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Es por esta razón que la infancia merece toda la atención y la protección del adulto, pues de esta
etapa va a depender toda la evolución posterior del niño en la dimensión motora, lingüística,
cognitiva y socioafectiva, entre otras.
En este sentido, en este periodo existen unas necesidades para garantizar el adecuado desarrollo
del menor y el bienestar infantil. En términos generales, debe hacerse referencia a tres tipos de
necesidades:
● Necesidades físico-biológicas . El cuerpo humano está anclado a la vida orgánica como ser
vivo. Y, por este motivo, el niño debe tener cubiertas necesidades como:
● el deseo y la planificación de su nacimiento en la organización familiar;
● contar con una adecuada alimentación;
● disfrutar de unas condiciones idóneas de vivienda, de vestuario y de colegio; mantener su
higiene;
● practicar la actividad física y el sueño;
● asegurar la protección de su integridad física ante riesgos reales;
● tener salud;
● vivir en un ambiente ecológico adecuado.
● Necesidades cognitivas . La evolución de la especie humana ha permitido desarrollar
capacidades cognitivas que deben ser incitadas para conseguir un adecuado progreso. Estas
son la exploración y la comprensión física y social; la escolarización; la evolución sensorial, y
la protección y la comprensión de riesgos imaginarios o temores creados.
La noción de infancia tiene un carácter histórico y cultural. Es por ello que ha tenido diferentes
apreciaciones a lo largo de la historia. Su concepción, según el contexto cultural de la época, ha
motivado una evolución cronológica hasta comprenderla como en la actualidad.
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En la antigüedad, entorno el 354 y el 430 a. C., se concibe que el ser humano nace del pecado
original. Por esta razón, para las clases más humildes el infanticidio destaca como costumbre
religiosa, además de otros rituales de sumisión a las divinidades para verificar la resistencia del
infante ante la vida.
Esta visión sobre la infancia cambia en el siglo IV d. C., cuando los adultos consideran el infante
como su propiedad. La mayoría toma el niño como una carga de la que dispone para su cambio o
uso, según interese. Esto ocurre porque los menores inspiran temores, fobias y fantasías en los
adultos.
En los años previos al Renacimiento, el pequeño se concibe como un ser lleno de maldad y, por
tanto, sujeto a castigos corporales para dominarlo. No hay un interés por el que los padres
asuman su educación, sino que se encarga a terceros o, en el caso de las familias más humildes,
prescinden de su crianza.
Ya en el siglo XVI, aristócratas y filósofos hablan sobre la naturaleza humana, su realidad social y
económica. En este debate intelectual también se incluye la infancia. De hecho, el niño se sigue
viendo como una propiedad y un recurso económico, pues el trabajo infantil es un aporte más en
la familia.
Por el contrario, la niñez en el siglo XVII es vista como un estado de pureza e inocencia. Existe la
idea de que el menor tiene una bondad pura, pero implícita en su visión como persona salvaje que
hay que “domesticar”. Por esta razón, las actitudes de castigo físico son recurrentes.
Es en este punto donde cabe destacar al inglés John Locke (1632-1704). Este filósofo difunde con
sus teorías que el infante es una pizarra en blanco ( tábula rasa), es decir, no tiene nada escrito. Y,
por tanto, no es malo ni posee conocimientos innatos, sino que depende de un adulto para el
aprendizaje de sus experiencias sensoriales.
Las aportaciones de Locke y otros autores generan que, durante la Ilustración , se considere el
infante como un adulto pequeño. Esto es porque, a pesar de su tamaño físico y su nivel menor de
experiencia, es capaz de adoptar la misma conducta que el adulto ante la sociedad.
Dicha concepción persiste en sociedades en las que el niño no está escolarizado. De hecho, en la
Inglaterra y la Francia de esta época, el infante procedente de una familia humilde duerme junto a
los adultos, usa su ropa y trabaja en la misma tarea que sus progenitores.
Sin embargo, la presencia de filósofos como Jean Jacques Rousseau (1712-1778) introduce la idea
de que el infante es un ser bueno y débil, pese a ser corrompido por la sociedad. El suizo ve el
niño dependiente de los demás, pero con modos de razonar e impulsos propios que deben
aceptarse.
