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documentalismo-fotografico-del-tranvia-de-robert-frank-a-la-lavadora-de-nigel-
poor/?fbclid=IwAR3exmGxM7YdD5FPGz9wkSm9AqtK5M8_uphY6sutJST6Py1GdPYT30FKVI0

Conferencia en video:

https://www.youtube.com/watch?time_continue=3202&v=IonLimrUUpQ&feature=emb_logo

Un curioso y particular viaje por el documentalismo fotográfico:


Del tranvía de Robert Frank a la lavadora de Nigel Poor
Por Cartier Bresson no es un reloj | May 21, 2020

Lo que sigue es un resumen escrito de aquella conferencia que podéis ver en el siguiente vídeo:

Desde el principio tuve claro que la conferencia debía partir, a modo de introducción, de un
autor muy concreto y, sobre todo, un trabajo clásico pero ineludible a la hora de hablar de
fotografía documental; Robert Frank y su magnífico ‘Los Americanos‘. Las musas se pusieron
de mi parte porque determinados detalles (que ya explicaré) me llevaron directamente
desde Robert Frank hasta el que para mí es uno de los grandes referentes de la fotografía
documental contemporánea: el estadounidense Alec Soth. Frank y Soth son las dos fuentes
principales de las que beben en mayor o menor medidas la inmensa mayoría de los trabajos
que se hacen en la actualidad, y su huella es visible en el trabajo y estilo del resto de autores a
los que cito en este particular y variado recorrido por algunas de las tendencias de la fotografía
documental actual.

ROBERT FRANK

No se puede hablar de documentalismo fotográfico sin hacer, aunque sea, una pequeña
referencia a ‘Los Americanos’ de Robert Frank. No me extenderé demasiado, ya que son varios
los post que he dedicado al genial fotógrafo, además de un videopost de casi una hora
sobre cómo leer y e interpretar algunas de las claves de ‘Los Americanos’.
Frank es importante por muchísimas razones, pero en este caso me interesan particularmente
dos de ellas: la primera es que con ‘Los Americanos’ redefine el concepto de fotolibro, y la
segunda, y más significativa en este caso, que pone en valor el documentalismo de corte
personal.

Cuando a mediados de los 50 del siglo XX viaja durante dos años por Estados Unidos, su país de
acogida (él es suizo) y fotografía lo que se encuentra en su periplo, Frank huye del sacrosanto
‘momento decisivo’ de Cartier-Bresson, utiliza una técnica (aparentemente) descuidada, de
grano omnipresente, trepidaciones y horizontes torcidos, para ofrecer una visión poética a la
vez que crítica (y a veces, con un fino punto de ironía) sobre lo que está ante su cámara, que
no es otra cosa que la sociedad estadounidense, sus contradicciones y sus miserias, una
imagen totalmente diferente a la que se pretende vender y exportar bajo manidos conceptos
como el ‘sueño americano’ y, sobre todo, el ‘American way of life’, una visión comercial y
publicitaria de un modo de vida que pretende conquistar el mundo.
Pese a la enorme relevancia y originalidad de ‘Los Americanos’ lo cierto es que Robert Frank no
inventa nada, lo que hace (que no es poco) es poner sobre la mesa y validar una forma de
contar, retratar y documentar fotográficamente opuesta a los cánones documentalistas de la
época, muy ligados a la fotografía de Henri-Cartier Bresson y al reporterismo de guerra de
Robert Cappa, que acababa de morir. La agencia Magnum, creada unos años antes, estaba en
pleno apogeo.
• La clave: La mirada personal como forma de valor documental frente a la dictadura de
la “mirada pretendidamente objetiva”.
ALEC SOTH
Curiosamente, es una fotografía perteneciente a ‘Los Americanos’ la que nos lleva
irremediablemente hasta Alec Soth. Es quizá una de las que más desapercibidas pasa de todo
el libro, una de las poquísimas en las que no aparece gente, pero la que mejor resume el uno
de los conceptos que sostienen el documentalismo, el concepto de viaje, pero entendido
desde una doble vertiente: la del viaje físico, y la del viaje emocional. La fotografía en cuestión
se llama simplemente ‘Butte, Montana (1955)’ y muestra la vista, un tanto anodina, a través de
la ventana de un hotel.

