La evaluación educativa se ha vuelto un tema de conversación constante. Con
frecuencia se identifica solo como el acto de aplicar exámenes y asignar calificaciones. La revisión de la practica evaluativa es una necesidad, si se persiguen cambios en términos de la autonomía al aprender el gusto por la lectura, el manejo de la expresión escrita, las habilidades en escucha y la expresión oral. Evaluar es una tarea compleja si la entendemos como responsabilidad de una sola persona, el evaluador, entonces la practica evaluativa debe ser analizada con ojos críticos. Tradicionalmente evaluar ha sido misión de él. Los evaluados se han definido como la parte que recibe sus juicios. Se evalúan solo los resultados finales
Objetivos previstos Conocimientos adquiridos en el
Condiciones que se tienen curso Rendimientos alcanzados vs Dominio de los contenidos esfuerzo explícitos del programa de Conductas observables y estudio. verificables
¿Qué se considera para ubicar a cada estudiante en la escalera evaluativa?
Se identifica la evaluación con calificaciones y aplicación de pruebas escritas, la
instancia docente no participa genuinamente en procesos evaluativos de los alumnos y autoevaluativos en la interacción del aula, se evalúa lo negativo, las deficiencias, en función de los objetivos preestablecidos y el criterio del docente calificador. Se califica en comparación con un modelo fijo, único y uniforme de respuestas, aciertos y fallas. Hay ausencia de espacios para discutir los aciertos imprevistos, explicar de nuevo y en nuevos modos, interactuar a fin de aprender en varias dimensiones, el interés primordial es comparar regiones educativas circuitos escolares, resultados, merito o calidad de los centros educativos. ¿Cuándo se evalúa? En momentos determinados (diagnóstico y sumativo especialmente), en comparación con objetivos preestablecidos, empleando instrumentos de medición. ¿Cómo se evalúa? Desde una instancia externa al proceso: el evaluador experto y objetivo. Por emisión de juicios del evaluador, en una relación sujeto-objeto evaluado, en una relación unidireccional, recuento de fallas y logros en relación con los aprendizajes preestablecidos y observables. Evaluar es un proceso dinámico Si definimos la evaluación en una secuencia objetivo-logro esperado o proceso productivo, estamos entendiéndola como lineal, controlable, eficaz para verificar el rendimiento alcanzado Lo contrario es cuando la entendemos como dinámica. La comunicación que establecen los involucrados, reconocidos como sujetos facilita aprender a la vez que enseñar y ayuda a que cada uno descubra su error he ingenie estrategias para superarlo. Evaluar significa valorar, no ponderar ni medir Ponga a disposición del alumno, por escrito, técnica de exposición oral, dinámicas de grupo interactivas, procedimientos y métodos de fabricar materiales de estudio, como fichas, déjelo ser y hacer, obsérvelo, oriéntelo y evalué su progreso significativo, ósea todos estos y otros más. La evaluación forma parte de un continuum y, como tal, debe ser procesual, continua, integrada en el curriculum y, con él, en el aprendizaje. No son tareas discretas, discontinuas, aisladas, insignificantes en su aislamiento. Tampoco es un apéndice de la enseñanza. Evaluar sólo al final, bien por unidad de tiempo o de contenido, es llegar tarde para asegurar el aprendizaje continuo y oportuno. En este caso y en ese uso, la evaluación sólo llega a tiempo para calificar, condición para la clasificación, que es paso previo para la selección y la exclusión racional. Desempeña funciones distintas a los fines educativos, artificialmente necesarias; pero los principales beneficiados ya no son los sujetos que participan en el proceso. Los destinatarios e intérpretes de los resultados infieren significados sin los contextos de significación. La evaluación se devalúa. Además, los agentes externos que interpretan resultados no participan en el proceso de formación. Sólo les interesa la información de los datos, aislados de sus contextos. Pero sobre ellos se toman decisiones que resultan trascendentales en la vida de los alumnos. Muy importante es la negociación entre todos los implicados de los criterios que se van a aplicar en el momento de la corrección, de la calificación y el modo en que se va a dar la información, de las posibilidades de recurrir las decisiones sobre corrección y calificación, y