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LA LÍRICA EN EL GRUPO POÉTICO DEL 27

1. Introducción
A lo largo de los años veinte se va configurando una nueva estética que fragua en lo que por
entonces se llamaba “joven literatura”. Una serie de poetas que asimilaron la rica tradición literaria
española y se imbuyeron en las nuevas corrientes de vanguardia configuran el grupo poético del 27.
La fecha hace referencia a acontecimientos significativos. En 1927 se conmemoró el tercer
centenario de la muerte de Góngora, y un acto celebrado en el Ateneo de Sevilla reunió a la mayoría
de los miembros del grupo. Fueron publicaciones extranjeras las primeras en presentar, en 1924, a
los jóvenes componentes de esta generación que se habían dado a conocer de forma aislada. La
primera presentación colectiva fue en la revista parisina de Valéry Larbaud, Intentions (núms. 23 y
24, primavera de 1924). Para entonces, 1924, están ya establecidas entre los miembros de la joven
literatura bastantes relaciones personales, ceñidas al interés literario y específicamente poético. La
Residencia de Estudiantes fue, con sus conferencias, exposiciones, tertulias, representaciones
teatrales, etc. un lugar decisivo de encuentro de estos poetas; lugar donde imperaba el espíritu del
krausismo, que propugnaba elites capaces de educar la sensibilidad de los españoles como base de la
regeneración social y política.
Las revistas desempeñaron un papel muy importante porque en ellas se gestó y se difundió gran
parte del pensamiento estético que sustentaba la obra de los poetas. Fue en algunas de las revistas
vanguardistas donde los poetas empezaron a desvelarse: La Gaceta literaria, Cruz y Raya, Caballo
verde para la poesía, Gallo, entre otras. Paralelas a las revistas vinculadas a la vanguardia se hallan
tres publicaciones de Juan Ramón Jiménez, poeta por el que los jóvenes sentían devoción total:
Índice, Sí y Ley. La primera debe considerarse (1921-1922) como el germen de lo que serían las
revistas del 27, en ella se evidencia el interés por los clásicos del Siglo de Oro y por la poesía popular.
Merece especial atención Revista de Occidente, cuyo director, Ortega y Gasset, no sólo acogió y
respaldó a los poetas del 27 en sus números y en las publicaciones anejas sino que ayudó a difundir
sus principales teorizaciones estéticas y literarias: el cubismo en cuanto género; la relación entre
poesía, artes plásticas, arquitectura y música; la poesía pura, el afán de reivindicar a Góngora, la
deshumanización del arte; el surrealismo.
Dámaso Alonso es quizás quien ha contribuido más a definir la idea del 27 que en su artículo de 1948
“Una generación poética” trazó el esquema fundamental de los que habían de ser componentes del
grupo. Cita a los poetas que con él viajaron a Sevilla para el homenaje gongorino: Jorge Guillén,
Gerardo Diego, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Chabás. Y aunque no les acompañaron,
completa el grupo con los siguientes nombres: Salinas, Cernuda y Aleixandre.
2. Características generales
Con insistencia declaran los poetas que el grupo no se alza frente a nadie. Si se autocalificaban de
joven literatura es en contraposición del modernismo. El año antes Ramón Gómez de la Serna había
anunciado el advenimiento de una nueva literatura que estaría definida por el rechazo del
sentimentalismo, de la servidumbre al discurso conceptual y por la concentración de la mirada en lo
instantáneo.
La variedad es una característica esencial de la generación del 27, como afirmó Dámaso Alonso era
una generación que acumulaba valores individuales. Les aunaba una intención innovadora, de
renovar sensiblemente el panorama literario. Surge el arte nuevo vinculado en España a las teorías
de la deshumanización del arte de Ortega y Gasset, que observa una serie de características, clásicas
en los estudios de la época: afán de originalidad que conlleva a veces la falta de sentido lógico y que
formalmente se expresa por diversos medios. Hermetismo; una poesía destinada a la minoría
selecta. Autosuficiencia del arte; persecución del ideal de poesía pura ajena a todo lo humano.