Además, Rousseau postula que la educación debe entender al infante, satisfacer sus necesidades
y mejorar sus intereses naturales. Esta nueva generalización establece una enseñanza para el
pequeño, basada en su capacidad cognitiva.
Rousseau también establece que la obligación del adulto es criar a su hijo en una atmosfera de
libertad, sin caprichos y apoyando sus fuerzas infantiles. Incluso sostiene la importancia del
desarrollo de los sentidos como ventajas del aprendizaje.
En la misma época, el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) afirma que la disciplina y la
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coacción han de acompañar al niño desde el principio. El objetivo de la educación es enseñarle a
obedecer los principios escolares que, con el tiempo, serán sus propias normas de conducta,
reguladas por su razón.
Ya en pleno siglo XIX, aunque el término de infancia todavía no se erige sobre la misma idea que
el actual, el progenitor se interesa por la educación de su hijo. La crianza se encamina a la
formación del pequeño, es decir, a guiarlo por el buen camino y a enseñarle a adaptarse y a
socializarse, dejando de lado la concepción de dominar su voluntad.
En este sentido, destacan algunos filósofos que indagan en el concepto de infancia, como:
A estas ideas, ya en el siglo XX, se les suman corrientes científicas que transforman el modo de
abordar el mundo infantil, desde la perspectiva educativa. Como se comentará en el capítulo 13
de este manual, son fundamentales figuras como María Montessori, Ovide Decroly o Jean Piaget,
entre otros.
El nuevo siglo implica la plena participación de ambos padres en el desarrollo de la vida del niño,
esforzándose por empatizar con él y satisfacer sus necesidades peculiares y crecientes.
A partir del siglo XX hasta la fecha, gracias a todos los movimientos a favor de la infancia, así
como a las investigaciones realizadas, se reconoce una nueva categoría: el niño como sujeto
social de derecho.
5.2. ETAPAS
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La infancia es un periodo de la vida que engloba desde el nacimiento hasta la juventud de una
persona. Sin embargo, este ciclo también se desgrana en diferentes estadios que marcan el ritmo
de desarrollo del infante y suponen un indicador para conocer al niño en sus primeros años de
vida.
Las fases en las que se divide la infancia son las siguientes, que se desgranarán en los siguientes
subapartados:
El periodo intrauterino se considera el inicio de la infancia, ya que engloba la etapa fetal precoz
y la tardía. Además, involucra procesos de rápida formación y perfeccionamiento de los sentidos.
En este momento, el recién nacido depende totalmente de los demás, aunque ya se producen los
principales aprendizajes, sobre todo, auditivos. No obstante, esta formación se caracteriza por una
memorización simple y básica.
Esta etapa se caracteriza porque las estructuras biológicas todavía no han madurado, las áreas
del cerebro que dan base a la memoria autobiográfica no se han desarrollado y la criatura todavía
no se ha sumergido en un ambiente social y sensorialmente estimulante.
De hecho, el niño de esta edad es capaz de distinguir fonemas, además de discriminar varios
idiomas por cómo suenan. Esta habilidad se va perdiendo en los primeros meses de vida. En el
ámbito físico, su estado es muy vulnerable, aunque se empieza a producir el crecimiento de todo
su cuerpo, excepto en la fisionomía de la cabeza.
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primer año. Destaca porque el pequeño experimenta una serie de cambios físicos y psicológicos
que comportan un cambio cualitativo en su comportamiento.
Esta evolución se basa en la lactancia, un aspecto esencial en esta fase de crecimiento, puesto
que supone la vía de alimentación y el canal de comunicación con su madre. Por tanto, potencia
una fuerte vinculación entre sus lazos afectivos.
El resultado de la etapa lactante es el desarrollo de una musculatura suficiente para que el bebé
mantenga una postura erguida y empiece su desarrollo motor fino. Es decir, la coordinación entre
las partes del cuerpo para poder mover brazos, piernas, cabeza e incluso ojos de forma simultánea
y con precisión.
