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Los “errores” evaluativos implican y tienen que ver con todos aspectos del
proceso de enseñanza y se refieren así a por qué y para qué se evalúa, a quién
evalúa, a cómo se evalúa, a para quién se evalúa, a cuándo se evalúa, a qué
se evalúa, a a quién se evalúa, a con qué criterios se evalúa, a cómo se evalúa
la evaluación misma, etc. Algunos desaciertos consisten en sobredimensionar
algún aspecto negativizándolo, el cual, planteado en su justa medida es
positivo.
Pero se sabe que también deben evaluarse los presupuestos de que se parte,
las estrategias utilizadas, los procesos que se desencadenan, los ritmos de
logros, la proporción de rendimiento/esfuerzo, etc. No sólo importa qué se ha
conseguido sino también, y no es menos importante, cómo, a qué precio, con
qué ritmo, con qué medios, con cuántos esfuerzos, a qué costa, para qué fines,
etc. Por eso, el analizar solamente los resultados es una acción parcial y que
está acompañada de imprecisiones y tergiversaciones.
Pretender valorar la actuación del estudiante sólo desde la óptica y los códigos
del evaluador, sin considerar el contexto, es vaciar el proceso. Encasillarse en
una plantilla elaborada por el evaluador, con unos criterios genéricos es no
entender todo lo que sucede en el aula y en la institución. Así una calificación
sobresaliente puede no serlo en un contexto diferente, una experiencia
pedagógica “modélica” puede ser valorada como negativa en otro contexto, etc.
Si en aras de una pretendida objetividad se utilizan instrumentos válidos y
fiables técnicamente, pero que no tienen en cuenta la realidad viva, compleja y
dinámica, al final solo se conseguirán datos e información desprovistos de
algún significado real. La optimización del proceso solo es posible
considerando sus peculiaridades específicas.
Se evalúa estereotipadamente.
Los profesores repiten una y otra vez sus esquemas de evaluación y cada año
los estudiantes se preocupan por saber la costumbre evaluadora del profdesor.
El profesor repite reiteradamente su esquema y ni siquiera intuiye que puede
negocias con los estudiantes sus planteamientos evaluativos. De hecho, nunca
evalúa sus propios mecanismos de evaluación y si piensa en ello sólo es para
confirmar sus estereotipos. Por otra parte, los profesores evalúan cada uno de
forma personal y diferente, sin noción de equipo. Entonces sucede que, por
ejemplo, en una clase que lleva cinco asignaturas el estudiante tendrá que
“someterse” a cinco formas y estilos diferentes de evaluación. Sin embargo,
cada profesor, tal vez por comodidad, evalúa de manera idéntica las diferentes
asignaturas que debe desarrollar.