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CAPITULO III.

DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACIÓN

KANT Y LA ÉTICA DE LA MODERNIDAD (Javier Muguerza)


1. LA AMBIGUA MODERNIDAD

La llamada “revolución copernicana (considerada la primera gran humillación infligida a la


especie humana) coincide en el tiempo con el auge del “humanismo renacentista” (en la
que se supone que la especie humana alcanza su cumbre de exaltación).

Darwin y Freud señalaron los humildes orígenes evolutivos de los seres humanos y
remitieron sus mejores creaciones espirituales al simple inconsciente.

Humanista se denominó en el Renacimiento al cultivador de los “studia humanitaris”, de


esas disciplinas que (como la filología o la historia) pasarían a denominarse
“humanidades”. También se incluían la filosofía y la ética. Un humanista no es tan solo un
estudioso de las humanidades, sino también del hombre que las protagoniza y que resulta
a la vez ser el protagonista de la ética.

Condición micro-cósmica del hombre (a mitad de camino entre la perfección sobrenatural


a la que admirativamente tiende y la degradación en la naturaleza puramente animal que
constituye para él un riesgo constante) … “Y de tu voluntad dependerá que te rebajes a
los seres inferiores e irracionales o trates de elevarte y regenerarte en los superiores y
próximos a la divinidad como los ángeles” (Pico della Mirandola, Discurso sobre la
Dignidad del hombre).

Maquiavelo: en “El Príncipe” instaura la fría mirada (incluso cínica) del realismo político.
Moro en “La Utopía” alienta una mirada más cálida que parece invitar a trascender
aquella realidad o, cuando menos, suministra argumentos para criticarla desde un punto
de vista más ético.

El pensamiento de Kant heredará todas estas ambigüedades y tensiones de la Modernidad


que se manifiestan en la conocida contraposición entre:

 “el hombre es un lobo para el hombre”.


 y la de “el hombre es algo sagrado para el hombre”.

Kant sostendrá, al estilo de Pico della Mirandola, que el hombre no es un ángel, mucho
menos un dios y tampoco una bestia ni un diablo, si bien puede inclinarse hacia un
extremo u otro en función de su libertad.

En su apología de la dignidad humana Kant sienta que:


- El hombre no es una cosa, y por lo tanto no es algo que pueda ser utilizado como
medio sino que siempre ha de ser un fin en sí.́
- Y que la moralidad es aquella condición bajo la cual un ser racional puede ser un
fin en sí mismo.

Importancia del recurso al criterio de la dignidad, con respecto a la cual no cabe


establecer comparación ni tasación algunas sin profanar su santidad.

2. KANT Y LA ILUSTRACIÓN

Kant sale de este “armonismo” (“todo está bien en el mejor de los mundos”) de la mano
de:

1) El empirismo anti-metafísico de Hume: (Kant dice que “le despertó del sueño
dogmático)

 Yo: no es una sustancia sino un haz de percepciones y de sentimientos.


 Mundo: sólo conocemos conexiones de hechos que avalan a lo sumo conjeturas
pero ninguna certeza.
 Dios: la única posición plausible es el agnosticismo.

Hume despertó a
Kant del sueño • le previno contra tentaciones racionalistas como la de atribuir a Dios la
dogmático: causalidad de la existencia del mundo al margen de cualquier
posibilidad de confirmar empíricamente tal hipótesis.

• le previno renunciar a cualquier esfuerzo por ir más allá de lo


Leibniz le
empíricamente dado, con la funesta consecuencia de impedir al sujeto
previno de sueño
cognoscente la posibilidad de contribuir activamente a la organización
escéptico:
intelectual del conocimiento científico en lugar de someterse
pasivamente a los rudos y crudos datos suministrados por los objetos
conocidos de conformidad con los cánones empíricos.

