en 1917 Mariátegui y Julio Baudin (Julio de
la Paz) escribieron "Las Tapadas", poema en un acto y tres cuadros que nunca lo-
graron publicar. Al año siguiente, en colaboración con el mismo Valdelomar,
terminó el drama histórico "La Mariscala" (Francisca Zubiaga de Gamarra), que se
llegó a estrenar pero no a publicar.
1916 es para Mariátegui un año de tanteos. En sus horas de meditación profun-
da, tiene arranques místicos que lo llevan a pasar largas horas de rezo en el
Convento de los Descalzos. En 1917 su artículo "La procesión tradicional", sobre
el Señor de los Milagros, gana el Premio Municipalidad de Lima. Pero si es fer-
voroso y sentimental en sus mementos tristes y de soledad: en sus horas alegres
continúa codeándose con el grupo literario al que después se le ha dada el nom-
bre de "colónida". Con algunos de este grupo sufrió prisión por asistir al es-
pectáculo que les ofreció la bailarina europea Norka Rouskaya ea el Cementerio
de Miraflores, donde ella envuelta en velos blancos y traslúcidos había danzado
a los acordes de las melodiosas notes de la "Marcha fúnebre" de Chopin.

PERIODISMO LIBERAL
En 1916 Mariátegui y César Falcón renunciaron sus puestos en La Prensa para
ir a trabajar como redactores del diario izquierdista El Tiempo que comenzó a
publicarse el 17 de julio de ese año. En este diario Mariátegui escribió comen-
tando los vaivenes de la política nacional. Sus trabajos más importantes apare-
cieron en la sección anónima "Voces" y en la sección editorial.
Como la política lo entusiasmaba más y más, se unió a Félix del Valle para
fundar la revista Nuestra Epoca. El 22 de junio de 1918 apareció la revista,
contando entre sus colaboradores a César Falcón, César Ugarte, César A. Rodrí-
guez, Percy Gilbson Moiler y César Vallejo (1892-1938).
Nuestra Época no tenía un programa definido; se redujo a divulgar las ideas
de sus directores y colaboradores; todos ellos, periodistas y escritores que no
habían llegado a la formación completa de su ideología liberal. Del Valle, por
ejemplo, lanzó un ataque contra lo que él llamaba "la política testicular" del
país. Mariátegui, que se sentía avergonzado de la labor intelectual que había
realizado en La Prensa, trató de rectificarse. Una nota editorial explicaba el
cambio: "Nuestro compañero José Carlos Mariátegui ha renunciado totalmente a su
seudónimo Juan Croniqueur, bajo el cual es conocido, y ha resuelto pedir perdón
a Dios y al Público por los muchos pecados que, escribiendo con ese seudónimo,
ha cometido".4 Entre líneas podemos Botar que Mariátegui no se había independi-
zado completamente de la influencia religiosa. El pedir perdón a Dios y la con-
ciencia de su pecados denunciaban su marxismo incompleto. Si su pensamiento no
se había sistematizado, su interés en los problemas nacionales había crecido mu-
cho. El primer número de la revista tenía su artículo "El deber del Ejército y
el deber del Estado" que causó la protesta de los militares de Lima y el cobarde
ataque físico de un capitán fornido.5 Conociendo el estado físico de Mariátegui,
en Lima se protestó por el abuso. No le ayudó mucho la opinión del público por-
que después de publicar el segundo número en julio de 1918, El Tiempo, en cuyas
imprentas se imprimía Nuestra Epoca les negó sus maquinarias. Al ver que el iz-
54 Chang - Literatura política
quierdismo de El Tiempo padecía de timidez, Mariátegui y César Falcón y Humberto
del Aguila6 cesan de trabajar para ese periódico y fundan La Razón, un diario de
orientación más izquierdista. Para este propósito alquilan una imprenta del ar-
zobispado con la ayuda económica que les ofrecía Alfredo Piedra y Salcedo, prime
del Presidente Leguía, el psiquiatra Hermilio Valdizán y los médicos periodistas
Sebastián Lorente y Patrón y Baltasar Caraveo Prado.
Desde que había salido de La Prensa el periodismo en sí ya no le intere-
saba. Su labor en El Tiempo revela que estaba sumamente preocupado en los pro-
blemas sociales y en los libros revolucionarios que llegaban de Europa. La gue-
rra europea estimuló más su interés en las masas desamparadas y le hizo trabajar
más por el bienestar social. Entonces el periodismo se convirtió en tribuna de
defensa del pueblo. El periódico ahora le servía para exponer y defender sus
ideas socialistas.
Como sus horizontes se han ensanchado, Mariátegui y César Falcón fundan
el Comité de Propaganda Socialista. Uno de sus miembros, Luis Ulloa, propone su
Inmediata transformación en partido. Mariátegui se opone porque cree que todavía
no habían llegado a la formación completa de su ideología socialista. Le dice a
este abigarrado comité compuesto de radicalistas, gonzalezpradistas y socialis-
tas neófitos, que no había entrado a la etapa madura de desarrollo ideológico
marxista y por eso le recomienda que estudie y trate de estrechar los lazos de
unión entre los trabajadores manuales e intelectuales, es decir, le pide que
siga con las enseñanzas de, González Prada, como las había trazado en su discur-
so "El intelectual y el obrero" del 10 de mayo de 1905. Poco tiempo después un
grupo de ellos sacó el periódico Germinal para ponerlo al servicio del leguiís-
mo. Mariátegui y Falcón se separaron del movimiento.
Varias veces nos ha recordado Mariátegui que su actividad socialista en
el Perú comienza a raíz de su separación de La Prensa y al entregarse frenética-
mente a la campana de izquierda desde El Tiempo, Nuestra Epoca y sobre todo des-
de La Razón. En efecto desde este último diario Mariátegui defendió la lucha de
los empleados de comercio y el movimiento obrero de 1919 y la reforma universi-
taria de ese año.
La primera Guerra Mundial, que trajo prosperidad a la burguesía y capita-
lista peruana y le ofreció ideas avanzadas a la clase media, impuso más miseria
a la clase desposeída peruana, compuesta principalmente de campesinos, proleta-
rios y artesanos. La guerra necesitaba productos que la clase gamonal explotaba
con grandes utilidades. Los barones del algodón y del azúcar multiplicaron sus
fortunas con el aumento de las exportaciones. Pero para satisfacer estas fuertes
demandas, los grandes hacendados sacrificaron los terrenos que estaban dedicados
al cultivo de verduras y otros productos de primera necesidad. El costo de vida
subió y la suerte del hombre del pueblo empeoró en proporción geométrica inversa
al progreso económico del terrateniente y del exportador. Los salaries, en cam-
bio, siguieron sumamente bajos; el poder adquisitivo dei salario de principios
de 1919 era menor del 50 por ciento del miserable salario que recibía al produ-
cirse la conflagración europea.7
Los obreros de Lima hicieron representaciones ante los patrones y ante el
Gobierno de Pardo para que mejorasen la crítica situación del proletariado. Como
sus gestiones cayeron en oídos sordos, el 13 de abril de 1919, a las 5:30 p.m.,
en el Parque Neptuno de Lima se reunió una asamblea de obreros, a la cual asis-
tieron trabajadores de la mayoría de gremios de Lima metropolitana y el Centro
de Estudios Sociales -Manuel González Prada. La asamblea lanzó un manifiesto y
creó el Comité Pro-Abaratamiento de las Subsistencias bajo la dirección del lí-
der obrero Nicolás Gutarra. El Comité representaba la voluntad de unos 30.000
trabajadores confederados.
Como las representaciones del Comité no obtuvieron concesión alguna, el
27 de abril se acordó decretar un paro de 24 horas para el 1P de mayo, si para
esa fecha el gobierno no había resuelto sus reclamos. El 31 una comisión del Co-
mité fue al Palacio de Gobierno para hacer entrega de su memorial de reclamos.
El Gobierno rehusó recibirlos y el paro estalló el 1º. Este mismo día el Comité
de Propaganda socialista se transformó oficialmente en el Partido Socialista del
Perú, pero no llegó a progresar porque no contó con el apoyo de las masas obre-
ras.
El paro general continuó por varios días. El domingo cuatro se celebró un
mitin de protesta, pero fue disuelto violentamente por la policía. Los huelguis-
tas se congregaron en la Alameda de los Descalzos. Allí se insistió en los re-
Chang - Literatura política 55
clamos del Manifiesto del 13 de abril y se pidió la libertad de los obreros de
Trujillo que habían sido apresados por apoyar a sus compañeros de Lima. La poli-
cía siguió hostilizando a los obreros, despojándolos de las calles y apresando a
sus líderes. Los trabajadores no se desalentaron porque la prédica del Maestro
González Prada ya comenzaba a surtir efectos. Las mujeres se unieron a los hom-
bres en defensa de sus derechos: el 22 de mayo se realizó la primera asamblea
femenina reunida para apoyar las demandas de los trabajadores, en el local de la
Federación de Estudiantes del Perú.
En estas luchas reivindicadoras La Razón de Mariátegui lanzó todo su peso
a favor de los obreros. Pero algo contradictorio sucedió en aquellas jornadas
que no atrajo la atención de Mariátegui. Adalberto Fonkén, conductor obrero tru-
jillano, muchacho intrépido de ascendencia china, desempeñó papel importante en
defensa de los obreros. Bajo su dirección, el Comité Central de Lima decretó el
paro general para el 27 de mayo de 1919, en protesta por la captura de Carlos
Barba y Nicolás Gutarra. Fonkén mismo fue apresado al salir del local. Al si-
guiente día, mientras Fonkén sufría prisión, la plebe ignorante saqueaba las
tiendas de indefensos chinos, sus hermanos en el dolor, víctimas, como los tra-
bajadores peruanos, de la explotación de la alta burguesía. En Lima, la muche-
dumbre, en su desesperación, cometía barbaridades contraproducentes. Estos cen-
tenares de ignorantes limeños no se atrevían a ir a saquear los almacenes de los
ricos explotadores, pero sí a descargar su furia psicopatológica contra las pe-
queñas chinganas, pobres tienduchas, bodegas mal aprovisionadas de los sufridos
trabajadores chinos que hacía poco habían comprado su libertad de las haciendas
y ahora se dedicaban a ganarse la vida y la de sus hijos peruanos. Este atrope-
llo no fue denunciado por los llamados defensores de las clases desposeídas.
Durante la manifestación en homenaje a los libertados, el 8 de julio de
1919, los obreros ovacionaron al diario La. Razón al pasar por su local, expre-
sando su agradecimiento por el apoyo que las había dado el diario.8
El mismo 8 de julio, en la Calle Tigre una asamblea de obreros presidida
por Adalberto Fonkén acordó formar la Federación Obrera Regional Peruana, la
cual el 22 del mismo mes publicó su declaración de principios. Mariátegui alentó
a su amigo Fonkén.
El arzobispado de Lima, propietario de los talleres de "La Tradición"
donde se publicaba el periódico de Mariátegui, no vio con buenos ojos la campaña
pro-obrera y pro-estudiantil de La Razón, y negó el uso de sus prensas al perió-
dico. A los pocos días el Gobierno de Leguía que se había inaugurado con el gol-
pe de estado del 4 de julio, suspendió definitivamente la salida de La Razón.

EUROPA (1919-1923)
Leguía se dio cuenta de la habilidad intelectual de Mariátegui. y mien-
tras con una mano le cerraba su periódico, con la otra le ofrecía ayuda. Alfredo
Piedra, ministro del régimen, fue el instrumento en la cesión de becas a perio-
distas y estudiantes de letras y artes para ganarlos a su lado o por lo menos
alejarlos por un tiempo del país. Fue una forma de exilio; una forma muy agrada-
ble y muy cómoda por cierto. En virtud de este gesto táctico de Leguía, a fines
de 1919 salieron con becas de estudios a Europa: Mariátegui, César Falcón, Félix
del Valle y otros enemigos potenciales del Gobierno. Mariátegui, joven pobre de
24? años, sabía bien que su preparación autodidacta no podría progresar rápida-
mente, a menos que alguien le ayudase. Sin considerar el significado moral de la
ayuda del Gobierno, aceptó el viaje a Europa. La crítica de su viaje no tardó en
producirse apenas se conoció la rápida aceptación de Mariátegui. Sus compañeros
y amigos hicieron coro con sus enemigos para censurarlo.
La primera ciudad que visitó más o menos detenidamente en Europa fue Pa-
rís. Allá vivió en el Barrio Latino, e inmediatamente trató de ponerse en con-
tacto con los socialistas. Mariátegui mismo ha narrado su entrevista con el lí-
der comunista francés:

Una de las obras que más me impresionaron en mi época de intelectual puro es El in-
fierno. Las voces y las imágenes que se agitan en este libro son difíciles de olvidar. Se
quedan pegadas a la conciencia de uno en forma extraña por la veracidad del gesto y del
acento. Barbusse era, pues, uno de mis ídolos cuando salí del Perú, y abrigaba la remota
esperanza de conocerle personalmente. Grande fue, pues, mi alegría cuando, al salir del
hotel donde vivía, en el boulevard Saint-Michel, vi la vidriera de una librería atestada

56 Chang - Literatura política


de frescos ejemplares de Le feu. Compré el libro inmediatamente, y su lectura me causó
una de las más hondas emociones de mi vida. Algunos meses después pude ver a Barbusse en
las oficinas de "Clarté", con el objeto de hacerle un reportaje. Por desgracia, mi fran-
cés, muy deficiente por esos días, no me permitió entenderle como es debido. El reportaje
no fue gran cosa y se quedó sin publicar. La figura de Barbusse impresiona no menos que
sus libros. Es un magro y alto personaje de busto caído. Creí encontrarme más bien ante
un sacerdote de la humanidad que ante un rebelde. Su cara es desproporcionadamente peque-
ña en relación con su cuerpo. Tiene una expresión adolorida hasta cuando sonríe, y da la
impresión que no supiera qué hacer con sus desmesurados brazos. Después le vi sólo pocas
veces: a mi vuelta de Italia...9

En París asistió a museos y conciertos, a las sesiones de la Cámara de


Diputados. Su interés por el teatro lo llevó a las mejores representaciones tea-
trales de París. Después de varios meses decidió seguir hacia Italia porque el
clima húmedo de París le era perjudicial.
Residió más de dos años en Italia y allá desposó una mujer de diecisiete
años y algunas ideas de más edad. En efecto: después de corto noviazgo se casó
en Florencia con Ana Chiappe, natural de Siena, y en casa de los Chiappe conoció
a Benedetto Croce, de quien tomó muchas ideas políticas. Su proceso de adoctri-
namiento se aceleró en la patria de Mussolini. Su círculo de amigos se componía
principalmente de peruanos izquierdistas e italianos socialistas. Gracias a sus
relaciones con el Partido Socialista de Italia pudo asistir a las sesiones del
Consejo de Livorno.
En Roma nació su primer hijo, a quien, por su devoción a Botticelli, le
bautizo con el nombre de Sandro. Apadrinó la ceremonia su amigo el escultor pe-
ruano Ocaña. Tanto en Francia como en Italia, países católicos, Mariátegui si-
guió profesando la fe que su madre le había enseñado con devoción: al recibir la
bendición celestial con un hijo que le colmó de alegría, cumplió con el primero
de los siete sacramentos que manda la Iglesia Católica.
Durante los dos años y medio que vivió en Italia, ve nacer al fascismo v
desarrollarse en una fuerza avasalladora. El socialismo en Italia re batía en
retirada. Mariátegui prevé el inminente triunfo de Mussolini y decide viajar
hasta Alemania. En ruta a Berlín, visitó a Venecia y Viena.
En Alemania trató de aprender el alemán con gran entusiasmo y esfuerzo;
tomó lecciones intensivas, leyó mucho, principalmente los periódicos y revistas
que estaban llenas de noticias de la crisis política de Alemania y de la desocu-
pación que había convertido a Berlín en la "Ciudad Roja" de Europa Occidental.
Buscó oportunidades para practicar el idioma, valiéndose de todos los medios po-
sibles para entablar conversaciones en la calle. En las horas en que no estudia-
ba el idioma, se dedicaba a visitar museos, teatros de vanguardia y otros cen-
tros culturales. Mariátegui estaba ansioso de conocer Cualquier manifestación
cultural de la nación que llegaría a ser, según creía entonces, la segunda pa-
tria del socialismo. Sus seis meses en Alemania sirvieron para afianzarlo en sus
convicciones socialistas. Quiere luego visitar a Rusia pero su esposa, su hijo
y, especialmente, la falta de dinero, le impidieron satisfacer su gran anhelo.
Cuatro años pasa Mariátegui en Europa; de cerca vio el desarrollo políti-
co e intelectual de postguerra y robusteció sus conocimientos marxistas; estudió
el plan de la reforma agraria rusa, leyó a Marx, a Lenin y a Henry Georges, pero
sobre todo, como sucede con los buenos estudiantes latinoamericanos que saben
aprovechar el tiempo en el extranjero: descubrió la tragedia de la patria. Antes
de salir de Alemania, en Colonia, se encuentra nuevamente con César Falcón, y
con él también, así como lo había hecho con un cónsul y un médico peruanos en
Roma, hace planes para la acción socialista en el Perú.

LEADER SOCIALISTA
Mariátegui estuvo de regreso en Lima el 20 de marzo de 1921. En la ciudad
todavía critican su viaje oficial de estudios a Europa y muchos desconfían de él
porque corre el falso rumor de que en Roma había actuado de secretario "extra-
oficial" del civilista Arturo Osores, Ministro Peruano en Italia. Mariátegui se
aleja de toda actividad ostensible, pero recibe a sus amigos íntimos en su pe-
queña casa de la calle Washington No. 544.
Su interés por el arte lo hizo aceptar unos cuadros de pintores italianos
modernos para exhibirlos en Lima. La exhibición tuvo lugar en el local de la So-
ciedad Filarmónica sin obtener cl éxito que esperaba.
Chang - Literatura política 57
A los pocos meses de su llegada a Lima nació su segundo hijo, a quien
bautizó con el nombre de Sigfrido, en honor de Wagner, uno de sus músicos favo-
ritos.
Una tarde, Haya de la Torre al salir de visitar a El Tiempo, principal
diario antigobiernista, se encontró con Mariátegui y le habló: de la jornada que
estaba organizando contra la dedicación del Perú al Corazón de Jesús por Leguía
y el arzobispo de Lima. Mariátegui le rehusó su colaboración alegando que era
"una lucha liberalizante y sin sentido revolucionario".l0
Se produjo la jornada del 23 de mayo, en la que la alianza de trabajadores
manuales e intelectuales quedó sellada con la sangre del tranviario Salomón Pon-
ce y del estudiante Manuel Alarcón Vidal. El movimiento obrero-estudiantil pagó
con dos vidas el éxito rotundo de la campaña contra la maniobra politiquera gu-
bernamental. Mariátegui percibió sus alcances, y aunque no confesó su error sino
hasta varios años después, rompió su indiferencia y se apresuró a colaborar con
Haya. Como la situación siguiese tensa y se sabia que el Gobierno estaba espe-
rando el memento oportuno para castigar a sus opositores, Haya presentó a Ma-
riátegui a las Universidades Populares González Prada y le invitó a colaborar Lo
presentó también a sus compañeros de lucha y lo llevó a la Federación Estudian-
til. El 2 de octubre Haya fue apresado. Numerosos profesionales y los alumnos de
las universidades populares trataron de organizar una protesta contra las inten-
ciones del Gobierno de deportar a Haya. Se planeaba una huelga general. En una
de estas reuniones, mientras unas cincuenta personas discutían el plan de ata-
que, la policía irrumpió en la reunión y los capturó a todos, inclusive a Ma-
riátegui, que se encontraba en el grupo. En la intendencia tuvo lugar una escena
aleccionadora cuando Mariátegui dio una enseñanza moral al burdo oficial de po-
licía que insultaba soezmente a los detenidos. No pudiendo mantener su calma
acostumbrada, Mariátegui se puso de pie y con voz firme y enérgica le increpó su
conducta. El policía insolente se lanzó a paso apresurado sobre la débil figura
de Mariátegui y cuando parecía que le iba a descargar unos golpes, se detuvo,
desarmado por la mirada penetrante, desafiente y valerosa del rebelde limeño.
Mariátegui lo había dominado con su mirada férrea. El coronel sólo balbuceó un
débil ¡Siéntese!, pero volvió la cara hacia otros prisioneros. Mariátegui no le
obedeció. Después de varios minutos, con mucha serenidad se sentó.11
Antes de salir del Perú, Haya designó a Mariátegui como su sucesor en la di-
rección de la revista Claridad, órgano de las Universidades Populares González
Prada, que había comenzado a publicar en abril de ese año y cuyo cuarto número
estaba a punto de salir.
Después de la expulsión de Haya, Mariátegui poco a poco se convirtió en la
principal figura izquierdista dentro del Perú. Colabora estrechamente con Luis
Alberto Sánchez, Manuel Seoane, Carlos Manuel Cox, Luis Heysen y otros jóvenes
intelectuales que más tarde llegarían a ser líderes del movimiento aprista. En
sus conferencias en la Federación de Estudiantes del Perú y en las universidades
populares explica la situación europea y difunde las ideas que ha traído de Eu-
ropa. Los leguiístas menos conservadores también cultivan su amistad. Clemente
Palma, que dirigía la revista Variedades (1908-1932) desde el comienzo de la
Primera Guerra Mundial, le invita a que colabore en su semanario. En Variedades
inicia la sección "Figuras y aspectos de la vida mundial". Muchos de los ensayos
que aparecieron en esta sección, más tarde fueron a formar parte de sus libros
La escena contemporánea y El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy.
Otra importante revista de las derechas de Lima, Mundial (1920-1931), también
publicó los enjundiosos artículos de Mariátegui.
No obstante su colaboración en las revistas de derecha, Mariátegui sigue
preocupado con las ideas socialistas y en 1924 comienza sus trabajos de investi-
gación de la realidad nacional e intensifica su colaboración con líderes obre-
ros, algunos de ellos, como Adalberto Fonkén, son compañeros de lucha de Haya ae
la Torre. Mariátegui seguía creyendo, como González Prada y como Haya, en la
eficacia y conveniencia del Frente Unico de los trabajadoras manuales e intelec-
tuales. En su llamamiento que formuló en 1924 con motivo de la celebración del
día del trabajo y que lleva el significativo nombre de "El 19 de Mayo y el Fren-
te Unico", Mariátegui puntualiza: "A muchas meditaciones invita esta fecha in-
ternacional. Pero para los trabajadores peruanos la más actual, la más oportu-
na, es la que concierne a la necesidad y a la posibilidad del frente Único". En
otro párrafo observa:

58 Chang - Literatura política


La existencia de tendencias y grupos definidos y precisos no es un mal: es por el
contrario la señal de un período avanzado del proceso revolucionario. Lo que impor-
ta es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad concreta
del día. Que no se estrellen bizantinamente en ex-confesiones y excomulgaciones re-
cíprocas. Que no alejen a las masas de la revolución con el espectáculo de las que-
rellas dogmáticas de sus predicadores. Que no empleen sus armas ni dilapiden su
tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el viejo orden social, sus insti-
tuciones, sus injusticias y sus crímenes. Tratemos de sentir cordialmente el lazo
histórico que nos une a todos los hombres de la vanguardia, a todos los fautores de
la renovación...l2
Estos meses que siguieron a la deportación de Haya han sido de extremada ac-
tividad para Mariátegui. Ha trabajado tanto que un día cae desmayado en las ofi-
cinas de una de las publicaciones en que colabora. Sus amigos acuden a su ayuda;
viene el médico y tienen que llevarlo inmediatamente al hospital: su antigua do-
lencia en la rodilla ha recrudecido y la infección agrava su salud. La fiebre
que lo consume llega hasta los 41 grados centígrados. El Dr. Gastañeta que lo
asiste avisa a sus familiares que sólo se podría salvarle si se le amputaba la
pierna. La madre, que era rigurosamente católica, se opone por razones religio-
sas y pide que un sacerdote confiese a su hijo. Su esposa Anita interviene y su
opinión prevalece. A las doce del día operan a José Carlos en el Hospital Ita-
liano. Y después de varios días se produce la escena patética que nos narra una
de sus amigas, María Wiesse, esposa del pintor peruano José Sabogal:

Pasaron varios días, después de la operación. Anita había salido del hospital a
atender al pequeño Sigfrido que estaba enfermo. Mariátegui, a quien acompañaba un
amigo, levantó las frazadas de su lecho. No sentía dolor alguno en la pierna, sino
un adormecimiento y tenía curiosidad de saber cómo estaba esa pierna. Fue entonces
un memento de inmenso desaliento -el único que manifestó en toda su existencia- el
que se produjo en el espíritu de Mariátegui. Al verse amputado, al constatar que
iba a ser inválido par el resto de su vida tuvo una crisis de llanto verdaderamente
patética y se halaba el cabello, en un arranque de desesperación.l3

Anita y el médico lo calmaron. Mariátegui se resignó a continuar la lucha por


la vida y sus ideales en su nuevo estado físico. Se encontraba todavía en el
hospital cuando les envió un mensaje de aliento a sus compañeros de Claridad que
preparaban el número:

Queridos compañeros: No quiero estar ausente de este número de "Claridad". Si


nuestra revista reapareciese sin mi firma, yo sentiría más, mucho más mi quebranto
físico. Mi mayor anhelo actual es que esta enfermedad que ha interrumpido mi vida
no sea bastante fuerte para desviarla ni debilitarla.
Que no deje en mí ninguna huella moral. Que no deposite en mi pensamiento ni en
mi corazón ningún germen de amargura ni de desesperanza. Es indispensable para mí
que mi palabra conserve el mismo acento optimista de antes. Quiero defenderme de
toda influencia triste, de toda sugestión melancólica. Y siento más que nunca la
necesidad de nuestra fe común. Estas líneas escritas en la estancia donde paso mis
largos días de convalecencia aspiran, pues, a ser al mismo tiempo que un saludo
cordial a mis compañeros de "Claridad" una reafirmación de mi fervor y de sus espe-
ranzas... Vuestra causa es la gran causa humana. A despecho de los espíritus escép-
ticos y negativos, aliados inconscientes e impotentes de los intereses y privile-
gios burgueses un nuevo orden social está en formación...
Nuestra burguesía no comprende ni advierte nada de esto. Tanto peor para ella...
Obedezcamos la voz de nuestro tiempo. Y preparémonos a ocupar nuestro puesto en la
historia.14

Unos días después fue llevado a Miraflores para que convaleciera. Vinieron
luego meses de gran estrechez económica. La familia no tenía dinero para pagar
los gastos de la operación y de la larga convalecencia. Los amigos acudieron a
su ayuda y le tocó a Luis Alberto Sánchez iniciar en Lima el movimiento pro ayu-
da a Mariátegui. Desde Rusia Haya se apresuró a felicitar a Sánchez por su enco-
miosa labor. Intelectuales de diferentes tendencias, artistas de diversas escue-
las, estudiantes de todas las disciplinas, obreros de distintas orientaciones
respondieron al llamado de Sánchez. Resuelto el problema económico, Mariátegui
fue llevado a Chosica para que en ese lugar seco y sano completara su restable-
cimiento.
De vuelta en Lima Mariátegui se entregó de nuevo al estudio de la realidad
peruana y a escribir sus colaboraciones para Variedades, Mundial, el Mercurio
Peruano y publicaciones extranjeras. El Repertorio Americano de Joaquín García
Chang - Literatura política 59
Monge reproducía el 27 de julio de 1925 su artículo: "Un congreso más Panameri-
cano que científico".l5 Su hogar volvió a convertirse en el centro de reunión de
los intelectuales y artistas de vanguardia de Lima. Estudiantes universitarios y
obreros de las universidades populares acudían a escuchar al nuevo orientador.
En 1925 la Federación de Estudiantes lo propuso para que ocupase una de las
cátedras de San Marcos, pero, como Mariátegui ha escrito, la mala voluntad del
Rector y su delicado estado de salud impidieron que progresara la iniciativa.
En 1925 organizó con la cooperación de su hermano Julio César, la Editorial y
Librería Minería en la que editó ese mismo año, su primer libro: La escena con-
temporánea, En esta editorial también se publicaron sus ensayos de interpreta-
ción de la realidad peruana y las obras de varios de sus amigos: El nuevo abso-
luto (1925), de Mariano Ibérico Rodríguez, Tempestad en los Andes (1927) de Luis
E. Valcárcel, Poesías (Simbólicas, La canción de las figuras, Sombra, Rondine-
les) (1929) de José María Eguren (1882-1824).

AMAUTA (1926-1930)
De Europa había traído el proyecto de fundar una revista izquierdista de in-
fluencia que sirviera de tribuna de avanzada para las nuevas ideas que él quería
aplicar al Perú y para difundir los ideales socialistas. Ahí, para estos propó-
sitos sale el primer número de Amauta en septiembre de 192G. Mariátegui había
querido que llevase el nombre de Claridad, Como la revista que fundó Haya antes
de la proscripción. Algunos lo persuadieron que buscara otro nombre; propuso en-
tonces el nombre de Vanguardia, pero tampoco fue aceptado. Entonces José Sabogal
sugirió el nombre de Amauta y se ofreció a pintar la carátula: la cabeza del ma-
estro y poeta incaico de acuerdo coa el significado de la palabra quechua. Ese
es el nombre que todos aceptaron.
En su "Presentación a Amauta" Mariátegui recalca que era hombre de una filia-
ción y de una fe y que por eso la revista todo lo que es contrario a la ideolo-
gía o que no traduce ideología alguna. Promete proscribir de su revista la retó-
rica y concluye la presentación con estas palabras significativas:

...El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro
homenaje al Incaísmo. Pero específicamente: la palabra "Amauta" adquiere con esta
revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez.
El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas
peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos
siempre el Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movi-
mientos de renovación -políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos.
Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú,
primero coa los otros pueblos de América, en seguida con los otros pueblos del mun-
do.
Nada más agregaré. Habrá que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de que
al Perú le nace en este memento una revista histórica. (Amauta, Año I, No. 1, p.
3).

Mariátegui no mencionó al Apra por nombre en su presentación porque la dicta-


dura de Leguía continuaba con sus desmanes despóticos, pero ya se sabía que
Amauta aparecía como tribuna pro-aprista. En ella colaboraron desde sus primeros
números destacados miembros del Apra: Haya de la Torre, Antenor Orrego, Manuel
Seoane, Antero Peralta, Carlos Manuel Cox, Alcides Spelucín, Serafín Delmar, Ma-
gda Portal, Julián Petrovic y otros futuros líderes del partido como Luis Alber-
to Sánchez y Arturo Sabroso.
La revista ganó un sólido prestigio internacional. Sin interferencia guberna-
mental habían salido los nueve primeros números mensuales. Leguía se asustó de
la difusión de la revista y la influencia que ella tenía en la clase media y
proletaria. Para silenciarla se vertió el llamado complot comunista cuando se
enteraron de que la policía inglesa había asaltado el Consulado Soviético en
Londres en busca de propaganda comunista. Celestino Manchego Munoz, Ministro de
Gobierno, envió a sus hombres a asaltar el local donde se iba a realizar una
conferencia de divulgación cultural de la Universidad Popular González Prada y a
allanar la imprenta donde se imprimía la revista Amauta. La policía capturó a
los dirigentes obreros Arturo Sabroso, Samuel Ríos, Samuel Vázquez, Nicanor León
y Felipe Barrientos y a muchos intelectuales, entre ellos a Serafín Delmar, Car-
los Manuel Cox, Manuel Vázquez Díaz, Magda Portal, Blanca Luz Brum, viuda del

60 Chang - Literatura política


poeta peruano Juan Parra del Riego, Jorge Basadre y Mariátegui. Por su condición
física, Mariátegui fue confinado en el Hospital Militar de San Bortolomé. El
viernes 8 de junio de 1927 El Comercio de Lima apoyó la acusación del Gobierno
de que se había descubierto una conspiración comunista manipulada en el Perú por
la sección peruana del Apra y que entre los documentos hallados se encontraban
comunicaciones da Haya a Mariátegui. Desde esta batida comenzó a utilizarse en
el Perú el término de "comunista criollo".
Después de pasar seis días de reclusión en San Bartolomé, Mariátegui fue de-
vuelto a su domicilio con la advertencia de que quedaba bajo la vigilancia de la
policía. Mariátegui, en cartas a La Prensa, a La Correspondencia Sudamericana y
a El Comercio, protestó contra las falsas acusaciones. En la carta dirigida al
director de este último periódico, le recordó que era "marxista convicto y con-
feso", pero le negó rotundamente que se encontrase vinculado con la central co-
munista rusa, ni que dependiese de centro comunista alguno de Europa o de Améri-
ca. Protestas de grandes celebridades del mundo intelectual llegaron a favor de
Mariátegui y de la reaparición de Amauta. Por ella interceden Romain Rolland,
Barbusse, Máximo Gorki, Lunacharsky y Waldo Frank. Después de seis meses el Go-
bierno permite que aparezca el décimo número de Amauta.
Durante la clausura de la revista, Mariátegui se puso a trabajar en un tesis
sobre la poesía contemporánea. Había concebido por entonces tres categorías de
poesía: épica revolucionaria, disparate absoluto y lirismo puro.
En noviembre de 1928 Mariátegui publicó el primer número del quincenario La-
bor, periódico que puso en defensa de los intereses proletarios. Lo creó como
extensión de la revista Amauta Y poco a poco fue convirtiéndose en vocero de la
organización sindical. En sus páginas salieron muchos de sus artículos de orien-
tación sindical y su ensayo "Sobre el problema indígena" que fue escrito para la
agencia de noticias rusa Tass de Nueva York. Este ensayo fue traducido al inglés
y apareció en The Nation (Vol. 128, 26 de enero, 1929).
Sus trabajos sobre la realidad nacional los publicó en Labor Amauta y Mundial
y más tarde fueron reunidos en un volumen con el titulo de Siete ensayos de in-
terpretación de la realidad peruana. Durante este período Mariátegui vivía casi
completamente de su pluma.
La campaña a favor de los obreros del quincenario Labor fue aplaudida por los
trabajadores de Morococha, que el 14 de enero de 1929 le enviaron una carta de
reconocimiento y de adhesión por la defensa que hizo de sus reivindicaciones, 17.
La dictadura también notó la influencia que el periódico tenía entre las masas
proletarias y poco después de aparecer el décimo número lo clausuró. La casa de
Mariátegui en la calle Washington fue allanada por la policía. Muchos documentos
personales y autógrafos de celebridades intelectuales del extranjero se perdie-
ron ese día. Mariátegui protestó contra el atropello ante el doctor Benjamín
Huamán de los Heros, Ministro de Gobierno, y ante el Presidente de la Asociación
de periodistas sin obtener ningún resultado.
La desesperación de Mariátegui por las restricciones contra la libertad de
prensa, el abuse in crescendo de la tiranía, y la tensión nerviosa que le causa-
ba el conflicto con sus amigos apristas deterioraron su salud. El Comunismo In-
ternacional ya había ordenado que ~ combatiera al Apra y se organizara una lucha
sistemática de desprestigio de sus líderes. Los agentes comunistas intensifica-
ron su doble juego de intrigas para acelerar la separación de los dos líderes
políticos más importantes de izquierda que el Perú tenía en esos años: Haya de
la Torre y Mariátegui.
La formación del Partido nacionalista con los cuadros de lucha aprista,
propuesta por la célula del Apra de México, proporcionó el pretexto para el rom-
pimiento definitivo. En realidad las diferencias fueron únicamente de táctica,
de aplicación de los principios socialistas a la realidad peruana, pero como Ma-
riátegui no veía claramente el juego que le hacían los agentes de la internacio-
nal comunista que lo rodeaban, decidió fundar un partido socialista. El 16 de
setiembre fundó, con varios amigos, el Partido Socialista Peruano, en el balnea-
rio de Barranco, aledaño a Lima. Este nuevo Partido Socialista era una mezcla de
aprismo y comunismo, según palabras de Ricardo Martínez de la Torre, uno de los
socios fundadores y su primer secretario de propaganda. Mariátegui fue elegi-
do secretario General el 7 de octubre.
A principios del año siguiente, Mariátegui ayudó a los obreros de Lima a fun-
dar el Comité Pro-Confederación General del Perú que quedó establecida el 10 de
mayo de 1929 con el nombre oficial de Comité 19 de Mayo. En el número 24 de
Chang - Literatura política 61
Amauta, correspondiente a junio de 1929, Mariátegui presentó su saludo al Comité
Provisional de la C.G.T.P. que se había establecido el 17 de mayo. Por esos días
llegó la invitación del Partido Socialista para que enviara delegados al Congre-
so Sindical Latino americano de Montevideo que se reuniría, en mayo de 1929,
bajo los auspicios de la Internacional Comunista. También les llegó la invita-
ción para que concurrieran a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de
Buenos Aires que se iba a realizar en junio del mismo año. A la primera reunión
fueron cinco delegados presididos por Julio Portocarrero, y a la Conferencia de
Buenos Aires destacaron al mismo Portocarrero y al Dr. Hugo Pesce. Mariátegui
envió importantes trabajos, pero, en vez de recibir el aplauso de la III Inter-
nacional, recibió una severa censura por la formación del Partido Socialista. La
consigna roja de entonces era clara: la formación de partidos comunistas nacio-
nales completamente sumisos a las órdenes de Moscú y la intensificación de la
lucha contra el Apra. La crítica ncerla a sus ideas, sus planes y sus activida-
des por sus amigos de extrema izquierda empeoraron más aún la salud de Mariáte-
gui. Desesperado por el quebranto de su salud y por la falta de éxito en sus
planes políticos, decidió viajar a restablecerse definitivamente en Buenos Ai-
res. Un grupo de intelectuales argentinos encabezados por Samuel Glusberg lo
animaron para que se radicase en esa ciudad. Allá podría recibir mejor atención
médica y publicar libremente su revista Amauta. Los preparativos estaban en mar-
cha en la capital argentina para conseguirle alojamiento, al mismo tiempo que en
Santiago de Chile Luís Alberto Sánchez hacía arreglos para que dictase varias
conferencias a su paso por la capital del Mapocho. De pronto su enfermedad lo
ataca con inusitada virulencia a principios de marzo de 1930. El Dr. Carlos Roe,
Alcalde del Callao, afirma que no tiene remedio. Hay junta de médicos con la
ayuda de su amigo Hugo Pesce y del Dr. Fortunato Quesada. Este le practica una
operación de emergencia: el enfermo mejora ligeramente. Desde la cama renuncia
la Secretaría General del Partido Socialista que cae en manos de Eudocio Ravi-
nes, diligente del Apra. Es el último acto de Mariátegui porque a las ocho de la
mañana del 16 de abril de 1930 fallece en la Clínica Villarán de Lima.
Al día siguiente, Jueves Santo, millares de trabajadores, estudiantes, inte-
lectuales y artistas, amigos, conocidos y simpatizantes, acompañaron a pie su
cadáver por varios kilómetros en uno de los sepelios más conmovedores que había
visto Lima. Su ataúd cubierto de una bandera roja fue llevado en hombros por los
obreros. Sus amigos personales, con la bandera de la Confederación General de
Trabajadores del Perú en alto y entre sollozos, entonaron la Internacional. Así
fue despedido José Carlos Mariátegui, tenaz continuador de la labor emprendida
por González Prada, uno de los más abnegados adalides peruanos de izquierda, el
Amauta peruano del siglo XX, el socialista epónimo de Sudamérica.

XI
LA CONCEPCION RELIGIOSA DE JOSE CARLOS

LA INFLUENCIA MATERNA
José Carlos Mariátegui, como González Prada, nació en un hogar muy católico,
un hogar extremadamente religioso e influido del fanatismo ciego de las familias
humildes del Perú. Si el exceso religioso acompaña a la riqueza o a la holgadez
económica, como en el caso de los González de Prada Marrón y Lombera, este exce-
so toma peculiaridades más o menos discernibles y características que se pueden
identificar; en cambio la religiosidad en el hogar humilde y de escasa educación
adquiere manifestaciones alarmantes por su intensidad progresiva y peligrosidad
ofensiva.
Doña Amalia La Chira de Mariátegui, madre de José Carlos, fue una mujer muy
católica de una pequeña ciudad al norte de Lima. En el Perú la religiosidad del
pueblo parece estar en proporción inversa al tamaño de la población. Mientras
más pequeña es la ciudad o la villa, más fanática es su población. El Huacho de
doña Amalia, de unos 15,000 habitantes, no se escapa de esa regla.
El enclenque niño José Carlos recibió la continua prédica católica en el ho-
gar y en la iglesia que frecuentaba con su madre. Creció siendo un fervoroso ca-
tólico con rezos al levantarse, oraciones durante el día y más rezos al acostar-
se. El rosario y el cariño materno fortificaron su espíritu. El catecismo, el
62 Chang - Literatura política
misal y otros libros religiosos fueron sus primeros compañeros de lectura.
Pronto José Carlos da un salto de sus obligaciones de adolescente a los debe-
res del hombre maduro, sostén de la familia. Apenas termina su instrucción pri-
maria entra a trabajar en La Prensa para ganarse el pan de cada día. Pasan sus
años de ayudante, viene la época de periodismo diletante y de actividad de inte-
lectual que él mismo llamó decadente. José Carlos va desarrollándose mentalmen-
te, aferrado a las ideas religiosas de la madre. En sus horas apacibles el joven
intelectual se entrega a sus piadosas meditaciones y rezos. Su catolicismo au-
menta, su fervor crece y en un arranque místico, decide en 1916 retirarse del
mundo y va a visitar el Convento de los Descalzos de Lima. En la soledad de su
celda, a los 21 años, escribe el soneto:

Elogio de la celda ascética


Piadosa celda guardas aroma de breviario,
tienes la misteriosa pureza de la cal
y habita en ti el recuerdo de un Gran Solitario
que se purifica del pecado mortal

Sobre la mesa mística un devocionario


y dice evocaciones la estampa de un misal:
San Antonio de Padua, exangüe y visionario
tiene el místico ensueño del Cordero Pascual.

Cristo Crucificado llora ingratos desvíos.


Mira la calavera con sus ojos vacíos
que fingen en las noches una inquietante luz.
Y en el rumor del campo y de las oraciones
habla a la melancólica paz de los corazones
la soledad sonora de San Juan de la Cruz18.

Del contenido del poema se puede notar el grado de su religiosidad, su inte-


rés en los dogmas católicos, su estudio de la vida ejemplar de Jesús y de San
Antonio de Padua y su familiaridad con los místicos españoles. El inquieto inte-
lectual quiere paz espiritual.
Poco tiempo después José Carlos y su entrañable amigo Abraham Valdelomar re-
ciben el premio municipal de literatura y ensayos: el primero por su crónica re-
ligiosa "La Procesión del Señor de los Milagros", y el segundo por su ensayo
profano "La sicología del Gallinazo".
Vienen después meses de intenso estudio. El joven Mariátegui devora numerosas
obras, lee constantemente literatura social., hojea los libros marxistas que el
vendaval de la guerra europea arroja a playas de América y visita al fogoso es-
critor anticlerical Manuel González Prada, quien por entonces intensificaba su
prédica anárquica.: Bajo la influencia del Maestro,, José Carlos comienza a cam-
biar de interés y a modificar poco a poco sus antiguas ideas religiosas: Luego
se , produce el cambio de orientación política de La Prensa; y Mariátegui, que
ya se siente izquierdista, renuncia a su puesto para ir a poner su pluma al ser-
vicio del diario de avanzada El Tiempo. Sus años de tanteo socialista han comen-
zado y a medida que se compenetra del fervor reivindicacionista va metamorfo-
seando su manto religioso, aunque de manera lenta y casi imperceptible. En Euro-
pa absorbe más ideas avanzadas, se satura de marxismo, pero todavía opera en él
la influencia religiosa materna porque cuando conoció por primera vez al líder
comunista francés Barbusse ve en él "un sacerdote de la humanidad". Al siguiente
año, cuando nace su primer hijo en Roma, no espera mucho tiempo antes de llevar-
lo a la iglesia para ofrecerle el sacramento del bautismo.
Al poco tiempo de llegar al Perú, la juventud hierve de sentimiento anticle-
rical, aguzada por la maniobra política que Leguía ha planeado en componenda con
el Arzobispo de Lima. . Porque desean la completa separación de la Iglesia y el
Estado,, los estudiantes y obreros se oponen a la dedicación del Perú al Sagrado
Corazón de Jesús; Haya de la Torre, que prepara la jornada antigubernamental,
invita a Mariátegui a plegarse a la lucha, pero José Carlos tiene escrúpulos, y
tal vez si por no ofender sus convicciones religiosas, se abstiene dando el pre-
texto de que el movimiento carece de sentido revolucionario.

Chang - Literatura política 63


EL REVOLUCIONARIO MÍSTICO
En 1924 Mariátegui intensifica su aproximación a las masas proletarias y al
siguiente año inicia sus estudios de la realidad peruana; entonces se da cuenta
de que quienquiera que se preocupe por el porvenir del Perú tiene que encararse
con el problema religioso. Mariátegui ya no tiene más alternativas," ya no puede
seguir trasmañando su posición frente al clericalismo y se decide por la lucha
anticlerical.
En 1925 escribe un magnífico ensayo sobre la escuela laica. Nos recuerda que
ella apareció en la historia como producto natural del liberalismo y del capita-
lismo. Observa que en los países donde la Reforma concurrió a crear un clima
histórico favorable al fenómeno capitalista, la iglesia protestante, saturada de
liberalismo, no se opuso al dominio espiritual de la burguesía. Estos movimien-
tos históricos consustanciales no se entrabaron ni se contrariaron sino que
coordinaron espontáneamente su dirección. Empero, en los países católicos, donde
el capitalismo tardó en madurar, la Iglesia romana, solidaria con la economía
medioeval e identificada con los privilegios aristocráticos, se opuso empecina-
damente a los intereses de la burguesía: Luego nos dice:

La iglesia romana, coherente y lógica, amparaba las ideas de Autoridad y jerar-


quía en que se apoyaba el poder de la aristocracia. Contra esas ideas, la bur-
guesía, que pugnaba por sustituir a la aristocracia en el rol de clase dominante,
había inventado la idea de la Libertad. Sintiéndola contrastada por el catolicismo
tenía que reaccionar agriamente contra la iglesia en los varios campos de su ascen-
dente espiritual, y en particular en el de la educación pública. El pensamiento
burgués, en estas naciones donde no prendió la Reforma, no pudo detenerse en el li-
bre examen y llegó por tanto fácilmente, al ateísmo y a la irreligiosidad. El libe-
ralismo, el jacobinismo del mundo latino adquirió a causa de este conflicto entre
la burguesía y la iglesia, un espíritu acremente anti-religioso19.

De esta manera explica la dolencia de la lucha por la escuela laica en Fran-


cia e Italia. En España, donde el liberalismo nunca llegó a tener la influencia
que ha tenido en otros países europeos y donde el capitalismo no pasó de su es-
tado incipiente, los liberales, según Mariátegui, nunca han podido imponer una
política laicista. De esta manera, también, explica el debilitamiento del lai-
cismo en Francia y en Italia inmediatamente después del debilitamiento del libe-
ralismo. En estos dos países la política reaccionaria restableció en la escuela
la enseñanza religiosa y el clasicismo.
En lo referente a la decadencia de la lucha por la escuela laica, Mariátegui
observa que fue ella una criatura del Estado demo-liberal que la nueva genera-
ción americana no se propone adoptar como máximo ideal para sus pueblos porque
esta idea liberal ya ha perdido su virtud histórica. El no prevé en el horizonte
futuro el posible renacimiento de la lucha liberal por la escuela laica y sos-
tiene que en realidad la escuela laica fue propugnada en América por los radica-
loides y liberaloides. Nota que en los países donde llegó a funcionar la de-
mocracia la reforma fue forzosamente actuada. En cambio, en los países atrasados
de nuestra América, donde el caudillaje y el feudalismo han subsistido, la es-
cuela laica no ha sido adoptada. Allí los hombres de Estado han preferido llegar
a un entendimiento con la Iglesia, "buena maestra del principio de la autoridad,
cuya influencia conservadora ha sido diestramente usada contra la influencia
subversiva del liberalismo". Consecuentemente, los estados que nacieron de la
Revolución de la Independencia, que han tardado en consolidarse y desarrollarse,
como no pudieron imponer a sus masas sus propios mitos, se han visto obligados a
combinarlos y aliarlos con un rito religioso. Termina Mariátegui su artículo con
las siguientes palabras reveladoras:

El tema de la "educación laica" debe ser discutido en Nuestra América a la luz de


todos estos antecedentes. La nueva generación iberoamericana no puede contentarse
con una chata y gastada forma del ideario liberal. La "escuela laica", escuela bur-
guesa, no es el ideal de la juventud poseída de un potente afán de renovación. El
laicismo como fin., es una pobre cosa. En Rusia, en México, en los pueblos que se
transforman material y espiritualmente, la virtud renovadora y creadora de la es-
cuela no reside en su carácter laico, sino en su espíritu revolucionario. La re-
volución da ahí a la escuela su mito, su emoción, su misticismo, su irreligiosi-
dad20.

64 Chang - Literatura política


En otro artículo que escribió poco después, insiste en advertir a los hombres
de vanguardia de Indoamérica que no se ilusionen con el miraje de la escuela
laica. Les recomienda, en cambio, que se dediquen a la revolución social porque
la escuela burguesa seguirá siendo escuela burguesa mientras ese orden de cosas
prevalezca. El está firmemente convencido de que la escuela nueva vendrá por sí
sola con el orden nuevo, y nos da como prueba fehaciente el hecho de que la cri-
sis de la enseñanza coincida universalmente con la crisis política21.
El trabajo más extenso de Mariátegui sobre religión es su ensayo sobre "El
factor religioso" que abarca treinta y cuatro páginas de su libro 7 ensayos (3a.
ed., pp. 170-303). En él llegó a exponer sus más atrevidas ideas sobre este
tema. Ellas son, sin embargo, muy parcas para un marxista convicto y confeso.
¿Es que Mariátegui, como muchos escritores latinoamericanos rehusa expresar sus
ideas sobre la Iglesia? Muchos de nuestros izquierdistas le tienen miedo al
"coca" del clericalismo y se miden constantemente: más es lo que quieren decir
que lo que dicen, y menos es lo que escriben de lo que hablan a media voz con
rubor y con ambages. Pocos, muy pocos, son los que se han atrevido a expresar
sus opiniones con la franqueza y el valor de don Manuel González Prada.
Al estudiar la religión del Tawantinsuyo, Mariátegui nota que ella era, más
que un cuerpo de dogmas, un código moral que tendía a resolverse en lo social.
Compara la religión del Imperio Incaico con la de la China, sin precisar la se-
mejanza. Mariátegui no dice que esta comparación sólo cabe en el terreno moral:
que la religión incaica se diferencia de las religiones de la China en que no
entra en las especulaciones metafísicas en las que los chinos son. maestros.
Precisamente por estar identificada con el régimen social y político, la re-
ligión de los quechuas no pudo sobrevivir al Estado incaico. Sus fines eran tem-
porales más que espirituales: "Se preocupaba del reino de la tierra antes que
del reino del cielo"22 y su disciplina se imponía sobre toda la sociedad: tenía
una función social más que individual, de allí que el sablazo español cortase de
un tajo mortal a la teocracia y a la teogonía incaicas. Mariátegui nata que lo
único que subsistió de esta religión en el alma del indígena fueron los ritos
agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta. A1 derrumbe político
del Incario acompañó la caída de la teogonía de los quechuas; y sobre ella, los
españoles impusieron su catolicismo medioeval. Los ritos indígenas se infiltra-
ron en el rito católico, dándole la característica externa muy propia que hoy
encanta a los turistas.
Mariátegui considera a la Conquista de América como la última cruzada, es de-
cir, como una empresa esencialmente militar y religiosa porque en realidad en
ella trabajaron mancomunadamente soldados con hábito interno y misioneros con
espada escondida. Después de la traición de Cajamarca el poder espiritual es el
que, a los ojos del escritor, inspiró y manejó al poder temporal. Por eso ve en
el Coloniaje una empresa política y eclesiástica que se inaugura con don Pedro
de la Gasca (1547-1550). Con este inquisidor Presidente de la Audiencia de los
Reyes, el eclesiástico remplazó al evangelizador 23. Mariátegui critica el Colo-
niaje mucho más severamente que la Conquista. ¿Sería su europeísmo lo que le co-
municó exultación por la Conquista? Tal vez no por la caída del Imperio Incaico,
pero sí por la venida de las nuevas ideas, del feudalismo, etapa histórica im-
prescindible en la dialéctica marxista para la aparición de la burguesía y luego
del proletariado. Pero Mariátegui fue cauto y no se atrevió a defender abierta-
mente a los conquistadores; solamente se contentó con señalar las diferencias
que hubo entre la Conquista y la Colonia.
Nos explica que, como el liderato de la Revolución por la Independencia en el
Perú estuvo en manos de los criollos católicos, aunque entre ellos se encontrase
un influyente grupo de masones, la constitución republicana declaró al catoli-
cismo religión nacional. Mariátegui tiende a justificar los excesos de la in-
fluencia clerical y eclesiástica, echándole la culpa al liberalismo peruano de
principios del siglo. Siempre supedita el factor religioso al político y al eco-
nómico. Y es precisamente por su aversión al liberalismo que no es socialista
que Mariátegui no llega a comprender el papel histórico de Vigil. Vigil fue, a
nuestro juicio, uno de los precursores del izquierdismo peruano puesto que se
enfrentó contra uno de los pilares en que descansan la opresión, la injusticia y
el atraso del país. Sin embargo, Mariátegui rehusa incluirlo aun dentro del li-
beralismo del siglo xix, quejándose de que Vigil no intentara desfeudalizar el
Estado. Mariátegui se olvida de que al hombre hay que pedirle lo que puede dar
de acuerdo con su preparación, inclinación y vocación, y que así como unos. se
Chang - Literatura política 65
concentran en la lucha por la reivindicación económica, porque tienen la prepa-
ración y los medios para hacerlo, otros solamente se dedican a la cruzada anti-
clerical. La lucha total contra todos los males que aquejan a un país debe ha-
cerse en equipo; pero cuando falta el equipo, entonces agradezcamos y aplaudamos
a quienes valientemente emprenden aisladamente su cruzada. No culpemos a Vigil
por lo que dejó de hacer, sino a la generación que no supo secundarlo.
El movimiento radical peruano de fines del siglo tampoco recibe el elogio del
socialista limeño. Reconoce que el movimiento radical denunció al civilismo,
pierolismo y militarismo y consti2uyó la primera agitación anticlerical efecti-
va, pero se queja de que lo hayan dirigido hombres de temperamento más literario
o filosófico que político o económico. Nuevamente el limeño censura a los radi-
cales por no haber cambiado la estructura económica del país, alrededor de la
cual giran, como ominosos satélites, los demás males del país. Para él, la lucha
gonzalezpradista no fue una ganancia, y "su ineficacia" se debió a la carencia
de un programa económico social; su anticlericalismo y anticentralismo fueron
insuficientes para conmover el feudalismo peruano. Mariátegui y la mayoría de
los marxistas peruanos no saben aquilatar la misión histórica del gran Precur-
sor; se olvidan que a muchos de ellos González Prada les quitó el velo de los
ojos y que no muy pocos llegaron al marxismo por vía del Maestro.
La interpretación mariateguista del papel de la Iglesia en el Perú difiere en
parte de la interpretación que otros marxistas hacen del desarrollo de la in-
fluencia eclesiástica en sus países. La concepción religiosa de Mariátegui no
coincide con la de muchos teóricos marxistas europeos de antes y después de
Marx. Empero, el socialista limeño cree que, desde que el capitalismo ha perdido
su sentido revolucionario, debe dar paso al socialismo, y que la misión de todo
revolucionario está, no en esforzarse por cambiar las formas eclesiásticas y
doctrinas religiosas peculiares inherentes al régimen capitalista en decadencia,
sino en cambiar el régimen económico y político; hecho esto, el problema reli-
gioso quedará resuelto en forma concomitante y consecuente. Cree con Sorel que
en la conciencia de los hombres los actuales mitos revolucionarios o sociales
pueden remplazar a los antiguos mitos religiosos 24. Para Mariátegui el marxismo
es una verdadera religión que debía profesarse y propagarse con apasionamiento.

