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Darwin y Freud señalaron los humildes orígenes evolutivos de los seres humanos y
remitieron sus mejores creaciones espirituales al simple inconsciente.
Maquiavelo: en “El Príncipe” instaura la fría mirada (incluso cínica) del realismo político.
Moro en “La Utopía” alienta una mirada más cálida que parece invitar a trascender
aquella realidad o, cuando menos, suministra argumentos para criticarla desde un punto
de vista más ético.
Kant sostendrá, al estilo de Pico della Mirandola, que el hombre no es un ángel, mucho
menos un dios y tampoco una bestia ni un diablo, si bien puede inclinarse hacia un
extremo u otro en función de su libertad.
2. KANT Y LA ILUSTRACIÓN
Kant sale de este “armonismo” (“todo está bien en el mejor de los mundos”) de la mano
de:
1) El empirismo anti-metafísico de Hume: (Kant dice que “le despertó del sueño
dogmático)
Hume despertó a
Kant del sueño • le previno contra tentaciones racionalistas como la de atribuir a Dios la
dogmático: causalidad de la existencia del mundo al margen de cualquier
posibilidad de confirmar empíricamente tal hipótesis.
1. Sujeto metafísico o “yo nouménico” (similar al “res cogitans” del “cogito, ergo
sum”) que pertenece a una intuición intelectual suprasensible, frente al
2. Sujeto empírico o “yo fenoménico”: perteneciente a una intuición sensible
La filosofía trascendental de Kant trató de indagar en las condiciones trascendentales que
harían posibles:
2) El radicalismo de Rousseau
Sea cual sea la posición que se adopte en relación con Dios, el mal social es imputable a
los seres humanos y se podría tratar de remediarlo mediante la organización democrática
de la sociedad conforme a los postulados de la teoría del contrato.
Kant denuncia la falacia ética que amenaza con desposeer al sujeto de su papel central,
bien sea la del poder político, bien sea la del mismo Dios bíblico.
“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad de la que
él mismo es culpable. Esa minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su
entendimiento sin verse guiado por algún otro. Y uno mismo es el culpable de esa minoría
de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de valor y
de resolución para servirse del suyo propio sin la guía de algún otro. Sapere aude! Ten el
valor de servirte de tu propio entendimiento!”
Kant confiaba en la posibilidad de que el pueblo pudiera ilustrarse a sí mismo. Kant no se
hacía ilusiones acerca de los plazos para convertir esa posibilidad en realidad. Tras los
acontecimientos de Francia de 1789, el “pueblo” tendió a ser visto como “masa”, y se
extremó el recelo ante la apología del uso público de la razón; Kant restringió su alcance
ahora a la comunidad académica, a las Facultades de Filosofía.
José Luis Aranguren calificó a Kant como “el filósofo por antonomasia de la Ilustración” y,
generalizando, del s. XVIII.
Kant distinguía entre filosofía académica (un concepto de escuela) y filosofía mundana (la
interesada en los fines esenciales de la razón humana). Únicamente nos es dado aprender
a filosofar (a ejercer nuestra razón en una u otra dirección previamente sugerida, pero
salvando siempre el derecho de la razón).
Muguerza: lo verdaderamente decisivo del pensamiento de Kant lo encontramos en los
problemas que planteó más que en las soluciones que propuso para ellos:
Kant trata en esta obra de responder la pregunta diseñando lo que podríamos llamar
“estructura del sujeto cognoscente” de acuerdo con los preceptos del trascendentalismo
(doctrina epistemológica que afirma que el valor del conocimiento depende tanto de su elemento sensible
como del inteligible, y que este elemento inteligible es a priori, es decir, independiente de la experiencia).
La sensibilidad de este sujeto se halla configurada espacio-temporalmente y su
entendimiento funciona ajustándose a principios como el principio de la causalidad.
Trata este tema en las siguientes obras escritas entre 1785 y 1797
Esta pregunta nos introduce en un orden de cuestiones trascendentes para los seres
humanos, en el orden de la moralidad. Es este un orden exclusivamente del ser humano,
al que sólo él tiene acceso y necesidad.
Nuestra inclinación a la injustica (que existe con la inclinación a la justicia) necesita de una
ley moral que se presente ante nuestra conciencia como una forma de DEBER -> mandato
IMPERATIVO.
Ahora bien, los códigos morales (al igual que los jurídicos) están llenos de máximas de
conducta que de manera categórica (no hipotéticamente) nos indican lo que se debe o no
se debe hacer. Pero se trata de máximas condicionadas de manera socio-histórica y a
menudo contradictorias entre sí. Un imperativo categórico no debe ser confundido con
tales máximas de conducta.
Las leyes de Dios o del Derecho son heterónomas (procedentes de una voluntad externa al
individuo), a no ser que el individuo las haga suyas, en cuyo caso supondría el ejercicio de
la autonomía moral.
“Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo
como principio de una legislación universal”.
Ninguna máxima de conducta podría ser elevada a la condición de ley moral si no admite
ser universalizada, de manera que no valga solamente para el sujeto que la propone sino
para cualesquiera otros sujetos que se hallen en análoga situación.
Acusación de formalismo.
En cuanto que se trata de una ética deontológica (del deber) no deja hueco para la
felicidad humana, lo que la sitúa en desventaja respecto a las éticas teleológicas o de fines
(desde la aristotélica al utilitarismo).
1. no es una ética del bien. Lo que sea el bien para cada cual se halla incorporado en
sus máximas de conducta y el principio de universalización tiene por cometido el de
proveernos de un criterio para la evaluación moral de dichas máximas.
