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Resumen
La Finalidad del presente escrito es analizar desde una perspectiva jurídica y critica el
fenómeno del vigilantismo en Colombia, una práctica culturalmente aceptada que de
acuerdo a la jurisprudencia del Consejo de Estado degrada el valor del ser humano en el
mundo y su significado. Dicho fenómeno se presenta cuando grupos al margen de la ley,
conjuntos de ciudadanos o incluso agentes del Estado deciden “purgar” los territorios,
asesinando al azar y sin vacilar a aquellos a los que la sociedad ha otorgado el papel de
indeseables: personas en situación de calle, expresidiarios, prostitutas, entre otros.
Esperamos a través de este trabajo poder contribuir al entendimiento de la génesis y causas
de esta práctica delictiva que obstaculiza la concreción del principio de dignidad humana en
cualquier Estado Social de Derecho.
Palabras clave: Dignidad humana, vigilantismo, limpieza social, purga y derechos humanos.
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Daniela Guevara Hurtado
Vigilantismo en Colombia. Degradación del monopolio del poder punitivo del Estado
Abstract
The purpose of this paper is to analyze the phenomenon of vigilantism in Colombia from a
legal and critical perspective, a culturally accepted practice which according to State Council
jurisprudence “degrades the value of the human being in the world and its meaning”. This
phenomenon occurs when criminal groups, local groups or even State agents decide to
"purge" the territories, killing at random and without hesitation those whom society has
label as undesirables: homeless people, ex-convicts, prostitutes, among others. With this
paper, we hope to contribute to the understanding of the origin and roots of this criminal
practice that hinders the realization of the principle of human dignity in any social state
under the rule of law.
Keywords: Human dignity, vigilantism, social cleansing, purge and human rights.
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Daniela Guevara Hurtado
Vigilantismo en Colombia. Degradación del monopolio del poder punitivo del Estado
Índice de contenidos
Pag.
1. Introducción ………………………………………………………………………………………………….. 5
2. Justificación …………………………………………………………………………………………………… 7
3. Problema y finalidad ……………………………………………………………………………………… 9
4. Objetivos ………………………………………………………………………………………………………. 10
4.1. Objetivo principal ……………………………………………………………………………….. 10
4.2. Objetivos específicos ………………………………………………………………………….. 10
5. Marco teórico ………………………………………………………………………………………………… 11
5.1. Potestad Punitiva del Estado ………………………………………………………………. 11
5.2. Vigilantismo y Limpieza Social ……………………………………………………………. 14
5.2.1. Antecedentes de la limpieza social en Colombia …………………………. 14
5.2.2. Limpieza social desde la perspectiva de la crisis social en Colombia 21
5.2.3. Vigilantismo, ¿una práctica culturalmente aceptada? ………………….. 26
5.3. Dignidad humana ……………………………………………………………………………….. 29
5.3.1. El derecho a la vida como garantía de la dignidad humana …………. 29
6. Estudio de Casos. …………………………………………………………………………………………… 35
6.1. Las CONVIVIR ……………………………………………………………………………………… 35
6.2. Myrna Mack Chang Vs Guatemala, Corte Interamericana de Derechos
Humanos …………………………………………………………………………………………………. 37
7. Conclusiones …………………………………………………………………………………………………. 42
8. Referencias ……………………………………………………………………………………………………. 45
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1. Introducción
Por muchos años, a pesar de la existencia de múltiples voces detractoras a las actividades de
profilaxis social, el gobierno colombiano, nacional, regional y local fue complaciente e incluso
algunos funcionarios y personalidades justificaban dichas prácticas. Con el devenir del tiempo
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los operativos de limpieza social se salieron de control y cualquier grupo que considerase que
estaba siendo afectado por las actividades de otro emprendía prácticas de limpieza social,
actividades en las cuales eran asesinadas personas sin discriminación alguna y en las cuales
fallecieron un sin número de inocentes.
A lo largo de la presente investigación se abordará el tema para identificar las causas que
dieron origen a tal fenómeno, los estragos producidos en la sociedad colombiana, la
participación y responsabilidad, tanto por acción como por omisión, del Estado Colombiano,
las consecuencias derivadas de dichas prácticas y la vinculación entre dignidad humana,
derechos humanos y justicia privada.
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2. Justificación
El tema a investigar que se ha planteado realizar se justifica por tener acierto e importancia
ya que trata un problema jurídico-social relacionado con las garantías constitucionales y los
derechos humanos, que toma gran relevancia y connotación a partir de la propagación de la
idea de aceptación generalizada que se dio sobre las prácticas de justicia en forma privada,
pero sobre todo a nivel local en relación con los estragos causado a la sociedad colombiana.
Es deber estudiar las normas del ordenamiento jurídico, así como las que tienen que ver con
los derechos constitucionales y los derechos humanos, los que constantemente fueron
vulnerados por la acción u omisión de las entidades del Estado, así como también debe ser
objetivo primordial aportar para hacer de la sociedad colombiana una sociedad más justa,
equitativa y valedera en el campo jurídico, especialmente centrada en el cumplimiento y
observancia de los derechos humanos y constitucionales, con lo que se evita que día a día el
conglomerado social al que nos debemos y en el cual desarrollamos nuestras actividades se
vea inmerso en la injusticia y el abandono.
Ante ello todos los integrantes de la sociedad están llamados a realizar cambios sustanciales
como estructurales de forma tal que lo establecido en el orden legal, constitucional y de
derechos en general concuerde con las políticas y acciones de los órganos del Estado,
propendiendo de esta manera que exista la debida congruencia entre las normas internas de
la nación con respecto a los convenios internacionales en materia de derechos humanos,
para que las leyes y normativas cumplan con su objetivo que es el de propender a la justicia
social.
Es por esta razón que se ha propuesto como principal meta el estudio del fenómeno
denominado limpieza social, pues mientras exista injusticia social el quebrantamiento de los
derechos constitucionales y en particular de los derechos humanos seguirá existiendo el
riesgo de repetición.
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Ha quedado en palpable evidencia ante esta difícil situación que debe dejarse registro
académico del fenómeno donde conste las causas que le dieron origen, los responsables, las
huellas dejadas en el tejido social colombiano y las medidas posibles para evitar se siga o
vuelva a presentarse.
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3. Problema y Finalidad
Desde finales de la década de los 70, Colombia vivió una transformación en las formas, los
protagonistas y casos de violencia. La ausencia del Estado y carencia de legitimidad de los
órganos de justicia produjeron que la sociedad civil asumiera acciones de violencia colectiva
bajo la justificación de la justicia privada, que no es otra cosa que justicia a mano propia.