En el campo de la comunicación, al medio año de vida, es frecuente que el niño empiece a emitir
balbuceos y falsas palabras.
La primera infancia corresponde al estadio que incluye desde el primer año de edad hasta el
tercer año. Normalmente, esta etapa coincide con el tiempo en el que el niño asiste al jardín de
infancia.
En este periodo, el pequeño empieza a controlar el uso del lenguaje, aunque este, más bien es
telegráfico, con palabras sueltas. Más adelante, tiene la capacidad de formular frases simples, con
incorrecciones frecuentes, como la generalización de conceptos.
En cuanto a cambios físicos, el crecimiento de su organismo continúa, aunque de forma más lenta
que en las etapas anteriores. El tamaño del tronco y de las extremidades sigue creciendo y la
diferencia entre la cabeza y el cuerpo se reduce.
En relación con el crecimiento físico, también adquiere mayor control de sus esfínteres, un
aspecto con el que aumenta su autonomía y su voluntad de explorar y descubrir el entorno.
El periodo preescolar engloba de los 3 a los 6 años. Corresponde al tiempo en el que el infante
tiene la habilidad de atribuir intenciones, creencias, motivaciones, así como de usar el recurso de
la mentira con los demás. El resultado de esta capacidad es el enriquecimiento de las relaciones
sociales.
Además, su facultad para pensar en términos abstractos se desarrolla más. Por una parte, es
gracias a la mielinización de su cerebro y, por otra, a causa de convivir en comunidades amplias,
diferentes de la familiar.
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En esta misma línea, la mielinización hace que más partes del cerebro estén conectadas entre sí y
que creen conceptos más abstractos, a partir de la combinación de ideas.
El enriquecimiento de las interacciones permite que las capacidades cognitivas del infante se
desarrollen en tareas más complejas.
El periodo escolar es la última etapa de la infancia, que aglutina desde los 6 hasta los 12 años, y
que da paso a la adolescencia.
Por otro lado, el círculo social ajeno a la familia empieza a ser uno de los factores que configuran
la identidad del infante, y esto hace que las normas familiares empiecen a ser quebrantadas con
frecuencia.
La impulsividad y la imagen física también suelen ganar importancia, así como la propensión a
preferir metas a corto plazo que aquellas que se encuentran muy alejadas en el futuro. Al final del
periodo escolar, el cuerpo empieza a manifestar las señales de la pubertad.
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La reflexión y el debate sobre la infancia han constituido un proceso silencioso y decisivo para el
reconocimiento de los derechos de la infancia en las sociedades occidentales. Sin embargo,
también han conducido al desarrollo de políticas sociales para proteger y atender a este grupo
social.
La dinámica jurídica y la política social sobre la infancia han cambiado los sistemas de relaciones
entre adultos y niños. Esta modificación se percibe tanto a nivel macrosocial, como en la vida
intrafamiliar, cuyo fin es el mayor reconocimiento y participación social de la infancia como parte
de la población.
A finales del siglo XIX se crea una opinión pública favorable hacia una legislación internacional a
favor de la infancia, a raíz de la cual aparecen campañas e iniciativas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba, el 20 de
noviembre de 1959, de forma unánime, una carta magna: la Declaración Universal de los
Derechos del Niño.
En ella, se recogen los derechos y libertades fundamentales del menor, además de la protección
de su personalidad, encuadrándola en la importancia del hogar y de la familia.
Así, establece 54 artículos basados en el interés superior del menor, que definen al niño como un
sujeto de pleno derecho civil, político, económico y cultural.
Además, la Convención, además, cuenta con la firma de 192 países que reconocen en la infancia
el estatus de persona y de ciudadano, como también respaldan su protección como individuo en
desarrollo. Los 10 derechos fundamentales que engloba son:
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Figura 1. Los 10 derechos fundamentales de los niños.
RESUMEN
● La infancia es la etapa vital que transcurre entre el nacimiento y la adolescencia. Es
fundamental en el desarrollo integral humano, tanto a nivel biológico como psicosocial. Esto
incumbe el mayor crecimiento físico experimentado en la vida y la construcción de las
relaciones y el afecto con otras personas.