Antirrealismo y antirromanticismo; esto es una ruptura absoluta de los cánones tradicionales.
Sobrerrealismo; intento de superación de la realidad culminando en el movimiento surrealista.
Intrascendencia; el arte debe carecer de toda trascendencia moral, social o filosófica. Estos
supuestos fueron la base en la que la nueva literatura se apoyó a la hora de surgir como un
movimiento poético innovador.
En cuanto a la incidencia de los ismos en estos jóvenes poetas es indudable. Tanto el ultraísmo y el
creacionismo españoles como el cubismo francés marcan un nuevo quehacer poético; asimismo las
nuevas corrientes pictóricas y musicales (Juan Gris, Picasso, Stravinsky, los artistas de la escuela de
Praga, etc) también es probable que tuvieran su influjo en el nacimiento de este espíritu nuevo. Los
poetas del grupo del 27 intentaron hacer una poesía más construida por la creación de nuevas
estructuras. Un poema se convierte entonces en un objeto literariamente autónomo. Es cierto, sin
embargo, que esta preocupación por la construcción verbal y por el ritmo sintáctico era ya muy
notable en la época de Juan Ramón Jiménez. Posiblemente fuera este poeta quien en España empleó
esta especie de verso libre en función de una arquitectura de conjunto. Es de considerar la influencia
del surrealismo, que como es sabido no existe en España como movimiento, pero sí podemos
extraer de la obra de muchos poetas aquellos propósitos que les vinculan al ismo. Existe una técnica
que todos emplearon y es la más típica e inconfundible de la estética surrealista: la escritura
automática. En la poesía surrealista española el poeta se limita a escoger y reordenar su material
irracional, sin preocuparse de que sea coherente. En este periodo fue cuando el verso largo se afirmó
en la poesía española y quedó definitivamente implantado.
En referencia a la tradición tenemos que constatar el regreso de los poetas a nuestra tradición, la
oral y la escrita. La incidencia de los cancioneros de los siglos XV y XVI, la importante vuelta a los
clásicos castellanos, especialmente propiciada por el reconocimiento de Góngora y a otros poetas de
los Siglos de Oro, es única en los movimientos literarios europeos del siglo XX, y se combina con la
incorporación de la tradición oral, de la poesía de tipo tradicional, que constituye con Lorca y Alberti
lo que se vino a denominar “neopopularismo”. En este orden de cosas habría que incluir las etapas
neobarrocas o neoculteranas, en el caso de Alberti, o neologistas, en los de Lorca y Diego, como
experimentos genuinos de este grupo poético, que consigue así una interesante simbiosis entre
tradición y modernidad.
3. Temas
Los temas más tratados en la poética del 27 son tres según Juan Manuel Rozas en su obra El grupo
poético del 27 (1980): la ciudad, la naturaleza, el amor y el compromiso. La primera se presenta
como una ciudad de los hombres en la que entran en juego todos los elementos de la vida moderna,
culminando en la representación máxima de la ciudad para la literatura de la época: Nueva York. Los
temas de la naturaleza y el amor tienen una interpretación nueva frente a la literatura y a la retórica
tradicional. El paisaje es ahora urbano y los objetos de cada día son elementos alrededor del poeta.
El amor se desenvuelve de forma desnuda y admite todas las posibles manifestaciones con un
sentido de libertad. La naturaleza concebida unas veces como entorno, en otras se convierte en parte
del yo poético, que llega en algunos casos a una visión panteísta. Otro tema que se ha citado es el
compromiso; compromiso con su tiempo; compromiso con las artes y las letras (las recurrencias
constantes al mundo de la música en Diego, Lorca, Guillén, Cernuda; a la pintura, en Alberti) y de
compromiso con los amigos. Homenaje de Jorge Guillén vendría a representar la culminación de ese
compromiso con el mundo de la creación artística y de la amistad. En cuanto al compromiso político
y social, Rozas lo ha resumido en tres etapas fundamentales: una, anterior a 1936, con Poeta en
Nueva York y las obras de Alberti y Prados como primeros avances, sin olvidar La realidad y el deseo
de Luis Cernuda; la segunda muy activa, durante la guerra civil y la tercera, durante el exilio.