Para Soth, como para Frank, el viaje es un elemento clave en su obra fotográfica. Pero en Soth
se trata de pequeños viajes que no le alejan mucho de su lugar de residencia. El fotógrafo
nacido en Minneapolis descubrió que necesitaba alejarse de su entorno más cercano para
estimular su instinto fotográfico, pero no tanto como para no captar el sentido de los códigos y
las experiencias vitales que marcan la vida cotidiana de aquellos a quienes retrata, sean
paisajes o personas.
Soth es un documentalista silencioso que explora una y otra vez los límites de la fotografía. Sus
narrativas nacen de la tensión entre conceptos (sueño y realidad en ‘Sleeping by the
Mississippi‘, amor, muerte y decadencia en ‘Niágara‘, el binomio atmósfera interior/exterior a
través de los retratos de sus sujetos en sus propias casas en ‘I know how furiously your heart is
beatin‘”).
Soth es uno de los fotógrafos que mejor se mueve en ese territorio difuso entre realidad y
ficción, y un autor que no oculta su tendencia a dirigir a sus retratados y a modificar las
escenas que fotografía (en sus inicios llenaba el encuadre de objetos, ahora prefiere quitarlos).
• La clave: La importancia de los símbolos como vertebradores de una narración y del
retrato y los paisajes como elementos evocadores de una historia y unos
sentimientos.

TANIA FRANCO KLEIN


La mexicana Tania Franco Klein es una de las fotógrafas jóvenes más interesantes del
panorama actual. Uno de sus puntos fuertes es el dominio del color y la maestría que muestras
a la hora de crear atmósferas de tensión. Conjuga y juega perfectamente con colores vivos,
algo nada fácil de hacer, y crea también atmósferas emocionales, especialmente bien
conseguidas cuando utiliza los amarillos suaves y los naranjas oxidados.
Sus fotografías son escenificadas, muchas veces es ella misma la protagonista de sus fotos,
pero siempre intenta que su ficción tenga algo de real. Por eso sus imágenes apelan siempre a
emociones reales.

Su proyecto más conocido se llama ‘Positive Desintegration’ y hace referencia a una teoría
psicológica del desarrollo de la personalidad. Está construido a base de imágenes
fragmentadas que evocan sensaciones como el aislamiento, la soledad, la ansiedad… y lo hace
cuidando muchísimo la luz, el ambiente y la disposición de los objetos, cuya combinación única
crea atmósferas que entretejen un atractivo universo personal.
En sus fotografías se percibe claramente la influencia de Cindy Sherman, William Eggleston,
Larry Sultan, Alec Soth y Nan Goldin, entre otros.
• La clave: Cómo apelar a emociones reales a través de escenas ficticias y cómo el
hecho de tener influencias muy marcadas y reconocibles no impide el desarrollo de
una voz y un estilo propios.
ALESSANDRA SANGUINETTI
A Alessandra Sanguinetti la descubrí gracias a uno de sus trabajos más famosos (si no el que
más): ‘Las aventuras de Guille y Belinda y el significado enigmático de sus sueños‘. En este
proyecto, Sanguinetti documenta durante cinco años la vida de dos primas que viven en una
zona rural de argentina y las acompaña en un periplo vital clave en la vida de todo ser humano:
aquel que empieza en la preadolescencia y termina a las puertas de la primera juventud.
Sanguinetti practica en este trabajo lo que en su caso se ha convertido en una firma personal,
un documentalismo directo con tintes poéticos y un ligero toque de nostalgia.

Esta fotógrafa tiene otro trabajo especialmente interesante, llamado ‘Home’, en el que aúna
de forma magistral los efectos del paso del tiempo y la memoria. Son fotografías de su casa
familiar, ya abandonada, en argentina y de los familiares que la habitaron o tuvieron relación
con ella.
Sanguinetti combina hábilmente fotografías de los rincones y grietas del viejo hogar con
retratos de sus familiares, unas imágenes en las que la piel, con sus arrugas, manchas y
heridas. Las huellas del tiempo y la memoria se funden en un relato sincero, directo, luminoso
y evocador.
• La clave: Al igual que Tania Franco Klein, Sanguinetti es una gran captadora de
atmósferas, en su caso reales, en las que el paso del tiempo y los lazos físicos y
psicológicos que unen a las personas (y a los lugares) son los lo que sostienen la
narración.