Denominación de “criticismo” para su propia alternativa: Kant pretende superar al mismo


tiempo el dogmatismo y el empirismo, constituyendo una “revolución copernicana”, al
establecer (de forma análoga a Copérnico) al hombre en el centro del cosmos, en tanto
que sujeto de conocimiento, haciendo girar en torno a si los objetos de ese conocimiento.

Kant habla de dos tipos de sujetos:

1. Sujeto metafísico o “yo nouménico” (similar al “res cogitans” del “cogito, ergo
sum”) que pertenece a una intuición intelectual suprasensible, frente al
2. Sujeto empírico o “yo fenoménico”: perteneciente a una intuición sensible
La filosofía trascendental de Kant trató de indagar en las condiciones trascendentales que
harían posibles:

 el hecho de la ciencia (Crítica de la Razón Pura).


 el hecho de la moral (Crítica de la Razón Práctica).

2) El radicalismo de Rousseau
Sea cual sea la posición que se adopte en relación con Dios, el mal social es imputable a
los seres humanos y se podría tratar de remediarlo mediante la organización democrática
de la sociedad conforme a los postulados de la teoría del contrato.

La legislación moral se la impone el hombre a sí mismo libremente en lugar de espera a


que le venga impuesta de fuera. Semejante autonomía moral del sujeto excluye la
posibilidad de que lo que éste tenga por su deber, de acuerdo con el dictado interior de su
conciencia, se reduzca a la que le dicten los estímulos exteriores del mundo del ser – bajo
la forma de motivaciones extramorales, como la satisfacción de las pasiones o de sus
intereses.

Kant denuncia la falacia ética que amenaza con desposeer al sujeto de su papel central,
bien sea la del poder político, bien sea la del mismo Dios bíblico.

“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad de la que
él mismo es culpable. Esa minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su
entendimiento sin verse guiado por algún otro. Y uno mismo es el culpable de esa minoría
de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de valor y
de resolución para servirse del suyo propio sin la guía de algún otro. Sapere aude! Ten el
valor de servirte de tu propio entendimiento!”

Kant confiaba en la posibilidad de que el pueblo pudiera ilustrarse a sí mismo. Kant no se
hacía ilusiones acerca de los plazos para convertir esa posibilidad en realidad. Tras los
acontecimientos de Francia de 1789, el “pueblo” tendió a ser visto como “masa”, y se
extremó el recelo ante la apología del uso público de la razón; Kant restringió su alcance
ahora a la comunidad académica, a las Facultades de Filosofía.

3. EL LUGAR DE LA ÉTICA EN LA FILOSOFÍA KANTIANA

José Luis Aranguren calificó a Kant como “el filósofo por antonomasia de la Ilustración” y,
generalizando, del s. XVIII.

Kant distinguía entre filosofía académica (un concepto de escuela) y filosofía mundana (la
interesada en los fines esenciales de la razón humana). Únicamente nos es dado aprender
a filosofar (a ejercer nuestra razón en una u otra dirección previamente sugerida, pero
salvando siempre el derecho de la razón).
Muguerza: lo verdaderamente decisivo del pensamiento de Kant lo encontramos en los
problemas que planteó más que en las soluciones que propuso para ellos:

¿Qué puedo saber?


¿Qué debo saber?
¿Qué me es dado esperar?
Como compendio de las tres anteriores, ¿Qué es el hombre?

3.1. ¿Qué puedo saber?


A esta pregunta dedicaría la obra “Crítica de la Razón Pura” en 1781.

Kant trata en esta obra de responder la pregunta diseñando lo que podríamos llamar
“estructura del sujeto cognoscente” de acuerdo con los preceptos del trascendentalismo
(doctrina epistemológica que afirma que el valor del conocimiento depende tanto de su elemento sensible
como del inteligible, y que este elemento inteligible es a priori, es decir, independiente de la experiencia).
La sensibilidad de este sujeto se halla configurada espacio-temporalmente y su
entendimiento funciona ajustándose a principios como el principio de la causalidad.