Sólo un gran tema no abunda: el religioso, a excepción de Gerardo Diego. De todos modos la
preocupación por lo religioso se halla en Lorca, pero es después de la guerra cuando más aparece,
firmada por Alonso o Altolaguirre. Y de forma agnóstica y a veces anticristiana se preocupan del final
del hombre Prados o Cernuda, entre otros.
Otro tema ineludible y novedoso es el de la tecnología. Así Gerardo Diego, Pedro Salinas y sobre todo
García Lorca con Poeta en Nueva York han poetizado a la máquina, en su etapa más vanguardista.
Tras los primeros fervores maquinísticos viene un momento de reflexión y de crisis, sucumben a la
desilusión y desencanto ante las consecuencias de la industrialización y las convulsiones históricas de
su tiempo. La angustia personal de Rafael Alberti en Sobre los ángeles o de Federico García Lorca en
Poeta en Nueva York provocan una poesía tempestuosa, desordenada, que rompe moldes y
tradiciones formales para encarnar su descontento, su amargura y protesta, en un nuevo lenguaje
desquiciado y caótico como el mundo que tratan de proyectar.
4. Lengua poética y métrica
Si hay algo que caracteriza a este grupo son las novedades que en torno a la lengua poética
aportaron. El campo de la imagen y de la metáfora constituye el campo de mayor interés. La
metáfora para estos poetas modernos es mucho más que una operación puramente intelectual; es
también un proceso mágico, por su poder creativo. En relación a la métrica hay que advertir la
variedad por el uso constante y común de las estructuras tradicionales al tiempo que se incorpora la
métrica más renovada. En el campo de la estrofa todos los poetas realizan una labor destacable. Si
comparamos la métrica de estos poetas con la del Modernismo, la primera impresión es que se ha
operado una reducción: se renuncia a muchas de las brillantes y sonoras variedades de versos que
usaron los modernistas; se prefieren formas más sencillas, pero, junto a las formas tradicionales y
clásicas, los poetas del grupo desarrollaron ampliamente el verso libre y el versículo. Otro de los
campos en los que los del 27 ofrecen una mayor aportación al acervo métrico español es el de las
canciones de tipo tradicional. Tanto la tradición culta como la popular se combinan en estas
prácticas métricas en las que el ritmo y la espontaneidad revelan intuición y sublimación de los
elementos populares.
5. Autores
Llegados a este punto de nuestra exposición nos referiremos a los poetas de mayor trascendencia del
grupo del 27, a los que ya nos hemos ido refiriendo. Cada uno de ellos es susceptible de ser tratado
en un exhaustivo trabajo monográfico que aquí no podemos llevar a cabo; por ello, los vamos a
abordar con el propósito de hacer una aproximación a su trayectoria poética.
Pedro Salinas (Madrid, 1891- Boston, 1951). La producción literaria de Salinas abarca todos los
géneros: poesía, narrativa, teatro, ensayo…Pero es en la poesía donde su personalidad alcanza un
relieve más significativo. Su poesía puede dividirse en tres grandes etapas, representada cada una de
ellas por tres libros poéticos. Tras un período inicial que se extendería desde 1923 a 1931 y
comprende los libros Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931), desarrollaría lo
que Guillén denomina “ciclo verdadero”, formado por sus obras más valiosas: La voz a ti debida
(1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (publicado completo en 1975). En la década de los
cuarenta tendría lugar la tercera etapa, formada por El Contemplado (1946), Todo más claro y otros
poemas (1949) y Confianza (publicado póstumo en 1955). La época más interesante es la que
comprende sus tres libros centrales, con los que Salinas se convierte en uno de los poetas amorosos
más destacados de todos los tiempos. Se trata de una trilogía en la que se canta la relación del poeta
con la amada, y a través de ella, con la realidad, que queda plasmada de forma muy original en el
entramado argumental de una historia amorosa. La voz a ti debida supondría el ascenso vital y
esperanzado de la pasión amorosa; Razón de amor sería la consecución de ese gran amor y su
sustentación; mientras que Largo lamento, ya escrito en América, vendría a representar el
alejamiento, la ruptura y el reencuentro imposible. La soledad, el exilio y la permanente relación del
poeta con la realidad, marcarán el espíritu de la obra escrita en América, que tendrá capítulos
magistrales como lo es El Contemplado, inspirado por el mar de Puerto Rico y las reacciones del
solitario ante su contemplación. El mundo de América quedará presente en sus otros libros del exilio,
especialmente en Todo más claro y otros poemas, que contiene el grito inconformista del hombre
contemporáneo ante la realidad hostil, representada por la sociedad de consumo y por la civilización
moderna capaz de construir armas tremendamente destructivas, como la bomba atómica, según se
canta angustiadamente en su magistral poema “Cero”.