MIKE BRODIE
El trabajo de Sanguinetti sobre las dos primas adolescente argentinas me hizo recordar
inmediatamente a Mike Brodie y su magnífico y fresco ‘A period of juvenile prosperity‘, un
trabajo único y casi podría decir que irrepetible, cuyas diferencias con el de Sanguinetti le
hacen merecedor de un espacio propio.
La principal diferencia es que es un trabajo hecho sin ninguna pretensión documental por un
fotógrafo muy joven (17 años) que es, además autodidacta. Es, además, uno de los mejores
ejemplos de “proyecto a posteriori”, es decir, aquellos trabajos que se constituyen como tales
no durante el proceso de toma de las fotos, sino meses (o hasta años) después, cuando el
fotógrafo vuelve a sus archivos, los revisa, y se encuentra con que ahí tiene una historia en
espera de ser desempolvada y contada.

En 2003, Mike Brodie se escapó de casa y comenzó a viajar por Estados Unidos colándose
como polizón en los enormes trenes de mercancías que cruzan el país de una cosa a otra.
Comenzó a convivir con otros adolescentes que hacían lo mismo que él y empezó a hacerles
fotografías como mera diversión con una vieja Polaroid que encontró abandonada. Subía sus
fotos a unas redes sociales que en aquella época daban sus primeros pasos y comenzó a ser
conocido como ‘The Polaroid kid’ (el chico de la Polaroid).
Su trabajo es uno de los mejores ejemplos de frescura fotográfica, ya que es alguien que
fotografía sin ningún tipo de pretensión. Es, además, y en cuanto a contenido, una obra
importante porque documenta parte de la subcultura juvenil estadounidense y lo hace,
además desde dentro (él es uno más del grupo, un igual).

Es un trabajo que, estéticamente, tiene cierto toque romántico, quizá por el propio color de
las fotografías, que están hechas, en su inmensa mayoría, en las horas cercanas al atardecer y
al amanecer, con esa luz tan especial. Aquí hay que aclarar que las fotografías que conforman
el libro no son las que hizo con la Polaroid sino otras que hizo con una vieja Nikon de 35 mm
con la que se hizo en uno de los viajes. Es un proyecto que evoca la aventura, la libertad y
cierta nostalgia por la juventud perdida.
• La clave: La intencionalidad documental no tiene que ser una actitud explícita en el
fotógrafo. Ni siquiera la de ser fotógrafo profesional. Brodie nunca lo fue. Tras su
periplo de tren en tren, volvió a casa y estudió para cumplir su gran sueño: ser
mecánico de coches. Y lo cumplió.
BERTA VICENTE SALAS
Otra fotógrafa joven que acostumbra a utilizar a sus amistades como modelos es Berta Vicente
Salas. A Berta la descubrí hace poco, y por casualidad, como me sucede la mayoría de las
veces. De ella me atraen sus retratos (fue uno de ellos el que me llamó la atención y me llevó
hasta ella) y su maestría a la hora de crear y manejar atmósferas (nunca me cansaré de
repetir la importancia de esto último).
El trabajo de Berta es clave para entender ese documentalismo de ficción tan de moda hoy en
día que se mueve entre lo real y lo imaginario.

Sus fotografías, todas ellas escenificadas y muy trabajadas conceptual y visualmente,


recuerdan en cierta medida al estilo de Tania Franco Klein, pero con una paleta de colores que
huye, a diferencia de Klein, de los tonos vivos, y se mueve en un universo más oscuro y tenue.
El suyo es un mundo de sueños, de una estética más brumosa, más suave.

Pero Berta Vicente Salas tiene también otro trabajo que es radicalmente opuesto a lo que
acabamos de ver: un trabajo que podríamos enmarcar en el documentalismo más clásico y
realizado, además, en blanco y negro.
En 2016 Berta viaja a México para enseñar fotografía en una prisión de Juárez. En sus ratos
libres, aprovecha para acercarse a un centro de menores que hay en la ciudad y documentar
con su cámara el día a día de los internos.
• La clave: Berta Vicente Salas es uno de los mejores ejemplos de cómo un fotógrafo
autoral, con un discurso y una estética propias, puede alternar sus trabajos
personales con trabajos documentales de tipo más clásico y de estética y contenido
radicalmente diferentes.
EUGENE RICHARDS
Pero si hablamos de documentalismo clásico, una de las referencias ineludibles hoy en día
es Eugene Richards. El suyo es un documentalismo social, directo y crudo, con historias
contadas desde muy cerca, tanto física como emocionalmente. En este sentido, Richards suele
decir que “si puedo tocar a alguien, entonces puedo fotografiarle”, en una frase que recuerda
mucho a la ya legendaria de Robert Capa: ‘Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es
porque no te has acercado lo suficiente’.