de los criterios a seguir en caso de no llegar a acuerdo en la puntuación. No se trata de ceder ante los alumnos, sino de trabajar con ellos y en su beneficio, que terminará siendo aprendizaje. Porque de la evaluación, también se aprende. La evaluación criterial como paradigma No se trata de una técnica, sino de un concepto que técnicamente debe realizarse siguiendo los cánones que marca la racionalidad instrumental aplicada a las pruebas objetivas. En los discursos actuales de reforma se le ha asignado un sesgo semántico que encubre el contexto intelectual en que fue concebida y el significado propio que conlleva. Son formas antagónicas de contemplar y de explicar los fenómenos que estudian y otro modo de interpretar el conocimiento mismo. La evaluación criterial se construye con el propósito de evaluar un nivel de rendimiento del individuo respecto a un dominio bien definido de conductas identificadas de un modo simple y de conveniencia con el conocimiento. Operativamente, la estructura de las pruebas objetivas consiste en un enunciado que especifica en términos precisos los logros previstos. Debe estar redactado de modo tan exacto que sólo admite una única interpretación que da por válida una única respuesta. De esta forma y sin explicitar los valores formativos que se sacrifican en el intento —los procesos complejos de elaboración principalmente—, ni la ideología conservadora que estas pruebas representan —nacen con claros propósitos de control y de selección—, evita técnicamente interpretaciones que dan pie a respuestas que no estén controladas con anterioridad. El criterio al que se hace referencia cuando se habla de evaluación criterial es el objetivo enunciado previamente en términos precisos de conducta concreta, convertido al final en ítem o enunciado en las pruebas objetivas de evaluación. Se opone a la evaluación normativa, identificada en su propia lógica con evaluación tradicional. La norma es norma estadística relativa y variable que permite la comparación del rendimiento de unos alumnos con otros. El examen como concreción y artefacto (inadecuado) de evaluación. Desdichadamente el del examen no es momento propicio para la duda, el equívoco, el malentendido o incluso la distracción o la ignorancia, El error se penaliza sin más contemplaciones. El tiempo de examen es tiempo sólo de expresar verdades absolutas, verdades concluyentes, que no admiten réplica. Valores absolutos que, en la mayoría de los casos, sólo perviven y sirven en la inmediatez del aula. El que aprende lleva la lección bien sabida: lo que importa en ese momento es dar con las claves que aseguren el éxito, que no siempre se identifica con el saber reflexivo. Es la acción estratégica que asegura el éxito, como opuesta a la acción comunicativa, que busca el entendimiento y la comprensión. En ese momento preciso, lo más valioso suele ser lo que más puntúa, independientemente del valor intrínseco del contenido de la pregunta y de la respuesta, y del nivel de comprensión y de elaboración personales. Son las claves sutiles o burdas que separan el éxito del fracaso. ¿Qué premian las calificaciones que suben puntos cuando las respuestas que dan los alumnos se limitan a repetir ideas, palabras, noticias, fórmulas y datos de otros, normalmente muy limitados por libros de texto y apuntes de clase? Aquí la fuente, más que el medio, es el mensaje, y el valor de la información que llega al alumno está en función de la autoridad de la fuente que la emite. Dicha fuente es emisor en primer término; receptor al final de trayecto, convertida en este momento en juez calificador. La fuente tiene la primera y la última palabra. Su autoridad se jerarquiza en función del status del emisor como distinta a la del receptor. El alumno queda reducido a mera señal de repetición. Pero sabe muy bien que la fuente es a la vez quien recibe de vuelta, en condición de juez-calificador, su señal. El alumno sabe también que el valor de su respuesta está en relación directa con el valor que le asigne la fuente autorreferida así misma, con lo cual se cierra el círculo, convirtiendo lo que es más propio de un sistema abierto de comunicación, en sistema cerrado, de incomunicación total. Una de las competencias del docente como evaluador es la planificación y administración de los instrumentos de valoración; en cuanto al examen es importante que su extensión y grado de