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El azúcar se divide en glucosa y fructosa en el cuerpo. La glucosa se transforma en energía por el hígado, mientras que la fructosa sobrecarga el hígado y se convierte en grasa y colesterol. El consumo excesivo de azúcar puede causar resistencia a la insulina y derivar en diabetes tipo 2, ya que la insulina deja de funcionar adecuadamente. Además, el azúcar activa las áreas de recompensa del cerebro de forma similar a las drogas, creando un hábito peligroso
El azúcar se divide en glucosa y fructosa en el cuerpo. La glucosa se transforma en energía por el hígado, mientras que la fructosa sobrecarga el hígado y se convierte en grasa y colesterol. El consumo excesivo de azúcar puede causar resistencia a la insulina y derivar en diabetes tipo 2, ya que la insulina deja de funcionar adecuadamente. Además, el azúcar activa las áreas de recompensa del cerebro de forma similar a las drogas, creando un hábito peligroso
El azúcar se divide en glucosa y fructosa en el cuerpo. La glucosa se transforma en energía por el hígado, mientras que la fructosa sobrecarga el hígado y se convierte en grasa y colesterol. El consumo excesivo de azúcar puede causar resistencia a la insulina y derivar en diabetes tipo 2, ya que la insulina deja de funcionar adecuadamente. Además, el azúcar activa las áreas de recompensa del cerebro de forma similar a las drogas, creando un hábito peligroso
Cuando el azúcar entra en el cuerpo se divide en fructosa y glucosa y ambas
inician su camino hacia el hígado. Este órgano toma la glucosa y la transforma en energía. Una vez que ya tiene suficiente almacena el resto para utilizarla en otro momento, como si fuera una reserva.
Con la fructosa es diferente porque el hígado solo puede metabolizar una
pequeña cantidad así que el resto se la queda como energía. Pero, ¿qué pasa si ya tiene suficiente energía y la reserva está llena? Entonces, se sobrecarga al hígado por un lado y por el otro, esa energía extra se convierte en grasa. Esta grasa se traslada al corriente sanguíneo en forma de colesterol. Pero, no toda. Otra parte queda en el hígado.
Si esto pasa continuamente, no solo se está obligando al hígado a trabajar en
exceso sino que puede derivar en un hígado graso sin necesidad de ser alcohólico.
Cuando consumimos mucha azúcar y tenemos mucha glucosa en el cuerpo, el
páncreas empieza a liberar insulina para que esa glucosa entre en las células y genere la energía. Al mismo tiempo, el cuerpo deja de quemar grasa y empieza a quemar esa glucosa.
Si se da esta circunstancia constantemente la insulina puede dejar de trabajar
como debería y las células se pueden volver resistentes a ella.
Más allá del aumento de peso, del aumento de colesterol, de la posibilidad de
hígado graso y un largo etc…el consumo excesivo y continuado de azúcar puede llevar a generar una resistencia a la insulina. Un aspecto que algunos estudios relacionan con la aparición de la Diabetes Tipo 2.
Cuando tomamos azúcar, igual que con la cocaína o la nicotina, se activa la parte
del cerebro correspondiente a la recompensa y se empiezan a liberar hormonas placenteras. Esta relación azúcar-placer genera un hábito muy peligro (ya sea consciente o no) que nos hace susceptibles de querer consumirlo constantemente.