Richards estudió periodismo y es un documentalista fuertemente comprometido con la verdad


y con la denuncia de los problemas e injusticias sociales de su país, Estados Unidos. Quizá por
eso, por tratar temas incómodos que muchos quieren ocultar, y también, creo yo, por
compartir nombre de pila, Eugene, con uno de los más grandes fotógrafos de la historia,
Eugene Smith, el trabajo y la figura de Eugene Richards pasa desapercibido demasiado
habitualmente.

Richards tiene trabajos apabullantes en su sinceridad y cercanía sobre las consecuencias del
consumo de drogas, el abandono, la exclusión social… Pero tiene también uno muy especial y
muy personal, el que hizo sobre el cáncer de pecho que sufrió su primera mujer. Este trabajo,
para mí uno de los mejores que he visto entre los muchos que se han hecho sobre el tema,
muestra la maestría y la sensibilidad de un fotógrafo que consigue mostrar la dureza de la
lucha contra el cáncer sin caer en la sensiblería ni en el morbo, que son las dos grandes
trampas de este tipo de trabajos.

• La clave: La importancia de saber manejar los tiempos y las distancias, no solo las
físicas (cuándo, cuánto y cómo acercarse) sino, también, las psicológicas.

PAKO PIMIENTA
De Pako y de su estupendo libro ‘Sizigia’ ya hablé en un post anterior titulado “Pérdida, dolor,
búsqueda y libertad. Así es ‘Sizigia’, de Pako Pimienta“, por lo que aquí no voy a extenderme
mucho más.
En este caso concreto, Pako y ‘Sizigia’ me interesan por dos motivos. Primero, porque el libro
es un bellísimo ejemplo de discurso personal y de documentalismo autorreferencial (nota:
para ser autorreferencial no hace falta fotografiarse a uno mismo), un trabajo que nace de un
duelo desgarrador por varias pérdidas que Pako sufre en un corto lapso de tiempo.
Y en segundo lugar, me interesa porque ‘Sizigia’ golpea y duele, y resulta desgarrador como
gran ejercicio de libertad personal a la hora de fotografiar; el de un fotoperiodista que, en los
ratos robados a su actividad diaria, se deshace de todos los corsés y prejuicios (propios y
ajenos) para fotografiar lo que quiere y como quiere, que se deja llevar por el instinto, el
sentimiento y el corazón.
Lo mismo hace, y esto me parece especialmente importante, a la hora de editar el
trabajo. “Me olvidé de las ganas y la necesidad de gustar”, dice, “y me encerré yo solo,
durante tres meses, para editar el libro”.

El resultado es un “libraco” gordo y oscuro, en el que cada página es un golpe en las entrañas.
Un ejercicio de tristeza lleno de belleza que nos sumerge en una atmósfera oscura de fin de
viaje.
• La clave: La explica, mejor que nadie, el propio Pako cuando habla de cómo hizo el
libro. “Mi cámara ama y odia conmigo, se acompasa con mi respiración y se libera de
las servidumbres del acto fotográfico”. La fotografía como ámbito de libertad creativa
en su máxima y doliente expresión.

NANCY BOROWICK
Nancy Borowick es otra de las fotógrafas que han utilizado la fotografía cómo forma de
elaborar un duelo y enfrentarse a una situación adversa. Su trabajo ‘Family imprint‘ es la
crónica de la lucha de su madre y su padre contra el cáncer, enfermedad que les fue
diagnosticada casi al mismo tiempo cuando Nancy tenía solo 20 años.
Es un trabajo de estética clásica, realizado en blanco y negro, que trata, por un lado, los temas
de la familia y el amor, y por otro, los de la enfermedad y a muerte.