La presente investigación aborda el problema del vigilantismo como fenómeno que reta el
monopolio de la potestad punitiva del Estado y en tal sentido se justifica la misma en función
del estudio que hace de las causas que le dan origen, la admisibilidad de tal práctica y la
participación del propio Estado en la promoción de tales prácticas, como aporte académico
para su análisis y comprensión.
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4. Objetivos
La presente investigación tiene como objetivo principal analizar desde una perspectiva
jurídica y critica el fenómeno del vigilantismo en Colombia en contraste con el criterio de
monopolio del poder punitivo por parte del Estado, comprender sus causas e identificar las
razones que han permitido que, en la actualidad, la práctica se desarrolle en un ambiente de
consentimiento que parece ignorar el concepto de dignidad humana reconocido en el
derecho internacional y nacional.
Definir el fenómeno de vigilantismo y las causas que dieron origen a tal fenómeno en
Colombia.
Evaluar el concepto de monopolio de la potestad punitiva del Estado y su trasgresión
por el fenómeno del vigilantismo.
Analizar el principio de respeto a la dignidad humana en contraste con las prácticas
de limpieza social.
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5. Marco Teórico
La convivencia dentro de una sociedad implica un cierto orden social, vinculado con el
proceso por el que las interrelaciones sociales procuran su estabilidad en el tiempo y
adquieren una forma tal que las hace relativamente previsibles en función del acatamiento
de un sistema de reglas y de directrices de acción soportadas en valores socialmente
admitidos como válidos y en una definición de la autoridad y el poder que delegan a la
institucionalidad que les representa un gobierno determinado, en un contexto de relaciones
recíprocas entre los sujetos individuales o colectivos de la sociedad y entre éstos y el poder
público.
El establecimiento del orden social comienza a ser un problema a partir del momento en que
se acepta que para instaurarlo o preservarlo se hace necesario el uso de la fuerza, y obtener
con ello la obediencia de determinados individuos, dado que el orden no es algo inevitable.
Así, el uso de la fuerza física, por medio de la violencia, que amenaza o lacera la vida humana,
se aplica infringiendo daño con el fin de alcanzar determinados objetivos como lo son lograr
una convivencia pacífica y el sometimiento a las reglas propias de la convivencia por cuanto
se atribuye al Estado el monopolio legal del poder, incluyendo el monopolio del empleo de la
violencia, lo que se considera un categórico fundamental de los atributos del Estado
moderno.
Dentro de este orden de ideas, se considera que en virtud de la autoridad que la sociedad
confiere a al Estado por medio de lo que se conoce como contrato social, lo cual es un pacto
de mutuas concesiones, la sociedad ofrece a subordinación a las normas del Estado y a
cambio éste brinda protección y seguridad, consagrándose así la facultad del uso legítimo de
la fuerza por todos medios que considere oportunos para asegurar la paz y defensa de su
sociedad.
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Planteó Hobbes (1655) que en la tarea de pacificación de la sociedad el poder soberano del
Estado tiene atribuciones que le son inherentes, entre las que se cuentan:
i. El poder de prescribir normas en virtud de las cuales cada hombre puede saber
qué bienes puede disfrutar y qué acciones puede llevar a cabo sin ser molestado
por cualquiera de sus conciudadanos;
ii. El derecho de judicatura, esto es, de oir y de decidir todos los litigios que puedan
surgir respecto a la ley, por cuanto "sin decisión de las controversias no existe
protección para un súbdito contra las injurias de otro;
iii. La presencia de un poder coactivo que respalde las leyes para hacer que los
hombres las cumplan, cuya máxima expresión es el poder de castigar a quienes
desobedecen la ley con penas corporales o pecuniarias o con la ignominia.
En tal sentido, al Estado se le confiere el monopolio del poder punitivo como herramienta
para garantizar la convivencia pacífica, de tal forma que, una de las primeras atribuciones
otorgadas a los Estados modernos es el de concentrar para él el poder, evitando así que haya
en la sociedad, diversos centros de poder, lo cual pudiese derivar en luchas entre eses
centros de poder e incluso contra el propio Estado por la vía de las armas.
Con la cualidad de único apoderado y administrador exclusivo, con facultades para ejercer la
violencia habrá de actuar el Estado, pudiendo despojar a particulares o colectivos de su uso
para la solución de controversias, proscribiéndola de manera general a estos, con la doble
finalidad de evitar la guerra e impedir que se tome la justicia por mano propia.
La disposición sobre los medios militares y policiales se reserva al Estado, el cual tendría la
facultad de usar la violencia contra los particulares en busca de combatir los actos de fuerza
ilegítima que ellos despliegan y asegurar un determinado orden social; el monopolio del uso
legítimo de la fuerza se consagra con la intención de imponer o, en su caso, de preservar un
conjunto de condiciones externas que salvaguarden paz.
El monopolio del uso legítimo de la fuerza presupone dos condiciones: la primera es que el
Estado quite a los particulares o colectivos del uso de la fuerza para la solución de
controversias; la segunda, que para alcanzar dicho fin, y solo cuando sea estrictamente
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La aceptación del poder central como legítimo deviene en la actitud, más o menos
perdurable, de acatamiento a las reglas emitidas por él, y en consecuencia la autoridad de las
disposiciones promulgadas en ejercicio de dicho poder; así, el sometimiento al derecho no
estriba del todo de una condición intrínseca, sino, en gran medida, de la admisibilidad de
parte de un amplio sector de la población de la legitimidad de los órganos de donde
provienen, en cuanto su origen democrático como por los efectos y beneficios que alcanza su
gestión, principalmente en relación a la concreción y tutela de los derechos humanos y de
hacer palpable en el desarrollo social de la población los valores que norman la interrelación
social y política.
Esta manifestación del poder punitivo puede ser concebida en función de tres elementos
característicos propios:
i. Ius puniendi, como derecho objetivo propio del derecho penal; una concepción
apta para que permite desarrollar la definición sobre que se trata de una parte de
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Sobre el monopolio del poder punitivo del Estado, la Constitución Nacional de Colombia de
1991, en su artículo 216 plantea la idea sobre una noción de Estado con un proyecto de país
en el cual el monopolio de la administración de justicia y del ejercicio legítimo de la coacción,
lo cuales reposan en las instituciones públicas, son presupuestos de paz y de convivencia
social que permiten a las autoridades, representadas en la Fuerza Pública mantener un
ejercicio exclusivo, eficaz y legítimo sobre el uso de la fuerza.
