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1. El Concilio de Trento
La reforma luterana se fue expandiendo por Europa y, a la vez fue entregado las nuevas comunidades
religiosas que surgían al poder de los príncipes, que las sostenían. Después de Lutero aparecieron otros
reformadores, como Calvino y Zunglio, que fundaron sus propias confesiones religiosas.
Pablo III 1468 – 1549 convocó un Concilio Universal en Trento que, con el apoyo del emperador Carlos V y sus
sucesores, se desarrolló en tres periodos, desde 1545 hasta 1563. acudieron obispos representantes de toda la
cristiandad, con excepción de los prelados de la naciente América: el largo viaje desde AMÉRICA, la necesidad
de estabilidad en las diócesis recién creadas y los intereses de la Corona española En sus nuevos dominios
obligaron al Rey Felipe II a impedir estos traslados, ejerciendo los poderes que el Patronato Regio le otorgó
sobre el episcopado.
De todas formas, la voz de la Iglesia americana fue escuchada por boca de los participantes de las diversas
órdenes religiosas (Jesuitas, franciscanos, dominicos y agustinos), que copaban las sedes americanas, además
de la labor que, como primado de España, ejerció el arzobispo de Toledo.
Este concilio fue el eje de la reforma católica: sirvió para claudicar y establecer la verdadera doctrina de la Iglesia
de Jesucristo frente a los errores de los protestantes y para impulsar la reforma de la Iglesia. La aplicación de los
derechos conciliares se llevó a cabo en los siguientes sínodos diocesanos que se pusieron en marcha en las
diversas diócesis.