Comparado con el trabajo de Eugene Richards al que antes hemos hecho referencia (el que
documenta la lucha contra el cáncer de pecho de su primera mujer), el de Borowick es un
trabajo que huye de la crudeza del de Richards. Es, en este sentido, más blando,
más condicionado por la intención, consciente o inconsciente, de hacer una especie de
homenaje a la figura de sus progenitores; homenaje a 34 años de matrimonio y homenaje a la
lucha común contra el cáncer.
Así, aunque Borowick no evita los momentos duros (visitas al hospital, efectos de la
quimioterapia…) no hay imágenes desgarradoras, sus fotos son más de quien coge la mano y
acompaña, que de quien se sienta y mira de frente a la enfermedad. Son fotos bellas y llenas
de ternura, de esperanza, en las que el enemigo y sus terribles consecuencias apenas se ven.
• La clave: El documentalismo fotográfico como respuesta a la necesidad de
enfrentarse al propio dolor y a la pérdida.
REBECCA NORRIS
Otra fotógrafa que documenta su propio duelo es Rebecca Norris. La autora fue poeta antes
que fotógrafa, y ese lirismo es muy visible en sus fotos. ‘My Dakota‘ es la consecuencia del
duelo de Rebecca Norris tras la repentina pérdida de su hermano víctima de un ataque al
corazón.

En 2005, Norris se encontraba en su tierra natal, Dakota del Sur, con la intención de dar
una visión íntima y personal del oeste americano. Quería plasmar en fotografías lo que ese
entorno tan particular provoca en alguien nacido y criado allí.
Sin embargo, cuando apenas ha empezado con el proyecto, recibe la noticia de la muerte de
su hermano, y el proyecto inicial muta en una especie de duelo que la lleva a recorrer en
coche aquellos lugares que fueron el escenario de su infancia. Norris busca consuelo y
respuestas en unos paisajes, los suyos, que cuyos ecos no hacen otra cosa que devolverle
preguntas.
‘My Dakota‘ muestra así un documentalismo en color el que la fotógrafa vuelca a la
perfección sus sentimientos de aflicción, nostalgia, pérdida y soledad en los paisajes áridos y
desolados de su infancia. En el libro, las imágenes van acompañadas de versos sueltos que la
propia Norris escribe de su puño y letra. Se trata, además, de un trabajo que aúna dos
conceptos muy importantes y que se repiten muchas veces, especialmente en el
documentalismo norteamericano: el concepto de viaje y el concepto de duelo.
• La clave: La importancia del paisaje como elemento evocador de los sentimientos
más profundos y arraigados en el ser humano.
VANESSA WINSHIP
Vanessa Winship es otra de las grandes documentalistas de nuestra época. Autora de grandes
trabajos en la zona de los Balcanes, Winship es la única mujer que ha ganado el premio de la
fundación Cartier-Bresson, un galardón que le permitió realizar uno de sus trabajos más
conocidos, el estupendo ‘She dances on Jackson‘.

Se trata de un trabajo que, una vez más, aúna viaje y duelo. Winship, inglesa, viaja a Estados
Unidos y documenta algunas de las zonas y personas que se han quedado fuera del famoso
“sueño americano”. Lo hace a través de retratos (es una de las mejores retratistas
documentales que hay) y los paisajes. El hilo conductor es un sentimiento de desencanto y
resignación, pero las personas de las fotos de Winship no transmiten victimismo, conservan
intacta su dignidad.
Como en el caso de Rebecca Norris, la casualidad y la fatalidad hacen que el trabajo acabe
reflejando también el proceso de duelo de la autora. El padre de Vanessa, ornitólogo, muere
mientras ella está en Estados Unidos, y los pájaros se convierten en protagonistas de algunas
de sus fotos.

• La clave: La fuerza del documentalismo clásico basado en una enorme sensibilidad


hacia el retrato y la magistral utilización de los paisajes y los espacios (tanto urbanos
como naturales).
RICKY DÁVILA
Elegí la figura de Ricky Dávila para este post porque me es un gran ejemplo de la evolución que
los años, la experiencia y, sobre todo, la inquietud y la (in)seguridad, provocan en la obra de un
fotógrafo. “A la fotografía se llega por necesidad” es una de las frases que suele repetir Ricky,
y esa necesidad es la que crea, de cuando en cuando, nuevas preguntas a las que un autor,
documentalista o no, acaba intentando dar respuesta con su cámara.
Ricky ha sido fotoperiodista, fotógrafo editorial y también un gran documentalista. Y su
evolución dentro del documentalismo, que es una esfera mucho más amplia de lo que en un
principio solemos imaginar, es lo que me parece realmente interesante.