Kant se revela admirador de la ciencia de su tiempo (caracterizada por el determinismo-


causal) que vendría ejemplificado por la mecánica de Newton.
El conocimiento exhaustivo de las circunstancias en las que se produce un fenómeno dado
no sólo habría de permitirnos explicarlo causalmente (una vez acontecido) sino también
predecirlos antes de que acontezca. Pero esta simetría (explicación- predicción de los
fenómenos naturales) no puede darse en el terreno de las ciencias sociales.
Kant opinaba que cuando la razón (teórica) pretendía ir más allá de lo autorizado por la
estructura del sujeto del conocimiento (cuando entraba en el terreno de la metafísica) se
veía inmersa en dificultades insalvables. Dentro del mundo natural todo parece funcionar
mediante el principio de la causalidad, pero no hay modo de probar que el mundo natural
en sí mismo tenga una causa, como tampoco que no la tenga.

El mundo humano es un mundo de CAUSAS pero también de INTENCIONES. Esta


atribución de tales relaciones causa-efecto pudiera resultar en ocasiones discutible, pero
es cierto que se utiliza (en la vida cotidiana y también en la historiografía) con cierta
asiduidad otorgando así “el beneficio de la causalidad”. Cuando nos otorgamos a nosotros
mismos el “beneficio de la causalidad” estamos dimitiendo de nuestra condición de
personas, capaces de actuar libremente pasamos a concebirnos como una cosa más,
sometida a la forzosa ley de la causalidad (que interesadamente utilizamos a nuestro
favor).

Su solución para la antinomia (contradicción) de la causalidad es simplemente la aceptación


de la misma como hombres somos en parte seres naturales y sociales (sometidos a la
causalidad). Pero también somos seres racionales y, por tanto, libres.
La libertad de que no podemos exonerarnos nos lleva más allá del reino del SER para
enfrentarnos con del DEBER.
Un animal (que no hace cuestión de su libertad) no se pregunta qué debe hacer.
El hombre sí se hace esta pregunta. Y no es suficiente contestar “qué puedo saber o
conocer”, ya no le basta la ciencia.

3.2. ¿Qué debo hacer?

Trata este tema en las siguientes obras escritas entre 1785 y 1797

 Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres


 Crítica de la Razón Práctica
 Metafísica de las Costumbres

Esta pregunta nos introduce en un orden de cuestiones trascendentes para los seres
humanos, en el orden de la moralidad. Es este un orden exclusivamente del ser humano,
al que sólo él tiene acceso y necesidad.

Nuestra inclinación a la injustica (que existe con la inclinación a la justicia) necesita de una
ley moral que se presente ante nuestra conciencia como una forma de DEBER -> mandato
IMPERATIVO.

No todo imperativo es un imperativo moral. Kant distingue:

- Imperativos hipotéticos: normas en las que se actúa por un fin, con la


hipótesis de conseguir una finalidad (dejar de fumar para estar más sana).
No son imperativos morales.
- Imperativos categóricos: es un imperativo moral, un mandato que ordena
lo que ordena sin tener en cuenta ninguna otra finalidad ulterior a
conseguir con nuestra acción. Se realizan por sí mismos.

Ahora bien, los códigos morales (al igual que los jurídicos) están llenos de máximas de
conducta que de manera categórica (no hipotéticamente) nos indican lo que se debe o no
se debe hacer. Pero se trata de máximas condicionadas de manera socio-histórica y a
menudo contradictorias entre sí. Un imperativo categórico no debe ser confundido con
tales máximas de conducta.

Además de categórico, un imperativo verdaderamente moral debe ser autónomo, donde


el individuo es el único que puede dictarse a sí mismo la ley moral, de ahí que pone al
hombre en el centro, al estilo de la revolución copernicana de Kant.

Las leyes de Dios o del Derecho son heterónomas (procedentes de una voluntad externa al
individuo), a no ser que el individuo las haga suyas, en cuyo caso supondría el ejercicio de
la autonomía moral.
“Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo
como principio de una legislación universal”.