dificultad sea congruente con el tiempo disponible para contestarlo. En este caso, un alumno expresa su malestar y acusa a la maestra de consumir parte del tiempo en acomodarlos para evitar que copien. El control del alumno es un asunto al que la maestra dedica mucho tiempo en detrimento del aprendizaje. Las funciones retroalimentadora y orientadora de la evaluación no se cumplen, algunos profesores no devuelven los exámenes e incluso cuando algún alumno audaz solicita revisión de examen, este hecho es considerado como un agravio a su autoridad y tal osadía tiene represalias. Atribuciones del éxito y el fracaso escolares. Según se desprende del discurso de una profesora entrevistada, hay alumnos que tienen muy "buenas" calificaciones como resultado de su capacidad de memorización, con lo cual parece admitir los exámenes que se aplican suelen ser memorísticos, pero eso para ella no es válido, no se trata de memorizar sino de interpretar y comprender. Uno de los docentes explica por qué le otorga mayor peso al examen, su argumento principal es que le resulta difícil evaluar a los alumnos mediante otros criterios. En las palabras del profesor se perciben sus carencias como evaluador, pues no sabe cómo valorar los datos obtenidos mediante los diferentes recursos empleados. El fracaso en el examen se entiende como un asunto que atañe exclusivamente a los alumnos, nunca al profesor. Le otorgo mayor porcentaje al examen porque es difícil calificar al alumno con un trabajo o sus participaciones, hay alumnos que son muy participativos pero al aplicarles el examen fallan, se ponen nerviosos, no estudian, confían mucho en su inteligencia, en su capacidad de retención. Es por eso que normalmente le doy más valor al examen escrito (Entrevista) La observación Destaco el valor de la observación participante y reflexiva para la comprensión y la explicación. Cada profesor convive y comparte su dedicación con un grupo determinado de alumnos durante un tiempo prolongado. Sólo en el caso en que la relación se limite a la explicación del contenido de la materia de estudio en cuestión, y que todo el proceso se articule en torno a ella, la coparticipación estará sesgada y empobrecida en sus posibilidades de enriquecimiento personal mutuo. Lo que importa en la observación utilizada con fines evaluativos es delimitar y dejar establecidos: sus campos, qué merece la pena ser observado, qué importancia se concede a los datos observados y qué papel pueden desempeñar aquí los sujetos observados. Cada profesor hace constantemente apreciaciones sobre la base de hechos o de intuiciones, de juicios y también de presuposiciones y prejuicios. Tanto el sujeto que ejerce de observador como el sujeto observado deben conocer previamente, mejor si es fruto de la negociación y del mutuo acuerdo consensuado, las reglas de juego. Unos para saber a qué atenerse, otros para apreciar en su justa medida el valor de lo observado, en los límites que fijan el contexto en el cual lo observado adquiere un valor determinado. La observación tiene un sentido de evaluación informal De hecho, cada uno de nosotros hace apreciaciones y valoraciones constantemente, como base de lo que entendemos por “hacernos una idea de..”, o “tener una opinión sobre..,” EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE En el caso de los objetivos, al tratarse de capacidades muy generales, no son directamente evaluables, mientras que los criterios, al establecer el tipo y grado de aprendizaje que se espera que los alumnos hayan alcanzado con respecto a esas capacidades, se convierten en un referente más preciso. Los criterios de evaluación responden a las capacidades básicas de cada una de las áreas en cada ciclo (novedad de los RDs de enseñanzas comunes de la LOCE) y referidas a aquellos contenidos específicos que se consideran especialmente importantes para su desarrollo. Son, pues, indicadores sobre qué es lo que el alumno debe alcanzar. Los criterios de evaluación establecidos en el currículo no reflejan la totalidad de lo que un alumno puede aprender, sino exclusivamente aquellos aprendizajes especialmente relevantes sin los cuales el alumno difícilmente puede proseguir de forma satisfactoria, su proceso de aprendizaje. Evaluación y Promoción Una de las consecuencias de más calado social de la evaluación es la decisión de promoción de los alumnos de ciclo a ciclo o al final de la