De Dávila conocemos trabajos espléndidos como ‘Ibérica’ o ‘Manila’, por citar dos ejemplos.
En el primero de ellos, realiza una cartografía de la península a través de los rostros de la gente
que la puebla. Aquí Ricky muestra su maestría en el retrato, “la fascinación ante el misterio de
los demás”, como él suele definirlo, y son esos rostros los que conforman la columna vertebral
de un retrato en el que también se ven paisajes.
En ‘Manila’ Dávila viaja a esa ciudad filipina varias veces y retrata la peculiaridad de una ciudad
caótica, viva y bulliciosa.

‘Todas las cosas del mundo’ es ya un trabajo que, aun siendo documental, muestra una
perspectiva marcadamente personal. Es un valiente ejercicio de introspección, una mirada que
se vuelve hacia dentro y que expresa ese interior reflejándolo en aquello que encuentra en el
exterior. El libro, además de fotos, incluye poemas escritos por el propio Ricky, cuya
inspiración ha estado y está muy ligada al mundo de la literatura y la poesía.

En los últimos años, Ricky reivindica más que nunca la parte lúdica de la fotografía, su
importancia como mecanismo donde dar rienda suelta a esa cosa tan difícil de hacer pero tan
arrebatadoramente bella que es la libertad creativa. De esa rebeldía nacen ‘Los cuadernos de
Remo Vilado’, unos libros de artista en los que Remo, alter ego de Ricky, da rienda suelta a la
“incontinencia creativa de un Quijote descabalgado armado con libreta y cámara”. Son los
cuadernos de alguien que experimenta, se divierte y se reinventa en su aparente locura sin
tener que rendir pleitesía a nada ni a nadie. Ni siquiera a sí mismo. Una rareza y un acto de
valentía, aunque no se haya concebido como tal, en los tiempos que corren.
• La clave: La evolución de formas de documentalismo supuestamente más cercanas a
la objetividad, como el fotoperiodismo y el documentalismo más clásico, hasta formas
de documentalismo más personal, desarrollando, a su vez, una fotografía
marcadamente autoral, para llegar, como colofón, al campo de la experimentación
creativa.
BIEKE DEPOORTER
El de Bieke Depoorter es un documentalismo alimentado por la curiosidad por los otros y el
entorno en el que transcurre su día a día.
Cuando en 2009 acaba sus estudios, esta joven fotógrafa belga vuelve sus ojos a Rusia y, con
una nota redactada por una amiga que habla ruso, realiza varios viajes a ese país con el
objetivo de sumergirse en la realidad cotidiana de sus gentes.

En esa nota escrita en ruso, Bieke explica que busca una casa para pasar la noche porque
quiere conocer cómo viven los rusos. Enseña la nota a la gente con la que se cuenta hasta que
alguien le ofrece pasar la noche con su familia.
Así es como Bieke consigue meterse en la sala de estar de la gente de a pie, que es donde,
como ella misma subraya, gira la vida de las familias y donde mejor pueden observarse su
costumbres y tradiciones. Más tarde seguirá el mismo método en países como Estados Unidos
y Egipto.
Con el tiempo, Depoorter ha ido cuestionándose su propio papel como extraña que llega a un
lugar y se mete en las casas de las personas. Ya no se siente tan cómoda siendo la forastera
que observa. Lo que hace, entonces, es volver a los lugares que ha visitado, como Egipto,
enseñar a la gente las fotos que tomó en su anterior viaje y pedirles que escriban sus
comentarios e impresiones en ellas.
También ha llegado a utilizar a sus sujetos como actores para hacer pequeños films borrando
así la línea cada vez más fina entre realidad y ficción y volcando su propia realidad en la
realidad de sus sujetos.
• Clave: El valor documental de la “mirada del otro” sobre realidades y culturas que le
son ajenas, tal y como hizo Robert Frank en ‘Los Americanos’.