LA RELIGION NO ES EL OPIO DE LOS PUEBLOS


El hecho de que Mariátegui haya escrito poco sobre religión y no se haya
atrevido a empujar su concepción religiosa al nivel de sus concepciones políti-
cas, sociales y económicas que vio a la luz del marxismo, podría indicar que él
nunca llegó a independizarse completamente de las enseñanzas religiosas que re-
cibió durante su infancia y juventud. De allí que hasta pocos años antes de mo-
rir todavía reconociera con reverencia que su viaje a Europa le había servido
para encontrar a Dios al mismo tiempo que descubría a la Humanidad25.
Mariátegui jamás profirió una palabra irreverente contra dogma religioso al-
guno. Nunca dudó de la existencia de Dios, y si a veces tuvo frases de elogio
para el protestantismo, fue porque reconocía que el protes2antismo había acele-
rado el proceso histórico de muchos países llevándolos hacia el capitalismo; es
decir, acercándolos hacia el socialismo, según la dialéctica marxista. Contra el
catolicismo nunca se expresó mal; todos sus comentarios parcos sobre religión se
refirieron enteramente a la Iglesia. Mariátegui no denotó inclinaciones hacia el
ateísmo: se contentó con su propia forma de catolicismo; sólo a veces tuvo
arranques anticlericales que siempre estuvieron medidos, no sólo por considera-
ción a su madre, a sus familiares o a sus amistades, sino también por quedar en
paz con su conciencia. En un artículo que dejó inédito, y que en 1950 fue in-
cluido en su libro póstumo El alma matinal..., nos confiesa que es a medias sen-
sual y a medias místico (p. 102).
Si su socialismo alteró muy poco sus ideas religiosas, en cambio su concep-
ción religiosa sí alteró sus ideas políticas. Mariátegui comunicó; un carácter
místico a su interpretación socialista; vio en toda revolución un movimiento re-
ligioso. Para él, la palabra religión ha adquirido un nuevo valor, un nuevo sen-
tido: ya no significa únicamente la fe que emana de ciertos dogmas, cierta moral
y cierto culto que determinada iglesia propugna. Mariátegui no nos aclara bien
sus propias ideas, no nos explica con precisión; pero probablemente tomó la pa-
labra religión en su acepción de obligación de conciencia, como. una creencia en
el bien supremo que se consigue mediante la acción revolucionaria. Y fue esta
66 Chang - Literatura política
concepción maravillosa de la palabra religión lo que le hizo escribir que la re-
volución necesitaba de un mito. Y fue esta interpretación de la religión lo que
le hizo contradecir a sus amigos comunistas, negando que la religión sea el opio
de los pueblos. A ellos les dijo que todo movimiento revolucionario, toda doc-
trina redentora, es esencialmente religiosa, y, por tanto, el comunismo, no obs-
tante su alharaca antireligiosa, es esencialmente religioso.
Aunque poco escribiera sobre religión, Mariátegui fue indudablemente un mís-
tico revolucionario. Quiso la transformación social por medio de la revolución
económica; pero a diferencia de los comunistas que toman la alteración del orden
económico como un fin, Mariátegui la consideró como un medio; un medio para dar
a todos los hombres de la tierra bienestar material, acompañado de felicidad es-
piritual, de tranquilidad en el alma, de esa tranquilidad que en su juventud
buscó en el Convento de los Descalzos de Lima.

18 M. Wiesse, op. cit., pp. 23-24.


19 J. C. Mariátegui, "Introducción a un estudio sobre el problema de la educación pública. La es -
cuela Laica", Repertorio Americano, XI, 1 (7 Sept. 1925), 13. En otro ensayo que escribió más
tarde, Mariátegui considera al protestantismo como la levadura espiritual del capitalismo: "La
reforma protestante contenía la esencia, el germen del Estado liberal. El protestantismo y el
liberalismo correspondieron como corriente religiosa y tendencia política respectivamente, al
desarrollo de los factores de la economía capitalista". Cnf. "El factor religioso", en 7 ensayos
(Lima: Edit. Amauta, 1952) p. 187. Similar opinión ya había expresado en su artículo "Divagacio-
nes sobre el tema de la latinidad" que apareció en Mundial el 20 de febrero de 1925 y que fue
transcrito en El alma matinal. Léase la p. 164 de este libro.
20 Ibid.
21 Idem., "La libertad de la enseñanza", Repertorio Americano; XI, 9 (9 Nov. 1925) , 136-137.
22 Idem., "El factor religioso", en 7 ensayos, p. 173.
23 Ibid., p. 180.
24 Ibid., p. 202-203.
25 Idem., "El proceso de la literatura", en 7 ensayos, p. 372.

XII
EL SOCIALISMO DE MARIATEGUI

JORNADAS SOCIALISTAS
La labor democrática que José Carlos Mariátegui realizó en El Tiempo (1916-
1919), La Noche (1917), Nuestra Epoca (1918) y La Razón (1919) no puede ser con-
siderada propiamente como labor socialista. Antes de su viaje a Europa, Mariáte-
gui todavía no se había definido políticamente. Su izquierdismo se había desa-
rrollado como proceso normal de su desenvolvimiento intelectual, estimulado por
la amistad con hombres de avanzada limeños como Manuel González Prada- y provin-
cianos -como Víctor Raúl Haya de la Torre y César Vallejo. Su campaña de prensa
en favor de las reivindicaciones obreras y la Reforma Universitaria, y su vincu-
lación con gonzalezpradistas, anarcosindicalistas y socialistas ponen en eviden-
cia su inclinación política. Pero en rigor, fue durante su viaje a Europa (1919-
1923) cuando abrazó completamente el credo socialista, tomando la filiación
y la fe que le dieron el sello característico a su labor posterior. Su estada
en Europa le sirvió para ampliar sus conocimientos marxistas y definir su derro-
tero político.
A1 regresar al Perú, sus amigos notan el cambio en Mariátegui: ha desarrolla-
do su inteligencia, su romanticismo revolucionario, su preparación socialista.
Por eso Haya de la Torre lo invita que colabore en las Universidades Populares y
Gonzalez Prada, al salir deportado, lo deja a cargo de la dirección de la revis-
ta Claridad. Poco a poco Mariátegui comienza a crecer en estatura política sus-
tituyendo eficientemente al compañero de lucha desterrado26.
Tan pronto como se entera de la fundación de la Alianza Popular Revoluciona-
ria Americana y conoce su programa máximo, Mariátegui se plega a sus filas ayu-
dando a formar la célula aprista limeña. En 1926 publica Amauta como tribuna iz-
quierdista y se rodea de los más entusiastas reformadores peruanos. En enero de
1927, en su "Mensaje al Congreso Obrero", reconoce que los apristas tienen razón
al pedir originalidad de método y acción en la lucha por las reivindicaciones de
los trabajadores manuales e intelectuales:

Chang - Literatura política 67


El marxismo, del cual todos hablan pero muy pocos conocen y, sobre todo, compren-
den, es un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya ín-
tegramente en la realidad, en los hechos. No es como algunos erróneamente suponen,
un cuerpo de principios, de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas
históricos y todas las latitudes sociales…27.

En septiembre de 1928 Mariátegui insiste en la forjación de un socialismo


adaptado a la realidad peruana: "No queremos ciertamente, que el socialismo sea
en América, calcó y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con
nuestra propia realidad en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoameri-
cano"28.
Hasta entonces Mariátegui compartía los ideales del Apra: su socialismo era
esencialmente nacionalista. Poco tiempo después, sin embargo, se produjo cierto
enfriamiento en sus relaciones con Haya de la Torre y otros apristas, debido a
una serie de intrigas políticas que se tejieron alrededor de él a raíz de la or-
den impartida por la Internacional de liquidar al Apra. La directiva comunista
fue redactada en Moscú por el Secretario Latino [!] de la Internacional Co-
munista y en ella se explica por qué el Comunismo consideraba al Apra su enemigo
político:

El Apra niega la necesidad para los obreros del Perú de crear su partido de clase
y de ligar este partido del proletariado peruano con el movimiento proletario in-
ternacional. El Apra quiere ser ella misma "un gran partido anti-imperialista lati-
noamericano que lucha por la libertad del pueblo. En este gran partido latinoameri-
cano, especie de Kuomintang de la América Latina, el pueblo es llamado a organizar-
se sin distinción de clase...
............... ............................
6. Si la I. C. [Internacional Comunista] está dispuesta a recibir delegados del
Apra para discutir sobre los desacuerdos señalados más arriba.
El Ejecutivo de la I. C. que condena la ideología pequeñoburguesa y la acción
anti-comunista del Apra" no juzga útil invitar una delegación del Apra. Pero por
consideración a los obreros revolucionarios del Perú ilusionados sobre el rol del
Apra, el Secretario de la I. C. estará siempre dispuesto a discutir con una delega-
ción sobre los problemas revolucionarios del Perú, si la dirección del Apra, bajo
la presión de la clase obrera peruana, decide enviar una delegación para discutir
con el Ejecutivo de la I. C. los desacuerdos señalados más arriba.
7. Sobre la formación de un P. C. [Partido Comunista]. Existen en el Perú comu-
nistas aislados que están de acuerdo con el programa y la táctica de la I. C. Estos
elementos deben tomar la iniciativa de construir un P. C. peruano. El Secretario de
la I. C. está pronto a ayudarlos en este trabajo29.

En obediencia a estas instrucciones secretas los comunistas de la América La-


tina comenzaron su campaña de desprestigio al Apra al agotar todos los recursos
para convencerlos de que hicieran causa común y guiaran su política conforme a
la Internacional Comunista. Fue entonces cuando se urdió el rompimiento de Ma-
riátegui con Haya de la Torre. Estos antecedentes explican por qué Mariátegui se
opuso a la propuesta de la célula aprista de México para transformar la Alianza
Popular Revolucionaria Americana en partido político y lanzar candidatos en las
elecciones generales futuras.
Presionado por los elementos extremistas que lo rodeaban, Mariátegui; en cam-
bio, apoyó la iniciativa para la formación del Partido a Socialista del Perú. El
partido quedó fundado el 16 de septiembre de 1928 y el 7 de octubre del mismo
año su Bureau de Dirección30 aprobó la moción de Mariátegui que pedía que el Par-
tido Socialista del Perú fuera "no el partido del proletariado sino el de los
obreros y campesinos"31. Entonces él tenía la misma idea que más tardo dio el
triunfo a Mao Tse Tung: En los países no desarrollados el énfasis revolucionario
hay que ponerlo en los trabajadores manuales del campo y de la ciudad y no úni-
camente en el proletariado.
La insistencia de Mariátegui de que no se formase un partido comunista sino
un partido socialista y el quinto punto de la orden del día redactado por Ma-
riátegui, que establecía el principio de aceptar una "alianza con organizaciones
o grupos de pequeña burguesía"32, estaban en directa contradicción a las directi-
vas de Moscú.
Julio Portocarrero, Secretario Sindical del Partido, aceptó la decisión de su
jefe peruano y siguió sus instrucciones para organizar a los obreros. Su labor
sindical, con la ayuda de Avelino Navarro culminó en el establecimiento de la

68 Chang - Literatura política


Confederación General de Trabajadores del Perú.
Con los delegados que fueron en 1929 al Congreso Constituyente de la Confede-
ración Sindical de Montevideo y a la Primera Conferencia Comunista. Latinoameri-
cana de Buenos Aires, Mariátegui envió su tesis sobre "El problema de las razas
en la América Latina", un esquema sobre "Antecedentes y desarrollo de la acción
clasista" y su "Punto de vista antiimperialista".
En Buenos Aires los delegados peruanos Julio Portocarrero (alias camarada Za-
mora) y Hugo Pesce (alias camarada Saco) presentaron las ideas de Mariátegui in-
mediatamente después de lanzar su ataque al aprismo, ataque que era necesario en
toda conferencia comunista a la que asistían peruanos. Portocarrero sustanció la
tesis de Mariátegui y sintetizó el programa del partido socialista peruano:

1º Expropiación sin indemnización de los latifundios; entrega de una parte a los


"ayllus" y comunidades, prestando todo el contingente de la técnica agrícola moder-
na. Repartición del resto entre los colonos, arrendatarios y yanaconas.
2º Confiscación de las empresas extranjeras; minas, industrias, bancos y de las
empresas más importantes de la burgue5ía nacional.
3º Desconocimiento de la deuda del Estado y liquidación de todo control por pa-
r2e del imperialismo.
4º Jornada de ocho horas en la ciudad y en las dependencias agrícolas del Esta -
do, y abolición de toda forma de servidumbre y semi-esclavitud.
5º Armamento inmediato de los obreros y campesinos y transformación del ejército
y de la policía en milicia obrera y campesina.
6º Instauración de los municipios obreros,, campesinos y soldados, en lugar de
la dominación de clase de los grandes propietarios de la tierra y de la Iglesia33.

No obstante las radicales medidas que el Partido Socialista del Perú propug-
naba, el camarada Peters34 agente soviético que traía la palabra oficial, criticó
rudamente la idea de Mariátegui de fundar un partido socialista en vez de formar
inmediatamente el partido comunista peruano de acuerdo con la orden que ya se
había enviado antes.
Una vez que se conoció el veredicto oficial del Primer Congreso Comunista la-
tinoamericano., el flamante partido socialista peruano comenzó a desintegrarse.
En su seno había varios comunistas encubiertos que deseaban encauzar el partido
en la dirección de las consignas internacionales y enmendar lo que ellos llama-
ban "error táctico". Ellos fueron los que propusieron que el Comité Central del
partido socialista se adhiriese a la Tercera Internacional y se acordase traba-
jar por obtener esta misma adhesión de los demás grupos que integraban el parti-
do. Como esta propuesta ponía al descubierto la filiación política verdadera de
sus autores, varios socialistas renunciaron sus puestos en el Comité Central y
se apartaron del partido. Mariátegui, mientras tanto, se debatía entre la vida y
la muerte y no pudo definirse claramente no obstante la presión de los extremis-
tas que lo rodeaban. Murió pronto, en parte, víctima de las intrigas de los
agentes de la Internacional Roja. Varios días después de su entierro llegó una
extensa comunicación de la Internacional Comunista ampliando la polémica que se
había iniciado en Buenos Aires, sobre la necesidad de fundar un partido comunis-
ta en vez de un partido socialista. En ella se elogiaba la labor de los comunis-
tas peruanos al desprestigiar al Apra y urgía la organización del Partido Comu-
nista. Como estaban más interesados en pulverizar al Apra que en conseguir las
reivindicaciones sociales, la comunicación recalcaba:

La lucha ideológica contra el Apra es pues, una de las condiciones primeras para
volear una claridad absoluta en la conciencia del proletariado peruano, claridad
indispensable si queréis evitar que vuestro trabajo ulterior no quede en la esteri-
lidad por las sobrevivencias de la ideología aprista en el movimiento obrero35.

En cumplimiento de esta orden, los pocos miembros del Partido Socialista que
quedaban se reunieron en sesión el 20 de mayo de I930 en la huerta del comunista
Peves, más allá de Chosica. Después de breve díscusión, todos los asistentes,
menos Ricardo Martínez de la Torre, aprobaron el cambio de nombre. Así, con una
maniobra espuria y por manipulación remota, nacía el Partido Comunista del Perú.
Cabe recalcar que el mismo Martínez de la Torre confiesa en sus Apuntes para una
interpretación marxista... que él se opuso a la creación del partido comunis2a
siguiendo el pensamiento de Mariátegui36.
Basándonos en documentos incontestables publicados por los mismos comunistas,

Chang - Literatura política 69


ex-comunistas o amigos de Mariátegui -todos ellos enemigos del Apra- podemos
discernir claramente que Mariátegui no fue el fundador del Partido Comunista del
Perú. El brillante pensador de izquierda fue esencialmente socialista; un mar-
xista "convicto y confeso", pero nunca un comunista obediente a las consignas.
Que su pensamiento socialista a veces coincidía con la praxis acomodaticia de la
Internacional Roja es verdad, pero esto no prueba la calumniosa aserción de que
Mariátegui por razones tácticas, era un comunista encubierto. Quien quiera ana-
lizar la trayectoria ideológica socialista de Mariátegiu tendrá que leer cuida-
dosamente sus escritos de 1923 a 1929 que produjo en estado consciente y en
pleno uso de todas sus facultades mentales. Lo que apareció con su firma durante
los meses que precedieron a su muerte, y que parece seguir fielmente las órdenes
de Moscú, debe ponerse en tela de juicio puesto que, o lo escribieron otros o
salió de su mente alterada por las intrigas y la presión de aquellos que lo ro-
dearon y precipitaron la rápida deterioración de su salud. El socialismo de Ma-
riátegui se encuentra, pues, en sus 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana; en los artículos no comprendidos en este libro y que fueron publicados
en la revista Mundial de 1925 a 1929, en las secciones "Peruanicemos al Perú" y
"Motivos Polémicos"; en su tesis sobre el problema indígena que apareció en el
No. 25 de Amauta; en las notas en Amauta que llevaban el rubro de "El proceso
del gamonalismo"; en su artículo "Sobre el problema indígena" escrito para la
Agencia Tass de N. Y., publicado en inglés por The Nation y en castellano en el
primer número de Labor y más tarde incluido en la tercera edición de sus 7 ensa-
yos; en su "Defensa del marxismo" que publicó en Amauta, pero sobre todo en su
plan para fundar el partido socialista peruano en vez de un partido comunista,
que envió valientemente al Primer Congreso Comunista Latinoamericano celebrado
en Montevideo pocos meses antes de su muerte.
Su libro sobre la historia del socialismo peruano hasta hoy no aparece. Pro-
bablemente se perdió -o mejor dicho, lo perdieron- porque tenía muchos puntos
concordantes con la ideología aprista.

INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA


Ahora pasemos a analizar las ideas socialistas más importantes que Mariátegui
expuso en sus artículos publicados en revistas y periódicos. Mariátegui no llegó
a escribir ningún libro político en forma organizada, en forma sistematizada.
Los dos únicos libros que logró publicar en vida, La escena contemporánea y 7
ensayos de interpretación de la realidad peruana, y sus libros pós2umos reúnen
su obra literaria que apareció periódicamente en revistas y periódicos. Con esta
aclaración previa, analicemos su interpretación de la realidad peruana como la
presenta en sus 7 ensayos.
En el primer ensayo: "Esquema de la evolución económica", Mariátegui analiza
la economía peruana por períodos históricos, señalando el carácter comunal de la
economía incaica y el carácter feudal de la Colonia. Su tesis sobre la revolu-
ción de la independencia sigue los lineamientos marxistas:

Las ideas de la revolución francesa y de la constitución norteamericana encontra-


ron un clima favorable en su difusión en Sud-América, a causa de que en Sud-América
existía ya aunque fuera embrionariamente, una burguesía que, a causa de sus ne-
cesidades e intereses económicos, podía y debía contagiarse del humor revoluciona-
rio de la burguesía europea. La Independencia de Hispano-América no se habría rea-
lizado, ciertamente si no hubiese contado con una generación heroica, sensible a la
emoción de su época, con capacidad y voluntad para actuar en estos pueblos una ver-
dadera revolución. La Independencia, bajo este aspecto, se presenta como una empre-
sa romántica. Pero esto no contradice la tesis de la trama económica de la revolu-
ción emancipadora. Los conductores, los caudillos, los ideólogos de esta revolución
no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones económicas de este
acontecimiento. E1 hecho intelectual y sentimental no fue anterior al hecho econó-
mico37.

Luego sobreestima, con criterio marxista, el desenvolvimiento de la burguesía


en la República. Su interpretación de la economía de la República se desenvuelve
cómo si siguiese una fórmula química en la que todos los incidentes de nuestro
primer siglo republicano se produjeron debido a la participación de los factores
que satisfacen la fórmula marxista. Parece que Mariátegui ignorase que para in-
terpretar la realidad peruana -o la realidad americana- hay que considerar el

70 Chang - Literatura política


factor geográfico y el factor hombre, ambos completamente distintos del geo y
del homos europeos. El europeísmo resalta en sus páginas,, particularmente cuan-
do afirma: "El Perú emergido de la Conquista, afirmado en la Independencia, ha-
bía menester de las máquinas, de los métodos y de las ideas europeos, de los oc-
cidemtales",38 y cuando niega rotundamente la decadencia de Occidente.
Al analizar el carácter de la economía actual, Mariátegui nos recuerda que
después de la Guerra del Pacífico el poder volvió a caer en manos de los jefes
militares a quienes considera espiritual y orgánicamente inadecuados para diri-
gir el trabajo de reconstrucción económica. Es por esta incapacidad de los mili-
tares politiqueros que en corto tiempo los capitalistas formados con el usufruc-
to del guano y del salitre resumen su función maléfica y vuelven a ocupar su po-
sición privilegiada de tal manera que la política del país se acomodó completa-
mente a sus intereses de clase39. Encuentra en la solución que el civilismo dio
al problema monetario y la firma del contrato Grace, el cual ratificó el predo-
minio del imperialismo británico en el Perú , con la entrega de los ferrocarri-
les del Estado a los banqueros ingleses, los actos más sustantivos y caracterís-
ticos de la liquidación de las consecuencias económicas de la derrota. Nota que
cuando el guano y el salitre ya no constituyen el eje central de la economía na-
cional, ésta se comienza a reorganizar de acuerdo con ciertos hechos:
1. La aparición de la industria moderna en la forma de fábricas, usinas,
transportes que transforman la vida del país, pero especialmente la vida de la
Costa. Al darnos este factor, Mariátegui se esfuerza por acomodar la historia al
criterio marxista que gira alrededor de la industrialización, del proletariado y
de la lucha de clases. Esta aparición de la industria moderna fue, por cierto,
muy limitada y probablemente en mucho menor escala que en algunos países de Asia
y de Africa.
2. La función del capital financiero que aportaban los bancos nacionales de
reciente creación y diversas empresas industriales y comerciales que todavía se
encuentran uncidas a los intereses del capital extranjero y de los señores feu-
dales peruanos. Al final de este punto y no al principio, Mariátegui coloca las
sucursales de los bancos extranjeros dependientes de la alta finanza norteameri-
cana e inglesa.
3. La apertura del Canal de Panamá que colocó al Perú más -a cerca de Europa
y de Estados Unidos, trayendo por consecuencia considerable aumento en las im-
portaciones y exportaciones.
4. La gradual supremacía del poder norteamericano. Este predominio yanqui que
menciona Mariátegui en realidad no desplazó al imperialismo británico sino que
lo sobrepasó con el aumento de sus inversiones y el rápido crecimiento del co-
mercio. Mejor dicho, que a la fuerte influencia inglesa se añadió una influencia
más poderosa: la norteamericana.
5. "El desenvolvimiento de una clase capitalista dentro de la cual cesa de
prevalecer como antes la antigua aristocracia. La propiedad agraria conserva su
potencia; pero declina la de los apellidos virreinales. Se constata el robuste-
cimiento de la burguesía". Un factor muy importante y muy bien percibido por Ma-
riátegui. Empero, vale apuntar que el nacimiento de capitalistas peruanos no se
debe únicamente a la industrialización del país. Muchos de los capitalistas del
período posterior a la derrota forjaron sus fortunas en el lucrativo negocio que
brinda el manejo de la cosa pública.
6. La temporal ilusión de la explotación del caucho con toda su secuela de
abusos tan brillantemente expuestos en La Vorágine, el brote novelístico de José
Eustasio Rivera.
7. "Las sobreutilidades del período europeo", en las que Mariátegui coloca la
aparición de fortunas, gracias al rápido aumento de precio de los productos pe-
ruanos producidos por la mano de obra barata. Atinada observación, porque, en
efecto, en el Perú la fórmula milagrosa que muchos aspirantes a capitalistas sa-
ben de memoria puede reducirse a una fórmula rudimentaria: Alza de precios, más
cholo, barato, igual fortuna fácil y rápida.
8. La política de los empréstitos y el consecuente aumento exorbitante de la
deuda exterior" en la que Norteamérica reemplaza a Inglaterra. Rasgo importante,
porque en realidad esta lamentable política administrativa basada en la obten-
ción del máximo beneficio, garantiza el pago de sus desmanes no solamente con el
sudor del indio y el cholo de hoy, sino también con el sufrimiento del indio y
el cholo por nacer. ¡Desatinada medida la de legar a la generación peruana, fu-
tura las deudas contraídas para cubrir nuestros derroches y nuestras inepcias!
Chang - Literatura política 71
Después de darnos estos rasgos de la formación y desarrollo de la economía
peruana, Mariátegui anota, como constatación final suya, que en el Perú de hoy
coexisten elementos de tres economías diferentes: feudal (herencia de la Con-
quista), comunista (herencia del Incario) y burguesa (producto de la Repúbli-
ca)40.
En su ensayo sobre "Regionalismo y Centralismo", Mariátegui dice que el re-
gionalismo en el Perú no es un movimiento, una corriente o un programa,, sino la
expresión vaga de un malestar y de un descontento social y económico. Reconoce
que uno de los vicios de la organización política peruana es su centralismo,
pero cree que la solución no está en lo que él llama federalismo de raíz e ins-
piración feudales. Observa que hay tantos conservadores como liberales a favor y
en contra de la descentralización, y advierte que si se efectúa una descentrali-
zación puramente política y administrativa, aumentaría el poder del gamonalis-
mo41.
Aunque recuerda que los partidos y caudillos peruanos han adoptado en diver-
sas ocasiones, por razones de oportunismo político, la tesis de la descentrali-
zación, Mariátegui se decide por un regionalismo democrático, planificado, ten-
diente a favorecer al indio42. Arguye observando que la geografía física del Perú
es esencialmente anticentralista.
En este ensayo Mariátegui contradice a los comunistas al afirmar que al Perú
le está vedado convertirse en breve plazo en un país manufacturero debido a su
posición geográfica, su población y su deficiente educación técnica43.
No obstante sus ideas sobre la conveniencia de la descentralización y no obs-
tante el hecho de que pusiese en tela de juicio la conveniencia de que Lima siga
siendo la capital del Perú,44 a Mariátegui no se le puede acusar de antilimeñis-
mo. En realidad, la capital del Perú de hoy no satisface las necesidades econó-
micas, políticas ni administrativas de la República. Ser anticentralista no
quiere decir ser antilimeñista, porque el día en que la Capital se traslade al
interior -al Cusco, por ejemplo- Lima dejará de ser el blanco del anticentralis-
mo. A Lima se la debe combatir por lo que representa, por las funciones que se
le ha dado, y sobre todo, por las presunciones que se ha atribuido. Su ubicación
geográfica le niega el derecho a ser la Capital del país.

DEFENSA DEL MARXISMO


En el estudio de las ideas socialistas de Mariátegui otra fuente importante
es su libro póstumo Defensa del marxismo que contiene artículos originalmente
publicados en Amauta y Mundial. La mayor parte de sus ideas sobre teoría marxis-
ta se encuentran en las primeras 71 páginas del libro. Allí aparecen las exce-
lentes reseñas de libros escritos por "herejes" y detractores del marxismo: Más
allá del marxismo por Henri de Man, Mi vida y mi obra por Henry Ford, La ciencia
de la revolución por Max Eastman. Mariátegui censura estas obras con argumentos
obtenidos de El imperialismo, última etapa del capitalismo de Lenin, de El Capi-
tal y de artículos publicados en Clarté y La Lutte des Classes de París. Cree
Mariátegui que la crítica hecha por escritores disidentes no socava en lo mínimo
los cimientos del marxismo: "La herejía es indispensable para comprobar la salud
del dogma", y que en realidad algunos de ellos han estimulado la actividad inte-
lectual del socialismo, cumpliendo una función de reactivos45.
Más allá del marxismo es para Mariátegui un libro derrotista y negativo, cuya
parte más importante es la que contiene la crítica de la política reformista.
Pero como se basa en situaciones pasadas en Alemania, Henri de Man no critica a
Marx sino a Lasalle46. Como debe llamarse dilentantismo a toda tendencia de apli-
car los principios de la ciencia más en boga al análisis de la política o de la
economía, Henri de Man resulta un verdadero diletante ya que él aplica la sico-
logía y el sicoanálisis a la crítica socialista47.
En defensa de la ética del marxismo que De Man ataca, Mariátegui escribe:

La función ética del socialismo... debe ser buscada, no en grandilocuentes decá-


logos ni en especulaciones filosóficas... sino en la creación de una moral de pro-
ductores por el ptopio proceso de la lucha anticapitalista... Todos los que como
Henri de Man predican y anuncian un socialismo ético, basado en principios humani-
tarios, en vez de contribuir de algún modo a la elevación moral del proletariado,
trabajan inconscientemente, paradójicamente, contra su afirmación como una fuerza
creadora y heroica, vale decir contra su rol civilizador. Por la vía del socialismo

72 Chang - Literatura política


"moral" y de sus pláticas anti-materialistas, no se consigue sino recaer en el más
estéril y lacrimoso romanticismo humanitario, en la más decadente apologética del
"paria", en el más sentimental e inepto plagio de la frase evangélica de los "po-
bres espíritus". Y esto equivale a retrotraer al socialismo a su estación romántica
utopista en que sus reivindicaciones se alimentaban, en gran parte del resentimien-
to y la divagación de esa aristocracia que, después de haberse entretenido idílica
y dieciochescamente en disfrazarse de pastores y zagales y convertirse a la enci-
clopedia y en liberalismo, soñaba cómo acaudillar bizarra y caballerosamente una
revolución de descamisados y de ilotas48.

Para Mariátegui el socialismo ético "pseudo cristiano" o humanitario es ana-


crónico, un ejercicio más o menos lírico e inocuo de una burguesía fatigada y
decadente:

Los marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior
al orden capitalista, incumba a una amorfa masa de parias ni de oprimidos" guiada
por evangélicos predicadores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no
se alimenta de compasión y de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos
los elementos de lo sublime y heroico de su ascensión, el proletariado debe elevar-
se a una "moral de productores", muy distante y distinta de la "moral de esclavos"
de que oficiosamente se empeñan de proveerlo sus gratuitos profesores de moral, ho-
rrorizados de su materialismo. Una nueva civilización no puede surgir de un triste
y humillado mundo de ilotas y de miserables, sin más título ni más actitud que los
de su ilotismo y su miseria. El proletariado ingresa en la historia políticamente,
si no como clase social, en el instante en que descubre su misión de edificar con
los elementos allegados por el esfuerzo humano, moral o amoral, justo o injusto, un
orden social superior. Y esta capacidad no ha arribado por milagro. La adquiere si-
tuándose sólidamente en el terreno de la economía, de la producción. Su moral de
clase depende de la energía y heroísmo con que opere en este terreno y de la ampli-
tud con que conozca y domine la economía burguesa49.

No obstante las diferencias que encuentra entre el sistema socialista y el


sistema capitalista, Mariátegui se inclina a favorecer la coexistencia de los
estados de economía socialista con los estados de economía capitalista.
Al estudiar al proletariado británico de su época, Mariátegui nos dice que el
socialismo inglés confirma la teoría marxista y reconoce que el marxismo descan-
sa en el estudio de la economía teórica y práctica de Inglaterra. Señala. que
Marx y su escuela -de Lenin a Hilferding- sostienen que la evolución del capita-
lismo conduce a las condiciones materiales y espirituales de un orden socialis-
ta. Al examinar los orígenes del socialismo inglés, ve que ellos no son doctri-
narios como los del bolchevismo ruso o como los de la social-democracia alemana.
Indica que el Labour Party nació de las "trade unions" qué F aparecieron y se
desarrollaron como asociaciones estrictamente sociales y profesionales, de allí
que el "trade unionism" creciera indiferente y hasta hostil al doctrinarismo po-
lítico y económico. Es debido a estos orígenes y al sentido esencialmente prác-
tico del británico que el socialismo de ese país se interesa más por los hechos
que por las teorías. Mariátegui observa, además, que el socialismo británico
tiene, sin embargo, un insaciable deseo de cambio. La socialización que propugna
el Labour Party sirve de guía a los partidos reformistas de Europa, no obstante
el hecho de que esa socialización está determinada por la parsimonia y prudencia
británicas50.
En Inglaterra nadie podrá acusar al socialismo de romanticismo revoluciona-
rio, según Mariátegui, porque allí si se llega al gobierno socialista será "no
porque se lo haya propuesto, forzado la historia, los teorizantes y los políti-
cos del socialismo, sino porque el curso de los acontecimientos, la afirmación
espontánea del proletariado como fuerza política lo ha impuesto inexorablemen-
te". La historia confirma a Marx en Inglaterra5l.
Después de las reseñas se han incluido varios ensayos de gran valor crítico.
En el primero de ellos, que lleva por título "El hombre y el mito", 52 su autor
nos dice:

La nueva humanidad, en sus dos expresiones antitéticas y enemigas acusa una misma
intuición de la vida. Esta intuición de la vida no asoma, exclusivamente, en la
prosa beligerante de los políticos. En unas de las divagaciones de Luis Bello en-
cuentro esta frase: "Conviene corregir a Descartes: combato luego existo". La co-
rrección resulta, en verdad, oportuna. La fórmula filosófica de una edad raciona-
lista tenía que ser: "Pienso, luego existo". Pero a esta edad romántica, revolucio-

Chang - Literatura política 73


naria y quijotesca no le sirve ya la misma fórmula. La vida, más que pensamiento,
quiere ser hoy acción, esto es, combate. El hombre contemporáneo tiene necesidad de
fe. Y la única fe, que puede ocupar su yo profundo, es una fe combativa. No volve-
rán, quién sabe hasta cuándo, los tiempos e vivir con dulzura. La dulce vida prebé-
lica no generó sino escepticismo y de este nihilismo, nace la ruda, la fuerte, la
perentoria necesidad de una fe y de un mito que mueva a los hombres a vivir peli-
grosamente53.

En su ensayo intitulado "La lucha final", Mariátegui toma la frase final de


un canto de Eugene Pottiers que la escritora francesa Magdaleine Marx también
usa como título del libro que reúne sus impresiones de Rusia. El toma la frase
para decirnos que contiene la emoción de una época y que es exactamente el grito
multitudinario que oyó en Roma, Milán, Berlín, París, Viena y Lima. Para él, la
lucha final es al mismo tiempo una realidad y una ilusión. En este ensayo Ma-
riátegui escribe algo que los comunistas no han notado de que contiene una aser-
ción que un miembro de la III Internacional jamás podría escribir. Mientras
ellos creen a pie juntillas que la revolución comunista será la última de las
revoluciones de la historia y que el orden que ellos traen jamás será superado
porque trae la última palabra revolucionaria, Mariátegui, en cambio, sostiene
que la humanidad, en su búsqueda por la perfección, por la felicidad, por el
bienestar, por la tranquilidad, sólo se ingenia metas temporales, respuestas vá-
lidas para una época:

Se trata, efectivamente, de la lucha final de una época y de una clase. El pro-


greso -o el receso humano- se cumple por etapas. Por consiguiente, la humanidad
tiene perennemente la necesidad de sentirse próxima a una meta. La meta de hoy no
será seguramente la meta de mañana; pero, para la teoría humana en marcha, es la
meta final. El mesiánico milenio no vendrá nunca. El hombre llega para partir de
nuevo. No puede, sin embargo, prescindir de la creencia de que la nueva jornada es
la jornada definitiva. Ninguna evolución prevé la revolución que vendrá después,
aunque en la entraña porte su germen. Para el hombre, como sujeto de la historia,
no existe sino su propia y personal realidad. No le interesa la lucha abstractamen-
te sino su lucha concretamente. El proletariado revolucionario, por ende, vive la
realidad de una lucha final. La humanidad, en tanto, desde un punto de vista abs-
tracto, vive la ilusión de una lucha final54.

Por eso, aunque se encuentre en el grito de la lucha final un grito esencial-


mente falso, la muchedumbre no puede prescindir de esta creencia porque necesita
de un mito, de una fe; la revolución social sólo será factible si se basa en la
fe apasionada en un mito. La muchedumbre no puede distinguir su verdad de la
verdad pretérita o de la verdad futura; sólo cree en una verdad absoluta, única,
eterna, y de acuerdo con esta verdad su lucha es necesariamente una lucha final.
Aquí Mariátegui concuerda con el Apra porque Haya también cree que la historia
es cambio y que todos los estados políticos, o sistemas económicos, sólo traen
respuestas parciales y son válidos para cierto tiempo y cierto espacio. Mariáte-
gui, sin embargo, se equivocó al creer que para conseguir la meta no importan
los métodos que se utilicen. Es verdad que las masas necesitan de una fe, de un
grito de batalla, pero esta fe no debe ser un mito demagógico, ni ese grito de
batalla debe ser una mentira. Las doctrinas democráticas deben esgrimir verda-
des. Los partidos políticos que no quieren engañar con las metas que prometen
tampoco deben engañar con los medios que utilizan para conseguir sus fines. Todo
partido político que tiene algo que ofrecer debe ofrecer verdades, debe prometer
sólo lo que puede llevarse a cabo; debe planear lo realizable, y realizar lo
justo y lo que beneficie a la sociedad. ¿De qué vale que le demos a la muchedum-
bre un mito demagógico cuando tarde o temprano la muchedumbre ha de descubrir la
verdad?
Mariátegui mantuvo una misma convicción táctica desde que volvió de Europa.
Siempre creyó en el uso de la violencia para la consecución del nuevo orden so-
cialista:

La revolución no se hace, desgraciadamente, con ayunos. Los revolucionarios de


todas las latitudes tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no se
quiere que el espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza hay que re-
solverse a poner la fuerza a órdenes de la inteligencia y del espiritu55.

Pasaron los años y aunque cambiasen algunos de sus puntos de vista socialis-

74 Chang - Literatura política


tas, Mariátegui como González Prada, siguió creyendo en el uso de la fuerza. En.
1929 todavía creía que:

...La revolución no es una idílica apoteosis de ángeles del Renacimiento, sino la


tremenda y dolorosa batalla de una clase por crear un orden nuevo. Ninguna revolu-
ción, ni la del Cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía se ha cum-
plido sin tragedia. La revolución socialista que mueve a los hombres al combate sin
promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entrega,
no puede ser una excepción de esta inexorable ley de la historia. No se ha inventa-
do aún la revolución anestésica paradisiaca, y es indispensable afirmar que no será
jamás posible, porque el hombre no alcanzará nunca la cima de su nueva creación,
sino a través de un esfuerzo penoso, en el que el dolor y la alegría se igualarán
en intensidad56.

Después de analizar la obra y el pensamiento de Mariátegui, ahora vale hacer


la pregunta que desde hace tiempo la han hecho sus amigos, simpatizantes y ene-
migos: ¿Es Mariátegui comunista?
Los socialistas y los apristas afirman que Mariátegui no fue un comunista,
recordando que él nunca aceptó todos los postulados de la III Internacional y
que en sus mismos escritos se encuentran puntos divergentes con la teoría y la
práctica del comunismo ruso.
En su carta que hizo circular a las células apristas durante su debate con
Haya, Mariátegui reconoció que "nada es tan absurdo como copiar literalmente
fórmulas europeas"; reconoció que todavía había mucho terreno que cubrir mucha
labor que realizar para crear el socialismo indoamericano (nótese que no dijo
para organizar, sino para crear); estuvo de acuerdo con la observación aprista
al decir que "nuestra praxis debe corresponder a la realidad que tenemos de-
lante"57.
Carlos Manuel Cox, que fue su amigo entrañable y compañero de lucha en Lima,
dice que Mariátegui fue para él como para muchos jóvenes de su generación (1923)
un incitador fervoroso y un guía admirable, y que si al finalizar su vida ocu-
rrieron divergencias de opinión entre Mariátegui y los de la generación de 1923,
estas divergencias eran formales, que habrían desaparecido si el pensador limeño
no hubiera muerto tan pronto. Cox observa que Mariátegui no definió claramente y
no indicó la forma del movimiento que debería salvar, al Perú, y que exageró el
papel del leguiísmo como fuerza burguesa revolucionaria dentro de una sociedad
feudal y colonialista. Cox tiene razón al sostener que Mariátegui fue el porta-
dor de un mensaje del que había que tomar y rechazar mucho, a quien hay que
aplicarle la dedicatoria de Ortega y Gasset a la juventud: "Tiene razón en todo
lo que niega, pero se equivoca en mucho de lo que afirma".
Mariátegui le habló a Cox de algunas diferencias que tenía con el Comunismo
oficial de Moscú. Cierta vez le confió: "Mis opiniones sobre el fascismo son el
fruto de una personal observación y chocan con el sentir e la III Internacio-
nal"58. Un devoto fiel de los mitos del Kremlin no habría dicho que "el socialis-
mo en el Perú no ha de ser calco ni copia, sino acción heroica", y sobre todo
que "tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lengua-
je, al socialismo indoamericano"59. En realidad, la lucha por la apropiación de
la figura histórica de Mariátegui se asemeja al caso de Sun Yat Sen. Los comu-
nistas peruanos, como los comunistas chinos, al no tener en el pasado una figura
política de primer orden, han recurrido a la confiscación histórica de otro lí-
der nacional, alterando su biografía, tergiversando sus escritos, adulterando su
ideología, para que encaje en el molde de Moscú.

26 En su primera conferencia en la U.P.G.P reconoce la magnífica labor de difusión educacional de


Haya al observar que "La única cátedra de educación popular, con espíritu revolucionario, es
esta cátedra en formación de la Universidad Popular". Léase "La crisis mundial y el proletaria-
do peruano" Amauta, XXX (Abril-mayo, 1930), 5. En su artículo "Romain Rolland" que apareció en
Variedades (Lima, 11 de septiembre, 1926) y reproducido en Repertorio Americano, XIII, 21 (4
Dic. 1926), 329-333, y en su obra póstuma El alma matinal (Lima: Edit. Amauta 1950), 175-184,
Mariátegui escribe: "Y él, Rolland nos ha oído en las voces de Vasconcelos, de la Mistral, de
Palacios y de Haya de la Torre, nos ha hablado con amor de la misión de la América Indoibéri -
ca". En el Boletín No. 1 de enero de 1927 de las Universidades Populares G.P., Mariátegui llama
a Haya "nuestro querido susente", reproducido por R. Martínez de la Torre, Apuntes, II, 272.
27 Amauta, Año II No. 5 (Enero, 1927), 35.
28 "Aniversario y balance", Amauta, Año III, No. 17 (Septiembre, 1928), 3.

Chang - Literatura política 75


29 Cnf. R. Martínez de la Torre, Apuntes, II, 394, 396.
30 Formaban parte del Bureau de Dirección: Mariátegui, Secretario General, Julio Portocarrero, Se-
cretario Sindical, Roberto Martínez de la Torre, Secretario de Propaganda y Bernardo Regman,
Tesorero.
31 R. Martínez de la Torre, Apuntes, I, 208.
32 Ibid., II, 397-398.
33 Ibid., p. 421.
34 L. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, p. 242, nota 11, cree que este Peters debió de ser
el mismo agente soviético que actuó en México y en los Estados Unidos con diferentes nombres.
Según G. Reinhardt en Crimen sin castigo, su verdadero nombre es Alexander Goldberg (alias Kau-
fman, Borstein, Lapin, Miller y Peters). Víctor Alba, Historia del comunismo en la América La-
tina (México: Ediciones Occidentales" 1954), pp. 69, 73 y 75, identifica a Peters como "el
francés Pierre".
35 La comunicación se la puede encontrar en R. Martínez de la Torre, Apuntes, II, 497.508. Cnf.
pp. 498 y 505.
36 Cnf, esta importante confesión en sus Apuntes, II, 508.
37 Cnf. 7 ensayos (Lima: Edit, Amauta, 1952), p. 15.
38 Ibid., p. 18.
39 Ibid., p. 24.
40 Ibid., pp. 25-27.
41 Ibid., pp. 213-214.
42 Ibid., pp. 227-229.
43 Ibid., pp. 237-238.
44 Ibid., p. 240.
45 Defensa del marxismo (Santiago de Chile: Edit. Nascimento, 1943), p. 8.
46 Ibid., pp. 10-11.
47 Ibid., p. 11.
48 Ibid., pp. 42-43.
49 Ibid., pp. 44-45
50 Ibid., pp. 52-53.
51 Ibid., p. 57 y en Amauta, No. 22 (abril, 1929), 15, donde se encontrarán más párrafos que se
omitieron en el libro póstumo.
52 Parte de este ensayo fue reproducido después de la muerte de Mariátegui, en Amauta, No. 31 (Ju-
nio-julio, 1930), 1-4, bajo el título general de "La emoción de nuestro tiempo".
53 Defensa del marxismo, p. 94 A1 mismo tiempo que sustituye el Cogito Ergo Sum por el Pugno Ergo
Sum, Mariátegui sostiene que el futuro pertenece a los nuevos cruzados socialistas.
54 Ibid., pp. 94-95. "La lucha final" apareció por primera vez en Mundial, No. 250 (20 marzo
1925). Más tarde fue reproducido en Amauta No. 31, (junio-julio, 1930), 7-9, pero se le puso la
fecha falsa de junio de 1925.
55 La escena contemporánea, p. 259.
56 "Preludio de elogio de El Cemento y del realismo proletario", Repertorio Americano, XIX, 20 (23
noviembre 1929), 317. Originalmente apareció en el Repertorio Hebreo, Año I, Nos 3-4 (Lima, ju-
lio-agosto, 1929).
57 Esta carta la reproduce J. del Prado en Mariátegui y su obra, pp. 89-91. Cnf. p. 89.
58 El interesante artículo de Cox se titula "Reflexiones sobre José Carlos Mariátegui", Repertorio
Americano, XXIX, 2 (14 julio 1934) 17-19. Veintidós años más tarde, Cox, a la sazón exilado en
Buenos Aires, me dijo que sus ideas sobre Mariátegui no habían cambiado.
59 Las dos últimas citas las hemos tomado del autor comunista J. del Prado, Mariátegui. y su obra,
p. 81.

XIII
EL INDIGENISMO Y MARIATEGUI

ANTECEDENTES INMEDIATOS
Con Manuel González Prada el interés en el indigenismo creció en el Perú con
mucha rapidez. Su obra literaria ïndigenista sirvió de inspiración y modelo a la
inquietud juventud de sus días. En 1909 Pedro S. Zulen propuso la educación in-
dígena como tema para las "conversaciones" del Centro Universitario de San Mar-
cos. El 24 de abril de ese año, la escritora Dora Mayer en su discurso sobre el
indigenismo propuso la creación de una sociedad destinada a defender los dere-
chos del indio. El 13 de octubre Pedro S. Zulen y Dora Mayer fundaron la Asocia-
ción Pro-Indígena. La prensa local los aplaudió y les ofreció sus columnas. La
junta dirsctiva de la asociación sesionó puntualmente todos los viernes hasta
1915, gracias a la abnegada labor de sus fundadores, que en 1912 iniciaron la
publicación El deber pro-indigenista. Dora Mayer, directora del vocero mensual
de la asociación, no obstante las numerosas dificultades que tuvo que enfrentar,
logró continuar la publicación hasta el mes de diciembre de 1917. El deber pro-
incligenista daba cuenta de las actividades de la asociación, proporcionaba no-
ticias sobre las condiciones de los indios del interior, denunciando abusos y
publicando documentos acusatorios contra los gamonales. Además, publicaba traba-

76 Chang - Literatura política


jos literarios indigenistas e historiaba las sublevaciones de los indios. Entre
1909 y 1917 la asociación y su vocero centralizaron la labor indigenista en el
Perú.
La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa desarrollaron en la juventud
intelectual peruana mucho interés en Europa. Desde la Revolución Francesa ningún
acontecimiento se había sentido tanto en las fronteras intelectuales de Hispa-
noamérica como la Revolución Bolchevique. Las ideas socialistas se esparcieron
por el Nuevo Mundo estimulando interés en la literatura socialista europea. La
interpretación materialista de la historia fue aplicada en el estudio de casi
todos los problemas, incluso en el problema indígena.
Bajo esta influencia aparecieron en el Perú escritores profundamente intere-
sados en el problema del indio y en dar a la literatura nacional una orientación
nativista. Los postulados socialistas le dieron al indigenismo nuevo brillo,
nuevo realce.
En 1918 César Vallejo (1892-1938) publicó Los heraldos negros. Al evocar es-
cenas andinas con sus atrevidos poemas ricos en imágenes, el joven poeta les re-
cuerda a los intelectuales peruanos el cautiverio de los cholos e indios perua-
nos. Para comunicar su emoción social, se vale de numerosos símbolos 60. El poeta
pertenecía al inquieto grupo de intelectuales de Trujillo que constituía la van-
guardia izquierdista del norte del país.
Por esta época la corriente indigenista era bastante poderosa y llegó a in-
fluir en el Gobierno para que estableciera la Dirección de Asuntos Indígenas. A1
crearse la dirección por lo menos se probaba que el indio, en realidad, era algo
aparte del resto de la nación, y que el Gobierno se proponía a ayudarlo para que
se reincorpore al resto del país. Hildebrando Castro Pozo, Jefe de la Sección de
Asuntos Indígenas del Ministerio de Fomento, realizó una eficiente labor en
ejercicio de sus funciones y publicó en 1919 su valioso ensayo sociológico Nues-
tra comunidad indígena. Para escribir su obra, Castro Pozo había recorrido las
poblaciones indígenas del norte peruano y se encontraba en condiciones de seña-
lar las capacidades y las posibilidades presentes y futuras de la raza.
Al año siguiente apareció Cuentos andinos de Enrique López Albújar. (n.
1872), quien, dejando el paisaje a un lado, estudió los problemas íntimos del
indio, auscultando su psicología, la enmarañada trama de emociones, aspiraciones
y sensaciones.
Años después, otro indigenista de valor, el gran escritor cusqueño Luis E.
Valcárcel publicó sus libros De la vida inkaika (1925), Del Ayllu al Imperio
(1926) y Tempestad en los Andes (1927) con un indigenismo muy original expresado
en una prosa clara y bella.

EL INDIGENISMO EN LOS PRIMEROS ENSAYOS DE MARIÁTEGUI


Desde el primer número de Amauta (septiembre de 1926), José Carlos Mariátegui
y sus colaboradores constituyeron el centro intelectual del indigenismo peruano.
En la revista publicaron múltiples expresiones indigenistas (ensayos, poemas,
historias, pinturas, cuentos). A1 aceptar el nombre de la revista sugerido por
José Sabogal, José Carlos Mariátegui fue ganado por la corriente indigenista y
desde entonces escribe ensayos y estudios sobre el problema indígena.
Mariátegui consideró al indigenismo literario como una corriente que estaba
experimentando un proceso de revi2alización y cuya influencia era comparable al
"mujikismo" de la literatura rusa de preguerra, de antes de la Revolución de
1917. En su entusiasmo por la revolución socialista, trazó el paralelismo entre
la literatura pre-revolucionaria rusa y la literatura indigenista peruana, con-
cluyendo que ésta todavía no había alcanzado su madurez porque todavía no había
aparecido una obra maestra. Notó que la nueva corriente quería reivindicar lo
autóatono.
Debido a su europeísmo, Mariátegui no estuvo de acuerdo con las teorías opti-
mistas del futuro del mestizo americano. No creyó en el neo-indio de Uriel Gar-
cía, ni en la teoría de Vasconcelos sobre la aparición de la raza cósmica: "pro-
ducto de la mezcla, no de europeo con europeo, sino de europeo con indio, con
negro, con chino, con todas las razas conocidas, la raza mixta total, el primer
caso de raza positivamente universal"61. Tal vez sí fue su europeísmo lo que le
impidió comprender bien el proceso de la mezcla de razas en el Perú. Su juicio
sobre el chino y el negro del Perú está plagado de errores crasos y conocimien-
tos elementales62. Exigirle aporte cultural al coolí esclavizado en el Perú equi-
Chang - Literatura política 77
vale a pedirle a un niño que participe en una carrera de maratón. Al hombre se
le pide lo que puede dar; su contribución cultural generalmente está determinada
por su genio creador y por el medio ambiente en que vive. El genio productor del
chino en otras circunstancias es innegable. Pero hay que estudiar las condicio-
nes en que se mantuvo al coolí en las haciendas y en las islas guaneras del Perú
para poder juzgarlo. Es una lástima que Chinese Bondage in Peru, de Watt Stewart
haya tardado tanto tiempo en aparecer. De haberlo leído Mariátegui no hubiera
escrito lo que escribió.
Su equivocado juicio sobre el negro ni siquiera merece rebatirse; sus desati-
nados párrafos no hacen sino repetir viejas acusaciones racistas. A la vista re-
salta que del chino y del negro Mariátegui sabía muy poco. No debiéramos sor-
prendernos si se descubriera que su conocimiento del chino no pasó más allá de
lo que aprendió en las visitas a los fumaderos de opio que hizo en compañía de
Valdelomar cuando todavía era un intelectual individualista. Ni debiéramos sor-
prendernos si al escribir sobre el negro, sólo tuvo en cuenta las impresiones
que recibió en sus paseos al barrio limeño de Malambo.
Como Mariátegui está más interesado en la economía que en la política, y en
la sociología que en la literatura, él opina que si el indio ocupa el primer
término en la literatura y el arte peruanos del porvenir, será, no por su inte-
rés literario o plástico, sino porque las fuerzas nuevas y el impulso vital de
la nación tienden a reivindicarlo. Por eso cree que la corriente indigenista es
más bien un movimiento económico y social que literario. Su interpretación indi-
genista influyó mucho en las obras que se publicaron en su época: Ande (Puno:
Edit. Titicaca, 1926), por el regionalista arequipeño Alejandro Peralta, que
trata de la influencia de la meseta del Kollao sobre sus habitantes; la obra in-
digenista de Dora Mayer de Zulen; y, sobre todo, la novela El pueblo sin Dios
(Madrid: Historia Nueva, 1928), de César Falcón, quien, con un estilo magnífico,
denuncia la corrupción social y la explotación del indio.
En su ensayo "El problema del indio: su nuevo planteamiento", Mariátegui nos
dice, con un criterio marxista, que el problema del indio es un problema econó-
mico social, que no se deriva del mecanismo administrativo, jurídico y eclesiás-
tico; cree que como sus raíces están en el sistema de la propiedad de la tierra,
el problema debe resolverse mediante la abolición del gamonalismo63.
En la presentación histórica del problema indígena que preparó para la Agen-
cia Tass, Mariátegui expone los males del gamonalismo en los siguientes térmi-
nos:

En la Sierra, la región habitada principalmente por los indios, subsiste apenas


modificada en sus lineamientos, la más bárbara y omnipotente feudalidad. El dominio
de la tierra coloca en manos de los "gamonales", la suerte de la raza indígena,
caída en un grado extremo de depresión y de ignorancia. Además de la agricultura,
trabajada muy primitivamente, la sierra peruana, presenta otra actividad económica:
la minería, casi totalmente en manos de dos grandes empresas norteamericanas. En
las minas rige el salariado; pero la paga es ínfima, la defensa de la vida del
obrero casi nula, la ley de accidentes de trabajo, burlada. El sistema del "engan-
che", que por medio de anticipos falaces esclaviza al obrero, coloca a los indios a
merced de estas empresas capitalistas. Es tanta la miseria a que los condena la
feudalidad agraria, que los indios encuentran preferible, con todo, la suerte que
les ofrecen las minas64.

Mariátegui censura la labor indigenista dé González Prada porque expresa el


viejo anhelo de solucionar el problema desde el plano moral. Según Mariátegui,
sólo con educación, no se puede resolver el problema; el medio económico-social
condiciona inexorablemente al maestro y al alumno, haciendo que el gamonalismo
sea fundamentalmente adverso a la educación del indio. El gamonal tiene tanto
interés en el mantenimiento de la ignorancia del indio como en el cultivo de su
alcoholismo"65. La creación de la escuela, por ende, es incompatible con el lati-
fundio feudal, porque la mecánica de la servidumbre anularía totalmente la ac-
ción del maestro.
Después de desechar las soluciones basadas en la ética y en la educación, Ma-
riátegui afirma que las bases del problema indígena están en la economía y que
sólo resolviendo el problema de la tierra se podrá redimir al indio.
El problema agrario, cree Mariátegui, puede resolverse aniquilando la feuda-
lidad sobreviviente que se manifiesta en el latifundio y la servidumbre, ambas
solidarias y circunstanciales, que deben ser eliminadas en conjunto. Es precisa-

78 Chang - Literatura política


mente este régimen de la propiedad de la tierra lo que ha determinado en el Perú
el régimen político y administrativo de todo el país y del que proceden todos
los problemas nacionales. Mientras subsista esta economía feudal no podrán pros-
perar ni funcionar instituciones democráticas66.
Para él, la subordinación del problema del indio al problema agrícola tiene
caracteres absolutos y especiales porque la raza indígena es una raza de agri-
cultores. E1 pueblo incaico era un pueblo de campesinos cuya unidad económica,
política y social era el ayllu. Los españoles importaron el feudalismo que aun
la República no ha podido destruir. Durante el período republicano, el latifun-
dio gira alrededor de la servidumbre que toma el nombre de yanaconazgo y engan-
che. Mariátegui observa que los latifundistas peruanos, con sus grandes ejérci-
tos de siervos, no son tan poderosos como parecen, porque ellos a su vez son
instrumentos del capitalismo extranjero. Están subordinados a los intereses de
los mercados de Londres y de Nueva York que consideran al Perú sólo como depósi-
to de materias primas y plaza para sus manufacturas. Cree que la agricultura pe-
ruana recibe créditos y transportes únicamente para los productos que benefician
al capitalismo yanqui y al capitalismo inglés. Como la finanza extranjera se in-
teresa un día por el algodón, otro día por el azúcar, el día en que Nueva York o
Londres puede obtener el mismo producto a mejor precio en otra parte, abandona
inmediatamente a sus proveedores del Perú. Por estas razones él llama a los la-
tifundistas peruanos, "agentes del capitalismo extranjero"67.
A guisa de conclusiones, el autor de 7 ensayos, añade las siguientes proposi-
ciones en su estudio sobre "El problema de la tierra" que él relaciona íntima-
mente al problema indígena:

1 El carácter de la propiedad agraria en el Perú constituye uno de los


peores obstáculos al desarrollo del capitalismo nacional. El obstáculo radi-
ca principalmente en la equivocada noción económica del latifundista de in-
teresarse únicamente en la rentabilidad de sus tierras y no en su producti-
vidad. Empeoran la situación el sistema del propietario ausente y la falta
de crédito al pequeño arrendatario.
2 El latifundismo constituye una fuerte barrera para la inmigración
blanca. Mariátegui, con criterio europeísta, recomienda la inmigración euro-
pea al Perú, olvidándose que, para la economía peruana actual, el Perú tiene
suficiente mano de obra en las serranías mano de obra que podría ser aprove-
chada si se la entrenase.
3 La estrecha dependencia de la agricultura de la costa peruana a los
intereses de los capitales británicos y norteamericanos obliga a los agri-
cultores al cultivo de los productos que necesita el mercado extranjero en
vez de los productos que exige el consumo nacional.
4 Las haciendas de la costa peruana no atienden la salubridad de sus
braceros, de allí que el paludismo arrase la población rural costeña com-
puesta principalmen2e de cholos e indios.
5 El feudalismo agrario serrano es completamente inepto para crear ri-
queza y traer progreso. Los rendimientos del suelo son ínfimos; los métodos
de trabajo primitivos. El latifundista no se preocupa de la producción sino
de la rentabilidad de la tierra. Observación esta última a la que Mariátegui
le da mucha importancia como fuerza retardataria de la economía, barrera al
avance del capitalismo.
6 El problema de las vías de comunicación; de las carreteras, no es bá-
sico en la economía feudal peruana y por consiguiente la ley de la conscrip-
ción vial que estableció Leguía era para Mariátegui un monstruoso abuso que
imponía a los indios una nueva "mita"68.
En una nota aparte Mariátegui reconoce que muchas de las ideas que vierte en
este ensayo ya las había expresado Haya de la Torre en su libro Por la emancipa-
ción de la América Latina (Buenos Aires: M. Gleizer, 1927):

Escrito este trabajo encuentro en el libro de Haya de la Torre Por la emancipa-


ción de la América Latina, conceptos que coinciden absolutamente con los míos sobre
la cuestión agraria en general y sobre la comunidad indígena en particular. Parti-
mos de los mismos puntos de vista, de manera que es forzoso que nuestras conclusio-
nes sean también las mismas69.