En el caso colombiano, el monopolio del poder punitivo del Estado no ha sido principio
pétreo, toda vez que con el supuesto fin de apoyar las tareas de inteligencia y seguridad de la
Fuerza Pública, en determinado momento se permitió la creación de cuerpos de vigilancia y
seguridad privados, los cuales actuaron desprendiendo al Estado del carácter de
monopolizador del ius puniendi.
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tipo de exterminios selectivos se diseminase hasta la actualidad, entre las estadísticas de los
múltiples homicidios que se producen a diario en las regiones del país.
Sin embargo, podríamos aseverar que el uso de la práctica se fortaleció durante 1994 cuando
bajo el amparo del Estatuto de Vigilancia y Seguridad Privada (Decreto 356 de 1994) se
crearon las cooperativas de vigilancia y seguridad privada rural. Posteriormente, el 27 de
abril de 1995, la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada expidió la Resolución 368
bajo la cual se crearon Las Convivir, grupos de ciudadanos, ganaderos, comerciantes, ex
paramilitares, entre otros, que nacieron como cooperativas de seguridad rural, con el fin de
apoyar las tareas de inteligencia y seguridad de la Fuerza Pública.
Especialmente las Convivir tenían la tarea de fortalecer los esfuerzos del Estado contra los
grupos insurgentes que, para el momento, junto con las redes del narcotráfico, tenían
asediadas las zonas rurales del país, como el Urabá antioqueño. Sin embargo, mientras
operaron las Convivir fueron cuestionadas por variados motivos: la calidad de sus miembros,
la falta de supervisión de su accionar por parte del Estado y por las graves vulneraciones de
derechos humanos que se denunciaban en las regiones donde desarrollaban su actividad.
Del decreto 356 de 1994 es importante destacar algunos artículos que permiten entrever,
como dicha política de seguridad afianzó viejos mecanismos de autodefensa, que enraizaron
formas de violencia que tuvieron como propósito, entre otros, eliminar, total o parcialmente
un grupo especifico, llámesele criminal, indeseable o residual en nombre de la justicia:
Así mismo, la resolución 368 facultó a los particulares que componían las Convivir a hacer uso
de armas que son de uso privativo de la fuerza pública en tareas que eran autorizadas por la
Superintendencia encarga de la vigilancia de dichas cooperativas de seguridad.
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De alguna forma, las Convivir fomentaron una forma de violencia propia del vigilantismo o de
la ideología conservadora, que tenía como objetivo imponer un orden sociopolítico, a través
de estrategias ilegales como la proliferación del miedo, la presión social, la limpieza social,
entre otros. (ROCHA, 2009, p. 22)
Según HUGGINS (1991, p. 4) existen tres tipos de vigilantismo: los justicieros, que se refiere a
grupos de ciudadanos y/o agentes del estado que asesinan presuntos delincuentes o
personas problemáticas que resultan indeseables en las dinámicas sociales, usualmente los
perpetradores de esta práctica reciben un pago por ello (otra forma de denominar el
linchamiento seria justica por mano propia); por otro lado está el linchamiento, al que la
autora se refiere como la acción de los ciudadanos contra aquellos que se considera han
vulnerado una norma social o han cometido delito; y finalmente están los escuadrones de la
muerte que son tal vez el tipo más organizado de vigilantismo, en Colombia esta categoría es
conocida como paramilitarismo, una estrategia sociopolítica que utiliza el terror como fuente
principal de poder y que utiliza diferentes formas de violencia para excusar la necesidad de
su existencia. Los escuadrones de la muerte son grupos altamente organizados, con fuertes
convicciones políticas (generalmente fascistas) que cuentan con el financiamiento suficiente
para acceder a armamento sofisticado, es común que su actividad se desarrolle con
aquiescencia del Estado.
Por otro lado, y como sí la norma no fuese suficiente, la Corte Constitucional, máximo órgano
en la materia en Colombia, en la Sentencia Nº C 572 de 1997 declaró la exequibilidad del
Decreto 356 (excepto el artículo 39 del mismo) legitimando el ejercicio por parte de
particulares de labores de seguridad, lo anterior por considerar el Alto Tribunal que ninguna
norma superior prohíbe la formación de grupos armados de carácter privado que ante un
riesgo inminente puedan ejercer su derecho a la legítima defensa de forma organizada y
colectiva.
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“Es claro que la Fuerza Pública es la garante del orden público, y que no puede
desprenderse de esa función y trasladarla a los particulares. Las personas tienen
ciertos deberes de colaboración en esta materia, que han sido previstos por la propia
Constitución (CP arts. 95 y 217), pero eso no significa que la ley pueda convertirlos en
garantes de la seguridad y la defensa, pues esa responsabilidad corresponde
exclusivamente a la Fuerza Pública” (Corte Constitucional, Colombia, 22 de agosto de
2018, expediente D-11946, Sentencia C-082 de 2018, numeral 10, 2° párrafo)
De esta última, hay que decir que sí bien la creación de las Convivir fortaleció su práctica, ya
en los 80’s se ejercía la limpieza social por los llamados escuadrones de la muerte. Así, en
Pereira, en 1970 se instituyó como política para contrarrestar el aumento de hurtos, marcar
las manos y cara de los ladrones con tinta roja. Pese a que dicha propuesta genero polémica,
se aplicó y poco después empezaron a aparecer los cuerpos de individuos marcados con tinta
roja por la ciudad de Pereira, personas asesinadas bajo similares características: bala en la
cabeza y manos atadas.
Pese a que este tipo de exterminio se extendió por las diferentes regiones del país,
constatándose por parte de las autoridades las características similares entre los crímenes y
los sujetos pasivos a quienes se dirigían, pocas veces las labores investigativas del estado
encontraron un culpable. En principio, tal vez, porque la limpieza social se implementaba en
su mayoría por escuadrones de la muerte o paramilitares que podían provenir de diferentes
lugares de la escala social, pero que en general estaban unidos por ideologías fascistas o
guerreristas. Sin embargo, se evidencia en las múltiples sentencias del Consejo de Estado
que, el silencio del Estado frente a la ocurrencia de la limpieza social se debió, y se debe, a la
participación de sus agentes en las oleadas de exterminio, lo que implico por parte del Estado
una actitud de negación frente a la práctica de la limpieza social, un ejemplo de dicha postura
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es que para 1980 cuando Bogotá era asediada por dicha práctica, la policía, a pesar de la
evidente sistematicidad atribuía dichos homicidios a peleas típicas entre bandas
delincuenciales, negado casi que de forma rotunda la existencia de los escuadrones de la
muerte, se resalta lo dicho por el general Pablo Alfonso Rosas Guarín:
Al respecto, ROJAS narra que para 1980 las victimas denunciaban la existencia de tres clases
de escuadrones de la muerte: (i) para-policial, dedicado al asesinato de delincuentes
comunes o desviados morales; (ii) grupos financiados por el narcotráfico, dirigidos a
amedrentar y/o eliminar a quienes obstaculizarán la limpieza (jueces, policías, lideres, etc.) y,
por último (iii) organizaciones legalmente constituidas dedicadas al exterminio de corruptos,
rebeldes, entre otros. De esta última categoría existe un ejemplo concreto que vale la pena
destacar: la “Asociación Pro-Defensa de Medellín” que en su acta de constitución establecía
como parte de sus objetivos:
Como se puede evidenciar, antes del decreto 356 de 1994, se cosechó un camino que
permitió la creación de las Convivir, organizaciones que desde su origen se pusieron al
servicio del paramilitarismo tal como lo han confesado los jefes de dichos grupos, Salvatore
Mancuso y Ever Veloza, alias “HH” (CCJ, Boletín No. 27, 2008, p. 2). Ambos, durante las
diligencias en su contra aseveraron que desde el inicio las Convivir actuaron con la
aquiescencia del Estado, específicamente de las Fuerzas Militares, quienes sabían de la fuerte
relación de estas cooperativas de seguridad con los grupos paramilitares de todo el país.