Al hacer radicar la legislación universal en la autónoma voluntad bien podría denominarse


imperativo o principio de autodeterminación. Para Muguerza, aunque Kant los
considerase equivalentes no es seguro que los principios de autonomía y
autodeterminación sean fácilmente conciliables.

Ninguna máxima de conducta podría ser elevada a la condición de ley moral si no admite
ser universalizada, de manera que no valga solamente para el sujeto que la propone sino
para cualesquiera otros sujetos que se hallen en análoga situación.

Acusación de formalismo.

 No nos propone la realización de ningún bien.


 Se desentiende de las consecuencias de nuestros actos.
 No tiene en cuenta los diferentes intereses (con frecuencia encontrados) de la
gente.

En cuanto que se trata de una ética deontológica (del deber) no deja hueco para la
felicidad humana, lo que la sitúa en desventaja respecto a las éticas teleológicas o de fines
(desde la aristotélica al utilitarismo).

1. no es una ética del bien. Lo que sea el bien para cada cual se halla incorporado en
sus máximas de conducta y el principio de universalización tiene por cometido el de
proveernos de un criterio para la evaluación moral de dichas máximas.
2. no es una ética de las consecuencias, de resultados o éxitos (nuestras máximas sólo
valdrían para nosotros mismos, como ocurre con los intereses). Para Kant el valor
moral de nuestras máximas dependía de la “recta intención” y de ahí que
sostuviera que lo único verdaderamente bueno en este mundo es la “buena
voluntad”.
3. dificultad para conciliar la aspiración a la universalidad de la ley moral y la exigencia
de autonomía de los sujetos morales. ¿Cómo se puede garantizar un consenso
racional entre voluntades autónomas enfrentadas? En nuestros días la ética
Comunicativa o Discursiva dice que no hay otra vía que el Diálogo.

–> Habermas (intentando actualizar la ética kantiana) reformuló el principio de


universalización: “En lugar de considerar válida para todos los demás una máxima
que quieras ver convertida en ley universal, somete tu máxima a la consideración
de todos los demás con el fin de hacer valer discursivamente su pretensión de
universalidad”.

Kant apela para esta conciliación al sujeto trascendental: sujeto idealizado u


Hombre que, en cuanto encarnación de la Razón, vendría a expresar la
identificación kantiana de voluntad (racional) y racionalidad (práctica) de los sujetos
reales u hombres. Este intento peca de artificioso y no hace justicia a cuestiones
esenciales de la ética de Kant como la “conciencia moral”: conciencia referida a un
individuo concreto, juez interior inherente al ser humano a quien rendir cuentas,
individuo que nada tiene que ver con el sujeto trascendental.

Con esto Kant exalta la condición eminentemente moral del hombre aunque es
cuestionable si una conciencia no educada puede expresarse adecuadamente.

“Todo hombre tiene conciencia moral y se siente observado, amenazado y sometido


a respeto – respeto unido a temor – por un juez interior… no es algo producido
arbitrariamente por él mismo, sino inherente a su ser… puede llegar a no prestarle
atención, pero lo que no puede en ningún caso es dejar de oírla”.

4. La ética kantiana del deber no se olvidó de la felicidad ni de los fines de las acciones
humanas. En Metafísica de las Costumbres se interroga acerca de qué “fines” habrían de
ser tomados por “deberes” a lo que responde: “la propia perfección y la felicidad ajena”.

A continuación nos advierte de no invertir los términos y tomar por deberes “la perfección
ajena y la propia felicidad”.

La perfección ajena es asunto de cada quien y nadie tiene autoridad para dictar a otro
lo que haya de entender por perfección (sólo tenemos obligación de procurar la nuestra).

En cuanto a la felicidad tenemos obligación de procurar la de los demás pero no la


nuestra pues ya es tendencia natural sin necesidad de prescripción.