Pero Mariátegui no nos dice que esos conceptos que coincidían con los suyos,

Chang - Literatura política 79


Haya no los publicaba por primera vez en su libro de 1927, sino que ya habían
aparecido varios años antes en la revista Sagitario de Buenos Aires70.

TESIS INDIGENISTA
El último trabajo indigenista de Mariátegui fue su tesis sobre el problema
indígena que envió al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latino
Americana de Montevideo (mayo de 1929) y a la Primera Conferencia Comunista La-
tinoamericana de Buenos Aires (junio de 1929)71.
La tesis sostiene que la revolución socialista no se pueda hacer al margen de
la reivindicación indígena, y como el problema indígena es creado por la explo-
tación feudal de los nativos, su solución radica en la liquidación de la feuda-
lidad. Mariátegui cree que el indio por su habilidad de asimilación al progreso,
a la técnica de la producción moderna, es generalmente superior al mestizo. Para
salvar la barrera lingüística que impide la estrecha coordinación de la lucha de
los explotados indios con los proletarios mestizos y blancos de la urbe, Ma-
riátegui aconseja el empleo de propagandistas indios para difundir la doctrina
socialista.
Niega que el indio sea incapaz de luchar por sus reivindicaciones dándonos
como prueba las innumerables insurrecciones y asonadas indígenas de las que des-
taca la encabezada por el mayor del ejército peruano Teodomiro Gutiérrez, mesti-
zo serrano que se hacía llamar Rumimaqui, que se lanzó a la revuelta en Puno se-
guido por millares de indios al creer que con el derrocamiento del gobierno de
Billunghurst no había más perspectiva de reivindicaciones legales.
Teniendo en cuenta la importancia histórica de las comunidades
indígenas cree que ellas representan la clave para la socialización de la
tierra y pide que se entreguen las tierras de los latifundios a las comunidades.
Aunque no nos dice cómo debe realizarse esta adjudicación, ni cuánta tierra de
los latifundios debe entregarse a estas antiguas cooperativas indias, quiere que
los "yanaconas", especie de aparceros agrícolas, reciban el suelo que trabajan.
Para la educación ideológica de las masas indígenas, Mariátegui recomienda el
uso de propagandistas indios entrenados especialmente para este propósito; reco-
mienda, también, la difusión entre los indígenas de los métodos de autoeduca-
ción: que se lleve a cabo la lectura periódica de las publicaciones del movi-
miento sindical latinoamericano, para que aprendan los métodos de lucha, las
formas de organización, la disciplina de combate, el espíritu de sacrificio, el
deseo de cooperación y la voluntad de vencer. Para protegerlos de las catástro-
fes naturales y de la persecución de los terratenientes vecinos, propone la
aplicación de un plan de ayuda que se elabore con representantes indios, coordi-
nando las comunidades indígenas por regiones. Como la educación de las masas es
imprescindible en la lucha reivindicacionista, la organización de pequeñas bi-
bliotecas y centros de estudios se hace indispensable. La organización y educa-
ción del proletariado minero es para Mariátegui una de las cuestiones inmediatas
que deben resolverse, porque los indígenas de las minas, en gran parta, conti-
núan siendo campesinos, de modo que las conquistas realizadas en los centros mi-
neros tienen resonancia en todo el campesinado indígena peruano. La organización
y la educación del minero puede conseguirse con la ayuda de periódicos especia-
les que deben circular entre ellos y entre los demás indios de la región72.
De lo anteriormente expuesto se colige que Mariátegui supeditó su indigenismo
a sus ideas socialistas. Con un criterio estrictamente marxista interpretó el
problema del indio y trató de esbozar pautas generales para su reivindicación
total, haciendo girar el problema alrededor de la economía. Consecuente con esta
interpretación, relacionó su solución con la solución del problema agrario, in-
dicando claramente que el añejo problema indígena podía resolverse mediante el
aniquilamiento de la feudalidad superviviente.

60 Mis críticos que como Jorge Bacacorzo ("Actualización del indigenismo", La Crónica, Lima, 23 de
mayo, 195ó, pp. 7, 29) han puesto reparos a mi inclusión de Vallejo en el movimiento indigenis -
ta, olvidan dos cosas: 1) lo que se debe entender por indio, y 2) lo que yo entiendo por indige-
nismo. A mi juicio, indio es el aborigen de la selva, el indio puro de las serranías, el cholo
de las haciendas y todo indoamericano con mucha o poca sangre india. El indio, como el germano,
el eslavo y el semita, no ha podido conservarse puro. En cuanto al segundo punto. léase el co -
mienzo del capítulo "El indigenismo y don Manuel".
61 "La raza cósmica", en Vasconcelos (México: Ediciones de la Secretaría de Educación), p. 188.
62 Estas aserciones más bien racistas que marxistas, aparecen en "E1 proceso de la literatura" de 7
ensayos, pp. 365-366.

80 Chang - Literatura política


63 7 ensayos, pp. 36-45.
64 Ibid., nota en la p. 37.
65 Ibid., p. 47.
66 Ibid., p. 53.
67 Ibid., p. 102.
68 Ibid., pp. 102-107.
69 Ibid., nota en la p. 86.
70 En carta de Haya de la Torre al autor, fechada en Estocolmo, Suecia, el 4 de mayo de 1955, p. 3.
71 parte de la tesis apareció con el título "Esquema del problema indígena", en Amauta, No 25 (Ju-
lio-agosto, 1929), 69-80. Con el título "El problema de las razas en la América Latina" se la
incluye totalmente en R. Martínez de la Torre, Apuntes; III, 16-29.
72 Ibid., pp. 27-28.

XIV
LA INFLUENCIA POLITICO-LITERARIA DE MARIATEGUI

Ya hemos dicho que si Manuel González Prada lanzó el dinamitazo que aclaró la
enmarañada selva de la política peruana, José Carlos Mariátegui fue uno de los
mejores sembradores de ideas: sembró semillas socialistas.
Su influencia en el Perú comienza a partir de su artículo antimilitarista pu-
blicado en 1928, cuando apenas tenía veintitrés años de edad. Desde 1923 hasta
su muerte Mariátegui es la figura política de izquierda más importante en el Pe-
rú.
El brillante autodidacta sufrió pobreza, prisiones y, sobre todo, la traicio-
nera enfermedad que en 1924 le cercenó una pierna y en 1930 le quitó la vida.
Pero si grande fue el sufrimiento de este izquierdista sincero, honrado y va-
liente, grande también fue su devoción a las ideas que él creía, casi fanática-
mente, que salvarían al Perú. La pobreza y los múltiples dolores, en vez de ha-
cer mella en su alma, la fortificaron dándole la consistencia del granito y la
fe de místico. En Mariátegui hubo siempre una mezcla de optimismo de redentor
martirizado y devoción mística. Tenía la voluntad de monje, la devoción del re-
volucionario sincero y la persistencia monótona del marxista europeo de postgue-
rra. Estas cualidades añadidas a su aguda inteligencia lo convirtieron en el más
influyente de los socialistas peruanos de sus días, que vivió tratando de cum-
plir su "declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socia-
lismo peruano"73.
Después de su regreso al Perú, su casa en la calle Washington se convirtió en
el cenáculo de los intelectuales izquierdistas de Lima. Iban los estudiantes,
obreros e intelectuales a cambiar ideas y a pedir consejos; a dar información y
a recibirla; a proporcionar un dato, o a conseguirlo del caudal inagotable de
conocimientos del bien leído Mariátegui o de su rica biblioteca que poseía volú-
menes que no se encontraban en otros lugares del país.
Siguiendo los consejos de González Prada y la obra iniciada por Haya en la
formación del frente de trabajadores manuales e intelectuales, Mariátegui se en-
tregó íntegramente a la propagación de las ideas socialistas en las revistas na-
cionales, en las universidades populares y en la Federación de Estudiantes del
Perú; a obreros y estudiantes les informó sobre las noticias que no daban las
agencias cablegráficas, les enseñó a interpretar los acontecimientos europeos a
la luz de la ideología marxista. Sus experiencias en el extranjero las revivió
con sus discípulos, amigos y admiradores.
Además de su labor en la tribuna, también Mariátegui publicó numerosos ar-
tículos, y cuando en 1924, queda mutilado, redobla su campaña de divulgación de
ideas, valiéndose de la palabra escrita. En enero de 1927, en el Boletín No. 1
de las Universidades González Prada da, correspondiente a enero de 1927, resume
su labor:

La invalidez física que me impide ocupar mi puesto en vuestras reuniones y cla-


ses, no me aparta ni me excluye de la Universidad Popular, pues, concibiendo su mi-
sión y entendiendo su esfuerzo como la misión y el esfuerzo de crear una cultura
revolucionara, sé que he dado a esa obra, íntegramente mi energía y mi capacidad en
estos dos años y medio. Algunos centenares de artículos, en todos los cuales he
tratado de contemplar y definir los hechos y las cosas con criterios socialista,
representan mi aporte en este tiempo en que no he hablado, pero he escrito y en que
tengo la satisfacción de haber escrito como habría hablado...74

Chang - Literatura política 81


Mariátegui no revela que publicó muchos de estos artículos en revistas que
los mismos comunistas reconocen como de innegable inclinación leguiísta. El so-
cialista Mariátegui tenía habilidad para utilizar cualquier medio para triunfar:
aceptó el viaje a Europa, que hasta sus amigos censuraron, y lo vimos después
cuando colaboró en los periódicos de derecha. Su conducta en estas ocasiones no
niegan su afiliación; al contrario, la fortifica, puesto que los marxistas se
valen, por táctica, dicen ellos, de cualquier medio para conseguir sus fines.
Durante la polémica entre Vasconcelos y Chocano, Mariátegui y un grupo de in-
telectuales expresaron interés en mediar entre estos dos connotados escritores,
sin renunciar su simpatía por el valor literario y la enteraza moral del escri-
tor mexicano de entonces. Firmaron con él, Juan A. Mackay, Edwin Elmore Letts,
L. A. Sánchez, Manuel Beltroy, Eloy B. Espinosa, Lucas Oyague, Carlos A. Veláz-
quez, Emilio Goyburú, Jorge G. Escobar, J. Eugenio Garro, Luis Bernizone, C. M.
Cox y Armando Bazán. Con todos los cofirmantes Mariátegui tuvo muchas relacio-
nes; con algunos de ellos colaboraba en el Mercurio Peruano, uno de los baluar-
tes del civilismo clásico.
Con motivo de la polémica sobre el indigenismo con Luis Alberto Sánchez, Ma-
riátegui declara en Mundial del 25 de febrero de 1927, que no quiere que lo lla-
men nacionalista, ni indigenista, no pseudoindigenista, sino simplemente "socia-
lista". Todavía se consideraba soldado del Apra75.
Merece especial atención estudiar la influencia de Mariátegui a través de la
revista Amauta que comenzó a publicar en septiembre de 1926. Con visión previso-
ra anotó en el primer número que la revista iba a ser una revista histórica en
la que se publicarían ideas radicales de gran trascendencia. Amauta le sirvió a
Mariátegui para presentar su propia teoría revolucionaria; allí publicó gran
parte de sus siete ensayos sobre la realidad peruana, su defensa del marxismo y
numerosas colaboraciones literarias y políticas.
Antes de Mariátegui, la América hispana había dado grandes precursores revo-
lucionarios socialistas de envergadura: Flora Tristán, del Perú -aunque también
sea de Francia-, Pablo Lafargue de Cuba y Daniel de León de Venezuela- y de Es-
tados Unidos -que fueron teóricos revolucionarios de valor. Pero su obra no la
hicieron en castellano; en cambio, Mariátegui, con la excepción de los tres años
y medio de ausencia del país, realizó su labor en el Perú, escribiendo, hablando
en público y en privado, organizando directa o indirectamente el movimiento so-
cialista para que llevase a la realidad su propia interpretación del marxismo.
Como buen marxista, vio todos los problemas peruanos a través del mismo cris-
tal: la economía es la base fundamental para interpretar la realidad peruana;
las soluciones tienen que basarse en la economía para poder ser eficaces; la
educación, el indigenismo" los problemas sociales y la crisis política deben en-
focarse a la luz de las leyes económicas; el problema de la educación es produc-
to del presente estado eeonómico-social, y los programas y los sistemas de edu-
cación pública han dependido de los intereses de la economía burguesa. Ve que en
la crisis de la educación los intelectuales peruanos no han hecho esfuerzo por
establecer el equilibrio entre lo moral y lo material, oponiéndose al presente
en nombre del pasado. Mariátegui observa que en la América Latina se peca de ex-
ceso de interés por los estudios clásicos que forman espíritus idealistas con
equivocadas nociones de élite, imbuidos de un idealismo reaccionario: "Los abo-
gados y los literatos procedentes de las facultades de Humanidades han sido,
casi siempre, mucho más inmorales que los técnicos provenientes de las faculta-
des e institutos de ciencias"76. Puesto que la educación es anticuada, apoyó la
reforma universitaria en las columnas de La Razón, y en su ensayo "El Proceso de
la instrucción pública" emite sus ideas reformistas77. Desde 1923 se dedicó com-
pletamente a la educación de las masas obreras en las universidades populares:
quería darle a los trabajadores peruanos educación general, adoctrinamiento so-
cialista y deseaba despertarles conciencia de clase para que fuesen mejores
aliados de los trabajadores intelectuales, sus hermanos explotados. Varias veces
escribió sobre la conveniencia y ventajas de la alianza de intelectuales y obre-
ros. Al elogiar la jornada del 23 de mayo de 1923, escribió:

El 23 de mayo reveló el alcance social e ideológico del acercamiento de las van-


guardias estudiantiles a las clases trabajadoras. En esa fecha tuvo su bautizo his-
tórico la nueva generación que, con la colaboración de circunstancias excepcional-
mente favorables, entró a jugar un rol en el desarrollo mismo de nuestra historia,
elevando su acción del plano de las inquietudes estudiantiles al de las reivindica-

82 Chang - Literatura política


ciones colectivas o sociales. Este hecho reanimó e impulsó a las aulas las corrien-
tes de revolución universitaria, acarreando el predominio de la tendencia iz-
quierdista en la Federación de Estudiantes, reorganizada poco tïempo después y, so-
bre todo, en las asambleas estudiantiles que alcanzaron entonces un tono máximo de
animación y vivacidad78.

Al escribir estas líneas Mariátegui manifestaba su concordancia política con


Haya de la Torre; su influencia en los intelectuales y obreros todavía se con-
fundía con la influencia de González Prada y Haya de la Torre.
Mariátegui, como Manuel González Prada, también cree en la función social del
arte. La literatura, aún la poesía, debe cumplir un deber social: la redención
de las masas explotadas. El literato debe influir en los lectores para preparar
el triunfo del orden socialista. Mariátegui no cree que todo arte nuevo sea re-
volucionario; no acepta como arte nuevo lo que trae únicamente una nueva técni-
ca: "Ninguna estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de téc-
nica. La técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también. Si no, lo
único que cambia es el paramento, el decorado. Y una revolución artística no se
contenta de conquistas formales"79. Lamenta que el artista, en la mayoría de los
casos, lleve vacía el alma sin poseer un absoluto, un fin, una meta. El hombre
no puede marchar sin una fe, y él recomienda que se apodere de un mito: el mito
de la revolución social. Para sustentar su punto de vista, Mariátegui menciona a
Haya, quien también cree en la función social del arte:

César Vallejo escribe que mientras Haya de la Torre piensa que la Divina Comedia y
el Quijote tienen un abstracto político, Víctor Huidobro pretende que el arte es in-
dependiente de la política. Esta aserción es tan antigua y caduca en Sus razones y
motivos que no la concebiría en un poeta ultraísta, Si Creyese a los poetas ultraís-
tas en grado de discurrir sobre política, economía y religión. En ésta, como en otras
cosas estoy naturalmente con Haya de la Torre. Si política es para Huidobro, exclusi-
vamente, la del Palais Bourbon, claro está que podemos reconocerle a su arte toda la
autonomía que quiera. Pero el caso es que la política para Haya y para mí, que la
sentimos elevada a la categoría de una religión, como dice Unamuno, es la trama misma
de la Historia. En las épocas clásicas o de plenitud de un orden, la política puede
ser sólo administración y parlamento; en épocas románticas o de crisis de un orden,
la política ocupa el primer plano de la vida80.

Y como Haya en su ensayo "Nuestro Frente Intelectual" (Amauta, No. 4 [Diciem-


bre de 1926), 3-4 7-8), Mariátegui nos da a Bernard Shaw como ejemplo de artista
moderno, consciente de su misión social.
Mariátegui censura severamente al artista contemporáneo que se rinde frente
al soborno de los ricos corruptores del arte: Ve con pena el éxito que tiene la
burguesía al conseguir que el artista la corteje y la adule. A esta sumisión Ma-
riátegui atribuye el hecho de que la obra artística no tenga en el mercado bur-
gués un valor intrínseco sino un valor fiduciario que determina que los artistas
más puros no sean casi nunca los más cotizados. El renombre del artista está ba-
sado en la publicidad y en la opinión que den los peritos y tasadores burgueses.
Como el pintor pobre no 2ïene cabida en el mercado burgués, aquél se venga de
éste pintándolo invariablemente gordo, "sensual y porcino": "En la grasa real o
imaginaria de este ser, el artista hinca los rabiosos aguijones de sus sátiras e
ironías"81.
Mariátegui nos dice que así como el obrero se siente explotado porque su tra-
bajo no es justamente remunerado, dejando siempre la plusvalía en provecho del
capitalista, el artista-pintor, escultor, literato; siente su genio oprimido y
su creación coactada; sofocando su derecho a la gloria y a la felicidad. Y con
toda esta decadencia del artista y de su arte, responsabiliza a la dictadura de
la prensa porque son los periódicos los que determinan quiénes son los artistas
que deben triunfar. Son los periódicos burgueses los que colocan en primer plano
al artista mediocre y los que relegan al último plano al artista excelente. Lo
único que la prensa tiene en cuenta es el gusto de su clientela burguesa. En ri-
gor, Mariátegui no culpa directamente a la prensa, porque después de todo, en el
último análisis, ella es el juguete de los caprichos de la burguesía, de los
grandes intereses que controlan los periódicos. Para romper esta anormalidad, el
único recurso que le queda al artista es conseguirse un buen empresario. Pero de
todas maneras el artista sigue siendo un servil: ayer fue cortesano de la aris-
tocracia y hoy es cortesano de la burguesía82.
Pero antes de escribir estas opiniones sobre el arte, ya las había expresado
Chang - Literatura política 83
verbalmente a sus amigos. El y Haya influyeron fuertemente en César Vallejo. Ma-
riátegui personalmente, epistolarmente y por medio de sus artículos, acentuó en
Vallejo el significado social del arte que ya había aprendido a cultivar con el
grupo vanguardista de intelectuales de Trujillo.
Al analizar la influencia de Mariátegui tenemos forzosamente que mencionar a
Haya, su compañero de lucha, con quien tuvo un intercambio de influencias. No
obstante la presión que Moscú ejerció para separarlos cuando se convenció de que
era imposible convertir a Haya a su causa, y no obstante las intrigas que se te-
jieron en torno a ellos, Mariátegui siempre conservó una profunda admiración por
el líder trujillano. Después de la muerte de Mariátegui, muchos de sus amigos se
unieron a las filas del aprismo cuando se cercioraron de que los comunistas tra-
taban de tergiversar su ideología.
Recordemos que en numerosos artículos elogió la labor y el pensamiento de
Haya, que mantuvo correspondencia con él y que a veces le dedicó sus trabajos.
En su artículo "Romain Rolland", de 1926; señala que el gran escritor francés
"nos ha oído en las voces de Vasconcelos; de la Mistral, de Palacios y de Haya
de la Torre"83. En el Boletín No. l de las Universidades Populares González Prada
exhorta a los estudiantes obreros para que continuaran leales al espíritu de
vanguardia y siguieran la labor iniciada hacía seis años por Haya, a quien llamó
"nuestro querido ausente". También elogió la labor de Haya en las universidades
populares en su artículo sobre los "Antecedentes y desarrollo de la acción cla-
sista en el Perú". En su libro de 1928, 7 ensayos, lo cita varias veces (pp. 86,
146-148, 240, 261-262, 269, 296-297 en la edición de 1952). Y en su Defensa del
marxismo, como ya hemos visto, menciona favorablemente a su compañero de lucha.
Pero luego las intrigas que tramaban separarlos progresaron y causaron la crisis
de 1928 con motivo del proyecto de la célula aprista de México de crear el Par-
tido Nacionalista del Perú. Mariátegui se alejó por cierto tiempo de Haya, pero
pocos meses antes de morir, envió a la Primera Conferencia Latinoamericana Comu-
nista (celebrada en Buenos Aires en junio de 1929) su plan para la creación del
Partido Socialista del Perú basado en la alianza de las tres clases: el proleta-
riado, el campesinado y la pequeña burguesía. La estructuración de este partido,
estaba basada en la concepción Gonzalezpradista de la alianza de obreros e inte-
lectuales y en la estructuración inicial de la Alianza Popular Revolucionaria
Americana. La praxis de Mariátegui nuevamente se acercaba a la praxis aprista.
Así lo comprendieron los sagaces enviados de Moscú. "El camarada Luis", delegado
de la Internacional Comunista, en una de sus intervenciones declaró: "Temo que
bajo una nueva forma y con una nueva etiqueta tengamos en el Perú el resurgi-
miento del Apra"84.
Pero si el aprismo influyó mucho en Mariátegui, éste también influyó en
aquél. El Apra estuvo con Mariátegui cuando éste expuso su interpretación mar-
xista de la realidad peruana, es decir, estuvo con gran parte de sus ideas en 7
ensayos, pero no estuvo con él cuando, bajo la presión de los agentes moscovi-
tas, se inclinó hacia la Tercera Internacional. De Mariátegui el aprismo tomó
todo lo realizable y rechazó de él -así como rechazó el anarquismo de González
Prada-, todo lo que no encajase con el espacio-tiempo histórico indoamericano.
Desde 1924 hasta 1928, Mariátegui había sido el hombre guía indispensable. El
interpretó los anhelos de los trabajadores manuales e intelectuales que se en-
contraban desorganizados y acéfalos con el destierro de Haya de la Torre.
Mariátegui sabía que la humanidad vivía un período revolucionario intenso;
que la lucha en el Perú era sólo un capítulo de la gigantesca batalla por la re-
dención de las masas desposeídas; y que el proletariado ya no es mero espectador
sino actor de carne y hueso que reclama sus derechos en la desquiciada sociedad
contemporánea. Pero mientras Haya de la Torre recalcaba las diferencias existen-
tes entre el proletariado peruano y el proletariado de Europa, entre los pro-
blemas de América y los problemas del Viejo Mundo, Mariátegui daba una concep-
ción cosmopolita de la contienda. Unía la suerte del proletariado peruano a la
suerte del proletariado mundial. Su viaje al extranjero le enseñó que la crisis
europea era decisiva para la suerte del proletariado de todas las latitudes. Lao
diferencias de táctica revolucionaria, los desacuerdos en cuestiones de praxis
entre Haya y Mariátegui arrancaron de las consideraciones que ambos tenían sobre
las fuerzas gravitacionales históricas. Mientras Haya descubría la existencia de
una fuerza gravitacional relativa especial para cada centro geopolítico, Ma-
riátegui veía, con criterio newtoniano, fuerzas gravitacionales absolutas, váli-
das para todas las latitudes. No fue sino hasta la preparación de su plan para
84 Chang - Literatura política
la fundación del partido socialista peruano, en vez del partido comunista, que
Mariátegui comenzó a rectificarse. Desgraciadamente, la muerte se apresuró a
llevárselo, impidiendo que completara su obra de rectificación política y arre-
batándole a las izquierdas peruanas un valioso conductor. De haber seguido vi-
viendo, la historia del último cuarto de siglo pudiera haber sido otra.
Con Mariátegui, por primera vez en el Perú se adoctrinaba políticamente a la
mujer peruana. González Prada ya había tratado de denunciar el yugo que sobre
las peruanas existía desde siglos al hablarnos de "Las esclavas de la Iglesia".
Mariátegui, por su parte, conocía la independencia de la mujer europea y su par-
ticipación en la política, particularmente en la política revolucionaria socia-
lista, y por eso exaltó las cualidades y las potencialidades de la mujer peruana
en la lucha revolucionaria. En Amauta publicó numerosas colaboraciones femeninas
y su propio hogar en la calle Washington se veía concurrido por mujeres ansiosas
de participar en la brega política.
Numerosos obreros fueron ganados a su causa. Muchos de ellos después han in-
gresado al Partido Comunista, pero sus primeras lecciones políticas, sus prime-
ros balbuceos socialistas los recibieron de Mariátegui. Reconocen la influencia
que sobre ellos ejerció el líder limeño, Jorge del Prado, Eliseo García, Fran-
cisco Pérez, Avelino Navarro, Jorge Bracamonte y otros líderes sindicales85.
No sólo los intelectuales de izquierda aprendieron mucho del socialista lime-
ño; escritores y artistas de todas las tendencias desfilaron por su casa de la
calle Washington para recibir lecciones de entereza espiritual y de cultura ge-
neral. Frecuentaban su hogar José María Eguren, Blanca Luz Brum, Luis Valcárcel,
Enrique Espinoza, Jorge Basadre, José Sabogal, María Wiesse, Julia Cordecido,
Alfonso de Silva, Carlos Sánchez Málaga y muchos otros. De los extranjeros que
fueron a cambiar ideas con él, sobresale Waldo Frank, que llegó a convertirse en
su caro admirador.
El cariño y la admiración a Mariátegui, el entusiasmo por sus ideas y el jus-
to reconocimiento de las influencias que de él recibieron, determinaron el nume-
roso acompañamiento al cortejo del líder socialista limeño. Lima estuvo de luto
con la muerte de Mariátegui porque el país había perdido a uno de sus mejores
revolucionarios. Pero así como la Capital vivió horas tristes con su desapari-
ción, el resto del país se vistió de duelo. Los numerosos telegramas y cartas de
condolencia que llegaron a Lima atestiguan cuánta escuela había formado Mariá-
tegui en todo el país.
En el extranjero, en la Argentina y en Cuba principalmente, se sintió su des-
aparición. Los homenajes que los intelectuales de todas las tendencias le tribu-
taron en varias revistas revelan cuán conocido y estimado era en el extranjero.
De los tributos at post mortem que le rindieron intelectuales peruanos sobre-
salen los de Enrique Bustamante y Ballivián y Raúl Porras Barrenechea. Su valor
estriba en el hecho de que ambos escritores, aunque no estaban de acuerdo con la
ideología marxista, se apresuraron a reconocer la grandeza del amigo socialista.
Bustamante y Ballivián, por ejemplo, le dedicó entre otras frases laudatorias la
siguiente:

La muerte de José Carlos Mariátegui renueva en mi espíritu el mismo dolor de la


desaparición de Pedro Zulen. Tras la inquietud estética de mi generación, culminada
en Valdelomar y Eguren, que aunque venía de paso tan fuertemente se adentró en
ella. Mariátegui y Zulen con una sólida cultura europea, representan el esfuerzo de
adaptarla a nuestros problemas vitales. Esa labor que soñara Zulen la realizó Ma-
riátegui con el atisbo clarividente de su talento. Y como ayer en la lenta agonía
de Zulen, el destino ha querido que estuviera hoy cerca de Mariátegui y que otra
vez asistiera al milagro de la fe en un mejor destino humano que alentó hasta la
última vibración de su cerebro donde el dolor olvidó su propia angustia para hacer-
se ofrenda generosa86.

Porras Barrenechea, por su parte, enfoca la contribución de Mariátegui a la


luz de la labor redentora de Manuel González Prada y Haya de la Torre:

...Su puesto está por eso al lado de los grandes constructores de descontentos,
principalmente junto a González Prada. Su obra cauterizadora fue, sin duda; menos
rotunda y armoniosa; menos cuidadosa del pliegue de la túnica del Maestro. Usó el
bisturí satírico, sin el anestésico de las metáforas, pero tuvo en cambio mayor
agilidad, cierta moderna destreza periodística, que hizo su obra más eficaz y más
próxima a la masa, o con palabra suya, más beligerante que la prédica radical. Su
verbo, a diferencia de el verbo del Maestro, no fue simplemente tribunicio y aren-
Chang - Literatura política 85
gatorio, sino esencialmente dialéctico y polemístico. Por todas esas condiciones
Mariátegui será con Haya de la Torre -aparte de disidencias sectarias- uno de los
máximos representativos de la inquietud de las generaciones nuevas del Perú. Su
programa revolucionario tendrá todos los defectos propios de la utopía, pero hay
que reconocer que puso en servicio de él, no sólo la brillantez excepcional de su
inteligencia, sino cualidades morales inusitadas en nuestro medio: fe y constancia,
que son aureola de apostolado87.

Jorge Basadre cree que su obra es tan trascendental en el Perú, que parece
ungida por la predestinación que él intuyó en 1924 al decir que las vidas eran
como las saetas, que la suya todavía no había llegado al blanco y por eso no po-
día morir88. Xavier Abril nos dice en su libro Hollywood; que al volver al Perú
en 1928 la prédica marxista de Mariátegui lo ganó y se entregó a la revolución,
confesándonos que su conocimiento y revelación del mundo político están vincu-
lados a la agonía del amauta limeño89.
Los mejores panegíricos argentinos se encuentran en el número especial dedi-
cado a Mariátegui por La Vida Literaria de Buenos Aires al poco tiempo de la
muerte del escritor peruano. Por múltiples razones, sobresalen los elogios de
Leopoldo Lúgones, Horacio Quiroga y Alberto Gerchunoff.
Lugones, que había sido su enemigo intelectual, le dedica bellas líneas de
justo reconocimiento. Dice que estimó en Mariátegui la libertad del pensamiento,
la nobleza del propósito, la valentía del entusiasmo y la claridad de la expre-
sión que lo hacían "el mejor de todos los izquierdistas". Aunque Lugones era un
poeta cantor de la espada, él también sintió que era un honor tener en el campo
intelectual adverso a un hombre del talento de Mariátegui y lamentó sinceramente
la partida del limeño:

...De éste, pues, que fue el mejor de todos los izquierdistas, tuve afecto y con-
sideración que me bastan y me obligan al homenaje ante la estela truncada de su se-
pulcro. Pues se ha ido, en efecto, antes de la sazón,, bien que ya florido y dolo-
roso como todos los señalados por la divina fatalidad de la belleza. Soñando su au-
rora roja al dormirse en la eternidad, éste que por su amor al pueblo y a la justi-
cia revolucionaria, pudo ser tal vez, un Couthon sin guillotina. Queriendo la dicha
de los débiles y de los tristes, este fulminado del destino, sobre cuya lápida po-
dría exhibirse al modo de un antiguo epitafio, el elogio de la glicina tronchada:
Floreció en su dolor90.

Horacio Quiroga, rinde homenaje al hombre, a su talento, a su nobleza y pro-


bidad moral, a su temple, a su solidez, y a su buena fe 91. En cambio Gerchunoff
se siente impresionado con el talento maduro del joven Mariátegui, con su segu-
ridad, y con su serenidad espiritual92.
Los escritores cubanos, que siempre se han sentido íntimamente ligados con
los escritores peruanos, también le rindieron tributo. Juan Marinello dijo que
los escritores cubanos veían a Mariátegui como "un defensor avanzado de nuestro
destino"93. Francisco Ichaso sostuvo que "Mariátegui expuso sus ideas con ardor,
pero fue el ardor luminoso de los reflectores, mejor que el ardor humoso de las
teas"94.
El homenaje de Colombia puede resumirse en lo que escribió uno de sus más
preclaros escritores: Baldomero Sanín Cano. El maestro colombiano reconoce que
Mariátegui pertenece a la categoría de los escritores universales de América,
pero concuerda con los que afirman que su educación, su manera de sentir, su vi-
sión de los tiempos no eran americanas95.
De las opiniones sobre la labor de Mariátegui emitidas por escritores que no
son hispanoamericanos, merece tenerse en cuenta la de su entrañable amigo Waldo
Frank. El escritor yanqui cree que Mariátegui representa al hombre "nuevo ameri-
cano", lo compara a Lenin y sostiene que su totalidad humana Spinoza y Jesús la
habrían reconocido. Sobre la influencia de Mariátegui en el Perú y en el resto
de América, escribió esta certera frase:

Hace cien años, el paso de Bolívar y San Martín del Atlántico al Pacífico fue el
símbolo de la libertad hispanoamericana de España en lo económico y en lo político.
Y precisamente, un símbolo tal era para mí el cruce de José Carlos del Pacífico al
Atlántico- un símbolo de la coordinación cultural, intelectual y espiritual de la
América Hispánica96.

El calificativo de nuevo hombre americano que le da Waldo Frank es el mismo

86 Chang - Literatura política


calificativo que el escritor francés Henri Barbusse le diera al recordar cariño-
samente a Mariátegui como "una nueva lumbrera de la América, un nuevo espécimen
de hombre americano".

73 Así lo declaró en su "Advertencia" a sus 7 ensayos.


74 Léanse R. Martínez de la Torre, Apuntes, II, 271-272 y J. del Prado, Mariátegui y su obra, p.
26.
75 Cnf. "Indigenismo y socialismo: Intermezzo polémico", Amauta, No. 7 (Marzo, 1927), 37.
76 J. C. Mariátegui, "La enseñanza y la economía", Repertorio Americano, XII, 9 (1° marzo, 1926),
142.
77 Este ensayo está incluido en su libro de 1928, 7 ensayos pp. 108-169, en él Mariátegui menciona
"el fervoroso mensaje de las juventudes del Sur de que fuera portador Haya de la Torre" (u.
147) que sirvió de dique contra la maniobra contrarreformista de los catedráticos pertenecien-
tes al civilismo clásico.
78 Idem., "El arte, revolución y decadencia", en Defensa del marxismo, p. 167.
79 Ibid., p. 148.
80 Ibid., pp. 168-169.
81 J. C. Mariátegui, "El artista y la época", Repertorio Americano, XIII, 24 (26 Dic. 1926), 380.
82 Ibid., P. 381.
83 Idem., "Romain Rolland", Variedades (11 Sept. 1926). Reproducido en Repertorio Americano, XIII,
21 (4 Dic. 1926), 329-33;3, y en Boletín Bibliográfico de la Biblioteca Central de la U.N.M. de
San Marcos, II, 4 (Dic., 1925), 131-134. La cita corresponde al primer párrafo del artículo.
Supra, nota 26.
84 Sobre los pormenores de la discusión del plan de Mariátegui, léanse V. R. Haya de la Torre "El
aprismo en su línea", en Y después de la guerra ¿qué? (Lima, P.T.C.M., 1946), pp. 222-239; R.
Martínez de la Torre, Apuntes, II, 409-433; y El Movimiento Revolucionario Latinoamericano.
Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Junio 1-12, 1929) (Buenos Aires:
Editorial Revista la Correspondencia Sudamericana, 1929), pp. 63, 101-106, 148156, 162, 163,
186-190, 199-200 y 257. Además del ruso Guralsky, del francés Pierre, de la Internacional Juve-
nil Comunista, y el argentino Vittorio Codovilla, asistieron treinta y ocho delegados de los
partidos comunistas de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guate-
mala, México, Panamá,Paraguay Perú, Uruguay y Venezue1a. También asistieron los miembros del
Buró de Buenos Aires. Léase Víctor Alba, Historia del Comunismo en América Latina, PP. 68.70.
85 J. del Prado, Mariátegui y su obra, p. 108.
86 Entre los mejores elogios a Mariátegui se encuentran los que aparecen en "Del homenaje peruano
a José Carlos Mariátegui", Repertorio Americano, XX 20 (24 mayo 1930), 308-310. La cita de Bus-
tamante y Ballivián aparece en la p. 308. Resulta más valiosa esta comparación si se tiene en
cúenta que Mariátegui también admiró la labor intelectual de Zulen, como se puede constatar al
citarlo en sus 7 ensayos, pp. 38, 44, 147 y 150.
87 Ibid., p. 309.
88 Ibid.
89 Xavier Abril, Hollywood (Madrid: Ediciones Ulises, 1931), p: 20.
90 Reproducido en Repertorio Americano con el título de "Del homenaje argentino a Mariátegui". El
elogio de Lugones se subtitula "In Memoriam", XX, 22 (14 junio 1930), 344 y XXXVII, 11 (20
abril 1940), 163.
91 Ibid., p. 347 y p. 163 respectivamente.
92 Ibid, p. 346.
93 93 Ibid,, XXI, 8 (23 agosto 1930), 122 y en Estudios Hispanoamericanos (México: Publicaciones
de la Univ. Nac de México, 1937) pp. 51 y 54.
94 "Del tributo cubano José Carlos Mariátegui", Repertorio Americano, XXI, 9 (6 Sept. 1930), 143-
144.
95 B. sanin Cano, "Escritores universales en América, José Carlos Mariátegui", Repertorio Ameri-
cano, XIX, 12 (28 Sept. 1929), 177.
96 Léase el artículo de Waldo Frank "Una palabra sobre Mariátegui" en Repertorio Americano, XXVII,
10 (13 abril 1940), 163-164, el cual originalmente apareció en la revista cubana 1930 en la
forma de carta. Fue fechada en Nueva York el 12 de mayo de 1930. Otro homenaje que Frank le
rindió a su amigo limeño se encuentra en su America Hispana South of Us (New York: Garden City
Publishing Co. Inc., 1990), dedicado a Mariátegui. Consúltense las pp. 166-171, 172-176 y 352.

CUARTA PARTE
VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE (1895)

XV
UNA VIDA INFATIGABLE

Así como es imposible hablar de la vida literaria y política del Perú de los
años 1924 a 1930 sin mencionar a José Carlos Mariátegui, es inconcebible pres-
cindir de Víctor Raúl Haya de la Torre si se desea historiar la vida del Perú de
los últimos treinta, y tres años.
Haya de la Torre le ha dado un nuevo derrotero a su patria. Su personalidad

Chang - Literatura política 87


forjada por su voluntad, inteligencia, espíritu de sacrificio, puesto a prueba a
través de treinta y tantos años de destierro, prisión, persecución a muerte o
encierro forzoso, no es producto del acaso. Apareció él en el momento histórico
en que se necesitaba un hombre de su carácter, clarividencia y dedicación heroi-
ca. Los precursores de la redención de la patria prepararon el terreno para la
llegada de Haya.
El se destaca entre los que le precedieron en la historia del país por la
magnitud de su empresa, el valor de su obra y el alcance revolucionario de su
doctrina. Ha sembrado semillas americanas que ya han echado fuertes raíces en
nuestro suelo fertilizado con la sangre de tantos héroes epónimos, sacrificados
en el holocausto que los tiranos levantaron para sahumar la faz de la Diosa Li-
bertad. Su pensamiento y su obra en el Perú continúan y superan el pensamiento y
la obra de González Prada y Mariátegui. Su doctrina americana marca una nueva
trayectoria en el pensamiento continental.

INFANCIA Y JUVENTUD
En Trujillo, una de las primeras ciudades del Perú que proclamó su indepen-
dencia de España, nació Víctor Raúl Haya de la Torre el 22 de febrero de 1895.
Sus padres fueron don Raúl Edmundo Haya de Cárdenas y Urdapilleta y doña Zoila
María de la Victoria y de las Mercedes Rosa Francisca de Paula de la Torre y de
Cárdenas. Ambos pertenecientes a aristocráticas familias trujillanas.
El deán de la Catedral de Trujillo, doctor y presbítero José Antonio de Cár-
denas, tío de doña Zoila Victoria, le aplicó los óleos del bautismo el 12 de ju-
lio, apadrinándolo su tío Carlos A. Washburn y Salas de la Torre, quien llegó a
ser más tarde Ministro de Justicia del Presidente José Pardo (1904-1908), y su
tía Ana Lucía de la Torre y Cárdenas.
Su educación primaria y secundaria la cursó en el plantel favorito de la
aristocracia trujillana: el Seminario de San Carlos y San Marcelo, dirigido por
padres lazaristas franceses. En este plantel, rival del laico Colegio Nacional
de San Juan, tuvo Víctor Raúl por maestro al padre Lissón que más tarde llegó a
ser Arzobispo de Lima.
Su niñez y adolescencia la pasó entre los mimos de los familiares, el depor-
te, la intensiva lectura y en constantes paseos a los alrededores, correteando
por las tapias de la hermosa campiña que rodea a la hidalga ciudad. No fueron
pocas las horas que pasó en práctica naturista bajo la dirección de su padre y
de su tío Agustín de la Tarre González.
En 1912 Víctor Raúl fundó el club de fútbol Jorge Chávez, organizó torneos
deportivos y programas culturales Por su capacidad organizadora fue elegido pre-
sidente de la institución.
Con pseudónimo, o sin él, colaboraba de vez en cuando en el diario La Indus-
tria, de su padre. Desde muy joven había demostrado mucha habilidad para expre-
sarse en forma oral y escrita. Su gran locuacidad le granjeó numerosas amistades
en los círculos sociales. A menudo asistía a la Biblioteca Obrera que funcionaba
cerca de su casona de la calle Ayacucho. Años más tarde, ya en el destierro,
Haya recordó en un artículo autobiográfico, que en esa Biblioteca Obrera se iza-
ba todos los años, en el 1º de mayo, una bandera roja 1. Allí cambiaba impresio-
nes con los campesinos de las haciendas vecinas que frecuentemente se quejaban
de los abusos que se cometían en los feudos de los valles de Chicama y de Moche.
Concluido su 5º año de Media, ingresó a la Universidad de La Libertad a estu-
diar letras para seguir la carrera de abogado. Entonces su vida deportiva e in-
telectual se intensificó. A menudo visitaba la encantadora caleta de Huanchaco.
En este colorido balneario Víctor Raúl bogaba mar adentro en los famosos caba-
llitos unipersonales de totora, compitiendo con sus amigos indios, fornidos des-
cendientes de la raza Chimú. Los fines de semana organizaba excursiones hacia
los cerros vecinos.
Las seniles matronas indígenas saludaban entusiasmadas al fornido trujillano
que, corriendo a la cabeza de un nutrido grupo de jóvenes, subía el empinado ce-
rro, en cuya cima está la Iglesia de Huanchaco, ruta obligada para las caminatas
hacia los agrestes cerros que visitaban los chaposos-muchachos. Otras veces, los
aguadores indígenas, que obtenían su mercancía en los pozos artesianos de la en-
trada de Huanchaco, les ofrecían agua cuando iban en camino a los totorales ale-
daños de Chan Chan. De ellos, de estos aguateros, Haya escuchó los relatos sobre
la progresiva pérdida de las tierras comunales de los indios a manos de los le-
88 Chang - Literatura política
guleyos zamarros y rapaces terratenientes2.
Durante el año académico pasaba gran parte de su tiempo libre con el círculo
literario de Trujillo que dirigía Antonio Orrego Espinoza, a quien había conoci-
do en el Seminario. Pertenecían al grupo liberal, Alcides Spelucín, César Valle-
jo (1892-1938), José Eulogio Garrido, Luis Armas, Santiago R. Vallejo, el pintor
Macedonio de la Torre, Juan Espejo, Oscar Imaña, el dibujante Julio Esquerre,
Julio Gálvez Orrego y otros intelectuales y artistas de la región.
Con motivo de una querella literaria, en 1917 Haya escribió una comedia des-
tinada a realzar el don poético de César Vallejo, compañero de estudios univer-
sitarios. Esta comedia, intitulada Triunfa vanidad, fue representada por la ac-
triz española Amalia de Isaura.
Pero así como en el mundo de las letras su grupo se enfrentaba con el círculo
literario conservador dirigido por el escritor Vicente Alejandro Hernández, en
la Universidad Haya de la Torre pertenecía al estudiantado izquierdista que lo
había llevado a ocupar primero la secretaría y luego la dirección del Centro
Universitario. Durante el banquete de celebración por el triunfo de Haya en las
elecciones de la junta directiva del Centro, el poeta César Vallejo brindó por
el agasajado, con la frase: "Yo, poeta, brindo mi copa por este pichón de cón-
dor... Yo profeta, anuncio que volará muy alto y será grande, grande"3.

JORNADAS ESTUDIANTILES Y OBRERAS


En el mismo año de 1917 Haya fue nombrado delegado del Centra Universitario
de Trujillo ante la nueva Federación de Estudiantes del Perú que se había funda-
do en Lima en 1916. Luego de llegar a la capital presentó sus credenciales al
Presidente de la Federación, su paisano trujillano Fortunato Quesada Larrea, y a
los pocos días, el 26 de abril, fue a la Biblioteca Nacional a saludar a uno de
los hombres que siempre ha admirado, don Manuel González Prada.
En agosto de 1917 viajó al Cusco en compañía de dos parientes: el coronel Cé-
sar González y su esposa Ernestina Iglesias. Iba a la antigua capital del Inca-
nato como secretario del coronel, que acababa de ser nombrado prefecto. Para no
perder su tercer año universitario trasladó su matrícula de San Marcos al primer
año de jurisprudencia y ciencias políticas de la Universidad Nacional del Cusco
que dirigía por entonces el pedagogo
norteamericano Alberto Giesecke. Durante las vacaciones excursionó por las
tierras de Urubamba, Paucartambo y Canchis. Avanzó hacia la región de Abancay,
el departamento de Apurímac, llegó a Puno, cruzó el lago Titicaca y visitó La
Paz. En sus correrías por estas regiones lo conmovieron la opresión de los in-
dios y la labor de los ministros protestantes en las misiones.
Varias semanas después de haber comenzado el año académico, Haya volvía a
Lima e ingresaba al segundo año de Derecho en San Marcos.
El 22 de julio murió don Manuel González Prada. A su entierro asistió Haya
con los ojos húmedos y la frente fruncida por el dolor. En el mes que siguió a
su muerte, yo sentí hambre por primera vez, y comencé a comprender el dolor de
los otros", nos dice en el mencionado artículo autobiográfico. Para salvar su
premiosa situación económica aceptó el empleo de amanuense en el bufete del abo-
gado Eleodoro Romero, primo de Augusto B. Leguía y amigo de los Haya de la To-
rre. Le pagaban cincuenta soles mensuales, escaso dinero para vivir son como es-
tudiante. En la carta autobiográfica que le escribió a don Joaquín García Monge,
Haya recuerda: "En ese gabinete de abogado donde era yo escribiente, generaron
por contraste todas mis rebeldías. Ahí leí a Renán, a González Prada, a Sarmien-
to, a Marx, y a muchos otros. Ahí apliqué las teorías de la realatividad eins-
teiniana a la virtud oficialmente consagrada. Ahí vi muchas cosas, y muy cerca
de ahí, en la puerta vecina, donde el hermano de mi jefe, don Eulogio Romero,
habilísimo político, conspiraba en favor de Leguía, vi también muchas otras co-
sas de interés y trascendencia. Muy cerca de mí pasaron todos los políticos pro-
fesionales de entonces. Muy cerca de mí vi yo a las fieras de la política perua-
na, empujadas por su hambre, a la genuflexión y al soborno, ya que el hambre de
los políticos latinoamericanos es como la del tigre, el chacal y el tiburón, la
más peligrosa de las hambres, según ciertos zoólogos"4.
Fácil le fue llegar hasta Leguía, pero no lo hizo, pese a que un tío suyo,
hermano paterno de su madre, don Agustín de la Torre González, era el Segundo-
Vicepresidente. Le hubiese sido fácil, porque Leguía, hombre sagaz, silenciaba a
los jóvenes de promesa enviándolos a Europa.
Chang - Literatura política 89
Los lunes por la noche asistía a la casa de Raúl Porras Barrenechea, a donde
un grupo de estudiantes y jóvenes escritores iba a discutir sobre literatura,
historia y política nacional5.
A fines de 1918 la agitación por la jornada de ocho horas que había comenzado
desde 1905 ganó fuerza, tomando los caracteres de una ofensiva obrera reivindi-
cadora. En el mitin obrero del lº de enero de 1919, en Lima, los manifestantes
fueron atropellados por la gendarmería. Por esta razón, los obreros pidieron
ayuda a la Federación de Es2udiantes. El presidente de esta institución nombró a
Haya de la Torre, Bruno Bueno y Valentín Quesada como delegados universitarios
ante el comité de huelga que habían formado los obreros. El comité de huelga les
encomendó a los representantes estudiantiles la misión de intervenir ante el Go-
bierno para presionar por la jornada de ocho horas, el veinticinco por ciento de
aumento de los salarios y la libertad de los trabajadores detenidos. Fructífera
fue la labor de los estudiantes: al día siguiente el Presidente José Pardo de-
cretó la jornada de ocho horas, pero mantuvo el mismo salario: De todas maneras,
era un triunfo obrero. El Ministro de Fomento invitó a los re. presentantes
obreros y estudiantiles a su despacho para informarles de los alcances del de-
creto y para felicitar a éstos por su "sagaz y atinada actuación al lado de los
obreros, trabajando por la solución del conflicto"6. A los 23 años de edad Haya
había conseguido su primera victoria en favor de los trabajadores manuales del
Perú.
Al día siguiente del decreto los delegados textiles se reunieron en el local
de la Federación de Estudiantes bajo la presidencia de Víctor Raúl para fundar
la Federación de Trabajadores de Tejidos del Perú. He aquí los acuerdos que se
tomaron según el acta de constitución:

En Lima, a los 16 días del mes de enero de 1919, los suscritos, delegados de las
Fábricas de Tejidos de lana y algodón, como Vinarte, Inca, Victoria, San Jacinto,
Progreso, Santa Catalina, La Unión y Progreso [sic], reunidos bajo la presidencia
del delegado universitario, señor Víctor Raúl Haya de la Torre; acordaron:
1º La formación de la Federación de Trabajadores de Tejidos del Perú, que tienda
a unificar a todo el elemento obrero de las fábricas de la industria textil; y
2º Realizar a favor de esta nueva institución la más activa propaganda a fin de
convertirla en un verdadero centro de unificación proletaria7.