etapa. Para decidir la promoción o permanencia de un alumno en el ciclo, el equipo docente deberá tomar como referencia los criterios de promoción elaborados para el Proyecto Educativo (LOCE), antes denominado Proyecto Curricular (LOGSE). La decisión ha de partir de un juicio global, más allá del resultado de un área considerada aisladamente. Conviene considerar la permanencia (repetición) en el caso de que las ventajas de dar más tiempo sean superiores a los inconvenientes que siempre acompañan , en mayor o menor grado, a esta medida. Cambios recientes en la evaluación del aprendizaje La evaluación tradicionalmente estuvo vinculada con el concepto de medida del rendimiento académico de los contenidos disciplinares (valoración de los resultados), manteniendo una visión examinadora y de control, y restringida al aprendizaje de los alumnos. El examen constituyó la técnica principal utilizada para valorar el trabajo de los alumnos individualmente. Entonces, ni siquiera se planteaba la posibilidad de someter a evaluación los demás componentes del currículum. Evaluación vinculada con el proceso de enseñanza–aprendizaje Actualmente se tiende a una evaluación integrada de manera natural en el proceso didáctico que abarque al alumno como sujeto que está aprendiendo, globalizadora de toda su personalidad, reconociendo que este conocimiento holístico demanda comunicación abierta con él, comprender sus problemas, circunstancias, su trabajo escolar; en definitiva, asumir una postura humanista sobre la educación. Es preciso recuperar un cierto sentido naturalista de la evaluación como medio de conocimiento, es conveniente enfatizar que sólo las informaciones obtenidas por los profesores –la mayoría de ellas a través de la evaluación informal (Perrenoud, 1996), de acuerdo con sus esquemas de apreciación y en el transcurso de la acción– son las que seguramente utilizan como orientadoras del curso que siguen los acontecimientos en clase y la elaboración del juicio sobre los alumnos. El profesorado y la evaluación Nevo (1997:33) señala: [...] para ser un evaluador competente y fiable se necesita la combinación de una amplia gama de características. Éstas incluyen competencia técnica en el área de la medida y la investigación, conocimiento del contexto social y de la naturaleza del objeto de la evaluación, destreza en relaciones humanas, integridad personal y objetividad, así como características relacionadas con la autoridad y la responsabilidad. Lo cierto es que una buena parte del profesorado universitario evalúa basándose en su experiencia de cómo ellos fueron evaluados cuando eran estudiantes, otros toman referencias de algunos de sus colegas, hay quienes adoptan consejos extraídos de diferentes fuentes, algunas no siempre confiables; en resumen, podríamos decir que su sistema de evaluación está fundamentado más en el sentido común y experiencias propias o vicarias, que en referencias teóricas producto de la investigación educativa o en buenas prácticas. El profesor, como evaluador, debería plantearse por qué y para qué de su evaluación, al servicio de quién está la evaluación que practica y qué se hará con los resultados de ésta. La evaluación es una llave que cierra y abre oportunidades en la vida, por las profundas consecuencias que tiene para los individuos exige del docente –como evaluador– responsabilidad ética y moral a toda prueba (House y Howe, 2001); si el no goza de autoridad moral, el proceso se desvirtuará y no será creíble, poniendo los resultados bajo sospecha. Desafortunadamente, lo anterior ocurre en muchas de nuestras aulas, pues una queja bastante común entre los alumnos suele ser que algunos profesores muestran preferencias por algunos, lo que consideran influye en los resultados y las calificaciones que les otorgan. Bibliografia
Evaluacion del apredizaje significativo en el aula. Cuaderno para la enseñanza
del español. Hernandez Poveda. R. Edit. Universidad Estatal a Distancia (EUNED). Material extraído de: “Evaluar para conocer, examinar para excluir”. Álvarez Méndez. J. Edit. Morata, Madrid 2001. La evaluación del proceso de enseñanza aprendizaje. fundamentos básicos. González Halcones. M. Pérez González. N. Revista mexicana de investigación educativa versión impresa ISSN 1405-6666. RMIE vol.14 no.41 México abr./jun. 2009 http://www.scielo.org.mx/scielo.php? script=sci_arttext&pid=S1405-66662009000200010