De alguna forma, tal como en la Segunda Guerra Mundial, en Colombia el derecho sirvió de
escudo a la tiranía, legitimando grupos de seguridad privada que actuaron en conjunto de
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paramilitares por años. Al respecto, Salvatore Mancuso durante sus audiencias de versión
libre aseguró que los paramilitares “promovieron la conformación de, por lo menos, diez
convivir”.(CCJ, Boletín No. 27, 2008, p. 2)
Aunado, debe resaltarse que no solo la fuerza pública apoyó y participó en los múltiples
crímenes cometidos por las Convivir y los paramilitares, sino qué, tal como se evidenció en el
debate en el Congreso de la República en 2007, cuando se habló respecto del paramilitarismo
en Antioquia, gobernadores y alcaldes de la época autorizaron la conformación de Convivir
integradas o dirigidas por sujetos que ya para el momento eran reconocidos como
importantes jefes paramilitares.
Ahora bien ¿cuál es la relevancia de las Convivir en el contexto de la limpieza social?, a partir
de ellas se empiezan a legitimar practicas violentas, como la que aquí se estudia, propias de
la ideología paramilitar en pro de la seguridad y armonía social. Un ejemplo de ello puede
constarse en el grupo denominado “Los doce apóstoles” un grupo de justicia privada
(abiertamente paramilitar) que se conformó en Yarumal Antioquia durante el año 1992, esté
fue el anuncio de su nacimiento:
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El grupo de los “Doce apóstoles” estaba conformado por ganaderos, comerciantes y agentes
de la fuerza pública, que liderados por el cura Gonzalo Javier Palacio se encargaron de hacer
limpieza social en el Norte de Antioquia.
Lo anterior está ampliamente evidenciado en las sentencias que al respecto se han emitido,
tanto en materia penal como administrativa. Cabe destacar, el expediente No. 25180 del
Consejo de Estado en el que se estudió la Acción de Reparación Directa de cinco (5)
ciudadanos que solicitaban se declarará patrimonialmente responsable al Estado por el
homicidio de su familiar Ovidio Alfonso Ardila Elorza. (CE, Rad 1995- 00998-01, 2013). En la
lectura de dicha sentencia se describe el accionar de los grupos “paraestatales” en la región
del Yarumal, que no era muy diferente del de el resto de grupos paramilitares en el país:
muertes sistemáticas de ladrones, tortura, desaparición forzada, asesinato de jóvenes
drogadictos, personas de izquierda, entre otros que se consideraban socialmente
desechables para ese tipo de cosmovisión radical.
El aumento de las muertes sistemáticas fue tan preocupante en Antioquia, que incluso la
Oficina de los Derecho Humanos del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP)
envió informe a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a otras entidades
internacionales, llamando la atención sobre el asesinato sistemático de “delincuentes
menores y de personas en operativos de captura por parte de la Policía Nacional” , que eran
perpetrados por escuadrones de la muerte contratados por ganaderos y comerciantes de
Yarumal para realizar limpieza social.
Al respecto dijo el CINEP: “Resulta altamente preocupante que dicho escuadrón de limpieza
pueda operar a plena luz del día y en el centro del municipio. Las autoridades de Policía no
realizan el menor esfuerzo por capturar a los homicidas a pesar de que estos ocurren
habitualmente en cercanías a las unidades policiales que brindan seguridad”.
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abiertamente paramilitares con capacidad financiera y gran fuerza armada. Las Convivir
abrazaron la idea de la limpieza como bandera y dedicaron sus esfuerzos a purgar los cascos
urbanos de delincuentes comunes considerados desechables en la dinámica social. Fuese a
través de su acción directa o del financiamiento o apoyo de grupos como los “Doce
apóstoles”.
Debe resaltarse que conforme al banco de datos de derechos humanos del CINEP, entre 1988
y 1993 hubo 1926 víctimas de limpieza social en el territorio colombiano y que la mayoría de
ellas pertenecían al casco urbano. Fue tal vez, esta característica de lo urbano uno de los
factores que dificulto el reconocimiento de la limpieza social como una violencia particular,
pues se diseminaba entre las múltiples modalidades de homicidios que acontecen en las
urbes de Colombia, esto en combinación con la falta de voluntad del poder punitivo del
Estado de perseguir los perpetradores de estos crímenes permitió la impunidad de la
mayoría de las muertes.
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términos de exterminio, matanzas o aniquilaciones, sean estos por fines políticos, sociales,
étnicos, e incluso por el control delincuencial de una determinada zona, llevados a cabo por
grupos civiles organizados, por grupos paramilitares, por grupos guerrilleros e incluso por
turbas o muchedumbres, tanto en entornos urbanos como en zonas rurales.
Uno de los elementos característicos de las prácticas de limpieza social es que ocurren
normalmente en la calle, casi siempre en horas nocturnas, y casi siempre, quienes
intervienen, tanto la víctima como el victimario, no suelen estar vinculados al conflicto
armado. Como se mencionó anteriormente, estas prácticas están más relacionadas a
entornos urbanos, y entre sus principales motivaciones surgen consideraciones de índole
local, como por ejemplo que se llevan a cabo con la finalidad recuperar la paz y buen vivir en
el barrio, consideraciones que están enraizadas en la mente de los perpetradores de las
supuestas limpiezas.