Jorge Guillén (Valladolid, 1893- Málaga, 1984). Profesor universitario como Pedro Salinas. Fue
también lector de español en La Sorbona. En 1928 publicó Cántico. En medio del pesimismo del XX,
Guillén es un afirmador de la vida, si bien un afirmador intelectual. Es un grito entusiasta ante el
maravilloso espectáculo de los seres, ante su mera presencia.
Los tres libros de Clamor es una colección de poemas comprometidos con el momento histórico
donde el autor supera las premisas literarias iniciales de la Generación del 27. Poesía política, en
donde la voz se alza vigorosamente como lúcido testimonio de un país y de una época: el dolor y la
muerte en él son autobiográficos, pues vive en el exilio y acaba de morir su primera esposa. En 1967
publica Homenaje, done Guillén realiza una síntesis magistral de las dos tendencias previas, con una
poesía pura pero llena de referentes concretos. Ya en plena vejez, el poeta vallisoletano decidió
rendir tributo en esta obra a las personas, obras y acontecimientos históricos que mayor huella
habían dejado en su vida.

Gerardo Diego Para la crítica, la mayor importancia de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista.
Pero su obra poética mantiene un carácter unitario. Sus poemarios más notables dentro de la línea
clásica o tradicional son: El romancero de la novia (1918), Soria (1923), Versos humanos (1925), entre
otros. Sus principales libros vanguardistas son: Imagen (1922), Manual de espumas (1924)
y Limbo (1951).
Gerardo Diego permaneció fiel a su inspiración primera, a pesar de los diferentes estilos que intentó.
Muestra la lucha dialéctica entre la búsqueda de la autenticidad y la búsqueda de una poesía pura,
pero de valores humanos: la vertiente tradicional humana y la moderna vanguardista
deshumanizada. Ambas vertientes corren paralelas en él.
Dámaso Alonso (Madrid, 1898- 1990). También, como los anteriores, ejemplar señero de poeta
profesor. Excepcional filólogo y crítico literario. Pero va avanzando hacia una poesía de raíz
existencial, conmovido por los acontecimientos de la Guerra Civil española (1936-1939): Hijos de la
ira (1944), Hombre y Dios (1955) y Oscura noticia (1959) En los años cincuenta el propio Alonso se
incluye entre los practicantes de una “poesía desarraigada” en contraste con unas direcciones
poéticas coetáneas (poesía “heroica”, neoclasicismo garcilasista) alineadas con directrices de la
Dictadura o aherrojadas por ella. Dámaso Alonso ha calificado su libro como de protesta o de
indagación. Hijos de la ira surge de la contradicción entre el amor a la vida y el odio a la monstruosa
injusticia que preside todo el vivir. El estilo del libro viene marcado por el verso libre, estilo directo,
lenguaje prosaico, coloquial, de enorme variedad léxica. A la náusea existencial de la mayoría de los
poemas hace contrapunto solamente la presencia del amor de los seres, o de la madre, y la amada.
De Hombre y Dios desaparece la ira, más sereno, más analítico, más estructurado, aborda la vieja
relación entre el pequeño mundo del hombre y la divinidad. Por último, Duda y amor sobre el Ser
Supremo, compuesto entre 1984 y 1985, cierra un largo camino de meditación y de interrogación al
Dios personal.