El dinamismo del joven provinciano despertó la amistad de los líderes obre-


ros. De todos ellos tenía especial afecto por su coterráneo Adalberto Fonkén, "a
quien Víctor Raúl debió más de un consejo y de quien fue un verdadero hermano" 8.
A esta época se remonta su amistad con Arturo Sabroso (obrero textil), Fausto
Posada (carpintero); Miguel Gárate (tranviario), Samuel Vázquez (chauffer), Sa-
muel Ríos (carpintero) y otros conductores proletarios, como Juan Gaerreio Quím-
per, Fausto Nalvarte, Guillermo Conde, Otazu Fajardo y Salomón Ponce.
Ya por estos meses Haya se encontraba en comunicación con los líderes de la
Reforma Universitaria Argentina que con tan buen éxito habrá comenzado a media-
dos de 1918. Estaba empeñado en una lucha que se llevaba a cabo en dos frentes:
la reforma y la jornada obrera por el abaratamiento de las subsistencias. EI 13
de abril de 1919 se había constituido el Comité Obrero Pro Abaratamiento de las
subsistencias. El 2 de mayo llegaba a Lima el líder socialista argentino Alfredo
Palacios trayendo el mensaje de las izquierdas argentinas. Haya conversé con él
y por su intermedio trabó estrecha amistad con los líderes estudiantiles argen-
tinos Gabriel del Mazo, presidente de la Federación Universitaria Argentina,
Sanguinetti, Ripa Alberdi y otros. El 26 de mayo partía Alfredo Palacios, con-
vencido de que la reforma universitaria se iba a producir en el Perú de un mo-
mento a otro.
La misma noche de la partida de Palacios, el Comité Obrero ProAbaratamientos
de las Subsistencias de Lima decretó el paro general. En esta oportunidad nueva-
mente Haya demostró su valor cuando un piquete de caballería al mando del coro-
nel Juan Carlos Gómez (alias "Mala Noche") rodeó el local de la Biblioteca Ri-
cardo Palma donde sesionaban los obreros. El joven delegado se entrevistó con el
coronel y se responsabilizó por una tregua que le pidió para que los obreros
terminasen de deliberar. Mientras los soldados esperaban afuera, los obreros se
escaparon del local, y cuando el coronel y sus cohortes entraron, no había na-
die, excepto el sonriente Víctor Raúl, que cumplía su palabra sobre la responsa-
bilización. El paro general duró en Lima hasta el 2 de junio y en el Callao has-

90 Chang - Literatura política


ta el 5, sin conseguir las demandas que presentaron al Gobierno.
Entretanto, el movimiento reformista universitario había tomado nuevo impulso
en la Facultad de Filosofía, Historia y Letras de San Marcos. Como el pliego de
reivindicaciones estudiantiles ni siquiera fue recibido por el Decano Alejandro
O. Deustua (1848-1945), las demás facultades se plegaron al movimiento y el
alumnado sanmarquino se declaró en huelga: El Presidente Pardo, ex-rector de San
Marcos, respondió clausurando la Universidad a fines de junio de 1919; pero el 4
de julio caía el Gobierno debido al golpe de Estado encabezado por Augusto B.
Leguía. El movimiento reformista creció en ímpetu. Leguía temió a la juventud, y
como deseaba consolidarse en el poder, prefirió apoyar la reforma para así gran-
jearse la simpatía del estudiantado y al mismo tiempo sacar de San Marcos a sus
enemigos catedráticos pertenecientes a la rama del civilismo clásico. Haya com-
prendió la maniobra leguiísta. La misma mañana del 4 de julio se había encontra-
do con un grupo de jóvenes amigos que presenciaban la manifestación de las masas
borrachas que vitoreaban el cuartelazo triunfante. Uno de ellos, Carlos Moreyra
y Paz Soldán, le preguntó cuál era su opinión. Haya le contestó: "Esto no es
revolución; es un nuevo asalto al presupuesto"9.
La Asamblea Nacional que apoyaba la política demagógica de Leguía dictó las
leyes que favorecían la reforma universitaria. El Ejecutivo las promulgó inme-
diatamente por medio de las leyes números 4002 (13 de septiembre de 1919) y 4004
(16 de octubre de 1919). Ambas leyes satisfacían el manifiesto del estudiantado
redactado por Manuel Abastos y aprobado por el comité Revolucionario de Reforma
al que Haya pertenecía: 1) cátedra libre; 2) abolición de la vitalicidad de las
cátedras; 3) supresión de la lectura de las listas, siguiendo el principio de
asistencia libre a fin de favorecer a los estudiantes pobres que necesi2an tra-
bajar para sostenerse en la universidad; 4) creación de becas para estudiantes
pobres; 5) participación del estudiantado en el gobierno de la universidad; 6)
concurso obligatorio y veraz para llenar las cátedras; y 7) expulsión de veinti-
cuatro catedráticos tachados por los universitarios.
En reconocimiento por su actuación en la Reforma, Haya de la Torre fue elegi-
do presidente de la Federación de Estudiantes del Perú en octubre de 1919. Le-
guía envió a uno de sus ayudantes a saludarlo y felicitarlo. Para corresponder a
este cumplido, el presidente de la FEP se dirigió a Palacio, cubriendo su único
traje roto con un abrigo invernal que resultaba llamativo a fines de la primave-
ra. Por entonces Haya vivía en un cuarto encalado e interior en la calle de Pla-
teros de San Agustín 138, por el cual pagaba diez soles al mes (4 dólares). Como
sobre el techo frágil se encontraba montado un motor eléctrico extractor de agua
que trepidaba día y noche, decidió trasladarse a ocupar una habitación barata de
un hotel de Chorrillos.
La reputación del joven provinciano crecía. El Dr. Alberto Salomón, por insi-
nuación de su hermano don Oscar, lo llamó a su despacho en el Ministerio de Ins-
trucción Pública para ofrecerle un profesorado en el Colegio Nacional de Guada-
lupe, a nombre de la amistad que lo unía con don Edmundo Haya de la Torre, su
antiguo compañero en la Cámara de Diputados: Víctor Raúl no aceptó, prefiriendo
continuar con su trabajo que le pagaba sólo cincuenta soles. Pero no le duró mu-
cho este empleó porque el Dr. Romero fue nombrado delegado del Perú ante la Liga
de Naciones, y Haya después de dos años y cinco meses de trabajo se quedó sin
empleo, sólo con un certificado que reconocía que era "honrado, inteligente y
con grandes condiciones para la abogacía"10.
Con el objeto de llevar los beneficios de la reforma al resto del país, el
presidente de la FEP convocó a un congreso de estudiantes y escogió por sede al
Cusco. A este Primer Congreso Nacional de Estudiantes (l1 a 20 de marzo de 1920)
asistieron representantes de todas las universidades peruanas. Bajo la presiden-
cia de Haya de la Torre se discutieron importantes temas y se acordó la creación
de las universidades populares propuesta por el delegado Abraham Gómez y defen-
dida por el mismo Haya y Luis F. Bustamante. Una de las más importantes conclu-
siones sobre la creación de las universidades era la que declaraba que tendrían
intervención oficial en todos los conflictos obreros, inspirándose en los postu-
lados de justicia social. Las universidades deberían enseñar dos ciclos: uno de
cultura general de orientación nacionalista y eminentemente educativo y otro de
especialización técnica conforme a las necesidades regionales.
En octubre de 1920 cesaba en la presidencia de la FEP. Su sucesor Juan Fran-
cisco Valega le encomendó la organización de las universidades populares. El 22
de enero de 1921 inauguraba la primera universidad popular, 11 asignándose la ta-
Chang - Literatura política 91
rea de enseñar geografía e historia social. En asamblea de alumnos y profesores
su fundador resultó elegido su primer Rector. Entre los jóvenes profesores esta-
ban Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, Oscar Herrera, Enrique Cornejo Kos-
ter, Manuel Abastos, Chávez Herrera, Luis F. Bústamante y otros entusiastas y
desinteresados estudiantes universitarios. Más tarde se sumarían a ellos Luis
Heysen, Nicolás Terreros, y desde 1923, a invitación de Haya, José Carlos Ma-
riátegui.
Al mismo tiempo que desplegaba gran actividad en la Universidad Popular, en
la que a veces dictaba clases a las tres de la mañana para los mozos de hoteles
y cafés que terminaban sus labores a esa hora, el infatigable Víctor Raúl su-
fría, aún más, los azotes de la miseria. Después de un período crítico de gran
estrechez económica consiguió el puesto de profesor en el Colegio Angloperuano
que dirigía el Dr. Juan A. Mackay, ministro presbiteriano. Comenzó con un sueldo
bien bajo, pero él, en todo momento y aun en sus horas más difíciles mantenía su
característica sonrisa: la vida le imponía obligaciones que él cumplía alegre-
mente porque el encanto de la vida estribaba en la lucha por el bienestar social
y no en la abundancia de sus manifestaciones materiales.
Invitado por los estudiantes argentinos, viajó hacia los países del Plata a
principios de 1922, llevando consigo. credenciales de la Federación de Estudian-
tes del Perú y de la Federación Obrera Regional de Lima. De paso por Arequipa,
dio dos conferencias en la Universidad de San Agustín. Continuó hacia Puno, cru-
zó el Lago Titicaca hasta la Paz y de allí prosiguió a Buenos Aires. En el andén
lo esperaba Gabriel del Mazo para darle la bienvenida y comunicarle que la Fede-
ración Universitaria Argentina lo había proclamado huésped de honor. Al siguien-
te día desembarcaba en Montevideo, donde, los universitarios se encontraban en
huelga reformista. Se adhirió a su causa y presidió su tercera asamblea. De
vuelta en Buenos Aires entregó el mensaje de la FEP que proclamaba la indepen-
dencia literaria, científica, moral y económica de América, y dictó una confe-
rencia en la Universidad de Buenos Aires, sobre la reforma universitaria y los
deberes de la juventud del continente indoamericano. Poco después viajó a Rosa-
rio, a la inauguración de la Universidad del Litoral, invitado por el Dr. Anto-
nio Sagarna, Ministro de Educación quien a los pocos días lo llevó a la Casa Ro-
sada para que saludara al Presidente Hipólito Irigoyen.
Da Buenos Aires pasó a Mendoza y de allí a Chile, llevando al otro lado de
los Andes gratos recuerdos de la patria de San Martín, en donde había conocido a
los líderes de la re£orma universitaria, a José Ingenieros, a Ricardo Rojas, al
profesor alemán Alfonso Goldschmidt, con quien más tarde se vería nuevamente en
México y en Alemania, al profesor Jorge Federico Nicolai, otro refugiado políti-
co de la Alemania post-bélica, a la brillante poetisa Alfonsina Storni, al filó-
sofo Alejandro Korn (1860-1936) y a varios estudiantes peruanos, entre los que
se destacaba el estudiante de agronomía Luis E. Heysen, futuro compañero de lu-
chas en el Perú y en Alemania.
Haya llegó a Santiago por tren el 22 de mayo de 1922 y dos días más tarde en-
tregaba en la sesión especial de la Federación de Estudiantes de Chile los men-
sajes que enviaban las universidades de Córdoba y Buenos Aires. El 25 de mayo
participó en la inauguración del Ateneo Obrero y habló en la Universidad Popular
"José Victoriano Lastarria". El 26 de mayo le otorgaron el título ad honorem de
profesor del Liceo "Federico Hansen". Durante su corta estada en Chile conoció a
Gabriela Mistral, a Vicuña Mackena, y a otras importantes personalidades litera-
rias.
A mediados de junio de 1922 llegaba de regreso a Lima. Luis Alberto Sánchez
publicó un artículo ilustrado en Mundial. La Crónica, en su edición del 27 de
junio, publicó el reportaje en que narraba sus experiencias en el extranjero.
Pero así como se elogiaban los comentarios pacifistas de Haya con respecto al
conflicto de Tacná y Arica, también los chauvinistas y los "profiteurs" del odio
contra Chile lo acusaban de "chilenófilo" y de que se había "vendido al oro de
Chile". Como sus declaraciones pacifistas entorpecían los planes del Gobierno y
no favorecían al mito de la revancha, Leguía envió a uno de sus edecanes a salu-
darlo y a invitarlo a que lo visitara en su casa de la calle Pando. Haya asistió
a la cita.
Después de rechazar el ofrecimiento de un viaje de estudios en Inglaterra, el
dirigente estudiantil le expuso sus puntos de vista sobre el conflicto con Chi-
le, declarándole que "nosotros los jóvenes" no podemos vivir del odio de nues-
tros abuelos". Leguía le advirtió que estaba dispuesto a reprimir enérgicamente
92 Chang - Literatura política
los desbordes de lo que él demagógicamente llamaba "derrotismo" 12. Esta era la
última vez que el rebelde estudiante vería al astuto tirano.
Sin responder a la falsa acusación, se dedicó a continuar sus actividades
culturales. En San Marcos organizó el Conservatorio Filosófico y luego se diri-
gió a su ciudad natal, que hacía un lustro que no había visitado.
En Trujillo no encontró a muchos de sus viejos amigos: habían salido en busca
de nuevos horizontes. En cambio, Atenor Orrego y Alcides Spelucín habían fundado
el diario izquierdista El Norte, y su grupo ideológico había ganado adeptos.
Allí estaban ahora Manuel Vázquez Díaz, Luciano Castillo, Alfredo Ilabasa, Pedro
Lizarzaburu, Manuel Morales Loli, Eloy Espinosa, Carlos Mariel Cox y otros futu-
ros líderes apristas. Los intelec2uales y los líderes obreros invitaron a Haya a
que. ofreciera un ciclo de conferencias. Su primera disertación se realizó en el
Teatro Ideal, a media cuadra de la Plaza de Armas, cerca de las grandes residen-
cias coloniales que ostentan escudos virreinales y albergan a la rancia aristo-
cracia conservadora de la ciudad. El joven izquierdista de 27 años habló por
hora y media sobre el estado calamitoso del Perú, denunció métodos y condenó
tácticas. En su segunda conferencia obtuvo mayor éxito. La dio en la sala más
grande de la ciudad, en el Teatro Popular.
Se hacían preparativos para la tercera charla y pero el celoso prefecto la
prohibió y ordenó a la policía que no dejara ingresar a nadie ah local en la
cual iba a tener lugar la conferencia. Los trujillanos estaban resueltos a oír-
lo, y burlando a la policía llevaron al orador a la Universidad de la Libertad
fundada por Bolívar. Allí denunció a la oligarquía y los métodos autoritarios de
los empleados públicos entregados al imperialismo. La multitud lo aplaudió; te-
nía el recuerdo fresco de la cesión del puerto de Malabrigo a la firma imperia-
lista alemana propietaria de la rica hacienda azucarera Casa Grande, la cual,
como un pulpo, extendía sus tentáculos sobre las demás tierras vecinas y asfi-
xiaba el comercio de Trujillo. El fogoso orador los alentó a que organizaran la
defensa; aconsejó que los intelectuales y obreros se unieran y lucharan mancomu-
nadamente. Después de esta conferencia quedaron establecidas las bases para la
fundación de las universidades populares de la región. Haya entonces se dedicó a
adoctrinar a los obreros en la defensa de sus derechos. Por las tardes se iba
con un nutrido grupo de trujillanos al balneario vecino de Buenos Aires y allá
en la amplia playa les enseñaba ejercicios físicos y ejercicios respiratorios.
Haya quería que todos tuvieran oportunidad de desarrollarse físicamente tanto
como intelectualmente. Estableció el Centro de Estudiantes y Obreros que sirvió
de cuartel beligerante del pueblo de la región donde el espíritu revolucionario
del trujillano se mantuvo animado. Este Centro sirvió de ayuda a los obreros ag-
rícolas del Valle Chicama en su conflicto con los hacendados de la región13.
Después de varios meses de intensa actividad en su ciudad natal, el inquieto
trujillano retornó a Lima; necesitaba terminar su tesis doctoral sobre un paran-
gón entre González Prada y Ricardo Palma, en el que concluía afirmando que el
padre de las tradiciones peruanas era tradicionista pero no tradicionalista 14.
Debido a la objeción de un catedrático Haya no pudo concluir su último año en la
Facultad de Filosofía, Historia y Letras15.
Al volver a Lima encontró que Augusto B. Leguía, temiendo la derrota en las
elecciones presidenciales de 1923 -en las que su primo Germán Leguía y Martínez
se perfilaba como candidato de fuerza-, buscaba el apoyo del clero por interme-
dio del Arzobispo Lissón. El Arzobispo le aconsejó que oficialmente dedicase el
Perú al Sagrado Corazón de Jesús. Esta jugarreta, simbólica para Leguía, pero
política para la Iglesia, pondría las masas católicas a favor del continuismo de
la dictadura. Y como veremos al tratar sobre "Aprismo y anticlericalismo", Haya
de la Torre organizó la jornada del 23 de mayo que desbarató esos planes.
El Gobierno no quiso darse por vencido; trató primero de tentar a Haya que se
escondía en la casa del Dr. Juan Mackay, ofreciéndole 30,000 soles (que equiva-
lían entonces a unos 15,000 dólares) y una pensión de 1,000 soles mensuales, a
cambio del destierro voluntad, El perseguido rechazó la oferta16.

PRIMER DESTIERRO
En las elecciones de la FEP de octubre de 1923 se presentó la candidatura de
Haya para la presidencia de esa importante organización. EI candidato opositor
era Manuel Seoane. En la noche del 2 de octubre, mientras se realizaban las
elecciones, llegó la noticia de que Víctor Raúl había sido apresado. Los electo-
Chang - Literatura política 93
res entonces por unanimidad eligieron al candidato encarcelado, presidente de la
Federación y a Seoane, vicepresidente encargado de la presidencia. Al siguiente
día en Lima se sabía del secuestro del héroe del 23 de mayo. El prisionero hizo
llegar un mensaje a los estudiantes y obreros que publicó El Textil, órgano
clandestino del proletariado. En él denunciaba la triquiñuela que se había uti-
lizado para capturarlo y concluía con su declaración de fe:

No sé cuál será mi suerte, ni me interesa pensar en ella... Si he de marchar al


destierro, algún día he de volver. Retornaré a mi tiempo, cuando sea llegada la
hora de la gran transformación. Ya lo he dicho y lo repito: sólo la muerte será más
fuerte que mi decisión de ser incansable en la cruzada libertadora que América es-
pera de sus juventudes, en nombre de la Justicia Social17.

A1 séptimo día de huelga de hambre, como su resistencia física flaqueaba y


había el peligro de un síncope mortal, por alteraciones cardiacas, lo embarcaron
a la fuerza, sin más equipaje que la ropa que tenía puesta. El prisionero perma-
neció incomunicado y su camarote vigilado por seis agentes policiales hasta que
el barco cruzó el límite del litoral peruanol8.
El desterrado lleguó a Panamá. Allí dio once conferencias bajo los auspicios
de un grupo de intelectuales. Llegó pronto la noticia de que, gracias a la me-
diación de Gabriela Mistral, José Vasconcelos, Secretario de Educación de Méxi-
co, lo invitaba a que fuese a México a colaborar con él. Entonces partió para
Cuba en ruta a México, llegando a la Isla a fines de octubre de 1923, cuando la
situación política era tirante porque ya se perfilaba la candidatura del General
Gerardo Machado y Morales ( 1871-1939). Se vinculó con Julio Antonio Mella19, la
presidente de la Federación de Estudiantes de Cuba; con Jorge Mañach, Alberto
Arredondo y otros intelectuales.
En la Habana presidió el acto inaugural de la Universidad Popular "José Mar-
tí" y dictó conferencias públicas: una sobre "Relaciones y deberes estudianti-
les", en el Aula Magna de la Universidad y la última sobre "Manuel González Pra-
da" en el Club Femenino20.
De Cuba pasó a México, a cuya capital llegó la noche del 16 de noviembre de
1923. A1 siguiente día El Universal de esa ciudad informaba sobre su llegada.
Su puesto lo puso en contacto con numerosos intelectuales latinoamericanos.
Parte de su labor consistía en asesorar la publicación de la colección de clási-
cos que editó la Secretaría de Educación. El exilado peruano observaba muy aten-
to la marcha de la revolución mexicana y, sobre todo, el proceso de la reforma
agraria. Por esta razón asistió a los actos que en memoria de Emiliano Zapata se
realizaron el 10 de abril de 1924~ en el Estado de Morelos2l.
El miércoles 7 de mayo de 1924, 16 días antes del primer aniversario del bau-
tismo de fuego de la unión de los trabajadores manuales e intelectuales, Haya de
la Torre, en acto público que se considera como inaugural del Apra, entregó a la
Federación de Estudiantes de México, y con ella a la juventud del continente, la
bandera de unidad indoamericana: sobre un fondo rojo, un círculo dorado que
contiene el mapa, también dorado, de Indoamérica, desde el río Bravo hasta el
Cabo de Hornos.
Como por entonces se organizaba un viaje de estudiantes norteamericanos a Ru-
sia, el desterrado peruano decidió acompañarlos para compenetrarse de los vaive-
nes del socialismo en ese país. Enterado de sus planes, el más alto organismo
obrero del Perú le envió credenciales con instructivas especiales: "La Federa-
ción Obrera Local os presenta a Haya de la Torre como a un militante ardoroso y
abnegado de la causa de la redención y encarga a Haya la misión de investigar y
estudiar la situación rusa para informar más tarde sobre ella a los sindicatos
agrupados en esta organización"22.
Acompañando a Vasconcelos visitó la Universidad de Texas y después continuó
su viaje a Nueva York. En Brooklyn tomó el Esthonia con destino a Polonia. En
Conephague desembarcó a averiguar las últimas noticias del Perú y quedó encanta-
do con la ciudad. En Danzig transbordó a un barco inglés que lo llevó hasta
Riga, y de allí tomó el tren para Moscú.
En la capital rusa asistió como "espectador visitante" al Quinto Congreso
Mundial del Partido Comunista y observó las actividades del Congreso Mundial de
la Juventud Comunista que se inauguró el 15 de julio de 1924. Conoce a las más
altas personalidades del firmamento bolchevique: a Michael Frunze" Comisario de
Guerra, a Kalinin, presidente de los Soviets, a Trotzki y su esposa, a Bujarin,

94 Chang - Literatura política


a Zinoviev, a la hija de Tolstoy, a Lunacharski y a otros prohombres del momen-
to. Lozowski trató varias veces de incorporarlo al partido comunista pero Haya
se negó. El ha simpatizado con la Revolución Rusa, pero sin abandonar la creen-
cia de que, aunque fuera bueno para Rusia, el comunismo no es necesariamente
bueno para América Latina.
Recorrió el interior del país y en todas partes tomaba copiosas notas que
luego utilizaba en sus artículos para periódicos latinoamericanos y en su libro
sobre Rusia. La inclemencia del frío, su extremada actividad, añadidas a los
efectos de la huelga de hambre en el Perú, quebrantaron su salud y cayó enfermo.
Su médico le diagnosticó "un inminente proceso tuberculoso" si no era atendido
inmediatamente en un sanatorio de Crimea. El enfermo prefirió retirarse a Villa-
neuve, Suiza, donde residía Romain Rolland23.
Antes de partir, Anatolio Lunacharski, Comisario de Educación, le dio una
carta de presentación para su amigo Romain Rolland y otra para las Universidades
Populares González Prada.
Llegó a Suiza en los primeros días de noviembre de 1924 e inmediatamente en-
tró al Sanatorio de Leysin y comenzó su amistad con Romain Rolland.
De este vínculo espiritual probablemente arranca su interés por el pacifismo.
Años más tarde, de regreso en el Nuevo Mundo, hace amistad con prominentes miem-
bros de la Sociedad de los Amigos y la Liga de la Reconciliación. Haya varias
veces ha manifestado su admiración por los cuáqueros destacados de la historia
de los Estados Unidos" tales como William Penn, John Greenleaf Whittier y Walt
Whitman24.
Apenas habían transcurrido unas semanas cuando la policía suiza allanó su do-
micilio, incautándose de valiosos documentos y del manuscrito de su libro sobre
Rusia. Como las autoridades de la pequeña democracia se dejaron amedrentar por
los agentes de la dictadura peruana, Haya tuvo que escapar del país. Cuando Ro-
main Rolland y Salvador de Madariaga protestaron por el atropello, la policía se
excusó arguyendo que el perseguido peruano estaba "acusado de haber atacado a un
gobierno amigo".
Sin pasaporte llegó a Florencia. Allá lo recibieron varios amigos suyos, en-
tre ellos, el pintor y crítico peruano Felipe Cossío del Pomar. Tras de visitar
varias ciudades italianas, llegó a París el mismo día que cumplía los treinta
años de edad. En la estación lo esperaba César Vallejo. En la Ciudad Luz pasó
unos meses y luego continuó viaje a Inglaterra. En marzo de 1925 ya estaba estu-
diando en la London School of Economics de la Universidad de Londres.
En junio de 1925 corre la noticia de que los Estados Unidos, a instancias de
su Secretario de Estado Frank B. Kellog, estaban a punto de intervenir en Méxi-
co, con motivo de la aplicación de los artículos de la Constitución Mexicana de
1917 referentes a la reforma agraria y a la nacionalización del subsuelo. Los
antiimperialistas de habla castellana se congregaron en la Maison des Savants de
París para adherirse a México y protestar contra la inminente intervención yan-
qui. Entre otros oradores, hablaron José Vasconcelos, Manuel Ugarte, José Ortega
y Gasset, Miguel de Unamuno, José Ingenieros, Carlos Quijano y Haya de la Torre.
A fines de 1925 Ingenieros lo nombró Secretario Adicto a la delegación argen-
tina que iba a Londres al Congreso Mundial de Derecho Penal. Este nombramiento
le dio la oportunidad de concurrir al Congreso y de visitar las prisiones de la
capital inglesa.
Terminado su primer año académico en Inglaterra, el proscrito volvió a París.
Allá se vinculó con la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (AGE-
LA) y después de unas semanas seleccionó a un grupo de estudiantes peruanos para
fundar la primera célula aprista de Europa. Formaban parte del grupo, el pintor
piurano Felipe Cossío del Pomar (n. 1888), el poeta santiaguino César Vallejo,
(1892-1938), los hermanos cuzqueños Rozas y González Willis y otros futuros pro-
fesionales de distintas regiones del Perú.
De vuelta en Londres, apareció en el número de diciembre de 1926 de The La-
bour Monthly, su artículo clave "What's the Apra" sobre el programa máximo del
aprismo.
El 12 de enero de 1927 los apristas de París realizan una reunión antiimpe-
rialista para denunciar la intervención armada norteamericana en Nicaragua. Se
lleva a cabo en la Sala de Agricultores de la Rue Grenelle, en cuyo proscenio se
destacaba la bandera aprista. En esta concurrida reunión de antiimperialistas,
hablan: Haya de la Torre, el poeta chileno Huidobro, Sia Ting, miembro del Kuo-
mintang, y delegados de Haití, Santo Domingo y Nicaragua. Al finalizar el acto,
Chang - Literatura política 95
el líder aprista organiza el primer Centro de Estudios Antiimperialistas del
Apra bajo la dirección de su célula de París.
Pero así como desplegaba intensa actividad en París, también estudiaba con
ahinco en la Universidad de Oxford; se compenetraba en los estudios antropológi-
cos que hacía con el profesor Harett, decano del Exeter College; y los que hacía
en economía, bajo G. D. Coel; avanzaba en sus estudios de derecho constitucio-
nal, política y literatura inglesa. Algunos de sus profesores, como Clement
Atlee, llegan a ocupar después importantes puestos en la política inglesa. Ade-
más de su asociación con los catedráticos, cultiva la amistad de Harold Lasky,
Ramsey MacDonald y Sidney Webb. En uno de los veranos que asistió a The Labour
Party Summer School en el castillo de Lady Frances Evelyn conoció a Bernard Shaw
y a James Maxton.
En febrero de 1927 participó en la Conferencia Antiimperialista de Bruselas.
A mediados de mayo de 1927 fue designado como uno de los representantes de la
Universidad de Oxford en el debate con la Universidad de Harvard sobre la Doc-
trina Monroe. En esta ocasión cosechó aplausos y comentarios de la prensa.
Poco tiempo después sustentó una conferencïa en Oxford sobre la Internaciona-
lización del Canal de Panamá. A principios de septiembre, se embarca para los
Estados Unidos en ruta a México. En Nueva York lo recepcionan el Club Peruano y
la colonia chilena. Dos semanas después de haber llegado a tierras norteamerica-
nas, fundó en Nueva York el primer Comité Aprista en los Estados Unidos.
Durante su estada en la Unión participó en debates sobre la América Latina en
el Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown, en la Universidad de Colum-
bia y en la Universidad de Harvard. En Boston conoció a Upton Sinclair en el al-
muerzo que varios escritores de The New Republic le ofrecieron al refugiado pe-
ruano. En Nueva York dictó una conferencia sobre "Problemas Latinoamericanos".
Al salir de Nueva York con rumbo a México, a donde lo había invitado la Univer-
sidad Nacional para que dictara varias conferencias, llevaba consigo una copia.
de su primer libro Por la emancipación de 1a América Latina que Gabriel del Mazo
había editado en Buenos Aires.
Durante el mes de diciembre de 1927 dictó ocho conferencias sobre Europa y la
América Latina, en la Universidad Nacional de México. En las primeras semanas de
enero de 1928 habló otros lugares del país. Puesto que el ataque comunista
contra el Apra aumentaba: la campaña de propaganda anti-aprista había crecido y
mucho se comentaba el panfleto ¿Qué es el Arpa? [sic] por Julio Antonio Mella,
Haya de la Torre se puso a escribir un libro en el que refutaría los argumentos
de Mella y respondería a la crítica de ambos extremos. Al poco tiempo tuvo ter-
minado la mayor parte de El antiimperialismo y el Apra, que no publicó inmedia-
tamente porque se produjo el asesinato de Mella.
Durante estos meses de mucha actividad política, la célula aprista de México
formuló un plan para el establecimiento de la democracia en el Perú con la par-
ticipación del Apra como partido político. Por entonces, también, se había in-
tensificado la campaña en favor del guerrillero antiimperialista Sandino, cuyos
actos de heroicidad fueron aplaudidos por los apristas. Para coordinar el pro-
grama de acción internacional de apoyo a Sandino y el plan aprista para el Perú,
Haya se dirigió a Centroamérica.
El 14 de julio de 1928 los periódicos de la ciudad de Guatemala anunciaban la
llegada de Haya "invitado por la intelectualidad guatemalteca y el obrerismo na-
cional"26. En efecto; el refugiado peruano estaba visitando Guatemala en una gira
de divulgación cultural. Dictó veinticuatro conferencias; el 5 de agosto de 1928
fundó en Quetzaltenango la Sección Guatemalteca del Apra, y cuando todo parecía
marchar bien, el 22 de agosto fue súbitamente expulsado del país, con rumbo a El
Salvador. Al no dársele explicación alguna sobre el motivo de la drástica medi-
da, el perseguido peruano declaró, en carta a los diarios La Idea, La Epoca y La
Batalla de Quetzaltenango, que se lo expulsaba "en nombre de los 'intereses de
la Patria' que según lo entienden el imperialismo y sus servidores no es sino la
celestina de la prostitución nacional"27. La prensa libre de Guatemala condenó el
atropello.
En la Universidad Nacional de San Salvador ofreció cinco conferencias y orga-
nizó en la primera semana de septiembre de 1928 el sector femenino del Apra de
Santa Ana. Pero allá tampoco lo dejaron tranquilo. El Gobierno de esa república
planeó el secuestro de Haya y su despacho a Nicaragua en donde la Guardia Nacio-
nal se encargaría de fusilarlo. Afortunadamente sus amigos, entre los que se en-
contraba Alberto Masferrer, descubrieron el siniestro complot y lo obligaron a
96 Chang - Literatura política
que se asilara en la Legación de México. Cuando llegó el general Leizélar al
mando de su gente, el líder peruano se encontraba a salvo28.
A mediados de septiembre llegaba a Costa Rica. Durante su permanencia de casi
tres meses dictó conferencias y estrechó su amistad con el decano del periodismo
indoamericano, Joaquín García Monge, y fundó varias organizaciones apristas.
De Costa Rica decidió dirigirse a Panamá. Su pasaporte fue correctamente visado
por el Ministro de esta República en San José, quien le ofreció seguridades para
su desembarco y estada en el Istmo. Pero cuando el "Phoenix" arribó a Balboa
el 15 de diciembre, no lo dejaron desembarcar y lo obligaron a continuar viaje
hasta Bremen29.
Al llegar a Bremen durante los primeros días de enero de 1929, las autorida-
des alemanas lo detuvieron y le siguieron un proceso judicial por carecer de la
respectiva visa. Varios peruanos, entre ellos varios oficiales del ejército,
acudieron a ayudarle. El proceso terminó en Hamburgo favorable al refugiado po-
lítico30.
El 12 de enero de 1929, pocos días después de su llegada a Berlín, habló en
la Casa de Humboldt (Humboldthaus), edificio destinado a los estudiantes extran-
jeros. Fue su primera conferencia de la serie de disertaciones sobre sus expe-
riencias en los Estados Unidos, México y América Central31.
En Berlín vivía en una casita del barrio de Charlottemburg. Trabajaba en el
Instituto sobre Asuntos Latinoamericanos que dirigía el profesor Alfonso Golds-
chmidt. De 1929 a 1935 vivió un período de mucha preparación filosófica, durante
el cual amplió su libro El Antiimperialismo y el Apra. En esta época trató de
reorganizar las fuerzas apristas de Europa, dispersadas por las disidencias y
traiciones, se esforzó en orientar las células apristas de América, divididas
por las intrigas comunistas, y procuró mantener unidos a los izquierdistas de
Lima, desorientados con la vacilación política de Mariátegui después del rechazo
del plan de México.
El 25 de agosto de 1930 llegó a Berlín la noticia de la caída de Leguía. Era
el segundo derrocamiento de un dictador latinoamericano durante el período de
crisis económica en que vivía el mundo. Las nuevas juntas de gobierno que suce-
den a Leguía permiten el retorno de casi todos los refugiados políticos, menos
el del fundador del aprismo. No fue sino hasta fines de junio de 1931, cuando
Haya logró conseguir permiso para volver a su patria.

CANDIDATO DEL PUEBLO


Al llegar a Nueva York el 1º de julio de 1931, Haya de la Torre se enteró de
que el Partido Aprista Peruano, fundado en Lima en marzo de ese año, había pos-
tulado su candidatura a la presidencia de la República en las elecciones genera-
les que se avecinaban. Entonces hizo declaraciones de prensa aceptando la nueva
responsabilidad y se embarcó con dirección a Panamá. Allá se vio obligado a de-
tenerse por unos días para dictar unas conferencias. Durante su estada, no men-
cionó una palabra siquiera sobre su amarga expulsión del Istmo de fines de 1928.
El 10 de julio se embarcó para el Perú y el 12 desembarcó en el puerto peruano
de Talara. La muchedumbre lo recibió entonando "La Marsellesa Aprista", la can-
ción principal del partido con letra del dirigente obrero Arturo Sabroso y con
una música más lenta que la de Rouget de 1'Isle.
El candidato aprista recorrió el norte del Perú, dando conferencias en salas
repletas de gentío. Entró en Piura, la ciudad natal del candidato contendor Sán-
chez Cerro. Llegó a Chiclayo pocos días después, y el 26 de julio de 1931 hizo
su entrada triunfal en Trujillo. En el Estadio de Mansiche lo recibieron más de
15.000 apristas, dándole la bienvenida Antenor Orrego, director de El Norte. La
multitud emocionada lo ovacionó por largos minutos y en hombros lo condujo hasta
su casa en la calle Ayacucho. Siguieron días de suma actividad, dividiendo su
tiempo en la organización de las legiones apristas trujillanas, adoctrinando a
los obreros, dictando conferencias.
Después de recorrer los departamentos de Cajamarca, La Libertad, la costa de
Ancash y el norte del Departamento de Lima, el 15 de agosto de 1931 llegó al fin
a la capital del Perú.
El domingo 23 de agosto expuso en la Plaza de Toros de Lima, ante más de
treinta mil personas que se habían congregado dentro y fuera de la plaza, las
bases principales del Programa Mínimo o Plan de Accción Inmediata del Partido
Aprista Peruano.
Chang - Literatura política 97
Durante el período pre-electoral dirigió su campaña política personalmente,
en íntimo contacto con las multitudes de las diferentes regiones. Por primera
vez en la historia del Perú, un candidato presidencial visitó la selva peruana.
Habló en Iquitos, donde los comités apristas se multiplicaban. El 9 de octubre
estaba de vuelta en Trujillo después de haber recorrido casi todo el país. El
consenso general dentro y fuera del Perú que el candidato aprista ganaría las
elecciones por abrumadora mayoría32.
El 11 se realizaron las elecciones generales. El 13 se sabía que Haya iba a
la cabeza del escrutinio en Trujillo, Tacna y Loreto. El 17 el candidato aprista
aventajaba en votos en todo el país. Pero pronto el civilismo comenzó a mover
los resortes para el fraude y al final del escrutinio el Jurado Nacional de
Elecciones, presidido por un civilista, anunció los resultados oficiales: Sán-
chez Gerro, 152,060; Haya de la Torre, 106,007; José María de la Jara, 21,921;
Arturo Osores, 19,653.
Los militantes apristas enfurecidos por el descarado fraude quieren ir a la
revolución, pero su Jefe los contiene y les hace desistir de este propósito. El
8 de diciembre, el mismo día en que se inauguraba el gobierno de Sánchez Cerro,
el Jefe del Aprismo pronunció en Trujillo uno de sus mejores discursos, recal-
cando su afirmación de que la misión del aprismo es llegar a la conciencia del
pueblo antes que llegar a palacio: "A palacio llega cualquiera porque el camino
que conduce a él, se compra con oro o se conquista con fusiles"33.
El 8 de diciembre comenzó el reino del terror de los dieciséis meses, durante
los cuales muchos apristas fueron masacrados alevosamente por las huestes del
tirano obstinado en exterminarlos. Numerosos ciudadanos fueron asesinados en
Paiján, Chocope, Trujillo, Huaraz, Lima y otras ciudades y pueblos del Perú 34.
Poco a poco se fue empujando al Apra fuera de la ley. Se preparaba el terreno
con múltiples provocaciones. No contento con esto, Sánchez Gerro presentó el 3
de enero de 1932, por intermedio de sus colaboradores en la Asamblea Constitu-
yente, un proyecto de Ley de Emergencia. Los 27 representantes apristas comba-
tieron el proyecto anticonstitucional. Hubo oposición en la Asamblea, inclusive
de parte de su presidente, el Dr. Luis Antonio Eguiguren. El vicepresidente Cle-
mente Revilla declaró aprobado el proyecto, sin obtener una votación. favorable.
El 9 de enero el Ejecutivo promulgaba la fatídica ley. Era el comienzo oficial
de la persecución.
Entonces se clausuraron los diarios y revistas apristas, se cerraron las uni-
versidades populares y el 15 de enero se ordenó la prisión de los representantes
apristas de los líderes del partido. Haya se refugió secretamente en casa de
unos amigos. En febrero lanzó un manifiesto a la Nación, que probablemente es
uno de los mejores manifiestos que se han escrito en la historia del Perú 35. En
él analiza la situación nacional enjuicia a la tiranía y da una exposición suma-
ria del programa de su partido, concretándose en los puntos centrales de su doc-
trina.
En protesta por la represión dictatorial, Trujillo se declaró en paro gene-
ral: toda la ciudad y las haciendas azucareras aledañas quedaron completamente
paralizadas. El Gobierno respondió con txtás-violencias y más prisiones.
La vida del régimen sanchocivilista se prolongaba a base de la sangre derra-
mada por todo el país. Algunos apristas querían responder con la violencia pero
Haya insistía en la serenidad: recordaba sus conversaciones con Romain Rolland y
sus lecturas de la obra de Gandhi. Pero no faltó un joven inquieto, José Arnaldo
Melgar Márquez, de diecinueve años, primo de Manuel Seoane y descendiente direc-
to de un hermano del poeta Mariano Melgar, que creyó que matando al tirano la
situación se remediaría por sí sola. El 6 de marzo de 1932 atentó contra la vida
de Sánchez Cerro sin obtener resultados.
Luego vino la noche del 5 de mayo de 1932, cuando, por delación del jardinero
de la casa en donde se ocultaba, Haya cayó prisionero. Sánchez Cerro complicó
injustamente al Embajador mexicano y se produjo el rompimiento de las relaciones
con México.
La noticia de su prisión exasperó los ánimos en el país y hubo levantamientos
aislados en provincias que fueron debelados con gran derramamiento de sangre. Al
octavo día se sublevó la escuadra exigiendo la libertad de Haya y el restableci-
miento de la normalidad política. El Gobierno logró sofocar el movimiento y su
Ministro Luis A. Flores fusiló sumariamente a ocho marineros ante el estupor de
la opinión pública.
El 16 de mayo de 1932 un juez ad hoc tomó instructiva a Haya de una manera
98 Chang - Literatura política
muy peculiar. Venía a la celda del incomunicado todos los días hasta el 31 del
mismo mes con un cuestionario premeditado por los enemigos del prisionero. Le
interrogó sobre sus ideas políticas, las soluciones económicas que propugnaba,
su punto de vista sobre los problemas sociales, pero nada sobre los supuestos
delitos "contra la seguridad del Estado y otros" por los que se le acusaba.
Como seguían circulando persistentes rumores de que se proyectaba el asesina-
to de Haya, a quien se torturaba inmisericordiosamente, Trujillo, su ciudad na-
tal, se rebeló en la madrugada del 7 de julio de 1932. Fue una explosión de áni-
mo sin organización llevada a cabo por Manuel Barreto ("Búfalo"), conductor
obrero que se lanzó a la revolución acompañado de los peones de la hacienda ca-
ñaveral de Laredo, los estudiantes del Colegio Nacional de San Juan y de la Uni-
versidad de La Libertad.
La heroica resistencia que ofreció la ciudad a las fuerzas armadas del país,
no obstante el continuo bombardeo aéreo, el cañoneo de la escuadra y el ataque
por tierra, exasperó al Gobierno. Cuando la plaza cayó, la juventud trujillana
pagó caro su insubordinación. Si centenares de apristas cayeron en las batallas
de La Floresta, de La Portada de Mansiche, de La Portada de la Sierra y en los
combates que se libraron en los pueblos aledaños, muchos más fueron los fusila-
dos por las tropas del Gobierno después de la toma de la plaza.
La Corte Marcial de Trujillo solicitó a Lima que le enviaran al, Jefe del
Aprismo para juzgarlo por su complicidad en la revolución, Era una de las acu-
saciones más descabelladas porque el acusado había estado incomunicado desde va-
rios meses antes del estallido. De todas maneras el jefe aprista sintió llegar
su última hora, y en el papel de sus cigarrillos, escribió con letra menuda su
mensaje de despedida.
Como no procedían a trasladarlo a Trujillo y la vida se hacía insoportable en
capilla, en su pequeña celda, sin luz natural y sin baño, y sin las facilidades
higiénicas más elementales,, el prisionero se declaró en huelga de hambre. Le
concedieron algunas facilidades, pero ya era tarde: cayó enfermo con complica-
ción de la várice. Debido a su estado de gravedad, lo condujeron al hospital.
El 13 de julio, después de que Trujillo cayera en una lucha que se libró casa
por casa, ventana por ventana, se sublevaron en Huaraz, capital del Departamento
de Ancash, miembros del ejército y de la policía encabezados por el Mayor Raúl
López Mindresu y el joven líder aprista Carlos Phillips. Esta rebelión también
fracasó; ambos dirigentes, junto a otros compañeros, fueron pasados por las ar-
mas.
Mientras las revoluciones continúan y los pelotones de ejecución siguen su
obra macabra, el país entra en un período de crisis económica. Para distraer la
atención, como medida desesperada Sánchez Cerro promovió el conflicto con Colom-
bia ordenando la captura de Leticia.
El lº de septiembre de 1932 comenzó el conflicto internacional. Ambos países
se preparaban para la guerra. El 11 de marzo de 1933 el Comandante Gustavo Jimé-
nez ("El Zorro"), el mismo jefe de la junta de Gobierno que le había entregado
el mando a Sánchez Cerro, se levantó en Cajamarca y avanzó sobre Trujillo. Su
compadre el entonces Coronel Luis Vinatea; en vez de unírsele, lo atacó a la al-
tura de Paiján. El Gobierno anunció el 13 de marzo que la revolución había sido
debelada y que su jefe se había suicidado.
Tanta sangre no podía seguir corriendo en las páginas de la historia nacio-
nal. Alguien intentaría tarde o temprano poner fin al caos.
En efecto, el 30 de abril de 1933, Sánchez Cerro cayó asesinado por el y jo-
ven tiranicida Manuel Mendoza Leiva. Esa misma noche en el Ministerio de Go-
bierno se ideó el asesinato de Haya, pero el plan fue detenido a tiempo gracias
a la oportuna intervención de Antonio Jaém Morente, Embajador de España.
El Congreso Constituyente eligió presidente de la república al general Oscar
R. Benavides, sobre quien González Prada había escrito Bajo el oprobio.
Benavides, por razones de táctica y para hacer frente al conflicto con Colom-
bia, inauguró el período que bautizó con el nombre de Paz y Concordia. Este pe-
ríodo de tregua sólo duró un año, en el curso del cual se libertó a los prisio -
neros políticos y se permitió cierto grado de libertad. Haya salió de la prisión
el 10 de agosto de 1933, al siguiente día de la promulgación de la ley de amnis-
tía.
Una vez libre el jefe aprista se entrevistó con Benavides y le propuso la in-
mediata solución pacífica del diferendo con Colombia y el retorno a la constitu-
cionalidad. Benavides le prometió llevar a cabo elecciones libres sin interfe-
Chang - Literatura política 99
rencia del Ejecutivo.
El 12 de octubre los locales apristas se reabrieron y exactamente al mes,
Haya pronunció un discurso en la Plaza de Toros frente a 50,000 apristas que re-
basaban el local. La prensa nacional e internacional comentó la magna asamblea,
concordando todos en que el Apra se había fortificado en el martirio 36. Tanto en
este discurso como en su manifiesto que lanzó a la nación este mismo día, el lí-
der aprista denuncia la conspiración contra su partido y pide la completa res-
tauración política y jurídica en el Perú.
El civilismo se asustó de la magnitud de la reacción aprista y la disciplina
que había desplegado durante el período post-sanchecerrino e inmediatamente pre-
sionó para que se cambiase el gabinete y terminase el período de tregua políti-
ca. Benavides cedió y nombró jefe de su nuevo gabinete al ultraconservador José
de la Riva Agüero. El se encargaría de arrojar al Apra nuevamente fuera de la
ley.
Haya se dirigió a Trujillo a rendir homenaje a los héroes. En su conferencia
del lunes 18 de diciembre de 1934, en el Teatro Popular, entre lágrimas movido
por la emoción que lo embargaba, frente a la muchedumbre angustiosa, comenzó su
discurso:

Con palabras no puedo. Con palabras no puedo. Hay que extraerlas, una a una, del
fondo doloroso de dos años que parecen dos siglos, dos siglos angustiosos, dos si-
glos por la intensidad prodigiosa de la obra realizada en la evolución del espí-
ritu. Porque éste es el aporte máximo de nuestra obra. en dos años: obra de espíri-
tu. Porque eso era lo que le faltaba á esta tierra: le faltaba el soplo de lo cós -
mico, de lo eterno, de lo alto, de lo puro, y, como no lo tenía, fue preciso pedír-
selo a los muertos37.

La multitud que escuchaba sabía lo que se le decía, porque hubiera sido difí-
cil encontrar a alguien dentro o fuera del Teatro que no hubiese perdido en la
Revolución a un familiar cercano o distante o a un amigo íntimo. Entonces unas
madres de luto que tenían a sus hijos en brazos, los levantaron en alto y grita-
ron: "¡Aquí tengo otro hijo para dárselo al aprismo!", "¡Aquí está un nuevo sol-
dado del Apra!" y "¡Mi hijo seguirá la lucha de su padre!"
A su regreso a Lima, Haya se encontró con que la ofensiva contra el Apra
nuevamente comenzaba. Se clausuró La Tribuna, diario oficial del partido, y ce-
rraron los locales apristas. El 6 de enero de 1934 se acusó al PAP de fomentar
un complot de clases del ejército e inmediatamente se ordenó la prisión de algu-
nos dirigentes apristas: No obstante 1a represión policial, al siguiente día mil
jóvenes de doce a veinte años fundaron la Federación Aprista Tuvenil (FAJ), y a
ellos Haya les dio un código moral y un lema: "Prepárate para la acción y no
para el placer".
Pero continuaban las represiones. En Lima solamente se capturó a 4~00 apris-
tas. El 4 de febrero intentaron asesinar al líder aprista Manuel Seoane a la
salida del Estadio Nacional. "El cachorro" se defendió revólver en mano y esca-
pó.
En mayo de 1934, la Conferencia Bipartita de Río anunció que se había acorda-
do una tregua definitiva entre el Perú y Colombia, en tanto que una comisión ad
hoc examinaba la situación. Se había aprobado la propuesta aprista. El Comercio
atacó el acuerdo. Benavides para defenderse recurrió por segunda vez a un acer-
camiento con el Apra. El 27 de mayo se reabrieron los locales apristas, y al día
siguiente, 40,000 apristas recorrieron las calles de Lima celebrando el acuerdo
de paz y el triunfo de la tesis aprista 38. El mismo día reaparecía La Tribuna
bajo la dirección de Luis Alberto Sánchez.
Vencida la oposición al acuerdo de Río, Benavides ya no tenía más necesidad
del aprismo y reasumió su persecución. El 5 de julio apareció un decreto difi-
cultando a conmemoración del segundo aniversario de la Revolución de Trujillo.
Pese a la prohibición, el país rindió honores a los mártires trujillanos.
En agosto se clausuró nuevamente la prensa y los restaurantes populares
apristas.
Tan pronto se enteró que su padre había fallecido en Trujillo en la noche del
27 de octubre, Víctor Raúl, su hermano Edmundo, su secretario Jorge Idiáquez y
L. A. Sánchez tomaron un avión especial de la Panagra para asistir a los funera-
les. El avión se precipitó a tierra rompiéndose un ala y el tren de aterrizaje,
pero sus ocupantes salieron ilesos del atentado criminal. En otro avión prosi-

100 Chang - Literatura política


guieron hasta Trujillo, donde millares de apris2as acompañaron el cortejo fúne-
bre. Los líderes volvieron inmediatamente después a Lima a proseguir la lucha
defensiva contra la embestida de la dictadura.
El golpe definitivo vino el 26 de noviembre de 1934, día en que el Gobierno
anunció el sofocamiento de varias intentonas revolucionarias en varios lugares
del país. El Apra fue empujado completamente a la clandestinidad. Desde ese día
Haya permaneció escondido hasta el 20 de mayo de 1945.
A1 acercarse las elecciones presidenciales de 1936, el Apra proclamó la can-
didatura de su jefe, pero el Jurado Nacional de Elecciones declaró al PAP "par-
tido internacional", excluido de participar en las elecciones generales. Enton-
ces, a última hora se postuló la candidatura del liberal Luis Antonio Eguiguren,
que prometió la democracia en el país a cambio del voto aprista. Benavides no
estaba dispuesto a permitir el triunfo indirecto del Apra y movió sus resortes.
El Congreso declaró nulas las elecciones, prorrogó el Gobierno de Benavides por
tres años más y se disolvió.
Como la campaña de persecución a muerte contra el aprismo continuaba y las
cárceles rebasaban de prisioneros torturados, y los campos de concentración de
la selva se llenaban de víctimas macilentas y el heroísmo de sus mártires conmo-
vía aún a los más indiferentes, algunos miembros del Gobierno se inclinaron por
una política de reconciliación nacional. Uno de ellos fue el General Antonio Ro-
dríguez Ramírez, Ministro de Gobierno del régimen. Entró en arreglos con Haya;
le prometió dar amnistía general después del derrocamiento del tirano. Su inten-
tona revolucionaria se produjo durante los carnavales de 1939: el 19 de febrero.
Una ráfaga de ametralladora del mayor Héctor Rizo Patrón, jefe de la Guardia de
Asaltó mató al general Rodríguez y puso fin a su movimiento subversivo.
No murió en vano el general Rodríguez, porque Benavides hondamente impresio-
nado por la resistencia y disciplina apristas y convencido de la imposibilidad
de asesinar a Haya, optó por retirarse del Gobierno.

EL FRENTE DEMOCRÁTICO NACIONAL


En las elecciones presidenciales de 1939 tampoco permitieron que el Apra par-
ticipase. El candidato oficial Manuel Prado Ugarteche (1889) ganó las eleccio-
nes. Durante el nuevo período presidencial (1939-1945), Haya continuó escondido,
pero siempre muy activo, dirigiendo la lucha de resistencia, escribiendo artícu-
los, libros, entrevistándose con escritores extranjeros que venían a buscarlo, y
escapando de las celadas policiales39.
Al acercarse las elecciones de 1945 ya se sabía que con el triunfo de las de-
mocracias en la Segunda Guerra Mundial sería difícil que se volviese a imponer
el candidato oficial. Una coalición de partidos, en la que el Partido del Pue-
blo40 jugó papel fundamental, organizó el Frente Democrático Nacional y postuló
la candidatura de José Luis Bustamante y Rivero. En su deseo de obtener la uni-
dad nacional, Haya prometió abstenerse de lanzar su candidatura y apoyar a Bus-
tamante. Pocas semanas antes de las elecciones, se permitió que se realizase la
campaña electoral. El 20 de mayo de 1945 se congregó en el Campo Marte la más
grande manifestación política de la historia peruana. 200,000 apristas se reu-
nieron a escuchar a los líderes del partido y luego desfilaron hasta la Plaza
San Martín. Desde uno de los balcones, exactamente frente al aristocrático Club
Nacional, Haya les habló. El Jefe del Apra aparecía en la vida libre después de
ocho años, cinco meses y veinticuatro días de resistencia clandestina (un-
derground).
Los votos apristas llevaron al candidato frentista a la primera magistratura
peruana. Se inauguraba así lo que todos creían que iba a ser un período de tran-
sición, de convivencia democrática y de armonía nacional. con respeto a la cons-
titución y al clima democrático que imperaba en el mundo. No sucedió así.
Desde el primer momento la sinceridad del ex-Ministro de Sánchez Cerro se
puso en tela de juicio. Se opuso a que el Apra lanzase sus propios candidatos a
las senadurías y a las diputaciones y sólo les asignó un reducido número en las
listas electorales del Frente. Con todo, el Apra consiguió la mayoría en la Cá-
mara de Deiputados y una poderosa minoría en el Senado. Poco a poco Bustamante
se acercó a los enemigos del Apra particularmente a los de extrema derecha y a
los comnistas.
Haya se entregó a sus actividades culturales esperando que se realizaran las
elecciones de 1951 en las que su partido presentaría su candidatura.
Chang - Literatura política 101
Viajó a Chile a fines de abril de 1946 a participar en el Segundo Congreso de
Partidos Populares y Democráticos de América Latina, convocado por el Partido
Socialista Chileno. En Santiago dio conferencias y se entrevistó con las figuras
políticas más destacadas del país.
En septiembre del mismo año fue invitado oficialmente por el gobierno de Ve-
nezuela presidido por Rómulo Betancourt y por el gobierno de Guatemala dirigido
por Juan José Arévalo. Tanto el presidente cesante de Colombia, Alberto Lleras
Camargo, como el presidente triunfante Mariano Ospina Pérez, también invitaron a
Haya.
El 12 de septiembre el Jefe del Apra llegaba a Popayán, el 13 a Medellín y el
15 a Bogotá. En la capital colombiana lo recibió el Senado y dictó una conferen-
cia en el Teatro Colón, sobre "El trasfondo filosófico del Aprismo". El 19 de
septiembre el doctor Adán Arriaga, decano de la facultad de Derecho de la Uni-
versidad Nacional de Colombia le concedió el grado de doctor honoris causa. Se
entrevistó con el Presidente Ospina y con los principales líderes conservadores
y liberales de ese país. El 21 de septiembre dictó una conferencia en la Univer-
sidad de Cartagena. Pasó a Barranquilla, visitó Santa Marta, Cúcuta y prosiguió
hasta Venezuela. En una concentración cívica a la que asistieron cien mil vene-
zolanos, hablaron Haya, Betancourt y Jorge Eliecer Gaitán. La Asamblea Legisla-
tiva lo recibió en sesión especial y la Universidad le concedió su tercer docto-
rado honoris causa41.
Días más tarde visitó a Maracaibo y allá les habló a los obreros petroleros.
También recorrió el campo de batalla de Carabobo y Trujillo, la ciudad venezola-
na homónima de su ciudad natal, que lo declaró hijo predilecto.
Terminada su visita a Venezuela Haya viajó a Panamá como huésped del Go-
bierno. La Universidad de Panamá le confirió el grado de doctor honoris causa:
el cuarto que recibía en un año. Dictó varias conferencias sobre nacionalismo
continental, su tesis del Espacio-Tiempo histórico y el Interamericanismo demo-
crático sin imperio. Pasó después unos días en Costa Rica como huésped oficial
del gobierno costarricense y luego continuó su viaje a Guatemala, a donde llegó
el 11 de octubre de 1946. La ciudad estaba algo tensa porque los comunistas y
sus compañeros de viaje se oponían rotundamente a la visita oficial del jefe del
aprismo42.
A fines de octubre Haya estaba de regreso en Lima. La situación interna había
empeorado. Bustamante no recibía regularmente a los tres ministros apristas y el
ambiente estaba cargado de malos augurios. En efecto, el 7 de enero de 1947 cayó
asesinado en su automóvil el acaudalado industrial Francisco Graña Garland, pre-
sidente del Directorio de La Prensa, diario enemigo del régimen frentista. La
reacción culpó al Apra.
Para ayudar a esclarecer el crimen los tres ministros apristas dimitieron y
La Tribuna ofreció 60,000 soles a quien ayudase a descubrir al culpable. Busta-
mante violó su promesa de nombrar un gabinete civil compuesto de elementos apo-
líticos y en cambio constituyó un Gabinete compuesto en su mayor parte de mili-
tares, en el que el oscuro general Manuel A. Odría Amoretti ocupaba la cartera
de gobierno y policía43.
Divorciado completamente de los apristas que lo habían elegido, Bustamante
comenzó a perseguir a los gremios obreros y a los estudiantes. En el asalto al
Colegio Nacional de Guadalupe, la policía asesinó al niño estudiante Ediberto
Avellaneda Beltrán. Puesto que en la Cámara de Diputados había mayoría aprista,
los senadores conservadores se abstuvieron de asistir a su cámara, impidiendo,
por falta de quórum, la normal función del Congreso
Aparecieron manifiestos presidenciales y manifiestos apristas en una campaña
que podría titularse de "guerra de manifiestos". Pero Bustamante estaba contento
porque sus planes se desarrollaban bien; ahora podía gobernar por decreto y po-
día seguir empujando al Apra, poco a poco, fuera del panorama político nacional,
hasta que llegase el momento oportuno de declararlo oficialmente fuera de la
ley. Se abstuvo de llamar a elecciones municipales por temor a que las muni-
cipalidades cayeran en manos apristas, y alentó a los comunistas para que inten-
sificasen su campaña antiaprista, a cambio de puestos públicos44.
En 1947 Haya viajó a los Estados Unidos donde había interés por oírlo. En
Nueva York participó en el foro anual que organiza el New York Herald Tribune.
El 9 de marzo pronunció un significativo discurso en el Waldorf Astoria ante los
delegados de los países que participaban en el foro45.
El 16 de mayo de 1947 el N. Y. Times comentaba en dos secciones diferentes
102 Chang - Literatura política
las propuestas de Haya para la dación de una Carta Magna Americana y la creación
de un Consejo Económico para la industrialización de Indoamérica46.
En febrero de 1948 volvió a los Estados Unidos para cumplir con varias invi-
taciones a dictar conferencias que no pudo satisfacer durante su primer viaje.
El lunes 9 de febrero habló sobre los fines del Apra en un almuerzo en la Uni-
versidad de Columbia ofrecido por estudiantes y catedráticos de ese centro de
estudios47.
A fines del mes fue a visitar a sus amigos cuáqueros de Farmingdale, Long Is-
land. En casa de Philliups Mosésco lo recibieron el Alcalde y altas personalida-
des de la ciudad. A ellos les habló sobre los problemas peculiares políticos y
económicos de América Latina48.
A fines de marzo sus compromisos culturales lo llevaron por el interior del
país, hasta la costa del Pacífico. En California dictó varias conferencias y
participó en la manifestación callejera que hubo en Los Angeles la noche del 2
de abril y en la mañana del 3, con motivo de la guerra civil en Costa Rica49.
El 6 de abril estuvo de regreso en Nueva York. Pronto le llegaron numerosas
invitaciones para que hablase en varias universidades y otros centros cultura-
les. E1 Council of World Affairs de Cleveland lo invitó para que participase con
otras personalidades del país en la serie de conferencïas sobre "The Trends of
Ideas in Midcentury"50.
Primero viajó a Nueva Inglaterra. Habló en Harvard, Dartmouth y otras univer-
sidades de la región. Después, visitó la Universidad de Princeton como huésped
del Dr. John A. Mackay, director del seminario de Teología de dicha institución.
Su amigo Albert Einstein también lo recibió en su casa, rememorando las conver-
saciones que en 1929 y en 1930 habían tenido en Berlín y lo presentó a Arnold
Toynbee que por entonces también visitaba a los Estados Unidos. Los tres depar-
tieron amigablemente sobre sus ideas acerca de la relatividad en la historia51.
El sábado 24 de abril Haya asistió a un forum de la Universidad de Columbia.
Ante una gran concurrencia habló sobre la necesidad que había de que la democra-
cia tuviese su propia filosofía universal52.
En la noche del jueves 13 de mayo partió para Cleveland. Ese mismo día lo ha-
bían entrevistado los periodistas del New York Times y al siguiente día publica-
ban sus declaraciones sobre el peligro de la alianza de la extrema derecha y la
extrema izquierda en la América Latina53.
Después de unos días en Cleveland 54, el conferencista pasó a Columbus, la ca-
pital del Estado de Ohio. Había sido invitado por el Departamento de Ciencias
Políticas de la Ohio State University para que diera una conferencia. Terminada
su visita partió de regreso para Nueva York, donde llegó el 18 de mayo de 194855.
Sus viajes a la Unión habían servido para fortificar las relaciones con este
país, las cuales, de acuerdo con Haya, deberían conducirse en una atmósfera de
"Inter-Americanismo democrático sin imperio". Había dictado conferencias en va-
rias universidades y había cambiado ideas con prominentes personalidades del
mundo científico, político, literario y artístico.
El 23 de mayo de 1948 llegaba a Lima para clausurar el Primer Congreso Nacio-
nal de la Juventud Aprista Peruana e inaugurar el Segundo Congreso Nacional del
Partido del Pueblo.
Como la situación tiránica impuesta por Bustamante tarde o temprano (más tem-
prano que tarde) culminaría en un golpe anticonstitucional, un grupo de apristas
inquietos apoyó, sin permiso del comando aprista, la revuelta de la armada que
ocurrió el 3 de octubre de 1948. Este era el pretexto que Bustamante esperaba.
A1 siguiente día culpó al Partido Aprista Peruano del levantamiento y lo declaró
fuera de la ley. La nueva persecución había comenzado: Todos los locales apris-
tas, la prensa, la radio, las casas del pueblo, fueron clausurados y sus enseres
confiscados. La policía capturó millares de apristas en todo el país. Haya entró
nuevamente a la clandestinidad, listo a reiniciar su nueva jornada por la demo-
cracia.
El 27 de octubre el ex-premier de Bustamante, general Odría, se levantaba en
Arequipa y dos días después en2raba triunfante a Lima y se imponía como jefe de
la Junta de Gobierno.
La persecución contra el Apra se aceleró. El 4. de noviembre se restablecía
la pena de muerte por delitos políticos y se ordenaba la captura de Haya, vivo o
muerto. Varios centenares más de apristas cayeron, otros lograron salir exila-
dos. El cerco alrededor de Haya se cerraba; entonces el Comité Ejecutivo Nacio-
nal le ordenó que se asilase en una embajada. Haya escogió la de Colombia y a
Chang - Literatura política 103
ella entró el 3 de enero de 1949 ayudado por varios apristas, entre los que se
encontraba su amigo B. G., en cuya casa había estado escondido.
El Embajador colombiano Carlos Echeverri Cortés solicitó salvoconducto para
su asilado. Odría se negó y así comenzó el asilo que se ventiló en la Corte In-
ternacional de La Haya. Varios gobiernos, congresos, intelectuales, hombres de
ciencia, instituciones, universidades, pidieron a Odría que permitiese la salida
de Haya. En 1949 las Naciones Unidas exigieron que se le extendiese el salvocon-
ducto para que asistiese a las sesiones de la Comisión de los Derechos Humanos a
la que se lo había nombrado por unanimidad. El dictador hizo caso omiso a la so-
licitud de la organización internacional56.
El sonado conflicto se convirtió en un casus celebre de derecho internacional
y ha dado lugar a que se escriban numerosos libros y folletos, y hasta una tesis
doctoral, en la Universidad Nacional de México57.
Sólo cuando la opinión continental, conservadora y liberal de América, y mu-
chos conservadores peruanos exigieron la extensión del salvoconducto, y cuando
la Conferencia Inter-Americana de Caracas iba a pronunciarse sobre el caso,
Odría llegó a un acuerdo con Colombia.