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A decir del informe del CINEP, CNMH y UNAL, la limpieza va orientada contra personas
claramente identificadas como conflictivas, quienes pueden ser prostitutas, drogadictos,
microtraficantes, ladrones, homosexuales, indigentes, pandilleros, vagos o maleantes,
violadores y en fin cualquier persona considerada indeseable para la sociedad o el barrio
según se le ocurra a quien juzga, algo totalmente subjetivo.
Si bien, uno de los elementos característicos de las prácticas de limpieza social es que
ocurren normalmente en la calle, se ha dado algunos casos en los cuales los asesinos
irrumpen a mansalva en las casas donde causas las muertes de éstas personas consideradas
indeseables y después exponen lo ocurrido, siempre con la intención de llevar la limpieza
social al espacio público. La razón, según el informe, que explica tal modus operandi radica
en que el “interés es el restablecimiento del orden quebrado en el espacio público donde se
desarrolla la vida de quienes allí habitan”. En su mayoría las matanzas se suceden en barrios
pobres, mientras que porcentualmente, el 75% de los asesinatos ocurren en ciudades de más
de 100 mil habitantes.
Con respecto al sustento cultural sobre la cual versa la vida de los jóvenes en las barriadas
populares, se extrae que particularmente éste segmento de la población recurre a la
violencia como modus vivendi y reglas tácitas para la supervivencia dentro del barrio; en tal
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Representar al hombre duro, al macho, al malo, es una técnica empleada para oponerse a ser
tildado como que no se es alguien dentro del barrio, para enfrentar el miedo de caer en las
categorías de insignificancia social, es decir, contrarrestar la carencia de afirmación dentro
del estatus social, oponerse al maltrato y a la humillación que han sufrido niños y jóvenes en
contextos similares por no ser respetables o suficientemente masculinos.
La limpieza social en tal sentido se ejecuta por medios violentos para afirmar el estatus
propio frente a los otros, en una sociedad profundamente jerarquizada, donde se valorizan a
las personas en consideración a su patrimonio social, cultural y económico; con frecuencia el
respeto se consigue al ser capaz de infundir temor.
Una sociedad jerarquizada impone la idea de orden social, lo que implica poner la vista en la
manera como se construyen las relaciones en las diferentes culturas y contextos sociales, de
igual forma observar las reglas impuestas por la propia sociedad para procurar una
ordenación de la vida y armonía de los actores dentro territorio específico. Por ello,
considerar la noción de orden es primordial a los actores que promueven la limpieza social,
como categóricos para inquirir los propósitos de este tipo de violencia en el marco de los
conflictos sociales en entornos determinados.
En tal sentido, para comprender cuál clase de grupo está desacreditado socialmente,
debemos fijarnos en la manera como se relaciona su forma de proceder dentro de la
jerarquización social, es decir, el orden preconcebido a nivel social, político, económico y
cultural. A nivel general en sociedades como la colombiana, un conglomerado social que no
se encuadra dentro del orden pre constituido choca con los parámetros de aceptación,
convirtiéndose de ésta manera en una barrera entre defienden la noción de orden y los que
se oponen o que no encuadran en él.
Llegado éste punto, es importante destacar dos contrasentidos: el primero referido a que la
limpieza social es una práctica que castiga la violencia, y otras acciones que atentan contra el
orden moral, a través de la violencia. El segundo, referido a que las personas contra las que
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se actúa resultan visibilizadas por los supuestos delitos en los que incurren y no por las
condiciones de pobreza o marginalidad en la que viven.
Entorno a la limpieza social se distinguen diversas tipologías en función de las víctimas a las
que va dirigida la violencia empleada en dichas prácticas, a saber:
i. Violencia de Limpieza Política: aquella práctica que está dirigida contra personas
en función de las posiciones políticas asumidas, las cuales son consideradas
perjudiciales al sostenimiento del orden social. Dentro de éste grupo se
encuentran estudiantes, profesores, sacerdotes, sindicalistas, líderes políticos y
sociales.
ii. Violencia de Limpieza Moral: aquella práctica que está dirigida contra personas
que en ejercicio de su sexualidad se considera que realizan actos contrarios a la
moral y buenas costumbres, contrarios a valores conservadores. Dentro de éste
grupo se encuentran personas de la comunidad LGBTI+ y prostitutas.
iii. Violencia de Limpieza de Delincuentes: aquella práctica dirigida a eliminar
personas que lesionan y violan las normas sociales preconcebidas dentro del buen
orden de convivencia social. Dentro de éste grupo se encuentran ladrones,
violadores, asesinos, pandilleros.
iv. Violencia de Limpieza de Indignos: aquella práctica dirigida contra personas
consideradas indignas por su condición de minusvalía o precariedad intelectual,
social, económica o laboral. Dentro de éste grupo se encuentran dementes,
mendigos, recicladores, viciosos, rateros, basuriegos.
El fenómeno de la limpieza social tiene como elemento resaltante que en el marco de dicha
práctica la violencia puede ser ejercida por diversos actores, pudiendo cualquier grupo o
individualidad llegar a convertirse en protagonista de tales actos, así, el propio Estado e sus
instituciones, los militantes de partidos políticos, integrantes de movimientos sindicales,
empresariales, campesinos, sociales, grupos religiosos radicales, escuadrones de la muerte,
policías, milicias, organizaciones de autodefensas, muchedumbre de ciudadanos, pueden y
han recurrido a la violencia para llevar a cabo lo que consideran procesos de limpieza social.
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Otros de los elementos que alimentan las prácticas de limpieza social en Colombia es la idea
de que el Estado colombiano es débil e ilegítimo, que sus instituciones carecen de
credibilidad frente a la sociedad, la concepción de una impunidad y corrupción dentro del
sistema de justicia, las carencias en el acceso a servicios sociales de calidad, la cultura de
discriminación y jerarquías sociales, los intereses políticos particulares, la penetración de
grupos delincuenciales dentro del tejido social y un sistema educativo ineficiente e
insuficiente, temas que deben ser atendidos por toda la sociedad colombiana en su conjunto.
La violencia ejercida por vigilantes en medio de las prácticas de limpieza social gira en torno
al sentimiento de miedo infundido a la sociedad y normalmente genera un efecto silenciador
dentro de la población. Los vigilantes muchas veces confunden el silencio de la población con
apoyo tácito a sus prácticas, sin embargo, en la mayoría de los casos el silencio es más el
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producto del miedo a ser víctimas, sin que ello signifique que un importante porcentaje de la
población realmente sí apoye el vigilantismo.
Vigilantismo y justicia a mano propia tienden a ser lo mismo; factores como el resentimiento
social, la indignación colectiva, el sentimiento de inseguridad, la impunidad, son el caldo de
cultivo de estos fenómenos devenidos en prácticas comunes y normalizadas. El vigilantismo
en uno de los efectos indirectos de la sociedad por la falta de respuesta institucional al
fenómeno de la delincuencia y la criminalidad.