2. no es una ética de las consecuencias, de resultados o éxitos (nuestras máximas sólo
valdrían para nosotros mismos, como ocurre con los intereses). Para Kant el valor
moral de nuestras máximas dependía de la “recta intención” y de ahí que
sostuviera que lo único verdaderamente bueno en este mundo es la “buena
voluntad”.
3. dificultad para conciliar la aspiración a la universalidad de la ley moral y la exigencia
de autonomía de los sujetos morales. ¿Cómo se puede garantizar un consenso
racional entre voluntades autónomas enfrentadas? En nuestros días la ética
Comunicativa o Discursiva dice que no hay otra vía que el Diálogo.
Con esto Kant exalta la condición eminentemente moral del hombre aunque es
cuestionable si una conciencia no educada puede expresarse adecuadamente.
4. La ética kantiana del deber no se olvidó de la felicidad ni de los fines de las acciones
humanas. En Metafísica de las Costumbres se interroga acerca de qué “fines” habrían de
ser tomados por “deberes” a lo que responde: “la propia perfección y la felicidad ajena”.
A continuación nos advierte de no invertir los términos y tomar por deberes “la perfección
ajena y la propia felicidad”.
La perfección ajena es asunto de cada quien y nadie tiene autoridad para dictar a otro
lo que haya de entender por perfección (sólo tenemos obligación de procurar la nuestra).
Kant formuló entonces el imperativo “Sé digno de ser feliz”, algo que sólo se consigue a
través del cumplimiento del deber. Y ni siquiera es cosa de pensar que el deber haya de
ser cumplido con la finalidad de ser feliz (eso querría decir que no tendremos obligación
de cumplirlo cuando su cumplimiento nos acarree infelicidad).
Ante tal rigorismo moral, cumplimiento del deber por el deber mismo, no tener certeza de
obtener la felicidad a la que nos hemos hecho merecedores, se podría caer en la
desesperación.
“la moral no suponga una teoría de cómo hacernos felices, sino de cómo debemos llegar a
ser dignos de la felicidad (solo luego, cuando llega la religión, sobreviene igualmente la
esperanza de llegar a participar algún día en la felicidad a medida en que hayamos
cuidado de no ser indignos de ella).
Toda dignidad depende de la conducta moral, pues esta constituye en el concepto de sumo
bien la condición del resto, o sea, de la cuota de felicidad. La moral nunca habría de ser
tratada como una teoría de la felicidad… la moral no se las ve sino con la condición
racional de la felicidad, mas no con un medio para conseguirla”
Kant estaba convencido de que el esfuerzo moral del hombre no merecía ser en vano.
Consideraba intolerable que la injusticia pudiera prevalecer sobre la justicia.
La inmortalidad del alma: que podría alcanzarse en otra vida la dicha negada en
esta.
La existencia de Dios: Kant, que en la Crítica de la Razón Pura había excluido la
posibilidad de conocer teóricamente esa existencia, la postula ahora como una
demanda de la praxis humana (recaída en la metafísica): “la religión dentro de los
límites de la mera razón”; “hacer un lugar a la fe”, “fe racional”.
Bajo la idea de un reino de los fines Kant entendía una comunidad moral, que en
determinadas condiciones podía convertirse en comunidad política. Kant expresó su
preferencia por una “constitución civil republicana” (distinto del sentido republicano de
hoy en día).
Aunque en su filosofía del derecho Kant nunca llegó a aprobar la revolución, tampoco
desperdició la oportunidad de manifestar su solidaridad con los movimientos
revolucionarios contemporáneos. En todos ellos vería la ocasión de suscitar una gran
simpatía que interpretaba como “una disposición moral” del género humano. Kant llegó a
proponer la constitución de una “comunidad de naciones” encargada de salvaguardar la
paz perpetua.
En esta disposición moral del género humano Kant apreciaba el indicio de un progreso
hacia lo mejor en el curso de la historia que será identificado por él como progreso moral.
Kant tuvo una visión crudamente realista de la condición social del ser humano; “sociedad
insociable”, y por eso la historia casi nunca da un paso sin conflicto. Preludio de la idea
hegeliana de la “astucia de la Razón”, por la que esta se las arreglaría a lo largo de la
Historia para sacar del mal el bien.
A diferencia de Hegel y también de Marx, Kant nunca dijo que la historia estuviera escrita
de antemano ni que obedeciese a otras leyes que las que le vaya dando el hombre con su
acción.
En la idea del progreso moral de Kant nos encontramos con una noción de progreso que
no implica un último término, puesto que siempre nos será dado imaginar un mundo
mejor que el que nos haya tocado vivir con lo cual la utopía nunca “tendrá lugar” de
acuerdo con su etimología.
Para impedir que el ser humano sea tratado como un medio, más bien que como un fin,
bastará con que cada uno de nosotros decida decir “No” ante cualquier inclinación propia
o cualquier incitación ajena a atentar contra la dignidad humana.
Para Kant tenía pleno sentido la esperanza de que la humanidad llegara un día a
constituirse en un reino de los fines, es decir, en una auténtica comunicad moral que de
algún modo se manifieste bajo las diversas comunidades políticas a las que pueda dar
lugar la capacidad de organización humana. Pero Kant se olvidó de poner fecha, prefirió
dejar la historia “abierta”.
4. ¿QUÉ ES EL HOMBRE?
La Ilustración fue ante todo un acto de confianza en sí misma de la razón humana. Gracias
a este acto de confianza de, y en, la racionalidad, la Ilustración constituyó uno de esos
momentos estelares de la historia de la humanidad en los que ésta se atreve a acariciar el
sueño de la emancipación de
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