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898- Víznar, Granada, 1936). A este hijo de una
familia de la pequeña burguesía granadina, cuantos le conocieron y en particular sus compañeros del
Grupo, lo calificaron siempre de criatura prodigiosa. En su obra lírica, así como en la dramática, en
gran parte escrita en verso, conviven armoniosamente elementos de las tradiciones popular y culta
españolas con innovaciones expresivas propias de la gran ola de ismos y vanguardias literarias de los
años veinte. Tanto Suites (1920-1921) como El Poema del cante jondo, libro publicado en 1931, pero
cuya redacción se remonta a finales de 1921, al tiempo que, con Manuel de Falla, preparaba un gran
homenaje a esa forma expresiva del alma andaluza, son elocuentes muestras de la alianza
específicamente lorquiana entre poesía y música. Las Canciones (1927) de los años 1921-1925
ilustran todo el arte festivo tradicional del poeta en combinación con las incipientes estéticas
innovadoras. Con el Romancero gitano (1928) Lorca obtuvo su primer gran éxito público. Al lado de
estos romances de corte tradicional entre narrativos, dramáticos y líricos, en los que se manifiesta el
gran mito de la Andalucía gitana, el poeta había intentado y logrado escribir una poesía bastante
diferente, de índole más abstracta, antifolclórica y más revolucionaria. Sus llamados poemas en
prosa y sus Odas ofrecen por una parte rasgos de la estética clásica española y por otras
manifestaciones de las últimas tendencias vanguardistas. Será esta última línea estética la que le
llevará a las formas expresivas más extraordinarias de Poeta en Nueva York (1929-1931), gestado
durante su estancia en la universidad de Columbia y publicado póstumamente en 1940: un estilo
desconcertante, un tono elegíaco de protesta y de desarraigo, un metaforismo desbordante, un verso
largo e irregular hacen de la obra el libro de un poeta en la calle. Los escasos libros de poesía que
nacen en los años 1931-1936 volverán a plantear el viejo binomio temático fundamental,
amor-muerte. Su voz lírica será menguante en cantidad pero cada día más esencial en calidad. Los
principales libros de esta época de purificación lírica son Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, el Diván
del Tamarit y los Sonetos del amor oscuro.
Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902- 1999) Estudió los primeros cursos del
Bachillerato en el Colegio de los jesuitas. De esta etapa ha dejado una pormenorizada evocación en
su libro de recuerdos La arboleda perdida, pero, además, muchas de aquellas experiencias escolares
reaparecerán, transfiguradas poéticamente, en el libro Sobre los ángeles. A los diecisiete años se
trasladó a Madrid con su familia. Esta separación del entorno infantil, este alejamiento de la raíz
originaria constituirá más tarde el núcleo temático del primer libro del autor, Marinero en tierra
(1924), y se extenderá con variantes a gran parte de su obra. Marinero en tierra sitúa a Rafael Alberti
en una corriente neopopularista que ya había ensayado en aquellos años Federico García Lorca. Dos
libros sucesivos, La amante (1926) y El alba del alhelí (1927) insisten en el cultivo de la canción de
estirpe folclórica, de metro corto y temática esencialmente amorosa, inspirada en modelos como los
de Gil Vicente o las composiciones recogidas en el Cancionero de Barbieri y en otras recopilaciones
de poesía tradicional. La breve etapa de las conmemoraciones gongorinas de 1927 deja su huella en
Cal y canto (1929), pero pronto la poesía de Alberti da un giro inesperado hacia formas mucho más
complejas y libres que cristalizan en el libro Sobre los ángeles (1929).
A lo largo de los años 1931 y 1932 es ya patente que ha decidido utilizar la poesía como instrumento
de lucha política. Libros como De un momento a otro (poesía e historia) (1937) y Poesía (1938)
recogen buena parte de la poesía política y comprometida de esos años. Los primeros años del exilio
argentino se materializan en el libro Entre el clavel y la espada (1941), que comienza una nueva
etapa a la que corresponden obras tan significativas como Pleamar (1944), A la pintura (1948) o
Retornos de lo vivo lejano (1952), donde es ya palpable la vuelta hacia el recuerdo, que invade la
poesía de Alberti. Esta mirada nostálgica reaparecerá en obras posteriores como Ora marítima
(1954) y Baladas y canciones de Paraná (1954). En los últimos años, Alberti cultivó esporádicamente
una poesía de circunstancias, prolongando sus antiguas Coplas de Juan Panadero, e intensificó su
dedicación al dibujo y al grabado.
Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-Madrid, 1984). Publicó Ámbito, su primer libro, en 1928. Su obra se
despliega en tres etapas sucesivas correspondientes a cada estadio vital del poeta: juventud,
madurez y vejez, precedidas por un libro inaugural Ámbito (1928), que representa un personalísimo
modo de entender la poesía pura. La primera etapa es de signo irracionalista, cercana al surrealismo.
Expresa su rebeldía social y el rechazo a ciertos convencionalismos. Integran esta etapa: Pasión de la
tierra (hacia 1930) y Espadas como labios (1932). Sigue a estos La destrucción o el amor (1935), para
muchos la obra cumbre del periodo irracionalista. La segunda etapa, de talante narrativo y realista,
abarca desde 1954 a 1965. Coincide con la madurez vital del poeta. Cuatro libros la componen:
Historia del corazón (1954), Los encuentros (1958), En un vasto dominio (1962) y Retratos con
nombre (1965). El lugar central de esta etapa lo ocupa el hombre y su azaroso devenir a través del
tiempo. La etapa final, que ha sido llamada “metafísica”, está formada por Poemas de la
consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974), títulos a los que podría añadirse el póstumo
En gran noche (1991), prolongación de los dos anteriores. El tema nuclear de esta etapa,
correspondiente a la vejez del autor, es la conciencia del propio vivir sometida a la sabia perplejidad
de los muchos años.
Luis Cernuda (Sevilla, 1902-México, 1963) Fue un poeta incomprendido y casi ignorado en su tierra
mientras vivió y paradójicamente pasó a ser luego uno de los poetas más influyentes en la posteridad
y uno de los más respetados y admirados por su calidad y originalidad. De clara raigambre romántica,
mesuradamente, con elegancia y ponderación clásicas, desnudó en sus versos su atormentada alma
de solitario, vertió en ellos su afanosa búsqueda de una belleza y un absoluto inaprensibles y
fugaces,, su angustiada pasión amorosa (esgrimiendo abiertamente su condición de homosexual, por
influencia de Gide) su aflicción por los avatares de su tierra y su alejamiento forzoso en el exilio, en
una poesía siempre escrita desde el yo, confesional, autobiográfica, aun cuando en los últimos libros
recurra veces a un personaje trasunto suyo (Lázaro, Los Reyes, Cortés…). En 1927 se publica Perfil
del Aire, acogido con cierta frialdad por la crítica, que ya entonces lo situó en la órbita de la “poesía
pura”, que seguía el magisterio de JRJ y Paul Valéry. Su segundo libro fue Égloga. Elegía. Oda
(1927-1928), de factura clasicista. Estuvo como otros miembros del Grupo en Francia, concretamente
en Toulouse como lector en la universidad, durante el curso 1928/29. En estos años se relaciona con
los poetas más destacados de la generación: García Lorca, Alberti, Aleixandre…De la influencia de los
surrealistas franceses, su progresivo compromiso político (que culmina con su ingreso en el Partido
Comunista), su afición por el cine y el jazz, su creciente sentimiento de desasosiego y malestar,
acuciado por sus pasiones y desengaños amorosos, así como por un sentimiento de marginación en
cuanto homosexual, resultan los libros de poemas: Un río, un Amor (1929) y Los Placeres Prohibidos
(1931). Su siguiente obra, Donde habite el olvido (1932-33) deja constancia de la presencia de
Bécquer, el título mismo lo delata (verso de la rima XLVI), así como del más clásico romántico alemán,
Hölderlin. En 1936 publica La Realidad y el deseo, cuyo título le servirá para reunir su poesía
completa (1940, 1958 y 1964).

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