● La noción de infancia tiene un carácter histórico y cultural. Es por ello que ha tenido diferentes
apreciaciones a lo largo de la historia. Su concepción, según el contexto cultural de la época,
ha motivado una evolución cronológica hasta comprenderla como en la actualidad.
● Las fases en las que se divide la infancia son las siguientes, que se desgranarán en los
siguientes subapartados:
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● ● Periodo intrauterino (etapa fetal). Se considera el inicio de la infancia, ya que engloba la
etapa fetal precoz y la tardía. Además, involucra procesos de rápida formación y
perfeccionamiento de los sentidos.
● Periodo neonatal (primer mes). Se inicia en el nacimiento y acaba, en términos
aproximados, al final del primer mes. Durante este, el bebé aprende las principales reglas
de su entorno y, pese a no dominar el lenguaje ni sus conceptos, se establece una
comunicación muy directa con las personas que lo rodean.
● Periodo posneonatal o lactante (durante el primer año). Es una de las etapas más
tempranas y se da durante el primer año. Destaca porque el pequeño experimenta una
serie de cambios físicos y psicológicos que comportan un cambio cualitativo en su
comportamiento.
● Periodo de la primera infancia (desde el primer hasta el tercer año). Se empieza a
controlar el uso del lenguaje, aunque este, más bien es telegráfico, con palabras sueltas.
● Periodo preescolar (de los 3 a los 6 años). Corresponde al tiempo en el que el infante
tiene la habilidad de atribuir intenciones, creencias, motivaciones, así como de usar el
recurso de la mentira con los demás.
● Periodo escolar (de los 6 a los 12 años). Es el último estadio que da paso a la
adolescencia.
● La dinámica jurídica y la política social sobre la infancia han cambiado los sistemas de
relaciones entre adultos y niños. Esta modificación se percibe tanto a nivel macrosocial, como
en la vida intrafamiliar, cuyo fin es el mayor reconocimiento y participación social de la
infancia como parte de la población.
AUTOEVALUACIÓN
1. ¿Qué es la infancia?
a. Una etapa vital que transcurre entre el nacimiento y la adolescencia. b. La fase que supone el
mayor crecimiento físico experimentado en la vida. c. El ciclo que implica la mayor construcción
de las relaciones y el afecto con otras personas. d. Todas las opciones anteriores son correctas.
a. Verdadero. b. Falso.
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5. Indica cuál de los siguientes enunciados es correcto:
a. En la primera infancia, el pequeño empieza a controlar el uso del lenguaje, aunque este, más
bien es telegráfico, con palabras sueltas. Más adelante, tiene la capacidad de formular frases
simples, con incorrecciones frecuentes, como la generalización de conceptos. b. En el período
preescolar, el infante tiene la habilidad de atribuir intenciones, creencias, motivaciones, así como
de usar el recurso de la mentira con los demás. c. En el período escolar, el infante aprende a
distinguir fonemas, además de discriminar varios idiomas por cómo suenan. d. Las opciones a. y b.
son correctas.
SOLUCIONARIO
1. ¿Qué es la infancia?
a. Una etapa vital que transcurre entre el nacimiento y la adolescencia. b. La fase que supone el
mayor crecimiento físico experimentado en la vida. c. El ciclo que implica la mayor construcción
de las relaciones y el afecto con otras personas. d. Todas las opciones anteriores son correctas.
a. Verdadero. b. Falso.
a. En la primera infancia, el pequeño empieza a controlar el uso del lenguaje, aunque este, más
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bien es telegráfico, con palabras sueltas. Más adelante, tiene la capacidad de formular frases
simples, con incorrecciones frecuentes, como la generalización de conceptos. b. En el período
preescolar, el infante tiene la habilidad de atribuir intenciones, creencias, motivaciones, así como
de usar el recurso de la mentira con los demás. c. En el período escolar, el infante aprende a
distinguir fonemas, además de discriminar varios idiomas por cómo suenan. d. Las opciones a. y b.
son correctas.
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