Kant formuló entonces el imperativo “Sé digno de ser feliz”, algo que sólo se consigue a
través del cumplimiento del deber. Y ni siquiera es cosa de pensar que el deber haya de
ser cumplido con la finalidad de ser feliz (eso querría decir que no tendremos obligación
de cumplirlo cuando su cumplimiento nos acarree infelicidad).

Ante tal rigorismo moral, cumplimiento del deber por el deber mismo, no tener certeza de
obtener la felicidad a la que nos hemos hecho merecedores, se podría caer en la
desesperación.

Kant, consciente de estas preguntas, las agrupa en “¿Qué me es dado esperar?,


situándonos en la frontera de la ética. La ética kantiana seguiría siendo la que es tanto si
hubiera algo como si no hubiera nada que esperar.

“la moral no suponga una teoría de cómo hacernos felices, sino de cómo debemos llegar a
ser dignos de la felicidad (solo luego, cuando llega la religión, sobreviene igualmente la
esperanza de llegar a participar algún día en la felicidad a medida en que hayamos
cuidado de no ser indignos de ella).
Toda dignidad depende de la conducta moral, pues esta constituye en el concepto de sumo
bien la condición del resto, o sea, de la cuota de felicidad. La moral nunca habría de ser
tratada como una teoría de la felicidad… la moral no se las ve sino con la condición
racional de la felicidad, mas no con un medio para conseguirla”

3.3. ¿Qué me es dado esperar?

Kant estaba convencido de que el esfuerzo moral del hombre no merecía ser en vano.
Consideraba intolerable que la injusticia pudiera prevalecer sobre la justicia.

De aquí surgen sus “postulados de la razón práctica”

 La inmortalidad del alma: que podría alcanzarse en otra vida la dicha negada en
esta.
 La existencia de Dios: Kant, que en la Crítica de la Razón Pura había excluido la
posibilidad de conocer teóricamente esa existencia, la postula ahora como una
demanda de la praxis humana (recaída en la metafísica): “la religión dentro de los
límites de la mera razón”; “hacer un lugar a la fe”, “fe racional”.

La filosofía de la religión no era para Kant la única encargada de responder a la pregunta


“¿Qué me es dado esperar?”, sino también la filosofía de la historia.

Kant hablaba de un “reino de fines” en que los seres humanos se tendrían


recíprocamente los unos a los otros por fines en sí mismos. Kant caracteriza este reino
como la asociación de los seres racionales bajo las leyes comunitarias que ellos hubieran
acordado darse; dicho reino no pasaría de ser un ideal.

Bajo la idea de un reino de los fines Kant entendía una comunidad moral, que en
determinadas condiciones podía convertirse en comunidad política. Kant expresó su
preferencia por una “constitución civil republicana” (distinto del sentido republicano de
hoy en día).

Aunque en su filosofía del derecho Kant nunca llegó a aprobar la revolución, tampoco
desperdició la oportunidad de manifestar su solidaridad con los movimientos
revolucionarios contemporáneos. En todos ellos vería la ocasión de suscitar una gran
simpatía que interpretaba como “una disposición moral” del género humano. Kant llegó a
proponer la constitución de una “comunidad de naciones” encargada de salvaguardar la
paz perpetua.

En esta disposición moral del género humano Kant apreciaba el indicio de un progreso
hacia lo mejor en el curso de la historia que será identificado por él como progreso moral.
Kant tuvo una visión crudamente realista de la condición social del ser humano; “sociedad
insociable”, y por eso la historia casi nunca da un paso sin conflicto. Preludio de la idea
hegeliana de la “astucia de la Razón”, por la que esta se las arreglaría a lo largo de la
Historia para sacar del mal el bien.

4. NUESTRO PRESENTE Y KANT

Kant entiende el progreso como un esfuerzo moral. El meollo de su ética está en la


asignación al individuo de la condición de protagonista moral de los imperativos
categóricos de Kant.