Si bien llevar un registro de los linchamientos puede resultar ser una tarea dificultosa, los
mismos se realizan en escenarios públicos y se viralizan gracias a las redes sociales, dejando
en evidencia que estas prácticas cuentan con extendida aprobación como castigo contra el
delincuente.
Sirven de argumentos para justificar este tipo de acciones descargos de orden moral e
incluso motivaciones de índole social, creando formas de violencia urbana que se
transforman en acciones legitimadas de acuerdo con la proporcionalidad producida entre la
actividad criminal y la posibilidad de practicar justicia a mano propia por una muchedumbre
enardecida e indignada.
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Un factor que alimenta el fenómeno del vigilantismo es la recurrencia de los elementos que
sirven de alimento para su desarrollo, inacción del Estado, ineficiencia del sistema de justicia,
impunidad, corrupción, segregación social, entre otros, y de continuar estos elementos
influenciando el sentir social, consecuencialmente las sociedades seguirán reaccionando de
la misma manera, aceptando y justificando la violencia con fines de “preservación”.
Dentro de la cultura cinematográfica no hay nada más noble que ver a un superhéroe
destruir a los malos, inclusive así destruya con ello también a su ciudad, en tal sentido, el
ejercicio de la fuerza es aceptada en tanto que se ejerza con fines loables y la agresividad
simplemente obedece a los rasgos heroicos del personaje, hemos llegado a personajes como
Hulk, Spiderman, Iron Man o Capitán América.
Según Mottram, citado por Bolaños (2019), en un tiempo en que la sociedad se nos presenta
cada vez más intoxicante y compleja, a la gente se le hacen necesarias las narrativas simples
que presentan los problemas del mundo como situaciones conflictivas que pueden ser
fácilmente resueltas a través del heroísmo individual. Teme, este periodista, que la ideología
de los vigilantes enmascarados esté dañando la cultura política de los fans. Películas como
Capitán América: Civil War y Batman vs Superman presentan como algo seductor y místico el
hacer justicia por fuera de la ley.
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Desde ésta arista, los superhéroes adquieren las cualidades inherentes a los villanos, sin
embargo, dentro de sus historias siempre hay algo que los hace merecedores de nuestro
amor y fanatismo, sea por la muerte de sus padres en medio de un robo, por haber sido
enviados lejos para protegerlos de la destrucción de su planeta, o por ser víctimas de
accidentes de laboratorio siempre tienen un elemento de conexión con la sensibilidad social.
Afirma Castillo (2000, p. 218), que se suele enmarcar el recurso al linchamiento en dos
factores: “el alto crecimiento de la delincuencia por un lado, y la ausencia o incapacidad del
Estado para cumplir con su función de protección y seguridad pública por el otro. Ambos
factores generarían un sentimiento de inseguridad y deslegitimación del Estado entre la
población, la cual, ante la falta de caminos o vías que les permitan manejar esta violencia de
forma positiva, van a expresarse de manera explosiva en forma de linchamiento”.
Por tal motivo, que se hace oportuno referirnos al tema de la justicia y la injusticia. El
conflicto no se presenta en virtud de si se consideran legítimas o otras formas de ejercer la
justicia a mano propia sino en dejar plasmado el problema de fondo que se circunscribe a la
concepción de que el vigilantismo y la violencia que éste conlleva se aceptan como una
forma de justicia alternativa.
Se entiende como dignidad como aquel valor inalterable que posee toda persona por el solo
hecho de contar con capacidad para razonar y decidir y que le distingue de otros seres; tal
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La persona humana goza de una preeminencia y un valor que lo distingue del resto de los
seres del mundo. El ser humano no es algo sino alguien y por lo tanto valioso en sí mismo. Un
ser humano por el mero hecho de existir como persona tiene un valor único desde el
momento de su concepción hasta el momento de su muerte, sin importar status social, raza,
nivel de inteligencia, etc. Todos los seres humanos somos personas por naturaleza y, por
tanto, igualmente dignos.
Por su parte, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, suscrita por los
Estados miembros de la ONU, en su preámbulo recoge como elementos base de dicha
declaración la reafirmación de la fe en la dignidad y el valor de la persona humana, además
de la fe en los derechos fundamentales del hombre y en la igualdad entre hombres y mujeres
en cuanto a derechos se refiere, ello con el propósito de elevar el nivel de vida y de promover
el progreso social.
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De conformidad con la declaración suscrita en 1948 en el seno de las Naciones Unidas, todas
las personas gozan de derechos y libertades pero fundamentalmente gozan del derecho de
no ser discriminados por motivos de raza, religión, color de piel, sexo, posición política,
idioma, nacionalidad, posición económica, origen social ni por ninguna otra condición.
Asimismo la declaración consagra los siguientes derechos como Derechos Humanos:
c. Artículo 8, derecho a ser protegidos por los órganos de justicia y ser considerados
iguales ante la Ley.
n. Artículo 25, derecho a un nivel de vida adecuado, lo que incluye a su vez los derechos
a la salud, a la alimentación, al vestido, a la vivienda, a la asistencia médica, a los
servicios sociales y en general al bienestar.
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Tradicionalmente, los tratadistas procuran agrupar los Derechos Humanos bajo el criterio de
generaciones, siendo los Derechos Humanos de Primera Generación aquellos reconocidos
como derechos civiles y políticos, los Derechos Humanos de Segunda Generación los
derechos económicos, sociales y culturales, los Derechos Humanos de Tercera Generación los
derechos inherentes a la justicia, la paz y la solidaridad, y más recientemente surge la
concepción de Derechos Humanos de Cuarta Generación, en referencia a aquellos derechos
vinculados al acceso, uso y desarrollo de las nuevas tecnologías.
A los fines de velar por la protección y garantías de cumplimiento de los Derechos Humanos
por parte de los Estados, la Asamblea General de la ONU, en su resolución 60/251 instituye el
Consejo de Derechos Humanos, como principal órgano intergubernamental de la
organización en cuanto a derechos humanos se refiere.
La dignidad humana a la que se está haciendo alusión tiene como motivación y a la vez como
finalidad que cada persona debe ser valorado como un sujeto único y social, con aquella
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unicidad que lo diferencia del resto de los individuos y que al mismo tiempo lo eleva a la
categoría de ser humano único que debe ser respetado en sus derechos tal como lo
establecen las normas atinentes, en igualdad plena de derechos de circunstancias, con cada
una de sus características por el solo hecho de ser un ser humano con esta característica
fundamental de ser único e irrepetible.