SEGUNDO DESTIERRO
El 6 de abril de 1954 las 5 de la tarde, Haya de la Embajada de Colombia ha-
cia el aeropuerto de donde partió para México "expulsado" por la dictadura58.
En México fue recibido apoteósicamente por los exilados apristas y los inte-
lectuales amigos la noche del 6 de abril de 1954. Con motivo del trigésimo ani-
versario de la fundación del Apra, varios ex-presidentes latinoamericanos y nu-
merosos intelectuales de América y de España le rindieron homenaje el 7 de mayo
de 1954.
Entretanto, a principios de mayo, el American Friends Service Committee le
extendía una invitación para que ofreciese un ciclo de conferencias en varias
regiones de los Estados Unidos59.
Al mismo tiempo, varias universidades norteamericanas, a iniciativa de la
Universidad de Washington, le invitaron a que dictase conferencias en el Oeste
de la Unión. Debido a compromisos ya contraídos previamente con la Universidad
de Montevideo y la urgencia que había de su asistencia a las sesiones del REDAM
(Reunión de Desterrados Apristas en Montevideo), Haya tuvo que postergar su via-
je a los Estados Unidos60.
Después de su visita al Uruguay, viajó al Brasil, en ruta a Europa. Desde en-
tonces ha visitado varió países europeos, sobre todo Bélgica, Finlandia, Alema-
nia, Francia, Italia, Inglaterra y los países escandinavos. Profundamente impre-
sionado por el progreso de la democracia en estos últimos países, Haya ha escri-
to artículos y un libro (Mensaje de la Europa Nórdica) sobre el experimento de-
mocrático escandinavo.
En julio de 1955 recibió el nombramiento de Cónsul ad honorem del Uruguay en
Finlandia61.
Mientras viaja por Europa, de país en país, de universidad en universidad,
dictando conferencias, escribiendo artículos, preparando y revisando sus manus-
critos, orientando la política de su partido, contagiando a sus compañeros de
lucha con su entusiasmo, en el Perú ya comienza a establecerse la democracia.
Esta es, a grandes rasgos, la vida infatigable del hombre que a través de sus
libros y artículos, escritos a veces en la prisión, en el exilio, o en la perse-
cución a muerte, ha forjado uno de los partidos políticos de más raigambre demo-
crática de Indoamérica. Su influencia intelectual en el Perú es producto de su
labor intelectual y de su dinámica acción en el terreno de los hechos. Ambas se
entrelazan y se complementan en ese fornido y original cuerpo de doctrina que se
llama aprismo.

1 "Mis recuerdos de González Prada", Repertorio Americano, XV, 6 (13 agosto 1927), 84.85. Trans-
crito de Sagitario (La Plata, Argentina, 1926).
2 La juventud trujillana que pasa la temporada de verano en Huanchaco ha continuado la tradición
de Haya de la Torre. Durante los meses de enero, febrero y marzo, los jóvenes veraneantes orga -
nizan caminatas a los alrededores del viejo pueblo de Huanchaco. Las excursiones los llevan has-
ta los cerros que se levantan al norte de la caleta. Desde 1931 hasta 1934, el autor también ve-
raneaba en Huanchaco y escuchó a los ancianos indios huanchaqueros reminiscencias de las activi-
dades deportivas de Víctor Raúl. Los que hoy siguen la tradición deportiva de la juventud truji-
llana de la Primera Guerra son descendientes o parientes de los que acompañaban a Víctor Raúl.
En 1944, por ejemplo, en las excursiones a los totorales, hacia los aledaños de Huanchaco, al

104 Chang - Literatura política


barco varado, y hacia el Cerio Campana, y en las tertulias y discusiones después de los paseos,
todavía estaban los Pinillos, los Ponce de León, los Urquiaga, los Bracamonte, los de la Puente,
los Calderón, los Legoas, uno de los Larco Hoyle, acompañados de otros trujillanos apellidados
Urquiaga, Gamero, Jacobs, Hirx, Jimeno, Caballero, etc.
3 Felipe Cossío del Pomar, Haya de la Torre el Indoamericano (Lima: Edit. Nuevo Día 1946), pp: 36-
37; L. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra (Santiago de Chile: Editorial de1 Pacífico, 1955),
p. 34.
4 Con motivo de la polémica con el poeta arequipeño Alberto Guillén que le había acusado de le -
guiísta Haya escribió esta carta autobiográfica al director el Repertorio Americano [XCVII, 4
(28 julio, 1928), 50-52). Más tarde formó el primer. capítulo de ¿A dónde va Indoamérica? (San-
tiago de Chile: Ercilla, 1935), pp. 14-15. La cita corresponde a las pp. 50y 14 respectivamente.
5 Frecuentaban estas reuniones el poeta Pablo Abril de Vivero, el arequipeño Luis Llosa Belaúnde,
el futuro candidato a la Presidencia de la República José Quesada Larrea; el periodista piurano
Ricardo Vegas García, el historiador Jorge Guillermo Leguía Iturregui, el acaudalado Carlos Mo-
reyra y Paz Soldán, Luis Alberto Sánchez y Jorge Basadre. Desde 1920 se unió al grupo el poeta
arequipeño Alberto Guillén.
6 Sobre el término del conflicto obrero, la entrevista en el Ministerio de Fomento, la manifesta-
ción de agradecimiento a Haya y sus compañeros, informó La Prensa de Lima del 16 de enero de
1919.
7 R. Martínez de la Torre; Apuntes, I, 453.
8 L. A. Sánchez, Haya de la Torre o el político (Santiago de Chile: Ercilla, 1936); p. 101.
9 "Autobiográfica"; Repertorio Americano, XVII, 4 (28 julio 1928); 51. ¿A dónde va Indoamérica?,
P. 19.
10 Ibid.
11 Esta primera universidad se inauguró en el local de la Federación de Estudiantes, con un presu-
puesto mensual de 60 soles; cincuenta de San Marcos y 10 de la Facultad de Medicina. La segunda
universidad se abrió en Vitar. Más tarde se abrieron otras universidades en Lima Trujillo, Sala-
verry, Arequipa, Cusco y Barranco. Desde 1922, a propuesta de Haya, recibieron e1 nombre de uni-
versidades Populares González Prada.
12 F. Cossío del Pomar, Haya de la Torre, el Indoamericano, pp. 85.87; L. A.
13 Dos versiones diametralmente opuestas sobre las luchas del campesinado en el Valle de Chicama
pueden encontrarse en Rafael Larco Herrera, "La huelga de 1921", en Memorias (Lima, 194~7), ca-
pítulo XIII, pp. 59-70, y en R. Martínez de la Torre, "Acciones proletarias en el Valle de Chi-
cama", en Apuntes, IV, capítulo quinto, pp. 300-331.
14 Algo sobre esta original e importante tesis puede leerse en su ensayo "Nuestro frente intelec-
tual" que Mariátegui publicó en Amauta, I, 4 (diciembre, 1926), 3-8 y en Pedro Rumichaca, "Ri-
cardo Palma tradicionista pero no tradicionalista", Repertorio Americano, XLVIII, 16 (15 abril
195~), p. 193.
15 L. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, p. 115.
16 Ibid., p. 131. Todavía viven varios testigos presenciales de esta oferta que pueden dar fe de
ello.
17 Haya de la Torre, Por la emancipación de la América Latina (Buenos Aires: M. Gleizes, 1927), p.
22. También ha sido reproducido en Arturo Sabroso, Réplicas proletarias (Lima: Ed. Atahualpa,
1934), Felipe Cossío del Pomar, Haya de la Torre, el indoamericano (México: Edit. América,
1939), p. 80, y en I. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, p. 134.
18 Por la emancipación de la América Latina, pp. 33-34.
19 De todos los cubanos Mella fue su más entusiasta admirador. He aquí lo que dijo: "Haya de la To-
rre es el más genuino representante de la nueva juventud latinoamericana Es el sueño de Rodó he-
cho carne: es Ariel". Cnf. F. Cossío del Pomar, Haya de la Torre, el Indoamericano (1946), p.
104.
20 Léase L A Sánchez Huya de la Torre y el Apra; pp. 141-142 y El Mundo de La Habana, correspon-
diente a los días 10, 11 y 12 de noviembre de 1923.
21 V. R. Haya de la Torre, Por In emancipación de la América Latina p. 59.
22 L. A. Sánchez, Haya de la Torre o el político, p. 109.
23 L. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, p. 164.
24 Como se recordará, los cuáqueros de Inglaterra y los Estados Unidos también recibieron el Premio
Nobel de la Paz en 194? por su encomiosa labor pacifista realizada durante el comienzo de la
guerra fría. Haya desde 1924 se ha asociado y ha cultivado la amistad de varios ganadores del
premio Nobel de la Paz.
25 Este valioso artículo es importante porque por primera vez aparecía en letra de imprenta el pro-
grama máximo del Apra. Léase The Labour Monthly, VIII, 8 (Dec. 1926), 756. Reproducido luego en
castellano en Atenea de Concepción, en Repertorio Americano, XIV, 9 (5 marzo 1927), 131-133, en
Por la emancipación de la América Latina y más tarde sirviendo de primer capítulo a El Antiimpe-
rialismo y el Apra, segundo libro de Haya, escrito en México en 1928, pero publicado en Santiago
de Chile por la Editorial Ercilla en 1936. Este no fue su primer artículo en inglés. Ya en 1925
había publicado en la revista Foreign Affairs su artículo sobre México, según nos refiere él
mismo en su obra El antiimperialismo y el Apra, 2ª. ed., p. 83.
26 Léanse el Diario de Guatemala del 14 de julio de 1928, p. l, y El Dia, de 1a misma fecha y tam-
bién en su primera página.
27 Citado por Deambrosis Martins en "La expulsión de Haya de la Torre de Guatemala", Repertorio
Americano, XVII, 15 (20 Oct. 1928), 230.
28 Léase V R Haya de la Torre, "Una rectificación y una denuncia" Ibid. XVII, 13 (6 Oct. 1928),
200.
29 Amplios detalles sobre este desagradable incidente pueden encontrarse en el Repertorio Ameri-
cano, XVIII, 3 (19 enero 1929), 37-38 que reproduce un artículo que apareció en Acción Comunal
de Panamá, y en la "Carta abierta de Haya de la Torre al Presidente de Panamá, Sr. Arosemena",
Repertorio Americano XVIII, 11 (16 marzo 1929) 164-165 reproducida en Construyendo el Aprismo
(Buenos Aires: Edit. Claridad, 1933), pp. 49-53. A1 escribir esta carta, Haya probablemente tuvo
en cuenta que Panamá no era completamente libre y que es difícil gozar de todas las libertades
cuando se tiene la capital del país rodeada de territorio extranjero.

Chang - Literatura política 105


30 Léase la "Carta de Haya de la Torre", Repertorio Americano, XVIII,6 (9 Feb, 1929), 94.
31 "Noticias breves del movimiento intelectual europeo", Ibid., XVIII, 13 (6 abril 1929), 203-204.
32 Entre los numerosos intelectuales extranjeros que así lo reconocieron se encuentra Carleton
Beals, "Aprismo the Rise of Haya de la Torre", Foreign Affairs (N. Y.), vol. 13, Nº 2 (Jan.,
1935), 239.
33 Esta pieza oratoria, modelo de sobriedad y serenidad ante tan desafortunadas perspectivas, puede
leerse en el Repertorio Americano, XXIV, 8 (5 marzo, 1932), 118-119, y en V. R. Haya de la To-
rre, Política aprista (Lima: Edit. Coop. Aprista Atahualpa, 1933), pp. 81-85. La cita correspon-
de a las pp. 118 y 82, respectivamente. También aparece en la colección de discursos titulada
Aprismo, editada por Fergac en Lima, posiblemente en 1933 (s.l.: s.a.), pp. 13-17. Párrafos de
este discurso reaparecieron en el libro de Haya, Construyendo el Aprismo, pp. 172-175.
34 El autor presenció en su infancia esta incalificable crueldad, en Trujillo durante la Nochebuena
de 1931 cuando recorría las iglesias llevado por sus familiares.
35 Léanse los tres números consecutivos de Repertorio Americano, XXIV 14 (23 abril 1932), 217-218
15 (30 abril 1932), 234-236; y 16 (7 mayo 1932), 244-246. También aparece en su totalidad en
Construyendo el Aprismo, pp. 176-203; en Política aprista, pp. 87-128; y en Aprismo (ed. Fergac,
supra), pp. 39-76.
36 Léanse las ediciones de los periódicos independientes de Lima (La Noche, Ultimas Noticias y Buen
humor), correspondientes al 13 de noviembre de 1933. Léase también el editorial de El Nacional
de México del 10 de octubre de 1933, que enjuicia la situación peruana a la luz de la nueva ame-
naza contra las libertades públicas.
37 Aunque el autor, que asistió a ésta magna asamblea cívica, recuerda esta inolvidable frase, para
la mayor exactitud ha consultado las versiones dadas por Felipe Cossío del Pomar, Haya de la To-
rre, el indoamericano, p. 310, y por L. A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, p. 335.
38 En el arreglo de las diferencias con Colombia también jugó papel importantísimo el viaje de Al-
fonso López, entonces jefe del Liberalismo colombiano. López se entrevistó en Lima con su amigo
Benavides y asumió ante la opinión colombiana, la responsabilidad de la paz con el Perú. López
había conocido a Benavides en París y tenía bastante confianza con él.
39 La más dramática de todas estas emboscadas fue probablemente la que ocurrió le 12 de junio de
1941 en el Bosque de los Olivos, en San Isidro, cerca de Lima. Su automóvil se dirigía a una
cita clandestina cuando Haya notó que dos automóviles los seguían. Uno de ellos los pasó veloz-
mente. En eso Haya ordenó a Jorge Eliseo Idiáquez, que iba en el timón, que se detuviese inme -
diatamente. A la altura del bosque las ametralladoras recibieron al segundo automóvil policial
con varias ráfagas. Haya y sus acompañantes escaparon ilesos gracias a un acto de sagacidad y
serenidad.
40 Aunque al aprismo desde sus primeros años de existencia ya se lo conocía como el partido del
pueblo, la Segunda Convención Nacional del Partido Aprista celebrada en la clandestinidad a fi-
nes de julio de 1944, aprobó por unanimidad el cambio oficial de nombre a Partido del Pueblo.
Para mayores detalles sobre esta convención consúltese F. Cossío del Pomar, Haya de La Torre, el
Indoamericano, pp. 357-361, F. León de Vivero, El tirano quedó atrás (México: Editorial Cultura,
1951), pp. 26-27, y L. A. Sánchez, Haya de la Torre y e1 Apra, pp. 379-380.
41 El primer doctorado honoris causa le fue concedido por Antenor Orrego, rector de la Universidad
de La Libertad (Trujillo), en nombre de su universidad, en 1945.
42 El 4 de octubre Nuestro Diario de Guatemala informó: "La CTG repudia al líder aprista". Cnf. L.
A. Sánchez, Haya de la Torre y el Apra, pp. 416-422.
43 Este oficial serrano, descendiente de italianos, aprovechó del clima democrático de los primeros
meses del gobierno de Bustamante para rogar a los parlamentarios apristas para que votasen por
su ascenso a general que, a fuerza de vergonzosos asedios había logrado conseguir del Dr. José
Gálvez. He aquí cómo le imploró a Fernando León de Vivero, Presidente de la Cámara de Diputados:
"Bustamante Rivero envió el proyecto de ascenso que prometiera al doctor José Gálvez Odría con
paciencia palaciega, visitó Diputados y Senadores comprometiéndoles el voto. En la Presidencia
de la Cámara me visitó con igual objeto y a los pocos días me escribió, rogando 'lo apoyase a
coronar su carrera militar'. 'Espero -decía- que usted y los compañeros de su gran partido, vo-
ten por mi ascenso que será timbre de honor en mi vida de soldado cumplidor de sus deberes para
con la patria, ser ascendido por los patriotas apristas'. Odría, al fin ascendió a general de
brigada". El tirano quedó atrás (México: Edit. Cultura, 1951), p. 145.
44 Para mayores detalles sobre este período caótico, léanse mis declaraciones a The Litchfield En-
quirer, vol. CXXIII, No. 11 (April 22, 1948), l, 8, y mi artículo "Consterna en los EE.UU. la
infiltración comunista en América", La Tribuna (Lima), 8 mayo 1948.
45 Este importante discurso que contiene su mensaje a la juventud apareció en folleto en inglés y
en la edición del N. Y. Herald Tribune del 10 de marzo de 1947. El discurso no figura en ninguna
bibliografía y la información sobre él la conseguí de Víctor Raúl, en su carta del 19 de abril
de 1955, fechada en Estocolmo.
46 Los dos artículos se intitulan "Haya de la Torre Discusses Economic Council Plan to Aid Indus -
trialization" (p. 12) y "Haya de la Torre Urges American Nations Bill of Rights" (p. 26).
47 Léase la información que publicó el Columbia Daily Spectator en su primera plana con el título
de "Peruvian Leader Next Monday", vol. LXX, No. 70 (Feb. 6, 1948), 1, 4. El artículo está acom-
pañado de una foto del líder peruano. Otros periódicos norteamericanos publicaron declaraciones
de Haya. Léase por ejemplo, Wambly Bald, "U.S. Could Learn a Lot About Peru", New York Post, Fe-
bruary 11, 1948, que también tiene una foto a dos columnas del jefe del aprismo.
48 La visita de Haya a Long Island fue narrada por The Nassau Daily Review y reproducida en caste-
llano por La Tribuna (Lima), 24 febrero 1948, p. 3.
49 Sobre las actividades de Haya en Los Angeles, léanse "Costa Rica Row Over Reds Stirs Protests
Here", Los Angeles Times, April 3, 1948, p. 5; "Costa Rica's Red Fight Told", Los Angeles Exami-
ner, April 7, 1948, p. 7 y mi artículo "La opinión pública y la Checoslovaquia de América", La
Tribuna (Lima), 13 abril, 1948.
50 Sobre las actividades culturales de Haya en esta época, léase mi artículo "Expectación en Nueva
York por la serie de conferencias de Haya de la Torre", La Tribuna (Lima), 14 abril 1948. En
cuanto a las invitaciones, el autor está informado porque él mismo tuvo la oportunidad de leer
varias de ellas. Durante estos meses el autor servía de contacto entre Haya y el Council on

106 Chang - Literatura política


World Affairs y Ohio State University.
51 La visita fue comentada extensamente por Columbia Daily Spectator en un número de fines de abril
de 1948. El comentario apareció en primera plana acompañado de la foto que Einstein se tomó con
Haya frente a la casa del sabio alemán Consúltese mi artículo "Einstein, Toynbee y Haya...", La
Tribuna (Lima), 20 mayo 1948, P. 2.
52 Javier Pulgar Vidal en "La democracia necesita una filosofía", Revista de América (Bogotá), XX
60 (Enero, 1950), 50 y L. A. Sánchez en Haya de la Torre y el Apra p. 448, indican que la confe -
rencia tuvo lugar en mayo de 1948. La invitación que recibí en Litchfield, Connecticut, la seña-
laba para el 24 de abril, a las 12 de la mañana. Oscar Castañeda, uno de los auspiciadores, me
escribió el 11 de abril: "Te envío una nota apresurada para que sepas que el fórum en Columbia
se llevará a cabo definitivamente el sábado 24 de abril". Y Haya, en su carta fechada en Nueva
York el 29 de abril, me confirmaba que el foro se había realizado y que leyese las informaciones
en el periódico de la universidad.
53 La entrevista aparece con el título de "Right-Left Threat Seen by Dr. Haya" N Y. Times, May 14,,
1948, p. 12.
54 Los pormenores de esta visita de Haya los di en un artículo que publicó La Tribuna de Lima el 19
de mayo de 1948.
55 El mismo 18 de mayo de 1948 Haya me escribió a Litchfield, Connecticut, que él había regresado
muy contento de Ohio y que saldría pronto para Lima.
56 Sobre el rechazo del dictador Odría, léase "Haya de la Torre... fails to get exit permit to
attend United Nations Commission on Human Rights...", New York Times, April 3, 1949, p. 8.
57 La tesis de la Lic. Amalia Zavala Alvarez fue publicada con el nombre La Corte Internacional de
Justicia y el asilo diplomático (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1952).
58 El mejor relato sobre el exilio, de la larguísima bibliografía que existe, es el que el propio
Haya hizo en su artículo "My Five Year Exile in My Own Country", Life, Vol. 36, No. 18 (May 3,
1954), 152-156, que está acompañado de varias fotografías.
59 En cartas de James E Bristol Director del Community Peace Program del American Friends Service
Committe, al autor, fechadas en Filadelfia el 23 de abril el 4 de mayo el 1°, el 9 y el 16 de
junio de 1954, además de dos memorandos dirigidos a los directores, regionales del Comité de los
Amigos.
60 Información que obtuve de Haya en conversación telefónica a larga distancia, el 7 de junio de
1954.
61 Carta de Haya al autor, fechada en Bruselas, el 15 de julio de I955.

XVI
EL A.P.R.A. Y EL P.A.P.

El pensamiento y la obra política de Víctor Raúl Haya de la Torre alcanzan su


más alta expresión con la Alianza Popular Revolucionaria Americana y con el Par-
tido Aprista Peruano. Pero no hay que confundir el APRA con el PAP; dialéctica-
mente son diferentes, aunque el primero sea padre del segundo, y aunque ambos
tengan idéntico programa máximo de acción.

LA ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA AMERICANA


Como ya es sabido, la Primera Guerra Europea y la Revolución Rusa conmovieron
los horizontes intelectuales y políticos de la juventud americana. Probablemente
por múltiples razones estos dos acontecimientos europeos repercutieron más en
México, en la Argentina y en el Perú, que en el resto de América. En México la
Revolución que había comenzado en 1910 tomó un nuevo ritmo y ganó en contenido
social. Los Estados Unidos, que estaban listos a intervenir en gran escala en la
maraña de acontecimientos mexicanos bajo la presión de los capitalistas nortea-
mericanos afectados por la Revolución, tuvo que moderar su intervención en vista
de sus compromisos y obligaciones en otras partes del mundo. En la Argentina,
las ideas europeas se difundieron en la clase media y en la clase proletaria,
determinando la unión de estas dos fuerzas en la gesta heroica de la Reforma
universitaria que pronto se extendió por gran parte de Hispanoamérica. En el Pe-
rú, el más atrasado de los tres países el impacto
de las nuevas ideas sobre el viejo orden produjo conmociones cuyos alcances
todavía se sienten.
Bajo la influencia de las nuevas ideas, en Trujillo y Arequipa, dos centros
efervescentes de la política nacional, se formaron agrupaciones de intelectuales
compuestas de jóvenes inquietos, deseosos de afinar su verbo de diferente mane-
ra. La juventud estaba en rebelión contra las antiguas normas, contra el orden
establecido.
En Trujillo, la ciudad natal de Víctor Raúl Haya de la Torre, la más boliva-
riana del país, se formó un grupo literario bajo la dirección de Antenor Orrego.
Este grupo sirvió de crisol de inquietudes y de escuela de conductores. De él
saldrían más tarde destacados exponentes de las letras y de la política nacio-
Chang - Literatura política 107
nal. Allí comenzaron a formarse Haya de la Torre, el mismo Orrego, Alcides Spe-
lucín, Serafín Delmar, César Vallejo, Carlos Manuel Cox, Manuel Vázquez Díaz,
Ciro Alegría y otros futuros conductores del Apra.
Pero el aprismo no se fundó en Trujillo, donde tuvo sus primeras manifesta-
ciones literarias, ni en Lima, donde tuvo sus iniciales exteriorizaciones multi-
tudinarias, ni en el Cusco, de donde se creía que saldría el nuevo verbo. El
aprismo nació en México D. F., el 7 de mayo de 1924, fundado por Haya de la To-
rre durante su primer exilio.
A fines de 1924, Haya le daba su programa máximo compendiado en su lema prin-
cipista: "Por el Frente Unico de Trabajadores Manuales e Intelectuales. Contra
el Imperialismo. Por la unión económica y política de Indoamérica. Por la Justi-
cia Social". De su programa máximo, que discutiremos más adelante, se derivarían
los programas nacionales de cada país.
Aunque la Alianza Popular Revolucionaria Americana nacía con un carácter con-
tinental, para tratar de resolver los problemas indoamericanos con los postula-
dos del programa máximo, involucraba en su Frente Unico de Trabajadores Manuales
e Intelectuales la idea originaria de don Manuel González Prada: la unión de los
obreros e intelectuales que luchen por la conquista de sus derechos nacionales
bajo una inspiración humanista, es decir, universalista. Era la época en que no
era delito predicar la fraternidad universal.
El A.P.R.A. era esencialmente una organización política autónoma indoamerica-
na, sin tutela extranjera. Nacía respondiendo al viejo anhelo americano de unión
fraternal contra los enemigos externos e internos. Desde la Guerra de la Inde-
pendencia no se había constituido organización de principios tan claros y de fi-
nes tan determinados como la Alianza Popular Revolucionaria Americana.
El carácter continental del A.P.R.A. hizo que en corto plazo se fundaran cé-
lulas filiales en varios países de América. Importantes personalidades intelec-
tuales se adhirieron a sus ideales y numerosos líderes obreros se plegaron a sus
filas. Las células del Perú, gracias a los compañeros de lucha de Haya, entre
los que se destacaba José Carlos Mariátegui, consiguieron gran influencia inte-
lectual. Desde sus primeros números, la revista Amauta desempeñó importante pa-
pel en la difusión de los ideales del A.P.R.A.
No obstante las disensiones producidas debido a la instigación del comunismo,
el Apra siguió ganando adeptos y preparando el terreno para la organización del
Partido Aprista Peruano que se fundaría más tarde.

EL PARTIDO APRISTA PERUANO


Hasta 1931 en el Perú no se había organizado partido político alguno que reu-
niera todo los requisitos necesarios para ser llamado así. Las agrupaciones po-
líticas conocidas como partidos aparecieron alrededor de un caudillo, inspirados
en los intereses de un grupo, sin ninguna armazón ideológica definida, clara y
organizada, y huérfanas del respaldo de las mayorías ciudadanas del país. Oca-
sionalmente se logró movilizar muchedumbres de histéricos que acudían tras la
bandera demagógica del llamado político, porque se les ofrecían "butifarras"
(sandwiches), aguardiente, dinero, o se les prometía un puesto público; otras
veces la canalla lo seguía, porque en las horas de desesperación y de crisis, se
lanzan 1as muchedumbres ciegas, detrás del soldado con más medallas o del dema-
gogo con más promesas. El discutido caudillo Ramón Castilla comenzó a gobernar
en nombre del llamado Partido Liberal, Sus gestos "liberales" se redujeron a la
manumisión de los esclavos y a la derogación del tributo o contribución personal
que pagaban los indios desde los tiempos de la Colonia y que los libertadores se
olvidaron de abolir62.
Manuel Pardo fundó en 1872 el Partido Civil, de tan desgraciada y funesta
historia en el Perú. Nació respondiendo a la necesidad urgente de acabar con los
desmanes del militarismo caudillesco y chúcaro, pero bajo la égida de reacciona-
rios aristócratas: herederos de los privilegios. Pronto engrosaron sus filas los
señores feudales costeños y serranos, los millonarios victimarios del Estado,
los mismos leguleyos consejeros de los militaristas pícaros y un buen número de
incondicionales que aspiraban al peculado.
Así, el Partido Civil que se organizó para oponerse al militarismo, se con-
virtió, en corto tiempo, en fuerza opositora del peruanismo. Quiso defender la
propiedad privada y sólo defendió la gran propiedad, los extensos feudos y el
privilegio a usufructuar el erario nacional. Deseó imponer orden y lo único que
108 Chang - Literatura política
impuso fue el silencio que se consigue a fuerza de la ley de la mordaza, de la
cachiporra y de la bayoneta. E1 orden que logró establecer fue el artificioso
régimen que precedió a la derro2a.
Después de la Guerra del Pacífico el militarismo reaccionó y, volvió a la
arena política metamorfoseado en 1886 en el Partido Constitucional. Su fundador,
el General Andrés Avelino Caceres, subió a la presidencia impuesto nuevamente
por las bayonetas.
Nicolás de Piérola fundó el Partido Demócrata en 1889, atrayendo a sus filas
a ciertos sectores populares debido al descontento que había durante el período
de reconstrucción. En las llamadas jornadas de 1895, la Unión Cívica llevó al
poder a Piérola después de una cruenta guerra civil. Esta nueva concentración
política triunfante reunía a los "demócratas" y a los civilistas disidentes, de-
silusionados de las grotescas patrañas de sus mayores. Todos ellos eran devotos
clericales.
Una nueva promiscuidad de políticos de todo cuño se alió con el civilismo ul-
traconservador para llevar al poder en 1908 a don Augusto B. Leguía, el banquero
lambayecano, ex-Ministro de Hacienda de don Manuel Pardo. El fin del primer pe-
ríodo de Leguía coincidió con la nueva vivisección del civilismo. El partido se
dividió en sus dos ramas: la feudalista, llamada clásica y la burguesa, llamada
leguiísta.
Guillermo E. Billinghurst subió al poder en 1912. Era el primer presidente
que ascendía con cierto grado de popularidad conseguida a base de una supuesta
reforma económica que traería un pan barato.
De allí su apodo de "Pan Grande". Pero sólo duró dos años. En 1914, cayó de-
rrocado por el Coronel Oscar R. Benavides que representaba al militarismo resur-
gente. Benavides inauguró el período trágico que don Manuel González llamó "Bajo
el oprobio".
No duró mucho tiempo el miltarismo en el poder. A1 siguiente año Benavides
fue obligado a entregar el mando al favorito del Congreso civilista: José Pardo
y Barreda, hijo del fundador del partido y continuador de los "ideales" del ci-
vilismo clásico. En 1919, Leguía volvió al poder impuesto a la fuerza por el ci-
vilismo aburguesado, que pronto cambió de etiqueta asumiendo el nombre de Parti-
do Democrático Reformista. Este grupo en realidad no era partido político, ni
era democrático ni reformista; era el mismo consorcio de ricachos politiqueros
que había cambiado de nombre pero no de mañas.
Los obreros, la clase media, mejor dicho, la mayoría del pueblo no fundó par-
tido alguno. En 1919 se intentó fundar el Partido Socialista Peruano, que des-
graciadamente nació en fetación por carecer de respaldo popular. También se hizo
el intento para organizar el Partido Laborista del Perú, pero por carecer del
apoyo del pueblo, no se hizo nada; su número reducidísimo de miembros se concre-
tó a aprobar votos de aplauso a Leguía.
En cambio, durante la proscripción de Haya de la Torre y otros lideres, los
apristas realizaron una intensa y extensa labor de organización. Se fundaron cé-
lulas apristas en Europa; de ellas fueron las más activas por su campaña antiim-
perialista, las de París, Londres y Berlín. Al mismo tiempo, los intelectuales
del partido estudiaban los movimientos políticos del mundo que pudiesen señalar
pautas al desarrollo programático del plan que debiera aplicarse especialmente
al Perú, llegada la hora del retorno y de derrocamiento de la tiranía. Los
apristas peruanos de México hicieron un estudio detenido de la Revolución Mexi-
cana en marcha, prestando especial atención a la reforma agraria y al programa
indigenista. En Inglaterra y en Francia los apristas estudiaban, desde los mis-
mos centros imperialistas, el, proceso consumidor del imperialismo,, su táctica
de penetración, su política de absorción, su campaña de prensa y los males que
de la aplicación del imperialismo se derivaban. En la Argentina, en Chile y en
Bolivia estuvieron atentos para asimilar cualquier idea democrática que, después
de ser aplicada a la realidad de los países hermanos, también pudiese importarse
al Perú. En Centroamérica y en Cuba los apristas refugiados se concentraban
principalmente en la lucha contra la fuerza imperialista más peligrosa del mo-
mento, organizando cuadros de combate, alentando la oposición a la intervención
extranjera y denunciando a los vendepatrias criollos. Los exilados apristas de
todo el mundo se preparaban intensamente para la hora en que unidos con los
apristas estudiosos de la realidad peruana que habían quedado en el Perú produ-
jeran mancomunadamente el programa mínimo que debiera aplicarse al país.
Con la caída del dictador Leguía, el 24 de agosto de 1930, los apristas co-
Chang - Literatura política 109
menzaron a volver al Perú antes de que se emitiese la orden prohibiendo el re-
greso de los líderes máximos del partido. En septiembre y octubre los repatria-
dos y los apristas que habían estado escondidos o que acababan de salir de las
prisiones iniciaron la tarea preparatoria para la fundación de un partido del
pueblo peruano que tuviese por programa máximo el mismo que Haya de la Torre
diera en 1924 a la Alianza Popular Revolucionaria Americana. Alcides Spelucín se
encarga de reunir las fuerzas dispersas por la persecución leguiísta, y con la
llegada en noviembre de Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane, Serafín Delmar, Magda
Portal y otros desterrados, se logra dar las primeras bases orgánicas del parti-
do. En marzo de 1931 queda oficialmente fundado el Partido Aprista Peruano.
A1 poco tiempo el PAP lanzó la candidatura de Haya de la Torre a la presiden-
cia de la República y dispuso que los comités apristas departamentales organiza-
sen congresos regionales para discutir el programa del partido que debería adop-
tarse en el Primer Congreso Nacional del PAP convocado para reunirse en Lima en
agosto de 1931.
El entusiasmo por el PAP creció de manera sorprendente. En mayo de 1931 sólo
había contado con escasos centenares de afiliados. El 10 de agosto de 1931, día
en que se inauguró en el Teatro Victoria de Lima el Primer Congreso Nacional del
PAP, se anunció oficialmente que el partido ya contaba con 50,000 afiliados. En
las elecciones de octubre de 1931 el Gobierno se vio obligado a reconocer cerca
de 110,000 votos apristas.
El vendaval aprista se agiganta conforme pasan los días. Las diez décadas de
desgobierno que culminaron con el oncenio de Leguía y el caos que siguió a la
caída del dictador habían preparado el terreno para el insurgimiento del apris-
mo. El PAP no venía a ser una creación artificial de uno o varios líderes polí-
ticos, sino la genuina materialización del anhelo del pueblo peruano. El PAP
aparecía en la arena política trayendo todo su rico conocimiento de los proble-
mas nacionales y una doctrina que se había robustecido en siete años de contacto
íntimo con movimientos revolucionarios reivindicacionistas en otros países. Sus
dirigentes traían un rico bagaje cultural, abundante información y gran entu-
siasmo para iniciar en el Perú la tarea que en México y en China ya estaba en
marcha63. Su líder máximo, Haya de la Torre, ya lo había encausado por terreno
netamente americano, dándole bases esencialmente democráticas, adaptadas a la
realidad nacional. Estaba dispuesto a evitar que influencias extranjeras -que
podrían resultar beneficiosas si se las tomase únicamente como puntos de refe-
rencia y comparación- no desvirtuasen las raíces netamente americanas del parti-
do. De allí vino el encuentío, desde el prímer momento, con el comunisrno que
pretendía poseer la fórmula mágica para resolver los problemas peruanos.
Haya se incorporó al Comité Ejecutivo del PAP el 20 de agosto en el Teatro
Lima. Al siguiente día exponía en la Plaza de Toros, las bases del Programa Mí-
nimo o Plan de Acción Inmediata del PAP. Tanto este discurso como su secuela, el
Programa Mínimo que dictó el Primer Congreso Nacional del partido, todavía están
vigentes, excepto en las modificaciones menores que se hicieron en los congresos
y convenciones de 1942, 1944 y 1948 de acuerdo con los cambios que siempre son
necesarios con el tiempo en todo partido democrático64.
Según el Programa Mínimo, el Partido Aprista Peruano, hijo mayor de la Alian-
za Popular Revolucionaria Americana, es el frente de las clases productoras del
Perú. En sus filas se encuentran los obreros, empleados, campesinos, pequeños
propietarios, comerciantes, profesionales, es decir, los trabajadores manuales e
intelectuales que intervienen en los procesos económicos del país.

EL PROGRAMA MÍNIMO
Ya Harry Kantor de la Universidad de Florida ha analizado cuidadosamente el
programa aprista en su tesis doctoral The Ideology and Program of the Peruvian
Aprista Movement, traducida al castellano con el título de Ideología y programa
del movimiento aprista65. Aquí, nosotros nos concretamos a señalar únicamente los
puntos más salientes del programa nacional o mínimo y del programa internacional
o máximo que encajen en la estructura de este estudio.
La estructura económica, política y social del Estado Aprista aparece en el
programa en forma esquemática porque el partido propugna varios pasos iniciales
e indispensables previos que deben darse antes de que se señalen al detalle re-
formas económicas, políticas y sociales que reclama la realidad peruana. El plan
incluye, por eso, el levantamiento de un censo general de la República conducido
110 Chang - Literatura política
en forma científica para estudiar la realidad económica del país. Al mismo tiem-
po se crearía un Departamento Nacional de Estadística, que es tan indispensable
en toda democracia moderna que anhela planificar su economía. Luego vendría la
celebración de un Congreso Nacional de Economía, con la intervención de los na-
cionales y extranjeros que participan en los diversos aspectos de la vida econó-
mica nacional: producción, distribución y consumo.
La información que se obtenga facilitará la descentralización administrativa.
Las regiones adquirirían autonomía económica y administrativa, para lo cual se
procedería a una nueva división geográfica del país. La presente división del
Perú en departamentos y provincias, a la usanza francesa, está muy lejos de res-
ponder a las verdaderas necesidades del país. La división es caprichosa e irra-
cional. Haya de la Torre en 1928 sostenía que la división incásica en suyos se
ajustaba más a la realidad del Imperio: la división política de entonces se
afirmaba en razones económicas66. El considera el regionalismo económico como
punto central del programa aprista, porque una vez que se hayan clasificado las
regiones, se las haya dividido con el criterio económico, la legislación regio-
nal será su obvia consecuencia: "Con ella el centralismo -medio y no fin en po-
lítica- devendría resultado ineludible"67.
El plan aprista también comprende la organización funcional del Parlamento y
las Municipalidades, haciendo del Poder Legislativo Peruano una entidad unicame-
ral, basada en las entidades económicas por crearse, y vigorizando los gobiernos
municipales con más poder político, económico y administrativo.
El aprismo reconoce los derechos políticos de la mujer y su facultad para de-
sempeñar todos los cargos públicos obtenibles por elección o nombramiento. Ele-
vada la mujer al nivel político del hombre, la ciudadanía -como se la entiende
en el Perú, es decir, la mayoría ciudadana que posee el derecho a elegir y ser
elegida- se fijaría en los 18 años68.
El programa mínimo incluye también la idea de la organización técnica del Es-
tado. El Jefe del Aprismo, en su estudio de la historia de la China -país en
donde se creó por primera vez el servicio selectivo de los empleados públicos
mediante exámenes que milenios después fue adoptado por Inglaterra y Estados
Unidos- encontró la respuesta a la ineficiencia burocrática administrativa que
el Perú heredó de la España imperial. Consecuentemente con esta idea hoy adopta-
da por los países democráticos del mundo, el aprismo propone crear un cuerpo de
empleados especialistas, seleccionados a base de mérito, que deben llenar los
cargos públicos de carácter técnico, reglamentando el ascenso y creando el Esca-
lafón de Empleados Públicos. El ingreso al servicio público, como lo es en Esta-
dos Unidos de hoy, se haría por medio de exámenes comprensivos y modernos, a los
cuales todos los peruanos tendrían acceso. De esta manera se eliminaría el nepo-
tismo, el favoritismo, el compadrazgo y los gastos banales que extorsionan el
presupuesto nacional. Algo interesante en la propuesta aprista es la declaración
y constatación por escritura pública del estado financiero personal del que ha
obtenido un cargo público por elección o nombramiento; declaración detallada que
se renovará al cesar en el cargo o al ser promovido a otro. Ambas declaraciones
deberán publicarse en el órgano oficial del Estado. Además, toda persona que
haya desempeñado un cargo público estaría obligada a permanecer en el país cier-
to período de tiempo a fin de que puedan producirse las denuncias a que diera
lugar su actuación. Para evitar la delincuencia de los servidores del Estado, se
propone el establecimiento de sobresueldos para los empleados públicos que per-
ciban haberes bajos, en relación con el número de hijos que tengan bajo su pa-
tria potestad.
Con el propósito de mejorar los diferentes departamentos administrativos, el
aprismo propone la creación de una serie de comités técnicos, independientes y
apolíticos para que sirvan de centros consultivos para los departamentos guber-
namentales69.
En lo que respecta a la economía nacional el partido propone la aceleración
del proceso de transformación, superando el feudalismo, y llegar a la economía
capitalista planificada, controlada por el Estado para que se evite el descarrío
capitalista. El aprismo quiere, como Ramsey MacDonald, la difusión de la propie-
dad privada, no su abolición. Haya sintetizó este anhelo en su discurso del 20
de mayo de 1945 al declarar que su partido no quería quitar la riqueza a nadie,
sino, al contrario, deseaba crear nuevas riquezas para los que no la tenían70.
El capitalismo que se promovería sería un capitalismo planificado sin los de-
fectos del capitalismo imperialista, absorbente y abusivo, contra el cual el
Chang - Literatura política 111
Apra combate de acuerdo con uno de los postulados de su programa máximo. Esta
etapa capitalista sería una etapa transitoria, etapa puente que serviría para
unir la economía actual a la economía de la etapa superior del Estado aprista
que todavía está por dictarse, Antes que venga la total transformación, el
aprismo se apresta a aceptar el capitalismo planificado y controlado para que no
cause los estertores de prepotencia perjudicial que ha causado en otros países
donde esta etapa económica histórica se ha desarrollado sin más norma que la ca-
duca frase "Laissez faire, laissez passer".
El Apra se propone dictar una legislación represiva para evitar las maniobras
y especulaciones de los trusts. También propone la anulación y la cancelación de
todos los contratos lesivos a la soberanía nacional. A1 mismo tiempo, se fomen-
tarían las cooperativas de crédito, de producción y de consumo; se organizarían
las industrias de carácter básico del Estado; y se nacionalizarían los medios de
transporte.
Así como el primer instrumento de la economía planificada sería el Congreso
Económico Nacional el segundo instrumento sería la Corporación Financiera Nacio-
nal encargada de financiar los proyectos sugeridos por el Congreso Económico y
adoptados por los órganos políticos del Estado. Esta organización sería similar
a la Reconstruction Finance Corporation, que se creó en los Estados Unidos en
1932, y a la Nacional Financiera, S. A. de México, constituida en 193371.
En cuanto a las altas finanzas, se desea controlar y restringir la exporta-
ción de capitales. Haya de la Torre no se ha opuesto al capital extranjero; en
lo que sí ha recalcado es en la necesidad de que los capitales extranjeros se
sometan a la legislación del país, recompensen debidamente al trabajador nacio-
nal y paguen los impuestos. El partido conoce bien la necesidad que hay de esti-
mular la llegada de capital inversionista para fomentar la producción nacional y
contribuir al mejoramiento del standard de vida del peruano.
El aprismo aboga por una completa revisión de las relaciones entre patrones y
obreros, y la dación de un código de trabajo que ampare ampliamente al trabaja-
dor, estableciendo el salario y sueldo mínimos, pensiones de jubilación y ofici-
nas de municipales de trabajo. La legislación sobre el trabajo debe ser igual
para los hombres y las mujeres. A igual labor, igual remuneración, sin conside-
rar el sexo ni la nacionalidad.
El programa nacional aprista recomienda la nacionalización de la industria
extractiva en el futuro próximo, excepto la industria de algunos metales (oro y
vanadio, por ejemplo) debería nacionalizarse inmediatamente. Conforme a la polí-
tica minera del partido, el Estado debería reservar los yacimientos de las sus-
tancias no metálicas cuya explotación no se haya emprendido en el Perú y estimar
el desarrollo de la explotación del carbón.
Teniendo presente la tendencia de algunos altos oficiales del ejército pe-
ruano a desvirtuar su misión, a intervenir en la política nacional, violando la
Constitución que están llamados a defender, el aprismo aspira a garantizar el
apartamiento de las fuerzas armadas de la política y la eliminación de la in-
fluencia política en los institutos armados. Desde que el personal militar debe
formar parte de la organización técnica dedicada a defender el honor y la inte-
gridad de la nación y al mismo tiempo que ampara la vigencia de la Constitución
y las leyes, se contempla el establecimiento de un consejo de defensa que podría
tomar la forma de un ministerio, tal como sucede en los Estados Unidos y en Chi-
le. Este consejo podría garantizar la neutralidad política de las fuerzas arma-
das si estuviera compuesto de civiles y militares bajo la dirección de un civil,
como en la Unión Norteamericana.
Haya de la Torre, en su mencionado discurso del 23 de agosto de 1931, puntua-
lizó la necesidad de que el ejército ayude al progreso material y moral del
país. Según su plan, el ejército podría servir dé base para la organización de
colonias en la selva peruana, de donde se formarían los núcleos para la explota-
ción de la riqueza de esa olvidada región. Estas colonias semimilitares conta-
rían con maestros, ingenieros, agricultores e industriales dedicados a impulsar
su economía. Además, el ejército debería contribuir a la construcción de caminos
y ferrocarriles por intermedio de sus batallones de zapadores y ferrocarrile-
ros72.
Advirtiendo la triste suerte que sufre el recluta al ser dado de baja, aban-
donado a su suerte en lugares a veces muy distantes del hogar de donde se le
arrancó, el partido propone que cada recluta reciba una buena bonificación al
terminar su período de servicio.
112 Chang - Literatura política
En cuanto a la policía, todavía no se ha propuesto un programa concordante
con la descentralización económica y administrativa. Además de las medidas que
debieran adopotarse para asegurar permanentemente la neutralización de los ins-
titutos armados en la política, la policía debería reorganizarse sobre bases mu-
nicipales. Esta medida es, sin duda alguna indispensable para el mejor funciona-
miento de la descentralización y el rompimiento de la acumulación de poder mili-
tar en pocas manos. Dispersa así la policía, sin comando nacional único, queda-
ría disminuido el peligro de la unión de todas las fuerzas armadas con fines po-
líticos y personales. Entonces, el ejército podría ser lanzado en una ofensiva
contra la ignorancia, ayudando a combatir las enfermedades, a fortificar la cam-
paña de higiene y asistencia social, es decir, podría ser lanzado a una guerra
contra el atraso del país. El arma del soldado debiera ser doble: un fusil y una
pala. La mecanización del ejército rendiría mejores resultados si se la equipara
con tanques y con tractores y otras maquinarias da labranza. La aviación debiera
contar con aviones militares capaces de ser adaptados para la eyaculación de DDT
y otros insecticidas. La marina de guerra también debiera contar con una flota
pesquera encargada de abastecer alimentos a los institutos armados y a las cla-
ses desposeídas. Si se mantiene a los institutos armados con múltiples ocupacio-
nes, si se deja que se encarguen de planear ofensivas de trabajo remunerador en
la selva, en la sierra y en la costa de Perú, entonces se destruiría la ambición
por el poder político. Los institutos armados deben cumplir otras funciones
prácticas mientras esperan alertas cualquier ataque que se realice contra la na-
ción, su integridad, su Constitución, sus leyes tutelares, por los enemigos de
fuera y de dentro del país. Reorganizado el ejército, la marina, la aviación y
la policía de acuerdo con las necesidades inmediatas del país, entonces ya se
les puede apropiar el gran porcentaje que quieren del presupuesto anual de la
nación.
En el acápite sobre obras públicas del programa mínimo, se propone el estudio
técnico y el planeamiento de las obras públicas exclusivamente en las oficinas
del Estado. Las concesiones y explotación de estas obras se harían sobre la base
de recuperación de capitales invertidos, previa licitación pública. Además, se
crearían juntas técnicas regionales encarnadas de controlar científica y econó-
micamente la construcción, conservación y administración de las obras públicas.

EL PROGRAMA MÁXIMO
El programa máximo del PAP ha quedado resumido en los cinco puntos generales que
Haya de la Torre dio a la Alianza Popular Revolucionaria Americana en 1924 y que
sirven de base para los programas de cada partido nacional:

1. Acción contra todos los imperialismos.


2. Por la unidad política de la América Latina.
3. Por la nacionalización de tierras e industrias.
4. Por la interamericanización del Canal de Panamá.
5. Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas
del mundo.
Con el primer punto se opone a toda forma de imperialismo capitalista o comu-
nista, negro o rojo. Si en los años iniciales la campaña se concentró contra el
imperialismo yanqui, se debió, no porque se tuviera particular aversión a esta
clase de imperialismo, sino que la época agresiva de la diplomacia del dólar
constituía francamente un peligro inmediato para Indoamérica que el Apra supo
aquilatar. Inaugurada la política del Buen Vecino y producido el viraje de la
política internacional norteamericana, al mismo tiempo que aparecían nuevos pe-
ligros en el horizonte de las relaciones internacionales, el P.A.P. clarificó su
posición antiimperialista para evitar confusionismo e impedir que se tergiversa-
ra su conducta.
Para desacreditar este antiimperialismo el comunismo criollo atacó al Apra
porque unos de sus afiliados habían declarado que eran socialistas por ser anti-
imperialistas. Los comunistas querían que el socialismo viniera primero y el
antiimperialismo después, olvidándose que el antiimperialismo es la estación
forzosa en la que tienen que hacer escala los que van hacía el socialismo au-
téntico. Con esto no se quiere decir que todos los antiimperialistas tengan que
culminar en el socialismo. El aprista es antiimperialista porque el imperialismo
es esencialmente antidemocrático, inhumano y hasta irracional. Y como ha dicho

Chang - Literatura política 113


Haya de la Torre, si el imperialismo es la última etapa del capitalismo en otros
países, en Indoamérica es la primera. Y como el aprismo anhela controlar los ma-
los efectos del capitalismo, forzosamente tiene que combatir esta primera etapa
del capitalismo en Indoamérica.
En el criterio estrecho de los dictadores, el partido aprista resulta un par-
tido internacional. Ellos miran desde sus patrias pequeñas, olvidándose de que
todas las naciones al sur del Río Bravo tienen tantas similitudes que podrían
formar una gran patria: la gran patria indoamericana, los Estados Unidos de In-
doamérica. Es precisamente, por este anhelo de aunamiento de todas las fuerzas
dispersas de nuestro pueblo-continente que el aprismo ha abogado por la unión
política de América Latina. De realizarse la federación indoamericana, nuestro
pueblo -no debemos decir nuestros pueblos porque en realidad somos uno- podría
resolver más rápidamente muchos de sus problemas fundamentales, y además podría
ocupar un mejor puesto en el concierto de las naciones que hoy tienden a formar
lo que el ensayista aprista Antenor Orrego llama pueblos-continentes73.
En lo que respecta a la nacionalización de tierras e industrias, el Apra pro-
pone un plan lento pero seguro, que no incluye la inmediata nacionalización en
gran escala. El Congreso Económico Nacional daría las pautas porque el plan es a
largo plazo. Comenzaría probablemente con las tierras no cultivadas por los
grandes terratenientes y continuaría con la nacionalización del exceso de tie-
rras que tienen las iglesias, conventos y otras entidades religiosas. El P.A.P.
ha recomendado tino y paciencia en la aplicación del método progresivo. Quienes
se alarman con el anuncio de este punto programático, no recuerdan que son paí-
ses capitalistas como los de Europa Occidental ya tienen nacionalizadas muchas
industrias básicas y que día a día se contempla. la intervención del Estado en
la producción de ciertos productos, en la distribución de la riqueza y en el
planeamiento, organización y manejo de muchos servicios públicos.
El cuarto punto programático sobre la interamericanización del Canal de Pana-
má es sumamente valioso para la defensa continental. La reciente crisis interna-
cional en torno al Canal de Suez ha revivido el problema que en las relaciones
interamericanas representa la Administración del Canal de Panamá, y ha reactua-
lizado la necesidad de que se estudie la solución del viejo anhelo aprista.
Para comprender el quinto punto programático hay que tener en cuenta que el
Apra, por haber heredado de González Prada su inspiración humanista, busca la
solidaridad con todas las clases oprimidas del globo, sin distinción racial al-
guna. El movimiento aprista se interesó mucho en las primeras décadas de la ac-
tividad revolucionaria del Kuo Min Tang y en el movimiento de desobediencia ci-
vil de la India, solidarizándose con sus deseos libertarios. Puesto que en el
intrincado mundo de hoy no podemos sustraernos de los problemas que afectan a la
humanidad, el aprismo está con todos los pueblos explotados del mundo. Empero,
cuando Haya incluyó este punto programático no siguió exclusivamente a Marx. La
aspiración a la universalidad es un deseo muy americano. Los latinoamericanos,
desde hace mucho tiempo, han preferido el grito de ¡América para el mundo! en
vez del egoísta ¡América para los americanos! Después de todo, la fraternidad
universal es un antiguo anhelo del hombre y con el Apra entra a formar parte de
un programa político.

INTERAMERICANISMO DEMOCRÁTICO SIN IMPERIALISMO


Porque el Apra cree que ha llegado el momento histórico de los bloques conti-
nentales y porque considera que en los Estados Unidos se: ha avanzado grandemen-
te hacia la consolidación de una democracia capitalista, el partido hoy se in-
clina hacia una política de cooperación basada en un interamericanismo democrá-
tico sin imperialismo74.
Pero para garantizar el abandono absoluto y permanente de la diplomacia del
dólar, y para extender la democracia por todo el Nuevo Mundo, Haya de la Torre
quiere que se dicte una Super-Constitución Americana, basada en los principios
generales democráticos de las veintiuna Constituciones del Hemisferio. Esta su-
per-constitución contendría la lista mínima de las libertades, derechos y debe-
res de todos los americanos y estaría garantizada por todos los países del he-
misferio a fin de que tenga vigencia internacional. Haya desea también que se
creen una Asamblea permanente de las Américas y una Corte Inter-Americana de
Justicia que se encarguen de juzgar las violaciones de la super-Constitución y
garanticen el mantenimiento de la democracia en el continente.
114 Chang - Literatura política
No obstante que incluye en su nomenclatura la palabra revolución, el Apra es
esencialmente pacífico: desea llegar al poder por medio del sufragio electoral,
obedeciendo el mandato del pueblo expresado en elecciones libres 75. Vale recordar
aquí que su fundador ha puntualizada que la palabra revolución no significa ne-
cesariamente cambio violento, inmediato y sanguinario, observando que Jesucristo
fue tan revolucionario como Tolstoy y Gandhi 76. Como para los apristas todo par-
tido político debe experimentar una evolución ideológica que oriente a sus afi-
liados en sus diversas etapas de desarrollo, ellos han comenzado con la prepara-
ción intelectual y moral que los llevará al poder por medios pacíficos y demo-
cráticos. Los apristas no temen a los períodos de examen y de reajuste porque
ellos desean llevar a cabo una obra renovadora en consonancia con el momento
histórico. Su ideología es una fuerza dinámica en constante movimiento y en pe-
renne evolución, adaptada a las necesidades de las masas. La historia es cambio
y el Apra se prepara para los cambios que la historia le depara.
Desde el principio el partido ha tenido fuerzas operantes en su seno que se
encargan del presente y del futuro. Se enlazan esas tendencias mediante conven-
ciones y congresos nacionales. Gracias a esta estrecha cooperación democrática
el Apra ha resistido los esfuerzos que se han hecho por dividirlo. Un partido
con la organización, la doctrina, el fundamento filosófico y los fines del Apra,
no puede experimentar cisma alguno. Como toma sus lecciones del pasado pero se
ciñe al presente y al futuro de acuerdo con la tesis del Espacio-Tiempo históri-
co el aprismo se ha asegurado su indivisibilidad. Su doctrina y su unidad le
aseguran el triunfo.