A diferencia de Hegel y también de Marx, Kant nunca dijo que la historia estuviera escrita
de antemano ni que obedeciese a otras leyes que las que le vaya dando el hombre con su
acción.

En la idea del progreso moral de Kant nos encontramos con una noción de progreso que
no implica un último término, puesto que siempre nos será dado imaginar un mundo
mejor que el que nos haya tocado vivir con lo cual la utopía nunca “tendrá lugar” de
acuerdo con su etimología.

Para impedir que el ser humano sea tratado como un medio, más bien que como un fin,
bastará con que cada uno de nosotros decida decir “No” ante cualquier inclinación propia
o cualquier incitación ajena a atentar contra la dignidad humana.

La tensión existente entre universalidad y autodeterminación se decantaría hacia la


autonomía: la autonomía para el disenso frente a la universalidad de cualquier consenso
que en conciencia (y no hay otra conciencia que la individual) juzguemos inmoral.

Para Kant tenía pleno sentido la esperanza de que la humanidad llegara un día a
constituirse en un reino de los fines, es decir, en una auténtica comunicad moral que de
algún modo se manifieste bajo las diversas comunidades políticas a las que pueda dar
lugar la capacidad de organización humana. Pero Kant se olvidó de poner fecha, prefirió
dejar la historia “abierta”.

4. ¿QUÉ ES EL HOMBRE?

La postmodernidad vendría a consistir en post-ilustración (Muguerza, 1991).

La Ilustración fue ante todo un acto de confianza en sí misma de la razón humana. Gracias
a este acto de confianza de, y en, la racionalidad, la Ilustración constituyó uno de esos
momentos estelares de la historia de la humanidad en los que ésta se atreve a acariciar el
sueño de la emancipación de

 los prejuicios y las supersticiones.


 el miedo a la razón.
 los despotismos con que los diversos poderes de este mundo han oprimido
a los hombres a lo largo de la historia.

El sueño ilustrado de la emancipación, el sueño de la liberación de la humanidad erigido


en promesa por la Ilustración, fue el sueño de la razón. Pero en el sueño de la razón hay
luces y sombras. El sueño de la razón excesivamente ambiciosa podría haberse acabado
volviendo contra los postulados iluministas que en sus orígenes lo alentaron.

El postmoderno sería aquel que post-ilustradamente desconfía de que la racionalidad


haya de hacernos no sólo más sabios sino también más decentes o mejores. Dada la
historia del s. XX (guerras, masacres) la actitud del postmoderno está más que justificada
(mejor que ser ilusos o cínicos).

Pese a esto, se debe a Kant la más enaltecedora caracterización de nuestra condición


humana, y de su compleja ubicación en el universo que la filosofía haya ofrecido nunca.
“Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y
crecientes, cuanto más frecuente y sostenidamente reflexionamos sobre ellas: el cielo
estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí. Ambas cosas (...) simplemente las veo ante
mí e inmediatamente las relaciono con la consciencia de mi existir””mi importancia en
cuanto criatura animal que ha de reintegrar al planeta… esa materia que durante un breve
lapso fue dotada con energía vital… la ley moral me revela una vida independiente de la
animalidad e incluso del mundo sensible en su conjunto”

En su pensamiento se daban cita todas las ambigüedades y las tensiones de la


Modernidad.

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Crítica de la Razón Pura

Concepto puro: vacío de contenido empírico.


Ideas de la Razón Pura: horizontes últimos de referencia
- el mundo (el conjunto de lo que existe). Es una idea necesariamente
pensada pero no conocida.
- Yo. Todo lo que conocemos tiene que venir referido al sujeto que lo
conoce. No es el “yo” empírico. Es un “yo” siempre sujeto y nunca objeto,
el “yo” trascendental.
- Dios. Es necesariamente pensado pero no conocido. Dios aparece como un
“Schein” trascendental. Es una ilusión, pero es una ilusión necesaria (por
inevitable). Es necesariamente ilusión. Nunca podremos hacer de esa
ilusión un objeto del conocimiento.

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