De tal suerte que cuando se asevera con alguna medida de acierto que la integridad humana
está compuesta por la igualdad ante la ley, se hace referencia no a una igualdad biológica o
tampoco se hace referencia a este parámetro como único para dejar ver sus propias
particularidades, o visualmente para establecer sus diferencias, pues en el sentido
netamente visual todas las personas difieren entre sí.
Por ende, más bien nos referimos a que todos los individuos de la especie humana que
entran en la categoría de persona conforme lo señalan las normas civiles en forma general,
se les debe garantizar por parte de la ley y el estado una igualdad de derechos y garantías
fundamentales, por lo que se aspira a que puedan ser tratados de la misma o similar manera
ante las disposiciones legales y las autoridades que las aplican.
Con el propósito de que los ciudadanos puedan gozar del pleno ejercicio del derecho a la
vida, los Estados han establecido una serie de obligaciones de estricto cumplimiento, ello a
razón de tratarse de un derecho fundamental, mediante la instrumentación de los
estándares internacionales que han sido fijados como marco regulatorio de la materia. Este
derecho no es simplemente principista sino que es un derecho que lleva a la implementación
políticas, recursos, planes, programas, inversiones para lograr el cumplimiento de lo
dispuesto en las normas que consagran estas prerrogativas.
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libertad, siendo estos la principal garantía con la que contarán las personas frente a los
Estados.
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6. Estudio de Casos
Las Convivir (Cooperativas de Vigilancia) en Colombia fueron creadas por medio del Decreto
356 de 1994 del Gobierno Nacional de la época, conocido como Estatuto de Vigilancia y
Seguridad, el cual tuvo por objeto permitir y regular la prestación por parte de particulares
de servicios especiales de vigilancia y seguridad privada en respuesta al aumento de los
grupos armados ilegales que actuaban en todo el territorio colombiano. Se estima que se
constituyeron alrededor de 700 Convivir en toda Colombia y de esas, cerca de 67 sólo en la
región de Antioquia.
Artículo 39 del Decreto 356 de 1994: Se define un Servicio Especial como aquel que en
forma expresa, taxativa y transitoria puede autorizar la Superintendencia de Vigilancia
y Seguridad Privada, a personas jurídicas de derecho público o privado, con el objeto
exclusivo de proveer su propia seguridad para desarrollar actividades en áreas de alto
riesgo o de interés público, que requieren un nivel de seguridad de alta capacidad.
Parágrafo: Se considera especial un servicio de vigilancia y seguridad privada, cuando
debe emplear armas de fuego de uso restringido y actuar con técnicas y
procedimientos distintos a los establecidos para otros servicios de vigilancia y
seguridad privada, debiendo obtener aprobación del Comité de Armas del Ministerio
de Defensa Nacional.
El 27 de abril de 1995, mediante resolución de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad
se decidió que las Cooperativas de Vigilancia pasarían a denominarse Convivir. Asimismo se
estableció que sus miembros estaban facultados para portar armas y equipos de
comunicación de uso privativo de las fuerzas militares. Su función en principio era la de
ayudar a la fuerza pública en la lucha contra la delincuencia en áreas rurales.
La implementación de las Convivir estuvo llena de cuestionamientos y quejas por abusos. A
pesar de ello y de haberse intentado un proceso judicial que buscaba su ilegalización, la Corte
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Constitucional en 1997 ratificó su constitucionalidad, aunque les pidió devolver las armas de
uso privativo del Ejército.
Para su constitución las autoridades militares presentaban al gobernador respectivo un plan
y de necesidades en determinadas regiones en las cuales requerían del apoyo de los grupos
de vigilancia privada. Luego de recibido el plan, el gobernador les confería personalidad
jurídica y la superintendencia nacional les otorgaba la autorización de funcionamiento.
Después, a partir de procesos de desviación, degradación y corrupción, aparecieron varios
grupos autodenominados Convivir, hasta el punto que Human Rights Watch denunció en
1998 que tenía evidencia de que algunas Convivir, dirigidas por paramilitares, eran
responsables de la muerte de simpatizantes de la guerrilla en el Magdalena medio y el César.
Vertiginoso aumento del número de Convivir constituidas se debió a la ampliación del teatro
de la guerra, al incremento de la inseguridad, y sobre todo, a que las Fueras del Orden
Público no eran capaces de enfrentar por sí solas estos males.
Con frecuencia se hace mención de éste último particular para justificar la creación de las
Convivir. Uno de los escollos presentes desde el origen de las Convivir es que se constituyen
como un sujeto armado que no poseía un vínculo orgánico con las Fuerzas Armadas y que
tampoco estaba sometida a la subordinación respecto a éstas.
Estas cooperativas de vigilancia desarrollaron actividades que involucraron a civiles en el
conflicto armado, haciéndolos directamente partícipes de las hostilidades, con el agravante
de que al no formar parte de las fuerzas armadas oficiales, estos civiles quedaban excluídos
de la protección humanitaria que el Protocolo II adicional en el Convenio de Ginebra de 1974
extiende a la población civil. Como consecuencia de todo ello el número de combatientes
improvisados, sin entrenamiento y con un total desconocimiento de los principios del
Derecho Internacional sobre los conflictos armados aumentaba diariamente de forma
desmedida.
Muchas son las críticas surgidas a partir del desarrollo de las actividades de algunas Convivir,
los excesos y desviaciones son las recurrentes, comúnmente se señalan que estos cuerpos
derivaron en grupos paramilitares y de autodefensas, legalizados y dotados de insumos por
parte del propio Estado colombiano y al amparo de las fuerzas militares. No son pocos los
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registros policiales y de la fiscalía donde se evidencian nexos entre miembros de las Convivir
y el paramilitarismo, con sindicación por delitos de concierto para delinquir, así como
prácticas de limpieza social.