62 Castilla ha cosechado la gloria de estas dos importantes medidas libera les que decretó la Revo-
lución de 1854, la que en realidad también pertenece a los hermanos Gálvez. Pedro Gálvez fue
quien sugirió y firmó el decreto del 5 de julio de 1854, que declaraba abolido el tributo del
indio. Y él también, en su calidad de Ministro de Castilla, fue testigo de la firma del decreto
del 5 de diciembre de 1854, que apoyaba ardientemente y en virtud del cual se abolía la escla -
vitud del negro. Su hermano José, mucho más liberal, desde 1852 había predicado desde la direc-
ción del Colegio de Guadalupe, la abolición del tributo del indio y de la esclavitud del negro.
A1 estallar la "Revolución Popular y Liberal da 1854", José Gálvez fue uno de sus principales
sostenes. Sobre la labor liberal de los Gálvez léanse el ensayo biográfico de Francisco Mostajo,
"D. José Gálvez", Mercurio Peruano, IV, (1920); 334-353; 433-4466, y su "Conferencia en el cin-
cuentenario del 2 de mayo", El Derecho, Arequipa (1916). Pero sobre todo, consúltese a Jorge
Guillermo Leguía en su Elogio de don José Gálvez (Lima: C. Torres Benavides, 1927), que es indu-
dablemente el mejor trabajo que hasta hoy se ha escrito sobre Gálvez.
63 Desde 1925 Haya de la Torre señaló la similaridad que había entre el Apra y el Kuo Min Tang que
fundó el Dr. Sun Yat Sen De las mismas palabras chinas, que significan Partido del Pueblo, tomó
el Apra su denominación extraoficial hasta 1944, cuando, por decisión unánime de la Segunda Con-
vención Nacional del PAP se oficializó. Téngase en cuenta sin embargo que el Apra se inspiró en
el Kuo Min Tang basado en los Tres Principios del Pueblo y en el Testamento que el Dr Sun legó a
la alianza de trabajadores manuales e intelectuales de China Toda comparación con cualquier
adulteración posterior de la doctrina del Padre de la República China no viene al caso Léanse,
por ejemplo, las declaraciones de Haya de la Torre a un corresponsal chino en Londres: "Declara-
ciones de Haya de la Torre a la Tribuna de Cantón", Repertorio Americano, XIV, 22 (11 junio
1927), 344, 349; en marzo de 1927 escribió en Oxford el artículo "China en el despertar de
Asia", que aparece en Ex-Combatientes y Desocupados (Santiago de Chile: Ercilla, 193b); las pp.
68 y 69 de su libro El Antiimperialismo y el Apra; su carta a José María Zeledón en Repertorio
Americano, XVI, 4 (28 enero 1928), 63-64; sus declaraciones de Londres, en 1927, en Construyendo
el Aprismo, pp. 65-66; su artículo que escribió en Oxford, en enero de 1927, "Los imperialismos
de Inglaterra y Norteamérica sobre China y América Latina", que está incluido en las pp. 133 a
141 del mismo libro Construyendo el Aprismo; su artículo "El aprismo en su línea" que escribió
en marzo de 1944 y que aparece en. su libro Y después de la guerra ¿qué? (Lima: P.T.C.M., 1946),
pp. 235-236, y en Almanaque "La Tribuna", pp. 239-24U. Léase también sus declaraciones a un pe-
riodista norteamericano que están incluidas en F. Cossío del Pomar, Haya de la Torre, el indoa-
mericano (1939), pp. 137-140.
64 El discurso de Haya del 23 de agosto de 1931 se encuentra inserto en Política aprista, pp. 31-
75. El Programa Mínimo del PAP puede leerse, en su forma originaria también, en Política apris-
ta; pp. 5-29, y en su forma actual en Almanaque "La Tribuna", 1948; pp. 218-242.
65 La tesis doctoral presentada en la Universidad de California como parte del requisito para el
grado doctoral (Ph D.) en ciencias políticas, en 1952, mereció ser publicada al año siguiente
por la misma universidad en su serie University of California Publications in Political Science.
En marzo de 1955, la Editorial Humanismo de México sacó la versión castellana con una bibliogra-
fía más extensa que la que aparece en la edición inglesa.
66 "Realidad Económico-social" en El Antiimperialismo y el Apra, p. 180.
67 Manifiesto a la Nación de febrero de 1932", en Construyendo el Aprismo, p. 193; Política apris-
ta, p. 114; Repertorio Americano, XXIV, 15 (30 abril 1932), 236.
68 El PAP, desea amparar a los ciudadanos peruanos electores como a todos los ciudadanos peruanos
en general. El programa mínimo, en su título "El Perú ante América y el Mundo", hace esta tras-
cendental declaración: "Defenderemos la ciudadanía peruana declarando que ésta no se pierde por
naturalización en el extranjero; y propugnaremos la ciudadanía continental latinoamericana". Po-
lítica aprista, p. 12; Almanaque "La Tribuna", 1948, p. 219.
69 Para mayores detalles sobre la organización técnica del Estado, léase el acápite correspondiente

Chang - Literatura política 115


en su Mensaje a la Nación de febrero de 1932, Construyendo el Aprismo pp. 193-194; Política
aprista, pp. 113-114; Repertorio Americano XXIV, 15 (30 abril 1932), 236.
70 Información en castellano sobre este discurso se encuentra en EL Callao y Jornada del 21 de mayo
de 1945. Información en inglés se da en el Peruvian Times (Lima), de] 1° de junio de 1945, p. l.
71 Carlos Manuel Cox Dinámica Económica del aprismo (Lima: Ediciones "La Tribuna", 1948), pp. 43-
57.
72 Política aprista, pp. 60-61.
73 Sobre esta interesante y original teoría aprista, léase A. Orrego, El Pueblo Continente (Santia-
go de Chile: Ercilla, 1939) y sus ensayos "La gran trayectoria política de Latino-América", Re-
pertorio Americano, XXXI, 1 (14 Nav: 1935), 10-11 y "La ruta de la integración latinoamericana",
Repertorio Americano, XXI, (21 maye 1936); 330-331.
74 El plan de Haya para la defensa de América contra sus enemigos de fuera y de dentro fue aprobado
por el PAP en la clandestinidad, en 1942. Léanse los doce puntos de este plan en V. R. Haya de
la Torre, La defensa continental (Buenos Aires: Ed. Problemas de América, 1942), pp. 216-234.
75 Harry Kantor es el que mejor ha presentado el pacifismo aprista en The Ideology and Program oj
the Peruvian. Aprista Movement, pp. 122-123 (p. 200 en la traducción castellana de 1955) y en su
excelente artículo "Morality in Politics", Fellowship (Feb., 1954), 17-19. Vale aquí recordar
que uno de los lemas del aprismo es el grito de "¡Luchemos contra la guerra!".
76 He aquí las palabras textuales de Haya sobre el carácter revolucionario del Apra: "...somos re-
volucionarios, dando a la palabra revolución no el sentido catastrófico de cuartelazo, motín o
anarquía, sino de su profunda significación histórica y constructiva. Se puede ser revoluciona-
rio y hacer una revolución sin recurrir a la violencia. En Inglaterra, la época en que la máqui-
na de vapor se aplica a la industria marca una época que universalmente se llama 'la revolución
industrial'. Revolucionario fue Cristo, y Unamuno demuestra en un ensayo maravilloso basado en
citas del cuarto Evangelista que el gran Galileo fue condenado 'por revolucionario y antipatrio-
ta'. Revolucionario fue Tolstoy, enemigo de la violencia. Revolucionario es Gandhi, jefe de uno
de los más grandes movimientos de este siglo. Engels -en el prólogo de la primera traducción in-
glesa de El Capital- anota que Marx pensaba que en Inglaterra la revolución no tendría caracte-
res de violencia, y el socialismo advendría por medios legales. El mismo Marx definía la revolu-
ción como una 'etapa acelerada de la evolución'".
Y pese a que escribe esta declaración pacifista en momentos que su cabeza tenía un precio puesto
por la tiranía sanchecerrista y que el aprismo estaba fuera de la ley, Haya aclara con valor
"...negamos el absurdo principio de la 'violencia por la violencia', o el simplismo de 'la revo-
lución sólo para tener el pode'. Consecuentemente el aprismo proclama la necesidad de llegar al
poder para esperar desde él la revolución, en un sentido de transformación, de volución, de reno-
vación, pero sujeta siempre a los imperativos y limitaciones de la realidad". Construyendo el
Aprismo, pp. 178-179; Política aprista, pp. 92-93.

XVII
APRISMO Y ANTICLERICALISMO

Al ocuparnos de Manuel González Prada y de José Carlos Mariátegui hemos his-


toriado sucintamente el desarrollo del clericalismo en el Perú; hemos visto sus
íntimos vínculos con la feudalidad sobreviviente y su contribución a las fuerzas
que gobernaban al país. Sabido es que durante el período de predominio castren-
se, muchos clericales sirvieron de tinterillos, de consejeros y hasta de legis-
ladores. Al ascender al poder el mal llamado "Civilismo", se unieron a él y par-
ticiparon en los turbios negociados. La escisión del Civilismo no afectó su po-
sición privilegiada. Aunque Leguía fue masón, no tuvieron escrúpulos para coope-
rar con el dictador y participar en la falsa prosperidad económica creada por
los continuos fuertes empréstitos de los países interesados en ganar concesio-
nes.
Al emerger el aprismo con su programa redentor era natural que entre sus más
enconados enemigos se encontraran los clericales que deseaban mantener el status
quo. Ellos fueron los que acusaron al nuevo partido de ser anticlerical.
Se ha tratado vanamente de buscar las raíces anticlericales del aprismo en el
Colegio Anglo-Peruano donde enseñaba Haya de la Torre durante los años que pre-
cedieron a su primer destierro, relacionando sus ideas sobre el clericalismo con
el puesto de maestro que le dio el director evangelista John A. Mackay. Para re-
batir esta acusación hecha por sus enemigos políticos, basta leer The Other Spa-
nish Christ de Mackay para ver cuán diferentes son las ideas del profesor de
Princeton de las de Haya77.
También se ha intentado comenzar la llamada irreligiosidad de Haya con su ac-
tuación en la jornada de mayo de 1923. Aserción infundada puesto que la cruzada,
aunque dirigida por él, fue la expresión de la juventud peruana renovadora que
se oponía a la maniobra clérico-gubernamental. El movimiento popular estuvo di-
rigido contra la connotación política de la pretendida consagración del país al
Corazón de Jesús, y no contra dogma religioso alguno. Veamos cómo sucedió.

116 Chang - Literatura política


23 DE MAYO DE 1923
Al anunciarse la consagración de la república al Corazón de Jesús, los estu-
diantes universitarios, los obreros de las Universidades Populares González Pra-
da, anticlericales, masones y protestantes, anarcosindicalistas, la Y.M.C.A.,
numerosos católicos devotos y hasta algunos leguiístas disidentes hicieron causa
común de oposición al proyecto. La Federación de Estudiantes del Perú convocó a
un mitin de protesta para el 23 de mayo de 1923.
Antes de comenzar la manifestación, Haya de la Torre, presidente de las Uni-
versidades Populares González Prada, le habló a la multitud congregada en asam-
blea en la Universidad de San Marcos, "analizó brillantemente la figura de Cris-
to, exaltando la pureza de su doctrina y la elevación de sus ideales de humani-
dad y de justicia, que no se compadecen con los prejuicios y métodos
absurdos..."78.
A las 6 y 30 de la tarde la manifestación comenzó por las calles de Lima. Los
asambleístas, viéndose atacados por la Guardia Civil, se dividieron en dos gru-
pos. Escuchemos lo que sucedió a una de las columnas, tal como lo narra un es-
critor peruano, a quien, por ser comunista, no se le puede acusar de tener sim-
patías con Haya:

Cuando nos encaminábamos hacia la Plaza de Armas por el Pasaje de Huérfanos, so-
naron descargas de fusilería. Nadie supo en realidad si las descargas venían de una
torra de una iglesia cercana o si partían de la policía acostada en una de las bo-
cacalles. Cayeron algunos heridos. La manifestación se disolvió. Parecía que todo
había terminado. Pero la voz de Haya seguía resonando, violenta por los calles cen-
trales, llamando impetuosamente a redoblar la protesta. Su obstinación, valiente y
temeraria llegó a infundir nuevos ánimos y la manifestación se rehizo. Comenzó en-
tonces su serie de discursos fogosos, incendiarios -hirientes en el más alto grado-
contra el "tirano que me escucha detrás de esas ventanas del Palacio"79.

La batalla callejera había dejado varios heridos y dos muertos: el obrero


Salomón Ponce y el estudiante Manuel Alarcón Vidalón.
Al siguiente día, el 24, se reunió una nueva asamblea en San Marcos para pro-
testar contra los crímenes. Haya, disfrazado porque lo buscaba la policía, fue
uno de los primeros en llegar a la universidad. En la asamblea se anunció la
adhesión de la Universidad de Trujillo a la causa popular. A las 12 del mediodía
la Federación Obrera Local aprobó el paro local. Los obreros y estudiantes nue-
vamente salieron en manifestación de protesta por las calles de Lima. A las 3 de
la tarde la multitud se dirigió a la morgue. Allí burlaron la vigilancia poli-
cial y recuperaron los cadáveres simbólicos de Ponce y Alarcón y marcharon hacia
la Universidad de San Marcos. La policía hizo varios esfuerzos para arrebatárse-
los, pero resultó imposible ante la voluntad inquebrantable de la multitud. Los
estudiantes lograron velar a sus muertos en la universidad y al siguiente día
les dieron sepultura y les rindieron homenaje. En el Panteón, el líder estudian-
til habló nuevamente, en nombre de las Universidades Populares, haciendo "un
elogio de Cristo, personificación de la piedad"80.
El 26 de mayo los diarios publicaban el decreto arzobispal, que llevaba fecha
23 de mayo, por el cual se suspendía el acto de la consagración.
Leguía reaccionó ordenando la prisión de algunos de sus enemigos. Haya perma-
neció escondido hasta el 2 de octubre en que cayó preso. Después de ocho días de
huelga de hambre fue deportado.
Los acontecimientos de Lima conmovieron al país, produciendo protestas de
parte del estudiantado de Trujillo, Arequipa y Cusco, y alarmaron a los libera-
les del extranjero. En la península, Roberto Castrovido publicó un elogioso ar-
tículo en defensa de la juventud estudiantil y comparó las víctimas peruanas con
el fusilamiento de los ocho estudiantes patriotas cubanos en La Habana, inmola-
dos en noviembre de 1871. Exaltado el articulista escribió: "¡Malditos sean los
verdugos! ¡Benditos sean los mártires!"... Los que por religiosidad han cometido
el crimen de Lima son más heréticos y blasfemos que los energúmenos relapsos
achicharrados por la Inquisición"81.
En sus peregrinaciones por Indoamérica y Europa, Haya fue estructurando y ci-
mentando la ideología de su partido; se compenetró de los problemas políticos y
económicos de los países que visitó, fue testigo de las intrigas clericales en
algunos de ellos y también observó atento el liberalismo europeo que, como en el
caso de Inglaterra, tenía en jaque al poder eclesiástico. En octubre de 1926 es-

Chang - Literatura política 117


cribía desde Oxford:

...Pienso que el "liberalismo mental" inglés, que trajo el libre examen desde la
Reforma, y que ha favorecido tanto el ambiente económico del país, ha dejado un
rastro, aún fuerte, en la conciencia, del pueblo. El libre examen en materia reli-
giosa, y consecuentemente en política, es la válvula de escape de la no libertad
económica que soportan las clases trabajadoras en Inglaterra. De ahí que sean la
clase dominante y la Iglesia las que con más tenacidad hayan empujado a los ingle-
ses a "pensar" libremente en política y religión...82.

Tres años después, en julio de 1929, al comentar favorablemente el gesto de


desafío del estudiantado español contagiado por la rebeldía de los reformistas
universitarios latinoamericanos, Haya escribió un artículo laudatorio83.
Pocos meses más tarde, encontrándose exilado en Berlín, le mostró una biblia
a John A. Mackay. En ella había un sinnúmero de marcas que ìban a servir de ci-
tas en su nuevo libro sobre la América Latina que preparaba entonces. Dos años
más tarde, al comentar sobre la ideología de Haya, el profesor de religión Ma-
ckay sostuvo que Haya estaba interesado en conservar y cultivar valores religio-
sos verdaderos y que, a diferencia de Mariátegui, para el jefe del Aprismo "the
human problem is spiritual before it is economic"84.

ANTIAPRISMO CLERICAL
Así pues, es fácil demostrar que Haya, asiduo lector de la Biblia, se ha vis-
to movido por una fe y no puede ser acusado de antirreligioso. Sin embargo, una
vez que se fundó el Partido Aprista Peruano y comenzó la lucha contra la oligar-
quía y el feudalismo, contra el militarismo y la inmoralidad, contra el atraso y
la ignorancia, los clericales se sintieson ofendidos. Los clericales comprendie-
ron que el aprismo tenía fuerza popular y se cernía sobre el viejo orden social,
y cuando comenzó el choque entre aprismo y sanchocivilismo, los clericales pe-
ruanos ya hacían causa común con el régimen autocrático que había derrotado a
Leguía desde Arequipa. Se desencadenó entonces una campaña contra el supuesto
anticatolicismo del Apra.
Frente a esta campaña antiaprista los líderes del partido reaccionaron. Ma-
nuel Seoane fue uno de los primeros en explicar la verdadera posición de su par-
tido en relación con el problema religioso. A fines de 1930 en un discurso clan-
destino criticó a la Iglesia por poseer grandes extensiones de tierras y por fo-
mentar la superstición entre los indios:

Yo he visto en una humilde aldehuela del Perú, donde las viviendas eran burdas
casuchas de adobe, levantarse imponentemente, ventrudas bóvedas católicas. Templos
magníficos, de espléndidas paredes, con fachadas que constituyen maravillas arqui-
tectónicas, con altares tallados en cedro e íconos de oro o plata macizos. En esos
templos se sintetiza el esfuerzo anónimo de miles de indios sudorosos, que habrán
entregado sus mejores años para construirlos. El testimonio era, a mis ojos laicos
y socialistas, de una evidencia indignante. Empero, los pobres indígenas, dominados
por el fanatismo, la coca y el alcohol, no lo veían así. Y en el interior del tem -
plo suntuoso, donde brillaba el oro de las efigies, y relumbraba el dorado de los
altares, observé el contraste doloroso: una multitud indígena, harapienta y de ro-
dillas. No en balde existen en el país 4,100 edificios religiosos y sólo 3,500 es-
cuelas primarias...85
Al siguiente año, cuando ya Sánchez Cerro se perfilaba como candidato presi-
dencial, el ingeniero Luis E. Heysen, líder aprista de Lambayeque, publicó su
interpretación de la posición del PAP en relación con la Iglesia86.
En su discurso del 10 de agosto de 1931, en la inauguración del Congreso Nacio-
nal del PAP, Manuel Seoane adhirió a las ideas de Heysen, señaló la inconvenien-
cia de que la educación siguiera en manos religiosas, y añadió que "las reivin-
dicaciones fundamentales de hoy, son reivindicaciones de carácter económico. No-
sotros cometeríamos un grave error político en levantar una bandera antirreli-
giosa que nos dividiría a nosotros mismos"87.
El 20 de septiembre de 1931 el Primer Congreso del PAP aprobó unánimemente el
Programa Mínimo del partido en el que se declaraba: "Separaremos la Iglesia del
Estado y garantizaremos la neutralidad del Estado en materia religiosa" 88. La
proposición no era ofensiva para ninguna religión, pero hubo quienes la tomaron
como ataque directo dirigido hacia la Iglesia Católica e hicieron de este punto
un asunto controvertible. Se equivocaban, porque en realidad el PAP se había me-
118 Chang - Literatura política
dido en su declaración, ya que ni siquiera propugnaba medidas que, para contro-
lar la interferencia de la Iglesia en la política, ya se encontraban en vigor en
otros países democráticos con población católica. Sin embargo, los clericales
peruanos veían en el surgimiento del aprismo una amenaza a su posición privile-
giada en el país y se aliaron con los enemigos del nuevo partido.
Durante la campaña electoral de 1931 los poderosos terratenientes lograron
que en sus extensos dominios los párrocos a su servicio, particularmente los ex-
tranjeros, lanzasen desde el púlpito una campaña de calumnias contra el Apra. En
el Cusco, por ejemplo, se acusó al PAP de proyectar el incendio de los templos,
el estupro de las monjas y el asesinato de frailes y feligreses.s'9 Un predica-
dor afirmó enfáticamente, desde el púlpito de una iglesia de Arequipa, "que él
había oído personalmente decir a Haya de la Torre ¡Apra sí! ¡Cristo no! Y al ha-
cer el retrato verbal del Jefe Aprista, explicó a sus oyentes cómo Haya tenía la
nariz corva y las cejas agudas de Satanás. ¡Que era en una palabra, la viva en-
carnación del diablo!"90. Después de la inauguración del régimen "sanchecerrino",
los clericales intensificaron su ataque contra el Apra. Durante el reino de te-
rror que se apoderó de Trujillo inmediatamente después de la Revolución de 1932,
en tanto que centenares de jóvenes caían fusilados en las zanjas que ellos mis-
mos habían cavado, algunos clericales colaboraban con los soplones para la cap-
tura de los apristas. Hubo quienes pidieron a las ingenuas devotas que confesa-
ran los "delitos" de los miembros de la familia. "¿Tienen escondidas armas en tu
casa, hijita?, ¿Cómo se llaman sus parientes o tus amigos que han luchado en la
Revolución?, ¿Has visto propaganda aprista en alguna parte?", eran las preguntas
que a veces se hacían91. La inquina contra el Apra era demasiado perversa y mal
intencionada, pues, en Trujillo se sabía que durante los días en que la ciudad
estuvo en manos de los apristas, se celebraron misas con gran asistencia de los
revolucionarios. No obstante las falsas acusaciones, la mayoría aprista siguió
siendo católica. Uno de sus líderes" el ancashino Carlos Phillips, católico de-
voto, momentos antes de que el pelotón de fusilamiento le segase la vida por su
participación en la Revolución de Huaraz, que estalló al siguiente día de la
captura de Trujillo por las fuerzas gobiernistas (12 de julio de 1932), gritó:
"Dios salve a mi alma, y el Apra salvará al Perú", según informaron los periódi-
cos peruanos de la época92.
Suspendido temporalmente el reino de terror con el asesinato del
tirano Sánchez Cerro, Haya de la Torre aprovechó su primer manifiesto a la
Nación que lanzó durante el falso período de "paz y concordia", para decirle al
pueblo peruano:

Acusados de antirreligiosos, hemos mantenido y mantenemos nuestra posición pro-


gramática sin variación. En nuestra lucha revolucionaria y cuando las fuerzas del
Aprismo dominaron temporalmente importantes zonas del país, nadie pudo acusarnos de
un solo acto de violencia que indicara persecución o intolerancia religiosa. Cada
uno de nuestros afiliados fue fiel a su consigna de absoluto respeto a las creen-
cias de compañeros y adversarios. Nuestro Partido, en cuyas filas milita una abru-
madora mayoría de hombres y mujeres pertenecientes a la Iglesia Católica, no ha
atacado nunca sus creencias. En materia religiosa, el Aprismo no interviene. Fiel a
su programa, que propugna la separación de 1a Iglesia y el Estado para la completa
independencia de sus respectivas actividades, la abstención de nuestro Partido en
esta materia no significa indiferencia o abandono del sentimiento religioso, sino
delimitación de los campos propios de la Iglesia y el Estado. El Partido reconoce,
como un derecho, la libertad de la Iglesia Católica, garantizándole, dentro de su
esfera de acción, su pleno desarrollo cultural93.

Pero la conducta y las declaraciones de los apristas no sirvieron para calmar


los ánimos del clericalismo. Benavides daba tregua a los apristas, pero los cle-
ricales no. En Quito, Ecuador, apareció la versión castellana de un estudio
contra el Apra, escrito por Monseñor d'Herbigny, conocido escritor eclesiástico
francés, colaborador de la Revue des Deux Mondes. Entre los escritores apristas
que contestaron el ataque estuvo Luis Alberto Sánchez, quien en 1933, escribió
el folleto Aprismo y Religión.
Luis Alberto Sánchez tenía sobradas razones para responder; no solamente por
ser uno de los más elocuentes voceros, mejores escritores y eficientes polemis-
tas del Partido, sino también por un desagradable incidente que tuvo su padre
con un cura francés. El padre de Luis Alberto hombre alejado de la política, fue
a apadrinar a un niño a la Iglesia de la Recoleta de Lima (Sagrados Corazones).

Chang - Literatura política 119


Allá se encontró con el P. Theofanes Calmes, quien entre 1914~ y 1916 había sido
profesor de historia general de Luis Alberto en el Colegio de los Sagrados Cora-
zones (La Recoleta). El Padre Calmes interrumpió la ceremonia religiosa para in-
crepar al anciano Sr. Sánchez: "Ya es tiempo de que haga Ud. que su hijo abando-
ne ese Partido nefasto y vuelva al buen camino"94.
Para refutar a los clericales, Luis Alberto Sánchez recalca el hecho innega-
ble de que el campo de la religión es esencialmente diferente del campo de la
política. El hombre, desde hace milenios, ha tratado de emanciparse del poder
exagerado del religioso que desea establecer la teocracia 95. La lucha contra el
poder religioso, que ha pugnado por atribuirse de funciones del poder temporal,
ha sido, históricamente, una de las más enconadas que el hombre laico ha tenido
que librar para independizarse de la opresión del hombre de hábito (del que lle-
va el hábito afuera y del que lleva el hábito en la mente)96. Probablemente la
mejor explicación de la posición del Apra frente al problema planteado por el
clericalismo la da Luis Alberto Sánchez:

En el Perú, como en los demás países de América, existe un alto y un bajo clero.
El alto clero está formado por descendientes de ricas familias que donan sus rique-
zas a la Iglesia y obtienen prebendas para sus allegados. Este alto clero oligár-
quico y aliado de los políticos "civilistas" a cuya clase pertenecen, desprecia al
bajo clero nacional. La separación es absoluta. El bajo clero nacional, criollo o
indígena, se siente desplazado, y, como ocurre en el juego de la política partidis-
ta, reemplazado por el clero extranjero. De manera que se verifica una alianza tam-
bién económica entre alto clero y clero extranjero contra el bajo clero nacional
(criollo o indígena). Este bajo clero tiene marcadas y lógicas simpatías por el mo-
vimiento Aprista, mientras que el alto clero y el clero extranjero, una especie de
imperialismo y latifundismo de sotana, repudian al Aprismo. Igual que los oligarcas
e imperialistas seglares, estos de sotana no vacilan en utilizar contra nosotros
toda clase de imposturas. Ya he referido varias97.

Y Sánchez nos repite la actitud del predicador de Arequipa y de los curas ex-
tranjeros do Huaraz.
Es justo observar, sin embargo, que eran muy pocos los sacerdotes enemigos
del Apra. Ha habido muchos que en silencio han simpatizado con su causa y otros
que han alentado a sus parientes laicos a unirse a sus filas. Por eso, no debe
sorprender el hecho de que en diciembre de 1931 una comisión de sacerdotes pe-
ruanos de diferentes regiones del país se entrevistara con Haya para cambiar
ideas sobre la posición aprista frente a la Iglesia. Esta entrevista terminaba
la serie de conversaciones con otros líderes del partido. Los sacerdotes plan-
tearon cuestiones concretas y bien estudiadas e hicieron entrega de un proyecto
de ley en el que se contemplaba "la prohibición de extraer dinero del Perú bajo
el pretexto de limosnas, por las congregaciones extranjeras", alegando que en
1930 una congregación había remitido al extranjero una fuerte cantidad de dine-
ro, producto de donativos y limosnas. El bien meditado proyecto de ley también
establecía la obligación de designar párrocos en los curatos de la sierra perua-
na a los nacionales que supieran el idioma quechua; se indicaba,: además, "la
necesidad de proteger al clero nacional desplazado de las principales parroquias
y viceparroquias"98.
La lucha antiaprista del clericalismo no quedó allí porque más tarde apare-
cieron varios panfletos, casi todos anónimos, sin indicar lugar de publicación,
sin pie de imprenta. Eran fogonazos que disparaban los clericales con o sin apo-
yo oficial. Por ejemplo, en la página 6 de un folletín mal titulado Aprismo=An-
ticatolicismo, que apareció en Lima en 1934, se afirmaba:

...Además el aprismo es anticatólico porque preconiza la separación absoluta en-


tre la Iglesia y el Estado, por las doctrinas que profesa sobre el matrimonio ci-
vil, el divorcio absoluto; y legitimación de todos los hijos con lo que concede un
discreto pero profundo amparo al amor libre; por su apología de la escuela laica y
única y por su afán de proporcionar al Estado una peligrosa y antinatural omnipo-
tencia, es el aprismo anticatólico. Su implantación significaría la destrucción de
las grandes pautas sobre las que se asienta la genuina sociedad cristiana y eso no
puede quererlo ni realizarlo un buen católico sin traicionar su fe.

Otro folleto de propaganda antiaprista que por entonces circuló profusamente


por todo el país fue el impreso en la Editorial "Alfama" con el epígrafe Aprista
a católico. El opúsculo aparecía indicando que tenía "las licencias necesarias"

120 Chang - Literatura política


pero no daba el nombre del censor eclesiástico. En una forma desordenada se sos-
tenía que los católicos no podían ser apristas, entre otras cosas, porque el
origen histórico del PAP, el 23 de mayo de 1923, constituía una fecha infausta
para el catolicismo y porque el aprismo preconizaba la escuela única y sin Dios,
propugnaba la separación entre la Iglesia y el Estado, y defendía un femenismo
inaceptable a la Iglesia.
El pasquín, por ignorancia o por malicia, atribuía erróneamente el comienzo
del Apra a la jornada de mayo de 1923. El aprismo, como ya hemos visto, tuvo
otros orígenes, y aunque es verdad que ésa fue una jornada infausta para el cle-
ricalismo, no es cierto que el movimiento tuviera inspiración anticatólica.
La conclusión del panfleto de que "el Aprismo abraza estas dos aberraciones:
la Escuela única y la Escuela sin Dios" también era completamente infundada y
maliciosa porque la posición oficial del partido en relación con la educación
estaba orientada hacia la tendencia a la escuela unificada desde el kindergarten
hasta la universidad, a base de los postulados de la primera Convención Interna-
cional de Maestros del 8 de enero de 1928 99. Y como indicaron los apristas cató-
licos autores de Catolicismo y aprismo, la tendencia a la escuela unificada no
afectaría en lo más mínimo las creencias católicas. Al proclamar el PAP "el de-
recho de todo individuo a ser educado gratuitamente por el Estado hasta el lími-
te que marquen sus necesidades", se abrigaba un anhelo igualitario medularmente
cristiano porque se esperaba que la escuela igualitaria sirviese de una especie
de fundente social donde desaparecerían el artificio de las jerarquías económi-
cas100.
En cuanto a la separación de la Iglesia y el Estado, en Catolicismo y aprismo
se recuerda que:

Prácticamente, el Perú es una República donde la libertad de conciencia y de


creencia es inviolable (Art. 59 de la Constitución de 1933, todavía vigente); en
donde nadie puede ser perseguido por razón de sus ideas; en donde el matrimonio,
sin tener en cuenta su aspecto sacramental, se halla bajo la protección de la ley
(Art. 51); en donde la ciudadanía se pierde por la profesión religiosa (Art. 85);
en donde los miembros del Clero no pueden ser elegidos ni Presidente (Art. 137); ni
ministro de Estado (Art. 161); ni diputados ni senadores (Art. 100); en donde los
decretos conciliarios, breves, bulas, y rescriptos pontificios están subordinados
al pase del Ejecutivo (Art. 154); en donde todas las religiones distintas y opues-
tas al catolicismo gozan de libertad para el ejercicio de sus respectivos cultos
(Art. 323); en donde existe el divorcio absoluto a pesar de la indisolubilidad ma-
trimonial proclamada por la Iglesia (Decreto Ley No. 6890)101.

El feminismo aprista al que el panfleto se oponía no merece ni siquiera refu-


tarse, puesto que el movimiento triunfante en muchos países de Europa y América
puede servir de argumento pro-aprista y ridiculizar la declaración de que "la
Iglesia rechaza las pretensiones de aquellos que intentan extender a la mujer
los mismos derechos de que goza el hombre y sacarla del hogar para que, como él,
tome parte en todas las actividades políticas y sociales"102.

LA LIBERTAD DE RELIGIÓN
Durante el nuevo reino de terror impuesto por Benavides en el período que
irónicamente bautizó con el nombre de "Orden y Progreso", los clericales dejaron
de ensañarse con el aprismo. Algunos de los miembros del bajo clero de Trujillo
ayudaron a varios perseguidos apristas a escapar de las garras de la policía.
Despejado el frente de la contienda entre el Apra y el clericalismo que lo
atacaba, el PAP también modificó su actitud. Sus líderes cesaron de mencionar el
problema religioso.
Coincide con este período la anécdota que Cossío del Pomar narra en su bio-
grafía de Haya. Una madrugada de junio de 1939, viniendo el jefe del PAP de vi-
sitar una "base" de resistencia, vio a un sacerdote que caminaba con dificultad
por una oscura calle de Lima. Haya detuvo el automóvil e hizo subir al sacerdote
para llevarlo a la casa de un moribundo que reclamaba la presencia del ministro
de Dios. Al descender del automóvil el sacerdote le pidió su nombre para rogar
por él en sus oraciones. Haya le respondió: "No importa el nombre. Soy un buen
cristiano que también camina de noche haciendo algo por la salvación de sus se-
mejantes. Rece usted por los que sufren persecución por causa de la justicia"103.
Refleja esta calma en las controversias con el clericalismo, la declaración

Chang - Literatura política 121


que unos líderes apristas escribieron en un cuaderno que se imprimió en 1941. La
declaración no satisfizo a algunos miembros del PAP, pero en realidad expresaba
el sentir de la mayoría del partido:

El Partido Aprista Peruano no es un movimiento religioso sino político y social.


Por eso no se inmiscuye absolutamente en cuestiones religiosas. Respeta en cada
persona sus ideas y proclama la más absoluta garantía de cada cual al libre ejerci-
cio de sus prácticas religiosas. Como la mayoría de los peruanos son Apristas en
política y católicos en religión, el Partido acata democráticamente los sentimien-
tos y voluntad de sus mayorías. Por eso el Aprismo condena francamente toda perse-
cución religiosa104.

Este punto de vista prevaleció en el Segundo Congreso Nacional del Partido


del Pueblo que tuvo lugar en Lima, en 1948, cuyas directivas todavía están en
vigencia en el Partido Aprista.
De todo lo expuesto anteriormente, se colige que el aprismo no ha buscado ni
rehuido la lucha anticlerical. Su línea de conducta frente al problema religioso
ha sido siempre defensiva y clara. E1 aprismo no ha heredado la pugnacidad anti-
clericalista del liberalismo del siglo XIX, ni ha hecho suyas las ideas de Gon-
zález Prada sobre religión. El Partido del Pueblo no intenta discutir o interfe-
rir en la fe de sus afiliados, de sus amigos y enemigos. Solamente quiere traer
la democracia al Perú de acuerdo con su Programa Mínimo que incluye la separa-
ción de la Iglesia y el Estado. Los apristas saben que la democracia vendrá al
Perú, con o sin la bendición de la Santa Madre Iglesia Católica.

77 Léanse los 12 valiosos capítulos de este estudio, pero particularmente la sección intitulada "A
Pathfinder", pp. 193-198 de la edición inglesa que apareció en Nueva York (The Macmillan Co.)
en 1932.
78 Así comentó el diario de Mariátegui el discurso de Haya. Léase El Tiempo del 24 de mayo de
1923.
79 Armando Bazán, Biografía de José Carlos Mariátegui, p. 92.
80 Cfr. L. A. Sánchez, en Haya de la Torre y el Apra, p. 126.
81 El artículo apareció en La Voz de Madrid y fue reproducido en Repertorio Americano, t. 6, 17
(30 julio 1923, 259-260.
82 Esta cita ha sido extractada del penúltimo párrafo del artículo intitulado "Educación obrera y
educación oficial" que fue publicado por Crítica de Buenos Aires el 21 de diciembre de 1926 y
más tarde incluido en Ex-combatientes y desocupados, pp. 115-123.
83 El artículo tenía el título de "La actitud de los estudiantes españoles", Repertorio Americano,
XIX, 5 (3 agosto 1929), 80.
84 Sobre la entrevista de Mackay con Haya en el barrio de Charlottenburg de Berlín, léanse las pp.
1% y 197 de The Other Spanish Christ por John Mac kay. La cita corresponde a la p. 197 de la
edición inglesa (New York: Macmillan, 1932).
85 M. Seoane, Nuestros fines 2ª ed. (Lima: F y E Rosay, 1931), p, 35. El Partido Aprista Peruano
organizó la conferencia en el Teatro Segura en el cual hablarían Carlos Manuel Cox y M. Seoane
pero la Junta Militar que presidía el comandante Sánchez Cerro aprisionó a Cox y notificó al
Comité Central del PAP que la conferencia quedaba terminantemente prohibida. Seoane logró elu-
dir a la policía y en un lugar clandestino pronunció su discurso. La versión taquigráfica de
esta conferencia prohibida, más otros trozos taquigráficos de conferencias que Seoane dio en su
primera jira aprista por los departamentos de Puno Cusco y Arequipa sirvieron de texto para el
folleto Nuestros fines, cuya primera edición de tres mil ejemplares salió en Buenos Aires, en
1931, publicado por la Editorial Claridad. A los pocos meses, debido a la gran difusión que
tuvo el folleto salió la segunda edición (65 pp. ) en Lima. En el turbulento debate que Seoane
sostuvo con los comunistas de Chile a fines de 1932 en el Teatro Septiembre de Santiago el re -
fugiado aprista repitió similares conceptos e insistió que frente a cada iglesia se levantara
una escuela. Léase la versión taquigráfica del debate: Comunistas criollos (Santiago de Chile:
Edit. Indoamérica, 1933), pp. 35-36.
86 Esta declaración del líder aprista coincide con la posición oficial del PAP Léanse las pp. 21-
22 de L. E Heysen, El A.B.C. de la peruanización, 2a. ed. (Lima: Edit. Apra, 1931). La primera
edición apareció en el Cusco, en agosto de 1931.
87 Léanse las pp. 82-83 del discurso de Seoane que aparece inserta en sus Páginas polémicas (Lima:
Edit. "La Tribuna", 1931).
88 Así aparece la declaración en la versión original del "Plan de Acción Inmediata o Programa Mí -
nimo" que se publicó en La Tribuna (Lima), 20 Sept. 1951; aparece al principio de Política
aprista, p. 11; así se la retiene en la última publicación oficial del programa en Almanaque
"La Tribuna". 1948, p. 219.
89 Según la versión dada por L. A. Sánchez en su Aprismo y religión (Lima: Edit Coop. Aprista
"Atahualpa", 1933), p. 27.
90 Léase la nota No. 1 a la p XXVII de la excelente introducción de El proceso de Haya de la To-
rre. L. A. Sánchez, quien también dio más tarde la misma versión en Aprismo y religión, pp. 38-
39 identifica al predicador en la persona del Padre Inocencio Hernández, ex-capellán de Leguía,
en su Haya de la Torre y el Apra; p 278. En la aludida nota No. 1 también se informa que du-
rante el período electoral varios sacerdotes colocaron grandes cartelones en los que se presen-
taba al aprismo como una de las manifestaciones del Juicio Final. Léase el editorial de La Tri-
buna. del 12 de agosto de 1931, escrito por Manuel Seoane, que aparece con el título de "Apra y
Religión", en Páginas polémicas, PP· 44-45.

122 Chang - Literatura política


91 Esta actitud verdaderamente anticristiana aparentemente no era insólita en el Perú si recorda-
mos que los historiadores nos cuentan que algunos confesores españoles de la Colonia revelaron
los secretos que los piadosos indios católicos revolucionarios les confiaban en la oscura luz
del confesionario. La historia recuerda bien al sacerdote que el 21 de junio de 1750 violó su
juramento eclesiástico al informar al Virrey 0. José Antonio de Mendoza, Conde de Superunda,
los planes de la conjuración indígena que un penitente le había confiada La historia también
recuerda al otro sacerdote que le trajo al virrey datos más concretos sobre la proyectada su-
blevación y el nombre del negro liberto que se había confesado. Torturado el negro católico fue
obligado a delatar a todos los conjurados. Así cayeron, por la indiscreción del negro, los pa -
triotas Antonio Cabo Miguel Suríchac y Francisco Inca, en la Real Audiencia de Lima. Léanse los
detalles de este levantamiento patriota que debió estallar en Lima y en Huarochirí en Daniel
Valcárcel, Rebeliones indígenas (Lima: P.T.C.M., 1946), pp. 71-81.
92 Versión dada por L A. Sánchez en Aprismo y religión, p. 31 y en Haya de la Torre y el Apra, p.
316. Para mayor información sobre la Revolución de Huaraz, léanse El Mercurio de Santiago de
Chile, del 4 y 5 de agosto de 1932. También en la nota No. 1 a la p. XXVII de El proceso de
Haya de la Torre se informa que "En la revolución que acaudillara el comandante López Mindreau,
los mismos clérigos extranjeros que habían hecho una cruda campaña contra el aprismo durante el
período electoral azuzaron a los indios ignorantes contra los 'Apras' que, según información
inaudita, iban a quitarles sus tierras".
93 Este manifiesto que lanzó Haya el 12 de noviembre de 1933 aparece en Política aprista, pp. 129-
161: La cita corresponde a las pp. 153-154.
94 Cfr. Aprismo y religión, p. 32.
95 En un brillante editorial el escritor Alberto Rembao nos dice en la revista que dirige que el
término teocracia es un término mal usado porque Dios no gobierna al modo de los hombres y que,
en realidad, en este mal llamado régimen, los que gobiernan son los clérigos: "Dios en cuanto
Dios queda por encima de minucias microscópicas como la de gobernar". La Nueva Democracia
(N.Y.), XXXV, 3 (Julio, 1955), p. i.
96 Léase Aprismo y religión, pp. 6-22,que contienen la refutación de Sánchez a los falsos argumen-
tos utilizados. para acusar al aprismo de antirreligioso.
97 Ibid. pp. 38-39.
98 Ibid., p. 35.
99 "Programa Mínimo", en Política aprista, p. 22.
100 Léase la interpretación que dan unos católicos apristas a la escuela única propugnada por el
partido en Catolicismo y aprismo (Lima: Imp. Minerva, 1934), pp. 15-16. Esta publicación salió
como réplica al folleto de propaganda antiaprista titulado ¿Aprista o católico?
101 Ibid. p. 17.
102 ¿Aprista o católico?, p. 13.
103 Haya de la Torre el indoamericano (1946), pp. 320-321.
104 Cfr. Buró de Redactores de "Cuaderno Aprista", 40 preguntas y 40 respuestas sobre el PAP (In-
cahuasi: Edit. Indoamericana, 1941), p. 8.

XVIII
EL INDIGENISMO Y EL APRA

El movimiento indigenista peruano, ganó en ímpetu durante el período que si-


guió a la Primera Guerra europea e influyó mucho en la generación de estudiantes
que con los años llegaría a convertirse en la generación aprista. La mirada re-
trospectiva al pasado, el interés en lo genuinamente nacional, en lo aborigen,
en el indio y su redención, estimularon a la inquieta juventud de postguerra a
estudiar la tragedia del pueblo aborigen, a denunciar los crímenes que se perpe-
traban contra él, a buscar las causas y la solución del problema.

EXPERIENCIA PROINDIGENISTA
El aprismo nació llevando en su bandera de lucha las reivindicaciones indí-
genas. No fue un accidente el hecho de que la Alianza Popular Revolucionaria
Americana se fundara en México, la capital de más rica tradición indígena de las
Américas.
El fundador del partido y sus líderes ya contaban para 1924 con experiencia
de lucha proindigenista adquirida durante los años estudiantiles. Víctor Raúl
Haya de la Torre, por ejemplo, había vivido ocho meses en las serranías del sur
y centro del Perú durante la segunda mitad de 191? y los cuatro primeros meses
de 1918. Se había internado en esta región cuando desempeñaba el cargo de secre-
tario del Prefecto del Cusco. Allí vio profundamente conmovido los crímenes que
se cometían con los indios. Trató de ayudarlos, exigiendo que se les hiciera
justicia. Estudió el quechua para comunicarse con ellos
y explorar el secreto que los indios guardan en lo más recóndito de su con-
ciencia.
A1 volver a Lima el 1º de mayo de 1918, asiste esa misma noche a una comida
en casa de su tío influyente don Amador del Solar a quien le cuenta sus expe-

Chang - Literatura política 123


riencias en las sierras peruanas y le habla sobre la urgencia que hay de poner
fin al drama del indio. Ante la inesperada declaración, el aristocrático señor
del Solar le aconseja alarmado: "No digas estas cosas, sobrino, el Perú no podrá
resolver en muchos años este problema. Ten cuidado, tú puedes llegar a ser un
gran político, pero no provoques resistencias"?105.
En una carta a un amigo de Buenos Aires, escrita en 1925 en Europa, Haya le
revela que su estada en el Cusco (1917-1918) fue decisiva en su vida porque pre-
senció con horror el sufrimiento del indio, y lamenta que el problema fundamen-
tal de la nación no haya sido jamás tratado con justicia por ningún gobernante:

...El gamonalismo es, en el Perú, un crimen organizado y legalizado. Yo he vivido


ocho meses en el Cuzco, conozco Cajamarca, Apurímac y otros puntos de la sierra pe-
ruana. Usted no puede imaginarse los horrores que allí se cometen. He visto indios
con las carnes tajadas por las vergas con que les azotan. En un resumen que publi-
cará la Biblioteca Europea y Asiática de Suiza, hago un relato de mis recuerdos, de
lo que he visto en la sierra peruana. Hualpaldo (caldo de gallina) le llaman al lá-
tigo los gamonales. Con él destrozan las carnes de esos desgraciados. Les matan,
les roban, les incendian las chozas, les violan las mujeres y las hijas con una
frialdad sin paralelo. Pero el "gamonal" es el diputado es el senador es el minis-
tro, es el presidente. Cuando pasé por Tumbes, supe que en la hacienda costeña de
Plateros, de que es propietario Leguía, se castigaba a los trabajadores poniéndolos
desnudos, atados, con las espaldas al sol. Tumbes está en el trópico. Aquellos su-
plicios son bien conocidos en la costa y la sierra del Perú106.

Y precisamente porque le había impresionado profundamente el dolor de la raza


indígena, escogió al Cusco como sede del Primer Congreso Nacional de Estudiantes
que organizó en 1920. El Congreso proclamó el deber de la nueva generación pe-
ruana de reivindicar a los indígenas. Al organizar las universidades populares,
Haya no solamente les dio el nombre de González Prada, escri2or indigenista,
sino que también se concentró a impartir educación a los trabajadores manuales
de Lima, mestizos e indios principalmente. A ellos les enseñó que se enorgulle-
cieran de la noble sangre india que circulaba en sus venas.
Cuando fundó el Apra en 1924, incluyó en su programa máximo el punto substan-
cial sobre la nacionalización de las tierras. Para Haya, como para Mariátegui,
el problema del indio se identificaba con el problema de la tierra. Aún más, el
fundador de la nueva ideología nacionalista adoptó el nombre de Indoamérica para
todo el territorio americano al sur del Río Bravo que él trataba de confederar
en una sólida unión democrática. Indoamérica era un nombre más apropiado y más
significativo. En varios ensayos y conferencias explicó que existían ecuaciones
entre la nomenclatura americana y los períodos históricos del continente:

Hispano o Iberoamericanismo = Colonia


Latinoamericanismo = Independencia y República
Panamericanismo = Imperialismo
Indoamericanismo = Revolución Social

Reconoce que los términos coexisten porque también coexisten las diferentes
formas de organización social y los diversos grados de evolución económica den-
tro de las fronteras del continente y dentro de las fronteras de cada país; por
eso encontramos, en un mismo país americano: salvajismo, barbarie, civilización
y agricultura comunal primitiva, feudalismo, industrialismo, capitalismo e impe-
rialismo107.
En mayo de 1927 escribía en una carta, que la causa del problema del indio
era social y no racial y que al indio había que redimirlo, no porque fuese indio
sino porque era, en su gran mayoría, explotado. Haya, pues, se adhería a la opi-
nión de González Prada: el problema indígena como una cuestión económica y so-
cial más que una cuestión pedagógica108. En esta carta repite algunos conceptos
que sobre el indio había emitido el 23 de septiembre de 1926 en París. Afirma
que el latifundio representa la conquista, la invasión; sus dueños, la clase do-
minante que le arrebató el poder a los Incas. La comunidad indígena, en cambio,
representa la tradición social del Perú, la vértebra económica del Incario. Como
desde la llegada de los conquistadores el conflicto económico ha sido planteado
por estas dos organizaciones económicas, Haya recuerda la frase de Plinio: "La-
tifundia Italia perdiere". Puesto que la lucha entre el latifundio y la comuni-
dad indígena no puede resolverse por decretos y leyes que jamás se cumplen, él

124 Chang - Literatura política


prefiere una completa transformación social de la que emerja el indio reivindi-
cado, con las tierras que antes fueron suyas. El problema indígena resultaba
siendo un problema económico, social y eminentemente internacional porque perte-
necía a toda la América qúe hoy está desunida109.
A mediados de 1927 en el Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown, en
Massachussetts, habló sobre el indio americano del Norte, del Centro y del Sur,
coincidiendo con el suizo Jung y el alemán Keyserling en que hay mucho de indio
en el subconsciente del norte americano blanco de hoy110.
La ausencia física del indio en algunas áreas de la América de hoy no indica-
ría la falta de influencia indígena. En Costa Rica, donde apenas hay indios, el
líder aprista encuentra mucho de la psicología del habitante autóctono, y en el
habla de los yucatecos y guatemaltecos, observa el acento y entonación maya: "No
han muerto entre nosotros ni las virtudes ni los defectos del indio"111.
En 1927 Haya de la Torre volvió a América más indoamericano que nunca. El
mismo, en su carta al director de La Sierra le decía:

Yo prefiero mil veces que miremos hacia nosotros con exageración a que nos perda-
mos en un internacionalismo simplista y necio o en un europeísmo de remedo, vio de
nuestros intelectuales, barniz de nuestras mediocridades. Soy indoamericanista por-
que creo con Engels que la realidad social no se inventa, se descubre112.

A los pocos meses escribía su libro doctrinario El Antiimperialismo y el


Apra, en el cual incluía, al analizar la realidad económica y social del Perú,
un análisis del papel que históricamente ha tenido el ayllu incásico, unidad
económica que hoy se encuentra en pugna con el latifundio113.
Al recorrer Centroamérica en 1928, Haya dio conferencias en las ciudades y en
los pueblos pequeños del interior de predominante población indígena. En todas
partes les recalcaba a blancos, mestizos e indios, que se enorgullecieran de su
pasado histórico y de su raza y psicología india. Les pedía que se compenetrasen
de sus propios problemas, que se estudiasen a sí mismos para alcanzar la comple-
ta independencia y la justicia social. Aun en Costa Rica, país predominantemente
blanco, habló sobre las masas explotadas indígenas y comparó su situación actual
con la de los antepasados del Incario. A raíz de su visita a ese país, muchos
blancos puros se sintieron ardientes indigenistas.
Forzado otra vez a vivir varios años más de exilio en Europa, Haya continuó
ampliando sus estudios sobre la realidad americana en la que lo indio y el indio
debieran jugar mejor papel. Desde Berlín escribió un artículo a mediados de
1930. En él les recuerda a los intelectuales europeizados y europeizantes de
América Latina la fórmula que Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, escribió en
su primer cuaderno de Sociedades americanas:

en Medos pensemos en los


En lugar de pensar en Persas indios
en Egipcios

A la caída del dictador Leguía (1930), los apristas exilados volvieron al


país a tomar sus puestos de combate. De donde quiera que vinieran, de Europa o
de los otros países de América, los apristas peruanos estaban convencidos de que
uno de los problemas fundamentales de la nación era la redención del indio.
Manuel Seoane, en su conferencia prohibida que publicó con el título de Nues-
tros Fines discutió el problema indígena. Sabía que, en realidad, todos los pro-
blemas nacionales se entrecruzaban y constituían, por su dependencia mutua, un
solo e indivisible problema, pero, para pintar mejor sus diversos aspectos, los
aisló. Coincidió con Haya de la Torre y con Mariátegui en que el problema del
indio estaba íntimamente ligado a la cuestión agraria, ya que la principal ocu-
pación del indio es la agricultura.
Al denunciar a las fuerzas opresoras del indio, Seoane declaró:

La Iglesia Católica, mangoneada por curas extranjeros, se ha desposado con el ga-


monalismo. Es su más fuerte sostén. Ella misma es terrateniente y exaccionadora.
Cuando no explota al indio en sus jornales o en sus propiedades, lo domina por la
superstición. El estado terrateniente coopera en esta obra de sumisión espiritual y
fomenta los vicios de la coca y del alcohol. Yo he visto en las ciudades de la sie-
rra a compactos núcleos de
indígenas que, después de haber trabajado brutalmente, iban a entregar todo su

Chang - Literatura política 125


dinero por unas botellas de alcohol y por unas misas para la salvación de su
alma...115

Seoane reconoce que el cura es solamente uno de los explotadores del indio
que opera junto al malvado gamonal, la pérfida autoridad política y el ambicioso
agente imperialista.

LA REDENCIÓN DEL INDIO EN EL PROGRAMA MINIMO


Al redactarse el Programa Mínimo del Partido Aprista Peruano, el primer con-
greso nacional del partido (agosto-septiembre, 1931), aprobó, con la interven-
ción de numerosos delegados indígenas, toda una sección sobre la "Redención del
Indio". Puesto que los lineamientos generales allí expresados todavía constitu-
yen los anhelos del partido, precisa reproducirlos:

Incorporaremos al indio a la vida del país.


Legislaremos en pro de la conservación y modernización de la comunidad indígena.
Protegeremos también a la pequeña propiedad.
Fomentaremos las pequeñas industrias indígenas.
Fomentaremos el arte indígena.
Estableceremos las causas específicas que determinen la revisión de los pactos y
contratos celebrados por los indígenas y terratenientes.
Respetaremos las peculiaridades de cada región indígena, dentro del plan
general y rumbo unificador de la educación. Formaremos maestros indígenas.
Estableceremos la Escuela Rural Indígena.
Educaremos al indio usando su propio idioma, además del castellano.
Introduciremos el cooperativismo agrario entre los proletarios indígenas de
tierras.
Emprenderemos una enérgica campaña contra el abuso del alcohol y la coca.
Crearemos el Hogar Agrícola Indígena116.

Además, en las otras secciones del Plan de Acción Inmediata que contempla los
problemas nacionales, se incluyen medidas tendientes a favorecer al indio pe-
ruano: la expropiación de tierras ociosas, proyectos de irrigación, la promulga-
ción de un código de agricultura, el fomento de las estaciones experimentales
agropecuarias, la organización del seguro agrícola integral y otras medidas ag-
rícolas que beneficiarían al indio agricultor. Al expresar el propósito de de-
fender al trabajador doméstico, hasta hoy tan cruelmente vilipendiado y explo-
tado en la costa y la sierra del país, el programa mínimo se refiere especial-
mente al sirviente doméstico indio. En cuanto a la educación, el aprismo quiere
que se preste especial atención a la educación elemental, que es la más urgente,
y que se abran institu2os de estudios superiores en las diversas regiones del
país, acordes con sus necesidades específicas. La higiene y la asistencia social
tampoco han sido descuidadas porque el plan de acción inmediata propone la crea-
ción de hospitales regionales y de casas de salud, dispensarios y sanatarios en
las diferentes áreas de concentración indígena. E1 P.A.P. quiere que se amplíe
el cuerpo médico del Estado para que llegue a beneficiar a las más apartadas lo-
calidades del interior del país.
Como es fácil comprender, el aprismo considera el problema indígena como un
problema primordialmente económico, dentro de cuya petición
complejidad está la imperiosa necesidad de dar solución a la petición de tie-
rra de los indios. Respetando el innato gregarismo del aborigen americano y con-
siderando la organización social basada en la célula económica llamada ayllu, el
PAP ha pedido la conservación de la estructura económica incaica y su moderniza-
ción. El ayllu se convertiría en la base de la nueva organización cooperativa
indígena.
El sindicato de ingenieros apristas solicitó que el Primer Congreso del PAP
aprobase una serie de medidas para defender y ampliar las comunidades indígenas.
Todas sus mociones fueron aprobadas, pero como algunas de ellas no quedaron in-
cluidas en el Programa de Acción Inmediata, conviene que repitamos algunas de
las mociones, ya que varias de ellas fueron recogidas posteriormente por los le-
gisladores no apristas:

1) Creación de la Dirección de Asuntos Indígenas.


