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El texto expone una definición del abuso sexual infantil (ASI) y conclusiones a partir de un
estudio realizado, sobre consultas de ASI en el Hospital Roberto del Río en el año 1998.
El abusador usualmente es un hombre adulto o adolescente, sólo una minoría son mujeres y
en la mayoría de los casos son familiares o conocidos. Existe una escasa diferencia entre
hombres y mujeres consultantes, destacándose una mayoría masculina bajo los 6 años y
femenina sobre dicha edad. La iniciación del ASI se da mayoritariamente bajo los 10 años y
a medida que aumenta la edad la distancia temporal entre la iniciación y la comunicación-
consulta disminuye. En cuanto al sitio del ASI, casi la totalidad de los casos ocurre en casa
del abusado, abusador o colegio, siendo excepcionales otros sitios.
En el ASI, el daño psicológico suele primar sobre el físico y tener una repercusión negativa
en el desarrollo de diversas áreas como la psicosexual, afectiva social y moral. Así también,
las consecuencias pueden conservarse y/o reactivarse en la adultez de la víctima. “El
tratamiento del abusado y del abusador (sobre todo cuando éste es menor de 18 años y es a
su vez víctima de abuso), debiera ser uno de los objetivos principales del tratamiento, a fin
de interrumpir la secuencia abusado-abusador, que tiende a persistir a través de las
generaciones” (Almonte, C. et al. 2002).
El ASI se ha visto incrementado, pudiéndose explicar por una mayor detección, políticas
públicas, mayor conocimiento del ASI y sus graves repercusiones, difusión mediática y un
desarrollo del sistema judicial en la problemática. En los casos que la denuncia emerge de
la institucionalidad y existe resistencia por parte de la familia, se producen implicancias
éticas al poder re victimizar a la víctima y distanciarse de los objetivos protectores.
3. Reflexión personal
Resulta interesante observar esta correlación dispar y entenderla como una evidencia de las
relaciones de género y las posibles respuestas emocionales culturales arraigadas en mujeres
y hombres frente a la vulneración. Es posible que el hombre reproduzca mayormente esta
relación abusado-abusador, debido a su respuesta emocional cultural más propensa a la
rabia y venganza frente al abuso y tal vez, mirando hacia el pasado, la vergüenza y culpa
por parte del género femenino; reflejado en un silencio histórico y naturalización de los
abusos sexuales en general. Podríamos mencionar que el hecho de que los abusadores sigan
siendo mayormente hombres es un indicio más del patriarcado y las relaciones de poder y
estereotipos de género que reproduce. Creo que, si bien actualmente estos paradigmas están
siendo cuestionados y revisados, con un aumento notorio tanto de las denuncias como de
las políticas, aún nos queda un largo trecho por alcanzar el ideal de una sociedad más
equitativa y sobre todo respetuosa.
Así también el hecho de que los abusos sean realizados mayormente por familiares o
conocidos de las víctimas refuerza lo anterior, remarcando la relación de poder y dominio
del territorio donde se cometen los delitos de ASI. Me parece fundamental que las políticas
apunten también a la promoción de salud y prevención de estos abusos y, tomando en
consideración lo ya expuesto, impulsar la promulgación de la Educación sexual integral no
solo para proyectar una disminución de ASI en cuanto a la facilitación de recursos y
defensas que permitan a las niñeces y adolescencias identificar de manera más clara e
inmediata los abusos, sino también en el potencial de desarrollo sexual saludable de la
sociedad en general, disminuyendo la emergencia de abusadores que buscan complacer sus
necesidades sexuales inmaduras.
Por último, es innegable que una denuncia por parte de profesionales institucionales frente
a la pasividad o complicidad familiar con el abusador, tiene implicancias éticas que pueden
provocar nuevos daños a la víctima. Sin embargo, considero que prolongar los estados de
vulneración en un presente, solo exacerba las múltiples repercusiones dañinas para el ser
abusado en el futuro o su adultez, y mientras antes se intervenga es posible que mejores
resultados se obtengan. Tal vez sería conveniente apuntar a que los procedimientos de
acompañamiento en estos casos, fuesen lo más criteriosos y cuidadosos posibles, para
disminuir las posibilidades de revictimización.
Bibliografía
Almonte, Carlos, Insunza, Carla, & Ruiz, Cecilia. (2002). Abuso sexual en niños y
adolescentes de ambos sexos. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 40(1), 22-30.
https://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272002000100003