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Dentro del sistema de justicia guatemalteco no fue posible lograr una investigación judicial
del caso que fue imparcial o desprovista de vicios, razón por lo cual se recurrió al ámbito de
la justicia internacional. La apertura del caso 10.636 con fecha 17 de septiembre de 1990 por
parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue el inicio de un procedimiento
investigador y verificador, que buscó hacer justicia en nombre de Myrna Mack y de sus
familiares, por parte de la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos que ha
desembocado en la demanda tanto de la propia Comisión Interamericana como de los
representantes de los familiares de Myrna Mack ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
Finalmente, tras un arduo proceso investigativo llevado adelante por la Corte, en el cual se
logró llevar ante la justicia internacional a autores materiales e intelectuales, en la que se
presentó el descargo de múltiples testigos y la sustanciación de un gran acervo probatorio, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó que:
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a) Requerir al Estado que adopte todas las medidas que sean necesarias para dar efecto
y pronto acatamiento al punto pendiente de cumplimiento ordenado por el Tribunal
en la Sentencia de fondo, reparaciones y costas de 25 de noviembre de 2003 y en la
presente Resolución, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 68.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.
b) Solicitar al Estado que dentro del plazo de cuatro meses a partir de la notificación de
la presente Resolución, presente información detallada y actualizada indicando las
medidas adoptadas para cumplir con lo ordenado por esta Corte, de conformidad con
lo señalado en los Considerandos 12 y 13 y en el punto declarativo primero de la
presente Resolución.
c) Solicitar a los representantes de las víctimas y a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos que presenten sus observaciones al informe del Estado
mencionado en el punto resolutivo anterior, en el plazo de cuatro y seis semanas,
respectivamente, contado a partir de la recepción del informe. Y
d) Continuar supervisando el punto pendiente de cumplimiento de la Sentencia de
fondo, reparaciones y costas dictada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
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Los dos casos presentados, representan ejemplos de las desviaciones y riesgos que se corren
en contextos de vigilantismo y limpieza social. El caso Convivir refiere las causas que dan
origen al vigilantismo y las graves consecuencias de éste fenómeno producto de las
desviaciones, despropósitos o excesos en los que se puede incurrir. Por su parte el caso de
Myrna Mack Chang vs Guatemala deja en evidencia la violencia asociada a las prácticas de
limpieza social, sin embargo a la vez abre ventanas de esperanzas en la justicia internacional
para sancionar y procurar la reparación por los daños causado a raíz de éste flagelo social.
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7. Conclusiones
7.1. La primera conclusión que se desprende de la presente investigación refiere que el
vigilantismo es uno de los efectos indirectos de la sociedad por la falta de respuesta
institucional al fenómeno de la delincuencia y la criminalidad; éste fenómeno se
manifiesta a través de escuadrones o individualidades quienes deciden tomar la justicia
en mano propia y se dedican al exterminio de ladrones, atracadores y secuestradores.
Lamentablemente la práctica del vigilantismo termina derivando en desviaciones, en
cuyos excesos se observan prácticas tales como la eliminación de jueces, policías, testigos
y en general a todos aquellos que se opusiesen a las actividades desarrolladas por estos
escuadrones o grupos organizados.
El vigilantismo, entendido como una medida adelantada por actores diferentes a las
fuerzas públicas contra las crecientes olas delictivas, se sucede en aquellas sociedades
que perciben que la legalidad y justicia son insuficientes o ineficaces para afrontar
situaciones de inseguridad y de altos niveles de impunidad.
Limpieza social y vigilantismo han caminado de la mano prácticamente desde el origen
del fenómeno de vigilancia civil y en la concepción cultural de la sociedad han pasado a
formar parte de acciones legítimas, donde los particulares reaccionan organizadamente
para proteger bienes o personas ante actos considerados lesivos a su integridad,
actuando independientemente de las instituciones de seguridad del Estado.
Importarte destacar que la limpieza social no es una práctica exclusiva del vigilantismo,
pues también se presente éste fenómeno como acción directa del Estado por intermedio
de sus órganos de seguridad o grupos militares.
A la luz de la presente investigación, el vigilantismo es un problema, el cual infiere el uso
de la justicia a mano propia, retando y degradando el monopolio de la potestad punitiva
del Estado. Muchos grupos de vigilantes privados derivan en grupos insurreccionales de
carácter paramilitar o constituidos como autodefensas.
La violencia como herramienta práctica del vigilantismo hoy día se muestra ante muchos
como una respuesta contra la delincuencia y como respuesta ante un sistema de justicia
corroído e ineficaz, así, el vigilantismo es legitimado, al intentar con éste cubrir la falta de
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circunstancias, con cada una de sus características por el solo hecho de ser un ser
humano con esta característica fundamental de ser único e irrepetible.
En tal sentido, la dignidad humana implica la protección de la persona por el mero hecho
de ser considerada como persona humana, no consideraciones surgidas como una
concesión graciosa de los Estados o gobiernos sino que se adquieren de forma
automática por el hecho de existir con la cualidad propia del respeto.
Así, no cabe duda que el fenómeno de la limpieza social degrada a la persona, atenta
contra su dignidad, vulnerando la propia vida y considerando a un grupo de personas
indignas de merecer protección del Estado y del sistema de justicia, por lo que son
sometidos a procesos de linchamiento, exterminio, tortura, desapariciones,
contraviniendo disposiciones de orden legal y enmarcadas en la defensa de los derechos
humanos.
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8. Referencias
Bolaños. J. 2019. Películas de superhéroes: En defensa del vigilantismo. Disponible en:
https://www.cied-latinoamerica.com/post/películas-de-superhéroes-en-defensa-del-
vigilantismo
Boletín No. 27: Serie sobre los derechos de las víctimas y la aplicación de la ley
97.Comisión Colombiana de Juristas, 2008. Disponible en: “Todas las Convivir eran
nuestras” (coljuristas.org)
Rojas, C. 1996. La violencia llamada limpieza social. Publicaciones CINEP
Decreto Ley 356 de 1994, del 11 de febrero de 1994,por el cual se expide el Estatuto
de Vigilancia y Seguridad Privada. Diario Oficial No. 41.220, 11 de febrero de 1994,
Disponible
en:http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/decreto_0356_1994.html
Debate sobre las Convivir y el origen del paramilitarismo en Antioquia, Senador
Gustavo Petro Urrego. YouTube, 17 de abril de 2007. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=k3vlab789_E.
Gallego, Gloria. Sobre el monopolio legítimo de la violencia. 1998. Dialnet
Huggins, M.K. “Introduction: vigilantism and the state- a look south and north”, p. 4.
Vigilantism and the State in Modern Latin America.
Rocha Buitrago, M.C. Estado de Derecho, Seguridad y Marginalidad: Representaciones
en prensa sobre el fenómeno de la Limpieza social en Colombia 1988-1996. Director:
Jaime Humberto Borja. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D.C, 2009. Disponible
en: Microsoft Word - indice.doc (javeriana.edu.co)
Sentencia del 13 de junio de 2013, Consejo de Estado, Rad. 1995-00998/12, Colombia
2013 P.78. APARTADO 2.
Sentencia del 25 de noviembre de 2003, Corte Interamericana de los Derechos
Humanos, Caso Myrna Mack Chang Vs. Guatemala.
Uribe, J. 2012 ¿Puede hablarse en Colombia de populismo punitivo? Revista Nuevo
Foro Penal, Vol. 7, No. 78
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