THANA FAROQ
Si Bieke Depoorter es un ejemplo del “documentalismo de inmersión” en realidades
ajenas, Thana Faroq nos sirve como modelo de fotógrafa que documenta realidades y
experiencias que son parte de su propia historia de vida.
Faroq es una fotógrafa de calle y documentalista yemení que vive refugiada en Holanda tras
huir de su país natal. Su trabajo más conocido, y por el que yo la descubrí, se llama ‘The
Passport’ (el pasaporte), un proyecto que aún hoy está en proceso. En él refleja las vidas de
personas cuyas vidas están marcadas por un documento, el pasaporte, qué decide a dónde
puedes ir, dónde no, dónde te puedes quedar… etc.

Se trata de un trabajo realizado en un delicado y cuidado blanco y negro y en el que los


retratos de los individuos tras un cristal sirven como metáfora de la situación que rige su
vida (el cristal como elemento que los mantiene separados, física, legal y jurídicamente, de un
mundo que pueden ver, pero no disfrutar). Personas aisladas y confinadas (física o
psicológicamente) que, muchas veces, acaban desarrollando problemas identitarios.
Otro trabajo interesante de Faroq, y esta vez realizado en color, es uno llamado ‘Women like
us’ (mujeres como nosotras), que cuenta la historia de 15 mujeres yemeníes en un contexto de
guerra. Faroq huye deliberadamente de los paisajes de guerra, destrucción y muerte para
retratar a estas mujeres en sus entornos domésticos, mostrando su día a día.
• La clave: Documentar nuestra propia historia a través de las experiencias de los
otros, huyendo de la autorreferencialidad pero aprovechando y valiéndonos de
nuestro propio conocimiento y empatía con los sujetos y situaciones que captamos.
MARÍA MAGDALENA ARRELLAGA
El de María Magdalena Arrellaga es un documentalismo más orientado al fotoperiodismo, pero
con una importante connotación reivindicativa.
Arrellaga es una fotoperiodista radicada en Brasil que publica habitualmente en el New York
Times. Sus temas principales son la mujer, la política y la naturaleza, siempre desde una
vertiente reivindicativa. Trabaja principalmente en color, con una especial sensibilidad para el
retrato y un muy buen ojo para contar historias de forma atractiva.

Entre sus trabajos más representativos está ‘Women in Samba’ (Mujeres en la Samba) en la
que documenta el día a día de un grupo de Samba integrado exclusivamente por mujeres. La
Samba es un mundo tradicionalmente machista en el que los músicos son siempre hombres y
el papel de la mujer se limita al de bailarinas exuberantes y ligeras de ropa.
Las protagonistas de su trabajo son las integrantes del grupo “Samba que elas querem” (La
samba que ellas quieren), a las que fotografía en ensayos y conciertos en pequeños locales
‘Marielle presente’ es uno de sus trabajos más conocidos. Se centra en las manifestaciones
populares que siguieron al asesinato de la activista brasileña Marielle Franco el 14 de marzo de
2018.
Arrellaga también ha fotografiado el carnaval de Brasil, pero huyendo de las visiones más
típica y tópicas, huyendo de la sexualización de la figura de la mujer, y mostrándolo como una
fiesta reivindicativa y de autoafirmación.
En su haber hay también un trabajo curioso. Se llama ‘Up and down’ y en él documenta una
profesión que desaparece: la de los ascensoristas de Río de Janeiro.
• La clave: El documentalismo como forma de reivindicación y ruptura de estereotipos.

SIPKE VISSER
El caso de Sipke Visser y el de la autora de la que hablaré después, Nigel Poor, son dos claros
ejemplos de la vertiente más lúdica del documentalismo y de la fotografía en general.
Porque, al contrario de lo que pueda parecer, “documental” no tiene por qué ser sinónimo de
“serio”, “triste”, “dramático” o “trágico”.
Visser es un fotógrafo afincado en Londres cuyo trabajo más conocido es ‘Return to
sender’ (Devolver al remitente). Para llevarlo a cabo, Visser eligió 500 direcciones postales al
azar en Google Maps (la mayoría de ellas de Inglaterra y algunas de Estados Unidos) y a
continuación envió cartas manuscritas de su puño y letra en la que se presentaba, explica su
proyecto y les pedía que le escribiesen un texto hablando de lo que ellos quisieran (lo que
habían hecho esa mañana, su película favorita, etc.) junto con una foto. En su carta, Siple
Visser adjuntaba un sobre franqueado para facilitar las respuestas. Con las cartas y fotos
recibidas, hizo un curioso y original fotolibro.