2) Nombramiento de comisiones integrales para resolver los litigios te-

126 Chang - Literatura política


rritoriales y definir la propiedad comunal.
3) Valorización y catastro de la propiedad comunal.
4) Delimitación y amojonamiento de la propiedad comunal.
5) Revisión de los títulos de propiedad de los presuntos usurpadores de
bienes comunales.
6) Expropiación de latifundios colindantes a propiedades comunales, cuan-
do a juicio del Gobierno sea necesario para satisfacer las necesidades de
las comunidades117.

Precisamente porque el partido aprista consideraba que el afianzamiento de la


comunidad indígena preparaba el terreno para la reforma agraria, consiguió que
sus aliados en la Asamblea Constituyente de 1931 y 1932 aprobaran sus puntos de
vista y se los incorporase en la Constitución de 1933. No obstante la ausencia
de los veinti2rés representantes apristas desaforados, la Constitución fue apro-
bada con el título XI sobre "Comunidades Indígenas" que incluye los siguientes
artículos:

Art. 207. Las comunidades de indígenas tienen existencia legal y personería


jurídica.
Art. 208. El Estado garantiza la integridad de la propiedad diente. comunida-
des. La ley organizará el catastro correspondiente.
Art. 209. La propiedad de las comunidades es imprescriptible e inajenable,
salvo el caso de expropiación por causa de utilidad pública, previa indemniza-
ción. Es, asimismo, inembargable.
Art. 210. Los Concejos Municipales, ni corporación o autoridad alguna inter-
vendrán en la recaudación ni en la administración de las rentas y bienes de las
comunidades.
Art. 211. E1 Estado procurará de preferencia dotar de tierras a las comunida-
des de indígenas que no las tengan en cantidad suficiente para las necesidades
de su población, y podrá expropiar, con tal propósito, tierras de propiedad par-
ticular, previa indemnización.
Art. 212. El Estado dictará la legislación civil, penal, económica, educacio-
nal y administrativa, que las peculiares condiciones de los indígenas exigen118.

No le importa al Partido del Pueblo si este título de la Constitución vigente


y otras leyes posteriores aprobadas durante gobiernos despóticos, no hayan sido
reconocidos como de iniciativa e inspiración apristas; lo esencial es qué se le-
gisle en favor del indio y que se cumpla lo propuesto por el partido; lo que in-
teresa es que se haga algo, aunque no se reconozca al autor o a las autores de
la iniciativa. Desgraciadamente esto no ha sucedido. Las tiranías de turno die-
ron leyes francamente pro-indianistas, pero como era cuestión de táctica, gesto
demagógico, barniz democrático, las leyes quedaron en el papel, y nada más.
Haya de la Torre en su Manifiesto a la Nación, de febrero de 1932, lanzado
durante la dolorosa persecución sanchecerrista, recordó que el PAP había recogi-
do desde la iniciación de su labor política en el país la frase "peruanicemos al
Perú". Pero Haya recordó que no se podría peruanizar al Perú si no se acometía
humana y científicamente la redención del indio, independizándolo del coloniaje
económico y libertándolo de las tiranías119.
Mientras que se aceleraba la persecución, el gobierno del general Benavides,
huérfano de apoyo popular, aprobó algunas medidas apristas para conquistarse la
simpatía del pueblo. Así, en 1937, mediante la ley 8547 se creó la Dirección de
Asuntos Indígenas en el Ministerio de Salud Pública, Trabajo y Prevención So-
cial, y el 9 de mayo de 1939 se decretó la creación de las Brigadas de Culturi -
zación Indígena. El primer gobierno de Manuel Prado, por su parte, ordenó la
creación de seis escuelas normales rurales en la República el 7 de febrero de
1940.
No obstante la política "proindigenista" del Gobierno, la realidad era dife-
rente. El indio seguía sumido en el pauperismo, sometido a la más vil explota-
ción, engañado y abusado diariamente por los gamonales, parientes de muchos de
los que irónicamente aprobaban las leyes indigenistas desde los muelles asientos
del Congreso120.

Chang - Literatura política 127


EL INDIGENISMO LITERARIO
Durante la lucha de resistencia conducida desde la ilegalidad, los apristas,
sin voz ni voto en el país, desde el escondite acechado o desde el destierro,
siguieron predicando la incorporación de las masas indígenas a la vida nacional.
Muchos continuaron su labor indigenista valiéndose de la literatura. Numerosos
poemas, cuentos, novelas y dramas indigenistas aparecieron en el Perú de las ca-
tacumbas y en el extranjero. El indigenismo que había comenzado en la literatura
y que con el aprismo había pasado a la sociología, a la economía, a la polí2ica,
a la educación, a las artes plásticas, ahora nuevamente, debido al clima políti-
co imperante, tomaba nuevo énfasis literario.
La producción literaria indigenista aprista alcanzó resonancia internacional
y justo reconocimiento en concursos literarios realizados en Chile y en los Es-
tados Unidos. Los triunfos apristas ahogaban los aislados gritos anti-indianis-
tas de los pontífices literarios mayores del civilismo. El aprismo reaccionaba
con formas estéticas exquisitas a los ataques de los conservadores que despre-
ciaban al indio y lo consideraban indigno de la atención nacional. Uno de ellos,
Alejandro Deustua, había afirmado que "la esclavitud de la conciencia del indio
es irremediable"; y con todo cinismo aseveraba:

...El Perú... debe su desgracia a esa raza indígena, que ha llegado, en su diso-
lución síquica, a obtener la rigidez biológica de los seres que han cerrado defini-
tivamente el ciclo de su evolución y no han podido trasmitir al mestizaje las vir-
tudes propias de razas en el período de progreso...121

Otro escritor conservador de gran prestigio declaraba: "La instrucción media


secundaria es la semicultura inconveniente y perniciosa". Y aun tuvo la temeri-
dad de recomendar: "hay que disminuir el número de colegios de instrucción me-
dia"122.
Entretanto, escritores apristas publicaban sus novelas indigenistas. En 1935
salía en Santiago de Chile La Serpiente de Oro, de Ciro Alegría sobre los indios
que viven en las márgenes del Río Marañón. En 1938, el mismo autor conseguía un
nuevo triunfo con Perros hambrientos, obra que trata de la vida de los ovejeros
del norte del Perú, consumiendo su vida miserable en íntima relación con las
fuerzas de la naturaleza y acompañados de sus perros pastores. En 1941 salieron
tres libros valiosos: El mundo es ancho y ajeno, también de Ciro Alegría, La
Guacha, por el poeta Julio Garrido Malaver y Yawar Fiesta, de José María Argue-
das.
Al par que aparecían obras en prosa impregnadas de indigenismo literario car-
gado de protesta social, aparecía una pléyade de poetas apristas jóvenes que
traían en sus versos una nueva estética nativista en la interpretación indige-
nista del Apra. El orientador, el aunador de los sentimientos nativistas de los
literatos apristas, era el brillante escritor Antenor Orrego Espinoza.
Desde 1925, en ensayos que publicó en Repertorio Americano, Ateneo y luego en
su libro El pueblo-continente (1939), Antenor Orrego desarrolla la interpreta-
ción aprista de lo que es lo americano en relación con la cultura y la literatu-
ra.
Orrego sostiene que en Indoamérica los hombres tienen el mismo pulso y la
misma acentuación vitales, la misma .pulsación cósmica que determina su destino
histórico123, y que ni el indio, ni el europeo, ni el mestizo, como ser étnico y
cultural, es el americano que ha de crear una cultura original. Orrego observa
que el excesivo prurito indigenista, por consiguiente, es regresivo y anti-his-
tórico; por otra parte, el prurito europeísta es antibiológico y absurdo124.
Y como por los años de 1930 para adelante había aparecido una nueva teoría
nativista basada en la interpretación pro-mestiza de la etnografía, la historia,
la sociología y la cultura, que se hacía llamar "cholismo", Orrego negó que el
cholo y lo cholo sean lo único peruano. Apuntó que para que América se encontra-
ra a sí misma, fue preciso que los dos elementos principales de la colisión, el
aborigen y el invasor cambiaran el orden y la vida que antes existía en América:

Para que América arribara a su virginidad y a su juventud, era preciso que los
dos elementos principales de la colisión; el indio y el europeo, tornaran, por des-
composición, al caos primordial al mismo informe, al humus original y primitivo.
Esta descomposición debía alcanzar, también, a las demás razas, como la asiática y
la africana, que vinieron, después, a fundirse en este inmenso crisol telúrico. De

128 Chang - Literatura política


allí han surgido el mestizo y el criollo, forma o etapa de transición hacia el nue-
vo tipo o nuevo hombre de América. El mestizaje es un camino de los pueblos, pero
no un objetivo y una meta. El mestizo es un puente o un eslabón, o un estado tran -
sitivo, pero nunca una forma estable de vida...125

Empero, el proceso de desintegración y descomposición, según Orrego, está


terminado en América; se encuentra en su última etapa porque ya se sienten los
síntomas del proceso de integración, de síntesis, que convertirá a la América en
un continente virgen, lleno de juventud, rebosante de vida y esperanza126.
Orrego desecha el ethnos indianista, tanto como el ethnos europeísta y el
ethnos mesticista porque ninguno de ellos puede servir de base de la americani-
dad. La base del nuevo macrocosmos americano está, según el pensador aprista, en
la elaboración de un ethnos original al que imprima carácter el geos americano:
América es el vaso que da forma a la realidad, el continente que impone forma al
contenido127.
La influencia de Orrego se sintió más en los poetas apristas que Luis Monguió
ha clasificado como pertenecientes a la segunda generación del aprismo: Julio
Garrido Malaver, Guillermo Carnero Hoke, Felipe Arias Larreta y Mario Florián128.

LA REALIDAD NACIONAL Y EL INDIGENISMO


Como si las cifras hubieran querido colaborar con los indigenistas peruanos,
particularmente con los apristas, el primer informe oficial del censo de 1940
arrojaba los siguientes datos estadísticos:

%
Blanca y mestiza ....... 3.283,360 52.89
India 2.847,196 45.86129 Ama-
rilla.................. 41,945 0.68
Negra 29,054 0.47
No declarada 6,412 0.10

Este censo ese a las notorias deficiencias con que se llevó a cabo 130, confir-
maba el hecho innegable de que el país era esencialmente indio y mestizo, y que
la mayoría de la población permanecía al margen del negocio público, sujeta al
desgobierno de esa pequeña minoría que se hace pasar por blanca.
Las cifras en sí no interesan; lo que vale conocer es el estado económico de
los habitantes, sus condiciones de vida, su ubicación en la pirámide social pe-
ruana. Desde 1927 Haya de la Torre ha insistido en que se salve a los indios, no
porque son indios sino porque son explotados"131. Pero si se persiste en usar la
palabra indio como sinónimo de abusado de explotado, entonces habrá que incluir
también ; mestizo y al blanco que viven como él. En los departamentos de Caja-
marca, La Libertad y Ancash, por ejemplo, hay blancos de ojos azules que visten
viven y se expresan como indios. Por esta razón la palabra indio no debe ser
usada como sinónimo de explotado. El aprismo ha observado que no todos los ex-
plotados son indios, ni todos los indios, son explotados. Como el partido está
formado por la alianza de trabajadores manuales e intelectuales de todas las ra-
zas hace distingos étnicos, al explotador (sea blanco, mestizo, indio o negro),
lo combate; y al explotado (sea indio, mestizo, negro, amarillo o blanco), lo
defiende.
El programa indigenista aprista es parte consubstancial de su programa de ac-
ción inmediata. La interpretación indigenista del Apra tiene hondas raíces his-
tóricas y está bien respaldada por su doctrina democrática. Recuérdese que la
mayoría de los líderes del partido son provincianos. Buen número de ellos viene
de Trujillo, la ciudad norteña situada junto a la gigantesca ciudad de Chan
Chan, antigua capital del Reino de los Chimú; otros vienen del Cusco, centro me-
tropolitano del Imperio Incaico, de Arequipa, la altiva ciudad andina favorita
de algunos generales del Incario; de Huacayo, ciudad indígena de Junín; de Chi-
clayo, ciudad norteña de rica tradición legendaria indígena; de Puno, capital
del departamento aymará bañado por el Lago Titicaca; y de las demás regiones an-
dinas del Perú, donde en otros tiempos las civilizaciones nativas alcanzaron paz
y prosperidad para todos sus asociados. De todos estos líderes de la costa, de
la sierra y de la montaña, ha recibido su más cálido apoyo la orientación pro-

Chang - Literatura política 129


indianista del Apra.
Quien quiera que conozca a fondo la realidad del Perú, llegará rápidamente a
la conclusión de que el país no puede progresar efectivamente a menos que se le
dé solución a la cuestión del indio. La redención de los millones de parias pe-
ruanos que viven una vida miserable entre los repliegues de los Andes, en los
paupérrimos huasipungos, en las casuchas de las haciendas, en los tugurios de
los pueblos, en los callejones de las ciudades, es uno de los principales obje-
tivos del PAP. Pero para resolver el problema del indio hay que quitarse los
lentes de colores y las bandas enceguecedoras. Cualquier programa que no ataque
el problema desde diferentes ángulos no podrá conseguir la redención efectiva
del indio. Además, cualquier indigenismo que abogue por el retorno hacia las
formas culturales aborígenes precolombinas y que niegue a los demás americanos
el derecho a la igualdad política, civil, económica, social, está condenado al
fracaso. A1 indio hay que modernizarlo, dándole las formas culturales europeas y
americanas, tomando de todas partes lo que mejor se adapte a la psicología del
indio. El indigenismo no debe ser una expresión de odio, ni de castigo, sino de
redención. AI reivindicarlo económica y políticamente debemos devolverle la dig-
nidad. El indigenismo no debe ser una expresión caritativa, no debe basarse en
la filantropía, porque a menudo quien recibe una pitanza pierde algo de digni-
dad.
Asimílese al indio mediante el proceso que en sociología moderna se llama
"aculturación democrática", Llévense a cabo la rehabilitación física y mental
del indio. Elimínense los conflictos culturales que comenzaron desde la llegada
de los europeos a América. El impacto de la civilización occidental en las for-
mas aborígenes puede crear nuevas formas elevadas de civilización. Liberado el
hombre de complejos etnocéntricos de superioridad, comienza a desarrollar el
respeto y la admiración por otras formas culturales diferentes de las suyas. Re-
cuérdese que América indígena no es parte de Occidente que a su gente no se le
puede dar sin discriminación científica todas las capas culturales de la civili-
zación occidental. En Indoamérica ha que asimilar los ingredientes culturales
que lleguen a sus orillas, pero hay que juzgarlos con criterio americano, rete-
niendo lo bueno y desechando lo malo. Y cuando se tome lo bueno, se le debe dar
la forma americana, obrando con originalidad, digeriendo las ideas. Una vez que
la América toda haya fundido en el crisol democrático sus diversas herencias
culturales, sus diferentes grupos étnicos, y una vez que el americano se cercio-
re de que se encuentra en un espacio-tiempo histórico propio, entonces formará
su continente un todo integral con una población que se enorgullecerá de tener
conciencia continental. Sólo entonces podrá Indoamérica reclamar con justicia el
lema: pluribus unum.

105 Sobre la primera etapa del indigenismo de Haya, consúltese F. Cossío del Pomar Haya de la To-
rre, el indoamericano (1946), pp. 76-78.
106 Por la emancipación de la América Latina, pp. 99.100.
107 Aunque sus ideas sobre el nombre Indoamérica ya las había expresado en 1926, 1927 y 1928, su
artículo "A propósito de un prólogo de don Luis Jiménez de Asúa", escrito en Berlín en octubre
de 1928, es el que mejor resume sus ideas. El artículo apareció primero en Repertorio Ameri-
cano, XX, 5 (1° Feb. 1930), 73-75, y más tarde fue reproducido con el título de "¿Hispanos, la-
tinos, panamericanos o indoamericanos?", en Construyendo el Aprismo, pp. 75.
108 Compárense las opiniones de Haya presentadas en su carta a Casiano Rado, Secretario del Grupo
Renacimiento del Cusco fechada en Europa el 5 de mayo de 1927 y publicada con el título de "El
problema del indio", en Construyendo el Aprismo, p. 105, y las ideas de González Prada en sus
Horas de lucha (1924), P. 337.
109 Las ideas de Haya sobre el indigenismo que aquí hemos resumido y seleccionado aparecen en "El
problema del indio", Construyendo el Aprismo, pp. 104-113.
110 Haya cita con aprobación la aserción de Jung de que "el ideal nacional de Norte-América es casi
puramente indio, como lo prueba la imagen o representación norteamericana del héroe la idea
norteamericana del deporte, india, y no europea como lo es igualmente la tenacidad y la concen-
tración de un objetivo o propósito determinado". Construyendo el Aprismo, p. 11. Sobre la par-
ticipación de Haya en las discusiones en el Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown,
léase el N.Y. Times, 21 de agosto, 1927, p.12, columna 3.
111 Construyendo el Aprismo, pp. 11-12.
112 Esta carta dirigida a J. Guillermo Guevara, director de la revista La Sierra, editada en Lima
con un cuerpo de redactores provincianos, en gran parte serranos; fue fechada en México D. F.,
el 29 de marzo de 1928. Se publicó en Repertorio Americano, XVII, 1 (7 julio 1928), 6-7, con el
título de "Del Cusco salió el nuevo verbo y del Cusco saldrá la nueva acción", frase central
de su misiva. Con el mismo título fue reproducida en Construyendo el Aprismo, pp. 99-103. La
cita corresponde a la p. 7 del Repertorio y a la p. 102 de Construyendo el Aprismo.
113 Léanse las pp. 177 a 180 del capítulo IX, intitulado "Realidad económico-social", en El Antiim-
perialismo y el Apra (2ª. ed., 1936).
114 En V. R. Haya de la Torre, "Reflexiones sobre asuntos de América", que apareció originalmente

130 Chang - Literatura política


en Eurindia de México y más tarde fue reproducido en Repertorio Americano, XXI, 11 (20 Sept.
1930), 164.
115 Nuestros fines (2a. ed.), pp. 32-33.
116 Todo este capítulo sobre la redención del indio fue nuevamente aprobado en el II Congreso Na-
cional del partido, realizado en 1948. Léanse las dos versiones oficiales: la de 1931, reprodu-
cida en Política aprista, p. 23, y la de 1948, en Almanaque "La Tribuna", 1948, p. 223.
117 Consúltese lo que sobre el particular escribe uno de los particiantes en el Congreso aprista:
Alfredo Saco, Programa agrario del Aprismo (Lima: Ediciones Populares, 1946), pp. l8-24.
118 Léase la Constitución Política del Perú promulgada el 9 de abril de 1933 que aparece, en su to-
talidad, en Almanaque "La Tribuna", 1948, pp. 70-86. El título XI aparece en la p. 84.
119 Repertorio Americano, XXIV, 16 (7 mayo 1932), 245-246; Política aprista, pp. 125-126.
120 Para dar una idea de la indiferencia oficial frente al drama patético del indio, recordemos el
estado en que se encontraban las comunidades indígenas al principio del gobierno semidemociáti-
co de Bustamante. No bien se dio la ley de amnistía y se restablecieron las garantías indivi-
duales, cuando las organizaciones del PAP comenzaron a recibir infinidad de solicitudes, recla-
mos, memoriales y peticiones de las comunidades indígenas sobre la falta de interés del Go-
bierno en sus problemas comunales y sobre la desatención de juicios que por varios años se ven-
tilaban en la Dirección de Asuntos Indígenas. A la Célala Parlamentaria Aprista llegaron denun-
cias sobre numerosas irregularidades en la mencionada Dirección de Asuntos Indígenas, sobre ex-
torsiones, exacciones y gran variedad de abusos realizados con motivo de la inscripción de las
comunidades. La Comunidad de Paiján, cerca de Trujillo, por ejemplo, desde hacía diez años ha-
bía solicitado su reconocimiento legal, y hasta 1946, cuando el diputado aprista por Puno, Ró-
mulo Meneses, llevó la queja hasta su Cámara, todavía no se la había inscrito Era tan desespe-
rada la situación del indio que el diputado Meneses, en nombre de la Célula Parlamentaria
Aprista, urgió la inmediata consideración del problema del indio en su dramática magnitud, pre-
guntándose si, en realidad, el indio era un problema para el blanco, o al revés. Léase el dis -
curso que el diputado Meneses pronunció en su Cámara, el 13 de marzo de 1946 y que fue publica-
do con el título "El Drama de las Comunidades Indígenas", en Renovación. (Lima), Año V, No. 24,
abril de 1946, pp. 4 y 15.
121 Consúltense las pp. 60 y 88 de La cultura nacional 2ª. ed. (Lima: 1937), escrita por este filó-
sofo limeño, defensor de la libertad en la jaula dorada.
122 V. A. Belaúnde, La crisis presente, 1914-1939 (Lima: Ediciones "Mercurio Peruano", 1940), p.
83.
123 "La gran trayectoria política latinoamericana" Repertorio Americano, XXXI, 1 (14 Nov 1935), 11.
124 El pueblo-continente. Ensayos para la interpretación de la América Latina (Santiago de Chile:
Ercilla, 1939), pp. 31-34.
125 "La ruta de la integración latinoamericana", Repertorio Americano XXXI, 21 (21 mayo, 1936),
230-231; El pueblo-continente, p. 39.
126 128 "La ruta de la integración latinoamericana", Repertorio Americano, XXXI 21 (21 mayo 1936),
230-231.
127 Léase "Un poeta silvestre", que A. Orrego escribió en diciembre de 1940 como prólogo a Palabras
de tierra (poemas) por Julio Garrido Malaver (Lima, Compañía de Impresiones y Publicidad 1944),
pp. 5-8.
128 Luis Monguió, La poesía postmodernista peruana (México: Fondo de Cultura Económica 1954), p.
124.
129 La cifra para la raza india no incluye a la población de la selva, la cual, estimada en
350,000, debe considerarse, en su totalidad, de pura sangre india, no obstante el creciente
contacto que últimamente han tenido con loa heroicos catequizadores católicos y protestantes.
130 La determinación de la raza del empadronado se hizo de una manera empírica que a veces rayaba
en la comicidad. La declaración del empadronado y la cortesía generosa del empadronador fueron
las fuerzas determinantes. Si a un indio puro, educado y bien vestido, se le preguntaba por su
raza y la de sus diez hijos, él "por vergüenza" o "por cobardía", respondía: mestiza, y el em -
padronador aunque supiera la verdad, anotaba la declaración dada. Si el censado era un mestizo
que aspiraba a pasar por blanco, no se le contradecía. En todos los casos dudosos casi siempre
se otorgaba, "democráticamente" el beneficio de la duda "ascendiendo" en categoría étnica a la
familia empadronada, sobre todo si la familia era amiga. El autor de este trabajo recuerda ha -
ber oído a un empadronador de Trujillo que asistía al Colegio Nacional de San Juan, refiriéndo-
se a un compañero obviamente mestizo que le negaba acceso a sus "copias" de geografía de Ñique:
"Mal agradecido. No me quiere prestar los apuntes ni siquiera porque lo empadroné a él y a toda
su familia como blancos". El pobre estudiante había estado ausente de las clases de geografía
durante los días de trabajo con el Censo y necesitaba con urgencia las llamadas "copias" del
profesor para 1os exámenes que se aproximaban.
131 Construyendo el Aprismo, p. 105.

XIX
LA TESIS DEL ESPACIO-TIEMPO HISTORICO

Víctor Raúl Haya de la Torre con su tesis del Espacio-Tiempo histórico ha


contribuido a la filosofía de la historia y al trasfondo doctrinario del apris-
mo. Empero, no obstante la importancia de la tesis hayista, hasta ahora no se la
conoce muy bien fuera del mundo hispánico. Aun en Indoamérica, donde se la ha
discutido ampliamente, todavía no ha sido comprendida en toda su amplitud.
Para trazar la génesis de la tesis debemos remontarnos a los años mozos de
Víctor Raúl en Trujillo, su ciudad natal. Frente a las imponentes ruinas de Chan
Chan, capital del Imperio del Gran Chimú, su mente trazó los primeros atisbos de
Chang - Literatura política 131
la tesis al contrastar la evidencia ofrecida por la antigua ciudad y la cronolo-
gía histórica de origen europeo que le enseñaban en el Seminario de San Carlos y
San Marcelo. El joven estudiante no podía comprender por qué la historia de Amé-
rica tiene por referencia básica el año de 1492 y no otra fecha. El testimonio
de las ruinas le sugería otra dimensión de tiempo diferente de la delineada en
los textos. Después de todo" el Descubrimiento había sido un evento europeo que
había ocurrido en el continente de los incas, de los aztecas, de los mayas, de
los chibchas y de las otras civilizaciones del Hemisferio Occidental. La llegada
de los blancos desquició la trayectoria evolutiva de las civilizaciones abo-
rígenes, pero no alteró su pasado. Y. así como hasta ahora no se ha podido res-
ponder quién descubrió a quién, muchas encuestas quedaron en el horizonte histó-
rico del mal llamado Nuevo Continente. La referencia cronológica encajaba dentro
de la historia, la historiografía y el orden europeos. Para los "indios", en
cambio, sólo fue un acontecimiento más, del que casi todos -con la excepción de
los pocos que descubrieron a los pálidos rostros de los intrusos que desembar-
caron en sus dominios-, permanecieron ignorantes de lo que había pasado. No fue
sino hasta el momento en que los invasores tomaron posesión violenta de las is-
las y de las costas de América cuando la noticia de su llegada se esparció por
todos los confines de los imperios y demás culturas aborígenes.
Pero así como se violentó la economía y la política de América, las culturas
indias tuvieron que acomodarse al nuevo orden. Y con este orden impuesto por la
espada y por la cruz llegaron las filosofías de la historia y la historiografía
europeas que han reinado hasta hoy.
Estas y muchas otras ideas cruzaron por la mente del inquieto estudiante se-
minarista. Más tarde él mismo recuerda que

Estas ideas no pudieron alcanzar perfiles de satisfactoria definición lógica en


mis años juveniles. Quedaron relegadas, en el subconsciente quizá, como guarda el
niño las piezas de un juguete mecánico difícil que nunca llega a armar. Mas una se-
creta duda" por mucho tiempo inesclarecida, me indujo a considerar entonces con es-
cepticismo todas las ciencias históricas asentadas en una fija cronología europea,
que más tarde ya en la Universidad debí estudiar, en rebeldía, sujetas a planes y
métodos universales impuestos por el meridiano cultural del Viejo Mundo. La inte-
rrogación quedó siempre en pie: ¿dónde ubicar las civilizaciones americanas dentro
de una cronológica clasificación europea que no entrara en conflicto con la reali-
dad vivida en el proceso de su propia Historia?132.

En Lima, durante los meses de 1918 y 1919 en que trabajó de amanuense, estu-
dió a Marx y a Einstein, quedando profundamente impresionado por las teorías
económicas y el materialismo histórico del primero y por la teoría de la relati-
vidad del segundo. Cuatro años más tarde, deslumbrado por la revolucionaria teo-
ría de Einstein, publicó un interesante artículo en El Tiempo de Lima (11 de
mayo de 1923), en el cual atacaba "el falso concepto de las verdades intocables
y de los principios eternos en esta hora de profunda revolución científica y de
incontenible corriente relativista, precursora de nuevas y distintas afirmacio-
nes fundamentales en todo orden". El inquieto estudiante sanmarquino ya avizora-
ba los trascendentales cambios que en el mundo de las ideas y de los hechos, y
en su propia formación ideológica, iba a efectuar la teoría einsteiniana.
Años después, en Europa, Haya leyó con ahínco todas las obras marxistas que
caían en sus manos y buen número de los libros de los filósofos alemanes. Hegel
fue el que más le conmovió particularmente porque en su interpretación de la
Historia no entraba el mundo americano. Haya supo tomar lo aprovechable de las
Lecciones sobre Filosofía de la Historia Universal; se le grabaron en la mente
ideas como las que afirmaban que "la Filosofía de la Historia es la consi-
deración pensante de la Historia", y que "la historia propiamente dicha de un
pueblo comienza cuando este pueblo se eleva a la conciencia" sobre todo, la su-
gerente reflexión de que la individualidad histórica de cada pueblo, que Hegel
llama su espíritu, se separa en el Espacio y en el Tiempo en el que actúan la
conexión entre lo espiritual y lo natural, el temperamento, etc". De ellas Haya
formuló sus propias reflexiones sobre la relación de la conciencia histórica de
un pueblo, como conciencia de su Espacio y de su Tiempo133.
Para 1928, cuando escribe en México El Antiimperialismo y el Apra, ya tiene
ideas más concretas sobre las diferencias básicas que existen entre Indoamérica
y Europa. Al ocuparse de la tarea histórica del Apra, apunta:

132 Chang - Literatura política


...Es menester recordar que existe una profunda diferencia entre el marxismo in-
terpretado como dogma y el marxismo en su auténtico significado de doctrina filosó-
fica. En aquél todo es quietismo y parálisis; en éste todo es dinamismo y renova-
ción. El apotegma inmortal de Heráclito el Oscuro, recogido por Marx a través de
Hegel no debe olvidarse: "Todo se mueve, se niega, deviene; todo está en eterno re-
torno" [Ferdinand Lasalle, Heraklitus der Dunkel, p. 156]. En él se funda la dia-
léctica de la vida y de la historia134.

Nos explica que la doctrina aprista ofrece una nueva y metódica confrontación
de la realidad indoamericana. Nos anota que si aceptamos que Europa y América
están muy lejos de ser idénticas por su geografía, por su historia y por sus
presentes condiciones económicas y sociales, es imperativo que se reconozca que
la aplicación global y simplista en América Latina de doctrinas y normas de in-
terpretación europeas debe someterse a radicales transformaciones. Y cuando la
interpretación de la realidad niegue los preceptos que se creyeron universales y
eternos, entonces se cumplirá la ley de las contradicciones del devenir: "la
continuidad condicionada por la negación"l35. En los siguientes capítulos recal-
ca: "Nuestro tiempo y nuestro espacio económicos nos señalan una posición y un
camino: mientras el capitalismo subsista como sistema dominante en los países
más avanzados, tendremos que tratar con el capitalismo" 136. Haya de la Torre se
acercaba cada vez más a su propia concepción filosófica interpretativa de la
historia; su pensamiento se aclaraba más y más, pero todavía no formaba un cuer-
po de doctrina.
En su segundo destierro en Europa, aprovechó el tiempo para ordenar la base
filosófica de la tesis que iba a servir de trasfondo doctrinario de su partido.
Durante meses consecutivos se dedicó a estudiar el desarrollo histórico de la
filosofía europea. En Berlín sostiene constantes conversaciones filosóficas con
Gunther, el moderno traductor bávaro de Calderón de la Barca; con el profesor
Alfonso Goldschmidt, su compañero de trabajo en el instituto de asuntos latino-
americanos. En 1929, por intermedio de Goldschmidt conoce a Einstein. Desde en-
tonces intensifica sus estudios de la teoría de la relatividad y sigue las acti-
vidades del sabio judío alemán. A fines de ese año, el joven estudioso se inte-
rroga: ¿Ha de traer el relativismo nuevas formas de pensamiento humano?, y otras
preguntas específicas que probablemente el mismo Einstein no podría haber res-
pondido: Fuera de la pauta euclidiana y tridimensional, ¿hallará el hombre nue-
vas expresiones y nuevas concepciones? ¿Nos acerca el sistema einsteiniano a una
síntesis egregia de la oposición de contrarios (tesis y antítesis)? Haya todavía
no se atreve a contestar. El solamente sabe que el mundo ha vivido varios siglos
de filosofía "tridimensional". "Rígida" ha sido la noción de la geometría eucli-
diana, y "rígidas" han sido también las concepciones filosóficas y hasta la tra-
dición dogmática religiosa: "¡La cuarta dimensión no entra en estas ideaciones!
El espacio-tiempo nada significa en una concepción espacial infinita y eterna".
Pero con la teoría de la relatividad de Einstein todos estos principios evolu-
cionan y la teoría plantea nuevas bases para una concepción física del universo.
Haya se ha dado cuenta de que Newton ha sido negado y superado por Einstein:

...El relativismo, todavía en su etapa primera, esclarece ya otros rumbos a los


que la filosofía no podrá ser extraña. Cuando el relativismo defina y complete sus
principios y la concepción de Euclides no sea sino un punto de partida para una su-
cesión de negaciones como las de Heráclito o Platón, el pensamiento humano ¿no se
"expandirá" también como el universo de Einstein y la visión del mundo no suscitará
un grado de conciencia y un modo social de vivir que ahora sólo intuimos o sólo
sospechamos?137
Los meses que vienen los pasa en acuciosa investigación. Lee y relee las
obras de Goldschmidt sobre América: Argetinien, Mexico, Den Spuren der Azteken y
Die Dritte Eroberung Amerikas138. También visita a menudo a Karl Kautsky, guar-
dián de los papeles de Marx; asiste a cursos en la universidad y a conferencias
en distintos lugares de Berlín. Oye atentamente a Henry Gilbeux, biógrafo de
Lenin, y a Einstein. Una de las conferencias de este último le impresiona tanto
que escribe un artículo en julio de 1930. En el artículo se puede notar que ha
quedado deslumbrado con la nueva interpretación del Espacio de acuerdo con la
teoría einsteiniana de principios de 1929, en la que el profesor semita añadía
la cuarta continuidad dimensional llamada Espacio-Tiempo. Este es el concepto
que Haya necesita para formular su propia teoría.

Chang - Literatura política 133


Felipe Cossío del Pomar, su entrañable amigo que frecuentemente lo visitaba
en Berlín, nos cuenta en Haya de la Torre, el indoamericano lo que pasó a su
biografiado al concebir por primera vez la tesis del Espacio-Tiempo histórico:

...No sabe cómo confiarle a Goldschmidt su interpretación personal del marxismo.


Pero un día se atreve. Goldschmidt cree que Marx puede ser rectificado en una de sus
conclusiones económicas y él mismo mantiene siempre un punto de discrepancia con el
marxismo ortodoxo y clásico en un aspecto particular que ofrece desarrollar en una
obra que está preparando. Cuando Haya le expone por primera vez su punto de vista, lo
discute mucho. "Debe ahondarla más porque es interesante", concluye al fin el Herr
Professor. Y Haya de la Torre le promete estudiarla y repensarla más a fondo sin
apresurarse. "Pero la idea está conmigo y me la llevo como un leit-motiv" escribe a
su amigo desde Nueva York, cuando va rumbo al Perú como candidato a la Presidencia de
la República139.

Desde el 12 de julio de 1931, día en que desembarcó en Talara, hasta el 5 de


mayo del año siguiente en que cayó preso en Lima, el Jefe del Aprismo no puede
separarse de sus múltiples ocupaciones políticas para reflexionar más y darle
forma final a su tesis. Pero el 22 de mayo, en la declaración instructiva que se
le tomó en el Panóptico reiteró sus puntos de vista personales al contestar la
pregunta del Juez sobre la lucha de clases. No vaciló un momento para responder:
"El capitalismo es, evidentemente, una etapa necesaria del progreso humano. To-
dos los pueblos en el camino de la civilización tienen que pasar esa etapa, pero
no en todos los pueblos es simultánea esa evolución". Y después de aclarar cómo
varía el desarrollo del capitalismo en los diversos países del orbe, prosiguió
con su declaración, afirmando que la lucha entre el capitalismo y el proletaria-
do no tiene un sentido mundial sino relativo porque: "Cobra diversos aspectos,
plantea diversos problemas, impone distintas soluciones"140.
Durante los quince meses de prisión, y siempre cuando se lo permitían, el
preso continuó con y siguió reflexionando sobre filosofía de la historia. En
como durante el período de hilvanando sus pensamientos.
En 1915 la revista Claridad de Buenos Aires y en 1936 la revista Hoy de San-
tiago de Chile, publicaron su tesis en castellano. Como la tesis aparece en un
artículo de vulgarización, Haya comienza aclarando conceptos, repitiendo defini-
ciones para ser entendido mejor. Cita a Engels, quien en su Anti-Duhring había
escrito: "La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del mo-
vimiento y evolución de la sociedad humana y del pensamiento". Terminada la in-
troducción el ensayista declara:

...el Aprismo fundamenta sus normas de metodización filosófica en el enunciado


dialéctico de la negación de la negación. Reconoce así el principio universal del
eterno movimiento, cambio o devenir -avizorado por Heráclito y cada día mejor com-
probado por los progresos de la ciencia-, como un proceso constante de contradic-
ciones, negaciones y continuidad, pero reconoce también en el marxismo una escuela
filosófica sujeta a la misma ley por ella descubierta y perfeccionada141.

Sin embargo, Haya nos hace presente que Engels había dicho en su Anti-Duhring
que negar en dialéctica no consistía en anular o suprimir. Para el pensador pe-
ruano, el método dialéctico de negaciones es positivo porque afirma, cambia y
hace que el pensamiento progrese. Y partiendo de la concepción cuatridimensional
einsteiniana del Espacio-Tiempo, el ensayista enuncia su propia concepción de lo
que él intitula Espacio-Tiempo histórico, base de su tesis interpretativa del
devenir histórico:

Diríase que hay también un "Espacio-Tiempo histórico", integrado por el escenario


geográfico (campo objetivo) y por el "tiempo subjetivo" (Ich-Zeit), que el hombre
concibe con relación a ese espacio; y ambos a su vez con un ritmo dado de tiempo
objetivo o económico que socialmente deviene "Tiempo histórico". El escenario geo-
gráfico, base del concepto "Espacio histórico", está condicionado por todas las ca-
racterísticas físicas que ofrece cada una de las regiones habitables del planeta,
pero, además de éstas, por la distancia entre una y otra región, especialmente por
las que median entre las menos civilizadas y aquellas que han avanzado más en su
evolución y que marcan el índice máximo de progreso. Esta distancia ya no es sólo
espacial es también distancia en el "Tiempo histórico", que no se mide por relojes,
vale decir, lapso en su "longitud", "que es completamente relativo" [Hegel]...142

Haya nota que el determinismo histórico de Marx no puede, consecuentemente,


134 Chang - Literatura política
aplicarse a todas las latitudes. Esgrimiendo el principio relativista del Espa-
cio-Tiempo histórico reconoce que la estimativa de cada proceso social, dentro
de su escenario geográfico dado, debiera relacionarse con el proceso de otros
grupos, pero siempre teniendo como referencia el ritmo de los de mayor avance,
de "velocidad máxima". De allí arranca la afirmación de que en la Filosofía de
la Historia hay que tener muy presente "el ángulo espacial desde el que se le ve
y se le estudia". Las leyes históricas no tienen aplicación universal porque
ellas son condicionadas por la relatividad del punto de observación. Por ende,
la historia del mundo vista con lentes europeos no puede ser la misma que la
historia vista desde el espacio-tiempo histórico indoamericano. Haya nos repite
su observación de que si el imperialismo es en Europa la "última o suprema" eta-
pa del
capitalismo, en Indoamérica es la primera143.
En un artículo que escribió en la clandestinidad, en agosto de 1942, nos re-
cuerda que el aprismo toma del antecedente marxista la dialéctica hegeliana como
motor vital de la Historia: todo se niega, todo pasa, todo fluye y se transfor-
ma; pero advierte que el marxismo no es una excepción de esta ley:

...Vale decir, que así como el primer hombre que formuló el consciente veredicto
de que "todo ser humano tiene que morir", murió también, así Hegel y Marx, descu-
bridores de la dialéctica como sistematización esclarecedora de la Historia, no
pueden escapar a sus negaciones. El marxismo negó el hegelianismo por continuidad
dialéctica. Hoy, el marxismo es negado también, por las mismas motivaciones de di-
námica histórica144.

El articulista no considera estas negaciones como negaciones absolutas y sim-


plistas, sino como superaciones "relativizadas", dándole a este neologismo un
significado científico-filosófico contemporáneo y substancial. Nos recuerda que
la nueva concepción del Espacio-Tiempo histórico nos ayuda a apreciar mejor el
acontecer social como uno
o varios fenómenos inseparables de su escenario y su momento. Insiste en que
la democracia se transforma por un encadenamiento de negaciones dialécticas e
incide en la conclusión sugerida por Stuart Chase en su teoría funcional del ca-
pitalismo:

...En un mundo económico-social tan radicalmente revolucionado, no caben ni los


viejos moldes sociales ni sus primeras formas de negación. Tampoco las normas ideo-
lógicas que sirvieron de guía para la interpretación de un proceso ya superado. La
evolución del mundo capitalista ha desembocado en su etapa revolucionaria. Esta,
culmina con la Guerra. Y la Guerra marea la separación abismal de dos grandes eta-
pas de la Historia.
Consecuentemente, con el mundo capitalista de ayer se va también la negación
anti-capitalista de ayer, y avanzan dos formas o expresiones nuevas, aún en desa-
rrollo de oposición de contrarios, que no son ya idénticos a ninguna de las ante-
riores145.

En agosto de 1942, en el sugestivo artículo polémico que lleva por título


"Marxismo 'congelado' y confusionismo", Haya anota que la nueva teoría de la re-
latividad con sus nuevos conceptos de espacio, tiempo, movimiento, masa, energía
y gravedad han revolucionado las ideas científicas que antes servían de base a
la filosofía general y consecuentemente a la filosofía de la historia. Y desde
que según Einstein e Infield, las generalizaciones filosóficas deben fundarse en
resultados científicos, Haya también desprende de allí la necesidad de que apa-
rezca en nuestra época una nueva concepción filosófica general146.
En el mismo mes de agosto el pensador peruano terminó su ensayo "Aprismo, Ma-
rxismo y Espacio-Tiempo-Histórico", en el cual llega a la conclusión de que si
es verdad que el marxismo también tiene una razón de ser histórica, también es
irrebatible el hecho de que esta concepción filosófica del siglo XIX no puede
avanzar más lejos del límite fijado por los descubrimientos y conclusiones cien-
tíficas de su tiempo. El argumento central lo resume al decir que "no siendo
profecía sino ciencia y sistema de la realidad, el marxismo no puede tampoco
congelarse, ni cerrar los caminos directos a las negaciones y superaciones del
futuro, en que Ciencia y Filosofía avanzarán cada vez más lejos" 147. En cambio,
el aprismo, según su fundador, aplica a la Filosofía de la Historia el nuevo
concepto científico y filosófico relativista del Espacio-Tiempo; se basa en él

Chang - Literatura política 135


para examinar la realidad indoamericana y para interpretar su devenir histórico.
Luego rechaza como concepción europea, inválida en Indoamérica, la división de
la Historia Universal en Edad Antigua, Edad Media y Tiempos Modernos. Las cultu-
ras precolombinas del continente no tienen cabida en esa caprichosa división
histórica que Toynbee llama egocéntrica. La edad antigua americana no coincide
con la edad antigua europea. Haya resume la esencia de su tesis con estas pala-
bras:

Cada Espacio-Tiempo histórico forma un sistema de coordenadas cultural, un esce-


nario geográfico y un acaecer histórico que determina la relación de pensamiento y
de devenir inseparable de la concepción espacial y de la mediación cronológica.
Cada Espacio-Tiempo es expresión de un grado de conciençia colectiva capaz de ob-
servar, comprender y distinguir como dimensión históriea su propio campo de desen-
volvimiento social. Y si un pueblo sólo llega.a la adultez cultural cuando alcanza
la conciencia de su peculiar proceso de desarrollo económico y social, ella sólo es
completa cuando descubre, con el acaecer de su historia, la categoría intransferi-
ble e indesligable de su propio Espacio-Tiempo...148.

Al declararse disuelta la Tercera Internacional por la presión que las demo-


cracias aliadas ejercieron sobre el Kremlin, Haya de la Torre escribió en mayo
de 1943 un artículo interpretativo al que le dio el nombre de "El 'rompan filas'
de la Tercera Internacional". Vale recordar que lo escribió durante circunstan-
cias muy precarias para la democracia en el Perú. Sus enemigos habían hecho va-
rios intentos para asesinarle. Por otra parte, en Europa y en Asia la guerra se-
guía favoreciendo a los totalitarios nazi-fascistas y era difícil predecir el
desenvolvimiento de la contienda. Sin embargo, bajo estas circunstancias nada
propicias., Haya reconoció que la Segunda Guerra Mundial constituía, sin duda
alguna, la mayor de las revoluciones de la Historia y que ella no podía ser ca-
lificada con un adjetivo; la consideraba como "la revolución de la revolución",
es decir, "como la negación de lo que hasta ahora considerábamos como expresión
máxima del pensamiento y de la acción revolucionarios". Y era precisamente por-
que se había producido tan grandiosa y rápida transformación en el mundo que ya
no había lugar para la Tercera Internacional Comunista:

..Las voces de orden de 1917 carecen de vigencia presente. Si repitiéramos hoy


los lemas insurreccionales de hace veinticinco años correríamos serios riesgos de
aparecer anacrónicos y, acaso, reaccionarios149.

El pensador peruano avizora que la revolución democrática está encaminada a


resolver la injusticia social sin sacrificar la libertad y que en este sentido,
la revolución de la revolución de nuestros días es la más universal de todas las
revoluciones de la historia. Empero; predice los dolores de postguerra que des-
pués ocurrieron:

Y como ha habido imperios antes de que hubiera capitalismo -sistema económico que
aparece sólo entre los siglos XIV y XV de esta era- puede haberlos de nuevo sin que
el capitalismo sea necesario. Pero la primera consideración histórica de Stalin y
sus hombres es que de la presente Guerra Mundial, Rusia insurge ante el mundo como
un grande y poderoso imperio. Y como tal hay que considerarlo, comprenderlo y go-
bernarlo150.

Entretanto que en el Perú se libra la batalla electoral en medio de un clima


de optimismo pero de constante alerta, Cuadernos Americanos de México publica en
1945 un nuevo importante ensayo de Haya sobre su tesis. El ensayo amplía los
conceptos hayistas, aclara algunos puntos controvertibles, dilucida problemas no
bien resueltos en sus ensayos anteriores y rechaza interpretaciones antojadizas.
El ensayo lleva por título el mismo de la tesis, y en él, su autor recalca la
estrecha relación que existe entre la historia y la política, recordándonos la
frase del jurista francés Jean Bodin, quien en Les Six Livres de la République
había afirmado que "la première utilité de 1'histoire est de servir à la politi-
que". Pero Haya no solamente ve en la Historia a la memoria del mundo, sino algo
más: su propia conciencia: "No es sólo recuerdo acucioso y detallado, catalogal
e inerte, sino expresión inteligente y creadora, plasma vital de nuevas orga-
nismos sociales, devenir". Haya precisa que su teoría tiene como primera norma
la aplicación de la relatividad a la Historia. Este nuevo modo de interpretar
los acontecimientos humanos se reduce a verlos como una vasta coordinación uni-

136 Chang - Literatura política


versal de procesos inseparables cada uno de su propio Espacio-Tiempo y movimien-
to. Nos advierte que Espacio y Tiempo separada o conjuntamente con sus clásicas
acepciones producen lo que él denomina el Espacio-Tiempo histórico. Los ingre-
dientes del nuevo concepto son el Espacio histórico y el Tiempo histórico, que
son inseparables y siempre están unidos por lo que Einstein y Toynbee han llama-
do continuum. Para Haya, el Espacio geográfico o la influencia de la geografía,
sino "la constante relación telúrica de la tierra y el hombre". Mejor dicho, es
la relación del espacio con el grupo pensante que ha desarrollado su conciencia
histórica en dicho territorio. El Espacio histórico es, pues, la suma total de
la geografía, el hombre, la tradición, la composición étnica y la interpretación
de ellos con lo que se llama alma, conciencia o espíritu del pueblo. En suma,
todo lo que nos suelda y atrae consciente y funcionalmente a determinada región,
eso es el Espacio histórico. El Tiempo histórico, por otra parte, no es un tér-
mino cronológico: "Es, subjetivamente; la intuición y sentido del tiempo indivi-
dual y social vinculados consciente y funcionalmente al modo de vivir, trabajar,
pensar y desenvolverse de los pueblos". Este Tiempo histórico marca el grado de
su evolución económica, política y cultural, determinado por las formas de pro-
ducción y por el desarrollo social que ellas motivan o que influyen en el pue-
blo. Y precisamente debido a sus características especiales el Tiempo histórico
se convierte en inseparable de su espacio y de su movimiento y con él integra
una "continuidad dinámica" que Haya llama Espacio-Tiempo histórico o cuarta di-
mensión histórica151.
Además, este ensayo es importante porque en él Haya de la Torre recoge las
ideas centrales que Antenor Orrego expresó en su original libro El pueblo-conti-
nente. Nos dice que los Espacio-Tiempo históricos, por un proceso de expansión
política del mundo social, devienen expresiones continentales, es decir, expre-
siones circunscritas a la conciencia histórica de los pueblo-continentes. Así
tenemos el Espacio-Tiempo histórico indoamericano, norteamericano (EE.UU. y el
Canadá), chino, ruso, australiano, y otros152.
En 1947, en un ensayo publicado en Cuadernos Americanos, Haya amplió el con-
cepto Espacio-Tiempo histórico, distinguiéndolo de los conceptos aislados de es-
pacio y tiempo. Nuevamente estableció las diferencias existentes entre "distan-
cia espacial" y "distancia histórica" para subrayar en seguida la descripción de
velocidad y dirección en el Epacio-Tiempo histórico, valiéndose de varios ejem-
plos153. Pocos meses antes de que se produjera el nuevo golpe de estado que im-
pondría una nueva ola de terror antiaprista, Haya de la Torre logró publicar en
1948 su libro Espacio-Tiempo histórico. La obra reunía cuatro de sus ensayos más
importantes ya publicados y añadía una sinopsis de la tesis, a guisa de intro-
ducción, y tres valiosos diálogos. El nuevo material presentado seguía más o me-
nos las ideas que él había expuesto en sus conferencias en las universidades de
Arequipa, Trujillo, Cusco, en el Perú, y en las de Santiago de Chile, Bogotá;
Caracas y Guatemala, en el curso de los años 1945 y 1946.
Después de leer el libro el lector se da cuenta de que la teoría del Espacio-
Tiempo histórico es la aplicación de la teoría de la relatividad, a la interpre-
tación del devenir histórico. En uno de los diálogos Haya nos dice que no hay
doctrina filosófica que tenga "reservación" en la eternidad. Todas las filoso-
fías son válidas en su época y tienen vigencia sólo hasta que una nueva teoría
filosófica las niegue. Nos recuerda que Marx negó a Hegel, Hegel negó a Fichte y
a Kant, y así sucesivamente podemos remontarnos a los principios de la fisolofía
occidental.
Señala que lo fundamental en el marxismo es la negación, "el fluir, el pasar
y declinar de todas las creaciones del pensamiento y de la acción del hombre",
que hace de todas las filosofías verdades temporales, válidas para su época por-
que ninguna encierra la "verdad definitiva". Valiéndose de esta dialéctica mar-
xista, concluye diciéndonos que el marxismo no puede escaparse de esta regla
porque tiene que ser superado y debe ser superado.
En el mismo diálogo nos da su apreciación del período revolucionario de nues-
tros días:

La revolución que está viviendo el mundo no es sólo económica, social y política.


Es una revolución cultural y técnica, y, más lejos que eso: es una radical revolu-
ción cosmológica. Es decir, que esta revolución abarca hasta las raíces mismas d21
conocimiento humano porque ella nos trae la negación de grandes verdades científi-
cas hasta ahora irrecusadas, sobre las cuales habíamos erigido nuestra concepción

Chang - Literatura política 137


del mundo, de la naturaleza, del cosmos, del tiempo y del espacio154.

En el último diálogo nos dice que ya no hay únicamente una gravitación histó-
rica universal, "un paralelismo absoluto euclídeo, fatal, para todos los proce-
sos de la Historia". Haya concibe "espacios gravitacionales" y constata que así
como en los fenómenos físicos, los fenómenos históricos varían según el ángulo
de observación155. Es decir, el autor peruano cree en la existencia de lo que To-
ynbee llama en su Study ot History, la perspectiva del historiador.
Aunque la tesis de Haya quedara completamente definida y sistematizada en
1948, su autor no ha cesado de continuar ampliando algunos de sus puntos, desa-
rrollando sus diversos conceptos y buscando más ejemplos para hacerla más inte-
ligible al ciudadano común. Su encierro en la Embajada de Colombia de Lima no le
impidió proseguir con sus investigaciones para pulir su teoría. De este período
son sus ensayos que aparecieron en Cuadernos Americanos de México a partir de
1950 y en los cuales aplicó su tesis a la interpretación de específicos proble-
mas históricos. En uno de ellos, al comentar la teoría del "Reto-Respuesta" de
Toynbee, sostiene que todo reto-respuesta, a de una ciudad primitiva o de una
civilización, planteado en un espacio geográfico dado, supone un condominio en-
tre el hombre -o grupo social- y el espacio que le sirve de escenario para el
desarrollo de su existencia, sea ésta quieta o primitiva, sea dinámica o civili-
zada. Este condominio, según Haya; determina en él hombre -o grupo- la formación
de una progresiva conciencia del Espacio ganado, que resulta de las acciones y
reacciones entre el hombre y su medio. Luego introduce una cuarta dimensión que
considera indispensable para el análisis interpretativo de las civilizaciones.
Esta cuarta dimensión, a la cual llama Tempo, "viene a ser como la escala y dia-
pasón cada vez más preciosos, de la velocidad variable que las mutuas influen-
cias del hombre y la tierra imponen al proceso de una sociedad primitiva, o de
una civilización"156.
De sus trabajos recientes escritos después de su última expulsión del Perú,
los que más acogida han tenido son dos. Uno en castellano, publicado en México
con el título de "Enfoque Aprista de Imperialismo, Antiimperialismo y Marxismo"
y otro publicado en castellano y en inglés: en Colombia, con el nombre de "Den-
tro del Marco del Espacio-Tiempo. La historia en Indoamérica", y en los Estados
Unidos, con el título "History in Latin America: Within de Framework of Space-
Time". En el primero, Haya resume su tesis en palabras sencillas:

Mi tesis es la siguiente: que así como hay un Espacio-Tiempo físico, tanto obje-
tivo como subjetivo, o sea tanto de perspectiva cuanto de conciencia o mente; del
mismo modo hay un Espacio-Tiempo histórico objetivo y subjetivo, vale decir, de
perspectiva y de conciencia157.

Para ilustrar las diferentes perspectivas históricas, Haya nos da el caso de


Jorge Washington y Simón Bolívar, que fueron considerados traidores en Inglate-
rra y en España, mientras que en América se los reconocía como libertadores. Más
adelante el escritor considera al aprismo como negación y superación filosófica
del marxismo. La negación se produce utilizando la misma dialéctica marxista y
su propia interpretación relativista de la historia resumida en su tesis del Es-
pacio-Tiempo histórico. Haya considera que la edad atómica ha negado científica-
mente al marxismo. Frente al apotegma comunista: "La violencia es partera de la
historia", Haya replica: "La violencia atómica las armas termo-nucleares creadas
por la nueva ciencia ya no serán 'parteras' sino 'sepultureras' de la Histo-
ria"158.
En el segundo trabajo mencionado, nos da más ejemplos sobre lo que Toynbee
llama "la perspectiva del historiador". Señala las diversas interpretaciones
históricas que le han dado al Padre Hidalgo, la injusticia histórica que se ha
perpetrado con Tupac Amaru, precursor de la independencia americana, la invasión
e influencia de Alejandro el Magno en la India, la conquista de España por los
árabes.
Partiendo de la idea de Toynbee de que cada sociedad o civilización depara
"un campo inteligible del estudio de la historia", Haya llega a la conclusión de
que "cada sociedad o civilización tiene su propio proceso, su ínsito ritmo, su
peculiar devenir, vale decir, su intransferible Espacio-Tiempo". Y basándose en
el mismo concepto de Toynbee y en la observación einsteiniana de los "campos
gravitacionales" de la física, Haya de la Torre forja su idea sobre los "campos

138 Chang - Literatura política


gravitacionales históricos". Finalmente, después de evaluar el progreso nortea-
mericano y de analizar el "encuentro" del hombre europeo anglosajón con la natu-
raleza norteamericana y de diferenciarlo con el reto que el blanco latino en-
contró en América-ya sea al enfrentarse a la geografía, al hombre americano o a
ambos- Haya llega a la conclusión de que "Estados Unidos ha logrado unificar su
campo cuatridimensional de Espacio-Tiempo con su velocidad correlativa. En In-
doamérica coexisten, se yuxtaponen diversos estadios de la evolución social y
diversos ritmos"159.
Este es pues, en resumen, lo que Haya ha escrito hasta 1955 sobre su tesis
del Espacio-Tiempo histórico. Al fin el pensador trujillano ha podido responder-
se satisfactoriamente a la pregunta que se hizo frente a las ruinas de Chan
Chan, en sus días de inquieta adolescencia: ¿Dónde ubicar en un esquema lógico
de la Historia el mundo americano, su pasado y su presente, para avizorar su
destino?