Otro de sus proyectos se llama ‘Take a look at yourself’ (échate un vistazo). Lo hace como
respuesta a la cultura del selfie que se ha instaurado con la llegada de los smartphones. Él sale
a la calle con su cámara analógica y hace retratos a los viandantes. Les pide su dirección y, tras
revelarlos, se los envía a los retratados pidiéndoles que escriban sus impresiones en la propia
fotografía y se la envíen de vuelta.

Un proyecto tanto o más curioso que los anteriores y con un toque


marcadamente conceptual es el llamado ‘Burnt wood’ (madera quemada). Visser pasa un día
por un garaje que se ha incendiado y uno de los trozos de madera quemados llama
poderosamente su atención. Lo toma “prestado”, lo lleva a su estudio y, durante varios días, se
dedica a hacerle fotos con cámaras de medio y gran formato. El resultado es una maravillosa
serie en la que las texturas y las formas estimulan la imaginación de todo el que las mira.

La clave: Utilizar la fotografía como medio para que sean los propios sujetos los que
expresen libremente sus ideas y opiniones y hacer una particular cartografía de las personas y
las formas de pensar de nuestro tiempo.

NIGEL POOR
Nigel Poor es fotógrafa y artista visual y su web está llena de proyectos curiosos y originales. Si
trabajo es una muestra de cómo la fotografía puede ser una herramienta más en un proceso
creativo mucho más amplio, que incluye la manipulación, transformación y reinterpretación
de objetos.
De entre todos sus curiosos trabajos he elegido uno llamado ‘Washed books’ (libros lavados).
Para llevarlo a cabo, Poor escoge nueve libros que fueron prohibidos en la época en que se
publicaron al ser considerados “impropios” o “sucios” y, literalmente, los lava. Lo que hace es
meterlos en la lavadora, donde les da varios lavados, hasta que quedan reducidos a una
especie de pasta.
Entre los libros elegidos están, por ejemplo, “Lolita”, “Madame Bovary” o “Alicia en el país de
las maravillas”. A esa pasta resultante, Poor le añade lo que queda en el filtro de la
lavadora (pelusas de su ropa, pelos… etc.). Después coge su cámara e inmortaliza el resultado,
que es lo que finalmente cuelga en las paredes de las galerías donde expone sus trabajos.

• La clave: Utilizar la fotografía como modo de documentar y exhibir trabajos artísticos


de corte conceptual.

De este repaso se pueden sacar varias conclusiones sobre el terreno por el que se mueve el
documentalismo fotográfico en la actualidad:

1. Una es la continua renegociación de las fronteras entre realidad y ficción que, lejos
de perjudicar al documentalismo, lo que ha hecho es abrir nuevos campos a la
expresión fotográfica.

2. Además, existe un creciente interés por documentar y “redescubrir” la cotidianeidad,


una tendencia que se está generalizando y que provoca que sea muy importante
(aunque también muy difícil) ser capaz de crear “misterio” en esos escenarios que
muchas veces nos resultan invisibles (o difíciles de mirar con otros ojos) y carentes de
interés.

3. Otro punto importante es no confundir documentalismo y fotoperiodístico. Fotografía


(y documentalismo) no es sólo aquella que se ve en los medios, así como una imagen
tampoco se convierte en fotografía por el mero hecho de ser mediática.
Foto: Tania Franco Klein.

Las redes sociales pueden servir de plataforma para mostrar y dar a conocer trabajos
fotográficos, pero ni la validez ni mucho menos la calidad de un trabajo fotográfico
(documental o de otro tipo) puede ni debe medirse por el número de likes o seguidores
conseguidos. Tampoco son el lugar donde probar y desarrollar nuestra voz como autores.
Al final, de lo que se trata es de dar sentido al mundo en que vivimos y a las realidades a las
que nos enfrentamos, y de hacerlo con sensibilidad, honestidad y compromiso hacia lo que
queremos contar y la manera en que queremos contarlo.

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