132 V. R. Haya de la Torre, Espacio-Tiempo histórico (Lima: [Edit. "La Trihuna"], 1948), pp. IX-X.
133 Ibid. pp. XII-XIII.
134 El antiimperialismo y el Apra, 2a. ed. (Santiago de Chile: Ercilla, 1936), p, 117.
135 Ibid., pp. 117-118.
136 Ibid., pp. 156.
137 Un artículo señero que escribió Haya en Berlín en diciembre de 1929 lleva por título "¿Todo re-
lativo?"; está incluido en Ex-combatientes y desocupados (Santiago de Chile: Ercilla, 1936),
pp. 223-227.
138 V. R. Haya de la Torre, ¿A dónde va Indoamérica? (Santiago de hile: Ercilla, 1936), p. 37.
139 Haya de la Torre, el Indoamericano (1946), p. 192.
140 La pregunta del juez, que le hizo a fs. 72 de la instructiva, decía: "¿No cree Ud. que nuestro
problema sea el problema que mundialmente se ha presentado de lucha entre el capitalismo y el
proletariado?" Consúltese el acta de 22 de mayo de 1932, en El proceso de Haya de la Torre, pp.
39-40.
141 Publicado en 1935, aparece también al principio del libro Espacio-Tiempo histórico, pp. 3-13.
Las citas y referencias hasta aquí dadas, corresponden a las pp. 39-40.
142 Ibid., pp. 8-9.
143 Ibid., p. 12.
144 Este artículo intitulado "Sobre la teoría funcional del capitalismo", en el que Haya opone la
dialéctica hegeliano-marxista a la teoría de Stuart Chase, se publicó en 1942 en Chile; tres
años más tarde reapareció en Cuadernos Americanos, IV, 14 (Julio-agosto, 1945), 127-130. En
1946 fue incluido en el libro de Haya Y después de la guerra ¿qué? (Lima: P.T.C.M.; 1946), pp.
161-162. La cita corresponde a las pp. 128-129 y 162, respectivamente.
145 Ibid., pp. 130 y 1b5, respectivamente.
146 También está incluido el artículo en Y después de la guerra ¿qué?, pp. 166-175.
147 Incluido también en Y después de la guerra ¿qué? pp. 176-182 y en Espacio-Tiempo histórico, pp.
67-78. La cita corresponde a las pp. 179 y 72, respectivamente.
148 Ibid., pp. 181-182 y 76-77, respectivamente.
149 R. Haya de la Torre, "El 'rompan filas' de la Tercera Internacional". Cuadernos Americanos, Año
II, No. 5 (Sept.-Oct., 1943), p. 64; Y después de la Guerra ¿qué?, p. 187.
150 Ibid., pp. 160 y 165, respectivamente.
151 Espacio-Tiempo histórico, pp. 1?-28.
152 En otro ensayo escrito también por esta época, Haya define al pueblocontinente de la siguiente
manera: "El 'Pueblo-Continente' es el Espacio-Tiempo-y-Movimiento históricos considerados como
conciencia social, indesligable de su existencia y acontecer. O reiterando este mismo enunciado
en otros términos, no es sólo calidad existencial o vegetativa de un grupo o grupos sociales en
un área dada, sino conciencia histórica y cultural de su raison d'être. Vale decir: relación
pensante del Espacio-Tiempo-y-Movimiento como permanente dinámica social de su evolución histó-
rica". Luis Pachacutec (seudónimo de Haya), "Derrotero de Juventud", Renovación (Lima), Año IV,
No. 19 (Junio, 1945), p. 11.
153 En el ensayo de Haya: "Algo más sobre la tesis del Espacio-Tiempo histórico" que apareció ori -
ginalmente en Cuadernos Americanos VI 2 (marzoabril, 1947), 97-103, y al año siguiente, en Es-
pacio-Tiempo histórico, pp. 57-66.
154 Espacio-Tiempo histórico, p. 87.
155 bid., p. 178.
156 J. Pulgar Vidal, "La teoría del 'Reto-Respuesta' de Toynbee y el Espacio-Tiempo histórico",
Cuadernos Americanos, IX, 5 (Sept-Oct., 1950), 108-109. Este ensayo en realidad fue escrito por
Haya de la Torre y por equívoco apareció con el nombre del diputado aprista y catedrático de
San Marcos a la sazón en el destierro. Consúltese también el extenso ensayo "Toynbee frente a
los panoramas de la historia", que sí apareció con el nombre de Haya en Cuadernos Americanos,
Año X, 6 (Nov.-Dic., 1951), 127-137; Año XII 2 (Marzo-abril, 1953), 97-119; Año XII, 3 (Mayo-
junio, 1953), 67-97, Año XIII, 1 (Enero-febrero, 1954), 75-110.
157 V. R. Haya de la Torre, Enfoque aprista de imperialismo, antiimperialismo y marxismo (México:
Edic. Humanismo, 1955), p. 6; Humanismo, Ano III, No 29 (Marzo, 1955), 12.
158 Ibid., pp. 6 y 8, 12 y 14, respectivamente.
159 V. R. Haya de la Torre, "Dentro del marco del Espacio-Tiempo. La Historia en Indoamérica", El
Tiempo (Bogotá), 29 mayo 1955; History in Latin America: Within the Framework of Space-Time
(Seattle: Casa Hispana, IJni· versity of Washington, 1955), pp. 2.3.

Chang - Literatura política 139


XX
LA INFLUENCIA INTELECTUAL DE HAYA

Pocos hombres han influido en la historia del Perú tanto como Víctor Raúl
Haya de la Torre. Su polifacética actividad en la vida nacional ha determinado
la proyección de su influencia en múltiples campos. No cabe lugar a duda que
Haya de la Torre es primordialmente un político. Pero, difiriendo de los políti-
cos regulares, él no sólo se ha interesado en el arte de gobernar en sí: su in-
terés en la regeneración del Perú y la unión de Indoamérica lo ha conducido a lo
largo de su tormentosa vida a efectuar notables contribuciones en otros campos
de la vida nacional.
Desde sus años juveniles en Trujillo, sobresalió entre sus compañeros de es-
tudio, amigos intelectuales y contertulios como un orador con pensamientos atre-
vidos, reveladores de un alma inquieta y batalladora. Buen número de sus amigos
de este período de formación intelectual han sido sus mejores colaboradores.
Cualquiera que por más de cuarenta años mantenga la atención de tantos intelec-
tuales de valía, despertando en ellos cada vez más y más admiración, fortificán-
doles su fe en el triunfo de los ideales que él les forjó, necesita ser un hom-
bre excepcional.
Acerca del influjo de Haya en los intelectuales que formaban el grupo que li-
deraba Antenor Orrego, en los círculos literarios de Trujillo que vinieron des-
pués, en los sindicatos que se formaron con o sin su ayuda personal, es decir,
sobre su influencia en la vida de Trujillo de los últimos treinticinco año, se
necesitaría escribir todo un libro.
Apartándonos del orden cronológico que ha prevalecido en esta obra, tratemos
de señalar sus diversas influencias que, como si fueran fuerzas magnéticas, pue-
den estudiarse por olas. Ellas corresponden a diversas etapas de su vida y afec-
tan a diversas disciplinas, entrecruzándose y a menudo confundiéndose.
El poder sugestivo de Haya de la Torre en el estudiantado peruano todavía se
mantiene con la misma intensidad que durante los años que presidió la Federación
de Estudiantes del Perú, dirigió el Congreso Nacional de Estudiantes y organizó
los conservatorios universitarios. A1 estudiantado peruano le ha dado una espe-
ranza, le ha estimulado el interés en los problemas nacionales, le ha dado una
amplia misión social. Recuérdense los numerosos cargos estudiantiles que desem-
peñó y las manifestaciones de simpatía, aprecio y reconocimiento que le han
ofrecido universidades peruanas y de otros países del continente.
La Reforma Universitaria tuvo en él a uno de sus mejores luchadores. Cuando
Alfredo Palacios visitó a Lima y se entrevistó con Haya, quedó completamente
convencido de que estaba platicando con uno de los futuros gestores de la refor-
ma universitaria peruana. No se equivocó el dirigente argentino, porque pronto
Haya se puso al frente del movimiento estudiantil de su patria. Más tarde, cuan-
do salió expulsado del país, los círculos universitarios panameños, cubanos y
mexicanos le reconocieron como el embajador de la reforma universitaria sudame-
ricana.
Porque se ha sentido hijo de América, él ha pensado en términos continenta-
les; ha hecho suyo el deseo bolivariano de la unión de los países americanos en
una patria grande y poderosa; se ha opuesto a los sentimientos patrioteros de
los dictadores que estimulan en las masas sentimientos chauvinistas. Por eso, ha
sido uno de los primeros en denunciar el pretexto de Tacna y Arica que las cla-
ses dominantes de Chile y el Perú usaron para distraer la atención del pueblo en
tanto que abusaban de la cosa pública 160. A él se le debe que el odio al chileno
y el odio al peruano, que corroyeron los corazones de dos generaciones, convir-
tiera en la amistad peruano-chilena de hoy. Años más tarde, cuando se produjo el
Conflicto de Leticia, Haya, desde la prisión, y sus correligionarios, desde el
destierro o desde las clandestinidad, denunciaron la maniobra desviacionista del
general Sánchez Cerro. Ya hemos visto cómo después del asesinato del tirano
triunfó la tesis aprista en favor de la solución pacífica del diferendo peruano-
colombiano. Más tarde, duranne otro período de persecución Haya pidió que el
conflicto con el Ecuador se lo resolviera pacíficamente. En el Sur y en el Norte
los litigios territoriales servían de añagazas a los políticos y militaristas
ambiciosos, traficantes de patriotismo. Después de todo ¿no cree Haya que algún
día las fronteras artificiales que hoy separan a los países hermanos de Indoamé-

140 Chang - Literatura política


rica serán borradas por la acción unificadora de las nuevas generaciones?
A la juventud estudiantil e intelectual le dio orientación y le pidió disci-
plina y moralidad; le dijo que gobernar es conducir, educar, ejemplarizar, redi-
mir; y que para hacer todo eso, antes que nada, se necesita el título moral. La
honradez debe dar una inspiración superior que mueva al hombre a la acción de-
sinteresada y al sacrificio. Como la juventud peruana quería salvarse, le escu-
chó y se transformó espiritualmente, redoblando su energía y su determinación de
renovar el país desde sus cimientos. Después de varios años de prueba, la juven-
tud se organizó en poderosas asociaciones nacionales. Una de ellas apareció en
enero de 1934, con el nombre de Federación Aprista Juvenil (FAJ), que reunía a
los jóvenes apristas menores de 21 años. A esta poderosa organización se le dio
el Código de Acción FAJ que comienza con una invocación a la juventud aprista:
"Prepárate para la acción y no para el placer. Esta es tu ley". Luego vienen 48
artículos divididos en seis partes: Etica, Solidaridad,, Pugnacidad', Acción
Cultural, Normas de Vida y Normas Sanitarias. El primer artículo de ética de la
organización revivía el saludo incásico de "Ama sua, ama lluclla, ama aquella"
(No robes, no mientas, no seas perezoso). Los siguientes artículos le piden al
joven aprista austeridad en La vida, amor al estudio, dedicación al trabajo y
ejemplo generoso, porque "la FAJ es escuela de moralidad, de energía, y de pre-
paración integral para la vida"; consecuentemente, todo miembro de la organiza-
ción debía ser, dondequiera que estuviera, un misionero de la moral aprista:
Además, el código le pedía resolución, actividad, responsabilidad, sinceridad,
amor a la verdad, puntualidad y las demás virtudes humanas que son tan escasas
en los pueblos oprimidos161.
Por medio de su prensa (Barricada, Adelante, Boletín de la FAJ, FAJ, etc.) se
puede notar la cruzada moral que Haya de la Torre hizo por intermedio de esta
organización. Nunca en el país se había visto tanta actividad juvenil. Se orga-
nizaron centros de enseñanza moral, escuelas de entrenamiento político, grupos
de gimnastas; equipos de oradores, de lectores, de dibujantes, de coros, de ex-
cursionistas, que estaban en constante actividad. Como en el período medieval
español y de una manera parecida a las compañías teatrales que se fundaron bajo
la égida de García Lorca en la España republicana, los jóvenes apristas fundaron
compañías que representaban comedias, piezas folklóricas de herencia española e
incaica. Esta disciplina férrea y moralidad ejemplar se pusieron a prueba cuando
vino el nuevo período de opresión:

Cuando llegó la ilegalidad para el aprismo, quedó probada la fortaleza de la or-


ganización. Las células de los colegios y de las fábricas afianzaron su vincula-
ción, los boletines circularon clandestinamente, la propaganda se extendía, no fal-
taron a sus puestos de honor, y cientos de ellos participaron en montoneras y gue-
rrillas. "La prensa gubernista comentaba alarmada que el 80% de los estudiantes del
Centro no podrían dar exámenes de fin de año, por hallarse enrolados en las filas
revolucionarias". Y en la prisión demostraron el mismo espíritu viril...162

Haya mismo les dio el ejemplo de resistencia física y espiritual ante las
torturas, pidiéndoles que lo dejaran ser "el primero en el honor del sacrifi-
cio". Al salir de la segunda prisión que lo mantuvo quince meses y cuatro días
encerrado en una celda estrecha y sin servicios higiénicos, pidió a los tribuna-
les que levantaran el juicio a sus torturador entablado por sus abogados y ami-
gos. Haya les explicó:

Nuestra causa es más grande que todas esas miserias. aquellos hombres son vícti-
mas de su anormalidad o de su educación inferior que no pueden dominar las pasiones
primitivas... Nosotros debemos convertir nuestros dolores en una gran energía reno-
vadora y ejemplarizante163.

Y cada vez que el P.A.P. ha tenido los medios para castigar a los soplones,
torturadores y perseguidores de apristas, su jefe ha contenido a los exaltados
que reclamaban enseñanza con justicia, recordándoles que: "La venganza del
Aprismo debe ser salvar al Perú".
Por el mismo interés que tienen en mejorar las costumbres de los latinoameri-
canos, de inculcarles hábitos saludables, el líder aprista se ha interesado en
las buenas costumbres de los pueblos que ha visitado. En sus largos viajes por
el extranjero ha permanecido alerta para captar la ética y la moral del pueblo.
En Inglaterra le impresionó el "fair play", la caballerosidad y el valor de la

Chang - Literatura política 141


palabra dada. Allá notó que con los enemigos políticos o comerciales rara vez se
recurre a la triquiñuela, al engaño descarado o a la traición, como suele suce-
der en muchos países latinoamericanos; que no se aplaude a la viveza, ni se co-
noce el dicho populachero que sirve de código de ética para mucha gente de Ibe-
roamérica: "El vivo vive del zonzo y el zonzo del más zonzo". Las gratas impre-
siones que tuvo en Inglaterra y las lecciones que aprendió en ese país han per-
manecido vivas en su memoria. A principios de abril de 1948, el mismo día en que
llegó a Nueva York de una visita a California, Haya le habló al grupo de lati-
noamericanos que fue a saludarlo a su hotel, sobre las fuerzas morales de los
pueblos de raza nórdica. Recordó, luego, la higiene física y moral del estudian-
te de Oxford, recitando las reglas morales que aparecen en los papeles pegados
junto a las camas de los estudiantes de esa famosa universidad inglesa. Después
de más de diez años, todavía podía repetirlas de memoria164.
5iguiendo el consejo de Manuel González Prada, Haya de la Torre ha tratado de
unir a los trabajadores manuales e intelectuales del país. Tanto en el Perú como
en otras partes de América, ha ayudado a la formación de esta alianza. En muchas
ciudades, él personalmente ha fundado gremios de trabajadores y los ha adoctri-
nado. Pero la contribución más sobresaliente de sus primeros años de lucha fue
la fundación de las Universidades Populares González Prada. En ellas, los estu-
diantes universitarios y otros intelectuales jóvenes de izquierda impartían edu-
cación gratuita a las masas de trabajadores peruanos de todas las razas. De los
cuerpos de profesores y del estudiantado de estas universidades han salido buen
número de los conductores de su partido.
Pero así como casi gran parte de la generación de intelectuales peruanos que
surgió alrededor de 1920 fue convertida a la fe revolucionaria, la mayoría de
los intelectuales peruanos que aparecieron después, reconocen a Haya como uno de
los pensadores más influyentes en su formación ideológica.
Muchos de sus compañeros de lucha salieron desterrados, y su labor en el ex-
tranjero ha sido notable. De entre estos refugiados, varios han alcanzado renom-
bre como poetas, prosistas, críticos literarios, periodistas y políticos. Allí
están César Vallejo, Ciro Alegría, Luis Alberto Sánchez, Atenor Orrego,, Mannel
Seoane, Serafín Delmar, Alcides Spelucín, Cossío del Pomar, Carlos Mannel Cox,
Alberto Hidalgo, Magda Portal y tantos otros. En el extranjero, muchos intelec-
tuales conocidos se plegaron a las filas del Apra y se identificaron con su pro-
grama máximo. ¿Quiénes no recuerdan las adhesiones de Juana de Ibarbourou165 Al-
berto Masferrer166. tan sólo para nombrar dos de las mejores figuras literarias
hispanoamericanas de este siglo que se adhirieron a la Alianza Popular Revolu-
cionaria Americana. A sus filas se unieron numerosos jóvenes intelectuales de
ambos sexos de Indoamérica. Saltan a la mente los nombres del cubano Alberto
Arredondo, del centroamericano Florián Turcios, del colombiano Jorge Manrique
Terán y de tantos otros que con mucho empeño han trabajado por los ideales del
Apra.
Haya ha mantenido a sus compañeros de las Américas y de Europa en constante
comunicación, alentándolos por medio de cartas personales, de mensajes, de de-
claraciones de prensa, de artículos, de ensayos, de folletos y libros. Sus es-
critos se han publicado en numerosos diarios y revistas en varios idiomas. Y
cuando ellos no bas2aban para la exposición de sus ideas, fundaba nuevos órganos
de prensa. En Lima fundó Claridad y Apra, y en México, Indaomérica. En otros lu-
gares apoyó la fundación de voceros del partido: Atuey, en La Habana; Trinchera
Aprista, en México, D. F.; Trinchera, en Trujillo del Perú. Pueden leerse muchos
artículos suyos en El Universal Gráfico, de México, D. F.; Crítica, de Buenos
Aires; Bohemia, de La Habana; El Diario de Cuba, de Santiago de Cuba; El Diario
de Yucatán, de Mérida; La Capital, de Rosario; Claridad, de Buenos Aires; Folha
Academica, de Río de Janeiro; Hoy, de Santiago de Chile; Atenea, de Concepción;
La Nueva Democracia e Ibérica, de Nueva York; Repertorio Americano, de San José
de Costa Rica; Cuadernos Americanos, también de la capital mexicana, y en otras
revistas y periódicos de las Américas, Revisando su bibliografía se notará la
presencia de revistas extranjeras como The Labour Monthly, The Socialist Review
y The Lansbury Weekly, de Inglaterra; la revista Europe de Francia; y de los Es-
tados Unidos: The Nation, Free World, Living Age, Modern Review, Bulletin af the
Pan-American Union; United Nations World y Life.
El número de sus libros y folletos publicados hasta 1956 es bastante grande.
Aparecen en su bibliografía catorce libros y más de ocho folletos; excluyendo
los varios libros que todavía tiene inéditos.
142 Chang - Literatura política
En diversas ocasiones Haya de la Torre ha sido elogiado por prominentes hom-
bres de letras y ciencias de fama mundial, muchos de quienes han intercedido por
su vida y por su seguridad. En 1928, cuando sus enemigos de Guatemala lo apresan
y lo expulsan del país, voces de aliento le llegan de varios lugares. El mensaje
que desde Niza le envía Manuel Ugarte, es el más elocuente: "Con entusiasmo y
admiración inclino como una bandera, mis veinte años de lucha, en víspera de al
acción que ha de reunirnos muy pronto. Usted que tan noblemente ha ganado el
prestigio que lo rodea, será el intérprete de mis sentimientos de compañerismo y
fraternidad continental". Cuan. do en El Salvador conciben el plan de capturarlo
y remitirlo a una muerte segura en Nicaragua, interviene José Santos Chacano,
pidiendo en un telegrama que se liberte a Haya, "cuyas ideas políticas no es el
caso discutir, pero cuya sinceridad dentro de ellas nadie puede negarle". En
esta ocasión José Ingenieros también intercedió declarando en su telegrama:
"Cuidemos todos la vida de Haya de la Torre porque es necesaria para la libertad
de América"167.
Durante su prisión de 1932-1933, recibió muchas adhesiones. La vida de pocas
personalidades de América ha preocupado tanto como la suya. Las treinta y tres
últimas páginas de El Proceso Haya de la Torre informan sobre los pedidos que de
numerosos países llegaron para interceder por su vida y libertad.
De España, "en súplica y protesta", pidieron la libertad del peruano, Ortega
y Gasset, Unamuno, Jiménez de Asúa y Gregorio Marañón. Francia se dejó oír por
medio de Romain Rolland. El fiel amigo pacifista le cablegrafió al tirano: "Haya
de la Torre honneur pensée ibérique. Je vous demande respecter sa personne". Por
su parte, George Lansbury se apresuró a protestar desde Londres: "Atónito y
avergonzado estoy con las horribles medidas de venganza contra obreros y estu-
diantes en el Perú. Confío en que las noticias sean infundadas, porque vuestra
República cubriría de vergüenza su nombre si se quitara la vida a Haya de la To-
rre, que tiene tantos amigos entre nosotros y comparte nuestros ideales.
Los intelectuales argentinos enviaron un conmovedor mensaje reconociendo las
cualidades "intelectuales y éticas" de Haya y pidiendo que le permitiesen salir
de la prisión para que viajase a la Argentina, donde se lo recibiría como a uno
de los suyos. Firmaban el documento con otras sesentitantas firmas de escritores
y catedráticos: Ricardo Rojas, Alfredo L. Palacios, Alejandro Korn, Gabriel del
Mazo, Julio R. Barcos y Gregorio Bergmann. La Cámara de Diputados de la Argen-
tina aprobó por unanimidad la moción de que se solicitara la libertad de Haya.
Un cablegrama del Brasil expresó el sentir de sus amigos de ese país: "Comité
Hispano Americano de Sociedades Intelectuales Independientes del Brasil, coali-
gada con estudiantes y obreros, solicitan Presidente Perú libertad de prestigio-
sa figura continental Haya de la Torre".
La voz de Colombia resonó por todo el continente: la Cámara de Diputados y el
Senado pidieron al gobierno peruano que respetase la vida de Haya. Invocando el
sentimiento de solidaridad americana, exigieron la libertad de Haya un buen nú-
mero de intelectuales y políticos colombianos: J. E. Gaitán, Eduardo Santos,
Baldomero Sanín Cano, Alberto Lleras Camargo, Germán Arciniegas, Luis Eduardo
Nieto, Darío Samper y rhuchos otros.
De los mensajes que llegaron de Cuba, se destacó el de Enrique José Varona:
"Haya de la Torre es un hombre continental. Pertenece a América. En nombre de
los intelectuales cubanos, me dirijo al Gobierno del Perú pidiéndole su vida".
También pidieron que se salvase su vida, destacados escritores de Chile, Mé-
xico, Ecuador y Panamá; la Cámara de Diputados de México, la Asamblea Nacional
de Panamá, el Congreso de Costa Rica, y el Senado del Uruguayl68.
Albert Einstein telegrafió a Sánchez Cerro: "Suplícole preservar vida Haya de
la Torre honroso exponente pensamiento América Latina"169. Lo mismo hicieron Ju-
lián Basteiros, Presidente de las Cortes Constituyentes Españoles, George Duha-
mel, John Dewey, Hubert Haring, Paul Kellog, Federico de Onís y otros altos va-
lores de Europa y de América170.
Conocida es la labor antiimperialista de Haya de la Torre. Desde que comenzó
su vida pública ha denunciado a las potencias imperialistas que han amenazado a
los países débiles. Ha combatido a Wall Street y al Kremlin tanto como a las
falsas democracias de Europa que tienen extensos imperios coloniales y millones
de siervos. En septiembre de 1925, por ejemplo, protestó contra los abusos impe-
rialistas perpetrados por Francia en Marruecos171. Es digno de observar que a él,
también le ha pasado lo mismo que al escritor argentino Manuel Ugarte: los que
mejor han comprendido sus ideas y los que más se han interesado en el imperia-
Chang - Literatura política 143
lismo son los norteamericanos; los más atentos e interesados oyentes de Haya han
estado en las universidades de Columbia, Harvard, Oklahoma, Ohio, California, en
el Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown y en Asbury Park, durante la
convención de la Liga de la Reconciliación (Fellowship of Reconciliation)172.
Comprendiéndolo así, buen número de periodistas, escritores y profesores univer-
sitarios norteamericanos han viajado al Perú a entrevistarlo, a sondear su pen-
samiento, a escuchar de cerca su mensaje. Con este propósito viajaron Hubert Ha-
ring, Ernest Gruenning, Carleton Beals, John Gunther, William G. Fletcher, Al-
bert E. Carter, John Lear, Edward Tomlinson, John Whittaker, Roy Josephs y mu-
chos otros.
Carleton Beals, en un artículo que publicó Foreign Affairs, afirmó que Haya
era "el hombre-clave de la política peruana", y después de analizar la ideología
aprista y su popularidad, sostuvo que el aprismo es un movimiento de masas de
gran potencialidad, cuyos líderes están imbuidos de un fervor místico y tienen
el mismo espíritu que los mártires. Beals llamó puritana la disciplina aprista y
predijo que Haya sería el político que determinaría el desarrollo de la América
Latina en las próximas décadas173.
Más tarde, al escribir su libro America South que pronto fue traducido al
castellano, Beals afirmó:

...Haya de la Torre no sólo ha inflamado la imaginación de su propio pueblo, sino


también la de un continente y medio. Representa una tendencia política que bajo un
nombre , u otro está abriéndose paso en todos los países del Sur y que ha encon -
trado una considerable expresión en México, y que ha sido representada hasta cierto
punto por el ABC, organización secreta cubana, grupo que ha estado bajo la direc-
ción de Martínez Sáenz, participando activamente en la caída de Machado. Comprender
el movimiento aprista y su dirección es comprender la probable evolución de la Amé-
rica Latina en los años que han de venir... Haya de la Torre se destaca como un lí-
der brillante con influencia sobre grandes masas de hombres. Ha despertado el pen-
samiento con sus copiosos escritos en todas partes del Nuevo Mundo. Ha logrado una
aureola de martirio a causa de su prolongado exilio y encarcelamiento, y ha formado
una poderosa organización con un programa ecléctico de amplio significado so-
cial...174
El profesor William G. Fletcher de la Universidad de Yale escribió en 1941
sus observaciones y comentarios sobre el Apra, que contaba, según sus cálculos,
con 600.000 partidarios. El distinguido especialista norteamericano advertía: "A
los políticos de los Estados Unidos debe, por necesidad, concernirles Haya y sus
ideas. El movimiento es sobre manera importante en sus implicaciones y se en-
cuentra tan extendido que no permite una política de ignorancia oficial, por más
tiempo..."175
John Gunther, en su libro más importante sobre sus observaciones del "drama"
de los diversos continentes, considera a Haya de la Torre como "uno de los hom-
bres más notables de las Américas"176.
Otro norteamericano de aguda observación, Ray Josephs, escribió en 1948 en
una difundida revista norteamericana su apreciación de Haya y del aprismo, Jose-
phs ve dos razones que explican la gran influencia del jefe del aprismo: 1) él
es el único hombre que ha podido organizar y atraer a su causa a los millones de
indios y mestizos explotados de Indoamérica, devolviéndoles mucho del antiguo
orgullo de sus antepasados; 2) su pensamiento y palabra le han ganado la adhe-
sión de un número considerable de los más destacados estadistas e intelectuales
de la América Latina, que saben que Einstein incluye a Haya entre los doce hom-
bres del mundo que verdaderamente han comprendido bien la teoría de la relativi-
dad. Estos mismos estadistas e intelectuales, según Josephs, se enorgullecen de
que Toynbee reconozca que Haya ha contribuido con valiosos conceptos sobre Tiem-
po y Espacio que están revolucionando el pensamiento de hoy177.
Pero así como los norteamericanos han elogiado la obra de Haya y del aprismo,
escritores de Europa y América Latina han escrito numerosos libros, ensayos y
artículos sobre él. Revisando el capítulo intitulado "L'effort démocratique en
Amérique Latine et le mouvement apriste" del magnífico libro L'effort démocrati-
que du Mexique de Réné Marchard, las páginas del libro The Republics of South
America, publicado por The Royal Institute of Foreign Affairs, y los libros y
ensayos sobre Haya y su partido escritos hasta la fecha, nos podemos dar una
idea de la magnitud de la influencia intelectual de Víctor Raúl Haya de la To-
rre. Han evaluado su labor escritores latinoamericanos de diversas tendencias y
diferentes especialidades. Algunos de los mensajes que ha recibido expresan el

144 Chang - Literatura política


alto concepto que tienen de él. Un mensaje de la Argentina dice en uno de sus
párrafos: "La generación peruana que hemos aprendido a estimar y admirar en sus
diversos matices y de la que Ud. es una de las cabezas visibles, recuerda la
nuestra de Sarmiento y Alberdi, de Mitre y Echeverría...178 Otro mensaje que lle-
va las firmas de Joaquín García Monge y Rómulo Betancourt, declara:

Es justicia que hacemos al reconocer en usted, Haya de la Torre, a uno de los me-
jores hombres de hoy en la América de Bolívar y de Martí. Ha agitado usted la con-
ciencia hacia la justicia, cumpliendo su profesión de fe de San Lorenzo. Ha des-
pertado usted inquietudes de superación, anhelos de bien colectivo, dormidas acti-
tudes de defensa, en nacionalidades sordas a los peligros del vasallaje. Ha librado
usted cien batallas por América autónoma, sin déspotas criollos y sin tutores ex-
tranjeros. Por todo esto los hombres de estas latitudes estamos con usted, alentan-
do sus labores dentro del Perú con solidaria simpatíal79.

Aunque nunca ofició de crítico literario, Haya ha contribuido a realzar las


letras peruanas. Al ocuparnos de la influencia literaria de Mariátegui nos refe-
rimos a las ideas de Haya sobre la función social que debe cumplir la literatu-
ra. En 1952 Edith Palma, al prologar la segunda edición de la obra completa de
su abuelo Ricardo Palma, elogió la tesis de Haya de la Torre sobre la evaluación
social del gran autor de las Tradiciones peruanas. En sus estudios para su doc-
torado en Letras en San Marcos, Haya preparó una tesis que no llegó a presentar
por las desaveniencias que tuvo con uno de sus catedráticos. Varios años más
tarde,, en una carta dirigida al grupo director de Sagitario de Buenos Aires,
Haya expuso sus conceptos sobre el movimiento intelectual peruano y algunas de
sus ideas presentadas en la original tesis sobre Palma:

Personalmente, creo que Palma fue tradicionista y no tradicionalista. Creo que


Palma hundió la pluma en el pasado para luego blandirlo en alto y reírse de él.
Ninguna institución u hombre de la colonia y aun de la república escapó de la mor-
dedura tantas veces certera de la ironía, el sarcasmo y siempre el ridículo de la
jocosa crítica de Palma. Bien sabido es que el clérigo católico tuvo en la litera-
tura de Palma un enemigo y que sus "tradiciones" son el horror de frailes y monjas.
Pero por una curiosa paradoja, Palma se vio rodeado, adulado y desvirtuado por una
"troupe" de "gente distinguida", intelectuales católicos, niños bien y admiradores
de apellidos sonoros que, fustigados por la palabra de oro de González Prada -ene-
migo personal de Palma- fueron a refugiarse bajo la levita de éste y a empujarla
contra él180.

A este párrafo, al cual José Carlos Mariátegui se adhirió y alabó, es al que


se refiere encomiosamente la nieta de Palma al decir:

Débese reconocer esta valoración social de la obra de Palma a Víctor Raúl Haya de
la Torre: El mismo punto de vista del escritor político lo adopta, más tarde, José
Carlos Mariátegui al glosarlo agudamente en su Ensayo sobre el Proceso de la Lite-
ratura. Ambos escritores coinciden, pues, en rescatar la figura de Palma" mejor di-
cho su obra181.

En 1953 Pedro Rumichaca, desde Bolivia, corroboraba la tesis proporcionando


numerosos ejemplos de las mal cotizadas ideas liberales del tradicionista pe-
ruano182.
Otra contribución literaria de importancia es su carta a Mariátegui que envió
desde Londres, el 2 de noviembre de 1926, y en la cual le presenta su tesis so -
bre el valor político de la literatura:

Notará usted que en todo instante relaciono yo el movimiento intelectual con la


política. No debe extrañarle el hecho simplemente porque sepa usted que soy estu-
dioso de cuestiones políticas y económicas y obrero de una causa de reivindicación
social a cuyo programa he entregado mi vida.
No soy literato ni pretendo serlo, pero en mis cansancios de estudio o en mis fa-
tigas de lucha busco casi siempre reposo en la literatura, particularmente en cier-
ta literatura fundamental. Leyendo así lentamente he llegado a hacer pasar por mis
ojos muchos, muchísimos libros literarios y he llegado a formarme un juicio "polí-
tico" del valor de ella, o, explicándome mejor, he llegado a encontrar que lo polí-
tico en la literatura es uno de los más decisivos factores, sino el que más, en el
poder de eternidad de las grandes obras183.

Comentando la aserción de Bernard Shaw de que el periodismo puede reclamar el


Chang - Literatura política 145
derecho de ser la más alta forma de literatura, Haya opina que el periodismo es
fundamentalmente político y luego sostiene:

Me parece que la Iliada y la Odisea, por ejemplo, están basadas en hechos políti-
cos que es preciso demostrar; me parece que en la literatura griega encontramos ese
valor político, ya simbólica, ya concretamente expresado, muy frecuentemente. Pa-
sando a saltos, hallo en La Divina Comedia ese mismo factor político, muy profundo;
Dante como proscrito de un partido, escribe toda aquella obra maravillosa con un
sentido y una inspiración política, sin duda. En el Quijote como en El Alcalde de
Zalamea, en La Estrella de Sevilla, en todo lo más grande y eterno de la literatura
clásica española, desde el Poema de Mío Cid encontramos un nuevo factor político.
Don Quijote- ya lo había insinuado en una carta a la juventud dominicana- represen-
ta una tragedia de indisciplina, de dislocación política, de desorganización y de
desproporción: Don Quijote es un político militante con un programa de justicia, de
reivindicación, de bien, de renovación y con un impulso revolucionario profundo.
Don Quijote se lanza a componer el mundo, solo, con el individualismo que España
ostenta hasta hoy como causa de su definitivo desastre político. La indisciplina de
Don Quijote, su falta de sentido realista, su programa político y su incapacidad
para encontrarle la verdadera técnica de aplicación, representa para mí lo más fun-
damental, lo eterno de la tragedia de aquel inadaptado luchador... cuya falta de
realismo, cuyo anarquismo idealista lo lleva a la derrota. Don Quijote es loco, no
por los fines de justicia y de corregir los entuertos del mundo que perseguía, sino
por su irrealidad para ver dónde debía atacar y cómo debía atacar...184

Haya cree que El Alcalde de Zalamea y La Estrella de Sevilla resucitan la


tragedia política del poder real y el popular. En las obras de Shakespeare en-
cuentra simbolismo y eternidad política: Richard III es superior a Macbeth por-
que su interpretación política es mejor. El Mercader de Venecia, Julio Cesar y
El Rey Juan, tienen "un simbolismo político actual que se siente vivir en noso-
tros". Haya ve en la literatura de Tolstoy, Gorky, Dostoievsky y Pushkin, el re-
flejo de la tragedia rusa. Sobre los literatos contemporáneos que escriben con
emoción política, dice:

...Anatole France es un literato político. Sus obras están hechas todas sobre
problemas políticos más o menos actuales. Rolland es otro gran literato político,
amén de militante. Lo mismo Wells; y Shaw, "periodista", como él se llama, es emi-
nentemente político, sin duda alguna, y el más político de todos. Recordemos Cesar
y Cleopatra, sátira maravillosa contra el imperialismo inglés; recordemos Androcles
y el León, Las Islas de John Bull, Los Incas de Jerusalén, Santa Juana, Vuelta a
Matusalén, Hombre y Superhombre, y recordemos que las obras de Shaw menos políti-
cas, como La profesión de Mrs. Warren, -censurada por cuarenta años-, no despierta
tan inmenso interés como aquéllas...185

Concluye la interesante carta de Haya con una invocación a su amigo Mariáte-


gui y a sus compañeros del Perú para que reivindiquen la literatura y el arte
peruanos, así como la historia y las masas oprimidas, sin olvidarse de los es-
critores y de los artistas provincianos, abusados por el "civilismo oficial in-
telectual".
En cuanto a su influencia en el terreno filosófico, citemos que en la intro-
ducción a su libro La filosofía del marxismo y el Sr. Haya de la Torre escribe
un conocido comunista sudamericano:

Porque si bien en la actualidad, Aprismo existe solamente en Perú [sic], las


ideas sociales y filosóficas que debate Haya de la Torren pregonero de una preten-
dida "superación dialéctica del marxismo" en la América del Sur, se difunden conti-
nuamente y exigen ser radiografiadas también continentalmente por la crítica...186

Debido al gran arraigo que han tenido sus ideas en el Perú y en los demás
países hispanoamericanos, varios gobiernos, cámaras legislativas y muchas perso-
nalidades científicas y literarias, así como prominentes políticos de casi todas
las tendencias políticas, gremios nacionales e internacionales,, intercedieran
por su libertad de la Embajada de Colombia, en donde se lo mantuvo encerrado
desde enero de 1949 hasta abril de 1954.
De todos los honores que le han rendido desde su libertad de la Embajada de
Colombia, el más significativo es el que le ofreció la Universidad de América el
15 de mayo de 1954. El Consejo Directivo de esa institución, presidido por el
rector Baldomero Sanín Cano, resolvió:

146 Chang - Literatura política


1. Exaltar el nombre de Víctor Raúl Haya dé la Torre como ejemplo para las
juventudes de América.
2. Conferirle el título de Doctor Honoris Causa en la Especialidad de Huma-
nidades, de acuerdo con los estatutos y acuerdos de la Universidad, y celebrar en
acto público la conferencia de este título187.

Haya de la Torre es pues uno de los líderes políticos más influyentes de la


América Latina. Su influencia intelectual, como se ha visto, ha sido reconocida
dentro y fuera del Perú. Nadie mejor que Romain Rolland ha resumido su misión
histórica al afirmar que es "el hijo del Sol", por estar animado de "la pasión
por la verdad y la pasión acezante por la humanidad" sostiene la desdicha del
pueblo peruano "caído en el fondo de la noche".

160 Entre las muchas conferencias, declaraciones y artículos en los que Haya ha abogado por la fra-
ternidad chileno-peruana y el abandono del "odio de nuestros abuelos", se encuentran las confe-
rencias que dictó en Chile durante su visita de 1922; sus declaraciones que aparecieron en La
Crónica de Lima del 21 de junio de 1922; su artículo de mayo de 1925: "Desenmascaremos a los
demagogos del chauvinismo...", Por la emancipación de la América Latina, pp. 85.87; y su carta
abierta a don Joaquín García Monge, "Sobre la cuestión de Tacna y Arica", Repertorio Americano,
XIII, 18 (13 Nov. 1926), 286.
161 Partido Aprista Peruano, Federación Aprista Juvenil, Código de Acción FAJ (Lima: Edit. Coop.
Aprista Atahualpa, 1934), pp. 4-8.
162 Interesante apreciación dada por el profesor argentino Gregorio Bermann, Juventud de América
(México: Ediciones "Cuadernos Americanos", 1946), p. 159. Entre los destacados miembros de la
FAJ que han escrito sobre la organización están: Andrés Townsend Ezcurra, "La Nueva Juventud
Aprista del Perú", Claridad (Buenos Aires), mayo de 1935; autor también de "La muchachada
aprista", Claridad, noviembre de 1935; y Nicanor Mujica Alvarez Calderón, "Forja el Aprismo una
nueva juventud", Apra (Buenos Aires), enero de 1935.
163 "Recuerda sus días de prisión V. R. Haya de la Torre", Repertorio Americano XXX, 14 (13 abril
1935) 312.
164 El autor de este trabajo estuvo presente en esta reunión que tuvo lugar en el Hotel Belmont
Plaza de Nueva York, el 6 de abril de 1948.
165 En 1928 la más tarde proclamada "Juana de América", publicó en Renovación de Buenos Aires su
"Profesión de Fe", en uno de cuyos párrafos declaraba: "Yo vengo ahora espontáneamente a poner-
me bajo las banderas de ese grupo juvenil que lucha y sufre por la autonomía real e ideológica
de América (Apra). Nunca he sido combativa, siempre el ensueño me ha tenido presa en su red. En
realidad no sé, compañero Seoane, de qué pueda servirles una mujer que no tiene el espíritu ni
la voz hechos para el combate. Pero el impulso de estar junto a ustedes es incontenible; un re-
cio convencimiento de corazón y de conciencia me empuja al lado de ustedes. Háganme un lugar en
las filas. Ya veremos luego en qué forma he de ser útil y de qué modo me ganaré el lugar que
pido a los trabajadores manuales e intelectuales de América". La profesión de fe de la notable
poetisa uruguaya fue reproducida en Repertorio Americano, XVII 19 (17 Nov 1928) 291.
166 Alberto Masferrer, notable escritor centroamericano, autor de numerosos libros de valor, escri-
bió el 26 de octubre de 1928 una declaración de fe que se publicó con el nombre de "la misión
de América". En uno de los párrafos, declaraba:
"Aprista soy: es decir, soldado de la Independencia Americana sirviendo en las mismas filas en
que sirven Alfredo Palacios, Manuel Ugarte Juana de Ibarbourou, Julio R. Barcos toda la juven-
tud argentina Haya de la Torre, Esteban Pavletich, Magda Portal, Gabriela Mistral José Joli-
bois, la juventud de México, Joaquín García Monge, Froylán Turcios y Augusto Sandino" Reperto-
rio Americano, XVIII, 1 (5 enero 1929), 4-5.
167 F. Cossío del Pomar, Haya de la Torre, el indoamericano (1946), pp. 176-177.
168 El proceso de Haya de la Torre, pp. 145-183.
169 Cossío del Pomar, Haya de La Torre, el indoamericano (1946), p. 193.
170 Léase el apéndice intitulado "Clamor mundial por la vida y libertad de Haya de la Torre", que
sus compañeros argentinos y peruanos de Buenos Aires insertaron al final del libro que publica-
ron al cumplirse los 400 días de su prisión: Construyendo el Aprismo, pp. 2-4-238.
171 Léase su artículo de elogio a Abd-El-Krim por su resistencia contra el invasor francés, que
lleva por título el de "El asesinato de un pueblo", Repertorio Americano XI 7 (19 Oct. 1925)
98-99.
172 En una carta abierta a un aprista costarricense, Haya le cuenta, en 1930, que, mientras en la
América Latina le han. impedido hablar contra el imperialismo, en los Estados Unidos ha hablado
con entera libertad y recuerda las universidades norteamericanas en las que había hablado hasta
entonces Léase la "Carta de Haya de la Torre a don Víctor Guardia Quirós", Repertorio Ameri-
cano; XX, 10 (8 marzo 1930), 150.
173 C. Beals, "Aprismo, the Rise of Haya de la Torre", Foreign Affairs, (N.Y.), vol. 13 No. 2
(Jan., 1935), 245-246.
174 Idem., América ante América (Santiago de Chile: Zig Zag, 1940), pp. 357-358.
175 W. G. Fletcher, "Aprismo Today; an Explanation and a Critique", InterAmerican Quarterly, vol. 3
(Oct. 1941), 15.
176 J. Gunther, Inside Latin America (N. Y.: Harper and Brothers 1941), pp. 201, 208, 212. El Drama
de la América Latina (Buenos Aires: Claridad, 1942) pp 193, 199, 203.
177 Ray Josephus, "Uncle Sam's Latin Salesman", Colliers, vol. 122 (Oct. 16, 1948), 62.
178 Consúltese "Los intelectuales argentinos envían un mensaje... a Haya de la Torre felicitándolo
por su regreso a la patria", Repertorio Americano, XXII, 19 (23 mayo 1931), 295.
179 El mensaje fue fechado en San José de Costa Rica, en agosto de 1931 y apareció en la principal
publicación de ese país: "Pro Haya de la Torre", Repertorio Americano, XXIII, 12 (26 Sept.

Chang - Literatura política 147


1931), 192.
180 La carta fue fechada en Londres, el 10 de septiembre de 1925 y apareció en su libro Por la
emancipación de la América Latina, p. 139.
181 Edith Palma en su prólogo a la segunda edición de Ricardo Palma, Tradiciones completas (Madrid:
Edit. Aguilar, 1952), p. XXV.
182 Léase su interesante artículo que se publicó al año siguiente: P. Rumichaca, "Ricardo Palma
'tradicionista pero no tradicionalista'", Repertorio Americano, XLVIII, 13 (15 marzo 1954),
193-197. En 1955 apareció en México una separata de este artículo en 11 páginas.
183 La carta fue publicada por Mariátegui con el título de "Nuestro Frente Intelectual", en Amauta,
No. 4 (Dic. 1926) 3-8. Fue reproducida en Por la emancipación de la América Latina, pp. 171-
172.
184 Por la emancipación de la América Latina, pp. 175-176.
185 Ibid., pp. 177-178.
186 Rodnay Arismendi, La filosofía del marxismo y el Sr. Haya de la Torre (Montevideo: Edit. Améri-
ca, 1946), p. 18.
187 Publicado por El Tiempo (Bogotá), 25 junio 1954, y reproducido por Repertorio Americano, XLVI-
II, 15 (15 junio 1954), 232.

CONCLUSIÓN

Al estudiar la vida de Manuel González Prada José Carlos Mariátegui y Víctor


Raúl Haya de la Torre se ha visto que en gran parte hemos estudiado la historia
del Perú del último siglo de su existencia republicana. En pocos países la bio-
grafía de uno o más hombres coincide tanto con la vida del país. Afortunadamente
para el Perú, la vida ejemplar de estos escritores ha servido de estímulo vivi-
ficante para sus últimas generaciones de intelectuales y obreros. De todas mane-
ras, en el Perú se ha cumplido lo que generalmente se observa en la historia de
la América Morena: algunos de sus períodos pueden ser historiados con la suma de
las biografías de sus hombres más eminentes.
González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre no han sido productos del aca-
so. Los tres reformadores aparecieron. en la literatura y en la arena política
del Perú como líderes intelectuales de dos generaciones resueltas a luchar por
la democratización de su patria; generaciones que, por coincidencia, se formaron
en dos períodos de postguerra: la de González Prada, después de la Guerra del
Pacífico; la de Mariátegui y Haya, después de la Primera Guerra Mundial.
La rica e intensa vida de los tres casi traza el mismo derrotero ascendente;
está salpicada de infatigables batallas en el terreno de las letras y de la ac-
ción cotidiana para superar la literatura y reivindicar a las masas desposeídas
del país, hundidas en las profundidades de la miseria física y mental, a las que
las arrojaron el desgobierno de la mediocridad prepotente, heredera de los que
detentaron el poder con la conquista.
El romanticismo hizo su aparición en el Perú después que en los demás países
de América. Y durante el cuarto de siglo que imperó (1850-1875) no produjo en el
Perú los cambios que ocasionó en Europa, en la Argentina, en Chile y en otros
países de América. No obstante sus efectos negativos, en el Perú también resultó
el movimiento encajando en la definición de Víctor Hugo: el romanticismo era a
la literatura lo que el liberalismo era a la política. Al liberalismo ineficaz
de esta época correspondió un romanticismo innocuo y anémico. Es que el clima
político imperante no permitía el libre desarrollo de ninguno.
En este Perú retardado en literatura, en política, en economía y en todas las
ciencias, artes y disciplinas que hasta entonces se conocían en el país, Gonzá-
lez Prada vivió sus primeros años de juventud. Siendo esencialmente un artista,
se sintió asfixiado en esta atmósfera carente de libertad y colmada de corrup-
ción. Sabía que el arte no puede florecer a menos que goce de libertad, por eso
su alma artista comprendió que no podría desenvolverse bien si servía a los dic-
tados de la minoría militarista, clerical y plutocrática que gobernaba el país.
El rehusó engrosar las filas de los mediocres y dilettanti oportunistas. Prefi-
rió rebelarse contra las normas literarias anticuadas, contra la clase dominan-
te, contra el viejo orden o desorden establecido. Así fue cómo resolvió, por me-
dio de sus escritos, romper los moldes del pasado, las limitaciones que a su
cuerpo y a su mente trataban de imponerle. Su labor de propaganda y ataque se
resumió en su célebre grito: ¡Los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba! En
González Prada se cumplió lo que su contemporáneo Lenin quería del arte: un me-
dio de lucha, de propaganda, de acción.
Esa lucha, esa propaganda y esa acción iniciadas por González Prada fueron
continuadas por dos de sus más egregios discípulos, a quienes él les legó la ar-

148 Chang - Literatura política


dua tarea de reformar al Perú: José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la
Torre.
Una corriente literaria genuinamente americana preparó a la generación que
secundaría la literatura y la acción de Mariátegui y Haya. El mundonovismo, úl-
tima etapa del modernismo, había reaccionado contra el exotismo y el cosmopoli-
tismo disfrazado de las primeras etapas del modernismo. Ahora se intentaba ex-
plorar las posibilidades estéticas del Nuevo Mundo. El movimiento desarrollado
llevó a la literatura hispanoamericana por su propio sendero, alejándola de la
literatura extranjera, de la francesa principalmente, para enfocar los problemas
de su tierra. Desde entonces los escritores hispanoamericanos sueñan con un por-
venir halagüeño en el que tengan cabida todos los indoamericanos, sin distinción
de razas ni de clases. Con pocas excepciones, los nuevos escritores se acercan a
las masas. El pueblo les preocupa más que la élite. La independencia de la retó-
rica y la prosodia tradicional se hace más. completa. Ya no se inspiran tanto en
lo extranjero y lo extranjerizante porque han descubierto todo un inmenso conti-
nente con millones de parias por quienes trabajar. Ahora cantan a su tierra, a
sus razas y, sobre todo, a su futuro prometedor. La virilidad es la nota predo-
minante de la nueva literatura americana. Virilidad y prepotencia, que en el
caso de Chocano se convirtió en agresividad retórica, porque en este mundonovis-
ta no había muerto el gusto "mandarinesco" del amante de la torre de marfil.
La Revolución Mexicana, la Revolución Rusa y la Reforma Universitaria Argen-
tina ayudaron a la democratización de la intelligentsia peruana, la cual, si-
guiendo la recomendación de Prada y el espíritu dinámico de organización de
Haya, se alió con los obreros para formar la alianza de trabajadores manuales e
intelectuales que desde 1924 se constituiría en el Apra.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana, a la que durante sus primeros
años perteneció Mariátegui, incorporó en su programa de acción inmediata para la
salvación del Perú muchas de las ideas políticas de Prada, gran parte de su fer-
vor anticlerical y todo su programa indigenista.
En el presente estudio hemos constatado que la lucha anticlerical que inició
González Prada en el Perú tuvo las mismas características del liberalismo euro-
peo del siglo XIX del que estaba bien saturado. Mariátegui y Haya de la Torre no
recogieron las ideas religiosas del Maestro, pero hicieron suya la lucha por la
eliminación de la influencia clerical en el Gobierno. Mariátegui, no obstante su
confesado marxismo, no se atrevió a combatir con la determinación de Haya de la
Torre. Su excusa se fundaba en la clásica interpretación del materialismo histó-
rico, es decir, que resueltos los problemas económicos del Perú, el problema del
clericalismo desaparecería de manera concomitante. Haya, en cambio, ha insistido
en qne, cualquiera que sea la situación del Perú, la Iglesia debe estar comple-
tamente separada del Estado. Las acusaciones de que el aprismo predicaba la
irreligiosidad o el anticatolicismo, como se ha visto, han sido completamente
falsas. La literatura antiaprista de los clericales estaba basada en la defensa
de sus intereses mezquinos porque ellos sabían que el Estado democrático aprista
amenazaba destruir los privilegios, los abusos y los engaños. La literatura
aprista que podría catalogarse como anticlerical fue una literatura defensiva y
de polémica para rebatir las calumnias contra el Apra. Tan es así que una vez
que se sosegó la campaña de desprestigio manipulada por los clericales, muy poco
es lo que los apristas han escrito sobre la posición del partido frente a la
Iglesia.
Gran parte del credo político de González Prada, con la notable excepción del
anarquismo bakuniano que el Maestro abrazó en sus últimos años, fue incorporado
dentro de la ideología política de Mariátegui y Haya de la Torre.
Mariátegui tuvo sus años de vacilación política a consecuencia de las falsas
impresiones que adquirió en Europa y la campaña de intrigas que se tejieron en-
tre él y su compañero de lucha trujillano: Mariátegui, marxista convicto y con-
feso, coqueteó con el comunismo, pero en los últimos meses de su vida se inclinó
hacia la tesis indoamericana que propugna la solución de los problemas america-
nos con medidas netamente americanas. La muerte interrumpió su labor de reetifi-
cación que le debía a sus compañeros intelectuales y obreros a quienes contagió
con su fervor revolucionario.
Haya de la Torre, en cambio, desde el principio de su lucha reformadora ha
pedido que América solucione sus problemas por sí sola, después de descubrir su
realidad. Para conseguir estos fines fundó la Alianza Popular Revolucionaria
Americana, a la cual le dio un trasfondo filosófico con su teoría del Espacio-
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Tiempo histórico,.
Hasta la aparición del aprismo en el Perú no había existido partido político
verdadero. De allí que el partido de Haya muy pronto ganase a sus filas a la ma-
yoría del pueblo y de los intelectuales peruanos. Y si en realidad todavía no ha
conquistado el poder, el Apra le ha fijado un nuevo giro a la vida del país.
Después de todo, Haya mismo ha dicho que la misión del aprismo es llegar primero
a la conciencia del pueblo antes que al Palacio. A la Casa de Pizarro llega
cualquiera si sabe jugar las cartas de la baraja política peruana: "con oro y
bastos o con copas y espadas".
Al estudiar el indigenismo de estos tres escritores hemos notado que las
ideas de los tres coinciden en gran parte. González Prada fue el primero en el
país en proclamar que el problema indígena era no solamente educacional, sino
también político, económico y social. Mariátegui sostuvo lo mismo y sólo alteró
los factores. Para él, el problema era primordialmente económico, luego políti-
co, después social y educacional. Haya, por su parte, concibió el problema indí-
gena como un problema que era igualmente político, económico, educacional y so-
cial. Pero a diferencia de los demás indigenistas de América, Haya cree que al
indio debe defendérselo no porque sea indio, sino porque es explotado. Haya se
ha dado cuenta de que así como hay indios oprimidos, también hay indios opreso-
res. El está interesado en combatir a todos los explotadores y en defender a to-
dos los explotados, sin distingo étnico, ni clasista, ni religioso. Es signifi-
cativo anotar que, siguiendo la interpretación aprista del problema indígena,
muchos escritores peruanos han conquistado renombre internacional. Entre ellos
sobresalen Ciro Alegría, Luis Alberto Sánchez y Antenor Orrego, por su prosa;
Serafín del Mar, Guillermo Mercado, Julio Garrido Malaver, Guillermo Carnero
Hoke, Felipe Arias Larreta y Mario Florián, por su poesía; y Felipe Cossío del
Pomar por su arte.
En cuanto a la influencia literaria y política de González Prada, se ha visto
que son los conservadores han reconocido el valor que la prosa, la poesía y las
ideas políticas del Maestro han tenido en la formación intelectual y artística
de las generaciones peruanas que aparecieron después de la Guerra del Pacífico.
La crítica internacional ha reconocido a González Prada como uno de los mejores
literatos latinoamericanos de profunda raigambre social, colocándolo con Sar-
miento, Montalvo y Martí entre los clásicos de la literatura hispanoamericana.
La influencia intelectual de Mariátegui y Haya de la Torre ha sido difícil de
medir debido a su contemporaneidad. Los escritos de ambos han sido leídos en el
mundo de habla castellana. Críticos, en varios idiomas, han evaluado la magnitud
del pensamiento del primero y el alcance trascendental del pensamiento y acción
del segundo. La mayoría concuerda en afirmar que Mariátegui es el marxista más
importante que ha producido el mundo de habla castellana y que Haya de la Torre
es el político de más popularidad de Indoamérica de hoy, el más influyente del
pueblo-continente que él trata de unificar. Los tres, pues, Maestro y discípu-
los, son, por sus escritos y por su acción, la tríada intelectual sobre la que
descansará el Nuevo Perú que se está formando.

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